lunes, 31 de octubre de 2022

Amnesia alcohólica: ¿por qué se producen lagunas de memoria después de beber?

Muchas personas sufren lagunas mentales tras haber ingerido grandes cantidades de alcohol. En este artículo hablaremos de la amnesia alcohólica y de cómo puede afectarte.

Despiertas por la mañana y no recuerdas cómo llegaste a casa anoche. Unos amigos aseguran haberte visto en un bar y tú buscas en la memoria, pero no tienes un recuerdo de ello. Tampoco puedes recordar la conversación telefónica que tuviste con tu pareja. Si esto te ha sucedido en alguna ocasión, probablemente experimentaste lo que se conoce como amnesia alcohólica.

Esta alteración es más frecuente en quienes tienen un consumo excesivo de alcohol a largo plazo, pero puede sucederle a cualquier persona que ingiera esta sustancia. Es una señal de la afectación cerebral producida por el alcohol; y, aunque suele ser un fenómeno transitorio, puede derivar en problemas serios.

¿Qué es la amnesia alcohólica?

La amnesia alcohólica es una alteración neurológica y psicológica relacionada con la ingesta excesiva de alcohol. Su principal manifestación es la perdida de recuerdos, la aparición de lagunas en la memoria (también conocidas como blackouts alcohólicos).

Quien las sufre tiene dificultades para recuperar la información relativa al tiempo en que se encontraba intoxicado. Así, puede no recordar qué hizo, dónde estuvo o con quién habló durante ese periodo. Cabe mencionar que esta amnesia puede ser fragmentaria o en bloque: en el primer caso se olvidan solo algunos momentos, aunque se retiene cierta información parcial; en el segundo, la amnesia abarca largos periodos de tiempo.

¿Por qué se produce?

Estas lagunas mentales se producen debido a la ingesta de bebidas alcohólicas; pero especialmente con el aumento rápido del alcohol en sangre. Es decir, que no se trata tanto de cuánto bebes sino de la rapidez con la que los niveles de alcohol aumentan en tu organismo. En este sentido influyen diversos factores:
  • La graduación alcohólica. Bebidas, como los licores, pueden incrementar más rápido la alcoholemia que otras como la cerveza y generar con más facilidad estos problemas de memoria.
  • La cantidad de alcohol ingerido en un determinado tiempo. Si la persona bebe demasiado rápido, es más probable que surjan los blackouts. Así, tomar cinco o más bebidas (en los hombres) o cuatro o más (en las mujeres) en un periodo inferior a dos horas es un gran factor de riesgo.
  • La capacidad de la persona para metabolizar el alcohol. Esto viene definido por el sexo, el peso, la frecuencia con la que se consume alcohol y ciertos factores genéticos. En general, las mujeres tienen un mayor riesgo.
  • Beber grandes cantidades de alcohol sin haber ingerido comida anteriormente.
Afectación del hipocampo

Quizá te estés preguntando por qué la ingesta rápida de alcohol conduce a una pérdida de memoria y esto se debe a la afectación del hipocampo tras la ingesta. Esta región cerebral está relacionada con la consolidación de recuerdos; así, la intoxicación alcohólica interfiere en el funcionamiento normal del hipocampo e impide que la información pase a la memoria a largo plazo.

De este modo, la persona está consciente, interactúa con el entorno y toma decisiones; sin embargo, es incapaz de retener recuerdos de lo sucedido. A medida que el nivel de alcohol en sangre desciende este efecto desaparece, por ello la amnesia suele ser transitoria y referida a periodos breves.

Lo que debes tener en cuenta sobre la amnesia alcohólica

Ahora que ya conoces el origen de la amnesia alcohólica, conviene que contemples algunos otros datos relevantes al respecto:
  • Es importante no confundir la amnesia alcohólica o las lagunas mentales por ingesta de alcohol con los desmayos o la pérdida de conciencia. En el primer caso, la persona está consciente y alerta, pero no consolida los recuerdos; en el segundo, está dormida o inconsciente.
  • Quienes abusan del alcohol con regularidad presentan más riesgo de sufrir este tipo de amnesia, pero lo cierto es que cualquier persona puede experimentarlo. Moderar o terminar con la ingesta de alcohol, beber despacio, tomar algún alimento e hidratarse mientras se bebe puede ayudar a prevenir su aparición.
  • Las lagunas mentales generadas por el alcohol no constituyen en sí mismas un problema o trastorno, pero sí predicen de forma confiable el daño causado por el alcohol. Presentarlas está relacionado con otras consecuencias importantes: por ejemplo, involucrarse en conductas impulsivas y de riesgo, bajo rendimiento escolar y laboral, sufrir accidentes o ser arrestado debido a los efectos del alcohol.
  • Tengamos en cuenta que estos blackouts nos advierten de la afectación cognitiva que se está produciendo a causa del alcohol. Así, además de la memoria es probable que se sufran alteraciones en la atención, la capacidad de tomar decisiones o el estado de ánimo; incluso, pueden desarrollarse condiciones más serias como la psicosis de Korsakoff.
En última instancia, si has sufrido amnesia tras haber bebido, es importante que te replantees tu consumo de alcohol. Esto es especialmente relevante en el caso de los más jóvenes, ya que entre ellos el consumo de grandes cantidades de alcohol está muy normalizado. Además, el impacto sobre su desarrollo puede ser muy grande.

En suma, tomemos las lagunas mentales como una señal para cambiar nuestros hábitos.

domingo, 30 de octubre de 2022

Un interesante experimento sobre las discrepancias del yo

El experimento sobre las discrepancias del yo evidencia un vínculo entre lo que cada persona piensa de sí misma y las reacciones que tiene frente a los problemas y las situaciones adversas. Así, hoy nos preguntamos, ¿cuáles son las implicaciones de esta relación?

En esta ocasión vamos a hablar acerca de un famoso experimento sobre las discrepancias del yo. Fue llevado a cabo por E. T. Higgins y sus colegas en 1986. En líneas generales, nos muestra que las personas reaccionan de una manera diferente ante las situaciones adversas, dependiendo de la imagen que tengan de sí mismas.

Higgins había planteado una teoría del yo en la que aborda tres categorías. La primera es el yo real, que corresponde a lo que creemos ser. La segunda es el yo ideal, o lo que quisiéramos ser. La tercera es el yo responsable, o lo que pensamos que deberíamos ser. El experimento sobre las discrepancias del yo hace referencia a los contrastes que puede haber entre esas tres instancias.

Uno de los aspectos que había encontrado Higgins es que las contradicciones entre el yo real y las otras instancias del yo daban lugar a diferentes estados afectivos problemáticos. Por ejemplo, un contraste entre el yo real y el yo responsable da lugar al sentimiento de culpa. Sobre esta base, se realizó el experimento sobre las discrepancias del yo.

El experimento sobre las discrepancias del yo

El experimento sobre las discrepancias del yo llevaba por título Self discrepancies and emotional vulnerability: How magnitude, accessibility and type of discrepancy influence affect y fue publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, en 1986. Fue dirigido por Higgins, quien estuvo acompañado por R. N. Bond, R. Klein y T. Strauman.

La pregunta que guio la investigación fue: si una persona experimenta con frecuencia un contraste entre su yo real, su yo ideal y su yo responsable, ¿esto repercutirá en su estado emocional? Con base en indagaciones previas, se formuló una hipótesis.

Esta señalaba que una discrepancia entre el yo real y el yo ideal, en el marco de una situación adversa, generaría un estado de abatimiento. Entre tanto, si la discrepancia se daba entre el yo real y el yo responsable, lo que se produciría sería un estado de ansiedad y nerviosismo o agitación. El experimento sobre las discrepancias del yo pretendía probar esto.

El trabajo de campo

Para realizar el experimento sobre las discrepancias del yo se trabajó con 93 voluntarios, todos ellos estudiantes de Introducción a la psicología, en la Universidad de Nueva York. Varias semanas antes del experimento, se les pidió que completaran un cuestionario. En este debían escribir diez rasgos asociados a cada uno de los tipos de yo. O sea, diez características de lo que eran (o creían ser), de lo que querían ser y de lo que pensaban que debían ser.

Con base en las respuestas de los cuestionarios se configuraron dos grupos. En uno quedaron aquellos que mostraban una alta discrepancia entre el yo real y el yo ideal, pero una baja discrepancia entre el yo real y el yo responsable. En el otro grupo quedaron los que presentaban baja discrepancia ente el yo real y el yo ideal, pero alta discrepancia entre el yo real y el yo responsable.

Ya en el experimento se les señalaron varias situaciones de la vida y se les pidió que expresaran cómo se sentían frente a ellas. Para ello se utilizó un instrumento llamado MAACL (Multiple Affect Adjective Checklist). Este contiene una lista de adjetivos emocionales, tanto positivos como negativos. Los voluntarios debían elegir aquellos que mejor describieran lo que sentían.

Después se les pidió que hicieran un ejercicio de escritura rápida. Tras esto, se les solicitó que imaginaran una situación: unos debían pensar en un acontecimiento positivo, como pasar la tarde con alguien que les gustaba u obtener una buena calificación.

Los otros debían pensar en un acontecimiento negativo: eran abandonados por su pareja u obtenían una mala nota. Finalmente, hacían un nuevo ejercicio de escritura rápida y completaban de nuevo el instrumento MAACL.

Los resultados

Los resultados del experimento sobre las discrepancias del yo corroboraron la hipótesis planteada al comienzo. En efecto, quienes tenían una alta discrepancia entre el yo real y el yo ideal mostraban un abatimiento significativo frente a todas las circunstancias adversas que se habían abordado en el experimento.

Por su parte, los que tenían alta discrepancia ente el yo real y el yo responsable exhibían señales de notoria agitación y ansiedad frente a las situaciones negativas. Por lo tanto, el autoconcepto sería decisivo en cómo una persona reacciona afectivamente ante una circunstancia adversa.

Los investigadores también encontraron que entre más elevado era el contraste entre el yo real y cada uno de los otros yo, más intensos eran los sentimientos de abatimiento y ansiedad, respectivamente. Se probó entonces que el autoconcepto es determinante y, por lo tanto, es fundamental abordarlo en los tratamientos terapéuticos.

sábado, 29 de octubre de 2022

Mucho de lo que atraes es mucho de lo que transmites

La llegada de malas noticias o de personas potencialmente tóxicas no puedes evitarla. Sin embargo, si aceptas que eso no puedes cambiarlo, podrás darte cuenta de que la mayoría de las circunstancias a las que tienes que enfrentar en el día a día dependen de la actitud que transmites al vivirlas. Así, recuerda que mucho de lo que atraes es mucho de lo que transmites.

Es decir, la predisposición que tengas para afrontar tu alrededor desde que despiertas es casi la parte más importante para condicionar lo que te sucede a lo largo de tu jornada. Es más, en el caso de levantarte con una actitud positiva observarás cómo parece que llegan a ti buenas noticias o simplemente que las horas que pasan son mucho menos duras.

