miércoles, 31 de mayo de 2023

Personas que no cooperan: ¿cómo manejar a los antagónicos?

¿Trabajas con alguien que no coopera y solo sabe protestar y escabullirse? Hay personalidades difíciles con las que cuesta formar equipo e incluso convivir. Si es tu caso, te explicamos qué puedes hacer. ¡Toma nota!

Las personas antagónicas son como empalizadas que todo lo obstaculizan. Son esas figuras que a todo le ven problemas y defectos, esas con las que cuesta un mundo llegar a acuerdos y que, con su actitud, minan el ánimo e incluso las ganas de iniciar cualquier tarea. Si convives con alguien así o estás obligado a trabajar con un compañero con este perfil, sabes de qué hablamos.

Es más, este es un problema con el que se encuentran incluso muchos líderes en una organización. Porque si hay algo que esperan es que se les permita dirigir su proyecto, de forma que cada miembro del equipo asuma su tarea y su responsabilidad asignada. Sin embargo, en ocasiones hay quien se revuelve con sus quejas hasta el punto de sabotear el proyecto y minar la armonía.

Cuando una empresa contrata a un trabajador, lo hace por sus aparentes valías y conocimientos. Sin embargo, a menudo se ve obligado a lidiar y gestionar comportamientos hostiles para los que no siempre se está preparado. Bien es cierto que siempre se puede optar por el despido, pero el antagonismo es un comportamiento que se aprecia con frecuencia y que, a menudo, nos supera.

¿Se puede hacer algo en estos casos? ¿O debemos asumir el hecho que los que se niegan a cooperar son simples obstruccionistas natos y no hay posibilidad de cambio? Lo analizamos.

Tipos de personas que no cooperan

Todos hemos experimentado la grata sensación de llevarnos bien con un grupo de personas. Cuando esto ocurre, todo fluye: las ideas, las metas logradas, las conversaciones enriquecedoras y hasta la productividad.

Sucede en el ámbito laboral y también en cualquier escenario social, incluso en el familiar y afectivo. Ese ambiente positivo parte siempre de un elemento mágico y crucial: la cooperación. Sin embargo, en el lado opuesto, están ellas, las personas que no cooperan. Para comprender estas presencias vale la pena recordar la teoría interpersonal de la psicoanalista alemana Karen Horney. Según este modelo, el neuroticismo puede expresarse de tres modos: siendo dócil y dependiendo de los demás, mostrando desapego, es decir, huyendo de las personas y, por último, siendo un obstruccionista.

La Universidad de Utah realizó incluso una investigación para crear un inventario y poder detectar estos patrones de personalidad. Sin embargo, lo interesante de esa formulación de la doctora Horney fue comprender que detrás de quien todo lo obstaculiza, suele estar una infancia marcada por el abandono, una educación muy crítica y la falta de calidez. Así, otro aspecto de interés, en relación con este perfil, es conocer las tipologías en las que se presenta. Es muy probable que algún patrón de comportamiento nos sea conocido.

El sabelotodo

Las personas que no cooperan se manifiestan en nuestra contra porque, según ellas, saben más que nosotros. Son individuos que se autoperciben con mejores competencias y conocimientos que la media. Ese nivel de superioridad provoca que desprecien cualquier idea, cualquier propuesta e intento por llevar a cabo una tarea.

El dramático

Todo va a salir mal. El obstruccionismo también se manifiesta mediante el victimismo. Es común ver a hombres y mujeres poniendo palos en toda rueda al usar la queja como mecanismo de bloqueo. En estas situaciones es frecuente escuchar frases como las siguientes: “es que no me tenéis en cuenta en vuestros planes, es que nunca me escucháis o seguro que vuestro plan será un desastre”, etc.

El explosivo

Las personas que no cooperan pueden evidenciar en ocasiones un rasgo algo más problemático. Nos referimos a esa impulsividad explosiva e imprevisible que se transforma en respuestas agresivas. Pasan de la calma a al enfado en cuestión de segundos. Podemos creer, por un momento, que contamos con su acuerdo y apoyo y, a los pocos segundos, algo les hace saltar e ir en nuestra contra.

El narcisista obstruccionista

En efecto, muchos de los perfiles con conductas antagónicas evidencian una personalidad claramente narcisista. Son hombres y mujeres muy hábiles para boicotear cualquier avance, cualquier intento por lograr un objetivo e incluso por favorecer la unión de un grupo de trabajo.

De algún modo, su conducta hostil y bloqueante les permite lograr cierto dominio sobre los demás gracias a su hostilidad. Son esas presencias que actúan como un virus en todo escenario, todo lo enferman, apagan la motivación y todo atisbo por lograr cualquier meta.

¿Cómo manejar a una persona no cooperativa?
Es muy posible que este tipo de situaciones dominadas por personas que no cooperan nos sean muy conocidas. Sabemos, a su vez, el coste que esto supone para una organización, así como para cualquier entorno en el que dichos perfiles aniquilan la armonía y la productividad. La pregunta que, sin duda, nos habremos hecho en más de una ocasión es qué podemos hacer.

¿Hay alguna estrategia válida que nos permita lograr un cambio en dichas figuras? La respuesta es sencilla. No podemos esperar a que el obstruccionista cambie, la única salida es aprender a tratarlos para que su presencia nos afecte lo menos posible.

Por otro lado, si en un entorno de trabajo se detecta a alguien con esta conducta, es preferible no darle puestos de mando y relegarlo a tareas rutinarias y muy estandarizadas que no requiera llegar a acuerdos con otras figuras. Veamos ahora qué enfoques nos podrían ser útiles en su trato con ellas:

Escuchar sin caer en la confrontación

Discutir con un narcisista o con alguien desafiante no sirve de nada. Es una batalla perdida. Se nos van las energías y los ánimos. Es más preferible en todos los casos limitarnos a escuchar sus quejas y razonamientos sin reaccionar. Sabemos que lo único que buscan es imponer su poder creando distancias y problemas, pero también sabemos que no vamos a seguirles el juego ni a caer en sus trampas.

Basta con escucharles y seguidamente hacer lo que consideremos conveniente sin perder la calma.

Muéstrate confiado y seguro de ti mismo

Evitemos flaquear, dudar o dejarnos arrastrar por la mala conducta de una persona que no coopera. Hazle ver que confías en tus capacidades y que sus críticas, amenazas o dudas no van a minar tu voluntad.

Confiar en uno mismo implica sobrevolar a quien solo trae ruido, ser una persona eficaz y resolutiva, significa hacer oídos sordos a quien solo quiere verte fracasar.

Hazle ver que no cooperar trae consecuencias

Tarde o temprano las personas que no cooperan tienen que pagar un precio por su conducta y su actitud. Como siempre sucede con los narcisistas o figuras problemáticas, terminan encontrándose con el aislamiento y el rechazo social.

Para que una organización, equipo o relación funcione, hay que saber convivir, llegar acuerdos y cooperar. Para ello se necesita de una intencionalidad y una apertura emocional, de un compromiso firme en los demás y de una actitud positiva.

Quien trae consigo el peso de sus propias frustraciones solo desea traer el mismo desequilibrio y caos al exterior. Lo mejor en estos casos es hacerles ver que, con su actitud, solo tienen dos opciones: cambiar o alejarse. Quien obstruye, destruye. Tengámoslo muy en cuenta.

martes, 30 de mayo de 2023

Cuando el estómago te ruge y se te cierra la garganta

Nuestra relación con la comida depende de muchas variables. De nuestros horarios, de nuestra tasa metabólica, del hambre, y de otras variables en las que no solemos reparar…

37 kilos con la ropa puesta y 1,70 metros de altura. Toda la musculatura de hacer artes marciales 5 días a la semana, desaparecida. Agujetas de caminar de vuelta desde el instituto y las costillas asomando cuando entro a la ducha. Aun así, lo que importa es que he suspendido 4 asignaturas, así que me voy directa a la habitación a abrir los libros. Me acompañan los gritos de mi madre: “pues muy bien, no comas, pero no te quiero ver levantar la cabeza de los apuntes”.

Ahora veo todo el drama que podría haberme evitado, todas las veces que podría haber sido razonable. En aquel momento, no obstante, era el cuarto día que aguantaba solo con el desayuno en el cuerpo. El estómago te ruge como un león, pero se te cierra la garganta y decides esperar hasta la siguiente comida, a ver si tu cuerpo se decide a aceptar sus impulsos de supervivencia.

Cómo hemos llegado hasta aquí

Cuando eres adolescente, decides rebelarte contra todo lo que te ha hecho llorar de pequeña. Sin embargo, no sabes cómo conseguirlo y el mundo sí que sabe cómo seguir haciéndote llorar. Por eso, muchas veces parece que montas dramas y pataletas, pero no es más que la frustración de no poder hacer justicia a todo aquello que sabes que está mal. Una frustración mal llevada, claro.

Entonces, yo sabía que mi padre no debería tratarnos mal por tener problemas en el trabajo. Sabía que mi madre no debería decir que la culpa de las discusiones en casa la tenía yo por contestarle. Además, estaba claro que las molestias que causaba mi tío cada vez que venía a usar el ordenador no iban a desaparecer con los gritos o quitando el cable del monitor para mandarle una prueba gráfica de que se nos había estropeado.

Al final, se te quitan las ganas de comer con tu familia. Al final, prefieres saltarte la comida y recibir el mismo desprecio con tu puerta de por medio. Total, ibas a acabar llorando de todos modos.

Tocando el fondo

Lo que antes se me daba bien comenzó a fallar. Las matrices, las sucesiones, la economía, todo aquello a lo que antes llegaba sin problema, de repente era imposible. Las clases de física eran el momento de pasarme notas con mi amiga, a pesar de que la profesora era un encanto, pero luego llegaron los exámenes y claro, me llevé el golpe contra el muro. Para cuando quise reaccionar, ya tenía un buen número de suspensos en el boletín de notas.

Ahí fue cuando comencé a sobrevivir con el desayuno de cada día. Lloraba cada vez que estaba sola. En el instituto no levantaba cabeza, y cuando me preguntaban qué me pasaba, decía que tenía alergia, porque tenía los ojos hinchados permanentemente. Además, verme cada vez más delgada reforzaba mi manera de actuar.

En el fondo sabía que en algún momento podría volver a comer, así que era una especie de “vía libre” para no restringirme con la comida hasta que volviese a mi peso. Sin embargo, mi cara era cada vez más parecida a una calavera y llegó un punto en el que las costillas asomando ya no eran del todo bonitas. Y, aun así, se te cierra la garganta cada vez que ves el plato.

Diagnóstico y remontada: cómo tragar cuando se te cierra la garganta

A pesar de todo esto, tuve algunos golpes de suerte. Uno fue de mi mejor amiga, tan torturada como yo y compañera de lloros y confesiones durante toda mi adolescencia. Otro fue, de hecho, mi profesora de física, que a pesar de mis reiterados intentos de autoboicoteo, nunca dejó de decirme que era lo suficientemente inteligente para sacar la asignatura, y la realidad terminó dándole la razón.

Y otro fue la psicóloga del colegio. Mi madre me llevó a la orientadora con la esperanza, creo, de obtener una prueba “oficial” de que había suspendido por vaga. Sin embargo, después de una sesión infructuosa en la que la psicóloga solo me dijo “mejor métete al bachillerato de ciencias sociales”, me llamó después para hacerme una evaluación en solitario.

Sin nadie gritándome en la oreja que era vaga, chulita, guarra y egoísta, entendí que no solo sufrían anorexia aquellos que quieren tener un cuerpo similar a lo que desfilan en las pasarelas. Aprendí que yo no estaba haciendo las cosas bien, pero que los demás todavía menos. Encontré, en medio de todas las lágrimas, las fuerzas para dar un bocado más y conseguir hallarme en medio de toda la vorágine.

¿Alguna vez te han dicho que debes ser la dueña de tu vida? Bueno, pues hay periodos en tu vida en los que no lo eres. Lucha, come, llora y aprende cuándo debes amar. Todas las rebeliones están llenas de dolor, pero nunca faltará nadie que te tienda la mano cuando se te cierra la garganta. Y, si alguna vez te logran convencer de que no vales, recuerda que tu rabia te está contando lo contrario desde dentro.

lunes, 29 de mayo de 2023

El panpsiquismo, una fantástica teoría acerca de la conciencia

El panpsiquismo es una teoría disruptiva que esgrimen algunos filósofos y neurocientíficos. Plantea que la conciencia humana es solo una de las muchas formas de conciencia que hay en el universo conocido.

