martes, 23 de marzo de 2021

El olor de nuestra pareja tiene un efecto relajante para el cerebro

A veces, cuando no tenemos cerca a la pareja nos gusta tener alguna pieza de ropa suya con nosotros; en especial por la noche. La ciencia nos dice que el olor de la persona amada es también un modo sensacional de conciliar el sueño.

¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Oler la camiseta, la chaqueta o esa prenda de ropa del ser amado es un modo de tenerlo cerca, de rememorar sensaciones y vivencias compartidas. No es fetichismo, es placer y también ciencia. Porque según nos revela un estudio reciente, el olor de nuestra pareja tiene un efecto relajante para el cerebro, hasta el punto de ser un modo de conciliar mejor el sueño.

Así, en esas ocasiones en las que no nos es posible dormir con él o con ella resulta muy efectivo tener junto a nosotros ese suéter o esa camiseta suya para sentirlos junto a nosotros a pesar de la distancia. Es más, nuestros sentidos experimentarán un reconfortante placer al sentir ese olor inconfundible de la persona que forma parte de nuestro corazón y nuestra vida.

No solo mejorará nuestro bienestar, el descanso nocturno será más reparador, profundo y relajado. Porque la química del amor va más allá de la piel y a menudo usa el lenguaje de los aromas, de esas partículas invisibles que cautivan y que conforman un hechizo inconfundible entre los enamorados.

El olor de nuestra pareja mejora el descanso nocturno: amor, olor y sueño

¿Amas a tu pareja por cómo es o por su olor? Esta puede parecer una pregunta extraña, pero en realidad tiene cierta trascendencia absoluta. El olfato es un componente clave en materia de atracción, hasta el punto de liderar en muchos casos el fascinante arte de la seducción y la sexualidad. Las señales químicas que desprende nuestra pareja son un elemento de gran poder y una forma indispensable de comunicación.

Las feromonas, esas sustancias que segregan las glándulas apocrinas, conforman un olor singular y particular en cada hombre y en cada mujer. Esas señales llegan hasta los receptores olfativos del cerebro activando unas emociones particulares. No todo el mundo despierta en nosotros esas sensaciones, no todos son capaces de encender nuestra atracción y nuestros deseos.

El olor de nuestra pareja es único y el cerebro experimenta ese apego indudable hacia ella, esa necesidad de cercanía que trae consigo el amor y la pasión. Ahora bien, esto que ya es de sobra conocidos por todos, encierra una particularidad que es, cuanto menos, interesante.

No cuentes ovejas, ten cerca una camiseta del ser amado

¿Te cuesta dormir por la noche y no tienes cerca a tu pareja? Entonces no recurras a contar ovejas ni aun menos a los fármacos para conciliar el sueño. Según una investigación muy reciente publicada en la revista Psychological Science, nos bastaría con poner una camiseta usada de nuestra pareja en la almohada para disfrutar de un descanso reparador.

La doctora Marlise Hofer, de la Universidad de la Columbia Británica, realizó un experimento con una muestra amplia de parejas. La prueba consistía en pedir a uno de los miembros que usaran una camiseta durante 24 horas (evitando desodorantes y perfumes). Más tarde, al otro miembro de la pareja se les ofreció dos cojines para dormir. Uno tenía la camiseta usada de la pareja y otro la de un extraño.

El objetivo era que durmieran dos noches seguidas primero con un cojín y luego con otro. Los resultados fueron tan significativos como reveladores: cuando se les ofreció el cojín que contenía la camiseta de la pareja, el descanso fue más profundo, reparador y con menos despertares.

Los autores de este trabajo concluyeron con un hecho interesante: el olor de nuestra pareja tiene un efecto relajante y tendría la misma eficiencia que tomar fármacos orales con melatonina.

El amor y el sentido del olfato: una alianza indiscutible

Amor y olfato se relacionan. La atracción y el sentido olfatorio conforman un vínculo indiscutible que nos guía, que está presente en cada gesto, en cada caricia, deseo y pensamiento. Así, aun teniendo lejos al ser amado echamos en falta su olor y no, nos referimos a su perfume, a su crema de afeitar o a la mascarilla que usa para el cabello.

Anhelamos ese olor particular que desprende cada persona y que resulta cautivador para la mente y los sentidos. Es más, esta relación es tan significativa que disponemos incluso de estudios que nos revelan algo llamativo. Desde la Universidad de Dresden nos indican en un trabajo de investigación que las personas que nacen sin sentido del olfato exhiben una mayor inseguridad y problemas para establecer relaciones afectivas.

Por tanto, el olor de nuestra pareja es un prisma más de ese fantástico caleidoscopio que conforma el amor y la atracción. Es un idioma invisible que nos trasciende, que va desde la piel hasta lo más profundo del cerebro para deleitarnos, para sentir bienestar, equilibrio y felicidad.

Ahora, tenemos claro incluso que en esos días en que estamos lejos del ser amado, hay una estrategia para sentirlo cerca y dormir mejor. Basta con tener en nuestra almohada una pieza de su ropa usada. Es más, dormir con una de sus camisetas puede ser tan reconfortante como placentero.

lunes, 22 de marzo de 2021

Sesgo retrospectivo: ¿en qué consiste?

