miércoles, 30 de septiembre de 2020

¿Por qué me enamoro tan fácilmente?

Los enamoradizos no son siempre personas felices. Detrás de quien se ilusiona al instante hay una peligrosa tendencia a idealizar, así como determinadas carencias que buscan ser nutridas con amores que rara vez duran y que a veces hasta duelen.

“¿Por qué me enamoro tan fácilmente?, ¿por qué me ilusiono enseguida a pesar de tener tantas historias fallidas a mis espaldas?”. Son muchas las personas que se hacen estas mismas preguntas a diario, incapaces de entender el por qué de esos sentimientos atolondrados, de esa sensación de efusividad cada vez que alguien nuevo irrumpe en sus vidas.

Dicen que la personalidad enamoradiza es aquella que va saltando de flor en flor, que les define la inmadurez emocional y hasta ciertos sentido de irresponsabilidad. Al fin y al cabo, en ocasiones, dejan una relación para iniciar una nueva, desechando amores para abrazarse a unos nuevos y aprovechar ese “subidón de dopamina y serotonina”. Ahora bien, más allá de si esto puede ser o no aplicable a todos los casos, hay un hecho innegable.

También se sufre. Quien se define por esa volatilidad afectiva, por enamorarse cada dos por tres, por ilusionarse con unos, aburrirse de otros, soñar con ese nuevo vecino, desear a esa nueva compañera de trabajo o empezar a ver de otro modo a esa persona que cada día sirve el café, sufre decepciones y puede ser herido de muchas maneras.

No todos los amores son correspondidos. Y no todas las parejas acaban siendo lo que uno pensaba en un primer momento. Porque el enamoradizo siempre se precipita, corre el peligro de ver lo que no es y, en ocasiones, hasta deja a un lado su autoestima y dignidad. Analicémoslo con detalle.

¿Por qué me enamoro tan fácilmente? Estas son las causas

Nada es tan emocionante como enamorarse. El cerebro queda atrapado en ese naufragio químico orquestado por los neurotransmisores. La mente se inflama de ilusiones, fantasías y deseos. Pocas cosas son tan agradables como esa atracción que de buenas a primeras podemos llegar a experimentar por ese alguien que, de pronto, irrumpe en nuestra vida.

Arthur Aron, psicólogo social experto en motivación de la Universidad de Nueva York, nos habla en un estudio de un término interesante: la expansión del yo. Cuando conocemos a alguien deseable, cuando irrumpe en nuestra vida una persona que nos atrae, esa intensidad emocional nos magnifica, renueva las expectativas y hasta ponemos más atención en nosotros esperando ser deseables para el otro.

Podríamos decir que al enamorarnos no solo la vida se ve de otro modo, también nosotros nos vemos diferentes. Es como revestirnos de una positividad efervescente y esa sensación puede resultar muy adictiva para las personas enamoradizas. No obstante, veamos más razones que pueden explicar este hecho.

Tendencia a idealizar: una forma de sufrimiento

“¿Por qué me enamoro tan fácilmente?”. En ocasiones, tras esta cuestión hay una respuesta muy concreta: porque idealizas en exceso. Puede, tal vez, que seas de esas personas con una tendencia natural a poner un filtro dorado a los demás, colocando ingredientes extra en quien te atrae, en quien llama tu atención.

Decía Sigmund Freud que, en ocasiones, cuando elegimos a alguien lo que hacemos es dotarlo de dimensiones que a nosotros nos gustaría tener: seguridad personal, ingenio, originalidad, carisma, encanto, brillantez intelectual… Es decir, los enamoradizos pueden proyectar sobre los demás aquello que ellos más admiran y desean.

Baja autoestima: busco a cualquiera que llene mis vacíos

Cuando uno camina por el mundo con una notable baja autoestima busca a la desesperada algo o alguien que cubra sus carencias, sus inseguridades. Así y casi sin darnos cuenta, nos sentimos atraídos por cualquiera que nos trate bien, por quien nos haga un halago, nos trate con cariño o destaque alguna de nuestras virtudes. Cuando uno se ama muy poco o nada, se conforma con migajas.

Me ilusiono enseguida  (la adicción al enamoramiento)

Hay adictos al enamoramiento, pero no al amor. Es decir, quien se pregunte eso de “¿por qué me enamoro tan fácilmente?” debe plantearse que, tal vez, sea adicto a la dopamina, a ese neurotransmisor que emerge con fuerza en las primera frase de la atracción. Es ese amor engañoso que surge con la atracción, con la mente que se ilusiona, que fantasea y divaga con el puro deseo.

Esas sustancias que segrega el cerebro en las primeras etapas del enamoramiento son muy placenteras. Tanto, que uno siempre acaba cayendo en ellas. Aún no acabamos de iniciar una relación con alguien cuando al poco surge un desconocido o desconocida que nos atrae de manera irremediable. Independiente de si eso acabe en un encuentro sexual o no, en una relación o no, el cerebro no puede evitar ilusionarse.

La personalidad dependiente

Detrás de la personalidad dependiente está, a menudo, el miedo a la soledad. También el perfil de quien necesita tener siempre a alguien de la mano, sin necesidad de que ese alguien, sea el apropiado. Lo importante es tener a una persona al otro lado de la almohada, al otro lado del sofá.

Ese temor y esa angustia a la soledad hace que se sientan atraídos por cualquiera que, en un momento dado, muestre interés por ellos. Algo así puede hacer que vayan «saltando» de persona y persona y relación y relación, cada vez que alguien demuestre algún tipo de deferencia o deferencia.

¿Por qué me enamoro tan fácilmente? Porque no aprendo de las experiencias pasadas

Hay personas que no aprenden de sus errores. Es más, por muy dolorosas que hayan sido las experiencias del pasado, las vuelven a repetir. ¿Por qué sucede? Respecto a este tema hay un dato interesante. Tilmann Klein y el Dr. Markus Ullsperger del Instituto Max Planck de Leipzig, (Alemania) nos hablan en un artículo los avances de una investigación que están realizando.

La razón por la que algunas personas no aprenden de sus fracasos o errores, podría tener un origen genético y orquestado por lo que se conoce como mutación A1. Esta alteración lo que hace es reducir el número de receptores D2 en el cerebro, que son los sitios donde se acopla la dopamina.

¿En qué se traduce esto? En no tener ya ningún interés ni motivación en aprender de los fallos del pasado. De forma que uno los repite de manera continuada.

Para concluir, no deja de ser importante conocer qué orquesta el comportamiento enamoradizo. Saber la causas que motivan el que uno se ilusione casi de manera constante de unas personas y después de otras nos puede ayudar a controlarlo. Al fin y al cabo, estas situaciones lo último que traen es felicidad. Pensemos en ello.

martes, 29 de septiembre de 2020

¿Qué es la clinomanía?

¿Sabes qué es la clinomanía? Se trata de un deseo irrefrenable de permanecer en la cama. Pero, ¿es patológico? ¿Cómo se manifiesta? Aquí encontrarás todas las respuestas.

¿Has escuchado hablar alguna vez sobre la clinomanía? Se trata de un trastorno de ansiedad en el que el síntoma principal es un deseo irrefrenable de querer quedarse acostado en la cama. Este síntoma genera malestar y tristeza, además de otros síntomas, y todos ellos acaban interfiriendo de forma importante en la vida de la persona que padece clinomanía.

Pero, ¿qué síntomas añadidos conlleva la clinomanía? ¿Qué más sabemos? Aunque se trate de un trastorno en sí mismo, es decir, puede (y suele) aparecer aislado, lo cierto es que también puede aparecer de forma comórbida a otros trastornos mentales. ¿En cuáles? ¡Descúbrelo todo aquí!

¿Qué es la clinomanía?

La palabra clinomanía proviene del griego y se traduce literalmente como ‘la obsesión con el sueño’. Así, también denominada clinofilia, la clinomanía consiste en una obsesión o necesidad extrema de permanecer en la cama durante muchas horas al día sin una causa orgánica (enfermedad o medicación) que lo explique. Se clasifica como un trastorno de ansiedad. Pero, ¿cómo sabemos que padecemos clinomanía? ¿Cómo se manifiesta?

La realidad es que a muchas personas les gusta permanecer en la cama; ya sea justo cuando se despiertan (esos “cinco minutitos más”), durante la siesta o cuando se van a dormir. Esto es bastante habitual y no tiene por qué suponer un problema. Sin embargo, podemos hablar ya de la existencia de una problemática; en este caso, padecer clinomanía cuando el deseo de permanecer en la cama acaba convirtiéndose en una obsesión.

Por otro lado, también debemos preocuparnos por el hecho de que permanecer en la cama más horas de las habituales interfiere en el día a día y en el funcionamiento habitual; un ejemplo sería llegar tarde al trabajo varios días seguidos por esta razón, dejar de atender a nuestros hijos, que se nos queme la cena, etc. Todo esto, se entiende, debería ocurrir en más de una ocasión para pensar que padecemos clinomanía (todos podemos tener un despiste).

Síntomas de la clinomanía

Hemos visto una definición genérica de la clinomanía. Pero, ¿cuáles son sus síntomas asociados? Resultará útil, para saber si padecemos este problema, observar si manifestamos alguno(s) de ello(s). Los más habituales son los siguientes:

  • Obsesión creciente por todo lo relacionado con la cama y sus accesorios: cojines, sábanas, colchas, etc.
  • Dificultades para levantarse de la cama cada vez que lo intentamos, como si una fuerza invisible tirara de nosotros y nos lo impidiera.
  • Aparición de cambios de humor repentinos; por ejemplo alegrarnos cuando debemos quedarnos en casa (o en la cama) y sentirnos decaídos cuando hemos de salir de ella.
  • Sensación de profundo confort cuando nos acostamos en la cama.
  • Cada vez más, en el tiempo libre nos limitamos a permanecer acostados en la cama, reduciendo el número de actividades fuera de casa y con amigos o familiares.

¿Cómo afecta la clinomanía a nivel psicológico?

