miércoles, 31 de marzo de 2021

¡Se suspenden publicacion por Semana Santa!

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Tres grandes dilemas morales

Los dilemas morales no son un asunto simplemente filosófico. Tienen aplicación en la vida diaria y en los grandes acontecimientos de la humanidad, como las guerras, las catástrofes, e incluso simplemente en la ética médica.

Los dilemas morales son situaciones paradójicas en las que se ponen en contradicción los valores. En esos escenarios, no es posible actuar de tal modo que no se cause ningún daño. Lo que hay que evaluar es en cuál de las opciones causa menos daño y/o en cuál de las alternativas se mantiene una mayor coherencia ética.

Uno de los dilemas morales más conocidos es “el dilema del tranvía”. En este, hay un tren que corre a toda velocidad. En su recorrido se encontrará con cinco personas que están atadas a la vía. Sin embargo, es posible accionar un botón para que cambie su recorrido, con la dificultad de que en esa nueva vía hay también una persona atada a la vía.

En este caso, el dilema está en qué hacer. El debate estriba en si es moralmente más válido dejar que el tren siga su curso y que mate a cinco personas o deliberadamente decidir que el sacrificado debe ser quien está atado en la otra vía. Si las cosas siguieran su curso normal, él no moriría. Quien acciona el botón hace que pierda la vida.

A partir de esta situación hipotética, han surgido otra serie de dilemas morales. Los más conocidos son el hombre del tejado, la vía en bucle y el hombre en el jardín. Veamos de qué trata cada uno de ellos.

1. El hombre del tejado

El hombre del tejado es uno de los dilemas morales derivados del caso del tranvía. La situación es similar: hay un tranvía que avanza hacia cinco personas que están atadas en la vía. Sin embargo, en este caso la opción que existe es la de lanzar un peso grande frente al tren, para detenerlo antes de que alcance a quienes están atados.

La única posibilidad que existe es un hombre obeso que está al lado de la vía. Si este fuera arrojado al tranvía, podría detenerlo y evitar que las otras cinco personas mueran. ¿Qué se debe hacer? La diferencia en este caso es que hay que realizar una tarea activa para acabar deliberadamente con la vida de una persona.

La ética utilitarista señala que lo determinante es el número de víctimas. Así que bien vale sacrificar una vida a cambio de salvar cinco. La ética humanista señala algo diferente. El hombre que está al lado de la vía está en pleno uso de sus derechos. Uno de ellos es el derecho a la vida y, por lo tanto, a no servir de medio para salvar a otros.

2. La vía en bucle, uno de los dilemas morales

La vía en bucle es una variante similar a la del dilema del tranvía en el marco de los dilemas morales. Lo que sucede en este caso es que hay una vía en bucle, es decir, una vía que hace un trayecto circular: vuelve al punto de partida.

En este caso hay cinco personas atadas a la vía. También se puede accionar el tren para que tome una vía distinta. En esta hay un hombre que está atado. Es voluminoso y podría detener el tren, antes de que haga el trayecto en bucle y alcance a las otras cinco víctimas. ¿Qué hacer?

El dilema clásico del tranvía plantea que solo hay dos caminos: una vía o la otra. Un camino ineluctable o el otro. En el caso del bucle, este dilema tiene una sutil modificación, que implica una decisión más calculada: un hombre es empleado deliberadamente -como obstáculo- como medio para salvar a otros cinco.

3. El hombre en el jardín

El tercero de los dilemas morales relacionados con el dilema del tranvía es el hombre en el jardín. En este caso la situación es igual a la original. La diferencia está en que la única forma de desviar el tren es haciendo que se descarrille. Esto haría que cayera a un precipicio y que fuera a dar a un jardín, donde un hombre descansa en su hamaca.

Esto quiere decir que, si se decide activar la desviación, quien terminaría muriendo es una persona que no tiene nada que ver con la situación y que terminaría siendo víctima de una decisión ajena. En el fondo de todos estos dilemas lo que hay es una contradicción entre hacer el bien a un mayor número de personas o emprender una acción que va en contra de derechos esenciales.

Un estudio llevado a cabo por Guy Kahane, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), señala que las personas que no tienen inconveniente en dañar severamente a alguien para salvar a otras personas muestran rasgos antisociales y en su vida diaria son menos escrupulosos para hacer daño a los demás, incluso si esto no es útil.

martes, 30 de marzo de 2021

Amistad es también estar separados sin que nada cambie

La amistad auténtica no teme el tiempo o las distancias. Cuando hay reciprocidad, compromiso y confianza ese vínculo permanece y nos enriquece.

La amistad auténtica no necesita de una supervisión diaria para saber si hoy el afecto es sincero o ha decaído. No hay presiones ni la obligación de tener que revelar cada pensamiento, cada vivencia en el mismo momento en que algo sucede.

Las amistades auténticas que se forjan en la magia de las casualidades, dejan espacio y ofrecen libertades. Porque el vínculo se alimenta con la confianza y con los sentimientos sinceros. Ésos que mismos que nos dicen casi sin palabras, que “yo no te debo nada y te lo debo todo”, “que estoy aquí para ti siempre que lo necesites”.

Es posible que a día de hoy aún conserves esa amistad de la infancia. Esa persona con la que compartiste aventuras de colegio, tardes de carreras, juegos y bocadillos de chocolate en la calle. O puede que a tu vida, haya llegado alguien nuevo en el momento más indicado.

Son relaciones íntimas que las mantienen los afectos íntegros, y en ocasiones, hasta un poco de esa magia inexplicable que albergan los corazones que conectan entre sí casi sin saber por qué. ¿Te ha pasado alguna vez?

Me gustan esas amistades que no saben de tiempo y espacio. Personas a las que la vida separa de tu lado por las razones que sean y que, al cabo de los meses o años, vuelven a ti con la misma complicidad, como si solo hubiera pasado una hora desde la última vez.

A pesar del tiempo, a pesar de la distancia… Siempre me tendrás aquí

Robert M. Seyfarth y Dorothy L. Cheney, científicos del departamento de psicología y biología de la Universidad de Pennsylvania nos señalan que la amistad favorece nuestra adaptación. Favorece el bienestar, reduce el estrés e incluso mejora la supervivencia. Es más, se ha demostrado incluso que los animales crean lazos de amistad.

La vida, por otro lado, da más vueltas que la varilla de un reloj, lo sabemos. Nunca sabemos qué rumbo van a tomar nuestros pasos. Ya sea por razones de trabajo, o por motivos personales al tener nuevas parejas, en ocasiones, nos vemos obligados a poner kilómetros entre nosotros y nuestras amistades.

Seguro que a ti también te ha pasado alguna vez. Es precisamente en esos instantes de cambios y crecimiento personal. cuando descubrimos quiénes son las personas más significativas en nuestra vida.

La distancia clarifica las auténticas relaciones

  • Hay quien necesita de un contacto diario, de una interacción donde sus necesidades se vean saciadas. Valoran esa proximidad casi dependiente donde la interacción sea continua.
  • Esta “fluencia” de interacción y contacto no siempre puede darse, en especial cuando nos vemos obligados a distanciarnos por razones profesionales o personales.
  • Es entonces cuando mayor riesgo existe de perder a muchos de esos amigos que dejamos en nuestros espacios de origen. Aparecen los reproches, el “es que ya no tienes tiempo para mi”, “es que apenas te conectas”, “es que ya no me lo cuentas todo como antes”.
  • Hay amistades que se convierten casi como relaciones de pareja opresivas y tóxicas. Ocasionan presión y sufrimiento.
En cambio, están esas otras personas que entienden y saben respetar. La preocupación y el cariño sigue estando ahí, su afecto es sincero, sabemos que están con nosotros pero no hay obligación de “monitorizar”. No hay necesidad de palabras para comprender que a pesar de la distancia, siguen siendo parte de nosotros mismos.

Amistades efímeras, amistades de corazón de diamante

No debes preocuparte por haber dejado atrás a muchas personas. Es parte de nuestro proceso personal de crecimiento, porque crecer significa ir cargando al final con el menor peso posible en tu mente y el máximo en nuestro corazón.

Hay amistades que vienen y van, como el viento tibio del verano. Nos traen sus experiencias, nos alegran y se desvanecen con la delicadeza de un breve perfume, dejándonos sus recuerdos.

  • Hay otras amistades que se tornan en malas vivencias. El mundo también nos salpica en ocasiones de egoísmos, de intereses personales y alguna que otra traición. Así, estudios como el llevado a cabo por el doctor Robert Sternberg, reconocido psicólogo especialista en materia de inteligencia y personalidad, nos señala que los comportamientos tóxicos son a día de hoy comunes y debemos aprender a lidiar con ellos.
  • Ahora bien, las malas vivencias con amistades que en realidad nunca lo fueron, no deben desanimarnos ni hundir nuestras esperanzas. La gente buena existe, y las amistades del alma también.
  • La auténtica amistad se ofrece con libertad y sin compromisos. Y se cuida como un bien preciado, como un habitante más de tu alma que necesita reciprocidad, confianza y gratitud.
Si a día de hoy aún recuerdas a esa amistad que dejaste atrás debido al azar que en ocasiones nos trae la vida, no dudes en volver a contactar con esa persona. Si el cariño siempre fue sincero, si esa intimidad fue tan mágica, gratificante y divertida que aún hoy la recuerdas con una sonrisa, no dudes en recuperarla. Porque para las amistades auténticas no existe el tiempo ni la distancia.

¿Por qué hay personas que no aprenden de sus errores?

No todo el mundo es capaz de aprender de sus errores. Según nos explica la ciencia, algo así podría deberse a la falta de de dos emociones: vergüenza y culpa. No obstante, hay más factores igual de llamativos, los analizamos a continuación.

Hay personas que no aprenden de sus errores. Son esas que no solo tropiezan una y diez veces con la misma piedra, sino que además se encariñan con ella y la cargan sobre sus espaldas. Asimismo, es fácil pensar que este tipo de perfil evidencia poco más que una especie de ceguera ante la experiencia, una torpeza cognitiva o inmadurez emocional que les hace incurrir en unos fallos que para los demás son obvios.

Ahora bien, todos somos hábiles a la hora de ver la paja en el ojo ajeno, pero admitámoslo… ¿Quién no ha caído dos o tres veces en el mismo error? Es muy fácil, por ejemplo, derivar en el mismo tipo de relación de pareja una y otra vez, abrazándose a esos lazos que duelen y nos dejan secuelas. También es común empeñarnos en ciertas metas imposibles, esas que solo nos han traído fracasos.

¿Es cabezonería? En ocasiones, sí. ¿Es ingenuidad? Tal vez. De hecho, vale la pena recordar el modo en que definió Benjamin Franklin la estupidez humana: hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes.

Nada es tan necesario para cada uno de nosotros como asumir esa «estupidez». Es decir, detectar el error, aprender de él e iniciar comportamientos alternativos para avanzar, crecer y mejorar en todos los sentidos posibles. Comprendamos por tanto por qué en ocasiones nos cuesta tanto lograr algo tan evidente.

