sábado, 29 de febrero de 2020

El perfil psicológico de un comprador compulsivo

El perfil psicológico de un comprador compulsivo esconde a una persona con problemas emocionales y personales que intenta suplir esos vacíos mediante el consumismo. No obstante, el acto de comprar acaba generando culpa y más sufrimiento.

Lo queramos o no, vivimos en una sociedad orientada al consumismo. Esta realidad está dando pie a quecada vez veamos con mayor frecuencia, un perfil comportamental muy concreto: el comprador compulsivo.Son personas que suplen sus carencias, que alivian sus preocupaciones, miedos o ansiedades mediante la adquisición de productos.

La “oniomanía”, o adicción a las compras, esconde en la mayoría de los casos, una falta de autocontrol, depresión y baja autoestima. Son sin duda situaciones muy complejas que pueden llegar a límites desgastantes tanto para el propio paciente como para la familia.

¿Cómo es un comprador compulsivo?

Uno de los grandes placeres, para muchas personas, es la acción de comprar. ¿Qué ocurre cuándo no nos podemos permitir gastar grandes cantidades de dinero comprando cosas que no necesitamos? Tan solo mirar, observar, probar… Todo esto, nos satisface, aunque la dicha no es completa.

Cuando comprar es algo que realizas de forma compulsiva porque, en determinado momento, te ha aportado placer, puede que te encuentres siendo un comprador compulsivo sin saberlo. Así, la compra compulsiva también se le conoce con el nombre de oniomanía y se caracteriza por ser una especie de «escape emocional».

Componentes de la compra compulsiva

¿Realmente, comprar te produce placer o es una necesidad para poder ser feliz? Más bien, esto último es lo que caracteriza al comprador compulsivo que busca en cada compra una evasión, un sustituto, para no tener que enfrentarse al verdadero problema.

Por ello, estudios como el llevado a cabo  Jessica V. Bolton. de la Universidad de Coventry, nos señalan que detrás del comprador compulsivo siempre hay un desencadenante emocional. 

Si nunca has sido un comprador compulsivo y te cuesta mucho poder empatizar con este tipo de perfil, hoy te damos algunas razones por las cuales un comprador compulsivo compra ya como necesidad y no como una forma de placer:

  • Siente un sentimiento de soledad y vacío personal: la persona compra creyendo que así está llenando ese vacío que siente. El problema es que esto es algo que provoca un placer momentáneo, ocasionando una compra mayor y más compulsiva para suplir un vacío que nunca se ve llenado.
  • Le gusta la sensación de adquirir un nuevo producto: cuando la persona compra un nuevo producto, las emociones y sensaciones positivas que le abordan le empujan a hacerlo otra vez, algo que se convierte en un bucle del que es difícil salir.
  • El miedo a perder una buena oferta: la persona vive en torno a las compras, por lo que si se encuentra en época de rebajas, el miedo a perder una buena oferta hace que sienta unos deseos incontrolables de comprar.
  • Ahora bien, hay un último factor no menos importante: esas compras ofrecen un bienestar fugaz. A menudo, tras esa adquisición hay arrepentimiento, culpa, mala conciencia y la sensación de que uno sufre un problema.
Cuando comprar me controla

Como vemos, las acciones del comprador compulsivo no dejan de ser un tipo de evasión ante un problema mucho más serio. Tal vez, la persona se encuentre en un estado de depresión. Puede también, que haya un serio problema en su vida personal, pero el miedo a afrontarlo provoca que necesite «distraerse».

  • El gran problema surge cuando uno busca esa «vía de escape» en vez de afrontar el problema y solucionarlo de raíz.
  • El problema no se solventa con la compra y esto lo frustra. El gran problema es que para suplir estas nuevas emociones negativas se recurre nuevamente a la compra. Al final, el comprador compulsivo se encuentra en un bucle constante donde no hay salida posible.
El bucle infinito

¿Existe un patrón de comportamiento por parte de los compradores compulsivos? ¿Cuáles son las fases por las que pasan? Existen nada más y nada menos que 4 fases de la compra compulsiva. Son los siguientes.

  • Anticipación: los pensamientos y preocupaciones surgen en torno a un objeto, un producto concreto o sobre la propia acción de comprar.
  • Preparación: empiezan las decisiones sobre dónde comprar, el pago, el detalle del producto…
  • Compra: una experiencia que no solo resulta placentera, sino también excitante. El comprador compulsivo espera con ansias el momento anhelado de la compra.
  • Decepción: en cuanto se realiza la compra y se gasta el dinero, surgen los sentimientos de culpa y decepción. Más tarde, surge la ira, rencor y el firme propósito de no repetir la conducta (algo que no se llega a cumplir).

A pesar de que el comprador compulsivo pueda creerse su propia mentira de no repetir la conducta, la verdad es que llegado el momento siempre recae. Es por esto por lo que se necesita una ayuda extra y, en determinado momento y caso, incluso el uso de fármacos.

Comprar era tan solo la punta del iceberg. La cruda realidad, la gravedad del problema, se encontraba justo debajo, donde no se veía nada a simple vista

La compra compulsiva es algo que afecta a más personas de las esperadas, por lo general mujeres, aunque esto no exime a los hombres de también padecerla. El gran error es creer que el problema está en comprar, cuando la realidad es que esto es solo una manifestación de algo mucho más doloroso y profundo.

viernes, 28 de febrero de 2020

El reino de los fantasmas del hambre

Desde la perspectiva de la adicción como conducta compulsiva muchas personas podrían ser consideradas adictas a algo. El Dr. Gabor Maté hace un recorrido extraordinario por el origen, las causas reales y la persistencia de las adicciones en su magnífico libro En el reino de los fantasmas del hambre.

El Dr. Gabor Maté es uno de los estudiosos con más prestigio en el campo de la adicción y es, además, autor de libro En el reino de los fantasmas del hambre. Es una figura considerada por sus trabajos con personas con altos niveles de adicción y trabaja especialmente con drogodependientes en el Downtown Eastside de Vancouver.

Maté define la adicción como un continuo que va desde el drogodependiente al que evitaríamos en una esquina hasta los adictos al trabajo, los compradores compulsivos o los adictos a la comida. Gabor Maté sostiene que todos poseemos adicciones en alguna medida y sostiene que las mismas surgen de nuestro propio núcleo emocional.

Su teoría, de la cual habla en profundidad en El reino de los fantasmas del hambre, nos muestra la adicción arraigada en el abuso infantil. Según Maté, los primeros años de vida son los que dictan la probabilidad y el tipo de adicción. De sus experiencias clínicas concluyó que la fuente de la adicción está en las sustancias químicas formativas del cerebro.

Comparó también estudios que relacionan la falta de amor, el abuso y el tipo de apego con la deficiencia en la capacidad de procesar endorfinas y dopamina. Estas sustancias están vinculadas a las sensaciones de placer y de reducción del dolor. En este sentido, sería la adicción la encargada de reemplazar esa carencia en la neuroestimulación.

¿Somos todos adictos?

En el libro, Gabor Maté habla sobre el espectro de la compulsión que él entiende como adicción. También refleja de forma brillante cómo todas las personas pueden ser susceptibles de formar parte de dicho espectro de comportamiento compulsivo en mayor o menor medida.

Sus ejemplos van desde ver televisión, comprar compulsivamente, el sexo, la comida e incluso la adicción a mantenerse entretenidos. Explica que, al verlo desde este punto de vista se produce un efecto espejo en el que todos podemos vernos reflejados; de manera individual pero también en el plano colectivo.

Las adicciones nacen del dolor

En el reino de los fantasmas del hambre, Gabor explica que, en realidad, el origen de toda adicción es el dolor por traumas más o menos severos sufridos en la infancia. Ese sería el origen, pero el problema real radica en los intentos fallidos de llenar un vacío interno a través de medidas externas. Ninguna de estas medidas externas trata el origen del dolor, solo los síntomas.

De esta forma, Gabor Maté plantea una pregunta clave en todo afrontamiento de la adicción, sea de la naturaleza que sea. La pregunta no es «¿Por qué la adicción?», como podríamos pensar. La pregunta clave sería: «¿Por qué el dolor?»

Las historias de pacientes

Según la visión de Maté, esta sustitución química que necesita el adicto y que su cuerpo no puede producir se da tanto en individuos adictos a drogas como en aquellos que buscan llenar vacíos a través de diferentes estimulantes externos.

En El reino de los fantasmas del hambre, Maté repasa algunas historias de pacientes adictos a la heroína, al cristal y a la cocaína. En todas parecen repetirse patrones de baja autoestima y falta de habilidades de afrontamiento. En sus infancias, suele ser fácil encontrar un historial de abuso y negligencia, a la vez que parecen compartir bajos niveles de dopamina.

Haciéndose responsable de las acciones

El libro parte de la premisa de que cualquier adicción o compulsión pudo tener su origen en un mecanismo de defensa desarrollado en un momento y circunstancia concreta. Algo que en el pasado ayudó al individuo a protegerlo, se convierte más tarde en un elemento que maneja otros aspectos de su vida.

Por lo tanto, para Gabor, el afrontamiento de las adicciones pasa por el reconocimiento del origen y el mecanismo de defensa, además de reconocer la falta de necesidad de ese mecanismo en la actualidad. Ya no existe la situación que provocó el dolor y la necesidad de defenderse y por lo tanto el mecanismo de defensa también ha perdido su sentido.

