domingo, 7 de mayo de 2023

¿Por qué deberías jugar más?

El juego, más que una actividad, es un enfoque. Su esencia tiene que ver con priorizar la diversión y la exploración, sin que necesariamente tenga que verse perjudicado el rendimiento a largo plazo. De hecho, en muchos casos, lo que se consigue es justo lo contrario.

El juego existe en todos los rincones del mundo desde tiempos inmemorables. Se caracteriza por ser una actividad placentera que consiste en movernos libremente, representar personajes, crear mundos, pensar estratégicamente y resolver problemas de una forma innovadora. Al fin y al cabo, jugar es aprender divirtiéndonos.

Es frecuente que este hábito vaya disminuyendo a medida que vamos creciendo. De niños jugamos gran parte del día: en casa, en la escuela, en el parque (es lo principal, casi lo más importante). Solos, con amigos, con hermanos u otro familiar. Ahora bien, el juego en la edad adulta suele ser cada vez más esporádico, pues lo percibimos como “una pérdida de tiempo”. Pasados los 20, nuestras responsabilidades tienen cada vez más peso. El tiempo no laboral a menudo se reduce a mirar televisión.

La cuestión es que el juego nos aporta mucho más que diversión. Los beneficios que obtenemos a partir de él son verdaderamente significativos y potencian una calidad de vida saludable. Los adultos deberíamos jugar más…

El juego en la infancia

Durante la niñez es uno de los elementos principales y más significativos del desarrollo físico, cognitivo y social. Hacerlo promueve la curiosidad y la imaginación, favorece las habilidades sociales y ejercita la concentración. Además, el juego permite a los niños comprender su entorno y desarrollar habilidades para adaptarse a él. A su vez, se convierte también en un canal por el que expresan sus necesidades y emociones, y que tiene un gran valor en terapia.

En definitiva, a través de actividades lúdicas, los niños conocen el mundo exterior, y también a sí mismos, de una forma voluntaria y placentera mientras que despliegan una serie de destrezas que los beneficiarán el resto de su vida.

Cabe destacar que cualquier actividad lúdica contribuye al desarrollo cerebral, ya que estimula la creación de nuevas conexiones neuronales en la corteza prefrontal del cerebro. Por esto, desde el punto de vista pedagógico, los juegos tienen una importante potencialidad educativa. Los pequeños en edad preescolar y escolar aprenden mediante una actividad que tiene lugar en un contexto no amenazante y de baja presión: el juego espontáneo.

Grandes referentes de la psicología han pensado y escrito sobre el juego: Erik Erickson describe al juego infantil como un medio al alcance de los niños para ganar autonomía, mientras que Vygotsky destaca su peso como regulador de la conducta. Por su parte, Melanie Klein le otorga un papel fundamental en el espacio psicoterapéutico con niños. Considera que el juego en el niño es el equivalente a la asociación libre del adulto, técnica psicoanalítica por excelencia.

La importancia de seguir jugando

Si bien muchas personas entienden que es una práctica exclusivamente infantil, el aspecto lúdico no desaparece con la edad, sino que se transforma. Aparecen otras formas de juego, generalmente orientadas a establecer vínculos entre pares y negociar las demandas del mundo adulto.

Los deportes, ciertos videojuegos, el ajedrez y otros juegos de estrategia conforman el grupo de juegos socialmente aceptados como forma de distracción para personas adultas. Sin embargo, no hay nada malo en jugar juegos más excitantes. ¡Despeinarte y reírte a carcajadas no te hará menos adulto!

Claro que la forma que adquiere el juego tiende a alterarse de acuerdo a la edad cronológica e intereses particulares de la persona, pero lo cierto es que la necesidad de lo lúdico se mantiene incluso siendo responsable de un trabajo y una familia. A través del juego ganamos bienestar, aprendizaje y crecimiento. En este sentido, entendemos que jugar siendo adultos no solo es válido, sino recomendable. 

Beneficios del juego
Recuperar una de las experiencias más placenteras de la existencia humana se convierte en prácticamente una necesidad cuando somos capaces de reconocer sus beneficios. Aquí, algunos de ellos:
  • Estimula la imaginación y creatividad.
  • Favorece la socialización.
  • Reduce el estrés y la ansiedad.
  • Nos ayuda a conectarnos con nosotros mismos.
  • Ayuda a ejercitar y conservar la memoria.
  • Permite mejorar la regulación emocional.
  • Potencia la tolerancia a la frustración.
  • Promueve la resolución de conflictos de forma innovadora.
Desafortunadamente, resulta más que cotidiano subestimar el valor del juego una vez que nos vemos inundados por obligaciones del mundo adulto. Estamos preocupados por invertir nuestro tiempo y energía en actividades que consideramos productivas, sin advertir que la productividad no se reduce a generar dinero o resolver problemas.

