miércoles, 30 de noviembre de 2022

6 claves para ser más extrovertido

 Ser más extrovertido es posible. Tan solo tienes que poner en práctica las siguientes claves. No te arrepentirás.


Cada individuo tiene su propia personalidad: una combinación muy particular de distintos rasgos. Esta integración, como si fuera la mezcla de los distintos colores básicos de una paleta, configura los distintos tipos de personalidad que podemos encontrar. Entre estos tonos básicos destacan la extroversión -o extraversión- y la introversión.

Muchas personas se preguntan cómo pueden ser un poco más extrovertidas. La presión social puede hacer que deseemos ser más abiertos, sociables y amables. En otras ocasiones, no es la presión la que alimenta este anhelo, sino las ventajas que tiene la extroversión en determinados contextos. Pero, sin importar los motivos, ¿cómo se puede llegar a ser más extrovertido?

Cómo ser más extrovertido

Las personas extrovertidas se caracterizan por ser sociables, afables, animosas, expresivas, optimistas y habilidosas para relacionarse y hacer amigos. Son aventureros, les gusta asumir riesgos y, en ocasiones, tienden a ser muy impulsivas y despreocupadas. El rasgo esencial de los extrovertidos es su gran habilidad para socializar.

A continuación, encontrarás algunas claves para ser más extrovertido. No pretendemos que te conviertas en una persona que no eres, en alguien distinto a lo que resuena en tu interior. Más bien, de lo que se trata es de que las utilices para realizar un pequeño ajuste.

1. Inicia conversaciones

Comienza la conversación. Si eres muy tímido, posiblemente, esto te cueste, pero si quieres ser más extrovertido, puedes empezar por tomar la iniciativa. Recuerda que este tipo de personas son muy sociables. ¿Qué puedes hacer para iniciar una conversación?
  • Haz un comentario sobre el contexto. Por ejemplo, “qué calor (o frío) está haciendo hoy”, “qué lugar tan agradable”, “el tráfico está terrible hoy”. El comentario que hagas debes estar relacionado con la situación en la que te encuentras, de lo contrario darás la impresión de ser una persona desubicada.
  • Haz una pregunta casual sobre lo que la otra persona está haciendo. Puedes hacer también una observación, pero ten cuidado, no sea que parezcas muy entrometido. Es mejor que empieces con una pregunta.
  • Pide un consejo o una opinión a la otra persona sobre algún tema interesante. Si es un tema de interés social, mejor. Por ejemplo, las votaciones presidenciales, los cambios en las tarifas del transporte público, etc.
Intenta practicar con personas que estén familiarizadas contigo, como compañeros de trabajo o de escuela con los que nunca hayas hablado. Así te puede resultar más fácil, pues no es un completo extraño para ti, ni tú lo eres para ellos. Después puedes intentarlo con personas que no conozcas.

2. Mantén la conversación

Lo difícil no es iniciar una conversación, sino saber mantenerla. Por eso, es importante que en tu camino a ser más extrovertido aprendas cómo mantener una conversación. Aquí te ofrecemos algunas claves:
  • Haz preguntas abiertas para que la otra persona tenga que hablar más. Si haces preguntas cerradas, tipo sí o no, seguro no obtendrás más información y te quedarás bloqueadas sin saber qué preguntar. Cuanto más hable el otro, más podrás preguntar. Evita preguntas cerradas tipo “dónde”, “cuándo”, “quién”. Usa preguntas abiertas tipo “cómo”, “qué” “por qué”. Así podrás mantener la conversación durante más tiempo.
  • Cuando te hagan preguntas a ti, procura ofrecer información libre, o sea, contenido que no esté ya incluido en la pregunta. Por ejemplo, si te preguntan: “¿en qué trabajas?” puedes responder: “soy psicólogo. La próxima semana tengo que realizar un taller con madres que han perdido a un hijo”. La libre información permite que la otra persona también pueda preguntarte más cosas.
  • Haz autorrevelaciones, es decir, ofrece información sobre ti mismo, sobre tus intereses y pasiones. Esto permite que la otra persona pueda conocerte mejor. No olvides tener cuidado con lo que revelarás y a quién se lo dirás. Sé prudente.
3. Escucha de manera activa

Para mantener una buena conversación debes saber escuchar lo que los demás dicen, así podrás, no solo conocerlos, sino también hacer más preguntas y abrir nuevas rutas de conversación.

La escucha activa genera seguridad y confianza, y facilita las relaciones con las demás personas. Con este tipo de escucha no solamente harás que el otro se sienta escuchado, también harás que sienta comprendido.

Recuerda que la comunicación es clave para ser extrovertido, por lo que debes entrenarte en el arte de saber escuchar.

4. Usa el lenguaje no verbal

Las personas extrovertidas tienden a ser expresivas, especialmente con el lenguaje no verbal. Intenta establecer contacto visual cuando hables con las personas y sonreír. Que las personas noten que estás animado hablando con ellos, mediante las sonrisas, el contacto visual y la escucha activa.

Procura también no asumir posturas rígidas, como cruzar los brazos o las piernas. Utiliza tus manos para acompañar el discurso o para trasmitirle al otro que le estás escuchando.

5. Sé asertivo

¿A quién le gusta relacionarse con personas irrespetuosas que pasan por encima de las opiniones y sentimientos de los demás cuando exponen sus puntos de vista? A nadie.

A todos nos gusta tratar con personas educadas, que nos respeten a pesar de las diferencias. A este tipo de personas se les conoce como asertivas, ya que expresan lo que sienten y piensan desde el respeto, la amabilidad y la empatía.

Si quiere ser extrovertido y cultivar buenas relaciones, debes empezar por ser asertivo y desarrollar tu inteligencia emocional. Esta última te permitirá identificar y comprender las emociones de las personas y saber cómo actuar, en consecuencia.

6. Participa en actividades grupales

Participar en actividades grupales te permite interactuar con otras personas y poner en práctica las claves anteriores. Para llegar a ser un poco más extrovertido, debes empezar a practicar, de lo contrario será muy difícil que logres habituarte al uso de estas claves y a los rasgos propios de este tipo de personas.

No es necesario que pertenezcas a un grupo grande, con uno pequeño basta. Busca un grupo sobre algo que te guste y que te permita socializar. La integración en un grupo te ayudará a familiarizarte con la dinámica de conversar con otros y de hacer nuevas amistades.

Ser extrovertido, cuando no te sale de manera espontánea, no es sencillo. Por norma, implica que te involucres en contextos de alta estimulación social. Sin embargo, mostrarte como una persona extrovertida en ciertos momentos puede hacer que seas mucho más adaptativo.

Para algunos será más fácil que para otros, pero no es imposible añadir un plus a nuestra parte más social, hacer amigos y comunicarnos de manera asertiva.

martes, 29 de noviembre de 2022

Psicobiología de la concepción: ¿en qué consiste?

El embarazo es un periodo en el que se producen cambios orgánicos que influyen en la vida mental. Ahora, bien, ¿qué pasa exactamente en esta etapa?

En la psicobiología de la concepción, el embarazo se contempla como un proceso complejo por la cantidad de factores que intervienen, incluidos la producción de espermatozoides y óvulos. Para que la concepción sea exitosa, las trompas de Falopio deben estar sanas, de manera que permitan que los espermatozoides lleguen al óvulo. De igual forma, los espermatozoides deben estar sanos para que puedan fecundar el óvulo.

El éxito en la concepción y el embarazo no solo depende de factores biológicos, también de la intervención de factores mentales. El estado mental de la mujer gestante es clave para concebir y para tener un embarazo saludable y exitoso. Los cambios psíquicos tienen el potencial de afectar positiva o negativamente el desarrollo del feto.

¿Qué es la psicobiología de la concepción?

Desde que los futuros progenitores conciben la idea de tener un bebé hasta que biológicamente lo hacen, se inicia un proceso de cambio a nivel mental, en especial en la mujer. Estas transformaciones se aceleran durante el embarazo y se consolidan cada vez más a medida que transcurren los nueve meses y los años siguientes al parto.

Sin duda alguna, el embarazo es un momento de crisis que marca el comienzo de una nueva etapa en la vida de la pareja. Ambos progenitores se ven obligados a desarrollar una nueva identidad: la de ser padres. En este periodo es normal que se revise la propia infancia, las expectativas que se tienen sobre la paternidad y la manera en la que esperan proporcionarle una crianza al bebé.

Todos los cambios mentales que van tomando lugar en los padres, en especial en la madre, influyen sobre el desarrollo del embarazo. Incluso pueden afectar el proceso de concepción. Por ejemplo, sabemos que el estrés es un factor que puede afectar el ciclo menstrual de las mujeres y la ovulación. Esto podría retrasar o dificultar la concepción de un bebé.

Estudios longitudinales han encontrado que los cambios en el eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA) durante el embarazo producen alteraciones en la futura madre y en el feto que pueden perdurar hasta la edad adulta (Glover, 2014).

También se sabe que el estrés psicológico durante el embarazo tiene consecuencias negativas para la madre y su descendencia (Alderdice, et al., 2012). Por ejemplo, un exceso de estrés materno durante el embarazo puede tener consecuencias cognitivas negativas para el bebé, como efectos perjudiciales en el lenguaje, la memoria de trabajo, el desarrollo psicomotor, el razonamiento perceptivo y la velocidad de procesamiento, entre otras posibles consecuencias (Béjar-Poveda y Santiago-Vasco, 2017).

Los efectos de las manifestaciones emocionales

La psicobiología de la concepción permite comprender cómo diferentes emociones pueden afectar la concepción y el desarrollo del embarazo. Partiendo desde los principios de la biología analiza los cambios mentales por lo que atraviesan la madre y el padre. Muchos de estos cambios vienen acompañados por el estrés y la ansiedad.

El estrés

El parto prematuro y el bajo peso al nacer son los efectos más comunes del estrés materno. Cuando este se presenta durante el primer trimestre, aumenta el riesgo de alteraciones congénitas o de tener un aborto espontáneo (Sastre, 2015).

Además, existen hallazgos que indican que el estrés materno durante el periodo fetal puede condicionar el desarrollo emocional y conductual del niño hasta llegada la edad adulta (Romero et al., 2012).

La ansiedad

La ansiedad es una respuesta emocional ante un estímulo amenazante, que se caracteriza por la presencia de sentimientos de inquietud, excitación e inseguridad.

Se estima que aproximadamente el 54 % de las mujeres presentan ansiedad en algún momento de su embarazo, siendo más frecuente y grave en el primer y el tercer trimestre (Marc et al., 2011).

