viernes, 24 de julio de 2020

Trauma y fibromialgia: ¿qué relación existe?

Con frecuencia, en el historial de pacientes con fibromialgia se encuentran eventos traumáticos. Son varios los estudios que han relacionado estos dos hechos. Ahora bien, ¿qué sabemos exactamente de esta relación?

La fibromialgia es un trastorno caracterizado por dolor musculoesquelético generalizado; con frecuencia cursa acompañado de fatiga, sueño, problemas de memoria y bajo estado de ánimo. En el contexto de la investigación actual, hay un interés creciente por el trauma físico y psicológico como factores causales o precipitantes de la fibromialgia.

Una hipótesis es que en la fibromialgia se amplifican las sensaciones dolorosas; por lo que podría estar afectada la forma en la que el cerebro procesa las señales de dolor.

Los síntomas a veces comienzan después de un trauma físico, cirugía, infección o por un trauma o estrés psicológico significativo. En otros casos, los síntomas se acumulan gradualmente con el tiempo sin un evento desencadenante único.

Las mujeres tienen más probabilidades de desarrollar fibromialgia que los hombres. Muchas personas que tienen fibromialgia también tienen dolores de cabeza por tensión, trastornos de la articulación temporomandibular (ATM), síndrome del intestino irritable, ansiedad y depresión.

Si bien no existe una cura para la fibromialgia, una variedad de medicamentos puede ayudar a controlar los síntomas. El ejercicio, la relajación y las medidas de reducción del estrés también pueden ayudar.

Estudios sobre la relación entre trauma y fibromialgia

El estudio de la fibromialgia y el trauma psicológico ha despertado gran interés por conocer su relación. Este interés en las décadas de los 70 y 80 se plasmó en el estudio del trauma desde modelos deterministas, de causa única y desde una perspectiva psicopatológica.

Estos primeros trabajos estuvieron fuertemente influenciados por el escaso conocimiento médico acerca del síndrome, incluidas sus causas. Así, los acercamientos de la psicología se realizaron bajo un enfoque biomédico de enfermedad: al no existir causa orgánica conocida, por exclusión, la causa debía ser psicológica.

Estudios sobre eventos trauma y fibromialgia

Diferentes trabajos señalan relaciones con el abuso sexual en la infancia. En estos textos se defiende que elabuso en la infancia puede afectar al desarrollo normal cerebral, a la reactividad al estrés y al desarrollo de la fibromialgia (Lee, 2010).

En términos generales, existe una mayor prevalencia de eventos traumáticos en población con fibromialgia. No obstante, conviene tener presente que la mayoría de los estudios son retrospectivos, por lo que está implícita la narrativa del paciente.

Así, este tipo de trabajos se ven entremezclados con aquellos que analizan las características diferenciales de la narrativa en estos pacientes produciendo confusión a la hora de realizar un análisis global.

Algunos expertos creen que el estrés puede ser un desencadenante común. Es más evidente en personas que son susceptibles por razones fisiológicas e historial familiar de dolor crónico.

Estudio en Cleveland

Investigadores de la Clínica Cleveland inscribieron a 593 pacientes con fibromialgia para preguntarles sobre sus síntomas y antecedentes de abuso. Casi el 38 % de los pacientes con fibromialgia dijeron que habían sido abusados ​​física o sexualmente en algún momento.

Según este estudio, los pacientes que tenían antecedentes de abuso también tenían más probabilidades que los que no habían sido maltratados de informar síntomas de fibromialgia más graves.

Los pacientes con antecedentes de abuso tenían puntuaciones más altas en el índice de discapacidad del dolor, debilidad más generalizada y habían acudido a consulta con más frecuencia. Aquellos que habían recibido abusos también eran más propensos a tener un problema con la bebida.

Falta de consenso en la comunidad científica

Sin embargo, otras investigaciones no identifican un precedente de maltrato en la población con fibromialgia. Por otro lado, esta asociación sí que parece más fuerte cuando el maltrato se ha producido en la infancia (Lommel et al., 2009).

Ciccone, Elliott, Chandler, Nayak y Raphael (2005) señalan no existe ninguna asociación entre violencia sexual o física y fibromialgia. Sin embargo, sí observaron una mayor prevalencia de trastorno de estrés postraumático en el grupo de fibromialgia, trastorno que ejercería un papel mediador en la relación entre violación y fibromialgia.

Diferencias según el tipo de evento traumático

Apenas se han llevado a cabo estudios que analicen el posible papel diferencial del maltrato y abusos respecto a otro tipo de eventos traumáticos (accidentes, operaciones quirúrgicas, muerte de un familiar, divorcio, entre otros). Sin embargo, hay evidencias que apuntan a posibles diferencias significativas en la comorbilidad asociada.

En relación a la alexitimia, se observan puntuaciones significativamente más elevadas en las dimensiones de déficit de identificación de emociones y en déficit de lenguaje emocional. Este déficit se observa de manera más frecuente en las pacientes con fibromialgia víctimas de maltrato, si las comparamos con las que han experimentado otro tipo de evento vital potencialmente traumático (Peñacoba, Blanco, Pérez, Huete, && San Román, 2016).

