domingo, 7 de febrero de 2021

El modelo de personalidad HEXACO

El modelo de la personalidad HEXACO está compuesto por 6 facetas o categorías. ¿Quieres saber más sobre él? ¿con cuál te identificas?

La descripción de la personalidad siempre ha sido uno de los grandes hitos marcados por la psicología, deseosa por explorar cómo somos e identificar aquellas variables que tienen más peso en nuestra toma de decisiones. Existe un gran número de modelos de personalidad, desarrollados en el seno de la psicología diferencial y de la personalidad. Hoy traemos uno de ellos: el modelo de personalidad HEXACO, cuyo acrónimo corresponde a las 6 categorías a través de las cuales se pretende describir la personalidad de las personas.

En la actualidad, disponemos de un cuestionario cuyo objetivo es explorar las 6 facetas propuestas por el modelo, denominado: HEXACO-PI (revisado en 2006). El cuestionario dispone de tres versiones distintas según su número de ítems (200, 100 o 60). ¿Quieres conocer más sobre el modelo? ¿Incluyendo sus 6 facetas? ¡Te lo contamos!

El modelo de personalidad HEXACO

El Modelo de personalidad HEXACO (Ashton y Lee, 2001) está compuesto por 6 categorías. Es una propuesta dentro del ámbito de la psicología de la personalidad que ha recibido mucha cobertura e interés científico en las dos últimas décadas.

6 categorías o factores

Cada una de las 6 categorías (o factores básicos) que configuran el modelo corresponden a cada una de las letras del mismo (HEXACO). Así, el modelo propone las siguientes categorías:

H: honestidad-humildad.

E: emocionalidad.

X: extraversión.

A: cordialidad.

C: escrupulosidad.

O: apertura a la experiencia.

De esta forma, obtenemos el acrónimo del modelo, tomando como base las iniciales de cada factor. El modelo basa cada una de sus categorías en un espectro de intensidad donde las personas puntuarán más o menos. Dicho espectro va de lo “normal” a lo patológico (esto último predispondría a problemas de salud mental).

Aportaciones relevantes del modelo

Resaltar como la aportación más importante de modelo la categoría “honestidad-humildad”, ya que hasta la fecha, no existía un análogo en anteriores modelos de personalidad. Por otro lado, el modelo renombra el neuroticismo propio del Big Five, y lo etiqueta como “emocionalidad”. Además, incorpora, como faceta de esta última, el sentimentalismo (antes incluida en la amabilidad).

Más factores que otros modelos

El modelo de personalidad HEXACO aumenta el número de factores respecto a otros modelos clásicos conocidos, como serían el modelo tridimensional de Eysenck, con tres factores (neuroticismo, extraversión y psicoticismo) y el modelo pentadimensional de Costa y McCrae, el famoso “Big Five” (neuroticismo, extraversión, apertura a la experiencia, amabilidad y responsabilidad).

Construcción del modelo

¿Cómo surgió el modelo de personalidad HEXACO? Pues bien, se construyó igual que el famoso Big Five, es decir, a partir de un análisis léxico. Ese análisis se realizó a partir de la información que dio un gran número de personas sobre cómo describir la personalidad. Concretamente, se utilizó una muestra amplia, con personas que hablaban idiomas diversos.

Se extrajeron las palabras que servían para definir la conducta y personalidad de los seres humanos y se analizaron. Se observó un consenso entre culturas, y se acabaron extrayendo los factores múltiples mencionados (las categorías “HEXACO”).

De las 6 categorías, las más relevantes fueron dos: neuroticismo y extraversión. ¿Por qué? Porque eran las que demostraron tener más poder predictivo en todo lo relacionado con dificultades emocionales.

Objetivos del modelo de personalidad HEXACO

Uno de los grandes objetivos del modelo de personalidad HEXACO es, lógicamente, describir la personalidad de las personas. Es decir, tras él radica el interés por conocer cómo las personas actúan, piensan y se relacionan con otras personas de su entorno y con ellas mismas.

Esto es importante porque a partir de aquí, se puede llegar a predecir la conducta y a explicar los matices de la vida afectiva e íntima. ¿Para qué puede servir esto? Para diseñar programas de intervención que tengan en cuenta la personalidad e idiosincrasia del paciente, por ejemplo. Por otro lado, el modelo también busca encontrar factores de protección y riesgo para la aparición de diversos trastornos psicopatológicos.

Descripción de las 6 categorías

¿Qué significa cada categoría del modelo de personalidad HEXACO? Vamos a describirlas brevemente:

Honestidad-humildad

Esta categoría es, como decíamos, la aportación más relevante que hace el modelo a la hora de explicar cómo funciona la personalidad. La “honestidad-humildad” hace referencia a la sinceridad, a la preferencia por decir la verdad y a la omisión de toda deformación interesada de los hechos.