Aquello que recibes está en tu mente

Absolutamente todo lo que sientes y razonas traspasa la piel y, de una forma u otra, se expande hacia fuera: lo que hay en tu mente automáticamente sale al exterior, voluntaria o involuntariamente. Esta es una ley que puede jugar a favor o en contra, dependiendo que cuáles sean esas emociones, sentimientos y pensamientos que nos trasciendan.

En este sentido, cuando te encuentras decaído tu cuerpo lo nota y reacciona: se aprecia en el comportamiento, en el malestar físico, en la energía, etc. Si, por el contrario, en tu mente hay pensamientos positivos también tu cuerpo lo expresará en tu bienestar general.

Tanto de una forma u otra, es algo que proyecta sobre el espacio y las personas que te rodean y a su vez configura tu estilo de afrontamiento. En otras palabras, pasamos por el filtro de nuestra actitud mental todo aquello que nos llega: la magnitud de un acontecimiento está ligada al poder que le otorgamos sobre nosotros mediante la interpretación que hacemos del mismo.

Si llevas el sol dentro, sabrás secar la lluvia

Si practicas el optimismo y consigues tomarte lo que te sucede de una manera más ligera, es probable que atraigas vibraciones positivas. En cierta medida, si lo piensas bien te darás cuenta de que gastas muchas fuerzas quejándote de sucesos insignificantes. Lo mismo ocurre con esas pequeñas cosas pasajeras sobre las que pensamos tener mala suerte y nos maldecimos durante horas.

Si llevas el sol dentro sabrás cómo secarte el agua de la lluvia. Si te propones mostrar buen rollo, sabrás alejar aquello que es tóxico para ti. Si transmites calor, simpatía, bondad, amabilidad, entre otras muchas cosas, recogerás lo mismo a tu alrededor; y, en el caso de que no sea así, verás el camino a seguir para que no te afecten.

Dado que no podemos controlar todo lo que nos pasa, la clave es actuar con inteligencia a la hora de interpretarlo y no darle demasiada importancia a lo que no la tiene. Brillar para que brillen contigo, saber que la sonrisa protege de la tristeza, buscar la manera de quitarse piedras y no de construir una muralla con ellas.

Permítete lo que te mereces

¿Cómo se consigue todo esto? Pues bien, permitiéndote lo que te mereces. No seas de esas personas que están abonadas al ejercicio de masoquismo de rechazar lo que la fortuna les concede. Lo hacen pensando que quizás de esa manera la desgracia tampoco les llame. Esta es una ley ilusoria que está asociado a un concepto de justicia igual de ilusorio. Lo cierto es que por mucho que le des la espalda a la fortuna, la desdicha se va a fijar en ti de la misma manera.

Reflexiona para buscar y reconocer qué necesitas en tu vida. Descifrar esto te ayudará a aprender que el primer paso es una buena actitud: no te niegues lo que te mereces, no te limites, no te asustes. Esta es la mejor manera de cuidar de ti mismo y de canalizar a tu favor lo que recibes.

viernes, 28 de octubre de 2022

¿Conoces la evolución cultural?

La evolución es un hecho. Tal es el caso de los organismos vivos. Sin embargo, las culturas se comportan también como organismos vivos, en constante evolución y movimiento. La evolución cultural trata sobre el estudio científico de esos cambios.

Todos hemos oído hablar alguna vez de la evolución. Palabra que seguramente nos lleve a pensar en Charles Darwin y su obra “El origen de las especies”. Su propuesta era que existía una evolución biológica a través de la selección natural. No obstante, este no es el único tipo de evolución existente. Los humanos también cambiamos debido a la evolución cultural.

La cultura se puede definir como el desarrollo de los usos, costumbres, religiones, valores, organización social, tecnología, leyes, lenguajes, artefactos, herramientas, transportes, que se desarrollan por la acumulación y transmisión de conocimientos para la mejor adaptación al medio ambiente. La evolución cultural, por su parte, es la transformación a lo largo del tiempo de elementos culturales de una sociedad, los cuales también cambian a las personas.

Adaptación cultural

Con la cultura se desarrolló la capacidad para transmitir conocimientos y habilidades. De esta manera, fue posible el surgimiento de una tecnología más refinada. Gracias a la evolución cultural, el proceso evolutivo se aceleró. Pero la evolución cultural necesita de dos habilidades para que se pueda desarrollar. Estas son el aprendizaje social y la teoría de la mente.

Aunque algunos animales parecen tener tradiciones culturales, estas no evolucionan ni mejoran con el tiempo. Esto no sucederá a menos que estos animales adquieran la teoría de la mente y el aprendizaje social. Por el contrario, las sociedades humanas, por medio de la adaptación cultural acumulativa, se desarrollan y evolucionan gradualmente.

A medida que las personas se imitan unas a otras, eligen y modifican las tecnologías existentes a la vez que almacenan conocimientos y habilidades. El resultado de todos estos procesos es una cultura variada y compleja.

Teoría de la mente y aprendizaje social

La teoría de la mente es la capacidad de atribuir pensamientos e intenciones a otras personas. Esta capacidad se adquiere sobre los 6 años y es común a los humanos. La teoría de la mente nos permite saber que las otras personas también piensan y, por tanto, también tienen intenciones. Esto es lo que nos facilita tener creencias en común y nos permite desarrollar la cultura.

A la vez, los humanos transmitimos la cultura. Cuando hablamos con alguien sobre nuestra religión y le mostramos los ritos sagrados de esta, estamos transmitiendo nuestra cultura. Mediante el aprendizaje social imitamos y aprendemos de lo que vemos. Por ejemplo, contaba Carl Sagan que en Japón los cangrejos tenían la forma de la máscara de un samurái. Esto se debía a que durante generaciones los cangrejos que presentaban esta forma no se pescaban. Una cultura que adoraba a los samuráis contribuyó a que, mediante el aprendizaje social, las personas dejaran libres a estos cangrejos y pescaran a los demás.

Teorías de la evolución cultural

Las teorías que intentan predecir la evolución cultural introducen una clasificación que proviene de Karl Marx. Esta clasificación divide los diferentes aspectos de la cultura en tres partes: infraestructura, estructura y superestructura. De este modo, todos los aspectos de la cultura se clasifican en cada uno de estos tres niveles.
  • La infraestructura engloba los aspectos más materiales o relacionados con la tecnología, los medios de producción y los recursos naturales o humanos que la sociedad usa en su actividad económica y social. Los cambios en la infraestructura son difíciles de prever. Estos dependen de los avances tecnológicos, el desarrollo económico y los cambios en la economía. Los cambios en los otros niveles van a afectar a la infraestructura.
  • En la estructura se encuentran la organización de tareas y las funciones sociales. En este nivel también hayamos el sistema jerárquico y de poder, además de las reglas que regulan las relaciones entre los individuos. Los cambios en este nivel tienen una gran incidencia en la infraestructura y viceversa. Por ejemplo, la incorporación masiva de mujeres occidentales al mercado laboral al aparecer un número elevado de puestos de trabajo en el sector servicios. Este cambio en la infraestructura hizo que las relaciones sociales cambiaran.
  • La superestructura engloba los aspectos inmateriales e ideales. Algunos de estos son las creencias religiosas, los valores morales y la “alta cultura”, como la pintura, la arquitectura, la música, la literatura o el cine. Los cambios a este nivel suelen ser en los valores y creencias. Estos, cuando cambian, lo suelen hacer para justificar el orden social imperante. Por ejemplo, la incorporación de las mujeres al mercado laboral se asoció a un aumento del prestigio de la mujer asalariada que trabaja fuera de casa y aporta ingresos económicos al hogar.
Ejemplo de evolución cultural

Las culturas tratan de adaptarse al contexto que les toca vivir. De acuerdo con materialismo cultural, enfoque de investigación creado por Marvin Harris, los cambios en la infraestructura, más concretamente el modo de producción o la tecnología, son los que hacen que aparezcan nuevos factores culturales que cambian la estructura y la superestructura. A pesar de esto, los tres niveles están interrelacionados y los cambios en uno de ellos pueden afectar a los otros niveles, aunque a de forma más sutil.

Uno de los cambios culturales interpretados desde la evolución cultural es el referente al abandono del canibalismo. El canibalismo, práctica cultural, surgió en algunas sociedades como subproducto de la práctica de la guerra.

Pero con el desarrollo de los Estados e Imperios, el objetivo de la guerra deja de ser la destrucción del enemigo. Los prisioneros de guerra pueden contribuir a la expansión estatal, por lo que el canibalismo desaparece. Los cambios en la infraestructura, el paso de tribu a Estado, hacen que la estructura cambie y se abandone el canibalismo.

jueves, 27 de octubre de 2022

A veces, la tristeza también se expresa con mal humor

Hay momentos en que la ilusión se tiñe de pesimismo y el mal humor se convierte entonces en ese compañero incómodo que todo lo recubre con su sabor amargo. La tristeza tiende a emborronar nuestras emociones positivas para afilarlas en forma de apatía crónica, en un malestar prolongado tras el cual se esconde en realidad una depresión.

El trastorno distímico afecta a casi un 5% de la población. Ahora bien, sus síntomas suelen ser en ocasiones tan sutiles que nos acostumbramos a ver con normalidad ese mal humor persistente o esa apatía porque al fin y al cabo, aunque sea incómodo, nos permite seguir siendo funcionales.

Algo que debemos tener muy claro es que no todas las depresiones son iguales. Cada persona presenta una realidad particular que hay que saber atender e individualizar. No obstante, cuando hablamos de distimia, queda siempre muy claro que estamos ante ese perfil donde el desánimo y la amargura trazan un tipo de enfermedad muy concreta.

Distimia, un tipo de depresión muy sutil

Un aspecto que debemos dejar claro es que la tristeza, por sí misma, no es sinónimo de depresión. Ni el mal humor es siempre el reflejo del mal genio. Los trastornos depresivos se caracterizan por matices muy delicados, pero la distimia es un subtipo y posee a su vez unos rasgos propios que hay que tener en cuenta:
  • La persona distímica suele quejarse por casi cualquier cosa. Sufren un malestar crónico, una anhedonia que les impide poder disfrutar o encontrar el lado positivo de la vida.
  • Presentan falta de concentración y problemas de sueño.
  • Sufren alteraciones en el apetito: días de inapetencia o momentos de elevada ansiedad por comer.
  • Pueden mantener un desempeño laboral y profesional, pero su rendimiento suele ser bajo.
  • Sufren periodos de melancolía, de una tristeza encubierta que se refleja a su vez en un debilitamiento del sistema inmune, que deriva en una bajada de las defensas y en enfermedades.
  • A diferencia del resto de depresiones, la persona distímica es “funcional”, es decir mantiene sus responsabilidades y es autónoma pero sus relaciones interpersonales se ven afectadas.