Personas que no aprenden de sus errores: ¿a qué se debe?

Las causas por las que muchas personas no aprenden de sus errores son múltiples. No obstante, antes de profundizar en los orígenes, debemos tener en cuenta que hay «errores y errores». Uno puede equivocarse al confiar en las personas menos indicadas una y otra vez. También podemos hablar de quienes se plantean objetivos y fracasan siempre en el mismo punto, en las mismas cosas.

Ahora bien, existen también otro tipo de errores, como son los relativos a lo ético y lo moral. Pensemos, por ejemplo, en la población reclusa y en una de las finalidades de las instituciones penitenciarias: lograr su reinserción. Para ello, es necesario que esos hombres y mujeres que cometieron un delito en su día, sea conscientes de su falta, de su error, que se arrepientan de ello y vuelvan a la sociedad siendo otras personas.

Aprender de sus errores pasa por empatizar con el mal causado y ser capaces de defender otro tipo de valores. Otros más humanos, más éticos y respetuosos. Sin embargo, como bien sabemos, una parte de quien ha pasado por un módulo carcelario termina volviendo tarde o temprano. ¿A qué se debe? ¿Por qué las personas no aprenden de sus errores?

Culpa y vergüenza para aprender de los errores

Hay algo que todos hemos sentido en alguna ocasión cuando cometemos un error: vergüenza. Es más, si ese fallo genera daño a segundas personas lo que sentiremos es un fuerte sentimiento de culpa.

Esas emociones cumplen por tanto un papel crucial en el comportamiento humano: nos ayudan a enmendarnos, a querer solucionar determinadas cosas o hacerlas de otro modo para que esas sensaciones no vuelvan a aparecer. Es más, lo que queremos a su vez es que en la próxima ocasión, todo salga mejor por el bien de nosotros y también de los demás.

Así, una de las razones por las que algunas personas no aprenden de sus errores es porque carecen de esas emociones. Esto lo pudieron ver en un estudio realizado en el 2014. La Universidad George Mason entrevistó a 500 convictos de delitos graves y pudo ver que existían dos tipos de perfiles.

Los que se sentían culpables y mejoraban en la libertad condicional y los que evadían su responsabilidad y focalizaban la culpa en las circunstancias, en factores externos.

La mutación A1, otra causa por la cual las personas no aprenden de sus errores

Tilmann Klein y el Dr. Markus Ullsperger del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y Cerebrales Humanas en Leipzig, (Alemania) afirman conocer la razón por la que las personas no aprenden de sus errores. El origen sería genético y, concretamente, a raíz de lo que han definido como mutación A1.

  • Esta mutación reduce el número de receptores D2 en el cerebro, que son los sitios donde se acopla la dopamina.
  • ¿Qué implicación tiene algo así? Debemos entender primero qué papel cumple este neurotransmisor: favorece el aprendizaje, la motivación, la recompensa, la sensación del placer, entre otras funciones.
  • Si todas estas dimensiones fallan o trabajan a un nivel mínimo, no existirá motivación alguna por corregir errores, mejorar, superarnos o asumir nuevos aprendizajes.
Es sin duda un dato curioso que vale la pena tener en cuenta. En este caso, la incapacidad de aprender de los fallos tendría un origen cerebral.

¡La culpa es de los demás!

Para entender qué hay detrás de quien no asume ni enmienda sus errores, no podemos descartar un hecho: abundan en exceso quienes se desentienden de toda responsabilidad y la colocan sobre hombros ajenos. Es una conducta común. Es el reflejo más puro de la irresponsabilidad y la inmadurez.

Siempre resulta más fácil culpar a otros o asumir que es el destino quien ha jugado en nuestra contra. Si siempre fracaso en mis negocios es porque la economía va muy mal. Si he vuelto a iniciar una relación con un narcisista es porque el mundo está lleno de ellos. ¡Yo no soy responsable de nada!

Para concluir, este tipo de situaciones abundan mucho más de lo que pensamos. Pocas cosas resultan más relevantes en nuestra existencia que detectar el fallo, asumir la falta, el error, la equivocación y tener, a su vez, la audacia, la inteligencia y la sensibilidad como para asumirlo y repararlo.

Hacerlo no solo nos dignifica sino que favorece el crecimiento humano.


lunes, 29 de marzo de 2021

¿Qué hacer cuando tus hijos no te hacen caso?

¿Tus hijos no te hacen caso? ¿Por mucho que lo intentas, no logras que te obedezcan? Estas ideas te vendrán muy bien. ¡Te toca a ti ponerlos en práctica!

Hablar con los hijos y que parezca que las palabras les entran por un oído y les sale por el otro, sentirnos frustrados porque ya no sabes qué hacer con los problemas de conducta que tienen. ¿Qué más puedes hacer cuando tus hijos no te hacen caso? Esta situación, aunque pienses que solo te ocurre a ti, es más común de lo que crees. Por eso, no te debes sentir ni mal padre ni mala madre porque esto te esté pasando ahora. Afortunadamente, hay maneras de que puedas resolver este problema.

Desde la Asociación Nacional de Psicólogos en Acción de España (ANPSA), además de defender la idea de que no existen malos padres, también explican que no hay malos hijos. Partiendo de esta base, te brindan algunos consejos que puedes aplicar para cuando tus hijos no te hacen caso.

¿Crees que no sabes lo que puedes hacer? Pues, a continuación, descubrirás muchas opciones que se centran en mejorar la comunicación dentro de la familia y, especialmente, con tus hijos.

Utiliza el lenguaje de forma operativa

¿Qué quiere decir esto? Pues que intentes basar el diálogo con tus hijos en descripciones observables y cuantificables. ¿Por qué? Porque es muy importante que seas congruente cuando les llamas la atención sobre algo, por ejemplo, que recoja los juguetes, que haga los deberes del colegio o que haga la cama por las mañanas que siempre la deja hecha un desastre.

La tentación es gritarle que te tiene harto. Pero esta no es la mejor solución: lo que probablemente consigas es que se termine rebotando.

Te recomendamos que respires y te calmes antes de pronunciar estas palabras, porque si no lo haces es muy probable que te salgan antes un “me tienes harto“, “siempre estás con lo mismo” o “no me haces caso”. Aquí te dejamos algunas frases que son un modelo de lo que aconseja la Asociación ANSPA. Estamos seguros de que te vendrán muy bien. ¡Ponlas en práctica!

  • ¿Por qué no vas a hacer la cama y, después, juegas?
  • Antes de descansar, haz los deberes. Así, después, ya quedarás libre para dibujar o hacer lo que quieras.
Estos son algunos ejemplos de cómo puedes comunicarte cuando tus hijos no te hacen caso. Se trata de que corregir en vez de quejarnos. Es el momento de cambiar el modo en el que le hablas a tus hijos. Si tienes mucha ansiedad, igual es mejor que lo dejes para otro momento o que la intervención la realice otro progenitor.

Busca el equilibrio entre refuerzos positivos y negativos

Si analizas un poco cómo te comunicas con tus hijos, te vas a dar cuenta de que la mayoría del tiempo siempre les das un refuerzo negativo. Seguro que te suena “esto lo has hecho mal”, “siempre te digo que así no es”.

Al final, tus hijos tienen la sensación de que no hacen nada bien y esto solo les provocará una actitud de rechazo cuando te intentes comunicar con ellos. ¿Qué puedes hacer? Desde la Asociación ANPSA aconsejan cambiar la forma en la que comunicar los refuerzos negativos. Vamos a ver cómo:
  • En lugar de “siempre me dejas toda la comida en el plato” cambia por “si comes dos cucharadas más no tienes por qué acabarte el plato”.
  • En lugar de “no quiero que vuelvas a ir al colegio sin hacer la cama” cambia por “haz la cama antes de irte al colegio, así después al venir ya no tendrás que hacerlo y podrás jugar antes”.
El refuerzo positivo es quizás el refuerzo que más les cuesta poner en práctica a los padres (un buen comportamiento es lo que se espera del niño, no molesta, no nos frustra).

¿Cuándo fue la última vez que le has dicho a tu hijo que ha hecho algo estupendo? ¿Cuándo le has propuesto hacer algo juntos (ver una película, jugar a un juego, pintar…) por el simple hecho de que ha hecho la cama o se ha ofrecido a recoger la mesa después de comer?

Aunque parezca una tontería, este tipo de refuerzos sobre determinadas conductas evita otras incompatibles además de ser una oportunidad estupenda para enriquecer nuestra relación con ellos.

Finalmente, la ANPSA da algunas claves más para que puedas dar órdenes sin que tus hijos las rechacen, se sientan agredidos verbalmente o no las quieran cumplir. Para que esto no ocurra, lo primero que puedes tener en cuenta es que esas órdenes deben ser cortas, coherentes y firmes.

También funciona mejor cuando las adaptas a su edad, pues una misma orden no la recibirá igual un niño de ocho años que un adolescente de catorce. Asimismo, presta atención a que todos tus hijos reciban las mismas órdenes por igual (sin diferencias ni preferencias) y que estas deben ser para siempre.

Con todo, no te excedas. Todo lo anterior debe ser reducido, demasiadas órdenes pueden generar frustración y una sensación de agobio en tus hijos.

domingo, 28 de marzo de 2021

¿Por qué a veces no soportamos la soledad?

Cómo nos relacionamos con la soledad dice mucho de nosotros. Tomar conciencia de nuestros estados de ánimo, pensamientos, deseos o necesidades -y pararnos a reflexionar sobre ellos- nos permite encontrar estabilidad psicológica incluso en momentos de conflicto. Dicha introspección se nutrirá del tiempo que nos otorguemos para estar en soledad.

La capacidad de disfrutar la soledad elegida es un signo de madurez emocional e independencia que permite potenciar el autoconocimiento.

¿Es posible que nos resultemos tan insoportables a nosotros mismos que necesitemos de otros para percibirnos más aceptables? La dependencia en las relaciones y los conflictos sentimentales nos llevan a un vacío emocional y a no tolerar la soledad. Caemos en relaciones codependientes, simbiosis y confusiones vinculares basadas en una sociabilidad que no es genuina.

Cuando el silencio de la soledad provoca angustia

Sentir bienestar estando en soledad es una experiencia muy personal. Cada momento que pasamos a solas es único, nacerán en nosotros sensaciones diversas en función del momento vital en el que estemos y de cómo nos encontremos psicológicamente.

No todas las mentes logran contener e integrar el dolor que causan ciertos conflictos y circunstancias vitales. A veces nos causa vértigo escuchar el eco propio y, por ello, nos rodeamos del ruido exterior. Evitar elegirse a uno mismo como compañía es tratar de huir por un camino sin salida, el vacío acaba notándose tarde o temprano.

Si no soportamos la soledad saldrán a escena nuestras máscaras, la autenticidad queda a un lado y jugamos en el plano de la evitación. Haremos todo lo posible por no estar solos y disfrazaremos dicho temor con justificaciones falsas. Saltaremos de relación en relación sin saber ni siquiera qué estamos buscando. Volcaremos nuestra angustia en amigos y familiares para que soporten parte de la carga y nos alivien momentáneamente. Intentaremos encontrar la anestesia a la ansiedad a golpe de pastilla. Cualquier opción será válida con tal de no afrontar la soledad y el mensaje que resuena en ella.