El panpsiquismo es una teoría según la cual todo lo que existe tiene algún tipo de conciencia. Esto incluye los animales y las plantas, pero también los objetos inanimados. No estamos hablando de una de esas tesis extrañas que salen de algún rincón esotérico, sino de un planteamiento que esgrimen grandes filósofos y neurocientíficos.

La idea que prima en la actualidad es que solo un cerebro altamente desarrollado, como el humano, puede dar lugar al fenómeno de la conciencia. El panpsiquismo no comparte esta idea y, en cambio, señala que todo lo que existe tiene algún grado de conciencia de sí, aunque esta no sea igual a la de los humanos.

Aunque el tema es polémico y el debate está lejos de terminar, lo cierto es que se han producido algunos hitos que comienzan a mostrar que el panpsiquismo es mucho más que una teoría pasajera. Ejemplo de ello es la Declaración de Cambridge, en la que se habló expresamente de la conciencia en los animales.

El panpsiquismo, ¿qué es?

El panpsiquismo es una teoría en la que se plantea que todo lo que compone el universo tiene algún tipo de experiencia interna  y alguna modalidad de conciencia. No todos los panpsiquistas son así de radicales. Algunos solo introducen dentro de sus categorías a los seres vivos, incluyendo los microorganismos, mientras que otros creen que hay algo de conciencia hasta en un grano de arena.

En realidad, no estamos hablando de una teoría nueva. Tales de Mileto estaba convencido de que todo lo existente tenía conciencia. De esta idea nació la famosa frase: “todo está lleno de dioses”. Platón pensaba algo similar, al igual que Leibniz, Spinoza y Bertrand Rusell.

Giordano Bruno, en la Edad Media, decía que todo debía tener “un alma” o un “principio vital”. Sin embargo, con el avance del positivismo, el panpsiquismo pasó a un segundo plano. Esta teoría solo volvió a cobrar fuerza hasta los años 70 del siglo XX, con figuras como los filósofos Thomas Nagel y, sobre todo, David Chalmers.

El misterio de la conciencia

David Chalmers, uno de los filósofos que más ha estudiado el panpsiquismo, apunta que la conciencia, pese a los avances, no ha dejado de ser un tema oscuro sobre el que nos falta mucho por saber. Indica que, en términos generales, se puede hablar de un problema “fácil” y otro “difícil” en torno a lo consciente.

El problema fácil de la conciencia es explicar científicamente los fenómenos conscientes. Por ejemplo, identificar el momento y la forma como el ojo capta un color, observando las partes del cerebro que se activan. Lo difícil está en que no hay manera de saber cómo cada sujeto experimenta internamente esta situación. O sea: ¿cómo ves el rojo? ¿El que ves tú es el mismo que veo yo?

En últimas, de lo que habla Chalmers y el panpsiquismo es de que hay experiencias internas en cada sujeto, y quizás objeto, que no son detectables mediante las herramientas de las cuales dispone la ciencia. Ese “algo” que se escapa a los registros sería la conciencia, vista como experiencia individual. Ya no Chalmers, sino el gran neurocientífico estadounidense Christof Koch, señaló que todo lo viviente sabe que está vivo.

¿Y los objetos inanimados?

Como ya lo indicamos, el panpsiquismo más radical habla de una suerte de conciencia hasta en los objetos inanimados. ¿En qué basan esa idea que a primera vista resulta absurda? Keith Frankish publicó un artículo en 2016 en el que aborda este interesante tema.

Frankish es profesor del Programa de Cerebro y Mente de la Universidad de Creta, Grecia. En su artículo señala que un electrón tiene masa y carga (materia y energía). La masa se expresa como resistencia a la aceleración y la carga como respuesta a los campos electromagnéticos. Así pues, esto describe lo que sucede en un electrón, pero no dice lo que es un electrón. No hay forma de saber cómo se experimenta a sí mismo.

El panpsiquismo es una de esas teorías que podemos llamar contraevidentes. El sentido común dice que solo hay vida si existe movimiento y que solo hay consciencia si hay pensamiento en los términos en los que lo entendemos los humanos. Algunos filósofos y neurocientíficos piensan que no es así. Seguramente oiremos hablar mucho de este tema en los próximos años.

domingo, 28 de mayo de 2023

Descubre cuál es tu estilo de afrontamiento según Jeffrey Young

¿Te rindes, lo evitas o lo afrontas? Jeffrey Young desarrolló la terapia centrada en esquemas para ayudar a las personas con trastornos emocionales crónicos y trastornos de la personalidad a encontrar enfoques más adaptativos en lo referido a su relación con la experiencia.

¿Qué hacer si un paciente tiene varios trastornos? ¿Cómo intervenir en ‘pacientes difíciles’? ¿Qué ocurre si el problema se ha cronificado? Jeffrey Young, psicólogo estadounidense, lleva 20 años desarrollando la terapia de esquemas para aportar una solución a estos problemas. En este artículo vamos a centrarnos en una piedra angular de su método: el estilo de afrontamiento según Young.

La terapia de esquemas es integradora y combina elementos que proceden de la escuela cognitivo-conductual, la teoría del apego, la gestalt y los modelos constructivistas y psicodinámicos. Se ha aplicado fundamentalmente en trastornos de la personalidad, aunque se están desarrollando líneas de investigación sobre su efectividad en otros trastornos como la ansiedad, la depresión, o los trastornos de la conducta alimentaria.

Conceptos básicos de la terapia

Antes de ahondar en los estilos de afrontamiento que plantea Young, es conveniente hacer un breve recorrido por los conceptos básicos que sustentan la terapia, con la finalidad de aportar luz a sus planteamientos y elementos terapéuticos.

1. Esquema disfuncional temprano

El modelo de Young pone la lupa en el esquema disfuncional temprano (EDT). Un esquema que funciona como una guía que nos indica cómo comportarnos, cómo pensar, sentir y percibir; se desarrolla y se elabora a lo largo de toda la vida de la persona. Las características de los EDT, según Young, son las siguientes:
  • Son verdades a priori.
  • Se autoperpetúan.
  • Son resistentes al cambio.
  • Son disfuncionales; es decir, producen malestar.
  • Normalmente, son generados y activados por experiencias ambientales.
  • Producen estados afectivos intensos y elevados.
  • Surgen de la interacción entre el temperamento y experiencias evolutivas disfuncionales.
Los EDT son el reflejo de cómo se organizan las creencias que poseemos sobre nosotros mismos en relación con lo que nos rodea y son producto de eventos estresantes, a veces traumáticos, con las personas que fueron significativas e importantes para nosotros cuando éramos pequeños, fundamentalmente nuestra familia.

2. Origen de los esquemas

Los EDT surgen como consecuencia de la insatisfacción de las necesidades emocionales en la infancia que son básicas y nucleares:
  • La necesidad de establecer afectos y vínculos seguros con otras personas.
  • Saberse autónomo, competente y de tener un sentido de identidad.
  • Ser libre para expresar las propias necesidades y emociones; y saber que son válidas.
  • Ser espontáneos y de jugar.
  • Establecer límites realistas y de desarrollar la capacidad de autocontrol.
3. Experiencias vitales tempranas y esquemas

Los esquemas que más impacto acostumbran a tener en la vida de los pacientes son aquellos que se originan a corta edad y en el seno de la familia. Se han encontrado 4 tipos de experiencias vitales tempranas que predisponen el desarrollo de EDT:

  • Frustración tóxica de necesidades. Se produce cuando el niño recibe “muy poco de algo bueno”. Esta experiencia promueve el desarrollo de esquemas como: carencia emocional o abandono/inestabilidad. Surgen porque en el ambiente del niño faltó algo importante como el amor, la comprensión o la estabilidad.
  • Traumatización. Se produce cuando se daña, se critica o humilla al niño. Como resultado, es probable que el pequeño desarrolle esquemas del tipo desconfianza/abuso, imperfección o vulnerabilidad al peligro.
  • Experimentación de algo demasiado bueno. Es la contraparte de la frustración tóxica de necesidades. En este caso los padres han dado al niño algo que cuando se da de manera moderada es saludable, pero deja de serlo cuando se da en exceso. Genera esquemas del tipo dependencia/incompetencia.
  • Interiorización selectiva o identificación con otros significativos. Ocurre cuando el pequeño hace suyo e interioriza los esquemas de los propios padres, haciendo suyos los temores y las fobias de sus progenitores. El esquema que se genera es, con frecuencia, el de vulnerabilidad.

Estilo de afrontamiento según Young

La terapia de Young es muy extensa y es por ese motivo que acabamos de dar unas pinceladas básicas a los conceptos más relevantes de cara a entender mejor el estilo de afrontamiento según Young.

Imagina que vas caminando por un sendero y aparece una serpiente. Puedes afrontar la situación de tres formas: la primera sería rendirse, paralizarse y no hacer nada por ponerte a salvo, aceptar el hecho de que va a morderte. La segunda forma sería evitar, es decir, “no iré nunca más por senderos porque hay serpientes”. A la tercera forma la denomina “sobrecompensación” y básicamente consiste en hacer lo contrario a lo que nos dicta el esquema. Si el esquema es de “aislamiento social”, sobrecompensar será el patrón opuesto: socializar.

El estilo de afrontamiento surge porque en un pasado nos permitió disminuir la intensidad emocional que experimentamos ante una o varias situaciones. Aunque en el pasado tuvo una función, en el presente produce malestar: perpetúa y mantiene el problema.

1. Rendirse al esquema

Rendirse a un esquema significa aplazar la lucha contra el. Ni si quiera se evita, sino que se acepta el esquema como una verdad absoluta, inmodificable, cierta y verdadera. El dolor emocional se experimenta de manera directa y, a su vez, reafirma el esquema.

En el comienzo de la terapia de esquemas, el estilo de afrontamiento “rendición al esquema” se denominó “mantenimiento del esquema”. Por ejemplo, una mujer con un esquema de desconfianza-abuso puede apostar por relaciones amorosas con un hombre que es propenso a ser infiel. Esto confirmaría las creencias de la paciente de que tarde o temprano la traicionarán.

2. Evitar el esquema

Evitar el esquema supone ignorar conscientemente los pensamientos, los afectos y las conductas para evitar la intensidad emocional que supone experimentarlo.

Se refiere a cualquier actividad que hagamos que impida que un esquema se active, desde pensar hasta bloquear pensamientos e imágenes, o distraerse, o evitar experimentar un sentimiento, y también comer o beber en exceso.

3. Sobrecompensación del esquema

Imagina que estás en una canoa en mitad de un río en el que más adelante hay una cascada, ¿qué harías? La respuesta más adecuada sería “remar en contra de la corriente para escapar de la cascada”. Esto es sobrecompensar.

La sobrecompensación se produce cuando se decide luchar contra el esquema mediante pensamientos, sentimientos, comportamientos y relaciones con los demás opuestos. Como si el esquema estuviera mal.

La sobrecompensación es un intento medianamente saludable de luchar contra el esquema, aunque suponga que el esquema continúa perpetuándose.

Para Young, curar un esquema supone disminuir la intensidad, el volumen, de los elementos que componen un esquema: los recuerdos, las emociones, las sensaciones corporales, los pensamientos… Curar un esquema implica cambiar nuestra conducta y aprender a reemplazar nuestro estilo de afrontamiento según Young desadaptado, fundamentalmente la rendición y la evitación por otro más saludable.

sábado, 27 de mayo de 2023

Mi abuela tenía esquizofrenia y aún la echo en falta

Hubo una época en que, siendo muy niña, tenía miedo de mi abuela. Más tarde fui comprendiendo su enfermedad. Más allá de sus días de desesperación y oscuridad, había una mujer que adoraba leer y que siempre soñó con viajar a África.

Cuando mi abuela te contaba algo nunca sabías qué era verdad y qué era mentira. Escucharla hablar era como el juego del Cluedo. Te obligaba a adentrarte en sus misteriosas historias para discernir lo que era real de lo fabulado. Una vez me dijo que había sido “modelo de piernas” y que, durante unos meses, trabajó para una firma de medias que la fotografiaba para salir en revistas.

Cuando murió y estábamos recogiendo sus cosas, descubrí una pequeña carpeta desgastada en cuyo interior había unas fotos y una serie de recibos. Eran los pagos por su empleo como modelo en los años 60. Me eché a llorar. Nunca había dado validez a aquel relato. Uno en el que me explicaba que no tuvo más remedio que renunciar a aquel contrato por su primer marido. La amenazó con una paliza si seguía exhibiéndose.