La ansiedad durante el embarazo puede tener consecuencias negativas para el desarrollo del feto, ya que se le expone a niveles hormonales elevados, que contribuyen a la posibilidad de un parto prematuro y aumentan el riesgo de bajo peso al nacer y problemas en el desarrollo neuroconductual en la infancia (Sastre, 2015).

La depresión

La depresión puede derivar en cambios conductuales en la madre que pueden afectar el desarrollo del embarazo. Algunas manifestaciones de lo anterior son el abandono de los controles prenatales, el deterioro del autocuidado que requiere la gravidez, la mala adherencia a las indicaciones médicas, el abuso de tabaco, alcohol y drogas o incluso el suicidio, que a su vez se pueden traducir en complicaciones obstétricas (Jadresic, 2010).

La importancia de la psicobiología de la concepción

La psicobiología de la concepción es importante porque con ella se pueden comprender los cambios psíquicos por los que atraviesa la madre durante el embarazo. Además, permite analizar cómo los factores emocionales pueden afectar el proceso de concepción y el desarrollo cognitivo del bebé.

Al concebir se producen una serie de cambios hormonales que afectan el estado de ánimo de la mujer gestante y no solo eso, también afectan a la estructura y el procesamiento de la información en el cerebro, preparándola así para ser madre. En este contexto de continua transformación, la psicobiología de la concepción establece el nexo entre los cambios biológicos y el comportamiento.

Para concluir, la concepción es un proceso en el que intervienen diferentes variables. Los cambios biológicos que se van produciendo en este periodo transforman la mente, propiciando la aparición de nuevos comportamientos y creencias. Es precisamente en ese nexo entre la mente y lo biológico durante el embarazo donde se mueve la psicobiología de la concepción.

lunes, 28 de noviembre de 2022

Curving, el rechazo encubierto en las redes

El curving es una práctica muy extendida en redes y que en el fondo expresa un rechazo hacia el otro. Un rechazo que no se manifiesta de manera indirecta, más bien tomando como base un uso perverso de la comunicación.

Las redes sociales han creado su propio lenguaje, que no siempre es claro para los novatos, e incluso para los “seniors”. El curving forma parte de esas nuevas tendencias de interacción en el marco de la virtualidad. Se trata de una práctica que ya existía en el mundo presencial, pero que se ha hecho más evidente e incisiva en Internet.

El curving es una forma sutil de ignorar o cortar con otra persona, de una manera tan políticamente correcta que suele pasar desapercibida. Un rechazo sutil, pero no por ello adecuado o agradable. Incluso, en algunos casos llega a convertirse en una forma de manipulación.

La mejor manera de distanciarnos de alguien es la vía directa. Nuestra capacidad de comunicación pone a nuestra disposición un buen número de locuciones con las que podemos compartir esta idea. El curving, como su nombre lo indica, no sigue esa línea recta, sino que corre por un camino sinuoso y extraordinariamente desgastante.

El curving

El curving se manifiesta de diferentes maneras. La más habitual es lo que algunos llaman “dejarte en visto”. O sea, una persona envía un mensaje y la otra lo ve, pero no lo responde, al menos de manera inmediata. Tarda días, e incluso semanas, y al final contesta. Lo usual es que lo haga con expresiones que denotan desinterés.

Esto último también puede ocurrir a menudo. Sucede cuando el otro sí responde el mensaje rápidamente, pero lo hace con palabras que dan a entender un afán por terminar la conversación. También es posible que diga frases amables, pero al mismo tiempo superfluas y carentes de calidez real.

En el extremo opuesto está ese otro que insiste porque no interpreta bien lo que está ocurriendo. Puede pensar que su interlocutor pasa por un mal día o una mala semana o un mal mes. Asume que el otro sí quiere mantener la comunicación, pero las circunstancias se lo impiden. De hecho, muchos de los que practican el curving dicen eso: “lamento no haberte contestado antes, pero tenía muchas ocupaciones”.

Del curving a la manipulación

A veces el curving solo se mantiene por un breve lapso, en concreto hasta que el depositario de esas actitudes puede darse cuenta de lo que está ocurriendo y entender que no hay mucho que hacer ahí y deja de insistir. Esto siempre es lo más saludable. Sin embargo, también existe la posibilidad de que este juego impreciso se mantenga en el tiempo.

Esto último tiene lugar cuando uno de los interlocutores adopta decididamente una actitud ambigua. No contesta pronto y tampoco responde con interés genuino a las interacciones, pero de vez en cuando sí que puede llegar a demostrar señales de interés. Cada cierto tiempo sostiene conversaciones reales y esto alienta a su interlocutor a seguir buscando a esa persona.

Quien ejerce el curving de esta manera señala que lo hace porque no quiere herir al otro o porque está cansado de dar y no recibir. Es muy probable que no sea del todo consciente de que actuar de ese modo tiene un nombre claro: manipulación. ¿Por qué dos personas, casi siempre adultas, entran en este laberinto?

La angustia como base

Las personas que practican el curving de manera manipuladora necesitan al otro. Por eso, no quieren perder del todo el vínculo con su interlocutor, pero tampoco permitir que avance y se profundice.

Sin embargo, también es posible que ellos mismos sean víctimas de una modalidad de angustia de separación. En ese caso, “perder” al otro los instala en una suerte de duelo. No quieren dejar de recibir esas muestras de interés y de afecto porque las necesitan. Lo que no hacen es practicar la reciprocidad.

Puede que le ocurra algo similar al que insiste, pese a las señales de rechazo. Insistir muchas veces se convierte en una manera de tramitar modalidades de angustia que están latentes. Quizás no estén tan interesados en el otro, pero someterse de manera voluntaria a ese ciclo de aceptaciones y rechazos les “ayuda” a sortear un vacío existencial. El curving, de lado y lado, habla de falta de honestidad con uno mismo.

domingo, 27 de noviembre de 2022

Los efectos psicológicos de vivir para trabajar

Vivir para trabajar produce un desequilibro que afecta a la calidad de vida y a las relaciones con los demás. Estos son sus principales efectos.

La sociedad actual tiende a valorar la productividad en el trabajo por encima de otros aspectos. De esta manera, cada día es más común que lleguen a consulta personas padeciendo los efectos psicológicos de vivir para trabajar.

Si bien el aspecto laboral es algo importante y puede traernos satisfacción, no debería dominar nuestra vida. Cuando esto ocurre, es frecuente empezar a descuidar otros ámbitos, como la familia, los amigos o incluso la pareja. A largo plazo, esto puede tener consecuencias, como la soledad, la depresión o hasta enfermedades físicas que se asocian al exceso de estrés laboral.

A continuación, veremos los efectos negativos derivados de enfocar nuestra vida al trabajo. Asimismo, veremos algunas estrategias útiles para reducir estos riesgos y encontrar un equilibrio entre trabajo y vida personal.

¿Cuáles son las consecuencias de invertir demasiada energía en el trabajo?

Ser productivos en el espacio laboral puede tener beneficios. Por ejemplo, ganar más dinero para satisfacer nuestras necesidades, pagar la renta e incluso permitirnos algunos lujos. También puede proporcionarnos oportunidades para crecer a nivel laboral y experiencias gratificantes. Sin embargo, la vida no se trata solo del trabajo.

Los vínculos con la pareja o la familia también son esenciales para la felicidad y requieren de tiempo. Lo mismo sucede con los pasatiempos o las pasiones. Ahora bien, si ponemos toda nuestra energía y tiempo en el trabajo, difícilmente encontraremos espacio para algo más. Si bien al principio puede dar la sensación de que no hay consecuencias, poco a poco estas se irán notando.

1. Síndrome del trabajador quemado

Este síndrome se vincula al exceso de trabajo y la insatisfacción laboral. Los síntomas de esta afección pueden manifestarse en el plano físico, con dolor de espalda o de cabeza, fatiga, tensión muscular y náuseas. A nivel psicológico, puede generar irritabilidad o lastrar la motivación.

Según una revisión de Méndez Venegas (2019), el burnout es una de las principales causas de ausentismo e incapacidad laboral. Por lo tanto, a pesar de que pueda parecer bueno el exceso de productividad, a largo plazo nos obligará a detenernos. Al fin y al cabo, el cuerpo y la mente tienen límites que debemos conocer y respetar.

2. Sentimiento de soledad

Una de las principales consecuencias negativas del exceso de trabajo es sentirnos solos en el mundo. Enfocarnos demasiado en lo laboral hace que nos olvidemos de cuidar las conexiones con el entorno. De este modo, podríamos perder vínculos importantes para nosotros, como los de pareja o con los hijos.

Seppala y King (2017) publicaron un estudio en el que también relacionan la soledad al síndrome del trabajador quemado. De acuerdo con las autoras, esta alteración no solo se asocia al exceso de trabajo o la insatisfacción. La pérdida de lazos afectivos significativos con los compañeros de trabajo, amigos, familiares y pareja también contribuye a los síntomas.

3. Deterioro cognitivo

Uno de los efectos psicológicos de vivir para trabajar es padecer estrés crónico. La evidencia científica sugiere que este tipo de estrés puede causar daños en las capacidades cognitivas y alterar el desempeño.

En 2020, se publicó un meta-análisis acerca de los efectos del estrés psicosocial en la capacidad cognitiva y la memoria. Los resultados demostraron que el estrés disminuyó el desempeño de las funciones ejecutivas (planificación, toma de decisiones, anticipación, etc.). Aunque, en el caso de la memoria, no se obtuvieron datos concluyentes (McManus et al, 2020).

4. Depresión

Si consideramos los factores anteriores, no es ninguna sorpresa que el exceso de trabajo se vincule con síntomas depresivos. En conjunto, todas estas condiciones hacen que las personas tengan un mayor riesgo de padecer un episodio depresivo.

Zadow et al. (2021) presentaron un trabajo sobre cómo las jornadas laborales largas, el compromiso laboral y el ambiente psicosocial seguro se asociaban con depresión. La evidencia señala que un ambiente psicosocial poco seguro y largas horas de trabajo se relacionan de forma positiva con síntomas depresivos. Asimismo, tener mayor compromiso con el trabajo puede incrementar la cantidad de horas que se trabajan y a su vez, la depresión.

5. Insomnio

La exposición constante al estrés y la depresión se asocian con dificultades para dormir. Por eso, uno de los efectos psicológicos de vivir para trabajar más conocido es el insomnio.

Quienes trabajan demasiado, tienden a dormir poco. Esto puede ocurrir debido a que su jornada no se lo permite o a que el estrés les impide descansar bien.