Algo común que suele experimentar la persona con distimia es ver cómo su entorno también se vuelve “victimario”. El mal humor de las personas distímicas, lejos de comprenderse contamina al resto, y la gente elige poner distancia: alejarse. Poco a poco deriva en un círculo vicioso que eleva a aún más su insatisfacción y su soledad.

Cuando nuestro cerebro viste las tinieblas del mal humor

Tal y como nos explica el DSM-V (manual de diagnóstico de los trastornos mentales) el trastorno distímico suele mantenerse durante periodos de 2 años y tiene además un componente genético. De no tratarse, de no recibir el tratamiento adecuado, puede derivar en una depresión mayor.

Sabemos que no suele ser fácil sensibilizarnos con el “mal humor”, con ese familiar al que hemos etiquetado como “tóxico” solo porque critica todo lo que nos resulta positivo. En ocasiones, la distimia yace encubierta en las personas que tenemos más cerca y puede que hasta en nosotros mismos.

El problema del trastorno distímico es que a pesar de que sus síntomas son leves, suelen ser persistentes, y una vida dominada por la apatía, la melancolía y una frustración continua pierde su calidad y su brillo. Ahora bien, estas tinieblas que cubren nuestro cerebro pueden ser revertidas con el tratamiento adecuado.

Cómo afrontar la distimia

Es bueno tener en cuenta las siguientes aclaraciones en relación a la distimia:
  • Cuando nuestro cerebro se ve dominado por el mal humor lo que experimenta en realidad es una alteración de su química cerebral: le falta el “combustible” para experimentar emociones positivas.
  • Un cerebro malhumorado presenta disforia, es decir, irritabilidad, insatisfacción, ansiedad…Todo ello se debe a un desequilibrio en un neurotransmisor llamado dopamina, que puede reestablecerse mediante fármacos.
  • La distimia debe tratarse mediante medicación adecuada y psicoterapia. El apoyo de nuestro entorno y nuestra voluntad para sobrellevar esta enfermedad son también indispensables.
Algo a tener en cuenta es que, a pesar de que el trastorno distímico afecta por igual a hombres y a mujeres, son ellas las que suelen buscar apoyo y tratamiento al ser conscientes de que ese malestar, ese malhumor, altera demasiado su equilibrio personal.

Por ello, y como ocurre con el resto de trastornos, es importante mostrar sensibilidad e intuición. El mal humor no siempre “es un virus contagioso”. En ocasiones, tras esa máscara hay alguien que sufre y necesita apoyo, cercanía.


miércoles, 26 de octubre de 2022

Así manejan los budistas la crisis del coronavirus

Según el Dalai Lama, ante la crisis actual no basta con rezar, la pandemia es una «lección de responsabilidad universal» y todos debemos actuar siendo solidarios, aunando voluntades y esfuerzos. Solo así haremos frente a esta crisis humanitaria tan urgente.

El modo en que manejan los budistas la crisis del coronavirus no deja de ser una referencia que considerar. Aunque bien es cierto que esta práctica recurre básicamente al aspecto espiritual, el enfoque que utilizan a día de hoy resulta muy efectivo para reducir el efecto del estrés y la ansiedad, preocupándose a su vez, por el bienestar psicológico del prójimo.

No hace mucho que se pronunció el Dalai Lama pidiendo una respuesta mundial coordinada. Desde que cancelara todos sus compromisos el pasado 12 de febrero, se encuentra retirado pero recurriendo de manera periódica a las redes sociales para dejar algún que otro mensaje. El líder espiritual tibetano enfatizó no hace mucho algo relevante: ahora mismo no basta solo con rezar.

Según sus propias palabras, los rezos no siempre sirven para conseguir la paz mental. Tampoco los buenos deseos lograrán que la enfermedad desaparezca de nuestro mundo. Es momento, según el Dalai Lama, de establecer adecuadas medidas preventivas y tomar plena conciencia de que para salir de esta crisis, se necesitan aunar esfuerzos mundiales.

La solución pasa por promover “un espíritu de solidaridad y cooperación conjunta”, insiste el líder espiritual. Solo así, hallaremos una vacuna y se garantizará a su vez, las necesidades esenciales de las personas más necesitadas.

¿Cómo manejan los budistas la crisis del coronavirus?

Sabemos que el budismo se inició en el siglo VI a. C y que a día de hoy, hay tres escuelas principales que la representan: theravāda, mahāyāna y vajrayāna. Es también una de las religiones más antiguas y de las más extendidas y practicadas. Ahora bien, algo que resulta interesante es el hecho de cómo se ha ido adaptando a los contextos sociales y culturales.

El mundo moderno y en especial, occidente, ha integrado muchas de sus principios, hasta el punto de que en ocasiones vemos el budismo más como un tipo de filosofía y no como una religión. Asimismo, el campo de la psicología también se ha interesado por este campo de manera casi recurrente. Ejemplo de ello son las colaboraciones entre Daniel Goleman y el Dalai Lama.

El libro Una fuerza para el bien fue el resultado de esa interesante colaboración entre ambas figuras. Un trabajo enfocado básicamente en analizar cómo la meditación, la compasión o la bondad pueden cambiar nuestra sociedad y proporcionar bienestar al ser humano.

Sabemos, por tanto, que esta antigua religión proporciona a mucha gente una visión inspiradora, esa desde la cual, favorecer su propia transformación y a su vez, dar forma a un mundo más humano, más solidario y consciente.

Descubrir cómo manejan los budistas la crisis del coronavirus no solo es interesante. También nos puede facilitar una perspectiva a seguir. Veámosla.

El cuidado de la salud y la protección de los más desfavorecidos, algo prioritario

El propio Dalai y los monjes del Tíbet iniciaron el confinamiento mucho antes que otros países. A mediados de febrero dejaron de ofrecer actos públicos para iniciar la reclusión y el aislamiento. Asimismo, dentro de las tradiciones budistas, la atención a la protección de la salud, así como los rituales de curación y protección están bien arraigados.

Esto se traduce en el énfasis del uso de mascarillas y pantallas protectoras, cuidar la higiene y evitar las reuniones y el contacto social. Por otro lado, algo que saben también los monjes budistas, es que son muchas las personas que no pueden realizar confinamientos y que a menudo prefieren arriesgarse a sufrir la enfermedad que a dejar de trabajar. Quedarse en casa, supone en muchos casos, morir de hambre.

De ahí que el Dalai Lama insista: no nos basta con rezar por quien sufre. Necesitamos una respuesta global combinada para detener la pandemia y a su vez, para dar respuesta a quien lo está perdiendo todo.

Meditación y visualización para reducir el estrés

El modo en que manejan los budistas la crisis del coronavirus pasa sin duda por los rezos, la meditación y las estrategias de visualización. Algo que saben bien los monjes y que declaran a través de su líder espiritual es que aunque las oraciones no sean la respuesta ni la solución a estos momentos de dificultad son un vehículo para infundir en el corazón de las personas confianza, equilibrio y esperanza.

Un ejemplo, en el Tíbet recitan mantras a Tārā, una diosa femenina asociada con la compasión y el bienestar con el fin de obtener su protección. Asimismo, los practicantes de Vajrayāna hacen uso de los ejercicios de visualización, una estrategia para conectar también con las deidades, sentir su calma y pedirles su cercanía y energía para favorecer la resolución de la actual crisis.

La meditación, además, se alza como ese recurso que trasciende incluso a la religión budista. El propio mindfulness se ha integrado en el campo de la psicología como un adecuado ejercicio para reducir el estrés y la ansiedad, entrenar en enfoque mental y favorecer el manejo de las emociones.

El modo en que manejan los budistas la crisis del coronavirus incluye las prácticas de meditación diarias como un modo más que idóneo de reducir la preocupación, de sintonizar cuerpo y mente hacia un punto de necesario equilibrio y bienestar. Ahora mismo, es lo que más necesitamos.

Para concluir, más allá incluso de si conectamos con el budismo, de si estamos o no de acuerdo con su fe, el modo en que afrontan la situación actual no deja de ser inspiradora. Nunca está demás, si lo deseamos, aplicar alguno de estos enfoques.

martes, 25 de octubre de 2022

La psicología del déspota: la maldad en los líderes políticos

Hay líderes políticos de nuestra actualidad que ejercen su despotismo autoritario motivados por lo que Erich Fromm llamó narcisismo maligno. Solo importan sus propósitos, sus intereses y no se muestran indiferentes ante las consecuencias de los medios que emplean para conseguir sus objetivos.

La psicología del déspota se nutre de un deseo ilimitado de poder. Busca la obediencia ciega de los demás para sus propósitos, y en sus mentes maquiavélicas y huecas de empatía no existen los principios éticos, y aún menos morales. Solo importan sus deseos, sus ansias de grandeza, acumular mayor estatus y preservar un liderazgo absoluto que no duda en ejercer la violencia.

Este tipo de personalidades, frías como el acero, siempre han existido. Recordemos a Erich Fromm cuando nos habló del narcisismo maligno en 1964. En un intento por definir la quinta esencia del mal, el destacado psicólogo social de origen judío hizo un análisis de cómo eran esas figuras que abocaron a la sociedad a una Segunda Guerra Mundial.

Ese comportamiento grandilocuente, hostil y antisocial conforma una serie de rasgos conocidos en más de un líder político de nuestra actualidad.

Características de la psicología del déspota

Decía Mario Benedetti que los tiranos y los déspotas suelen tener la mala costumbre de invadir y matar. Es una evidencia. Son personas autocráticas que rara vez ven límite alguno a su autoridad y para ello, no dudan en sobrepasar los límites y libertades de los demás.

La psicología del déspota nos dice que este comportamiento se define básicamente por tratar de imponer sobre los demás un pensamiento único. Solo importa la propia voluntad, los propios argumentos y se busca que los demás los asuman a cualquier coste, aunque el medio para lograrlo sea la violencia. Esa ansia de poder absoluto y los mecanismos instrumentales para ejercerlo les acerca en algunos casos hacia la megalomanía psicopática.

Expertos en este tema, como el doctor Manfred F.R. Kets de Vries, psicoanalista holandés experto en liderazgo, realizó un interesante trabajo en el 2006 orientado a comprender los regímenes despóticos. Algo que especificó es que son figuras expertas en ejercer el miedo. No solo generan sufrimiento, sino que rompen el tejido moral de una sociedad. El impacto es indudable y, por término medio, siguen el patrón que ahora analizaremos.

Expanden su poder a través de la corrupción

La psicología del déspota nos dice que para alcanzar el poder absoluto se valen de un instrumento claro: la corrupción. No dudan en socavar los principios democráticos de una sociedad para obtener beneficio, y además, imponer sus ideas en un territorio. Además de obtener ganancias económicas desorbitadas, no dudan en chantajear, amenazar e instaurar una dictadura del miedo.