Emocionalidad

Con esta categoría los autores se refieren a un patrón de conducta y pensamiento persistente, cuya consecuencia fundamental es la vulnerabilidad para padecer trastornos depresivos o ansiosos. Es la dimensión que más se relaciona con la psicopatología; las personas que puntúan alto en ella, se sienten ansiosas la mayor parte del tiempo y se preocupan en exceso por “aquello que ya sucedió o que podría suceder”.

Extraversión

Este rasgo se relaciona con la imagen social que el sujeto tiene de sí mismo, así como con la forma en la que éste se proyecta en el escenario de las relaciones con los demás. Puntuar elevado en esta categoría significa que la persona disfruta haciendo amistades, estando con personas, realizando tareas grupales, etc.

Cordialidad

La faceta de cordialidad del modelo de personalidad HEXACO se ha asociado con la bondad y con la voluntad de buscar que las relaciones sociales aporten bienestar. Puntuar alto en ella implica ser una persona amable en las relaciones y flexible ante la imperfección.

Escrupulosidad

Con esta categoría nos referimos a la tendencia a actuar de forma organizada y con un plan de acción específico. Es decir, sería lo opuesto a la impulsividad o la irreflexión.

Apertura a la experiencia

Finalmente, esta categoría representa la preferencia por todo aquello que se aleja de la norma, de lo convencional; implica el placer y el interés por todo aquello ajeno a lo “típico”, y se relaciona con la creatividad. Las personas que puntúan alto en esta categoría son personas aventureras, a las que les gusta probar cosas nuevas.

Como vemos, el modelo de personalidad HEXACO se asemeja a otros modelos previos, no solamente por cómo ha sido construido sino también por sus categorías, la mayoría ya descritas en otros modelos. Este modelo ha sido ampliamente estudiado hasta la actualidad, ya que se considera muy preciso para describir patrones de conducta, pensamiento y afecto.

sábado, 6 de febrero de 2021

Dedícate tiempo, pero sobre todo amor

Nos pasamos el día viviendo a deshora, sin apenas dedicarnos unos minutos para saber cómo estamos. La práctica de la ignorancia emocional puede ser un ejercicio de supervivencia que nos salve en un momento determinado, pero un hábito poco saludable si queremos estar bien. Para enfrentarnos a esta tentación, no hay mejor remedio que dedicarnos tiempo, pero tiempo de calidad; de ese que nos sabe a gloria y nos deja con un buen sabor de boca.

Así, uno de los mejores ingredientes para conseguirlo es regalarnos pequeñas dosis de amor diarias. Gracias a ellas comenzaremos a conectar con nuestro interior o, dicho de otra manera, con esa tarjeta de presentación nuestro interior nos abrirá las puertas para que podamos profundizar en él. A continuación descubriremos cómo hacerlo.

Aprender a regalarnos dosis de amor

Ofrecemos amor a las demás casi a diario, pero tenemos la mala costumbre de olvidar hacer lo mismo con nosotros. Sin embargo, no hay mejor soporte para construir relaciones felices y acercarnos al bienestar que trabajar en nuestro amor propio. ¿Te imaginas una inversión mejor?

Regalarnos pequeñas dosis de amor favorece una autoestima sana. Según Roca, esta se define como la actitud positiva que tenemos hacia nosotros mismos y que nos conduce a pensar, sentir y actuar de la forma más autosatisfactoria posible. De esta manera, si queremos mantener esta actitud no podemos dejar de:

  • Conocernos a nosotros mismos. Este primer aspecto es fundamental. Cada uno de nosotros es de edición limitada. Conocer cuáles son nuestras cualidades y déficits nos permitirá saber en qué parte tendremos que invertir más atención y esfuerzo. Además, no olvidemos que nos encontramos en constante cambio por lo que nunca dejaremos de descubrir cosas nuevas sobre nosotros.
  • Aceptarnos de manera incondicional. Aceptarnos implica reconocernos y de manera incondicional significa hacerlo sean cuáles sean nuestros límites y circunstancias. No hay nada peor que convertirnos en nuestro mayor enemigo; piensa que en este caso será él (nosotros) el que imponga y firme las peores condenas.
  • Respetarnos y valorarnos positivamente. El mayor apoyo que tendremos será el nuestro, siempre y cuando nos respetemos. Para ello es muy importante tener en cuenta que no solo somos la recolección de nuestras derrotas sino también de nuestras conquistas. Si tenemos que criticarnos que sea de manera constructiva. Hemos logrado más cosas de las que pensamos…
  • Considerar todo nuestro potencial. Más allá de lo conseguido existen todo un mundo de posibilidades que no hay que descartar. Nos encontramos sujetos a cambios de forma constante por lo que aprender a dirigirlos a través de nuestras potencialidades nos ayudará. Por algo es famoso ese dicho de que nunca se deja de aprender…
  • Construir relaciones satisfactorias. Mantener relaciones sanas con los demás nos ayuda a crear hábitos positivos y nos contagia felicidad. No hay nada mejor que estar con personas que nos proporcionan esa sensación de calma y serenidad y nos transmiten sus buenas vibras. 
  • Buscar nuestro bienestar. Enfocarnos en cómo ser felices es fundamental, pero no sin olvidar que en ocasiones conviene demorar las gratificaciones a corto plazo para conseguir otras mayores con el paso del tiempo. En este caso, la felicidad pasa por el equilibrio y por elegir de manera inteligente en función del momento y las circunstancias.
  • Atender nuestras necesidades. Es imposible estar bien sin atender nuestras necesidades, tanto físicas como psicológicas. Para ello, tendremos que detenernos y reflexionar sobre cómo nos encontramos.
Invertir en tiempo de calidad