6. Sedentarismo

La mayoría de las personas desempeñan trabajos en puestos específicos y no necesitan moverse mucho para cumplir sus tareas. Por tal motivo, dedicarnos al trabajo implica mantener una conducta sedentaria. Entonces, si usamos la mayor parte del tiempo para trabajar, aumentamos la cantidad de horas que estamos sin actividad física.

Con el tiempo, el sedentarismo aumenta el riesgo de padecer obesidad, enfermedades cardiovasculares e incluso diabetes. Al mismo tiempo, estas afecciones pueden incapacitarnos y disminuir nuestra calidad de vida de forma significativa.

¿Cómo evitar los efectos psicológicos de vivir para trabajar?

Cuando se trata del trabajo, el problema no solo afecta al bienestar emocional, sino también económico. No todas las personas pueden renunciar a su empleo o tomarse vacaciones cuando lo necesiten. Estas condiciones las hacen más vulnerables.

En la medida de lo posible, tratemos de buscar tiempo para cuidar de nosotros. Realizar ejercicio al menos 30 minutos al día reduce el riesgo de obesidad y trastornos cardiacos. A su vez, disminuye el riesgo de depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental.

Por otro lado, pasar tiempo de calidad con los seres queridos combate el sentimiento de soledad. Como resultado, es menos probable que desarrollemos el síndrome del trabajador quemado o depresión.

Para concluir, reducir los efectos psicológicos de vivir para trabajar es necesario para hallar un equilibrio entre deber y placer. Si bien no podemos abandonar nuestras responsabilidades, tampoco es sano dedicar toda nuestra energía a ello. Al final, el dinero y las posesiones materiales pierden su significado si no tenemos tiempo o compañía para disfrutarlo.

sábado, 26 de noviembre de 2022

¿Cómo hablar con los niños sobre las guerras? 7 claves

Todos desearíamos que este fuera un mundo libre de guerras y de violencia. Sin embargo, los dramas humanos están ahí y nuestros niños no son ajenos a esos sufrimientos. ¿Cómo hablar con ellos sobre estos temas?

Algo que debemos comprender es que los pequeños no son ajenos a los acontecimientos sociales que nos rodean. El sufrimiento que ven en la televisión se impregna en ellos de diferentes maneras. Los comentarios y las conversaciones que escuchan a los adultos crean en sus mentes ideas e imágenes que, en ocasiones, pueden ser traumáticas.

No podemos infravalorar su presencia o las interpretaciones que hagan sobre lo que ven y escuchan. En este mundo hiperconectado pueden tener acceso a noticias y escenas violentas con un solo clic al coger un móvil, una tablet o un ordenador. Y sin importar su edad. Es importante estar junto a ellos, hablarles y percibir cómo están procesando esta actualidad.

A todos nos encantaría que este mundo fuera como John Lennon lo describió en su famosa canción Imagine. Un mundo que vive la vida en paz. Una realidad sin infiernos, sin codicia, sin hambre, un mundo donde todo se comparte y hay fraternidad entre las personas…

Lamentablemente, ese universo de armonía y bondad aún no es posible. Debemos afrontar nuevamente escenarios que nos parecen pretéritos, pero que acontecen a cada segundo. Y nuestros niños, aunque nos duela, también forman parte de este presente complejo y amenazante.

A continuación, analizamos qué estrategias podemos seguir para hablar con ellos sobre esto.

Claves para saber cómo hablar con los niños sobre las guerras

Hay un aspecto más que evidente. No podemos esconderles lo que sucede, ni tampoco poner una venda en los ojos de nuestros pequeños. En esta actualidad de color gris resulta cada vez más complicado controlar los contenidos a los que son expuestos los niños. A veces, los telediarios emiten imágenes de gran dureza, y ante los que ni siquiera nosotros estamos preparados.

Esto hace que todo lo que ven y escuchan pueda ser procesado por su mente infantil y juvenil con gran ansiedad, miedo e incertidumbre. Asimismo, el hecho de que vean en las imágenes a tantos niños huyendo de la guerra y los bombardeos junto a sus madres hace que empaticen mucho más con esa realidad; que se vean identificados.

También ven el miedo y el dolor en los rostros de sus padres. En las escuelas, a su vez, se habla de lo que acontece, con lo que todo ello puede crear en sus mentes muchos desafíos, amenazas y también dudas. En un contexto tan aterrador es vital tener conversaciones abiertas, sinceras y cercanas con nuestros pequeños. También con los adolescentes.

Veamos qué recursos y estrategias podemos seguir para hablar con los niños sobre las guerras.

1. Tomar conciencia de qué saben y qué entienden sobre lo que ocurre

No importa que los niños tengan 4 o 13 años. Desde el momento en que son expuestos a las imágenes de un escenario bélico con todo el drama que ello implica, la mente infantil crea un significado sobre lo que ve. Por ello, es decisivo hacerles preguntas directas sobre lo que entienden que está sucediendo.

Puede darse el caso de que los niños crean que estamos en un contexto de guerra mundial y que lo que ven en la televisión puede sucederles a ellos. Procuremos sondear e investigar en ellos para tener claro qué piensan y que narrativa mental tienen al respecto de la actualidad.

2. Adaptar el lenguaje para hacernos entender con ellos

Puede que los niños no entiendan términos como “conflictos bélicos”, “corredores humanitarios” o “amenaza nuclear”. Es esencial adaptar nuestro lenguaje a su comprensión usando palabras sencillas y no amenazantes. No es necesario entrar en detalles, basta con ofrecer una idea general.

3. Validar emociones: lo que sentimos es normal

Es muy común encontrarnos con pequeños cada vez más silenciosos. No expresan lo que sienten o piensan porque no encuentran las palabras adecuadas para hacerlo. También porque esta situación puede ser nueva para ellos. En estos casos es muy útil recurrir a la inteligencia emocional, para habilitarles en la concienciación y expresión emocional.

Una investigación de la Universidad de Pensilvania destaca la importancia de educar a los niños desde edades tempranas en esta competencia. Esto revierte en su bienestar psicológico y en sus habilidades comunicativas.

Los pequeños deben entender que el miedo o la ansiedad que sienten es completamente normal. Hablar de lo que hay en su interior les permitirá sentirse mucho mejor.

4. Asegurar a los niños que van a estar bien

A la hora de hablar con los niños sobre las guerras es imprescindible atenuar los miedos. Y eso implica racionalizar, tranquilizar y proteger. No podemos mentirles, no podemos decirles que esa guerra y ese sufrimiento que ven en la tele es una película. Es necesario decirles la verdad, pero orientar la conversación hacia perspectivas positivas.

Es importante insistirles en que hay personas que están trabajando para que llegue la paz. Les recordaremos que ellos no corren ningún peligro, que están a salvo. También es recomendable insistirles en que el mundo se está volcando en ayudar a todas esas personas que sufren, que los niños que ven están siendo protegidos.

5. Buscar signos de ansiedad o preocupación en ellos

Los pequeños pueden dar muestras de su ansiedad o temor de múltiples maneras. Es posible que estén más retraídos y menos comunicativos. Puede darse el caso de que tengan pesadillas o que sus dibujos revelen muchos de sus miedos.

Procuremos estar atentos a cambios en su conducta para poder responder cuanto antes. No dudemos en solicitar ayuda profesional si es necesario.

6. Intentar restringir su exposición a los contenidos de la guerra

La clave no es proteger a los niños hasta el punto de hacerles creer que la guerra no es real. Porque lo es y deben comprenderlo. Sin embargo, es recomendarle no exponerles en exceso a las imágenes que nos llegan cada día. En la medida de lo posible, intentemos evitar esas situaciones.

Asimismo, debemos controlar qué decimos delante de ellos con otros adultos. A veces, hablamos con nuestra pareja, amigos o familiares de la situación en Ucrania ante los niños, dejando entrever nuestro miedo o preocupación. Esto puede ser contraproducente.

7. Dar estrategias a los niños para ayudar a los afectados por el conflicto

A la hora de hablar con los niños sobre las guerras hay una estrategia especialmente útil. Podemos proponerles que ellos sean útiles en esa situación de conflicto bélico. Inculcar a los niños una labor humanitaria les permitirá sentirse bien sabiendo que están ayudando a quienes sufren.

Esa sensación les permitirá no solo sentirse mejor, ya que les estaremos educando en ese valor que tanto necesita el mundo: humanidad. Recordemos, los niños son la esperanza del futuro para que las guerras no tengan cabida ni sentido el día de mañana.

viernes, 25 de noviembre de 2022

¿Qué son los valores sociales?

Las sociedades no solo se definen por sus instituciones, el sistema socioeconómico que las rige o las políticas de gobierno que las caracterizan, sino también se constituyen por los valores sociales que las orientan.

Los seres humanos no solo vivimos en sociedad, somos esa sociedad. Cada uno de nosotros es un ser social que actúa, vive y muere en una estructura social que configura lo que es. Este tejido orienta la manera de actuar, vivir, ser y relacionarse de los individuos y los grupos. Para ello, se basa en determinados valores sociales, entre otros pilares.

Un valor, en el plano personal, se puede entender como un conjunto de creencias y actitudes que una persona expresa, basada en ciertos principios considerados positivos e importantes, que le dan sentido y dirección a su vida. Es algo por lo que estaría dispuesta a dar su vida o por lo que desearía continuar viviendo. Pero, a nivel social, ¿qué son los valores? ¿Qué funciones tienen?

Los valores sociales

Los valores son cualidades que orientan las acciones y le proporcionan un sentido pleno a la vida, cuando se vive en sintonía con ellos. En la sociedad, los valores desempeñan las mismas funciones que en el plano personal, dan dirección a los comportamientos de las personas y los grupos dentro de la estructura social.

Podemos decir que los valores sociales son cualidades, actitudes y estándares que los individuos y los grupos utilizan para orientar sus acciones. Estos valores son el fundamento para establecer el orden social dentro de los colectivos. A través de ellos, una sociedad determina qué es aceptable y qué no, qué se debería hacer o ser y qué no, qué es deseable y qué no.

Los valores sociales llevan consigo un conjunto de concepciones implícitas y explícitas sobre el deseo y la acción de un sujeto dentro del tejido social. Así pues, marcan la pauta del comportamiento social, de acuerdo con el contexto y la situación. Este tipo de valores impulsa a los ciudadanos a alinear sus actuaciones con el carácter de la sociedad.