Hacen favores y concesiones para ganarse la admiración de los demás

El déspota conoce muy bien cómo funciona el juego del poder. Necesita granjearse la admiración de la población y para ello no duda en usar su carisma mediante pequeñas concesiones. Puede ofrecer reducciones de impuestos u otros beneficios sociales, y cómo no, dominar los medios de televisión para entretener y captar así a las masas y justificar su autoridad.

El objetivo no es otro que acumular poder manipulando mentes,  corazones y voluntades de sus seguidores.

Buscan aliados poderosos

El poder no se sustenta de manera indefinida solo con la admiración o el sometimiento de las masas. Se necesitan aliados, lo que este tipo de personalidades manejan con eficacia. La psicología del déspota nos recuerda que los tiranos se apoyan en otros tiranos, también en figuras poderosas de toda sociedad: millonarios, empresarios, mafiosos…

Crean una ideología para justificar tus actos

La historia nos recuerda que muchos líderes psicopáticos y megalomaníacos han dado forma a una ideología, o incluso han inventado una religión para legitimar su poder y sus actos. A menudo, se camuflan mediante unas siglas políticas concretas para captar más seguidores o dar una falsa apariencia de heroísmo.

Sin embargo, esas ideologías siempre revelan un mismo fin: servir de salvadores para crear un país más grande, más fuerte y más unido. Son los supuestos adalides del bien, héroes que liberan pueblos sometidos y combaten (supuestamente) el fascismo…

Elimina a tus opositores y tu poder se mantendrá indemne

Es la regla de oro para todo déspota que busque prolongar su posición: elimina a tus opositores y sobrevivirás más tiempo. No pueden permitirse que existan voces contrarias a sus principios, a sus argumentos y propósitos. El déspota no deja espacio al que piensa diferente, es más, evitará por todos los medios que la gente desarrolle el pensamiento crítico,

La prensa libre no existe y se silencia a todo aquel con voz propia y osa expresar opiniones opuestas al tirano. Para ello, no dudará en aplicar mecanismos sancionadores y, por supuesto, violentos. El imperio del miedo soterrado es una constante donde erige su autoridad el líder despótico.

Para concluir, un aspecto que acompaña a estas personalidades es la idea de que están en este mundo para cumplir un fin. Esa megalomanía articula un comportamiento frío, maquiavélico y sagaz que no duda en socavar todo derecho ajeno. Son presencias de notable oscuridad que siempre habitarán en nuestras sociedades…

lunes, 24 de octubre de 2022

Cómo decirle a mi pareja que no soy feliz

¿Te sientes infeliz ahora mismo? ¿Piensas que el origen está en tu relación de pareja actual? Tal vez sea el momento de hablar con esa persona.

“¿Cómo decirle a mi pareja que no soy feliz? ¿Cómo explicarle que hay algo que falla y lo único que siento es estrés y presión?”. Quién más y quién menos se ha visto en una tesitura semejante en el plano relacional y afectivo. Porque a veces lo que empezó siendo casi un cuento de hadas, deriva en una situación de estancamiento y hasta desilusión que cuesta manejar o afrontar.

Más allá del amor está sin duda el tipo de relación que construimos. No importa cuánto amemos a esa persona tan especial, lo más importante es el vínculo, la calidad del trato, la comunicación, el cuidado, la reciprocidad… Sabemos que hay muchos factores que oxigenan y nutren esa alianza, pero hay otros que pueden ir consumiéndola.

Darse cuenta de que uno es infeliz no es algo que acontezca de un día para otro. Es un proceso lento que se macera con las decepciones, las expectativas truncadas, las rutinas que ahogan ilusiones, las desesperanzas… Al principio no se termina de asumir esa sensación indefinible que opaca el ánimo, hasta que finalmente ya no hay vuelta atrás. Hay que actuar.

Revelar al ser amado nuestra infelicidad es algo prioritario. No podemos seguir engañándonos a nosotros mismos, y tampoco a la otra persona.

Estrategias para decir a tu pareja que no eres feliz

Decía la escritora Sylvia Plath, que en un momento puntual de su vida sintió cómo sus pulmones se insuflaban con una avalancha de aire, árboles, montañas y gente. Dio por sentado que eso, y no otro, era la felicidad. Es como respirar de manera intensa, revulsiva y profunda. Por el contrario, la infelicidad es falta de aliento y pesadumbre.

Cuando en una relación de pareja se instala la falta de ilusión, motivación y vitalidad en uno de sus miembros es motivo de preocupación. Al fin y al cabo, se supone que el amor es, por encima de todo, experimentar felicidad, armonía y satisfacción. ¿Qué pasa cuando uno de los dos no lo siente? ¿Cómo decirle a la otra pareja que no nos sentimos felices?

Es importante aclarar que ninguna relación es un camino de rosas permanente ni se experimenta armonía 24 horas al día, 7 días por semana. Hay baches, hay discusiones, problemas y desencantos. Sin embargo, que suceda esto no es signo ineludible de que ese vínculo va a romperse. Es muestra evidente de que hay algo que debemos afrontar e intentar solucionar.

Veamos qué pautas deberíamos tener en cuenta en caso de que nos veamos en esta situación.

1. Reflexiona: ¿por qué eres infeliz? ¿Qué te ha llevado hasta esa situación?

Antes de compartir con tu pareja esa realidad emocional, reflexiona. ¿Qué ha estado pasando para que te sientas de esa manera? Es necesario clarificar qué ha desencadenado esa sensación. Conocer el origen nos permitirá comprender las causas y pensar en las estrategias de afrontamiento. Para ello, intenta responder a estas cuestiones:
  • ¿Cuándo comencé a sentirme así?
  • ¿Qué situaciones intensifican o reducen esta sensación de infelicidad?
  • ¿Qué es lo que podría solucionar esta falta de bienestar y de ilusión?
Es posible que la causa de nuestro malestar no esté en la propia relación, sino en otro contexto. Hay realidades sociales y psicológicas que pueden orquestar esa sensación, tales como el trabajo o la falta de él, problemas personales o existenciales, la falta de autoestima, el peso de traumas del pasado, etc.

2. Céntrate en tus sentimientos y expón lo que sientes sin proyectar culpas

¿Cómo decirle a mi pareja que no soy feliz? Bien, dimensiones como la sinceridad, la asertividad y hacer uso de la primera persona para explicar qué sientes son decisivas. Utiliza frases que empiecen con un “yo creo, yo siento, yo quiero”.

Es importante en todos los casos no culpabilizar. Evita expresiones como “es que tú solo piensas en ti”. Es mejor empezar este diálogo exponiendo con claridad nuestra realidad personal y cómo nos sentimos.

3. Promueve la escucha empática y prepárate para la reacción de la otra persona

La doctora Diana R. Garland, de la Universidad de Louisville, realizó un trabajo de investigación sobre los beneficios de entrenar a las parejas en una competencia muy concreta: la escucha activa y empática. Pocas dimensiones vertebran de manera tan saludable una relación como el saber escuchar al otro.

De este modo, es prioritario que tu pareja sea capaz de atenderte y de comprender tu realidad personal. Ten presente que pocas cosas pueden recibirse de manera tan preocupante como este hecho. Que el ser amado nos revele que no es feliz es altamente doloroso y preocupante.

Por ello, también debes estar preparado para su reacción. Escuchar lo que esa persona tenga que decirnte también es decisivo.

4. Prepárate para el cambio

La infelicidad puede ser origen de un problema personal, como el desempleo, una depresión latente, un trauma no resuelto, etc. Uno puede mantener una relación de pareja, amar a la otra persona, pero no ser feliz por causas ajenas a ese vínculo. Estas situaciones se dan con excesiva frecuencia y hay que saber abordar.

En los momentos complicados es más necesario que nunca contar con el apoyo de la pareja. Y tengámoslo presente, el amor auténtico no es otra cosa que el compromiso mutuo en cualquier reto y circunstancia. Es esa capacidad de respuesta activa y auténtica a las necesidades de la otra persona lo que permite resolver cualquier desafío o problema.

Poner fin con madurez

Por último y no menos evidente: la infelicidad en buena parte de los casos tiene como origen el desamor. Los sentimientos se desgastan, se apagan y también se desvanecen. Si es nuestro caso, no alarguemos situaciones imposibles. No esperemos al “a ver qué pasa, a ver si la otra persona cambia, o es posible que pase algo y vuelva a quererlo”.

Cuando surgen la desilusión y la falta de afecto, el hecho de alargar la relación puede dar paso al desprecio, a más discusiones, a las traiciones y vivencias poco agradables.

Evitémoslo, actuemos con madurez y demos fin a esa relación dejando claro el motivo. Hacerlo, expresar con claridad que hemos dejado de amar al otro, evitará que se alberguen falsas esperanzas.

La infelicidad siempre tiene un origen que debemos clarificar. Saber responder ante lo que nos pasa, nos permitirá actuar ante las circunstancias que lo orquestan para recuperar nuestro bienestar.

domingo, 23 de octubre de 2022

Cómo trabajar las habilidades sociales en adolescentes

Las habilidades sociales son un aspecto fundamental para crear y mantener relaciones. Por ello, son un elemento clave que los adolescentes deben desarrollar.

Las habilidades sociales se definen como nuestra capacidad para aplicar un cierto número de reglas sociales que facilitan las interacciones con los demás.

Por tanto, adquirir habilidades sociales en la adolescencia aumenta el potencial adaptativo en la vida adulta. De hecho, supone la diferencia entre el malestar y el bienestar psicológico en una muchas situaciones.

Ahora bien, en la actualidad, la mayoría de los adolescentes no han tenido buena parte de la experiencia social directa que sí han tenido otras generaciones. Las pantallas y también una pandemia han dificultado el desarrollo de este tipo de habilidades, lo que tiene como consecuencia la desconexión con los demás y la creencia por parte de muchos adultos de que los jóvenes no tienen respeto ni educación.

La enseñanza de estas habilidades es básica para hacer sentir bien a los demás. No hay nada más equivocado que considerar que la amabilidad o el respeto están “pasados de moda”. Al fin y al cabo, a todo el mundo le gusta ser bien tratado y cuanto antes se aprenda, más feliz será y hará a los demás.

Por ello, a continuación haremos un recorrido por las habilidades sociales más importantes para trabajar con los adolescentes.

1. Desarrollar la autoconciencia emocional

La autoconciencia emocional es la capacidad básica para comprender nuestros propios procesos internos y para relacionarnos adecuadamente con los demás. En este contexto, la conciencia emocional es la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y es la base de la inteligencia emocional y las habilidades sociales.

Para trabajarla con adolescentes, se puede realizar una actividad en la que se les pone en contacto con ocho emociones, creando conciencia en cómo se manifiesta una emoción en particular y cómo afecta a su vida. Este ejercicio se basa en los principios de la arteterapia y se realiza de forma individual. Sin embargo, también se puede practicar en grupo. Es necesario un papel blanco y rotuladores de colores.

