viernes, 31 de mayo de 2019

Personas que nos comparan con los demás ¿por qué lo hacen?

Las personas que nos comparan con los demás destacando lo que nosotros no tenemos y los demás disfrutan, son perfiles con una gran incompetencia emocional. En un mundo de personas iguales, lo más valiente es ser diferente, lo más arriesgado es ser auténtico.

Hay una mala costumbre muy extendida. De hecho, es común sufrirla casi desde la infancia, un lugar donde puede que nuestros padres nos compararan con los demás, destacando lo que otros logran y nosotros no. También en la edad adulta son comunes las comparaciones por parte de personas que, con buena o mala fe, destacan aquello que los demás hacen o tienen y de lo que según ellos, nosotros carecemos.

Atreverse a ser diferente parece ser poco más que un desafío en una sociedad que refuerza lo normativo. Es más, en ocasiones ni siquiera nosotros mismos buscamos marcar diferencias respecto a los demás; pero basta con salirse un poco de lo que para muchos es «socialmente esperable» para que al instante alguien nos señale con el dedo.

Nadie es como otro. Ni mejor ni peor, es otro; y las comparaciones son odiosas, decía Jean Paul-Sartre. Sin embargo, el ser humano tiene como punto débil compararse y comparar a los demás. Parece casi un vicio, una obsesión muy contagiosa que mina el crecimiento personal y destruye identidades.

Porque quien nos compara con otros, y esto lo habremos vivido la mayoría alguna vez, no lo hace para alabar aquello que nos hace únicos y especiales; lo hace para destacar aquello de lo que carecemos, aquello que falla o no es normativo.

La comparación es un veneno para la autoestima. Ya lo es sobre todo si la ejercitamos nosotros mismos, si tenemos la mala costumbre de poner la mirada en nuestro entorno para otorgarnos valor. Ahora bien, igual de dañino es que lo hagan otros, que sea nuestra familia o nuestra pareja quien guste de distorsionar nuestra imagen, potencial o carácter al compararnos con otros.

Personas que nos comparan con los demás: razones por las que lo hacen

La teoría de la comparación social, enunciada por el psicólogo social Leon Festinger en 1954, nos señala algo interesante. Cuando una persona se queda sin pistas obvias sobre su eficacia, valías o características, pone la atención en quienes le rodean. De este modo, obtiene una referencia sobre sí misma para hacer una valoración. Así, y de algún modo, el ser humano busca definirse a sí mismo tomando de referencia también al resto.

Sabemos que esto es una fuente de frustración constante. Sin embargo, ¿por qué hay quienes nos comparan con los demás? Pongamos algunos ejemplos sobre este tema. Imaginemos a una madre que siempre compara a sus dos hijas. A la menor le recuerda, casi cada día, que a su misma edad, la hermana mayor ya tenía un buen trabajo, pareja estable y el primer hijo.

Asimismo, y por si no fuera bastante, esta misma chica sufre el peso de las comparativas por parte de su pareja. Este le indica que es casi tan insegura como una compañera suya de trabajo o que físicamente se parece cada vez más a una de sus primas. Algo así tiene sin duda un efecto determinante en la autoestima de esta joven. Este tipo de verbalizaciones minan y crean inseguridades y hasta complejos.

Como bien decía Confuncio, los complejos vienen como pasajeros. Al principio son meros huéspedes pero al final se quedan como auténticos amos. Y si además son otros quienes los refuerzan y alimentan a diario, las consecuencias pueden ser muy desgastantes. Veamos, a continuación por qué lo hacen, por qué hay personas que nos comparan con los demás.

Falta de Inteligencia Emocional

Quienes nos comparan con los demás presentan por encima de todo una baja Inteligencia Emocional. Debemos tener muy claro este aspecto para no dejarnos avasallar por esta práctica tan común. Así, esas personas que recurren con tanta agilidad al uso de las comparaciones carece de esa empatía con la cual, entender que cada ser es único, excepcional en carácter, esencia, presencia y valores.

Si no entienden esta realidad, no conectan con nosotros, no hay respeto, no son capaces de ponerse en nuestro lugar. Asimismo, otro principio de la Inteligencia Emocional es la correcta comunicación. Dentro de este enfoque algo que siempre se tiene en cuenta es que el uso de las comparaciones no es válido ni aún menos ayuda.

Si queremos llamar la atención a una persona sobre algo referente a su conducta, le hablaremos de su comportamiento sin hacer referencia a terceras personas.

  • Un ejemplo, no podemos decirle a un niño «eres tan torpe en mates como tu hermano Pablo, ninguno tenéis remedio». En lugar de usar esta aseveración lo correcto sería decirle «veo que tienes problemas en mates, pero creo que si te esfuerzas un poco y preguntas lo que no entiendes lo tendrás superado».

Personas que no valoran lo que tienen

Las personas que nos comparan con los demás, posiblemente, no aprecian lo que tienen. Lo hacen los padres que piensas que los hijos de los demás son más aplicados. Lo hace esa persona que no aprecia a su pareja como merece. Aún más, tampoco nos valoramos nosotros mismos cuando nos comparamos con otros.

Así, en un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, por los doctores Sebastian Deri y Shai Davidai, nos indican que quienes tienen la mala costumbre de compararse ellos mismos o a sus seres cercanos con terceras personas, no aprecian lo que son y lo que tienen. Su sesgo pesimista e inconformista hace que nunca terminen de apreciar a sus seres queridos tal y como son.
Y algo así es altamente problemático.

Las personas que nos comparan con los demás hacen uso de la manipulación emocional

Por último y no menos importante, nos queda una tercera opción. Quienes nos comparan con los demás pueden también tener otros motivos, que no son otros más que los de manipularnos y minar nuestra autoestima. De hecho, es una táctica común en quienes desean ejercer el control, porque la comparación constante es un ejercicio de humillación y menosprecio.

Para concluir, como podemos ver esas personas que nos comparan con los demás carecen de esas herramientas básicas de sociabilidad, respeto y empatía. Evitemos darles poder, no permitamos estas conductas y defendamos siempre nuestra individualidad. Ser únicos, diferentes y singulares es nuestro mejor valor.

jueves, 30 de mayo de 2019

Ser demasiado confiados, ¿de verdad es un error confiar en los demás?

A veces podemos ser demasiado confiados, es cierto. Sin embargo, confiar no siempre es un error, el fallo está en quien nos hace creer lo que no es, en quien miente y manipula expresamente. La confianza es un bien preciado que algunas personas osan mancillar.

A veces, hay quien nos acusa de ser demasiado confiados. Sin embargo, ¿se nos puede sancionar y etiquetar de ‘ingenuos’ por depositar nuestra confianza en alguien? La verdad es que no en todos los casos. Porque ofrecer confianza y esperar recibirla no es un error. El fallo está en quien miente, en quien juega con corazones ajenos y tergiversa las esencias del respeto.

Decía Lao-Tse que aquellos que no confíen lo suficiente no serán dignos de confianza. De algún modo, tanto si lo queremos como si no, las personas estamos «obligadas» a confiar en los demás para convivir. En caso contrario, habitaríamos en entornos caracterizados por la angustia permanente. De no ser así, nadie se atrevería, por ejemplo, a coger el volante de un coche, a subir a cualquier transporte público o a dejar a los niños en las escuelas al cargo del personal del centro.

Nuestra cultura y nuestra civilización basa gran parte de su esencia social y sus dinámicas en el principio de la confianza. La damos por sentada a diario para poder convivir, para poder reducir la sensación de miedo e incertidumbre en nuestras relaciones; porque confiar, al fin y al cabo, es ese acto de fe que practicamos a diario con los ojos cerrados, pero con el corazón receptivo.

Por eso, en ocasiones, nos puede doler enormemente cuando alguien nos acusa de ser demasiado confiados tras pasar por una mala experiencia. Cuando nos dicen algo así, al sufrimiento por la propia decepción vivida se le añade la duda de ¿habremos pecado quizá de ingenuidad en este caso? ¿Deberíamos haber tenido cierta malicia y haber sido más prudentes?…

Ser demasiado confiados, el poder de las emociones

Podríamos decir que la palabra ‘confianza’ es una de las más bellas que existen. Este término no solo define nuestra capacidad para crear conexiones basadas en la seguridad y el afecto pleno en los demás. Asimismo, en ella hay también un principio que nos impulsa a la acción, a una acción en la que no existe el miedo, desde la que nos nos atrevemos a relacionarnos sin una sensación de inquietud o recelo.

Ahora bien, hay un dato que puede llamarnos la atención. Tal y como nos señala el psicólogo Joe Bavonese, del Relationship Institute en Royal Oak, Michigan, las personas nos hemos vuelto en los últimos diez años mucho más desconfiadas.

