viernes, 23 de julio de 2021

La sensibilidad al asco y su relación con los trastornos psicológicos

Algunas personas son más propensas que otras a sentir asco. Y es esta tendencia individual la que puede dar origen a diversos trastornos de ansiedad. Te mostramos la razón.

El asco es una de las emociones básicas menos estudiadas y comprendidas. Todos sabemos a grandes rasgos en qué consiste, cuál es su función y ante qué tipo de estímulos aparece; por ejemplo, ante olores, sabores o visiones desagradables. Sin embargo, algo que no siempre tenemos tan presente es su relación con distintos trastornos psicológicos. Por ello hoy queremos hablarte de la sensibilidad al asco y de su implicación en diversas patologías mentales.

Todas las emociones básicas cumplen una función relacionada con la supervivencia. En el caso del asco, este protege al organismo de ingerir cualquier sustancia nociva, perjudicial o desagradable que ponga en riesgo su integridad. Sin embargo, al igual que ocurre con la tristeza o con la ira, cuando el asco se manifiesta de forma inadecuada puede causar problemas psicológicos. Y a continuación te explicamos cuáles son.

¿Qué es la sensibilidad al asco?

La sensibilidad al asco puede definirse como la tendencia individual a experimentar asco y esta es diferente en cada persona. Si bien hay ciertas situaciones que desencadenan especialmente esta emoción, algunos individuos son más propensos que otros a vivirla. Y, no solo eso, sino que también existen diferencias en cuanto a lo desagradable o molesta que se siente.

Algunos autores hacen una separación entre estos conceptos, pero hoy incluiremos en la definición tanto la propensión a sentir asco como la evaluación más o menos negativa que se hace de esa sensación. Así, parece que las personas con una mayor sensibilidad al asco tienen un riesgo incrementado de padecer distintos trastornos.

¿Cómo se relacionan la sensibilidad al asco y los trastornos psicológicos?

La sensibilidad al asco se relaciona principalmente con diversos trastornos de ansiedad. Entre ellos se encuentran los siguientes.

Fobia a los animales

La fobia a los animales generalmente se asocia con el miedo. Se suele entender que la persona fóbica experimenta malestar y evita a estos animales por temor, pero en realidad el asco parece jugar un papel muy relevante.

Diversas investigaciones han encontrado que la sensibilidad al asco se encuentra especialmente relacionada con la fobia a animales no peligrosos (como arañas, cucarachas o ratas) pero no con la fobia a animales peligrosos (como osos, tigres o tiburones). Por ende, la sensibilidad al asco favorece la adquisición de miedo a ciertos animales relacionados con la transmisión de suciedad o enfermedades.

Fobia a la Sangre-Inyección-Daño (SID)

Algunas personas son especialmente susceptibles a todo lo relacionado con la sangre, las inyecciones, las heridas o las mutilaciones. Sin embargo, en este caso el asco parece tener una importancia mucho mayor que en la fobia a los animales; de hecho, es posible que se produzca la fobia SID incluso en ausencia total de miedo.

Una persona fóbica al contemplar sangre puede experimentar nauseas, mareos o desmayo sin sentir temor ninguno. De este modo, la sensibilidad al asco parece ser el factor clave.

Trastorno obsesivo-compulsivo

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) se caracteriza por la presencia de pensamientos intrusivos, persistentes y desagradables que solo se alivian tras la realización de un ritual o conducta compulsiva. Es uno de los trastornos de ansiedad más incapacitantes y que causan mayor malestar; y, de nuevo, en su origen parece encontrarse la sensibilidad al asco.

Un 50 % de los pacientes diagnosticados con TOC presentan pensamientos intrusivos de contaminación, siendo mucho más frecuentes entre quienes presentan compulsiones de limpieza y lavado.

Curiosamente, estas personas no perciben los estímulos como temidos, sino como asquerosos. De este modo, la sensibilidad al asco no solo aumenta la percepción de amenaza (hace que la persona se preocupe más por la contaminación) sino que también impulsa al individuo a realizar rituales de limpieza ante dicha preocupación.

La sensibilidad al asco predice la presencia de trastornos psicológicos}

Además de la relación ya establecida entre la sensibilidad al asco y estos trastornos psicológicos, existen algunos interesantes datos a tener en cuenta. Por ejemplo:

  • Se ha encontrado una importante relación entre la sensibilidad al asco y la sintomatología obsesivo-compulsiva incluso en individuos sanos.
  • Quienes presentan fobia a los animales no peligrosos muestran con mayor frecuencia compulsiones de limpieza, pero no otros síntomas propios del TOC.
  • La sensibilidad al asco es un muy buen predictor de la presencia de este tipo de trastornos psicológicos en la persona. Incluso, la elevada sensibilidad al asco de los padres predice la presencia de estos miedos específicos en los hijos, ya que existe una importante transmisión familiar.
En definitiva, el asco parece ser una emoción mucho más relevante de lo que hasta ahora se había considerado. Comprender su funcionamiento puede ayudarnos a predecir, prevenir e intervenir en la aparición de este tipo de trastornos y fomentar así una mayor calidad de vida en quienes los padecen.


jueves, 22 de julio de 2021

¿Estoy preparado para una nueva relación?