Instrucción

Pide a un adolescente que dibuje un círculo y lo divida en ocho porciones de un pastel. Luego, tiene que dedicar cada una de ellas a una emoción, dándoles un color o una imagen que coincida con su idea de lo que significa la emoción para él.

Si un adolescente tiene problemas para pensar en ocho emociones, puedes ayudarlo, pero nunca elegir en lugar de él. No presiones si no puede llegar a ocho. Trabaja con lo que él logre presentar.

Después de que el adolescente haya terminado con el dibujo, hay que iniciar un diálogo con él. ¿Qué significa cada imagen para ti?, ¿qué te hizo elegir esos colores en particular?, ¿en qué momento de tu vida experimentas esta emoción?, ¿qué emoción es dominante para ti hoy en día?, ¿qué emoción es la más difícil de manejar? Y así.

En el caso de que el adolescente tenga problemas para relacionarse con sus emociones, puede usar la rueda de emociones de Plutchik como apoyo para empezar a relacionarse de otra forma con su esfera emocional.

2. Hacer contacto visual

Hacer contacto visual con los demás es una de las habilidades sociales más importantes, pero muchos adolescentes suelen evitarlo. Distracciones telefónicas, timidez, indiferencia, baja autoestima o tal vez algún complejo… Son muchas las razones que pueden hacer que los adolescentes no miren a los demás a los ojos.

El objetivo es lograr que establezcan un contacto agradable -aunque sea breve-. Una regla es la del 50/70: tratar de mantener el contacto visual el 50 % del tiempo cuando habla y el 70 % del tiempo cuando escucha.

3. Practicar lo que le interesa

Disfrutar de los demás será más natural cuando un adolescente está haciendo algo que le interese genuinamente. Ya sea participar en su deporte favorito, tocar un instrumento que le guste o ser parte de un club que le guste, este es el primer paso para construir habilidades sociales.

De manera que indagar con él en cuáles son sus aficiones favoritas o en qué le gustaría desarrollarse o aprender puede ser de gran ayuda para identificar aquello que le interesa y motivarlo para que comience a practicarlo. 

4. Aprender a escuchar

La mayoría de los adolescentes no son buenos a la hora de escuchar, ya que lo más probable es que nadie les haya enseñado. Lo que han aprendido es que escuchar consiste básicamente en prestar atención de forma pasiva el tiempo suficiente hasta que puedan volver a la conversación o a su teléfono.

Actividad para reflexionar sobre la escucha

Si eres educador o profesor, puedes hacer esta actividad:

Pide a todos los participantes que se sienten en círculo. La primera persona comienza a contar una historia (lo que quiera). Después de 3 a 5 oraciones, diga “parar” y elija al azar a otro participante para continuar. Esta persona ahora tiene que repetir la última oración dicha y luego continuar inventando la historia.

Si no puede repetir correctamente la última oración después de cinco segundos, está descalificado. El juego continúa con las mismas reglas y el ganador es la última persona que queda después de que todos los demás hayan sido descalificados.

Luego, pide a los participantes que reflexionen sobre el juego. ¿Cuándo y cómo se distrajo su atención?, ¿qué les ayudó a concentrarse y recordar la oración anterior?

5. Practicar la asertividad

La asertividad se caracteriza por la capacidad de expresar de forma directa y segura nuestra opinión, nuestros sentimientos o nuestras actitudes genuinas, de manera que se respeten los derechos de los demás y las circunstancias sociales.

Quizás el punto más importante es asegurarles a los adolescentes que está bien reclamar sus derechos y pedir, iniciar, expresar sus opiniones y sentimientos. Que está bien decir NO a otras personas de forma respetuosa.

Actividades

Para trabajarla, se pueden crear una lista de desafíos sociales teniendo en cuenta la edad o las necesidades sociales del adolescente. Los desafíos se pueden escribir/imprimir en tarjetas separadas y se pueden practicar una vez por semana o según el horario que se acuerde.

Algunos ejemplos de desafíos sociales son los siguientes:
  • Hacer un cumplido honesto a alguien.
  • Aprender dos cosas nuevas sobre alguien de clase.
  • Compartir con un amigo lo que se ha estado pensando últimamente.
  • Llama al servicio de atención al cliente de una tienda favorita y pedir información sobre algún producto.
  • Decir a un mejor amigo lo que le gusta de él.
  • Pedir a un maestro (o a un entrenador) que aclare una tarea que no se entendió por completo.
Después de completar la tarea, es importante discutir con el adolescente cómo le hizo sentir el desafío en particular. ¿Lo encontró fácil, difícil, incómodo o algo más? ¿Cuáles podrían ser formas alternativas de preguntar, de expresar? ¿Cómo reaccionaron los demás?

Como hemos visto, es posible trabajar las habilidades sociales con los adolescentes de diferentes formas. Lo importante es hacerlo y no dejarlo en el olvido y más en este momento en el que el desarrollo de la identidad y los vínculos sociales tienen gran relevancia.

sábado, 22 de octubre de 2022

Mary Cover Jones, una pionera del conductismo

Mary Cover Jones fue una de las figuras más importantes de la escuela conductista y una intelectual rigurosa y prolífica que dejó un valioso legado.

Mary Cover Jones es considerada como “la madre” del conductismo y una de las psicólogas más importantes de la historia. Trabajó con el “padre del conductismo” John B. Watson. Fue una combinación muy fértil que escribió para los dos una página brillante en la psicología.

El mayor aporte de Mary Cover Jones se produjo en el campo de la psicología infantil. Se enfocó en el estudio de las fobias en los niños, así como en las reacciones de miedo y trastornos de ansiedad en la infancia. Buena parte de sus contribuciones, más o menos actualizadas, permanecen vigentes.

Quizás el mayor aporte de Mary Cover Jones a la psicología fue la técnica de la desensibilización sistemática (DS), que desarrolló con Watson. Lo más interesante de todo es sus tesis nacieron y fueron apoyadas por diferentes experimentos.

Mary Cover Jones, la pionera

Mary Cover Jones nació el 1 de septiembre de 1897 en Johnstown (Pensilvania, Estados Unidos). Estudio psicología en el Vassar College, uno de los pocos centros por los que las mujeres podían acceder a una educación superior. En 1919, año en el que se graduaría, asistió a una conferencia de John Watson sobre las fobias.

En aquel entonces, Watson era la estrella de la escuela predominante en psicología, la conductista. En su conferencia, expuso el famoso y controvertido caso del pequeño Albert. Un niño al que, utilizando condicionamiento clásico, se le había inducido una fobia. El relato tuvo un gran impacto en nuestra protagonista, hasta el punto de querer enfocar su futuro profesional por ese camino.

Para lograrlo, iría a la Universidad de Columbia, postgraduándose en 1920. Meses después empezaría a trabajar directamente con John Watson. Así mismo, se casó con uno de sus compañeros, Harold Jones. Apenas tres años después, ocuparía el puesto de investigadora asociada en el Instituto de Investigación Educativa del Columbia University Teachers’ College.

El famoso caso del pequeño Peter

El experimento del pequeño Albert generó muchos interrogantes en Mary Cover Jones. Se preguntaba si las técnicas utilizadas por Watson servirían para realizar un proceso inverso, es decir, para lograr que un niño dejara de temerle al objeto que le generaba fobia. Así nació el experimento del pequeño Peter.

El experimento se llevó a cabo en la Universidad de Columbia con un niño de 3 años llamado Peter. El pequeño experimentaba un miedo intenso e irracional hacia los conejos. Lo que hizo Mary Cover Jones fue combinar el estímulo que causaba fobia (el conejo) con un estímulo que fuera agradable y placentero para el niño (dulces).

Tuvo que realizar varios intentos para conseguir que el pequeño aprendiera la asociación y obtener, con este aprendizaje, el efecto deseado. Peter no solo temía a los conejos, sino a cualquier objeto que los recordara, como pieles, plumas, alfombras y algodón.

La técnica que finalmente funcionó consistió en exponer al pequeño a la presencia del conejo a distancias en las que su presencia le generara ansiedad, pero sin llegar a ser incapacitante. De esta manera, el niño aprendía que a esa distancia no pasaba nada y podía pasar a tolerar una más cercana.

El procedimiento funcionó y al final, el pequeño Peter fue capaz de tocar el conejo sin llorar. De hecho, permitió que el animal le mordisqueara los dedos. Tras este logro, Mary Cover Jones publicó un famoso artículo llamado Un estudio de laboratorio del miedo: el caso de Peter. Aunque en su momento no fue muy valorado, hoy en día sigue siendo la clave de muchas intervenciones.

Un legado valioso

El caso Peter es quizás el más simbólico, pero la carrera de Mary Cover Jones está llena de muchos más. Varios de sus estudios sobre la maduración temprana y tardía de los niños y adolescentes siguen siendo citadas en investigaciones actuales.

Otro de sus trabajos famosos fue el Estudio de crecimiento de Oakland. Con él se terminaría de consagrar como una autoridad en el campo de la psicología evolutiva.

Realizó varios de sus trabajos en compañía de su esposo, también psicólogo. Incluso con él produjo el que se considera el primer programa de televisión educativa en psicología infantil, en 1952.

Mary Cover Jones murió en Santa Bárbara (California, Estados Unidos), el 22 de julio de 1987, a los 89 años. Llegó a ser presidenta de la División 35 de la Asociación Americana de Psicología (APA), un cargo destinado solo a las mejores. Así mismo, en 1968 recibió el premio G. Stanley Hall, de la APA. Su legado fue uno de los más valiosos del siglo XX.

viernes, 21 de octubre de 2022

Integridad emocional en la pareja: ¿en qué consiste?

Más allá de la inteligencia emocional, está la integridad emocional. Se trata de una dimensión decisiva para construir relaciones de pareja felices y duraderas.

La integridad emocional en la pareja tiene que ver con la honestidad, la capacidad de relacionarnos con el ser amado de manera respetuosa, la sinceridad y la plenitud. Esa firme adhesión al reconocimiento de los sentimientos del otro, sin juzgar sabiendo además controlar los propios egoísmos traza un vínculo maduro y satisfactorio.

Desafortunadamente, son muchas las personas que carecen de esta dimensión o que la ejercen de manera esporádica. Sabemos que la integridad tiene que ver con la capacidad de actuar de manera correcta de acuerdo a unos valores. Íntegro es quien es respetuoso, sincero y hace el bien en cualquier circunstancia. Ahora, bien si llevamos esta práctica al campo emocional, la cosa varía un poco.

En este caso, esa forma honestidad tiene mucho que ver con la regulación emocional y con ese respeto más íntimo a uno mismo y, sobre todo, hacia quien tenemos en frente. Es validar necesidades ajenas, es saber lo que sentimos y expresarlo con valentía y respeto, aunque esas emociones sean dolorosas o complicadas.

Integridad emocional en la pareja: ¿la practicas?