Me sentí mal por no haberla creído, por no haber empatizado con su experiencia. Pero lo cierto es que buena parte de lo que me describía rozaba lo imposible y hasta lo esperpéntico. Recuerdo cuando me habló de un piloto de avión alemán que la cortejaba. También de la vecina que se había metido en el televisor para insultarla y de los micrófonos que había instalados en las bombillas de la luz para espiarla.

La vida con ella no siempre fue fácil y todavía ahora, después de muchos años tras su muerte, sigo echándola de menos. Recordarla duele. Porque tener a un familiar con una enfermedad mental grave deja una herida latente que nunca cicatriza del todo. Se queda la impronta de no haber podido hacer más, de no haber aliviado su caos y sus sufrimientos.

Mi abuela tenía esquizofrenia, pero nadie en casa hablaba de su enfermedad

“La abuela está mal, tú no le hagas mucho caso”. Esta es la frase que más me repetían cuando era pequeña y observaba las idas y venidas de la yaya al hospital. Cuando finalmente volvía a casa y me dejaban visitarla, le preguntaba en voz baja qué era lo que le dolía. ¿La tripa, la garganta, la cabeza? Entonces, ella, con una sonrisa pícara, me decía: “me duele la vida”.

Y en cierto modo, así era. Porque mi abuela intentó quitarse la vida en numerosas ocasiones. Después de esos intentos fallidos y dramáticos para todos, se quedaba unos días ingresada en la planta de psiquiatría del hospital, para después volver a casa con un surtido de pastillas que nunca aliviaron del todo sus angustias. Y sí, de niña le tenía miedo, también lástima.

No fue hasta que cumplí doce años cuando en una de esos ingresos, pude escuchar una conversación entre los psiquiatras que la trataban. Hablaban de recetarle otro tipo de antipsicóticos para probar si le daban menos efectos secundarios y tenía mejor calidad de vida. Entonces descubrí eso que nadie me había dicho aún: mi abuela tenía esquizofrenia.

El día en que despertaron las voces

La vida de mi abuela siempre fue algo desestructurada. Se casó cuatro veces, enviudó dos y tuvo cinco hijos, de los cuales solo dos mantuvieron el contacto con ella. Entre ellos, mi padre. Como bien me cuenta este último a menudo, ella nunca fue una buena madre. Era inestable, fría, despegada y hacía promesas que no cumplía, pero cuando quería, era muy divertida.

A pesar de ello, la crianza de sus hijos fue asumida por mis bisabuelos. Su vida se volvió aún más compleja el día en que aparecieron las voces. Tenía 25 años y trabajaba en una fábrica pintando cerámicas. En ese momento, tal y como me explicó una vez, empezó a escuchar una voz que le decía que los demás estaban leyendo sus pensamientos y que deseaban robarle su voluntad.

Entonces, huyó del trabajo y empezó a correr sin rumbo. La encontraron por la noche en una casa abandonada, herida y con una mano rota. Esa fue la primera vez que estuvo ingresada en un hospital. A partir de entonces, se iniciaría un calvario sin fin en el que se tardó demasiado tiempo en darle un diagnóstico claro y un tratamiento adecuado. Las voces la acompañaron durante varios años más.

No poder confiar en la propia mente

Los tratamientos psiquiátricos no eran los mejores en aquella época. Pero siempre hay buenos profesionales que, en un momento dado, pueden cambiarnos la vida. Y esto es lo que le sucedió a mi abuela. Tenía 32 años cuando un psiquiatra le diagnosticó esquizofrenia y empezó con ella un tratamiento clínico que hizo callar las voces. Los antipsicóticos le devolvieron cierto control sobre sí misma.

Más tarde, este mismo doctor le ofreció un trabajo como limpiadora en el hospital. Logró con ello no solo tener un sueldo, sino también unas rutinas y unos hábitos. Otro aspecto importante para mi abuela era dormir lo bastante por la noche, porque de lo contrario, todo se volvía confuso y amenazante sin entender muy bien la razón.

Porque si bien, los antipsicóticos lograron silenciar las voces, lo que nunca logró mantener bajo control fue la paranoia. No podía diferenciar qué era real y qué era producto de su mente. A menudo tenía violentas discusiones con otras compañeras de trabajo porque creía que estaban hablando mal de ella.

Otras veces pensaba que alguien quería secuestrar a uno de sus hijos o que los vecinos habían colocado micrófonos en casa. En una ocasión me dijo que su cabeza era como un reloj con una maquinaria fallida que nadie podía arreglar. El tiempo, la realidad y la vida entera estaban como fragmentados. Su mente era su carcelera y, sobre todo, su mayor enemiga.

Épocas de euforia y de desesperación

Mi abuela tenía esquizofrenia y mi familia, tal vez por ignorancia o por estigma, evitaba hablar de ello o comentarlo con otras personas. Desde que yo era muy pequeña tengo el recuerdo de cómo nos turnábamos su cuidado, esperando que el mes en que nos tocaba tenerla en casa, fuera un “mes bueno”. Así se lo oía decir a mis padres.

Aunque lo cierto es que ningún mes era totalmente bueno. Ella me decía también que su vida era como estar en el interior de un tiovivo. El mundo se movía demasiado rápido y su mente iba a galope de dos caballos fijos: uno blanco y el otro negro. El primero era como ir de paseo, todo era positivo, ilusionante e incluso eufórico.

Yo adoraba a mi abuela en esos días en que reía por todo, hacíamos planes y me contaba mil historias. Me prometía que en vacaciones cogeríamos un avión e iríamos a África. Ella jamás había hecho ningún viaje y uno de sus mayores anhelos era dejar atrás todo lo que le era conocido y descubrir un país lejano y exótico.

Esa luminosidad y esa felicidad se esfumaban cuando iba a lomos del caballo negro. Como ella llamaba a su desesperación. En esas épocas oscuras, su tristeza saturaba toda la casa, subía por las paredes y nos asfixiaba. Veía amenazas en cualquier lado, desconfiaba de todos nosotros y solo deseaba una cosa: dejar de existir.

Libros, música y un viaje jamás realizado

Mi abuela no podía ver la televisión, decía que había personas tras la pantalla que le controlaban la mente. Esto hizo que encontrara sus propios refugios mentales donde hallar la calma. Universos excepcionales a los que también yo me habitué: la lectura y la música. Adoraba los libros policíacos y sus discos de cantantes franceses como Edith Piaf o Charles Aznavour. Todavía los guardo.

Ahora ella ya no está, pero la sigo echando de menos desde que falleció cuando yo tenía 18 años a raíz de una complicación tras un nuevo intento de suicidio. Su final fue triste, como buena parte de su vida. A mis padres, a mis tíos y a mí nos faltaron manos, nos faltaron recursos y echamos en falta innumerables apoyos.

Ni los fármacos ni los breves ingresos en las plantas de psiquiatría fueron suficientes para dar sosiego a su mente, amarre a sus ánimos y fortaleza para seguir viviendo. Es cierto que no fue una buena madre, pero sí fue una buena abuela. Aún la recuerdo en la terraza, sentada a mi lado con su gato Romeo en brazos, contándome historias increíbles que parecía hilar a vuela pluma. Esas que yo adoraba escuchar.

Aún la echo de menos. Solo lamento que no viviera lo suficiente para haberla llevado de viaje. Lejos, bien lejos de todo lo conocido, a un lugar donde quizá, como ella deseaba, su enfermedad no la encontrara jamás.

viernes, 26 de mayo de 2023

5 ejercicios sencillos de escritura terapéutica

Todos hemos pasado por etapas de gran ansiedad y angustia en nuestra vida. Ningún ser humano está exento de problemas, y hay veces que debemos sobrellevar pesadas cargas. Los ejercicios de escritura terapéutica son una fantástica manera de enfrentarnos a estos sentimientos dañinos, que además de dolorosos, una vez escuchados no valen para nada.

Hace siglos que la pluma y el papel han demostrado ser más que meros elementos. Su labor no es solo tomar notas o redactar: son el vehículo que da rienda suelta a nuestras emociones, que nos permite expresarnos sin temor y que moldea nuestros sentimientos. ¿No es acaso la lectura la mejor (y más sana) actividad para evadirse? Gracias a ella nos transportamos a mundos recónditos y nos encontramos con nosotros mismos. Así pues, ¿no debe cumplir la escritura una función similar?

En los años 60, el psicólogo estadounidense Ira Progoff estableció por primera vez el Método de Diario Intensivo, que consistía, efectivamente, en escribir un diario. Desde entonces, numerosos estudios avalan la utilidad de esta práctica, que se ha convertido en algo cada vez más usual. Pensemos que los ejercicios de escritura terapéutica cumplen una función muy importante. Son fáciles y pueden realizarse en cualquier lugar, y cualquiera, tenga el problema que tenga, puede llevarlos a cabo. Vamos a conocerlos un poquito mejor.

5 ejercicios de escritura terapéutica

Para empezar, solo necesitamos de un bolígrafo y una hoja de papel. Debemos colocarnos en un lugar donde podamos sentirnos relajados y cómodos, a ser posible lejos del ruido. Si así lo deseamos, es posible añadir algo de música suave que armonice el ambiente.

Las velas aromáticas y los ambientadores también son una buena recomendación. Tenemos que tratar de estar tranquilos, y a ser posible, solos.

El diario de las cosas positivas

Hay mucha gente que desde pequeña lleva un diario. En él se escriben datos curiosos, anécdotas y cosas interesantes que nos hayan pasado (aunque eso no siempre signifique noticias alegres). En este caso, el diario debe servir únicamente para apuntar todo lo positivo que veamos cada día.

Y no, no es imposible. Tómatelo como un reto: cuando te levantes cada mañana, debes fijarte en todas las cosas buenas que haya a tu alrededor. Ve apuntándolas y por la noche, antes de dormir, léelas. Te asombrará comprobar que la vida no es tan gris como piensas.

Pon en orden tus ideas

Coge el bolígrafo y, durante media hora, escribe todo aquello que se te pase por la cabeza. Da igual que sean frases inconexas o sin sentido. También puedes dibujar, hacer listas de cualquier cosa que se te ocurra o apuntar nombres aleatorios.

Aunque parezca una locura, te servirá para poner en orden tus ideas y para saber cuáles son tus sentimientos más íntimos. Es una buena forma de conocerte un poco más y de ahondar en tu propia psique.

Desahógate

Si algo te está haciendo sentir mal, escríbelo. Imagina que es una carta dirigida al motivo de tu descontento y desahógate. Expresa todo lo que piensas; tu dolor; tus miedos y tu rabia. Notarás un enorme desahogo y te sentirás mucho mejor cuando acabes.

Luego, puedes elegir entre quemar la carta o dársela a la persona a quién va dirigida. Solo tú sabes si es buena idea o no: puede que te quites un peso de encima, pero también puede ocurrir lo contrario. Piensa en las consecuencias fríamente antes de actuar.

Diseña tus sueños

Redacta en un folio cuáles son tus metas. Seguramente sean muchas, algunas imposibles de visualizar en tu cabeza. Piensa en ellas y pregúntate, ¿de verdad es imposible conseguirlas? ¿No será que tengo miedo a fracasar? ¿Existe alguna alternativa más realista?

Decidas lo que decidas, solo tú puedes saber hasta dónde estás dispuesto a llegar. Nadie va a juzgarte si fracasas, y de hacerlo, debe darte igual. Diseña la vida que quieres, visualízala y motívate. Motívate para seguir luchando por aquello que deseas, porque es mucho mejor intentarlo y caer, que quedarse siempre con la duda.

La carta de los días malos

Habrá días en los que todo lo verás negro. La tontería más insignificante hará que te enfades; discutirás con todo el mundo y pensarás que te has levantado con el pie izquierdo. Para estos malos momentos, procura tener una carta guardada en tu mesilla o en un sitio seguro: la carta de los días malos.

Para ello, elige un día en el que te sientas muy feliz, y escríbete una carta a ti mismo. Dile a tu otro yo lo orgulloso que estás de él, y todas las cosas buenas que tiene. Posiblemente necesites ese chute de energía positiva cuando tengas el famoso “día malo”, así que mantenla a buen recaudo.