¿Cómo saber si estás preparado para una nueva relación? En este artículo reflexionamos sobre el duelo tras una ruptura y hablaremos de esas claves o indicadores que te pueden orientar a seguir avanzando e incluso a conocer a una nueva persona.

Muchas rupturas dan paso a un proceso de duelo: una reacción adaptativa que nos permite asimilar la pérdida y reordenar prioridades. En esa reconstrucción puede llegar el momento en el que nos preguntemos: ¿estoy preparado para una nueva relación?

¿Cómo descubrirlo? A lo largo del artículo ofreceremos algunas ideas clave que te permitirán obtener una respuesta. Sin embargo, antes de seguir con el hilo, comencemos desmontando un mito.

El proceso de duelo después de una ruptura no siempre se produce, ya que puede haberse producido incluso antes de que se materializara la ruptura: quizás llevemos tiempo pensando en terminar con la relación o relegando a la relación a la última posición de nuestra lista de prioridades.

¿Estoy preparado para una nueva relación o tengo que esperar?

Después de una ruptura complicada y, muchas veces aún en pleno proceso de duelo marcado por la sensación de incertidumbre que deja haber sido testigos de cómo muchos de nuestros planes se venían abajo. Pasados días, meses o incluso años podemos preguntarnos: “¿Cómo saber si estoy preparado para una nueva relación?”, “¿en qué punto sabré que estoy emocionalmente disponible?” o “¿es posible enamorarse de nuevo cuando aún recuerdas a tu ex pareja”? 

Estas son solo algunas de las dudas frecuentes, aunque la variedad y el cacao mental están servidos. Sobre todo, cuando aún estamos intentando sanar de una experiencia dolorosa e intentando recuperar nuestra ansiada estabilidad emocional.

Indicadores de que quizás no estás preparado

Lo cierto es que, en pleno proceso de duelo, cuando aún estamos asimilando nuestra anterior ruptura, hay ciertas acciones o situaciones que nos indican que aún no estamos preparados para iniciar otra relación. Entre ellas encontramos:

  • Estar comparando a todas las personas que conozcas (“aspirantes” a algo más) con tu expareja.
  • Hablar sin ton ni son del daño que te hizo la ruptura y de la coraza que te has puesto para no sufrir (sí, en todas tus citas).
  • Tener intentos de relación que no acaban de cuajar por repentinos agobios que manifiestas.
  • Encontrar a alguien que te podría encantar, con quien estás a gusto, pero que “no te llena”.

Deja un espacio para la duda

Quizás ya ha pasado un poco más de tiempo tras tu última ruptura y te planteas la posibilidad de empezar a remontar. Y con ello, te preguntas nuevamente: “¿estoy preparado para una nueva relación?”.

Cuando esta pregunta aparece, llegan también dudas; puede que haya una parte de ti que se siente más animada, fuerte y con ganas de ilusionarse de nuevo con alguien. Sin embargo, hay otra que aún está herida, aterida de miedos e inseguridades que no dejan del todo claro qué debes hacer.

En este punto, remarcamos la importancia de escucharse a uno mismo: pregúntate qué necesitas realmente.

Sentimientos contradictorios

Cuando surge esta pregunta, muchas veces es porque tienes sentimientos y sensaciones contradictorias. Por un lado, aún te acuerdas de tu ex, y de vez en cuando te sobrevienen sentimientos de nostalgia o incluso, rencor.

Por el otro, empiezas a dormir y a comer con normalidad, te sientes con más energía y has recuperado un poco la ilusión. Entonces, ¿cómo sé si estoy preparado?

No hay una única respuesta: encuentra tu manera

La realidad es que no hay una respuesta universal, un anillo de este color que le valga a todo el mundo -ni siquiera a la misma persona en distintos momentos-. Tendrás que aventurarte y explorar.

Cada persona es un mundo; habrá personas que, estando ya en la etapa final del duelo, se atreven a intentar conocer a alguien. Quizás no están al 100 %, pero tienen ganas de empezar a abrirse. Y al abrirse, les va bien; empiezan a soltar corazas y a recuperar la fe en el amor.

En cambio, habrá personas que sientan la necesidad de haber sanado al 100 % para “volver al mercado” del amor, y que les irá bien. No hay opciones más válidas que otras, y todos tenemos derecho a escoger y, sobre todo, a equivocarnos.

La importancia de escucharse

Escuchar qué necesitamos en cada momento es el paso más importante de todos. Escucha cómo te sientes.