Igualmente, se observa que las pacientes víctima de maltrato puntúan significativamente más alto en sintomatología ansiosa que las mujeres que han vivido otro tipo de evento.

Diferencias ente maltrato psicológico prolongado o violencia puntual

Napolitano (2006) señala mayores casos de maltrato psicológico que físico en las mujeres diagnosticadas de fibromialgia o de artritis reumatoide. Esto pone de manifiesto que el estrés crónico, característico de abuso psicológico, es fisiológicamente más perjudicial que el estrés agudo, característico de abuso físico.

Walker et al. (1997) señala además que la gravedad del trauma correlaciona significativamente con medidas de discapacidad física, angustia psicológica, ajuste de la enfermedad y calidad del sueño.

En conclusión, el historial de abuso en pacientes con fibromialgia se asocia con síntomas más graves en comparación con aquellos pacientes sin historial de abuso. El tipo de abuso y su gravedad parece afectar al curso de la fibromialgia.

No todo tipo de traumas (siempre que estos lleguen a desarrollarse) tienen el mismo impacto en la enfermedad. El abuso sexual infantil o el maltrato psíquico crónico son los que parecen tener más peso en las personas con fibromialgia. Además del abuso, en las manifestaciones de dolor influye el historial familiar del paciente y las narrativas utilizadas cuando hacen un relato de su historia.

jueves, 23 de julio de 2020

La personalidad autosaboteadora ¿te identificas?

La procrastinación es una forma de autosabotaje emocional, esa en la que se esconden muchos miedos: temor a fallar, a equivocarnos, a no estar a la altura de lo que esperamos o a lo que los demás esperan de nosotros. ¿Qué podemos hacer en estas situaciones?

Te propones presentarte a esa entrevista de trabajo en la que tantas ilusiones has puesto y justo un día antes, decides que no vas a ir. Has tenido una cita con alguien con quien tenías bastante conexión, pero al final optas por no volver a quedar con esa persona. Estos son solo dos ejemplos de la personalidad autosaboteadora, un tipo de perfil realmente común.

Si has vivido en piel propia alguna de estas situaciones, lo que habrás experimentado es cierto enfado contigo mismo. ¿Por qué lo hago? ¿Por qué razón dejo pasar tantas oportunidades? ¿Qué provoca que confíe tan poco en mis competencias a pesar de que determinadas metas me motiven muchísimo?

Casi sin saber cómo, acabamos instalados en una eterna y pegajosa zona de confort en la que nada cambia y las inseguridades se vuelven crónicas. En esta conducta hay una combinación muy lesiva en la que se combinan dos ingredientes decisivos: por un lado, el miedo y por otro, los pensamientos irracionales. Cuesta mucho desinfectar esos elementos de nuestra mente, sobre todo, porque dicho enfoque mental lleva bastantes años instaurado en nosotros.

Sabemos que los miedos actúan en muchas ocasiones como esas murallas que nos separan de aquello que desearíamos ser. ¿Cuál es entonces la estrategia para derribar esos obstáculos? Lo analizamos a continuación.

La personalidad autosaboteadora: ¿cómo es?

Vivimos en una sociedad en la que abundan en exceso mensajes motivadores como «tú puedes», «si te lo propones lo puedes conseguir» o «tienes derecho a lograr lo que deseas». Sin embargo, en la vida real no todos encontramos esos combustibles excepcionales capaces de embestirnos para alcanzar nuestras metas, por sencillas que sean.

Las personas estamos hechas de sueños, anhelos, necesidades y, sobre todo, miedos. La personalidad autosaboteadora abunda más de lo que pensamos por diversas razones. La primera de ellas puede llamarnos la atención: el autosabotaje forma parte de la neurobiología. ¿De qué manera y para qué? nos preguntaremos.

El cerebro se guía básicamente en base a dos objetivos: conseguir recompensas y defendernos de las amenazas. Ahora bien, mientras los animales se preocupan solo de salvaguardar su bienestar físico, las personas somos mucho más complejas y necesitamos también garantizar nuestro bienestar psicológico y emocional.

Esto provoca un hecho muy llamativo. Realidades como acudir a una entrevista, tener una cita o aspirar a un ascenso nos provocan siempre cierta ansiedad, angustia y algo de miedo. A fin y al cabo, tememos fallar, no estar a la altura o que las cosas no sucedan como deseamos.

Todo ello lo interpreta el cerebro como una amenaza psicológica, algo que atenta contra nuestro necesitado bienestar y, por tanto, para garantizar nuestro equilibrio opta, sencillamente, por convencernos de que nos quedemos donde estemos. Mejor no hacer nada, no responder. La mecánica del autosabotaje es muy compleja. Comprendamos unos cuantos aspectos más.

Este es el perfil de la personalidad autosaboteadora

Ese comportamiento por el que recortamos oportunidades y obstaculizamos nuestro potencial es algo inconsciente. No siempre nos damos cuenta de cómo aplicamos los mecanismos de defensa en casi cualquier situación.

Dar un paso atrás cuando surge una oportunidad tiene además diversas causas, desencadenantes que van más allá del aspecto neurobiológico.