Un sesgo cognitivo es un fenómeno psicológico que conlleva una desviación mental y que nos hace emitir juicios inexactos o realizar interpretaciones ilógicas de la realidad. Uno de estos sesgos, muy curioso, es el sesgo retrospectivo.

Los sesgos cognitivos hacen que nuestra percepción e interpretación de la realidad se desvíen, y convierten nuestros juicios o interpretaciones de la misma en inexactos o ilógicos. Uno de ellos es el sesgo retrospectivo, que implica pensar que podíamos haber evitado ciertos eventos una vez ya han pasado.

La característica fundamental de este sesgo, que nos permitirá entenderlo mejor, es justamente el momento en el que aparece: después de un evento, y nunca antes.

Así, aparece cuando han pasado determinadas cosas y pensamos: «Ostras, ¡sabía que ocurriría!», o «¡Lo podía haber evitado!». Sin embargo, esa percepción de predictibilidad y evitabilidad está sesgada, es falsa y está desproporcionadamente aumentada. ¿Por qué? Porque antes del evento jamás hubiéramos pensado que podríamos haberlo evitado (o si lo hubiéramos pensado, nunca hubiera sido en un grado tan elevado).

¿Qué son los sesgos cognitivos?

Aunque creamos que nuestra interpretación de la realidad es exacta o fiable, en muchas ocasiones, esto no es así. Y esto es porque existen los llamados sesgos cognitivos, un tipo de fenómeno psicológico que nos lleva a realizar interpretaciones ilógicas o inexactas de la realidad. Se trata, en cierto modo, de una desviación mental que nos aleja de la realidad «objetiva».

De esta forma, los sesgos cognitivos pueden definirse como errores que manifestamos las personas a la hora de interpretar la realidad. Aparecen de forma inconsciente, automática y sistemática. Se trata de percepciones erróneas que tenemos de las cosas, que nos hacen emitir juicios falsos o inexactos. Un de estos sesgos es el sesgo retrospectivo, que conoceremos a lo largo del artículo.

¿Útiles para el marketing o la publicidad?

Por lo tanto, los sesgos cognitivos nos llevan a cometer errores, y pueden incluso influenciar nuestros recuerdos, nuestros pensamientos y creencias, nuestra percepción y nuestros juicios. Estos sesgos pueden llegar a ser beneficios en ámbitos como el marketing, la publicidad o la estrategia empresarial.

Así, si estos sectores conocen dichos sesgos en los seres humanos, pueden aprovecharse de ellos para «manipular» a las personas y hacerles creer lo que ellos desean. De hecho, por esta razón cada vez se potencian más estrategias y estudios propios del neuromarketing, por ejemplo, porque conocer la mente humana permite potenciar las ventas.

Sesgo retrospectivo: ¿en qué consiste y cómo funciona?

El sesgo retrospectivo, también conocido como prejuicio de retrospectiva, se trata de un sesgo cognitivo. Se define como aquella sobreestimación de la previsibilidad de que algo ocurra después de que haya ocurrido. Es decir, implica ver las cosas más claras o evidentes una vez ya han sucedido. En otras palabras: tiene que ver con la creencia de que algo resultaba muy evidente o muy fácil de prevenir una vez ya ha pasado.

Algunos ejemplos para que entendamos mejor el sesgo retrospectivo son: «Ostras, esto se venía a venir» (una vez ya ha pasado), o «sabía que pasaría». Pero son pensamientos que no tenemos antes de que pase el evento o suceso, y justamente por eso estamos hablando de un sesgo, porque solo aparece después de la situación, y nos hace creer que «lo podíamos haber previsto» (cuando en realidad no es así).

Podemos resumir el sesgo retrospectivo en una frase hecha: ¡A toro pasado es fácil de ver! A través de este sesgo, las personas tenemos la falsa creencia de que ciertos resultados, a menudo de situaciones críticas, son más previsibles de lo que en realidad eran.

Origen del sesgo retrospectivo

El sesgo retrospectivo, o prejuicio retrospectivo, es un término propio de la psicología cognitiva. La psicología cognitiva es aquella área de la psicología encargada del estudio de la cognición, es decir, de los procesos mentales implicados en el conocimiento (atención, memoria…).

La primera investigación que se llevó a cabo de forma sistemática, con el sesgo retrospectivo, fue en el año 1975. La desarrolló el investigador Baruch Fischhoff. A través de su investigación y de estudios posteriores, se llegó a la conclusión de que este sesgo es más complejo que otros (y tiene niveles más profundos que otros).

Elementos del sesgo retrospectivo

Aunque inicialmente Fischhoff lo definió como un todo indivisible, más adelante se supo que era un fenómeno que se podía desglosar en subelementos. Uno de ellos es la sobreestimación de la previsibilidad real de un evento, ya descrita anteriormente. Otro, la posibilidad de que este sesgo pueda falsificar el recuerdo correcto de las estimaciones hechas antes del evento.