Identifica si aún aparecen momentos de “bajón” o de tristeza absoluta asociados a la pérdida o a la ruptura. Que los tengas no significa necesariamente que no estés preparado para una nueva relación. Simplemente, te indican cómo estás en tu proceso.

Intenta descubrir también la frecuencia de estos bajones, si hay algún desencadenante claro, si te cuesta mucho salir de ellos… Todo esto es información valiosa que te puede orientar a la hora de identificar tu momento en el duelo. De manera especial, te ayudarán a descubrir si estás o no preparado para una nueva relación.

Conecta con lo que sientes

La forma más fiable de conocer la respuesta a “¿estoy preparado para una nueva relación?” es conectando con tus emociones. Un trazado que podrás recorrer a través de lo que comentábamos anteriormente: a través de la escucha.

La consecuencia es que te conectarás más con el presente, dejando un poco de lado a planes y recuerdos. ¿Sientes que esta apatía te impide conocer gente nueva? Respeta tus ritmos.

Por contra, ¿sientes ilusión? ¿Te apetece probar? Haz pequeñas acciones que te conduzcan a abrirte de nuevo con alguien. Prueba a apuntarte a alguna actividad, queda con gente nueva… Hazlo sin forzarte, teniendo en cuenta que quizás aún estás en un momento delicado y, sobre todo, sabiendo que siempre puedes “recular”.

Conecta con lo que sientes

Si te has hecho la pregunta de si realmente estás preparado para abrirte de nuevo al amor, es porque probablemente ya hayas dado muchos pasos adelante en tu proceso de duelo. Siempre hay espacio para la duda, y está bien. Sea como sea, te animamos a conectar con lo que sientes realmente.

Escucha tus ritmos, conjuga los avances con el análisis, ¿cómo te sientes después de ese paso que has dado?  ¿Qué peso están teniendo los recuerdos y las expectativas en tu estado de ánimo?

Es fácil que se creen corazas emocionales después de haber sufrido, pero estas corazas no se van sino con más amor… sobre todo, con más amor propio.

miércoles, 21 de julio de 2021

Cómo enseñar asertividad a los niños

Saber cómo enseñar asertividad a los niños implica que nuestros pequeños sabrán comunicarse mejor, impidiendo que les impongan ideas con las que no comulgan, aprendiendo a su vez a no imponer su forma de pensar sobre nadie.

Las habilidades personales se pueden aprender. Por eso, cuando decimos que un niño es como un libro en blanco, en cierto modo estamos en lo cierto, ya que ese chico puede ir descubriendo e interiorizando valores, competencias, etc. En este sentido, aquí queremos explicar cómo enseñar asertividad a los niños.

Dicho esto, y dado que no podemos empezar la casa por el tejado, vamos a explicar brevemente qué es la asertividad y, una vez conocida, veremos algunas claves que podemos usar para que los pequeños la vayan aprendiendo de forma natural.

Qué es la asertividad

Entendemos por asertividad la habilidad que interioriza un ser humano para reaccionar ante cualquier tipo de circunstancia con sentido común, sin hacer uso de la violencia o la agresividad, pero tampoco de forma pasiva.

Es decir, cuando hablamos de una persona asertiva, nos referimos a un individuo activo, empático, capaz de reaccionar con sentido común, mostrando sus sentimientos, comprendiendo a los demás, con respeto, sin exabruptos ni excesos, sin molestar o agredir, usando siempre la justa medida de las necesidades de cada situación.

La asertividad se encuentra a mitad de camino entre la pasividad, es decir, niños que se dejan someter con facilidad o aceptan las opiniones de los demás sin considerar sus pensamientos y necesidades, y otros chicos que actúan con tendencia a la agresividad, o sea, que tienden a imponer su visión del mundo, demostrando baja empatía y tolerancia, sin respetar en mayor o menor medida lo que piensen o sientan los demás.

Los beneficios de la asertividad

Entre los extremos encontramos que la asertividad puede facilitar que los niños se desarrollen en un entorno que les acepta, les anima a explorar sus talentos e intereses, les comprende y les empodera. De ahí que los beneficios sean muy numerosos:
  • Facilidad para comunicar emociones, ideas y opiniones.
  • Defensa de los propios derechos respetando los de los demás.
  • Menor influencia de otras personas.
  • Menor sentimiento de culpabilidad.
  • Comportamiento siempre respetuoso y tolerante, pero sin llegar a la sumisión o la pasividad excesiva.
  • Defensa de los derechos propios, pero siempre respetando los de los demás.
  • Capacidad para negarse sin que influyan en exceso las opiniones de los demás siempre que estas se consideres perjudiciales.
  • Capacidad para dar opiniones sin sesgos y sin temor a lo que digan los demás.
  • También se añade la capacidad de atender a las opiniones ajenas, aceptándolas sin que surja sentimiento de culpabilidad alguno.
  • Mayor tolerancia a todo tipo de actitudes, comportamientos, opiniones, consejos, etc.
  • No manipular y, por supuesto, tampoco dejarse manipular por otras personas.
  • Aumento del sentimiento de bienestar personal siempre alineado a sus ideas, a sus valores y a su ética personal.
  • Potenciar una conciencia emocional propia y equilibrada.
  • Autorregulación adecuada y necesaria.
Descubre cómo enseñar asertividad a los niños

