lunes, 31 de enero de 2022

¿Estás viviendo en el pasado? 7 señales para descubrirlo

¿En qué zona "horaria" vives? Los que están instalados en el pasado viven alojados en la tristeza y el resentimiento; sin embargo, no siempre se dan cuenta de ello. Estas claves pueden ayudarles a tomar conciencia de ello.

Si estás viviendo en el pasado, no solo estás viviendo un presente difuminado, sino que además te estás perdiendo oportunidades. Por lo general, muchas de esas lesiones emocionales del ayer te alojan en una grieta de dolor latente que no termina de cerrar. Cuesta mucho situar la atención en el aquí y ahora cuando la mente escapa una y otra vez hacia esos universos pretéritos.

Pérdidas, decepciones, sueños frustrados, amores que no se olvidan y hasta infancias truncadas por el trauma. Son muchas las personas que acaban convirtiéndose en auténticos okupas de su pasado; una situación que fragmenta su salud psicológica. Ya nos lo sugirió la filosofía budista hace milenios: el bienestar solo se encuentra cuando vivimos de manera plena en el momento presente.

Ahora bien, hay un dato curioso. Es muy común que muchos de nosotros no seamos conscientes de lo aferrados que estamos a nuestro paisaje pretérito.

A veces, cada decisión tomada o no tomada, cada miedo que nos atenaza y cada sensación experimentada es resultado de esta realidad. Tomar conciencia de ello es el primer paso para generar cambios, para permitirnos quedar libres de esos hilos añejos que nos restan potencial y bienestar.

Claves para saber si estás viviendo en el pasado

Vivir en el pasado no siempre significa dejarse envolver por la nostalgia. Esto es algo que debemos entender en primer lugar. Trabajos, como los realizados en la Universidad de California, por ejemplo, nos recuerdan que la nostalgia es por término medio una emoción positiva.

Desde un punto de vista psicológico, sabemos que esta dimensión nos permite dar sentido a quiénes somos y edifica a su vez nuestra identidad a lo largo del tiempo. Por tanto, sentirnos nostálgicos no es lo mismo que vivir en el pasado, puesto que este último estado es el que nos enroca en el sufrimiento emocional.

Es posicionarnos en lo perdido, es abrazar la ausencia, tocar la herida abierta y sumergirnos en lo que ya no tiene sentido. Sin embargo, no siempre nos damos cuenta de ello. Uno puede hacer vida, trabajar y relacionarse sin entender que buena parte de su infelicidad actual es el caro resultado de no haber superado el ayer.

Descubramos esas claves para saber si estás viviendo en el pasado.

1. Te culpas por casi todo

La culpa es un sentimiento de insatisfacción permanente que carcome y nos invalida. Por lo general, las personas que no han superado su pasado arrastran el peso constante de la culpa y la autopercepción negativa. Esa sensación es como un agujero negro que todo lo consume.

Nada de lo que se haga se procesará de manera positiva y además está el eco de ese diálogo interno negativo e invalidante que nunca calla.

2. Comparas cualquier realidad con otra pasada (filtro restrospectivo)

Si conoces a alguien, puedes decirte que ojalá hubieras dado con esa persona en tu pasado. Si hoy has tenido un momento agradable, tu mirada te lleva de manera inmediata a un instante pretérito. Tu mente cambia del pasado al presente como un péndulo, comparando el ayer con el hoy, y a la inversa… Todo ello te supedita a un estado de gran agotamiento psicológico.

3. Te dan miedo los cambios

Un signo ineludible de que estás viviendo en el pasado es la resistencia al cambio. El apego psicoemocional al ayer es tan patológico que cualquier variación de tu realidad la vives como una amenaza. El simple hecho que varíe algo de tu día a día lo vives como una pérdida, una ruptura de tu seguridad.

4. Tienes baja autoestima

Cuando la persona vive aferrada a esa dimensión pretérita de su mundo interno es porque sucedió algo que no ha superado. Esa herida, ese problema latente, encalla la autoestima y boicotea la propia imagen. Uno se siente mal consigo mismo, se autopercibe frágil, falible y, en ocasiones, hasta avergonzado.

Son realidades psicológicas muy complejas que merman por completo la capacidad para ser feliz en el presente.

5. En ti predominan las emociones de valencia negativa: tristeza, ira y soledad

Estás viviendo en el pasado cuando lo que sientes a diario es tristeza por ese ayer que no puedes disuadir de tu mente. También cuando tu humor está siempre a flor de piel, te enfadas con frecuencia y tienes explosiones de ira.

Asimismo, sientes que nadie puede entenderte, ni conocer tu realidad personal y, todo ello, te genera a la vez sensación de soledad.

6. Te cuesta construir relaciones satisfactorias y significativas

Quien vive en el pasado tiene todas sus energías y miradas lejos de este aquí y ahora, donde acontece lo que de verdad importa.

No podremos ser buenas parejas o buenos amigos si somos cautivos de un ayer que nos impide amar a quien nos rodea hoy. Esto nos aboca a las relaciones que caducan pronto, a los reproches constantes y a la inevitable soledad.

7. No eres feliz

Amargura, resentimiento, sensación de fracaso… Vivir en el pasado es vivir en la herida abierta, en esa región psicológica donde solo habitan las resistencias, las emociones adversas y la soledad.

La felicidad no cabe por la cerradura de quien solo mira hacia atrás. Nada nuevo surge en la mente inflexible que no atiende a lo que acontece aquí y ahora ni mira al futuro con esperanza.

Tengámoslo en cuenta, nada crece en esa parcela pretérita. El ayer ya no existe, ya no está, dejemos de dar atención a cosas que no tienen sentido ni presencia…

domingo, 30 de enero de 2022

Cómo combatir la pasividad según William James

Para dejar a un lado la pasividad que trae el desánimo, debemos despertar la fuerza de voluntad y recordar cuáles son nuestros significados vitales, según William James.

Para combatir la pasividad según William James necesitaríamos comprender primero de dónde viene la energía del ser humano. Tal dimensión no proviene del plano espiritual. Nos llega del cuerpo y de la mente y estos, señalaba el padre de la psicología americana y pionero del estudio científico en el ámbito psicológico, no rinden igual todos los días.

Hay energías que a veces no están presentes, que duermen debido al desánimo, a la desafección y al mero agotamiento físico. Sin embargo, la quietud y la falta de iniciativa tiene casi siempre como origen el templo de la mente, de lo psicológico. Ya lo decía William Faulkner: “estoy cansado de correr, de tener que cargar mi vida como si fuera una canasta de huevos”.

Llega un momento en el que quedamos agotados por la complejidad existencial que nos acompaña. Todo parece demasiado frágil, las esperanzas se rompen con facilidad y las ilusiones que alimentamos estallan a veces en aciagas decepciones. Cuesta mucho mantener nuestros recursos mentales y físicos al 100 %, pero hay mecanismos que pueden ayudarnos…

Cómo combatir la pasividad según William James

El mecanismo para combatir la pasividad según William James requiere despertar la autoconciencia y los estratos de la fuerza de la voluntad. Parece complejo, pero vale la pena conocer qué argumentó el hermano del reconocido escritor Henry James. Fue en 1906 y en la Universidad de Columbia donde dio su célebre discurso ante la American Philosophical Society. 

Algo que explicó en primer lugar es que la pasividad es como una enfermedad que se retroalimenta a sí misma. Cuando llega, y no reconocemos sus síntomas, es muy capaz de emborronar todos nuestros propósitos y fuerzas por emprenderlos. Del agotamiento físico y mental se deriva en el aburrimiento y tras él, llega el círculo vicioso de la ansiedad y la procrastinación.

Aquel discurso lo llamó “The Energies of Men” e insistió en que muchos de nosotros vivimos como si estuviéramos en una especie de nube que pesa sobre nuestro ser y que todo lo difumina. Hemos perdido la claridad de discernimiento, señalaba James. El músculo de la atención y la capacidad de ver las cosas tal y como son se debilita en este estado, y todo se debe a la pasividad mental…

La vida deliberada a través de la fuerza de voluntad

Para combatir la pasividad según William James, debemos emerger de esas brumas mentales y dominar todos nuestros recursos físicos y psicológicos. ¿De qué manera? Es necesario activar nuestra fuerza de voluntad y ser capaces de llevar una vida deliberada, orientada a significados y propósitos.

Pocas dimensiones son más relevantes en el campo de la psicología como la fuerza de la voluntad, es cierto. En ella cohabitan dimensiones tan relevantes como la autoestima, la resistencia a la frustración y el motor de la motivación. Ahora bien, ¿cómo despertar nuevamente la fuerza de voluntad cuando esta falla debido al desánimo o la apatía?

Por otro lado, para combatir la pasividad era necesario desarrollar al máximo la atención. Esta área del estrato mental era algo a lo que le dedicó buena parte de su investigación y de lo que habló en su célebre trabajo Principios de la psicología (1890).

La atención era ese proceso por el que la mente toma posesión de forma vivida y clara, de aquellos procesos del pensamiento que son valiosos y útiles.

Para combatir la pasividad puede ser útil el yoga

Este dato puede resultar especialmente curioso y llamativo. William James defendió en su libro Varieties of Religious Experience (1902) la práctica del yoga. Según él, esta disciplina tradicional favorecía una luminosidad inmediata a la mente, desarrollaba la razonabilidad filosófica y tenía una gran utilidad moral.

Lo cierto es que el padre de la psicología científica y reconocido filósofo de la Universidad de Harvard era un gran aficionado al yoga y no dudó en estudiar sus beneficios. De este modo, para combatir la pasividad según William James nos puede ser muy útil este recurso por diversas razones.

  • El yoga permite a la persona entrenar el foco de la atención y orientar la mente a lo que es relevante. Solo así clarificamos nuestros propósitos y significados vitales y activamos nuestra motivación.
  • Asimismo, el yoga nos permite romper las barreras de la rutina y emerger de esos estratos de inactividad, tedio y quietud en los que es tan fácil quedar atrapados, según James. Solo cuando visualizamos lo que nos es importante y significativo, dejamos a un lado la enfermedad de la pasividad.
Por último, y no menos interesante, cabe señalar que esta argumentación tan interesante que nos dejó William James en sus discursos y obras quedó olvidada o desplazada con la llegada del psicoanálisis. Para Freud el comportamiento humano estaba gobernado únicamente por impulsos inconscientes y ahí, no tenía cabida la atención ni la fuerza de la voluntad.

Afortunadamente, hemos recuperado muchos de esos principios del padre de la psicología americana…

sábado, 29 de enero de 2022

Cómo perdonarse a uno mismo y superar el pasado

Conocemos la importancia de saber perdonar a los demás, pero ¿qué pasa si necesitamos perdonarnos a nosotros mismos? Lo analizamos a continuación.