  • Los psicólogos Andrew Elliott y Todd Thrash indican que la personalidad autosaboteadora está motivada por el miedo. Esta emoción siempre tendrá un gran peso en cualquier circunstancia. No importa que ese trabajo, ese viaje o esa meta nos ilusione sobremanera, el temor a fallar, a que pase algo, acaba frenando nuestros pasos.
  • Otro factor común es el eterno cuestionamiento. En la personalidad autosaboteadora hay una voz interna que pondrá en duda cualquier cosa que se haga. Aún más, tiene también la facultad de ver el lado negativo a casi cualquier cosa y de caer en esa rumia cognitiva con la que hallar un problema a cada situación.
  • La procrastinación es otra forma de autosabotaje emocional muy común y definitorio.
  • La mala gestión emocional y el dejarse secuestrar por las emocione son otros elementos descriptivos de este perfil.
  • Por otro lado, la personalidad autosaboteadora se define por un bajo autoconcepto, excesiva necesidad de control y miedo a los cambios. Todo estos elementos pueden estar motivados por la crianza, por el estilo educativo y por esas creencias que, a veces, interiorizamos de nuestros progenitores.
Detener el autosabotaje: un ejercicio de responsabilidad

Para que la mente deje de practicar el autosabotaje se necesita de un entrenamiento y compromiso férreo con nosotros mismos. No es una tarea fácil ni percibiremos cambios de hoy para mañana. Es como repogramar muchas de las cosas que dábamos por sentadas, es también desaprender para volver a asentar estrategias y enfoques más válidos, saludables. Estas serían por tanto, algunas claves:

  • Hay que dejar de tener miedo al fallo, al fracaso, al error. Si no logramos ese trabajo o ascenso soñado, no pasa nada, aparecerá otro. Si al final esa cita con esa persona que nos atrae no sale bien, no importa. Nosotros seguiremos siendo los mismos. Una decepción o un error no es un final, es un punto y aparte y un nuevo inicio.
  • Debemos detener la rumiación, bajar el volumen del diálogo negativo.
  • Deja también de ser tu peor crítico. Mereces tratarte con afecto y respeto.
  • Aprecia tus logros, ve poniéndote metas sencillas en el día a día y disfruta de las pequeñas victorias cotidianas.
Para concluir, la personalidad autosaboteadora vive en exclusiva en el territorio del miedo. Nada crece en ese escenario. Promovamos cambios, derribemos los cercados de esos muros para alcanzar el bienestar.

miércoles, 22 de julio de 2020

Teoría del sociómetro: cuánto valoramos lo que otros piensan de nosotros

¿Cuánta importancia le damos a la opinión que los demás tienen de nosotros? Aunque la respuesta nos pueda parecer sencilla y creamos que no nos importa demasiado, lo cierto es que parece que poseemos un mecanismo que controla esto independientemente de si somos conscientes de ello o no.

¿Qué importancia le damos a la opinión que los demás tienen de nosotros? Lo habitual es que la subestimemos; de hecho, aunque nos parezca increíble, parece que contamos con un mecanismo que hace que adaptemos nuestro comportamiento a la información de esta variable. Para profundizar un poco más en él, hoy os hablaremos de la teoría del sociómetro.

Esta teoría nos habla de un mecanismo psicológico que nos ayuda a minimizar la probabilidad de rechazo. Y además estaría muy relacionada con la autorregulación de nuestro comportamiento en compañía o hacia otras personas.

Este mecanismo regulador parece responder a los cambios de valor relacional. Nos proporciona un marco sobre el que analizar fenómenos como la autoestima y la sensibilidad al rechazo. También los trastornos de personalidad y muchas de las reacciones que las personas tienen en relación con los demás.

Este indicador psicológico puede incluso proporcionar información muy valiosa sobre lo que sucede cuando las personas se autorregulan de manera disfuncional. Esta forma de autorregulación daña aún más sus relaciones con otras personas. Muy relacionado también con la autoestima, este sociómetro afecta e influye también en la regulación de nuestras emociones.

Bases evolutivas de la teoría del sociómetro

Baumester y Leary desarrollaron la teoría del sociómetro de la autoestima. Más tarde sería ampliada por Gardner, Pickett y Brewer. Lo hicieron en base a la idea de que el ser humano es prácticamente incapaz de sobrevivir y de reproducirse sin mantener un mínimo relaciones sociales. Por ello, desarrolló un sistema que le permite mantener con éxito esas relaciones. Esto requiere de un sistema que monitorice las reacciones de los demás ante nuestras conductas; en especial, las reacciones a nuestras acciones que puedan provocar el rechazo social hacia nuestra persona.

Este sistema de monitorización alerta al individuo sobre los posibles cambios en su estatus de inclusión o descenso de aceptación social. Este escáner de valoración del estado de nuestras relaciones es el que nos motiva a realizar conductas que reparen situaciones que puedan estar dañando nuestras relaciones. También nos alertan de cualquier comportamiento que pueda poner en peligro nuestros vínculos sociales. Es decir, el ser humano ha desarrollado un mecanismo psicológico que monitorea el entorno visual indirecto en busca de indicios que sean relevantes para el valor relacional de una persona en su entorno.