Veamos cómo enseñar asertividad a los niños ahora que conocemos sus múltiples beneficios. Si queremos que nuestros pequeños crezcan sanos, plenos y felices, toma nota de estas ideas.

Sé un ejemplo para ellos

Es indispensable que, para que los niños aprendan asertividad, vean en los adultos comportamientos responsables y asertivos. Por eso cuidaremos la forma en que nos relacionamos con los demás, en cómo nos comunicamos y cómo tratamos a otras personas, pues ellos se fijarán en nosotros siempre y actuarán en consecuencia.

Crea un ambiente comunicativo adecuado

Es conveniente que los niños entiendan que se pueden comunicar abiertamente, expresando sus sentimientos con naturalidad y con sinceridad. Que puedan contar sus conflictos y problemas sin miedo a mostrarse vulnerables o ridiculizados es importante para crear ambientes asertivos en los que ellos estén cómodos hablando de sentimientos y emociones.

Facilita herramientas

También conviene facilitar herramientas a los niños para que aprendan a expresarse y a hablar con claridad. Eso sí, todo se hará desde el respeto y la tolerancia. Por eso buscaremos las fórmulas más respetuosas que podamos encontrar para que los niños se expresen adecuadamente.

Negociación y cesión

Enseñaremos a los niños a resolver conflictos negociando y cediendo cuando sea conveniente. Esta es una habilidad que, además, utilizarán a lo largo de toda su vida, tanto desde un punto de vista personal como social y profesional.

Decir no cuando sea necesario

Le pasa a mucha gente. A veces, cuando negamos algo, parece que estamos atacando a la otra persona, que no la queremos o no nos importa. Pero no es así. Debemos ser conscientes de que los niños tendrán que tener su propia opinión y, si no quieren hacer algo que no les apetece o no consideran necesario, se podrán negar sin sentirse culpables a posteriori.

Aprende cómo enseñar asertividad a los niños para que se conviertan en sujetos de derecho activos, no pasivos, defendiendo siempre su forma de ser, sus prioridades y sus gustos, sin imponer nada sobre nadie, y sin que nada les sea impuesto a ellos.






martes, 20 de julio de 2021

7 tipos de desmotivación que deberías conocer

A veces la falta de motivación se debe a la angustia y la incertidumbre hacia el futuro, otras a no tener unos valores claros. No obstante, la ciencia nos dice que detrás de la desmotivación constante está la depresión mayor.

Apatía, agotamiento físico, sensación de bloqueo, desgana, desilusión… Hay muchos tipos de desmotivación y, aunque todas tienen que ver con nuestro estado de ánimo, hay pequeñas particularidades que la diferencian. Un ejemplo, pueden darse estados en los que esa carencia de energías, recursos y enfoque emocional trazan los cimientos de un trastorno depresivo.

Otras veces, esa ausencia de ímpetu vital no responde más que a una crisis momentánea, a esa falta de propósitos que más tarde, reorientamos para trazar nuevas metas e ilusiones en el horizonte. Ahora bien, es importante atender en todos los casos esta experiencia porque más allá de la bruma aparente del aburrimiento, pueden esconderse realidades muy serias.

El niño desmotivado en el aula es a veces un chico o una chica con altas competencias intelectuales que no ve saciadas sus expectativas. El empleado que acude cada día sin ánimos a su trabajo puede que esté lidiando en silencio con un problema mental. Así, la persona que cada vez siente menos motivación en su relación de pareja, es posible que haya perdido la chispa del amor en ese vínculo.

Es importante desgranar esta experiencia física y psicológica para saber qué hay detrás de esa niebla. Solo así podremos ayudarnos mucho mejor.

Tipos de desmotivación: no toda la falta de ánimo y energía tiene el mismo origen

Hay quien dice que la desmotivación es como la nieve. Cuando se derrite y la observamos bajo un microscopio, descubrimos que cada copo tiene una forma particular y única. Con esta dimensión psicológica sucede lo mismo. Cuando se desvanece nuestra motivación lo hace por razones muy concretas, pero tendemos a experimentar esta vivencia de manera similar en cualquiera de sus formas.