Para perdonarse a uno mismo y superar el pasado se necesita aplicar una delicada artesanía psicoemocional. El dolor por un ayer del que nos sentimos culpables es como un hilo suelto en nuestro tejido existencial. Si tiramos de él, tenemos la sensación de que todo puede desmoronarse. No es bueno vivir con esa angustia permanente, con esa pesadumbre interior que no nos deja avanzar.

Decía el compositor Frédéric Chopin que es inútil volver sobre lo que una vez fue y ya no es. Es cierto, todos sabemos que no es adecuado situar la mirada de manera constante en el retrovisor del pasado, en esa dimensión inexistente ya. Sin embargo, la mente es tortuosa y le gusta poner el dedo en la herida y el ojo en la mirilla del fracaso.

¿Qué podemos hacer en estas circunstancias? Lo primero será sin duda negarnos a quedar atrapados en ese patrón debilitante orquestado por el autocastigo. Podemos y debemos desarrollar adecuados recursos para manejar esa realidad psicológica. Lo analizamos.

Claves para perdonarse a uno mismo

Desde niños nos han enseñado la importancia de no odiar y ser capaces de perdonar a los demás. Y, en efecto, lo aprendemos. Tarde o temprano tomamos conciencia de que dejar de proyectar en otros el desprecio o el rencor sana, alivia y nos permite avanzar en todos los sentidos. Ahora bien, algo que nadie nos ha dicho nunca es que también es necesario saber perdonarse a uno mismo.

¿Y por qué deberíamos hacerlo? Pensarán muchos. La respuesta es sencilla: por salud mental. Todos en algún momento podemos cometer errores que lamentamos, fracasar, herir a otros con nuestras decisiones y también derivar en situaciones de las que nos arrepentimos más tarde. Cometer errores es humano, pero culpabilizarnos de manera constante por ello es insano.

De este modo, trabajos de investigación, como los realizados en el King’s College London y la Universidad de Manchester, señalan algo importante. La sensación de culpabilidad está detrás en muchos casos de la depresión mayor.

Así, comprender cómo perdonarse a uno mismo y superar el pasado es una de las mejores herramientas para prevenir este trastorno del estado de ánimo. Lo analizamos.

Aceptación y responsabilidad: eres dueño de ti mismo, tanto para errar como para sanar

A la hora de superar un ayer traumático y que arrastramos como una losa, hay que tener presente un aspecto. Lo sucedido fue malo, pero no sabías lo que iba a suceder y no disponías tampoco de la experiencia que tienes ahora. Por tanto, es decisivo entender que todos tenemos pleno derecho a errar, pero también tenemos la obligación de curar la herida.

Deja de avergonzarte por ese error o fracaso, no alimentes más el autodesprecio y la crítica. En su lugar, procura entender lo sucedido situándolo en su correspondiente marco de referencia. ¿Qué promovió esa decisión? ¿Qué pasaba en ese instante para que actuaras de ese modo? 

Todo tiene una explicación y comprenderla nos permitirá verlo desde otra perspectiva más lógica y no tan emocional. Recordemos, la autocomprensión facilita el autoperdón.

Examina tu resistencia: es momento de dejar ir el pasado

A la hora de perdonarse a uno mismo y superar el pasado es necesario tomar conciencia de nuestras resistencias. Todos tenemos. Son obstáculos mentales que nos impiden avanzar, que actúan como anclas y losas psicológicas. Por ejemplo, hay quien no deja de alimentar la culpa día tras día. En cambio, otros pueden llegar a caer en conductas adictivas.

Hacer un “inventario” de esos pensamientos, emociones y conductas que nos impiden pasar página es también algo prioritario.

Abraza tu fragilidad y aprende de la experiencia

Tienes derecho a fracasar, a cometer pequeños y grandes errores. En esta existencia, como parte de tu humanidad, se te permite ser falible y vulnerable, puedes incluso mostrar al mundo tu peor versión y después arrepentirte de ello.

Vivir es cambiar, ir de lo peor a lo mejor, explotar con inteligencia virtudes y defectos, pero sobre todo si se te permite esto es para darte oportunidades de aprendizaje. Aprovéchalas.

A la hora de perdonarse a uno mismo y superar el pasado busca una compensación

Todo ejercicio de perdón requiere un ejercicio de compensación. ¿A qué nos referimos con este término? Es sencillo de entender. Si crees que tu conducta causó dolor a alguien y te sientes culpable por ello, no arrastres más ese sufrimiento y pide perdón.

Asimismo, si arrastras contigo la bruma del rencor y el arrepentimiento, piensa en acciones que te permitan obtener una sensación de reparación. Demuéstrate que has aprendido de la experiencia y que puedes superarte.

Así, a la hora de perdonarse a uno mismo y superar el pasado, lo ideal es proyectarnos en nuevas conductas y metas para descubrirnos que somos mejores personas de lo que creemos.

Celebra un momento de despedida, es hora de iniciar una nueva etapa

Hay rituales terapéuticos muy interesantes que facilitan el autoperdón y el inicio de una nueva etapa. Ejemplo de ello es decirnos en voz alta frases como “me perdono y me doy una nueva oportunidad para ser feliz”. Hacer un pequeño viaje o concedernos un tiempo de descanso e introspección suelen ayudar en estos casos.

En esa pequeña ceremonia o ritual de despedida, dejaremos ir nuestra versión anterior (la que se culpabiliza por el pasado) para dar la bienvenida al yo futuro (la persona que aprendió del ayer y mira al mañana con esperanza). Intentémoslo.


viernes, 28 de enero de 2022

¿Cómo superar las secuelas de una relación tóxica?

Las relaciones tóxicas suelen ser tan nocivas como absorbentes. Salir de ellas puede no ser un proceso sencillo, pero es posible. Si es tu caso, o quieres ayudar a alguien, estas estrategias pueden ayudarte.

Es posible que alguna vez en nuestra vida hayamos estado, tal vez incluso sin darnos cuenta, en una relación tóxica. Esta expresión se utiliza a menudo para hacer referencia a la presencia de comportamientos como abuso físico y verbal, chistes y comentarios denigrantes, celotipia, entre otros.

Terminar y superar una relación tóxica puede ser un reto, pero cuando te reencuentres contigo mismo, te darás cuenta de que todo el trabajo duro valió la pena.

En este artículo identificaremos los efectos psicológicos de este tipo de relaciones y algunas estrategias para superarlas y salir de esas experiencisa fortalecidos y renovados.

¿Cómo sé que estoy en una relación tóxica?

Una relación tóxica se diferencia de una relación sana en que en la primera no parece haber un beneficio para ninguna de las partes. Muchas veces en las relaciones tóxicas no existen metas comunes y compartidas y no hay preocupación por el crecimiento personal propio ni de la pareja. Esto redunda en vínculos sostenidos desde la dependencia emocional y la subordinación y en prácticas nocivas, como la manipulación, la victimización, el chantaje emocional, el gaslighting, la violencia, entre otras.

Las relaciones tóxicas pueden tener un impacto directo en la salud mental, generar síntomas de ansiedad y depresión, trastornos alimentarios e, incluso, provocar comportamientos autolesivos. Sumado a esto, tienen un impacto negativo en nuestra autoestima y en nuestra confianza de construir vínculos sanos en el futuro.

Por supuesto, el primer paso para dejar atrás una relación tóxica es reconocer que estás en una. Esto implica empezar a tener una visión realista de la relación, de la pareja y de todos aquellos elementos que sientes que te perjudican.

Para salir de la relación tóxica es muy importante buscar ayuda, restablecer las redes afectivas y buscar apoyo en tu círculo de confianza. También será fundamental planificar la ruptura, incluso tener un plan financiero, para evitar posibles contratiempos que te impidan tomar la decisión.

Consejos para superar un vínculo tóxico
A continuación, encontrarás algunos consejos para superar las secuelas de una relación tóxica:

1. Buscar apoyo

Una de las cuestiones más importantes tiene que ver con restaurar tu círculo social. Es posible que durante tu relación te hayas distanciado de muchas personas y hayas roto algunos vínculos. Uno de los rasgos de las relaciones tóxicas es que pueden hacernos caer en el aislamiento y la soledad por miedo a las críticas y a los juicios sobre nuestro rol en la relación.

Así, para poder empezar de nuevo es fundamental reencontrarte con tus seres queridos, forjar amistades nuevas y rodearte de personas con las que puedas compartir tus sentimientos e inseguridades frente a la ruptura.

2. Autocuidado

Por otra parte, es posible que durante tu relación te hayas puesto en segundo plano y hayas descuidado algunos aspectos de tu bienestar. Para empezar, podrías retomar intereses y pasatiempos que te ayuden a reconectarte contigo mismo. También podrías empezar a practicar un deporte o explorar algún talento escondido para descubrir facetas de ti que te eran desconocidas y que te ayudarán es este proceso de autodescubrimiento.

En cualquier caso, es importante que destines tiempo a actividades de las que disfrutes. Sumado a esto, recuerda que debes atender tu salud física y mental. Procura evitar hábitos que puedan llegar a ser nocivos para ti, como beber en exceso, tener una dieta poco saludable o tener conductas sexuales de riesgo.

3. Aceptar y dejar ir

Sumado a lo anterior, si bien es normal sentir culpa y arrepentimiento, es necesario aceptar esas emociones para progresivamente dejar de experimentarlas. Aceptar el pasado y lo que ocurrió es fundamental para extraer valiosos aprendizajes.

No olvides los motivos por los que pusiste fin a la relación, estos serán de utilidad para evitar que cuestiones tu decisión. En ocasiones, tendemos a recordar solo los buenos momentos o a pensar que no podremos vivir sin la otra persona, pero estos pensamientos pueden haberse originado en la misma naturaleza tóxica de nuestra relación.

Es posible que hayamos sido manipulados y que hayamos cultivado un profundo miedo a la soledad y el abandono. Aprender a identificar estos miedos y a trabajar sobre ellos es vital para superar el fin de una relación nociva.

4. Fortalecer la autoestima y el autoconocimiento

Desde luego, restablecer el amor propio es un paso trascendental para superar las secuelas de una relación tóxica. Por una parte, mantenerte firme en tu decisión te ayudará a fortalecer la autoconfianza, ayudándote a construir vínculos más positivos en el futuro.

Puedes también identificar las propias conductas que pudieron haber alimentado la relación tóxica y buscar transformarlas. Por supuesto, esto no implica victimizarte ni autoculparte, sino reconocer que, por ejemplo, pudiste haber sido más asertiva y manifestar tus incomodidades y disgustos a tiempo o que te faltó autoconfianza para dejar la relación antes.