Hemos visto los síntomas más frecuentes de la clinomanía, que pueden detectarse fácilmente durante nuestro día a día. Pero, de forma más concreta, ¿sabemos cómo nos afecta este trastorno a nivel psicológico? Veamos de forma resumida los síntomas psicológicos que origina,

  • Sentimientos de culpabilidad: éste aparece por el hecho de permanecer tantas horas en cama. Puede convertirse incluso, o ir asociado a, un sentimiento de inutilidad. Es decir, en la clinomanía la persona puede sentirse culpable por tantas horas sin hacer nada más que dar vueltas y dormitar dentro de la propia cama.
  • Sentimientos de tristeza: como en un círculo vicioso, la persona está más horas en cama, lo que hace que pierda interés en otras cosas, y el no interesarse por nada hace que tienda a estar más en la cama. Todo esto acaba originando sentimientos de tristeza, apatía, abulia y desmotivación.
  • Sentimientos de soledad e incomprensión: siguiendo con el círculo vicioso comentado, la persona deja de hacer cosas y de relacionarse con los demás, lo que acaba generando más apatía y un profundo sentimiento de incomprensión y soledad.
  • Aislamiento social: finalmente, la persona acaba aislándose del resto del mundo, en su propia cama. Esto sería un signo de alerta que nos indica que realmente tenemos un problema de clinomanía.

¿La clinomanía se asocia a otros trastornos?

La realidad es que la clinomanía constituye, por sí misma, un trastorno de ansiedad. Sin embargo, también es cierto que es frecuente que vaya asociada a otros trastornos mentales característicos. Dos de los más comunes son: la depresión y la esquizofrenia.

En la depresión, aparecen síntomas como la anhedonia, la abulia o la apatía. A su vez, estos síntomas se relacionan con la clinomanía, ya que implican una pérdida de ganas, de disfrute y de voluntad para hacer nada. Así, la persona con depresión que presenta estos síntomas, es más probable que manifieste también clinomanía y que tienda a quedarse largas horas en cama.

Además, en la depresión aparecen numerosos trastornos del sueño (insomnio, somnolencia diurna, sueño no reparador…). De hecho, el Instituto del Sueño afirma que el 80 % de los pacientes con depresión se queja de un deterioro tanto en la cantidad como en la calidad del sueño. Según el propio Instituto, la alteración del sueño que más se asocia con la depresión es el insomnio, donde aparecen dificultades para iniciar y/o mantener el sueño.

En el caso de la esquizofrenia, es posible que aparezca clinomanía en la esquizofrenia de subtipo catatónico, con síntomas relacionados como: catalepsia o inmovilidad, rigidez corporal, etc. Si estos síntomas aparecen en la cama, aunque su naturaleza sea diversa, podemos hablar de clinomanía.

Igual que ocurre con la depresión, en la esquizofrenia también pueden aparecer alteraciones del sueño. Según Lundbeck Institute, la esquizofrenia altera el sueño y los ritmos circadianos. Lógicamente, el tratamiento de una clinomanía a otra variará (sin trastorno mental de base), porque como vemos, aquí sí existe un trastorno mental subyacente.

lunes, 28 de septiembre de 2020

Me siento inferior a los demás: ¿qué puedo hacer?

 En ocasiones, el hecho de haber pasado por una relación de pareja abusiva puede dejar en la persona un claro sentimiento de inferioridad. Son heridas a la autoestima que deben ser reparadas. Lo analizamos a continuación.

“Me siento inferior a los demás, he tenido épocas mejores y momentos peores, pero a día de hoy no me veo competente para casi nada”. Este tipo de razonamiento se da con más frecuencia de la que pensamos. Es más, en ocasiones, tenemos a personas muy bien preparadas y aparentemente seguras de sí mismas que evidencian esta baja autoestima casi corrosiva que limita sus vidas.

Menosprecio hacia uno mismo, sentimientos de inadaptación, autoexigencia desmedida… A pesar de que gran parte de nosotros identifiquemos al instante los rasgos del clásico complejo de inferioridad definido por Alfred Alder en su día, cabe decir que estamos ante una dimensión mucho más compleja. Un ejemplo, muchos de estos casos pueden derivar en comportamientos autolesivos.

Aún más, si me siento menos que nadie, si me comparo con mis hermanos, amigos o compañeros de trabajo y me veo más torpe, menos competente o menos atractivo, puedo acabar odiando a quien me rodea. Cada persona, no obstante, desarrolla un tipo de conductas y dinámicas particulares. También tenemos a quien cae en aislamiento y hasta en depresión. Comprendamos un poco más este tipo de situaciones.

Me siento inferior a los demás: características y estrategias de afrontamiento

Quien vive sintiéndose incompetente, falible e inferior a los demás habita sin saberlo con enemigos internos feroces. Su mente, su diálogo interno y una experiencia pasada bastante lesiva apagan cualquier atisbo de autoestima, cualquier fortaleza del autoconcepto. Y convivir con el «yo no puedo», «mejor ni lo intento» y «esto no es para mí porque los demás son mejor que yo» destruye y agota.

Es interesante saber que el complejo de inferioridad fue acuñado por  el médico austríaco Alfred Adler, discípulo de Freud. Según él, todos los niños se definían por este rasgo dada su inferioridad en casi cualquier aspecto (tamaño, edad, sensación de poder). También comentaba que esa sensación, la de sentirse inferior, podía actuar como estímulo e impulso. Como necesidad para ir supérandonos día a día.

Hoy sabemos que no todos los niños asumen esa idea de ser inferiores a sus padres. Ahí tenemos, por ejemplo, el síndrome del emperador o el niño tirano. Es más, fue Gordon Allport quien señalaría que el sentimiento de inferioridad surge a partir de malas experiencias vividas en cualquier momento y el modo en que las interpretemos.

Esa vivencia puede calar de manera profunda en nosotros estancándonos, sumiéndonos en un estado emocional negativo y duradero. Analicemos un poco más los desencadenantes y las estrategias de afrontamiento asociadas en cada situación.

Estrategias para manejar los sentimientos de inferioridad con origen en la infancia

Crecer en un entorno familiar en el que rara vez se recibieron refuerzos positivos merma nuestro autoconcepto. Aún más, tener un hermano que siempre se llevaba los halagos o simplemente haber pasado los primeros años en un entorno exigente o despreciativo, hiere de manera profunda en el autoconcepto y la autoestima.

¿Qué podemos hacer en estos casos?

  • Reformular, separar y reescribir. Cuando uno vive una infancia definida por la carencia debe reformular y reescribir cada cosa transmitida, sentida e inculcada por otros. Es un trabajo de reestructuración de pensamientos casi constante. Si nuestra madre nos convenció de que no servíamos para esto y por aquello, es momento de cambiar ese pensamiento  “¿por qué no puedo ser bueno para eso que deseo? ¿quién lo dice? ¿y si lo intento?”.
  • Autoeficacia. Cuando una persona se dice aquello de “me siento inferior a los demás” posee un sentido de autoeficacia muy bajo. Ya desde niños les hicieron creer que eran torpes, falibles, flojos, ineptos… Para fortalecer la autoestima hay que trabajar la autoeficacia y para ello, es necesario involucrarse en pequeños objetivos y tareas con las que demostrarse a sí mismos de lo que son capaces.
Tras una lesión abusiva, me siento inferior a los demás ¿qué puedo hacer ahora?

Tener una relación afectiva con un narcisista. Haber vivido varios años con alguien que nos maltrataba. Dejar por fin una relación basada en la dependencia… Todas estas vivencias pueden lesionar el autoconcepto hasta convertirnos en alguien diferente: alguien definido por los miedos. 

¿Qué podemos hacer en estos casos?
  • Fuera culpas. Tú no eres responsable de lo sucedido, no cargues sobre ti más negatividad y desprecio. Es momento de sanar tras todo lo vivido.
  • Empodérate. Es momento de levantar el rostro y preguntarte qué deseas. Traza nuevos planes en el horizonte, conoce gente nueva, apóyate en quien te quiere para recordar que la vida merece la pena, qué tu vales para lo que deseas.
  • Reconstruye tu autoestima día a día. Haz un cambio que te haga sentir bien y competente, como iniciar un curso, buscar otro trabajo, pensar en proyectos nuevos…
Sentimiento de inferioridad por raza, aspecto físico, discapacidad, limitaciones puntuales…

Otra razón por la cual es común experimentar sentimientos de inferioridad tiene su origen en aspectos sociales, físicos, culturales, etc. Ser una persona con sobrepeso, tener un color de piel determinado, estar dentro del espectro autista, sufrir una discapacidad… Todos estos hechos puede hacer que en ciertos casos, alguien se sienta en desventaja. ¿Qué podemos hacer en estos casos?
  • Cuidado con las profecías autocumplidas. Los sentimientos de inseguridad e insuficiencia alimentan de manera ineludible las profecías autoincumplidas. Es decir, si doy por sentado que no me cogerán en ese puesto de trabajo por tener baja estatura, por ser de otra religión, por ser obeso, etc… y decido no ir por esas razones, estoy limitándome yo mismo.
Las personas con baja autoestima esperan pocas cosas de sí mismas y nada del entorno que le rodea. Es necesario cambiar este enfoque y darnos oportunidades.
  • Vales más de lo que piensas y debes demostrártelo a ti antes que a los demás. La esencia de un complejo de inferioridad es caer atrapado en un ciclo de pensamientos, sentimientos y comportamientos negativos. Empieza a crear nuevos pensamientos y a alimentar nuevas emociones: “no tengo que demostrarle a nadie lo que valgo, no debo compararme con nadie porque a partir de hoy yo soy mi mejor referencia. Y voy a invertir en aquello que deseo lograr”.
Sentimientos de inferioridad y trastornos mentales

Hay un último aspecto que no podemos dejar de lado. Ideaciones como  “me siento inferior a los demás” aparecen también en múltiples trastornos psicológicos. Estudios como los realizados en la Universidad de Hamburgo por parte del doctor Stephen Moritz, por ejemplo, nos demuestran que los sentimientos de inferioridad suelen aparecer también en pacientes con esquizofrenia.

Por otro lado, las personas con un trastorno de la personalidad dependiente o el trastorno de personalidad por evitación también lo manifiestan. Asimismo, tampoco podemos obviar que detrás de la conductas autolesivas o incluso en los trastornos de la alimentación también puede estar presente.