Porque la desmotivación colapsa la mente, ralentiza el pensamiento, se adhiere al cuerpo y también lo vuelve lento y terriblemente pesado. Por otro lado, hay un hecho muy llamativo. La persona sin motivación es duramente señalada, se la etiqueta de vaga, débil y poco entusiasta… Como si fuera siempre voluntad de uno perder las ganas, las ilusiones y esas emociones de valencia positiva que tanto nos fortalecen.

Es importante conocer los distintos tipos de desmotivación para saber que no siempre depende de uno mismo derivar en este tipo de situaciones.

1. El miedo que arrincona e inmoviliza

Estudios como los realizados en el Instituto de Tecnología de California (Estados Unidos) recuerdan que la biología del miedo tiene un fin: orientarnos hacia unas conductas muy concretas, como es la huida o bien el ataque. Podríamos decir que lo que sentimos es una “motivación” por escapar de lo que inquieta o preocupa.

Sin embargo, lo que también se evidencia es una desmotivación absoluta por cualquier otra cosa. El miedo nos frena, nos inmoviliza y nos impide movernos hacia delante. No podremos trazar nuevas metas para el día de mañana cuando nos inquieta lo que nos rodea.

2. Los propósitos que te propusiste no eran los adecuados

Uno de los tipos de desmotivación más común está en percibir que eso que nos habíamos propuesto no era lo más acertado. Puede que decidieras irte a un país nuevo a trabajar y esa idea no haya salido bien. Es posible también que la meta por aprobar esa oposición, sea en tu mente un imposible y te replantees otras cosas… Es momento de calibrar tus expectativas y objetivos.

3. Desmotivación por falta de valores

No todos sabemos qué esperar realmente de la vida. Cuando no están claros los propósitos vitales nada se sostiene, la ilusión se llena de grises y andamos por nuestra cotidianidad sintiendo vacíos y desmotivaciones. Es preciso clarificar nuestros significados existenciales para nutrir las esperanzas y las ganas por hacer cosas…

4. Tipos de desmotivaciones: la falta de control

Hay épocas en las que percibes que no tienes control sobre nada de lo que te rodea. No importa que te esfuerces enormemente para lograr algo, al final las cosas no saben bien. Son esos días en los que emerge la indefensión, la sensación de que todo está en manos del destino y no de ti mismo.

En estas circunstancias es preciso asumir que si bien es cierto que nadie tiene el control absoluto sobre lo que le rodea, sí tememos control sobre nosotros mismos.  Reaccionar de manera más resiliente puede encender de nuevo nuestra motivación.

5. La depresión mayor encubierta

Falta de motivación para movernos, para realizar las tareas cotidianas más básicas como ir al trabajo. Incapacidad para tomar decisiones, ponernos objetivos, desmotivación en las relaciones sociales, en el ocio, en cualquier actividad que antes era apasionante para nosotros…

Desde la Queen’s University de Canadá nos indican en un estudio que cuando se combina la desmotivación física con la cognitiva durante más de un mes podemos estar ante una depresión mayor encubierta.

6. Estás asumiendo demasiadas obligaciones y has llegado al límite

Nuestro nivel de energía tiene un límite y a menudo lo sobrepasamos. Ocurre cuando queremos llegar a todo el mundo, cumplir cada tarea con eficacia, dar buena imagen de competencia y tener satisfechos a los nuestros.

El intento por asumir todas estas dinámicas es agotador e infructuoso. Tarde o temprano llega uno de los tipos de desmotivación más comunes, el generado por el agotamiento y la frustración.

7. Desmotivación por soledad o aislamiento

La chispa de las ilusiones, las motivaciones y los propósitos cotidianos no parten en exclusiva de nosotros mismos. Muchas veces nos sentimos reforzados por el apoyo ajeno. A menudo, nos inspiran los amigos, los compañeros de trabajo, la familia y esas personas que queremos. Sentirnos apoyados en el día a día nos confiere aliento y esperanza. 

Por ello, experimentar cierta soledad o aislamiento en algún momento de nuestra vida también trae consigo esa desmotivación que como el óxido se instala en la cotidianidad quitando el brillo de casi cualquier cosa. Son estados ante los que es necesario reaccionar y actuar. Porque en caso de permitir que nos acompañen durante semanas o meses, podemos llegar a estados psicológicos muy invalidantes.

Actuemos ante la desmotivación, hallemos nuevos refuerzos y fortalezas en nosotros para recobrar las ganas por movernos con la vida…


lunes, 19 de julio de 2021

¿Es malo soñar mucho por la noche?

Soñar puede ser una experiencia divertida o angustiante, pero es natural y necesaria para el organismo. Te contamos qué implicaciones tiene soñar mucho para tu salud.

Hay quienes opinan que dormir es una pérdida de tiempo, ya que al acostarse desconectan por completo de lo que ocurre hasta que suena el despertador a la mañana siguiente. En cambio, para otros, cada noche es una aventura y el amanecer trae el recuerdo de las historias más fascinantes, fantásticas e intensas que se han vivido en sueños. Vistas las diferencias entre las experiencias nocturnas de cada persona, cabe preguntarse si soñar mucho puede tener alguna repercusión en nuestra salud.

