domingo, 28 de febrero de 2021

El duelo desautorizado, cuando no se permite el sufrimiento

Entrelazar los hilos de nuestras emociones tras una pérdida es indispensable para elaborar el duelo. Sin embargo, esto no siempre es permitido socialmente y las consecuencias de ello son nefastas para el doliente.

Existen duelos prohibidos. Hay pérdidas que no está bien visto llorar y que socialmente no se comprenden. Son los llamados duelos desautorizados y suponen una fuente de malestar tan intensa como difícil de identificar.

¿Por qué? Porque la sociedad, además de no facilitarnos la expresión de sufrimiento, la puede llegar a castigar y, por ende, a forzarnos a reprimir la manifestación de nuestro sentir, nuestro pesar y nuestra necesidad de recogimiento emocional. Esta realidad es muy desconocida, lo que conlleva que a veces ni siquiera sepamos verbalizar qué es lo que nos pasa y nos metamos en una espiral de malestar, irascibilidad, enfado con el mundo o tristeza profunda.

¿Qué situaciones pueden conducirnos a un duelo desautorizado?

Como siempre indicamos, hay muchos tipos de pérdidas y toda pérdida nos introduce en un proceso de duelo. Una persona doliente puede convertirse en tal por la pérdida de un ser querido, por una ruptura sentimental, por la pérdida de un animal, por la pérdida de un trabajo, por la pérdida de un hijo no nacido, etc.

Hay situaciones que nos conducen al camino de las lágrimas, pero también hay multitud de condicionantes que pueden hacer que no las dejemos brotar. En un duelo desautorizado es evidente el rechazo del entorno hacia el dolor que la persona experimenta. En el caso del duelo por un fallecimiento, hay duelos que no se permiten porque no se considera que la persona tenga un vínculo de unión tan fuerte con la persona que se ha marchado.

Otras veces, esa unión puede no considerarse legítima, eliminando desde el comienzo el derecho de la persona de expresar su malestar. Esto puede darse, por ejemplo, en aquellos casos en los que exista una relación extramatrimonial y el amante sea el doliente.

Otra situación común de duelo desautorizado es aquella en la que se cuestiona o se califica el dolor de una persona por la muerte de su mascota. Hay muchas personas, habitualmente aquellas que son desconocedoras del vínculo que se establece con un animal, que ridiculizan y banalizan este sufrimiento.

Las situaciones o temas tabú también nos conducen a introducirnos en el mundo del duelo desautorizado. No se habla de un aborto, sea espontáneo, sea elegido o sea provocado. No se habla de la pérdida de una capacidad, no se habla del divorcio o tampoco de la pérdida del proyecto de vida. Y como no se habla porque duele y porque da miedo, no se genera un contexto de validación emocional.

Ejercemos como autoridad, aunque no lo seamos

Como vemos, numerosas son las situaciones que nos pueden conducir a reprimir nuestros sentimientos de cara a nuestro entorno social y, a su vez, a sentir una tremenda tormenta interna. A veces somos nosotros quienes no nos lo permitimos y deslegitimamos el dolor sin esperar a la contribución ajena, mientras que el entorno ni siquiera se percata de ello.

No obstante, este sufrimiento, este duelo, puede llegar a complicarse por la invalidación externa y eso tiene consecuencias devastadoras en la salud mental. Muchas veces el juicio ajeno es el que pretende determinar la ausencia o presencia del dolor emocional y, además, qué grado de pesar se puede tener. Pero, ¿cómo es posible que las personas lleguemos a considerarnos la autoridad emocional de la vida de alguien?

Si lo pensamos, es tremendamente devastador. Una persona puede generar un proceso de duelo desautorizado con una palabra, un gesto o una ausencia de acción. No obstante, esta dinámica es la tónica general.

La sociedad nos va dictando, en función de los valores imperantes en ella, lo que podemos o no podemos hacer. En Occidente, la norma nos conduce al control emocional y la casi total represión de las emociones y sentimientos negativos.

La situación de pérdida normativa es de las pocas en las que se permite manifestar el sufrimiento. Pero esta “excepción” no deja de tener puesto el corsé y se nos indica veladamente cómo y durante cuánto tiempo podemos llorar y manifestarnos dolientes.

El dolor emocional y las consecuencias de no dejarlo brotar

Los psicólogos vemos en consulta multitud de procesos que están vinculados a un duelo no elaborado por ser un duelo desautorizado. Esto ocurre porque el ser humano necesita dejar brotar el sufrimiento, hacerlo manifiesto y recogerse en esa experiencia emocional a la que nos conduce la pérdida. Cuando no se identifica o se reprime, la consecuencia es que ese dolor permanece escondido debajo de nuestra alfombra mental durante meses o años, haciéndonos daño día tras día y generando problemas diversos que escapan a nuestro entendimiento.

En general, la investigación nos muestra cómo las palabras de aliento, los mensajes confortantes, las orientaciones y el apoyo emocional que se recibe de nuestro entorno social más próximo desempeña un papel fundamental en el mantenimiento y promoción de la salud y en la elaboración de situaciones dolorosas (Neimeyer, 2002; Cabodevilla, 2007; Costa y Cabanillas, 2013).

De hecho, tal y como muestra la investigación realizada por Villacieros et al (2014), aquellas personas en contextos de duelo en los que no se favorece la ventilación emocional acaban situándose en una posición de mayor vulnerabilidad y requiriendo de atención psicológica específica.

Cuando las personas estamos tristes o desasosegadas, necesitamos consuelo, apoyo emocional y un contexto de validación. Cuando no lo tenemos, la tendencia será a negarlo, a reprimirlo o a esconderlo.

En el caso de los fallecimientos, participar en los ritos de despedida convenidos o generar ritos propios nos ayuda a transitar por el dolor del shock inicial para hacernos a la idea de que la relación con esa persona a partir de ese momento trascenderá a lo material y se convertirá en espiritual. En este y otros casos, necesitaremos hablar sobre lo que sentimos, sobre lo que hemos perdido y sobre cómo vamos a funcionar a partir de ese momento.

Evidentemente, la particularidad de cada pérdida nos conducirá a crear diferentes estrategias de afrontamiento de la situación. En función de la naturaleza del quebranto, será más adecuado caminar hacia un afrontamiento centrado en la resolución del problema o hacia un afrontamiento centrado en la emoción.

Sea como sea, lo que rodea a un duelo tabú es un entramado complejo cuya maraña de dolor se mantiene en diferido en nuestra vida hasta que nos permitimos rescatar el dolor, observarlo, examinarlo y atenderlo. A veces, para poder lograrlo necesitamos ayuda profesional y ese, sin duda, es un primer gran paso hacia la sanación.


sábado, 27 de febrero de 2021

Actitud y aptitud: ¿en qué se diferencian?

¿Es lo mismo tener actitud que aptitud? ¿Qué diferencias encontramos entre uno y otro concepto? Resuelve todas las dudas, ¡aquí!

Actitud y aptitud: ¿son lo mismo? ¿En qué se diferencian? ¿Qué significa cada concepto? Aunque tendamos a confundirlos -son palabras prácticamente homófonas-, se trata de dos conceptos totalmente diferentes. La actitud hace referencia a una manera de comportarse, o a una tendencia o inclinación hacia un determinado comportamiento, y la aptitud se refiere más bien a una capacidad o habilidad.

Las actitudes, aunque generalmente se asocien a algo positivo, también pueden ser negativas; en cambio, las aptitudes suelen ser positivas (la capacidad para hacer “X” cosa). ¿Qué más sabemos sobre actitud y aptitud? Para entender mejor sus diferencias, pondremos ejemplos de actitudes y aptitudes en la vida social, laboral, familiar y personal.

Actitud y aptitud: ¿En qué se diferencian?

La actitud se define como ‘la manera de estar alguien dispuesto a comportarse u obrar’. En cambio, la aptitud es ‘la capacidad de una persona o una cosa para realizar adecuadamente cierta actividad, función o servicio’. La aptitud también hace referencia a la ‘habilidad natural para adquirir cierto tipo de conocimientos o para desenvolverse adecuadamente en una materia’.

Así pues, ¿en qué se diferencian actitud y aptitud? Como hemos podido intuir, la actitud incluye tendencias, rasgos de personalidad y formas de reaccionar frente a los problemas. En el caso de la aptitud, hablamos de una capacidad para cumplir determinados roles y funciones.

Una actitud podría ser tener iniciativa en el trabajo a la hora de buscar soluciones, y una aptitud podría ser la aptitud para aprender rápidamente o para trabajar de cara al público.

Actitud y aptitud en la empresa

En el ámbito laboral, actitud y aptitud son dos cualidades especialmente valoradas. Muchas veces se confunden por su similar pronunciación, pero se trata de fenómenos diferentes. ¿Por qué se valoran en el ámbito empresarial? Porque la actitud es lo que hace que un trabajador se involucre en las tareas, se implique, tenga iniciativa, proponga ideas…

Es decir, la actitud aquí se relaciona con una tendencia a buscar soluciones, a actuar de “X” forma positiva para la empresa, a mejorar el rendimiento y los resultados, etc. (todo depende del área específica en la que incluimos esa actitud).

En cambio, la aptitud tiene más relación con la capacidad para desarrollar una serie de tareas o para adquirir unos determinados conocimientos; es decir, tiene más relación con una habilidad o un conocimiento.

En el ámbito empresarial, la aptitud, al igual que la actitud, puede hacer referencia a múltiples campos: aptitud para trabajar en equipo (aunque también podríamos tener actitud para trabajar en equipo), para desarrollar un programa, para elaborar informes, etc.

En este sentido, vemos cómo la aptitud tiene que ver más con aquello más “técnico” (conocimiento), mientras que la actitud tiene más relación con la personalidad, con la iniciativa, con la manera de ser… (es decir, está relacionado con la personalidad y con la tendencia a actuar de X forma).

Actitud y aptitud en otros ámbitos

Más allá del ámbito empresarial, la actitud y la aptitud están presentes en nuestra vida diaria, ya sea en el ámbito familiar, social, personal… ¿Cómo diferenciar estos conceptos en dichos ámbitos? Para ello, vamos a poner algunos ejemplos que nos permitan entender mejor sus diferencias:

Ámbito familiar

A nivel familiar, vemos ejemplos de actitud cuando decidimos pasar más tiempo con nuestros seres queridos, por ejemplo, o cuando ayudamos en las tareas del hogar, cuidamos a nuestros hermanos, etc. Es decir, solemos asociar el concepto de actitud con algo positivo (aunque también pueden existir actitudes negativas), pero eso ocurre en todos los ámbitos.

Un ejemplo de aptitud en el ámbito familiar sería ser capaz de llevar a cabo todas las tareas del hogar (capacidad para organizarse).