En estos casos, es prioritario recibir ayuda profesional especializada. Albergar el sentimiento constante de que uno no sirve para nada y que los demás nos superan en todo delimita de forma abrumadora la calidad  de vida. No dudemos en recurrir a la terapia psicológica para redefinir ideas, sanar autoestimas y fortalecer autoconceptos.

domingo, 27 de septiembre de 2020

¿Cómo ayudar a una persona con hipocondría?

¿Qué es la hipocondría? ¿Cuál es su origen? ¿Qué podemos hacer para ayudar a las personas que la sufren? En este artículo vamos a tratar de responder a estas preguntas.

Ayudar a una persona con hipocondría no suele ser tarea fácil. Exponerse a los síntomas preocupantes de estas personas puede generar una sensación de frustración y desgaste en la familia, cuando los recursos disponibles para poder ser agentes de ayuda son limitados. A su vez, es frecuente que estas personas puedan sentirse invalidadas emocionalmente por su entorno con respecto a sus quejas, favoreciendo la sensación de soledad y aislamiento.

Con independencia que la enfermedad sea potencialmente real o percibida, los síntomas físicos que ocasionan la queja son realmente experimentados (no se trata de una simulación). Aunque los exámenes médicos descarten la presencia de una enfermedad de origen físico, las preocupaciones de la persona con hipocondría suelen motivarla a pedir más exámenes y pruebas que confirmen sus sospechas o apoyen su certeza frente a los demás.

La hipocondría: componentes emocionales y conductuales

La hipocondría se caracteriza por la preocupación excesiva en torno a la salud del individuo y sus posibles causas. El componente emocional clave en la hipocondría es el miedo. Un temor que está orientado de manera específica a la salud. Así, el individuo atribuye la mayoría de señales que obtiene del cuerpo a una enfermedad potencialmente grave por la que peligra su bienestar e incluso su vida.

En muchas ocasiones, el miedo está vinculado con la ansiedad, siendo la parte visible de los trastornos ansiosos; concretamente, del trastorno de ansiedad generalizada.

Otro de los componentes claves en la hipocondría suelen ser las autoexploraciones repetitivas entorno a los síntomas físicos y los cambios que pueden producirse en el organismo (lunares, pesos, heridas, tipos de dolor…), tratando de extraer de esa observación el demostrar que esa enfermedad es real.

La hipocondría en la red: coleccionando enfermedades

¿Qué aparece en los buscadores cuando escribimos “dolor de cabeza”? El hecho de leer determinados síntomas que caracterizan algún tipo de enfermedad grave da a la persona claves, o lo que ella piensa que son claves, para el autodiagnóstico. A partir de ese momento, la secuencia habitual es que la persona busque todavía más información, prestando atención a la que cuadra con ese diagnóstico de partida y descartando el resto -sesgo de confirmación-.

De esta forma, las herramientas de búsqueda en la red se convierten en un arma de doble filo a la hora de generar y alimentar miedos asociados a la salud. Una información al alcance de todos que, mal interpretada y gestionada, puede alumbrar y alimentar miedos que ocasionen mucha ansiedad en la persona, dificultando en muchos casos la intervención: la persona está convencida de que tiene un problema real y no de que lo que siente es producto de su angustia.

Otro de los componentes claves en la hipocondría suelen ser las autoexploraciones repetitivas entorno a los síntomas físicos y los cambios que pueden producirse en el organismo (lunares, pesos, heridas, tipos de dolor…), tratando de extraer de esa observación el demostrar que esa enfermedad es real.

La hipocondría en la red: coleccionando enfermedades

¿Qué aparece en los buscadores cuando escribimos “dolor de cabeza”? El hecho de leer determinados síntomas que caracterizan algún tipo de enfermedad grave da a la persona claves, o lo que ella piensa que son claves, para el autodiagnóstico. A partir de ese momento, la secuencia habitual es que la persona busque todavía más información, prestando atención a la que cuadra con ese diagnóstico de partida y descartando el resto -sesgo de confirmación-.

De esta forma, las herramientas de búsqueda en la red se convierten en un arma de doble filo a la hora de generar y alimentar miedos asociados a la salud. Una información al alcance de todos que, mal interpretada y gestionada, puede alumbrar y alimentar miedos que ocasionen mucha ansiedad en la persona, dificultando en muchos casos la intervención: la persona está convencida de que tiene un problema real y no de que lo que siente es producto de su angustia.

¿Cómo ayudar a una persona con hipocondría?

Todos en algún momento y circunstancia nos hemos mostrado un tanto hipocondríacos. No obstante este tipo de preocupaciones en las personas con hipocondría suelen perdurar en el tiempo, siendo poco o nada sensibles a la opinión del especialista. La persona está tan convencida de que padecer una enfermedad grave que no encuentra alivio en los resultados de las pruebas y la interpretación que hace su médico. Dicho esto, queremos adelantar algunas claves para ayudar a una persona con hipocondría:

Valida su experiencia

Es uno de los puntos más importantes. En determinadas ocasiones, la persona con hipocondría se encuentra con una barrera que le impide expresar sus síntomas y sus miedos.

Por ello, la validación de la experiencia significa “poder correr con los zapatos de esa persona” entendiendo que puede sentirse así en sus circunstancias, en su manera de ver y entender el mundo en ese momento. No es un objetivo fácil; de hecho, solemos renunciar a alcanzarlo cuando utilizamos fórmulas más sencillas y peligrosas que se explicitan al utilizar frases como las siguientes:

  • “Eso no es nada”.
  • “Ya verás que te dice el médico que no es para tanto”.
  • “Mi padre realmente sufrió esa enfermedad y si la tuvieras no estarías así”.
  • “Pero si ya te ha dicho el médico que no, ¿por qué quieres ir otra vez?
Toma distancia del bucle del malestar

Es decir, no participar en las quejas motivo del individuo. Con frecuencia, la necesidad de reaseguración del paciente deriva en consultas a conocidos; de alguna manera, la persona hipocondriaca necesita que otros le digan que lo que tiene “no es nada” e incluso que su enfermedad imaginaria va a tener un buen pronóstico.

Esta calma que obtiene de los demás no suele durar demasiado tiempo, por lo que la persona no suele tardar en volver a reclamar esas palabras de alivio, entrando en un círculo muy peligroso.

Desarrollar actividades alternativas a las conductas de reaseguración

Actividades que sean del agrado del individuo y que sean incompatibles con las autoexploraciones realizadas en búsqueda de la confirmación de la enfermedad.

Hacer ejercicio físico como forma de distracción puede funcionar como un estresor en los primeros momentos, pues la actividad puede generar en el individuo señales que pueda sumar a todo el material recopilado para apoyar sus sospechas, su miedo o su autodiagnóstico.

Sin embargo, una vez hecho el ejercicio adecuado a su condición física en ese momento, lo que suele predominar en el cuerpo es una sensación de bienestar que difícilmente va a encajar con sus temores.

Anímale a solicitar ayuda

Es posible que la situación llegue a superar nuestros propios recursos. Que agote nuestra paciencia y nuestras energías. Llegar a este punto nunca es recomendable; es mejor pedir ayuda mucho antes. No obstante, si no lo hemos hecho todavía, ya no lo podemos dilatar más en el tiempo. Se trata de ayudar o animar a la persona a que busque ayuda psicológica.

La persona con hipocondría puede mostrarse reticente a dar este paso: puede pensar que, al hacerlo, está invirtiendo recursos en un lugar que no es el origen de su problema. En estos casos, para hacer que acuda a consulta podemos apoyarnos en que necesita a alguien que le ayude a calmar la ansiedad en vez de hablar de hipocondría, por mucho que sospechemos que esta es en realidad el origen de lo que le sucede.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Fobia a los insectos o entomofobia

La fobia a los insectos es una de las más frecuentes e incapacitantes. Hoy queremos conocer su origen y las opciones de intervención más eficaces.

¿Cuántas veces hemos encontrado una mosca en la cocina? Una experiencia que no es agradable, pero con la que podemos convivir. Ahora, imagina una persona que se paraliza ante esa misma situación, mientras que siente cómo la ansiedad va creciendo de manera exponencial. Su cuerpo responde como si se hubiera encontrado a un león, en vez de a un pequeño animal inofensivo. Este puede ser un relato, de los muchos que se dan en realidad, de la fobia a los insectos.

Esta situación, a pesar de no ser tan común, puede afectar notablemente la calidad de vida de quien la padece. Por lo tanto, es importante conocer algunas de las características de estas fobias, igual que entender su origen y conocer las intervenciones que han resultado ser más eficaces.

Definiendo las fobias

Una fobia es un trastorno marcado por la ansiedad, en el que hay un temor fuerte e irracional motivado por elementos que en realidad no resultan ser una amenaza. Muchas de ellas comienzan a manifestarse en la infancia y se trasladan a la vida adulta. Existen diferentes modelos para explicar cómo reacciona el cuerpo cuando presenta fobia. En este caso, no enfocaremos en un modelo de tres fases que puede explicar la presencia de fobia a los insectos:

  • Primera fase: existe una activación afectiva negativa, dada por un estímulo que considera como amenazante. Aun así, en esta fase no se produce ninguna acción defensiva.
  • Segunda fase: adquiere protagonismo la respuesta de parálisis y la atención focalizada, todo ello provocado por un estímulo amenazador de gran intensidad.
  • Tercera fase: en este caso, ya se presenta una defensa activa, en la que se incluye lucha o huida. Esta es provocada por la presencia e interacción con el estímulo que para la persona es amenazadora.
Por otro lado, es importante indicar que hay reacciones tanto físicas como psicológicas. En el caso, de las reacciones físicas, la principales estudiadas son las siguientes:
  • Cardiovasculares: aumento de la vasoconstricción en el sistema nervioso periférico e incremento de la frecuencia cardiaca
  • Electrodérmica: se relaciona especialmente con la sudoración en la piel, por lo tanto, hay un aumento de las respuestas conectivas en la piel
  • Reflejos defensivos: aumento de los reflejos como aumento de: parpadeo defensivo, la adrenalina en el cuerpo y de las constantes respiratorias.

Todas estas respuestas se activan con la presencia de cualquier tipo de insectos, en el caso en que haya presencia de fobia a los insectos.