En el caso de que la soledad nos genere desazón, incomodidad, aburrimiento, angustia o ansiedad, es conveniente pararnos a pensar: ¿estoy a gusto conmigo mismo? ¿Hay algo que me preocupa o inquieta? ¿Sabría poner nombre a las emociones que estoy sintiendo? ¿Puedo explicar en palabras aquello que me atraviesa la mente y el corazón?

Cuando la soledad resulta incómoda o desagradable, hay un mensaje que busca ser escuchado. Algo no funciona bien si ocupamos constantemente todo nuestro tiempo con otras personas. Evitar la soledad a toda costa y a cualquier precio refleja un conflicto intrapersonal. Si evitamos hacernos responsables, acabaremos buscando cualquier forma de calmar ese malestar, sin llegar a comprender ni afrontar qué es lo nos está ocurriendo realmente.

La soledad es reparadora

Ante ciertos acontecimientos vitales es necesario un tiempo de soledad para ordenar las ideas e integrar nuestros sentimientos. Las pérdidas y los cambios nos generan un desequilibrio emocional que necesitamos ordenar de nuevo para recuperar la calma.

Dedicarnos tiempo en privado es esencial para poder sentir y asumir nuestras propias vivencias. Por supuesto que también necesitamos de otras personas para compartir nuestras experiencias e inquietudes, pero escuchar nuestra voz es muy importante. Pasar tiempo con otros no debe ser un sustituto de la reflexión personal, sino un complemento.

Reservarte momentos de silencio contigo mismo te insta a colocar el foco de atención en tu mundo interior. Únicamente nosotros escucharemos nuestros pensamientos y enfrentaremos nuestras emociones. Nadie más entrará en escena y la responsabilidad de saber gestionar aquello que nos afecta queda de nuestra mano. Es entonces cuando podremos disfrutar de la calma y aprender a manejar el malestar.

La soledad nos permite hacer un esfuerzo por entendernos. La soledad nos otorga la oportunidad de elegir qué hacer, cuándo y cómo, y de disfrutar del proceso.

¿Dónde ha quedado la autenticidad de las relaciones?

Cuando hablamos de relaciones lo importante es la calidad y no la cantidad. La presencia de alguien a tu lado puede hacerte sentir igual o más solo de lo que estabas. La compañía no asegura el bienestar individual.

Necesitamos del cariño de los demás desde que nacemos. Buscamos el contacto humano como especie social que somos. La familia, los amigos, las parejas, los compañeros de trabajo y cada uno de los núcleos sociales en los que nos movemos son esenciales para nuestro desarrollo individual. Las relaciones interpersonales configuran la personalidad, influyen en nuestras habilidades sociales y en el propio control emocional que llevamos a cabo con nuestro entorno. Sin embargo, igual o más importante es la capacidad para estar solo. Estar a gusto contigo es el primer paso para poder estar bien con los demás.

Por otro lado, la hiperconectividad en la que vivimos nos conduce paradójicamente a una desconexión y deterioro de los vínculos reales. Pasamos más tiempo comunicándonos a través de las pantallas que mirándonos a los ojos. Tenemos acceso a multitud de personas, y la posibilidad de generar muchas relaciones, pero dichas relaciones son efímeras y no cubren nuestras necesidades afectivas más profundas. En consecuencia, nos encontramos incómodos si estamos solos e insatisfechos con las relaciones nuevas que creamos.

La soledad elegida es la mejor compañía posible

Disfrutar de la soledad dependerá de nuestra capacidad introspectiva, dicho de otra forma, de la capacidad que tenemos para analizarnos. Dicha capacidad refleja el nivel de compromiso e implicación que tenemos con nosotros mismos, es decir, hasta qué punto nos hacemos cargo de la propia vida sin delegar en otros nuestro mundo interior y nuestros conflictos. Una cosa es buscar la compañía ajena para dar lo que te sobra y otra buscar la compañía para llenar lo que te falta.

No se trata simplemente de permanecer sin la presencia de nadie, sino de la capacidad de disfrutar de uno mismo estando solo. Hacerse compañía, elegirte a ti como compañero y disfrutar de ello -incluso pudiendo estar con otros- es lo que marca la diferencia. Esto supondrá que la relación con los demás estará basada en el deseo, no en la necesidad.

sábado, 27 de marzo de 2021

6 claves para lograr que alguien se abra a ti

Para que alguien se abra a nosotros, es importante conectar con esa persona. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Qué acciones nos pueden ayudar a conseguirlo? Hablamos sobre 6 de ellas.

¿Se puede lograr que alguien se abra? ¿Cómo podemos conseguirlo? ¿Es una tarea fácil o difícil? Lo iremos desgranando a lo largo de este artículo, en el que reflexionamos sobre algunos de los valores más importantes a la hora de conectar con las personas. Y es que, las relaciones interpersonales basadas en la confianza, por ejemplo, son aquellas en las que, con más probabilidad, aparecerán momentos donde será más fácil la expresión libre de sentimientos.

No existe una fórmula mágica para conseguirlo, además, hay personas que expresan las cosas que sienten con más facilidad que otras. Sin embargo, sí existen pequeñas acciones que nos pueden aproximar a este propósito. ¡Quédate si quieres descubrirlas!

Ser honesto con los demás, escucharlos de forma activa y no juzgarlos, son algunos de los primeros pasos que nos pueden ayudar a conectar con las personas. Y esa conexión, precisamente, unido al hecho de que el otro se sienta cómodo y confiado, será la que facilitará que los demás se abran a nosotros. ¿Qué claves para lograr que alguien se abra pueden resultar útiles? Os dejamos 6 de ellas.

Sé tú mismo

La autenticidad llama a la autenticidad… así que, si quieres que alguien se abra, sé tú mismo, sé auténtico. Esto facilitará que la otra persona también lo sea contigo, que se muestre tal y como es y que exprese lo que siente.

Esto se consigue con tiempo, dedicación y constancia; además, hay personas a las que les cuesta más abrirse a los demás. Sin embargo, para ver en los demás aquello que queremos, lo mejor es que proyectemos justamente eso (en este caso, la autenticidad).

Practica la escucha activa

Las escucha activa ha recibido múltiples definiciones. En un estudio de Hernández y Lesmes (2018), publicado en la revista Convicciones, las investigadoras la definen como una “forma de comunicación que transmite ideas claras sin interrumpir al receptor”. Cuando escuchamos activamente a alguien, lo hacemos prestándole atención y preguntando todo aquello que necesitamos para comprenderlo mejor.

En cierto modo, esto puede ayudar a que la persona se abra más a nosotros. En relación a ello, José Andrés Murillo, Doctor en filosofía y autor del libro Confianza Lúcida (2012), escuchar a los demás fomenta la confianza que ellos tienen en nosotros. Y a mayor confianza, mayor probabilidad de que expresen aquello que sienten.

No juzgues

Cuando juzgamos a alguien (y esa persona así lo siente), las posibilidades de que esa persona se abra a nosotros se reducen drásticamente. ¿Por qué? Precisamente porque a nadie le gusta que le juzguen. Es como cuando vamos al psicólogo; el objetivo es abrirnos al terapeuta y contarles aquello que necesita saber para que nos pueda ayudar.

¿Qué ocurre si nos sentimos juzgados por el profesional? Que probablemente nos costará el doble abrirnos a él la próxima vez. Por ello, otra de las claves para lograr que alguien se abra es evitar juzgarlo.

Empatiza

La empatía es una cualidad, una habilidad que nos permite ponernos en el lugar del otro. Nos permite, además, sentir lo que esa persona siente (o al menos, aproximarnos a ese sentimiento). Se trata de un valor que facilita la comunicación social y sobre todo, el hecho de que alguien se muestre tal y como es con nosotros.

Cuando escuchamos y tratamos a los demás con empatía, esas personas se sienten más libres de expresarse, porque se sienten comprendidas y apoyadas. Así que, si quieres que alguien se abra, escúchalo desde el corazón y ponte en su lugar.

Busca un tema desde el que partir

Otra de las claves para lograr que alguien se abra es buscar un tema desde el que partir. ¿En qué sentido? Buscar un tema que le interese, o un tema del que no le cueste mucho hablar. Deberemos evitar temas delicados o dolorosos al principio (sobre todo si no conocemos mucho a esa persona).

A través de un primer contacto, de una primera conversación, podemos ir conociendo a esa persona, pero como todo, requiere tiempo. La mejor forma de cultivar la confianza que otros pueden depositar en nosotros es dedicarle tiempo a esa persona y empezar, en este sentido, por temas más accesibles o fáciles para ella.

Toma la iniciativa

Esta idea clave te puede resultar especialmente útil si ves que a esa persona le cuesta abrirse o expresarse; tomar la iniciativa. Esto te puede ir bien para romper el hielo y sobre todo para dirigir la interacción, es decir, para llevar tú las riendas. Hay personas que para abrirse emocionalmente necesitan, precisamente, esta iniciativa por parte del otro.

En este sentido, te puede ir bien iniciar tú la conversación o el contacto y, una vez establecido, seas tu quien proponga los temas, quien realice las preguntas, etc. (pero nunca de forma invasiva o intimidante, sino con tacto y poco a poco).

Lograr que alguien se abra: un ejercicio útil

No es fácil lograr que alguien se abra. Para conseguirlo, siempre deberemos actuar desde el respeto y la empatía, poniéndonos en el lugar de la otra persona. Entre las ideas comentadas os hemos hablado también de la importancia de no juzgar a los demás, ya que hacerlo puede suponer un gran freno para la persona que se está abriendo a nosotros.

Las personas, cuanto más libres y menos juzgadas nos sintamos, menos nos costará abrirnos al resto, compartir, comunicar, expresar…Si realmente quieres que alguien se abra, y no sabes cómo empezar a trabajar en ello, haz un pequeño ejercicio y pregúntate lo siguiente: ¿Cómo te sentirías más cómodo expresando tus sentimientos? ¿En qué tipo de conversación y ambiente? ¿Con qué tipo de personas? ¿Qué esperarías del otro para hacerlo?

viernes, 26 de marzo de 2021

Tech-neck: ¿por qué se produce y cómo puedes evitarlo?

El tech-neck engloba una serie de síntomas, como dolor de cuello y rigidez cervical, derivados del hecho de permanecer muchas horas mirando el móvil inclinando el cuello. ¿Cómo podemos evitarlo?

El uso de las nuevas tecnologías cada vez está más instaurado en nuestro día a día. Prácticamente todos usamos móviles, portátiles y tablets a diario, ya sea por motivos laborales o por puro ocio y diversión. Pero no siempre hacemos un uso correcto de los mismos, a nivel fisiológico y postural. A raíz de ello, surgen las denominadas “enfermedades tecnológicas”, siendo una de ellas el tech-neck.