El reino de los fantasmas del hambre

El autor de En el reino de los fantasmas del hambre defiende un programa estatal de administración gratuita de sustancias psicoactivas a personas adictas. La idea es hacerlo además en un entorno controlado e higiénico, donde además no se produzca un enjuiciamiento de estas personas.

El Dr. Gabor es un defensor incondicional de esta idea que parece estar siendo eficaz en la reducción de la tasa de mortalidad de las personas adictas. Este hecho sería la consecuencia directa de que estas personas ya no tengan la necesidad de robar o prostituirse para costear su adicción. Al mismo tiempo, se controla la transmisión de enfermedades.

A pesar de las muchas voces que llaman a la precaución en este sentido, los datos son alentadores y muestran que la administración de estas sustancias en ambientes diferentes a los que crearon la adicción refuerza la voluntad de aquellos que quieren dejarlo. Para las personas que no se sienten capaces de superar su adicción bajo ningún tratamiento, estos centros al menos les brindan la oportunidad de llevar una vida más digna, más sana y con menos riesgos.


jueves, 27 de febrero de 2020

Los acumuladores compulsivos

Guardan hasta el empaque del bombón que les regalaron cuando tenían cuatro años. Pero además, ropa vieja y raída que jamás se ponen, los folletos que les entregan en la calle, floreros rotos y discos de vinilo que no tienen en dónde escuchar. Pareciera que la consigna del acumulador compulsivo fuera la de rodearse de objetos inútiles. Por eso no desarrollan un criterio para decidir qué guardar y qué botar.

El asunto sería solamente anecdótico si no fuera porque ese ejercicio incesante de guardarlo todo puede llevar a problemas serios de salud y convivencia. Es además, un claro síntoma de que algo no anda bien con una persona.

La cifra de acumuladores compulsivos en el mundo no es nada despreciable. Se estima que al menos un 4% de la población presenta síntomas de este desorden, lo que equivale a más o menos unos 300 millones de personas en el mundo. ¿Por qué algunas personas atiborran su entorno de objetos insignificantes, al punto en que empobrecen su calidad de vida y ponen en riesgo su salud?

El origen de los acumuladores compulsivos

En realidad no hay un acuerdo total frente a los factores que desencadenan la acumulación compulsiva. En lo que sí hay consenso es en el hecho de que se trata de un síntoma que merece atención y, eventualmente, un largo proceso de psicoterapia.

Para Freud, la acumulación excesiva corresponde a la manifestación de un “carácter anal retentivo”. Este tipo de carácter se estructura en los primeros años de vida, en la fase de control de esfínteres.

El niño establece un cierto control sobre sus padres, a partir de la forma como maneja la visita al baño. En su mente infantil, las heces son un regalo que da o retiene, de acuerdo al tipo de vínculo que haya establecido con sus progenitores.

El retener es un rasgo que puede quedar fijado a la personalidad en esta etapa. De una u otra manera, expresa un impulso agresivo contra sus padres, que queda reprimido pero luego se manifiesta a través de la acumulación, o de la avaricia.

Otros enfoques indican que la acumulación compulsiva es un comportamiento defensivo, frente a amenazas imaginarias. El acumulador parte de la idea de que no debe tirar un objeto porque más adelante podría hacerle falta.

Nadie entiende cómo es que un pedazo de papel roto y sin importancia pueda llegar a hacerle falta a alguien, pero el acumulador piensa que “nunca se sabe”. En realidad, está disfrazando un fuerte sentimiento de inseguridad frente a los cambios.

También se da el caso de quien acumula en respuesta a un trauma. Quizás pasó por una situación en la que quedó completamente desposeído y permite que se enquiste el miedo a volver a pasar por lo mismo.

Así mismo, hay quien guarda recuerdos como una especie de evidencia. Esto obedece a que cargan con una culpa inconsciente y quieren dar testimonio a su favor. En este caso, la acumulación opera como una necesidad inconsciente de esgrimir pruebas.

Características de los acumuladores compulsivos

El acumulador compulsivo muchas veces también es un comprador compulsivo. No puede ver nada en oferta porque inmediatamente siente que tiene que adquirirlo, simplemente porque está más barato. No importa si es algo que necesita o no.

Es frecuente que también sean personas solitarias. En parte, su obsesión por acumular también se debe a una cierta fantasía de sustituir la compañía por los objetos.

Las personas que tienen dificultades para deshacerse de los objetos que no necesitan experimentan ese despojo como una auténtica pérdida. Llegan a sufrir un verdadero duelo si tienen que separarse de las cosas que conforman su mundo.

El drama de la acumulación compulsiva

La situación puede llegar a niveles graves, como en el conocido caso de los hermanos Collyer. Ocurrió en Estados Unidos, en 1947. Los vecinos alertaron a la policía porque hacía mucho tiempo que no los veían salir de su casa, ni dar la menor señal de vida. Las autoridades no pudieron entrar a su casa, ni por la puerta, ni por las ventanas, debido a la enorme cantidad de objetos que impedían el acceso.

Al final, solo pudieron abrir una entrada por la terraza. Eran tantos los objetos que había por todas partes, que tardaron 6 horas en encontrar el primer cadáver. El segundo, solo fue hallado hasta 18 días después, a pesar de que estaba a pocos metros del primero.

Uno de los hermanos había muerto por el derrumbe de miles de libros y periódicos que cayeron sobre él. El otro hermano, que era ciego y paralítico, murió luego de hambre y de sed, pues jamás pudo abrirse paso para ir a buscar agua o comida.

En casos menos graves, la acumulación compulsiva lleva a un desorden monumental en la casa o la oficina. A veces esto facilita la aparición de plagas, debido a que no se puede hacer una higiene correcta.

No hay un método específico para tratar el caso de los acumuladores compulsivos, pero sí es claro que se trata de personas que necesitan ayuda profesional para dilucidar qué hay detrás de ese afán por no separarse de lo caduco.

miércoles, 26 de febrero de 2020

5 señales que delatan a los compradores compulsivos

Los compradores compulsivos sufren porque experimentan un deseo imperativo de adquirir productos, pero a la vez saben que esto les genera problemas económicos. Sin embargo, no pueden detenerse y a veces llegan a tener grandes problemas financieros o de otra índole.

Quienes se convierten en compradores compulsivos no se sumergen en esta espiral por desear sus consecuencias a medio y largo plazo. En el fondo, hay un problema de insatisfacción personal, y quizás dificultades de autoestima, que estimulan la compra sin reflexión. De una u otra manera, la voluntad se diluye ante la ansiedad por satisfacer una necesidad inmediata.

A los compradores compulsivos se les define como aquellas personas que adquieren productos innecesarios o superfluos, repetidamente, y que luego experimentan problemas financieros y sentimientos de culpa por haber incurrido en esa conducta.

Aunque a primera vista puede parecer un comportamiento irrelevante, en realidad quienes lo padecen causan mucho sufrimiento: tanto a ellos mismos como a quienes les rodean.

En los compradores compulsivos funcionan los mismos mecanismos que en la ludopatía. Comprar les otorga un poder al que no pueden acceder por otros medios o en otros planos. En la mayoría de los casos, la persona termina gastando más de lo que ingresan, precipitándose hacia el endeudamiento. Veamos cuáles son los rasgos que delatan la presencia de este problema.

1. El deseo ansioso de comprar

Lo que experimentan los compradores compulsivos es ansiedadantes de adquirir un nuevo producto.Hay un sentimiento de urgencia. Muchas veces comprar solo es la distracción para no pensar en otras cosas, el ruido que tapa un sonido que no se quiere escuchar.

Hay un estado de agitación; el comprador sabe que sentiráuna descargaemocional en los instantes después de la adquisición, incluso en los momentos propios, imaginado la posesión del objeto deseado.

Por otro lado, para apaciguar el malestar que puede nacer de la disonancia entre la persona que le gustaría ser y cómo se está comportando, suele ser bueno justificando las compras que realiza. Inventa razones o sobredimensiona su peso.

En el momento de comprar, los compradores compulsivos sienten una gran excitación.Experimentan una súbita sensación de tranquilidad y bienestar, como si se hubiesen quitado un peso de encima. Pasan por una etapa corta en la que no sienten ansiedad.

2. Decisiones rápidas y poco planificadas

En muchas ocasiones, como hemos dicho, el comprador compulsivo realiza un verdadero ejercicio de creatividad para justificar las compras. Por otro lado, lo que sí suele surgir de manera automática es el deseode adquirir algo.

La persona ve o escucha hablar de algo que pasa a convertirse en necesidad. En principio, surge ese deseo obsesivo e inexplicable por un elemento o servicio al que antes no le había prestado atención. Por otro lado, la reflexión sobre el coste que puede suponer su adquisición no suele ser profunda. En muchos casos se da una patada hacia delante: «ya encontraré la forma de pagarlo».

El tema del dinero no se planifica. Nunca se lleva un presupuesto y, de hecho, los compradores compulsivos suelen decir que les molesta gestionar el dinero. Prefieren ser menos calculadores en este asunto.

3. Desvalorizar lo adquirido

Uno de los rasgos que mejor revela a los compradores compulsivos es el hecho de que la mayoría de las veces le otorgan un valor mínimo a lo que adquieren. Reciben el producto y luego lo ponen en una estantería, pasando en pocos días, horas o minutos al cajón del olvido.