Fobias específicas, fobia a los insectos

Existen múltiples clasificaciones de las fobias, y una de las más aceptada las distingue en tres grupos: fobias sociales, agorafobia y fobias simples, específicas y focales. En este caso, hablaremos de las últimas nombradas, ya que a estas pertenece la fobia a los insectos.

Entre las características que se deben tener en la fobia a los insectos podemos encontrar las siguientes:

  • La reacción o respuesta es desproporcionada respecto a los acontecimientos que se presentan en la situación. Puede responder de manera exagerada a una situación, la cual no es potencialmente peligrosa.
  • No puede ser razonada o explicada por parte del individuo.
  • Va más allá de control voluntario.
  • Lleva a la constante evitación de la situación temida.
  • Es desadaptativa y persiste a lo largo del tiempo.
Por lo tanto, la persona que sufre este tipo de fobia, puede desarrollar diferentes creencias sobre los insectos. Sumado a esto, la dificultad creada por la persona para enfrentar la situación temida.

Además, puede hacer una interpretación exagerada de los síntomas físicos que presenta cuando está enfrente del estímulo. En nuestro caso cuando estar frente a un insecto por la fobia a ellos.

En el caso específico de la fobia a los animales, las fobias se relacionan con unos animales específicos, como en este caso los insectos. El miedo suele alcanzar la máxima intensidad cuando los animales se encuentran en movimiento. Por otro lado, esta intensidad también suele crecer más rápido cuando la persona no encuentra una forma de escape o huida de la situación.

¿Cómo actúa el cerebro en la fobia a los insectos?

Se ha encontrado que existe un cambio en la actividad cerebral cuando se está frente al estímulo fóbico. En este caso, lo enfocaremos en la fobia a los insectos. Investigaciones más recientes, están las que usan imágenes estructurales y funcionales del cerebro. En ella han tomado protagonismo tres partes fundamentalmente:
  • Amígdala. Esta parte del cerebro es fundamental en las respuestas emocionales y defensivas, especialmente toma protagonismo en las respuestas frente a amenazas. Asimismo, está implicada en la formación de asociaciones de estímulos y refuerzos. Por lo tanto, en la fobia a los insectos hay una hiperactivación de esta estructura, ya que modula respuestas físicas y conductuales frente a los insectos. Además, pone en marcha sistemas activadores del cerebro, aumentando los niveles de vigilancia.
  • Ínsula. En el caso de la fobia a los insectos, se ha visto que hay un aumento de la actividad en presencia del estímulo que genera la fobia. Su función de procesar sensaciones interoceptivas, relacionadas especialmente con situaciones negativas. Además, de la anticipación ante estímulos aversivos o amenazantes, como es el caso de los insectos en esta fobia.
¿Cómo tratar la fobia a los insectos?

Existe múltiples abordajes para manejar una fobia. Aquí, no enfocaremos en las principales estrategias utilizadas en psicología. Con el uso de ella se han visto resultados satisfactorios, tanto a nivel comportamental, como en la regulación de la actividad cerebral.

En primer lugar, hablaremos de la desensibilización sistemática. Esta consiste en un entrenamiento que es incompatible con la ansiedad, un ejemplo es el entrenamiento en relajación. Posteriormente se va a ir exponiendo de manera gradual a la persona a los insectos, hasta que la ansiedad se disminuya al nivel más bajo posible. En la fobia a los insectos, se puede hacer exposición por medio de la imaginación, fotos, realidad virtual o tenerlos en vivo.

En segundo lugar, están las técnicas de exposición. Esta consiste en la exposición a los insectos en vivo, en imaginación o incluso empleando realidad virtual. Se trata de que la persona se vaya enfrentando a situaciones de manera gradual: de las que le producen menos a ansiedad a las que le producen más. Para hacerlo, el punto de partida es una lista realizada por la propia persona en la que estas situaciones aparezcan ordenadas en función del nivel de ansiedad que para ella son capaces de generar.

Por último, está la terapia cognitivo-comportamental. Su objetivo es el de cambiar diferentes patrones de pensamiento relacionados con los insectos. Se enfoca en identificar los pensamientos poco realistas, teniendo en cuenta lo posible y lo probable.

Estas técnicas, y en general el manejo de la fobia a los insectos, deben ser guiadas por profesionales. Nosotros las hemos explicado de manera muy sencilla; sin embargo, lo cierto es que suelen aparecer complicaciones en su aplicación que necesitan del conocimiento de una persona experimentada que sepa cómo gestionarlas.


viernes, 25 de septiembre de 2020

La etapa sensoriomotora del desarrollo según Piaget

La etapa sensoriomotora es la primera de las fases descritas en la teoría del desarrollo de Piaget. Te contamos en qué consiste.

Padres, maestros y, en general, toda persona que ha convivido con niños durante largos periodos de tiempo ha observado el proceso de desarrollo que tiene lugar en los primeros años de vida. Es precisamente este progreso cognitivo el que se plasma en la teoría del desarrollo de Piaget, cuya fase inicial (la etapa sensoriomotora) abordaremos a continuación.

El psicólogo Jean Piaget describió una de las teorías del desarrollo infantil más relevantes de los últimos tiempos. La misma se divide en cuatro etapas a través de las cuales los niños van desarrollando sus capacidades cognitivas. Sin embargo, la primera de ellas (que abarca desde el nacimiento hasta los dos años de edad) destaca por la rápida expansión de conocimientos que se produce.

¿Qué caracteriza a la etapa sensoriomotora del desarrollo?

Exploración y descubrimiento del entorno

En estos primeros años de vida, los niños comienzan a explorar y conocer el entorno a través de sus sentidos. A este respecto, Piaget destaca la asimilación y la acomodación como principales procesos de aprendizaje. Sin embargo, para comprender estos conceptos hemos de saber que el cerebro infantil funciona en base a esquemas mentales que van modificándose en base a la experiencia. 

Así, la asimilación tendría lugar cuando el niño utiliza sus esquemas ya existentes para relacionarse con un objeto o evento novedoso. Por ejemplo, al succionar el biberón por primera vez, repitiendo el movimiento que le ha permitido alimentarse del pecho materno.

Por su lado, la acomodación ocurre cuando la realidad que enfrenta el pequeño no encaja en sus esquemas preexistentes y por ello tiene que modificarlos. Es el caso de aquel niño con un concepto de familia basado en padre, madre e hijos que conoce a una familia en la que el padre ha fallecido.

Egocentrismo

Otro de los elementos fundamentales de esta etapa sensoriomotora es el egocentrismo infantil. Esto hace referencia a que el niño es incapaz de percibir los puntos de vista de otras personas. Es decir, el pequeño asume que todos los otros ven, piensan y sienten lo mismo que él. Entonces tendrá que aprender a comprenderse como un ser individual, separado de la realidad y de los otros.

Permanencia del objeto

Uno de los mayores hitos alcanzados por el infante durante la etapa sensoriomotora es la permanencia del objeto. Es decir, el aprendizaje de que los objetos, personas y eventos siguen existiendo aun cuando él no puede verles, oírles o percibirles de modo alguno.

Al final de esta etapa el pequeño será capaz de comprender, por ejemplo, que su madre sigue existiendo incluso cuando está fuera de su alcance y percepción. Antes de este hito pensaría que al irse, simplemente, ha desaparecido.

Subestadios de la etapa sensoriomotora

En cada momento de esta etapa se pueden observar los mecanismos que va utilizando el niño para desarrollarse en el plano cognitivo. A grandes rasgos, son los siguientes:
  • Hasta el primer mes, el bebé se relaciona con su entorno principalmente a partir de acciones reflejas que responden automáticamente a la estimulación.
  • De uno a cuatro meses aparecen las reacciones circulares primarias; es decir, el niño repite, intencionalmente, movimientos corporales que le generan placer (por ejemplo, chuparse el dedo).
  • Hasta los 1o meses los bebés repiten acciones estimulantes que pueden tener que ver o no con su propio cuerpo. Por ejemplo patear intencionalmente el juguete sonoro colocado a los pies de su cuna. Son las llamadas reacciones circulares secundarias.
  • De los 10 a los 12 meses el pequeño será capaz de aplicar sus habilidades para lograr una meta. Por ejemplo, apartará el cojín que está tapando el muñeco con el que quiere jugar.
  • Las reacciones circulares terciarias ocurren entre los 12 y los 18 meses de edad. Aquí el bebé comenzará a variar las conductas que ya conoce para, por ensayo y error, descubrir nuevas relaciones causa-efecto.
  • Por último, entre los 18 y los 24 meses se alcanza la habilidad de construir representaciones mentales de objetos. Habilidad básica para alcanzar el hito de la permanencia del objeto.

Etapa sensoriomotora: el inicio de un fascinante viaje

En definitiva, esta primera fase sienta las bases del futuro desarrollo cognitivo del infante. Los aprendizajes y habilidades adquiridas en estos años permiten al niño comenzar a desenvolverse en el mundo. Por ello es una etapa de suma relevancia en el desarrollo infantil. Sin embargo, una vez superada a esta etapa, al niño aún le queda un largo y fascinante camino por recorrer.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Personas que siempre piden favores: ¿por qué lo hacen?

«Yo lo haría por ti, venga, hazme este favor». Este tipo de frases son muy comunes entre las personas que no dudan en pedirnos cosas de manera casi continuada. Son demandas en las que, a menudo, aparece el chantaje emocional. ¿Por qué lo hacen?

“Venga, si no te cuesta nada… ¿haces esto por mí?”. Las personas que siempre piden favores nunca dejan de sorprendernos. Tienen mil recursos, cientos de excusas y un millón de halagos para lograr que cedamos, para conseguir aquello que desean de nosotros. Si conoces o tienes muy cerca a alguien que actúa de este modo, te habrás preguntado muchas veces por qué son así.

Nos lo preguntamos básicamente por dos razones. La primera es evidente: pedir un favor nunca es fácil, al menos para gran parte de las personas. Cuando lo hacemos es porque no tenemos más remedio y hemos llegado al límite. Por eso, nos descoloca ver cómo abundan los que no tienen apuro ninguno en hacer de la demanda directa o indirecta su estilo de vida.