Las emociones: herramientas de medida

Según la teoría del sociómetro, la autoestima es un indicador de la calidad de nuestras relaciones sociales. Cuando las personas mantienen conductas que le llevan a ser rechazado por el grupo su autoestima sufrirá y descenderá. Si por el contrario, se mantienen comportamientos ligados a emociones positivas, la autoestima aumenta. Podríamos decir entonces que la autoestima tiene un importante componente emocional.

Evolutivamente, la naturaleza nos ha provisto de un sistema de alarma que suele marcar con dolor las cosas que quiere que evitemos. De la misma manera ha marcado con placer las cosas que quiere que repitamos. Cuando las necesidades de una persona no están cubiertas se producen sensaciones aversivas. Su propósito es que el organismo reaccione y ponga remedio a la situación que nos resulta desagradable o amenazante. Y esto se aplica también en el caso de las necesidades de pertenencia. Las emociones nos sirven para alertarnos sobre eventos que posean considerables implicaciones para nuestro bienestar. Todas las emociones son adaptativas.

¿Cómo funciona?

Este sistema de monitorización parece actuar lejos de la consciencia y lo hace hasta que detectamos que el valor relacional es bajo o está disminuyendo. Es en ese momento cuando provoca que el individuo considere la situación de manera consciente. Si la persona ha vivido una experiencia de rechazo recientemente, será más sensible a lo que otras personas piensen sobre ella. En tal caso, dedicará más recursos cognitivos a razonar sobre sus situaciones sociales.

Esta teoría, en realidad, lo que explica es que la autoestima es un indicador y por tanto no tendría sentido actuar sobre ella. El psiquiatra Pablo Malo ha propuesto la comparación de este fenómeno con el marcador de gasolina de un coche:

«Para una persona con baja autoestima, querer elevarla, per se, sería como querer manipular la aguja del marcador de gasolina de un coche para querer tener más gasolina. Cuando en realidad, si queremos tener más gasolina en el coche lo que hay que hacer es llenar el depósito».

Esto nos lleva a pensar que la autoestima en realidad se refuerza con la adquisición de habilidades sociales y el desarrollo de capacidades que faciliten nuestra adaptación social. En este sentido, la autoestima parece estar muy influida por cómo estemos de adaptados al entorno y por cómo valoremos esta adaptación.

martes, 21 de julio de 2020

Padres superdadores: ¿enseñar a pescar o dar el pescado cocinado?

Los padres superdadores quieren proteger a sus hijos, pero sin darse cuenta también los limitan. El psicólogo Marcelo Ceberio nos habla sobre ello.

No cabe duda que el único amor incondicional que existe es el que experimentan los padres y las madres hacia sus hijos. En esa amalgama amorosa tan profunda, los progenitores tratan de manifestar su amor a través de los consejos, la manutención, las caricias, los te quiero y también los bienes materiales. Se trata de un dar auténtico que tiene como búsqueda el bienestar de los hijos y que asegura su crecimiento.

Ahora bien, ¿qué diferencia un dar que favorece la autonomía y la independencia y un dar que asfixie y sea limitado? ¿hasta qué punto es bueno ofrecer y hacer por nuestros hijos? ¿Qué hay detrás de los padres superdadores? A continuación lo vemos. 

La parentalidad responsable

La estructura familiar, como la estructura del sistema eléctrico, posee diferentes circuitos con diferentes funciones. Cada una de las partes contribuye al funcionamiento total del sistema. Sin embargo, hay una parte del circuito que antiguamente se la denominaba fusible, cuya función era preservar a todo el sistema en el caso que existiese una anomalía o una sobrecarga de electricidad que pudiese quemar literalmente el circuito en totalidad.

En numerosas familias, la aparición de un miembro sintomatizado cumple esta función. El hijo esponja es el que denuncia, de una manera patológica, lo que la familia está disfuncionando. Tan solo hay que tener la pericia de darse cuenta de que no es un miembro enfermo, sino es la expresión de un sistema enfermo.

Este es el sentido cuando nos referimos a que todos somos responsables, puesto que el integrante con el síntoma es el que se hace cargo, el que tiene la patata caliente del sistema familiar que hace algo de manera errónea. Y esto se puede aplicar a cualquier sistema (grupos, empresas, escuela y demás organizaciones).

Claro que sería mucho más sencillo denunciar los problemas del sistema explícitamente y no necesitar recurrir a semejante sacrificio sintomático, pero cada uno hace lo que puede y llora por donde puede. Algunas familias niegan barriendo debajo de la alfombra y diciendo «aquí no ha pasado nada»; otras se mantienen aglutinadas rígidamente; otras tantas se disgregan; y las familias American Express aparecen sonrientes y radiantes en la foto, mientras las locuras a costa de la imagen.

En fin, son numerosas las formas a las que los sistemas recurren para sostener su estructura incólume.

Padres superdadores

En la actualidad, aparecen en consulta numerosas parejas de padres adolescentes que reclaman un cambio en sus hijos porque no hacían nada. La crítica estaba referida a que con esta actitud no tendrían futuro ni una posición activa y de iniciativa en la construcción de sus proyectos de vida.

La mayoría de estos padres habían hablado con sus hijos varias veces: les daban consejos tradicionales sobre cómo gestionar sus actividades, cambiar de actitudes, crecer, trabajar para ser independientes, proponerse metas, etc. Sin embargo, ninguna recomendación tenía efecto sobre ellos. 