En realidad, lo que mueve a este tipo de personas no es una atracción por los productos en sí. Es el acto de comprar el que ejerce una gran fascinación para ellos. Y como casi siempre adquieren artículos que realmente no necesitan, una vez comprados dejan de tener valor para ellos.

4. El arrepentimiento, una señal de los compradores compulsivos

Al igual que ocurre con quienes presentan otro tipo de adiciones, casi siempre los compradores compulsivos experimentan fuertes sentimientos de culpa después de “volver a hacer lo que se dijeron que no volverían a hacer”. Después de comprar se dan cuenta que quizás están gastando de más o que realmente no necesitaban lo que adquirieron.

En ocasiones incluso tratan de devolver lo que compraron o se lo regalan a otra persona para aliviar el arrepentimiento que experimentan. Usualmente, se fustigan con gran dureza, pero no llegan a tener conciencia de que tienen una dificultad psicológica.

5. Se castigan, lo que no impide que vuelvan a hacer lo mismo

Es también muy frecuente que los compradores compulsivos analicen su conducta, sobre todo después de sentarse y analizar sus cuentas. Lo que suele seguir es un propósito de enmienda: “no incurriré en lo mismo, de aquí en adelante”, se dicen.

Sin embargo, con frecuencia tardan más en perfilar el compromiso que en romperlo. En realidad, no tienen el control de esa parte de su conducta, por eso sus propósitos no funcionan. Son prisioneros del propio ciclo pernicioso en el que han caído para liberarse de la ansiedad o cubrir otras carencias. De ahí que sea tan necesaria la consulta con un especialista.

martes, 25 de febrero de 2020

Coerción sexual encubierta en las parejas

La coerción sexual es inaceptable: implica una forma de violencia que instrumentaliza al otro. Ningún ser humano existe para satisfacer las necesidades de otro, pasando por encima de sí mismo.

La coerción sexual no siempre es un fenómeno fácil de identificar. A veces, aparece encubierto por conductas que resultan incluso aceptables, pero que en el fondo son un ejercicio de violencia. La presión, el chantaje emocional, la no solicitud de consentimiento y otras tantas son formas de coacción.

Se habla de coerción sexual cuando se emplean tácticas «no físicas» para conseguir que el otro miembro de la pareja sostenga relaciones sexuales no deseadas. Cuando se utiliza la fuerza física ya no se habla de coerción, sino de agresión sexual.

Por sí sola, la coerción sexual ya es una forma de violencia encubierta. A esto se suma el hecho de que hay prácticas culturales que se consideran aceptables, pese a que representan una forma de coacción evidente.

El caso más visible es de la insistencia para tener relaciones sexuales, que muchas veces se considera “normal” en ciertas culturas, pero que en el fondo considera al otro un objeto servil.

La coerción sexual en la pareja

Shackelford y Goetz desarrollaron un estudio para determinar las principales formas de coerción sexual en la pareja. Con base en sus investigaciones, determinaron que existían tres estrategias básicas paralograr relaciones sexuales no deseadas.

Las tres estrategias son:

  • Manipulación del compromiso. Quien ejerce la coerción sexual argumenta que, si hay afecto y si realmente existe un compromiso, el otro debe tener relaciones sexuales en función del deseo del otro.
  • Amenaza de desafección. Es una forma de chantaje emocional en la que se amenaza al otro con quitarle el afecto. Como cuando se dice “Hay que buscar en la calle lo que no se encuentra en casa”.
  • Manipulación de recursos. A veces, la negativa a tener relaciones sexuales se responde con el recorte de dinero o con la amenaza de no cumplir compromisos de otro orden.
Por su parte, los investigadores Livingston, Buddie, Testa y VanZile-Tamsen señalaron que hay cuatro tácticas de coerción sexual frecuentes: persuasión verbal (expresiones de descontento que generan culpa o miedo); persuasión física (intentos de seducción o forzamientos sutiles); ganancia de acceso (utilización de excusas); e insistencia.

Un estudio sobre el tema


La Universidad de La Laguna, en España, llevó a cabo un estudio para establecer la incidencia y las modalidades de coerción sexual entre un grupo de voluntarios, todos ellos estudiantes universitarios. Lo que se hizo fue aplicar una serie de cuestionarios a 79 mujeres y 96 hombres.

Para realizar el estudio, se tomaron como base 10 indicadores de coerción sexual. A los voluntarios se les preguntó cuál era su reacción y cuál la de su pareja, cuando se negaban a tener relaciones sexuales. Las posibles respuestas eran las siguientes:

  • Deja de ser cariñoso(a).
  • Se pone serio(a).
  • Se pone triste.
  • Dice que con otros(as) no le ocurriría.
  • Dice que quizás le soy infiel.
  • Discute por cualquier motivo.
  • Dice que se tiene que ir.
  • Sigue seduciéndome con caricias.
  • Justifica su necesidad de sexo.
  • Regatea una felación/masturbación.
Al final, se estableció que la forma de coerción más extendida es la que tiene que ver con la insistencia (88,2 %), seguida por el chantaje emocional o amenaza latente de desafección (73,8 %) y la culpabilización (46 %). Como se ve, en buena parte de los casos se combinan varias formas de coerción.

Un problema que no se aborda

Como la coerción sexual no implica el uso de la fuerza física, para muchos hombres y mujeres no representa una forma de violencia sexual. De hecho, para una buena parte es una expresión de un intenso deseo e, incluso, una muestra de amor. Necesitar al otro sexualmente, insistir e incluso chantajear o inducir arbitrariamente se ve, en algunos casos, como una expresión natural entre las parejas.

Sin embargo, lo habitual es que estas conductas terminen formando parte de un repertorio mayor de violencia psicológica que se ejerce sobre la pareja, si es este repertorio ya no existe. Implican que existe un vínculo de poder, en el que uno somete y el otro se permite ser sometido.

Si bien es cierto que el amor implica estar atento y abierto a las necesidades del otro, esto no significa en ningún caso pasar por encima de uno mismo. El primer compromiso de todo ser humano es consigo mismo. A su vez, ninguna necesidad individual es tan apremiante ni absoluta como para que suponga el desconocimiento absoluto de la realidad del otro. Un desencuentro sexual es normal y solo significa que la pareja es la combinación de dos mundos, no una fusión ciega.

lunes, 24 de febrero de 2020

¿Qué ocurre en el cerebro cuando decidimos comprar?

¿Qué hace que nos decantemos por una opción de compra y no por otra? ¿Cuál es nuestra motivación para gastarnos esos recursos que tanto nos cuesta conseguir en artículos prescindibles? ¡Descúbrelo!

Para muchos, ir de compras es una actividad relajante. El adquirir unos zapatos nuevos o comprar la nueva fragancia de nuestro perfumista favorito puede ser muy satisfactorio. Pero, te has preguntado, ¿qué relación tiene el cerebro y las compras? ¿Cómo decidimos entre una cosa u otra?

Algunas ramas de la neurociencia han intentado, con la investigación, responder a estas preguntas. En este artículo, explicaremos cómo nuestro cerebro se comporta en el momento de hacer comprasy qué variables son las que tienen más peso para que nos decantemos por una opción u otra.

¿Cómo se divide el cerebro?

Para comenzar, es importante indicar que podemos «partir» el cerebro de diferentes formas atendiendo a distintos criterios. Tomando como referencia la evolución del cerebro en los seres vivos, haremos una división en tres partes.

La primera parte es el cerebro primitivo o reptiliano, que se encarga de las reacciones instintivas y básicas de nuestro comportamiento. Es el responsable de nuestra supervivencia cuando nos encontramos en situaciones de peligro.Suele ser rígido, compulsivo y no sabe enfrentar situaciones innovadoras.Se rige y guía los instintos más simples.

La segunda parte es el cerebro límbico. En ella se gestiona y regulan las emociones, colaborando en la memorización de experiencias. Crea un sistema de referencia que ayuda a entender la semántica de los objetos, ya sean reales o abstractos, y a relacionarlos con las emociones. Tiene una influencia significativa de las percepciones dadas por nuestros sentidos. Se le considera la parte donde se hacen los juicios de valor de manera inconsciente que afectan el comportamiento.

La última parte es el neocórtex, sede de la lógica y la razón. Es la parte que más usamos para desarrollarnos en el mundo. Aquí, se procesa los que se recibe a través de los sentidos y se convierte en una reacción verbal y no verbal. Se encarga de la mayoría de los procesos cognitivos complejos.

El cerebro reptiliano y límbico en las compras

En muchas ocasiones, las compras que hacemos no se dan por que lo necesitamos, sino porque lo queremos. Esto se le atribuye a la influencia que tiene el cerebro reptiliano en el límbico.

En estos casos, las emociones influyen en que sintamos una sensación agradable con respeto a un producto, y nuestra parte más primitiva decide por esto comprar el producto. Desde esta perspectiva, se observa una poca influencia del neocórtex.

Otro aspecto que se relaciona entre los cerebros que llamamos “más» primitivos y las compras, es la percepción sensorial. Esto se debe, a que cuando vemos un producto, se activan diferentes áreas de manera automática que nos indican si esto es agradable o no. Estas percepciones son decisivas, ya que hacen que nuestro cerebro reacciones y se impulse a realizar la compra de ese producto.