Puede parecer contradictorio, pero podemos enamorarnos de una persona íntegra que, sin embargo, no práctica la integridad emocional. ¿Cómo se explica esto? Bien, en cierto modo una cosa no se relaciona con la otra. Alguien puede ser leal, disciplinado, congruente, respetuoso, noble y responsable. Sin embargo, cuando se siente herido, enfadado, frustrado o asustado, lo oculta.

Las personas tenemos una tendencia casi innata a esconder lo que sentimos. Esto, por curioso que resulte, se intensifica en muchas relaciones de pareja. Uno puede enfadarse de pronto por algo puntual y no decírselo al otro. Simplemente, “espera” a que este lo descubra. Hay quien rehúye las discusiones, quien no sabe manejar el estrés y lo proyecta en el ser amado…

Todo ello son muestras de conductas recurrentes e inmaduras en muchos vínculos afectivos. Uno puede ser esa persona brillante que en el plano social siempre hace lo correcto, pero en el ámbito de pareja actúa con una inteligencia emocional de un niño de 3 años. Veamos ahora en qué consiste saber practicar la integridad emocional.

Lo que sientes no puede determinar siempre tu comportamiento

La integridad emocional se relaciona de manera directa con el respeto y el autorrespeto. Si nos dejamos llevar siempre por aquello que sentimos, actuaremos en buena parte de los casos de manera impulsiva. Es muy fácil arrepentirnos de las decisiones y actos cometidos cuando actuamos motivados por las emociones de valencia negativa.

De este modo, en una relación de pareja, el auténtico respeto se ejerce también siendo capaces de regular esas emociones más complicadas. El ser amado no puede ser ese recipiente en el que volcar las frustraciones diarias. Integridad emocional es autocontrol y esto es algo que debemos aprender cuánto antes.

Las situaciones difíciles no se evitan, se resuelven entre dos

Si hay algo que establece distancias en una relación de pareja es la tendencia de alguno de los dos miembros a evitar las situaciones difíciles. Hay quien prefiere eludir los problemas. Otros escapan de las discusiones y prefieren dejar pasar los días para que las cosas “supuestamente” se resuelvan solas.

Practicar la integridad emocional en la pareja es también saber llegar a acuerdos, escuchar al otro, proponer soluciones, afrontar toda dificultad entre dos y no eludir ni cargar sobre el otro toda responsabilidad.

Ser congruente entre lo que haces y lo que dices

Una investigación de la Universidad de Michigan destaca la importancia de la congruencia en la integridad emocional. Contar con una pareja que siempre es congruente con lo que siente, piensa y hace nos confiere confianza. Nos da seguridad.

Nos sentimos tranquilos porque damos por sentado que estamos con alguien que, ante determinadas circunstancias, siempre actuará del mismo modo. Vivir con alguien impredecible, que hace lo contrario de lo que dice, que nos dice cosas que no siente no es alguien íntegro.

Integridad emocional es por encima de todo practicar la honestidad

¿Qué entendemos por honestidad en las relaciones de pareja? Es hacer uso de esa sinceridad con la que uno es capaz de revelarle al otro sus sentimientos más profundos. Es ser capaces de explicar a la persona con la que se convive esas emociones más confusas y dolorosas; aunque cueste, aunque no encontremos las palabras.

No es fácil. No lo es porque, en ocasiones, creemos que es mejor no hacer partícipe a la pareja de nuestros miedos. Tememos mostrarnos vulnerables, hablar a corazón abierto, revelarnos tal y como somos dejando fuera lo que hay dentro. Nos produce temor no ser entendidos o que nos juzguen de manera errónea.

Sin embargo, si queremos construir un vínculo significativo, sincero y feliz, es necesario hacer uso de este tipo de integridad. Se trata de un ejercicio cotidiano que inyectará de bienestar y autenticidad esa relación por la que hemos apostado. Vale la pena intentarlo.

jueves, 20 de octubre de 2022

Cómo hacer buenos amigos según la ciencia

Todos podemos hacer amigos, pero lo que necesitamos en nuestra vida son "buenos amigos", aliados de vida en quienes confiar, apoyarnos en los malos momentos y disfrutar de los buenos.

Quien más y quien menos se ha hecho esta pregunta en alguna ocasión. Si hay algo que la mayoría sabemos es que conocer gente nueva es relativamente fácil. Sin embargo, construir lazos sociales enriquecedores que nos acompañen a lo largo de los altibajos de la vida ya es algo más complicado.

Al echar la vista atrás y recordar los primeros días de escuela, uno puede tomar conciencia de lo complejas que son las relaciones humanas. Las personas traemos con nosotros un tipo de carácter propio y unas circunstancias que dificultan o facilitan lograr alianzas relacionales satisfactorias y duraderas. Asimismo, factores como el contexto social también pueden afectarnos.

Hace unas décadas, uno debía salir fuera de casa para socializar y poder hacer amigos. Ahora, las nuevas tecnologías nos hacen la vida más cómoda. Tanto, que resulta muy sencillo encontrar gente afín a nuestros valores. Y tengámoslo claro, hacerlo es bueno para nosotros.

Tener amigos mejora la salud física y mental, contribuye a la longevidad y por qué no decirlo: nos sentimos más felices. Construir alianzas enriquecedoras y contar con la cercanía de figuras en quien confiar, reír, llorar y descubrir es algo que todos merecemos. Veamos cómo conseguirlo.

¿Cómo hacer buenos amigos?

A menudo suele decirse que hacer amigos es mucho más fácil en la juventud que en la madurez. Sin embargo, hay un hecho innegable: de jóvenes no ponemos filtros, damos paso a nuestra vida a todo aquel que desee pasar. Es a medida que cumplimos años cuando comprendemos la importancia de ser selectos en el mundo de las relaciones sociales. No todo el mundo nos vale.

Decía el escritor C.S. Lewis que lo que nos atrae los unos de los otros para ser amigos es compartir una misma verdad. Esa es una de las claves más decisivas, encontrar personas con quienes sintonizar en unos mismos valores. Asimismo, otro aspecto esencial es el ejercicio cotidiano de la confianza, la complicidad y la reciprocidad emocional que valida y enriquece todo vínculo.

No hay un solo secreto para saber cómo hacer buenos amigos. En realidad, hay múltiples estrategias que vale la pena conocer. La ciencia psicológica lleva décadas intentando comprender qué habilidades o enfoques nos permiten edificar lazos sólidos y felices.

1. Busca grupos sociales con quienes compartas gustos y aficiones comunes

Los científicos definen como “afecto de atracción de similitud” a esa cercanía que sentimos por las personas con quienes compartimos gustos afines. En un estudio de 1966, ya se destacaba este factor. Es decir, si hay una dimensión primordial a la hora de conectar con alguien es tener valores y pasiones comunes. Las semejanzas son el pegamento que nos une. Más tarde, valoraremos otras dimensiones.

La ventaja es que vivimos en un mundo en el que las nuevas tecnologías nos permiten “segmentar” a las personas y conectar con quien nos interesa. Podemos usar aplicaciones para hacer amigos, entrar en grupos de Instagram o Facebook o apuntarnos a espacios, cursos o deportes que nos gusten para conocer gente.

2. Escucha, comprende, descubre al otro mediante una actitud positiva

Escuchar para comprender. Preguntar para descubrir cómo es alguien. En esas primeras fases que edifican una buena amistad es esencial descubrir poco a poco a esa persona. Algo así debe hacerse con apertura, cercanía, sensibilidad y actitud positiva.

Nadie gana actuando con desconfianza o poniendo en duda aquello que nos dicen. No importa si llevamos a nuestras espaldas algún historial de traiciones y decepciones. Uno de los secretos para saber cómo hacer buenos amigos es facilitar el contagio emocional positivo. Transmitir positividad, buen humor y entusiasmo nos permitirá sacar lo mejor del otro, dejar impronta…

Una investigación llevada a cabo por los científicos Elaine Hatfield, John T. Cacioppo y Richard L. Rapson destaca la relevancia de esta dimensión: transmitir emociones de valencia positiva nos une.

3. Comparte información personal y que la compartan contigo

Hay una técnica efectiva para hacer amigos y que al mismo tiempo es útil para valorar cómo es alguien. Compartir pequeñas confidencias y aspectos privados facilita el poder asentar la complicidad y poner a prueba la confianza. Y tengámoslo claro, si no podemos confiar en alguien, esa relación poco nos podrá aportar a nivel de amistad.

Es más, no solo es recomendable compartir información personal con el otro, sino que también es esencial que esa persona se abra a nosotros. Toda amistad debe configurarse como un refugio interpersonal seguro, cálido y fiable.

4. Mantén contacto frecuente y preocúpate por los demás

Entreguemos a nuestras amistades lo mismo que esperamos. De este modo, algo que todos necesitamos y merecemos es atención, cuidado, que se preocupen por lo que nos ocurre. Porque todo lo que se aprecia despierta nuestro interés y preocupación. Así, cualquier persona que reside en nuestro corazón merece de esa atención cotidiana que no invade, pero que sabe estar presente.

Por tanto, si nos preguntamos cómo hacer buenos amigos recordemos este aspecto. Mantengamos el contacto frecuente, preocupémonos por cómo están y hagámoslo con respeto.

5. Apoya en lo malo, alégrate de lo bueno

Los buenos amigos no están solo para pasar buenos ratos, salir de cena y compartir instantes divertidos. La amistad auténtica sabe estar en los malos momentos y se alegra cuando la otra persona triunfa en la vida. Estos son dos pilares que sostienen los vínculos estables, felices y confiables.

Por ello, si queremos construir lazos significativos, hagámoslo. Seamos capaces de apoyar cuando es necesario y de alegrarnos de la felicidad y logros de esa persona. Obviamente, y cumpliendo la ley de la reciprocidad, también deben hacer lo mismo con nosotros.

6. Crea recuerdos

Hay otra estrategia sensacional para saber cómo hacer buenos amigos. Algo tan mágico como experimentar cosas nuevas con esas personas permite atesorar tesoros emocionales, recuerdos que perduran. Pasar juntos por pequeños retos, aventuras y vivir anécdotas comunes construye vínculos especiales que perduran al paso del tiempo.

Por ello, siempre resulta enriquecedor hacer viajes con esos nuevos amigos. También, atrevernos a hacer cosas nuevas con ellos.

Para concluir, más allá de lo que puedan hacernos creer, las buenas amistades no se encuentran: se trabaja en ellas. Esa tarea es recíproca, y dicho ejercicio diario siempre resulta apasionante.

miércoles, 19 de octubre de 2022

Sueño y ansiedad: 9 recomendaciones para dormir bien

Son muchas las personas que acuden a consulta porque no pueden descansar bien. Lo que no saben es que su ansiedad está impidiendo el sueño. Ahora, ¿qué podemos hacer cuando esto sucede?