Así, iban a terapia con la esperanza de que sus hijos pudieran evolucionar y concretar los anhelos de sus padres. Solían ser familias de clase media-alta conformada por padres que eran hijos o nietos de inmigrantes, cuyos antecesores habían llegado a Buenos Aires, pobres y con muchas ganas de trabajar. 

Estos padres, en su infancia y adolescencia, habían experimentado la vida de sacrificio y trabajo de sus propios padres, llena de restricciones y limitaciones y poca holgura económica. De hecho, para la mayoría de ellos el trabajo y la profesión habían sido impuestos. Ahora estas parejas de padres eran, en general, profesionales que habían ejercido prósperamente la profesión y que no desean que su hijos pasen por las mismas restricciones que ellos habían vivido.

Paralelamente al reclamo inefectivo hacia sus hijos, que se había transformado en exigencia y había llegado a enojos y desplantes subidos de tono en la familia, estos padres nunca dejaron de abastecerlos económicamente. En la mayoría de los casos, a estos adolescentes tardíos se les pasaban una especie de sueldo de hijos semanal o mensual.

Con respecto a las soluciones intentadas, se observaba un doble juego para resolver el crecimiento de los hijos. Por un lado, se les reclamaba independencia y por otro se les retenía a través de todas las atenciones hacia ellos. Ahora bien, ninguno se iba a levantar temprano para revisar las ofertas laborales, si no sentía realmente la necesidad. 

Se les dijo a estos padres en terapia que si se estuviesen en el lugar de sus hijos costaría mucho independizarse y renunciar a todas las comodidades: cama calentita, comida, mucama, coche, ropa, sueldo y otros extras. Los hijos estaban en una encrucijada puesto que la propuesta de evolución implicaba dejar el paraíso y entrar en el territorio del sacrificio.

De hecho, cuando venían esta categoría de padres superdadores a la consulta, les escuchaba atentamente y cuando terminaban de contarme todo lo que le daban a su hijos, les decía irónicamente: «¿no me quieren adoptar? Nadie querría salir de semejantes comodidades».

Así, lo que sucedía es que los padres no querían que sus hijos pasaran por lo mismo que ellos en su infancia: limitaciones y más limitaciones para hacer, adquirir, comprar, viajar, etc. Ni siquiera eran conscientes. Eso sí se trata de actitudes que entrampan a los hijos, pero también a ellos mismos.

Lo que sucedía que estos padres no quieren que sus hijos pasen lo mismo que pasaron ellos en la infancia: ciertas limitaciones en la posibilidades de hacer, adquirir, comprar, viajar, etc. Ni siquiera esta actitud es consciente. Este complejo conlleva la falta de límites en el dar y a que se sientan culpables si intentan colocarlos. Es una actitud que entrampa a los hijos pero también a ellos mismos.

Si se quiere que aprendan a pescar, no hay que darles el pescado frito…

El cambio de los intentos inefectivos implicó un cambio en el sistema de creencias de los padres, es decir, una reformulación de su propia historia y de que no eran malos padres si restringían el dar a los hijos.

Se trató de dar coherencia a la demanda que ejercían con el propósito de que sus hijos se independizasen con las acciones consecuentes. Por lo tanto, pidieron menos y accionaron más, mientras generaban limitaciones en los hijos sobre el dinero y la manutención personal, lo que provocó que estos se activaran de cara a la firmeza de los padres en la restricción.

Además, con estos padres se implementaron una serie de prescripciones sobre la base del famoso dicho popular que dice «que no hay que darles el pescado, hay que darles la caña y enseñarles a pescar». Ellos les daban el pescado no crudo, sino preparado como un plato exquisito y pretendían que sus hijos, salieran a pescar y que fuesen duchos en la pesca!

Como se observa en este ejemplo de práctica clínica (que formó parte de una investigación), no solo está la responsabilidad sintomática de los hijos, sino los intentos frustrados de los padres que colaboran con el «más de lo mismo» con los intentos repetitivos basados en la misma creencia. 

A favor del cambio, hay que desarticular la creencia y la forma de encarar la educación de los hijos, perspectiva que sostiene el problema. Si las soluciones intentadas son sus sostenedoras y agravantes, se tratará de desmantelar el más de lo mismo, bloqueando así, en principio, las tentativas ineficaces. Apelará al recurso de la creatividad, para colocar en su lugar una nueva opción que posibilite la ruptura de la redundancia.

El no cambio de los hijos también tiene que ver con el no cambio de la posición de los padres. Romper con el superdadorismo es entender que no se es mal padre si se les restringe el dar, si se les instruye a valorar la propias posibilidades, activando sus herramientas para la independencia.

Estos padres y madres necesitan elaborar su historia personal y cerrarla, no proyectarla de forma permanente en el deseo de sus hijos y mucho menos sentirse culpables si restringen el dar. Eso es lo que buscan estos progenitores: hijos felices y maduros, por tal razón deben darse cuenta de qué es lo que hacen ellos para que sus acciones no resulten efectivas.

lunes, 20 de julio de 2020

¿Qué es la teoría del metabolismo social?