Cuando dejamos de ser niños, el juego no es una forma de conocer y experimentar al mundo, debido a que ya conocemos gran parte de él. Es decir, en algún momento dejan de sorprendernos los colores, las texturas, los animales y todo aquello que nos rodea en la cotidianeidad.

Sin embargo, el juego nos permite acercarnos a realidades que aún desconocemos y a desafiarnos a nosotros mismos, alejándonos de nuestra zona de confort. Además, jugar es una herramienta maravillosa que nos ayuda a sentirnos menos estresados y más felices, pues el objetivo último es disfrutar del momento presente, más allá del resultado. ¿Qué esperas para incorporar más actividades lúdicas a tu vida diaria?

sábado, 6 de mayo de 2023

Computación afectiva, ¿de qué se trata?

La computación afectiva va a permitir que en el futuro las máquinas, en particular los robots, se integren a la vida de los humanos de una forma empática y agradable. Esto es un importante avance, pero no deja de resultar inquietante.

La computación afectiva es un nuevo campo de investigación que evoluciona en la intersección de varias disciplinas clásicas. Compete, por supuesto, a la informática, pero también tiene que ver con la psicología y la sociología, entre otras áreas. Dicho de una manera muy sencilla, esta rama evoluciona alrededor de un objetivo extraordinariamente ambicioso: conseguir que las máquinas tengan empatía o que, al menos, se comporten como si la tuvieran.

Lo que pretende la computación afectiva es detectar, registrar y comprender las emociones humanas. ¿Para qué? Si conseguimos una traducción en términos computables, seríamos capaces de desarrollar una tecnología más capaz de ayudarnos desde una simbiosis mucho más avanzada con el ecosistema humano.

Se habla de computación afectiva desde 1995. De hecho, ya la podemos apreciar en los ordenadores, teléfonos móviles y dispositivos similares. El solo hecho de que un ordenador pregunte algo y le dé la opción al usuario de elegir el camino a seguir es una materialización de ese rudimento de empatía.

La computación afectiva

La primera persona en hablar sobre la computación afectiva fue la doctora Rosalind Picard, directora de Affective Computer Group del Media Lab en el MIT. En 1995, publicó un artículo en la revista Wired sobre el tema. El texto no se tomó muy en serio, ya que el mundo de la informática estaba más preocupado por aumentar la potencia de las máquinas antes que su capacidad para comprender las emociones.

Sin embargo, las cosas cambiaron con el tiempo. Los múltiples avances fueron demostrando que no era suficiente crear dispositivos capaces de realizar muchas funciones. También era importante que los usuarios de esos aparatos pudieran apropiarse de ellos e incorporarlos a su vida sin sentir que estaban haciendo “algo extraño”.

Así pues, se han ido introduciendo mejoras en las máquinas para que sean cada vez más capaces de detectar e interpretar las emociones humanas. No se trata de que comprendan la afectividad, en estricto sentido. Más bien tiene que ver con la capacidad de “leer” la presencia de los sentimientos  en los seres humanos y tenerlos en cuenta antes de pasar a la acción.

La importancia de la empatía

Hoy en día se están empleando aparatos para muchas funciones que antes no realizaban. Un dispositivo o un espacio digital sirven, por ejemplo, para atender el reclamo de los clientes en “primera línea” o primera instancia. Así, estos aparatos o programas tienen la capacidad de ir guiando al usuario hasta que encuentre una respuesta a su necesidad o sea redirigido a un humano.

Se trata de una función simple en la que se aplica la computación afectiva. Estas aplicaciones, muchas veces, detectan la confusión del usuario y le ofrecen alternativas para que aclare lo que quiere preguntar o para que dé los pasos necesarios para lograr lo que se propone. Otros aparatos o aplicaciones más sofisticadas hacen lo mismo a una mayor escala.

Hay grandes avances en materia de robótica. Hace tiempo que se ensaya con robots para cuidar a personas enfermas o a los niños. También hay prototipos para realizar las tareas domésticas e incluso para brindar compañía. Si se pretende que todo eso funcione bien, lo recomendable es tener en cuenta la subjetividad humana.

La biometría

¿Cómo se implementa la computación afectiva en esencia? Hasta el momento lo que se ha logrado es que las máquinas capten determinadas señales fisiológicas y que respondan a ellas. Así pues, el ser humano emite determinadas señales cuando experimenta una emoción. Los demás humanos las captamos, pero no somos conscientes de ello. Una máquina sí puede detectarlo directamente.

Los dispositivos emplean sensores, los cuales pueden ser de distintos tipos. Una cámara, por ejemplo, será capaz de registrar las expresiones faciales y procesar lo que hay detrás de ellas. De hecho, la expresión facial es una intensa línea de investigación dentro de la computación afectiva. Los gestos son interpretados y se responde en consecuencia.