Es decir, puede llegar a modificar el recuerdo que teníamos antes de la aparición o desarrollo del evento. Estos dos elementos descritos pueden aparecer de forma simultánea y reforzar el sesgo retrospectivo.

Finalmente, encontramos como otro de sus componentes una sensación de inevitabilidad posterior al evento (creer que no podíamos evitarlo, cuando ya ha ocurrido). De forma resumida, encontramos que el sesgo retrospectivo está conformado por los siguientes elementos:

  • Un aumento de la sensación de inevitabilidad posterior al evento (creer que no se podía evitar).
  • Mayor impresión de previsibilidad posterior al evento (creer que se podía prevenir)
  • Distorsiones en la memoria.
¿Un sesgo contradictorio?

Si nos fijamos, dos de estos elementos resultan paradójicos: por un lado, la creencia de que el evento no se podía evitar (inevitabilidad), y por el otro, la creencia de que se podía prevenir. Esto puede ocurrir, ya que el sesgo retrospectivo se trata de un sesgo paradójico, y tal y como sugieren Blank et al. (2008) en uno de sus estudios, sus procesos de creación son inconscientes.

Esto explicaría por qué a veces, después de que ocurra un evento, lo percibamos, de forma simultánea, como más inevitable pero también como menos predecible que antes de que tuviera lugar. Y es que los sesgos cognitivos son muchas veces difíciles de identificar y entender, precisamente por este tipo de «contradicciones».

Nuestra mente no es perfecta: conócela

Y tú, ¿has experimentado alguna vez el sesgo retrospectivo? Si te pones a pensar, seguro que en tu día a día, alguna vez, lo has vivido. Nuestra percepción e interpretación de la realidad, como hemos visto, no es perfecta, y mucho menos exacta.

Este es el origen de muchos errores cuando tomamos decisiones, cuando emitimos juicios o cuando sacamos conclusiones. Aunque nos desviemos de las soluciones lógicas o válidas muchas veces, conocer este tipo de sesgos cognitivos nos puede ayudar a aumentar nuestra eficacia a la hora de sacar conclusiones o de decidir, en múltiples aspectos y áreas de nuestra vida.

domingo, 21 de marzo de 2021

Esto es lo que le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos

Cuando el cerebro va de compras en época de rebajas y descuentos se expone a diferentes conflictos. Por un lado, está nuestra parte más racional y por otro nuestra parte más instintiva...

Maniquíes desnudos, mostradores relucientes con grandes carteles anunciando bajadas de precios de hasta el 70 %. Pasillos llenos de gente, el hilo musical de fondo y sensación de urgencia, como si todas aquellas gangas increíbles fueran a desvanecerse en segundos. Lo que le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos responde a una sofisticada mecánica que vale la pena conocer.

Pensar que en buena parte de los casos somos víctimas de nuestros propios engaños cognitivos y ante todo de las empresas de márketing que hay detrás produce, cuanto menos, cierto coraje. Sin embargo, aún así, quien más y quien menos cae en esa dinámica en épocas de Navidad, blackfriday o de cualquier campaña mediática en la que se anuncie aquello de “liquidación a precios increíbles”.

Ropa, tecnología, decoración y hasta productos para nuestras mascotas. Las grandes empresas saben aplicar sofisticadas técnicas para cautivar a nuestro cerebro, lo que puede hacer que en más de una ocasión nos acabemos arrepintiendo de alguna de nuestras compras. Descubramos por tanto esos mecanismos psicológicos para cautivarnos (engañarnos).

¿Qué le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos?

Dice la historia que quien abrió el camino en el universo de la guerra de los precios, descuentos y rebajas fue el astuto Aristide Boucicaut, propietario de los primeros almacenes Le Bon Marché en Francia. Corría el año 1869 y hasta el momento, a la hora de comprar era habitual recurrir al regateo. El señor Bouciaut lo cambió todo al marcar un precio fijo para sus productos mediante una etiqueta.

Esa estrategia facilitó las cosas. Pero más tarde, descubrió otra interesante estrategia. Cuando tenía acumulación de algún producto, estaba fuera de temporada o simplemente no se vendía, bastaba con reducir el precio, anunciarlo a bombo y platillo para aumentar la demanda. Aquello lo cambió todo.

En la actualidad, hemos sustituido al señor Aristide Boucicaut por sofisticadas empresas de neuromárketing que estudian al detalle el comportamiento de los consumidores. Nada de lo que vemos en las tiendas físicas y virtuales es casual. Por tanto, descubramos lo que le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos.

¡Date prisa o te lo pierdes! (Rebajas = oportunidades únicas y sensación de urgencia)

Al cerebro le atraen los estímulos innovadores y, sobre todo, las oportunidades. En épocas de rebajas nuestras calles y también los portales virtuales de las tiendas se llenan de llamativos ganchos que captan la atención del cerebro. Precios grandes en color rojo. Etiquetas en las que los precios viejos aparecen tachados. Paga uno y llévate otro por un euro más.