La teoría del metabolismo social señala que los procesos naturales y los sociales deben analizarse como un todo, debido a las estrechas relaciones que guardan entre sí. El haber descuidado este enfoque nos ha llevado a una situación peligrosa para la especie.

La teoría del metabolismo social es un nuevo modelo conceptual en el que se busca analizar de una manera coherente las relaciones que tienen los procesos sociales y los procesos naturales. Comenzó a construirse a partir de la obra El Concepto de Naturaleza en Marx, de Alfred Schmidt, un doctor en filosofía de la famosa Escuela de Frankfurt.

Se parte de la idea de que el hombre forma parte de la naturaleza, pero al mismo tiempo ejerce una gran influencia y modifica la naturaleza a la que pertenece. Partiendo de la perspectiva marxista, tal influencia y transformación se realiza principalmente a través del trabajo. La teoría del metabolismo social señala que este proceso ha dado lugar a una potente crisis en la actualidad.

Así pues, cuando el hombre toma elementos de la naturaleza y los modifica para convertirlos en bienes para su uso y luego en mercancías, transforma ese entorno llegando en la actualidad a un momento crítico. Se ha llegado a un punto en el que se ha puesto en peligro la suerte misma de la especie humana.

La teoría del metabolismo social

Según la teoría del metabolismo social, en la relación entre la sociedad y la naturaleza hay dos dimensiones: una material o tangible y otra inmaterial o intangible. La primera comprende el proceso que se lleva a cabo desde el momento en que se toma un bien de la naturaleza, hasta aquel en el que se generan desechos, después de aprovechado dicho bien.

El metabolismo intangible, por su parte, está conformado por todo el conjunto de valores, reglas, normas, leyes, imaginarios, instituciones, etc., que participan en el metabolismo tangible. Se puede comparar con el “armazón” que ha diseñado la civilización para llevar a cabo ese proceso de aprovechamiento y modificación de la naturaleza.

Los cimientos de la teoría del metabolismo social ya estaban presentes en la obra de Marx, pero solo comenzaron a cobrar importancia en los años 60, cuando el tema ambiental cobró relevancia. El objetivo general de todo esto es identificar la forma en que se dan todos esos procesos y determinar cómo una manera de producción determinada impacta en el medio ambiente y, en consecuencia, en la vida humana.

Lo material y tangible

La dimensión de lo material y tangible en la teoría del metabolismo social comprende los procesos de apropiación de materiales y energías de la naturaleza, la transformación de los mismos, su consumo y la generación de desechos a partir de todo esto. Tales procesos se han agrupado en cinco categorías:
  • Apropiación (A). Corresponde a la captura de un bien para nutrirse o satisfacer una necesidad.
  • Transformación (T). Comprende la transformación que sufre ese bien para que pueda ser consumido.
  • Circulación (C). Tiene que ver con el intercambio económico que se genera a partir de los bienes extraídos y transformados.
  • Consumo (Co). Hace referencia al aprovechamiento concreto del bien transformado y da origen a la demanda, la cual subordina a todos los demás procesos.
  • Excreción (E). Es el proceso por el cual se arrojan los desechos de los bienes consumidos, a la naturaleza. Los dos factores claves son calidad y cantidad.

Lo inmaterial o intangible

La teoría del metabolismo social señala que las instituciones sociales son las encargadas de articular entre sí las categorías de la dimensión material. La familia, el mercado, la tecnología, la fiscalidad, etc., son los factores que finalmente determinan los mecanismos de apropiación, transformación, circulación, consumo y excreción.

También son las instituciones las que introducen cambios en esos elementos y en su forma de operar. En esta dimensión se distinguen tres grandes áreas o “campos” diferenciados: rural, urbano e industrial. A su vez, estos fenómenos pueden ser estudiados a nivel local, regional, nacional y global.

La apropiación es un concepto fundamental en la teoría del metabolismo social, ya que implica la relación primaria con el medio ambiente. A partir de lo inmaterial o intangible se generan cuatro formas de apropiación, que son las siguientes:
  • Medio Ambiente Utilizado (MAU). Se toman los bienes del medio, sin apenas generar cambios y sin mayor planificación.
  • Medio Ambiente Transformado (MAT). Se transforma el medio significativamente, en el proceso de tomar los bienes de este.
  • Medio Ambiente Conservado (MAC). Se protege el medio ambiente, planificadamente, al momento de tomar bienes de este.
  • Medio Ambiente Social (MAS). Corresponde a las interacciones entre las áreas rural, urbana e industrial, a diferentes escalas.
Aunque aún no hay consenso sobre la definición y los conceptos de esta nueva teoría, cada vez cobra mayor importancia. De hecho, la situación crítica de 2020 ha llevado a que este tipo de enfoques sean cada vez más pertinentes. De cara al futuro, tendrán gran presencia en las ciencias sociales.

domingo, 19 de julio de 2020

5 señales de falta de empatía

La falta de empatía empobrece la vida y las relaciones. Se trata de un gran obstáculo reforzado por el egoísmo, los estereotipos y los prejuicios.

La falta de empatía es un gran obstáculo para tener relaciones armónicas con los demás, pero también con uno mismo. El yo y los otros son realidades que se influyen mutuamente, se complementan y se determinan. Que tengas baja capacidad para comprender a los demás es una indicación de que muy probablemente no te comprendes del todo a ti mismo.