Con la introyección de estos valores, las sociedades buscan propiciar y mantener la armonía en el mundo mental del individuo. Al operar como unas guías, las personas pueden saber cómo actuar y relacionarse con los demás en situaciones particulares. Gracias a ellos, se pueden fortalecer las interacciones entre los ciudadanos y garantizar una buena convivencia.

Función social de los valores

En relación con el conocimiento social, los valores permiten la construcción del mundo social, facilitando la relación entre los individuos y la realidad. Mediante ellos cada persona configura las concepciones sobre el mundo social en el que vive, y el sistema va difundiendo la normatividad vigente de la sociedad.

Las personas extraen información mediante la interacción con su entorno. Esta información precisa de una organización y clasificación, de tal manera que pueda ser estructurada en una comprensión del entorno social. Para ello, uno de los medios que se usa son los valores sociales, que aparecen como principios organizativos que dan forma al mundo social.

Los valores sociales no solo facilitan la construcción y la organización del mundo social, también permiten la identificación social de los sujetos. Cada persona va desarrollando un vínculo con aquellos grupos que comparten sus propios sistemas de valores personales. Es precisamente este proceso de adhesión a un grupo el que forja la identidad social de dicha persona dentro del mismo.

Si cada grupo y persona posee un sistema de valores propio, entonces podemos hallar tantos valores sociales como grupos. Por lo tanto, podemos decir que los valores no solo se reducen a la sociedad en general, también son propios de los grupos o colectivos que se han formado dentro de ella.

En cada grupo o sociedad, estos valores se van transmitiendo de generación en generación a través de la educación, mediante la cual se busca legitimar el orden que dichos valores han establecido dentro del colectivo.

Tipos de valores sociales

Los valores sociales pueden variar de un grupo a otro, de una sociedad a otra, pero hay algunos que se pueden extender a toda sociedad. Veamos cuáles son.
  • Respeto: permite que una persona pueda reconocer, aceptar, apreciar y valorar las cualidades de los demás y sus derechos.
  • Honestidad: es un valor social caracterizado por decir la verdad, ser decente, recatado, respetuoso y justo.
  • Justicia: este valor hace referencia a ser equitativo y dar a cada uno lo que le corresponde por derecho.
  • Tolerancia: es el respeto por las creencias y prácticas de las demás personas cuando son distintas a las propias.
  • Bondad: es la tendencia hacer el bien. Implica también un grado considerable de compasión, de estar y padecer junto al otro sus sufrimientos y buscar la manera de aliviarlo.
  • Libertad: facultad de actuar según el propio criterio, dentro de los límites establecidos dentro de la sociedad.
  • Amor: valor que impulsa a una persona a preocuparse, respetar y comprometerse con el bienestar del otro sin esperar un beneficio a cambio. Es salir de sí mismo al encuentro del otro para quererlo tal cual es.
  • Tolerancia: valor social que lleva a aceptar y respetar las ideas, las opiniones o actitudes de los demás, aunque no se esté de acuerdo con ellas.
  • Educación: es uno de los valores más importantes, pues dentro de él se pueden enseñar los demás valores. La educación es propiamente la formación de las personas, tanto a nivel intelectual, como afectivo y moral.
Para cerrar, es necesario resaltar que los valores sociales pueden cambiar; no son necesariamente estáticos. Más bien son dinámicos, ya que la sociedad misma es dinámica.

jueves, 24 de noviembre de 2022

6 características de las personas sinceras

¿Qué configura el carácter de una persona sincera? ¿Cuáles son las motivaciones de la honestidad? En este artículo responderemos a estas y otras interesantes preguntas.

Todos valoramos la sinceridad, y nos gusta relacionarnos con personas sinceras que expresen realmente lo que piensan, siente y son. Este valor es tan importante como necesario es las relaciones interpersonales. Una duradera y enriquecedora se basa, en gran medida, en la honestidad.

Ser sincero tiene que ver más con la honestidad que con la verdad. Al mismo tiempo, suele demandar valentía y generosidad. En este artículo, describiremos las principales características de las personas que se enfrentan a los obstáculos con esta actitud vital.

¿Cómo es una persona sincera?

Una persona sincera tendrá que evitar la tentación de la mentira, pues en muchas ocasiones, salirnos de manera consciente del relato de la realidad puede darnos una buena cosecha de benéficos a corto plazo.

Por otro lado, hablamos de una persona “mayoritariamente sincera”, ya que sería una tarea utópica intentar encontrar a alguien que nunca, ya sea por un motivo u otro, haya contado una mentira.

Al mismo tiempo, la sinceridad como patrón suele dar lugar a una actitud abierta ante la experiencia. La persona sincera no solo es honesta con los otros, también lo es consigo misma. Por eso, su manera de ver y vivir la vida la lleva a contemplar cada situación de una manera más ajustada.

Las características de las personas sinceras

A continuación, te presentamos las principales características de las personas sinceras.

1. Son honestas

Las personas sinceras son poco sensibles a las circunstancias a la hora de elegir entre verdad o mentira. Decir la verdad para ellas es algo central. Entienden que la honestidad difícilmente se puede negociar. Por ello, los demás las ven como personas en las que pueden confiar.

2. Son asertivas y empáticas

Buena parte de la honestidad, o de su ausencia, se basa en la comunicación. Por eso, precisamente son tan importantes las habilidades sociales; toda una caja de herramientas cognitivas que favorecen comportamientos que dignifican a los demás.

Una de estas habilidades es la asertividad, mediante la cual la persona sincera expresa lo que piensa, por encima de que el viento sople o no a favor.

En ocasiones, las personas dicen la verdad sin tener en cuenta cómo se sentirá la otra persona, sin “ponerse en su lugar” (empatía). Así no se trata ser sincero, sino de buscar la manera de que esa verdad cause el menor daño posible. La cuestión no es de contenido, es de forma, y lo que le da forma precisamente a nuestra forma de actuar en entornos sociales son las habilidades sociales.

3. Son inteligentes emocionalmente

La inteligencia emocional es clave en la vida de toda persona sincera, pues mediante ella es capaz de identificar, regular y expresar, asertivamente, sus emociones. De igual forma, esta le permite reconocer las emociones ajenas.

4. Aceptan lo que les sucede

Las personas sinceras aceptan lo que la vida les ofrece, tanto lo bueno como lo malo. Cuando hablamos de aceptación nos referimos a la capacidad de reconocer lo que sucede sin resistirse. Es permitir que cada cosa sea como es, como aparece.

Esto no quiere decir que los sinceros sean pasivo o personas resignadas. Eso no es aceptación. La aceptación es ver las cosas como son y actuar de manera activa sobre ellas para cambiarlas, en caso de ser posible.

Las personas sinceras aceptan la vida porque de no hacerlo estarían negando la realidad de lo que está sucediendo. Sería un autoengaño pretender vivir de acuerdo con lo que no es. Así, las personas sinceras salen al encuentro de la vida y en medio del dolor o del gozo, reconocen lo que sienten y lo que piensan. En otras palabras, son honestas con ellas mismas y con la vida.

5. Son congruentes

Uno de los grandes atractivos de la sinceridad es la disonancia cognitiva -o, mejor dicho, su ausencia-. Las personas solemos contar menos mentiras de las que podríamos para, entre otros alicientes, evitar el malestar que nos produce vernos como personas poco honestas.

Así, en ocasiones, podemos preferir pagar el precio que pueda derivarse de la verdad antes que penalizar a nuestro autoconcepto.

6. No se reprimen

La represión es un mecanismo de defensa que se utiliza para inhibir la experiencia o la expresión de sentimientos negativos o pensamientos desagradables. Las personas sinceras no suelen encapsular e ignorar su estado emocional. Son más partidarias de reconocer, expresar y aceptar lo que sienten.

Para terminar, ser una persona sincera no es nada fácil, requiere entrega, persistencia y un cambio en la manera de ser y estar en el mundo. La sinceridad es un compromiso con la verdad, con los demás y con uno mismo. Todos queremos relacionarnos con esta clase de personas, pero ¿nosotros somos sinceros con los demás?


miércoles, 23 de noviembre de 2022

Accesorios de personalidad: objetos que definen nuestro yo

Hay objetos con un gran valor para nosotros. Definen nuestra personalidad, nuestros valores, y hasta son capaces de tejer un hilo con nuestro pasado. Más allá del teléfono móvil, hay piezas de ropa, joyas o relojes que pueden tener una gran carga emocional.

Los accesorios de personalidad son esos artículos que conforman una extensión de nuestro yo. Al igual que de niños teníamos nuestros juguetes fetiche, como ese osito de peluche que siempre nos acompañaba, es interesante saber que en la edad adulta, esto tiende a repetirse. Basta con inspeccionar qué es lo que llevamos ahora mismo con nosotros.

La ropa define un estilo propio y nuestra forma de ser. Llevamos joyas, relojes… Y, por supuesto, en este presente todos llevamos con nosotros ese objeto venerado: el teléfono móvil. El sociólogo canadiense Erving Goffman explicó que las personas necesitamos accesorios que favorezcan nuestra autopresentación.

Los dispositivos electrónicos son ahora mismo símbolos y expresiones de nosotros mismos. No solo contienen parte de nuestra vida. No solo nos servimos de ellos para movernos por el mundo, relacionarnos y trabajar. También definen nuestro estatus, valores y universo emocional.

Accesorios de personalidad: ¿qué son y qué representan?

Las personas acumulamos a lo largo de nuestra vida gran cantidad de objetos. La mayoría de ellos cumplen su utilidad y pasan sin pena ni gloria por nuestra casa, por nuestros espacios personales, hasta que son desechados y sustituidos. Muchos son retirados, pero algunos de ellos pueden formar parte de nuestra vida de manera permanente y casi ad eternum.

Tanto es así que, a veces, incluso pasan de una generación a otra, adquiriendo con ello una impronta emocional de gran trascendencia. El objeto de pronto adquiere esencia, y dicha esencia viene dada por la identidad que le da su poseedor. Los accesorios de personalidad son esos artículos que proyectan parte de lo que somos, de nuestra historia, recuerdos, gustos y deseos.

El ser humano necesita de estos accesorios y esa vinculación con lo inerte, con lo que no tiene vida. Cumplen una función instrumental y también simbólica, y esto es algo que tiene su inicio en la infancia. Los juguetes son nuestros primeros objetos socioemocionales. Es más, se ha descubierto incluso que los neandertales ya creaban joyas hace más de 130 000 años.

También ellos tuvieron la necesidad de crear ornamentos, piezas que seguramente fueron también el accesorio de personalidad de alguien.