Ámbito social

En el ámbito social encontramos también multitud de actitudes (pudiendo ser éstas, insistimos, positivas y negativas). Una actitud positiva en este campo sería acordarnos de los amigos y llamarlos de vez en cuando, tener la actitud de reunirse con ellos a menudo, cuidarlos… (actitudes positivas).

Una actitud negativa podría ser responderles mal cuando estamos enfadados. Y en cuanto a la aptitud, podemos pensar en la capacidad para organizar planes diferentes y divertidos con ellos, por ejemplo.

Ámbito personal

Finalmente, las actitudes en el ámbito personal hacen referencia a tendencia a comportarnos con nosotros mismos y con los demás; por ejemplo, tener una actitud positiva ante lo que nos sucede. Y en cuanto a aptitudes, aquí podemos incluir las aptitudes de trabajo, las aptitudes para desarrollar una inteligencia emocional, etc. En realidad, existen aptitudes y actitudes prácticamente para todo.

Como hemos visto, actitud y aptitud son dos conceptos diferentes. Sin embargo, comparten el hecho de que las empresas, por ejemplo, valoran mucho actitud y aptitud en un trabajador, haciendo éstas referencia a multitud de campos y ámbitos.

Más allá del ámbito laboral, todos y cada uno de nosotros manifestamos actitud y aptitud en determinadas áreas de la vida, así como en nuestro día a día. Conociendo sus características, te resultará más fácil aprender a diferenciarlas. ¡Y es que el lenguaje es muy rico pero está lleno de matices!

Por otro lado, ¿Qué crees que es más importante a la hora de desarrollar un proyecto, o de conseguir nuestros propósitos? ¿La actitud o la aptitud? Muchos piensan que la actitud en realidad es lo que mueve a la persona a luchar; si no tienes actitud, ¿de qué te sirve tener aptitud? Es un tema que invita, si más no, a reflexionar.

viernes, 26 de febrero de 2021

La alimentación y su relación con los síntomas depresivos

¿Cómo es la relación entre la alimentación y los síntomas depresivos? ¿Influye la dieta en nuestra salud mental? Te lo explicamos aquí

Se ha comprobado mediante estudios de revisión la relación entre la alimentación y los trastornos del estado de ánimo. Concretamente, los síntomas depresivos han sido un elemento clave en la conclusión de los resultados a favor de una dieta rica en nutrientes.

Así, aminoácidos, como el hierro, antioxidantes y vitaminas como la B12 influyen en factores cognitivos y conductuales. Es más, la influencia de estos nutrientes no solo se basa en la mejora de los síntomas depresivos, sino que también disminuyen la prevalencia o gravedad de otros trastornos.

La alimentación a lo largo de la historia

Con la emergencia del Homo erectus hace más de 1.8 millones de años, la variedad y riqueza de los alimentos aumentó; apareció la necesidad de alimentar a un cerebro mucho más desarrollado que consume 16 veces más calorías por gramo. De esta manera, el ser humano implementa otras formas de cocinar los alimentos, además de incluir frutas y vegetales a través de la agricultura.

Hoy en día, la diferencia entre la disponibilidad de alimentos en comparación con los que contaban los primeros seres humanos en la historia es considerable. No obstante, esto no quiere decir que la disponibilidad actual sea mejor que la de otros tiempos.

Diferencias en el nivel socioeconómico

Los datos de investigación corroboran una fuerte asociación entre la calidad de los alimentos y los trastornos del estado de ánimo, concretamente los síntomas depresivos. En general, los alimentos que guardan mayor relación con los síntomas depresivos se caracterizan por ser altos en azúcares refinados y grasas saturadas (lo que es característico de la alimentación ultraprocesada).

Así, es probable que las personas con menores ingresos económicos tengan unas circunstancias que les predispongan más a su consumo. Los componentes de los alimentos ultraprocesados suelen ser baratos, por lo que el precio final de estos productos, en comparación con alimentos ricos en nutrientes o alimentos naturales, es mucho más bajo. De esta forma, las personas con menores recursos económicos se verían obligadas, de alguna manera, a tener que consumirlos.

Las consecuencias pueden ser graves en términos de salud mental y los síntomas depresivos, pero también en la salud física, dando lugar a problemas de obesidad, diabetes, etc. Además, la mujer juega con algo de desventaja, ya que la alimentación carente en nutrientes como hierro, folato y calcio puede producir mayores daños en edad fértil.

Salud mental y alimentación

Los estudios que enlazan los problemas que pueden surgir en la salud mental con respecto a la nutrición se ha hecho con población que ha presentado graves deficiencias, por lo que estos estudios no pueden extrapolarse de manera individual. En estos casos, en población psiquiátrica, se ha visto como la suplementación vitamínica mejoraba su condición, además de otras personas con problemas de absorción de nutrientes.

También se ha estudiado que, si bien el déficit en ácido fólico puede ser causa para la depresión, las personas con depresión pueden necesitar más cantidades de ácido fólico que las personas que no padecen depresión. Además, la medicación parece ser más efectiva en un cerebro con una alimentación óptima.

Los nutrientes que están ligados a desórdenes afectivos, como puede ser la depresión, son los siguientes:

Omega 3

El omega 3 constituye uno de los ácidos grasos esenciales. Por ello, la deficiencia de alimentación en Omega 3 puede dar lugar a trastornos del estado del ánimo. Por otra parte, se ha constatado su efectividad para la mejora de la depresión unipolar y bipolar. Este ácido graso se puede encontrar en el pescado y mariscos, nueces y semillas, aceite de linaja, de soja, etc.

Folato y vitamina B12

El folato y la vitamina B12 se enmarcan dentro de las vitaminas de grupo B y se encuentran presentes en una gran cantidad de alimentos. Bajas cantidades de folato se asocian con mayores síntomas depresivos, lo que indica que el folato puede ser útil como tratamiento adyuvante para la depresión.

Con respecto a la B12 o el ácido fólico se ha comprobado la eficacia de la medicación antidepresiva en relación con el nivel de estas vitaminas. A menores niveles, menor respuesta al tratamiento farmacológico. El folato y la vitamina B12 se pueden encontrar en alimentos como la levadura nutricional, productos lácteos, etc.

Magnesio y Zinc

Se ha comprobado como una alimentación deficiente en magnesio en animales aumenta comportamientos relacionados con la depresión y la ansiedad. El tratamiento con magnesio puede mejorar dichos comportamientos. Los alimentos ricos en magnesio se pueden encontrar en la quinoa, las espinacas, el aguacate, tofu, etc.

Con respecto al zinc, se ha observado deficiencias en este oligoelemento en personas con depresión mayor. El uso de suplementos ricos en zinc ha mostrado ser eficaz como terapia antidepresiva, existiendo en modelos animales investigaciones en las que se ha utilizado zinc como tratamiento antidepresivo.

En definitiva, la alimentación tiene una papel importante en la vida de las personas. En función de la calidad de esta, además del ritmo de vida asociado, los beneficios pueden ser considerables, como es el ejemplo de una salud mental y física óptima.

jueves, 25 de febrero de 2021

¿Por qué hay personas que compran de forma compulsiva?

A la hora de comprar, actúan muchos mecanismos mentales en nuestra toma de decisiones, ya sea conscientes e inconscientes. Sin embargo, hay personas que sienten un impulso irrefrenable de comprar. ¿Por qué?

¿Cómo son las personas que compran de forma compulsiva? ¿Por qué lo hacen? Antes de entrar en materia, conviene diferenciar la compra impulsiva de la compra compulsiva. La compra impulsiva no se considera un acto patológico en sí y hace referencia a personas que tienden a comprar sin reflexionar mucho sobre sus acciones, es decir, que compran impulsivamente.

En cambio, la compra compulsiva sí se considera patológica, porque conlleva una tensión en el momento de compra y una posterior liberación de esa tensión a través del acto de comprar. Es decir, la persona siente un deseo irrefrenable (una especie de impulso muy fuerte) de realizar la compra que no puede ni sabe resistir. Este sería el síntoma principal de los trastornos de control de los impulsos.

En este artículo utilizaremos el término de compra compulsiva indistintamente para referirnos a ambos casos, aunque centrándonos, sobre todo, en la compra compulsiva en su grado patológico. ¿Quieres saber qué se esconde tras este tipo de compras?

¿Por qué hay personas que compran de forma compulsiva?

Tras los trastornos del control de los impulsos, como sería el caso de la compra compulsiva, existe una fuerte necesidad o impulso irrefrenable que la persona siente a la hora de realizar una determinada acción. Cuando la persona ejecuta la determinada acción, siente un alivio o una reducción de esa tensión inicial.

Entre los trastornos de control de impulsos encontramos: la ludopatía o juego patológico, el trastorno explosivo intermitente… y la compra compulsiva (aunque su diagnóstico como tal no exista en el DSM-5, se considera un trastorno del control de impulsos).

Compra impulsiva vs. compra compulsiva

Como indicábamos al inicio, es importante diferenciar aquí dos grupos de personas: las que compran de forma impulsiva por un tema puramente temperamental (personas altamente impulsivas que se dejan llevar por las ofertas y otras variables) y las que lo hacen como parte de un trastorno realmente patológico (compradores compulsivos).

Es decir, en el primer caso, hablamos de situaciones, en principio no patológicas (son comportamientos impulsivos), mientras que en el segundo hablamos realmente de un trastorno. Sin embargo, en ambos casos existe ese deseo o esa necesidad de compra, aunque su grado varía en intensidad y etiología.

¿Comorbilidad con otros trastornos?

Un estudio publicado en la Revista Iberoamericana de Psicosomática, realizado en 2015 por investigadores de diferentes universidades de Cataluña, sugiere que la compra compulsiva aparece típicamente en personas con determinados trastornos.

Sobre todo, trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo (como por ejemplo, depresión), trastornos de la conducta alimentaria y trastornos por dependencia de sustancias. Sin embargo, la compra compulsiva (ya sea patológica o no) también puede aparecer en personas que no sufren ningún otro trastorno mental.

¿Una estrategia para mejorar el ánimo?

Otros autores, como es el caso de Aboujaoude (2003), sugieren que la compra compulsiva aparece como respuesta a una necesidad de mejorar el estado de ánimo. Así lo afirma el autor en un estudio publicado en la Jorurnal of Clinical Psychiatry. Es decir, este tipo de compra se convertiría en una especie de estrategia para subir el ánimo e incluso la baja autoestima.

En cambio, otros autores, como Otero-López et al. (2014), sugieren que la compra compulsiva sería un mecanismo que utilizarían algunas personas a la hora de evitar otro tipo de problemas. Así, a través de la compra, dejarían de pensar en aquello que les preocupa y encubrirían ese malestar momentáneamente. Lógicamente, son siempre estrategias «efectivas» a corto plazo que no eliminan el problema de base.