Estudios, como los realizados en el Centro de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de California, nos indican que hay una región específica que nos impulsa a procesar estos estímulos de manera emocional. La corteza prefrontal medial provoca que anticipemos, por ejemplo, que vamos a encontrar auténticos chollos en época de rebajas.

Es más, también nos inocula la sensación de que si no hacemos esa compra de manera rápida, otros se llevarán el producto deseado.

Irracionalidad. Los “precios impares” se perciben como significativamente más bajos

Señalan los expertos que lo que le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos es que piensa de manera irracional. Buena parte de la culpa reside en los precios impares. Es decir, ese pantalón que vale 29,99 euros, esas zapatillas de marca en cuya etiqueta aparece un 49,99 euros o esa blusa de 19,99 euros son muy atractivos para nuestra mente.

¡La segunda unidad gratis o a mitad de precio! (pero, ¿de verdad necesito tener dos?)

A todos nos viene a la mente algún producto o determinadas marcas, que suelen anunciar aquello de “y la segunda unidad por solo un euro más”. Tampoco faltan sin duda las tiendan que nos anuncian que podemos comprar dos por uno o el segundo al 50 % de descuento. Todo ello responde a una hábil estrategia porque muchas veces el primer producto ya tiene un precio lo bastante alto como para compensar la adquisición del segundo.

Sin embargo, a nivel neurológico se produce un sesgo más interesante. Las emociones nos secuestran y nos impiden pensar de manera lógica: en buena de parte de los casos, no necesitamos tener dos productos. Por tanto, acabaremos pagando un precio excesivo por algo que no siempre nos es útil.

Lo que le pasa al cerebro cuando ve rebajas y descuentos es un conflicto entre lo racional y lo emocional

Cuando vemos rebajas y descuentos, el cerebro se enfrenta a un conflicto. Para entenderlo mejor, pondremos un ejemplo. Queremos comprarnos un móvil, al cual, le han aplicado un pequeño descuento. El precio final sigue siendo elevado pero aún así, ansiamos tener un teléfono de esa marca en concreto.

Por una parte, tenemos a la corteza prefrontal medial que refuerza el impulso emocional de compra. Por otro, la corteza cingular anterior dorsal nos insta a ver esa situación de manera más racional. ¿De verdad lo necesitas? ¿De verdad te compensa ahora pagar esa cantidad de dinero?

Este conflicto interno es algo que experimentamos en muchas ocasiones a la hora de adquirir algún producto. Estas regiones cerebrales, que en sí mismas nos pueden parecer contrapuestas, en realidad, no lo son tanto. Porque juntas, nos ayudan a menudo a tomar decisiones más ajustadas, acertadas e inteligentes…

sábado, 20 de marzo de 2021

Según la ciencia, las mujeres "leen" mejor la mente que los hombres

La mentalización, entendida como la capacidad para comprender los comportamientos ajenos e intuir los estados mentales de los demás, es algo que dominan (según la ciencia) mejor las mujeres que los hombres.

Según nos revela la ciencia en un trabajo reciente, las mujeres “leen” mejor la mente que los hombres. Es decir, por término medio, serían ellas quienes, por ejemplo, intuirían con mayor habilidad que quien tienen en frente les está mintiendo. Ellas, quienes entenderían con mejor solvencia, por qué determinadas personas se comportan de tal modo o evidencian una serie de actitudes y no otras.

Saber qué piensan los demás no va de magia ni de sortilegios. En realidad, todos nosotros -hombres y mujeres- disponemos de esa competencia que en psicología conocemos como «mentalización». Gracias a ella, podemos interpretar y comprender el comportamiento propio y ajeno, adentrarnos en la subjetividad del otro y así saber cómo actuar y reaccionar en cada momento.

El hecho de que las mujeres evidencien una mejor solvencia en este recurso sociocognitivo respondería quizá a un cerebro más preparado para captar señales encubiertas en los demás. Lo analizamos a continuación.

La lectura de mentes o la mentalización, ¿qué es?

El ser humano dispone de un cerebro altamente sofisticado. Esa maquinaria casi perfecta cumple una finalidad constante y no es otra que la de garantizar nuestra supervivencia en un medio social altamente complejo. Estamos obligados a relacionarnos, a establecer vínculos entre nosotros y para ello son esenciales procesos como la empatía y la mentalización.

Sabemos que la empatía define la capacidad para comprender y sintonizar con las emociones del otro. Ahora bien, la mentalización nos facilita comprender el propio y comportamiento y también el de los demás. Esta última realidad queda integrada en lo que conocemos como teoría de la mente, la que nos detalla que cada uno de nosotros tenemos consciencia de nuestros propios pensamientos y a su vez asumimos que las otras personas tienen los suyos.

La mentalización es clave en el desarrollo de la persona. De hecho, es sobre los 4 años cuando los niños empiezan a evidenciar esta importante habilidad que se manifiesta, por término medio, a través de una serie de competencias. Las analizamos.