Buscamos artículos que nos generen recompensas

Señalaba el sociólogo Erving Goffman en su libro The Presentation of Self in Everyday Life (1959) que los objetos revelan información de los sujetos sociales; es decir, de nosotros mismos. Definen nuestro estilo de vida, nuestros valores y nuestra perspectiva del mundo. Quien elige comprar un cepillo de dientes de bambú y no de plástico revela, por ejemplo, su compromiso con el planeta.

Los accesorios de personalidad además nos aportan una serie de recompensas. No solo nos son útiles de manera instrumental, tienen además una connotación emocional y también social. Volvamos al móvil para entender esto último.

Determinadas marcas y modelos de teléfonos pueden aportarnos cierto estatus. Además, nos conceden innumerables beneficios, al igual que lo puede hacer un ordenador, o incluso un coche. Cuantas más recompensas o refuerzos positivos nos aporte ese objeto, mayor será la vinculación que establezcamos con él.

Sin embargo, y aquí llega el dato curioso, en la actualidad las personas adquirimos y desechamos esos artículos de forma habitual. La necesidad de consumir, la presión de las modas y la obsolescencia programada hacen que nuestros accesorios de personalidad se renueven de manera constante.

Los accesorios de personalidad, nuestras máscaras sociales

La Universidad de Stanford publicó un artículo en el 2020 sobre los accesorios de personalidad. Algo interesante que destacó en este trabajo es cómo determinados objetos tienen un significado simbólico previo que acaba condicionando la percepción que tenemos de nosotros mismos. De algún modo, determinados artículos actúan de máscaras sociales.

Pensemos en nuestra ropa. Basta con llevar una cazadora de un estilo determinado para proyectar una imagen ante los demás. Las personas necesitamos esas máscaras, esas prendas, esos móviles, coches, joyas o relojes para complementar nuestro yo. Y este también puede cambiar con el tiempo según modas y necesidades propias.

La vinculación emocional hacia determinados objetos, nuestras más preciadas posesiones

Hay accesorios de personalidad que no desechamos, que no renovamos y de los que no nos separamos. Algunos de ellos nos han sido legados por familiares. Otros llegaron de forma casual a nuestra vida y cuentan una historia, son parte de nosotros. Hay objetos con los que construimos un vínculo emocional permanente.

No importa lo desgastados que estén o lo pretéritos que resulten, esos artículos del ayer llenan nuestro presente y rememoran quién somos o de dónde venimos. Y que esto sea así es bueno y enriquecedor. Al fin y al cabo, las personas somos historias y es habitual que en esa narrativa existencial nos acompañen desde libros, zapatos, relojes, muñecos y hasta frascos de perfume que hace mucho dejaron de oler.

Lo problemático es la incapacidad de desechar lo que ni es útil ni tiene un componente emocional para nosotros. Ejemplo de ello son las personas con un trastorno de acumulación, quienes son incapaces de desprenderse de sus posesiones, con independencia de su valor real.

A veces, nuestros accesorios se convierten en nuestro peor enemigo: ansiamos poseerlos y otras, tememos abandonarlos…

martes, 22 de noviembre de 2022

Síndrome de Williams: síntomas, causas y tratamientos

¿Conoces el síndrome de Williams? ¿Sabías que provoca discapacidad intelectual? ¿Qué otros síntomas conlleva? ¿Qué lo causa? Descubre esto y mucho más aquí.

El síndrome de Williams (SW) es una enfermedad genética rara que causa ciertas alteraciones en el desarrollo, además de otros síntomas. Afecta a 1 de cada 20 000 recién nacidos, según Puente et al. (2010).

Sin embargo, según Garayzábal & Capó (2009), gracias a la labor de difusión de las asociaciones y al progreso en la investigación sobre el genoma humano, su incidencia podría ser muy superior, situándose en 1 de cada 7.500 recién nacidos (datos que también sugiere la Asociación Síndrome Williams España).

Pero, ¿en qué consiste exactamente el síndrome de Williams? ¿qué síntomas origina? ¿cuál es su causa? ¿cómo se diagnostica? ¿cómo se trata? ¿Es cierto que los niños con síndrome de Williams presentan un don especial para la música? ¡No te quedes con las dudas!

Síndrome de Williams: ¿qué es?

Como decíamos, el síndrome de Williams es una enfermedad genética rara que afecta a 1 de cada 7500/20 000 recién nacidos. Produce, en muchas ocasiones problemas de corazón, ansiedad, alteraciones físicas (por ejemplo rigidez muscular) y otro tipo de síntomas.

A nivel de personalidad, los niños que nacen con este síndrome manifiestan una marcada extroversión y un comportamiento hipersocial. Además, como característica central del mismo, sabemos que provoca discapacidad intelectual leve o moderada asociada a ciertos déficits cognitivos y del desarrollo. También conlleva un fenotipo muy característico a nivel facial (rasgos faciales concretos), que veremos más adelante.

¿Qué síntomas provoca el síndrome de Williams?

Vamos a ver ahora con más detalle en qué consisten los síntomas originados por el síndrome de Williams:

Discapacidad intelectual

Puede ser leve o moderada y conlleva dificultades en tareas visuales y espaciales (como, por ejemplo, hacer un rompecabezas o dibujar). Además, aparecen también déficits en la psicomotricidad.

Como aspecto a destacar, la música y el aprendizaje por repetición-memorización no suelen estar afectados. Es más, algunos artículos e investigaciones han identificado un talento musical especial en estos niños.

Enfermedades del corazón

Uno de los posibles síntomas del síndrome de Williams y, quizás el más grave, es una enfermedad del corazón (cardiovascular) denominada estenosis aórtica supravalvular. Consiste en un estrechamiento del vaso sanguíneo grande (aorta), que es el encargado de transportar la sangre desde el corazón hasta el resto del cuerpo.

¿Qué ocurre si la estenosis no se trata? Que puede desembocar en dolor en el pecho, falta de aliento e insuficiencia cardíaca. Más allá de la estenosis, según la NIH (National Institutes of Health), también existe la posibilidad de que aparezcan otros problemas del corazón y los vasos sanguíneos en personas con Síndrome de Williams.

Características de personalidad y TDAH

Se trata de niños extrovertidos y muy sociales, desinhibidos, entusiastas y muy amigables. Suelen interesarse de forma extrema por las personas. Además, también es común en este síndrome la manifestación de TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), problemas de ansiedad y fobias.

Rasgos faciales concretos

A nivel fenotípico, los rasgos faciales que aparecen en el síndrome de Williams (algunos de los cuales se hacen evidentes a partir de los 2-3 años de edad) son los siguientes:
  • Mandíbula pequeña.
  • Labios gruesos.
  • Frente estrecha.
  • Aumento del tejido de alrededor de los ojos.
  • Nariz corta.
  • Mejillas caídas, con región molar poco desarrollada.
Otros síntomas

Otros síntomas que aparecen en el síndrome de Williams, aún no mencionados, son los siguientes:
  • Rigidez muscular.
  • Miopía.
  • Estreñimiento.
  • Alteraciones de la columna.
  • Acumulación de calcio en el riñón.
  • Estatura baja (en relación con los otros miembros de la familia).
  • Emisión involuntaria, pero consciente de la orina.
¿Cuál es la causa del síndrome de Williams?

El síndrome de Williams es una enfermedad genética; esto quiere decir que encontramos su origen en el material genético. Así, el síndrome se produce por una pérdida (deleción) de material genético de una región específica del cromosoma 7 en el 99 % de los casos. De manera concreta, aparece cuando no se tiene una copia de más de 25 genes del cromosoma número 7.

Uno de estos genes ausentes es el encargado de producir elastina, una proteína que permite que los vasos sanguíneos y otros tejidos del cuerpo se retraigan. De esta manera, la falta de este gen hace que algunos de los síntomas del síndrome de Williams sean la aparición de piel elástica, articulaciones flexibles y estrechamiento de los vasos sanguíneos.

Según MedLine Plus, en la mayoría de los casos las mutaciones genéticas propias del trastorno se presentan solas, ya sea en el esperma o en el óvulo a partir de los cuales se desarrolla el feto. Por otro lado, cuando una persona padece un cambio en su material genético en este sentido, sus hijos desarrollan el 50 % de probabilidades de heredar dicho cambio.

¿Cómo se diagnostica?

Actualmente el síndrome de Williams puede diagnosticarse hasta en un 95 % de los casos a través de métodos moleculares. Una de las técnicas que más se utiliza es la llamada hibridación in situ fluorescente. ¿En qué consiste esta técnica? En aplicar un reactivo a un segmento del ADN de la región del cromosoma marcado con fluorescencia.

Por otro lado, existen pruebas complementarias que se pueden realizar a la hora de diagnosticar un caso de síndrome de Williams, tales como la ecografía de riñón, la revisión de la presión arterial o la ecocardiografía combinada con ecografía Doppler.

¿Existe tratamiento?

El síndrome de Williams no tiene cura. Sin embargo, sí pueden tratarse algunos de los síntomas o consecuencias que conlleva el trastorno, ya sea a nivel psicológico (para trabajar los déficits del desarrollo y cognitivos, así como las posibles consecuencias emocionales de los mismos) como fisioterapéutico (para trabajar la rigidez articular, por ejemplo), entre otros.

Así, encontramos diferentes opciones terapéuticas, propuestas por Morris (2017) en un artículo del propio síndrome. Vamos a enumerarlas; a nivel médico, algunos de los tratamientos utilizados en el síndrome de Williams son los siguientes:
  • Medicación para tratar la hipercalcemia, como corticoides.
  • Medicamentos para tratar la hipertensión o el estreñimiento.
  • Cirugía para corregir los problemas del corazón.
  • Medicamentos supresoras de las hormonas sexuales (en los casos de pubertad temprana).
  • A nivel psicológico, siguiendo con Morris (2017) encontramos también:
  • Programas de educación especial para los problemas de aprendizaje.
  • Programas de intervención para los trastornos de comportamiento y la ansiedad.
Finalmente, y en cuanto a otro tipo de terapias, hablamos de:
  • Terapias físicas y fisioterapéuticas.
  • Modificaciones de la dieta.
  • Privación de suplementos de vitaminas que contengan vitamina D.
Síndrome de Williams: no estáis solos

Hay muchas familias que cada año deben afrontar la nueva realidad de tener un hijo con síndrome de Williams. Además, esta realidad aparece muchas veces de repente y sin previo aviso, de manera que al principio las familias pueden sentirse muy perdidas y desamparadas. Con la llegada de un hijo con síndrome de Williams, aparecen también multitud de dudas y preguntas.