Los ejercicios de escritura terapéutica son una gran ayuda, especialmente en las épocas en las que no nos sentimos bien o necesitamos un extra de confianza. Nos enseñan a poner orden en nuestros pensamientos y a reciclar los sentimientos; constituyen, en definitiva, un gran apoyo emocional que muchas veces las personas no pueden o no son incapaces de brindarnos.

jueves, 25 de mayo de 2023

Mala y Edek, la historia de un amor agónico

La historia de amor de Mala y Edek no se conoció públicamente hasta muchas décadas después. Ambos fueron prisioneros en el campo de concentración de Auschwitz, de donde escaparon para luego tener una suerte trágica.

La historia de Mala y Edek es una historia de amor que nació, creció y se hizo eterna en un infierno: el campo de concentración de Auschwitz. Sus vidas habían quedado prácticamente en el olvido, hasta que la periodista Francesca Paci decidió rescatarlas para la memoria de hoy y siempre. De ahí nació el libro Un amor en Auschwitz.

Mala y Edek apenas estaban comenzando a vivir cuando cayeron, cada uno a su modo, en el campo de concentración. Tuvieron que madurar solos y a la fuerza.

No llegaron juntos a viejos, como lo soñaron, pero se convirtieron en un ejemplo de que el amor  es más fuerte que cualquier atrocidad y que ese sentimiento da valor para todo.

La historia de Mala y Edek fue recuperada gracias a todos los que los conocieron en el campo de concentración. Esos hombres y mujeres  se sintieron inspirados también por ese amor, pese a las deplorables circunstancias en las que se encontraban. Se prueba también que los grandes amores son capaces de cambiar la vida de quienes les rodean.

Mala y Edek, dos prisioneros

Los protagonistas de esta historia son Mala Zimetbaum y Edward Galiński, a quien le decían “Edek”. Quien llegó primero al campo de concentración de Auschwitz  fue Edek, cuando tenía tan solo 16 años. Era un joven de ascendencia polaca, que cursaba la secundaria; durante una redada de los nazis fue arrestado y enviado a la prisión de Tarnów.

Unos meses más tarde, en junio de 1940, le enviaron al campo de concentración de Auschwitz. Edek llegó con el primer grupo de prisioneros a ese lugar y pronto aprendió a adaptarse: “a quién y qué debes evitar y a qué aferrarse para poder sobrevivir”, decía.

Dos años después de estar en el campo de concentración logró convencer a los oficiales de que era necesario abrir un taller de cerrajería.

Su iniciativa y dinamismo en ese proyecto le valieron cierta simpatía entre los encargados, por lo que terminó teniendo un puesto privilegiado. Aprovechó el mismo para llevar al taller a los prisioneros más débiles, que no toleraban grandes esfuerzos físicos.

Un amor en Auschwitz

Mala Zimetbaum había nacido en Polonia, pero desde muy pequeña vivió en Bélgica. Fue una gran estudiante, destacándose principalmente en matemáticas e idiomas.

En 1942, fue detenida en Amberes y deportada al campo de concentración. Como sabía cinco idiomas, desde un comienzo los nazis  la convirtieron en traductora y mensajera.

Mala también tenía un puesto privilegiado y al igual que Edek, lo aprovechó para ayudar a quienes lo necesitaban. Mala y Edek se conocieron cuando él fue asignado a un escuadrón de instaladores en el campo de Birkenau.

Fue uno de esos amores que surgen de inmediato. Comenzaron a encontrarse en secreto cada vez que podían; todos en el campo los llamaban “Romeo y Julieta”.

El amor también hizo nacer en ellos un profundo deseo de alcanzar la libertad. Eran conscientes de que el mundo no sabía lo que sucedía en los campos de concentración y por eso los dos comenzaron a incubar la idea de huir para denunciar la situación.

Un final no tan feliz

El plan para escapar consistía en que Edek usaría un uniforme de oficial de la SS. Disfrazado así, tenía que llegar con Mala hasta el límite del campo.

Ella, por su parte, iría disfrazada de hombre y llevaría un lavabo sobre la cabeza, para ocultar su cabello. La trampa consistía en aparentar que se trataba de un oficial que llevaba a un reo para que instalara el lavabo.

Una vez en la puerta principal, ambos mostrarían unos pases de salida que consiguieron. Por difícil de creer que parezca, lograron culminar el plan el 24 de junio de 1944. Así consiguieron la libertad y llegaron casi a la frontera de Polonia. Sin embargo, Mala fue a una tienda e intentó cambiar un anillo por algo de comer. Esto despertó sospechas entre los dependientes y avisaron a la Gestapo.

Mala fue detenida, mientras Edek la miraba a lo lejos. Los dos habían prometido estar juntos para siempre, así que voluntariamente él también se entregó a los nazis.

Ambos fueron llevados a una zona de castigo en Auschwitz. Los separaron y los encerraron, pero ellos se las arreglaron para enviarse mensajes en trozos de papel raído. Edek le cantaba arias italianas desde su celda.

A Edek lo llevaron a la horca y antes de la ejecución él intentó colgarse de la soga por sí mismo, pero no lo logró. Antes de morir gritó “¡Viva Polonia!”.

Mala, por su parte, se cortó las venas antes de ser ejecutada, también en la horca. Por ese acto fue condenada a ser quemada viva. Sin embargo, las guardias se compadecieron y dejaron que se desangrara antes de llegar al crematorio. Mala y Edek murieron el mismo día y con apenas una hora de diferencia.

miércoles, 24 de mayo de 2023

El colador, una técnica para ser más eficaces

El colador es una técnica sencilla que puede hacer que nos conozcamos un poco mejor. Se recomienda, en especial, aplicarla a aquellos proyectos, objetivos o situaciones que por alguna razón se han estancado o no fluyen como debieran.

El colador es el nombre que se le da a una técnica de autoanálisis enfocada principalmente a identificar problemas de rendimiento en algún aspecto. También sirve para evaluar dónde están los cuellos de botella de algún proyecto que no logramos consolidar o de algún problema que no logramos resolver.

Obviamente, el colador es una figura metafórica. Recordemos que se trata de ese instrumento de cocina compuesto básicamente por un borde, a manera de boca, y un cuerpo hecho de algún material poroso, el cual deja pasar los líquidos y retiene los sólidos.

Para aplicar esta técnica, ve a la cocina y coge un colador. Este artefacto te representa a ti mismo y tu potencial. El líquido que eches dentro son las experiencias. Lo que sale al otro lado es aquello que ha logrado vencer las interferencias. Veamos esto con mayor detalle.

El colador y su axioma

El colador es una técnica que se basa en el axioma de que el rendimiento, en cualquier campo de la vida, es lo que queda después de restar las interferencias de tu potencial. Se expresa en una fórmula sencilla:

Ahora bien, lo lógico es que, si echas agua por la boca del colador, esta pase casi de forma inmediata al otro lado. Sin embargo, si las rejillas están taponadas, el líquido no traspasará la barrera o lo hará con mucha dificultad.

La boca del colador es el símbolo de tu potencial. Cuanto más amplia sea, más líquido puedes echar de una sola vez. ¿Qué determina el diámetro? Precisamente el potencial, el cual, en esta metáfora, está compuesto por cinco aspectos:

  • El ADN. Este es el patrimonio biológico con el que cada quien viene al mundo. Antes se creía que era inmutable. Hoy la ciencia sabe que sufre modificaciones a partir de la experiencia, de la forma de vida o de ciertas prácticas (meditación, adicciones, etc.).
  • La actitud. La actitud es la disposición anímica con la que se aborda una realidad determinada. Se trata de una respuesta más o menos estable en cada persona.
  • El conocimiento. Corresponde al saber y a la información que se tiene con respecto a algún aspecto o área determinadas. También hay un conocimiento sobre uno mismo, sobre los demás, etc.
  • La práctica. Corresponde a las destrezas que se han desarrollado para realizar determinada actividad o completar tareas específicas. En general, entre más práctica, más destreza.
  • La habilidad. Hace referencia a la facilidad para realizar alguna actividad o tarea. A veces existe de manera casi innata y otras veces se adquiere con la práctica.
Estos factores en conjunto serían los que determinan la posibilidad de tener un buen o mal rendimiento en algo que se emprenda. Esto puede ser una tarea específica, un proyecto o algo más general, como un plan a largo plazo.

La naturalización del potencial

Que se tenga el potencial para algo no es garantía de que este se desarrolle en forma eficaz. Hay elementos que operan como obstáculos y que neutralizan esa posibilidad de tener buen rendimiento, aunque se tenga el potencial. Veamos a continuación:
  • El ADN. Hay una gran cantidad de aptitudes que permanecen dormidas, porque no se llevan a cabo las acciones para estimularlas y despertarlas.
  • La actitud. La disposición a hacer algo con excelencia es definitiva para llevarlo a cabo con los máximos parámetros de calidad.
  • El conocimiento. Es un proceso activo. El conocimiento no cae del cielo. Si no se tiene, se busca y se construye.
  • La práctica. Que no lo hayas hecho antes y por lo mismo no obtengas buenos resultados al primer intento, es obvio. De ti depende seguir adquiriendo práctica o no.
  • La habilidad. Hacerlo muchas veces, intentar muchas formas de hacerlo, son caminos que llevan al desarrollo de las habilidades. Quedarse en la idea de “a mi modo o no”, por lo general no ayuda a ampliar el campo de habilidad.
Todos estos factores serían las interferencias. Volviendo a la metáfora inicial, la del colador, son como obstrucciones en la rejilla. Así que si viertes líquido en un colador que tiene muchos hoyos tapados, no va a pasar al otro lado.

Aplicar la técnica

La idea entonces es la siguiente:
  • Identifica algún aspecto, proyecto o tarea que se encuentre estancado.
  • Haz un listado, lo más detallado posible, de todas las actividades relacionadas con eso que está estancado.
  • Pasa cada uno de esos elementos por el colador. Esto es, contrasta cada elemento con los factores señalados (ADN, actitud, etc.).
  • Define en qué aspectos están los cuellos de botella que impiden el flujo adecuado de ese aspecto o actividad.
  • Señala cuál es la modificación necesaria para que vuelva a funcionar.
Como lo dijimos al comienzo, esta es una técnica de autoanálisis. Aplica principalmente para aspectos profesionales, pero también puede ser utilizada para temas personales, sociales, etc.

martes, 23 de mayo de 2023

Estrategias de autocontrol en la dependencia emocional

La dependencia emocional tiene algunos disfraces que la hacen atractiva. Formas que nos hacen caer en ella, para experimentar después sus desagradables consecuencias. En este artículo hablaremos de algunas estrategias para resistirnos a su “encanto”.

La dependencia emocional es uno de los motivos más frecuente de consulta, aunque los clientes o pacientes no piensen en un principio que este puede ser el motivo. La prevalencia es mayor en mujeres, aunque no sabemos si esta prevalencia es real, ya que los datos se basan en la frecuencia con la que acuden a consulta por este motivo.

Cuando un paciente sufre dependencia emocional, el psicólogo no suele tardar en sospecharlo, ya que puede oír como el paciente verbaliza que “ama demasiado a su pareja“, “cambiará con el tiempo y cuando se dé cuenta” o cuenta que, en ocasiones, deja todo lo que está haciendo en su vida para distanciar la posibilidad de abandono.

En este sentido, el dependiente emocional es capaz de abandonar proyectos que son importantes para él, dejar de lado a otras personas, gastar excesivas cantidades de dinero en regalos o incluso no poner límites a faltas de respeto o humillaciones de parte de su pareja.

Nos podemos imaginar cómo es la autoestima de estas personas cuando ponen muy por encima de ellos mismos a su pareja, aunque esta les haga daño. Realmente lo que ocurre es que existe una carencia emocional no resuelta que intentan llenar con el afecto efímero de otra persona.

Por esta razón, el abandono es tan importante, ya que supondría quedarse huérfanos de amor o afecto, algo de lo que carecen por sí solos.

¿Hasta dónde puede llegar la dependencia emocional?

Cuando explico la dependencia emocional suelo dibujar a un “monigote” corriendo detrás de un corazón con un hueco en el centro de su cuerpo -cómo si les faltase un trozo – El hueco, que tiene forma también de corazón, solo puede ser rellenado con la propia autoestima, esto es, con el corazón que el propio paciente se coloque a sí mismo.

El dependiente no sabe esto y piensa que ir corriendo detrás de un corazón que está afuera es la solución a su problema. Y corre, corre y no para de correr, durante días, meses incluso décadas. ¿Cuál es el resultado de esta carrera extenuante? El único resultado que obtiene nuestro “monigote” es precisamente la extenuación.