5. Buscar ayuda profesional

Por último, el resultado de todas estas estrategias será mejor si buscas acompañamiento profesional. Trabajar de la mano con un profesional en psicología te ayudará a superar las secuelas de una relación tóxica.


jueves, 27 de enero de 2022

Cuando investigamos a las exparejas de nuestra pareja en internet

Son muchos los que vigilan y hasta acosan a las exparejas de la propia pareja. Se obsesionan en su aspecto físico, en cómo visten y lo que hacen. Caen en conductas obsesivas que merman por completo su autoestima y hasta la propia relación.

El síndrome de Rebeca nos dice que hay quien se obsesiona de manera irracional con los antiguos amores de la persona con quien se mantiene una relación. De algún modo, cuando investigamos a las exparejas de nuestra pareja en internet corremos el riesgo de derivar en esa misma condición, en una conducta claramente insalubre y desgastante.

Lo cierto es que no se habla lo suficiente de esta realidad, aunque debido a la presencia de las redes sociales sea cada vez más frecuente. Hay personas que llegan a hacerse perfiles falsos solo para seguir a ese hombre o mujer que, no hace mucho, compartió vida con su pareja. Miran sus fotos, analizan su aspecto, su forma de vida y sus comentarios de manera diaria y meticulosa.

Esto les puede llevar a una serie de situaciones muy concretas. La primera es a la inseguridad en la propia relación. Hay muchos que empiezan a sentirse en desventaja: “no soy tan atractivo o sofisticado como él o ella así que seguro que me deja”. La segunda consecuencia es dejar que, poco a poco, se vaya debilitando el músculo de la autoestima.

Celos, obsesiones, miedos… Son realidades muy problemáticas de las que vale la pena hablar.

¿Por qué investigamos a las exparejas de nuestra pareja?

La conducta de vigilancia, acecho o espionaje hacia alguien en redes sociales recibe el nombre de stalkear. Este neologismo define una conducta que, en muchos casos, puede volverse adictiva. Es más, cuando investigamos a las exparejas de nuestra pareja en internet podemos caer en una conducta claramente obsesiva de la que cuesta salir. Y no es broma.

En muchos grupos de Facebook se habla de este problema: el no poder dejar de vigilar a las antiguas relaciones de la persona que aman. Si este fenómeno ha aumentado en la última década no es casualidad. Ahora mismo disponemos de múltiples recursos para espiar a alguien. Siempre que alguien tenga algún tipo de “huella digital”, tendremos acceso a su vida.

Instagram, TikTok, Snapchat, Facebook, Twitter… Quien más y quien menos dispone de una cuenta en alguna de estas redes sociales. Y, tengámoslo claro, son instrumentos perfectos para que nos vigilen. Es muy fácil buscar a la persona que deseemos a través del propio nombre o de las relaciones con personas que conozcamos.

De la curiosidad a la adicción

Cuando investigamos a las exparejas de nuestra pareja en internet lo hacemos al inicio por mera curiosidad. ¿Cómo son esas o esa persona con la que ha estado antes? ¿Son atractivas? ¿Qué tipo de vida llevan? ¿A qué se dedican? Entonces echamos un vistazo. Nos asomamos solo un momento, con discreción. Como quien abre ligeramente el visillo de una ventana.

Sin embargo, ese fugaz vistazo se convierte en ocasiones en una hora revisando fotos anteriores, comentarios, e informaciones. Hemos abierto la puerta a la obsesión y ya no podemos cerrarla ni quitarnos de la mente a esa persona. Al iniciar esa conducta de espía se entremezclan dos emociones muy concretas: la estimulación y el autodesprecio.

Los celos retroactivos

La conducta de vigilancia y acoso a las exparejas del ser amado es una realidad psicológica de gran interés en la actualidad. No deja de ser un fenómeno nuevo ante una circunstancia nueva. Las nuevas tecnologías y las redes sociales propician nuevas patologías dignas de análisis.

Fue la Universidad Estatal de Ohio quien realizó un estudio en el 2018 al respecto de este tema. Así, lo que se experimenta en dichas situaciones son celos retroactivos. Se trata de una sensación de amenaza, inquietud y molestia hacia las exparejas de la pareja, a pesar de que esa figura no interfiere para nada en la relación actual.

Por otro lado, la base de esos celos se halla básicamente en la comparación social y la incertidumbre relacional. Es decir, de pronto, lo que experimentan al vigilar de manera constante a las antiguas relaciones del ser amado es una sensación de desventaja. Se sienten inferiores y eso despierta la idea del miedo al abandono (si dejó a alguien como a su expareja, lo más probable es que también me deje a mí…).

¿Cómo dejar esa conducta de vigilancia?

Cuando investigamos a las exparejas de nuestra pareja nos convertimos muchas veces en alguien que no nos gusta. Son muchas las personas que no pueden dejar de hacerlo. Y cuanto más lo hacen, más se desprecian a sí mismos. Es más, podemos ver incluso conductas extremas.

Hay quien llega a imitar el estilo de ropa de la expareja de la pareja, quien dedica horas a stalkear (‘vigilar en redes sociales’) a ese hombre o esa mujer, hasta perder así muchas horas de su propio tiempo. El desgaste es evidente y es muy fácil caer en una conducta psicopatológica. ¿Qué puede hacerse en estas circunstancias?

Analicemos en primer lugar cómo nos sentimos: avergonzados, celosos, tristes, enfadados, sentimos odio, preocupación y hasta obsesión… Detrás de esas emociones lo que hay siempre es inseguridad en uno mismo y una clara falta de autoestima. Estas dos dimensiones pueden romper nuestra relación afectiva, esa que, sin tener ningún problema, nosotros mismos estamos boicoteando.
  • Seguidamente, valoremos la idoneidad de desinstalar por un tiempo nuestras redes sociales. En lugar de pasar tiempo frente al móvil, orientemos a nuestra mente a otras prácticas, a nuevas aficiones.
  • Dediquemos tiempo de calidad a nuestra pareja, a cuidar de esa relación. Al fin y al cabo, si es lo que más nos importa, seamos capaces de demostrarlo. Maduremos, atendamos nuestra identidad y seguridad en nosotros mismos. Solo así construiremos un vínculo en los que no caben los celos o los miedos.
Por último, y no menos importante, no descartemos la necesidad de acudir a un profesional especializado. Si no logramos reducir esa conducta de vigilancia o acoso, es necesario recurrir a terapia psicológica para recuperar el control de nuestras vidas.

miércoles, 26 de enero de 2022

¿Cómo afecta el dolor físico a la salud mental?

El dolor no es solo una experiencia física. Vemos también sus consecuencias en el plano psicosocial, generando dificultades en quienes lo padecen. Descubre cómo afecta el dolor a la salud mental.

El cuerpo y la mente han sido tradicionalmente considerados como entidades separadas e independientes. Cuando nos duele el cuerpo, acudimos al médico; cuando nos duele el alma, al psicólogo o al psiquiatra. Sin embargo, esta división no siempre es acertada y positiva, ya que somos seres globales y, con frecuencia, necesitamos intervenciones integrales. La forma en que afecta el dolor físico a la salud mental ha sido estudiada y corroborada; por ello, si sufres algún padecimiento físico, probablemente también necesites apoyo emocional.

En efecto, las enfermedades y el dolor corporal, especialmente cuando este es crónico, tienen un gran impacto en el bienestar psicosocial de la persona. Migrañas, fibromialgia, artritis, lesiones mal curadas, daño en los nervios… existen multitud de padecimientos que transforman completamente la vida del individuo y que solo se atienden a nivel físico; no obstante, sus repercusiones van mucho allá.

Las necesidades físicas y de salud se encuentran en la base de la pirámide diseñada por Abraham Maslow. Así, si este aspecto no está cubierto, es muy fácil que nuestra calidad de vida y nuestras aspiraciones se vean seriamente limitadas.

En definitiva, el dolor físico afecta a las relaciones sociales, al desempeño laboral, a la autoestima y a la capacidad de desarrollarnos. Las limitaciones y dificultades que trae aparejadas impregnan cada ámbito de la vida, calando muy hondo en el plano psicológico y emocional de la persona. Veamos las consecuencias más frecuentes.

Frustración e irritabilidad

El dolor físico genera intensas sensaciones de incomodidad de las que la persona no puede deshacerse. Por lo mismo, es común que surja la frustración y que esta derive en un estado de ánimo irritable. Este mal humor, totalmente comprensible, suele generar dificultades interpersonales y conflictos con los más allegados.

Pero, además, padecer un sufrimiento incesante resulta agotador a todos los niveles, por lo que la capacidad para interactuar, mantener una actitud positiva y participar activamente en los vínculos emocionales se reduce de manera drástica.

Sentimiento de inutilidad e impotencia

Quienes padecen un dolor crónico ven muy limitada su capacidad para trabajar, debiendo recurrir a bajas frecuentes o incluso a pedir la incapacidad. Esto puede llegar a afectar seriamente al autoconcepto, especialmente en aquellas personas que lo tienen muy ligado a su rol laboral. Pueden surgir sentimientos de inutilidad y de fracaso que, al prolongarse en el tiempo, derivan en episodios depresivos y otros trastornos relacionados.

Por otro lado, la persona no solo no puede desempeñarse laboralmente, sino que tampoco puede realizar actividades de ocio. Ocuparse de las tareas domésticas, cuidar de los hijos, hacer ejercicio o realizar planes de ocio son actividades cotidianas para las que el individuo puede verse incapacitado, con lo que los sentimientos de culpa e impotencia se intensifican.

Aislamiento social

Todo lo anterior hace que la persona que padece dolor crónico termine aislándose de su entorno; en parte porque el mismo padecimiento puede requerir o exigir reposo y, en parte, por vergüenza y desesperación.

Sin embargo, el contacto social y las redes de apoyo son fundamentales para poder hacer frente a la enfermedad; sin ellas, es más probable que el malestar psicológico se intensifique ya que la persona pierde una importante fuente de refuerzo.

Sueño de mala calidad

El dolor crónico afecta profundamente al descanso; puede generar insomnio y un sueño fragmentado y de mala calidad. Paradójicamente, no dormir lo suficiente amplifica las sensaciones dolorosas por lo que se genera un círculo vicioso de difícil solución.

Además, la falta de descanso contribuye a que aparezcan, durante la vigilia, dificultades cognitivas y afectivas como baja concentración, irritabilidad e impulsividad. En definitiva, un sueño de baja calidad rompe los mecanismos que nos protegen de las enfermedades mentales.

Cambios en la identidad

Por último, otra de las formas en las que afecta el dolor físico a la salud mental es mediante la transformación de la identidad. Al recibir un diagnóstico o convivir con una patología crónica, la persona comienza a identificarse a sí misma como enferma, su autoconcepto cambia y su autoestima se debilita, poniendo en peligro su estabilidad psicológica y emocional.