Emociones y su relación con el cerebro y las compras

Las emociones, son fundamentales en el proceso de toma de decisiones y de compras, por lo tanto, ha sido objetivo de estudio en múltiples investigaciones. Gracias a las tecnologías utilizadas en las neurociencias, se ha encontrado que la activación emocional es mucho más rápida que la activación cognitiva y consciente. Esto sucede en todos los aspectos de nuestra vida, siendo de vital importancia en el momento de comprar.

Por lo tanto, el impacto emocional de un mensaje o producto, corre de manera mucho más rápida, que el mensaje sobre su funcionalidad. Cuando el objeto hace que traigamos recuerdos positivos a nuestra conciencia, se activan las emociones positivas respecto al mismo, y por ende hace que decidamos obtenerlo.

Como consecuencia, se ha encontrado que la publicidad tiene un enfoque principalmente emocional. Esto quiere decir que, por medio de diferentes percepciones que se relacionan con un objeto, se quieres despertar unas emociones positivas. Asimismo, se tiende a relacionar con aspectos agradable de la cotidianidad la persona.

Esto ayudará a que activen aspectos menos conscientes en nuestro cerebro, y la decisión de compra se realice teniendo en cuenta aspectos emocionales. Además, se podrán asociar estas sensaciones positivas no solo con un producto si no también con una marca.

El resultado que se da, es que en el momento que vayamos a obtener algún producto, la marca que asociamos con emociones positivas va a tener preferencia. Por lo tanto, se comienza así a configurar nuestro cerebro y el hábito de comprar.

Motivación y toma de decisión en las compras

Como sabemos, todo comportamiento se inicia con una motivación o un impulso para suplir alguna necesidad que se presente. Existen necesidades primarias, que se relacionan con aspectos fisiológicas, necesarios de suplir para vivir. En este caso, se tienen en cuenta aspectos como la comer o dormir.

Por otro lado, están las necesidades secundarias, que se relacionan con patrones sociales. Las motivaciones que llevan a cumplir estas necesidades es la importancia de sentirse parte del grupo. Esto lleva a nuestro cerebro a comprar objetos que favorecen nuestra integración. Un ejemplo puede ser la tecnología para comunicarnos utilizando las herramientas o aplicaciones más populares.

Como explicamos anteriormente, la funcionalidad de un objeto no es, por norma, la variable que tiene más peso en nuestras decisiones de compra. Por el contrario, el protagonismo lo toma la emoción que nos genera. Por lo tanto, si nos imaginamos sintiéndonos mejor con este producto o anticipamos que nos va a conceder más felicidad, poder o integración social, será más fácil que terminemos comprándolo.

Conclusión

Para terminar, es importante indicar que hay una estrecha relación entre el cerebro y las compras. En este sentido, muchas veces nos creemos seres lógicos en cuanto al consumo, cuando los datos nos dicen que, por término medio, somos muy influenciados por la parte emocional o los estímulos que nos rodean y que pueden generar espejismos muy creíbles.

En esta línea, cuando un producto nos hace sentir una emoción agradable o evoca un recuerdo nostálgico de nuestra infancia adquiere poder para influir en nuestra decisión de compra. Es decir, cuando estemos comprando algo, ylo que nos ofrezcan haga remover algún recuerdo alegre de tu memoria, lo más probable es que tu cerebro decida comprarlo.

domingo, 23 de febrero de 2020

Las 4 virtudes cardinales, según Lao-Tsé

Lao-Tsé planteó que existen cuatro virtudes cardinales y que estas representan el camino hacia la paz interior. Para este gran filósofo, y para el taoísmo en general, tales virtudes son la vía para alcanzar una vida plena y llena de sentido.

Lao-Tsé fue el autor del famoso Tao Te Ching, obra cumbre del taoísmo; de hecho se le considera el fundador de esa corriente de pensamiento oriental. Este gran filósofo quiso sintetizar buena parte de su enseñanza en lo que él llamo las 4 virtudes cardinales. Las mismas corresponden a los ejes de lo que a su juicio era una vida armoniosa y plena de sentido.

Lao-Tsé, cuyo nombre significa ‘anciano maestro’, propagó una doctrina en la que el máximo objetivo es conseguir la armonía, tanto dentro de uno mismo, como en relación a todo lo que existe en el universo. Las cuatro virtudes cardinales son el camino para conseguir ese estado de paz y para alcanzarlos “tres tesoros” del taoísmo: compasión, humildad y frugalidad.

Para Lao-Tsé y sus seguidores, las cuatro virtudes cardinales no son un dogma, sino una vía. Es decir que no es un “deber” alcanzar esas virtudes, sino que estas son la premisa para poder vivir en paz.Esto quiere decir que no son una meta a lograr, sino una vía para ser. Así pues, las grandes virtudes para esta filosofía son las siguientes.

1. Reverencia por toda forma de vida

La primera de las virtudes cardinales, según Lao-Tsé, es la reverencia por toda forma de vida. Nótese que no habla de respeto por la vida, sino de reverencia.

Esta reverencia, además del respeto, incluye la consideración y la admiración. En este caso, no se trata simplemente de no acabar con ninguna forma de vida, sino también de valorarla en sus múltiples dimensiones.

Uno de los aspectos interesantes es que Lao-Tsé señala que la primera forma de vida a la que se le debe reverenciar es la propia. Ese sentimiento de respeto y admiración nace del amor. Así que no basta simplemente con no interferir con las diferentes formas de vida, sino que debe existir un sentimiento esencial de afecto por las mismas.

2. Sinceridad natural

Lao-Tsé llama sinceridad natural a la capacidad de ser honestos y auténticos, sobre todo, con nosotros mismos. La tarea está en conocer y comprender quiénes somos realmente, ya que esa es una condición absolutamente necesaria para poder ser sinceros con los demás. La franqueza se construye primero dentro de nosotros y luego esta se expresará de manera natural con los otros.

Cuando encontramos nuestra propia verdad, lo que sigue es permanecer siendo fieles a lo que somos y a aquello en lo que creemos. De eso trata la autenticidad: de ser, en lugar de parecer. Cuando nos aceptamos, la autenticidad también surge de manera espontánea. Por eso Lao-Tsé habla de “sinceridad natural” y no simplemente de sinceridad a secas.

3. Mansedumbre, una de las 4 virtudes cardinales

A veces, se confunde la mansedumbre con la debilidad o con el servilismo. En realidad, no tiene nada que ver con esto e incluso puede ser su opuesto.

La mansedumbre es una consecuencia de la armonía y de la paz interior. Se expresa como amabilidad y consideración en el trato con otros y nace de la bondad, la cual, a su vez, solo nace cuando alguien está lleno de amor.

La mansedumbre supone la renuncia al deseo de controlar, manipular o imponerse sobre los demás. Esos deseos son los que llevan a desarrollar una actitud beligerante frente a otros.

Quien no tiene la necesidad de convertir a los demás en objeto de su ira o medio para lograr sus propósitos, también logra ser dócil y bondadoso.

4. Actitud de ayuda

Para Lao-Tsé, la actitud de ayuda es la más elevada de las cuatro virtudes cardinales. Solo se llega a esa virtud cuando hay respeto, sinceridad y bondad. Significa básicamente ser solidarios con otras personas, sin pretender beneficiarnos de ello de alguna manera y sin esperar que a cambio de esa ayuda nos otorguen una similar. Lo esencial de esta actitud es el desinterés.

Quien tiene una actitud de ayuda sincera, vive en paz consigo mismo y tiene una existencia más feliz. Esta es la virtud que nos lleva a sentirnos plenos y que le otorga un significado de trascendencia a nuestra vida. Representa el máximo nivel de evolución humana en una persona.

Lao-Tsé pensaba que las cuatro virtudes cardinales son la forma natural de ser de todas las personas. En su pensamiento, cuando nos acercamos a esas virtudes nos sentimos más cerca de nuestra verdadera naturaleza.

sábado, 22 de febrero de 2020

Aphantasia: la mente ciega o vivir sin imágenes mentales

Una pequeña parte de la población vive sin saber qué es soñar con imágenes. Tampoco pueden evocar en su memoria el rostro de esa persona que aman o la casa donde crecieron. La aphantasia o mente ciega es un tipo de déficit neurológico tan llamativo como curioso.

La aphantasia afecta al 3 % de la población y, quien la padece, no sabe qué es la imaginación visual. Son personas que viven en un vacío sin forma, en una mente ciega donde no existen imágenes, rostros o escenarios. Esos hombres y mujeres no saben lo que es soñar, jamás se han escapado mentalmente hacia un escenario de paz donde calmar el estrés o donde perderse en universos paralelos en los que las posibilidades son infinitas.

Esta condición nos puede parecer de lo más extraña. Sin embargo, más allá de lo particular está lo dramático o cuanto menos, lo triste. Las personas que la sufren no pueden recordar cómo era ese padre fallecido o ese ser significativo que hace tiempo que no ven. Podríamos decir, no obstante, que quien ha nacido con esta peculiar característica no puede echar en falta algo que nunca ha conocido.

Sin embargo, vivir en una mente cautiva de la aphantasia les sitúa en un rincón donde sentirse extraños de forma continuada. Ya desde bien temprano, el niño con esta carencia neurológica sabe que algo le ocurre, porque no sabe lo que es soñar o tener pesadillas. No pueden recordar visualmente cosas que han visto, esa tarde en el parque, ese día en la playa no existe visualmente en sus mentes y algo así les genera extrañeza al notar que otros sí pueden.