Impulsividad y estados de ánimo: ¿cómo influyen?

Como indicábamos al inicio, las personas con rasgos impulsivos de personalidad tienen más probabilidad de manifestar un comportamiento de compra compulsiva. En relación a esto, hay expertos que sugieren que las personas impulsivas tienden a responder a los estados de ánimo tanto positivos como negativos a través de la compra.

¿De qué manera? Comprando cuando están animadas y comprando también cuando están desanimadas (a fin de mejorar ese estado de ánimo). En relación a ello, Rose y Segrist (2014) sugieren que un estado de ánimo positivo podría aumentar la «urgencia» a realizar una determinada compra. ¿Cómo? Reduciendo la atención selectiva de la persona y su control inhibitorio (lo que favorecería conductas impulsivas de compra).

Hipótesis biológica: déficits de neurotransmisores

Por otro lado, también existen hipótesis biológicas que sugieren un déficit en el funcionamiento de ciertos neurotransmisores cerebrales como posible explicación de la compra compulsiva o patológica. Estos déficits se darían en la dopamina, la serotonina y los opioides, y podrían explicar, en gran parte, el fenómeno de la compra compulsiva.

De hecho, se ha observado como personas con párkinson, que presentan un importante déficit de dopamina a nivel cerebral, tienen más probabilidad de desarrollar este tipo de conductas (Black, 2010).

Personas que compran de forma compulsiva: múltiples causas

Como hemos visto, la compra puede ser impulsiva o compulsiva. En ambos casos, el resultado es el mismo: la compra de grandes cantidades de productos que, muchas veces, la persona no necesita. Sin embargo, cuando estas conductas interfieren en la vida de la persona, entonces hablamos siempre de una compra compulsiva (patológica), de un impulso de consumo que la persona no controla.

Sus causas son múltiples, y todas ellas variarán dependiendo del caso: baja autoestima, otro trastorno mental de base, como mecanismo para autorregular las emociones o para mejorar el estado de ánimo, como estrategia de distracción mental, como resultado de una gran predisposición impulsiva, etc.

Como siempre, si manifiestas un tipo de compra compulsiva que interfiere en tu bienestar, te recomendamos que pidas ayuda profesional para que puedan evaluar tu caso de forma específica y prestarte una ayuda adaptada a tus circunstancias.

miércoles, 24 de febrero de 2021

¿Por qué me afectan tanto las cosas?

¿Sientes que últimamente todo te afecta? ¿Te notas superado por muchas de las cosas que te rodean? Es momento de tomar conciencia de que estás al límite de tus fuerzas y que debes hacer cambios...

“¿Por qué me afectan tanto las cosas?”, “¿Por qué últimamente todo me preocupa, me duele y hasta me bloquea?”. Muchos dirán que tienes la piel muy fina y que quizá sobredimensionas en exceso lo que te sucede. Tal vez. Ahora bien, puede que en realidad tras ese malestar constante y ese umbral más sensible, exista una realidad psicológica que estás descuidando.

Estrés, ansiedad, agotamiento emocional… Podríamos justificar que la forma en que nos afectan las cosas en un momento dado puede partir de una condición mental determinada. Bien es cierto que el estrés eleva la susceptibilidad y que la ansiedad, por su parte, hace de un grano de arena una montaña. Sin embargo, hay factores más profundos e interesantes.

En ocasiones, nos encontramos con personas que pierden la calma y el equilibrio emocional ante aspectos insignificantes. Así, ante aquellos eventos mas serios y trascedentes, se sienten completamente superadas e incapaces de aplicar medidas de afrontamiento. Más allá de lo que podamos pensar estas realidades psicológicas son una constante en terapia.

Razones de por qué me afectan tanto las cosas

No eres de piedra, tu corazón no es de aluminio ni tus neuronas están hechas de grafeno. Todos somos de carne, hueso y emociones, por tanto, es normal que de vez en cuando el mundo nos duela y determinadas cosas nos afecten. El problema está en ese momento en el que casi cualquier aspecto del día a día nos turba e inflama los miedos, las angustias y las preocupaciones.

De este modo, para empezar a comprender por qué me afectan las cosas, debo visualizar un vaso lleno de agua. El líquido que contiene son mis emociones rebosando y apunto de derramarse. Basta cualquier movimiento, temblor y hasta un ligero suspiro para notar cómo estoy al límite, a punto de explotar y hasta de verter todo lo que se contiene en mi interior. Ahora bien ¿por qué mis emociones se encuentran a ese nivel? Lo analizamos a continuación.

El pensamiento excesivo que alimenta la preocupación patológica

Rumiar, darle mil vueltas a las cosas, llenar las noches de preocupaciones y las mañanas de cavilaciones. No dar tregua al cerebro. Pasarnos semanas pensando las cosas sin tomar ninguna decisión. Imaginar lo peor y sufrir por ello. Obsesionarnos con el “qué pasaría si’ y el “debería” hasta hacer de nuestra mente un juez implacable que siempre nos castiga, por no hacer esto y lo otro…

Todas estas dinámicas y flujos mentales alimentan el malestar y logran que todo nos afecte más de la cuenta. De este modo, estudios como los realizados en la Universidad de Emory, por ejemplo, inciden en que el pensamiento excesivo es el lenguaje de la angustia y esto puede ser origen no solo de malestar psicológico, también de problemas de salud.

¿Qué puedo hacer?

El pensamiento excesivo no se apaga diciéndonos aquello de “pues ahora voy a pensar menos”. En realidad, la mente es como una fábrica que nunca deja de producir ideas, imágenes y razonamientos. La clave está en lograr que ese pensamiento sea útil. Si algo me preocupa, lo resuelvo. Si no puedo resolverlo, lo acepto y oriento mi enfoque a nuevos intereses.

La herida emocional abierta

La razón de por qué me afectan tanto las cosas puede estar en mi pasado: en un trauma no resuelto. Hay heridas que permanecen abiertas y esto puede hacer que todo me roce, que todo me duela en exceso porque hay una lesión emocional que no he atendido aún. Es por ello que a veces reacciono de manera desproporcionada ante aspectos que en apariencia no son importantes. Mi umbral de sufrimiento es muy sensible y de ahí, la afección.

¿Qué puedo hacer?

Los traumas y las improntas de dolores del ayer deben afrontarse a través de terapia psicológica. Debemos entender que muchas veces los traumas no son el resultado de un hecho puntual. El hecho de no haberlos gestionado en su día hace que esa herida se le hayan añadido otras con el paso del tiempo.

A la hora de afrontar estas realidades, es necesario trabajar los pensamientos intrusivos, manejar las emociones asociadas a los recuerdos traumáticos y a su vez recuperar la sensación de seguridad.

¿Por qué me afectan tanto las cosas? La sobrecarga que trae la insatisfacción

Estás al límite, sobrecargado, agotado y lo que es peor: te sientes infeliz. Tal como hemos señalado al inicio, cuando uno se pregunta aquello de por qué me afectan tanto las cosas, es fácil pensar que todo se debe al estrés y la ansiedad. Pero cuidado, el estrés y la ansiedad son síntomas de algo subyacente, no entidades delimitadas que lo expliquen todo por sí mismas.

Así, en muchos casos lo que sucede es que nos sentimos insatisfechos con la vida que llevamos. Puede que ese trabajo esté apagando la motivación, la dignidad, la autoestima. Es posible también que estemos en una relación afectiva infeliz. Hay múltiples factores que dejan la marca de la insatisfacción y cuando no la atendemos, todo nos afecta.

¿Qué puedo hacer?

Si todo te enerva, molesta, duele, afecta o turba… reacciona. Descubre la raíz de ese estado emocional y trata los desencadenantes. Si no actúas y no tomas una decisión valiente, la insatisfacción derivará en una depresión y entonces el sufrimiento será mayor. No normalices el malestar presente y transfórmalo en esperanzas renovadas a través de pequeños cambios o cambios drásticos. 

Para concluir, si bien es cierto que cada cual se toma las cosas de una manera, hay épocas en que todo pesa y duele en exceso. No dejemos para mañana esa sensación y atendámonos como merecemos: con afecto, responsabilidad y compasión.

martes, 23 de febrero de 2021

Donantes y tomadores en las relaciones afectivas

En las relaciones afectivas rara vez existe un perfecto equilibrio entre dar y recibir. Es común ver a los clásicos donantes y tomadores inmersos en ese juego de poder donde solo uno gana. El tomador se queda con la energía, con la vitalidad y toda la inversión afectiva de un dador convencido de que en el amor no hay límites, que en eso del querer todo vale.

Aunque el término nos parezca extraño, en materia relacional y afectiva es común ser testigos de auténticos suicidios emocionales. Resulta curioso ver cómo hay quien conduce de manera prudente en la carretera, quien cuida al máximo su alimentación o se preocupa por hacer deporte y llevar una vida activa pero sin embargo, en lo que se refiere al área del amor no duda en lanzarse al vacío y sin paracaídas.

En temas de pareja no todo vale, conviene recordarlo. Hacer del otro nuestra razón de ser y ser para esa persona todo lo que ella pueda necesitar, querer o demandar, produce graves secuelas. Los donantes y los tomadores abundan en exceso en cualquier vínculo relacional. Son esas personas incapaces de lograr un adecuado equilibrio entre dar y recibir, y quienes además, caen en los extremos más insalubres, ahí donde rara vez germina una felicidad real.

El ciclo de la reciprocidad como clave de bienestar

Decía Friedrich Nietzsche que ofrecer un regalo no confiere ningún derecho ni obligación a quien lo recibe. Podríamos estar de acuerdo con esta afirmación, sin embargo, lo queramos o no siempre hay pequeños “matices”. Los obsequios son intercambios que implican cierta reciprocidad, uniendo a donantes y tomadores de muchas maneras.

Por ejemplo, puedo hacerle un regalo material a un amigo. No espero (ni deseo) que él me lo devuelva. Solo ofrezco ese obsequio porque quiero honrar el afecto, el apoyo y la positividad que me trasmite esa persona en mi vida; es decir, entre nosotros ya existe reciprocidad, ya nos une un lazo que viene a representar ese equilibrio dinámico y proactivo donde ambos ganamos.

Lo queramos o no, necesitamos de ese lazo de retroalimentación constante donde dar y recibir se convierte en una misma cosa, ahí donde todos somos al mismo tiempo tanto donantes como tomadores. Esto es así por una razón muy sencilla: el ser humano es cooperativo por naturaleza. De hecho, cooperar nos ha permitido avanzar como especie al sabernos amados, atendidos, valorados e incluso protegidos. Asimismo, estas conductas confieren a su vez a nuestro cerebro un claro sentido de pertenencia y de bienestar.

¿Qué pasa si no hay reciprocidad y me convierto solo en “donante”?