El dolor físico afecta a la salud mental, ¿cómo actuar?

En definitiva, el dolor físico puede generar trastornos de ansiedad, depresión y graves daños a la autoestima. Por lo mismo, toda persona que lo padezca ha de recibir un adecuado acompañamiento psicológico. Ciertas psicoterapias han demostrado ser eficaces para reducir los niveles de dolor crónico, así como para mejorar la calidad de vida de la persona.

Si estás atravesando por una situación de enfermedad similar, desecha la culpa y la vergüenza; en caso de sentirlas, deja espacio a la ira, a la tristeza, a la impotencia y todas las emociones que se puedan derivar de la realidad que estás viviendo. Están ahí por una razón, para ser útiles, lo que será imposible si no te permites escucharlas.

Finalmente, no dudes en pedir ayuda para gestionar esta situación y evitar que el dolor termine por afectar a tu bienestar psicológico.



martes, 25 de enero de 2022

Mentalidades sinérgicas, características que las definen

Las mentes sinérgicas entienden que las personas podemos complementarnos para lograr metas más elevadas. El respeto, la empatía, la buena comunicación y ser capaces de inspirarnos los unos a los otros son deteminantes.

Las mentalidades sinérgicas definen a aquellas personas capaces de unir sus conocimientos y habilidades con las de otras; así consiguen trabajar de manera más eficaz, logrando objetivos más elevados que si lo hicieran de manera individual. De este modo, otro aspecto decisivo es considerar a todo miembro de ese grupo o equipo de trabajo como a alguien indispensable y de gran valor.

La definición como tal resulta inspiradora. Sin embargo, como bien sabemos, la realidad a menudo es otra muy diferente. Porque pocas cosas son más complejas que encajar conocimientos y alinear energías. Los seres humanos chocamos de manera frecuente con nuestras personalidades e individualismo, hasta conformar unidades caóticas orientadas al beneficio propio.

Así, aunque el concepto sinergia sea inherente al mundo organizacional y de la empresa, en realidad esta dimensión puede aplicarse a cualquier ámbito de la vida.

Una pareja, por ejemplo, debe desarrollar también una mentalidad sinérgica para mantener a flote su relación, su familia y esos proyectos que han trazado en conjunto. Para convivir, todos estamos obligados a desarrollar las bases de una mente capaz de “ensamblarse” con otras en armonía y respeto, siendo capaces de dar lo mejor de nosotros mismos. Y, en efecto, tal tarea no es sencilla.

¿Qué son las mentalidades sinérgicas?

“Uno y uno hacen tres”. Este es el aforismo que se utiliza para definir a las mentalidades sinérgicas, es decir, una unión en la cual el propio grupo alcanza metas más elevadas que si actuara de forma aislada e individual. Dicho de otro modo, cuando tú y yo nos juntamos lo que logramos es más poderoso que si actuáramos en solitario.

Asimismo, es interesante saber que esta palabra se acuñó en el siglo XIX. Lo hizo Émile Littré en Dictionnaire de la langue française (1872-1877) al usar el término Synergie para definir cómo nuestros músculos, tejidos y órganos trabajan en común para ejecutar todas esas funciones que nos dan la vida, el equilibrio y la salud. En cambio, la falta de sinergia nos vuelve más vulnerables frente a la enfermedad.

Ahora bien, la “sinergia de la medicina” no tardó demasiado en saltar al campo de la organización y la empresa. Es aquí donde tiene mayor relevancia. De hecho, siempre estamos oyendo hablar de la sinergia laboral, de los equipos de trabajo sinérgicos, o de cómo dos empresas han unido sus sinergias para lograr grandes avances, como fue, por ejemplo, la unión de Intel y Microsoft, dando forma a unos microprocesadores más potentes.

La sinergia en el trabajo, clave de éxito

Las mentalidades sinérgicas no nacen, sino que se hacen, se desarrollan y despiertan a través de la toma de conciencia. Tal y como señala Margaret Wheatley, una de las figuras más destacadas en el campo de la gestión de organizaciones y la consultoría, llega un momento en el que cada uno de nosotros debemos entender algo muy simple y trascendente.

No hay nada tan importante como las relaciones, señala. En el universo, cada cosa está relacionada con todas las demás. Nada existe de forma aislada y, por tanto, debemos dejar de pensar que somos personas que pueden hacerse a sí mismas sin ayuda de nadie. Porque no es cierto. Hay que ser capaces de dar forma a unas mentalidades sinérgicas que favorezcan el cambio de nuestra sociedad.

Liderazgo transformacional y mentalidades sinérgicas

Un trabajo de investigación de la Universidad de Nebraska en Estados Unidos demostró algo interesante. Un modo de desarrollar las mentalidades sinérgicas en una empresa es mediante un liderazgo transformacional. Este tipo de líderes favorecen el compromiso en el proyecto, alientan a los equipos y son capaces de mejorar la eficacia colectiva al inspirar a cada individuo para que dé lo mejor de sí.

Veamos algunas claves para comprender cómo desarrollar ese enfoque sinérgico en una organización:

  • Crear un ambiente de trabajo ético y respetuoso en el que cada miembro se perciba como alguien importante para la totalidad del grupo.
  • Favorecer la confianza, la comunicación empática y la clarificación de objetivos.
  • Alentar a que cada persona sea auténtica, se sienta libre y motivada para compartir sus ideas con los demás.
  • Permitir que los grupos puedan tomar decisiones y que perciban autonomía para alcanzar los objetivos mediante los mecanismos que sean adecuados.
  • Entrenar a las personas en habilidades de comunicación, en la empatía, la asertividad y la resolución de problemas.
  • Las mentalidades sinérgicas son también mentes resilientes que hacen frente a los problemas aprendiendo de ellos, ayudándose los unos a los otros y superándose cada día.
Para finalizar, nada puede ser tan relevante a día de hoy como desarrollar un enfoque mental sinérgico. Solo así lograremos mayores avances al sumar nuestros potenciales por el bien común. Esto puede aplicarse desde a un equipo deportivo, pasando por una unidad familiar, hasta a un grupo de científicos intentando buscar la cura a una enfermedad. Tengámoslo presente.




lunes, 24 de enero de 2022

Posfeminismo: ¿qué es?

¿Qué es el posfeminismo? ¿Por qué es un término que ha ido creciendo en popularidad? ¿Son realistas las ideas que se defienden bajo este paraguas? ¡Dentro debate!

La historia del feminismo, como movimiento social y como campo de producción teórica, ha sido larga, interesante y compleja. Sin embargo, desde los años noventa del siglo XX, ha venido cobrando mucha fuerza el término “posfeminismo”, que dependiendo del contexto en el que sea usado y de las propuestas que desde allí se planteen, pareciera ser tanto una oposición al feminismo de la segunda y tercera ola, como un deseo de aportar al debate feminista desde orientaciones y perspectivas teóricas nuevas.

En este artículo vamos a explicar qué es el posfeminismo y cuáles son las cercanías y las distancias con las corrientes feministas contemporáneas.

El posfeminismo: Bridget Jones y el feminismo

El término posfeminismo, a pesar de tener un largo recorrido en el siglo XX, empezó a ser más común durante la década de 1990 y comienzos de los años 2000.

Investigadoras, como Angela McRobbie, definen el posfeminismo como una serie de discursos que, apropiándose de las luchas y sobre todo de los logros del movimiento feminista, hablan del feminismo como un tema del pasado, que necesita superarse para alcanzar una verdadera igualdad de género.

No obstante, apunta también McRobbie que es preciso analizar la forma en la que esta postura banaliza el feminismo y lo inscribe en un relato de empoderamiento, independencia económica y libertad sexual para las mujeres, como si por el hecho de que en algunos lugares las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a derechos y oportunidades se hubieran igualado, el feminismo hubiera perdido su razón de ser.

Por ejemplo, muchas autoras defienden que fenómenos culturales, como la serie Sex and the City o la película El diario de Bridget Jones encarnan esta idea posfeminista neoliberal de mujeres libres, empoderadas, dueñas de su sexualidad y, al mismo tiempo, reconciliadas con su feminidad y con alcanzar la fantasía del amor romántico.

Es decir, hay una corriente teórica que ubica al posfeminismo como una forma de contrarrestar los efectos sociales del avance feminista, restándole fuerza política y reduciéndolo a un recurso que fue necesario en el pasado para lograr el lugar que las mujeres tienen hoy. Esto resulta problemático en cuanto a que en el mundo existen todavía una serie de desigualdades de género sin superar.

El posfeminismo como separación del feminismo

Como decimos, existe una corriente que asume el posfeminismo como una superación positiva del feminismo convencional. Según Paul B. Preciado, el posfeminismo puede entenderse como un giro conceptual que permitiría cuestionar el lugar de la mujer como el sujeto político del feminismo y así superar posturas identitarias y esencialistas que impedían el reconocimiento de la diferencia y la diversidad sexual.

De acuerdo con esta perspectiva, el posfeminismo aparece como una forma de separarse del feminismo hegemónico, dando espacio a voces que cuestionaban tanto la producción académica como el activismo feminista. Bajo el término posfeminismo se agrupan una serie de trabajos críticos sobre la manera en la que el feminismo sería un ancla al binarismo de género, a la heterosexualidad como norma y al esencialismo identitario de “la mujer”.

No obstante, algunas críticas a esta forma de pensar en el posfeminismo se han planteado desde la necesidad de reconocer que fuera del feminismo blanco y liberal, predominantemente europeo y norteamericano, han emergido otras propuestas.

Estas, sin desmarcarse del feminismo y sin señalar la necesidad de superarlo, han hecho críticas acerca del lugar del colonialismo y la diferencia racial en la forma en la que se ha construido la categoría “mujer”, del mandato heterosexual y la necesidad de desmontarlo y del género como concepto que va más allá del binarismo masculino y femenino.

La importancia de los prefijos

Teniendo en cuenta lo descrito hasta ahora, dentro del llamado posfeminismo encontramos líneas de pensamiento distintas. Etimológicamente, el prefijo “pos” puede entenderse como ‘después de’, haciendo referencia a algo que ya está superado, o puede significar ‘más allá de’ señalando un horizonte que no deja atrás lo que había, sino que desde allí construye nuevas visiones de futuro.

En el caso del posfeminismo, tal vez valga la pena preguntarnos acerca del lugar del feminismo hoy, todo lo que ha logrado y todo lo que aún está pendiente en términos de equidad de género y de eliminación de la violencia contra las mujeres y las disidencias sexuales. Tal vez no sea necesario “superar” el feminismo y solo tengamos que construir críticamente sobre él, desde su presente y su legado.


domingo, 23 de enero de 2022

Las causas más comunes de la inseguridad y cómo superarlas

Son muchas las razones por las que podemos llegar a sentirnos inseguros: miedo al fracaso, a que nos valoren de forma negativa o tener poca confianza en nosotros. Te proponemos algunas estrategias para sentirte más seguro.