Una vez que hemos aprendido a dedicarnos amor es cuando de verdad podemos invertir tiempo de calidad tanto en nosotros como en los demás. Porque más valen unos minutos en los que estemos presentes que miles de horas ausentes y desconectados de nosotros mismos. 

Para ello podemos empezar por reservar un momento del día para chequearnos. Preguntarnos cómo nos encontramos, si estamos siguiendo el rumbo adecuado para conseguir nuestros objetivos o si necesitamos un pequeño descanso para desconectar del batiburrillo de pensamientos que se agolpan en nuestra mente. La cuestión es dedicarnos un tiempo para contagiarnos de calma y relax.

Un ejercicio que nos puede ayudar es la respiración profunda. El objetivo se explica de manera fácil: intenta respirar 10 veces por minuto. Al principio nos será difícil porque estamos acostumbrados a hacerlo unas 16 o 17 veces por minuto, pero con la práctica lo conseguiremos. Además, el hábito de la respiración profunda nos ayudará a centrarnos en el presente y a no enterrarlo debajo de un montón de preocupaciones constantes.

Otra opción es dedicar un tiempo a la semana para hacer algo que nos guste y con lo que disfrutemos. De esta forma, no solo nos lo pasaremos bien, sino que nos regalaremos afecto a través de la atención y el cuidado de nosotros mismos.

Por último, no podemos olvidar que dedicar tiempo es dedicar vida, y si no lo hacemos con nosotros, tampoco podremos con los demás. En este sentido, el primer paso va a ser aprender a querernos. Por lo que regalémonos amor en un tiempo que reservemos para nosotros, con ello estaremos en disposición de ofrecerles a los demás nuestro mejor obsequio.

viernes, 5 de febrero de 2021

5 datos curiosos sobre la violencia

Los estudios nos aportan datos curiosos sobre la violencia. Uno de ellos dice que el ser humano es, en promedio, un 24% menos violento que en siglos anteriores. Hoy queremos preguntarnos por qué y rescatar, de paso, otros datos llamativos asociados al fenómeno.

Los datos curiosos sobre la violencia configuran una información sorprendente -por el hecho de romper o cuestionar muchas creencias establecidas-. En el caso del ser humano, lo violento está mediado por todo un universo simbólico y es mucho más complejo que en otros animales.

Un estudio de la Universidad de Granada, publicado en Nature, exploró las bases filogenéticas de las conductas violentas. Esta investigación recopiló varios datos curiosos sobre la violencia, entre los cuales destaca el hecho de que el animal más violento con sus pares no es el hombre, sino la suricata.

Otros estudios también han evidenciado varios datos curiosos sobre la violencia. Entre otros aspectos, se destaca el hecho de que, contrario a lo que suele pensarse, somos mucho menos violentos de lo que lo fuimos en un pasado evolutivo no tan lejano. Otros expertos no comparten esta tesis y afirman que lo que ha sucedido es que ha evolucionado la manera en la que mostramos esa violencia. Por decirlo de alguna manera, se habría sofisticado. Veamos otros datos curiosos sobre la violencia.

1. La forma de violencia más extendida

Uno de los datos curiosos sobre la violencia es que en el mundo actual ya no predomina la agresión física como tal. La forma de violencia más extendida es la manipulación y toda suerte de conductas pasivo-agresivas.

Se trata sobre todo de una violencia simbólica, en la que los sentimientos agresivos se expresan de forma indirecta, en lugar de hacerlo abiertamente. Esto se manifiesta en actitudes cínicas, hostiles u hoscas. También en quejas asociadas al victimismo. De igual manera, ignorando a otros o postergando la respuesta a sus demandas.

2. Datos curiosos sobre la violencia: el bullying

Se cree que el bullying es la segunda forma de violencia más extendida en el mundo actual. Esto cobija tanto el acoso escolar, como el acoso laboral (conocido como “mobbing”). De hecho, se ha comprobado que este tipo de conductas se presentan en todas las edades, incluso entre adultos mayores.

El bullying tiene consecuencias a largo plazo. Quien ha sido víctima de esta práctica no se repone fácilmente de la experiencia. En los casos más graves, este tipo de situaciones derivan en depresión e incluso en suicidio. Otro dato curioso es que el 60 % de los casos de bullying son generados por mujeres.