Estamos ante una realidad tan particular como interesante en la que vale la pena profundizar.

Aphantasia: ¿qué es y por qué ocurre?

Los neurólogos definen la aphantasia como un tipo de ceguera mental. Este término, como no puede ser menos, nos impresiona. No obstante… ¿cómo es la vida de alguien con esta condición? ¿se ve quizá muy limitada? Es más, ¿cuál es su origen? Estamos ante una alteración neurológica que ha empezado a estudiarse de manera más exhaustiva a partir del 2016.

Conocíamos de su existencia desde 1840, cuando Sir Francis Galton, el reconocido psicólogo, antropólogo, explorador y genetista británico, describió varios casos, aportando incluso un análisis estadístico. Ya en aquella época, estimó que entre un 2 o un 3% de la población podrían carecer de ese ojo mental, de esa facultad para crear imágenes mentales.

Tuvimos que esperar hasta el 2016 para que la comunidad científica se interesara de nuevo por la aphantasia, y lo hizo el doctor Adam Zeman, psicólogo cognitivo de la Universidad de Exeter, quien acuñó finalmente este término. Ese mismo año, Blake Ross, co-creador de Firefox, publicó un ensayo donde describía su propia experiencia con esta nueva condición neurológica. A raíz de su trabajo, la aphantasia empezó a viralizarse en las redes sociales y a atraer el interés de más expertos.

¿Cuál es el origen de la aphantasia?

Imagine dos manzanas, una de color verde y otra de color rojo reluciente. Al leer esto el 97% de nosotros (según datos estadísticos) visualizaremos casi al instante esa imagen. Sin embargo, aquellas personas aquejadas de aphantasia serán incapaces de originar ese proceso neurológico porque sus mentes, no ven, porque en su universo cerebral no existe la imagen.

Esto podría deberse, según los investigadores, a un fallo a la hora de crear los patrones sobre cada cosa que vemos. Así, cada estímulo visual genera un impacto en nuestro cerebro, una impronta que origina un tipo de patrón, una secuencia, una forma. De ese modo, cuando recordamos algo, es común que casi al instante surjan esos mismos patrones creando imágenes mentales.

Las personas con aphantasia no crean patrones visuales, hay un fallo por tanto en ese proceso. Todo lo que ven o han visto alguna vez, no genera imagen alguna en el cerebro. Es como padecer una ceguera parcial, una donde nuestros ojos interiores no captan lo que hay fuera y no pueden volcarlo a su vez al interior.

¿Cómo son las personas que padecen esta condición neurológica?

La vida con aphantasia no se ve limitada. Uno puede relacionarse, ser autónomo en cada aspecto de su vida, trabajar y tener éxito como cualquier otro. Sin embargo, estas personas saben que algo falla en ellas.

Es más, algo que señala el propio doctor Adam Zeman es la reacción positiva de quien, por fin, recibe un nombre y una explicación a eso que vienen sufriendo desde siempre y que no saben muy bien cómo definir.

  • De este modo, quien sufre aphantasia lo que experimenta básicamente es la incapacidad de recordar en imágenes. No pueden evocar rostros, y eso les suele generar malestar.
  • Mientras la mayoría de nosotros nos pasamos buena parte del tiempo sumergidos en nuestros pensamientos imaginando, pasando de una imagen a otra, ellos ni tan solo pueden soñar con imágenes.
  • Quienes más padecen esta condición son las personas que sufren aphantasia adquirida. Es decir, es muy común que a raíz de un accidente o una lesión cerebral, acaben desarrollando este déficit, en cuyo caso, la realidad es más compleja.
  • Por otro lado, ha podido comprobarse que este déficit neurológicose relaciona también con la prosopagnosia (dificultad para reconocer rostros) y también con problemas de orientación.
A día de hoy, no existe tratamiento para la aphantasia. Si bien es cierto que vivir con ella no limita en básicamente ningún aspecto del día a día, es curioso saber que los diagnosticados afirman sentirse diferentes y tener conciencia de que hay algo que falla y que echan en falta. Al fin y al cabo,nada es tan libre y reconfortante como pensar en imágenes, como imaginar...

viernes, 21 de febrero de 2020

La ley del hielo, una forma disfrazada de abuso psicológico

La famosa ley del hielo es un recurso muy utilizado por personasque aparentemente gozan de un gran autocontrol y presumen de ser racionales antes que intuitivos. Al mismo tiempo, corresponde no solo a una expresión de violencia pasiva, sino también a un mecanismo disfrazado de abuso psicológico. Esto quiere decir que daña profundamente a la persona sobre la que se aplica.

Se le llama ley del hielo a ese conjunto de comportamientos que tienen por objetivo ignoraral otro. Se da en todo tipo de relaciones: pareja, amigos, padres e hijos, familiares, etc. Implica la existencia de un conflicto previo. Sin embargo, en algunas ocasiones, la víctima de este tipo de conductas ignora dicho conflicto, precisamente porque el otro no se lo ha expresado abiertamente.

A la ley del hielo corresponden acciones como dejar de hablarle a alguien, no tomar en cuenta lo que el otro dice o fingirque no se le escucha; tomar distancia y evitar la compañía de determinada persona, como si estuviera contagiada de algo; pasar por alto las peticiones o necesidades expresas y llevar a cabo cualquier conducta que tenga como objetivo anular o invisibilizar a alguien.

Este tipo de comportamientos son bastante nocivos. No solo denotan inmadurez, mezquindad y falta de inteligencia emocional, sino que también pueden causar graves efectos en el otro. Constituyen un intento por controlary vejar a los demás y no representan nada positivo para una relación.

La ley del hielo puede causar estrés emocional y traumas

La persona a quien otro le aplica la ley del hielo puede llegar a experimentar sentimientos negativos muy intensos. Piensa que Ignorar a alguien es devaluarlo e incluso anularlo. Además, esto se torna más insano cuando todo se da en el marco de un silencio duro y crudo, que la víctima no sabe finalmente interpretar.

Quien es ignorado, eventualmente se sumerge en sentimientos de tristeza que a veces se convierten en depresión. También siente ira, miedo y culpa. Ignorar a una persona es una forma de señalarla con el dedo, de acusarla, pero de manera implícita. Eso es precisamente lo que convierte este mecanismo en una forma enfermiza de afrontar un conflicto.

La víctima de este tipo de comportamientos también suele llenarse de angustia. No termina de saber qué está haciendo mal o por qué exactamente se le trata de este modo. Experimenta la situación como si hubiera perdido el control y esto origina un fuerte estrés. De ahí que se le considere una forma de abuso en la que no hay gritos, ni golpes, pero sí mucha violencia.

La ley del hielo genera también efectos físicos

Hay estudios que prueban que el sentimiento de estar siendo excluido o ignorado da lugar a algunos cambios en el cerebro. Existe una zona llamada “corteza cingulada anterior”, cuya función es la de detectar los diferentes niveles de dolor en el ser humano. Pues bien, se comprobó que esta zona se activa cuando a alguien le aplican la ley del hielo.

El resultado de esto es que también comienzan a aparecer síntomas físicos. Es usual que se presenten dolores de cabeza y problemas digestivos. También es frecuente la aparición de insomnio y fatiga. Si la situación es muy severa y continuada, surgen problemas más graves, como incremento de la presión arterial, diabetes e incluso enfermedades como el cáncer.

El sistema autoinmune también se ve afectado, principalmente por las altas dosis de estrés que provoca esta situación. Las consecuencias son más graves cuando quien aplica la ley del hielo es una figura de poder, bien sea un maestro, un padre o un director.

Aprender a sortear este tipo de situaciones

A veces la ley del hielo se aplica entre dos personas que se tienen mucho afecto, como los miembros de una pareja, grandes amigos, hermanos, etc. Algunos piensan que al imponer ese régimen el otro va a cambiar algún comportamiento o va a hacer que el otro haga lo que ellos quieren que haga. Lo consideran casi una herramienta educativa. Sin embargo, están muy equivocados. Ignorar al otro como una forma de castigo solo destruye las relaciones.

Como muchas tácticas, en el fondo defensivas y frutos de la inseguridad, esta revela una mala gestión de la comunicación. El silencio es sano cuando hay mucha exaltación y se hace necesario hacer una pausa antes de agravar lo que sucede. Sin embargo, cuando se usa como medio de control o de castigo se convierte en abuso.

Nadie debe permitir pasivamente ser ignorado por otro, al menos no sin tener una explicación de su comportamiento. Tampoco nadie debe intentar resolver un conflicto a través de la ley del hielo. Cuando hay un problema entre dos seres humanos, lo único sano es buscar la manera de dialogar para encontrar soluciones. El silencio y la distancia solo generan más equívocos y, al final, no solucionan absolutamente nada.

jueves, 20 de febrero de 2020

Terapia metacognitiva para manejar el malestar emocional

Igual que existen muchos conceptos en psicología que son de uso común y que, en mayor o menor medida, conocemos todos, hay otros que nos son totalmente desconocidos. De hecho, cuando vamos a terapia con un buen psicólogo que trabaja de forma adecuada, es normal que nos hable de términos que no habíamos oído antes.