Es posible que todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, hayamos experimentado sentimientos de inseguridad y falta de autoconfianza.

La inseguridad puede tener distintos orígenes; por ejemplo, podemos sentirnos seguros de nuestra capacidad intelectual, pero inseguros de nuestras habilidades sociales. Muchas veces la inseguridad se manifiesta en comportamientos como la excesiva preocupación por el aspecto físico o por mostrar u ocultar algún rasgo particular de personalidad.

En este artículo vamos a hablar de las causas más comunes de la inseguridad y a proponer algunas ideas para superarlas.

Causas de la inseguridad

Por supuesto, cada persona es un universo diferente en el que convergen distintas experiencias, condiciones sociales y rasgos de personalidad. No obstante, algunas de las causas más comunes de la inseguridad son las siguientes.

1. Inseguridad por miedo al fracaso

Las experiencias de fracaso, sobre todo si se trata de situaciones recientes, tienden a afectar negativamente nuestra autoconfianza. Si bien todos hemos fracasado alguna vez y los momentos de rechazo o pérdida son parte de la vida, no siempre estamos en disposición de gestionarlos de la manera más constructiva.

De manera general, situaciones, como la pérdida del empleo, una ruptura amorosa o un quebranto de salud inesperado suelen despertar en nosotros sentimientos de fracaso y frustración.

La forma en la que nuestra autoestima se ve afectada por circunstancias como estas hace que empecemos a vernos a nosotros mismos de una forma negativa. Así mismo, hace que imaginemos que las otras personas también nos juzgan con la misma dureza y que, incluso, celebran nuestras derrotas.

2. El miedo a la valoración negativa

Por otra parte, es posible que identifiquemos el origen de la inseguridad en el miedo a ser evaluados de manera negativa. Por ejemplo, vernos expuestos o sentir que podemos ser blanco de críticas o comentarios puede hacernos sentir ansiosos y, en consecuencia, nos genere inseguridad.

Mucho de este temor viene de experiencias negativas en la infancia o la adolescencia. Situaciones como haber estado bajo una crianza o en entornos en los que se le diera mucha importancia a la competencia y las calificaciones pueden habernos predispuesto a construir estándares demasiado rígidos e inalcanzables para medir nuestro propio desempeño.

Del mismo modo, el miedo a la valoración negativa hace que cultivemos creencias negativas sobre nosotros mismos y que nuestra atención mental se centre en cómo creemos que nos perciben los demás. Entonces, tendemos a tener una visión del mundo sin matices, es decir, las cosas salen bien o salen mal, sin puntos medios y sin lugar a la reflexión sobre aquello que escapa a nuestro control.

Finalmente, la inseguridad asociada al miedo a los juicios negativos puede generarnos sentimientos de culpa y vergüenza por no cumplir con nuestros propios, exigentes y tal vez inalcanzables estándares. Esto hará que nos sintamos inseguros y faltos de autoconfianza, porque vamos a creer que siempre podríamos dar más, que podríamos hacerlo mejor.

3. Autoconfianza y percepción de apoyo

Por último, en muchas ocasiones los sentimientos de inseguridad nacen por cuenta de la percepción de contar con poco apoyo. Es decir, sentir que contamos con apoyo efectivo, ya sea este emocional o material, es muy importante para nuestros sentimientos de seguridad y autoconfianza.

Si has tenido situaciones en las que sientes que nada te sostiene, que pendes de un hilo y no hay nada ni nadie que te amortigüe la caída, es posible que hayas visto como mengua la seguridad en ti mismo.

Sentir que podemos asumir riesgos, tomar decisiones valientes en temas importantes o arrepentirnos y volver a empezar después de una equivocación son signos de una personalidad segura y están muy relacionados con el tipo de soporte (social, familiar, económico) con el que contamos.

¿Cómo podemos ganar seguridad?

Teniendo en cuenta que la inseguridad no tiene, en la mayoría de los casos, una única causa o variable que la alimente, te presentamos una lista de estrategias que te ayudarán a ganar confianza.
  • En primer lugar, trabaja tu autoestima, sé amable y paciente. Procura tomar el control de tu discurso interno.
  • Aprende a aprovechar las críticas, conviértelas en información para crecer.
  • Intenta que el refuerzo social no se convierta en tu principal motivación.
  • Así mismo, celebra y comparte los objetivos alcanzados.
  • Reconcíliate con tu yo del pasado, acepta tus errores y déjalos atrás: ellos no te definen como persona.
  • Acepta y reconoce que no eres perfecto. Además, no tienes por qué serlo, nadie en el mundo lo es.  Permítete explorar tus intereses y reencontrarte con tu curiosidad.
  • Identifica y evalúa qué cosas están bajo tu control y qué cosas no. Ten en cuenta que tus resultados también dependen de factores externos y no solo de tu compromiso o tu esfuerzo.
  • Busca apoyo en tus seres queridos y en las personas en las que más confíes. Tal vez, si pides ayuda te darás cuenta de que hay muchas personas a tu alrededor dispuestas a apoyarte en todo lo que necesites.
Como ves, sí puedes tomar medidas para actuar con más seguridad. Una confianza que te hará asumir más desafíos, crecer en más direcciones, enriqueciendo tu vida de la forma que realmente quieras.

sábado, 22 de enero de 2022

7 novelas recomendadas para estudiantes de psicología

Si te gusta la psicología, es probable que disfrutes, y mucho, de las novelas que recopilamos en el siguiente artículo. ¡Disfrútalas!

Algunas de estas novelas son auténticos clásicos que han sobrevivido al paso del tiempo por su capacidad para adentrar al lector en las diferentes teorías que han existido para comprender pensamientos, emociones y conductas. ¿Qué sentimos? ¿Cómo sentimos? ¿Por qué sentimos? ¿Cómo pensamos y por qué?

Si eres un amante de la psicología y de cómo funcionan la mente y el cerebro humano, no te puedes perder los siguientes libros relacionados directamente con este campo. ¡Apunta estas novelas recomendadas para estudiantes de psicología!

1. El extranjero, de Albert Camus

Este libro del francés Albert Camus narra la historia de Meursault, un personaje totalmente indiferente a la realidad y a todo lo que le rodea.

La pasividad y el escepticismo frente a todo y todos forman el núcleo central del comportamiento del protagonista, que tiene un sentido apático de la existencia y de su final.

2. El psicoanalista, de John Katzenbach

El psicoanalista de John Katzenbach es una trama de intriga y suspense. El día que cumple 53 años, el doctor Starks, un psicoanalista de larga trayectoria, recibe un misterioso e inquietante mensaje anónimo: “feliz aniversario, doctor. Bienvenido al primer día de su muerte”.

A partir de ese momento, Starks tiene quince días para averiguar quién es el autor del mensaje y de no conseguirlo, deberá elegir entre suicidarse o ver morir a los integrantes de su familia y sus amigos uno tras otros.

¿Cómo reaccionará ante este misterioso suceso? Hasta los especialistas también tienen sus momentos difíciles. En consulta se puede alcanzar un nivel de profundidad muy alto, lo que muchas veces transforma la relación entre usuario/paciente y terapeuta.

3. El perfume (1985), de Patrick Süskind

Esta obra es una de las novelas recomendadas para estudiantes de psicología más emblemáticas de la literatura. En este sentido, esta historia de amor por los olores se convirtió en todo un best seller, siendo la obra de la literatura alemana más traducida.

El perfume, dividido en cuatro partes y cincuenta y un capítulos, transporta al lector al mundo “evanescente de los olores” a través de su protagonista, Jean-Baptiste Grenouille, quien se base principalmente en este sentido para construir su imagen del mundo.

Lo curioso es que él carece de un olor propio. Por lo tanto, pasa su vida en búsqueda de nuevos olores y, sobre todo, en la búsqueda de uno propio.

4. El miedo a la libertad (1941), Erich Fromm

El miedo a la libertad es un libro escrito por el psicoanalista y psicólogo social Erich Fromm, publicado originalmente en Estados Unidos en 1941. En esta línea, la obra explora la relación cambiante entre la humanidad y la libertad, poniendo el foco en las consecuencias de su ausencia y en las condiciones psicosociales que permitieron la emergencia del nazismo.

Con este objetivo, Fromm inicia el libro haciendo una distinción entre la libertad negativa y la libertad positiva:

  • La primera se refiere a la emancipación de restricciones como convenciones sociales (implantadas por otras personas o por la sociedad). Para obtenerla, se tiene que luchar.
  • Sin embargo, este tipo de libertad por sí sola puede ser una fuerza destructiva, a no ser que esté acompañada por la libertad positiva.
Esta teoría necesariamente implica una conexión con los otros que va más allá de los lazos superficiales de las interacciones sociales.

5. Tokio Blues, de Haruki Murakami

Tokio Blues es una novela del autor japonés Haruki Murakami. Hablamos de un escritor que, con su particular forma de narrar historias y asumiendo en su narrativa buena parte de la idiosincrasia japonesa, ha conseguido conquistar el corazón de lectores de todos los rincones del planeta. Incluso aquellos a los que no les gustan sus novelas reconocen que tiene una forma de retratar a los personajes única. Su pluma es una especie de cámara inquieta que los va desnudando desde todos los ángulos.

Tokio Blues es quizás su novela más emblemática. En ella, Toru Watanabe, protagonista y narrador, cuenta su primer año como estudiante universitario en la ciudad de Tokio. A través de sus recuerdos, el lector es testigo del desarrollo de sus relaciones con dos mujeres muy distintas: Naoko, una chica bella con una vida emocional agitada, y la sociable y animada Midori.

6. El mentiroso, de Mikel Santiago

Sin duda, este thriller te enganchará hasta la última página gracias a su ambientación y su espectacular naturalidad.

En un pequeño pueblo del País Vasco, nadie tiene secretos para nadie… ¿O tal vez sí? Mikel Santiago rompe los límites de la intriga psicológica con un relato que explora las frágiles fronteras entre el recuerdo y la amnesia, la verdad y la mentira.

7. El cuerpo lleva la cuenta, de Bessel van der Kolk

Así se presenta la última obra de nuestro listado de novelas recomendadas para estudiantes de psicología, en la que Bessel ofrece una nueva comprensión humana y sorprendente de las causas y consecuencias que este proceso conlleva. De esta forma, es un libro que inspira a los lectores a apreciar la claridad y la esperanza en las batallas más difíciles.