Asimismo, hay otra cuestión: este tipo de situaciones acaban poniéndonos en la cuerda floja. Esa donde tiemblan las relaciones y nos replanteamos si se estarán aprovechando de forma descarada de nuestro buen hacer. Es quedar suspendidos en un escenario en el que tarde o temprano tenemos que alzar límites, muros que no siempre son bienvenidos. ¿Qué define a este tipo de personalidad «abonada» a la demanda excesiva? Lo analizamos.

Personas que siempre piden favores: la persona detrás de la sonrisa

Hay quien pide favores porque lo necesita y cuando lo hacen se percibe en su expresión la necesidad, la vulnerabilidad e incluso la sombra de la timidez. Porque hacerlo no es fácil, el orgullo queda a un lado y se desnudan las emociones. Ahora bien, las personas que siempre piden favores y que las tenemos cada dos por tres encima de nosotros llegan con otra expresión.

Sus demandas se acompañan de tibias sonrisas, como la del niño de tres años que pide un juguete. A menudo, los doctorados en el arte y el contrabando de los favores lo hacen poniéndonos prisa, porque ha pasado algo de última hora y necesitan eso de nosotros de manera inminente. De ese modo, nos colocan entre la espada y la pared haciendo casi imposible que de nuestra boca salga un «no». Este patrón comportamental ya nos da más de una pisa para entender qué hay detrás.

Los narcisistas: si me quieres, me concedes

La personalidad narcisista abunda en exceso en nuestra cotidianidad. Son muchas las personas que, sin llegar a presentar como tal un trastorno de la personalidad narcisista, evidencian rasgos y comportamientos que dificultan la convivencia. Así, una de las características más comunes es esa en la que obtener de los demás lo que uno desea.

No obstante, lo hacen de manera sofisticada. Apelan al “con lo que yo te quiero seguro que vas a hacer esto por mí» o el clásico «yo lo haría por ti”. El chantaje emocional es el motor que mueve gran parte de sus demandas, esas en las que podemos caer durante un tiempo concreto hasta que ya no podemos más.

Cuando la relación es más estrecha: menos reticencias para hacer demandas

Nuestra pareja, nuestra madre, nuestro hermano o una mejor amiga… En ocasiones, la cercanía hace que caigan las reticencias y las mesuras, hasta el punto de dar por sentado que haremos lo que sea por ellos. Sin embargo, debemos tenerlo claro: ni el amor, ni un mismo código genético obliga a nadie a quedar supeditado a lo que esa persona desee de nosotros.

Hay límites y los límites hacen que toda relación sea saludable. No por querer mucho a alguien podemos darlo todo a cada instante.

La falta de empatía y el egoísmo en las personas que siempre piden favores

Hay personas con falta de empatía, de las que no son capaces de captar que ese favor que nos piden, no nos va bien cumplirlo. Son perfiles que solo miran por su propio bien, de las que solo buscan cubrir su necesidad inmediata, su capricho momentáneo.

El egoísmo está presente en nuestra sociedad y puede estar muy cerca de nosotros, sobre todo, en las personas que siempre piden favores.

Cuando no sé resolver mis propios problemas y dependo de los demás

A menudo, podemos encontrar otro factor detrás de este comportamiento que es necesario tener presente. Hay quien no ha aprendido a responsabilizarse aún de su propia vida. Como bien sabemos, aquello que define nuestra madurez, competencia y resolución es el ser capaces de solucionar por nosotros mismos los desafíos que surgen en el día a día; sean pequeños o grandes.

Hay personas que aún no han aprendido a ser responsables de sí mismos. Por ello, podemos tener al clásico amigo, compañero de trabajo, vecino o incluso familiar que espera que seamos nosotros quienes les solucionemos cualquier problema. Basta con que lo hagamos una vez para que dependan de nosotros para casi todo.

¿Cómo tratar a quien no deja de pedirnos cosas?

Quien más y quien menos se ha visto en algún momento en esta situación. Podemos, por ejemplo, tener a un compañero de trabajo que se ha habituado en exceso a pedirnos esto y lo otro, a dar por sentado incluso que no nos cuesta nada cubrirle las espaldas, hacer lo que nos piden y salvarlo en esa necesidad de última hora.

La primera recomendación en este tema es que hagamos siempre lo que nos dicte el corazón. Hay que llevar a cabo lo que nos haga sentir bien, lo que nos complazca, lo que sintamos. Si llega un momento en el que empezamos a sentir el pinchazo de la inquietud, del «se están aprovechando de mí» o eso que me piden no me va bien, hay decirlo y hay que actuar.

Las personas que siempre piden favores necesitan límites y cuando antes les digamos en voz alta «no, lo que me pides no voy a hacerlo» será mucho mejor. Así, cuando quien nos demanda un favor es un familiar o una persona muy cercana, debemos hablar con sinceridad.

No por decir que no a una demanda los queremos menos. Se trata simplemente de mantener la integridad, de respetar espacios de entender que una relación también necesita reciprocidad. Amar es ser sincero en todo momento y si hay algo que no nos apetece hacer, hay que decirlo y debemos ser respetados por ello.

Son situaciones complejas que debemos aprender a manejar lo antes posible para poder convivir y proteger a su vez, nuestra autoestima.




miércoles, 23 de septiembre de 2020

Realismo ingenuo: las cosas son como yo las veo

El mundo no es tal y como lo vemos. Lo procesamos tal y como somos nosotros. De hecho, hay personas que lo hacen desde una perspectiva algo ingenua y hasta narcisista, sin tener en cuenta otras perspectivas, tendencias, opiniones o visiones distintas.

El realismo ingenuo define un tipo de sesgo que orbita alrededor del egocentrismo. Es pensar que tenemos la capacidad para ver la realidad tal y como es, como si en ella no hubiera prejuicios ni falsedades ni dobles sentidos. Son personas que dependen en exclusiva de su propio punto de vista para interpretar al mundo, dejando de lado otras perspectivas y posibilidades.

“Todas las personas con tal inclinación política son nobles por naturaleza”. “Como yo fui un buen líder en el colegio y en la universidad sé que lograré alzarme como alguien de referencia en este nuevo trabajo que voy a empezar”. “Creo todas las personas que reciclan son hombres y mujeres en quienes se puede confiar”.

Este tipo de razonamientos son un ejemplo del sesgo ingenuo o egocéntrico. Así, y más allá de que nos hagan sonreír por su simplicidad o por estar marcados por cierta inocencia, en realidad, destilan a su vez una vertiente un tanto totalitaria. Son razonamientos polarizados, algo narcisistas y definidos por mantener una visión incompleta del mundo. Profundicemos un poco más en este sesgo psicológico.

Realismo ingenuo ¿en qué consiste?

El realismo ingenuo tiene sus raíces en la filosofía de la percepción. Según este marco, se entiende que hay personas que aplican un tipo de conciencia que les hace creer que todo aquello que perciben a través de sus sentidos (sumada a la interpretación que hacen de cada estímulo) es un reflejo de la autenticidad del mundo exterior. Dicho de manera sencilla «lo que yo veo o lo que yo siento es la única verdad».

En esta perspectiva inocente, y hasta egocéntrica, se prescinde de todo sentido de reflexión y perspectiva crítica. Así, hay quien prefiere retirar el término ingenuo y definirlo más bien como como «realismo simple» para enfatizar un hecho concreto. Ese en el que se nos sugiere que muchos de nosotros ya aplicamos este sesgo en el día a día y lo hacemos, por ejemplo, cuando damos por válido todo estímulo que nos llega.

Si me dicen en la televisión que este producto es el mejor para el cabello, me lo creo y lo busco en el supermercado. Si la noticia que estoy leyendo en las redes sociales me dice algo impactante la doy por válida y la comparto.

Todos estos comportamientos tan al uso a día de hoy describen sin duda un tipo de sesgo peligroso. Es ese en el que no dudamos de lo que nos llega, ese en el que interiorizamos determinadas cosas hasta el punto de no ponerlas en duda, e incluso desconfiar de quien intente darnos otros argumentos.

Cuando dependemos en exceso de nuestro punto de vista

Todos dependemos, en cierta manera de nuestro punto de vista para entender e interpretar el mundo. Y que ocurra esto, es lo correcto; es un buen punto de partida. No obstante, en el salón de nuestra mente hay que dejar espacio a más mobiliario:

  • A la conciencia de que, en ocasiones, podemos errar en nuestras interpretaciones.
  • Debemos asumir que nuestra verdad no es la única existente.
  • Las certezas absolutas nunca son del todo buenas. Hay que aceptar que, aunque duela, las cosas pueden no ser siempre como nosotros creemos o esperamos.
  • Sin sentido crítico (y autocrítico) la inteligencia muere. Debemos ejercitar la capacidad de relativizar, de reflexionar y estar abiertos a otras posibilidades y perspectivas. Porque todo ello es lo que alimenta la auténtica sabiduría.

Depender de manera total y absoluta de nuestras interpretaciones, justificaciones y opiniones es como vivir en un salón con las ventanas cerradas. No recibimos luz ni oxígeno.

El realismo ingenuo, el sesgo cognitivo de la irrealidad

Llamamos realismo ingenuo a ese sesgo que considera que las cosas son tal como uno las percibe. Así, la psicóloga y divulgadora Angela Duckworth, de la Universidad de Pensilvania nos indica que las personas, por término medio, tenemos la sutil tendencia de confundir nuestra perspectiva subjetiva con la realidad objetiva y universal. Y no, no es lo mismo.

Estamos tan apegados a nuestra subjetividad que lo que hacemos a menudo es vivir en una completa irrealidad. No reconsiderar nuestras opiniones, no aceptar que nuestras creencias pueden estar equivocadas o no entender que siempre es bueno abrirse a otras perspectivas, hace que quedemos encallados. Provoca que nos quedemos aislados en un mundo que no es real.