3. La violencia de género

Uno de los datos curiosos sobre la violencia es que si pones la palabra en un motor de búsqueda, con toda seguridad lo que vas a encontrar son datos exclusivamente asociados con la violencia de género. Se trata de un tema que es tendencia en todo el mundo y al que se le presta mucha atención en la actualidad.

Sin embargo, habría que decir que el excesivo énfasis en la violencia contra la mujer puede estar opacando otras formas de agresión que no son menos importantes. Por ejemplo, la que se ejerce sobre los niños, o la que tiene lugar en razón a la pobreza.

4. ¿Violentos por naturaleza o no?

Aunque resulte sorprendente, la ciencia no ha logrado ponerse de acuerdo en el hecho de si los seres humanos somos o no violentos por naturaleza. Mientras que algunos estudios ponen de presente que el hombre viene al mundo con tendencias marcadamente agresivas, otros señalan lo contrario.

Hay evidencia de que las causas de muerte en las primeras sociedades humanas rara vez estaban relacionadas con la violencia. No son muchos los restos de aquellos tiempos que presentan algún tipo de herida, fruto de una agresión. Un sector de científicos piensa que primaba la cooperación y no la violencia mutua.

5. Refuerzo y beneficio

Existen dos modelos explicativos que tratan o abordan las diferencias individuales en cuanto a las manifestaciones violentas. Uno es el modelo coercitivo. Señala que una persona se torna violenta porque obtiene una utilidad o recompensa de ello. En otras palabras: se sale con la suya.

El otro modelo es el de la escalada de la violencia. En este se afirma que no es necesario obtener una recompensa o utilidad en las conductas violentas. Simplemente, estas se forman y se acrecientan en la medida en que no hay una respuesta que las limite. Así pues, la impunidad frente a la violencia, la refuerza.

Seguramente hay mucho más para decir en este tema. Los anteriores son solo algunos datos curiosos sobre la violencia que no buscan ser una información anecdótica, sino plantear algunos puntos de reflexión al respecto.

jueves, 4 de febrero de 2021

Cómo lograr que un niño interiorice la paciencia activa

¿Cómo conseguir que un niño aprenda a ser paciente? ¿Cómo enseñarle a gestionar la frustración que le puede generar el hecho de no obtener lo que quiere cuando quiere? Sigue leyendo.

Una crisis es un buen momento para frenar, recapacitar, reflexionar, aprender y mejorar. Se dice que puede ser un instante idóneo para reinventarnos. Por ejemplo, tratando con los niños para que interioricen la paciencia activa. No es fácil, pero si frenamos y observamos a nuestro alrededor, puede ser que veamos que todo va muy rápido, y en esa coyuntura, elementos como la crítica destructiva, la intolerancia o el egoísmo encuentran un terreno abonado ideal para agarrar y florecer.

Así lo afirma el docente Daniel Pareja Rivas, especialista en infancia y autor de libros como Yo amo, tú amas, él ama. Por eso, el experto avisa de la necesidad de cultivar la paciencia activa desde la más tierna infancia.

Trabajar la paciencia activa

Si queremos que nuestros pequeños se desarrollen en un ambiente agradable y positivo, hemos de empezar por nosotros, padres, tutores, docentes, profesores… Si creamos un entorno calmado, en el que se pueda hablar, compartir y acordar, habremos recorrido una buena parte del camino.

Así pues, cuando se habla de ayudas a los niños para que cultiven la paciencia, y se recomienda una dieta particular, manualidades y otras actividades, recuerda que servirán de poco si no están envueltas en una rutina que potencie la confianza, la positividad y el apego seguro.

Por eso, como cita Pareja Rivas, hay que cultivar la calma como adultos que somos para poder transmitirla a los niños. Por tanto, como docentes, tutores o padres, la facultad de saber esperar aunque se desee mucho algo es clave para que la paciencia active anide y agarre con fuerza en los inquietos corazones infantiles.

La calma del adulto va mucho más allá del autocontrol. También va más allá de la paciencia a corto plazo. De hecho, hay que trabajar la paciencia a largo plazo, mejorar la impulsividad y aprender a reaccionar de forma sensata, pensando antes de actuar.

Paciencia a largo plazo

Debe estar presente siempre. Da igual si vivimos una época de esperanza y felicidad, por ejemplo, la espera de un hijo, o una racha considerada mala, como perder el puesto de trabajo. Todas ellas son pruebas ideales para practicar y trabajar la paciencia a largo plazo.

Por eso, aprovecharemos cualquier situación cotidiana para fortalecer la paciencia. Olvidemos la necesidad de inmediatez. Así, lograremos evitar que la sensación de espera se convierta en una fórmula negativa. Los niños son muy perceptivos. Si nosotros, como adultos, tenemos una sensación negativa hacia la espera, ellos nos imitarán, por lo que desarrollarán también esa sensación mala y la verán y percibirán como algo a evitar.