Un factor que explica esto son los avances de las nuevas tecnologías. Gracias a ellas tenemos acceso un gran número de información y también nos ofrece la posibilidad de conocer a mucha más gente. Sin embargo, ninguna de esas dimensiones nos son fiables al 100%.

Asimismo, parece que vivir en un presente tan arraigado a la incertidumbre (económica, social, política, etc.) también afecta a nuestras relaciones. Somos quizá, un poco más cautos, un poco más exigentes. Aún así, siguen abundado los que algunos etiquetan como demasiado confiados. Pero… ¿cómo son esas personas que en ocasiones pecan de un exceso de confianza en los demás?

La confianza afectiva (o emocional) y la confianza cognitiva

Cuando las personas construimos lazos de confianza lo hacemos a través de dos dimensiones muy concretas:

  1. En primer lugar está confianza afectiva, la cual, se nutre principalmente del plano emocional. Es cuando sentimos que esa o esas personas son dignas de confianza porque así nos lo dice nuestro corazón, porque nos sentimos bien junto a ellas, porque las emociones que nos hacen sentir son para nosotros la mejor valía.
  2. La confianza cognitiva. En este caso, a la dimensión emocional se le añaden los juicios, los pensamientos y las creencias. En este caso, las personas llevamos a cabo una serie de valoraciones que nos convencen de un modo quizá más práctico y objetivo de por qué esas personas son de fiar.
Así, tal y como nos explican en un estudio llevado a cabo por Jennifer Dunn, de la Universidad de California, cuando somos demasiado confiados, quizás nos dejamos llevar en exceso por el plano emocional. Nuestros juicios no siempre se ajustan a la realidad y nos limitamos, posiblemente, a escuchar a nuestras emociones sin ser capaces en ocasiones de ver o apreciar otros indicios más concretos.

Confiar en los demás nunca será un error, pero ¿cuándo sí lo es?


Confiar en los demás nunca será un error por nuestra parte. No podemos olvidar que nuestro cerebro es un órgano puramente social diseñado para conectar, para establecer relaciones y garantizar así nuestra supervivencia. La confianza es un principio básico en el ser humano y por ello, experimentar una decepción, una traición o el latigazo de una mentira se vive a menudo como algo traumático.

Por tanto, teniendo claro este aspecto, ¿en qué situaciones SÍ se nos puede criticar por ser demasiado confiados? Estos serían algunos ejemplos.

Cuando no tenemos en cuenta experiencias pasadas

Puede que alguien nos falle una vez o incluso dos veces. Ahora bien, si tras varias decepciones, agravios, malos ratos y amarguras, seguimos depositando nuestra confianza en esa persona, el error es nuestro.

La experiencia es siempre la mejor consejera. Por tanto, nadie puede recriminarse a sí mismo haberse equivocado una vez. Vivir también es caerse, también es tropezar y dejar nuestro corazón en las manos erróneas. Ahora bien, tras esas situaciones hay que hacer un adecuado acto de introspección y obtener un buen aprendizaje. Tropezar una y otra vez con la misma piedra no es bueno para nadie.

Cuando olvidamos que en las relaciones sí debemos ser exigentes

Ser demasiado confiados implica en ocasiones, exponernos a que nos hagan un daño innecesario. Nunca está de más aplicar un grado de excelencia en materia relacional y atrevernos a ser exquisitos sibaritas a la hora de elegir amigos y parejas afectivas.

Por ello, es necesario recordar cuáles son los tres principios indiscutibles de la confianza. Esos que nadie debe vulnerar:

  • Confianza es saber que somos merecedores de recibir apoyo y ayuda cuando lo necesitemos o solicitemos.
  • Confianza es poder compartir confidencias sin ser juzgados ni traicionados.
  • Por último, confianza es saber que no vamos a ser dañados en ningún sentido por parte de la persona en quien depositamos esa confianza.
Para concluir, todos necesitamos poder confiar en alguien. Sin ese soporte cotidiano, la vida se hace dura y pierde impulso… Por tanto, procuremos ser buenos proveedores de esta dimensión con los demás, pero también prudentes a la hora de elegir en qué bolsillos depositar este bien tan preciado.

miércoles, 29 de mayo de 2019

Las señales de la tríada oscura de la personalidad

Las señales de la tríada oscura nos dicen que estamos ante un perfil altamente peligroso. Son personas que no dudan en manipular, mentir y saltarse cualquier principio ético o moral para conseguir cualquier objetivo.

Hay quien comenta que las señales de la triada oscura de la personalidad son casi como el triángulo de las Bermudas: una trampa, una dimensión tan singular como peligrosa. La razón de ello reside en un hecho muy simple: este tipo de perfil se guía solo por fines instrumentales. Es decir, cuando desea algo, no duda en vulnerar derechos ajenos para conseguir sus propios objetivos.

Cuando Donald Trump llegó al poder en enero del 2017, muchos profesionales de la salud mental advirtieron de que, tal vez, el nuevo presidente de los Estados Unidos podría puntuar de manera significativa en un test de la triada oscura. Queda claro que esto nunca lo sabremos porque no hay datos ni se le ha aplicado ningún tipo de prueba para aseverar tal conclusión.

Sin embargo, no falta quien ve rasgos que apuntan en esta dirección. El narcisismo, la falta de respeto por los pensamientos e ideas ajenas, el uso o la manipulación de los medios para lograr un beneficio personal, podrían ser más que simples coincidencias…

Existe incluso un interesante estudio publicado en una revista de Psicología de la personalidad por el doctor Anil Balci en el mismo año de su llegada al poder, en el que se analiza esta idea y se ofrecen datos que respaldarían dicha posibilidad.

Sea como sea, hay un hecho evidente. A veces ponemos la mirada en figuras destacadas. Sin embargo, esta entidad clínica que resume en esencia los rasgos más malévolos del ser humano puede estar presente en ciertas personas de nuestro entorno. Es más, en el campo de la psicología se sabe que este tipo de perfil es común en el ámbito organizacional.

Así, las personas con un cargo de liderazgo son las que, por término medio, más suelen evidenciar los rasgos de la tríada oscura. Veámoslo a continuación.

Las investigaciones nos dicen que las personas que evidencian la triada oscura de la personalidad, presentan falta de empatía, hostilidad interpersonal y carácter ofensivo interpersonal.

Las señales de la tríada oscura de la personalidad

La tríada oscura es un término que surgió en los años 90. Ahora bien, fueron los estudios y la descripción de los psicólogos Paulhus y Williams de la Universidad de la Columbia Británica, quienes acuñaron esta dimensión en el año 2002. Ahora bien, cabe señalar un aspecto importante.

Cuando hablamos de la triada oscura no nos estamos refiriendo a un trastorno de la personalidad; son un conjunto de rasgos subclínicos que definen un tipo de comportamiento adverso y que genera un gran malestar en el entorno.

Una persona que puntúe alto en la prueba de la tríada oscura generará un impacto psicosocial en todo escenario en el que se mueva. Así, tanto las relaciones familiares, las afectivas y las relativas al trabajo se ven afectadas por esas tácticas antisociales de las que hacen uso estos hombres y mujeres. Analicemos seguidamente las señales de la tríada oscura.

Narcisismo

El narcisismo es una de la características más evidentes de la tríada oscura. El principal núcleo de este rasgo es el egoísmo y esa necesidad constante por tener visibilidad, poder y admiración.

Además, suelen mostrar habilidad para cautivar a las personas. Evidencian un gran poder de seducción, son amables, relucen en las fiestas, en las reuniones y logran siempre captar la atención por su carácter extrovertido. Sin embargo, ese encanto tiene trampa; es un fin instrumental para ascender en sus escalafones, para tener alianzas, para conseguir sus metas.

Por otro lado, es importante recordar cuál es su talón de Aquiles: la baja autoestima.

Maquiavelismo

El maquiavelismo se diferencia en un aspecto del narcisismo: no hacen uso de las apariencias, no cautivan ni seducen. De ahí, que suelan impresionar por su frialdad instrumental y, ante todo, por su eficacia manipulativa. En este sentido, es común que una de las señales de la triada oscura sea la falta de empatía y esa búsqueda insaciable por lograr aquello que quieren.

La persona con rasgos de la tríada oscura puede mostrarse amable y cautivador al inicio, cumpliendo así el perfil perfecto de un narcisista. Sin embargo, si esas dotes más amables no funcionan, emergerá un auténtico Maquiavelo, ahí donde se hace patente la frialdad emocional para alcanzar su meta.