El único corazón que puede servirnos, como ya hemos dicho, es el que nosotros mismos nos demos. Y en este sentido, el poder no está afuera, sino que nace desde nuestro interior.

Pero, si no sabemos esto, el resultado es que podemos llegar muy lejos en esa expedición. Podemos perder nuestras amistades al dejarlas aparte por evitar el rechazo de nuestra pareja, podemos sabotear nuestros propios valores, gustos, aficiones por satisfacer al otro. Podemos abandonar trabajos, viajes, proyectos interesantes por no alejarnos de nuestra pareja y que eso signifique su pérdida. Podemos incluso volvernos celosos e intentar controlar todo lo que hace el otro, con el sufrimiento que eso supone y el escaso resultado.

Estrategias de autocontrol en dependencia emocional

Las técnicas desde el punto de vista psicológico que podemos llevar a cabo para ganar autocontrol en dependencia emocional tienen que ir encaminadas al manejo de nuestros impulsos más emocionales y arraigados.

Las personas dependientes emocionales, como ocurre con otras dependencias, saben que su manera de actuar les perjudica, pero no pueden dejar de hacerlo porque su “gps emocional” tiene mucha fuerza guiando sus acciones.

  • Cuando vayas a escribir un mensaje de texto a tu pareja o ex pareja como intento de control, ya sea por celos o por conocer qué piensa o qué está haciendo, debes escribir ese mismo mensaje en un folio en blanco. De esta forma, ganas en tiempo -la emoción baja su intensidad en pocos minutos- y además te obligas a sacarlo de tu mente impulsiva a la realidad y luego tendrás que volverlo a escribir en el móvil.
  • Intenta practicar el contacto cero. Si la relación se ha terminado y todavía sigues enganchado, intenta reducir a cero el contacto real. Eliminarla de todas las redes sociales, evitar quedar con amigos en común o frecuentar lugares donde podáis encontraros.
  • Si sientes el impulso de ir a su casa, acercarte a hablarle, etc., haz una conducta contraria. Si para ir a su casa, tienes que coger el coche y conducir por una carretera en concreto, desvíate a otro camino alternativo que te obligue a dar muchas vueltas para llegar a tu principal destino. Como en el resto de estrategias, esto te permitirá ganar tiempo y pensar de forma más racional.
  • Piensa en lo que vas a obtener siguiendo tus impulsos. ¿Va a volver contigo? ¿Conseguirás que te explique, como tú quieres, por qué ya no está a tu lado? ¿Conseguirás que vuelva contigo? ¿Realmente quieres tú volver con él o ella? Si tras todas las preguntas, concluyes que no vas a llegar a nada más que a una discusión, cansancio o irritación que podrías haberte ahorrado, plantéate si aún quieres seguir a tus instintos.
  • Haz una tarjeta recordatorio. Cuando estés sereno a nivel emocional, escribe una tarjeta recordatorio que tienes que llevar encima siempre para tener acceso a ella. Ahí has de escribir frases que te ayuden a no dar el paso al lado oscuro cuando estás demasiado emocional. Tienen que ser frases que te lleguen y te sirvan, no vale cualquier cosa.
Un ejemplo podría ser: “Ya tienes experiencia y sabes que actuando de esta manera solo terminas dañándote. ¿No es un buen motivo para mantener el esfuerzo por controlar tus impulsos?”

El autocontrol en dependencia emocional es difícil de adquirir. Requiere un trabajo constante y, aun así, nadie es totalmente invulnerable. Tenemos que saber que las caídas o recaídas forman parte del proceso y seguir perseverando.

Poco a poco, con práctica, ganaremos en autoestima y dejaremos de involucrarnos en relaciones basadas en la dependencia, para pasar a generar y mantener relaciones saludables, fáciles y fluidas.

lunes, 22 de mayo de 2023

Síntomas: lo que no pudiste decir

Los síntomas nos hablan de conflictos no resueltos y de necesidades no cubiertas. ¿Quieres saber más sobre cómo mejorar esta relación con tu cuerpo?

El síntoma, desde concepciones más humanistas, es el mensajero del malestar. Tendría la función de hacer que nuestros conflictos más inconscientes salgan a la luz para poder verbalizarlos. Ahora, ¿cuáles son estos tipos de síntomas y cómo se relacionan con nuestro cuerpo?

En este texto, te acercamos a un concepto de salud mental y física más integrador, que trata de ver la parte más holística del síntoma. Además, te hacemos una introducción sobre cómo leer estas señales corporales de forma más cotidiana y poder conocernos mejor, ¿estás preparado para escuchar lo que tu cuerpo tiene que decir?

El concepto de síntoma como conflicto no resuelto

Comprender el síntoma es una de las prioridades de las terapias de corriente humanista o psicoanalista. Desde este marco teórico, se entiende al síntoma como una alteración del organismo que subyace a un malestar.

El síntoma es el indicador de un conflicto subyacente, a veces muy sutil y otras veces tremendamente ruidoso. El nerviosismo, el insomnio o los pequeños rituales pueden ser los testigos de un conflicto interno. De alguna forma, tratan de comunicarse con nuestra mente consciente para avisar de que algo, que requiere nuestra atención, está sucediendo.

Al contrario de otras corrientes conductuales que se basaban en el alivio del síntoma a través de diferentes técnicas de forma directa, este tipo de orientaciones indagan en las raíces de los mismos. Se entiende el síntoma como algo secundario, como la parte visible de un conflicto sumergido y el punto de partida para poder investigar en las profundidades de las heridas de la infancia y las relaciones.

El inconsciente en los síntomas

La corriente psicodinámica fue la primera en forjar conceptos como el inconsciente y situarlo en un primer plano en la psicoterapia, dejando al síntoma como un indicador de malestar. Siguiendo la metáfora de Sigmund Freud del iceberg, el síntoma constituye la parte visible del conflicto, mientras que la base y la mayor parte de la herida emocional se encuentra sumergida en nuestro inconsciente.

Un paciente puede acudir a terapia con un síntoma, como ansiedad, insomnio o dolencias por el cuerpo. En este proceso de terapia, se guía al paciente a descubrir cuál es el mensaje que lleva implícito ese síntoma. Es decir, indagar qué nos quiere decir nuestro cuerpo con este malestar. Así, se postula que precisamente la aparición de síntomas como la ansiedad se debe a la falta de escucha interna del paciente hacia sus necesidades. Cuanto más tiempo se prolonga en el tiempo esta “no escucha”, más crónico y ruidoso se produciría el síntoma en sí mismo.

Síntomas y sensaciones corporales

Algunas corrientes de la psicoterapia conectan directamente los conflictos con el cuerpo. Por ejemplo, sentimos angustia y es habitual tener una sensación de tener un nudo en la garganta. O, en el caso de los niños, por ejemplo, es muy habitual somatizar la tristeza y la ansiedad en dolores de estómago o jaquecas.

La diferencia entre mente y cuerpo no está clara y, a nivel teórico, muchas veces puede limitar la comprensión global de la salud mental y general. Desde la psicología humanista y biodinámica, se plantea el impacto que tienen ciertos eventos en el cuerpo, sobre todo cuando son sostenidos en el tiempo. Repasamos algunas somatizaciones que muchas veces aparecen en terapia.

  • La rigidez muscular. Esta aparece, por ejemplo, cuando nos asustamos o tenemos miedo; es un mecanismo natural del cuerpo. Este evento alargado en el tiempo, además de provocar un estado continuo de ansiedad, también cambiaría nuestra postura corporal, creando por ejemplo una contractura o problema muscular.
  • Mareos, inestabilidad y parestesias. Son algunos de los síntomas más habituales producidos en los ataques de pánico. El miedo atroz y la sensación de peligro inminente repetida en el tiempo puede provocarnos sensaciones de caernos e, incluso, desmayos.
  • Problemas gastrointestinales. Es una somatización habitual de las personas que tienen dificultad para expresar sus emociones o poder ir catalizando de forma positiva poco a poco la angustia. El estrés es una de las causas más habituales de problemas gástricos, como la acidez del estómago o las úlceras.
Las palabras que no se dicen, gritan en el cuerpo

Los síntomas son la parte más llamativa de un conflicto más silencioso, según las corrientes humanistas y dinámicas. Los síntomas son algo así como los gritos de nuestro cuerpo, que no ha encontrado otra forma efectiva de ser escuchados.

Esta concepción del síntoma entra en sintonía con una visión más global de la mente y el cuerpo, de salud más en sentido global. Así, nuestras emociones influyen directamente en nuestras posturas corporales, respiración o formas de digerir los alimentos. Una situación prolongada de estrés puede llevar a nuestro cuerpo a enfermar.

Todo aquello que no pudimos expresar o no pudo ser entendido e integrado afecta a todo el funcionamiento de nuestro cuerpo y mente. El síntoma es la forma de nuestro cuerpo de pedirnos ser escuchado y que obremos según sus necesidades. El síntoma, aunque duela y deseemos que desaparezca por todos los medios, viene a traernos un mensaje ¿Lo escuchamos?

domingo, 21 de mayo de 2023

La energía oscura del cerebro, ¿qué es?

La energía oscura del cerebro, así como la energía oscura del universo son conceptos que están en construcción. Son más las preguntas que las respuestas al respecto, pero la teoría es fascinante y sobrecogedora.

La energía oscura del cerebro es un concepto que se está abriendo paso en la ciencia actual. Esta expresión hace una analogía entre la energía oscura del universo y la forma como se dan los procesos cerebrales. De momento, es tema de estudio y al respecto solo hay hipótesis.

La teoría de la energía oscura del cerebro surgió a partir de una inquietud que llamaba la atención de los científicos: ¿por qué el cerebro  gasta la misma cantidad de energía cuando está atento al mundo, que cuando está en reposo? Y, al mismo tiempo, ¿por qué este órgano gasta tanta energía?

Hasta el momento no hay una respuesta definitiva para ninguna de esas preguntas. Sin embargo, una de las posibles explicaciones está en la energía oscura del cerebro. Veamos de qué se trata y por qué se le toma cada vez más en serio.

¿Qué es la energía oscura?

La ciencia solo empezó a hablar de energía oscura en 1974. Vera Rubin, una astrónoma estadounidense, notó que las estrellas que orbitaban alrededor de un agujero negro, como la nuestra, lo hacían siempre a la misma velocidad, independientemente de la distancia a la que estuvieran del centro del agujero.

En principio, esto no debía ocurrir. En nuestro sistema solar, por ejemplo, cuanto más lejos esté un planeta del sol, más lenta es su órbita. Esto es debido a la fuerza de gravedad. Por lo tanto, los científicos dedujeron que debía haber “algo más” allí, con mayor gravedad, pero que no se podía ver. Ese algo era la materia oscura.

Aún no se sabe qué es en realidad la materia oscura, pero sí que conforma el 23 % del universo. En tanto hay materia oscura, también hay energía oscura, ya que la materia es la concentración de energía. Se estima que el 73 % del universo  está conformado por energía oscura. Así las cosas, el 96 % de todo lo existente es materia o energía oscura. O sea, solo percibimos el 4 % de lo que existe.

La energía oscura del cerebro

En 2006, el científico Marcus E. Raichle publicó un célebre artículo en la revista Science. Se llamaba La energía oscura del cerebro. En ese texto intentaba responder a una pregunta que tenía y sigue inquietando a muchos investigadores: ¿por qué el cerebro necesita tanta energía? Hay que tomar en cuenta que el cerebro corresponde solo al 2 % del peso del cuerpo, pero consume el 20 % de la energía total del organismo.

En principio se puede responder que necesita de toda esa energía para procesar la información que proviene del mundo externo. Al fin y al cabo, tiene que percibir, organizar y tramitar esos estímulos, pero al mismo tiempo seleccionar los datos que va a tomar en cuenta y los que no. El punto es que la ciencia ha comprobado que en ese procesamiento de información el cerebro solo gasta un 1 % de la energía que consume.

Al igual que ocurrió con el descubrimiento de que las estrellas estaban influidas por una masa y una energía invisible que las llevaban a comportarse de manera inusual, surgió la hipótesis de que en el cerebro también hay una materia y una energía oscura. Tal y como sucede con el universo, no se sabe qué es.

Las hipótesis sobre la energía oscura del cerebro

Los científicos más conservadores piensan que la energía oscura del cerebro es empleada por este órgano para regular la homeostasis del organismo. Esto es, el equilibrio interno de las funciones orgánicas para preservar la salud.