Así mismo, ya existen dispositivos que miden el estado de ánimo de un conductor en carretera. Captan su ritmo cardiaco y respiratorio, la presión que ejerce sobre el volante, la expresión de su rostro, etc. Esto les permite enviar mensajes para que reduzcan el estrés, como sugerir determinada música o ruta.

Ese es el estilo que terminará imponiéndose en las máquinas con las que interactuemos. Cada vez tendrán mayor “empatía”, lo cual es fundamental en ámbitos como la salud. Sin embargo, todos sabemos que se trata de una respuesta programada y no natural, como la que podría darnos otro humano. ¿Será suficiente?

viernes, 5 de mayo de 2023

¿Cómo alcanzar acuerdos en temas delicados dentro de las relaciones afectivas?

En el contexto de la pareja, por norma, solemos pensar que los acuerdos implícitos son más y de mayor profundidad de los que en realidad existen. Así, en ocasiones, suelen aparecer conflictos que ni sospechábamos. Entonces, ha llegado el momento de negociar. Y es muy importante saber cómo.

¿Alguna vez te has visto en una situación incómoda o muy estresante en tu relación de pareja? ¿Te has sentido, quizá, en la obligación de realizar algo que no deseabas? Este es un territorio velado del que no se habla demasiado. Lo es porque muy a menudo se asume que en el universo de los vínculos afectivos, la flexibilidad es más alta de la real.

Sin embargo, nos sorprenderíamos de la cantidad de dinámicas del día a día que requerirían un acuerdo explícito de ambas partes. De hecho, si lo pensamos bien, buena parte de nuestros problemas en el ámbito del amor vienen, precisamente, por la sobrecarga de frustraciones, molestias y angustias no abordadas.

Los consentimientos en las relaciones afectivas implican algo más que dar permiso para una actividad o comportamiento concreto. Es necesario una argumentación conjunta de por qué determinadas conductas es mejor limitarlas o no llevarlas a cabo. Es importante también que exista comprensión y respeto en estos límites consensuados que remarán a favor del bienestar en ese vínculo.

¿Qué son los consentimientos en las relaciones afectivas?

Cuando hablamos del tema del consentimiento, quizás lo primero en lo que pensemos sea en el aspecto sexual. Es cierto que este ámbito es tradicionalmente controvertido, en el que es común pensar que, cuando somos pareja, lo que quiere uno también le apetece el otro. Cuando no es así. Hablamos de un ámbito en el que es decisivo llegar a acuerdos satisfactorios y para ello es necesario comunicar deseos y necesidades.

Sin embargo, los consentimientos en las relaciones de pareja van incluso más allá del sexo. Imaginemos una situación en que el ser amado tiene la habitual costumbre de usarnos como esa pared sobre la que proyectar toda su negatividad. Es decir, deja caer sobre nosotros todas sus frustraciones, odios y resentimientos que arrastra procedentes, por ejemplo, del trabajo o de su familia.

Ser pareja implica dejar espacio para compartir problemas mutuos y ofrecer soporte, es verdad. Sin embargo, hay límites emocionales que es necesario respetar para no sobrecargar al otro. Nadie tiene por qué usarnos, por ejemplo, de recipiente en el que arrojar todo el malestar interno. La sobrecarga a la que puede llevarnos algo así puede ser inmensa.

Profundicemos en esos límites y acuerdos a los que deberíamos llegar con el ser amado.

La intimidad personal, un derecho a menudo vulnerado

Tal y como hemos señalado, muchas de nuestras tensiones a nivel relacional son el resultado de comportamientos que traspasan nuestros límites. Hay conductas que no siempre hemos sabido cómo detener y que terminan, tarde o temprano, colmando la paciencia, la dignidad y el bienestar.

En esta dimensión entran sin duda infinidad de situaciones. No obstante, hay una esfera donde son frecuentes las desavenencias y en la que, a menudo, se asume también que hay un consentimiento implícito.

  • Los consentimientos en las relaciones afectivas también tienen que ver con el respeto a la intimidad en todas sus formas. Puede que nuestra pareja tenga la costumbre de cogernos el móvil y leer nuestras conversaciones. También usar nuestro ordenador personal o tableta. Puede incluso que tenga la costumbre de compartir nuestros problemas con sus amistades o familia. E incluso que sea habitual en ella entrar al baño cuando estamos nosotros y esto no nos agrada.
Todas estas situaciones relativas a la intimidad requieren de una adecuada comunicación en la que consensuar qué es permisible y qué no lo es. El respeto, la comprensión y el cumplimiento de esos límites marcados es clave.