Por ello, encontrar un acompañamiento adecuado para afrontar esta nueva realidad resultará imprescindible. Este acompañamiento puede ser psicológico, pero además uno puede acudir a asociaciones y entidades que brinden la oportunidad de conocer a otras familias que estén pasando por lo mismo.

Una de estas asociaciones es la Asociación Síndrome Williams España, donde ofrecen programas de atención a las familias (servicio de orientación, asesoramiento y apoyo psicológico, encuentros familiares, escuela de familias…) y otro tipo de servicios que pueden ayudar a afrontar con mayor entereza esta nueva realidad. Así que, no lo dudes, si necesitas ayuda, ¡pídela! Te la mereces, y tu hijo, también.

lunes, 21 de noviembre de 2022

El sesgo de la responsabilidad externa o lavarse las manos

El sesgo de la responsabilidad externa nos lleva a creer que hay poderes superiores decidiendo nuestro destino. Esos poderes nos quitan la angustia de tener que decidir y nos protegen de la insatisfacción que originan nuestros errores y desaciertos.

El sesgo de la responsabilidad externa es uno de los más extendidos. Básicamente tiene que ver con el hecho de atribuir o señalar causas externas como factores precipitantes de determinados acontecimientos. Esto toma forma a través de creencias e incluso doctrinas, cuyo eje es precisamente esa convicción.

Recordemos que un sesgo cognitivo es una desviación de la lógica. Se trata de una interpretación equivocada de la realidad que lleva a una distorsión de los hechos. Es un sesgo porque en el fondo se trabaja con una realidad distorsionada. Y es cognitivo porque se trata de un razonamiento que tiene su propia base lógica, aunque esta sea errónea.

Tanto el sesgo de responsabilidad externa, como los demás sesgos cognitivos, sirven de soporte para muchas decisiones. Por lo tanto, este tipo de razonamientos conducen a una cadena de errores, pero, pese a ello, se sostienen porque constituyen una especie de atajo mental que facilita la comprensión de la realidad.

El sesgo de la responsabilidad externa

El sesgo de la responsabilidad externa es la convicción de que no somos responsables de nuestros actos, sino que es un agente exterior quien los precipita. Ese agente exterior puede ser un dios, el destino, los astros, el karma, la sociedad, un líder o cualquier realidad poderosa e incontrolable a la que se le pueda adjudicar esta potestad.

El sesgo de la responsabilidad externa produce tranquilidad cuando asumir una responsabilidad en lo ocurrido produce angustia y preocupación. Adjudicarle a otro la responsabilidad de lo que hacemos hace más fácil lidiar con la incertidumbre. Si te equivocas, “Dios lo quiso”, o “Mercurio no estaba alineado”.

Pensar en términos del sesgo de la responsabilidad externa hace que la persona se sienta más protegida. Habría una realidad superior que se encarga de todo; es una forma de prolongar la infancia, donde los padres dirigían nuestras vidas y poco podíamos hacer al respecto.

La libertad de elección

La libertad para elegir en muchos casos puede generar una ráfaga de angustia. El encuentro de una persona consigo misma es, en muchos casos, temido. Se trata de reconocer los errores con la sutileza suficiente para que el autoconcepto no sufra daños. Un ejercicio que no es sencillo; el sesgo sería un sustituto que nos permitiría abstenernos de esta tarea.

Según los antropólogos, el sesgo de la responsabilidad externa -y similares- nace como una respuesta frente al miedo, a la muerte y al dolor. En muchas religiones se insiste en que quienes creen en el poder superior de un dios y se someten a él evitarán castigos y sobrevivirán a la ira o la venganza de ese ser supremo.

La libertad de elección es vista como un peligro para todos aquellos que quieren encarnar, o encarnan, ese poder superior. Los poderes absolutos son el extremo opuesto a esa libertad. Por eso la historia está llena de héroes trágicos que osaron enfrentar a ese ente superior y para ser después ejemplarmente castigados por ello.

La lógica del líder absolutista

Los líderes políticos y religiosos absolutistas dependen en gran medida del sesgo de la responsabilidad externa. Su principal característica es precisamente esa: se ofrecen para ser ese agente externo que tome en sus manos la responsabilidad por la suerte de cada individuo y, a la vez, del grupo al que pertenece.

Este tipo de líderes son motivadores y manipuladores al mismo tiempo. Emplean un lenguaje muy emocional en el que la presencia de una grave amenaza siempre está latente. Obviamente, ellos son quienes se harán cargo de esa amenaza, con la única condición de que los demás les permitan dirigir sus vidas y sus destinos, renunciando al control sobre sí mismos.

Este tipo de líderes suelen surgir y proliferar en tiempos inciertos. Justamente en aquellas épocas en los que los individuos sienten que la realidad se escapa a su control y no hay caminos para incidir sobre ella o darle un giro a la situación. Así mismo, aparecen en momentos de la vida individual enmarcados en una desconfianza sobre las posibilidades y habilidades propias.

El sesgo de la responsabilidad externa nos protege de la incertidumbre y nos tranquiliza. A cambio, perdemos varios de los bienes más valiosos que tenemos como seres humanos: la libertad, la autonomía, la propia responsabilidad. Es, sin duda alguna, un trueque abusivo.



domingo, 20 de noviembre de 2022

¿Qué efecto tiene la música en el cerebro?

La música en el cerebro se procesa mediante redes neuronales que implican áreas de procesamiento auditivo y motor, y su percepción y ejecución involucran a diversas funciones cognitivas.

La música forma parte de nuestra historia prácticamente desde que contamos con datos de la misma. Por otro lado, desde que nacemos está presente en nuestro entorno. De hecho, los expertos la consideran tan relevante que a lo largo de la historia han querido encontrar los distintos efectos que provoca la música en el cerebro.

A modo de resumen, podemos decir que la música en el cerebro se procesa mediante redes neuronales que implican áreas de procesamiento auditivo y motor. Por otro lado, su percepción y ejecución involucran a diversas funciones cognitivas.

Además, los cambios que producen la música en el cerebro suponen un medio más para la rehabilitación de muchas personas mediante la musicoterapia, la cual es capaz de mejorar nuestra salud gracias a diversos factores: atención, emoción, cognición, conducta, comunicación y percepción.

La música en el cerebro, ¿para qué sirve?

La mayoría de los investigadores que buscan el origen de las habilidades musicales se basan en dos hechos observados y una suposición. Los hechos observados son que todas las sociedades humanas conocidas hasta hoy tienen música y que las habilidades musicales se manifiestan desde las primeras etapas del desarrollo de los niños.

Un bebé de dos meses ya discrimina entre sonidos considerados agradables y sonidos que para la mayoría son desagradables. Además, puede recordar melodías escuchadas días antes. De aquí se podría concluir que la música es innata: los seres humanos nacemos dotados para apreciarla sin que nadie nos enseñe.

La suposición que se plantea: si la evolución nos ha dotado de cerebros musicales, debe ser porque la música confirió a nuestros antepasados alguna ventaja en su entorno. Siguiendo con esto, Darwin pensaba que la música en los humanos surgió como herramienta para el cortejo, igual que la cola del pavo real y el canto de muchas especies de aves. Sin embargo, esta opinión es hoy minoritaria ya que, si la música fuera exclusivamente de origen sexual, ¿por qué cumple tantas otras funciones y aparece en actividades tan diversa?

El psicólogo experimental Steven Pinker de la Universidad de Harvard opina: “la música no es una adaptación, sino una especie de efecto secundario de otras habilidades y necesidades del organismo humano”.

Pinker señala que la música, con sus sonidos repetitivos, ordenados y predecibles, nos “hace cosquillas” en los centros del placer que sirven para indicarnos que hemos encontrado un ambiente ordenado y seguro. La música puede ser innata sin ser adaptativa, como otras tecnologías del placer; por ejemplo, la gastronomía: el organismo sólo exige nutrientes, sin requerir que estos vengan fritos o sazonados.

¿Qué nos provoca la música en el cerebro?

Según Robert Zatorre, neurocientífico del Instituto Neurológico de Montreal, las actividades musicales como escuchar, tocar, componer, ponen a funcionar casi todas nuestras capacidades cognitivas.

Como hemos comentado al principio, muchos neurocientíficos se interesan por la neurofisiología de la música en el cerebro porque esta puede revelar muchas cosas acerca de su funcionamiento general.

La música puede provocar sensaciones tan contradictorias, como la alegría o la tristeza. Krumhansl, demostró que la música con tiempo rápido y en tonalidad mayor creaba reacciones de felicidad y que, por el contrario, música con tiempo lento y en tonalidad menor generaba tristeza.

Está relacionada con la memoria, las emociones, los estados de ánimo y nuestra capacidad creativa y guarda una estrecha relación con el lenguaje. Hay estudios en los que se observa que personas con autismo o parálisis cerebral que poseen dificultades en el lenguaje, tienen una gran habilidad para expresarse a través de instrumentos musicales. Por tanto puede servir de comunicación.

La música en el cerebro activa procesos fisiológicos y químicos involucrados en sistemas de recompensa que no somos conscientes. Esto indica redes neuronales innatas responsables de la reacción musical.

Al igual que la comida, las drogas aditivas o el sexo, la música activa el sistema dopaminérgico que se encuentra implicado en el placer de escuchar música, aumentando el flujo sanguíneo cerebral en regiones del estriado ventral, en especial en el núcleo accumbens.

Blood propone que es una propiedad emergente en la compleja cognición humana, pues la música no es necesaria para sobrevivir o reproducirse, pero puede ser significante para que mantengamos una buena salud.

sábado, 19 de noviembre de 2022

¿Por qué hay personas que tienen éxito?

Hay quien dice que es cuestión de suerte e incluso de «enchufismo». Sin embargo, muchas de las personas que alcanzan el éxito lo hacen por méritos propios. Estas son las estrategias y capacidades que les definen.

A menudo, nos lo preguntamos ¿por qué hay personas que tienen éxito? ¿Es suerte? ¿Se debe a los buenos contactos, quizá? Como bien suele decirse, no hay nada como tener «padrinos» para escalar posiciones y estar en la cumbre del triunfo. Ahora bien, si pensáramos de cada persona que logra algo en la vida, estaríamos adoptando una visión algo sesgada.

Buena parte de quien logra el éxito lo hace por méritos propios. No importa el área en que nos centremos: arte, economía, ciencia, tecnología… Hay perfiles con grandes competencias que no solo merecen la posición que han logrado, sino que además, con su habilidad, han contribuido a nuestro progreso.