Ante el realismo ingenuo humildad intelectual

Las cosas no son blancas o negras. En realidad, el mundo está hecho de tonalidades grises. No por defender a capa y espada una idea esta acabará siendo verdad. Y no porque yo lo quiera, determinadas cosas se suceden de un modo y no de otro. La vida, la realidad que percibimos y que acontece a cada segundo es variable, cambia, se mueve, se transforma…

El realismo ingenuo como gran parte los sesgos que se adhieren a nuestra mente, ponen filtros y alambradas para nuestro avance. No son útiles, no nos convienen. De este modo, una estrategia valiosa que nunca falla y que deberíamos instalar desde este momento en nuestro cerebro es la humildad intelectual. Es ese mecanismo idóneo y acertado que nos recuerda que todos somos falibles. También, que es bueno atender a más perspectivas a parte de la nuestra. Eso es lo que más nos enriquece como seres humanos.


martes, 22 de septiembre de 2020

Noradrenalina, una molécula clave en el comportamiento y las emociones

Cuando te marcas un objetivo concreto y te sientes motivado para alcanzarlo, hay una molécula que favorece ese enfoque emocional y atencional: la noradrenalina. Descubre en qué otros procesos está presente.

Dar un giro rápido de volante para evitar un accidente. Ponernos las pilas de cara a ese examen de mañana. Sentirnos atraídos por alguien. Pasar una época de marcada ansiedad debido a la presión laboral del trabajo… Estas y otras situaciones tan comunes en la vida están mediadas por una molécula decisiva y fundamental en el sistema nervioso: la noradrenalina.

Como bien sabemos, todo aspecto del comportamiento y las emociones está orquestado por ese universo químico fascinante que son las hormonas y los neurotransmisores. Cada reacción consciente o inconsciente está mediada por la dopamina, la serotonina, las endorfinas, la aceticolina, el gaba, etc. Estas sustancias químicas creadas por el cuerpo emiten señales entre neuronas para ejecutar diversas funciones.

Un nivel elevado o más bajo de cualquiera de estas sustancias químicas supone, como podemos imaginar, experimentar cambios. Puede variar el estado de ánimo, sentirnos más cansados o experimentar niveles elevados de estrés. La noradrenalina es una de las moléculas más decisivas en el organismo. Conozcamos las razones.

Noradrenalina: qué es y cuáles son sus funciones

La noradrenalina o norepinefrina es una catecolamina con un gran número de funciones fisiológicas y homeostáticas. Actúa como hormona y también como neurotransmisor. A nivel estructural, es muy similar a la epinefrina, otro tipo de catecolamina, las cuales, sumadas a otras sustancias clave como la dopamina y la adrenalinam se convierten en esos elementos presentes en las reacciones asociadas a la supervivencia, como son la acción o la huida.

Asimismo, cabe señalar que la noradrenalina es una de las moléculas más importantes en la transmisión de mensajes entre las neuronas y, sobre todo, en los procesos localizados en el sistema nervioso parasimpático (quien controla las funciones y actos involuntarios).

Esta sustancia se puede producir en dos áreas del organismo. Por un lado, en la médula suprarrenal, liberándose después en el torrente sanguíneo y orquestar así en una serie de cambios y procesos muy concretos al actuar como hormona. Por contra, también puede sintetizarse en el locus coeruleus o núcleo azul, un área cerebral que se conecta con zonas tan relevantes como el sistema límbico, el tálamo y el hipotálamo.

Además de esto, es importante saber que la noradrenalina es uno de los 12 principales neurotransmisores. Sus funciones tienen, por tanto, un gran impacto en el organismo, tanto a nivel físico como emocional. Las analizamos.

Cuando se nos acelera el corazón

Las razones por las que se nos acelera el corazón son múltiples. Por nervios, por ver algo que nos asusta y nos pone en alerta, porque hay una dimensión que nos emociona, etc…

Fuerza en los músculos para poder reaccionar

Tal y como hemos señalado, esta molécula cumple básicamente un papel clave en los procesos de supervivencia. Nos ayuda a reaccionar, escapar, defendernos de las amenazas o actuar ante cualquier estímulo de nuestro entorno. De ese modo, una de sus funciones más importantes es llevar un mayor aporte de sangre a los tejidos de los músculos para poder responder ante todas estas situaciones.

Motivación para conseguir objetivos

La noradrenalia es el combustible que nos permite obtener objetivos y motivarnos para alcanzarlos. Este neurotransmisor sumado a la dopamina favorece funciones tan esenciales como el aprendizaje, la memoria a largo y corto plazo y esa grata sensación de bienestar cuando logramos algo que nos gusta (sensación de recompensa).

La noradrenalina y nuestra capacidad de atención

Daniel Goleman nos explicaba en su libro Focus que la atención es como un músculo que debe entrenarse. Gracias a ella orientamos toda nuestra energía y recursos hacia un objetivo y algo así es increíblemente beneficioso.

No solo somos más productivos sino que, además, modelamos una mente atenta y más despierta. De este modo, el neurotransmisor que media en este proceso es la noradrenalina.

El deseo sexual

Sabemos que el deseo sexual, como la atracción, están orquestadas por todo un torrente de neurotransmisores. El amor, como la pasión y y la atracción sexual, es pura química y un componente que integra en esa fórmula es esta molécula multipropósito.

Alteraciones de la noradrenalina

Existen diversos estados psicológicos y condiciones emocionales en las que la noradrenalina evidencia ciertas alteraciones (niveles más altos o niveles más bajos). De hecho, a la hora de diseñar psicofármacos como determinados antidepresivos, se tiene en cuenta este neurotransmisor.

Es por ello que podemos encontrar, por ejemplo, los inhibidores duales de la recaptación de serotonina y noradrenalina, muy efectivos para tratar diversos trastornos depresivos.

Veamos ahora qué alteraciones pueden surgir cuando la noradrenalina varía su presencia en el organismo.
  • Depresión. Estudios como el realizado en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente de México nos hablan de que una disminución en la producción y el metabolismo de la noradrenalina puede mediar en el desarrollo de una depresión.
  • Ansiedad y estrés. Es importante destacar que la noradrenalina, como el cortisol, son las principales hormonas que median en los procesos de estrés. Aún más, cuando esa situación se alarga en el tiempo se activa ya la respuesta neurofisiológica de la ansiedad: taquicardias, dilatación pupilar, aumento de la glucosa en sangre… Durante los ataques de pánico, por ejemplo, los niveles de noradrenalina son muy elevados.
  • TDAH y Noradrenalina. Tanto los niños y adultos que sufren un trastorno de atención con o sin hiperactividad presentan una anomalía en este neurotransmisor. Se produce un déficit en la liberación de dopamina y noradrenalina  y un alto nivel de recaptación de los mismos.

Para concluir, tal y como podemos, resulta fascinante como este tipo de moléculas articulan y median en infinitos procesos. Tanto en aquellos que nos acompañan hacia el logro y el bienestar como los que nos sumen en estados un poco más complicados.

Sea como sea, está en nuestra mano regularlos, bien con nuevas estrategias de afrontamiento o bien mediante recursos farmacológicos.



lunes, 21 de septiembre de 2020

5 señales que indican una relación poco saludable

Identificar las señales de una relación poco saludable puede contribuir a mejorar una gran cantidad de aspectos de tu vida. Así, ¡vamos con ello!

A veces, no somos conscientes del daño que podemos causar a la persona que amamos. Otras veces, tampoco nos damos cuenta de cuándo ese daño nos lo están haciendo a nosotros. Sin embargo, es crucial saber si estás viviendo o no una relación poco saludable, porque de ello depende en gran medida tu felicidad. ¡Te ayudamos a detectar ciertas señales!

Detectar este tipo de relaciones no es fácil. En ocasiones, estamos tan sumergidos en el ritmo del día a día que nos resulta muy complicado analizar qué tipo de pareja queremos ser y cuál tenemos al lado. Por eso, te planteamos 5 señales que pueden indicarte si te encuentras viviendo una relación poco saludable.

Intensidad alta e inestabilidad emocional

Al empezar a salir con otra persona, todo se suele vivir con mucha intensidad. Las emociones están a flor de piel, todas las experiencias se viven como si fueran las últimas o las primeras de nuestra vida, los sentimientos son mayores que nunca. Para todo hay prisa, ganas y motivación.

En una relación saludable, esa etapa de luna de miel suele ir perdiendo intensidad. Las piezas del rompecabezas se van colocando y las nubes en las que nos encontrábamos ya no son de algodón, sino de cemento. Y así, poco a poco, se van poniendo las bases de la relación de pareja.

Sin embargo, en una relación poco saludable, lejos de acabar, esa intensidad va aumentando. Va siendo cada vez mayor, hasta el punto de sofocar y agobiar al otro. Si te encuentras abrumado en tu relación, puede que estés en este tipo de noviazgo.

Aislamiento en una relación poco saludable

Habitualmente, las relaciones empiezan con un gran deseo de pasar tiempo juntos. En cuanto tienes un hueco libre, quieres hacer planes con tu nueva ilusión, sin parar a reflexionar sobre el volumen de tiempo que le vas a dedicar.

El peligro aparece cuando esa pareja solo quiere que estés con ella; así comienza a alejarte de las personas que más quieres y que se encuentran en tu círculo más cercano. Poco a poco, crea un falso círculo de seguridad a tu alrededor que poco a poco va a distanciarte de tu círculo de apoyo y de la propia realidad.

Todo lo que aquí contamos suele darse de manera gradual, de manera que vas a notar menos estos cambios; de otro modo, lo más probable es que te rebelaras contra ellos. Ahí está la dificultad para detectarlo. La clave es detectar si esa nueva pareja está poniendo en duda a todo el mundo de tu vida anterior.

Sin embargo, el amor es todo lo contrario. Incluye independencia, confianza y libertad de elección. Es saber que tu pareja forma parte de tu vida, pero también tus compañeros de trabajo, tus aficiones, tus familiares. Y no tienes que renunciar a nada por ella.

O juntos o nada

A pesar de las ganas que se tienen de estar junto a nuestra pareja, la realidad es que las horas entre semana que normalmente se pueden pasar juntos, son pocas. El trabajo, las responsabilidades, el tiempo de ocio… A veces, se pasa más tiempo a distancia que compartiendo espacio.

Si el tiempo que pasáis separados tenéis ansiedad, estáis de mal humor, no conseguís centraros en vuestra tarea, comenzáis a desconfiar el uno del otro u os enfadáis por cualquier cosa. ¡Precaución! Esto puede indicar que estáis manteniendo una relación poco saludable. Por tanto, es necesario que trabajéis esa dependencia.