Sueño y ansiedad afectan a nuestra calidad de vida. Muchos de quienes tienen problemas de ansiedad también tienen problemas para dormir. Se trata de un problema serio, porque no dormir bien tiene un impacto negativo sobre el cuerpo y la mente. La falta de sueño contribuye a la irritabilidad, el cansancio, la labilidad emocional, la somnolencia, a alteraciones en el estado de ánimo, etc.

La intranquilidad y la activación fisiológica características de la ansiedad dificultan que la persona pueda conciliar el sueño. No dormir puede aumentar la preocupación de la persona por no quedarse dormida. Así, sueño y ansiedad se influyen mutuamente: la ansiedad no deja dormir y no dormir produce más ansiedad. ¿Qué se puede hacer en estos casos? Analicemos.

A continuación, te presentaremos 9 recomendaciones para que puedas dormir por la noche cuando tengas ansiedad.

1. Establece una rutina

Tener una rutina ayuda a que el cerebro se prepare para irse a dormir. Así, intenta establecer una rutina que te ayude a calmarte y te prepare para descansar: fija un horario para dormir y para despertar.

Realiza siempre las mismas actividades que le indican a tu cuerpo que te irás a dormir: lavarte los dientes, apagar el móvil, leer un cuento corto, etc. Estas actividades te ayudan a condicionar tu sueño.

2. Haz ejercicios de respiración

Antes de acostarte, apaga la luz de tu habitación y siéntate de manera cómoda, con la espalda recta, en una silla o en tu cama. Cierra los ojos y coloca una mano sobre el abdomen, con el dedo meñique justo encima del ombligo. El abdomen debe elevarse con cada inspiración y descender con cada exhalación.

Inspira lenta y profundamente por la nariz durante 4 segundos, sostén el aire durante 7 segundos y espira lentamente por la nariz o por la boca durante unos 8 segundos. Si quieres, puedes repetir mentalmente y de forma lenta la palabra “calma” o “tranquilo” cada vez que espires.

3. Trata de hacer ejercicio con frecuencia

El ejercicio físico tiene un impacto positivo sobre la salud, tanto física como mental. De hecho, sabemos que la actividad física puede disminuir la sintomatología de la ansiedad (Mochcovitch et al., 2016; Anderson y Shivakumar, 2013). Por lo tanto, realiza ejercicio físico durante el día, pero no momentos antes de irte a dormir.

4. Deja el móvil lejos antes de dormir

Puede ser habitual que antes de dormir revises, con la luz apagada, los mensajes que tienes en tu móvil. Aunque no lo parezca, esta simple acción tiene efectos adversos para conciliar el sueño.

Esto se debe a que la luz inhibe la producción y secreción de melatonina, hormona inductora del sueño que regula el ciclo-circadiano. Sin esta hormona es difícil entrar en las primeras fases del sueño.

5. Prepara tu habitación
 
Procura que las condiciones de tu habitación sean óptimas para que puedas dormir tranquilamente. Intenta que la temperatura sea agradable, ni mucho frío, ni mucho calor. Adecua la habitación para que sea lo más oscura posible. Trata de que no se escuche mucho ruido dentro de ella. Es importante también que tu cama sea cómoda, que el colchón y la almohada te permitan descansar.

6. No hagas siestas muy largas

Si decides dormir por la tarde, no debes prolonga mucho tu descanso. El tiempo que tomes para la siesta no debe superar los 30 minutos. Dormir media hora te ayudará a descansar y no te dificultará el sueño nocturno, aunque si llega a hacerlo, es mejor que no tomes siestas, aunque tengas sueño. Evita tomar la siesta poco antes de irte a dormir.

7. Usa la cama solo para dormir

Muchas veces las personas terminan usando la cama para ver televisión, hacer trabajos, leer y estudiar o cualquier otra actividad diferente a dormir. Si quieres tener un buen hábito, a pesar de tu ansiedad, debes evitar todas estas actividades en la cama e incluso en la habitación.

El cerebro es muy bueno asociando, si termina relacionando la cama con trabajo, estudio, entretenimiento, será más difícil para él saber cuándo estás acotados para dormir. En cambio, si solo la utilizas para descansar por las noches, el cerebro aprenderá que cuando te acuestas en ella es porque dormirás.

8. Si no te duermes, no te quedes en la cama

Si después de media hora no has podido conciliar el sueño porque estás ansioso, levántate de la cama y realiza una actividad relajante, como meditar o hacer un ejercicio de respiración.

No enciendas la luz, recuerda que esta inhibe la liberación de melatonina. No te quedes luchando en la cama por quedarte dormido, porque te sentirás más ansioso e impotente al no lograrlo.

9. Intenta no abordar preocupaciones antes de irte a dormir

Así como el ejercicio físico puede aumentar los niveles de energía en tu cuerpo, discutir temas difíciles, ya sea dentro de tu diálogo interno o con otra persona, la aumenta también. Para proteger tu calidad de sueño, procura tratar cualquier asunto complicado o potencialmente complicado en otros momentos que no sean los que preceden al sueño.

Si por causa de una discusión no puedes dormir, puedes probar algunas técnicas de defusión cognitiva.

A modo de conclusión, podemos decir que conocemos bastante bien la relación entre sueño y ansiedad. Los síntomas de la ansiedad inhiben el sueño, por lo que cuanto más ansioso/activo estés, más difícil será que lo concilies.

El sueño aparece cuando estamos cansados, pero sobre todo cuando estamos relajados. Si las dificultades que tienes para dormir se derivan de la ansiedad, no dudes en visitar a un profesional de la salud mental.

martes, 18 de octubre de 2022

Molino, flexión y respiración alternante: 3 técnicas para aliviar la tensión

Las técnicas para aliviar la tensión cumplen con el papel de proporcionar relajación y, al mismo tiempo, potenciar otras habilidades. Son una forma sencilla y práctica de cuidar la salud física y mental. ¿Quieres conocerlas?

Las técnicas para aliviar la tensión engloban a un conjunto de prácticas desarrolladas para relajarte, tanto física como mentalmente. El mundo actual, y la vida misma, nos someten a presiones de diversa índole; si no las tramitamos, es fácil que se conviertan en un estrés nocivo.

La función de estas técnicas para aliviar la tensión es precisamente la de brindarnos un medio para gestionar los estados de preocupación o estrés. Se basan en el trabajo de la respiración y no exigen ninguna habilidad especial. Lo único que necesitas es tener buena disposición. También un sitio en donde te sientas cómodo y sin distracciones.

Las técnicas para aliviar la tensión no te van a llevar mucho tiempo y, en cambio, te pueden ofrecer un gran beneficio. Hoy hablaremos de tres de esas prácticas: el molino, la flexión y la respiración alternante.

1. Molino

El molino es una de las técnicas para aliviar la tensión que está indicada para aquellos días en los que se realiza una misma actividad durante mucho tiempo. Lo usual es que esto genere mucha fatiga y también presión psicológica, en especial si la actividad que se realiza es muy exigente.

Esta técnica ayuda a relajar y, al mismo tiempo, a recuperar la capacidad de atención y concentración. Por lo tanto, puede realizarse durante una pausa, o bien tras terminar el trabajo. Ayudará a cortar con la actividad y a descansar mejor.

Se debe llevar a cabo de la siguiente manera:
  • Ponte de pie, con la espalda recta, y estira los brazos hacia adelante.
  • Toma aire. Lo indicado es mantener la respiración.
  • Gira los brazos hacia atrás, formando un círculo. Repite cinco veces.
  • Expira y vuelve a tomar aire. Repite el paso anterior, pero esta vez forma los círculos hacia adelante.
  • Toma aire de nuevo y combina los ejercicios anteriores, es decir, haz círculos hacia adelante y hacia atrás, en forma sucesiva, imitando el movimiento de un molino de viento.
  • Al terminar, inspira y expira con fuerza.
Esta práctica se puede repetir tantas veces como se quiera. Así mismo, se puede ensayar a hacer los tres movimientos (hacia atrás, hacia adelante y combinado) en una sola toma de aire. Esta es una de las técnicas para aliviar la tensión que puede irse perfeccionando con la práctica.

2. Flexión

Otra de las técnicas para aliviar la tensión es la conocida como “flexión”. Esta práctica se indica para cualquier situación en la que te sientas muy rígido o poco fluido. Cumple con el cometido de ofrecer una relajación de los músculos, que luego se traduce en tranquilidad mental.

Otra ventaja de esta técnica es que te ayuda a flexibilizar el dorso. Esto influye de manera positiva en la capacidad respiratoria y facilita cualquier otro ejercicio de respiración que quieras hacer.

Solo debes hacer lo siguiente:
  • Ponte de pie, con la espalda recta y las manos apoyadas en las caderas.
  • Inspira por la nariz y mantén una respiración completa.
  • Dobla el torso hacia adelante, tanto como te sea posible, mientras sueltas el aire lentamente por la boca. La parte inferior del cuerpo debe permanecer rígida.
  • Vuelve a la posición inicial y, de nuevo, inspira y mantén una respiración completa.
  • Dobla el tronco hacia atrás, mientras sueltas el aire poco a poco, por la boca.
  • Vuelve a la posición inicial y repite el ejercicio, pero esta vez inclínate hacia la derecha y luego a la izquierda. Mantén siempre el mismo esquema de respiración.
Lo indicado es hacer cuatro series de cuatro flexiones cada una. Al final de cada serie es aconsejable inspirar y expirar de manera profunda durante un minuto. Al final vas a sentir un gran relajamiento de cuerpo y mente.

3. Respiración alternante

La última de las técnicas para aliviar la tensión que veremos en esta ocasión recibe el nombre de “respiración alternante”. Cualquier persona puede realizar esta práctica para relajarse, pero está indicada especialmente para quienes padecen de migrañas tensionales.

Así mismo, se pueden beneficiar mucho las personas que sufren de dolor de cabeza por sinusitis. Los pasos a seguir son los siguientes:
  • Siéntate en una posición que te resulte cómoda.
  • Pon los dedos índice y medio, de la mano derecha, sobre la frente. Más exactamente, en medio de las cejas.
  • Con el dedo pulgar de la misma mano, cierra la ventana nasal derecha.
  • Inspira de manera lenta y profunda por la ventana nasal izquierda, manteniendo los dedos como se indicó en los dos pasos anteriores.
  • Luego, cierra la ventana nasal izquierda con el dedo anular de la mano derecha, mientras retiras el pulgar de la ventana nasal derecha, de forma simultánea. Al mismo tiempo, expira por la ventana nasal derecha.
  • Repite los mismos pasos, alternando la inspiración y expiración por cada una de las fosas nasales.
Lo recomendado es alcanzar diez repeticiones, cinco por fosa, y llevar a cabo cinco ciclos de estas. Puedes practicar esta técnica en el mismo momento en que tengas dolor de cabeza. Vas a sentir mucho alivio.