Psicopatía

La personalidad psicopática es ese tercer escalafón que conforma las señales de la tríada oscura. Ahora bien, recordemos que esta dimensión no hace referencia a un trastorno psicológico. Hablamos solo de un tipo de personalidad, con lo cual, los rasgos psicopáticos se suelen evidenciar del siguiente modo:

  • Insensibilidad emocional.
  • Comportamiento antisocial (no dudan en saltarse los códigos legales, éticos e incluso morales).
  • Impulsividad.
  • Predisposición al aburrimiento, necesitan refuerzos y estímulos nuevos de manera constante.
  • Falta de remordimientos y sentido ético-moral.
  • Falta de compromiso en las relaciones sociales y afectivas; muchos incluso evidencian incluso promiscuidad sexual.
¿Cómo se evalúa la tríada oscura?

Sabemos que las señales de la tríada oscura de la personalidad forman un abanico amplia. ¿Significa esto que una persona debe puntuar alto tanto en narcisismo, maquiavelismo y psicopatía? En efecto, la puntuación debe ser positiva en todas las áreas, pero hay matices. Para hacer una adecuada evaluación suele utilizarse la escala Jonason y Webster.

En ella, puede verse que, por término medio, siempre hay un área más significativa que otras. Un ejemplo: en un estudio llevado a cabo por Webster y Jonason (2013) en diversas universidades de Estados Unidos, pudo verse que abundan los que dan una mayor puntuación en el área narcisista.

Ahora bien, lo que revela también esta escala es que el perfil más peligroso dentro de la triada oscura de la personalidad es aquel que evidencia una mayor puntuación en el área de psicopatía. En este caso, es cuando aparecen comportamientos más dañinos y adversos.

Como vemos, este es un tema tan interesante como inquietante, en especial si tenemos en cuenta lo que nos dice el psicoanalista Michael Maccoby: la triada oscura de la personalidad es cada vez más común en los puestos más altos del ámbito empresarial.

martes, 28 de mayo de 2019

¿Por qué el fin de una serie de televisión nos hace sentir vacíos?

Despedirse de una serie no siempre es fácil. No cuando hemos pasado varios años y muchas horas al lado de personajes que nos han cautivado por su carácter y a través de una trama tan especial. Asimismo, esos finales no siempre son del gusto de todo el mundo.

El fin de una serie de televisión que hemos seguido durante varios años con interés y hasta con pasión, no siempre es fácil de asumir. No solo supone despedirnos de unos personajes y de una historia, al duelo por ese punto y final, se le añade otro interesante factor: un desenlace que no siempre es de nuestro agrado. Son realidades cada vez más comunes en nuestro día a día que también esconden un gran interés psicológico.

Decía hace muy poco Stephen King que rara vez estaremos del todo conformes con el final de un libro o de una serie en caso de que tanto uno como otra nos apasionen. Lo que de verdad nos cuesta asumir es su finalización. A las personas nos es muy difícil dar algo por terminado siempre que exista cierto vínculo emocional. Por tanto, la sensación de pérdida es real, así como la propia frustración.

Desde la psicología se asume ya que el mundo de la cultura pop (entendida como el conjunto de manifestaciones artísticas y culturales que nos rodean) impacta de manera muy directa en el ser humano. Así, el universo de la televisión tiene sin duda un poder más que indudable. Estamos ante un medio al que acogemos en la intimidad de nuestros hogares y donde las series enhebran casi a modo de ritual una práctica a la que caemos inevitablemente rendidos.

Tanto es así, que el final de estas llega a convertirse en un fenómeno social. Es algo capaz de sustituir, por unos días, el interés por los sucesos sociales, políticos o económicos. Para muchos, el que esto sea así es preocupante. Para otros, es el simple reflejo de una sociedad que ve en las series de televisión una parte más de sus vidas.

El fin de una serie de televisión y las emociones sentidas

El fenómeno del fin de una serie de televisión y las emociones contrapuestas que podemos sentir por dichos desenlaces no es algo nuevo. Un ejemplo de ello fue lo vivido por Arthur Conan Doyle. El célebre escritor alcanzó el éxito gracias a unas aventuras que publicaba semanalmente en la revista Strand. Aquellas aventuras estaban protagonizadas por un personaje que cautivó de manera irremediable a miles de personas. Era Sherlock Holmes.

Doyle, sin embargo, nunca llegó a sentir un especial aprecio por su criatura. Sentía la necesidad de dedicarse a otras cosas, a escribir un tipo de literatura muy diferente. Por ello, cuando decidió dar muerte a Sherlock Holmes en las cataratas de Reichenbach, tuvo que enfrentarse a algo inesperado: los lectores del Strand lo amenazaron y, en más de una ocasión, llegó a temer por su vida. Tanto fue así, que no tuvo más opción que resucitar de nuevo al inquilino de Baker Street tiempo después.

Los lectores de Sherlock Holmes fueron los primeros fans que experimentaron ese sufrimiento doble tan común a día de hoy. Primero, despedirse de los personajes. Segundo, tener que asumir un desenlace inesperado.

Las series de televisión, algo más que entretenimiento

Una de las series de televisión más longevas de la historia es Doctor Who. Con más de 50 años a sus espaldas son varias las generaciones que han crecido viendo las aventuras del célebre señor del tiempo. Para la televisión británica es poco más que una institución. Los Simpson, por ejemplo, llevan viviendo entre nosotros desde 1989, y series como el CSI, Anatomía de Grey o Sobrenatural bordean los 300 capítulos.

A largo de esas emisiones semanales ante la televisión y otros dispositivos, los televidentes crecemos, maduramos, hacemos cambios, sufrimos pérdidas y triunfos mientras nos acompañamos de esas historias paralelas que acontecen tras una pantalla. El vínculo creado con ese universo es inevitable.

  • Las series de televisión son para muchos algo más que entretenimiento. Se descubren aficiones, trabajos a los que dedicarse, países a los que viajar, conceptos novedosos, actores, directores y guionistas a los que admirar.
  • Es, a su vez, un modo de desconectar momentáneamente de la realidad. Conectarnos a otras historias y otros personajes genera alivio y nos ayuda a reducir el estrés.
  • Asimismo, tampoco podemos olvidar el componente social relacionado con estos medios. Ver el último capítulo de determinadas series es casi un ritual. Gracias a ello tenemos temas de conversación en el trabajo. Aún más, en la actualidad, formar parte de un grupo relativo a una serie de televisión en las redes sociales es también un modo de conocer gente.
El duelo por el fin de una serie de televisión


A día de hoy, nueve años después del último capítulo de Lost, muchas personas siguen teorizando sobre su desenlace. Si asumir el fin de una serie de televisión ya es difícil, para algunos aún lo es más al hacerlo sin comprender su resolución o sin estar de acuerdo con el propio desenlace.

A esa estela de finales controvertidos y polémicos, se le añade (según la opinión general) la reciente Juego de Tronos , Cómo conocí a vuestra madre, Dexter, House of Cards o Breaking Bad. Grandes espectáculos que nos sorprendieron en su momento por sus personajes y acertados guiones nos llevan (a veces) al desencanto en su resolución.

viernes, 24 de mayo de 2019

6 conceptos a eliminar en tu vocabulario

No es ningún secreto que las palabras tienen cierto poder. Por ejemplo, no dirías a un vendedor potencial: “No te estoy contratando porque tu producto apesta”, en lugar de eso tal vez dirías: “No creo que tu oferta nos sea de utilidad por el momento.” Hay una gran diferencia en la primera opción y la segunda, además cada persona lo escucha de manera distinta y como seres humanos decentes y profesionales, somos sensibles a eso.  

¿Por qué usamos palabras perjudiciales cuando hablamos de nuestra propia habilidad o sobre nuestra disposición para hacer lo posible por querer alcanzar nuestras metas? Cuando hablamos de nosotros mismos, tendemos a usar palabras que disminuyen nuestra habilidad y creencia en nuestras capacidades.

De por si el impacto que estas palabras poseen en la confianza que otros nos tienen es suficientemente malo. Es peor que afecten las decisiones que hacemos y las acciones que tomamos.

Las palabras que usamos, aunque sean sólo en nuestra cabeza, dice mucho sobre nuestra actitud y nuestra actitud lo es todo. En los negocios, hay algunas cosas que parecen estar fuera de nuestro control, como esperar por un cliente potencial a que nos contrate o que nuestros jefes finalmente nos den esa bien merecida promoción.

Pero no podemos controlar las palabras que usamos, tanto habladas como pensadas, y además controlar nuestra actitud. Si las palabras que usas tienen una connotación negativa o limitante, aunque tu actitud sea positiva, aquellas palabras negativas pueden cambiar tu actitud de una manera adversa.

Cuídate de estas palabras:

Debo, no debo. La gente siempre esta diciéndonos lo que deberíamos y no deberíamos hacer y normalmente hacemos lo mismo. La realidad es que no hay nada que deberías o no deberías hacer. Lo que importa es hacer lo que es correcto y lo que estás dispuesto o quieres hacer. Cuando te dicen esto estás haciendo un juicio de valor, pero eso no siempre quiere decir que estás tomando la decisión correcta.