Lo mismo nos puede pasar con esto de la terapia metacognitiva. Por ello, al igual que cuando el terapeuta nos devuelve el plan de tratamiento y nos va explicando la intervención que plantea, aquí explicaremos en qué consiste este tipo de tratamiento y cómo nos ayuda a manejar nuestro malestar.

¿Qué es la metacognición?

Sigamos con el ejemplo de ir a terapia. Cuando acudimos a un psicólogo de corte cognitivo-conductual, que trabaje usando técnicas avaladas científicamente, el método suele seguir un orden: primero una evaluación y luego una devolución de resultados con un plan de intervención personalizado. Cuando el terapeuta nos explica qué es lo que nos pasa, nos habla de cómo funcionan nuestras emociones y porqué sentimos lo que sentimos.

Aquí es importante tener en cuenta que una buena parte del malestar que nos generan algunas situaciones nace de nuestra forma de interpretarlas. Me explico: ante una misma situación, nos podemos sentir de formas diversas según los pensamientos que nutramos. De hecho, muchas veces nos sentimos mal porque nuestros dichos pensamientos no se ajustan a la realidad.

Por eso, en el marco de la terapia cognitiva nos centramos en aprender a identificar, cuestionar y cambiar estos pensamientos automáticos y las creencias irracionales asociadas. Consiguiendo esto, nos es posible disminuir la intensidad de las emociones negativas. Pero cada vez se hace más presente que, además de tener en cuenta estas cogniciones, hay que trabajar también los aspectos metacognitivos.

En este sentido, la metacognición sería el conjunto de factores de interpretación, monitoreo y control de la cognición. En otras palabras: se refiere a nuestros pensamientos sobre cómo y qué pensamos. Es decir, la metacognición es todo aquello que forma parte de nuestros intentos de manejar y dar significado a nuestros pensamientos, creencias, y demás procesos cognitivos.

¿Qué es la terapia metacognitiva?

Así, el malestar emocional puede ser generado y acompañado por creencias metacognitivas negativas. Estas pueden ser del tipo «tener malos pensamientos significa que soy malo», «preocuparme me ayudará a estar preparado», «si analizo esto, voy a conseguir respuestas», «si entiendo el porqué de esta situación, me sentiré mejor o podré encontrar soluciones«, «no tengo control sobre mis pensamientos», «si pienso algo malo, haré cosas malas».

Este tipo de creencias metacognitivas hacen que se mantengan procesos cognitivos que generan, mantienen y cronifican el malestar emocional, como la rumiación, las preocupaciones, focalizar la atención en estímulos negativos (sesgo atencional negativo), centrarse en las causas en vez de en las soluciones, etc. Además, se suelen poner en marcha estrategias de control y supresión inefectivas que intensifican las emociones negativas.

Por lo tanto,la terapia metacognitiva se centra en remover modos de procesamiento disfuncionales. Es decir, en cambiar esa forma inflexible de pensar de la persona que hace que esté «atrapada» en un procesamiento de sí mismo negativo prolongado. En definitiva, busca cambiar cómo respondemos a nuestros pensamientos.

Esto nos permite trabajar más en profundidad que con la terapia cognitiva tradicional, ya que no sólo cambiamos el contenido de nuestros pensamientos, sino la manera de pensar en sí misma. De hecho, los estudios al respecto reflejan que la terapia metacognitiva es efectiva para el tratamiento de la ansiedad generalizada, el trastorno de estrés postraumático o el trastorno depresivo mayor.

miércoles, 19 de febrero de 2020

El mito de Deméter, la diosa rubia

El mito de Démeter nos habla de una diosa madre, para la que lo más importante son sus propios hijos y que, por extensión, protege los ciclos de la vida y del alimento, representados en la agricultura y la fertilidad de la tierra.

El mito de Deméter era uno de los más importantes para los griegos. Esta diosa era venerada en muchos lugares ya que se identificaba como “la gran madre” de la humanidad, por encima de otras diosas que en principio tenían mayor importancia que ella, como Gea o Rea.

Deméter era la diosa protectora de los granos, las cosechas y la fertilidad de los campos. También era la guardiana del matrimonio, de la ley sagrada y de los ciclos de la vida y de la muerte. Era hija de Cronos, padre del tiempo, y de Rea, madre universal. Sus abuelos eran Urano y Gea. Formaba parte del grupo principal de los dioses olímpicos.

En el mito de Deméter la diosa es representada como una hermosa mujer de cabellera rubia. La versión más extendida dice que tuvo una hija con su hermano Zeus. Otra versión señala que esa hija fue fruto de su unión con Yasón, su sobrino, hijo de Zeus y Electra. Sea como fuere, la diosa dio a luz a una hermosa niña que fascinaba a todo aquel que la mirara.

El mito de Deméter y Perséfone

El mito de Deméter cuenta que la diosa amaba tiernamente a su hija, a la que llamó Perséfone. Esta chica recorría los campos, fertilizando todo lo que encontraba a su paso y haciendo que la vida brotara por donde iba. Hades, el dios del inframundo, la observó y quedó enamorado de su belleza. En secreto, Zeus se la dio como esposa sin decirle nada a la madre.

Un día Perséfone estaba recorriendo los campos, como de costumbre. Iba por las tierras de Sicilia cortando flores, con las hijas de Océano, sus amigas. De repente, la tierra tembló y de las profundidades del suelo salió Hades con su carro. Perséfone gritó, llamando a su madre, pero fue inútil. Hades la raptó y la llevó con él a su reino.

Cuenta el mito de Deméter que cuando la diosa se dio cuenta de la desaparición de su hija, montó en cólera y convirtió a las hijas de Océano en sirenas. Quería castigarlas por no haber protegido suficientemente a Perséfone. Luego vagó durante nueve días en busca de su hija, sin comer, ni beber y emitiendo terribles lamentos por lo sucedido.

Una aventura nueva

Tras los nueve días de búsqueda, Hécate, diosa de la magia y de la brujería, escuchó sus lamentos y supo de su gran pena. Cuenta el mito de Deméter que esta llevó a la diosa rubia ante Helios, el sol, que todo lo veía y todo lo sabía. Esta divinidad le contó que su hija estaba en el mundo de los muertos.

Desesperada, pues no sabía cómo llegar al inframundo, Deméter decidió no volver al Olimpo y en cambio comenzó a vagar por la Tierra sin rumbo. Se disfrazó de anciana y así llegó a Eleusis y se sentó al lado de un pozo. Las hijas del rey Celeo y de la reina Metaneira llegaron allí para llevar agua y la diosa, con su disfraz, decidió mentirles.

Les dijo que venía de Creta y que unos piratas la habían raptado y luego liberado. Señaló que podía hacer cualquier trabajo doméstico y así fue acogida por el rey Celeo como niñera para su hijo menor, Demofonte. Deméter se encariñó mucho y decidió darle la inmortalidad; para esto tenía que hacer una serie de ritos, entre ellos, quemarle la piel en una hoguera.

La madre del niño la descubrió llevando a cabo este ritual y entró en pánico. Cuenta el mito de Deméter que la diosa se vio obligada a revelar quién era. No logró darle la inmortalidad al niño, pero, en cambio, le enseñó los secretos de la agricultura y este a su vez le transmitió esos conocimientos a los hombres.

Un reencuentro feliz

Mientras Démeter buscaba a su hija, olvidó sus tareas como protectora de las cosechas, de manera que la tierra comenzó a volverse estéril. Todo lo que se sembraba terminaba marchitándose y los hombres estaban comenzando a aguantar hambre. Preocupado por la situación, Zeus decidió hacer un acuerdo con Hades.

Finalmente llegaron al convenio de que Perséfone pasaría seis meses en el inframundo con Hades y otros seis en el Olimpo con su madre. Mientras Perséfone está en el averno, la tierra no produce nada; cuando se reúne con su madre, los campos se tornan fértiles. Así nacieron las estaciones.

Deméter pidió que se le hiciera un culto en Eleusis, donde la habían acogido con cordialidad. Dicho culto era secreto y ninguno de los que lo practicara en el futuro debía revelar sus pormenores. Una de las sacerdotisas fue torturada hasta la muerte para que contara los secretos, pero ella se resistió.

Al saberlo, la diosa rubia mandó una plaga a esa región y del cuerpo de la sacerdotisa, que se llamaba Melisa, hizo que salieran las abejas, grandes amigas de la fertilidad en los campos.

martes, 18 de febrero de 2020

La importancia de comprender que todo es pasajero

Cuando te encuentres atravesando un periodo de dificultad, recuerda que todo es pasajero. Esto te ayudará a mantener la calma y el optimismo.

A lo largo de nuestra vida, experimentamos una gran diversidad de estados emocionales. Cuando todo sucede acorde a nuestras expectativas, por norma nos sentimos eufóricos y exitosos. Pero, cuando hemos de hacer frente a desafíos y frustraciones nos vemos, con mucha frecuencia, embargados por el pánico. Si lográsemos comprender que todo es pasajero, podríamos relacionarnos con nuestras emociones desde una perspectiva más sana.

Por lo general, tenemos una concepción extremadamente dicotómica del mundo que nos rodea. Todo es blanco o negro, bueno o malo. De tal forma, las emociones positivas se convierten en deseables y las negativas en algo que tratamos de evitar a toda costa. 