Existe un trabajo muy interesante titulado “Motivación autónoma del comportamiento prosocial y su influencia en el bienestar del ayudante y el receptor”, publicado en la revista de Personalidad y Psicología social del 2010, que nos pone en evidencia datos bastante curiosos.

  • Hay personas que son “donantes” por naturaleza. Es decir, el acto de dar forma parte de su personalidad y es así como entienden las dinámicas de sus relaciones.
  • Aún más, el hecho de “dar” (dar atenciones, afecto, atender, cuidar, etc) les confiere una mayor autoestima y sensación de positividad, de energía y de dignidad personal.
  • Sin embargo, en este tipo de situaciones pueden ocurrir dos cosas. La primera es que las otras personas (los que reciben) se sientan presionadas e incluso incómodas por ese comportamiento permanente de atender, hacer favores, sacrificarse en pro de los demás.
  • El segundo hecho es evidente. Tarde o temprano aparecerá ese fenómeno conocido como “los costes irrecuperables”. Es decir, el donante puede verse en la situación de descubrir que muchas de sus acciones no son ni valoradas ni reconocidas. Todo lo que ha invertido, tiempo, afecto y energía, no lo recuperará jamás. Pensará que no ha tenido sentido y lo que ha conseguido con ello es perder su autoestima…
Donantes y tomadores, dos figuras constantes en nuestras relaciones

Ana y Pablo llevan 8 meses como pareja. Ana es la “donante” y lo hace todo por su chico. Tiene increíbles detalles y atenciones con él, le encanta ir siempre por delante y prever qué puede necesitar o qué puede gustarle en un determinado momento. Pablo, por su parte, “se deja hacer”. Como ve feliz a su pareja llevando a cabo esta serie de conductas ha empezado a mostrar una actitud más o menos pasiva y hasta dependiente.

Este es un pequeño ejemplo de lo que puede ocurrir muy a menudo en nuestras relaciones y de cómo poco a poco, damos forma a los donantes y tomadores. En ocasiones, nosotros mismos impulsamos una serie de dinámicas que más tarde acaban cristalizando en situaciones disfuncionales. No se trata por tanto de buscar culpables, sino de entender algunas cosas:

  • Podemos permitir que alguno de los dos “invierta” un poco más en la relación en un momento dado. Sin embargo, esa no será la pauta ni aún menos regla. Es más, una responsabilidad clara de ambos miembros de la pareja es comprometerse de forma igualitaria en la relación, ahí donde costes y beneficios sean semejantes para ambos.
  • Merecemos recibir. En ocasiones, hay quien se ha pasado tanto tiempo siendo “donante” que no sabe en realidad lo qué es ser tomador de vez en cuando. Lo mismo sucede a la inversa. Quien se ha pasado media vida recibiendo atenciones y consideraciones, puede experimentar una grata sensación al saber el significado del acto de ofrecer y dar desde el corazón.

Por último, un aspecto interesante en el que reflexionar sobre los donantes y tomadores es que tampoco debemos obsesionarnos en el clásico 50/50, es decir, en buscar ese equilibrio perfecto y milimétrico de inversiones y ganancias en una relación de pareja. Las personas damos de muy diversas formas y en diferentes momentos.

Lo importante es saber que existe reciprocidad, que esa persona está ahí para nosotros y que lo que ofrecemos desde el corazón es recibido a manos llenas y devuelto con ganancias cuando más lo necesitamos.

lunes, 22 de febrero de 2021

Cómo ayudar a un niño a superar un trauma

¿Se puede ayudar a un niño a superar un trauma? Con las herramientas y la ayuda necesaria, sí. Os contamos 5 ideas clave para empezar a trabajar en ello.

¿Cómo ayudar a un niño a superar un trauma? Antes de intentar arrojar un poco de luz a esta cuestión, vamos a definir qué es un trauma. Según McCann y Pearlman (1990), “un evento es traumático, desde un punto de vista psicológico, cuando supone una amenaza o un ataque que ocurre de pronto o inesperadamente, que excede la capacidad que cree poseer el individuo para manejarlo o que perturba los marcos de referencia que tiene el individuo a la hora de entender y manejarse en el mundo“.

Así, tanto en la infancia como en la adultez, los traumas puedes ser muy diversos (en la adultez estos se relacionan especialmente con situaciones de violencia extrema, atentados, muerte, etc.). En la infancia, los traumas tienen que ver sobre todo con situaciones de bullying o maltrato, muerte o alejamiento de un ser querido, miedo al rechazo, separación de los madres, humillación recibida, etc.

En este artículo abordaremos la cuestión de forma genérica, pero debemos tener en cuenta que los tipos de trauma y sus efectos pueden variar mucho de un caso a otro.

Os dejamos algunas ideas que pueden ayudar a un niño a superar un trauma. Como veremos, pedir ayuda profesional será el primer paso a tener en cuenta, aunque deberemos valorar cada caso en cuestión y, sobre todo, acompañar al niño en este proceso. ¿Cómo? A través de estas ideas que os proponemos.

Pide ayuda profesional

El primer paso que os aconsejamos dar a la hora de ayudar a un niño a superar un trauma, es pedir ayuda profesional. Un psicólogo infantojuvenil os puede ayudar a enfocar el problema y, sobre todo, puede ayudar a vuestro hijo a integrar la experiencia traumática que ha vivido.

Así que, más que «superar», se trata de procesar la experiencia para, poco a poco, integrarla como parte de la historia vivida. Y esto solo se consigue gracias a la ayuda de un profesional especializado en el tema, porque, recordemos, estamos hablando de salud mental, un tema muy serio.

Por otro lado, dependiendo de la experiencia traumática vivida, y, sobre todo, de las consecuencias psicológicas que ésta haya tenido para el niño, deberemos valorar si pedir o no esta ayuda (si el caso es leve, por ejemplo). En el caso de que esto no interfiera en su vida y en su bienestar, podemos acompañarlo nosotros en el proceso; eso sí, insistimos, siempre será aconsejable pedir asesoramiento previo.

Ayúdale a que se exprese

El primer paso para ayudar a un niño a superar un trauma es favorecer que se exprese. Esto no quiere decir que se tenga que abrir cuando nosotros queramos y de la manera que nosotros prefiramos. Tiene que ver con facilitarte elementos y estrategias para que pueda sentirse libre de mostrar sus sentimientos. Debemos crear espacios cómodos para él, para que se sienta seguro y tranquilo.

Una buena herramienta es el dibujo; los niños son capaces de expresar su mundo interior a través de él, y de una forma muy poco intrusiva para ellos. En este punto será importante que exprese, no únicamente cómo se siente, sino también qué vivió a través del trauma (es decir, rememorar el trauma puede ayudar, puede siempre bajo supervisión profesional).

Que exprese lo que ha vivido nos va a ayudar a entender cómo se siente -cuál ha sido el impacto que ha tenido sobre él la situación-, ya sea través de palabras, dibujos, películas, libros, gestos… Podemos ayudar al niño a que encuentre una manera de expresarse con la que se sienta cómodo. Quizás sea muy limitada, pero en estos casos cualquier información que comparta tiene un valor extraordinario.

Mantén sus rutinas

La rutina puede ayudar al niño a ganar seguridad, a sentir, de nuevo, que habita un entorno controlable y en el que está protegido. Sensaciones, que, por otro lado, van a favorecer que el niño se exprese.

Así, los horarios y las reglas familiares pueden ser beneficiosas para que el niño poco a poco vaya volviendo al momento actual sin dejar de procesar la experiencia vivida (con ayuda profesional cuando sea requerida).

Practica la respiración con él/ella

Los ejercicios de respiración son muy beneficiosos para reducir la ansiedad y otros síntomas relacionados con la hiperactivación del organismo. Tras una experiencia traumática, nuestro cuerpo y nuestra mente pueden sufrir este tipo de síntomas; así, el niño puede mostrarse siempre en constante alerta («esperando», inconscientemente, el próximo peligro), irritable, preocupado, ansioso…

En estos casos, la práctica de la respiración consciente puede beneficiarle mucho. Si además lo hace contigo, se sentirá acompañado (aunque también puede ser positivo para él que, con el tiempo, pueda acabar haciéndolo solo).

Emplea refuerzos

A la hora de ayudar a un niño a superar un trauma es importante que, en estos momentos, se sientas más valorado y querido que nunca. Tras situaciones traumáticas, muchas personas sienten que su autoestima ha decaído notablemente. Por ello, será importante acompañar a nuestro hijo en su desarrollo, escucharle, invertir tiempo con él y sobre todo, hacer que se sienta querido y más válido que nunca.

Así que aprovecha momentos en que hace las cosas bien para reforzarlo y para premiarlo; no hace falta que sea a través de cosas materiales. Un refuerzo también es un acto de amor, un abrazo, un beso, un «vamos a pasar la tarde juntos», etc. Por otro lado, reforzar también implica valorar sus habilidades, capacidades y esfuerzos (no siempre tiene que hacer algo «bien» para que le hagamos saber que es estupendo).

A la hora de elaborar, procesar y «superar» un trauma, es importante expresar esa experiencia vivida y comunicar cómo nos ha hecho sentir. Y una vez lo hagamos, reelaborar la experiencia, integrarla dentro de nosotros como parte de nuestra vida. Esto en niños no siempre es fácil; por ello, será imprescindible pedir ayuda cuando esa experiencia esté interfiriendo realmente en su bienestar y en su funcionamiento.

Más allá de pedir ayuda, aplicar algunas de las pautas mencionadas puede ayudar a nuestro hijo a procesar esa experiencia y poco a poco, volver a la normalidad, recuperar el control de su vida y mejorar su bienestar. Por otro lado, será importante que el niño pueda expresar sus dudas y temores, ya que estos suelen ser muchos después de experimentar una experiencia de este tipo. Y sobre todo, que no se sienta solo, y que poco a poco pueda recuperar la sensación se seguridad y protección.

domingo, 21 de febrero de 2021

6 beneficios de ser realista

¿Existen beneficios de ser realista? ¿Qué significa ser realista? ¿Es lo contrario a ser un soñador? Reflexionamos sobre todo esto a través del siguiente artículo.

El realismo, según la RAE, es aquella forma de ver las cosas sin idealizarlas. Aunque todos trabajamos con una realidad interpretada (y no fotocopiada), hay algunas más cercanas a los hechos que otras. En el caso del realismo, hablamos de una manera de interpretar las cosas que se aleja de ideas preconcebidas, ilusiones o expectativas demasiado elevadas. Pero, ¿existen beneficios de ser realista? ¿Cuáles son?