Tengo que. Aclaremos algo, hay muy pocas cosas que tienes que hacer en la vida y respirar es una de ellas. Cualquier cosa que hagas porque tienes que, no es nada más que tu elección, porque la alternativa o las repercusiones no valen no hacerlo.

Puedo, no puedo. ¿Puedes? Bien. Pero la pregunta es, ¿lo harás? La palabra poder es inofensiva, pero en realidad tiene una connotación negativa. Escoge algo para decir que puedas. Tal vez sea “puedo convencer a ese cliente” o “puedo obtener el financiamiento para mi empresa”. Ahora cambia el “puedo” por “lo haré”. Algunos dicen que es cosa de semántica pero hay una gran diferencia en cómo piensas sobre la situación cuando dices lo haré contra puedo hacerlo. Puedo no es definitivo, sino una posibilidad sin acción. No hay nada en poder que dice que lo harás.

"No puedo” por otro lado es una manera de huir. Cuando dices esto, crees que estás afirmando que no hay manera o que no eres capaz. Estás equivocado. Lo que realmente dices es “no lo haré”. Acepta eso y deja de decir que no puedes hacer algo porque en realidad puedes hacer todo lo que quieras y harás lo que te plazca.

Imposible. ¿Puedes imaginarte qué hubiera pasado si Gustave Whitehead o los hermanos Wright hubieran dicho que volar era imposible? Una vez que te convences que algo es posible, el resto se trata de encontrar una manera y tomar acción. Tal vez fracases muchas veces antes de hallar el éxito, pero decir que algo es imposible es tonto. Debe haber al menos una pequeña parte de ti que crea que es posible antes de hacer que algo suceda.

Si quieres salirte de tu propio camino y no aferrarte a nada del pasado, toma acción hoy mismo. Comienza al darte cuenta qué tan frecuente estas palabras se filtran en tus pensamientos y pláticas. Considera si lo que dices con estas palabras es la verdad o no. Pon atención y encuentra otras maneras de pensar o decir lo que realmente quieres.

miércoles, 22 de mayo de 2019

No soy lo que me ha pasado, soy lo que decido ser

Soy algo más que todas mis batallas perdidas o mis horas de desconsuelo. Me niego a ser también parte de quien me hizo daño. Lo que refleja mi espejo en el presente es la actitud ante ese pasado que lejos de borrar, acepto y supero para ser alguien más hermoso, más fuerte, más digno.

Boris Cyrulnik, célebre neurólogo, psiquiatra y etólogo francés, comenta en sus trabajos que la resiliencia es como un jersey de lana que hemos ido tejiendo sin saberlo a lo largo de todo nuestro pasado. Cada hebra que lo conforma y lo define es una emoción, un pensamiento, una conducta positiva y valiente que nos ha permitido ser lo que de verdad deseamos y merecemos: personas más fuertes.

Querido pasado: ya no me dueles, ya no me desvelas ni me atormentas. Soy más fuerte que todas las heridas que me infringiste, y lejos de mirarte con lágrimas, me alzo ya como lo que deseo ser: alguien más hermoso que le sonríe con pasión al presente.

Enfoques como la psicología de la Gestalt también nos aportan estrategias muy interesante sobre el tema. Para los gestaltistas la única experiencia que importa es la de vivir en el «aquí y ahora», siendo conscientes de nosotros mismos. Ahora bien, entonces… ¿dónde queda nuestro pasado?

El pasado existe y es importante porque puede determinar tanto la realidad como la calidad de nuestro presente. Por ello, debemos actuar con responsabilidad, gestionando esos conflictos que, de algún modo, enturbian nuestro equilibrio en este mismo momento. Te invitamos a reflexionar sobre ello.

Soy algo más que todo aquello por lo que he pasado

Tú no eres esa voz que de niño te gritaba constantemente que eras torpe y que todo lo hacías mal. Ahora, eres tu actitud ante ese recuerdo, ante ese pasado. Eres la persona que se ha demostrado a sí misma «que eres hábil y que haces cosas realmente bien».

Entre la vivencia traumática del ayer y la reacción del presente, se abre todo un camino de delicada y profunda lucha personal. Se trata simplemente, de «tricotar» cada día nuestros pedazos rotos y nuestras heridas gracias a los hilos de autoestima, a los botones de esperanza y  a esas hebras de resiliencia que definía el doctor Cyrulnik.


La artesanía de sanar corazones fragmentados y almas llenas de pesares no se solucionan de un día para otro. El tiempo, en contra de lo que suele decirse, no borra ni edita el dolor del ayer. En realidad, nos transforma. La persona que haya gestionado de forma adecuada esa vivencia complicada, avanzará hacia su horizonte personal de forma más madura, más valiente y renovada.

En cambio, quien se aferra a su pasado de forma ciega y obsesiva pierde su futuro. Quien se empeña en sumergirse nuevamente en sus huecos oscuros, en las voces que le gritaron o en los rostros que le hicieron daño, caerá en una compleja agonía psíquica. En un laberinto personal muy doloroso. Te ofrecemos, seguidamente, adecuadas estrategias para evitarlo.

El arte de navegar entre los torrentes

Si concebimos la vida como el viaje por un río, entenderemos que en algún instante, puedan aparecer esos intensos torrentes donde la fuerza del agua nos puede embestir e incluso sumergirnos hasta el fondo. El arte de navegar por estas aguas, a veces calmas y a instantes llenas de imprevistos, requiere por encima de todo ser un hábil estratega en materia emocional. 


Hemos de ser conscientes de que ante la adversidad, nuestros cerebros van a reaccionar de forma primaria y mediante mecanismos de defensa muy específicos. Un ejemplo de ello es el estrés y esa respuesta cognitiva basada en el miedo, en la indefensión y en esa tendencia a anticipar el futuro de forma muy negativa. En caso de no gestionar estas situaciones, nos convertiremos en una hoja frágil llevada de forma caótica por la corriente del río y el viento.

El arte del buen navegante requiere saber mantener el equilibrio. El desasosiego, el rumor del pensamiento negativo, los miedos o el resentimiento son como piedras en el corazón que provocarán, irremediablemente, que nos hundamos en nuestros ríos vitales. No lo permitas.

  • Desde la Gestalt nos recuerdan que es necesario tomar conciencia de esos hechos del pasado que nos enturbian en este mismo momento. Hay que desmenuzarlos, ponerlos bajo nuestros microscopios para comprender cómo nos están afectando en el aquí y ahora.
  • Una vez tomamos plena conciencia sobre cómo nos deforman, cómo nos alejan de lo que de verdad nos gustaría ser en este momento presente, es momento de afrontarlos.
  • Piensa que tú no eres tus errores del ayer. No eres quien te negó su amor. Tampoco eres quien te menospreció o quien te dejó por otra persona. Mírate ahora en el espejo y piensa en quién te gustaría ser de verdad.
  • Todos nosotros somos nuestra actitud ante la vida y no un simple resultado de todo lo que nos ha sucedido. La mente interpreta, evalúa y afronta cada acto vivido mediante la autoestima, la resiliencia y la esperanza.
Ponlo en práctica, no te limites solo «a dejarte llevar» por los cauces de este río. Batalla cada día por aquello que deseas ser y recuerda que a veces, es mejor olvidar lo que sientes y recordar lo que en verdad mereces.

martes, 21 de mayo de 2019

Cerrar puertas para avanzar

Cerrar puertas se convierte en imprescindible cuando el presente no avanza. El estancamiento a menudo se produce por aferrarse a un pasado que todavía sigue abierto en nuestros corazones.

Cerrar puertas es como limpiar un armario lleno de ropa que ya no nos pondremos ni le daremos ningún uso. Si esa ropa ya no sirve y la acumulas, llegará un momento en el que el armario quedará tan lleno de prendas inservibles, que no habrá espacio para las nuevas que sí nos aportarán cosas positivas.

Reflexiona, dedica tiempo a “dejar ir”, a aceptar lo que no pudo ser y no se olvidó. Vacía tus cargas y deja hueco para lo nuevo que está por llegar. El pasado es historia, sirve para tomar aprendizaje, pero jamás dejes que te estanque, porque el “ahora” no tiene nada que ver con el “ayer”.

¿Por qué nos aferramos al dolor pasado?

La mente subconsciente hace esta tarea, trata de que te aferres al dolor pasado. Te arrastra a que recuerdes una y otra vez situaciones que no fueron favorables, creándote así inactividad. Te hace pensar que si en el pasado te fue mal no merece la pena volverlo a intentar porque volverá a pasar lo mismo.

