sábado, 31 de julio de 2021

Las 7 diferencias entre ansiedad y depresión

¿Dirías que la ansiedad y la depresión son trastornos similares? Ambos son los trastornos de salud mental más prevalentes en la población, aunque son bien distintos. Hablamos sobre sus principales diferencias.

¿Cuáles son las diferencias entre ansiedad y depresión? La ansiedad y la depresión son dos trastornos diferentes en cuanto a sintomatología y naturaleza. Sin embargo, son trastornos que se dan de forma comórbida o conjunta en la mayoría de casos.

Así, la mayoría de personas con depresión también manifiestan síntomas ansiosos y las personas con ansiedad presentan también algunos síntomas depresivos. Pero, ¿cómo diferenciamos ambos trastornos? En este artículo hablamos de 7 de sus diferencias.

Diferencias entre ansiedad y depresión

¿Qué diferencias entre ansiedad y depresión podemos encontrar? A continuación hablamos de de las diferencias más importantes.

Grado y tipo de preocupaciones

Una de las diferencias entre ansiedad y depresión tiene que ver con el grado de preocupaciones de la persona. Aunque en ambos tipos de trastorno puede aparecer una marcada preocupación, lo cierto es que en la ansiedad suele estar más presente.

Además, el tipo de preocupaciones también varía. En la ansiedad las preocupaciones son sobre todo en relación al futuro. En cambio, en la depresión, las preocupaciones suelen basarse sobre todo en el pasado (“¿qué hice mal?”, “¿cómo podría haberlo hecho mejor?”).

En la depresión, este tipo de preocupaciones y preguntas que se hace la persona le hacen sentirse mal consigo misma. Aparecen sentimientos de culpa (por el pasado), de inutilidad y de baja autoestima.

Causas

Otra de las diferencias entre ansiedad y depresión está relacionada con sus causas. Aunque estas pueden ser múltiples en ambos casos, hablamos aquí de lo que se da con más frecuencia o de lo más característico en cada caso.

En el caso de la ansiedad, las causas se relacionan sobre todo con una hiperactivación fisiológica. Esta, a su vez, se produce por pensamientos catastrofistas y negativos enfocados al futuro, rumiación excesiva, preocupaciones del día a día, etc.

En cambio, en la depresión, las causas tienen relación muchas veces con eventos vitales traumáticos o con situaciones de vida complicadas, aunque también hay una base genética importante en muchos casos. El estrés, por ejemplo, sería una causa común en ambos trastornos.

Capacidad para disfrutar

En la depresión, sobre todo en la depresión severa, la persona pierda la capacidad de disfrute por las cosas, lo que se conoce como anhedonia. En la ansiedad este síntoma no es tan frecuente, y en muchos casos directamente no aparece.

Apatía o grado de desmotivación

La apatía, o pérdida de las ganas de hacer cosas, es muy frecuente en la depresión. En cambio, en la ansiedad no es tan frecuente. Esto se relaciona mucho con la motivación, mucho más afectada en la depresión que en la ansiedad.

En la ansiedad lo que ocurre es que la persona se siente tensa y tiene síntomas fisiológicos como la presión en el pecho, la sudoración, los mareos… Pero en cuanto a apatía se refiere, esta no suele aparecer (la persona sí tiene iniciativa para hacer cosas).

Sentimiento preponderante: miedo o tristeza

En general, el sentimiento prevalente en la depresión es la tristeza. Sin embargo, en la ansiedad lo que prevalece es el miedo, el temor a perder el control o a que ocurra algo malo.

La tristeza de la depresión es una tristeza que, en muchos casos, acaba convirtiéndose en apatía o, incluso, en incapacidad para sentir. La persona deprimida también siente una pérdida de ilusión hacia el futuro, la desesperanza, síntoma mucho menos característico en la ansiedad.

Por su parte, en la ansiedad, el miedo o temor acaba traduciéndose en numerosos síntomas físicos. Así, los sentimientos que nacen en uno u otro trastorno serían otra de las diferencias entre ansiedad y depresión.

Duración de los síntomas (para hablar de trastorno)

Cuando hablamos ya no de ansiedad o depresión en general, sino de los trastornos de ansiedad y de los trastornos depresivos, nos encontramos con una diferencia en cuanto a criterios de duración de los síntomas.

En general, para hablar de un trastorno de ansiedad propiamente dicho, los síntomas deben durar como mínimo 6 meses. En cambio, en la depresión mayor, si los síntomas duran 2 semanas, ya se puede diagnosticar un episodio depresivo mayor.

En otro tipo de trastornos depresivos, como sería el trastorno distímico, por ejemplo, los síntomas sí deben durar más. En este caso en concreto, un mínimo de 2 años en adultos y de 1 año en niños.

Tipo de trastorno

El tipo de trastorno, su naturaleza o clasificación en los manuales de referencia como el DSM-5 o la CIE-10, también es otra de las diferencias entre ansiedad y depresión. Así, el trastorno depresivo o depresión es un trastorno del estado de ánimo, mientras que la ansiedad es un trastorno ansioso propiamente dicho.

Hay más trastornos del estado de ánimo que se incluyen como tales, más allá de la depresión, como sería el trastorno bipolar (tipo I o tipo II). En cuanto a trastornos de ansiedad, encontramos múltiples de ellos: fobia social, fobia específica, trastorno de ansiedad generalizada, etc.

Estas son algunas de las diferencias entre ansiedad y depresión. Sin embargo, encontramos algunas más en relación al tratamiento, ya que el tipo de fármacos empleados para cada caso son diferentes (antidepresivos vs. ansiolíticos). También difieren en la naturaleza de la terapia psicológica.

No obstante, debemos señalar que son diferencias muy genéricas y cada caso deberá valorarse de forma concreta. ¿Por qué? Porque igual que no hay dos personas iguales, no hay ni dos ansiedades iguales ni dos depresiones iguales.

viernes, 30 de julio de 2021

El trauma infantil aparece en los escáneres cerebrales

Haber sufrido maltratos, abusos o abandonos entre los 4 y los 7 años deja marca en el cerebro. Los escáneres y técnicas de neurodiagnóstico revelan pequeñas alteraciones que explican el desarrollo de trastornos psicológicos posteriores.

Con el desarrollo de las tecnologías de neuroimagen se están realizando descubrimientos clave en medicina y psicología. Uno de ellos es poder ver con exactitud cómo el trauma infantil aparece en los escáneres cerebrales. Grandes y pequeñas zonas neuronales quedan tocadas, marcadas por sutiles alteraciones que merman por completo el bienestar de la persona.

Una infancia de maltrato deja marca profunda. El abuso, los gritos, el abandono, los golpes, los vacíos y la sombra persistente del miedo no solo asientan las bases del estrés postraumático. Ahora sabemos incluso que el niño que fue maltratado entre los 4 y los 7 años se convierte en un adulto con una menor esperanza de vida.

Se ha descubierto que este núcleo de la población tiene un riesgo mayor de sufrir desde diabetes hasta enfermedades cardiovasculares. Así, y más allá de lo impactante de este tema, cabe señalar que hay una puerta a la esperanza. Este tipo de descubrimientos nos permite desarrollar abordajes médicos más efectivos para mejorar la vida de la persona.

El trauma infantil aparece en los escáneres cerebrales y esto es lo que nos revela

Un ejemplo de cómo esculpen las vivencias traumáticas en el cerebro infantil es la elevada tasa de depresión mayor que se evidencia en la edad adulta. Sin embargo, este trastorno psicológico se desarrolla en estos pacientes de una manera particular. Es más persistente y se observan incluso alteraciones en la arquitectura cerebral.

Antes de llegar a ese trastorno depresivo de mayor gravedad entre los 20 y los 30 años, es común que a lo largo de la infancia y adolescencia transiten ya por toda una serie de problemas. Falta de concentración, retraso académico, alteraciones del sueño, hiperactividad, problemas en el control de impulsos, enfermedades somáticas, conductas autolesivas…

Si hay algo que asumen estas personas es que nadie puede entender su sufrimiento. Que vivir es sufrir, que no es fácil encontrar a alguien que les quiera de verdad y que el mundo es un escenario dañino. Esos sentimientos persistentes de soledad y desamparo son la voz de la herida psíquica, el eco del trauma alojado en la más profunda arquitectura cerebral. Lo analizamos.

El trauma infantil interfiere con el desarrollo del cerebro

El trauma infantil aparece en los escáneres cerebrales y ahora lo hace de manera más detallada. Hace solo unos meses, la Universidad de Alberta en Canadá presentó un interesante estudio sobre este tema. Algo en lo que concluyeron fue que las experiencias traumáticas comprendidas entre los 4 y los 7 años impiden que el cerebro se desarrolle con normalidad.

Son pequeñas alteraciones que hacen a las personas más vulnerables a la hora de desarrollar ansiedad, estrés postraumático, depresiones, falta de control de impulsos, mala gestión emocional, etc. Ahora bien, esto no es determinante en el 100 % de los casos. Es solo una variable de riesgo.

Asimismo, también se ha visto que existen déficits de los transmisores de serotonina y norepinefrina. Esto se traduce en una mayor reactividad ante el miedo, la preocupación y la incertidumbre. La persona es más tendente a experimentar angustia, lo cual reactiva a su vez el recuerdo de las vivencias traumáticas.

Amígdala e hipocampo las áreas más afectadas

Un aspecto que también pudo apreciar el equipo de investigación de la Universidad de Alberta fue cómo dos de las regiones más afectadas eran el hipocampo y la amígdala. Si el trauma infantil aparece en los escáneres cerebrales lo primero que se apreciará será una alteración en el volumen de estas áreas (es más reducido).

  • El hipocampo y la amígdala se relacionan con la emoción y la memoria. Así, las personas que pasaron por experiencias tempranas traumáticas, evidencian dificultades para procesar el miedo, la tristeza y los conflictos.
  • Asimismo, esas variaciones en el volumen de estas regiones, se traduce también en bloqueos a la hora de solucionar problemas y una tendencia mayor a actuar por impulso. Esto se traduce a menudo en conductas de riesgo, como pueden ser consumo de sustancias, involucrarse en relaciones afectivas dañinas…
El trauma infantil aparece en los escáneres cerebrales y esto podrá mejorar los tratamientos

En un trabajo de investigación de la Universidad de Stanford y publicado en la revista Nature descubrió que más del 62 % de las personas que padecen depresión mayor sufrieron traumas en su infancia. Así, entre ese grupo, aquellos que sufrieron esas vivencias de manera más temprana no responden a tratamientos como la sertralina (antidepresivo).