Otros investigadores creen que esa energía oscura está asociada al funcionamiento del inconsciente. Piensan que en esa dimensión se dan muchos más procesos que en el marco de la conciencia y es allí donde el cerebro gasta ese 19 % de energía que no se sabe a dónde va. Sustentan estas afirmaciones en estudios como el que probó que el inconsciente tiene 200 000 veces mayor capacidad de procesamiento que la conciencia.

Otro estudio de Daniel Gilbert evidenció que la mente divaga durante el 46 % del tiempo, lo que vendría a reforzar esta hipótesis. De momento no hay datos concluyentes. Lo que sí existe es un interés creciente en comprender estos fenómenos y sigue avanzándose en ello.

sábado, 20 de mayo de 2023

Mi aborto involuntario, la niña que sigo imaginando

Ha pasado casi un año y aún intento procesar lo sucedido. Sé que mi historia es dura, pero solo espero poder ayudar a alguien, porque si también tú has pasado por un “embarazo ectópico” sabes que no hay dolor físico y emocional más devastador que este.

“Se te va a pasar el arroz”. Esta es la frase que más escuchaba en mi familia desde que cumplí los 30. Mi hermana tuvo su primer hijo nada más terminar la universidad y todos ponían la mirada en mí esperando que siguiera su mismo camino. Pero yo, a pesar de ser la mayor, siempre fui la menos tradicional, a la que no le duraban las parejas, la que nunca tenía un trabajo fijo y prefería viajar de aquí allá.

Mi idea de ser nómada y hacer la vuelta al mundo en una Van, se esfumó por completo cuando conocí en Cardiff a Pablo. Yo estaba de vacaciones en Gales con unas amigas cuando, al alojarnos en un hotel, conocimos a un recepcionista con los ojos más azules que he visto jamás. Era español, profesor de bellas artes y había emigrado a Reino Unido. Era amable, divertido y cuando reía se le marcaban dos hoyuelos en las mejillas.

Me cautivó, él se enamoró de mí y lo que vino después fue la historia más bonita de mi vida. Ya no quería dar la vuelta al planeta, él era mi centro y no dudó en dejar su mundo para acoplarse al mío, en España. Los inicios fueron difíciles, la estabilidad económica no llegaba, y a veces pasábamos con el sueldo de uno solo. Otras, nuestros padres nos ayudaban con el alquiler. Hasta que, con 36 años, la situación mejoró y decidimos dar un paso más. Ser padres.

Un dolor y un útero vacío

“Se os ha pasado el arroz”. Mi padre nunca tuvo mucho tino ni demasiada empatía; es de los que siempre dice lo primero que piensa y no duda en dejártelo caer. Pasaron dos años y, efectivamente, el bebé nunca venía. No nos quedábamos embarazados. Finalmente, asumimos que la nuestra iba a ser una vida sin niños y que no pasaba nada por ello. Estábamos bien.

Fue en el peor momento de la pandemia cuando sucedió. El mundo parecía caerse a pedazos en el exterior y, sin embargo, nosotros saltábamos de alegría. Me hice un test de embarazo y salieron dos líneas muy tenues. Sabía que era positivo, pero me hice dos pruebas más por si acaso. Todo para asegurarnos de aquello que soñábamos por fin se había cumplido. Y sí, era verdad. Íbamos a tener un bebé.

Las siguientes dos semanas fueron las más dulces, las más emocionantes. Nos pasábamos las noches hablando sobre cómo sería nuestra vida, qué nombre elegiríamos y cómo educaríamos a nuestro pequeño o pequeña padawan, como lo llamaba Pablo. Lo anunciamos a la familia, y mi hermana no podía ser más feliz. Íbamos a ser madres en el mismo año. Ella ya iba a por el tercero; estaba embarazada de cuatro meses.

Lo que nunca creí que me pasaría a mí

Una mañana, al ir al baño, descubrí unas pequeñas manchas de sangre en mi ropa interior. Eran muy leves; pero estaban ahí. Me dije a mí misma que, tal y como había leído, los sangrados pueden aparecer en el primer trimestre. Me esforcé en decirme a mí misma que era normal -cuando, en realidad, sabía que no lo era- y que era mejor no darle importancia y no comentarle nada a Pablo.

Sin embargo, al ir a la cocina y prepararme el desayuno ocurrió algo de pronto que aún me cuesta explicar. Sentí el peor dolor de mi vida. Fue como si un punzón muy caliente me pinchara por dentro una y otra vez. Como si me estuvieran arrancando las vísceras sin piedad. Experimenté un sudor frío y, seguidamente, no recuerdo más. Perdí el conocimiento.

Cuando desperté, estaba acostada en la camilla de un hospital, Pablo estaba a mi lado y me llevaban a hacerme una ecografía. Fue entonces cuando el médico, con total frialdad, dijo unas palabras a la enfermera. Como si nosotros no estuviéramos allí. “El útero está vacío. Aquí no hay nada”..

Un embarazo ectópico y mi aborto involuntario

Una segunda ecografía mostró que el útero estaba vacío porque el embrión estaba alojado en mi trompa de Falopio izquierda. Medía 12 milímetros y estaba vivo. Si no sabes nada sobre los embarazos ectópicos (como me sucedió a mí), déjame decirte que sucede cuando un embrión se desarrolla fuera del útero. Pasa solo en un 2 % de los casos y no son viables. Están condenados a morir.

Nuestro pequeño padawan estaba vivo, pero me estaba matando. No había opción y los médicos me informaron entonces de lo que iba a suceder. El “ectópico” -así llamaban a nuestro hijo- debía morir y para ello iba a recibir metotrexato. Se trata de un medicamento de quimioterapia que se inyecta en el torrente sanguíneo para retrasar o frenar la producción de células de crecimiento rápido.

Dejarían pasar unas semanas, yo experimentaría cierto dolor y algunos sangrados y todo habría terminado. Mi embarazo involuntario, eso que nunca pensé que me pasaría a mí, acababa de empezar. La vuelta a casa desde el hospital fue el momento más triste de nuestras vidas. Todo lo soñado, todo lo proyectado, se estaba descomponiendo en pedazos de carne, sangre y líquidos.

Sin embargo, nuestra historia no terminó ahí. Porque doce días después, el punzón caliente volvió a atravesar mi abdomen y mis vísceras. Algo no iba bien, nuestro ectópico había muerto, pero había crecido. Así que me intervinieron de urgencia para extirparme esa trompa de Falopio en la que estaba escondido, negándose a desprenderse de mí, hendido, amarrado a mi interior en forma de sufrimiento indescriptible.

Mis días de duelo por la niña que no conocí

Sé que mi ectópico era una niña. Sé que aquel embrión que estuvo vivo unas semanas y que casi se me lleva, era una pequeña de ojos azul cielo y preciosa sonrisa. No sé decir por qué, llámalo instinto, llámalo intuición. Pero desde que lo arrancaron de mi interior dejándome una cicatriz en el abdomen, no dejo de imaginar cómo hubiera sido su vida.

Sé también que no debo reforzar ese pensamiento, pero a menudo me alivia imaginarla en mi mente, jugando y riendo como su Pablo. Con esos dos hoyuelos marcados en las mejillas. “Ya tendréis más”, me dice mi padre con su poco tino de siempre. Y yo pienso ahora en todas esas mujeres que han vivido también su embarazo involuntario.

He recordado esa compañera de trabajo de una escuela infantil que estuvo de baja tras una pérdida y que, a la vuelta, nadie sabía bien qué decirle. Me he acordado de mi mejor amiga, que tuvo un aborto en el cuarto trimestre y del que sé que aún no se ha recuperado. Pienso también en mi tía, que tuvo ocho abortos involuntarios y finalmente, tras adoptar a una niña, tuvo dos más de forma natural.

Una cicatriz que me conecta con ella

Sé que mi duelo, como el de muchas otras mujeres (y también padres), es único y no puede compararse. Pero todas tenemos algo en común: el vacío, la historia que no fue y la tristeza silenciosa que se quedará en nosotras para siempre. Eso no quiere decir que no podamos hacer vida normal, porque lo hacemos. Porque volvemos a sonreír, a soñar, a hacer planes.

Sin embargo, cuando nadie nos ve, acariciamos nuestras cicatrices externas o externas en silencio para llorar ese aborto involuntario. Y eso está bien, porque lo que se ama se recuerda y está alojado para siempre en un rinconcito de nuestro corazón. Ahora, soy tía de nuevo.

Mi hermana tuvo su bebé, y aunque durante unos días no podía ver su tripa de embarazo sin experimentar cierta rabia, envidia y tristeza, ahora todo está bien. Mi vida está bien, sigo sanando poco a poco. A igual que Pablo.

Solo espero que mi testimonio sirva de ayuda, porque si también tú has pasado por lo mismo, debes saber que no estás sola. Habla de ello con los tuyos, déjate arropar, querer, busca ayuda. Visibilicemos nuestros duelos, nuestras historias de sangre y cicatrices.

viernes, 19 de mayo de 2023

Para ser fuerte, deja que te cuiden

¿Te consideras una persona fuerte, de las que pueden con todo? Tal vez sea el momento de aprender a delegar y dejarte cuidar. Hacerlo no te hará débil, todo lo contrario: te enriquecerá y despertará en ti nuevas valías. Descubre por dónde empezar.

“Sé fuerte”. Este un mensaje que nos sobrevuela desde que somos pequeños. Nuestra educación y la propia cultura nos han transmitido la idea de que en esta vida triunfan los fuertes y que poder con todo, será tu mejor seña de identidad. Quizá, por ello, iniciamos desde niños un viaje algo distorsionado sobre lo que significa afrontar las dificultades e incluso construir una relación.

Las personas fuertes no lloran, no se quejan, ni flaquean. Asumen en soledad todas sus cargas, interiorizan sus miedos y se acostumbran a autoabastecer sus necesidades. También suelen preocuparse demasiado por el control. Así, y a medida que pasa el tiempo, uno descubre que ese concepto de fortaleza que se ha engullido sin rechistar ni analizar es una trampa, porque duele y agota.

Tarde o temprano las personas fuertes se rompen y es entonces cuando descubren que tras la coraza de la falsa fortaleza se esconde la vulnerabilidad. En ese momento asumimos una gran responsabilidad, la de dejar el peso de las cargas, reformular esquemas y comprender que todos necesitamos ser cuidados. Cuidar es el verbo más hermoso del idioma del amor y también de la convivencia.

Ser fuerte no es ser autosuficiente

Aprender a cuidar de uno mismo está muy bien. Siempre es adecuado desarrollar ciertas estrategias de autosuficiencia, independencia y responsabilidad personal. Sin embargo, si levantamos un poco la mirada, nos daremos cuenta de que quizá estamos creando una sociedad con un excesivo culto al yo. Porque, a menudo, se confunden el autocuidado y la independencia con el egoísmo.

Las personas no somos islas solitarias separadas unas de otras. Somos seres sociales que se necesitan los unos a los otros para sobrevivir, para sentirnos seguros y validados. No es más fuerte quién es más autosuficiente y necesita menos de los demás. Fuerte es también quién fortalece a los otros con su apoyo, quien sabe crear vínculos y enriquece emocionalmente a los demás. No solo a sí mismo.

Cuando damos por cierta la idea de que nuestra mejor fortaleza es la autosuficiencia, nos obsesionamos con tenerlo todo bajo control. No dejamos espacio al error, ni a la caída, queremos resolverlo todo, ser altamente eficaces y hacer del individualismo nuestro estandarte. Casi sin darnos cuenta, caemos en la trampa de esa autoexigencia voraz que nos castiga por ser falibles y que, poco a poco, alimenta el odio hacia nosotros mismos y marca distancias con los demás.

Muy pocos son felices desempeñando el papel del héroe solitario de su propia historia; ese que puede con todo y, aparentemente, no necesita a nadie…

¿Por qué nos cuesta tanto permitir que nos ayuden?

“Deja que te cuiden, permite que los demás te ayuden”. Es muy posible que una voz dentro de ti te haya gritado esto mismo en alguna ocasión. Sin embargo, te sigues resistiendo a ello. ¿Cuál es la razón? ¿Por qué a muchas personas les cuesta tanto bajar la guardia, dejar caer sus barreras defensivas y dar paso a su vulnerabilidad?

Analizamos una de las principales causas.