Tu parte racional puede ganarle la batalla a esos pensamientos negativos. Debes saber, que pasara lo que pasara en tu pasado, no tiene nada que ver con lo que está por llegar. A veces es cuestión de suerte, otras de que tomamos acciones equivocadas, pero ahora en el presente, con todo lo que hemos aprendido, con más madurez a nuestras espaldas, todo puede tomar un nuevo rumbo.

Muchas veces la falta de fuerza de voluntad mantiene a la persona sumida en el lamento y recuerdos pasados, porque es más cómodo y fácil revolcarse en la melancolía, que ponerse en marcha y hacer algo para abrir nuevas puertas. El miedo a reencontrarnos con experiencias que nos han afectado en el pasado nos impide seguir avanzando. De hecho, un refrán (bastante desacertado) español lo ejemplifica muy bien: «vale más malo conocido que bueno por conocer». Aquí observamos el miedo que tenemos a descubrir algo maravilloso sólo por el miedo al cambio y no encontrar lo que deseamos.

4 consejos para cerrar puertas y empezar de nuevo

Si estás dispuesto a limpiar el armario de prendas que no van a aportar nada positivo y dar cabida a lo nuevo que está por llegar tienes que convertirte en un ser “creador”. El que se sienta y no hace nada, no avanzará. Para cerrar puertas tienes que levantarte y salir a abrir nuevas oportunidades.

1. Dejar ir con amor

Para poder cerrar puertas de una manera saludable, sin efectos secundarios, debemos dejar atrás el rencor, odio, culpabilidades, etc… Para ello, debemos interiormente, decir adiós con afecto, sin resentimiento, cerrando el ciclo con aceptación, de una manera amistosa.

Hay casos muy negativos que nos cuenta mucho perdonar, y de este modo, llevamos una ira dentro tan intensa que nos impide cerrar una puerta. Si nos cuenta tanto perdonar, entonces es mejor enfocarlo desde el aprendizaje. ¿Qué podemos aprender de la situación negativa? De todo, si nos lo proponemos, podemos evolucionar.

Cada caso es único y personal, cada uno debe buscar un argumento favorable para poder dejar una etapa con calma y aceptación. Pensar algo como: “así es la vida, me tocó esa mala experiencia, pero ahora con todo lo que aprendí, mi vida va a dar un cambio positivo”. Trata de darle un enfoque donde no exista el resentimiento, las culpas, odios, rencores, etc…

Cuando termines de decir adiós interiormente no debes sentir emociones negativas. Si lo has hecho bien, sentirás calma, esperanza y ganas de comenzar nuevas experiencias.

Debes cerrar puertas, concluir esa etapa de la mejor manera posible y sigue hacia adelante, porque en todo camino nuevo hay cosas buenas por descubrir, incluso mejores que las que quedaron atrás.

2. Perseguir una meta

¿Qué quiero? ¿Qué voy a hacer para conseguirlo? Reflexiona sobre cuáles son tus metas, qué cosas te motivan y te aportan alegría. Ponte un objetivo y ves a por él. Cuando estás activo, automáticamente la mente va dejando a un lado el pasado, para dar cabida a las nuevas experiencias.

Cada vez que te encuentres en la inactividad lamentándote por el pasado, trata de cambiar lo que tienes en la mente, sustituye los recuerdos melancólicos por mirar hacia adelante, epensar en qué acciones vas a emprender para conseguir tu meta y empezar a ser el creador de tu nueva vida.

Deja el pasado atrás y sigue caminando hacia adelante, el mundo nos ofrece infinidad de opciones y caminos. Nada ni nadie es insustituible porque el mundo es tan grande que siempre puedes volver a empezar, ya sea una nueva relación, un nuevo trabajo, nuevas amistades, etc..

Por mucho que tu mente subconsciente te quiera engañar haciéndote pensar que “no encontrarás nada igual que lo que tuviste y perdiste” es totalmente erróneo. Lo que pasa es que no vemos más allá de la vuelta de la esquina porque nos resistimos a ampliar horizontes.

3. No esperes que alguien te saque de tu problema

Hay quienes esperan a que venga alguien y solucione sus problemas. Eso no suele suceder. No podemos culpar a nadie de lo que pasa en nuestra vida. Esperar cosas de los demás puede crear una frustración que aumentará los problemas.

Cada cual es el responsable de su vida, y es uno mismo el que debe hacer algo para ayudarse. La independencia es importante para seguir adelante. Una cosa es recibir cariño y apoyo de los demás, pero el mayor trabajo para salir de los problemas lo debe hacer uno mismo y no esperar que nos lo solucionen otros.

En caso de vernos demasiado superados por la situación y llevar bastante tiempo en este estado, lo mejor será acudir a un profesional de la psicología. Un psicólogo nos podrá orientar, ayudar y proporcionarnos las mejores herramientas para dejar atrás un pasado que sólo nos sirve como lastre y no nos deja avanzar. Un ejemplo de terapia es la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC).

Con respecto a la TCC, añadir que se trata de una forma de intervención muy extendida en el presente. Y como se puede leer en el estudio de Fullana, Fernández de la Cruz, Balbuena y Toro (2012), es una terapia con una alta efectividad.

4. Hacer algo nuevo que no hacías cuando estabas en la otra etapa

Cuando insertamos algo nuevo en nuestra vida la mente necesita un nuevo espacio para esa nueva etapa y borra un poco de lo pasado. Esto quiere decir que si haces algo que no hacías cuando estabas en la otra etapa podrás olvidarlo todo mejor.

Hay cientos de cosas nuevas por hacer. Practicar deporte, llevar a cabo hobbies, apuntarse a excursiones, salidas, visitar sitios nuevos, viajar, cursos, nuevos aprendizajes, etc… incluso conocer a gente nueva aún teniendo amistades. Si haces cosas nuevas, olvidarás antes las etapas dolorosas pasadas.

Por el camino todos encontraremos cosas agradables, pero también espinas dolorosas. Si aún encontrándonos cosas negativas por el camino somos capaces de seguir caminando hacia adelante, saldremos airosos de los problemas.

Nunca te detengas en tu camino, por muchas espinas que te encuentres. Levántate las veces que haga falta y sigue adelante. Sigue acumulando nuevas experiencias, que harán que todas las heridas pasadas vayan curando. Cerrar puertas para quitarnos ese peso que llevamos a cuestas. Cerrar etapas, para dar la bienvenida a lo nuevo que está por llegar.

lunes, 20 de mayo de 2019

Claves para el alivio emocional

La vida está llena de cambios. Ciclos donde atravesamos nuestras experiencias vitales con mayor o menor intensidad. Una relación personal, un trabajo, unas amistades, la estancia en una casa, en una ciudad… En este continuo fluir de nuestra existencia pueden surgir variaciones donde aquello que pensábamos que era eterno e incluso insustituible, acaba cambiando o incluso perdiéndose. Es aquí donde entra la búsqueda del alivio emocional.

Querer a alguien, ya sea nuestra pareja o incluso un amigo, supone establecer unos lazos afectivos muy estrechos de los cuales, es muy difícil desprenderse. También podemos decir lo mismo de un trabajo, donde alzamos toda una serie de expectativas, proyectos y donde a su vez encontramos el sustento de nuestra vida.

¿Cómo superar esas pérdidas? Son finales que cierran círculos en los que nos hallábamos enclavados en ese fluir, en ese movimiento armonizado donde teníamos nuestra calma y nuestra felicidad. ¿Cómo cerrar esa etapa e ir “desapegándonos” emocionalmente?

Terminar una etapa como alivio emocional

Dejar nuestra vida con una persona, terminar una amistad, una relación, e incluso vernos obligados a tener que dejar por la razón que sea el estilo de vida que llevábamos hasta entonces, implica una serie de cambios muy acusados. La vida está trufada por las costumbres, por los hábitos y esos pequeños detalles que a su vez, crean grandes universos.

Ningún universo es eterno. Todo en este mundo cambia y fluctúa. Pero tenemos miedo, de hecho incluso tenemos miedo al miedo. El futuro se nos antoja como un túnel estrecho y oscuro por donde no sabemos encontrar la dirección ni el camino.

Nuestras costumbres y hábitos con esa persona que ya no tenemos a nuestro lado han dejado de sucederse o ese trabajo que nos obligaba a levantarnos cada día, ya no está para marcarnos sus pautas y obligaciones.

Nos duele soltar a quien un tiempo atrás estaba a siempre a nuestro lado. Sin embargo, esto nos proporciona un gran alivio emocional.

¿Cómo afrontarlo?  Las emociones nos asaltan con la forma del temor, la ansiedad y una inconmensurable tristeza. E incluso deseamos escondernos para que no nos vean, para que nadie sea testigo de nosotros mismos,  apartados ya de ese círculo que antes marcaba la música de nuestra vida.