Ahora que el trauma infantil aparece en los escáneres cerebrales y puede estudiarse cada caso de manera individualizada, los métodos de abordaje pueden mejorar. De hecho, se ha podido demostrar que a menudo estas experiencias ralentizan el crecimiento de la amígdala basolateral y que esto se traduce en comportamientos más ansiosos. Por tanto, es más idóneo otro tipo de fármaco sumado a una terapia psicológica concreta y específica.

De momento, no es común que se pidan resonancias magnéticas en cada paciente que sufrió un trauma en su niñez. Sin embargo, cabe la posibilidad de que esto sea un recurso esencial dentro de poco para decidir el enfoque terapéutico más idóneo.

jueves, 29 de julio de 2021

La relación entre el dinero y la felicidad según la ciencia

¿Hasta qué punto es cierto que el dinero da la felicidad? Descubre lo que dice la ciencia al respecto.

La relación entre dinero y felicidad ha sido una cuestión estudiada por sociólogos, psicólogos y economistas. Nos encontramos en una sociedad dirigida a obtener un estatus económico. Por ello, saber precisamente si es el dinero el que nos lleva a la felicidad es una cuestión jugosa.

Lo más interesante en los estudios sobre la relación de dinero y felicidad es superar las excepcionalidades y encontrar reglas generales que se repitan una y otra vez en distintas sociedades. Igualmente, es importante saber qué papel juega normalmente el dinero con nuestra satisfacción vital en una sociedad capitalista.

Los estudios más interesantes precisamente señalan la diferencia entre tener dinero solo para cubrir necesidades básicas o tener dinero como opción de poder en la sociedad. Esta es una brecha en la que se basan casi todos los resultados de estudios entre dinero y felicidad.

Dinero y felicidad: tener para cubrir las necesidades básicas, necesario para el bienestar

Una de las primeras teorías entre la relación entre dinero y felicidad fue descrita por Richard Easterlin, que trabajaba como profesor de economía en la Universidad del Sur de California.

El profesor Easterlin descubrió que los países con ingresos medios más altos son, en general, más felices que los países con niveles de ingresos medios más bajos. Mientras los ciudadanos tengan ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades básicas, estarán contentos.

Easterlin argumentó que la satisfacción con la vida aumenta con los ingresos promedio, pero solo hasta cierto punto. Más allá de eso, la ganancia marginal en felicidad disminuye. En pocas palabras, la paradoja felicidad-ingresos es la siguiente: en un momento, tanto entre las naciones como dentro de ellas, la felicidad varía directamente con los ingresos, pero con el tiempo, la felicidad no aumenta cuando aumentan los ingresos de un país.

¿Qué es exactamente la “felicidad”?

Para autores como Daniel Kahneman, la felicidad se puede definir en términos de “bienestar emocional” y “evaluación positiva de la vida”. A su vez, se entiende por bienestar emocional los sentimientos cotidianos que experimenta una persona, como por ejemplo alegría, tristeza, el estrés o el enojo. La evaluación de la vida viene a hacer referencia a qué percepción tienen las personas sobre su vida cuando reflexionan sobre ella.

Tener más dinero compra satisfacción con la vida, pero no felicidad; mientras que los bajos ingresos están vinculados tanto a un bajo bienestar emocional como a una baja evaluación de la vida.

La tranquilidad de tener las necesidades básicas cubiertas tiene que ver más con los derechos humanos que con el alcance de la sensación de felicidad. Evidentemente, si no se tienen las necesidades básicas como techo o comida, va a ser muy difícil tener tranquilidad y, por ende, un sentimiento de felicidad general.

Más hallazgos sobre el vínculo entre el dinero y felicidad

Un estudio de Elizabeth W. Dunn, Lara B. Aknin y Michael I. Norton publicado en 2008 en Science, concluyó que el dinero compra la felicidad, pero solo si se gasta en otra persona. La encuesta encontró una correlación directa entre la cantidad que las personas gastaban en obsequios a otros y un aumento en sus sentimientos de realización.

Para su segundo estudio, el equipo encuestó a los empleados de una empresa que acababan de recibir bonificaciones por participación en las ganancias. La cantidad de este bono que los trabajadores gastaron en otros predijo la felicidad de seis a ocho semanas después, mientras que la parte del bono que gastaron en ellos mismos no tuvo ningún efecto en su felicidad.

En su tercer estudio, el equipo les dio a los participantes de la investigación de 5 a 20 dólares y se les indicó que gastaran el dinero en ellos mismos o en otros. Entonces se determinó su felicidad. El estudio descubrió que aquellos que gastaron el suyo en otros eran más felices que los que no lo hicieron.

Dinero y felicidad: no es cuánto ganas, sino cómo lo gastas

Si bien los investigadores pueden haber observado varios ángulos a esta pregunta de toda la vida, lo que generalmente se acepta de toda esa investigación es que la felicidad no depende tanto de cuánto se gana, sino de cómo cada uno elige gastarlo.

¿Podemos entonces decir que la felicidad se compra con dinero? Pues quizás eso puede pasar si lo gastas bien.

En tu propia experiencia, debes haber notado que obtener un aumento o bonificación no te hizo más feliz a largo plazo. La euforia inicial se disipa rápidamente a medida que te acostumbras a la nueva paga.

Comprar un nuevo teléfono inteligente o el último dispositivo de tendencia no hizo demasiado por tu felicidad. Eso no quiere decir que no te dé alegría, pero no tiene que ver con la felicidad más a medio-largo plazo.

Claves para gastar dinero como una inversión en bienestar

Hay algunas formas en las que se puede gastar dinero, respaldadas por la ciencia, que están garantizadas para brindar un placer más duradero:

Comprar más tiempo

Un estudio de UCLA de 4400 estadounidenses mostró que las personas que valoran el tiempo más que el dinero son generalmente más felices que las que no creen que disponer de más tiempo sea mejor que disponer de más dinero.

Imagina poder contratar un asistente virtual para manejar esas tareas mundanas que te mantienen atascada o cualquier otro servicio que pueda liberar tu tiempo. Liberar tiempo para dedicarlo a las cosas que realmente te importan, como pasar tiempo con familiares y amigos o simplemente ir a pasear con tu perro y ver la puesta de sol.

Gastar en una experiencia soñada

La gente cree erróneamente que comprar cosas que duren más y que incluso se aprecien en valor los mantendrá felices por mucho más tiempo que las experiencias. La verdad es que te acostumbras rápidamente a las nuevas botas de diseño de invierno con las que te obsesionaste una vez. Aunque todavía puedes disfrutar usándolas, ese brote inicial de felicidad que experimentas las primeras semanas se desvanece rápidamente.

Sin embargo, una gran experiencia como unas vacaciones en una isla exótica quedará en tu memoria de por vida. Siempre recordarás esos momentos como una oleada de placer. Las experiencias pueden ser fugaces, pero la alegría que producen durará mucho tiempo. Es el tipo de sensaciones y recuerdos que puede sacarte de un pozo de tristeza y que te impulsa a luchar por tener una experiencia parecida.

Gastar con amigos y familiares

Sentirás mayor satisfacción cuando dediques tiempo y dinero a las personas que realmente te importan. Todos somos animales sociales y tener relaciones saludables con los demás es esencial para nuestra salud física y mental.

Gastar dinero en experiencias es más gratificante porque generalmente compartimos buenos momentos con un cónyuge, amigo o familia. Incluso ir a comprar cosas juntos es más divertido que hacerlo solos.

¿Por qué nos hace felices gastar dinero en otros? Los psicólogos dicen que es porque nos hace sentir bien con nosotros mismos. Dar a los demás realza una imagen amorosa y generosa de uno mismo que nos hace felices. Dar a los demás nos ayuda a conectarnos más con ellos y las personas con fuertes lazos sociales son generalmente más felices que las personas que no los tienen.

Tener dinero hasta cierto punto contribuye considerablemente a los sentimientos de bienestar. Pero más allá de ese punto, más dinero no se traduce necesariamente en una persona más feliz. Sin embargo, con un gasto consciente y correcto, el dinero puede comprar mucha felicidad.

miércoles, 28 de julio de 2021

7 recomendaciones para teletrabajar

El teletrabajo será sin duda la modalidad laboral del futuro. Sin embargo, el hecho de trabajar desde casa nos obliga a tener en cuenta una serie de estrategias, con las cuales, lograr ser más productivos y sentirnos más satisfechos con este estilo de vida.

El modelo del trabajo remoto es tendencia. No solo es una oportunidad para facilitar la conciliación familiar y potenciar la flexibilidad laboral; además, es un modo interesante de avanzar en los negocios, innovar a nivel de empresa y maximizar el talento. No obstante, hay que seguir unas pautas para que sea efectivo. De ahí, que debamos conocer algunas recomendaciones para teletrabajar.

Algo que sin duda queda en evidencia es que a buena parte de las personas les agradaría desempeñar su labor de una forma virtual. No solo porque se ahorrarían costes de desplazamiento, sino porque disfrutarían de una mejor calidad de vida, al no tener que estar en un entorno de oficina tan estresante.

El desempeño de las tareas de forma remota debe permitir que las personas asuman los mismos objetivos que de manera presencial, lo que demanda seguir unas estrategias: medios técnicos adecuados, protocolos de actuación y, sobre todo, pautas claras.

Las guías de actuación deben diseñarse desde la propia empresa. Aspectos como el horario, las reuniones o la coordinación en determinadas tareas deben quedar bien especificadas desde el primer momento para que todo fluya de la mejor manera posible.

Por otro lado, y no menos importante, el trabajador también debe considerar llevar a cabo unas normas personales para ser productivo y, lo que es más importante, encontrarse cómodo en su situación.

Recomendaciones para teletrabajar que nos pueden ser útiles

Las recomendaciones para teletrabajar que nos dan los expertos parten de un hecho. No todo el mundo sirve para esta modalidad laboral. Así, y por muy llamativo que nos parezca, desempeñar nuestra labor de manera remota y en casa, no es algo tan fácil. Tiene sus retos y complejidades.

Estudios como el llevado a cabo por el doctor Ralph Gajendran de la Universidad de California nos señalan que, a menudo, surgen conflictos entre compañeros o con las figuras de autoridad desde la distancia.

Lo ideal, como señala este trabajo publicado en la Revista de psicología aplicada, sería oscilar en una misma semana el trabajo presencial con el remoto. Tal vez, la causa esté en que nos falta más rodaje en esta variante laboral. No obstante, veamos algunas recomendaciones para teletrabajar.

1. Espacio exclusivo para el teletrabajo

La primera norma para ser productivo y mentalizarnos de que estamos trabajando es no desempeñar la labor sobre la cama o en ese espacio en común con el resto de la familia. No vale con llevarnos el portátil de aquí allá; ahora en el salón, después sobre el sofá mientras vemos la televisión.