Nuestro historial de apego

El tipo de apego que construimos con nuestros cuidadores en la infancia determina, en buena parte de los casos, el modo en que nos relacionamos con los demás y lo que esperamos de ellos. Por tanto, es frecuente que detrás de esa reticencia a ser ayudados y cuidados se esconda un apego inseguro-evitativo.
  • En este caso, esa forma de vinculación define una situación en la que el niño se encuentra con notables carencias en su trato cotidiano con sus progenitores. En el apego inseguro-evitativo, la atención que se recibe de los padres suele ser caótica, desigual y falta de seguridad y afecto auténtico. No se validan las necesidades emocionales del pequeño y esto hace que, poco a poco, termine por desconfiar de sus padres.
De este modo, trabajos tan interesantes como el libro de los doctores Mario Mikulincer y Phillip R. Shaver, titulado Attachment in Adulthood (2017), destacan precisamente esta relación. Si crecimos bajo el sustrato de un apego inseguro-evitativo, aprendimos desde bien temprano que debíamos cuidar de nosotros mismos sin esperar nada de nadie.

Tengámoslo en cuenta, muy pocos sabrán qué es cuidar y ser cuidado, si jamás supieron lo que es la artesanía del afecto y el cariño. Muy pocos se permitirán ser vulnerables si tuvieron que aprender desde bien pequeños a esconder sus sentimientos para valerse por sí mismos.

Deja que te cuiden y descubrirás la fortaleza afectiva
Nada resulta tan complicado para quien está habituado a autoabastecerse a sí mismo como mostrarse vulnerable. Abrirse a los demás para revelar sus miedos, necesidades, pensamientos más profundos y ansiedad, les asusta y avergüenza, y no pueden porque su voz interna es muy crítica, porque creen que pedir ayuda y dejarse cuidar los hace falibles y débiles. 

  • Si este es tu caso, si es así como te sientes, da el paso. Deja que te cuiden derribando primero tus barreras defensivas. Nadie te va a juzgar por sincerarte y buscar cercanía.
  • Si te sientes identificado, apaga ese diálogo interno que te acompaña desde la infancia y que te hace creer que no necesitas nada de nadie. Porque no es así. Déjate cuidar.
  • Por si fueras tú una de esas personas que lleva media vida aparentando ser fuerte, admite que estás cansado de serlo. Sincérate y déjate arropar, descarga todos tus pesos y exigencias. Déjate cuidar y descubrirás la auténtica fortaleza, esa que nace del afecto y el cariño sincero.

Como dijo Brené Brown, la vulnerabilidad es el lugar de nacimiento de la conexión y la ruta de acceso al sentimiento de dignidad. Así que hazlo, ábrete a los demás, deja que te ayuden, que te quieran, que te escuchen y te cuiden. Solo entonces te querrás como mereces y darás un afecto auténtico a los demás.

jueves, 18 de mayo de 2023

Yūgen, el concepto zen para conectar con la profundidad de la existencia

¿Alguna vez te has quedado mirando un paisaje y te has sentido abrumado por su profundidad y misterio? Es una sensación difícil de explicar que, sin embargo, la filosofía oriental conoce muy bien y hasta define como "yūgen". ¿Te gustaría saber más?

¿Cuándo fue la última vez que dijiste que algo te parecía “muy profundo”? A veces, un razonamiento, un poema, una historia e incluso un escenario concreto nos suscita esta emoción; la de que algo nos trasciende, que es valioso y esconde significados interesantes. Es una experiencia singular, difícil de traducir en palabras, pero que todos podemos comprender.

Podríamos decir, incluso, que vivenciar la sensación de profundidad nos resta capas de egoísmo y costras a la inflexibilidad psicológica. Porque nos invita a abrirnos a una realidad interesante que nos enriquece, que nos emociona y, a su vez, nos ilustra de algún modo. Sería maravilloso dedicar una vida entera a buscar elementos que nos provocaran esta sensación.

Quien exploró este concepto fue el mundo oriental, y en concreto los japoneses. La cultura nipona adoptó un término de origen chino, yūgen, para describir el misterio que suscitaban todos esos fenómenos que generan sensación de profundidad al ser humano. Tal relevancia se le dio que formó parte de uno de los siete fundamentos básicos de la filosofía zen.

Lo misterioso de nuestro mundo, aquello que es profundo y no se puede explicar en palabras, es una idea muy arraigada en toda forma de arte. ¿Y si indagamos más en este interesante concepto?

Yūgen, la belleza de lo que nos es misterioso y no podemos explicar

La primera vez que escuchamos en occidente el término yūgen fue gracias al filósofo DT Suzuki(1870-1966), uno de los mayores promotores del zen en todo el mundo. Lo describió como un sentimiento por el que la mente humana se identifica con la totalidad de un fenómeno concreto y, de pronto, algo que es finito parece volverse infinito ante nuestra percepción.

Parece que, al intentar definir la sensación de profundidad, le restamos magia. Quizá, por ello, en oriente asimilaron el concepto de yūgen para trasladarlo al arte; medio más que idóneo para despertar esta experiencia. Esto hizo que, ya en el siglo XII, figuras como el monje-poeta Saigyo, amante de la belleza de la naturaleza, intentara trasladar en sus poemas sentimientos de dolor, melancolía y simbólica trascendencia para capturar esa esencia del zen:

El arte de saber observar y sentir

Alan Watts, el conocido filósofo británico, también fue un gran apasionado de la filosofía zen y el concepto de yūgen. Él lo veía a diario en esos cielos en los que los gansos salvajes desaparecían a veces entre la densidad de las nubes. También, caminando por esas zonas más alejadas de la civilización, ahí donde la naturaleza triunfa frente a los avances del hombre.

Una vía férrea abandonada, un lago al amanecer, un castillo en ruinas tras una tarde de tormenta… El yūgen es una experiencia embriagadora que solo surge en quienes sepan observar con calma y se permitan sentir lo extraño de la naturaleza, del ser humano y el arte.

Según Watts, la mayoría vivimos en modo supervivencia y nos obsesionamos por comprender cualquier realidad. Sin embargo, para ser invadidos por el yūgen, necesitamos escapar de nuestros marcos mentales ordinarios y, simplemente, limitarnos a sentir. Nada más. Porque no todo tiene explicación en esta vida; abrazarnos al misterio también nos hace sabios y apacigua nuestra ansiedad por darle un significado a cada aspecto que nos envuelve.

La esencia de yūgen está en cualquier parte

Yūgen no tiene que ver con imaginar otro mundo que nos permita escapar de este. Yūgen es una invitación para que apreciemos el misterio del mundo en el que vivimos. En cualquier lugar hay un escenario que despierta esa sensación de profundidad y desconcierto que tanto nos inspira.

En cualquier parte, hay un libro o una persona cuya conversación nos hace sentir esa experiencia. La de que lo leído y escuchado es trascendente, válido, sabio y enriquecedor. Todas esas percepciones son un combustible para el cerebro, a menudo tan oxidado por nuestras rutinas, prisas y tecnologías.

Alan Watts señalaba que siempre es útil situar la atención en los umbrales. Las puertas, las ventanas, los huecos de árboles, las colinas, las nubes, los charcos… El conjunto da forma a dimensiones que evocan lagos donde sumergir nuestras mentes. Después, cuando volvamos a casa, no hay nada mejor que coger papel y lápiz y describir lo que hemos sentido. Hay rincones misteriosos en la cotidianidad donde se esconde la esencia del yūgen.

La sensación de profundidad reside a veces en las realidades tristes

La Universidad de Ginebra realizó un estudio en el 2017 en el que nos reveló algo interesante. Las personas solemos reflexionar sobre la profundidad de la vida leyendo libros que nos hablan de historias tristes. Sucede lo mismo con cualquier relato o anécdota que nos cuenten que despierte nuestras emociones.

De algún modo, el yūgen también está en nuestra capacidad empática y en la conexión emocional con la realidad de otras personas. Hay hechos que nos conmueven y que nos hacen descubrir la belleza y significancia que hay también en cualquiera de nosotros. Como bien hemos señalado, este concepto de la filosofía zen está en cualquier lugar. También en nuestros corazones.

miércoles, 17 de mayo de 2023

Las 63 mejores frases de "Un mundo feliz"

¿Te consideras un fanático de las obras de Huxley? Hoy recopilamos las mejores frases de su novela más famosa: "Un mundo feliz".

Un mundo feliz es una novela distópica del escritor Aldous Huxley, publicada por primera vez en 1932. Es la novela más famosa del autor y una de las más conocidas de este tipo de literatura ficticia. Su interés no ha menguado desde su publicación, en especial por los paralelismos que hace con respecto a las épocas recientes.

La obra ha sido adaptada al cine, al teatro, a la televisión e incluso a programas radiales. Aunque muchas de estas adaptaciones han sido muy populares, el público en general y la crítica siguen apostando por el libro.

Las frases de Un mundo feliz sintetizan algunas de las ideas centrales de Huxley en relación con la libertad, el estado, el totalitarismo, el individuo y la sociedad en general.

Las mejores frases de “Un mundo feliz”

Aldous Huxley escribió una docena de novelas, varios ensayos, cuentos y poemas. Sin embargo, se le conoce en todo el mundo por ser el autor de Un mundo feliz.

Ciertamente, el impacto de la obra llega hasta nuestros días, y los continuos paralelismos con autores distópicos y con el presente no dejan de surgir. Te dejamos con las mejores frases de Un mundo feliz, acompañadas de curiosidades interesantes.

1. “Las palabras pueden ser como rayos X si las usas correctamente: atraviesan cualquier cosa”.

La primera versión del libro se publicó en 1932 de la mano de la editorial Chatto & Windus.

2. “Nunca dejes para mañana la diversión que puedas tener hoy”.

La novela fue bien recibida por el ambiente académico de su momento. Entre muchos otros la elogiaron Bertrand Russell y Rebecca West.

3. “Cuando la gente sospecha de ti, empiezas a sospechar de ellos”.

El libro sufrió la censura en varios países debido a su lenguaje ofensivo, racismo, insensibilidad y por sus escenas explícitas de sexo; o al menos fueron los alegatos del momento. En muchas ocasiones, se editaron secciones para adaptarlo al público, como sucedió en China.

4. “Un hombre puede sonreír y sonreír y ser un villano”.

La obra ha sido acusada de plagio en determinadas ocasiones. Por solo mencionar dos casos, se le acusa de ser un plagio de What Not: A prophetic comedy (1918) y de We (1921). George Orwell fue uno de los que alegó la extraña coincidencia con esta última.

5. “Uno cree cosas porque ha sido condicionado para creerlas”.

En 1958, el autor publicó Nueva visita a un mundo feliz, una colección de ensayos en los que analiza con profundidad la novela.

6. “Si no es diferente, entonces está obligado a sentirse solo”.

En teoría, y siguiendo con el estilo y las temáticas de sus anteriores novelas, la obra se pensó solo como una parodia. Al final terminó consolidándose como uno de los títulos más importantes de la literatura distópica.

7. “Quiero saber qué es la pasión. Quiero sentir algo con fuerza”.

Parte de la inspiración de Huxley para escribir la obra la encontró en un viaje entre Singapur y Filipinas. Halló en el barco una copia del libro de Henry Ford, My life and work (1922), la cual usó para construir algunas ideas que luego terminarían convirtiéndose en libro.

8. “Estoy reclamando el derecho a ser feliz”.

La inspiración también llegó tras una estadía en San Francisco durante 1920. Allí le impactó el consumismo y el libertinaje de la ciudad, temas claves que se encuentran en las frases de Un mundo feliz.

9. “No hay estabilidad social sin estabilidad individual”.

De acuerdo con el autor, completó la obra en tan solo cuatro meses.

10. “No queremos cambiar. Cada cambio es una amenaza para la estabilidad”.

Aunque se interesó por el misticismo, en realidad al momento de escribir la obra no la concibió como un título profético. Sin embargo, con el pasar de los años declaró que temía que sus ideas estaban más cerca que nunca de volverse realidad.

11. “El dolor es un horror fascinante”.

La obra se ha adaptado varias veces al cine. La primera de ellas se hizo en 1980 y la segunda en 1998. Desde entonces se han hecho series, obras de teatro, programas radiales y demás. Se siguen haciendo adaptaciones, una de las más recientes es una serie a cargo de la NBC del 2020.

12. “Me gusta ser yo mismo. Yo mismo y desagradable”.

El título de la obra se toma del discurso de Miranda en La tempestad, de Shakespeare. La frase se usa en el acto V, escena I, con un sentido irónico.

13. “¿Pero no es natural sentir que hay un Dios?”.