Los límites emocionales y la línea difusa que los separa

Las violaciones a los límites en una relación también tienen que ver con el ámbito emocional. Y este es probablemente un área que nos genere cierta contradicción. Antes dábamos el ejemplo de la persona que lidia con estrés laboral o con disputas familiares. Tengámoslo en cuenta: es necesario consensuar también con la pareja en qué momento es más adecuado para hablar de aquello que le preocupa, indigna o enfada.

No siempre nos sentimos en disposición y ánimo de poder escuchar a la pareja como deseamos y merece. Asimismo, también es necesario tener en cuenta el tipo de comunicación que se usa en estas situaciones. Muchas veces, la carga emocional asociada a nuestros problemas es tan intensa que, casi sin darnos cuenta, acabamos usando una comunicación violenta con el otro.

Una investigación del Kobe College de Japón, por ejemplo, inciden que el contagio emocional en el seno de las relaciones afectivas es muy elevado. Por tanto, es necesario también poner límites en este aspecto. Todos lidiamos con nuestras desavenencias en otras áreas ajenas a nuestra relación de pareja y, si bien es permisible compartir esos problemas, es necesario cuidar el modo en que lo hacemos. 

El sexo y los consentimientos en las relaciones afectivas

“¿Tengo el consentimiento de mi pareja para tener contacto físico o interacción sexual siempre que yo quiera?”. Por llamativo que nos parezca, no todos los miembros de una relación se hacen esta pregunta. Por término medio se asume que, por el mero hecho de estar en un vínculo afectivo, la disposición del otro es absoluta.

Las suposiciones o dar por sentadas ciertas realidades nunca son buenas y menos en una relación de pareja. Los consentimientos en las relaciones afectivas también requieren saber si la otra persona desea tener sexo o practicar ciertas técnicas sexuales. La comunicación en este ámbito es prioritaria, como también lo es clarificar y articular límites.

En esencia, es cierto que cuando llevamos tiempo con una pareja solemos instalarnos en la rutina relacional. En este contexto, es fácil asumir que todo está permitido. Descuidamos el importante acto de volver atrás y monitorear activamente esos acuerdos que construimos al inicio. En caso de no haberlo hecho, de haber olvidado este importante aspecto, es hora de ponernos a ello.

jueves, 4 de mayo de 2023

Puedes cambiar de pareja, pero no cambiar a tu pareja

Hay quien piensa que si su pareja tuviera otro carácter o dejara de tener ciertas "manías" todo sería perfecto. Esperar a que el ser amado sea como nosotros queremos es un esfuerzo inútil en el que muchas personas caen una y otra vez.

¿Te gustaría que tu pareja cambiara? ¿Que fuera más atenta, más razonable y costara mucho menos llegar a acuerdos con él o con ella? No eres el único. Porque si hay un deseo soterrado en muchos de nosotros es que el ser amado tuviera menos aristas, menos manías y una cuota menor de idiosincrasias. Esas que, a veces, nos llevan de cabeza en el día a día.

Todos tenemos defectos y más de una particularidad. Sin embargo, aún hay quien anhela encontrar a la pareja perfecta. Alguien que satisfaga uno por uno todos sus criterios de lo que es el compañero o compañera ideal. Es más, no falta quien inicia una relación dando por sentado que puede cambiar esos matices que no le terminan de agradar de la otra persona.

Al fin y al cabo, “si me quiere, hará esto por mí”, se dicen a sí mismos. Porque esas banderas rojas que se advierten casi a la primera, irán limándose con el tiempo —argumentan en sus adentros—, porque “el amor todo lo puede”. Sin embargo, el tiempo pasa y lo que no termina de gustar del otro, no solo persiste, sino que se intensifica hasta hacer la convivencia imposible.

Tengámoslo claro. Nadie puede obligarnos a cambiar, ni nosotros podemos exigírselo a nadie. Cada cual tiene su recorrido, sus matices y singularidades. Todos somos seres imperfectos intentando aceptar la particularidad ajena para poder convivir.

No puedes cambiar a tu pareja, pero hay aspectos que sí puedes solicitarle

A la hora de convivir en pareja, todos hemos hecho más de un ajuste para que esa relación funcione. Los pequeños y los grandes sacrificios cimientan los vínculos afectivos. Uno puede dejar su lugar de residencia para trasladarse con la otra persona. También podemos esforzarnos por limar aspectos de nuestro carácter y lograr un vínculo más satisfactorio y feliz.

Los cambios, en buena parte de los casos, sí son necesarios y aportan ese nutriente con el que el lazo crece y se fortalece. Sin embargo, hay solicitudes de cambio que no son razonables. Hay demandas del todo imposibles, además de dañinas. Porque quien exige a la pareja ser de otro modo, lo que está haciendo en realidad es invalidarlo como persona. 

Sin embargo, ¿dónde está el límite? ¿En qué punto se halla esa sutil frontera en la que un cambio es beneficioso para ambos o perjudicial para uno solo? Lo analizamos.