Según Pareja Rivas, la actividad cotidiana no suele facilitar el desarrollo de la paciencia. Se busca la inmediatez de los resultados. Esto provoca que los tiempos de espera se perciban igualmente como negativos. Ya consten de unas horas o incluso de unos segundos.

Los ejemplos para practicar la paciencia

Podemos trabajar la paciencia con niños a través de ejemplos positivos. Ellos, en el momento en que comienzan a usar tecnología, se acostumbran a la inmediatez. Envían un mensaje por medio del teléfono móvil y quieren una respuesta instantánea. Sin embargo, existen otros trabajos, elementos y procesos que requieren de una larga espera y una paciencia adecuada para que fructifiquen. Además, estos son muy importantes para el buen proceder de su vida, y de la vida en general.

Por eso podemos ilustrar a los niños con diversos de estos ejemplos vitales. Por ejemplo, hablando del trabajo que hacen los profesionales de la medicina. Cuando recetan un tratamiento o realizan una operación, ¿cuánto tiempo pasa hasta que se ven los resultados positivos? Hace falta esperar hasta que el paciente empieza a sentirse mejor y el efecto de su trabajo comienza a dar frutos, ya que eso salva vidas.

Podríamos hablar de otros muchos apartados del mundo que sirven como ejemplo claro. El trabajo en el campo, en la agricultura, cuando el agricultor siembra y espera, a veces durante meses, dando cuidados a la tierra y a las plantas, hasta que obtiene el fruto y este puede ser recogido.

Aprovechar las crisis

Una crisis es una excelente oportunidad para que un niño aprenda. Sea de mayor o en menor proporción, es importante que por más que el pequeño llore o se queje, entienda que nada pasará antes de que llegue su momento. En un ambiente agradable, de confianza, en el que el amor y el valor primen, no será difícil que el trabajo con la paciencia del niño obtenga frutos.

Casi todas las situaciones son buenas para demostrar al niño la necesidad de trabajar la paciencia activa. La gestión de tiempos y los cambios de velocidad para adaptarnos a las circunstancias están presentes en casi todos los escenarios, siendo especialmente importante en aquellos en los que es necesario el trabajo en grupo.

miércoles, 3 de febrero de 2021

El factor P de la psicopatología ¿en qué consiste?

¿Y si existiera un factor psicobiológico y hasta genético capaz de predecir el riesgo que tiene una persona de desarrollar un trastorno mental? El llamado "factor P" es una hipótesis que nos plantea esto mismo.

El factor P de la psicopatología nos propone una hipótesis tan polémica como interesante. Según los psicólogos Avshalom Caspi y Terrie Moffit, existiría una dimensión capaz de explicar la tendencia de una persona a sufrir o no algún trastorno mental. Sería como una tendencia latente con una base biológica que haría que un niño, por ejemplo, desarrollara un trastorno límite de la personalidad o un trastorno negativista desafiante.

Los estudios realizados, así como los datos genéticos, parecen ser hasta el momento muy consistentes. Ahora bien, aunque a grandes trazos podamos sacar la conclusión de que buena parte del universo psicopatológico humano estaría quizá en el ADN, hay matices importantes. Al factor P se le añade también la historia familiar del individuo, es decir, el contexto social, la educación y hasta el historial clínico de los padres.

Asimismo, esta hipótesis también resulta interesante por otro aspecto. A la hora de realizar un diagnóstico mental es común concebir los trastornos como entidades independientes. Sin embargo, algo que se ha visto a lo largo de todas estas décadas es que hay una elevada comorbilidad. Es decir, cuando alguien sufre un trastorno de conducta alimentaria siempre hay muchas más condiciones detrás.

Puede haber una depresión, ansiedad y hasta un trastorno obsesivo-compulsivo. Por tanto, este factor nos propone que una parte de las condiciones mentales son comórbidas, recurrentes y forman parte de un continuo.

El factor P de la psicopatología y su implicación clínica

El factor P de la psicopatología surgió como analogía del factor G de la inteligencia propuesto por Charles Spearmanen 1904. Este último constructo definía la inteligencia general de la persona, la que tendría además un componente hereditario y que se mantendría estable en el tiempo. Los psicólogos Avshalom Caspi y Terrie Moffit, por su parte, nos propusieron algo similar en el campo de la psicopatología.

Así, en un estudio realizado en la Universidad de Duke (Estados Unidos) y el King’s College London nos definen muy bien esta hipótesis que ha ido cogiendo fuerza y relevancia con el tiempo. A saber, existe evidencia de que muchos trastornos son comórbidos, es decir, se relacionan unos con los otros, surgen juntos, tienen origen genético y son estables en el tiempo. Conozcamos más aspectos para entender la trascendencia del factor P.

El problema de los diagnósticos en psiquiatría

A la hora de realizar un diagnóstico en psicología usamos el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Este sistema se basa en una idea y es ver los trastornos mentales como entidades independientes que tienen categorías distintas. Algo que se aprecia con frecuencia es que un paciente puede cumplir varios criterios, con lo que rara vez se evidencia un solo trastorno psicológico.