Y es que, según un estudio publicado por la CBS News, las personas llegamos a pasar una media de 2 a 4 horas con el cuello inclinado, debido al uso de este tipo de dispositivos electrónicos. Esto equivaldría a unas 700-1 400 horas al año, lo cual puede derivar en síndromes como el tech-neck. Pero, ¿en qué consiste el tech-neck y qué síntomas conlleva? ¿Por qué aparece? Lo reveamos todo en el siguiente artículo.

Tech-neck: ¿qué es y por qué se produce?

El tech-neck, también denominado “síndrome text neck” (cuello de texto), es considerado una enfermedad tecnológica ocasionada por el hecho de inclinar el cuello de forma reiterativa a la hora de escribir mensajes de texto en el móvil. Esta mala postura, repetida varias veces al día, puede ocasionarnos grandes molestias físicas, como esta.

Este síndrome también aparece cuando pasamos muchas horas mirando el móvil (no tiene por qué ser escribiendo), por ejemplo consultando noticias, redes sociales, etc. Es decir, esta dolencia surge como consecuencia de malas posturas y de hábitos inadecuados en nuestro día a día.

Síntomas del tech-neck

Como vemos, el tech-neck deriva de esa inclinación recurrente que hacemos con el cuello cuando consultamos nuestro teléfono móvil (u otro dispositivo similar). Se trata de una práctica que puede conllevar auténticas molestas a nivel físico. Así, los síntomas más característicos del tech-neck son el dolor y la rigidez cervical, la mala postura, las cefaleas y la espalda dolorida.

También puede originar otras patologías, como por ejemplo una tendinopatía o tendinitis (trastorno del tendón que ocasiona dolor que empeora con el movimiento, además de inflamación y deterioro de la función del mismo). De esta forma, este trastorno puede llegar a generar disfunciones en el sistema neuromusculoesquelético a nivel cervical.

Así, si la columna vertebral no trabaja de manera adecuada puede alterarse la alineación articular, lo que provocaría trastornos como una hernia discal, cervicoartrosis, contracturas y otros de los síntomas ya mencionados.

Otras dolencias relacionadas

Más allá del tech-neck, el exceso de uso del dedo pulgar puede llegar a producir estrés articular y generar otros dos tipos de dolencia: una, denominada tenosinovitis de Quervain (un tipo de inflamación), y otra, rizartrosis del pulgar, que es una artrosis frecuente en mujeres que cosen.

Los fisioterapeutas alertan

Los fisioterapeutas han alertado de la gran ola de síndromes de tech-neck que están recibiendo últimamente en consulta. Mónica Rodríguez, fisioterapeuta y vicedecana del Colegio de Fisioterapeutas de Catalunya explica que cada vez más personas acuden a consulta por este motivo (y por otras enfermedades tecnológicas derivadas de un uso prolongado e inadecuado de los smarth phones, las tablets, los portátiles y los ordenadores en general).

¿Cómo puedes evitar el tech-neck?
¿Cómo podemos evitar el tech-neck? Los expertos recomiendan algunos consejos para evitar la aparición de esta y otras enfermedades tecnológicas:

  • Situar la pantalla del móvil, la tablet o el portátil en una posición ligeramente inferior a los ojos: esto ayudará a que las cervicales estén en una posición neutra, no flexionada.
  • Mantener una postura recta aunque sin forzar.
  • A la hora de enviar mensajes, priorizar las notas de voz vs. la escritura.
  • Utilizar las dos manos para escribir, situando la muñeca en una posición neutra.
  • Sentarse de forma adecuada.
  • Reducir el tiempo de consumo de este tipo de dispositivos.
  • En el caso de los ordenadores, situar el teclado y el ratón de forma que no se cierre la muñeca, es decir, apoyando los antebrazos y usando un cojín bajo la muñeca. Según los expertos, idealmente el teclado debería situarse a un nivel inferior a la altura de los codos.
  • Si trabajamos con el ordenador, descansar cada treinta minutos del mismo.
  • Realizar estiramientos activos que nos permitan extender la muñeca.
  • Realizar estiramientos activos de espalda.

Cuidar los pequeños hábitos

La rutina diaria y los hábitos condicionan en gran medida la salud. Como hemos visto, un acto tan «banal» como consultar el móvil puede convertirse en desaconsejable para la salud corporal, pero también mental, ya que uno de los síntomas del tech-neck son las cefaleas, por ejemplo.

Lógicamente, si cuidamos este tipo de posturas con algunos de los consejos mencionados, y si reducimos el consumo de este tipo de dispositivos, podemos a llegar a prevenir el tech-neck y otras «enfermedades tecnológicas».

Sin embargo, si ya hemos desarrollado el síndrome, lo mejor será que nos pongamos en manos de un profesional, en este caso, un fisioterapeuta, que pueda ayudarnos a recuperar nuestro bienestar físico y mental.

jueves, 25 de marzo de 2021

El uso del humor en terapia

Como terapeuta ¿utilizas el humor como estrategia terapéutica? Es un recurso muy socorrido, pero sobre todo a los nuevos terapeutas puede suscitarles cierto miedo. Aquí te contaremos los beneficios, riesgos y precauciones para el uso del humor en terapia.

Dentro del proceso de la psicoterapia se pueden utilizar múltiples recursos que facilitan la conexión entre cliente (o paciente) y terapeuta. Entre ellas se encuentra el uso del humor. Tan temido por los nuevos -y no tan nuevos- terapeutas, como socorrido aunque, eso sí, no libre de peligros.

¿Y si la persona siente que me estoy riendo de ella? ¿Y si se malinterpreta lo que he querido transmitirle? Estos son miedos y preocupaciones muy comunes. Por ello, en este artículo vamos a presentar lo que es el “humor que ayuda”, cuáles son las formas adecuadas de usarlo y qué riegos se pueden correr al hacer uso del mismo.

Antes de nada… ¿quién fue el pionero en el uso de esta técnica?

Albert Ellis fue el creador de la terapia racional emotiva conductual (TREC). Fue el precursor de la introducción de las técnicas humorísticas en la psicoterapia. Estas tienen como objetivo reducir el dramatismo y la seriedad que el paciente otorga a los hechos y las exigencias rígidas que se dirige a sí mismo, a los demás y al mundo.

Ellis afirma que usar el humor en terapia ayuda a aceptar la realidad y sus imperfecciones, a reducir la disparidad entre los roles del cliente y del terapeuta, a promover la autoaceptación y a enseñar técnicas de afrontamiento basadas en el humor, además de para remediar la baja tolerancia a la frustración.

¿Qué es el humor terapéutico o “humor que ayuda”?

Llamamos humor a aquello que tiende a provocar risa, sonrisa o sensación subjetiva de diversión. Generalmente se considera que el humor es una emoción positiva universal que genera una sensación y una respuesta afectiva de alegría y felicidad. Sin embargo, cada persona tiene su propio -y único- sentido del humor.

El humor tiene efectos beneficiosos sobre la salud, actuando como prevención de factores de riesgo y como complemento dentro del tratamiento de diferentes enfermedades oncológicas, psiquiátricas, reumatológicas, en cuidados pre y postoperatorios…

A nivel físico, la risa contribuye a la relajación y estimula el sistema inmunitario, incrementando la actividad de las células natural killer. Además, disminuye la respuesta alérgica del organismo, facilita la digestión y aumenta los movimientos peristálticos intestinales, lo que, a su vez es un protector para el estreñimiento.

Entre los beneficios psicológicos y emocionales asociados a la risa y al humor terapéutico, encontramos que estos liberan endorfinas, que generan sensación de placer y ayuda a mantener la mente en el aquí y el ahora.

Además, reduce los niveles de estrés, disminuyendo el nivel de cortisol y aumentando los niveles de dopamina y serotonina, y facilita la resolución de problemas. Otro de los beneficios del uso del humor es que mejora las relaciones interpersonales.

¿Cómo y cuándo usar el humor en terapia?

El humor se puede usar en terapia tanto de forma espontánea y genuina como de forma más intencionada, mediante chistes, parafraseo, reducción al absurdo… Es cierto que sería conveniente tener unas mínimas habilidades humorísticas y tener una mente ágil, ocurrente y creativa, además de ser espontáneo. Aunque esto, como todo, puede entrenarse.

Parece ser, además, que en el éxito del uso de las técnicas humorísticas influye más el nivel de habilidad y de madurez, que los años de experiencia. ¡Buenas noticias para compañeros terapeutas recién salidos del cascarón!

En la corriente cognitivo-conductual existen diferentes técnicas dentro de las cuales se pueden incluir estas técnicas humorísticas. Se puede usar en ejercicios de role playing, en técnicas de imaginación y de relajación o como recurso de reestructuración cognitiva.

Es útil también durante el proceso de psicoeducación y como respuesta incompatible con la ansiedad en un proceso de desensibilización sistemática. Otro de los posibles usos del humor es emplearlo como forma de reforzamiento.

Precauciones y peligros

El uso del humor no está exento de peligros, por lo que se deben tomar una serie de precauciones. Se debe elegir el momento adecuado para introducirlo. En este sentido, parece ser más beneficioso su uso a mitad y final de terapia y evitarlo en las primeras sesiones. De lo contrario, el terapeuta puede parecer poco profesional o insensible al problema del cliente.

La reacción del terapeuta ante el humor del cliente también ha de ser cuidada. Esta debe ser genuina. Deben evitarse la risa por compromiso, o por compasión, la competición por superar la broma del cliente o intentar extraer tendencias patológicas de la broma del cliente.

Por otra parte, se debe valorar la opinión de los clientes sobre el uso del humor. Esto se realiza mediante la observación de los efectos que genera el uso del humor en los clientes (para observar su receptividad), mediante la observación de la capacidad del cliente para reírse de sí mismo.

Debemos tener en cuenta que el humor también puede generar efectos negativos en el cliente, sobre todo si se usa de manera inadecuada. El humor que daña es aquel que humilla, desaprueba, invalida o mina la autoestima, inteligencia, o bienestar del cliente.

Por su parte, Ellis advierte que, en ocasiones, una broma del terapeuta puede ser percibida por el cliente como un ataque hacia su persona en vez de hacia sus creencias irracionales. O puede hacer que la terapia parezca demasiado sencilla cuando en realidad requiere que el cliente trabaje y practique.

Entrenamiento en el uso del humor

En ocasiones puede ser necesario realizar (nosotros, terapeutas) un entrenamiento formal en humor. Este debería incluir modelado y refuerzo de las conductas humorísticas entrenadas, entrenamiento en diferentes técnicas humorísticas y entrenamiento en aumento de la receptividad del terapeuta al uso del humor por parte del cliente.

Existen diferentes programas de entrenamiento como la Técnica de la Situación Humorística Imaginada (HIST), de Prerost o el Entrenamiento en Inmersión al Humor, de Salameh.