Aspectos que nunca podrás cambiar en el ser amado

La casualidad, el destino o nuestras propias decisiones hacen que en un momento dado encontremos a alguien. Alguien que nos cautiva y a quien le abrimos las puertas del corazón. Esa persona de la que nos enamoramos arrastra consigo no solo su propia personalidad, también una mochila de repleta hasta arriba particularidades y singularidades.

No podemos quitarle nada de lo que lleva tras de sí. Amar supone querer a alguien en su totalidad, con sus luces y sus sombras. No a pedazos, ni exigiendo con qué debe quedarse y qué debe dejar atrás. No puedes cambiar a tu pareja. L os aspectos que son inamovibles son los siguientes:

  • Su pasado. Todos somos el resultado de nuestras propias historias, vivencias, relaciones pasadas, instantes felices y algún trauma. Nada de eso puede borrarse.
  • No podemos cambiar la personalidad del ser amado. Introvertido, extrovertido, altamente sensible, terco, ambicioso, tímido, sociable, neurótico… Quien no acepta la forma de ser de la pareja, es que no la ama.
  • No puedes cambiar sus valores.
  • Su sentido del humor.
  • Sus aficiones.
  • No puedes cambiar su círculo social, sus amistades, sus raíces.
  • Tampoco puedes imponerle que cambie sus metas, sus propósitos vitales.
  • Asimismo, tampoco puedes exigirle que cambie sus opiniones, sus creencias, su estilo de vestir, sus gustos en cualquier área.
No puedes cambiar a tu pareja, pero puedes hacerle ciertas solicitudes

Si el ser amado evidencia una conducta que no nos agrada o que hace difícil la relación, sí es conveniente solicitar cambios. Tener una pareja hermética y poco comunicativa es un claro ejemplo de ello. De este modo, una investigación de la Universidad de Toronto, de Dalhousie y Rochester abordaron este tema.

Solicitar a la pareja un cambio es algo común, sobre todo, cuando hay conflictos y situaciones angustiosas. Lo que vieron en este estudio es que esos cambios solo acontecen cuando la persona es capaz de regular sus emociones y reevaluar la situación. Es decir, hay momentos en que sí es lícito, permisible y recomendable pedir al otro que varíe algo en su comportamiento. Estos serían algunos ejemplos:
  • Podemos solicitar cambios cuando aparece una dinámica dañina que pone en jaque la relación.
  • Es conveniente también pedir a la pareja que modifique su conducta cuando esta también es perjudicial para sí mismo (adicciones, problemas psicológicos que no atiende, etc.).
Por otro lado, es importante tener en cuenta que cuando hacemos estas solicitudes es bueno apoyar, servir de guía.  Asimismo, si nuestra pareja no está de acuerdo y opina que no tiene por qué hacer lo que le pedimos, es evidente que surge un problema. En estos casos solo caben dos opciones. La primera es claudicar y aceptar esa situación conflictiva. La segunda es dejar esa relación.

Imponer al otro que sea como queremos no es una opción

Si uno de nuestros objetivos es encontrar a la persona perfecta o, más aún, convertir a nuestra pareja en alguien que no es, tenemos un problema. Imponer a una persona que sea como nosotros queremos no es una opción. Es una forma de manipulación y de agresión interpersonal. Evitémoslo.

Ahora bien, sabes ya que no puedes cambiar a tu pareja, pero sí hay algo permisible. Puedes pedir cambios que estén orientados a solucionar problemas en la relación. A veces, un cambio es una forma de crecimiento y lejos de ser una pérdida, supone una ganancia a todos los niveles. Tengámoslo presente.

miércoles, 3 de mayo de 2023

¿Por qué las personas ya no son genuinas?

¿Has notado que cada vez cuesta más encontrar personas auténticas? Son muchos los que viven de las apariencias, de las falsedades, los que no se atreven a ser ellos mismos de manera genuina y plena. Te explicamos a continuación cuáles pueden ser las causas.

Decepciones, comportamientos incomprensibles, vínculos cada vez más frágiles… Parece que en los últimos tiempos se han reproducido especialmente las personas de doble fondo, las que aparentan una cosa y terminan siendo otra. La autenticidad y el carácter genuino son rasgos en peligro de extinción. Algo que, lamentablemente, resta potencial y pone en jaque muchas de nuestras relaciones.

¿Qué está sucediendo? Para empezar cabe señalar que aún hay hombres y mujeres honestos y transparentes. Esto explica por qué, cuando conocemos a alguien con dichas características, gravita hacia él y no los dejemos escapar. Solo así los lazos de amistad, de compañerismo y de pareja son más enriquecedores, más fiables, menos volátiles y también felices.