Es interesante saber, por ejemplo, que a la hora de hablar de las condiciones psicológicas infantojuveniles, los podemos categorizar en trastornos internalizantes o externalizantes (Achenbach et al, 1983; Quay et al., 1987).

Así, dentro de los primeros estarían desde la depresión, las fobias, los problemas de sueño, etc. En el grupo de los externalizantes tendríamos desde el el trastorno negativista desafiante (TND), el trastorno explosivo intermitente (TEI) al trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)…

Es decir, a la hora de entender la psicopatología infantil ya se percibía que existen muchas condiciones psicológicas relacionadas y que forman parte de un continuo. Lo mismo sucede con muchos diagnósticos de trastornos de personalidad; en estos se sabe que hay también una gran comorbilidad con diagnósticos del estado de ánimo.

El factor P de psicopatología y la tendencia a desarrollar un trastorno

El factor P de psicopatología no solo nos propone la hipótesis de que buena parte de los trastornos psiquiátricos están relacionados entre ellos. También nos revela que es posible identificar la predisposición de las personas a desarrollar algún trastorno psicológico. ¿Y de qué manera podemos saber, por ejemplo, que nuestros hijos tienen ese riesgo?

El departamento de epidemiología médica y bioestadística de Estocolmo (Suecia) llevó a cabo un interesante estudio al respecto del factor P de psicopatología. Se llevó a cabo un análisis del genoma para descubrir lo siguiente:
  • Hay un mismo marcador genético que evidencia la aparición de la esquizofrenia, los trastornos bipolares, esquizoafectivos, los trastornos de atención e hiperactividad e incluso la mayor tendencia de desarrollar conductas adictivas.
  • ¿Quiere decir esto que si nos hicieran un análisis genético al nacer sabrían si vamos a sufrir una adicción a las drogas o un trastorno bipolar? La respuesta es no, pero sabríamos si tendríamos un mayor riesgo. Aunque hay que considerar además, factores sociales, familiares, educacionales, etc.
La variable del maltrato infantil la más determinante

El  factor P de psicopatología nos es interesante por otra cuestión relevante. Trabajos de investigación, como el realizado en el Centro de psiquiatría del King’s College de Londres, inciden en la relevancia del trauma infantil como desencadenante de buena parte de los trastornos del ánimo, personalidad, ansiedad, trastornos de conducta, mayor riesgo de conductas delictivas, etc.

Una vez más, aunque la genética sea un elemento importante, el haber sufrido maltratos en la infancia constituye un elemento decisivo para constituir el factor P y con él la probabilidad de sufrir uno (o varios) problema psicológicos. Como vemos, esta hipótesis y este modelo para entender los trastornos psicopatológicos, es altamente interesante.

Aún más, se espera que en los próximos años aparezcan más trabajos al respecto para mejorar un poco más los diagnósticos y sobre todo los tratamientos y abordajes psicológicos. Estaremos pendientes.

martes, 2 de febrero de 2021

Rasgos que definen a los malos perdedores

Los malos perdedores suelen tener una opinión muy pobre de sí mismos. Cometer un error, equivocarse o quedar en segundo lugar significa para ellos un peligro: el de mostrarse débiles o falibles y quedar así al desnudo.
Cuando hablamos de malos perdedores no estamos haciendo referencia a quienes compiten en juegos o deportes, aunque también quepan dentro de este grupo. Sin embargo, no saber perder es algo que tiene consecuencias más relevantes en otros campos, como las relaciones sociales o laborales.

De hecho, uno de los rasgos de los malos perdedores es su dificultad para “jugar” en familia, en pareja, en sociedad. También en esos campos hay unas “reglas de juego” que a veces no nos complacen o que implican dificultades cuando se infringen. Si no se entiende esto, puede haber muchos problemas.

En los malos perdedores hay problemas de ego. Lo usual es que aparentemente tengan un “yo” gigante, como compensación para otro “yo” inseguro que está en el fondo y del que muchas veces ni siquiera se percatan. Eso los lleva a exhibir rasgos difíciles de asimilar, como los siguientes.

Necesitan que los admiren

Los malos perdedores sienten una necesidad profunda de ser admirados por otros. Está claro que a todos nos gusta ser admirados, pero para quienes tienen un ego que oscila entre lo superlativo y lo ínfimo, esta necesidad es mucho más acentuada.

Quizás sería más claro decir que no toleran perder porque sienten como si esto los disminuyera a los ojos de los demás. Para una persona con una autoestima bien asentada el error, la pérdida o la equivocación son tropiezos de los que a veces también se aprende. Para los malos perdedores, una herida de la que cuesta reponerse.

Exageran sus logros, uno de los rasgos de los malos perdedores

Asociado con lo anterior, quienes no saben perder suelen estirar su ego ante los demás, inflarse como pavos reales. No lo hacen porque tengan maldad o quieran hacer daño, sino porque necesitan compensar su sentimiento inconsciente de incompetencia o inferioridad.