A pesar de que resulta mucho más prudente dar espacio a ambas en nuestro interior, esto nos resulta verdaderamente complicado. ¿Por qué? Porque sentimos que estas se quedarán con nosotros para siempre.

La exigencia de la felicidad constante

Debido a nuestra tendencia a etiquetar, hemos condenado a las emociones negativas al destierro. Nos negamos a mirarlas, a escucharlas, a aceptarlas. Nos exigimos a nosotros mismos vivir en un perpetuo estado de felicidad.

Esta es una expectativa completamente irrealizable que nos lleva a comportamientos insanos y dañinos. Reprimimos nuestras emociones, las ocultamos, hacemos todo lo posible por distraer nuestra mente cuando estas aparecen. Pero es necesario comprender que no son más que reacciones naturales de nuestro cuerpo ante lo que acontece, que cumplen una función.

Igual que no todo lo que sucede es positivo, tampoco podemos pretender que todas nuestras emociones lo sean. Las circunstancias son cambiantes y, por ende, las emociones también. Generar la obligación de mantener un estado de ánimo elevado de manera constante solo nos aleja de ese sentimiento de plenitud que buscamos.

El temor a la tristeza infinita

El cambio forma parte del camino. Sea cual sea nuestra edad, habremos podido comprobar que ni la euforia ni la tristeza son eternas-aunque en alguna ocasión pueda darnos la sensación de serlo-. Una realidad que nos cuesta aceptar cuando nuestra mirada se ve contaminada por expectativas de futuro negativas o circunstancias adversas.

Cuando la vida nos golpea, las emociones negativas hacen su consecuente aparición. A la mayoría de nosotros no nos han enseñado a lidiar con ellas y continuamos viéndolas como el enemigo, por lo que en ese mismo instante comenzamos a desear deshacernos cuanto antes de ese incómodo sentimiento.

Así, ponemos en marcha todo nuestro arsenal de estrategias para evitar mirar de frente ese dolor. Salimos con amigos, reordenamos el armario, nos distraemos con libros y películas.

Hasta que, inevitablemente, llega el momento en que no queda otro remedio que hacer frente a la realidad y comprobamos que esas emociones no se han ido. Siguen ahí, creando nudos en la garganta y haciéndonos percibir el dolor de una forma casi física. Es entonces cuando el pánico se apodera de nosotros: nunca lograremos volver a sentirnos bien.

La agonía que experimentamos no proviene ya de lo ocurrido ni del sentimiento negativo que nos acecha. Ahora nuestro mayor temor es que estas emociones no desaparezcan.

Ya hemos agotado todos nuestros recursos de afrontamiento y ni siquiera hemos conseguido paliar su intensidad. Por lo que, ahora, la preocupación se suma a nuestra situación de vulnerabilidad.

Todo es pasajero

Es en esos momentos, cuando más necesitamos recordar aquello que ya sabemos y tantas veces hemos comprobado: todo es pasajero. La tristeza se irá, el miedo comenzará a aflojar; un día, cuando menos lo esperes, te encontrarás sonriendo de nuevo.

El único método para acelerar el proceso de sanación es atreverte a vivirlo. Atreverte a sentir, acoger la incomodidad y acompañarte a ti mismo. Si logras recordar que todo pasará, podrás mirar tu situación desde una nueva perspectiva. Te darás el permiso para aceptar esa natural reacción de tu cuerpo y aprender de ella.

La seguridad de que nada es eterno te permitirá mantener la calma durante la tormenta, y esperar con optimismo la llegada del sol. La vida no siempre es perfecta -de hecho, rara vez frisa este adjetivo-, y no necesitas que lo sea. Cada experiencia, a su manera, nos ayuda a crecer. Por ello, si tus fuerzas flaquean y te asaltan las dudas, recuerda que todo pasa.

lunes, 17 de febrero de 2020

¿Los hijos únicos son más narcisistas?

¿Has pensado alguna vez que la ausencia de hermanos hace que un hijo sea más narcisista? Pues bien, en este artículo analizamos qué hay de cierto en esta creencia tan extendida, y para algunos también, tan lógica.

A todos nos gusta obtener o contar con la aprobación de los demás. En este sentido, todos podemos mostrar una cierta tendencia narcisista no patológica. Sin embargo, si una persona está demasiado preocupada por su autoestima y busca de manera constante la aprobación de los demás, lo más probable es que haya desarrollado o desarrolle el trastorno narcisista de la personalidad.

A los niños les ocurre exactamente lo mismo y pueden tener tendencias narcisistas o desarrollar el trastorno. Esto va a depender del núcleo familiar y del estilo de crianza dado. ¿Creéis que los hijos únicos son más narcisistas que los hijos que tienen hermanos?

Así, en este artículo analizaremos si las investigaciones apoyan la hipótesis de que los hijos únicos son más narcisistas que los hijos que tienen hermanos. Quizás, el título nos sugiera que sí. Pero, ¿será esto verdad?

¿Qué es el trastorno narcisista de la personalidad?

Hablamos detrastorno narcisista de personalidad como el patrón generalizado que engloba grandiosidad. Esta grandiosidad se manifiesta en el pensamiento y en el comportamiento de la persona. Además, incluye una necesidad imperiosa de admiración y una falta de trato empático o empatía hacia las demás personas.

Para Freud, el narcisismo se podía considerar primario y secundario, el primero implica una falta de relación con el mundo externo; mientras que en el narcisismo secundario no hay relación con objetos que no sean el propio yo o representantes de este (Serra y Jacqueline, 2016).

Según Caballo (2004):«las personas con trastorno narcisista de la personalidad se caracterizan por mostrarse ambiciosos y sensibles a la evaluación de aquellos que los rodean, ya que dicha evaluación da como resultado sentimientos de vergüenza, rabia, ira, humillación e incluso puede ocasionar que la persona con el trastorno niegue sus errores. Es importante mencionar dentro de las características del trastorno que las personas tienden a  relacionarse de manera que puedan explotar a los demás debido a su poca empatía».

¿Cómo se desarrolla el narcisismo en los hijos?

El narcisismo en muchos casos es producto de un entorno familiar donde los niños son amados y mimados solo cuando alcanzan ciertos logros. El niño experimenta sentimientos agradables, como orgullo, confianza, fortaleza y singularidad, siempre que muestre el comportamiento y el éxito que sus padres esperan y reciba sus elogios.

Cuando el niño no recibe elogios, todo su ser se llena de sentimientos de vergüenza, insuficiencia y celos. Estas emociones llevan al niño a creer que no son aceptados o amados y, por tanto, genera en los hijos una inestabilidad emocional importante. Es fácil que un niño que experimenta emociones negativas como estas se llene de ira.

Una rabia que el niño muchas veces esconde por temor a que dañe la relación, ya de por sí tensa, con sus padres. Estas emociones están acompañadas por la soledad, el vacío y la ansiedad. A medida que el niño sigue experimentando elogios y críticas, va y viene entre emociones y pensamientos contradictorios.

Cuando el niño logre el éxito, surgirán sentimientos de superioridad y singularidad sobre los demás y querrá que todos los demás se sometan a su voluntad. En caso de fracaso o rechazo, él o ella experimentará sentimientos de inferioridad e insuficiencia, así como soledad y desilusión. Ir y venir entre estas emociones contradictorias se convierte en la esencia que da forma a la existencia de un niño.

¿Será cierto que los hijos únicos son más narcisistas?

Probablemente todos hayamos pensado que sí y creamos que el hecho de ser criados sin hermanos agudiza la presencia de rasgos narcisistas en los hijos. Sin embargo, un estudio llevado a cabo por unos investigadores alemanes ha logrado desmentir ese mito.

Según el estudio dirigido el pasado año por el investigador Michael Dufner, los hijos únicos no son más narcisistas que aquellos que tienen hermanos y hermanas, como se pensaba hasta el momento.

En palabras de Michael Dufner: «la gente cree que los hijos únicos son más narcisistas que aquellos que tienen hermanos, pero esto no es cierto«. Esto nos deja claro una vez más que tenemos que dejar de lado los estereotipos.

domingo, 16 de febrero de 2020

Las 4 etapas de la vida según Carl Jung

El ciclo vital del ser humano, según Carl Jung, se define por una búsqueda a lo largo de cuatro etapas. Durante las mismas, nuestras necesidades cambian, hasta dejar de apegarnos a lo material para adquirir un sentido más espiritual.

Las 4 etapas de la vida según Carl Jung conforman un ejercicio de valiosa reflexión para el cual, no pasa el tiempo. Así, el célebre psiquiatra suizo y fundador de la psicología analítica nos invita a esos universos profundos y míticos de la psique humana, ahí donde revelarnos conceptos tan conocidos por todos como «el inconsciente colectivo», «la sincronicidad» o «los arquetipos».

Son precisamente estos últimos, los arquetipos, los que tejen y dan forma a su interesante teoría sobre las etapas vitales. Fue en su trabajo El hombre y sus símbolos, el libro que se publicó poco antes de su muerte, donde quiso transmitir al gran público en general la trascendencia de esta idea. Para él, la simbología y en concreto, los arquetipos, son imágenes que contienen nuestra esencia a lo largo de la historia y la propia cultura.

Son patrones arcaicos y universales que se contienen en el propio inconsciente colectivo. Sacarlos a la luz, entenderlos y desgranar su mensaje nos ayudará a conocernos mejor. También, a mejorar como personas para alcanzar la plenitud. Por ello, su idea sobre las etapas de la vida no busca solo ilustrarnos sobre una más de sus ideas o teorías.