El teletrabajo implica exigencia y como tal necesitamos un espacio exclusivo destinado a ello, bien diferenciado del resto del hogar.

Una habitación bien iluminada, una mesa, silla ergonómica, un espacio tranquilo que promueva la concentración… Todo ello nos ayudará a ser más productivos.

2. Recomendaciones para teletrabajar: nunca en pijama

Estamos en casa, es cierto. Nos gusta estar cómodos en ella, es verdad. Sin embargo, una de las recomendaciones para teletrabajar y triunfar en el intento es “sentir que vamos a trabajar”. Por ello, ir con pijama o en bata, no ayuda. Vestir de manera más formal nos mentaliza mucho más de cara a la tarea.

3. Sí, debes cumplir un horario

Es muy posible que la propia empresa nos marque un horario fijo. En cuyo caso, hay que organizarse con las tareas del hogar y delimitar claramente, tiempo de trabajo y tiempo familiar. Por otro lado, en caso de que no tengamos estipulado un horario con la empresa o los clientes, lo haremos nosotros mismos.

Establecer rutinas fijas, marcarnos objetivos diarios y cumplirlos, nos ayudará a gestionar mejor el tiempo. Lo ideal, es evitar que el trabajo nos ocupe las 24 horas, alcanzando horarios nocturnos y los siete días por semana.

4. Establece pausas para descansar y comer

Puedes y debes establecer pausas. Parar de 10:00 a 10:30 para almorzar o salir a correr es una buena idea. Puedes y debes darte una hora de descanso a medio día para comer, momento en el que queda completamente prohibido tener el ordenador al lado.

Lo ideal es no estar largos periodos de tiempo ante el escritorio y el ordenador.

5. Concreta los canales de comunicación

Otra de las recomendaciones para teletrabajar es establecer con compañeros y jefes los canales de comunicación. Podemos usar correos o las videollamadas.

Sin embargo, valoraremos la conveniencia o no de hacer uso del Whatsapp u otro tipo de mensajería instantánea en el que confluyen el aspecto personal y el laboral. Esto es algo que hay que decidir.

6. Establece tiempos de desconexión digital

Cuando finalices tu jornada de teletrabajo, silencia el móvil. Evita revisar de manera constante tu correo, las notificaciones de los mensajes, de las redes sociales…

La carga mental que nos añaden nuestros dispositivos, más allá de la franja laboral puede ser una fuente de estrés. Aprendamos a manejarlo y sobre todo, a poner en silencio el teléfono de vez en cuando.

7. Socializa, las conversaciones triviales nos dan energía

Otra de las grandes recomendaciones para teletrabajar es evitar el aislamiento. No hagas de tu desempeño cotidiano un búnker. No delimites tu vida hasta el punto de comunicarte solo con tus compañeros de trabajo y tu familia.

Sal, cruza la puerta de tu casa dos o tres veces al día para salir a comprar, pasear a tu perro, mantén conversaciones triviales con los vecinos, con la cajera del supermercado…

Importante también compartir tiempo con amistades, con personas ajenas al trabajo que nos permitan relativizar y conectar con otras áreas de nuestra vida igual o más importantes.

El teletrabajo es el futuro, no hay duda. Pero no debe convertirnos en islas aisladas que poco a poco pierden el dinamismo y la frescura del contacto social cotidiano.

martes, 27 de julio de 2021

3 diferencias entre educar a un niño y a un adolescente

Ser padre de un adolescente no es igual que ser padre de un niño. Conocer y comprender sus nuevas necesidades te permitirá seguir acompañando a tu hijo en esta etapa de una forma positiva.

Por fortuna, cada vez son más los padres y madres que se interesan por adoptar un estilo educativo positivo y respetuoso en sus hogares. Tras informarse y poner en práctica algunas pautas recomendadas por expertos, muchos de ellos logran magníficos resultados: niños saludables y felices y unas relaciones familiares armoniosas. Sin embargo, existen diferencias entre educar a un niño y a un adolescente, y al llegar la pubertad puede que estas rutinas ya no funcionen.

Cuando esto sucede, los progenitores pueden sentirse confusos y frustrados. ¿Qué he hecho mal para que todo haya cambiado? ¿Por qué mi hijo ya no obedece y se muestra rebelde y distante?

En la mayoría de los casos, ni ellos han cometido ningún error ni sus hijos se han transformado en personas diferentes. Simplemente, en ocasiones resulta complicado aceptar la transición entre la niñez y la adolescencia.

¿Por qué es importante conocer las diferencias entre educar a un niño y a un adolescente?

Muchos padres firmarían para que sus hijos no crecieran. Disfrutan tanto con su compañía, su amor y su inocencia y, al mismo tiempo, sienten que el hecho de crecer y tener que enfrentarse a nuevos desafíos de alguna manera también les va a generar sufrimiento. Siendo niños, pueden protegerles mejor.

Sin embargo, la pubertad llegará inexorablemente y es importante que los niños sientan que se les permite crecer y cambiar, y que sus padres los aceptan y están ahí para acompañarlos en cada etapa. Por ello, queremos hablarte de los principales retos que habrás de enfrentar y cómo puedes modificar el estilo educativo para que se ajuste a las nuevas necesidades familiares.

Principales diferencias entre educar a un niño y a un adolescente

Atención versus privacidad

Este es uno de los primeros aspectos que los padres de un adolescente encuentran que necesita ser modificado. Y es que durante la infancia el niño precisa, reclama y disfruta de la presencia y la atención de sus padres. Esta le enriquece cognitiva y emocionalmente y le permite desarrollarse de una manera saludable. Incluso muchos padres se habrán llegado a sentir desbordados por la excesiva demanda de atención de sus hijos pequeños.

En cambio, durante la adolescencia el joven requiere privacidad y la exige. La compañía de los padres llega a resultarle intrusiva y cada momento que pasa en su ausencia le ayudan a reforzar esa identidad de sí mismo como ser independiente.

Supervisión versus autonomía

Muchos progenitores pueden encontrar que las pautas educativas que durante la infancia lograron que su hijo siguiera órdenes u obedecería ya no surten el mismo efecto. Pero esto es algo natural. Los niños necesitan supervisión y guía, requieren que los padres proporcionen un marco de actuación, unas directrices y unos límites mucho más estrechos.

Por el contrario, durante la adolescencia, permitir el desarrollo de la autonomía resulta fundamental. Es evidente que aún son necesarios los límites, pero estos han de ser más amplios.

Si un padre hace los deberes junto a su hijo pequeño o lo manda a bañarse a una hora determinada, durante la adolescencia es esperable y necesario que el joven tenga una cierta capacidad de autorregulación. Es decir, que él mismo sea responsable de sus tareas y de su higiene, por ejemplo. Es ahora cuando podemos recoger lo sembrado en la infancia; y, por ende, tratar de imponer el mismo control a un joven que a un niño resulta inefectivo y contraproducente.

Familia versus amistades

El principal agente socializador durante la infancia es la familia, el niño recurre a sus padres como figuras fundamentales de referencia para desarrollar su concepción del mundo y de sí mismo. Al llegar la pubertad, el grupo de iguales toma ese papel mientras la familia queda relegada a un segundo plano. De nuevo, esta es una transición natural y positiva pero que no todos los padres acogen con agrado.

Es fundamental permitir que el joven socialice, que pase más tiempo con amigos y compañeros y no tomar este cambio como un asunto personal. Tratar de manipular con culpa al joven que prefiere ir al cine con sus iguales que con su familia es limitar y distorsionar un proceso necesario.

Todavía existen similitudes entre educar a un niño y a un adolescente

Aunque se trate de una transición progresiva, esta avalancha de cambios puede hacer que los padres sientan que están perdiendo el control y que todo lo que han aprendido sobre crianza ya no funciona. Sin embargo, solo es necesario realizar algunos ajustes.

Tu hijo todavía necesita amor y aceptación incondicional, requiere límites y guía y se beneficia enormemente de una relación emocionalmente cercana contigo. La persona a la que has criado sigue ahí, solo está evolucionando; en lugar de sentir temor ante los cambios, siente orgullo de poder seguir acompañándole en esta nueva etapa.

lunes, 26 de julio de 2021

Masoquismo emocional: cuando te haces daño sin darte cuenta

Hablarnos como nuestro peor enemigo, tolerar a quien nos hace daño o ser incapaces de dejar atrás el pasado, son ejemplos de ese masoquismo emocional que todos practicamos en algún momento de nuestra vida.

Hay quien dice que los masoquistas emocionales son unos excelentes pacientes en terapia porque son muy hábiles a la hora de profundizar en sus propias heridas. Son personas con una patrón analítico que les lleva a hacerse daño a sí mismas. Hay quien refuerza una y otra vez conductas y elecciones que los dejan atrapados en la cárcel del sufrimiento, en el abismo de la indefensión…

Lo más llamativo es que no son conscientes de ello. Así, y a pesar de que el ser humano tiene un instinto innato para escapar de lo que hace daño y reforzar comportamientos que son beneficiosos, este principio de lógica de supervivencia no siempre se cumple,  abundan los que, por ejemplo, van saltando de una relación afectiva dañina a otra más destructiva.

Masoquista es quien se niega a salir de situaciones que atentan a su bienestar y que es incapaz también de tratarse con amabilidad y afecto. La imposibilidad de dejar de alimentar el diálogo que infravalora o la voz interna que a todo le pone muros y barricadas es la esencia de esta conducta.

¿En qué consiste el masoquismo emocional?

Detrás del masoquismo emocional está la personalidad autosaboteadora. Ante la evidencia de que son muchas las personas que aplican este filtro psicológico a su forma de vida, la pregunta es la siguiente: ¿por qué lo hacen? Para responder esta pregunta podríamos recurrir a la primera persona que abordó este tema: Sigmund Freud.

Desde un punto de vista psicodinámico, esa necesidad o tendencia a hacerse daño a uno mismo reside en los propios sentimientos de culpa.

“Yo tengo una mala valoración de mi persona, me siento culpable por algo y entonces, refuerzo conductas que son dañinas como forma de redimirme“. Esta idea —poco aceptada a día de hoy— dio forma al trastorno de personalidad masoquista o trastorno de personalidad autodestructiva, el cual, terminó desapareciendo de la nosología psiquiátrica con el tiempo.

Actualmente comprendemos un poco más este comportamiento y sabemos que responde a múltiples variables. Es más, cualquiera de nosotros podemos estar conviviendo con un masoquista interno. Las tendencias autoflagelantes pueden acompañar desde la infancia a una persona o bien emerger a raíz de algún problema concreto. Profundizamos un poco más en esta realidad.