En este artículo os hablamos de 6 de ellos. Como veremos, podemos ser realistas en múltiples ámbitos de nuestra vida: en el trabajo, en la vida social, en la vida académica, en la vida personal… Y esa dosis de realismo puede llevar asociadas ciertas ventajas que podemos aprovechar si sabemos identificarlas.

Beneficios de ser realista

¿Es ser realista situarnos en un punto medio entre el optimismo y el pesimismo? ¿Qué opinas? Lo cierto es que no es fácil llegar a este punto medio (si es que existe) a la hora de analizar las cosas. Seguramente, la “neutralidad” a la hora de interpretar la realidad no existe, pero sí podemos aprender a ser un poco más realistas y conscientes de lo que sucede “realmente” y de lo que no.

Ser optimista o pesimista conlleva aspectos positivos y negativos. Sin embargo, en el caso del realismo, ¿cuáles son los beneficios de ser realista? Os dejamos 6 de ellos para reflexionar.

Minimiza la posibilidad de una sorpresa

Uno de los beneficios de ser realista es que, al serlo, reducimos la probabilidad de llevarnos una sorpresa (pudiendo ser ésta negativa). Esto puede ser especialmente útil en personas que necesitan sentir que «controlan» su entorno, o que son más bien metódicas y planificadoras.

Así, cuando somos realistas, intentamos no dejarnos llevar por las expectativas y las ilusiones, lo que nos permite, en cierto modo, tener la situación un poco más controlada. Esto incluye la reducción de riesgos innecesarios o de sorpresas no deseadas.

Ayuda a planificar

Otro de los beneficios de ser realista es que puede ayudarnos a elaborar una estrategia y una meta claras. Según John Maxwell, escritor y entrenador en crecimiento personal, en su libro Piense para obtener un cambio, la esperanza es muy importante para conseguir una meta pero no constituye una estrategia.

Cuando entendemos esto, nos vemos obligados a establecer y diseñar estrategias y metas específicas, además de un plan de acción que nos conduzca a conseguir lo que queremos.

Ayuda a entender los problemas

Ser realista nos permite estar más cerca de lo que queremos y de todos los obstáculos que deberemos afrontar para llegar a ello. Es decir, nos permite entender con mayor objetividad y consciencia la situación real. Esto puede ayudarnos a entender las posibles dificultades que deberemos afrontar y sobre todo, a pensar cómo superarlas.

Promueve el pensamiento positivo

El pensamiento positivo no es suficiente para que las cosas vayan bien; también se necesita esfuerzo, trabajo y constancia. Sin embargo, el pensamiento positivo sí es un elemento que puede facilitarnos las cosas, porque puede ayudarnos a automotivarnos y a no rendirnos a la primera.

En este sentido, otro de los beneficios de ser realista es que nos permite evaluar riesgos y escenarios de forma más consciente, además de ayudarnos promover una buena planificación. Esto nos puede ir acercando poco a poco a un pensamiento positivo, ya que si las cosas salen bien gracias a esta buena planificación, este tipo de pensamiento puede ir nutriéndose poco a poco.

Pone a prueba las ideas

Cuando somos realistas asumimos la realidad tal y como es, sin sesgos o ilusiones que puedan interferir en su interpretación. En cambio, cuando somos excesivamente optimistas, podemos arriesgarlo todo de forma impulsiva, y como consecuencia, perderlo también todo. Por contra, una buena dosis de realismo nos permite poner a prueba nuestras ideas de forma un poco más segura y consciente.

Genera credibilidad

Otro de los beneficios de ser realista, especialmente en personas que deben dirigir equipos, es que puede promover la credibilidad de uno mismo por parte del equipo. ¿Por qué? Porque cuando los líderes deben enfrontarse a situaciones complicadas y actúan con expectativas demasiado altas, pueden equivocarse y «quedar en evidencia» por su gestión de la situación (muchas veces, por haber pecado de ilusos).

En cambio, cuando un líder actúa con realismo, actúa evaluando las diferentes opciones de las que dispone de forma más objetiva, así como los diferentes obstáculos y escenarios que debe afrontar, puede planificar bien su estrategia, etc. Y eso, lógicamente, puede revertir en resultados positivos que aumenten la confianza de su equipo en él (no solo por los buenos resultados, sino por la buena gestión de la situación).

¿Existe una única realidad?

Cuando interpretamos la realidad, lo hacemos a través de un filtro propio. Este filtro se nutre de nuestros deseos, creencias, expectativas, experiencias previas, características personales… Así que, nunca podremos decir que hay una única realidad para todos o que la realidad es 100 % objetiva.

Sin embargo, sí podemos ser más o menos realistas cuando no nos dejamos llevar tanto por lo que deseamos, sino por lo que estamos viendo a través de nuestros propios ojos. Ser realista implica, en gran parte, manejar percepciones e ideas ajustadas de lo que sucede; elementos con los que trabaja nuestra mente y que son más probables cuando manejamos buenas dosis de información.

Es por ello que los beneficios de ser realista existen, y estos tienen que ver con la minimización de riesgos, sobre todo, aunque serlo también puede conllevar algún que otro aspecto negativo (por ejemplo: perder la ilusión o volverse excesivamente racional). Y tú, ¿eres más realista o más soñador?

sábado, 20 de febrero de 2021

Debiasing: la técnica para reducir los sesgos cognitivos

Los sesgos cognitivos distorsionan nuestra realidad y hacen que tomemos decisiones precipitadas e incluso erróneas. Esta técnica nos puede ayudar a reducir su impacto. La analizamos.

Debiasing es el término que alude a la capacidad que tenemos cada uno de nosotros a la hora de reducir los sesgos cognitivos. Esos esquemas de pensamiento impregnados de juicios rápidos, interpretaciones ilógicas y atribuciones infundadas nos acompañan de manera constante sin que nos demos cuenta. Esa forma de razonar no solo nos lleva a equívocos, sino que además distorsiona por completo la realidad.

Las personas hacemos de media unas 3000 interpretaciones al día. Sin embargo, puede que ni el 10 % de ellas tengan una base racional y reflexiva. Cuando vamos en el metro, por ejemplo, sacamos conclusiones exprés sobre las personas que tenemos sentadas en frente. Cuando leemos una noticia en nuestras redes sociales, inferimos ideas a menudo precipitadas y erróneas que acabamos compartiendo.

Si alguien no responde al segundo a nuestro mensaje del móvil, pensamos lo peor. Es conocido ese sesgo por el que alguien atractivo y agradable nos parece más fiable. Cada uno de nosotros trabajamos con múltiples esquemas de pensamiento erróneos o distorsionados que afectan al modo en que nos relacionamos e interpretamos lo que nos envuelve. Es saludable, por tanto, ser conscientes de estos constructos psicológicos y reducir su impacto.

Los sesgos cognitivos deciden por ti

El concepto de sesgos cognitivos fue acuñado en 1972 por el psicólogo y Premio Nobel en economía Daniel Kahneman y Amos Tversky. Por norma, este término define esa tendencia del cerebro a analizar en pocos segundos la información que le rodea y tomar en poco tiempo una decisión basada sobre todo en la intuición.

¿Quiere decir esto que las personas estamos tomando malas decisiones de manera continuada? La respuesta evidentemente es no. En el día a día necesitamos decidir de manera instantánea y para ello el cerebro suele recurrir a nuestras experiencias previas para responder a las demandas del entorno. Y, en efecto, en muchos casos esos pasos tomados en nuestra cotidianidad son acertados.

Sin embargo, lo que sucede básicamente es que el cerebro, al intentar ahorrar tiempo, aumenta la probabilidad de cometer errores, pasando información valiosa por alto. Por ello, el propio Daniel Kahneman nos explica en su ya célebre libro Pensar rápido pensar despacio la necesidad de hacer uso de un enfoque más lento, deliberativo y lógico.

Un modo de lograrlo y, sobre todo, de reducir el impacto de los sesgos cognitivos, es mediante la técnica del debiasing. La analizamos.

¿Cómo funciona el debiasing cognitivo?

La técnica del debiasing cognitivo se está aplicando ya en múltiples escenarios. Un ejemplo, en un trabajo de investigación realizado en la Universidad de Carolina del Sur se aplicó esta estrategia en el área de enfermería de diversos hospitales. Se hizo porque estudios previos apuntaban la idea de que los sesgos cognitivos afectan a la calidad de nuestras decisiones y a la oportunidad de aplicar cambios que beneficiaran a todo el entorno.

La necesidad de romper con las tradiciones, creencias y normas culturales arraigadas es una necesidad en múltiples entornos de trabajo. Para ello, resulta muy útil la estrategia del debiasing. Los pasos son los siguientes:

Toma de conciencia

El primer paso es asumir que la mente funciona con estos sesgos cognitivos. Saber en qué consisten y las consecuencias que tienen es prioritario.

Decidir el cambio

La persona debe comprometerse consigo misma a que va a ejercer un control sobre su pensamiento. Hay que conjugar el conocimiento (saber qué son los sesgos) con el compromiso (voluntad por el cambio).

Autoanálisis

El siguiente paso es el autoanálisis y la autoconciencia. ¿En qué momentos o circunstancias aplico yo un sesgo cognitivo? Por ejemplo, cuando un compañero de trabajo me propone una idea ¿lo escucho o me digo automáticamente que lo que me expone es una tontería porque es mejor no cambiar nada?

Cuando tomo una decisión… ¿en qué me baso? ¿parto solo de mi experiencia o soy capaz de analizar toda la información que me rodea? Es esencial que la persona realice un ejercicio de reflexión para saber en qué momentos o circunstancias su mente funciona más en piloto automático que de manera deliberada.

Planificación

Una vez la persona toma conciencia de que esas situaciones en las que los sesgos cognitivos toman decisiones por ellas, es momento de planificar una estrategia. Por ejemplo:

  • Un compañero de trabajo me propone una idea –> En lugar de asumir que mi enfoque es mejor y que los cambios no son buenos, lo atiendo, lo escucho y valoro su idea. Intento imaginar qué beneficios puede aportar su propuesta.
  • Llega una persona nueva al trabajo –> En lugar de sacar conclusiones precipitadas al ver su aspecto o escuchar sus primeros comentarios, me esforzaré en conocerlo, en ser cercano, abierto y evitar caer en juicios o estereotipos.

Aplicación

El camino para reducir el poder de los sesgos cognitivos en nuestra mente requiere asumir un firme compromiso. Su aplicación es diaria y continuada.

Es bueno saber que el cerebro hace uso de estos constructos psicológicos de manera inconsciente y automática. Tomar conciencia de ello y aplicar los cambios planificados con anterioridad de manera constante es esencial y prioritario.

Evaluación del debiasing

Por último, y no menos importante, debemos evaluar si la aplicación de la técnica del debiasing está siendo efectiva. ¿He aprendido a tomar mejores decisiones? ¿Han mejorado mis relaciones sociales? ¿Cómo me siento? Por término medio, empezaremos a notar mejoras al cabo de cuatro o cinco semanas. Todo cambio requiere tiempo para percibir beneficios.