Es probable que quienes más se planteen esta cuestión sean aquellas personas que padecen pesadillas con frecuencia. Despertarse con una gran sensación de angustia no resulta nada reconfortante. Sin embargo, incluso quienes tienen sueños de contenido neutro o positivo suelen sentir que no descansan adecuadamente por haberse pasado la noche inmersos en esos mundos oníricos. Pero ¿qué hay de cierto en todo esto?

¿Por qué soñar mucho es más frecuente en unas personas que otras?

Generalmente hacemos una distinción entre quienes sueñan mucho y quienes rara vez tienen estas experiencias. Sin embargo, a menos que exista una patología severa, todas las personas sueñan cada noche; y no una, sino varias veces. En realidad, la diferencia radica en la capacidad de cada individuo para recordar esos sueños.

Así, podemos encontrar personas capaces de relatar cada día el contenido de sus ensoñaciones nocturnas y otras que apenas nunca pueden recordar lo que han soñado. Si te estás preguntando a qué se deben estas diferencias, existen diversas causas.

El momento del despertar tras soñar mucho

Este es un aspecto crucial a la hora de poder recordar los sueños. Tengamos en cuenta que, en el ser humano, cada ciclo completo de sueño tiene una duración de unos 100 minutos y atraviesa diversas fases (adormecimiento, sueño ligero, transición, sueño profundo y sueño REM). Así, cada noche realizamos unos cinco ciclos completos de sueño en nuestras horas de descanso.

Es principalmente durante la fase REM cuando tienen lugar los sueños más vívidos y complejos; y, si nos despertamos durante esta fase, nos resulta mucho más sencillo recordar lo soñado. A medida que nos alejamos de este momento, se vuelve más complicado recordarlo.

El contenido del sueño

Las pesadillas y los sueños muy vívidos e intensos se recuerdan con mayor frecuencia. Generalmente cuando tenemos sueños “irrelevantes” o con poca carga emocional estos se desvanecen fácilmente de nuestra mente.

De este modo, al despertar no los recordamos. En cambio, si son extravagantes, perturbadores o angustiantes, esa sensación perdura al despertar y es más fácil que el contenido del sueño siga presente y accesible a la memoria.

Personalidad

También parecen existir diferencias en cuanto a personalidad entre quienes recuerdan con frecuencia sus sueños y quienes no suelen hacerlo.

Así, los primeros suelen ser individuos más imaginativos y creativos, pero también más reflexivos y tendentes a la introspección. De algún modo, son personas que se encuentran más en contacto consigo mismas y con su inconsciente.

Características neurobiológicas

Uno de los hallazgos más interesantes revela que hay diferencias biológicas entre las personas que recuerdan sus sueños y las que no. Algunos estudios han encontrado que quienes suelen acordarse muestran una mayor actividad espontánea en la unión temporoparietal del cerebro. Esto implica que producen una mayor cantidad de sueños y que, además, son más propensos a recordarlos al despertar.

¿Es malo soñar mucho por la noche?

Para responder a la pregunta inicial tenemos que recordar que soñar es una función natural y necesaria para el organismo. Durante el sueño se producen importantes procesos de organización de la información y consolidación de la memoria. Por ende, soñar es muy beneficioso.

Si eres de quienes suelen recordar sus sueños, es probable que pases una buena cantidad de tiempo en fase REM y que tu sueño sea profundo y reparador. No obstante, tener la sensación de que sueñas mucho también puede indicar que:
  • Experimentas despertares frecuentes a lo largo de la noche, que te facilitan el recordar tus sueños pero pueden afectar seriamente a tu descanso.
  • Sufres pesadillas de forma regular, lo cual puede ser señal de un estado de estrés o incluso algún trastorno de ansiedad.
En definitiva, soñar mucho (o recordar mucho los sueños) no es negativo a menos que esto esté repercutiendo en tu calidad de vida. Si sientes que no descansas bien o que el contenido de tus sueños afecta a tu estado de ánimo durante el día, es importante que consultes con un profesional de la salud. Descartar alteraciones importantes y establecer una buena higiene del sueño puede ser necesario y beneficioso.

domingo, 18 de julio de 2021

Personas que se justifican en exceso: ¿por qué lo hacen?

Hay personas que no saben comunicarse sin recurrir a las excusas y las justificaciones. Detrás de esta conducta lo que hay es inseguridad y ese intento constante por no aceptar sus errores y mostrarse siempre infalibles y perfectos.