Componentes de la mentalización

Con la mentalización nos damos cuenta de nuestra ventaja para interpretar la realidad. Así, lo que hay en nuestra mente no es un reflejo exacto de la realidad externa. Tenemos el poder de interpretar lo que vemos, disponemos de la capacidad excepcional y necesaria de sacar nuestras propias conclusiones sobre lo que nos envuelve.

  • Podemos interpretar y percibir las realidades mentales de las otras personas. Es decir, somos capaces de realizar inferencias sobre los comportamientos ajenos. Es más, según investigaciones recientes que ahora analizaremos, las mujeres leen mejor la mente que los hombres.
  • Asimismo, la mentalización o la lectura de mentes media también en la regulación emocional y conductual. Al percibir, notar o leer la realidad personal de quien tengo delante, puedo ajustar mi conducta para protegerme o bien, para crear un vínculo más estrecho con el otro al saber qué necesita.
Según un estudio, las mujeres “leen” mejor la mente que los hombres

La conclusión de que las mujeres leen mejor la mente que los hombres, procede de un interesante trabajo de investigación que se ha publicado hace muy pocos días. Las universidades de Bath, Cardiff y Londres desarrollaron un cuestionario para medir y valorar las competencias de mentalización o “lectura de la mente” de las personas.

Los puntos claves a evaluar eran los siguientes:

  • Capacidad para entender lo que los demás pueden estar pensando.
  • Inferir intenciones y actitudes.
  • Habilidades sociocognitivas (herramientas mentales para actuar con eficacia en situaciones de interacción social).
  • Autorregulación emocional y conductual relacionada con los estados mentales y comportamentales de los demás.

Lo que pudo observarse al aplicar este instrumento en una muestra amplia de la población es que, por término medio, las mujeres “leen” mejor la mente que los hombres. Son ellas quienes captan con mayor eficacia esos registros de comportamiento en los demás.

Dichas ventajas en lectura sociocomportamental les permite además, ajustarse y responder mejor a las conductas de quienes tengan en frente. Ponerse en el lugar del otro, leer los registros mentales ajenos, así como los componentes emocionales, es un rasgo que al parecer, evidencia el género femenino con mayor frecuencia. No obstante, incidimos en que todos, tanto hombres como mujeres, disponemos de esta habilidad.

Ahora bien, a pesar de saber que las mujeres leen mejor la mente que los hombres, el objetivo de esta escala sobre la mentalización es otra. La finalidad de este equipo de investigadores era desarrollar un test para los entornos clínicos. Así, con esta prueba es posible valorar si una persona  tiene dificultades para comprender y responder a los demás.

Algo así nos permitirá no solo identificar a hombres y mujeres con autismo. Son muchos los que, sin estar dentro del espectro, evidencian serios problemas a la hora de leer intenciones, percibir actitudes y entender comportamientos ajenos. Ahora, será posible realizar mejores identificaciones y desarrollar así, adecuadas intervenciones para desarrollar esta competencia tan básica y esencial en nuestro día a día.

viernes, 19 de marzo de 2021

Cuando las personalidades chocan: tú y yo somos incompatibles

A veces, nuestras personalidades chocan. Cuando los puntos de vista, opiniones y conductas de otros no se alinean con las propios, cuesta mucho manejar esas situaciones...¿Qué podemos hacer?

Cuando las personalidades chocan, surge el conflicto, la desavenencia y el malestar. Hay quien señala que a veces el destino se las ingenia para obligarnos a compartir escenarios con personas con las que no llevarnos bien. Sucede en el colegio, el instituto, el trabajo… De algún modo, casi siempre acabamos encontrándonos con alguien que parece ser todo lo opuesto a nosotros mismos.

Mala suerte, ¿quizá? En absoluto. El ser humano es tan complejo en materia de personalidad que es casi inevitable que, de vez en cuando, surjan diferencias, las aristas y hasta los antagonismos con unos y con otros. Saber convivir es la llave maestra en este tipo de situaciones. Sin embargo, hay algo determinante que debemos considerar.

En ocasiones, estos “choques” de carácter no aparecen solo entre figuras que quedan fuera de nuestra esfera más íntima. Es común también que a veces nuestra forma de ser se dé de bruces con un familiar, un amigo y hasta con una pareja. De pronto, podemos tomar plena conciencia de que esa persona con quien compartimos vida y proyectos es incompatible con nosotros.

Cuando las personalidades chocan, ¿cuáles son las causas?

Decía Carl Jung que la principal causa de conflicto en la vida cotidiana eran los antagonismos entre la personalidad introvertida y la personalidad extrovertida. Esta podría ser una hipótesis. Al fin y al cabo, todos sabemos lo que nos puede llegar a agotar o contrariar, por ejemplo, alguien excesivamente abierto o reservado.

Sin embargo, cuando las personalidades chocan lo hacen por muchos más desencadenantes que por estas dos tipologías. De hecho, es interesante saber que a la ciencia le interesa este tema desde hace décadas por razones de peso. Sabemos que muchos conflictos laborales tienen como motivante esas diferencias de carácter y esos antagonismos. Así, estudios, como el publicado en la revista Nature, por la doctora Kendall Powell nos indican algo relevante.