¿Cómo se manifiesta el masoquismo emocional?

Empecemos fijándonos en un matiz. Hay personalidades claramente masoquistas y figuras que evidencian en algún momento cierto masoquismo emocional. El primero es más problemático porque responde a un patrón de comportamiento que se manifiesta ya desde edades tempranas.

  • Cuando logran algo bueno en la vida lo atribuyen a la suerte (locus de control externo). Nada parece estar nunca bajo su control.
  • Tendencia a reforzar las relaciones dañinas.
  • Diálogo interno autocrítico. Tendencia a pensar que uno no es lo suficientemente bueno, que nadie le aprecia, que es falible, débil, torpe, etc.
  • El masoquismo emocional vive atascado en el ayer. Toda su atención se focaliza en lo que ya no tiene sentido, en lo que ya ha pasado. Son incapaces de apreciar las oportunidades del presente.
  • Alta tolerancia a situaciones que son negativas y desgastantes (trabajos precarios, amistades egoístas…)
  • Les cuesta terminar aquellos proyectos que comienzan. Abandonan todo proyecto o meta con facilidad. Esto alimenta la visión negativa que tienen de sí mismos.
Tendencia a sentir culpabilidad cuando experimentan un instante de placer o bienestar. Piensan que no lo merecen o más aún, que ese momento de éxito o de felicidad durará muy poco porque algo lo acabará estropeando.

¿A qué se debe este tipo de comportamiento y actitud ante las cosas?

Estudios, como los realizados en la Universidad McGill de Montreal en Canadá, nos señalan algo interesante al respecto. Hay diferentes tipos de masoquismo emocional, todos podemos evidenciar por ejemplo, un diálogo interno algo invalidante a veces. Sin embargo, hay personalidades que evidencian un claro masoquismo psicológico que tienen su origen en la infancia.

  • Uno de los desencadenantes estaría en el estilo de crianza y la educación. A veces, tener unos progenitores claramente narcisistas provoca que los niños queden atrapados en un patrón de conducta claramente dañino para sí mismos. Aprenden de manera temprana a convivir con personalidades disfuncionales y esto les pasa una seria factura psicológica. Se habitúan a los afectos insanos y cronifican un sentimiento de inferioridad propiciado por unos cuidadores que drenaron tempranamente su autoestima. 
  • Por otro lado, existe otra causa que explica ese masoquismo emocional y que muchos podemos evidenciar en un momento dado: un trastorno depresivo. La depresión es ese estado en el que todo el tejido psicológico queda bajo mínimos y solo se alimenta un diálogo interno negativo y dañino.
¿Qué hacer si evidencio este tipo de característica psicológica?

Lo complejo y desafiante de la personalidad masoquista es que se resiste a pedir ayuda. Ese enfoque mental negativo y adicto al autoboicoteo no deja de decirse a sí mismo que de nada vale dejarse ayudar porque nada va a cambiar. Sin embargo, es bueno que lo tengamos claro, ser un mártir del sufrimiento no nos lleva a ningún sitio bueno, solo nos encapsula en el malestar sin salida.

Es importante tomarnos en serio, dar espacio a nuestras necesidades y salida a nuestras angustias. Todos merecemos sentirnos mejor y el masoquismo emocional es el reflejo de una realidad que debe atenderse. Bien si siempre hemos sido así o bien si esta característica es reflejo de una depresión, es necesario solicitar ayuda especializada.

domingo, 25 de julio de 2021

6 señales del duelo no resuelto que debes conocer

Las fases del duelo no son universales. El dolor por la pérdida de un ser amado puede durar más de la cuenta, llegando a cronificarse. Ese sufrimiento silenciado se manifiesta de muchas maneras y es importante saber identificarlo.

El duelo no resuelto se incrusta en la propia vida como un témpano frío. Congela todo avance y nos deja encapsulados en un sufrimiento permanente que, a pesar de todo, nos permite a veces ser más o menos funcionales. Uno acude al trabajo, cumple sus tareas, se ocupa de la casa, va y viene, habla con unos, conversa con otros… Sin embargo, hay algo que falla y que distorsiona la existencia.

El vacío de quien ya no está no es fácil de asumir. Así, y aunque nos hayan enseñado que el proceso del duelo sigue las clásicas fases de negación, ira, negociación, depresión y aceptación, lo cierto es que esto no siempre se da de este modo. La teoría de las 5 fases del duelo de Elisabeth Kübler-Ross no son universales y no todas las personas transitan por ellas en este orden.

Son muchos los que quedan atascados, atrapados en las primeras fases, en esa negación que se acompaña del enfado, de la depresión camuflada y el enfado constante. Pocas vivencias son tan delicadas y duras a su vez como tener que lidiar con la ausencia permanente de quien debería estar siempre a nuestro lado…

Señales del duelo no resuelto

Hay un tipo de dolor que nos une a todos y ante el que nadie está preparado. La muerte y el sufrimiento por quien perdemos es una experiencia universal, pero aún así cada persona lo vive de un modo particular. Hay quien tiene mayor facilidad para desahogar lo que siente y compartirlo con otros. En cambio, están quienes se esfuerzan en reprimir o negar ese dolor para intentar volver cuanto antes a la normalidad.

Al fin y al cabo, la vida apremia, las responsabilidades nos instan, los días pasan y es necesario volver a esa cotidianidad extraña. Sin embargo, los que más se esfuerzan por apresurar el duelo —o evitarlo— son los que más lo prolongan. Sin ayuda, sin apoyo, este tipo de situaciones pueden conducir hasta depresiones mayores o situaciones de aislamiento y soledad. 

Trabajos de investigación como los realizados en la Universidad de Columbia advierten que si bien es cierto que la mayoría de las personas terminan aceptando esa pérdida y recuperando el interés por seguir avanzando, hay excepciones. El duelo no resuelto no sabe de etapas, a veces se experimentan unos días positivos y después vuelven el entumecimiento emocional, la apatía y hasta la rabia. Veamos por tanto esas características que definen el duelo no resuelto.

1. Negación y anestesia emocional

La persona no termina de aceptar ni de comprender esa pérdida. Esa negativa a asumir lo sucedido les conduce a una especie de anestesia emocional al no poder expresar ni desahogar emociones. Les cuesta llorar, no pueden abrirse a quienes le rodean, les es imposible hablar de la persona fallecida…

2. Hipersensibilidad

Cuando se acumulan tantos sentimientos contrapuestos y no aceptados, es común desarrollar hipersensibilidad. Cualquier imprevisto, cualquier pequeño problema se vive de manera sobredimensionada. Todo les supera, todo se les hace una montaña, no pueden tomar decisiones ni reflexionar con calma.

3. Somatización, el cuerpo dolorido

Dolor muscular, cansancio continuado, alteraciones digestivas, insomnio, cefaleas… El duelo no resuelto se manifiesta casi siempre en forma de somatización. Es común que estas personas acudan de forma constante al médico ante ese malestar físico, pero sin permitirse aceptar que el origen de todo se halla en el dolor emocional no afrontado.

4. El futuro no existe, falta de perspectivas

Cuando el presente carece de sentido por la falta de ese ser amado, el futuro no tienen presencia. Esta es otra característica recurrente en el duelo no resuelto, la falta de perspectivas, de esperanza, de poder ver el mañana con ilusión. La persona se limita a dejarse llevar, a incrustarse en una cotidianidad sin sentido.

5. El duelo no resuelto y los problemas relacionales

Quien se queda atascado en las primeras fases del duelo vive con frustración, ira y negación. Resulta muy complicado mantener una buena relación con el entorno cuando uno siente rabia por esa pérdida vivida. Le falta la paciencia, no halla motivaciones, no disfruta de la pareja, de las amistades e incluso de los hijos.

6. Trastornos mentales y de adicción

Otro factor problemático al duelo no resuelto es el desarrollo del trastorno depresivo mayor. Asimismo, no podemos dejar de lado la posible adicción al alcohol u otras sustancias. Por otro lado, los trastornos de la conducta alimentaria también se correlacionan con las pérdidas de los seres queridos. Son sin duda situaciones de elevada vulnerabilidad psicológica.

¿Cómo se tratan estas situaciones?

En el Manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) no encontramos la etiqueta diagnóstica del duelo no resuelto como tal. Ahora bien, las características aquí señaladas forman parte de lo que conocemos como “trastorno de duelo complejo persistente”. Son realidades que afectan como media al 5 % de la población en algún momento.

Si nos preguntamos cuál es la mejor manera de abordar estas situaciones, la respuesta es evidente: con terapia psicológica. Estudios como los  realizados en la Universidad de San Diego (California) nos indican que es especialmente efectivo un enfoque basado en la combinación de la terapia cognitivo-conductual, con la terapia interpersonal y las técnicas de exposición prolongada.

Para concluir, si bien es cierto que nadie está preparado para abordar este tipo de circunstancias, con apoyo y cercanía es posible transitar con mayor integridad por estas vivencias tan duras. La pérdida nunca se olvida, pero el dolor disminuye lo suficiente como para volver a situar esperanzas en el mañana.

sábado, 24 de julio de 2021

Neópatas: los psicópatas de las redes sociales y el germen del odio

Hablarnos como nuestro peor enemigo, tolerar a quien nos hace daño o ser incapaces de dejar atrás el pasado, son ejemplos de ese masoquismo emocional que todos practicamos en algún momento de nuestra vida.

Los psicópatas o esas figuras que entran dentro del espectro del trastorno de la personalidad antisocial han encontrado en las nuevas tecnologías un escenario de gran utilidad. Los neópatas se valen de las redes sociales para visibilizar su odio, para atacar e incluso para publicar sus delitos o crímenes. A pesar de lo novedoso del término estamos ante un fenómeno de gran trascendencia.

Asesinos, terroristas y violadores hacen de Facebook su ventana. En Estados Unidos son muy frecuentes este tipo de hechos delictivos. Estos medios cuentan con millones de usuarios en todo el planeta y hay, efectivamente, mentes que necesitan “ser alguien” por un día y tener a una amplia audiencia ante la que mostrar su obra, su crimen, su atentado brutal.

En un escenario digital donde a menudo cabe todo y apenas hay filtros, estos actos están siendo cada vez más frecuentes desde la última década. No obstante, si dramático es que existan personalidades capaces de llevar a cabo estos actos, igual de tenebroso es pensar que siempre hay alguien que desee ver en directo este tipo de situaciones.