Lo que pretendía con ello es concienciarnos de algo muy concreto. A menudo, avanzamos por la vida creyéndonos competentes, creemos que tenemos todas las verdades y que nada se nos puede resistir. Sin embargo, para madurar, crecer y envejecer de manera plena y acertada, necesitamos ser más humildes y más receptivos.

Las 4 etapas de la vida según Carl Jung

Fue casi durante sus últimos años cuando Carl Jung volcó gran parte de su trabajo en un objetivo: la iluminación. Iluminación entendida como ejercicio de transmisión de conocimiento. Su intención era facilitar un ejercicio de reflexión al gran público por el que cualquier persona fuera capaz de entender que la sabiduría es lo que da la libertad y la felicidad.

Así, y tomando sus propias palabras, «nuestra visión solo se aclarará cuando miremos a nuestro interior, cuando entendamos nuestros sueños y esos procesos de nuestra psique. En ese momento, justo cuando entendamos qué hay dentro, despertaremos». De este modo, su teoría sobre las 4 etapas de la vida busca esa misma finalidad, despertarnos, hacernos entender qué somos y cómo podemos mejorar. Conozcámosla más en profundidad.

1. La etapa de Hércules o el atleta

Como bien señalábamos al inicio, la teoría de Jung sobre las etapas de vitales parte del concepto de los arquetipos. De este modo, la primera fase de nuestra existencia representa la figura de Hércules o el atleta. Es en efecto, un héroe, todo él reluce, nos llena admiración, representa el atrevimiento y la gallardía, pero también el culto al cuerpo.

Hércules representa la fuerza y también la vistosidad corporal. Así, durante la primera etapa vital es común que nos obsesionemos por lo físico, tanto por el nuestro como por el de los demás. Vivimos observando nuestro reflejo en los espejos y valorando la belleza y la fuerza ajena, como si ese conjunto fuera la clave del éxito.

2. Apolo o el mundo del Guerrero

Poco a poco, y según la teoría de las 4 etapas de la vida según Carl Jung, vamos dejando esa fijación por la apariencia para centrarnos en otras metas. Queremos poseer, conquistar, acumular… Nos alzamos como auténticos Apolos en busca de nuevos logros para sentirnos bien.

Esta conducta nos aboca a menudo al egoísmo, a querer lo que tiene el otro, a subir en escalafones, a batallar en nuevos escenarios para alcanzar éxitos. Somos guerreros materialistas que no miran el mundo desde el corazón y que viven centrados en el ansia por conseguir refuerzos, cosas y nuevas sensaciones.

3. El sacerdote o la sensación de carencia

En la tercera etapa de nuestra existencia, según la teoría de Carl Jung, acontece algo bastante común: la sensación de carencia. El ser humano toma conciencia de que todo lo logrado hasta el momento no lo hace sentir completo; ansía un cambio.

Este giro de sentido vital hace que la persona se vuelque entonces en los demás. Se alza por tanto el arquetipo del sacerdote, aquel que deja de estar apegado a lo material para centrarse más en lo emocional, en ayudar a los suyos, en conferir apoyo. Su objetivo es «dar», proyectar lo que uno es, lo que uno siente y posee para beneficio ajeno.

4. La etapa espiritual de Hermes

En la cuarta fase de la teoría de las 4 etapas de la vida según Carl Jung, se abre un momento donde dar un paso más. Es ese donde seguimos teniendo la sensación de que en nosotros falta algo. Ayudar a otros, ofrecer, atender, cuidar e incluso amar no es suficiente y, por tanto, ansiamos algo más.

Esa búsqueda nos lleva al plano espiritual. Ya hemos trascendido a lo puramente material e incluso a lo afectivo, para observarnos a nosotros mismos desde el exterior y entender que aún podemos mejorar un poco más. Podemos hacerlo siendo virtuosos, cultivando nuevos saberes, aprendizajes, elevando el conocimiento al máximo para entender a su vez, que todo está conectado, que el ser humano puede ser excepcional.

Esta idea encaja muy bien en las palabras de Lao-Tse, «¿puedes alejarte de tu propia mente y así entender todas las cosas? Dar luz, aprender, tener sin poseer, actuar sin expectativas, liderar y no tratar de controlar: esta es la virtud suprema»

Para concluir, tal y como hemos podido intuir, la teoría de las etapas vitales de Jung representa nuestra búsqueda. Conforma de algún modo, ese camino donde ir alcanzando la autorrealización a medida que nos volvemos más humildes, menos aferrados a los aspectos materiales. Una buena reflexión, no hay duda.

sábado, 15 de febrero de 2020

La ley del hielo, una forma disfrazada de abuso psicológico

La famosa ley del hielo es un recurso muy utilizado por personasque aparentemente gozan de un gran autocontrol y presumen de ser racionales antes que intuitivos. Al mismo tiempo, corresponde no solo a una expresión de violencia pasiva, sino también a un mecanismo disfrazado de abuso psicológico. Esto quiere decir que daña profundamente a la persona sobre la que se aplica.

Se le llama ley del hielo a ese conjunto de comportamientos que tienen por objetivo ignoraral otro. Se da en todo tipo de relaciones: pareja, amigos, padres e hijos, familiares, etc. Implica la existencia de un conflicto previo. Sin embargo, en algunas ocasiones, la víctima de este tipo de conductas ignora dicho conflicto, precisamente porque el otro no se lo ha expresado abiertamente.

A la ley del hielo corresponden acciones como dejar de hablarle a alguien, no tomar en cuenta lo que el otro dice o fingirque no se le escucha; tomar distancia y evitar la compañía de determinada persona, como si estuviera contagiada de algo; pasar por alto las peticiones o necesidades expresas y llevar a cabo cualquier conducta que tenga como objetivo anular o invisibilizar a alguien.

Este tipo de comportamientos son bastante nocivos. No solo denotan inmadurez, mezquindad y falta de inteligencia emocional, sino que también pueden causar graves efectos en el otro. Constituyen un intento por controlary vejar a los demás y no representan nada positivo para una relación.

La ley del hielo puede causar estrés emocional y traumas

La persona a quien otro le aplica la ley del hielo puede llegar a experimentar sentimientos negativos muy intensos. Piensa que Ignorar a alguien es devaluarlo e incluso anularlo. Además, esto se torna más insano cuando todo se da en el marco de un silencio duro y crudo, que la víctima no sabe finalmente interpretar.

Quien es ignorado, eventualmente se sumerge en sentimientos de tristeza que a veces se convierten en depresión. También siente ira, miedo y culpa. Ignorar a una persona es una forma de señalarla con el dedo, de acusarla, pero de manera implícita. Eso es precisamente lo que convierte este mecanismo en una forma enfermiza de afrontar un conflicto.

La víctima de este tipo de comportamientos también suele llenarse de angustia. No termina de saber qué está haciendo mal o por qué exactamente se le trata de este modo. Experimenta la situación como si hubiera perdido el control y esto origina un fuerte estrés. De ahí que se le considere una forma de abuso en la que no hay gritos, ni golpes, pero sí mucha violencia.

La ley del hielo genera también efectos físicos

Hay estudios que prueban que el sentimiento de estar siendo excluido o ignorado da lugar a algunos cambios en el cerebro. Existe una zona llamada “corteza cingulada anterior”, cuya función es la de detectar los diferentes niveles de dolor en el ser humano. Pues bien, se comprobó que esta zona se activa cuando a alguien le aplican la ley del hielo.

El resultado de esto es que también comienzan a aparecer síntomas físicos. Es usual que se presenten dolores de cabeza y problemas digestivos. También es frecuente la aparición de insomnio y fatiga. Si la situación es muy severa y continuada, surgen problemas más graves, como incremento de la presión arterial, diabetes e incluso enfermedades como el cáncer.

El sistema autoinmune también se ve afectado, principalmente por las altas dosis de estrés que provoca esta situación. Las consecuencias son más graves cuando quien aplica la ley del hielo es una figura de poder, bien sea un maestro, un padre o un director.

Aprender a sortear este tipo de situaciones

A veces la ley del hielo se aplica entre dos personas que se tienen mucho afecto, como los miembros de una pareja, grandes amigos, hermanos, etc. Algunos piensan que al imponer ese régimen el otro va a cambiar algún comportamiento o va a hacer que el otro haga lo que ellos quieren que haga. Lo consideran casi una herramienta educativa. Sin embargo, están muy equivocados. Ignorar al otro como una forma de castigo solo destruye las relaciones.

Como muchas tácticas, en el fondo defensivas y frutos de la inseguridad, esta revela una mala gestión de la comunicación. El silencio es sano cuando hay mucha exaltación y se hace necesario hacer una pausa antes de agravar lo que sucede. Sin embargo, cuando se usa como medio de control o de castigo se convierte en abuso.

Nadie debe permitir pasivamente ser ignorado por otro, al menos no sin tener una explicación de su comportamiento. Tampoco nadie debe intentar resolver un conflicto a través de la ley del hielo. Cuando hay un problema entre dos seres humanos, lo único sano es buscar la manera de dialogar para encontrar soluciones. El silencio y la distancia solo generan más equívocos y, al final, no solucionan absolutamente nada.