En ocasiones, esos desencuentros pueden frenar el desarrollo de muchas carreras, avances científicos en el ámbito de laboratorio y hasta descubrimientos. El mal ambiente de trabajo es como un humo tóxico que apaga motivaciones, creatividad y desempeño. Sin embargo ¿por qué sucede? ¿Qué hay detrás de esos desencuentros de carácter?

Más allá de la forma de ser está el respeto

Hablábamos anteriormente de las personalidades introvertidas e introvertidas. Bien, lo cierto es que esta teoría no tiene tanta trascendencia como pensamos. Más allá de nuestra forma de ser, está el modo en que nos comportamos con los demás, y esta es la auténtica diferencia.

De este modo, uno puede ser muy extrovertido o menos, defensor de unas ideas, de unas tendencias políticas u otras, pero si sabe respetar a los demás, rara vez se formarán nudos que no se puedan deshacer. No importa que tengamos un compañero de trabajo o un familiar con un estilo de vida muy diferente al nuestro, si sabe convivir, es receptivo y respetuoso no existirán excesivas fricciones.

Diferencia de valores

Cuando las personalidades chocan en una relación de pareja y nos decimos aquello de “tú y yo somos incompatibles”, hay algo más que un roce en cuanto a carácter. La diferencia en los respectivos valores de cada uno es lo que sitúa a uno en una punta y a otro en la otra.

Defender principios antagónicos, guiarse por dimensiones diferentes y no comprender los del otro marca, por lo general, grandes vetas en cualquier relación.

Cuando las personalidades chocan porque una de ellas es conflictiva

Muchos lo habremos vivido en nuestra propia piel. En ocasiones, no experimentamos problema alguno trabajando o compartiendo espacio con personas que evidencian una personalidad muy distinta a la nuestra. Sin embargo, esto cambia cuando nos encontramos con personalidades conflictivas.

En estos casos, estamos ante un patrón de comportamiento que busca ex profeso, la diferencia, encender la discordia y el desacuerdo.

¿Qué podemos hacer cuando nuestra forma de ser es incompatible con la de alguien?

Nuestra realidad sería maravillosa y enriquecedora si pudiéramos sacar mayor partido de nuestras diferencias de personalidad. Cada uno de nosotros, en cada una de nuestras particularidades, somos capaces de ofrecer a los demás perspectivas nuevas con las que ver el mundo desde otros prismas. Ser diferentes no es problema, el problema es no aceptar la diferencia.

De algún modo, cuando las personalidades chocan ocurre porque hay un exceso de idiosincrasia. Es ese enfoque con el cual, hacer ver al otro que mi verdad es mi única verdad y la tuya no vale. Esa fricción insoportable llega cuando caemos en los extremos y en los problemas de convivencia. Por ello, siempre es adecuado reflexionar en algunos aspectos:

Tú y yo somos incompatibles ¿qué hacemos ahora?

Trabajo, familia, amistades e incluso relaciones de pareja. Hay veces en que sentimos que hemos llegado al límite. Nos decimos que no podemos más con la forma de ser del otro… ¿Qué podemos hacer?

  • Lo primero es entender que las diferencias de personalidad no deben equivaler a un conflicto. Sentir que pensamos de forma diferente y que valoramos cosas opuestas al otro, no tiene por qué conducirnos a la conflictividad. Basta con asumir y aceptar que esa relación no va a poder dar más de sí.
  • Howard Gardner, psicólogo e investigador de la Universidad de Harvard, acuñó el interesante término de la “inteligencia interpersonal“. Saber manejarnos en situaciones de choque de personalidad es una herramienta que estamos obligados a desarrollar. Para ello, es recomendable por ejemplo, examinar siempre la propia psicodinámica interna: ¿por qué esa persona es tan difícil para mí? ¿Por qué me enfada, quita la calma y “choca” conmigo?
Asimismo, en esas situaciones en las que no es posible la distancia, como es en los escenarios laborales, siempre es bueno intentar situar la mirada en las semejanzas que en las diferencias. Podemos ser incompatibles en muchos aspectos, pero ello no quita que logremos convivir e incluso de coincidir en pequeños aspectos.

jueves, 18 de marzo de 2021

3 factores que estimulan a una persona conflictiva

Una persona conflictiva se encuentra en un estado de malestar emocional y esto la lleva a ser desconsiderada con otros. Sin embargo, si a eso se responde con más malestar, se forma un círculo vicioso que solo refuerza la conflictividad.

A veces resulta inevitable tener que tratar continuamente con una persona conflictiva. Nadie es así simplemente porque quiere, sino que detrás de esto suele haber una serie de problemas personales no resueltos. Aun así, comprenderlos y tener una relación normal con ellos puede desbordar los recursos de los demás.

Una persona conflictiva tiene un patrón de comportamiento que induce al roce continuo y a la agresividad. Suele administrar mal sus emociones, culpar a otros, tener reacciones extremas y a veces obstinarse en llevar la contraria. Esto hace que el contacto con ellos, muchas veces, resulte agotador.