Las personas que se justifican en exceso tienden a agotar. Nos cansan porque vemos en ellos un intento forzado por aparentar eficacia, por demostrar que no se equivocan, que aquello que hicieron no respondió a algo casual sino a una finalidad premeditada. Quien se obsesiona un día sí y otro también por demostrar infalibilidad lo que revela claramente es una elevada inseguridad.

Ahora bien, es cierto que todos nosotros podemos necesitar justificarnos en un momento puntual. En ocasiones, podemos no sentirnos alineados con nuestros valores y comportamientos y necesitamos ser congruentes. Recurrir a la justificación de vez en cuando es comprensible y hasta aceptable, pero convertirla en una forma de vida es hacer de las excusas y los pretextos un escudo poco saludable. 

Por ejemplo, tener a una pareja que tiene una justificación para cada dejadez, descuido o error termina por desintegrar la relación. Disponer de compañeros de trabajo que hacen de ese recurso una constante que dificulta la labor cotidiana, nos hace verlos con incomodidad y desconfianza. Son, sin duda, situaciones de elevado desgaste.

Personas que se justifican en exceso: claves de por qué lo hacen

Decía el escritor latino Publio Siro que todo vicio tiene su excusa. Pocas cosas son tan ciertas. Ejemplo de ello son las reacciones cognitivas que demuestran las personas que fuman. Así, estudios como los realizados en la Universidad de Connecticut en Estados Unidos demuestran que cuando alguien intenta dejar el tabaco y no lo logra, son frecuentes el uso de las excusas.

Verbalizaciones como “es que ahora estoy pasando por un elevado estrés” o “es imposible dejar de fumar cuando tienes una pareja o compañeros de trabajo que también fuman” suelen ser las más utilizadas. Las personas que se justifican en exceso evidencian también como rasgo una baja autoestima tras la que se esconde el miedo a dar una mala imagen.

De este modo, el uso constante de las excusas, los pretextos y las autojustifcaciones provoca que tarde o temprano pierdan la credibilidad. Es decir, finalmente acaban demostrando aquello que desean evitar.

Dar explicaciones y justificarnos no es lo mismo

Antes de profundizar en por qué hay quien hace de este recurso una práctica habitual, es importante saber diferenciar una explicación de una excusa. La primera tiene que ver con aclarar algo, con dar detalles, esclarecer, ilustrar, acreditar o elucidar. Ahora bien la justificación va un poco más allá y lo que se busca es demostrar que algo es justo, correcto o válido.

Se justifica por ejemplo quien ha hecho algo mal para garantizar y hacer ver a los demás que lo realizado tiene sentido y finalidad. “Si te mentí en ese dato es porque quería protegerte; si copié en ese examen era porque necesitaba aprobarlo a toda costa porque de lo contrario, me deniegan la beca”.

Es decir, de algún modo, las personas que se justifican en exceso lo que hacen también es eludir responsabilidades y no querer afrontar determinadas realidades.

El poder de la disonancia cognitiva y sus efectos

Todo aquel que recurre a las justificaciones se ve en la necesidad de defenderse porque es consciente de que determinadas cosas no armonizan con sus valores, creencias, con aquello que iba a hacer y finalmente no ha hecho etc. A esto lo llamamos disonancia cognitiva y define ese esas situaciones en las que se tienen dos cogniciones opuestas (pensamientos) y se sufre por ello.

La disonancia duele, molesta y turba en cualquier circunstancia porque ataca de manera directa al propio autoconcepto y la autoestima.

Por ejemplo, si yo he defendido siempre el ecologismo y el veganismo, puede resultar contradictorio que tenga un coche que contamina en exceso y que además coma carne.

Para defenderme y evitar la disonancia cognitiva, puedo idear las más fabulosas justificaciones para intentar convencer a los demás de que mi conducta es lógica. Aunque obviamente, esas argumentaciones no siempre tendrán sentido ni lógica. Esto es lo que les sucede a las personas que se justifican en exceso, que tarde o temprano pierden su credibilidad.

Las personas que se justifican en exceso y la necesidad de evitar los remordimientos

Claude Steele, de la Universidad de Stanford, ya realizó un estudio a finales de los años 90 para demostrarnos la necesidad que tenemos las personas de justificarnos para mantener la integridad del yo. Ahora bien, hay otro factor interesante que debemos considerar y es el de reducir los remordimientos.

Un hecho común que vemos con frecuencia es cómo personas que cometen conductas reprochables, se justifican para no admitir el error y reducir además la carcoma del remordimiento. Por ejemplo, si yo me comprometo en realizar un proyecto con un equipo de personas y finalmente los dejo abandonados, me veo en la obligación de justificarme diciéndoles, por ejemplo, que ese trabajo lo pueden realizar mucho mejor sin mí porque tienen mejores valías y competencias.