Neópatas: definición y características

Hay quien señala que el mal siempre haya mecanismos y caminos de lo más sofisticados para abrirse paso. Lo cierto es que en esta época, la criminalidad se vale del universo cibernético cada vez con mayor frecuencia. Es una alianza altamente compleja y difícil de controlar. Un ejemplo, en los últimos años buena parte de las violaciones que se cometen se graban en los teléfonos móviles.

Hay personas que salen a la calle para buscar víctimas al azar a las que agredir —o incluso matar— para después subirlo a las redes sociales. Recordemos también la masacre acaecida en el 2019 en Nueva Zelanda. Brenon Tarrant de 28 años, asesinó a 49 personas que acudían a la iglesia, mientras lo grababa todo en una cámara GoPro y lo emitía en directo en Facebook Live. Aquello duró 17 minutos y la emisión no se interrumpió en ningún momento.

Los delitos en —y a través— de las redes sociales son un fenómeno común y esto nos obliga a replantearnos muchas cosas. Desde la Universidad de Wrocław (Polonia), por ejemplo, se preguntaron en un estudio si buena parte de esos comportamientos agresivos que vemos en el universo en línea esconden a un perfil psicopático detrás.

Después de una meticulosa investigación pudo verse que buena parte de esas personas que llevan a cabo comportamientos como el trolling, el acoso cibernético o el discurso de odio tenían rasgos de la tríada oscura. Ahora bien, no todos los psicópatas son asesinos. Solo una pequeña parte de ese porcentaje es el que más tarde puede cruzar esa línea más peligrosa.

¿Quiénes son los neópatas?

Internet puede ser a veces ese instrumento que actúa como aliado para el narcisista y el psicópata. Los neópatas son esas personas que utilizan la red para expresar su odio y sobre todo trastornos mentales subyacentes. Es decir, no solo estaríamos ante alguien con unas características psicopáticas. Podemos tener a personas psicóticas, con esquizofrenia, delirios, una elevada agresividad o frustración contenida…

Asimismo, hay un hecho innegable que los diferencia de los delincuentes comunes: quieren ser visibles, ansían tener popularidad a través de sus actos sin temer las consecuencias. Por otro lado, si bien es cierto que el término neópata no constituye ninguna etiqueta clínica que aparezca como tal en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, sí describe una realidad en la que se integran múltiples condiciones patológicas. Describimos ahora sus características.

¿Cómo los identificamos?

Los neópatas suelen ser hombres jóvenes. Este es el perfil más recurrente. Nativos digitales que empiezan usando las redes sociales como altavoz para publicar su odio, para atacar a determinadas personas y hacer incluso campañas de humillación contra colectivos.

  • Evidencian rasgos claramente narcisistas: ansían captar la atención de los demás mediante las nuevas tecnologías. Necesitan lograr fama en ese universo virtual.
  • Buena parte de los neópatas tienen un historial muy particular. No han construido vínculos saludables con su entorno social. Pueden haber sufrido maltratos en la infancia, desatención parental y a menudo también es común que hayan padecido bullying en la escuela.
  • Sus referentes intelectuales suelen ser extremos: nazismo, asesinos en serie, criminales, etc.
  • Son personas inestables, con trastornos mentales latentes y con un bajo control de impulsos.
Tipos de psicópatas de las redes sociales

No hay un solo tipo de neópata. No todos cometerán asesinatos en masa, como sucede por ejemplo en Estados Unidos con elevada frecuencia. Este nuevo fenómeno social suele manifestarse de varias maneras. Los analizamos:

  • Los impostores. Este tipo de comportamiento es uno de los más comunes: son personas que suplantan identidades para tomar contacto con sus víctimas y ganarse su confianza.
  • Los reactores. También muy común. Son esos perfiles que reaccionan ante una publicación, noticia o comentario de una persona puntual y no dudan en manifestar todo su odio y desprecio a través de las redes sociales. En ocasiones, esa agresión virtual puede saltar al mundo real.
  • Neópatas depredadores. El depredador virtual empieza su cacería a través de este universo para captar víctimas a las que más tarde agredirá.
  • Los fantasiosos. En este caso, solemos ver a personas que no dudan en manifestar abiertamente sus deseos y fantasías más violentas: describen violaciones, asesinatos… No los cometen, solo fantasean con ellos (pero pueden dar el salto).
  • Los informadores. Por último, y ya de manera más puntual, encontramos a esos perfiles más adversos. Son los neópatas que cruzan la línea de la criminalidad y cometen asesinatos que, más tarde publican o que emiten en directo. Su anhelo, es informar en directo de lo que están haciendo para adquirir fama.
Para concluir, hay algo que debemos considerar. En vista de que este tipo de actos no dejarán de sucederse, es vital que plataformas como Facebook, Instagram, Twitter o Reddit pongan mayores filtros para prevenir este tipo sucesos. La propagación de videos de contenido violento es algo que no debemos permitir ni difundir.

viernes, 23 de julio de 2021

La sensibilidad al asco y su relación con los trastornos psicológicos

Algunas personas son más propensas que otras a sentir asco. Y es esta tendencia individual la que puede dar origen a diversos trastornos de ansiedad. Te mostramos la razón.

El asco es una de las emociones básicas menos estudiadas y comprendidas. Todos sabemos a grandes rasgos en qué consiste, cuál es su función y ante qué tipo de estímulos aparece; por ejemplo, ante olores, sabores o visiones desagradables. Sin embargo, algo que no siempre tenemos tan presente es su relación con distintos trastornos psicológicos. Por ello hoy queremos hablarte de la sensibilidad al asco y de su implicación en diversas patologías mentales.

Todas las emociones básicas cumplen una función relacionada con la supervivencia. En el caso del asco, este protege al organismo de ingerir cualquier sustancia nociva, perjudicial o desagradable que ponga en riesgo su integridad. Sin embargo, al igual que ocurre con la tristeza o con la ira, cuando el asco se manifiesta de forma inadecuada puede causar problemas psicológicos. Y a continuación te explicamos cuáles son.

¿Qué es la sensibilidad al asco?

La sensibilidad al asco puede definirse como la tendencia individual a experimentar asco y esta es diferente en cada persona. Si bien hay ciertas situaciones que desencadenan especialmente esta emoción, algunos individuos son más propensos que otros a vivirla. Y, no solo eso, sino que también existen diferencias en cuanto a lo desagradable o molesta que se siente.

Algunos autores hacen una separación entre estos conceptos, pero hoy incluiremos en la definición tanto la propensión a sentir asco como la evaluación más o menos negativa que se hace de esa sensación. Así, parece que las personas con una mayor sensibilidad al asco tienen un riesgo incrementado de padecer distintos trastornos.

¿Cómo se relacionan la sensibilidad al asco y los trastornos psicológicos?

La sensibilidad al asco se relaciona principalmente con diversos trastornos de ansiedad. Entre ellos se encuentran los siguientes.

Fobia a los animales

La fobia a los animales generalmente se asocia con el miedo. Se suele entender que la persona fóbica experimenta malestar y evita a estos animales por temor, pero en realidad el asco parece jugar un papel muy relevante.

Diversas investigaciones han encontrado que la sensibilidad al asco se encuentra especialmente relacionada con la fobia a animales no peligrosos (como arañas, cucarachas o ratas) pero no con la fobia a animales peligrosos (como osos, tigres o tiburones). Por ende, la sensibilidad al asco favorece la adquisición de miedo a ciertos animales relacionados con la transmisión de suciedad o enfermedades.

Fobia a la Sangre-Inyección-Daño (SID)

Algunas personas son especialmente susceptibles a todo lo relacionado con la sangre, las inyecciones, las heridas o las mutilaciones. Sin embargo, en este caso el asco parece tener una importancia mucho mayor que en la fobia a los animales; de hecho, es posible que se produzca la fobia SID incluso en ausencia total de miedo.

Una persona fóbica al contemplar sangre puede experimentar nauseas, mareos o desmayo sin sentir temor ninguno. De este modo, la sensibilidad al asco parece ser el factor clave.

Trastorno obsesivo-compulsivo

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) se caracteriza por la presencia de pensamientos intrusivos, persistentes y desagradables que solo se alivian tras la realización de un ritual o conducta compulsiva. Es uno de los trastornos de ansiedad más incapacitantes y que causan mayor malestar; y, de nuevo, en su origen parece encontrarse la sensibilidad al asco.

Un 50 % de los pacientes diagnosticados con TOC presentan pensamientos intrusivos de contaminación, siendo mucho más frecuentes entre quienes presentan compulsiones de limpieza y lavado.

Curiosamente, estas personas no perciben los estímulos como temidos, sino como asquerosos. De este modo, la sensibilidad al asco no solo aumenta la percepción de amenaza (hace que la persona se preocupe más por la contaminación) sino que también impulsa al individuo a realizar rituales de limpieza ante dicha preocupación.

La sensibilidad al asco predice la presencia de trastornos psicológicos}

Además de la relación ya establecida entre la sensibilidad al asco y estos trastornos psicológicos, existen algunos interesantes datos a tener en cuenta. Por ejemplo:

  • Se ha encontrado una importante relación entre la sensibilidad al asco y la sintomatología obsesivo-compulsiva incluso en individuos sanos.
  • Quienes presentan fobia a los animales no peligrosos muestran con mayor frecuencia compulsiones de limpieza, pero no otros síntomas propios del TOC.
  • La sensibilidad al asco es un muy buen predictor de la presencia de este tipo de trastornos psicológicos en la persona. Incluso, la elevada sensibilidad al asco de los padres predice la presencia de estos miedos específicos en los hijos, ya que existe una importante transmisión familiar.
En definitiva, el asco parece ser una emoción mucho más relevante de lo que hasta ahora se había considerado. Comprender su funcionamiento puede ayudarnos a predecir, prevenir e intervenir en la aparición de este tipo de trastornos y fomentar así una mayor calidad de vida en quienes los padecen.


jueves, 22 de julio de 2021

¿Estoy preparado para una nueva relación?

¿Cómo saber si estás preparado para una nueva relación? En este artículo reflexionamos sobre el duelo tras una ruptura y hablaremos de esas claves o indicadores que te pueden orientar a seguir avanzando e incluso a conocer a una nueva persona.

Muchas rupturas dan paso a un proceso de duelo: una reacción adaptativa que nos permite asimilar la pérdida y reordenar prioridades. En esa reconstrucción puede llegar el momento en el que nos preguntemos: ¿estoy preparado para una nueva relación?

¿Cómo descubrirlo? A lo largo del artículo ofreceremos algunas ideas clave que te permitirán obtener una respuesta. Sin embargo, antes de seguir con el hilo, comencemos desmontando un mito.

El proceso de duelo después de una ruptura no siempre se produce, ya que puede haberse producido incluso antes de que se materializara la ruptura: quizás llevemos tiempo pensando en terminar con la relación o relegando a la relación a la última posición de nuestra lista de prioridades.