Sí al humor desde el respeto

A pesar de que el humor pueda resultad intimidante por los peligros de su uso inadecuado, siempre y cuando este se adapte al estilo del cliente, a su estado emocional, se use desde el respeto y sea genuino, el humor es una técnica muy eficaz dentro de la terapia.

miércoles, 24 de marzo de 2021

La técnica de la perfilación psicológica forense

¿Sabías que la técnica de la perfilación psicológica forense es una de las herramientas más útiles a la hora de detener a criminales metódicos y recurrentes? ¡Continúa leyendo y conocerás su importancia!

La técnica de la perfilación psicológica forense goza de gran prestigio en el ámbito forense. Especialmente en los países angloparlantes, como por ejemplo Estados Unidos, donde es muy utilizada por su gran efectividad. Esta técnica parte del análisis de los pensamientos y del comportamiento que manifiestan los criminales, analizando además muchos otros aspectos, como por ejemplo las escenas de los crímenes.

La técnica de la perfilación psicológica forense es conocida en los países de habla inglesa como criminal profiling. Esta técnica proporciona valiosa información derivada del escenario de un crimen. Además, ayuda a la investigación policial en la búsqueda e identificación de la persona que ha cometido un delito.

El objetivo principal de esta técnica es delimitar las características de la persona responsable del acto criminal. Gracias a este conjunto de técnicas, se puede acotar el grupo de sospechosos, orientando los esfuerzos de recopilación de datos por parte de las autoridades hacia una buena vía para resolver los casos.

Cuando los crímenes cometidos son muy violentos o se supone que son obra de un asesino en serie, suele aparecer una alarma social. Los motivos son varios, pero el principal es que la cadena de asesinatos siga. Este escenario, en el que es necesaria una intervención rápida, las técnicas perfilación forense son especialmente útiles.

Origen de la perfilación psicológica forense

El FBI ha sido desde su creación un referente en la lucha contra el crimen y en su base central de Quantico (Virginia, EEUU) se guarda la mayor y más completa base de datos sobre asesinos en serie del mundo. Tal es así que todos los años el FBI enseña a sus reclutas las técnicas de la perfilación forense, despertando su lado más crítico y racional, es decir, las auténticas bases de esta metodología.

La iniciativa de elaborar el perfil de la persona que ha cometido un acto delictivo y poder así ayudar en su detención surgió en Estados Unidos. Fueron pioneros los trabajos de John Douglas y Robert Ressler, mientras trabajaban como agentes especiales en la Oficina Federal de Investigación (FBI).

Las entrevistas y su objetivo

Durante los años 70, Douglas y Ressler viajaron por EE. UU. trabajando en diferentes casos, pero también acudían a centros penitenciarios para realizar entrevistas a los asesinos en serie más peligrosos de los Estados Unidos, entre los cuales se encontraban Ed Kemper o Charles Manson.

El objetivo de estas entrevistas era doble:

  • En primer lugar, averiguar las motivaciones que les impulsaron a cometer sus atrocidades. De igual manera, también aspectos relacionados con su modus operandi;
  • En segundo lugar, poder utilizar las mismas para crear perfiles psicológicos. También poder identificar patrones comunes que ayudasen a atrapar a las personas culpables de los crímenes y que aún están en libertad.
La idea era simple. Pensaban que si había un nexo de unión a nivel psicológico entre buena parte de los criminales, y las autoridades lo conocen, éstas se podrán adelantar a futuros actos criminales. Parecía una gran idea, y prueba de ello son los resultados que hemos recogido de su desarrollo.

La perfilación psicológica forense en España

Esta técnica es especialmente utilizada enEstados Unidos, y, aun así, no se utiliza en todos los casos policiales. Fuera de los países desarrollados de habla inglesa, concretamente en España, contamos con el antecedente de la detención de Joaquín Ferrándiz Ventura.

Este asesino en serie acabó con la vida de cinco mujeres entre 1995 y 1996 en la provincia de Castellón. La Guardia Civil tenía muy avanzada la investigación, pero era incapaz de decantarse por uno u otro sospechoso.

Finalmente, se solicitó permiso al juez encargado de la investigación para buscar a una persona con amplia experiencia en la conducta criminal. El objetivo es que la persona elegida elaborase un perfil sobre el posible asesino en serie. El seleccionado fue el psicólogo y criminólogo Vicente Garrido Genovés (también profesor de la Universidad de Valencia), que es una eminencia en este campo. Al presentársele los datos y fotografías del caso, realizó su perfil criminal y meses después Joaquín fue detenido.

Este caso marcó un precedente, abrió una puerta que quizás no se ha explorado tanto como sus frutos merecen. En particular, en nuestro país es necesaria una mayor investigación en este sentido. En todas sus vertientes, el conocimiento de la mente humana nos ayuda a anticipar comportamientos, incluidos los criminales.

martes, 23 de marzo de 2021

El olor de nuestra pareja tiene un efecto relajante para el cerebro

A veces, cuando no tenemos cerca a la pareja nos gusta tener alguna pieza de ropa suya con nosotros; en especial por la noche. La ciencia nos dice que el olor de la persona amada es también un modo sensacional de conciliar el sueño.

¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Oler la camiseta, la chaqueta o esa prenda de ropa del ser amado es un modo de tenerlo cerca, de rememorar sensaciones y vivencias compartidas. No es fetichismo, es placer y también ciencia. Porque según nos revela un estudio reciente, el olor de nuestra pareja tiene un efecto relajante para el cerebro, hasta el punto de ser un modo de conciliar mejor el sueño.

Así, en esas ocasiones en las que no nos es posible dormir con él o con ella resulta muy efectivo tener junto a nosotros ese suéter o esa camiseta suya para sentirlos junto a nosotros a pesar de la distancia. Es más, nuestros sentidos experimentarán un reconfortante placer al sentir ese olor inconfundible de la persona que forma parte de nuestro corazón y nuestra vida.

No solo mejorará nuestro bienestar, el descanso nocturno será más reparador, profundo y relajado. Porque la química del amor va más allá de la piel y a menudo usa el lenguaje de los aromas, de esas partículas invisibles que cautivan y que conforman un hechizo inconfundible entre los enamorados.

El olor de nuestra pareja mejora el descanso nocturno: amor, olor y sueño

¿Amas a tu pareja por cómo es o por su olor? Esta puede parecer una pregunta extraña, pero en realidad tiene cierta trascendencia absoluta. El olfato es un componente clave en materia de atracción, hasta el punto de liderar en muchos casos el fascinante arte de la seducción y la sexualidad. Las señales químicas que desprende nuestra pareja son un elemento de gran poder y una forma indispensable de comunicación.

Las feromonas, esas sustancias que segregan las glándulas apocrinas, conforman un olor singular y particular en cada hombre y en cada mujer. Esas señales llegan hasta los receptores olfativos del cerebro activando unas emociones particulares. No todo el mundo despierta en nosotros esas sensaciones, no todos son capaces de encender nuestra atracción y nuestros deseos.

El olor de nuestra pareja es único y el cerebro experimenta ese apego indudable hacia ella, esa necesidad de cercanía que trae consigo el amor y la pasión. Ahora bien, esto que ya es de sobra conocidos por todos, encierra una particularidad que es, cuanto menos, interesante.

No cuentes ovejas, ten cerca una camiseta del ser amado

¿Te cuesta dormir por la noche y no tienes cerca a tu pareja? Entonces no recurras a contar ovejas ni aun menos a los fármacos para conciliar el sueño. Según una investigación muy reciente publicada en la revista Psychological Science, nos bastaría con poner una camiseta usada de nuestra pareja en la almohada para disfrutar de un descanso reparador.

La doctora Marlise Hofer, de la Universidad de la Columbia Británica, realizó un experimento con una muestra amplia de parejas. La prueba consistía en pedir a uno de los miembros que usaran una camiseta durante 24 horas (evitando desodorantes y perfumes). Más tarde, al otro miembro de la pareja se les ofreció dos cojines para dormir. Uno tenía la camiseta usada de la pareja y otro la de un extraño.

El objetivo era que durmieran dos noches seguidas primero con un cojín y luego con otro. Los resultados fueron tan significativos como reveladores: cuando se les ofreció el cojín que contenía la camiseta de la pareja, el descanso fue más profundo, reparador y con menos despertares.

Los autores de este trabajo concluyeron con un hecho interesante: el olor de nuestra pareja tiene un efecto relajante y tendría la misma eficiencia que tomar fármacos orales con melatonina.

El amor y el sentido del olfato: una alianza indiscutible

Amor y olfato se relacionan. La atracción y el sentido olfatorio conforman un vínculo indiscutible que nos guía, que está presente en cada gesto, en cada caricia, deseo y pensamiento. Así, aun teniendo lejos al ser amado echamos en falta su olor y no, nos referimos a su perfume, a su crema de afeitar o a la mascarilla que usa para el cabello.

Anhelamos ese olor particular que desprende cada persona y que resulta cautivador para la mente y los sentidos. Es más, esta relación es tan significativa que disponemos incluso de estudios que nos revelan algo llamativo. Desde la Universidad de Dresden nos indican en un trabajo de investigación que las personas que nacen sin sentido del olfato exhiben una mayor inseguridad y problemas para establecer relaciones afectivas.

Por tanto, el olor de nuestra pareja es un prisma más de ese fantástico caleidoscopio que conforma el amor y la atracción. Es un idioma invisible que nos trasciende, que va desde la piel hasta lo más profundo del cerebro para deleitarnos, para sentir bienestar, equilibrio y felicidad.

Ahora, tenemos claro incluso que en esos días en que estamos lejos del ser amado, hay una estrategia para sentirlo cerca y dormir mejor. Basta con tener en nuestra almohada una pieza de su ropa usada. Es más, dormir con una de sus camisetas puede ser tan reconfortante como placentero.

lunes, 22 de marzo de 2021

Sesgo retrospectivo: ¿en qué consiste?

Un sesgo cognitivo es un fenómeno psicológico que conlleva una desviación mental y que nos hace emitir juicios inexactos o realizar interpretaciones ilógicas de la realidad. Uno de estos sesgos, muy curioso, es el sesgo retrospectivo.

Los sesgos cognitivos hacen que nuestra percepción e interpretación de la realidad se desvíen, y convierten nuestros juicios o interpretaciones de la misma en inexactos o ilógicos. Uno de ellos es el sesgo retrospectivo, que implica pensar que podíamos haber evitado ciertos eventos una vez ya han pasado.

La característica fundamental de este sesgo, que nos permitirá entenderlo mejor, es justamente el momento en el que aparece: después de un evento, y nunca antes.

Así, aparece cuando han pasado determinadas cosas y pensamos: «Ostras, ¡sabía que ocurriría!», o «¡Lo podía haber evitado!». Sin embargo, esa percepción de predictibilidad y evitabilidad está sesgada, es falsa y está desproporcionadamente aumentada. ¿Por qué? Porque antes del evento jamás hubiéramos pensado que podríamos haberlo evitado (o si lo hubiéramos pensado, nunca hubiera sido en un grado tan elevado).

¿Qué son los sesgos cognitivos?