Un mundo feliz fue la quinta obra de Huxley, de modo que para entonces ya contaba con cierta reputación como escritor. La escribió en Francia a mediados de 1931.

14. “La felicidad real siempre parece bastante sórdida en comparación con las compensaciones excesivas por la miseria”.

En su primera novela satírica, Crome Yellow, Huxley ya hace una alusión a la obra distópica. Esto indica que Huxley ya había concebido las ideas principales para 1921.

15. “Soy yo, y desearía no serlo”.

Tal y como indicó el propio autor, sus influencias directas fueron las obras de H. G. Wells y D. W. Laurence.

16. “La mayoría de los seres humanos tienen una capacidad casi infinita para dar las cosas por sentadas”.

La obra expresa las angustias de la sociedad del momento. Crisis económicas, un galopante avance de la tecnología y la apuesta por el pensamiento de masas, se cuentan entre las principales.

17. “Me comí la civilización, me envenenó. Yo estaba contaminado, y luego me comí mi propia maldad”.

Soma, la droga utilizada por el Estado como herramienta de control, está inspirada en el ritual o bebida védica del mismo nombre.

18. “Grande es la verdad, pero aún mayor, desde un punto de vista práctico, es el silencio sobre la verdad”.

De igual forma, el cinturón maltusiano está inspirado en un fenómeno contemporáneo. Esto es, en las ideas y los proyectos de la Malthusian League.

19. “Es natural creer en Dios cuando estás solo, completamente solo, en la noche, pensando en la muerte”.

La obra se ha comparado con 1984 (1949), de George Orwell, en repetidas ocasiones. Tanto para encontrar paralelismo como para posicionar a una por sobre la otra en cuanto a técnica e ideas.

20. “Una de las funciones principales de un amigo es sufrir (de una forma más suave y simbólica) los castigos que quisiéramos, pero no podemos, infligir a nuestros enemigos”.

La BBC incluyó la obra entre las 100 más influyentes de todos los tiempos.

21. “La realidad, por utópica que sea, es algo por lo que la gente siente la necesidad de tomarse vacaciones con bastante frecuencia”.

Entre otros países, la obra se prohibió en India, Australia, Irlanda y en muchas partes de Estados Unidos.

22. “La mayoría de los hombres y mujeres crecerán para amar su servidumbre y nunca soñarán con la revolución”.

No hay alusiones a la ingeniería genética porque, simplemente, esta no se conocía en el momento. Téngase en cuenta que la descripción de la estructura del ADN no se hizo hasta 1953.

23. “El remordimiento crónico, como todos los moralistas están de acuerdo, es un sentimiento sumamente indeseable”.

Si parte sobre la base del calendario gregoriano, la obra está ambientada en el 2540 d. C.

24. “Pero no quiero consuelo. Quiero a Dios, quiero poesía, quiero peligro real, quiero libertad, quiero bondad, quiero el pecado”.

Von Mises, el economista perteneciente a la Escuela Austriaca, describió la novela como una sátira de las predicciones del socialismo.

25. “Si te has portado mal, arrepiéntete, haz las enmiendas que puedas y encárgate de la tarea de portarte mejor la próxima vez”.

Por otro lado, autores como Chesterton apuntaron que iba en contra de la era y del pensamiento de las utopías. Esto es, pensar que el hombre resolvería todos sus problemas y construiría una sociedad perfecta, pacífica, cordial y estable. La Primera Guerra Mundial destruyó este ideal.

26. “Un Estado totalitario realmente eficiente sería aquel en el que el todopoderoso ejecutivo de los jefes políticos y su ejército de administradores controlen una población de esclavos que no tienen que ser coaccionados porque aman su servidumbre”.

Poco antes de escribir la obra, el autor visitó la planta de fabricación de Billingham, en Inglaterra. Esta era una de las más avanzadas del mundo para el momento, algo que le ocasionó una gran impresión.

27. “Ese es el secreto de la felicidad y la virtud: gustar lo que tienes que hacer”.

También es importante recordar que el autor escribió la obra justo cuando se vivían las secuelas de la Gran Depresión. En Reino Unido estas se empezaron a manifestar en torno a 1930 y 1931.

28. “La felicidad universal mantiene las ruedas girando constantemente, la verdad y la belleza no pueden”.

Otra de las influencias directas de la obra es Daedalus, un libro científico publicado en 1924 en relación con el escepticismo de los avances tecnológicos para el bienestar del hombre.

29. “Prefiero ser infeliz que tener el tipo de felicidad falsa que estabas teniendo aquí”.

A menudo, el título del libro se adaptó a expresiones literarias satíricas del todo conocidas por el entorno académico. Así ocurrió en Francia, en relación con una cita de Voltaire en alusión a Leibniz.

30. “¿Puedes decir algo sobre la nada?”.

El título cuenta con su contraparte, pero esta vez, escrito bajo criterios utópicos. Se trata de la Isla (1962), el último trabajo del escritor antes de morir.

31. “¿De qué sirve la verdad, la belleza o el conocimiento cuando las bombas de ántrax explotan a tu alrededor?”.

La primera edición en español se publicó en 1935 de la mano de Luys Sanra Marina. Esta fue la única disponible durante más de 30 años.

32. “Aquellos que tenían buenas intenciones se comportaban de la misma manera que aquellos que tenían malas intenciones”.

La cinta Demolition man (1993) está parcialmente inspirada en la novela.

33. “No solo el arte es incompatible con la felicidad, también lo es la ciencia”.

La canción Soma, de la banda norteamericana The Strokes, toma su nombre de la droga usada para controlar a las masas, descrita en el libro.

34. “En una sociedad debidamente organizada como la nuestra, nadie tiene la oportunidad de ser noble o heroico”.

El tercer álbum de Marilyn Manson también idea una trama bastante similar a la que reseña el libro.

35. “El hombre es una inteligencia no servida por, sino en servidumbre de sus órganos”.

Muchos citan a Huxley como el precursor del pensamiento transhumanista, que aspira a superar las limitaciones físicas y psíquicas con ciencia y tecnología.

36. “Las generalidades son males intelectualmente necesarios”.

Entre muchos otros autores contemporáneos que han citado a Huxley como una influencia directa, destacamos a Michel Houellebecq.

37. “A medida que disminuye la libertad política y económica, la libertad sexual tiende compensatoriamente a aumentar”.

Aunque podemos encontrar diferencias, en general, la trama de la cinta Gattaca (1997) guarda relación con la trama y las frases de Un mundo feliz.

38. “Los dioses son justos, sin duda. Pero su código de leyes es dictado, en última instancia, por las personas que organizan la sociedad; la Providencia sigue el ejemplo de los hombres”.

En la película La isla (2005), dirigida por Michael Bay, se hace alusión a una sociedad muy similar a la descrita por el autor británico.

39. “Aquellos que se sienten despreciados hacen bien por parecer despreciables”.

El duodécimo álbum de Iron Maiden se tituló homónimamente como la novela de Huxley.

40. “Deshacerse de todo lo desagradable en lugar de aprender a soportarlo”.

Se ha cuestionado si la censura a la obra es por el lenguaje y las alusiones sexuales, o por las ideas y las críticas que recoge.

41. “Cuanto mayor es el talento de un hombre, mayor es su poder para descarriar”.

Huxley fue uno de los primeros autores de la lengua inglesa en utilizar palabras como bitchy (malévolo), futurology (futurología), snooty (presumido) y nymphomaniacal (ninfómana).

42. “No puedes consumir mucho si te quedas quieto y lees libros”.

Aldous Huxley fue profesor de francés de George Orwell.

43. “Pero todos pertenecen a todos los demás”.

Huxley escribió un guion para la adaptación de Alicia en el país de la maravillas de Disney. El propio Walt Disney lo rechazó por no comprender casi nada del escrito.

44. “Encontrar malas razones para lo que uno cree por otras malas razones: eso es filosofía”.

El autor es conocido por su familia de científicos e intelectuales. Esta reunía editores, ensayistas, biólogos y fisiólogos.

45. “Sin seguridad económica el amor a la servidumbre no puede llegar a existir”.

Otro de los detalles para dar contexto a la publicación de la novela es que esta se editó justo antes del ascenso de Hitler.

46. “Dicen que el miedo a la muerte y lo que viene después de la muerte es lo que hace que los hombres se vuelvan a la religión a medida que envejecen”.

Se cree que Huxley estaba prácticamente ciego desde la adolescencia a raíz de una enfermedad. Hay alusiones de que leía en público y sin gafas, pero otras en las que mostraba una ceguera grave.

47. “Tú pagas tu dinero y tú tomas tus decisiones”.

El autor escribió adaptaciones cinematográficas de obras de Charlotte Bronte y Jane Austen.

48. “Un centímetro cúbico cura 10 centímetros sombríos”.

En la obra se citan personajes reales, artistas y alusiones que demuestran el basto conocimiento de la literatura, la biología, la ciencia y demás, del autor.

49. “Lo que un hombre a unido la naturaleza es incapaz de separarlo”.

Aunque no se puede hablar de libertad sexual, lo cierto es que muchos intelectuales ya pregonaban ideas similares para la época. Por ejemplo, Gertrude Stein y Margaret Sanger. Esto como antesala a las ideas que se recogen en el libro.

50. “Los extremos se encuentran porque fueron hechos para encontrarse”.

Se puede encontrar un paralelismo entre la trama de la obra y el mito de la caverna de Platón.

51. “Libertad para ser ineficiente y miserable. Libertad para ser una clavija redonda en un agujero cuadrado”.

Hay personajes que son una parodia de Primo de Rivera, Benito Mussolini, Vladimir Lenin, Charles Darwin, Lev Trotsky, Henry Ford y muchos más.

52. “La felicidad es un maestro duro, en particular la felicidad de otras personas”.

Los contrastes entre la Isla y Un mundo feliz son tan evidentes que todo fanático de Huxley debe leer ambas obras teniendo como referencia la otra.

53. “La educación moral en ningún caso debe ser racional”.

Las frases de Un mundo feliz no dejan de referenciarse a través de redes sociales. Esto ha avivado el interés por el autor británico.

54. “Qué divertido sería si uno no tuviera que pensar en la felicidad”.

Se usa la palabra Ford en lugar de Lord como alusión a Dios. Esto es algo que se debe tener presente en las versiones en español y otros idiomas.

55. “No basta con que las frases sean buenas, lo que hagas con ellas importa también”.

También hay alusiones a diarios como el BBC y The Daily Mirror, y a la Iglesia de Inglaterra.

56. “Es mejor que uno sufra a que muchos se corrompan”.

Aunque la influencia es menor, hay varias ideas capitales de la película El piso 13 (1999) que se recogen de la obra de Huxley.

57. “Su eminencia intelectual conlleva a responsabilidades morales correspondientes”.

Al momento de leer las frases de Un mundo feliz y otras obras del autor hay que recordar que este se consideraba a sí mismo con un anarquista.

58. “Las personas creen en Dios porque han sido condicionadas a creer en Dios”.

La trilogía de The Matrix tiene como referencia muchas de las ideas de Un mundo feliz.

59. “Todo condicionamiento apunta a eso: hacer que a las personas les guste su ineludible destino social”.

El personaje Bernard Marx es una alusión directa y obvia a Karl Marx.

60. “Si quieres escribir, ten gatos”.

La mayoría de las personas que se acercan en la actualidad a la obra lo hacen buscando paralelismos con la realidad actual. Las frases de Un mundo feliz dan cuenta de qué cercana se siente la obra en relación con el presente.

61. “Revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse”.

En torno a 1960, el autor recibió el diagnóstico de un tumor en la lengua. A pesar de su debilidad, continuó impartiendo conferencias, asistiendo a congresos y escribiendo.

62. “Todavía no había aprendido a trazar la distinción significativa pero a menudo muy fina entre la obscenidad y la ciencia pura”.

Aldous Huxley murió en noviembre de 1963 a los 69 años. Lo hizo el mismo día del asesinato a John F. Kennedy.

63. “El asesinato solo mata al individuo. Y, después de todo, ¿qué es el individuo?”.
Finalizamos esta lista de frases de Un mundo feliz con estas palabras que resumen muy bien el conflicto entre individuo y colectivo que se expone en las páginas de la obra.

Las frases de Un mundo feliz son útiles para revivir pasajes de la novela, también para dimensionar sus ideas. Pero leer o releer la obra es lo que realmente te permitirá apreciarla. No dejes de hacerlo, en especial si te consideras un fanático de la ficción y de la literatura distópica.