Seas o no seas estudiante de psicología, te recomendamos leer estas obras si te atreves a mirar al ser humano, y toda su complejidad, desde varias perspectivas. Además de estar bien escritas, y contribuir con su prosa al goce del lector, son un magnífico estímulo para el pensamiento.

¿Y tú? ¿Por cuál de ellas vas a empezar a cultivar tu interior? Te leemos.

viernes, 21 de enero de 2022

Reír o llorar después de un orgasmo, ¿qué significa?

Reír o llorar después de un orgasmo: ¿hasta qué punto es "normal"? ¿Por qué ocurre? Se trata de algo más habitual de lo que creemos, y tiene una explicación tanto biológica como psicológica. ¡Conócelas!

Reír o llorar después de un orgasmo: ¿te ha ocurrido alguna vez? ¿Por qué sucede? ¿Qué significa? Una posible explicación, y de hecho, la más habitual, es la explosión emocional que se produce tras el orgasmo.

Dicha explosión viene condicionada por diferentes elementos; entre ellos, la cascada bioquímica y hormonal que recibe nuestro cerebro, y la conexión que sentimos con el otro. Pero, ¿qué más puede significar reír o llorar después de un orgasmo? En este artículo indagamos un poco más en esta cuestión, tomando de referencia a la ciencia y la opinión de expertos.

La cascada bioquímica del orgasmo

Cuando tenemos un orgasmo, tiene lugar una cascada bioquímica en nuestro cerebro y en nuestro cuerpo, y es que las hormonas se liberan en toda su intensidad. Especialmente, la oxitocina. La oxitocina puede inducir un estado de hipersensibilidad que puede causarnos la risa o el llanto después del orgasmo.

En este sentido, la explicación biológica a estas situaciones está ahí. Pero, ¿de qué depende que riamos o lloremos? De otros factores psicológicos y circunstanciales. Por ejemplo, en momentos de gran euforia, la hipersensibilidad suele derivar en risa, mientras que en momentos de preocupación, es más probable que la manifestación sea el llanto.

Las lágrimas tras el orgasmo

En relación al llanto, según la sexóloga Nayara Malnero, las lágrimas tras el orgasmo no suelen corresponder con decepción o disgusto, como muchos creen. Eso sí, en estos casos recomienda aprender a comunicarse en pareja, o pedir ayuda profesional para salir de dudas.

Malnero añade que lo que suele ocurrir es que el orgasmo viene acompañado de una descarga física y emocional. La tensión acumulada se descarga de golpe, lo que hace que nuestros sentidos se revolucionen y las lágrimas sean la manifestación de este estado.

Y es que, en cierta forma, el sexo es una vía de escape (a nivel tensional, nos ayuda a liberar estrés). Por otro lado, esas lágrimas, según la sexóloga, suelen surgir en el período refractario, que es lo que tarda el cuerpo en volver a excitarse después de un orgasmo.

Estado de vulnerabilidad

Como ya avanzamos, a nivel psicológico, después de un orgasmo, el cuerpo y la mente tienden a relajarse. Y en esos momentos es más probable que aparezcan emociones o expresiones emocionales intensas, como lo serían el llanto o la risa.

Emociones en el orgasmo: felicidad y bienestar

No olvidemos que el orgasmo es un estado que provoca emociones como el bienestar y la felicidad. En estos estados, es más probable que aparezcan las lágrimas, pero no unas lágrimas de tristeza, sino muchas veces de la propia emoción.

Sin embargo, ¿qué ocurre? Que esa emoción a veces es tan intensa que se confunde con la tristeza, aunque por norma no hablamos de tristeza. Además, no olvidemos que, cuando tenemos relaciones sexuales con una persona, si esa persona significa algo para nosotros, es normal que nos emocionemos.

El sexo puede abrir una ventana de conexión muy íntima. Según los expertos, en este contexto, las lágrimas tras el orgasmo serían un elemento más de esa conexión, de esa interacción.

Reír o llorar después de un orgasmo: no confundir con la disforia postcoital

La disforia postcoital también puede ser otra posible causa de llanto tras un orgasmo. Esta se define, coloquialmente, como “el bajón tras el orgasmo”. Y es que ante un nivel tan alto de disfrute, es normal que después la bajada sea dura, porque el contraste entre estados y emociones es muy fuerte. Y esa “pena” se traduce en el llanto tras el orgasmo.

Esta disforia postcoital la estudió el psiquiatra Richard Friedman, quien afirmó que la causa de esta tristeza podía “localizarse” en la amígdala. Esa estructura cerebral dejaría de funcionar durante el orgasmo.

Disforia postcoital: más frecuente de lo que creemos

Uno de estos estudios, del 2015, liderado por el Dr. Robert Schweitzer, fue publicado en la revista Sexual Medicine. La investigación analizaba la experiencia sexual de más de 230 mujeres universitarias. Los resultados muestran cómo el 46 % de las mismas aseguraba haber tenido síntomas de disforia postcoital alguna vez en su vida. Y el 5,1 %, los había tenido incluso en el último mes.

Según Schweitzer, los resultados apuntan a que este síndrome tendría funciones evolutivas. Y un detalle que añade el investigador: existiría una correlación entre la disforia postcoital y el nivel de intimidad de las relaciones.

Las emociones a flor de piel tras un orgasmo

Así que, si alguna vez te ha ocurrido, reír o llorar después de un orgasmo, ¡no te alarmes! Tanto biológicamente, como psicológicamente, ¡es normal!

Y es que en el sexo, sobre todo el sexo más íntimo, que mantenemos con esa persona especial, afloran muchas emociones. Emociones intensas que tras el orgasmo están a flor de piel, por lo que es natural dejarnos llevar por la risa o el llanto tras un estado de excitación y liberación tan intensos.

jueves, 20 de enero de 2022

El síndrome de Ícaro, o la autocrítica silenciada

El síndrome de Ícaro tiene un trasfondo triste. Aqueja, casi siempre, a personas talentosas que, sin embargo, no aprecian realmente sus capacidades. Al final, terminan como Ícaro, con alas de cera que hacen emprender vuelos peligrosos.

El síndrome de Ícaro hace referencia al narcisismo. Algunas personas, por exceso de confianza, terminan fracasando en el logro de sus objetivos. Esta condición se presenta sobre todo en algunos individuos con un talento especial.

Por lo general, el síndrome de Ícaro se presenta en quienes forman parte de círculos de poder político, económico, deportivo o artístico, entre otros. Es común el término “quemado” para referirse a estas personas que estuvieron cerca de alcanzar la cúspide, pero no lo consiguieron.

La confianza en uno mismo es no solo una virtud, sino también una gran ventaja en el mundo social. Sin embargo, cuando tal confianza no se apoya en bases firmes, puede dar lugar al síndrome de Ícaro o falsa percepción de las propias capacidades.

El mito de Ícaro

En la mitología griega, Dédalo era considerado el arquitecto e inventor más destacado de su época. Por eso, el rey Minos le encargó la tarea de construir un laberinto para encerrar a sus enemigos y enfrentarlos al Minotauro de Creta.

Para que la construcción del laberinto permaneciera en secreto, el rey Minos decidió mantener en cautiverio a Dédalo y a su hijo Ícaro. Por esta razón, Dédalo decidió construir unas alas con plumas entrecruzadas y pegadas con cera para escapar volando de la isla.

Dédalo le aconsejó a su hijo que no volara demasiado alto porque el calor del sol podría derretir la cera de sus alas y provocar su caída. El buen Ícaro emprendió el vuelo, tomó confianza y, cegado por el orgullo y atraído por el poder del sol, se acercó demasiado. Sus alas se derritieron y se precipitó al vacío para ahogarse en el mar.

La cercanía con el poder

El poder embriaga y cubre con un velo que hace difícil practicar el ejercicio de la autocrítica. De ahí la imposibilidad de escuchar y corregir los errores. En el síndrome de Ícaro no se escucha y menos si se trata de consejos de los demás.

La cercanía con el poder político, económico o de otra índole viene acompañada de tentaciones ante las cuales es fácil sucumbir. De ahí que, en especial las personas jóvenes y talentosas, muchas veces fungen como simple carne de cañón. Por un lado, están dispuestos a lo que sea con tal de encontrar la oportunidad de sus vidas, por lo que ponen todo su empeño; por otro, el grado de inmadurez que los acompaña los lleva a tomar decisiones equivocadas respecto de su futuro.

Un talento mal encaminado

En el síndrome de Ícaro es el talento mal encaminado lo que se convierte en virtud y desgracia para alcanzar sus metas. De un lado, funciona como algo que les permite destacarse de los demás y sobresalir.

De otro, la ambición desmedida y el desconocimiento de los propios límites son lo que terminan conduciéndolos al fracaso. Por eso es común encontrar este fenómeno en personas jóvenes y con futuro promisorio.

En este sentido, existe un factor adicional que juega un papel importante; se trata de la falta de experiencia. Por tanto, existe cierta ingenuidad y falta de previsión a la hora de asumir retos, sin considerar los eventuales riesgos.

Algunas características del síndrome de Ícaro

A menudo, quienes presentan el síndrome de Ícaro se caracterizan por su arrogancia. Igualmente, están convencidos de que son únicos y sus capacidades no pueden ser igualadas por nadie. Al mismo tiempo, muestran una sumisión desmedida hacia sus superiores en la escala jerárquica. Hacen esto porque lo consideran un requisito indispensable para conseguir una elevada posición social o económica.

En el fondo, existe un fuerte sentimiento de impotencia para poder lidiar con su bajo nivel de autoestima. Muchas veces son inconscientes, caprichosos y pueden describir comportamientos impredecibles y erráticos.

El pez grande devora al pez chico

Al síndrome de Ícaro pertenecen las personas egoístas que piensan en función de sus propios intereses para alcanzar sus propósitos. Sin embargo, al mismo tiempo son ingenuos por prestarse para asumir los riesgos que les indican sus jefes.

Así las cosas, es muy común que reciban de estos jefes un trato especial rodeado de mimos, y tolerancia, además de pasar por alto sus fallas. De ahí que sean caprichosos y con cierto grado de indisciplina.

Por desgracia, para cuando notan sus fallas o errores suele ser demasiado tarde y sus alas terminan chamuscadas, por lo que se precipitan al vacío. Esto ocurre de manera similar a la del mito de Ícaro, que después de volar muy alto, terminó cayendo al vacío.

Origen del síndrome

El síndrome de Ícaro suele surgir como resultado de la falta de atención por parte de los padres durante la infancia temprana. Es decir que de niños buena parte de sus logros fueron ignorados o desaprobados por sus progenitores.

Esta situación lleva a que al ser adultos se sientan confundidos y no tengan claridad acerca de quiénes son y mantengan una escala de valores incoherente. No se sienten cómodos con lo que son, así que están en una permanente búsqueda de autoafirmación.