Es bien cierto que el mundo no tiene por qué adaptarse a las emociones o ideas de una persona conflictiva. Sin embargo, cuando es inevitable frecuentar una persona que tiene este tipo de conducta, lo más inteligente es impedir que desencadenen su neurosis o nos tomen como objeto de sus dificultades. Los siguientes son tres aspectos que hay que evitar para no tener problemas innecesarios con ellos.

1. Hablarles de su comportamiento en términos de trastorno

Una persona conflictiva, por lo general, no es consciente de su comportamiento. Si acude a la riña o genera tensión con los demás no lo hace de forma deliberada. En su fuero interno tiene la convicción de que ha sido tratada de manera injusta o que es importante hacer valer su punto de vista.

Muchas veces resulta evidente que tienen problemas. Se han peleado con medio mundo y es frecuente que muchos se refieran a ellos como personas intratables o demasiado complicadas. No es tan difícil ver en ellos la ira, el resentimiento o el dolor que los lleva a actuar de esta manera.

Hablar de su personalidad en términos de trastornos es una tentación que aparece en quienes le rodean. Ese análisis ligero de su conducta ni le sirve a alguien para crear conciencia, ni tampoco le corresponde a quienes están cerca. Lo único que se logra es estimular más el conflicto y además herir al otro. Si no te han invitado a opinar sobre su personalidad, simplemente no opines.

2. Recordar lo negativo que han hecho en el pasado

Otra de las situaciones frecuentes con una persona conflictiva es que cargan con todo un historial de errores y, a veces, daños que le han hecho a otros. A veces resulta muy sencillo hacer un inventario de las veces que propiciaron un debate inútil o que perdieron el control o que se equivocaron en su apreciación.

Si el objetivo es construir una relación más saludable y tranquila, no es conveniente echar en cara esa larga lista de errores. Lo más habitual es que una persona conflictiva esté continuamente a la defensiva, así que tratar de hacerlos caer en la cuenta de sus errores pasados no solo es inútil, sino que también lleva a que refuercen su patrón de conducta.

Resulta mucho más inteligente levantar la mirada hacia el futuro. Se le puede preguntar “¿Cómo crees que se pueda resolver esto?” O “¿Qué quisieras hacer al respecto?”. También se le pueden brindar opciones de solución, sin imposiciones ni presiones, ya que esto sí podría ayudarlos a abrir su mente.

3. Desesperarse estimula a una persona conflictiva

Una persona conflictiva, por lo general, es muy sensible y reacciona con facilidad a las emociones de los demás. Por lo tanto, es probable que, si te enojas y pierdes el control en una situación, ellos también caigan en la misma conducta, pero casi siempre de forma superlativa. Sienten mayor vulnerabilidad emocional en situaciones como esta.

Por lo tanto, de lo que se trata más bien es de ayudarles a serenarse, no de exaltarlos. Al menos eso es lo que convendría hacer si es que quieres tener una relación saludable con una persona de alto conflicto. También son muy receptivos al autocontrol o la tranquilidad del otro. Así que, si se encuentran con alguien que sabe mantener su centro, ellos mismos bajan la guardia y moderan sus emociones.

Una persona conflictiva es alguien que sufre. Eso no justifica su conducta, pero sí ayuda a entenderla. Su falta de autocontrol y su deseo de generar conflicto son también una manera de expresar su malestar.

Por lo anterior, no es raro que a veces se conviertan en el chivo expiatorio de otros. Se configura entonces un vínculo en el que hay agresión continua y el malestar de la persona conflictiva se convierte en el pretexto de los demás para desencadenar sus propias neurosis. Para pelear se necesitan dos.

miércoles, 17 de marzo de 2021

Padres que hacen gaslighting a sus hijos (desgaste emocional)

Hacer sentir culpables a los hijos, infravalorarles, criticar aquello que les gusta, aislarlos para que no se relacionen... Son muchos los padres que ejercen el gaslighting, pero muchas de las víctimas no se dan cuenta hasta que son mayores.

Existe una forma de abuso psicológico que con frecuencia vinculamos a las relaciones de pareja. Nos referimos a esa forma de maltrato en la qye una persona busca alterar la percepción del otro haciéndole creer que eso que ve, siente o cree es falso. Ahora bien, es importante saber que también hay padres que hacen gaslighting a sus hijos y que buscan con ello desgastarlos emocionalmente.

Este término, el gaslight (hacer a luz de gas), conforma un tipo de manipulación muy insidiosa y deliberada que aboca a la víctima, a cuestionarse casi cualquier cosa. Poco a poco, tanto la autoestima como la propia identidad se ven fracturadas por completo. Es la consecuencia de las acciones de un abusador que busca, ante todo, tener el control y proyectar en el otro sus frustraciones.

Si bien es cierto que llevamos años relacionando esta dinámica con el campo de las relaciones afectivas, hay otro escenario invisible que pasa desapercibido. Son muchas las personas adultas que toman conciencia tarde o temprano de que ellas también han sufrido esta forma de abuso. Sin embargo, el origen no está en una pareja, sino en la familia y en alguno de sus progenitores.