Lo que sucede es que en nuestra sociedad, la educación recibida y el universo de las redes sociales difuminan la confianza en uno mismo y opacan el verdadero YO. Hay muchas variables que limitan el derecho y el deber de ser genuinos. El miedo a ser uno mismo es la enfermedad del mundo moderno y esto explica buena parte de nuestros malestares y relaciones frustradas.

Muchas personas ya no son genuinas y estas son las causas

Si hay unas criaturas genuinas en este mundo son los niños. Nos fascina su personalidad chispeante, su arrolladora curiosidad, ese carácter auténtico que embelesa, que es espontáneo y que carece de todo tipo de filtros. Sin embargo, con los años, factores como la educación, la propia sociedad y los medios de comunicación, le inocularán contaminantes que apagarán, en parte, su halo de honestidad.

Ahora bien, tampoco podemos dejar toda la responsabilidad en lo que nos envuelve. Si muchas personas ya no son genuinas es porque tienen problemas para lograrlo. Porque revelar nuestro verdadero yo requiere de una buena dosis de valentía, además de, en muchos casos, romper con la tentación o la costumbre.

No es una tarea fácil, porque en un mundo que nos prefiere iguales, tener voz propia es una osadía que solo unos pocos se atreven a demostrar. Conozcamos esas variables que dificultan esta valía, este impulsor del bienestar humano.

Vivir de manera genuina requiere una gran labor en materia psicológica

En un estudio publicado en la revista Annals of the American Psychotherapy se destaca la importancia de la autenticidad para lograr un adecuado bienestar y equilibrio mental. Si esto es así, se debe a una razón. Ser genuino requiere, como hemos señalado, de una labor constante por preservar nuestra esencia, nuestros valores y carácter auténtico.

Si las personas ya no son genuinas es porque no desarrollan una auténtica autoconciencia. Tomar contacto con sus emociones, pensamientos y necesidades, para vivir de acuerdo a ellas, es esencial.

Quien sitúa la mirada solo en el exterior para saber que se espera de él, descuidando el interior, queda atrapado en la obligación de representar un papel. Ese con el que encajar en sociedad, olvidándose por completo de sí mismo.

Aparentar lo que no somos para ser aceptados

Si el niño de 5 años se define por la más inocente y pura honestidad, el preadolescente de 12 años ya no lo es tanto. Al llegar a la pubertad, uno toma conciencia de la necesidad de encajar y de ser aceptado por sus iguales. Porque quien no es igual a los demás, se le señala, se le rechaza y hasta se le ataca.

Es en ese momento, cuando se inicia un lento y progresivo desprendimiento de nuestro yo individual, para vestirnos con un yo colectivo. Buscar la aprobación ajena y aparentar lo que uno no es para integrarse en su grupo social aniquila nuestras esencias y autenticidad.

Las redes sociales diluyen nuestro auténtico yo

Si las personas ya no son genuinas se debe en buena parte a las redes sociales. Esto es patente entre la población más joven. Ahora mismo, los adolescentes usan las nuevas tecnologías como espejos para definirse, para comprender el mundo. El universo digital es ese escenario en el que asomarse para poner en práctica la siempre peligrosa comparación social.

Un estudio de la Universidad de Latvia, en Letonia, por ejemplo, destaca esto mismo. Los medios digitales son esos mecanismos que ahora mismo sirven para el desarrollo de la identidad de los adolescentes. Esto explica factores como ese yo frágil atenazado por la baja autoestima, por el rechazo al propio cuerpo y por relaciones cada vez más volátiles.

La tiranía del like provoca que no se refuerce o premie lo auténtico, sino lo normativo (lo que socialmente se considera bello, apto y aceptable).

Las personas ya no son genuinas porque no reconocemos la autenticidad humana

¿Sabrías reconocer a la persona honesta? ¿Sabes cuándo alguien actúa de manera genuina sin máscara alguna? Es muy posible que tú si puedas hacerlo, pero son muchos los que no lo hacen. Esto mismo es lo que nos revela un estudio de la Universidad de Columbia. Hemos llegado a un punto en el que abundan los que no diferencian al farsante del que camina por la vida con el corazón en la mano.

Pensemos, por ejemplo, en quien se permite ser vulnerable, en los que expresan sus emociones de manera clara. Cuando alguien demuestra sus sentimientos, se le puede tachar de dramático y falso. Esto provoca, sin duda, que terminemos reprimiendo lo que sentimos por miedo a la crítica y al desprecio.

Puede que, si las personas ya no son genuinas sea, sencillamente, porque no nos dejan. Porque hay temor a que la autenticidad sea mal entendida e incluso sancionada. Tenemos, sin duda, un largo recorrido que transitar aún…

martes, 2 de mayo de 2023

La técnica del pastel: ¿cómo nos ayuda a repartir mejor las responsabilidades?