Como ves, estas técnicas para aliviar la tensión son muy sencillas, están al alcance de todos y te llevan muy poco tiempo. Quizás al comienzo te resulte un poco extraña la práctica, pero a medida que avances podrás realizarla casi de forma automática.

lunes, 17 de octubre de 2022

Los peligros del sobrediagnóstico: ¿realmente tenemos un trastorno?

El número de diagnósticos de salud mental es cada vez más alto, y no en todos los casos se designa un verdadero trastorno. Descubre el problema de sobrediagnosticar a la población.

Probablemente, habrás notado que en los últimos tiempos se está otorgando una mayor importancia y protagonismo a la salud mental. En nuestras conversaciones diarias, estamos empezando a hablar más de emociones, de ansiedad o de inteligencia emocional y estamos más abiertos a recibir ayuda psicológica y psiquiátrica. Sin embargo, esta tendencia también tiene asociado un sobrediagnóstico.

Hemos llegado a un punto en el que se ha reconocido un trastorno o entidad clínica mental en más de un cuarto de la población. Cualquier pensamiento, sentimiento o acción que tenemos es susceptible de valernos una etiqueta clínica, pasando por alto las circunstancias psicosociales que pueden hacer que nuestras reacciones sean de lo más natural.

El problema es que este sobrediagnóstico no es inocuo. Asumir que tenemos una entidad clínica y comenzar con una intervención destinada a eliminarla o controlarla -cuando realmente no existe- puede causarnos serios daños. Por esto, es importante comprender el problema al que nos enfrentamos.

¿De dónde surge el sobrediagnóstico?

En primera instancia, es necesario comprender de dónde surge esta tendencia a sobrediagnosticar a la población. Y es que, por diversos motivos que a continuación detallamos, no solo las personas de a pie están más predispuestas a verse como enfermas, sino que también los profesionales de salud pueden cometer más errores de juicio.

Un ideal perfecto

De alguna manera, como sociedad, perseguimos un ideal de individuo que relega a todos aquellos que no lo cumplen a ser tachados de poseer una mala salud mental. La cuestión es que se trata de un ideal inalcanzable y poco realista.

Nadie encarna la perfección en todas las áreas de su vida, todos los seres humanos tenemos miedos y debilidades, cometemos errores, enfrentamos dificultades para gestionar ciertas emociones, lo que no nos hace defectuosos o enfermos.

Un molde que no abarca la diversidad y las diferencias

Por otro lado, la salud mental se ha convertido en un conjunto de categorías poco acogedora para la flexibilidad que parece demandar la realidad. Un fenómeno que puede apreciarse al analizar el sobrediagnóstico de TDAH en la población infantil. Hay niños que naturalmente son más inquietos y movidos, más impulsivos o desorganizados, y no por esto tienen una entidad clínica.

Las diferencias individuales pueden llegar a ser muy grandes. Algunos niños se adaptarán más, por ejemplo, al modelo de enseñanza actuar; otros, en cambio, necesitarán otro tipo de estimulación y dinámicas para desarrollar su potencial; y ambos grupos son igual de sanos y válidos.

Falta de empatía al no considerar las situaciones personales

Este es uno de los grandes problemas que deriva en el sobrediagnóstico: no consideramos las circunstancias que está atravesando una persona a la hora de comprender sus síntomas.

Perder a un ser querido probablemente desencadenará sentimientos de tristeza, mientras que un empleo asfixiante y exigente causará elevados niveles de estrés; ¿debemos considerar que estas personas sufren depresión y trastornos de ansiedad? Por el contrario, ¿habríamos de entender sus síntomas como una manifestación natural ante una situación personal desbordante?

Intereses económicos

Por último, no podemos dejar de mencionar que en ocasiones existen intereses económicos que incentivan que se realicen más diagnósticos de los estrictamente reales. Y es que el negocio farmacéutico y la salud mental se encuentran estrechamente vinculados.

¿Cuáles son las consecuencias del sobrediagnóstico?

Tras entender de dónde proviene esta problemática a la que nos enfrentamos, cabe preguntarse qué efectos negativos puede tener sobre la población. Recibir un diagnóstico inadecuado no es un tema banal, en realidad puede tener serias repercusiones:

  • Encasilla a la persona, le hace identificarse como enferma y esto puede afectar a su autoestima y a su motivación para salir adelante y mejorar su bienestar.
  • Genera profecías autocumplidas. Comenzar a verse como una persona con un determinado diagnóstico puede llevarnos, de forma inconsciente, a perpetrar y cumplir con los síntomas propios de esa enfermedad.
  • Puede mantenerse un tratamiento farmacológico innecesario que cause importantes repercusiones a causa de efectos secundarios adversos.
  • La enfermedad mental estigmatiza y esto puede afectar a la forma en que la persona se percibe a sí misma y cómo la percibe su entorno.
En definitiva, los efectos negativos de recibir un diagnóstico inadecuado pueden ser amplios, afectar a múltiples áreas de la vida de la persona y prolongarse en el tiempo.

Evitar el sobrediagnóstico

Dado que el sobrediagnóstico es una tendencia al alza, es importante que los profesionales de salud tomen conciencia y comiencen a aplicar criterios más estrictos que abarquen al ser humano de forma integral y tengan en cuenta su realidad personal.

El hecho de que una persona no padezca realmente un trastorno mental no significa que no necesite ayuda. De hecho, todos podemos beneficiarnos del acompañamiento terapéutico para aprender a conocernos mejor, gestionar nuestras emociones, vencer temores o mejorar nuestras relaciones interpersonales.

En cualquier caso, hemos de ser muy cuidadosos antes de identificarnos con un trastorno mental y antes de asignarle esta etiqueta a otra persona. Realmente el impacto de hacerlo puede ser importante.



domingo, 16 de octubre de 2022

El índice de dolor de McGill (MPQ) o cómo verbalizar el sufrimiento

¿Podrías definir el dolor que sientes? Las personas tenemos que recurrir con frecuencia a las metáforas para explicar lo que nos duele. Sin embargo, instrumentos como el índice de dolor de McGill nos facilitan este proceso.

El índice de dolor de McGill  (MPQ) es el cuestionario más común para evaluar esta dimensión en el ser humano. Más allá de lo que podamos pensar, pocos estados son más complejos de medir o incluso de explicar con palabras. Porque aunque todos sabemos lo que es el sufrimiento, no siempre es sencillo definir su intensidad y cómo se manifiesta.

No es lo mismo el dolor reumático que una migraña, por ejemplo. Sin embargo, la mayor parte de las veces utilizamos expresiones como “me va a explotar la cabeza” o “siento como si tuviera cientos de agujas clavadas en mis articulaciones”. Las personas tenemos que recurrir a las metáforas para explicar cómo es nuestro dolor, y aún así no todos nos entienden o nos creen.

Por ello, en 1971 la Universidad de McGill decidió desarrollar un instrumento que facilitara a los pacientes poder explicar a sus médicos cómo eran sus dolores. Por ejemplo, en este recurso se especifica que no es lo mismo el dolor emocional o afectivo que el sensorial. Algo así permitió facilitar mejores fármacos para tratar las más diversas dolencias.

Índice de dolor de McGill (MPQ): ¿cómo es tu sufrimiento?

El dolor no se ve ni aparece en una radiografía: es subjetivo. Obviamente, cuando vemos a una persona con una herida traumática damos por sentada la intensidad de su sufrimiento. Sin embargo, el 90 % del malestar y el dolor en el ser humano se vive en silencio y es muy difícil de cuantificar. Este es el problema con el que se ve mucha gente cuando va hasta su médico de atención primaria para explicar lo que les sucede.

Asimismo se da otro hecho. Podemos tener a dos personas con las mismas patologías, pero cada una de ellas experimentará unas molestias propias. En el ámbito sanitario se trabaja muchas veces con variables subjetivas que cuesta cuantificar. Esta es la razón por la que se decidió desarrollar el índice de dolor de McGill, el cual busca no solo definirlo, sino categorizarlo. Por ello, cuando uno usa este instrumento descubre que lo que se usa para la categorización son metáforas.

La necesidad de hablar y especificar lo que nos duele

Definir lo que nos duele y cuánto nos duele facilita encontrar el mejor tratamiento. Algo interesante que sucede cuando un profesional utiliza el índice de dolor de McGill es que establece una relación más íntima con su paciente. Se le invita a describir y especificar cómo es eso que le causa sufrimiento.

Por lo general, todo aquel que padezca condiciones como fibromialgia, dolor muscular isquémico, lumbalgias, artritis, hernias discales o neuralgia del trigémino sabe lo complicado que es hacerle ver a alguien cómo se siente. Disponer de un recurso que facilita el poder etiquetar, describir y expresar cómo se sienten y cómo es su dolor facilita las cosas a todos los niveles.

El estudio que publicó la propia Universidad McGill para describir su cuestionario explicaba además otra de sus finalidades. No solo se busca poder facilitar a los pacientes los mejores fármacos y estrategias terapéuticas. Este recurso permite obtener datos estadísticos de cada enfermedad y condición clínica para conocerla mucho mejor.

Las tres dimensiones del índice el dolor de McGill

El MPQ está compuesto por una serie de palabras que buscan describir la experiencia de dolor de la persona. Para ello, se organizan en diferentes categorías muy concretas que facilitan ese proceso para describir lo que siente el paciente. Son las siguientes:

Descripción del dolor
  • Pulsante.
  • Punzante.
  • Lacerante.
  • Tipo cólico.
  • Tirante.
  • Caliente.
  • Aguijoneante.
  • Pesado.
  • Sensibilidad.
  • Sensación de resquebrajamiento.
  • Extenuante.
  • Enfermante.
  • Atemorizante.
  • Cruel.
Dimensión afectiva/emocional
  • Agotador.
  • Asfixiante.
  • Me mata.
  • Cegador.
Evaluativo
  • Desde simple molestia hasta completamente limitante
Valorar el dolor humano requiere un enfoque holístico

Sobra decir que nada es tan decisivo como atender y responder al sufrimiento humano. Ya sea físico o emocional. Ahora bien, hay otro aspecto que conviene destacar. Para evaluar el dolor necesitamos enfoques holísticos, es decir, no basta solo con recurrir a instrumentos como el MPQ ya analizado.

Además de lo que nos explica el paciente, necesitamos pruebas diagnósticas y todas las evaluaciones posibles. Bien es cierto que no todo aparece en una radiografía, pero también necesitamos este tipo de recursos para realizar un mejor diagnóstico. Así, a las pruebas médicas y a las explicaciones de la persona, se le añade la observación de los profesionales.

La experiencia y la competencia de nuestros profesionales de la salud son al fin y al cabo el mejor soporte. Solo ellos dictaminarán cuál es el mejor tratamiento para nosotros después de una evaluación exhaustiva. Por tanto, no dejemos para mañana lo que nos duele hoy; toda forma de sufrimiento responde a un desencadenante que debemos atender.