Es tan importante estar bien tanto cuando estáis juntos como cuando estáis separados. Y esto pasa por aprender a echar de menos de manera sana. Es decir, saber que os encantaría estar en ese momento juntos, pero que no es posible porque existen obligaciones. Así, se unen las ganas e ilusión de veros, más la tolerancia a la frustración y la aceptación o resignación de cada uno. Sin duda, todo un aprendizaje.

Celos

“Si está celoso es que me quiere”. Error. Los celos forman parte del abanico de emociones normales, el problema con ellos comienza cuando ganan intensidad y superan la capacidad de autocontrol de la persona. Así, los comportamientos recurrentes y desadaptados, que hacen sentir mal al otro nunca son la evidencia de una relación saludable. Todo lo contrario.

La confianza es la clave para poder hacer frente a este obstáculo. De hecho, la confianza ha de ser tal, que ninguno de los dos necesitéis saber en cada momento dónde está el otro o qué está haciendo.

Los celos no solamente minan la relación, sino que también lo hacen de manera particular con cada uno de los miembros. Traen consigo pensamientos de posesión, acusaciones, rechazo, amenazas, enojo y desesperación.

Menosprecio, la daga afilada en una relación poco saludable

Burlas, insultos, ignorancia, ofensas… El menosprecio hacia una persona se puede mostrar de muchas formas, pero todas ellas tienen algo en común: son una falta de respeto indicativa de relación poco saludable. Tu pareja ha de apoyarte, sostenerte, no derrumbarte y minimizar tus sentimientos.

En conclusión, cuantas más señales de las que hemos mencionado sientas que tiene tu relación, más insegura e insana puede estar siendo. Puede ser buen momento para reflexionar y, ante cualquier inquietud, no dudes en consultar a un especialista, ya que puede serte de gran ayuda. Además, entender qué es el amor sano y el amor malsano puede ayudarte a comprender fenómenos paralelos que pueden darse en otro tipo de relaciones.

domingo, 20 de septiembre de 2020

¿Cómo superar el miedo a las arañas?

El miedo a las arañas es muy común, seguramente más de lo que podemos pensar. Después de entender cómo unos animales tan pequeños pueden causarnos una reacción emocional tan fuerte, hablaremos de cómo podemos enfrentarnos a ella.

El miedo a las arañas es una respuesta natural de los seres humanos y hay que diferenciarla de las personas que sufren de aracnofobia. En ese caso, la persona siente un miedo muy intenso, desmedido o irracional hacia estos animales. En la fobia, el miedo puede llegar a afectar seriamente a la funcionalidad de la vida de la persona. No obstante, tanto el miedo a las arañas como la aracnofobia pueden superarse mediante una serie de ejercicios.

Enfrentarse a los miedos propios no es tarea sencilla. Sin embargo, con un poco de esfuerzo y constancia podría superarse el miedo a las arañas en poco tiempo y de forma eficaz. Eso sí, si se trata de un trastorno fóbico que realmente afecta a la persona, lo mejor es acudir a un especialista de psicología para que acompañe en el proceso.

¿Cómo superar el miedo a las arañas?

De manera habitual, los miedos y las fobias a animales son causados por experiencias traumáticas, desconocimiento y reacciones o emociones aprendidas. Así, teniendo esto en cuenta, para superarlo bastaría con reconducir o modificar esos aspectos. Es decir, generar nuevas experiencias más agradables, informarse sobre el animal e instaurar nuevas emociones.

Las técnicas que se aplicarían en una consulta de psicología realmente son muy parecidas a las que se pueden aplicar de forma autónoma. Lo que las diferencia es el nivel de control y análisis que tiene el profesional sobre la respuesta de la persona que está bajo tratamiento. Por ello, es fundamental en primer lugar valorar si se siente miedo o una verdadera fobia, para considerar de qué forma es mejor abordarlo.

A continuación, se proponen una serie de ejercicios que pueden realizarse para perder el miedo a las arañas. No obstante, si ese es tu caso y vas a ponerlos en práctica es importante que analices, en primer lugar, si te es suficiente con ejercicios de autoayuda o si necesitas ayuda psicológica. Y, en segundo lugar, que te vayas observando y realizándolos sin que te generen un mayor malestar.

Busca información y desmitifica

Un primer paso es buscar información sobre los arácnidos, en especial sobre la especie que más miedo te genera: arañas, escorpiones, garrapatas, ácaros… Conocer su biología, su comportamiento y sus mecanismos de supervivencia puede ayudarte a mitigar algunos aspectos del miedo que te generan.

Por ejemplo, saber qué especies pueden tener un efecto nocivo para los seres humanos, bajo qué condiciones pueden hacerlo o cuáles son los síntomas de sus picaduras. También es muy útil conocer las características de las arañas más peligrosas y cuál es su hábitat preferido. O bien, qué tipo de arácnidos suelen habitar en tu área.

Toda esta información servirá para encontrar el lado positivo de las arañas y comprender que forman parte de la naturaleza y ejercen una función. De hecho, son más útiles que peligrosas, ya que nos ayudan a protegernos de plagas y de otros insectos. Además, aprender sobre ellas romperá algunos mitos, como el hecho de que las arañas caseras no pueden perforar la piel y que las arañas prefieren estar solas en lugar de atacar.

Haz una lista de exposición

Toma papel y lápiz y haz una lista de diez cosas que te den miedo en relación con las arañas. En ella, el 1 sería lo que menos ansiedad te genera. Por ejemplo, mirar una foto de una arañas. Y el 10 sería la que más miedo te dé, como coger una araña con las manos. Es decir, la lista debe ir en orden de menos miedo a más.

Gradualmente, te irás exponiendo a esos elementos. Por ello, es importante que planifiques en un calendario cuánto tiempo dedicarás a exponerte. No obstante, deberás exponerte a cada estímulo varias veces hasta que tu nivel de ansiedad sea bajo. Así, enfréntate a tu primer elemento (mirar una o varias fotos) y califica tu nivel de ansiedad o miedo del 1 al 10.

Si la puntuación es baja (menor de 5) puedes ir probando con fotos más desagradables o pasar al siguiente elemento. En cambio, si tu nivel de ansiedad es cada vez más alto, deberás mantenerte en ese elemento por un tiempo hasta que el nivel de ansiedad sea bajo y te permita pasar al siguiente en la lista. Para ayudarte a disminuir la ansiedad, puedes hacer ejercicios de relajación mientras te expones.

La exposición debe hacerse con paciencia y extendida en el tiempo. Si observas que con el tiempo la ansiedad no disminuye o te quedas estancado en algún punto, quizás sea el momento de plantearte buscar ayuda psicológica. Si te ves con fuerzas para seguir, sigue las recomendaciones anteriores del nivel de ansiedad. Así, continúa hasta el punto 10.

Acércate y observa

Para la lista de exposición es probable que hayas comenzados con elementos racionalmente inocuos, como fotos, juguetes o videos. Pero una vez llegados al punto 10, es el momento de acercase a un arácnido real. Es el paso más importante para superar el miedo a las arañas. Si has llegado hasta ahí, cuando te aproximes a una, intenta mantener la calma y no gritar o huir.

Comienza por verla en vivo desde la distancia, hasta que tu ansiedad disminuya. Dado que ya habrás adquirido conocimiento suficiente, podrás identificar que no se trate de una araña peligrosa. Así pues, ve acercándote poco a poco, siempre controlando la ansiedad. Una ayuda para ello puede ser acudir a exhibiciones en un zoológico, donde están controladas.

Si bien te acercas en casa, y te ves con la capacidad suficiente, podrías atraparla con un vaso y una cartulina para poder observarla de cerca. Esta es una oportunidad estupenda para estudiar su fisionomía y su comportamiento. Incluso puedes hablarle para sentirte más cómodo y verla de forma más amigable. Además, si la tienes atrapada, puedes soltarla en el exterior y ver cómo ésta huye, ayudándote a cerciorarte de que tienes más control que ella.

Observa tu progreso

Hacer todos estos ejercicios puede ayudarte a superar el miedo a las arañas. No obstante, lo más importante es que te vayas observando y no te fuerces más de lo que puedes. Si en algún momento sientes mucha ansiedad, deja de lado los ejercicios el tiempo que necesites. Y, entonces, piensa si sería mejor acudir a un profesional de la psicología para que te ayude.

Si en cambio vas avanzando y vas superando el miedo, observa de lo que eres capaz. Esto reforzará tu sensación de control y seguridad, y así, te sentirás más fuerte ante la posibilidad de enfrentarte a una araña.

sábado, 19 de septiembre de 2020

Tipos de trastornos del habla

¿Qué tipos de trastornos del habla existen? ¿Cuáles son sus causas y sus síntomas? En este artículo vamos a responder a estas preguntas.

El lenguaje es una de las herramientas más potentes del ser humano, que nos diferencia del resto de especies y que nos permite comunicar y transmitir información, sentimientos, deseos… así como perpetuar la cultura y los conocimientos. Multitud de psicólogos analizaron su papel en el desarrollo; uno de ellos fue el psicólogo ruso Lev Vygotsky, quien realizó importantes contribuciones al respecto. Sin embargo, el lenguaje oral a veces resulta alterado por diferentes causas, lo que origina, entre otros, ciertos trastornos del habla.

Padecer un trastorno del habla puede generar consecuencias de todo tipo: a nivel social, académico, personal… Así, el habla forma parte de nuestro día a día, y nos permite interactuar, compartir información, expresarnos… Pero, ¿qué trastornos del habla existen? Vamos a conocer su definición, causas y síntomas.

Tipos de trastornos del habla

Existen diferentes tipos de trastornos del habla que implican una afectación a la hora de crear o formar sonidos del habla, necesarios para comunicarnos con los demás. Los trastornos del habla dificultan una forma correcta de hablar en los niños (lo que repercute en su pronunciación, formación de vocablos, etc.), haciendo que sea más difícil comprenderles.

En el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) encontramos los siguientes trastornos de la comunicación:
  • Trastorno del lenguaje.
  • Trastorno del sonido del habla.
  • Trastorno de la fluencia de inicio en la infancia.
  • Trastorno de la comunicación no especificado.
  • Trastorno de la comunicación social.