Claves para el afrontamiento emocional

En primer lugar hemos de tener claro que “ese sufrimiento” que ahora sentimos es necesario vivirlo. Es parte del cambio y del proceso. Nuestra mente y nuestro cuerpo van a necesitar de ese instante de introspección para reflexionar y asumir lo ocurrido.

El sufrimiento es parte del aprendizaje humano, no hemos de verlo como algo negativo, es parte de nuestra naturaleza y hay que aceptarlo como tal. Pero eso sí, temporalmente.

En segundo lugar, intentaremos vivir el presente “el aquí y ahora”. Eso implica asumir no sólo ese sufrimiento, también la necesidad de adaptarnos a nuestra realidad lo antes posible. Esa ruptura, esa pérdida, ese cambio, pertenece ya al pasado. Así que soltémosla y abracemos el alivio emocional.

En tercer y último lugar, aprenderemos a gestionar emociones como el miedo, la angustia, la culpa, la ira… Son parte indefinible del ser humano y está bien sentirlas y expresarlas. Las emociones reprimidas casi nunca, o nunca, van ayudarnos a superar una etapa. Se quedarán ahí como subterráneos dolorosos que pueden incluso dañar nuestra salud.

Está bien sentir rabia, ira, tristeza, está bien sufrirlas y llorarlas durante un breve tiempo, para después, aprender a gestionarlas y racionalizarlas. El día a día nos traerá nuevas ilusiones, es decir, un alivio emocional. Poco a poco, iremos cerrando el círculo de esa etapa pasada para seguramente iniciar uno nuevo.

La vida merece la pena vivirla asumiendo sus cambios. Cambiar es aprender y la vida es una prueba constante en la que medirnos a nosotros mismos para encontrar día a día la felicidad.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Quererte a ti mismo es más sencillo de lo que parece

Todos nosotros deseamos ser amados y respetados como seres humanos. Pero para ello tenemos que ser congruentes a la hora de sentir el amor hacia nosotros mismos. Quererte a ti mismo es más sencillo de lo que parece…

Recuerda que reflejamos en los demás lo que en verdad sentimos y pensamos hacia nuestro propio ser. En el artículo de hoy te invito a tomarte un profundo respiro y comenzar a practicar algunos consejos de esta lista. Conseguirás un equilibrio interior y una agradable sensación de confort, comenzarás a quererte. ¡Compruébalo!. Quererte a ti mismo es maravilloso. Eres la persona más importante de tu vida. Quien mejor te comprende, con quien siempre estás. No eches abajo todo lo que eres. Valórate como bien te mereces

No te compares con los demás

Ya sabes que cada uno de nosotros somos seres humanos únicos e irrepetibles. Conseguimos nuestros logros y metas por ello de diferente forma. Evita compararte con aquellos que están a tu alrededor sin necesidad, buscando «los errores» que crees estar cometiendo.

Lo único que te generarás es frustración hacia tu persona y posiblemente bloqueo de tu verdaderos talentos y potenciales únicos. Cada uno de nosotros ha pasado por experiencias y relaciones diferentes, compararse no sirve de nada.

Aliméntate también con lo que te da energía

Recuerda que somos por fuera lo que sentimos y cómo nos amamos por dentro. El deporte y la actividad física no solo hacen que te mantengas en forma, sino que te proporcionan serenidad, plenitud y el cuidado que necesitas para estar en armonía contigo mismo. Comienza a amar y aceptar tu cuerpo como eres. Quererte a ti mismo ¡es muy saludable!

Disfruta más con tus amigos

Los amigos verdaderos son para siempre. Están ahí tanto para lo bueno, como para lo «menos bueno«. Aprende a valorar a tus amigos y ofréceles lo mejor de ti, entonces serán para siempre. No olvides que «dos cabezas valen más que una», y más a la hora de pretender gozar una vida plena. Un amigo nos quiere con nuestras virtudes y nuestros defectos

Saca tiempo para ti mismo

Pasar tiempo con nosotros mismos nos ayuda a escucharnos, valorarnos y mantener una paz que nos permite un sano disfrute de nuestra persona. Es el comienzo de quererte a ti mismo. No está mal que después de haber tenido una dura jornada de trabajo te apetezca quedarte en casa tranquilo y decir «no» a un plan atractivo con tus amigos o pareja.

Pasa algún tiempo fuera de tu espacio de rutina

Atrévete a salir de tu zona de confort y descubre nuevos lugares o espacios. Dar paseos por aquellos sitios desconocidos para ti te permiten descubrir y experimentar nuevas sensaciones, sentirte vivo y adquirir posiblemente nuevos aprendizajes.

Si alguien te hizo daño, déjalo ir

Recuerda que una persona que te provoca un daño emocional no conviene en tu vida. Puedes dar una oportunidad y hablar las cosas, claro que sí. Pero si después de ello la situación negativa continúa, tu no eres la solución. En una relación tienen que actuar ambas partes, y si una no quiere poner de su parte, no es necesario que sigas malgastando tu energía. Déjalo ir, no siempre vas a estar tirando tú de ella, también mereces descansar.

Di a tus seres queridos cuánto los quieres

En algún momento de nuestra vida todos nos tenemos que ir. Recuerda que vivir y disfrutar la vida es amar incondicionalmente y compartir ese sentimiento con aquellos que amas. Que no te dé vergüenza decirle a tu madre, tío, hermano, amigo y pareja cuanto les quieres. Cuando ya no estén tus seres queridos en este mundo, te entristecerá el no haber aprovechado la ocasión de compartir esas preciosas palabras. Es mejor no quedarse nada por decir.

Cuídate

Tu estado emocional dependerá de tu aspecto y cómo cuides tu persona, tu esencia. Somos por fuera lo que somos por dentro, no lo olvides. La importancia de cuidar nuestro cuerpo y realizar deporte a la hora de mantenernos en forma nos ayuda a dejar atrás el estrés y aquella energía proveniente de esas emociones que no hemos tenido aun ocasión de gestionar adecuadamente.

Ríete de ti mismo

Tus errores conviértelos en risa. ¿Cómo? No tomándote las cosas tan a pecho y recordando que erramos para adquirir un aprendizaje. Muchos estudios cientificos corroboran que la risa es uno de los mejores recursos físicos y emocionales del ser humano a la hora de dejar de lado las emociones menos positivas y superar el estrés. Además, recuerda que la sonrisa genera bienestar en ti mismo y a tu alrededor, es una buena ayuda para comenzar a quererte.

Recuerda que tu vida no consiste en complacer a los demás

Acéptate y ámate tal y como eres. Quererte es más sencillo de lo que parece. Recuerda las sabias palabras de Buda: ”Tú mismo, como nadie más en el universo, mereces tu amor y lealtad». Muchas veces nos preocupamos en exceso por «el que dirán» o si piensan que está bien o mal los demás sobre nuestras acciones, aquellas que nos hacen ser verdaderamente nosotros mismos. Aprende a dejar de lado todo lo que te condicione.

Hacer el bien atraerá a tu vida lo bueno

El karma existe, y además como algo divino que nos lleva a aprender cada día de nuestra vida. Aprender la maravillosa fórmula de «la vida te devolverá aquello que cosechas». Una vez aprendí que si quieres ayudar a los que amas tienes que ser congruente a la hora de dar ejemplo. Si dices, asume lo que haces y sus consecuencias. No prediques con aquello que no llevas a cabo en tu propia vida.

martes, 7 de mayo de 2019

Claves para el alivio emocional

La vida está llena de cambios. Ciclos donde atravesamos nuestras experiencias vitales con mayor o menor intensidad. Una relación personal, un trabajo, unas amistades, la estancia en una casa, en una ciudad… En este continuo fluir de nuestra existencia pueden surgir variaciones donde aquello que pensábamos que era eterno e incluso insustituible, acaba cambiando o incluso perdiéndose. Es aquí donde entra la búsqueda del alivio emocional.

Querer a alguien, ya sea nuestra pareja o incluso un amigo, supone establecer unos lazos afectivos muy estrechos de los cuales, es muy difícil desprenderse. También podemos decir lo mismo de un trabajo, donde alzamos toda una serie de expectativas, proyectos y donde a su vez encontramos el sustento de nuestra vida.

No hay alivio emocional más grande que cerrar una puerta, para que se abran otras.

¿Cómo superar esas pérdidas? Son finales que cierran círculos en los que nos hallábamos enclavados en ese fluir, en ese movimiento armonizado donde teníamos nuestra calma y nuestra felicidad. ¿Cómo cerrar esa etapa e ir “desapegándonos” emocionalmente?

Terminar una etapa como alivio emocional

Dejar nuestra vida con una persona, terminar una amistad, una relación, e incluso vernos obligados a tener que dejar por la razón que sea el estilo de vida que llevábamos hasta entonces, implica una serie de cambios muy acusados. La vida está trufada por las costumbres, por los hábitos y esos pequeños detalles que a su vez, crean grandes universos.