No obstante, este entrenamiento mental tendrá siempre como destacable objetivo, aprender a pensar un poco mejor. Hacerlo sin prisas, siendo capaces de evaluar cada situación, estímulo y circunstancia revierte siempre en nuestras decisiones y calidad de vida. No dudemos en aplicar este recurso.

viernes, 19 de febrero de 2021

¿Por qué a veces nos coge la risa tonta?

¿Alguna vez te ha cogido la risa tonta en la situación menos apropiada? Estallar en carcajadas en momentos en los que no deberíamos tiene una explicación psicológica que vale la pena conocer.

¿Por qué a veces nos coge la risa tonta? A todos nos ha pasado en más de alguna ocasión. Estamos entre un grupo de amigos y de pronto, a partir de cualquier tontería, pasamos de la risa a la carcajada y somos incapaces de detenerla, contagiando al poco a todos los demás. Ahora bien, lo llamativo de este fenómeno es que también puede darse en las situaciones menos apropiadas.

Casi sin saber cómo ni por qué, la risa puede aparecer en situaciones de contenido estrés. Surge por ejemplo cuando intentamos sacar nuestro billete del metro y al meter las monedas, estas se quedan atascadas. También podemos experimentar este fenómeno en medio de un examen, al quedarnos atrapados en un ascensor o en cualquier circunstancia en la que sentimos cierta ansiedad. ¿Cómo puede ser? ¿Qué mecanismo psicológico rige este tipo de risa tan peculiar?

¿Razones de por qué a veces nos coge la risa tonta?

Las personas reímos por cosas lógicas y también por dimensiones de lo más ilógicas e irracionales. Pero aún así, tras esos instantes de efusividad absoluta hay algo que siempre experimentamos: alivio, desahogo y tranquilidad. Lo cierto es que pocos mecanismos definen tanto al ser humano como la risa porque con ella estrechamos lazos sociales y a su vez liberamos emociones.

Ahora bien, es interesante tener en cuenta que este mecanismo no es exclusivo de nuestra especie. También hay animales que ríen, como por ejemplo los chimpancés, los orangutanes, los gorilas y hasta las ratas. El psicobiólogo y neurocientífico Jaak Panksepp nos recuerda en su libro Affective Neuroscience que en el reino animal son muchas las criaturas que disfrutan de las cosquillas y son capaces de reír.

Sin embargo ¿experimentarán también los chimpancés eso que definimos como risa tonta? De momento no está demostrado, pero lo que sí sabemos es qué motiva y explica esas inusuales pero siempre chispeantes reacciones. Lo analizamos.

La risa sin sentido ni fin: la complicidad que nos une

Muchos hemos tenido alguna vez esa divertida experiencia. Estamos con ese amigo de siempre o nuestra pareja y de pronto vemos un estímulo o sucede algo que solo nosotros entendemos. La complicidad se suele inscribir en los pequeños detalles, en los gestos, y esto puede provocar a veces que surja esa risa espontánea entre dos, esas carcajadas que van in crescendo y que no podemos controlar.
La risa tonta entre amigos, por ejemplo, es un fenómeno muy común.

La risa tonta y la función autorreguladora: me río porque estoy nervioso

Margaret Clark es profesora de psicología en la Universidad de Yale y coautora de un interesante estudio. En él nos habla de lo que se conoce como “expresiones dimorfas de emoción positiva”. ¿Qué significa esta propuesta? Significa que en ocasiones, las emociones positivas no aparecen como reflejo de un estado interno feliz, alegre, relajado o satisfecho.

Hay veces en que determinadas reacciones emocionales tienen como finalidad regular nuestro estado interno. Para comprenderlo mejor pondremos un sencillo ejemplo. Tenemos la primera cita con la persona que nos gusta. De pronto, en medio de esa cena nos coge la risa tonta y no podemos parar. La otra persona, sorprendida y sin saber qué ha motivado esa situación, no puede más que mirarnos sin saber qué decir.

Evidentemente, no nos reímos como respuesta a la felicidad o la diversión. En esas circunstancias en las que las emociones son muy intensas suele aparecer este mecanismo como forma de regular el nerviosismo. Es la respuesta del cerebro para favorecer la homeostasis y permitirnos así obtener algo de alivio y recuperar el control de nuestras funciones cognitivas, sociales y psicológicas.

Cuando reír sin saber por qué reduce el estrés en una situación concreta

La risa tonta aparece en instantes de complicidad con amigos y también cuando nos sentimos muy nerviosos. Ahora bien, existen otro tipo de situaciones en las que este mecanismo puede aparecer de manera automática sin que nos demos cuenta. Hablamos del estrés. Pongamos un nuevo ejemplo que nos puede ser muy familiar.

Estamos en el trabajo, a última hora de la tarde y a punto de acabar nuestra jornada. Pero nos falta una última cosa: imprimir unos informes para entregarlos a un departamento concreto de la empresa. Sin embargo, al darle a imprimir nos sale el aviso de que le falta tinta de color negro. Se la instalamos. Volvemos solicitar la impresión y entonces nos notifica que le falta tinta de color magenta.

En ese instante en que nos sentimos saturados, agotados y tremendamente estresados, emerge de pronto la risa tonta. Reímos casi a la desesperada y a veces hasta dejando que nos caigan las lágrimas. Esta reacción es otro recurso del cerebro para generar alivio, para reducir el pico de ansiedad y estrés de la mente y el organismo al regalarnos una buena dosis de endorfinas.

Así, y por término medio, después de ese buen rato bajo el dominio absoluto de la risa tonta, es común sentir un profundo alivio y ver las cosas de otro modo. Reír sana, reír reconforta y actúa además, como fabuloso recurso de homeostasis emocional.

jueves, 18 de febrero de 2021

4 técnicas para mantener el foco y que te cueste menos completar las tareas

Mantener nuestro foco de atención en una tarea concreta cuando existen tantos distractores y tentaciones no es una meta sencilla en muchos contextos. Ahora, siempre podemos tomar medidas que rebajen el nivel de esfuerzo que nos demanda.

La atención es un bien escaso, en especial si tenemos en cuenta la cantidad de estímulos, artificiales y no artificiales, que nos rodean. El ruido, los aparatos, los mensajes, las noticias, en fin, las circunstancias que compiten por nuestra atención son muchas, haciendo que mantener el foco, en ocasiones, sea un objetivo verdaderamente difícil. El resultado habitual es que no se completan las actividades planeadas.

Mantener el foco es fundamental para lograr que el tiempo rinda más. Así mismo, para lograr que las tareas se completen, pero no de cualquier manera, sino de la forma correcta. Las distracciones hacen que se vayan los días sin hacer lo que se debe, pero también sin contar con tiempo libre.

Hay varias técnicas que ayudan a mantener el foco para aprovechar mejor el tiempo y aumentar la productividad. El objetivo es que se pueda cumplir con los compromisos de forma adecuada y que, a la vez, haya suficiente descanso. Las siguientes son cuatro técnicas muy eficaces.

1. Entrenar la mente para mantener el foco

Lo más indicado para mantener el foco es organizar el trabajo en bloques de 25 minutos, con pausas de cinco minutos después de cada bloque. Esta es la famosa técnica Pomodoro. Hay quienes sugieren que el bloque ideal es de 20 minutos.

Sea lo uno o lo otro, lo cierto es que muchas personas no logran evitar las distracciones en ese breve lapso. La consultora Stacey Harmon ha indicado que para que esto no ocurra hay que entrenar la mente, de manea que sea capaz de descartar las distracciones que se presenten durante el bloque.

Si la distracción es externa, por ejemplo, una persona que envía un mensaje o un compañero que pide un favor, lo indicado es avisar puntualmente que no estamos disponibles hasta dentro de “x” minutos. Si la distracción es interna, por ejemplo, un pensamiento intrusivo, lo aconsejable es anotarlo en un papel, seguir de largo y retomarlo después.

2. Programar las tareas en concordancia con tu ritmo ultradiano

La atención y la concentración son capacidades fluctuantes. No tienen la misma intensidad todo el tiempo. Los seres humanos tenemos un reloj biológico conocido como el ciclo circadiano. Este es de 24 horas y determina las horas de trabajo y descanso, alimentación, etc.

El ritmo ultradiano corresponde a los ciclos de mayor y menor vitalidad y atención, dentro de cada ciclo circadiano. Duran 90 minutos, pero no son iguales para todas las personas. Por lo tanto, lo aconsejable es hacerse un seguimiento diario por dos semanas. La idea es calificar cada hora laboral de 1 a 5, según el nivel de concentración que se tuvo.

Así, 1 es baja concentración y 5 es la máxima. Luego de las dos semanas se habrá reunido información suficiente como para saber cuál es el ritmo ultradiano personal. La idea es que al saberlo se puedan dedicar los lapsos de mayor concentración a las tareas más complejas. Por supuesto, los tiempos de menos concentración se dedicarán a aquello que es más sencillo.

3. Desconectar periódicamente

Distraerse y tener pensamientos ociosos es mucho más importante de lo que parece. Tan necesario es que por eso mismo la mente no logra mantener el foco en las tareas y se pierde muchas veces entre ideas o acciones triviales.

Muchos expertos están de acuerdo en que es muy importante dedicar algunos lapsos del día a soñar despiertos, o divagar. El secreto está en saber cuándo hacerlo y cuando no. Así pues, no es conveniente mientras se trabaja en algo que exige atención.

En cambio, sí lo es cuando se llevan a cabo tareas mecánicas, tales como organizar el escritorio o los papeles, dar un paseo después del almuerzo, etc. Esas pausas liberan la mente y hacen que resulte más fácil mantener el foco.

4. Elegir el lugar correcto de trabajo

Lo más aconsejable es adaptar el espacio de trabajo para minimizar las distracciones. Los sitios muy transitados o ruidosos no son buenos amigos para la concentración. El problema es que no siempre se cuenta con una oficina cómoda y apartada del mundanal ruido.

Lo más adecuado en esos casos es adaptar el espacio de la mejor manera. Si hay mucho ruido, unos audífonos o unas orejeras pueden solucionarlo. Si el tránsito de personas es alto y se necesita concentración, aprovechar las horas menos concurridas.

Los conocedores del tema también recomiendan cambiar el espacio de trabajo de vez en cuando. Estas modificaciones suelen dar como resultado una mayor disposición a mantener el foco en lo que se está haciendo. Y, finalmente, siempre que se pueda apagar el celular, mucho mejor.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Claves de la validación emocional en el trastorno límite de personalidad

¿Es la falta de validación emocional una de las posibles causas del desarrollo del trastorno límite de personalidad? No dejes de leer este artículo para informarte.