El individualismo y la imposibilidad de adoptar nuevos puntos de vista son rasgos que terminan dando lugar a conductas poco constructivas. Uno de los aspectos que le ha permitido al ser humano separarse de la naturaleza y crear civilizaciones es la cooperación. A su vez, la falta de empatía limita ese operar con otros.

Tanto la vida como el pensamiento y el mundo emocional se empobrecen mucho cuando no hay empatía. Hay quien no es consciente de esto e incluso confunde la empatía con ciertos rasgos de generosidad o desprendimiento. Por eso se vuelve importante hablar sobre algunas de las señales que desvelan la falta de empatía. Las siguientes son algunas de ellas.

1. Ponerse como ejemplo a sí mismo

Este es un rasgo que muchas veces pasa desapercibido porque muy frecuentemente se manifiesta en el marco de una sesión de “consejos”. También se acude a este recurso como aparente elemento de motivación. Así que si alguien te cuenta un problema le contestas hablándole de cómo resolviste tú un problema similar.

Así mismo, si una persona tiene dificultades para hacer algo, respondes hablándole de las virtudes de las que has hecho gala en situaciones similares. Todo esto es una clara señal de falta de empatía. Precisamente, la empatía implica ver las situaciones desde la posición del otro, no desde la de uno mismo. 

2. Falta de tacto en el lenguaje

En los tiempos que corren no es raro encontrarte con algún sincericida en el camino. Son el tipo de personas que se precian de ser francas o de expresar sus ideas espontáneamente y sin cálculos. En la práctica pueden ser hirientes, groseros o simplemente desconsiderados o toscos con los demás.

En la comunicación humana importa el interlocutor, así como también importa el tipo de vínculo que hay. No es saludable que el lenguaje se emplee descarnadamente, a menos que sea estrictamente indispensable, o que se convierta en un medio para imponerle el malestar propio a los demás.

3. Estereotipos y prejuicios, señales de falta de empatía

No hay nada más ajeno a la empatía que los estereotipos. Justamente esa tendencia a generalizar y simplificar los rasgos de los otros es muestra de una gran incapacidad de ver al otro en su integridad y su diferencia. Las cosas pueden tener rasgos idénticos, las personas no.

Los prejuicios implican un mecanismo similar. Se basan en generalizaciones que carecen de evidencias que las sustenten. Se mantienen solamente por la falta de conocimiento o de reflexión. La empatía exige estar abierto al mundo del otro, en lugar de cerrarse amparándose en una etiqueta superflua.

4. Promover los rumores

Los rumores son un acto de desconsideración con los demás. Configuran una falta de respeto porque suponen la puesta en tela de juicio de la vida personal o privada de alguien. Hacer circular información sobre otra persona por curiosidad, envidia o falta de autonomía, equivale a instrumentalizarla.

En los rumores se da pie a una especie de juego de espejos. Cada uno se mira en aquella persona de quien se desata el rumor para contrastarse y para conocer la opinión de los demás frente a las debilidades o los errores. Con ello solo se satisface un egoísmo infantil que deteriora la imagen del otro y la autonomía de uno mismo.

5. Utilitarismo

El utilitarismo se expresa a veces en conductas que buscan hacer del otro un instrumento para lograr objetivos o satisfacer necesidades propias. Otras veces se manifiesta como una valoración sesgada de los demás con base en la utilidad que tiene para conseguir finalidades grupales o sociales.

En los dos casos ese utilitarismo es señal de falta de empatía. Todo ser humano tiene valor y dignidad por el solo hecho de existir. Merece el respeto y la consideración de los demás simplemente porque formamos parte de la misma especie. No importa si está en un hospital, en una cárcel o en condición de pobreza.

Las señales de falta de empatía son eso: señales. Todos, en alguna medida somos capaces de ver, entender y aceptar la realidad del otro. Si incrementamos esas capacidades, con el ejercicio continuo de la comprensión y la compasión, los primeros en ganar somos nosotros mismos. Ganamos la llave a mundos desconocidos que, sin duda, van a enriquecernos.

sábado, 18 de julio de 2020

Volver a amar después de una traición

Volver a amar después de una traición es todo un reto. Hoy hablamos de las complicaciones que pueden aparecer en este momento cuando nos planteamos intentarlo de nuevo.

¿Cómo reconstruir una relación después de sentirnos vulnerados o traicionados? ¿Cómo escribir un nuevo comienzo con la que en realidad no es nuestra nueva pareja? ¿Es posible volver a amar después de una traición?

Intentaremos dar respuesta a estas preguntas y comprender por el camino por qué a algunos se nos puede hacer difícil amar de nuevo tras una deslealtad. Para comenzar hablaremos sobre el significado de volver amar, posteriormente conceptualizaremos la traición.

Volver a amar, ¿qué significa?

Es complejo definir aquello de volver a amar porque cada uno empleamos un definición particular de amor. Partamos del significado que nos aporta la Real Academia Española sobre esta palabra, amar es ‘tener amor a alguien o algo’ y amor ‘un sentimiento de afecto, inclinación o entrega hacia alguien o algo’.