Ningún universo es eterno. Todo en este mundo cambia y fluctúa. Pero tenemos miedo, de hecho incluso tenemos miedo al miedo. El futuro se nos antoja como un túnel estrecho y oscuro por donde no sabemos encontrar la dirección ni el camino.

Nuestras costumbres y hábitos con esa persona que ya no tenemos a nuestro lado han dejado de sucederse o ese trabajo que nos obligaba a levantarnos cada día, ya no está para marcarnos sus pautas y obligaciones.

Nos duele soltar a quien un tiempo atrás estaba a siempre a nuestro lado. Sin embargo, esto nos proporciona un gran alivio emocional.

¿Cómo afrontarlo?  Las emociones nos asaltan con la forma del temor, la ansiedad y una inconmensurable tristeza. E incluso deseamos escondernos para que no nos vean, para que nadie sea testigo de nosotros mismos,  apartados ya de ese círculo que antes marcaba la música de nuestra vida.

Claves para el afrontamiento emocional

En primer lugar hemos de tener claro que “ese sufrimiento” que ahora sentimos es necesario vivirlo. Es parte del cambio y del proceso. Nuestra mente y nuestro cuerpo van a necesitar de ese instante de introspección para reflexionar y asumir lo ocurrido.

El sufrimiento es parte del aprendizaje humano, no hemos de verlo como algo negativo, es parte de nuestra naturaleza y hay que aceptarlo como tal. Pero eso sí, temporalmente.

En segundo lugar, intentaremos vivir el presente “el aquí y ahora”. Eso implica asumir no sólo ese sufrimiento, también la necesidad de adaptarnos a nuestra realidad lo antes posible. Esa ruptura, esa pérdida, ese cambio, pertenece ya al pasado. Así que soltémosla y abracemos el alivio emocional.

«Yo asumo mi tristeza y esa crisis emocional, pero también entiendo que mi presente me pide que reaccione y actúe, que he de ocuparme no solo de mis responsabilidades actuales, sino de mí mismo/a. Los días se van sucediendo los unos a los otros y yo he de encontrar mi lugar en ellos para seguir en ese ciclo en el cual merezco recuperar mi felicidad, asumiendo con ella el pasado pero con energías por verme bien y con plena seguridad».

En tercer y último lugar, aprenderemos a gestionar emociones como el miedo, la angustia, la culpa, la ira… Son parte indefinible del ser humano y está bien sentirlas y expresarlas. Las emociones reprimidas casi nunca, o nunca, van ayudarnos a superar una etapa. Se quedarán ahí como subterráneos dolorosos que pueden incluso dañar nuestra salud.

Está bien sentir rabia, ira, tristeza, está bien sufrirlas y llorarlas durante un breve tiempo, para después, aprender a gestionarlas y racionalizarlas. El día a día nos traerá nuevas ilusiones, es decir, un alivio emocional. Poco a poco, iremos cerrando el círculo de esa etapa pasada para seguramente iniciar uno nuevo.

La vida merece la pena vivirla asumiendo sus cambios. Cambiar es aprender y la vida es una prueba constante en la que medirnos a nosotros mismos para encontrar día a día la felicidad.

domingo, 5 de mayo de 2019

7 frases de Piaget sobre la infancia y el aprendizaje

Jean Piaget fue un psicólogo constructivista muy reconocido en los ámbitos de la psicología infantil y el aprendizaje. Sus estudios e investigaciones fueron sumamente influyentes tanto en la psicología evolutiva como en la pedagogía moderna. Las frases de Piaget son un claro ejemplo de su pasión por el estudio del desarrollo.

Piaget tuvo hijos de los que aprendió mucho. A través de la observación detallada de su crecimiento, elaboró una teoría sobre la inteligencia y estableció determinados estadios sobre el desarrollo cognitivo infantil.

En este artículo hemos seleccionado 7 frases de Piaget que nos hablan de los dos temas que más le apasionaban: la infancia y el aprendizaje. Profundicemos.

1. La importancia de no hacer siempre lo mismo

¿De qué sirve repetir lo mismo? Piaget lanza una crítica muy grande al sistema educativo con esta frase. Algo que podría aplicarse incluso a día de hoy. ¿En cuántas escuelas se fomenta la creatividad? En muy pocas, la mayoría se centran en un temario y en la valoración de las notas de los exámenes para determinar el nivel de los alumnos.

Los jóvenes pasan sentados multitud de horas en las que escuchan a sus profesores aburridos. La dinámica es la de siempre. Hacer ejercicios, aprenderse el temario de memoria y desarrollarlo en el examen. No hay aprendizaje, no hay crítica, no hay razonamientos, nadie se cuestiona nada. ¿De verdad es esto lo que queremos?

2. El verdadero significado de la educación

Desde pequeños escuchamos cosas como «deja de saltar» o «compórtate como un niño grande». No nos dejan ni ser niños. Nos empujan a convertirnos con mucha prisa en el estereotipo de adulto imperante en la sociedad que vive a gran velocidad a través del automatismo.

Todo esto nos limita, nos encasilla y evita que destaquemos. Como dice Piaget, la educación debería fomentar a adultos creadores, repletos de ideas nuevas y nada conformistas. Sin embargo, cada día observamos todo lo contrario…

3. Los niños pueden descubrirnos cosas nuevas

Esta es una de las frases de Piaget que más reflejan su interés por el mundo de los niños y sobre todo, su gran admiración hacia ellos. Piaget sabía que gracias a los niños podemos aprender cosas nuevas, aunque no seamos conscientes de ello.

Los niños aún no están contaminados por la sociedad. Son libres, creativos, inventores y curiosos. Pero a medida que crecemos perdemos ese interés por descubrir el mundo y nos sumimos en una serie de paradigmas que nos limitan y encorsetan. Quizás, deberíamos aprender un poco de los más pequeños…

4. El profesor no es un orador

Muchos profesores llegan a sus clases, explican la materia, envían ejercicios para casa y se van a la siguiente aula. Este no es el verdadero cometido de un profesor. Su papel debería ser más activo y tendría que implicarse más en estimular a sus alumnos.

Piaget lo dice de una manera muy sabia explicando que el profesor debería promover la iniciativa de sus alumnos y potenciar su curiosidad. Así se consigue el verdadero aprendizaje.

5. Jugar es el trabajo de los niños

Esta es otra de las frases de Piaget que hace referencia a la infancia y a la importancia del juego para el desarrollo infantil. De ahí que sea tan importante fomentarlo en los más pequeños en lugar de imponer restricciones. Jugar es precisamente el trabajo de los niños. A través del juego todo un mundo de posibilidades comienza a aparecer tanto a nivel individual como social.

6. Dejar que los niños descubran el mundo

Los adultos ya lo sabemos todo, no obstante los más pequeños no. Por eso, no es necesario explicarles absolutamente todo. Hay que dar un margen para permitir que puedan descubrir el mundo por ellos mismos, que puedan hacerse preguntas y experimentar a su manera.

7. Mantente en parte como un niño

¿Quieres potenciar tu creatividad? ¿Deseas aumentar tu capacidad de inventiva? Entonces, mantente en parte como un niño. Porque estos son libres y sus pensamientos no están deformados ni contaminados por la sociedad adulta.

Con esta última de las frases de Piaget, podemos pensar en la cantidad de veces que juzgamos y cómo nos limitamos por ello. ¿Por qué nos sentimos faltos de curiosidad? Tal vez, debamos girar nuestra mirada hacia los más pequeños y empezar a desaprender eso que hemos aprendido y tanto nos limita. 

Cada una de las frases de Piaget son un reflejo de su mirada, de su forma de percibir el mundo y en concreto, a los niños. Una serie de críticas que parece que no se han resuelto en la actualidad. Esperamos que te hayan gustado y que nos digas cuál de ellas te ha marcado más. Aunque de todas se puede sacar una enseñanza muy sabia.

jueves, 2 de mayo de 2019

Si la amargura gana a la alegría, no es amor

El amor no todo lo puede, ya que no todo vale y es muy perjudicial que pensemos así y nos lo creamos. En nombre del amor, muchas veces aguantamos circunstancias desagradables y nos quedamos anclados dentro de relaciones que están muy lejos del sentimiento de amar.

El miedo a la soledad, al cambio de vida o a arrepentirnos en un futuro, nos lleva a mantener una relación que ya apenas nos aporta, que no suma sino que resta y que nos trae más problemas y amarguras que alegrías.

En ocasiones, pensamos que será pasajero o que esa persona cambiará su comportamiento, pero la mayoría de las veces no sucede así, pues si el amor está ausente, se dice, pero no se siente en el cuerpo y en el alma… la relación ha muerto y es hora de tomar decisiones para mejor, al margen de los miedos limitantes.