¿Estoy preparado para una nueva relación o tengo que esperar?

Después de una ruptura complicada y, muchas veces aún en pleno proceso de duelo marcado por la sensación de incertidumbre que deja haber sido testigos de cómo muchos de nuestros planes se venían abajo. Pasados días, meses o incluso años podemos preguntarnos: “¿Cómo saber si estoy preparado para una nueva relación?”, “¿en qué punto sabré que estoy emocionalmente disponible?” o “¿es posible enamorarse de nuevo cuando aún recuerdas a tu ex pareja”? 

Estas son solo algunas de las dudas frecuentes, aunque la variedad y el cacao mental están servidos. Sobre todo, cuando aún estamos intentando sanar de una experiencia dolorosa e intentando recuperar nuestra ansiada estabilidad emocional.

Indicadores de que quizás no estás preparado

Lo cierto es que, en pleno proceso de duelo, cuando aún estamos asimilando nuestra anterior ruptura, hay ciertas acciones o situaciones que nos indican que aún no estamos preparados para iniciar otra relación. Entre ellas encontramos:

  • Estar comparando a todas las personas que conozcas (“aspirantes” a algo más) con tu expareja.
  • Hablar sin ton ni son del daño que te hizo la ruptura y de la coraza que te has puesto para no sufrir (sí, en todas tus citas).
  • Tener intentos de relación que no acaban de cuajar por repentinos agobios que manifiestas.
  • Encontrar a alguien que te podría encantar, con quien estás a gusto, pero que “no te llena”.

Deja un espacio para la duda

Quizás ya ha pasado un poco más de tiempo tras tu última ruptura y te planteas la posibilidad de empezar a remontar. Y con ello, te preguntas nuevamente: “¿estoy preparado para una nueva relación?”.

Cuando esta pregunta aparece, llegan también dudas; puede que haya una parte de ti que se siente más animada, fuerte y con ganas de ilusionarse de nuevo con alguien. Sin embargo, hay otra que aún está herida, aterida de miedos e inseguridades que no dejan del todo claro qué debes hacer.

En este punto, remarcamos la importancia de escucharse a uno mismo: pregúntate qué necesitas realmente.

Sentimientos contradictorios

Cuando surge esta pregunta, muchas veces es porque tienes sentimientos y sensaciones contradictorias. Por un lado, aún te acuerdas de tu ex, y de vez en cuando te sobrevienen sentimientos de nostalgia o incluso, rencor.

Por el otro, empiezas a dormir y a comer con normalidad, te sientes con más energía y has recuperado un poco la ilusión. Entonces, ¿cómo sé si estoy preparado?

No hay una única respuesta: encuentra tu manera

La realidad es que no hay una respuesta universal, un anillo de este color que le valga a todo el mundo -ni siquiera a la misma persona en distintos momentos-. Tendrás que aventurarte y explorar.

Cada persona es un mundo; habrá personas que, estando ya en la etapa final del duelo, se atreven a intentar conocer a alguien. Quizás no están al 100 %, pero tienen ganas de empezar a abrirse. Y al abrirse, les va bien; empiezan a soltar corazas y a recuperar la fe en el amor.

En cambio, habrá personas que sientan la necesidad de haber sanado al 100 % para “volver al mercado” del amor, y que les irá bien. No hay opciones más válidas que otras, y todos tenemos derecho a escoger y, sobre todo, a equivocarnos.

La importancia de escucharse

Escuchar qué necesitamos en cada momento es el paso más importante de todos. Escucha cómo te sientes.

Identifica si aún aparecen momentos de “bajón” o de tristeza absoluta asociados a la pérdida o a la ruptura. Que los tengas no significa necesariamente que no estés preparado para una nueva relación. Simplemente, te indican cómo estás en tu proceso.

Intenta descubrir también la frecuencia de estos bajones, si hay algún desencadenante claro, si te cuesta mucho salir de ellos… Todo esto es información valiosa que te puede orientar a la hora de identificar tu momento en el duelo. De manera especial, te ayudarán a descubrir si estás o no preparado para una nueva relación.

Conecta con lo que sientes

La forma más fiable de conocer la respuesta a “¿estoy preparado para una nueva relación?” es conectando con tus emociones. Un trazado que podrás recorrer a través de lo que comentábamos anteriormente: a través de la escucha.

La consecuencia es que te conectarás más con el presente, dejando un poco de lado a planes y recuerdos. ¿Sientes que esta apatía te impide conocer gente nueva? Respeta tus ritmos.

Por contra, ¿sientes ilusión? ¿Te apetece probar? Haz pequeñas acciones que te conduzcan a abrirte de nuevo con alguien. Prueba a apuntarte a alguna actividad, queda con gente nueva… Hazlo sin forzarte, teniendo en cuenta que quizás aún estás en un momento delicado y, sobre todo, sabiendo que siempre puedes “recular”.

Conecta con lo que sientes

Si te has hecho la pregunta de si realmente estás preparado para abrirte de nuevo al amor, es porque probablemente ya hayas dado muchos pasos adelante en tu proceso de duelo. Siempre hay espacio para la duda, y está bien. Sea como sea, te animamos a conectar con lo que sientes realmente.

Escucha tus ritmos, conjuga los avances con el análisis, ¿cómo te sientes después de ese paso que has dado?  ¿Qué peso están teniendo los recuerdos y las expectativas en tu estado de ánimo?

Es fácil que se creen corazas emocionales después de haber sufrido, pero estas corazas no se van sino con más amor… sobre todo, con más amor propio.

miércoles, 21 de julio de 2021

Cómo enseñar asertividad a los niños

Saber cómo enseñar asertividad a los niños implica que nuestros pequeños sabrán comunicarse mejor, impidiendo que les impongan ideas con las que no comulgan, aprendiendo a su vez a no imponer su forma de pensar sobre nadie.

Las habilidades personales se pueden aprender. Por eso, cuando decimos que un niño es como un libro en blanco, en cierto modo estamos en lo cierto, ya que ese chico puede ir descubriendo e interiorizando valores, competencias, etc. En este sentido, aquí queremos explicar cómo enseñar asertividad a los niños.

Dicho esto, y dado que no podemos empezar la casa por el tejado, vamos a explicar brevemente qué es la asertividad y, una vez conocida, veremos algunas claves que podemos usar para que los pequeños la vayan aprendiendo de forma natural.

Qué es la asertividad

Entendemos por asertividad la habilidad que interioriza un ser humano para reaccionar ante cualquier tipo de circunstancia con sentido común, sin hacer uso de la violencia o la agresividad, pero tampoco de forma pasiva.

Es decir, cuando hablamos de una persona asertiva, nos referimos a un individuo activo, empático, capaz de reaccionar con sentido común, mostrando sus sentimientos, comprendiendo a los demás, con respeto, sin exabruptos ni excesos, sin molestar o agredir, usando siempre la justa medida de las necesidades de cada situación.

La asertividad se encuentra a mitad de camino entre la pasividad, es decir, niños que se dejan someter con facilidad o aceptan las opiniones de los demás sin considerar sus pensamientos y necesidades, y otros chicos que actúan con tendencia a la agresividad, o sea, que tienden a imponer su visión del mundo, demostrando baja empatía y tolerancia, sin respetar en mayor o menor medida lo que piensen o sientan los demás.

Los beneficios de la asertividad

Entre los extremos encontramos que la asertividad puede facilitar que los niños se desarrollen en un entorno que les acepta, les anima a explorar sus talentos e intereses, les comprende y les empodera. De ahí que los beneficios sean muy numerosos:
  • Facilidad para comunicar emociones, ideas y opiniones.
  • Defensa de los propios derechos respetando los de los demás.
  • Menor influencia de otras personas.
  • Menor sentimiento de culpabilidad.
  • Comportamiento siempre respetuoso y tolerante, pero sin llegar a la sumisión o la pasividad excesiva.
  • Defensa de los derechos propios, pero siempre respetando los de los demás.
  • Capacidad para negarse sin que influyan en exceso las opiniones de los demás siempre que estas se consideres perjudiciales.
  • Capacidad para dar opiniones sin sesgos y sin temor a lo que digan los demás.
  • También se añade la capacidad de atender a las opiniones ajenas, aceptándolas sin que surja sentimiento de culpabilidad alguno.
  • Mayor tolerancia a todo tipo de actitudes, comportamientos, opiniones, consejos, etc.
  • No manipular y, por supuesto, tampoco dejarse manipular por otras personas.
  • Aumento del sentimiento de bienestar personal siempre alineado a sus ideas, a sus valores y a su ética personal.
  • Potenciar una conciencia emocional propia y equilibrada.
  • Autorregulación adecuada y necesaria.
Descubre cómo enseñar asertividad a los niños

Veamos cómo enseñar asertividad a los niños ahora que conocemos sus múltiples beneficios. Si queremos que nuestros pequeños crezcan sanos, plenos y felices, toma nota de estas ideas.

Sé un ejemplo para ellos

Es indispensable que, para que los niños aprendan asertividad, vean en los adultos comportamientos responsables y asertivos. Por eso cuidaremos la forma en que nos relacionamos con los demás, en cómo nos comunicamos y cómo tratamos a otras personas, pues ellos se fijarán en nosotros siempre y actuarán en consecuencia.

Crea un ambiente comunicativo adecuado

Es conveniente que los niños entiendan que se pueden comunicar abiertamente, expresando sus sentimientos con naturalidad y con sinceridad. Que puedan contar sus conflictos y problemas sin miedo a mostrarse vulnerables o ridiculizados es importante para crear ambientes asertivos en los que ellos estén cómodos hablando de sentimientos y emociones.

Facilita herramientas

También conviene facilitar herramientas a los niños para que aprendan a expresarse y a hablar con claridad. Eso sí, todo se hará desde el respeto y la tolerancia. Por eso buscaremos las fórmulas más respetuosas que podamos encontrar para que los niños se expresen adecuadamente.

Negociación y cesión

Enseñaremos a los niños a resolver conflictos negociando y cediendo cuando sea conveniente. Esta es una habilidad que, además, utilizarán a lo largo de toda su vida, tanto desde un punto de vista personal como social y profesional.

Decir no cuando sea necesario

Le pasa a mucha gente. A veces, cuando negamos algo, parece que estamos atacando a la otra persona, que no la queremos o no nos importa. Pero no es así. Debemos ser conscientes de que los niños tendrán que tener su propia opinión y, si no quieren hacer algo que no les apetece o no consideran necesario, se podrán negar sin sentirse culpables a posteriori.