La técnica del pastel nos permite reajustar nuestra percepción de la realidad, especialmente en lo que a atribuciones se refiere. Así, en este artículo, te contamos cómo puedes utilizarla en tu favor.

Los seres humanos realizamos atribuciones respecto a todo lo que ocurre en nuestra vida. ¿Quién ha tenido la culpa de esta pelea? ¿Por qué he suspendido este examen? ¿Por qué motivo la empresa logra tan pocas ventas? La respuesta que damos a estas cuestiones condiciona cómo nos sentimos y cómo actuamos al respecto; sin embargo, nuestras atribuciones no siempre son las más acertadas. Por esto, la técnica del pastel puede sernos útil.

¿Cuántas veces no hemos sido tajantes, injustos y extremistas a la hora de atribuir responsabilidades? Culpamos plenamente a nuestra pareja por las discusiones, o nos machacamos por algo que salió mal sin tener en cuenta otras variables ajenas a nosotros.

Así, pararnos un momento a reflexionar puede marcar la diferencia en lo que se refiere a la calidad de nuestras acciones, de nuestros pensamientos o de nuestras emociones.

¿Qué es la técnica del pastel?

La técnica del pastel es una herramienta muy sencilla y empleada con diferentes objetivos en el ámbito de la psicología y el desarrollo personal. Su base es simple: se trata de dibujar un gran círculo en una hoja de papel y, a continuación, dividirlo en secciones (como si fuesen las porciones de un pastel). Cada una de estas secciones representará algo diferente en función del objetivo con el que empleemos la técnica.

Por ejemplo, si estuviésemos usando esta herramienta para lograr una mejor gestión de nuestro tiempo, cada “porción del pastel” simbolizaría una de las actividades u obligaciones que tenemos en el día a día. Pero, en este caso, su uso es algo diferente.

Si vamos a utilizar esta técnica para reatribuir responsabilidades, hemos de comenzar escribiendo en la parte superior el “título” de la situación, lo que ha ocurrido. Por ejemplo, suspenso en un examen o discusión de pareja.

A continuación, pensamos y enumeramos todas las personas o factores han podido contribuir a ese resultado, y les otorgamos un porcentaje de responsabilidad en lo sucedido.

Con estos datos, dividimos en segmentos o porciones el círculo (respetando los porcentajes) y escribimos el nombre de la persona o el factor correspondiente. El resultado será una representación gráfica de la situación, que nos permite observarla con perspectiva y con profundidad, en lugar de dejarnos llevar por nuestra impresión inicial.

Ejemplo de uso de la técnica del pastel

Pongamos un ejemplo para comprender mejor cómo se utiliza. Imagina que un adolescente ha suspendido un examen y echa toda la culpa a un profesor que “le tiene manía”. Al pararse a analizar la situación, puede encontrar muchos otros factores a considerar:
  • No ha estudiado lo suficiente.
  • No comprende bien la materia, aunque se haya esforzado.
  • Ha cometido algunos fallos por no haber descansado bien la noche anterior.
  • Le han tocado algunas preguntas que no llevaba bien preparadas.
Este ejercicio no solo permite realizar una atribución más ajustada de la responsabilidad, sino que nos suele hacer que ajustemos el grado de control que tenemos sobre una determinada situación.

En la idea de que es culpa del profesor, no hay nada que se pueda hacer. En este caso es posible tomar medidas para la próxima vez, como apuntarse a una academia para reforzar y clarificar conocimientos, estudiar con más antelación o dormir lo suficiente antes del examen.

Otro ejemplo podría ser el de una empresa que no consigue las ventas o los resultados esperados. Lo más sencillo es culpar al vendedor por no realizar bien su trabajo, pero en realidad puede haber más factores que influyen. Por ejemplo:
  • El producto presenta fallos o carencias importantes.
  • La estrategia de marketing no está bien diseñada.
  • Los gerentes no logran motivar e incentivar a sus empleados y estos rinden menos.
  • El servicio de atención al cliente es deficitario y esto hace perder ventas a la empresa.
Desde esta perspectiva, son muchas más las personas implicadas que han de asumir una responsabilidad, no solo el vendedor. Además, hay muchos más frentes que abordar para realizar mejoras.

Aplica esta herramienta para hacer valoraciones más ajustadas en el día a día

La técnica del pastel puede utilizarse en cualquier situación cotidiana en la que sintamos que estamos siendo poco justos o muy dicotómicos al atribuir la responsabilidad. Es especialmente necesaria en las relaciones personales, cuando los conflictos y malos entendidos se reproducen. Gracias a ella podremos dejar de culpar al otro y contemplar otras variables, así como asumir nuestra propia responsabilidad.