El amor también tiene un fin

El hiperromanticismo nos ha insuflado ideas muy dañinas e insanas acerca del amor y de la pareja. Nos han vendido, mediante el cine, las canciones o los poemas, que el amor es lo que da sentido a nuestra vida, que si es de verdad, será para siempre, que por amor hay que aguantarlo todo, etc. Y esto no es que sea solo perjudicial para nuestro bienestar emocional, sino que además es totalmente falso.

El amor no dura para siempre, es algo que está científicamente demostrado y es lo natural. Tampoco da sentido a la vida de nadie, el sentido vital no lo dan las cosas externas, sino uno mismo con su interpretación del mundo y su capacidad de apreciación y disfrute y mucho menos tenemos que aguantarlo todo.

Tolerar ciertas cosas de la pareja está bien y es sano. Como sabemos, nadie es perfecto, y nos tendrán que tolerar muchas cosas a nosotros, al igual que nosotros tendremos que tolerar otras tantas de la otra persona.

El problema viene cuando aguantamos ciertas cosas que van en contra de nuestra identidad, de nuestros valores o de nuestros derechos. O simplemente cuando notamos que la otra persona no se implica en nosotros, no nos apoya, no nos cuida, sino que va a la suya. Evidentemente, está en su derecho de hacerlo y vivir como se le antoje, pero en el momento que eso ocurre, la relación ha llegado a su fin, ya no podemos llamarlo amor.

Está claro que cada cual ama a su manera. Hay personas que son mucho más cariñosas y expresivas que otras, pero hay detalles que no debemos pasar por alto. Las faltas de respeto, el que violen nuestros derechos personales, que nos intenten manipular o hacernos cambiar nuestra forma de pensar, de sentir y de vivir es innegociable. Si la otra persona te quiere, te quiere por como eres y te ha elegido por ser tú, no tiene sentido que quiera cambiarte, dañarte o manipularte.

Tras estas reflexiones puedes pensar en tu relación actual y observarte a ti mismo desde fuera, ¿sonríes a menudo?, ¿te pasas los días con cara larga, discutiendo y triste?, ¿estás más a gusto con otras personas que con tu pareja? Sé sincero contigo mismo y contéstate a todas estas preguntas.

¿Cómo tomo una decisión?

Si sacas la conclusión de que el amor está brillando por su ausencia, de que ya no está presente, pero tus miedos te impiden tomar un nuevo rumbo, sería conveniente que pensaras acerca de ello con una mente racional y práctica y que tengas en cuenta los siguientes consejos:

  • Quiérete. No dejes que nadie te trate como tú sabes que no mereces. Nadie merece estar en una relación en la que se le ignora, no se le cuida, apoya o se le falta el respeto. Pero si tu lo permites, seguirá ocurriendo. Por lo tanto el que debe establecer límites, a pesar del miedo al cambio, eres únicamente tú y eso solo podrás conseguirlo si aprendes a quererte y a valorarte a ti mismo por encima de todo lo demás.
  • Aprende a perder. No siempre las relaciones de pareja van a ir bien y esa es una realidad que le ocurre a casi todo el mundo en algún momento. Cuando esto ocurra, no intentes forzar las cosas, no sigas en algo que sabes que no funciona. Lo más sensato e inteligente es saber perder y retirarse dignamente.
  • Desdramatiza. ¿Qué es lo peor que puede pasar si dejas esa relación? No necesitas a esa persona. Antes de encontrarte con ella, no sabías ni que existía y vivías tranquilo y feliz, por lo tanto, no es imprescindible para tu vida. Lo peor que puede pasar es lo que tú estés dispuesto a que pase, por lo que debes de afrontar la situación con sosiego, sabiendo que no necesitas a nadie para ser feliz y mucho menos a una persona en concreto. Solo tú eres el responsable de caer o no en una depresión o en un estado emocional disfuncional.

miércoles, 1 de mayo de 2019

A veces no es el amor lo que se termina, sino la paciencia

A veces no es el amor lo que se termina, sino la paciencia, esa que dicen que es santa, porque resiste vientos y mareas y siempre acaba dando más de lo que debería. Ahora bien ¿Cómo no ofrecerlo todo por esa persona con quien hemos construido un vínculo afectivo y vital e incluso un proyecto de vida?

Está claro que queda justificado el que cedamos en ocasiones más de la cuenta, que perdonemos hoy mañana y pasado, y que esperemos un poco más con la esperanza de que las cosas mejoren…  Pero en ocasiones, la realidad acaba cayendo por su propio peso para abrirnos los ojos.

El amor requiere de paciencia hasta un límite

Nuestro corazón no puede borrar de la noche a la mañana lo que siente, pero cuando se pierde la paciencia uno empieza ya a quitarse una tras otra todas las vendas que lo cegaban.

Hay quien dice que la paciencia es una virtud, pero está claro que esta dimensión no puede aplicarse a todos los ámbitos, y que además, debe tener unos límites. No podemos pasar una vida entera siendo pacientes viendo cómo se vulneran nuestros derechos, nuestras necesidades como seres que necesitan reciprocidad, cuidado, afectos y reconocimiento.

La paciencia en el amor no es lo mismo que pasividad

Tal y como te indicábamos antes, a menudo suele definirse el concepto de paciencia como una virtud. La paciencia es la facultad que tenemos las personas para posponer aquello que nos aporta satisfacción, porque pensamos que esa espera, nos traerá cosas mejores.

También se define la paciencia como una habilidad: la que tenemos para tolerar situaciones desfavorables ante las cuales podemos tener o no tener el control. Ahora bien, cuando hablamos de amor, es necesario que mantengamos siempre el timón de nuestra propia realidad.

Hay quien se justifica usando esta palabra como una dimensión que hay que asumir: Las cosas están mal, pero ¿qué se le va a hacer? Hay que tener paciencia. «¿Qué podemos hacer si él o ella es así? No podemos cambiarlos, así que es mejor mantener la paciencia»…

No hay que confundir paciencia con pasividad

En realidad ahí está la auténtica clave. Podemos ser pacientes, podemos hacer de la paciencia nuestra mejor virtud porque nos ayuda a analizar mejor la situación, a saber observar, a ser reflexivos. No obstante, todo este proceso interior nos debe permitir ver la auténtica realidad.

Una persona paciente no tiene por qué ser pasiva. La persona pasiva hace de la tolerancia su forma de vida, permitiendo abusos hasta experimentar en piel propia como se vulnera su integridad. Y ello, es algo que nunca debemos permitir.

Los beneficios de ser paciente pero no pasivo

A la hora de establecer y mantener una relación afectiva, la paciencia es un pilar en el día a día que debemos reconocer. Está claro que no tiene por qué gustarnos cada aspecto, comportamiento o costumbre de nuestras parejas, pero no por ello vamos a actuar de forma impulsiva echándoselo en cara, y rompiendo la relación.

Somos pacientes, respetamos y toleramos porque amamos. Porque sabemos también que en toda pareja existe un tiempo para que las cosas se armonicen, para que todo encaje y comprendamos a su vez, las necesidades de cada uno.

La paciencia debe ser mutua y llevarse a cabo casi a modo de ejercicio. Yo soy paciente contigo porque te respeto y te quiero, porque te reconozco como persona y sé que amar no es solo querer las coincidencias, sino respetar también las diferencias.

Ahora bien, la paciencia requiere a su vez claridad emocional. Debemos saber dónde están los límites y comprender en qué momento se vulnera como personas, como miembros de una relación afectiva. No hay que ser pasivos ante las exigencias cargadas de egoísmos, ante la posición de priorizarse uno por encima del otro.

No hay que cerrar los ojos a las carencias ni ser impasibles al dolor emocional que nos provocan los vacíos, los desprecios o ese maltrato sutil ejercido a través de palabras envenenadas. Es aquí donde la paciencia debe caer, descorrer su velo para ver la verdad.

Cuando se termina la paciencia… ¿Qué?

Cuando se termina la paciencia llega la decepción porque ya somos conscientes de nuestra realidad en todos sus matices. En todos sus claroscuros. Ahora bien, esto no significa que debamos romper al instante esa relación de forma obligatoria si aún seguimos amando a la persona.

Es momento de hablar, de poner en alto cual es la situación y decir lo que sientes y lo que necesitas. No se trata de evadir el problema. Si ese compromiso nos importa, daremos todo lo que nos sea posible por mantenerlo.

Ahora bien, para que una relación prospere o sane esas carencias que nos hacen daño, el esfuerzo debe ser mutuo. En el instante en que uno ofrece más y el otro solo invierte sus propias excusas, la paciencia se acaba perdiendo por completo, y con ella, la decepción se convierte en un abismo insondable.

La paciencia no es la capacidad de esperar, sino la habilidad para comprender que merecemos cosas mejores