Por eso, les gusta hablar de lo que hacen como si cada acto fuera una hazaña. En sus historias, ellos siempre son los protagonistas y quienes determinan el curso de los acontecimientos. Aparentemente, saben más, pueden más y son más, en general.

Tienen fantasías neuróticas de éxito

Los malos perdedores suelen fantasear con lo que son capaces de hacer y lograr. Quieren ser la voz cantante y sonante en diferentes circunstancias y se sienten molestos o frustrados cuando no lo consiguen. De una u otra forma, piensan que son ellos quienes deben tomar el mando.

Lo malo es que muchas veces no están capacitados o no son aptos para liderar a otros o para tomar decisiones frente a alguna situación. No son médicos, pero diagnostican o recetan, incluso si ni siquiera han leído sobre el tema. No son bomberos, pero dictan cátedra del buen bombero. También quieren ser decisivos para su pareja o su familia. No trabajan para merecerlo, sino que asumen que debe ser así de forma natural.

Suelen estar muy condicionados por la envidia

La envidia es un tema recurrente en la vida de los malos perdedores. Son muy dados a envidiar a otros, aunque jamás van a reconocerlo. Cuestionan, critican, demeritan, se comparan, etc., pero, a su juicio, no lo hacen porque esté presente el monstruo de los ojos verdes, sino porque ellos mismos tienen mejor criterio y quieren hacer visible la verdad para los demás.

Así mismo, este tipo de personas están convencidas de que los demás les envidian. Por lo tanto, si se les formula algún cuestionamiento o no se les reconoce algo que ellos consideran meritorio, dirán que todo se debe a la envidia. Descartan de plano la idea de que los otros tengan la razón. Para ellos es doloroso, e incluso lesivo, aceptar un error.

Tienen falsa autoestima

Todo lo anterior está relacionado con el rasgo esencial de los malos perdedores: la falsa autoestima. Esto quiere decir que de manera consciente están convencidos de su superioridad en algunos o todos los campos. Por eso, en apariencia son seguros y con un gran amor propio.

Sin embargo, de forma inconsciente tienen una opinión pobre de sí mismos. Es eso lo que los lleva a autoexaltarse tanto y a no saber perder. Les cuesta tolerar un “no”, bien sea de otra persona o de la vida misma. A veces llegan a cruzar los límites de lo legal, lo convencional o lo razonable solo para “no perder”.

Quienes son malos perdedores, ante todo, se engañan a sí mismos. El problema no está en los otros, ni en las situaciones, sino en su dificultad para aceptar su propia vulnerabilidad y falibilidad.

lunes, 1 de febrero de 2021

Educar con juegos: motivación y gestión de refuerzos

Educar con juegos es una tarea que se proponen muchos padres. Intentan aprovechar la curiosidad natural de los niños, con más o menos fortuna, para hacer que aprendan mejor y más rápido. La idea suena bien, ¿verdad? Ahora, ¿cómo lograrlo?

Los niños disfrutan jugando. Pueden comerse las horas a bocados construyendo y cambiando historias. Un ingrediente básico en su día a día es la diversión. Muchos padres, tutores o especialistas utilizan esta inclinación natural para incluir en el juego un segundo objetivo, el de educar y formar. Así es como se plantean la idea de educar con juegos.

Entonces, aparecen las preguntas, ¿cómo hacerlo? ¿Qué tener en cuenta? ¿Cómo puedo sumar a esa experiencia ya de por sí enriquecedora? Jugando, los niños siempre aprenden. Continuamente están planteando, aceptando o descartando hipótesis. Son entornos seguros en los que ellos pueden tomar la iniciativa y experimentar. Bien, ya hemos dado algunas pistas; ahora, profundicemos.

Diversión, después lo demás

Un juego tiene que ser divertido. Sobre todo, tiene que serlo. Cuando se plantean modificaciones, puede que el juego se convierta en más enriquecedor, pero dejará de ser un juego cuando se pierda la diversión. De hecho, probablemente incluso deje de serlo antes, cuando el objetivo primario se trasforme en secundario.

En este sentido, cuidado, porque al intentar “mejorar” el juego de un niño, con toda nuestra buena intención, podemos conseguir el efecto contrario. Por eso siempre es una buena idea dejar que sea él quién introduzca cambios o que vuelva para atrás si los que ha probado no le gustan. Si prefiere que su avión de juguete vaya a París en vez de a Roma, ¿qué importa?

He visto a muchos padres que, sintiéndose ignorados, han terminado diciendo aquellos de “o juegas así o no juegas” con actividades que en sí no entrañaban ningún peligro para los pequeños. Por supuesto que en el juego los padres o tutores deben poner límites, pero antes de hacerlo deberíamos preguntarnos por la motivación real que nos lleva a imponerlos.