Aunque creamos que nuestra interpretación de la realidad es exacta o fiable, en muchas ocasiones, esto no es así. Y esto es porque existen los llamados sesgos cognitivos, un tipo de fenómeno psicológico que nos lleva a realizar interpretaciones ilógicas o inexactas de la realidad. Se trata, en cierto modo, de una desviación mental que nos aleja de la realidad «objetiva».

De esta forma, los sesgos cognitivos pueden definirse como errores que manifestamos las personas a la hora de interpretar la realidad. Aparecen de forma inconsciente, automática y sistemática. Se trata de percepciones erróneas que tenemos de las cosas, que nos hacen emitir juicios falsos o inexactos. Un de estos sesgos es el sesgo retrospectivo, que conoceremos a lo largo del artículo.

¿Útiles para el marketing o la publicidad?

Por lo tanto, los sesgos cognitivos nos llevan a cometer errores, y pueden incluso influenciar nuestros recuerdos, nuestros pensamientos y creencias, nuestra percepción y nuestros juicios. Estos sesgos pueden llegar a ser beneficios en ámbitos como el marketing, la publicidad o la estrategia empresarial.

Así, si estos sectores conocen dichos sesgos en los seres humanos, pueden aprovecharse de ellos para «manipular» a las personas y hacerles creer lo que ellos desean. De hecho, por esta razón cada vez se potencian más estrategias y estudios propios del neuromarketing, por ejemplo, porque conocer la mente humana permite potenciar las ventas.

Sesgo retrospectivo: ¿en qué consiste y cómo funciona?

El sesgo retrospectivo, también conocido como prejuicio de retrospectiva, se trata de un sesgo cognitivo. Se define como aquella sobreestimación de la previsibilidad de que algo ocurra después de que haya ocurrido. Es decir, implica ver las cosas más claras o evidentes una vez ya han sucedido. En otras palabras: tiene que ver con la creencia de que algo resultaba muy evidente o muy fácil de prevenir una vez ya ha pasado.

Algunos ejemplos para que entendamos mejor el sesgo retrospectivo son: «Ostras, esto se venía a venir» (una vez ya ha pasado), o «sabía que pasaría». Pero son pensamientos que no tenemos antes de que pase el evento o suceso, y justamente por eso estamos hablando de un sesgo, porque solo aparece después de la situación, y nos hace creer que «lo podíamos haber previsto» (cuando en realidad no es así).

Podemos resumir el sesgo retrospectivo en una frase hecha: ¡A toro pasado es fácil de ver! A través de este sesgo, las personas tenemos la falsa creencia de que ciertos resultados, a menudo de situaciones críticas, son más previsibles de lo que en realidad eran.

Origen del sesgo retrospectivo

El sesgo retrospectivo, o prejuicio retrospectivo, es un término propio de la psicología cognitiva. La psicología cognitiva es aquella área de la psicología encargada del estudio de la cognición, es decir, de los procesos mentales implicados en el conocimiento (atención, memoria…).

La primera investigación que se llevó a cabo de forma sistemática, con el sesgo retrospectivo, fue en el año 1975. La desarrolló el investigador Baruch Fischhoff. A través de su investigación y de estudios posteriores, se llegó a la conclusión de que este sesgo es más complejo que otros (y tiene niveles más profundos que otros).

Elementos del sesgo retrospectivo

Aunque inicialmente Fischhoff lo definió como un todo indivisible, más adelante se supo que era un fenómeno que se podía desglosar en subelementos. Uno de ellos es la sobreestimación de la previsibilidad real de un evento, ya descrita anteriormente. Otro, la posibilidad de que este sesgo pueda falsificar el recuerdo correcto de las estimaciones hechas antes del evento.

Es decir, puede llegar a modificar el recuerdo que teníamos antes de la aparición o desarrollo del evento. Estos dos elementos descritos pueden aparecer de forma simultánea y reforzar el sesgo retrospectivo.

Finalmente, encontramos como otro de sus componentes una sensación de inevitabilidad posterior al evento (creer que no podíamos evitarlo, cuando ya ha ocurrido). De forma resumida, encontramos que el sesgo retrospectivo está conformado por los siguientes elementos:

  • Un aumento de la sensación de inevitabilidad posterior al evento (creer que no se podía evitar).
  • Mayor impresión de previsibilidad posterior al evento (creer que se podía prevenir)
  • Distorsiones en la memoria.
¿Un sesgo contradictorio?

Si nos fijamos, dos de estos elementos resultan paradójicos: por un lado, la creencia de que el evento no se podía evitar (inevitabilidad), y por el otro, la creencia de que se podía prevenir. Esto puede ocurrir, ya que el sesgo retrospectivo se trata de un sesgo paradójico, y tal y como sugieren Blank et al. (2008) en uno de sus estudios, sus procesos de creación son inconscientes.

Esto explicaría por qué a veces, después de que ocurra un evento, lo percibamos, de forma simultánea, como más inevitable pero también como menos predecible que antes de que tuviera lugar. Y es que los sesgos cognitivos son muchas veces difíciles de identificar y entender, precisamente por este tipo de «contradicciones».

Nuestra mente no es perfecta: conócela

Y tú, ¿has experimentado alguna vez el sesgo retrospectivo? Si te pones a pensar, seguro que en tu día a día, alguna vez, lo has vivido. Nuestra percepción e interpretación de la realidad, como hemos visto, no es perfecta, y mucho menos exacta.

Este es el origen de muchos errores cuando tomamos decisiones, cuando emitimos juicios o cuando sacamos conclusiones. Aunque nos desviemos de las soluciones lógicas o válidas muchas veces, conocer este tipo de sesgos cognitivos nos puede ayudar a aumentar nuestra eficacia a la hora de sacar conclusiones o de decidir, en múltiples aspectos y áreas de nuestra vida.

domingo, 21 de marzo de 2021

Esto es lo que le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos

Cuando el cerebro va de compras en época de rebajas y descuentos se expone a diferentes conflictos. Por un lado, está nuestra parte más racional y por otro nuestra parte más instintiva...

Maniquíes desnudos, mostradores relucientes con grandes carteles anunciando bajadas de precios de hasta el 70 %. Pasillos llenos de gente, el hilo musical de fondo y sensación de urgencia, como si todas aquellas gangas increíbles fueran a desvanecerse en segundos. Lo que le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos responde a una sofisticada mecánica que vale la pena conocer.

Pensar que en buena parte de los casos somos víctimas de nuestros propios engaños cognitivos y ante todo de las empresas de márketing que hay detrás produce, cuanto menos, cierto coraje. Sin embargo, aún así, quien más y quien menos cae en esa dinámica en épocas de Navidad, blackfriday o de cualquier campaña mediática en la que se anuncie aquello de “liquidación a precios increíbles”.

Ropa, tecnología, decoración y hasta productos para nuestras mascotas. Las grandes empresas saben aplicar sofisticadas técnicas para cautivar a nuestro cerebro, lo que puede hacer que en más de una ocasión nos acabemos arrepintiendo de alguna de nuestras compras. Descubramos por tanto esos mecanismos psicológicos para cautivarnos (engañarnos).

¿Qué le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos?

Dice la historia que quien abrió el camino en el universo de la guerra de los precios, descuentos y rebajas fue el astuto Aristide Boucicaut, propietario de los primeros almacenes Le Bon Marché en Francia. Corría el año 1869 y hasta el momento, a la hora de comprar era habitual recurrir al regateo. El señor Bouciaut lo cambió todo al marcar un precio fijo para sus productos mediante una etiqueta.

Esa estrategia facilitó las cosas. Pero más tarde, descubrió otra interesante estrategia. Cuando tenía acumulación de algún producto, estaba fuera de temporada o simplemente no se vendía, bastaba con reducir el precio, anunciarlo a bombo y platillo para aumentar la demanda. Aquello lo cambió todo.

En la actualidad, hemos sustituido al señor Aristide Boucicaut por sofisticadas empresas de neuromárketing que estudian al detalle el comportamiento de los consumidores. Nada de lo que vemos en las tiendas físicas y virtuales es casual. Por tanto, descubramos lo que le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos.

¡Date prisa o te lo pierdes! (Rebajas = oportunidades únicas y sensación de urgencia)

Al cerebro le atraen los estímulos innovadores y, sobre todo, las oportunidades. En épocas de rebajas nuestras calles y también los portales virtuales de las tiendas se llenan de llamativos ganchos que captan la atención del cerebro. Precios grandes en color rojo. Etiquetas en las que los precios viejos aparecen tachados. Paga uno y llévate otro por un euro más.

Estudios, como los realizados en el Centro de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de California, nos indican que hay una región específica que nos impulsa a procesar estos estímulos de manera emocional. La corteza prefrontal medial provoca que anticipemos, por ejemplo, que vamos a encontrar auténticos chollos en época de rebajas.

Es más, también nos inocula la sensación de que si no hacemos esa compra de manera rápida, otros se llevarán el producto deseado.

Irracionalidad. Los “precios impares” se perciben como significativamente más bajos

Señalan los expertos que lo que le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos es que piensa de manera irracional. Buena parte de la culpa reside en los precios impares. Es decir, ese pantalón que vale 29,99 euros, esas zapatillas de marca en cuya etiqueta aparece un 49,99 euros o esa blusa de 19,99 euros son muy atractivos para nuestra mente.

¡La segunda unidad gratis o a mitad de precio! (pero, ¿de verdad necesito tener dos?)

A todos nos viene a la mente algún producto o determinadas marcas, que suelen anunciar aquello de “y la segunda unidad por solo un euro más”. Tampoco faltan sin duda las tiendan que nos anuncian que podemos comprar dos por uno o el segundo al 50 % de descuento. Todo ello responde a una hábil estrategia porque muchas veces el primer producto ya tiene un precio lo bastante alto como para compensar la adquisición del segundo.

Sin embargo, a nivel neurológico se produce un sesgo más interesante. Las emociones nos secuestran y nos impiden pensar de manera lógica: en buena de parte de los casos, no necesitamos tener dos productos. Por tanto, acabaremos pagando un precio excesivo por algo que no siempre nos es útil.

Lo que le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos es un conflicto entre lo racional y lo emocional

Cuando vemos rebajas y descuentos, el cerebro se enfrenta a un conflicto. Para entenderlo mejor, pondremos un ejemplo. Queremos comprarnos un móvil, al cual, le han aplicado un pequeño descuento. El precio final sigue siendo elevado pero aún así, ansiamos tener un teléfono de esa marca en concreto.

Por una parte, tenemos a la corteza prefrontal medial que refuerza el impulso emocional de compra. Por otro, la corteza cingular anterior dorsal nos insta a ver esa situación de manera más racional. ¿De verdad lo necesitas? ¿De verdad te compensa ahora pagar esa cantidad de dinero?

Este conflicto interno es algo que experimentamos en muchas ocasiones a la hora de adquirir algún producto. Estas regiones cerebrales, que en sí mismas nos pueden parecer contrapuestas, en realidad, no lo son tanto. Porque juntas, nos ayudan a menudo a tomar decisiones más ajustadas, acertadas e inteligentes…

sábado, 20 de marzo de 2021

Según la ciencia, las mujeres "leen" mejor la mente que los hombres

La mentalización, entendida como la capacidad para comprender los comportamientos ajenos e intuir los estados mentales de los demás, es algo que dominan (según la ciencia) mejor las mujeres que los hombres.