Si restáramos la valía del potencial humano, estaríamos dejando a un lado una de las herramientas que más han contribuido a nuestro avance como grupo social a lo largo del tiempo. Ahí tenemos figuras de inmensa relevancia como Isaac Newton, Albert Einstein, Marie Curie, Beethoven, Sigmund Freud, Steve Jobs o Elon Musk, etc.

¿Qué las hace diferentes? ¿Es su cociente intelectual, quizá? ¿Su actitud? ¿Su capacidad de visión? Lo analizamos.

¿Por qué hay personas que tienen éxito?

Decía Confucio que el éxito depende de la preparación previa y que sin ella estamos condenados al fracaso. Es una realidad. A menudo, damos por sentado que quienes logran ascender la escalera del triunfo lo hacen por disponer de unas competencias únicas y extraordinarias. Cuando en realidad, hay millones de personas que tienen un don para algo en concreto.

El mundo está lleno de buenos arquitectos, científicos, diseñadores, pintores, escultores, músicos… No obstante, por las razones que sean, solo unos pocos conquistan posiciones de renombre. Esas en las que no solo consiguen ser conocidos, sino que además nunca dejan de progresar, de desarrollar los medios para seguir avanzando a un nivel más elevado.

Tienen otra visión del mundo

Si nos preguntamos por qué hay personas que tienen éxito, una de las claves está en su visión particular de las cosas. Son hombres y mujeres que, por término medio, tienen una visión diferente de las cosas. Su capacidad de innovación y creatividad reside, sobre todo, en una percepción más amplia de las cosas; esa en la que, no hay miedo a desafiar lo establecido, a romper viejos esquemas.

Creen en sí mismos y en la validez de sus ideas

Pocos aspectos son más decisivos para el triunfo como la convicción en que uno vale para aquello en lo que invierte su vida. Confiar en las propias ideas, saber que puede aportar visiones nuevas y valiosas dentro de esa disciplina, de ese ámbito artístico o del saber, es esencial.

Capacidad de acción, herramientas para el cambio

Las buenas ideas no sirven de mucho si no pasan del plano abstracto a la realidad funcional. No basta con ser una persona creativa, original e innovadora: se necesitan también herramientas para aplicar esos conceptos y convertirlos en realidad. La capacidad de acción es clave del éxito y para ello, se necesita resolución, capacidad para ver oportunidades e ir más allá de los problemas.

Asimismo, a las personas que alcanzan el éxito, les define también, su actitud, esa con la que confiar en que lo imposible puede ser posible.

Aceptan los fracasos y las dificultades: son parte del propio proceso de crecimiento

Si nos preguntamos por qué hay personas que tienen éxito y otras no, la clave está a menudo en el fracaso. La forma en que se manejan, se afrontan y se usan a favor de uno mismo es a menudo decisiva. Por término medio, cuando alguien invierte tiempo, sueños y planes en un objetivo lo que evita a toda costa es la incomodidad, el fallo, la crítica, el error y, por supuesto, el fracaso.

Por contra, quienes alcanzan sus metas y el éxito, dejan espacio a esas vivencias más adversas y aprenden de ellas. En gran parte de los casos, lo ven como un paso atrás para tomar mayor impulso.

Se entrenan en nuevas habilidades, competencias y conocimientos de manera constante

Para alcanzar la cumbre una persona nunca deja de habilitarse y de aprender nuevas estrategias, mejores habilidades y conocimientos innovadores. El secreto del éxito está en el movimiento, en no estancarse en unas mismas ideas, perspectivas y situaciones.

La vida está en constante movimiento y el único modo de aprovechar cada variación, cada tendencia está en ir siempre por delante, en estar preparado y ser proactivo.

¿Por qué hay personas que tienen éxito? Porque son ambiciosas (pero nunca avariciosas)

La ambición no es un pecado capital es una fuerza de motivación excepcional. Bien dirigida puede cambiarnos la vida. De este modo, si nos preguntamos por qué hay personas que tienen éxito, es mejor dejar a un lado las típicas ideas de que todo es producto de la suerte o de la ayuda de terceros. Estos enfoques no ayudan.

Quien triunfa es ambicioso. Y es que esto sea así no es negativo, les confiere en realidad un propósito, una estrategia existencial y un deseo permanente que todo lo impulsa y lo reviste. Ahora bien, la ambición no puede ir de la mano de la avaricia. Porque entonces el propósito nunca es lícito, se pierden los principios y si se alcanza un tipo de éxito promovido solo por lo económico, ese triunfo, será temporal. Tarde o temprano llegará el declive, la falsedad y la corrupción.

Para concluir, el triunfo tiene como ingredientes algo más que el coraje, la suerte o el que otros nos allanen el camino. Tiene que ver sobre todo con la constancia y el trabajo duro, ese en el que, nunca se deja de lado la pasión por aquello que se hace.


viernes, 18 de noviembre de 2022

La rumia hace que la tristeza dure mucho más: de minutos a varios días

La rumia hace que la tristeza dure más que otras emociones, hasta unas 120 horas o incluso más, según un estudio. Te lo contamos.

La rumia hace que la tristeza dure más. Y no solo un poco, sino aproximadamente 4 días más que el resto de las emociones. Aunque este es un hecho que podíamos sospechar, la ciencia lo confirma. La duración de las emociones es un campo de estudio de la psicología básica que puede ser de gran valor para entender los trastornos psicopatológicos.

De todo el rango de emociones, hemos prolongado una que no es precisamente la más placentera. La educación, el procesamiento emocional y la forma de catalogar los eventos de la vida puede invitarnos a rumiar constantemente los fracasos y las desgracias. Esto no da naturalidad a la tristeza, sino que  la desvirtúa y la perpetúa.

En lugar de albergar tristeza y de emocionarnos con ella, la convertimos en un látigo moral, personal y cognitivo. La rumia provoca que la tristeza se albergue en nosotros de una manera anómala, hasta llegar a convertirse en una especie de “adicción”.

Por ello, cuando llega, la tememos tanto. Podemos no saber cómo gestionarla de forma adecuada o negarnos a considerarla -llevamos tanto tiempo teniéndola como ruido de fondo que parte de nuestro sistema atencional pude ignorarla, por mucho que siga generando un buen volumen de malestar-.

La reacción ante eventos traumáticos

Muchas personas se enfrentan a experiencias estresantes y traumáticas (p. ej., duelo, desastres naturales, asesinatos, accidentes de tráfico, divorcios…) que suelen provocar síntomas postraumáticos graves. Y algunas pueden comprender e interpretar su experiencia individual a su manera. Este afrontamiento cognitivo se denomina creación de significado (Park, 2010), el cual puede desempeñar un papel en la adaptación a tales experiencias.

Se descubrió que la creación de significado es central en la recuperación de experiencias estresantes como el duelo, la enfermedad y los ataques terroristas (Gillies y Neimeyer, 2006; Kernan y Lepore, 2009; Park et al., 2012). Esta alivia los síntomas postraumáticos y provoca cambios positivos tras la experiencia.

Park (2010) propuso el modelo de creación de significado. Este marco teórico identifica dos niveles de significado: el global y el  situacional. El significado global se refiere a los sistemas generales de orientación de los individuos, que consisten en creencias, objetivos y cosmovisión. El significado global, profundamente arraigado de los individuos, implica la creencia de que el mundo es benévolo, predecible y significativo, y que el yo es digno (Janoff-Bulman, 1989).

Por otro lado, el significado situacional se produce a partir de la valoración de una situación específica. El modelo postula que cuando las personas perciben una discrepancia entre sus significados globales y situacionales experimentan angustia, lo que hace que tengamos que hacer un esfuerzo de creación de significado para hacer frente a la discrepancia.

Dos tipos de rumiaciones

Según Greenberg (1995) y Park y George (2013), la rumiación sobre las experiencias estresantes es un factor importante en la creación de significado porque promueve la reevaluación del trauma o la revisión esquemática.

Tedeschi y Calhoun (2004) propusieron dos tipos de rumiación identificados en el procesamiento cognitivo de creación de significado, que es un paso necesario en el ajuste y el cambio positivo:

  • La rumiación intrusiva. Involucra pensamientos e imágenes no intencionales y no deseados que son difíciles de controlar y con contenidos relacionados con los eventos estresantes. La discrepancia entre los significados global y situacional conduce a la rumiación intrusiva (Greenberg, 1995; Park, 2008).
  • La rumiación deliberada. Implica tratar voluntaria y deliberadamente de comprender los eventos y sus implicaciones, por ejemplo, respondiendo preguntas como: “¿he aprendido algo?” o “¿ha cambiado la experiencia mis creencias sobre el mundo?”. Es más probable que la rumia deliberada esté relacionada con el crecimiento postraumático.
El experimento que midió su duración exacta

La tristeza tiende a asociarse con eventos que tienen un impacto significativo a largo plazo en la vida de las personas, como el duelo. La rumiación mental es el determinante central de por qué algunas emociones duran más que otras.

Las emociones asociadas con altos niveles de rumiación durarán más. Las emociones de duración más breve suelen ser provocadas, aunque no siempre, por supuesto, por acontecimientos de importancia relativamente baja. Por otro lado, las emociones duraderas suelen ser algo muy importante.

El estudio de Verduyn & Lavrijsen

Para observar los impresionantes efectos de la rumia en la perpetuación de la tristeza, se realizó este estudio publicado en la revista Motivation and Emotion. El objetivo del estudio es proporcionar una imagen detallada de la variabilidad en la duración entre las emociones y dar cuenta de esta variabilidad.

Se pidió a los participantes que recordaran episodios emocionales recientes, informaran sobre su duración y respondieran preguntas sobre evaluaciones y estrategias de regulación. De 27 emociones, la tristeza fue la que duró más tiempo, mientras que la vergüenza, la sorpresa, el miedo, el disgusto, el aburrimiento, el ser tocado, la irritación y el alivio fueron las emociones más breves.

Una dimensión de evaluación y una estrategia de regulación representaron casi la mitad de la variabilidad en la duración entre las emociones. En particular, en comparación con las emociones cortas, las emociones persistentes suelen ser provocadas por eventos de gran importancia y se asocian con altos niveles de rumiación.

Esta conclusión se mantiene en todas las definiciones de duración de las emociones y sigue siendo válida cuando se tienen en cuenta la actualidad y la intensidad de las emociones.

El asco y la vergüenza suelen durar 30 minutos, mientras que la tristeza se mantiene en un promedio de 120 horas. El aburrimiento tiene tendencia a pasar después de un par de horas, aunque cuando lo experimentas parece durar una eternidad.