Igualmente, es frecuente que no sientan aprecio por sus colegas o personas con cargos inferiores al suyo. Las relaciones que establecen con los demás obedecen a un fin práctico, en el que cada individuo funge como una pieza más dentro de un tablero de ajedrez. Una perspectiva equivocada que tiene fatales consecuencias.

miércoles, 19 de enero de 2022

El valor de las potencialidades del ser humano en las situaciones límite

¿Hay algo más conmovedor que ver las potencialidades del ser humano en acción en situaciones límite? Seguro que lo hay. Hay tantas cosas conmovedoras en nuestra vida… Pero hay algo profundamente emocionante y enternecedor en el actuar altruista del ser humano en situaciones límite. Situaciones en las que habita el miedo, el peligro y la tan temida incertidumbre.

Karl Jaspers (1883–1969), psiquiatra y filósofo alemán, ya profundizó y escribió sobre las situaciones límite (Grenzsituationen) en su tiempo. Las definía como aquellas situaciones presentadas al ser humano en las cuales se produce una curiosa paradoja. Son situaciones que parecen laberintos sin salida, pero que, a la vez, contienen en sí mismas la posibilidad de ser superadas. Son situaciones contradictorias con las que la vida nos sorprende. Momentos cruciales en los que, a pesar del horror de la incertidumbre, podemos ver perfilado con mayor nitidez el sentido de nuestra vida. Todo aquello que da sentido y significado a nuestra existencia.

En las situaciones límite habitan las potencialidades del ser humano

Normalmente, es en las situaciones límite cuando el ser humano se encuentra frente a sí mismo sin máscaras y sin defensas. Ahora prima la supervivencia. El encontrar salida a este laberinto que se nos acaba de presentar.

Pareciera que en esas situaciones el ser humano también es capaz de sacar lo mejor de sí mismo. Es capaz de cooperar y colaborar con los demás, con los compañeros con los que está viviendo esta experiencia límite. En muchas ocasiones las potencialidades del ser humano florecen con una energía enorme ante este tipo de situaciones.

Personas que salvan a otras a pesar de que su integridad esté en auténtico peligro. Que ante una catástrofe natural se unen para salvaguardar su bienestar y el de los demás. Personas que acuden a zonas de conflicto para ayudar en lo que sea necesario. Seres humanos que se movilizan para proteger al ser más indefenso: sin otro interés, sin otra voluntad.

Encontramos sentido a la vida cuando estamos en contacto con lo mejor de nosotros mismos

Muchos son los ejemplos que demuestran que es posible sacar lo mejor de uno mismo ante situaciones extremas. Que se puede construir sobre tinieblas y escombros. Ser útil para los demás es una necesidad muy valiosa que habita en nosotros. Ser capaces de ayudar a la otra persona en que aquello que mejor nos desempeñamos es una caricia al alma que reconforta.

En este tipo de situaciones, en las que reina la incertidumbre y el precipicio gana en altura, todo se perfila con mayor nitidez. Las posibles soluciones y alternativas al conflicto (interno o externo) se ven con mayor precisión de la que existiría si no hubiera una urgencia para actuar.

Víctor Frankl habló, a su vez, de encontrar sentido a la existencia propia a través de situaciones adversas. Carl Rogers habló también acerca de las potencialidades del ser humano. Ambos confían plenamente en nuestro potencial. En su valioso poder para hacer de nuestra existencia una más plena, auténtica y en sintonía con nuestro entorno.

Tras las sacudidas y la incertidumbre, el florecimiento del ser humano

Es asombroso y alentador comprobar cómo las personas, aun dañadas, pueden florecer tras vivir experiencias límite. Cómo aprenden qué es lo que quieren en sus vidas y qué es aquello de lo que quieren prescindir. Cómo, por fin, descubren sus habilidades, las más genuinas y hasta entonces escondidas.

Es como si tras la gran sacudida de la vida encontraran el potencial más puro e idiosincrático que alberga en ellos. Y tras encontrarlo, decidieran vivir en pos de este. Sin perderlo por el camino. Mostrando y compartiendo con el resto de humanos lo más genuino y bello que hay en ellos.

Seguramente puedas pensar en una persona que renació. Alguien que se construyó a sí misma tras una experiencia similar a las comentadas anteriormente. Esa persona que tras aquella experiencia ha pintado con otros colores su vida. Y aparece en ella una especie de serenidad indescriptible. Una serenidad que nutre y da sentido a su presente. Lo bueno es que esa persona está o estará en nosotros también.

martes, 18 de enero de 2022

Superar la depresión es posible si cambiamos determinados hábitos

Cuando nos encontramos ante un problema cada vez más frecuente, como es la depresión, es importante acudir a un psicólogo que nos ayude a salir del pozo en el que nos encontramos. ¿Por qué? Porque al contrario de lo que se podría pensar desde fuera, superar la depresión requiere de algo más que de voluntad y de apretar los dientes: requiere de la utilización de diferentes herramientas que nos ayuden en este proceso.

Las funciones de un psicólogo ante este cuadro son varias. En primer lugar, se encargará de confirmar que exista la depresión de la que sospechamos; en segundo lugar, aunque no pueda recetar, sí puede derivar al paciente a alguien que puede pautar un tratamiento farmacológico, muy positivo especialmente en las primeras fases de la terapia; en tercer lugar, establecerá un plan de acción o tratamiento adecuado al paciente y lo acompañará en su aplicación, pudiendo realizar ajustes y un seguimiento cuando la depresión haya desaparecido.

Sin embargo, todos sabemos que la depresión no es precisamente un estado en el que somos especialmente pro-activos para cambiar o adquirir determinados hábitos, mantenerlos en el tiempo y que ellos hagan su efecto. De ahí que la voluntad sea importante, pero también la inteligencia, el plan de acción establecido por el especialista o el tratamiento farmacológico.

Aislarse puede ser necesario, pero no nos conducirá a la solución

Las personas con depresión suele sentirse especialmente tentadas a adquirir nuevas costumbres que alimenten a la propia depresión: una de ellas es la de aislarnos de los demás. No queremos ver a nadie, estamos tristes todo el tiempo y el gimnasio, las clases de pintura, la música… todo lo que antes nos gustaba, nos motivaba, nos hacía sentirnos llenos ahora nos causa una gran indiferencia.

Quizás ese tiempo de pausa y distanciamiento sea bueno en algunos casos y por un corto espacio de tiempo. Especialmente cuando la depresión ha aparecido como consecuencia de un periodo prolongado de estrés. Sin embargo, a largo plazo, cortar este tipo de hábitos “melancólicos” es fundamental para dejar atrás la depresión.

Superar la depresión es posible cuando empezamos a hacer lo contrario a lo que ella nos insta. ¿No queremos salir? Salgamos con nuestros amigos. ¿No nos apetece hacer deporte? Levantémonos bien temprano y sin pensarlo tomemos nuestra mochila para irnos al gimnasio o vayámonos a correr por la naturaleza. Dado el primer paso, veremos que después no cuesta tanto e incluso se convierte en una actividad placentera. Quizás no a los niveles de antes, de acuerdo, pero esto todavía la hace más valiosa.

Lo importante es salir de ese ciclo al que la inercia nos conduce o en el que ya hemos caído. Ya hemos comprobado que no tiene sentido seguir así, que nada cambia, que todo sigue igual si seguimos en la misma dirección.

Así, una de las claves para superar la depresión es empezar a introducir hábitos diferentes o recuperar aquellos de los que disfrutábamos y hemos abandonado. Hay algunos, por ejemplo, como tocar música que quizás nos ha dejado de gustar, que puede ser recomendable no recuperar. Sin embargo, seguro que hay muchos otros por los que seguimos conservando cierto gusto y que no hacemos por el esfuerzo inicial que nos demandan; un esfuerzo que parece una montaña frente a las escasas fuerzas que sentimos tener.

Ir al gimnasio y hablar con desconocidos o conocidos, salir con esos amigos para los que siempre teníamos alguna excusa, empezar a comer más saludable (practicar lo que se conoce como mindful eating) y hacer algo de ejercicio moderado serán pasos importantes con los que les iremos diciendo “adiós” a la depresión. ¿Por qué? Simplemente porque propiciarán momentos momentos en los que nos sintamos mejor.

Escribir un diario emocional para superar la depresión

Muy bien. Ya sabemos que la depresión va a tender a marcharse cuando recuperamos o buscamos actividades que nos hagan sentir bien, enfrentándonos y haciendo un ejercicio de voluntad para recuperar actividades que nos gustaban o para incorporar algunas nuevas que nos puedan gustar. Pero…., ¿y qué más?

Antes hemos dicho que una de las características de la depresión es que suele propiciar la introspección. Nos dice, “¡eh, estás en una crisis!” y nos sitúa en un estado en el que parece que es más fácil pensar. Bien, pues podemos aprovecharlo para intentar conocernos mejor y poner en orden nuestras emociones. Sí, nuestro orden interno no funciona, pues analicemos cómo es y busquemos uno nuevo.

En este sentido, escribir puede ser muy positivo para desahogarnos emocionalmente y, también, para llevar un seguimiento de nuestros vaivenes emocionales. Asimismo, también nos permite volver sobre nuestras palabras para descubrir en qué continuamos fallando y ser más conscientes de la situación en la que nos encontramos.

Muchos profesionales consideran la escritura como terapéutica y no les falta razón. En ocasiones no podemos o no queremos decirle a nadie lo que nos pasa, pero aún así tenemos una necesidad por comunicarlo de alguna manera. Llevar un diario emocional es muy importante y no tan solo cuando suframos depresión o algún problema. Tomarlo como un hábito será muy sanador.

Lo natural es que al principio nos cueste hojear las páginas donde hemos plasmado todo nuestro dolor. Sin embargo, con el tiempo, esto se convertirá en una necesidad para sentir, revivir y sanar. Hasta que llegue el momento en el que podamos hojear las páginas como quien lee un libro, rescatando recuerdos de una situación experimentada que ya reside en el pasado.

Llegados a este punto ya sabemos que superar la depresión es posible cuando cambiamos determinados hábitos, sin embargo, el camino será duro, largo y en el que muchas veces dejaremos de avanzar para dar pasos hacia atrás. Sin embargo, intentándolo una y otra vez, nadando contracorriente, siguiendo la ayuda de un psicólogo, al final la depresión llegará a su fin. Porque sí. La depresión también muere cuando cortamos todas las fuentes que la abastecen.


lunes, 17 de enero de 2022

El proyecto MK Ultra, un programa de control mental

En su afán por controlar la mente de las personas, la CIA adelantó el Proyecto MK Ultra. Este hizo crueles experimentos con seres humanos, para hallar los puntos vulnerables de la mente y de esta manera controlar y manipular a las personas.