Además de una mala justificación es una falsedad, pero con esa argumentación, aplaco remordimientos, me siento mejor y salgo del paso. Por tanto, como podemos ver, la psicología de las justificaciones encierra detrás una gran complejidad. Lo más adecuado en todos los casos es hacer uso de estos recursos cognitivos en contadas ocasiones. De lo contrario, perderemos credibilidad.

sábado, 17 de julio de 2021

¿Qué es la psicofísica?

La psicofísica es una rama de la psicología muy interesante y de especial aplicación en el campo laboral. Muchas pruebas de trabajo se diseñan a partir de los principios de este campo del saber.

La psicofísica es una rama de la psicología que estudia la relación entre los estímulos externos y la percepción que tiene el sujeto que recibe dicha estimulación. También se la define como la rama que se ocupa de la relación entre la magnitud de un estímulo y la intensidad con la que este es percibido.

De este modo, la psicofísica se ocupa de aspectos como el tiempo de reacción a un estímulo o la forma de responder a este. ¿Para qué sirve conocer todo esto? Además de aportar valiosos elementos para entender mejor al ser humano, también brinda información necesaria para, por ejemplo, determinar la aptitud que se tiene para un determinado tipo de trabajo.

Hay varios modelos que se emplean para describir y registrar esa relación que existe entre los estímulos y la respuesta a estos. En estos modelos es muy importante el concepto de “umbral”, que es el límite mínimo requerido para que un estímulo sea percibido por los sentidos o el límite máximo de tolerancia a dicho estímulo.

La psicofísica

Se dice que la primera persona en hacer un tratado de psicofísica fue Arquímedes, en el siglo III antes de nuestra era. Su obra El contador de arena se considera un tratado acerca de la forma en que opera la percepción humana. Lo que el griego hizo en esta obra fue tratar de calcular los granos de arena que se requieren para llenar el universo. Para lograr esto, analizó los fenómenos de percepción humana.

Sin embargo, se estima que el verdadero fundador de la psicofísica fue Hermann Von Helmholtz. Este era un médico y físico alemán que estudió a fondo los procesos de percepción del ojo y del oído humanos. Mezcló sus conocimientos de fisiología con los de física y así obtuvo interesantes conclusiones.

Uno de sus alumnos, Wilhelm Wundt, desarrolló aún más estos conceptos. Él fue la primera persona en crear un laboratorio de psicología experimental. Lo hizo en Leipzig, en 1879. Allí comenzó a estudiar los procesos sensoriales básicos, así como los contenidos de la conciencia. Esto lo llevó a escribir una obra fundacional de la psicofísica: Principios de psicología fisiológica.

Weber y Fechner

La psicofísica alcanzó la mayoría de edad gracias a los aportes de Weber y Fechner. El primero de ellos hizo una serie de experimentos relacionados con el umbral de detección de estímulos. Se dedicó a precisar cuál era la distancia necesaria para que un estímulo fuera captado de forma fragmentada, lo cual se denomina “umbral de detección dual”.

Más adelante, Fechner amplió y profundizó los conceptos de Weber y así nació la ley de Weber-Fechner. Esta se refiere al concepto de umbral absoluto, es decir, el mínimo de estimulación necesaria para captar un estímulo. Así mismo, se relaciona con el concepto de “umbral diferencial” o la diferencia requerida para que se perciban cambios en un estímulo.

La ley de Weber-Fechner es la primera de la psicofísica. Plantea esto: “el menor cambio discernible en la magnitud de un estímulo es proporcional a la magnitud del estímulo”. Un ejemplo para entender ese postulado puede ser el siguiente: si una persona tiene en una mano un peso de 100 gramos y en la otra mano se le pone un peso de 105 gramos, no notará la diferencia. En cambio, si el segundo peso es de 100 gramos, sí la sentirá. Por lo tanto, el umbral es de 10.

Si en cambio sostiene un peso de 1000 gramos y en la otra mano se le pone un peso de 1010 gramos, no notará la diferencia. En cambio, si el segundo peso es de 1100 gramos, lo percibirá. En este caso, el umbral es de 100.

Las aplicaciones de la psicofísica

La psicofísica se emplea sobre todo en el campo laboral, con mayor énfasis en los trabajos que requieren de respuestas específicas. Por ejemplo, un controlador de aviones, un piloto o quien trabaja a grandes alturas deben tener una respuesta adecuada ante ciertos estímulos. Solo así son aptos para la labor.

Por lo general, se aplican una serie de pruebas para medir la percepción y respuesta de las personas a determinados estímulos. A partir de esto se elabora un informe psicofísico que resume los resultados de los exámenes. El resultado final se contrasta con una escala predeterminada y así se sabe si el puntaje le permite a una persona realizar determinada labor.

Algunos piensan que la psicofísica es la rama “más científica” de la psicología. Sin embargo, esto es inexacto, ya que da por descontado que solo es “científico” lo medible o aquello que se puede probar en un laboratorio, cuando no es así.