Aprende cómo enseñar asertividad a los niños para que se conviertan en sujetos de derecho activos, no pasivos, defendiendo siempre su forma de ser, sus prioridades y sus gustos, sin imponer nada sobre nadie, y sin que nada les sea impuesto a ellos.






martes, 20 de julio de 2021

7 tipos de desmotivación que deberías conocer

A veces la falta de motivación se debe a la angustia y la incertidumbre hacia el futuro, otras a no tener unos valores claros. No obstante, la ciencia nos dice que detrás de la desmotivación constante está la depresión mayor.

Apatía, agotamiento físico, sensación de bloqueo, desgana, desilusión… Hay muchos tipos de desmotivación y, aunque todas tienen que ver con nuestro estado de ánimo, hay pequeñas particularidades que la diferencian. Un ejemplo, pueden darse estados en los que esa carencia de energías, recursos y enfoque emocional trazan los cimientos de un trastorno depresivo.

Otras veces, esa ausencia de ímpetu vital no responde más que a una crisis momentánea, a esa falta de propósitos que más tarde, reorientamos para trazar nuevas metas e ilusiones en el horizonte. Ahora bien, es importante atender en todos los casos esta experiencia porque más allá de la bruma aparente del aburrimiento, pueden esconderse realidades muy serias.

El niño desmotivado en el aula es a veces un chico o una chica con altas competencias intelectuales que no ve saciadas sus expectativas. El empleado que acude cada día sin ánimos a su trabajo puede que esté lidiando en silencio con un problema mental. Así, la persona que cada vez siente menos motivación en su relación de pareja, es posible que haya perdido la chispa del amor en ese vínculo.

Es importante desgranar esta experiencia física y psicológica para saber qué hay detrás de esa niebla. Solo así podremos ayudarnos mucho mejor.

Tipos de desmotivación: no toda la falta de ánimo y energía tiene el mismo origen

Hay quien dice que la desmotivación es como la nieve. Cuando se derrite y la observamos bajo un microscopio, descubrimos que cada copo tiene una forma particular y única. Con esta dimensión psicológica sucede lo mismo. Cuando se desvanece nuestra motivación lo hace por razones muy concretas, pero tendemos a experimentar esta vivencia de manera similar en cualquiera de sus formas.

Porque la desmotivación colapsa la mente, ralentiza el pensamiento, se adhiere al cuerpo y también lo vuelve lento y terriblemente pesado. Por otro lado, hay un hecho muy llamativo. La persona sin motivación es duramente señalada, se la etiqueta de vaga, débil y poco entusiasta… Como si fuera siempre voluntad de uno perder las ganas, las ilusiones y esas emociones de valencia positiva que tanto nos fortalecen.

Es importante conocer los distintos tipos de desmotivación para saber que no siempre depende de uno mismo derivar en este tipo de situaciones.

1. El miedo que arrincona e inmoviliza

Estudios como los realizados en el Instituto de Tecnología de California (Estados Unidos) recuerdan que la biología del miedo tiene un fin: orientarnos hacia unas conductas muy concretas, como es la huida o bien el ataque. Podríamos decir que lo que sentimos es una “motivación” por escapar de lo que inquieta o preocupa.

Sin embargo, lo que también se evidencia es una desmotivación absoluta por cualquier otra cosa. El miedo nos frena, nos inmoviliza y nos impide movernos hacia delante. No podremos trazar nuevas metas para el día de mañana cuando nos inquieta lo que nos rodea.

2. Los propósitos que te propusiste no eran los adecuados

Uno de los tipos de desmotivación más común está en percibir que eso que nos habíamos propuesto no era lo más acertado. Puede que decidieras irte a un país nuevo a trabajar y esa idea no haya salido bien. Es posible también que la meta por aprobar esa oposición, sea en tu mente un imposible y te replantees otras cosas… Es momento de calibrar tus expectativas y objetivos.

3. Desmotivación por falta de valores

No todos sabemos qué esperar realmente de la vida. Cuando no están claros los propósitos vitales nada se sostiene, la ilusión se llena de grises y andamos por nuestra cotidianidad sintiendo vacíos y desmotivaciones. Es preciso clarificar nuestros significados existenciales para nutrir las esperanzas y las ganas por hacer cosas…

4. Tipos de desmotivaciones: la falta de control

Hay épocas en las que percibes que no tienes control sobre nada de lo que te rodea. No importa que te esfuerces enormemente para lograr algo, al final las cosas no saben bien. Son esos días en los que emerge la indefensión, la sensación de que todo está en manos del destino y no de ti mismo.

En estas circunstancias es preciso asumir que si bien es cierto que nadie tiene el control absoluto sobre lo que le rodea, sí tememos control sobre nosotros mismos.  Reaccionar de manera más resiliente puede encender de nuevo nuestra motivación.

5. La depresión mayor encubierta

Falta de motivación para movernos, para realizar las tareas cotidianas más básicas como ir al trabajo. Incapacidad para tomar decisiones, ponernos objetivos, desmotivación en las relaciones sociales, en el ocio, en cualquier actividad que antes era apasionante para nosotros…

Desde la Queen’s University de Canadá nos indican en un estudio que cuando se combina la desmotivación física con la cognitiva durante más de un mes podemos estar ante una depresión mayor encubierta.

6. Estás asumiendo demasiadas obligaciones y has llegado al límite

Nuestro nivel de energía tiene un límite y a menudo lo sobrepasamos. Ocurre cuando queremos llegar a todo el mundo, cumplir cada tarea con eficacia, dar buena imagen de competencia y tener satisfechos a los nuestros.

El intento por asumir todas estas dinámicas es agotador e infructuoso. Tarde o temprano llega uno de los tipos de desmotivación más comunes, el generado por el agotamiento y la frustración.

7. Desmotivación por soledad o aislamiento

La chispa de las ilusiones, las motivaciones y los propósitos cotidianos no parten en exclusiva de nosotros mismos. Muchas veces nos sentimos reforzados por el apoyo ajeno. A menudo, nos inspiran los amigos, los compañeros de trabajo, la familia y esas personas que queremos. Sentirnos apoyados en el día a día nos confiere aliento y esperanza. 

Por ello, experimentar cierta soledad o aislamiento en algún momento de nuestra vida también trae consigo esa desmotivación que como el óxido se instala en la cotidianidad quitando el brillo de casi cualquier cosa. Son estados ante los que es necesario reaccionar y actuar. Porque en caso de permitir que nos acompañen durante semanas o meses, podemos llegar a estados psicológicos muy invalidantes.

Actuemos ante la desmotivación, hallemos nuevos refuerzos y fortalezas en nosotros para recobrar las ganas por movernos con la vida…


lunes, 19 de julio de 2021

¿Es malo soñar mucho por la noche?

Soñar puede ser una experiencia divertida o angustiante, pero es natural y necesaria para el organismo. Te contamos qué implicaciones tiene soñar mucho para tu salud.

Hay quienes opinan que dormir es una pérdida de tiempo, ya que al acostarse desconectan por completo de lo que ocurre hasta que suena el despertador a la mañana siguiente. En cambio, para otros, cada noche es una aventura y el amanecer trae el recuerdo de las historias más fascinantes, fantásticas e intensas que se han vivido en sueños. Vistas las diferencias entre las experiencias nocturnas de cada persona, cabe preguntarse si soñar mucho puede tener alguna repercusión en nuestra salud.

Es probable que quienes más se planteen esta cuestión sean aquellas personas que padecen pesadillas con frecuencia. Despertarse con una gran sensación de angustia no resulta nada reconfortante. Sin embargo, incluso quienes tienen sueños de contenido neutro o positivo suelen sentir que no descansan adecuadamente por haberse pasado la noche inmersos en esos mundos oníricos. Pero ¿qué hay de cierto en todo esto?

¿Por qué soñar mucho es más frecuente en unas personas que otras?

Generalmente hacemos una distinción entre quienes sueñan mucho y quienes rara vez tienen estas experiencias. Sin embargo, a menos que exista una patología severa, todas las personas sueñan cada noche; y no una, sino varias veces. En realidad, la diferencia radica en la capacidad de cada individuo para recordar esos sueños.

Así, podemos encontrar personas capaces de relatar cada día el contenido de sus ensoñaciones nocturnas y otras que apenas nunca pueden recordar lo que han soñado. Si te estás preguntando a qué se deben estas diferencias, existen diversas causas.

El momento del despertar tras soñar mucho

Este es un aspecto crucial a la hora de poder recordar los sueños. Tengamos en cuenta que, en el ser humano, cada ciclo completo de sueño tiene una duración de unos 100 minutos y atraviesa diversas fases (adormecimiento, sueño ligero, transición, sueño profundo y sueño REM). Así, cada noche realizamos unos cinco ciclos completos de sueño en nuestras horas de descanso.

Es principalmente durante la fase REM cuando tienen lugar los sueños más vívidos y complejos; y, si nos despertamos durante esta fase, nos resulta mucho más sencillo recordar lo soñado. A medida que nos alejamos de este momento, se vuelve más complicado recordarlo.

El contenido del sueño

Las pesadillas y los sueños muy vívidos e intensos se recuerdan con mayor frecuencia. Generalmente cuando tenemos sueños “irrelevantes” o con poca carga emocional estos se desvanecen fácilmente de nuestra mente.

De este modo, al despertar no los recordamos. En cambio, si son extravagantes, perturbadores o angustiantes, esa sensación perdura al despertar y es más fácil que el contenido del sueño siga presente y accesible a la memoria.

Personalidad

También parecen existir diferencias en cuanto a personalidad entre quienes recuerdan con frecuencia sus sueños y quienes no suelen hacerlo.

Así, los primeros suelen ser individuos más imaginativos y creativos, pero también más reflexivos y tendentes a la introspección. De algún modo, son personas que se encuentran más en contacto consigo mismas y con su inconsciente.

Características neurobiológicas

Uno de los hallazgos más interesantes revela que hay diferencias biológicas entre las personas que recuerdan sus sueños y las que no. Algunos estudios han encontrado que quienes suelen acordarse muestran una mayor actividad espontánea en la unión temporoparietal del cerebro. Esto implica que producen una mayor cantidad de sueños y que, además, son más propensos a recordarlos al despertar.

¿Es malo soñar mucho por la noche?

Para responder a la pregunta inicial tenemos que recordar que soñar es una función natural y necesaria para el organismo. Durante el sueño se producen importantes procesos de organización de la información y consolidación de la memoria. Por ende, soñar es muy beneficioso.