Volver a amar significaría, entonces, lograr tener de nuevo ese sentimiento. Una tarea complicada cuando se ha vulnerado uno de los pilares de este amor: la confianza o el respeto. Una traición que, en buena medida, nos invita a alejarnos de la persona que nos hirió.

Traición, ¿qué es?

Según la Real Academia de la lengua española, traición, significa ‘falta que se comete quebrantando la fidelidad o la lealtad que se debe guardar o tener’. Ahora bien, la traición también tiene unas connotaciones individuales.

Por otro lado, a veces entramos en conflicto porque nunca hemos hablado del tema en nuestra relación y creemos que el cajón en el que se recogen las acciones que ejemplificarían una traición es compartido. Entonces, podemos sentirnos traicionados porque lo que ha hecho el otro es una traición en el sistema taxonómico de los dos o porque solo lo es en el nuestro.

De una forma o de otra, la traición genera sentimientos, pensamientos y conductas, que pueden resultarnos desagradables. Diversas investigaciones psicológicas han puesto su atención en ello. Por ejemplo, Aquino y sus colaboradores, en su investigación nos muestran cómo la traición llega a desencadenar emociones negativas haciendo que aumente la predisposición a juzgar las emociones negativas ajenas.

Volver a amar después de una traición

Debido al gran agobio que nos puede causar una traición, podemos llegar a pensar que no es posible volver a amar. Pero sí lo es, aunque puede que no sea un camino sencillo. Te mostramos cómo:

Mirar desde otra perspectiva

Recordemos que el amor puede transformarse. Para lograrlo implica, que construyamos uno nuevo, para ello, no necesariamente necesitamos otra persona. Podemos reconstruirlo con la persona que nos traicionó, pero para ello debemos ser conscientes de cuáles son nuestros límites y los del otro, estableciendo un acuerdo que recoja el respeto de los mismos.

Una forma de perspectiva distinta también es mirarnos. ¿Por qué estar centrados en los demás, solamente? Cuando nos volvemos dependientes del otro nos desdibujamos, podemos aprovechar para explorarnos y buscar lo que queremos en realidad. Así, será más sencillo tomar una decisión asertiva, una más saludable.

Emprender nuevos rumbos

Podemos volver a amar, y no centrarnos en quien nos traicionó. Es decir, podemos encontrar una nueva pasión que amemos, otra persona a quien amar, amar la vida. Recordemos que hay distintas formas de amar, y que el sentimiento va más allá de una sola persona.

Entonces, podemos emprender nuevos rumbos, hacia un amor diferente, tanto alejándonos de ese ser al que amábamos o amamos y tras la traición preferimos alejarnos porque no nos resulta nutritivo para nuestras vidas, como explorando nuevos caminos en la relación con ese ser amado.

El perdón

Para volver a amar puede hacer falta perdonar, a quien nos traicionó. Si lo que queremos es seguir con la persona y somos sinceros con nosotros y queremos trabajar por ello, es importante dejar ir la situación perdonando. Puede que no suceda en poco tiempo, pero si sentimos que no vamos a ser capaces de hacerlo y vamos a reprocharle una y otra vez a la otra persona lo que hizo, tal vez no estemos preparados para volver a amar, al no menos de forma saludable.

También, es viable perdonarnos. Puede que caigamos una y otra vez en el mismo tipo de relación tóxica, y tras dar varias oportunidades, sintamos que fallamos. Dejemos fluir nuestras emociones, pero no hagamos protagonistas a las de valencia negativa; más bien intentemos volver a amar, pero de forma saludable, en una en la que el amor también sea hacia nosotros y que implique construir relaciones nutritivas.

Los demás no son culpables de que nos hayan traicionado

A veces, hacemos pagar a quienes no tienen que ver con la traición por la frustración que nos han causado quienes si lo han hecho. Recordemos que cada persona es diferente. Entonces, evitemos juzgar sin razón y trabajemos en nosotros para que los demás no sufran por nuestra falta de asertividad.

Soltar

El amor también tiene límites. Establezcamos cuáles son necesarios para nosotros y cuando sintamos que son vulnerados dejemos ir. Volver a amar implica contar con el espacio y la voluntad para hacerlo, si no nos hemos desapegado de la traición o de quien nos traicionó, será muy complicado darle cabida a una nueva relación.

Walter Riso, psicólogo y escritor, nos aconseja en su libro Los límites del amor, pensar en que el amor no lo justifica todo. Por ello, no debemos dejar nuestras necesidades e intereses fundamentales a un lado. Entonces, soltar nos ayuda a respetar esos límites, y a alejarnos de la idea de volver a amar, obligándonos a hacernos daño.

¿Por qué no volver amar de forma saludable? Es decir, sin ir en contra de lo que somos, y respetando nuestros límites, construyendo relaciones sanas. Hacerlo nos proporcionará mayor bienestar.

En suma, volver a amar es posible tras una traición, pero debemos saber qué es lo que queremos y para dónde queremos dirigirnos. Hace falta sumergirnos en nosotros autoconociéndonos, respetar nuestros límites y los del otro, soltar y cambiar de perspectiva. Todo depende de cada relación que establecemos y los pensamientos, sentimientos y conductas asociadas. Seamos asertivos para sumar más peldaños a nuestro bienestar.