Según nos revela la ciencia en un trabajo reciente, las mujeres “leen” mejor la mente que los hombres. Es decir, por término medio, serían ellas quienes, por ejemplo, intuirían con mayor habilidad que quien tienen en frente les está mintiendo. Ellas, quienes entenderían con mejor solvencia, por qué determinadas personas se comportan de tal modo o evidencian una serie de actitudes y no otras.

Saber qué piensan los demás no va de magia ni de sortilegios. En realidad, todos nosotros -hombres y mujeres- disponemos de esa competencia que en psicología conocemos como «mentalización». Gracias a ella, podemos interpretar y comprender el comportamiento propio y ajeno, adentrarnos en la subjetividad del otro y así saber cómo actuar y reaccionar en cada momento.

El hecho de que las mujeres evidencien una mejor solvencia en este recurso sociocognitivo respondería quizá a un cerebro más preparado para captar señales encubiertas en los demás. Lo analizamos a continuación.

La lectura de mentes o la mentalización, ¿qué es?

El ser humano dispone de un cerebro altamente sofisticado. Esa maquinaria casi perfecta cumple una finalidad constante y no es otra que la de garantizar nuestra supervivencia en un medio social altamente complejo. Estamos obligados a relacionarnos, a establecer vínculos entre nosotros y para ello son esenciales procesos como la empatía y la mentalización.

Sabemos que la empatía define la capacidad para comprender y sintonizar con las emociones del otro. Ahora bien, la mentalización nos facilita comprender el propio y comportamiento y también el de los demás. Esta última realidad queda integrada en lo que conocemos como teoría de la mente, la que nos detalla que cada uno de nosotros tenemos consciencia de nuestros propios pensamientos y a su vez asumimos que las otras personas tienen los suyos.

La mentalización es clave en el desarrollo de la persona. De hecho, es sobre los 4 años cuando los niños empiezan a evidenciar esta importante habilidad que se manifiesta, por término medio, a través de una serie de competencias. Las analizamos.

Componentes de la mentalización

Con la mentalización nos damos cuenta de nuestra ventaja para interpretar la realidad. Así, lo que hay en nuestra mente no es un reflejo exacto de la realidad externa. Tenemos el poder de interpretar lo que vemos, disponemos de la capacidad excepcional y necesaria de sacar nuestras propias conclusiones sobre lo que nos envuelve.

  • Podemos interpretar y percibir las realidades mentales de las otras personas. Es decir, somos capaces de realizar inferencias sobre los comportamientos ajenos. Es más, según investigaciones recientes que ahora analizaremos, las mujeres leen mejor la mente que los hombres.
  • Asimismo, la mentalización o la lectura de mentes media también en la regulación emocional y conductual. Al percibir, notar o leer la realidad personal de quien tengo delante, puedo ajustar mi conducta para protegerme o bien, para crear un vínculo más estrecho con el otro al saber qué necesita.
Según un estudio, las mujeres “leen” mejor la mente que los hombres

La conclusión de que las mujeres leen mejor la mente que los hombres, procede de un interesante trabajo de investigación que se ha publicado hace muy pocos días. Las universidades de Bath, Cardiff y Londres desarrollaron un cuestionario para medir y valorar las competencias de mentalización o “lectura de la mente” de las personas.

Los puntos claves a evaluar eran los siguientes:

  • Capacidad para entender lo que los demás pueden estar pensando.
  • Inferir intenciones y actitudes.
  • Habilidades sociocognitivas (herramientas mentales para actuar con eficacia en situaciones de interacción social).
  • Autorregulación emocional y conductual relacionada con los estados mentales y comportamentales de los demás.

Lo que pudo observarse al aplicar este instrumento en una muestra amplia de la población es que, por término medio, las mujeres “leen” mejor la mente que los hombres. Son ellas quienes captan con mayor eficacia esos registros de comportamiento en los demás.

Dichas ventajas en lectura sociocomportamental les permite además, ajustarse y responder mejor a las conductas de quienes tengan en frente. Ponerse en el lugar del otro, leer los registros mentales ajenos, así como los componentes emocionales, es un rasgo que al parecer, evidencia el género femenino con mayor frecuencia. No obstante, incidimos en que todos, tanto hombres como mujeres, disponemos de esta habilidad.

Ahora bien, a pesar de saber que las mujeres leen mejor la mente que los hombres, el objetivo de esta escala sobre la mentalización es otra. La finalidad de este equipo de investigadores era desarrollar un test para los entornos clínicos. Así, con esta prueba es posible valorar si una persona  tiene dificultades para comprender y responder a los demás.

Algo así nos permitirá no solo identificar a hombres y mujeres con autismo. Son muchos los que, sin estar dentro del espectro, evidencian serios problemas a la hora de leer intenciones, percibir actitudes y entender comportamientos ajenos. Ahora, será posible realizar mejores identificaciones y desarrollar así, adecuadas intervenciones para desarrollar esta competencia tan básica y esencial en nuestro día a día.

viernes, 19 de marzo de 2021

Cuando las personalidades chocan: tú y yo somos incompatibles

A veces, nuestras personalidades chocan. Cuando los puntos de vista, opiniones y conductas de otros no se alinean con las propios, cuesta mucho manejar esas situaciones...¿Qué podemos hacer?

Cuando las personalidades chocan, surge el conflicto, la desavenencia y el malestar. Hay quien señala que a veces el destino se las ingenia para obligarnos a compartir escenarios con personas con las que no llevarnos bien. Sucede en el colegio, el instituto, el trabajo… De algún modo, casi siempre acabamos encontrándonos con alguien que parece ser todo lo opuesto a nosotros mismos.

Mala suerte, ¿quizá? En absoluto. El ser humano es tan complejo en materia de personalidad que es casi inevitable que, de vez en cuando, surjan diferencias, las aristas y hasta los antagonismos con unos y con otros. Saber convivir es la llave maestra en este tipo de situaciones. Sin embargo, hay algo determinante que debemos considerar.

En ocasiones, estos “choques” de carácter no aparecen solo entre figuras que quedan fuera de nuestra esfera más íntima. Es común también que a veces nuestra forma de ser se dé de bruces con un familiar, un amigo y hasta con una pareja. De pronto, podemos tomar plena conciencia de que esa persona con quien compartimos vida y proyectos es incompatible con nosotros.

Cuando las personalidades chocan, ¿cuáles son las causas?

Decía Carl Jung que la principal causa de conflicto en la vida cotidiana eran los antagonismos entre la personalidad introvertida y la personalidad extrovertida. Esta podría ser una hipótesis. Al fin y al cabo, todos sabemos lo que nos puede llegar a agotar o contrariar, por ejemplo, alguien excesivamente abierto o reservado.

Sin embargo, cuando las personalidades chocan lo hacen por muchos más desencadenantes que por estas dos tipologías. De hecho, es interesante saber que a la ciencia le interesa este tema desde hace décadas por razones de peso. Sabemos que muchos conflictos laborales tienen como motivante esas diferencias de carácter y esos antagonismos. Así, estudios, como el publicado en la revista Nature, por la doctora Kendall Powell nos indican algo relevante.

En ocasiones, esos desencuentros pueden frenar el desarrollo de muchas carreras, avances científicos en el ámbito de laboratorio y hasta descubrimientos. El mal ambiente de trabajo es como un humo tóxico que apaga motivaciones, creatividad y desempeño. Sin embargo ¿por qué sucede? ¿Qué hay detrás de esos desencuentros de carácter?

Más allá de la forma de ser está el respeto

Hablábamos anteriormente de las personalidades introvertidas e introvertidas. Bien, lo cierto es que esta teoría no tiene tanta trascendencia como pensamos. Más allá de nuestra forma de ser, está el modo en que nos comportamos con los demás, y esta es la auténtica diferencia.

De este modo, uno puede ser muy extrovertido o menos, defensor de unas ideas, de unas tendencias políticas u otras, pero si sabe respetar a los demás, rara vez se formarán nudos que no se puedan deshacer. No importa que tengamos un compañero de trabajo o un familiar con un estilo de vida muy diferente al nuestro, si sabe convivir, es receptivo y respetuoso no existirán excesivas fricciones.

Diferencia de valores

Cuando las personalidades chocan en una relación de pareja y nos decimos aquello de “tú y yo somos incompatibles”, hay algo más que un roce en cuanto a carácter. La diferencia en los respectivos valores de cada uno es lo que sitúa a uno en una punta y a otro en la otra.

Defender principios antagónicos, guiarse por dimensiones diferentes y no comprender los del otro marca, por lo general, grandes vetas en cualquier relación.

Cuando las personalidades chocan porque una de ellas es conflictiva

Muchos lo habremos vivido en nuestra propia piel. En ocasiones, no experimentamos problema alguno trabajando o compartiendo espacio con personas que evidencian una personalidad muy distinta a la nuestra. Sin embargo, esto cambia cuando nos encontramos con personalidades conflictivas.

En estos casos, estamos ante un patrón de comportamiento que busca ex profeso, la diferencia, encender la discordia y el desacuerdo.

¿Qué podemos hacer cuando nuestra forma de ser es incompatible con la de alguien?

Nuestra realidad sería maravillosa y enriquecedora si pudiéramos sacar mayor partido de nuestras diferencias de personalidad. Cada uno de nosotros, en cada una de nuestras particularidades, somos capaces de ofrecer a los demás perspectivas nuevas con las que ver el mundo desde otros prismas. Ser diferentes no es problema, el problema es no aceptar la diferencia.

De algún modo, cuando las personalidades chocan ocurre porque hay un exceso de idiosincrasia. Es ese enfoque con el cual, hacer ver al otro que mi verdad es mi única verdad y la tuya no vale. Esa fricción insoportable llega cuando caemos en los extremos y en los problemas de convivencia. Por ello, siempre es adecuado reflexionar en algunos aspectos:

Tú y yo somos incompatibles ¿qué hacemos ahora?

Trabajo, familia, amistades e incluso relaciones de pareja. Hay veces en que sentimos que hemos llegado al límite. Nos decimos que no podemos más con la forma de ser del otro… ¿Qué podemos hacer?

  • Lo primero es entender que las diferencias de personalidad no deben equivaler a un conflicto. Sentir que pensamos de forma diferente y que valoramos cosas opuestas al otro, no tiene por qué conducirnos a la conflictividad. Basta con asumir y aceptar que esa relación no va a poder dar más de sí.
  • Howard Gardner, psicólogo e investigador de la Universidad de Harvard, acuñó el interesante término de la “inteligencia interpersonal“. Saber manejarnos en situaciones de choque de personalidad es una herramienta que estamos obligados a desarrollar. Para ello, es recomendable por ejemplo, examinar siempre la propia psicodinámica interna: ¿por qué esa persona es tan difícil para mí? ¿Por qué me enfada, quita la calma y “choca” conmigo?
Asimismo, en esas situaciones en las que no es posible la distancia, como es en los escenarios laborales, siempre es bueno intentar situar la mirada en las semejanzas que en las diferencias. Podemos ser incompatibles en muchos aspectos, pero ello no quita que logremos convivir e incluso de coincidir en pequeños aspectos.

jueves, 18 de marzo de 2021

3 factores que estimulan a una persona conflictiva

Una persona conflictiva se encuentra en un estado de malestar emocional y esto la lleva a ser desconsiderada con otros. Sin embargo, si a eso se responde con más malestar, se forma un círculo vicioso que solo refuerza la conflictividad.