La validación emocional conforma una de las tareas clave para el abordaje del trastorno límite de personalidad (TLP). La validación emocional forma parte de las estrategias esenciales, dentro de la terapia dialéctica conductual (DBT), desarrollada por Marsha Linehan.

A grosso modo, la validación emocional forma parte de las estrategias esenciales de la DBT en conjunto con las estrategias de solución de problemas. Permite, a la persona con TLP sentirse comprendida en un contexto estimulante y ausente de críticas. Algo que puede ser diferente en su contexto natural.

La importancia de la validación emocional en el TLP

Linehan observó la importancia de determinadas estrategias para el tratamiento del TLP, entre ellas, de suma importancia la validación emocional. Su modelo supone una aproximación biosocial basada en la interrelación entre influencias biológicos y principios de aprendizaje.

Esto último puede traducirse en que la persona con TLP, además de experimentar emociones intensas, puede haber experimentado patrones de crianza invalidantes. Por ello, al experimentar una emoción intensa, difícil de controlar en la persona con TLP, su contexto puede haber hecho ver a la persona que se equivoca, que es una respuesta exagerada y que puede ser inadaptada.

La importancia de la validación emocional en el TLP
Linehan observó la importancia de determinadas estrategias para el tratamiento del TLP, entre ellas, de suma importancia la validación emocional. Su modelo supone una aproximación biosocial basada en la interrelación entre influencias biológicos y principios de aprendizaje.

Esto último puede traducirse en que la persona con TLP, además de experimentar emociones intensas, puede haber experimentado patrones de crianza invalidantes. Por ello, al experimentar una emoción intensa, difícil de controlar en la persona con TLP, su contexto puede haber hecho ver a la persona que se equivoca, que es una respuesta exagerada y que puede ser inadaptada.

La terapia dialéctica conductual (DBT)

Como se ha comentado en líneas anteriores, la validación emocional, junto con la solución de problemas, forman las estrategias esenciales en DBT. Con estas, también se realizan estrategias de cambio dirigidas a modificar patrones de conducta desadaptativos.

Los objetivos básicos de la DBT consisten en que las personas con TLP aprendan a modular la emocionalidad extrema y se reduzcan patrones de comportamiento desadaptativos que son dependientes a su estado de ánimo. Linehan pone su énfasis en la aceptación y la validación emocional para desde ahí conseguir el cambio.

Modos de tratamiento

La DBT proporciona un apoyo terapéutico muy completo en el que se incluyen 4 modos de terapia:

  • Terapia individual: terapia con una periodicidad semanal que dura entre 50 y 60 minutos. aunque puede llegar a los 90 minutos.
  • Entrenamiento de habilidades: se aplica en formato grupal y se entrena en mindfulness, habilidades de tolerancia al malestar, de eficacia interpersonal y de regulación emocional
  • Generalización de habilidades: se utilizan consultas telefónicas para el refuerzo de habilidades que se enseñan en el grupo de habilidades
  • Equipo terapéutico: sirve de base para los terapeutas responsables del proceso terapéutico como modo de supervisión y prevención del burnout.
Claves de la validación emocional en TLP

En DBT se establece que ningún cambio puede conseguirse sin aceptación. Por ende, la validación emocional resulta ser una estrategia esencial para ayudar a las personas con TLP a relacionarse de una manera diferente con las emociones que surgen, cambiando determinados patrones conductuales que les dificulta llevar su vida.

La validación emocional entonces resulta ser la estrategia de aceptación básica, y la solución de problemas la estrategia de cambio. La esencia de la validación, descrito de manera simple, significa hacerle ver a la persona con TLP que su conducta tiene sentido de acuerdo con el contexto o situación presente, aceptando a la persona y comunicándoselo.

En resumen, las claves de la validación emocional podrían compactarse en lo siguiente:
  • Mostrar interés por la persona, adoptando una actitud de escucha
  • Reflejar los pensamientos, sentimientos y emociones de la persona con TLP, atendiendo a su vez el lenguaje verbal y no verbal, para dar una devolución de esta información a la persona y ver que se le ha entendido
  • Expresar también aquellas cuestiones que la persona no ha comunicado, pero se han visto omnipresentes en el discurso de la persona. (Linehan llama a esto como “mindreading“)
  • Contextualizar la conducta de la persona, haciendo que esta tenga sentido de acuerdo a las circunstancias que la rodean. Aquí, se mencionan factores biológicos y de aprendizaje para dar una explicación al problema de la persona
  • Analizando los antecedentes y las consecuencias de conductas disfuncionales (tales como por ejemplo el abuso de sustancias), como forma de ver que este tipo de conductas quizá se utilicen para un alivio momentáneo de su malestar emocional
En todo caso, la DBT suele ser una terapia muy extensa en su contenido para describirla con precisión, además del riesgo de reducirla a las estrategias de validación emocional. Por ello, se contempla como una intervención completa para personas con TLP y otras patologías; tales como los trastornos de conducta alimentaria, el abuso de sustancias y el riesgo suicida, además de otras adaptaciones.

martes, 16 de febrero de 2021

Por qué debes dejar de seguir a tu ex en las redes sociales

Un modo de facilitar el duelo tras una ruptura de pareja es dejar de seguir a la otra persona en redes sociales. Obsesionarnos en saber qué publican, qué hacen y con quien están es una forma de sufrimiento inútil.

Una de las cosas más saludables que puedes hacer cuando rompes una relación es dejar de seguir a tu ex en las redes sociales. Puede costar, es cierto. A veces, hasta es posible que no lo veas necesario. Pero hacerlo, facilita el duelo y conforma además una estrategia terapéutica eficaz para poder pasar página mucho más rápido y reconstruir tu vida de manera saludable y satisfecha.

Ahora bien, ¿por qué hacerlo si “hemos quedado como amigos”? Dicen muchos. La verdad es que, aún a día de hoy, son muchas las personas que siguen sin comprender el impacto que puede tener mantener el contacto virtual, aún cuando la relación afectiva ha dejado de existir. Stalkear a la expareja, entendido como ese comportamiento espía en redes sociales, es una conducta que practica buena parte de la población.

Algo que sin duda sabemos es que las relaciones en la era actual ya no son como las de hace diez o quince años. El amor en tiempos digitales implica contar con más vínculos que los físicos y los afectivos. Los lazos virtuales son los menos importantes cuando tenemos una relación de pareja y sin embargo son nuestro último reducto cuando esa relación se rompe.

Razones de por qué debes dejar de seguir a tu ex en las redes sociales

Las redes sociales son nuestra mirilla de la puerta para saber qué hacen y cómo les va la vida a las personas que conocemos. Vivimos un momento temporal en EL que buena parte de la población tiene un teléfono móvil y acceso a Internet y esto ha revolucionado nuestra vida y nuestras relaciones. Ahora, podemos seguir el día a día de alguien sin que esa persona lo sepa y esto, puede tener serias repercusiones.

Esta ventaja hace que nos sea posible saber qué hacen nuestros amigos y examigos, compañeros de trabajo y excompañeros de trabajo, parejas y exparejas. Así, de entre todos estos colectivos, lo más problemático a nivel psicológico es skaltear a esas personas con las que mantuvimos una relación. Ser el ojo que mira a través de la cerradura virtual eleva el malestar, cronifica los duelos y puede abocarnos a conductas obsesivas. Estas son más razones de por qué debes dejar de seguir a tu ex en las redes sociales.

Tu mochila emocional pesará mucho más y no podrás avanzar

A lo largo de esa relación que has tenido con tu expareja has acumulado buenas vivencias y otras no tan buenas. Cuando se produce una ruptura, tu mochila emocional tiene un peso determinado. Sin embargo, el hecho de seguir a esa persona por redes sociales hará que la carga emocional de valencia negativa aumente de manera considerable.

Esa carga se elevará cada día cuando descubras una foto nueva, un nuevo comentario y las stories en las que aparece con otras personas. La felicidad del otro en ese universo virtual supondrá un desconsuelo más en tu mochila y de ese modo el proceso del duelo tras la ruptura no terminará nunca.

Debes dejar de seguir a tu ex en las redes sociales. Estás reforzando un imposible

Si no puedes dejar de seguir a tu ex en las redes sociales es por un hecho muy concreto. No solo ansías saber qué hace en su vida. De algún modo, también sigues alimentando esperanzas. Buscas indicios que te hagan percibir que te echa de menos. Anhelas señales que te hagan ver que esa persona busca una reconciliación contigo.

Una parte de tu mente sigue concibiendo que esa ruptura es algo temporal y que, en algún momento, volverá a tu lado. Sin embargo, es necesario que tomes conciencia de las evidencias. Estás alimentando un imposible y seguir a esa persona por redes sociales te imposibilita pasar página, avanzar en tu vida.

Sigues idealizando a una persona que no te quiere

Mirar los estados de la expareja. Estar pendiente de qué publica, de qué comenta, saber a qué le da like, si está en línea o que fotos sube. Aunque no te des cuenta, estás idealizando a una persona que ya no te ama, continúas alimentando un afecto que carece de sentido ni finalidad.

No podrás reiniciarte a ti mismo hasta que cortes definitivamente el vínculo que te une a ese amor imposible y sin sentido: el virtual. Salud mental es también dejar ir lo que no tiene sentido y que además se está convirtiendo en una conducta obsesiva que merma tu equilibrio psicológico.

Fuera de la vista, fuera de la mente. Cómo dejar de seguir a tu expareja en el mundo virtual

La problemática de mantener el contacto virtual después de una ruptura afectiva es un tema que lleva investigándose hace bastante tiempo. Ya en el 2012, por ejemplo, la revista Cyberpsychology, Behavior and Social Networking publicaba un estudio en el que se hablaba del impacto que tenían redes sociales como Facebook a la hora de de dificultar el duelo en las rupturas.

Ya en esos años se destacaba el potencial del contacto y la vigilancia que permitía esta red y cómo imposibilitaba la recuperación emocional. Desde el 2012 hasta la actualidad y con el avance de plataformas como Instagram o Tik Tok, tenemos más recursos para seguir, mirar, vigilar y con ello cronificar el sufrimiento.

¿Cómo evitarlo? ¿Cómo puedes dejar de seguir a tu expareja en las redes sociales? Estas serían algunas claves.

  • El manual del buen uso tras una ruptura nos dice lo siguiente: si está fuera de tu vista en el móvil, estará fuera de la mente. Esto debe convencerte de algo muy claro. Si deseas dejar de sufrir, dale al unfollow.
  • Usar tus estados o fotos como mecanismo de venganza solo te pone en evidencia y no sirve de nada. Toma conciencia de ello y hazlo, elimina a esa persona de tus redes.
  • Después de la ruptura, date un tiempo para ti mismo. Después de dejar de seguir a esa persona, tómate unos días de desconexión en el universo virtual.
  • Busca otras aficiones, haz amigos nuevos. Todo estímulo nuevo es una forma de mantener ocupada tu mente y de alimentarla de nuevos intereses y objetivos.