Todavía hoy nos ponen los pelos de punta los experimentos que los nazis llevaron a cabo con seres humanos. Varios de ellos estaban orientados a encontrar los mecanismos para controlar la mente de las personas. Lo que no todo el mundo sabe es que en los Estados Unidos se llevaron a cabo experiencias similares e incluso más tenebrosas. Una de ellas fue el proyecto MK Ultra.

La Segunda Guerra Mundial representó un cambio en la estrategia militar. Hasta ese entonces, nunca se le había dado tanta importancia al espionaje. Sucedió así porque los contendientes fueron conscientes del valor de la información contrastada para planear las tácticas de ataque.

Así mismo, el propio Hitler probó que se podía controlar la mente humana y manipular a millones de personas a realizar acciones que en otras condiciones habrían rechazado. Por eso, al término de la confrontación, el tema de la obtención de información y la manipulación de la mente era una de las grandes preocupaciones en Estados Unidos. Así nació el proyecto MK Ultra.

¿Qué fue el proyecto MK Ultra?

En realidad es muy difícil saber con precisión en qué consistió el proyecto MK Ultra. Cuando la prensa lo descubrió, a finales de los años 60 y parte de los 70, la CIA, que dirigía el programa, dio la orden de destruir todos los expedientes del mismo. Lo único que se pudo rescatar fue un pequeño grupo de documentos.

A partir de esa base de datos tan pequeña, comenzó a reconstruirse lo sucedido. Se añadió a esto un amplio número de testimonios de las víctimas. Sin embargo, en estricto sentido, nunca podrá saberse a ciencia cierta cómo se desarrolló el proyecto MK Ultra. Este contenía 150 líneas de acción y solo se conocen dos o tres.

Sin embargo, lo poco que se sabe nos habla de experimentos con drogas psicoactivas y neurológicas, así como de otros métodos. Se aplicaron sobre miles de seres humanos, sin su consentimiento. El propósito era observar el efecto de dichas drogas sobre las personas; saber si las inducían a revelar lo que sabían o determinar si era posible cambiar su mente al antojo.

Los experimentos con seres humanos

Según los datos disponibles, los “investigadores” del proyecto MK Ultra suministraron drogas, como LSD, de diferentes maneras y en distintas dosis para determinar de qué manera se comportaban “las personas contaminadas”.

También se emplearon métodos como choques eléctricos y terapias de hipnosis. En los años 50, cuando comenzó el proyecto, se hablaba mucho del “lavado de cerebro”. Esto es, una especie de reprogramación de la mente a partir de esos “tratamientos” especiales.

También se sabe que la CIA ensayó los efectos de varias técnicas de tortura. A veces, dejaban a los “voluntarios” varios días sin dormir y mientras tanto les repetían mensajes subliminales sin cesar. Otras veces aplicaban electroshocks sistemáticamente o medicamentos sintéticos de prueba en cantidades altas.

Los “voluntarios” psiquiátricos

Lo más execrable del proyecto MK Ultra fue que engañaron a miles de personas para que participaran en él. Básicamente conseguían a sus conejillos de indias a través de dos métodos.

El primero estaba dirigido a los hospitales psiquiátricos. En ellos, se les decía a los enfermos que se estaban ensayando nuevas terapias. Ninguno de los internos de estos hospitales fue informado de que se trataba de un experimento dirigido por la CIA y que entre los “expertos” que estaban a la cabeza había varios ex nazis.

De hecho, uno de los más activos colaboradores del Proyecto MK Ultra fue el psiquiatra Donald Ewen Cameron, quien resultó ser el primer presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría, así como el presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría y la canadiense.

Otros “voluntarios”

Los experimentos no solo se hicieron con “enfermos mentales”, sino también con miles de ciudadanos considerados “normales”. Los reclutaban en el ejército, universidades, hospitales públicos, prostíbulos, hospicios y en todas partes en realidad. A cambio de unos cuantos dólares, aceptaban formar parte de esas pruebas. Sin embargo, nunca se les informaba del propósito real.

Muchos de ellos no sobrevivieron a los crueles experimentos. Otros quedaron con daños permanentes. El caso más publicitado fue el de Frank Olson, en Estados Unidos. En Canadá, por su parte, el gobierno terminó indemnizando a cientos de personas para ahogar el escándalo.

Lo sucedido se supo gracias a una investigación de prensa. Luego, en el Congreso de los Estados Unidos se conformó una comisión para indagar sobre los hechos. También se estructuró una comisión independiente. Al final, lograron que los documentos fueran desclasificados, en 1973, y por eso la CIA dio la orden de destruir los archivos.

El Proyecto MK Ultra muestra hasta qué punto son capaces de llegar los organismos de poder por obtener lo que se proponen. No tuvo lugar en una dictadura, sino en un país que se precia de ser el adalid de la democracia en el mundo. Ahora la pregunta inquietante, ¿habrá experimentos similares, en otros sitios, que aún no conocemos?

domingo, 16 de enero de 2022

Los 5 arquetipos del trauma infantil

No todos los que han vivido un trauma de infancia lo interiorizan de igual manera. Esto hace que cada sufrimiento y realidad pueda representarse mediante una serie de arquetipos muy concretos. Los analizamos.

Los arquetipos del trauma infantil definen las diferentes formas en las que los niños manifiestan el impacto de su sufrimiento. Porque no todos lo evidencian de igual modo. No todos llegarán a la vida adulta desarrollando las mismas dinámicas comportamentales y psicológicas. Las heridas que dejan el maltrato, el abandono o el abuso se manifiesta siempre de maneras muy particulares.

Carl Jung ya habló en su día del arquetipo del niño herido. Sin embargo, más adelante, los psicólogos junguianos que se encargaron de mantener vivo su legado y las bases de la psicología analítica trazaron los diversos tipos de traumas y sus simbolismos arquetípicos. Consisten en una serie de patrones e imágenes arcaicas universales que trazarían distintas maneras de manejar las lesiones en el universo psíquico.

De este modo, tal y como explicó el propio Jung, es el arquetipo del niño es el primero que aparece en nuestro inconsciente. Y, en efecto, esa impronta temprana no siempre es todo lo saludable y enriquecedora que debería ser. El proceso de esa “imprimación” psicoemocional se inicia desde que estamos en el vientre materno hasta los 7 años de edad.

Este periodo, como bien podemos deducir, resulta clave en el desarrollo del ser humano. En caso de que surja un trauma, el yo queda del todo fragmentado.

¿En qué consisten los arquetipos del trauma infantil?

Donald Kalsched es un psicoanalista junguiano que ha escrito diversos e interesantes libros sobre el trauma infantil. Uno de ellos, es The Inner World of Trauma: Archetypal Defences of the Personal Spirit (1996). En este trabajo explora cómo las experiencias tempranas de abuso o maltrato dañan por completo el desarrollo de la vida psíquica del niño.

Ante ese dolor, lo que hace la mente infantil es intentar defender el yo, pero para ello tiende a crear unas imágenes y defensas ciertamente malévolas y hasta destructivas. Esto explica los arquetipos del trauma infantil, esenciales para poder sanar e iluminar al paciente traumatizado.

Porque, tal y como señalaba el propio Jung, para superar esas vivencias estamos obligados a poner luz a nuestras sombras, miedos y heridas. Comprender los arquetipos que asume cada niño y que arrastra hasta la vida adulta es uno de los primeros pasos para facilitar la liberación y la sanación, según los junguianos. 

1. El héroe obligado

Dentro de los 5 arquetipos del trauma infantil, el héroe obligado es uno de los más reconocibles. Hace referencia a ese niño que asume el papel del adulto, haciéndose cargo de responsabilidades ajenas a su edad. Esto es frecuente en familias disfuncionales, en esos entornos en los que los progenitores están ausentes o descuidan a los hijos.

Son muchos los pequeños que acaban haciéndose cargo de sus hermanos pequeños e incluso de los propios padres. Son realidades en las que la infancia se pierde, la identidad queda distorsionada y siempre se esfuerzan en ser salvadores para todos excepto para sí mismos.

2. El bufón

El bufón usa la comedia, la ironía y el humor para camuflar sus heridas. En este caso, es usual que sea el hermano pequeño quien integre este arquetipo, evidenciando siempre cierta despreocupación, volatilidad e inmadurez. Sin embargo, bajo esa apariencia lo que hay es un niño herido que busca enmascarar su dolor y soledad.

3. El sanador de heridas ajenas o sustituto

El sustituto o sanador de heridas es otro de los arquetipos del trauma infantil. En un primer momento, nos puede parecer muy similar al héroe obligado, pero en realidad es un poco más complejo. Son niños increíblemente sabios y maduros para su edad, y si hay algo que les define es el carácter responsable y conciliador.

Se pasan buena parte del tiempo “recogiendo los pedazos rotos” de esa familia disfuncional. Se preocupa por el bienestar de sus hermanos y progenitores (sin importar que estos sean unos maltratadores). Ansían que todo vaya bien, siendo a veces la voz de la conciencia para sus padres o los protectores de sus propios hermanos.

Todo ello tiene para sus mentes un gran coste psicológico y emocional.

4. El niño salvaje

El niño salvaje solo ansía recibir amor, atención y validación. Sin embargo, al no contar con ninguno de esos nutrientes reacciona, y lo hace con violencia. Son personalidades impulsivas, desafiantes y se valen de los problemas para llamar la atención.

Su conducta desafiante retroalimenta aún más las dinámicas de castigo y desprecio por parte de los progenitores. Esto hace mucho más grande la marca del trauma, del sufrimiento que se edifica con la tristeza, la soledad y hasta el odio.

5. El vagabundo

Entre los arquetipos del trauma infantil el vagabundo es el más común, a la vez que complejo. Define al niño perdido, que deambula por su cotidianidad desconectado de casi todo. No recibe afecto y tampoco lo aguarda. Da por sentada su suerte y entiende que es mejor no esperar nada de nadie para no sufrir más.

Interioriza todas sus emociones y necesidades, evita llamar la atención y si hay algo que desea es ser invisible. Carece de propósitos y esto provoca que vaya creciendo sin ilusión alguna, cayendo en estados depresivos y en el aislamiento social. Es, como vemos, una realidad psicológica de gran dureza.

Para concluir, si bien la imagen de los arquetipos carece de toda evidencia científica, hay algo tan interesante como evidente. Estas imágenes describen realidades que se aprecian en todos aquellos que lidian con un trauma infantil.

Hay niños que desarrollan trastornos externalizantes (como la impulsividad o la conducta desafiante). mientras otros evidencian trastornos internalizantes (timidez, depresión, fobias). De algún modo, este recurso de la psicología junguiana nos es muy interesante para comprender los diferentes impactos de esas heridas tempranas.