También hay vínculos fascinantes entre una emoción similar a otra. Por ejemplo, el miedo tiende a ser de corta duración, mientras que su “prima hermana” la ansiedad es más prolongada. Del mismo modo, la vergüenza desaparece con relativa rapidez, pero la culpa tiende a permanecer durante mucho tiempo.

Los límites de la rumia

Todos estos datos nos hacen reflexionar sobre el espacio que le damos a la rumia. Si entendemos la preocupación como una forma de ser más adultos o productivos, al menos de forma cognitiva, probablemente también seremos muy vulnerables frente a la rumia. Piensa que no somos más productivos, mejores personas o más creativos por estar continuamente rumiando.

Sin embargo, la rumia intrusiva también es necesaria para orientar los procesos cognitivos hacia un cambio positivo y es una respuesta normal que sigue inmediatamente a las experiencias estresantes y traumáticas. La rumiación intrusiva también es un mecanismo de afrontamiento importante como estrategia de supervivencia para protegernos rápidamente de una amenaza.

Por lo tanto, la rumiación intrusiva puede ser tan importante como la rumiación deliberada para encontrar significado. Solo nosotros podemos saber dónde está el límite de la rumia como puerta directa al comportamiento depresivo.

jueves, 17 de noviembre de 2022

Qué hacer cuando dejas de amar a tu pareja

Si dejas de amar a tu pareja, es posible que experimentes sentimientos confusos. No es nada fácil terminar una relación que ha sido importante. Sin embargo, lo indicado es afrontarlo con madurez y respeto.

No es fácil identificar el momento en que dejas de querer a tu pareja. El amor nace de una forma espontánea, y no es posible datar su origen. Lo mismo ocurre con el desamor. En la mayoría de los casos, sencillamente sucede y no hay manera de dar marcha atrás.

El primer problema al que te enfrentas, si dejas de amar a tu pareja, es darte cuenta de esto. Un objetivo que puede ser realmente complicado si llevas en la espalda años de convivencia e hijos. En el fondo, sabes que te enfrentas a la posibilidad no de acabar con una relación, sino con una familia, lo que puede resultar abrumador.

Tampoco es fácil asumirlo incluso si la relación no ha llegado a esas instancias. Saber que vas a herir al otro puede llegar a generarte una angustia muy grande. Sin embargo, si dejas de amar a tu pareja, lo más indicado es asumirlo y enfrentarlo. ¿Cómo hacerlo? Sobre esto hablaremos en este artículo.

Cuando dejas de amar a tu pareja

Cuando pasa, de lo primero que solemos darnos cuenta es de una confusión sobre lo que sentimos. Sabes que la relación ya no te entusiasma, pero también que toda pareja pasa por etapas así. En este sentido, lo normal es que dejes pasar el tiempo, quizás con la expectativa de que “algo” suceda y se vuelva a encender la llama del interés en el otro.

Si el amor todavía está presente, ese “algo” sucede y en el momento menos esperado te ves de nuevo derritiéndote de ternura por el otro. Sin embargo, si dejas de amar a tu pareja, pasa el tiempo y ese momento mágico no llega. Si al otro le ocurre lo mismo, se sentirá en el ambiente y será un poco más fácil encontrar el camino a seguir.

La situación más problemática se da cuando dejas de amar a tu pareja, pero esa otra persona sigue muriéndose de amor por ti. Es entonces cuando suele desatarse una dinámica más que incómoda. No te sientes en capacidad de corresponder a alguien que se desvive por complacerte o que evidentemente te necesita. Un escenario así puede ser muy pesado desde el punto de vista emocional.

Posponer y conflictuar

Es muy habitual que las personas opten por callar lo que en verdad sienten, con el ánimo de no herir al otro. De manera consciente o inconsciente, se empieza a acudir a la táctica de hacerle ver al otro que ya no se le ama, pero sin decírselo.

Es posible que comiences a hacerle desplantes sutiles. A demostrarle tu falta de interés incumpliendo las citas que tienes con esa persona, olvidando llamarle o deteriorando la comunicación. Le empiezas a gritar que ya no le amas, pero no se lo dices con palabras.

También puede ocurrir lo contrario. Cuando dejas de amar a tu pareja, puedes llegar a sentirte tan culpable que prefieras fingir para no hacerle daño. Tratas de representar el papel de persona enamorada, lo que empieza a agobiarte cada vez más. Te enredas en tu propia telaraña. ¿Qué hacer entonces?

Los adultos hablan

Aunque te parezca que no, si dejas de amar a tu pareja esa persona lo notará. Quizás se resista a aceptarlo, pero tanto el amor como el desamor siempre terminan siendo evidentes. El otro puede reaccionar de varias maneras: intentando, a veces desesperadamente, reconquistarte. También puede comenzar a desconfiar de ti, tornarse agresivo o encerrarse en sí mismo.

Esta es una de esas situaciones que no son agradables para nadie, pero que pueden mejorar o empeorar, dependiendo de la forma como la manejes. Instalar el juego de gestos desconcertantes y palabras a medias no es una buena opción. Te desgasta a ti y desgasta al otro. Supone una dosis de sufrimiento adicional que es innecesaria.

Por más difícil que sea, lo más sano es hablar con franqueza y respeto. Es frecuente que al enfrentar la situación te des cuenta de que el otro también siente lo mismo y tenía problemas similares para hacértelo saber.

Si no es así, en todo caso es mucho más fácil que el otro enfrente su duelo con reglas de juego claras y no que se queme en un mar de incertidumbres. Si dejas de amar a tu pareja, pero mantienes el afecto y el respeto por esa persona, debes actuar como una persona adulta. Cuéntaselo con cariño, agradece y permítele que se sienta respetado.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

El efecto narciso o por qué el cerebro se obsesiona con el propio rostro

El efecto narciso responde a un mecanismo psicológico que nos define a todos. El cerebro tiene predilección por el propio rostro; así, prestará atención a nuestra imagen antes que a cualquier otra.

Puede que no nos guste nuestra cara, pero tenemos cierta inclinación por nuestras facciones, rasgos y particularidades faciales. De hecho, el cerebro reconoce mucho más rápido el rostro propio que cualquier otro. Esto se explica por el efecto narciso (un mayor foco de atención en nuestra imagen por encima de las demás).

Todos solemos evidenciar una conducta parecida casi desde que tomamos conciencia de nuestra imagen ante un espejo. Pasamos tiempo mirándonos, escudriñándonos, familiarizándonos con ese reflejo y ese yo externo, físico y tangible. Establecemos desde edades tempranas una vinculación con nuestra cara hasta crear una impronta profunda a nivel psicológico.

En esta época en la que los móviles nos posibilitan capturar imágenes de nuestra cara, esto se ha convertido en una obsesión. Y que sea así no es casual. En realidad, responde a un mecanismo neurológico muy antiguo. De hecho, explorar y plasmar en lienzo el propio rostro fue algo que llevaron a cabo infinidad de artistas, como Van Gogh, Alberto Durero, Da Vinci, Frida Kahlo, Andy Warhol, etc.

¿Qué es el efecto narciso?

Cada vez que vemos o nos hablan sobre esas personas que ocupan buena parte de su tiempo con una pantalla delante haciéndose selfies no dudamos en decir que vivimos en la época del culto al yo. La veneración de la propia imagen es algo más que una moda en la actualidad, es casi una necesidad.

Bien es cierto que con frecuencia definimos a esas personas como “narcisistas“. Al fin y al cabo, esa conducta hacia la admiración propia y exaltación de uno mismo son variables vinculadas a esta condición psicológica. Sin embargo, en el caso de las personas que disfrutan tomándose fotos, su conducta no siempre se explica por el narcisismo.

Una investigación de la Universidad de Tampa destaca algo interesante. Muchos de quienes se hacen selfies lo llevan a cabo solo para compartirlos con sus amigos, por simple intercambio social. Otros por necesidad de verse bien, de capturar una imagen agradable de sí mismos y elevar así su autoestima.

Sea cual sea el motivo, hay algo que está presente: la necesidad de entrar en contacto con el propio rostro, de centrar la atención en la imagen de uno mismo. Así, el efecto narciso no tiene nada que ver con el narcisismo, solo define un mecanismo cognitivo por el que el cerebro pone mayor atención en la propia cara.

El propio rostro, parte de tu identidad y tu personalidad

Las investigadoras del grupo de Neurociencia Cognitiva de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) realizaron un interesante trabajo que se publicó en la revista NeuroImage. Descubrieron algo que venimos señalando. Si nos enseñan un gran número de fotografías de amigos y desconocidas, y entre ellas se encuentra nuestra cara, el cerebro pondrá de inmediato la atención en ella.

Ese mecanismo cognitivo automático que orienta la atención hacia el propio rostro responde a un instinto natural de autorreconocimiento. Es algo que desarrollamos desde bien pequeños. De hecho, sucede lo mismo si escuchamos varias voces hablar y, de pronto, escuchamos nuestro nombre. Nuestros sentidos se desplazan de inmediato hacia ese estímulo.

Lo hacemo, porque es parte de nuestra identidad, nuestra personalidad y nuestro sentido del “yo”. El propio ser o esa figura al que concebimos como nuestro “yo” es un constructo con gran relevancia para el cerebro. Reconocernos, conectar con nuestro rostro tiene una gran trascendencia psiquiátrica y neurológica.

Pensemos, por ejemplo, en esas personas que no se identifican ante un espejo porque sufren una condición denominada prosopagnosia.

El efecto narciso es el vestigio de un principio evolutivo

El efecto narciso es el que explica que cuando nos hacen una foto de grupo con varias personas, nuestra mirada se focalice solo en nosotros. También es el mecanismo capaz de dar respuesta a la actual tendencia hacia los selfies. Porque más allá de ese culto a la propia imagen y a la necesidad de publicar imágenes de uno mismo tapizadas por decenas de filtros, hay algo evidente.

El ser humano siempre se ha sentido atraído por el propio yo. Nos buscamos en los espejos y las fotografías porque es la proyección de nosotros mismos, es territorio propio, es el vestigio de un instinto evolutivo que nos permitió reconocernos.

Es más, no podemos dejar de lado que el efecto narciso y la capacidad de buscar nuestra imagen en superficies, o de identificarnos a nosotros mismos antes que a los demás, es un rasgo de inteligencia. Forma parte de esas funciones ejecutivas superiores que también definen a los elefantes, primates, cuervos, orcas y delfines.

Los animales más inteligentes de la naturaleza también evidencian este efecto neurocognitivo tan interesante. De este modo, ese comportamiento que tanto domina las redes sociales a día de hoy, puede explicarse por algo más que simple culto al yo.