Para concluir, pocas cosas resultan más saludables y catárticas que bloquear, dejar de seguir y silenciar. Haz todo lo que necesites para recuperar el equilibrio y las riendas de tu vida tras la ruptura.

lunes, 15 de febrero de 2021

Los 7 sistemas motivacionales de Panksepp

Las emociones condicionan nuestras acciones, nos llevan a realizar movimientos que influyen en nuestra conducta. Nos impulsan, nos motivan e invitan a movernos de un lugar emocional o conductual. En este contexto, queremos hablar de los 7 sistemas motivacionales de Panksepp.

Existen numerosas investigaciones sobre las emociones y la afectividad. Jaak Panksepp ha investigado este campo desde la psicología clínica y la neurociencia. Una de las características más relevantes de su obra es la investigación experimental en animales de laboratorio y su interés en las funciones neurobiológicas de las emociones, la afectividad y el juego.

Cuando pensamos en emociones, podemos referirnos a ellas como procesos simples dependientes de nuestra voluntad. Sin embargo, no todo control emocional nos exime de tener reacciones emocionales involuntarias, por lo que se trata de un fenómeno dinámico más complejo.

Panksepp y la neurociencia de la afectividad

Jaak Panksepp, psicólogo, psicobiólogo y neurocientífico introdujo el término de neurociencia de la afectividad para referirse a la rama científica que estudia los mecanismos neurales de las emociones. Panksepp clarificó que los sentimientos afectivos son procesos neurobiológicos distintos en términos anatómicos, neuroquímicos, etológicos y subjetivos.

Este valor subjetivo de los afectos, permite al organismo realizar elecciones conductuales, tales como encontrar comida cuando se está hambriento o compañía cuando se está solo. Por tanto, para Panksepp se trata de una comunicación bidireccional entre el cerebro y el cuerpo.

Así, las emociones están reguladas por el sistema nervioso autónomo y dirigidas por siete sistemas motivacionales. Panksepp investigó estos sistemas motivacionales de los cuales el ser humano comparte con los animales: incitan al movimiento o a una respuesta cognitiva y conductual, y cumplen una función determinada.

Los siete sistemas motivacionales de Panksepp

Jaak Panksepp delimitó 7 sistemas motivacionales que cubren nuestras necesidades, de manera que, en función de la situación, se activarán el/los sistemas motivacionales correspondientes. Aunque algunas emociones negativas pueden cumplir una función reguladora, podemos clasificar estos sistemas motivacionales, característicos por la predominancia de emociones positivos o negativas. Veamos cuales son:

Sistemas de emociones positivas

  • Curiosidad/búsqueda. Este sistema afectivo nos invita a movernos para buscar aquello que nos pueda satisfacer. Su activación se produce para cubrir un déficit, un anhelo o una necesidad. Cumple una función de exploración. La curiosidad emerge para iniciar la búsqueda de satisfacción, que no es otra que la búsqueda de la homeostasis o el equilibrio de nuestro organismo.
  • Juego. Este sistema es esencialmente mamífero. Se ha demostrado que los mamíferos aprendemos jugando y que el juego promueve las relaciones sociales. Se trata de un ensayo: jugando mejoramos nuestra capacidad, pero también aprendemos sobre nuestra limitaciones. Está relacionado con el sistema dopaminérgico de la búsqueda. Está vinculado al aprendizaje social y en especies primates con el desarrollo epigenético de sistemas complejos de comunicación, como las neuronas espejo.
  • Deseo sexual/pasión. La pasión es una forma de gestionar el deseo sexual. En los animales, es el sistema que más se diferencia en función de sexos: mientras en las hembras los estrógenos facilitan la liberación de oxitocina en el SNC, en los machos el deseo sexual es mediado por la arginina-vasopresina, la cual es incrementada por la testosterona.
  • Crianza/cuidado fundamental del otro. Este sistema tiene una función fundamental en los mamíferos, está relacionado con la motivación de los padres para la protección. La empatía, la solidaridad y la ternura forman parte de este sistema. Por tanto, las relaciones que resultan reforzantes y generan una sensación de seguridad y confort, también se liberan opioides endógenos importantes.
Sistemas de emociones negativas

  • Temor/ansiedad. Es un sistema reptiliano, nos mantiene alerta y nos lleva a un estado de ansiedad alto. Mientras que en primer nivel nos lleva a la precaución, en su extremo, nos lleva a la parálisis. Es activado por la amígdala, y al igual que la ira, requiere de una respuesta neuroendocrina: la activación del eje hipotálamo-hipófisis y corteza adrenal, implicado en los cambios viscerales que produce la ansiedad.
  • Ira. Es un sistema que media los sentimientos de enojo y frustración. Es un sistema antagónico al de búsqueda y satisfacción, ya que en el caso de los animales, no atacan durante experiencias reforzantes o satisfactorias. La ira está asociada a una activación alta del sistema nervioso simpático y suele estar relacionado con el sistema de temor.
  • Pánico / aflicción / angustia. Este sistema activa la tristeza, abandono y pérdida. Es el extremo al pánico relacionado con ser abandonado. Es un sistema motivacional que nos lleva a poder experimentar el miedo a la pérdida y el dolor como activador. Está vinculado a poder soportar y manejar las pérdidas.
En resumen, podemos experimentar respuestas emocionales diferentes, inherentes a los siete sistemas motivacionales que existen en los mamíferos. Estos sistemas motivacionales están asociados y tienen una fuerza muy grande.

Algunos, como el juego o la curiosidad, nos resultan positivos, y por tanto, producen el mismo efecto positivo en el plano emocional. Otros, como el sistema motivacional de pánico o de ira, nos producen emociones negativas; sin embargo, resultan tan necesarios para poder soportar otras emociones, como las del dolor y las pérdidas.

El descubrimiento de estos 7 sistemas motivacionales supuso un avance en el entendimiento de los mecanismos neurobiológicos de las emociones y la afectividad.

domingo, 14 de febrero de 2021

Alain Badiou y el Elogio del amor

Los planteamientos de Alain Badiou acerca del amor van en contravía de algunos enfoques psicológicos. No cree que esta sea una realidad que pueda o deba racionalizarse, ya que lo esencial es construir la experiencia.

Alain Badiou es un filósofo y escritor francés que ha reflexionado sobre el amor desde una perspectiva muy interesante. Uno de los aspectos llamativos de su enfoque es que aboga por la “despsicologización del amor”.

La “psicologización del amor” tiene que ver, a juicio de Alain Badiou, con una racionalización superflua, encauzada por lo que él llama “psicología pop”. Desde esa perspectiva, los sentimientos, los pensamientos y las emociones son realidades estrictamente individuales.

Entre tanto, Alain Badiou plantea que el amor siempre está ligado a una estructura. En este sentido, ese sentimiento es histórico y cultural, no individual. Así mismo, está ligado a la estructura inconsciente de una persona, no a las emociones o la química. En su filosofía, lo amoroso es un “acontecimiento”. Veamos esto con mayor detalle.

Alain Badiou, el acontecimiento y el amor

Alain Badiou señala que el amor tiene lugar cuando se produce el encuentro con alguien que activa el deseo. No habla en el sentido sexual, sino que se refiere a una cierta expectativa o añoranza que, en principio, es completamente indefinible.

La presencia del amor quiebra o altera las condiciones o circunstancias en las que vive una persona. A eso es a lo que Badiou denomina “acontecimiento”: una realidad capaz de introducir una nueva “verdad” en la vida del sujeto. El amor disloca las condiciones actuales de quien lo experimenta.

El acontecimiento no es predecible, anticipable o discernible, en palabras de Badiou. El encuentro amoroso marca un antes y un después. Lo que sucede es que cada individuo construye una verdad: la verdad de ese amor. Comienza con un “te amo”, que aparentemente es elocuente, pero que en realidad se trata de una indefinición, una apuesta sin garantías.

Cuando alguien dice “te amo” enuncia una verdad, pero en realidad se desconoce qué es lo que dice. Lo asevera desde una estructura que es invisible para el otro, al menos en un comienzo. “Te amo” puede significar “te deseo sexualmente”, “quiero que ocupes el lugar de mi padre”, “deseo que me salves”, “te mataré”, etc.

El amor y la verdad

Tenemos entonces que Alain Badiou aborda el amor como un acontecimiento, es decir, como una ruptura en la realidad histórica, neurológica, de desarrollo y psicopatológica de un individuo. Lo que era, ya no es más. Ha ocurrido algo, el encuentro amoroso, que marca un cambio definitivo.

Para Badiou, lo que hay antes del encuentro amoroso es saber. Entre tanto, el amor es la verdad. Define la verdad como el acontecimiento que perfora el saber. Dicho esto, y para comprender la diferencia entre el pensamiento de este filósofo y la “psicología pop”, se podría poner un ejemplo de lo que diría él y lo que plantearía un consejero amoroso, frente a la misma situación.

Frente a una persona enamorada, el psicólogo orientaría la situación más o menos así: trate de conocer más y más a su pareja; evalúe los pros y los contras de esa relación; no permita que su pareja le genere sufrimientos y solo admita esa relación si verifica que puede hacer su vida más placentera y feliz.

Alain Badiou, en cambio, le diría: la información que obtenga de su consorte no le va a garantizar absolutamente nada. El amor es una apuesta sin garantías, así que, si ama, apueste. El placer y el sufrimiento no son relevantes, lo definitivo es que usted está construyendo una nueva realidad. Si ama, ande, constrúyala.

El elogio del amor

Para Alain Badiou el amor es un proceso de trámite de la diferencia que todo el tiempo se enfrenta con la incertidumbre y el azar. No hay fórmulas ni recetas mágicas, porque son sencillas y fáciles de aplicar, para llevarlo a buen puerto. Nunca se sabe hasta dónde puede llegar y, de hecho, no se sabe si va a llegar a alguna parte. Todo lo que se diga en términos de “gestión” y previsión no deja de ser retórica.

Todo se experimenta desde lo real de la diferencia. No hay manera de que el uno le transmita al otro, de forma absolutamente precisa, qué es lo que siente o cómo lo siente. Ninguno de los dos puede señalarle al otro cómo experimenta la sexualidad, como no sea desde generalidades e inexactitudes.

En el amor de pareja no es posible experimentar un encuentro total y pleno. Es un intento por fusionar lo que por naturaleza es excluyente, diferente. Sin embargo, eso mismo es lo que mantiene la llama amorosa. La dosis de insatisfacción y de incompletud es lo que finalmente activa una y otra vez el deseo.