Sufrir gaslight en la infancia tiene a la larga un efecto mucho más lesivo. A fin y al cabo, un niño no entiende que está siendo manipulado ni aún menos por qué el amor de su padre o de su madre es condicional. Analicemos por tanto esta realidad.

Padres que hacen gaslighting: características y consecuencias

El psiquiatra Irvin Yalom explicó en su libro Love’s Executioner & Other Takes of Psychotherapy un caso tan impactante como ilustrativo sobre los padres que hacen gaslighting. Una de sus muchas pacientes fue una mujer que acudió a terapia por no poder superar la pérdida de su hija acaecida hacía ya más de diez años. Durante esas sesiones afloró un hecho escalofriante.

Aquella mujer había volcado toda su rabia y decepción sobre su hijo menor, culpándolo y compartiendo con él la idea de que quien debía haber fallecido era él y no su hermana. Bien es cierto que la paciente del doctor Yalom arrastraba un trauma no superado. Sin embargo, casi sin saberlo, había ejercido un maltrato profundo e invisible en un niño que tendría que afrontar el enorme reto de gestionarlo.

Por otro lado, es interesante saber que no solo la psicología lleva años interesándose por esta realidad. Estudios, como el realizado por la doctora Paige Sweet de la Universidad de Harvard, inciden en que es también un fenómeno sociológico. Según este enfoque, el gaslighting surge como efecto de las diferencias de poder. Parte a menudo de las desigualdades de género, estamento social y también en vínculos paterno-filiales.

¿Cómo son los padres gaslighters?

La inoculación de la culpa es el principal instrumento del que se valen los padres gaslighters. Añaden pequeñas dosis a casi cualquier situación para aumentar el grado de control que tienen sobre sus hijos. Siendo más descriptivos, lo que suelen hacer es lo siguiente:

  • Los padres pueden involucrar a los niños en situaciones en las que los pequeños no tienen responsabilidad alguna. Así, en caso de que la relación de pareja no vaya bien, se le hace creer al pequeño que es culpa suya.
  • A veces, el padre o la madre tiene un hijo favorito (el hijo dorado o trofeo). Al otro hermano se le hace gaslight al hacerle creer que tiene menos valías, que se comporta mal y que por ello merece menos afecto.
  • La mentira también es un recurso para invalidar al niño. Por ejemplo: “mamá ha tenido un día malo en el trabajo porque tú me has hecho enfadar esta mañana”.
  • Infravaloran o ignoran cualquier valía o talento de los hijos.
  • Cualquier afición, pasión o interés que tengan los niños es atacada con frecuencia por los padres gaslighters.
  • Por otro lado, también suelen recurrir al aislamiento social. Procuran vetar la independencia de los hijos para tenerlos siempre bajo su control.
Padres que hacen gaslighting: consecuencias del abuso mental

Tal y como hemos señalado, son muchas las personas que solo al llegar a la edad adulta toman conciencia de que han padecido una forma de abuso psicológico. Es muy común, por ejemplo, que integren en su personalidad muchos de esos esquemas distorsionados inculcados por los padres.

  • Una consecuencia habitual es no confiar en sus propios juicios. Cuando les han hecho creer que lo que piensan, sienten y opinan es erróneo, cuesta mucho tomar decisiones propias.
  • Por término medio, un efecto del gaslight en la infancia es desarrollar cierta inseguridad personal y desconfianza en los demás durante la edad adulta.
  • Pueden presentar una baja autoestima y problemas de identidad.
  • Se habitúan a dejar en segundo plano sus propias necesidades. 
  • Otra consecuencia es interiorizar emociones, callarlas, descuidarlas… Todo ello provoca que acaben somatizando muchos de estos estados.
¿Cómo recuperarse de una infancia de desgaste emocional a causa del gaslight?

Los padres que hacen gaslighting existen, al igual que las personas que hacen “luz de gas” a sus parejas. De este modo, quien ha sido víctima de esta forma de abuso psicológico durante un tiempo determinado rara vez sale indemne. Hay quien se sobrepone, es cierto, quien enfoca todo su dolor psicológico en alguna distracción (trabajo, afición, práctica deportiva…).

Sin embargo, las heridas siguen supurando y lo hacen casi siempre en forma de estrés postraumático. Es importante considerar que esta serie de circunstancias vividas en la infancia evidencian una forma de maltrato psicológico. Por tanto, es conveniente solicitar ayuda experta.

La persona deberá iniciar un viaje de reparación y sanación en el que atender y reconstruir la autoestima y la identidad. Es necesario también purgar la marca de la culpa que proyectaron los padres sobre los hijos a lo largo de los años. Liberarse de la perspectiva inculcada por un manipulador desde la que se hace creer a la víctima que nada en ella es válido o importante, lleva tiempo. Sin embargo, es vital sobreponerse a esa fractura interna para avanzar en integridad y plenitud.