¿Estamos cansados? ¿Nos sentimos heridos porque no nos hace caso, prefiere jugar solo o hacerlo con otras personas? No tenemos que confesárselo a nadie. Es suficiente con identificarlo y ajustar nuestra forma de actuar. Habrá veces en las que nuestra mejor forma de educar con juegos simplemente será no intervenir.

En este sentido, un último apunte. Juguemos con ellos cuando tengamos ganas de jugar, cuando estemos en un estado propicio para que “nos vuelvan locos”. Pensemos que no trabajan con esquemas de adultos; para entrar en la habitación de los niños a jugar hay que poder ser o estar en disposición de ser también un poco niños. De otro modo, una situación divertida puede terminar siendo un foco de frustración -un estado emocional nada propicio para educar con juegos-.

Recompensas extrínsecas

Los adultos tenemos más formas de hacer que un niño deje de jugar, en contra de lo que queremos, que la de tratar de introducir cambios o ponernos al mando. Este punto lo dedicaremos a un peligro más sutil. El manejo de las recompensas.

Imaginemos que a Luis le encantan los rompecabezas, los juegos con números, dibujar (puedes poner aquí el juego que tú quieras). Manolo, su padre, y Juana, su madre, están encantados con la pasión del chiquillo. ¡Qué bien lo hace nuestro Luis!

Manolo y Juana, con toda la buena intención del mundo, le dicen a su pequeño que van a aumentarle un poco la paga por cada puzle que complete. Ven que la estrategia funciona, y siguen con su apuesta.

Así, llega el verano, y Luis se va a casa de sus abuelos y se dan cuenta de que al hacer la maleta no mete ningún puzle, cuando el año pasado la habría llenado. Manolo y Juana le preguntan, extrañados. Luis les responde que para qué va a hacer puzles si esa semana no va a tener paga.

Manolo y Juana, cuando ya han terminado de cenar y están recogiendo los platos se preguntan. ¿Qué hemos hecho? Acaban de darse cuenta de la paradoja de la recompensa. Al introducir la nueva motivación, la paga, han devaluado la motivación inicial hasta el punto de ser tan débil que esta ya no es capaz de motivar la conducta. Este efecto da para todo un manual, pero este pequeño ejemplo sí puede servir de referencia para entender cómo podemos terminar con una inclinación natural de los más pequeños cuando lo que queremos en realidad es consolidarla.

Por otro lado, he mencionado el refuerzo económico, pero con otro tipo de refuerzos más sutiles, como el social, también se produce este efecto. Además, si has entendido toda la secuencia que he desarrollado hasta aquí, podrás entender por qué en algunos planes de intervención se les puede llegar a plantear a los padres la posibilidad de sobremotivar un patrón conductual a eliminar, para después retirar esta motivación artificial y que la inicial se haya devaluado hasta el punto de que ya no sea capaz motivar la conducta.

¡Cuidado! Este es el momento de decir que esta intervención paradójica no la hagáis sin el asesoramiento de un profesional. Si se hace, hay que hacerla bien, ya que errores pequeños pueden conseguir el efecto contrario al que pretendemos.

Educar con juegos es posible

En los puntos anteriores hemos visto como una mala gestión de refuerzos, una torpeza directiva o un cansancio excesivo puede terminar con la motivación de un niño por jugar a un determinado juego. Ahora, ¿lo único que podemos hacer es tener cuidado con no echar por tierra las inclinaciones naturales, en forma de diversión, de los más pequeños a la hora de educar con juegos? Por supuesto que no.

Para educar con juegos vamos a necesitar, en primer lugar, conocer los gustos del pequeño. Si le encantan los barcos, podemos adaptar el juego que queremos presentarle a una temática marina. Si se aburre con facilidad, descartemos los juegos que necesitan explicaciones muy largas. Si disfruta del movimiento, busquemos la forma de que no sea estático. La palabra mágica es precisamente esa, adaptación. Tenemos que ir donde él está y conocer qué le divierte y por qué le divierte.

Por otro lado, en nuestro análisis para esa adaptación, no solo es importante la naturaleza del niño, sino también el estado en que se encuentra. Puede ser un niño muy activo, pero si en ese momento está tranquilo, hagamos propuestas que vayan en esa dirección. Así, será más fácil que las acepte.

Además, no pensemos que cuando un niño rechaza un juego nos está rechazando a nosotros. Puede dolernos que después de haber estado un buen rato “preparando un fuerte”, el niño no quiera jugar a indios y vaqueros o simular un campamento. Esto no quiere decir que no quiera jugar con nosotros.

Finalmente, no condenemos la diversión. Los niños tienen muchísimo tiempo por delante para aprender de la forma que lo hacemos los adultos. Dejemos que lo hagan como niños. Jugando. desordenando y ordenado. Inevitablemente, antes de conocer el orden, debemos conocer el caos o el picor de una herida que cicatriza en la rodilla. Educar con juegos no solo es posible, sino que es maravilloso, cuando no olvidamos que se trata de niños, nos hacemos nosotros también un poquito más pequeños y vamos a su encuentro.