Si eres de quienes suelen recordar sus sueños, es probable que pases una buena cantidad de tiempo en fase REM y que tu sueño sea profundo y reparador. No obstante, tener la sensación de que sueñas mucho también puede indicar que:
  • Experimentas despertares frecuentes a lo largo de la noche, que te facilitan el recordar tus sueños pero pueden afectar seriamente a tu descanso.
  • Sufres pesadillas de forma regular, lo cual puede ser señal de un estado de estrés o incluso algún trastorno de ansiedad.
En definitiva, soñar mucho (o recordar mucho los sueños) no es negativo a menos que esto esté repercutiendo en tu calidad de vida. Si sientes que no descansas bien o que el contenido de tus sueños afecta a tu estado de ánimo durante el día, es importante que consultes con un profesional de la salud. Descartar alteraciones importantes y establecer una buena higiene del sueño puede ser necesario y beneficioso.

domingo, 18 de julio de 2021

Personas que se justifican en exceso: ¿por qué lo hacen?

Hay personas que no saben comunicarse sin recurrir a las excusas y las justificaciones. Detrás de esta conducta lo que hay es inseguridad y ese intento constante por no aceptar sus errores y mostrarse siempre infalibles y perfectos.

Las personas que se justifican en exceso tienden a agotar. Nos cansan porque vemos en ellos un intento forzado por aparentar eficacia, por demostrar que no se equivocan, que aquello que hicieron no respondió a algo casual sino a una finalidad premeditada. Quien se obsesiona un día sí y otro también por demostrar infalibilidad lo que revela claramente es una elevada inseguridad.

Ahora bien, es cierto que todos nosotros podemos necesitar justificarnos en un momento puntual. En ocasiones, podemos no sentirnos alineados con nuestros valores y comportamientos y necesitamos ser congruentes. Recurrir a la justificación de vez en cuando es comprensible y hasta aceptable, pero convertirla en una forma de vida es hacer de las excusas y los pretextos un escudo poco saludable. 

Por ejemplo, tener a una pareja que tiene una justificación para cada dejadez, descuido o error termina por desintegrar la relación. Disponer de compañeros de trabajo que hacen de ese recurso una constante que dificulta la labor cotidiana, nos hace verlos con incomodidad y desconfianza. Son, sin duda, situaciones de elevado desgaste.

Personas que se justifican en exceso: claves de por qué lo hacen

Decía el escritor latino Publio Siro que todo vicio tiene su excusa. Pocas cosas son tan ciertas. Ejemplo de ello son las reacciones cognitivas que demuestran las personas que fuman. Así, estudios como los realizados en la Universidad de Connecticut en Estados Unidos demuestran que cuando alguien intenta dejar el tabaco y no lo logra, son frecuentes el uso de las excusas.

Verbalizaciones como “es que ahora estoy pasando por un elevado estrés” o “es imposible dejar de fumar cuando tienes una pareja o compañeros de trabajo que también fuman” suelen ser las más utilizadas. Las personas que se justifican en exceso evidencian también como rasgo una baja autoestima tras la que se esconde el miedo a dar una mala imagen.

De este modo, el uso constante de las excusas, los pretextos y las autojustifcaciones provoca que tarde o temprano pierdan la credibilidad. Es decir, finalmente acaban demostrando aquello que desean evitar.

Dar explicaciones y justificarnos no es lo mismo

Antes de profundizar en por qué hay quien hace de este recurso una práctica habitual, es importante saber diferenciar una explicación de una excusa. La primera tiene que ver con aclarar algo, con dar detalles, esclarecer, ilustrar, acreditar o elucidar. Ahora bien la justificación va un poco más allá y lo que se busca es demostrar que algo es justo, correcto o válido.

Se justifica por ejemplo quien ha hecho algo mal para garantizar y hacer ver a los demás que lo realizado tiene sentido y finalidad. “Si te mentí en ese dato es porque quería protegerte; si copié en ese examen era porque necesitaba aprobarlo a toda costa porque de lo contrario, me deniegan la beca”.

Es decir, de algún modo, las personas que se justifican en exceso lo que hacen también es eludir responsabilidades y no querer afrontar determinadas realidades.

El poder de la disonancia cognitiva y sus efectos

Todo aquel que recurre a las justificaciones se ve en la necesidad de defenderse porque es consciente de que determinadas cosas no armonizan con sus valores, creencias, con aquello que iba a hacer y finalmente no ha hecho etc. A esto lo llamamos disonancia cognitiva y define ese esas situaciones en las que se tienen dos cogniciones opuestas (pensamientos) y se sufre por ello.

La disonancia duele, molesta y turba en cualquier circunstancia porque ataca de manera directa al propio autoconcepto y la autoestima.

Por ejemplo, si yo he defendido siempre el ecologismo y el veganismo, puede resultar contradictorio que tenga un coche que contamina en exceso y que además coma carne.

Para defenderme y evitar la disonancia cognitiva, puedo idear las más fabulosas justificaciones para intentar convencer a los demás de que mi conducta es lógica. Aunque obviamente, esas argumentaciones no siempre tendrán sentido ni lógica. Esto es lo que les sucede a las personas que se justifican en exceso, que tarde o temprano pierden su credibilidad.

Las personas que se justifican en exceso y la necesidad de evitar los remordimientos

Claude Steele, de la Universidad de Stanford, ya realizó un estudio a finales de los años 90 para demostrarnos la necesidad que tenemos las personas de justificarnos para mantener la integridad del yo. Ahora bien, hay otro factor interesante que debemos considerar y es el de reducir los remordimientos.

Un hecho común que vemos con frecuencia es cómo personas que cometen conductas reprochables, se justifican para no admitir el error y reducir además la carcoma del remordimiento. Por ejemplo, si yo me comprometo en realizar un proyecto con un equipo de personas y finalmente los dejo abandonados, me veo en la obligación de justificarme diciéndoles, por ejemplo, que ese trabajo lo pueden realizar mucho mejor sin mí porque tienen mejores valías y competencias.

Además de una mala justificación es una falsedad, pero con esa argumentación, aplaco remordimientos, me siento mejor y salgo del paso. Por tanto, como podemos ver, la psicología de las justificaciones encierra detrás una gran complejidad. Lo más adecuado en todos los casos es hacer uso de estos recursos cognitivos en contadas ocasiones. De lo contrario, perderemos credibilidad.

sábado, 17 de julio de 2021

¿Qué es la psicofísica?

La psicofísica es una rama de la psicología muy interesante y de especial aplicación en el campo laboral. Muchas pruebas de trabajo se diseñan a partir de los principios de este campo del saber.

La psicofísica es una rama de la psicología que estudia la relación entre los estímulos externos y la percepción que tiene el sujeto que recibe dicha estimulación. También se la define como la rama que se ocupa de la relación entre la magnitud de un estímulo y la intensidad con la que este es percibido.

De este modo, la psicofísica se ocupa de aspectos como el tiempo de reacción a un estímulo o la forma de responder a este. ¿Para qué sirve conocer todo esto? Además de aportar valiosos elementos para entender mejor al ser humano, también brinda información necesaria para, por ejemplo, determinar la aptitud que se tiene para un determinado tipo de trabajo.

Hay varios modelos que se emplean para describir y registrar esa relación que existe entre los estímulos y la respuesta a estos. En estos modelos es muy importante el concepto de “umbral”, que es el límite mínimo requerido para que un estímulo sea percibido por los sentidos o el límite máximo de tolerancia a dicho estímulo.

La psicofísica

Se dice que la primera persona en hacer un tratado de psicofísica fue Arquímedes, en el siglo III antes de nuestra era. Su obra El contador de arena se considera un tratado acerca de la forma en que opera la percepción humana. Lo que el griego hizo en esta obra fue tratar de calcular los granos de arena que se requieren para llenar el universo. Para lograr esto, analizó los fenómenos de percepción humana.

Sin embargo, se estima que el verdadero fundador de la psicofísica fue Hermann Von Helmholtz. Este era un médico y físico alemán que estudió a fondo los procesos de percepción del ojo y del oído humanos. Mezcló sus conocimientos de fisiología con los de física y así obtuvo interesantes conclusiones.

Uno de sus alumnos, Wilhelm Wundt, desarrolló aún más estos conceptos. Él fue la primera persona en crear un laboratorio de psicología experimental. Lo hizo en Leipzig, en 1879. Allí comenzó a estudiar los procesos sensoriales básicos, así como los contenidos de la conciencia. Esto lo llevó a escribir una obra fundacional de la psicofísica: Principios de psicología fisiológica.

Weber y Fechner

La psicofísica alcanzó la mayoría de edad gracias a los aportes de Weber y Fechner. El primero de ellos hizo una serie de experimentos relacionados con el umbral de detección de estímulos. Se dedicó a precisar cuál era la distancia necesaria para que un estímulo fuera captado de forma fragmentada, lo cual se denomina “umbral de detección dual”.

Más adelante, Fechner amplió y profundizó los conceptos de Weber y así nació la ley de Weber-Fechner. Esta se refiere al concepto de umbral absoluto, es decir, el mínimo de estimulación necesaria para captar un estímulo. Así mismo, se relaciona con el concepto de “umbral diferencial” o la diferencia requerida para que se perciban cambios en un estímulo.

La ley de Weber-Fechner es la primera de la psicofísica. Plantea esto: “el menor cambio discernible en la magnitud de un estímulo es proporcional a la magnitud del estímulo”. Un ejemplo para entender ese postulado puede ser el siguiente: si una persona tiene en una mano un peso de 100 gramos y en la otra mano se le pone un peso de 105 gramos, no notará la diferencia. En cambio, si el segundo peso es de 100 gramos, sí la sentirá. Por lo tanto, el umbral es de 10.

Si en cambio sostiene un peso de 1000 gramos y en la otra mano se le pone un peso de 1010 gramos, no notará la diferencia. En cambio, si el segundo peso es de 1100 gramos, lo percibirá. En este caso, el umbral es de 100.

Las aplicaciones de la psicofísica

La psicofísica se emplea sobre todo en el campo laboral, con mayor énfasis en los trabajos que requieren de respuestas específicas. Por ejemplo, un controlador de aviones, un piloto o quien trabaja a grandes alturas deben tener una respuesta adecuada ante ciertos estímulos. Solo así son aptos para la labor.

Por lo general, se aplican una serie de pruebas para medir la percepción y respuesta de las personas a determinados estímulos. A partir de esto se elabora un informe psicofísico que resume los resultados de los exámenes. El resultado final se contrasta con una escala predeterminada y así se sabe si el puntaje le permite a una persona realizar determinada labor.

Algunos piensan que la psicofísica es la rama “más científica” de la psicología. Sin embargo, esto es inexacto, ya que da por descontado que solo es “científico” lo medible o aquello que se puede probar en un laboratorio, cuando no es así.