Sin embargo, en este artículo abordamos los tipos de trastornos del habla únicamente, no los de comunicación, por lo que hablaremos solo de algunos de los mencionados (los que afectan al habla). Vamos a describir sus características más importantes.

Trastorno del lenguaje (disfasia)

El trastorno del lenguaje (o disfasia) conlleva una serie de dificultades en la comprensión y expresión del lenguaje que afectan a niños con una inteligencia adecuada a su edad o nivel de desarrollo. Estas dificultades se manifiestan en el lenguaje oral y escrito, pero también en la lectura. Es decir, se trata de un trastorno bastante global.

Según su origen, el trastorno del lenguaje o disfasia puede ser de dos tipos:

  • Disfasia evolutiva: su causa es desconocida (no puede ser causada por otros trastornos). Está presente desde el momento en el que el niño empieza a comunicarse.
  • Disfasia adquirida: se produce como consecuencia de algún tipo de accidente cerebral, traumatismo craneoencefálico, trastorno convulsiuvo, etc. Se caracteriza por una hipoproductividad del lenguaje (éste está notablemente disminuido).

Por otro lado, según el proceso alterado, podemos hablar de dos tipos de disfasias:
  • Disfasia receptiva: afecta a la comprensión.
  • Disfasia expresiva: afecta a la expresión.

Finalmente, encontramos un tipo especial de disfasia (en este caso, disfasia adquirida) que cabe mencionar: la llamada disfasia Landau Kleffner (afasia epiléptica adquirida). Se trata de un trastorno receptivo-expresivo que se manifiesta con múltiples alteraciones en el EEG (electroencefalograma) del paciente. Su causa es un ictus epiléptico y su inicio típico se da entre los 3 y los 7 años. Generalmente aparece de forma brusca.

Trastorno fonológico (dislalia)

Siguiendo con los tipos de trastornos del habla, encontramos el trastorno fonológico (dislalia), también denominado trastorno fonético.

La dislalia es un trastorno que implica errores o dificultades en la articulación de las palabras. Los errores más frecuentes en las dislalias son: la sustitución de sonidos, las distorsiones de los sonidos y la falta (omisión) o añadidura (inserción) de los mismos. Su causa es funcional, es decir, no existe una lesión orgánica que la justifique (no se conoce su etiología).

La dislalia es uno de los trastornos del habla más frecuentes en la infancia; se calcula que entre un 2-3 % de los niños entre 6 y 7 años padece una dislalia moderada o grave, aunque la prevalencia aumenta en casos leves. Para poder diagnosticar una dislalia, es necesario que los errores que comete el niño a la hora de hablar sean inadecuados según su nivel de desarrollo, e interfieran en su funcionamiento social y académico.

Tartamudez (disfemia)

La tartamudez o disfemia, también denominado trastorno de la fluidez (o fluencia) de inicio en la infancia en el DSM-5, es seguramente uno de los trastornos del habla más conocidos a nivel social.

La tartamudez afecta a la fluencia y el ritmo del habla. Al hablar, una persona con tartamudeo emite uno o diversos espasmos, así como bloqueos, al inicio del habla o durante la misma. Esto se traduce en una interrupción del ritmo normal de la comunicación.

Este trastorno suele iniciarse entre los 3 y los 8 años; esto se debe a que en estas edades se empieza a adquirir el patrón normal del habla. Según su duración, encontramos diferentes tipos de disfemia:

  • Disfemia evolutiva: dura pocos meses.
  • Disfemia benigna: dura pocos años.
  • Disfemia persistente: es crónica y se observa en adultos.
Curiosamente, las personas con tartamudez no tartamudean en las siguientes situaciones: cuando cantan, cuando recitan un texto aprendido, cuando están solas o cuando hablan con mascotas. Este mapa de afectación sugiere que se trata de un trastorno muy influido por la ansiedad social.

Por otro lado, según un estudio de Ramos (2019) que recoge otros estudios, la música y sus componentes (como el ritmo) pueden ayudar a las personas tartamudas a controlar su velocidad en el habla, a disminuir su tensión facial, a aumentar su coordinación fonorrespiratoria y a reducir su disfluencia en el habla.

Disglosia

Otro de los trastornos del habla es la disglosia; la disglosia origina una importante dificultad en la articulación de los sonidos que configuran el habla. Aparece como consecuencia de alteraciones en los órganos bucofonatorios (por ejemplo malformaciones congénitas en los labios, dientes, lengua…). Es decir, su causa es orgánica.

Disartria

La disartria es otro trastorno del habla, esta vez producido por alteraciones del control neuromotor (lesión del sistema nervioso). Así, se traduce en una dificultad para articular palabras, originada por problemas neurológicos que causan que la boca y los músculos que emiten el habla, no presenten un adecuado tono muscular, lo que impide que la persona articule las palabras de manera adecuada. Igual que la dislalia, la disartria es uno de los trastornos del habla más conocidos.

Afasias

Encontramos diferentes clasificaciones de las afasias; según el modelo neuropsicológico clásico, la afasia implica gravedad (a diferencia de la disfasia, que es menos grave); en cambio, según el modelo cognitivo, lo que diferencia a la disfasia de la afasia es que esta última es adquirida (vs. la disfasia, que es evolutiva).

Sin embargo, otros autores sugieren que lo que diferencia a las afasias de las disfasias es que se presentan en adultos y no en niños. Sea como sea su clasificación, lo que está claro es que la afasia implica una pérdida o alteración del lenguaje, y que se produce como consecuencia de una alteración o lesión cerebral (por ejemplo un ictus o un traumatismo craneoencefálico).

En función de la localización de la lesión, encontramos diferentes tipos de afasias, con síntomas muy diversos. En este artículo encontrarás más información en relación a este tipo de trastornos.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Las distintas fases del choque cultural

En el mundo globalizado que habitamos, las migraciones son cada vez más comunes. No obstante, adaptarnos a una nueva cultura es un desafío que a menudo completamos en diferentes fases. Te lo contamos.

En un mundo cada vez más globalizado, las migraciones y traslados entre países son cada vez más comunes. Las casuísticas que pueden llevar a un individuo a abandonar su lugar de origen son diversas; si bien todos somos conscientes del reto que supone esta decisión, no siempre conocemos las fases del choque cultural que suceden durante los primeros años.

La necesidad de ajuste a una nueva cultura, un nuevo idioma y un estilo de vida diferente producen un verdadero impacto emocional. Es lo que se denomina choque cultural, una experiencia en la que están presentes emociones como el miedo, la tristeza, la euforia, la confusión y la incertidumbre.

Sin embargo, no se trata de algo estático y continuo. El migrante atravesará distintas etapas, con sus características propias, hasta lograr adaptarse al nuevo entorno; un proceso que puede durar años. Veámoslo en profundidad.

Las fases del choque cultural

Diversos autores han estudiado el impacto de una nueva cultura en la persona que se traslada de país. A este respecto, destaca la teoría de “la curva U” de Lysgaard (1955), que afirma que existen tres etapas en el proceso de ajuste cultural. En un primer momento, la persona siente euforia o felicidad, posteriormente enfrenta la disonancia cognitiva y el desequilibrio para, finalmente, estabilizarse.

Sin embargo, posteriormente fue la teoría de Gullahorn y Gullahorn (1963) la que ha ganado una mayor repercusión. Según la misma, las fases del choque cultural son cinco y se disponen en forma de W. Así estos altos y bajos cognitivos y emocionales conducen al migrante a una adaptación a su nuevo lugar de residencia.

La curva W y las cinco fases del choque cultural

1. Luna de miel

En esta etapa inicial destacan la emoción, la felicidad y la euforia. El país huésped resulta fascinante, estimulante y novedoso. Las diferencias con respecto a nuestra propia cultura tienden a percibirse como positivas y nos sentimos motivados a aprender y cooperar. Además, aún sentimos cercana toda nuestra identidad y relaciones anteriores.

2. Choque cultural

En este momento la novedad se termina y la nueva realidad resulta irritante, fría y extraña. Los valores y el modo de vida del nuevo destino no se comprenden ni se comparten y surge la idea de que todo era mejor en el lugar de origen.

Los sentimientos de hostilidad, ansiedad, frustración y tristeza se hacen presentes y pueden experimentarse síntomas somáticos. La red social de apoyo con la que antes contábamos (familia y amigos) parecen ahora realmente lejanos e inaccesibles.

3. Ajuste inicial

Durante la etapa de ajuste vuelven a resurgir las emociones positivas y agradables. La nueva cultura, y sus costumbres, ya nos resultan familiares y comprensibles. Hemos alcanzado un nivel de confort adecuado y la soledad ya no se acusa tanto. La visión es ahora más objetiva y práctica, y nos sentimos dispuestos a disfrutar de nuestra nueva rutina.

4. Aislamiento mental

Esta fase suele ocurrir tras una visita o viaje al país de origen. Se comprueba que las cosas en nuestro hogar han cambiado y ya no nos sentimos ni de aquí ni de allí; el sentimiento de pertenencia se ve afectado, mientras quedamos atrapados entre dos mundos a los que no pertenecemos totalmente. El sentimiento de añoranza por un pasado que ya no existe es evidente.

Además, en el país huésped ya hemos establecido una rutina, ya no hay novedades ni estimulación; y es entonces cuando podemos pararnos a pensar lo mucho que extrañamos nuestra antigua vida y entorno. El sentimiento de aislamiento y soledad predomina.

5. Adaptación

Por fin la cultura, costumbres y valores del nuevo país nos resultan totalmente familiares y propios. Logramos adaptarnos a vivir y trabajar en este lugar sin sentirnos extraños o frustrados. Estamos cómodos y nos sentimos como en casa.

Supera las fases del choque cultural

Para atravesar las diferentes fases de este proceso de ajuste cultural pueden ser necesarios varios años. Además, es importante recalcar que no se trata de un proceso lineal. Las fases pueden alternarse y repetirse en diversas ocasiones, hasta que finalmente se llegue a la adaptación.

Saber de la existencia de las mismas puede ayudar al migrante a comprender las emociones que está experimentando, a normalizarlas. De esta manera se reduce la sensación de incertidumbre, sabiendo qué puede esperar a continuación y, con suerte, finalizar el proceso de forma exitosa.