A veces resulta inevitable tener que tratar continuamente con una persona conflictiva. Nadie es así simplemente porque quiere, sino que detrás de esto suele haber una serie de problemas personales no resueltos. Aun así, comprenderlos y tener una relación normal con ellos puede desbordar los recursos de los demás.

Una persona conflictiva tiene un patrón de comportamiento que induce al roce continuo y a la agresividad. Suele administrar mal sus emociones, culpar a otros, tener reacciones extremas y a veces obstinarse en llevar la contraria. Esto hace que el contacto con ellos, muchas veces, resulte agotador.

Es bien cierto que el mundo no tiene por qué adaptarse a las emociones o ideas de una persona conflictiva. Sin embargo, cuando es inevitable frecuentar una persona que tiene este tipo de conducta, lo más inteligente es impedir que desencadenen su neurosis o nos tomen como objeto de sus dificultades. Los siguientes son tres aspectos que hay que evitar para no tener problemas innecesarios con ellos.

1. Hablarles de su comportamiento en términos de trastorno

Una persona conflictiva, por lo general, no es consciente de su comportamiento. Si acude a la riña o genera tensión con los demás no lo hace de forma deliberada. En su fuero interno tiene la convicción de que ha sido tratada de manera injusta o que es importante hacer valer su punto de vista.

Muchas veces resulta evidente que tienen problemas. Se han peleado con medio mundo y es frecuente que muchos se refieran a ellos como personas intratables o demasiado complicadas. No es tan difícil ver en ellos la ira, el resentimiento o el dolor que los lleva a actuar de esta manera.

Hablar de su personalidad en términos de trastornos es una tentación que aparece en quienes le rodean. Ese análisis ligero de su conducta ni le sirve a alguien para crear conciencia, ni tampoco le corresponde a quienes están cerca. Lo único que se logra es estimular más el conflicto y además herir al otro. Si no te han invitado a opinar sobre su personalidad, simplemente no opines.

2. Recordar lo negativo que han hecho en el pasado

Otra de las situaciones frecuentes con una persona conflictiva es que cargan con todo un historial de errores y, a veces, daños que le han hecho a otros. A veces resulta muy sencillo hacer un inventario de las veces que propiciaron un debate inútil o que perdieron el control o que se equivocaron en su apreciación.

Si el objetivo es construir una relación más saludable y tranquila, no es conveniente echar en cara esa larga lista de errores. Lo más habitual es que una persona conflictiva esté continuamente a la defensiva, así que tratar de hacerlos caer en la cuenta de sus errores pasados no solo es inútil, sino que también lleva a que refuercen su patrón de conducta.

Resulta mucho más inteligente levantar la mirada hacia el futuro. Se le puede preguntar “¿Cómo crees que se pueda resolver esto?” O “¿Qué quisieras hacer al respecto?”. También se le pueden brindar opciones de solución, sin imposiciones ni presiones, ya que esto sí podría ayudarlos a abrir su mente.

3. Desesperarse estimula a una persona conflictiva

Una persona conflictiva, por lo general, es muy sensible y reacciona con facilidad a las emociones de los demás. Por lo tanto, es probable que, si te enojas y pierdes el control en una situación, ellos también caigan en la misma conducta, pero casi siempre de forma superlativa. Sienten mayor vulnerabilidad emocional en situaciones como esta.

Por lo tanto, de lo que se trata más bien es de ayudarles a serenarse, no de exaltarlos. Al menos eso es lo que convendría hacer si es que quieres tener una relación saludable con una persona de alto conflicto. También son muy receptivos al autocontrol o la tranquilidad del otro. Así que, si se encuentran con alguien que sabe mantener su centro, ellos mismos bajan la guardia y moderan sus emociones.

Una persona conflictiva es alguien que sufre. Eso no justifica su conducta, pero sí ayuda a entenderla. Su falta de autocontrol y su deseo de generar conflicto son también una manera de expresar su malestar.

Por lo anterior, no es raro que a veces se conviertan en el chivo expiatorio de otros. Se configura entonces un vínculo en el que hay agresión continua y el malestar de la persona conflictiva se convierte en el pretexto de los demás para desencadenar sus propias neurosis. Para pelear se necesitan dos.

miércoles, 17 de marzo de 2021

Padres que hacen gaslighting a sus hijos (desgaste emocional)

Hacer sentir culpables a los hijos, infravalorarles, criticar aquello que les gusta, aislarlos para que no se relacionen... Son muchos los padres que ejercen el gaslighting, pero muchas de las víctimas no se dan cuenta hasta que son mayores.

Existe una forma de abuso psicológico que con frecuencia vinculamos a las relaciones de pareja. Nos referimos a esa forma de maltrato en la qye una persona busca alterar la percepción del otro haciéndole creer que eso que ve, siente o cree es falso. Ahora bien, es importante saber que también hay padres que hacen gaslighting a sus hijos y que buscan con ello desgastarlos emocionalmente.

Este término, el gaslight (hacer a luz de gas), conforma un tipo de manipulación muy insidiosa y deliberada que aboca a la víctima, a cuestionarse casi cualquier cosa. Poco a poco, tanto la autoestima como la propia identidad se ven fracturadas por completo. Es la consecuencia de las acciones de un abusador que busca, ante todo, tener el control y proyectar en el otro sus frustraciones.

Si bien es cierto que llevamos años relacionando esta dinámica con el campo de las relaciones afectivas, hay otro escenario invisible que pasa desapercibido. Son muchas las personas adultas que toman conciencia tarde o temprano de que ellas también han sufrido esta forma de abuso. Sin embargo, el origen no está en una pareja, sino en la familia y en alguno de sus progenitores.

Sufrir gaslight en la infancia tiene a la larga un efecto mucho más lesivo. A fin y al cabo, un niño no entiende que está siendo manipulado ni aún menos por qué el amor de su padre o de su madre es condicional. Analicemos por tanto esta realidad.

Padres que hacen gaslighting: características y consecuencias

El psiquiatra Irvin Yalom explicó en su libro Love’s Executioner & Other Takes of Psychotherapy un caso tan impactante como ilustrativo sobre los padres que hacen gaslighting. Una de sus muchas pacientes fue una mujer que acudió a terapia por no poder superar la pérdida de su hija acaecida hacía ya más de diez años. Durante esas sesiones afloró un hecho escalofriante.

Aquella mujer había volcado toda su rabia y decepción sobre su hijo menor, culpándolo y compartiendo con él la idea de que quien debía haber fallecido era él y no su hermana. Bien es cierto que la paciente del doctor Yalom arrastraba un trauma no superado. Sin embargo, casi sin saberlo, había ejercido un maltrato profundo e invisible en un niño que tendría que afrontar el enorme reto de gestionarlo.

Por otro lado, es interesante saber que no solo la psicología lleva años interesándose por esta realidad. Estudios, como el realizado por la doctora Paige Sweet de la Universidad de Harvard, inciden en que es también un fenómeno sociológico. Según este enfoque, el gaslighting surge como efecto de las diferencias de poder. Parte a menudo de las desigualdades de género, estamento social y también en vínculos paterno-filiales.

¿Cómo son los padres gaslighters?

La inoculación de la culpa es el principal instrumento del que se valen los padres gaslighters. Añaden pequeñas dosis a casi cualquier situación para aumentar el grado de control que tienen sobre sus hijos. Siendo más descriptivos, lo que suelen hacer es lo siguiente:

  • Los padres pueden involucrar a los niños en situaciones en las que los pequeños no tienen responsabilidad alguna. Así, en caso de que la relación de pareja no vaya bien, se le hace creer al pequeño que es culpa suya.
  • A veces, el padre o la madre tiene un hijo favorito (el hijo dorado o trofeo). Al otro hermano se le hace gaslight al hacerle creer que tiene menos valías, que se comporta mal y que por ello merece menos afecto.
  • La mentira también es un recurso para invalidar al niño. Por ejemplo: “mamá ha tenido un día malo en el trabajo porque tú me has hecho enfadar esta mañana”.
  • Infravaloran o ignoran cualquier valía o talento de los hijos.
  • Cualquier afición, pasión o interés que tengan los niños es atacada con frecuencia por los padres gaslighters.
  • Por otro lado, también suelen recurrir al aislamiento social. Procuran vetar la independencia de los hijos para tenerlos siempre bajo su control.
Padres que hacen gaslighting: consecuencias del abuso mental

Tal y como hemos señalado, son muchas las personas que solo al llegar a la edad adulta toman conciencia de que han padecido una forma de abuso psicológico. Es muy común, por ejemplo, que integren en su personalidad muchos de esos esquemas distorsionados inculcados por los padres.

  • Una consecuencia habitual es no confiar en sus propios juicios. Cuando les han hecho creer que lo que piensan, sienten y opinan es erróneo, cuesta mucho tomar decisiones propias.
  • Por término medio, un efecto del gaslight en la infancia es desarrollar cierta inseguridad personal y desconfianza en los demás durante la edad adulta.
  • Pueden presentar una baja autoestima y problemas de identidad.
  • Se habitúan a dejar en segundo plano sus propias necesidades. 
  • Otra consecuencia es interiorizar emociones, callarlas, descuidarlas… Todo ello provoca que acaben somatizando muchos de estos estados.
¿Cómo recuperarse de una infancia de desgaste emocional a causa del gaslight?

Los padres que hacen gaslighting existen, al igual que las personas que hacen “luz de gas” a sus parejas. De este modo, quien ha sido víctima de esta forma de abuso psicológico durante un tiempo determinado rara vez sale indemne. Hay quien se sobrepone, es cierto, quien enfoca todo su dolor psicológico en alguna distracción (trabajo, afición, práctica deportiva…).

Sin embargo, las heridas siguen supurando y lo hacen casi siempre en forma de estrés postraumático. Es importante considerar que esta serie de circunstancias vividas en la infancia evidencian una forma de maltrato psicológico. Por tanto, es conveniente solicitar ayuda experta.

La persona deberá iniciar un viaje de reparación y sanación en el que atender y reconstruir la autoestima y la identidad. Es necesario también purgar la marca de la culpa que proyectaron los padres sobre los hijos a lo largo de los años. Liberarse de la perspectiva inculcada por un manipulador desde la que se hace creer a la víctima que nada en ella es válido o importante, lleva tiempo. Sin embargo, es vital sobreponerse a esa fractura interna para avanzar en integridad y plenitud.