Pero, además, puede ser necesaria para prevenir o intervenir en ciertos trastornos psicológicos. Por ejemplo, es común que las personas con depresión hagan atribuciones internas para los eventos negativos (se culpen a ellas mismas) y externas para los positivos (no se atribuyan mérito en sus logros). Ajustar estas valoraciones es muy necesario.

También puede ser útil en ciertos trastornos de ansiedad. Por ejemplo, ante síntomas fisiológicos, como la taquicardia o la dificultad respiratoria es importante poder atribuirlos a causas no peligrosas para reducir la crisis de pánico.

En definitiva, la técnica del pastel es una herramienta sencilla, versátil y muy funcional que podemos aplicar en múltiples situaciones.



lunes, 1 de mayo de 2023

Se descubre la molécula que rejuvenece cerebros envejecidos

¿Te imaginas poder disponer de un fármaco en el futuro capaz de rejuvenecer nuestros cerebros? Evitaríamos, por ejemplo, las enfermedades neurodegenerativas. Ese día está cada vez más cerca gracias a este descubrimiento.

Puede que, dentro de poco, todos podamos vivir más de cien años. Es posible, incluso, que tengamos asentamientos en otros planetas y que la domótica haga de nuestras casas hogares más cómodos y estimulantes. Pero lo cierto es que el futuro no será realmente esperanzador si no logramos erradicar enfermedades tan devastadoras como el alzhéimer.

Uno de los objetivos de la ciencia es permitirnos llegar a edades avanzadas en mejores condiciones físicas y neurológicas. Por ello, ese devenir en el que las enfermedades neurodegenerativas ya no hagan mella tan profunda en el ser humano está cada vez más cerca. Este mismo año, diversas universidades estadounidenses dieron con un hallazgo revolucionario.

Una proteína que está presente en el líquido cefalorraquídeo de los sujetos más jóvenes favorece la producción de oligodendrocitos. Es decir, es capaz de “rejuvenecer” cerebros envejecidos. Cabe señalar, además, que aunque este hallazgo se ha hecho en modelos animales, no tardará demasiado en iniciarse la experimentación en humanos.

Por tanto, es muy posible que en los próximos años podamos ayudar al cerebro enfermo a regenerarse para recuperar la memoria, y esa vida desvanecida en el olvido neuronal. Algo extraordinario, no hay duda.

Fgf17, la molécula que rejuvenece cerebros envejecidos

Para comprender este hallazgo es necesario hablar del neurocientífico de la Universidad de Stanford, el doctor Tony Wyss-Coray. Lleva más de dos décadas investigado cómo funcionan diferentes moléculas de la sangre y, en concreto, del líquido cefalorraquídeo. Al parecer, hay diferentes sustancias capaces de acelerar el envejecimiento cerebral y de ralentizarlo.

Ahora bien, si por algo ha tenido repercusión este estudio publicado en la revista Nature es por un detalle. El equipo del doctor Wyss-Coray ha descubierto una molécula que rejuvenece cerebros envejecidos. En concreto, la fgf17. Es decir, este compuesto lo que lograría sería, ni más ni menos, que un aumento de la actividad neuronal, su regeneración y la recuperación de procesos cognitivos perdidos.

Debemos recordar que, a día de hoy, no tenemos ningún tratamiento efectivo para tratar las demencias o cualquier enfermedad neurodegenerativa. Si el objetivo que se tenía hasta hace poco era lograr, al menos, alguna fórmula que ralentizara la degeneración, ahora se abren otras perspectivas. En caso de lograr un fármaco con dicha molécula, lograríamos regenerar un cerebro enfermo.

Aplicar LCR (líquido cefalorraquídeo) joven a sujetos mayores

Es posible que, a grandes rasgos, la técnica suene un tanto cinematográfica e incluso inquietante. Sin embargo, ha podido verse que si se aplica líquido cefalorraquídeo de un sujeto joven a uno anciano, este último cambia exponencialmente. Lo que sucede es que empiezan a producirse oligodendrocitos.

Los oligodendrocitos son células que forman la vaina de mielina y que resultan esenciales para el sistema nervioso central. Su función principal es producir mielina, esa capa que facilita los impulsos eléctricos y la correcta comunicación de las neuronas. Enfermedades como el alzhéimer, por ejemplo, tienen precisamente como origen la desmielinización.

Estos resultados se vieron a nivel de laboratorio y con ratones. Aquellos animales ancianos tratados con plasma de ratones jóvenes demostraron una conducta más inteligente, rápida y ágil. Actuaban, cognitivamente, como ratones de menor edad.

¿Se ha aplicado ya la molécula que rejuvenece cerebros envejecidos a seres humanos?

Lo cierto es que una parte de los hallazgos ya se están aplicando en seres humanos. Lo que se ha hecho hasta el momento es trabajar con plasma donado por sujetos jóvenes. Ese plasma se enriquece y se administra a pacientes con alzhéimer. De momento, esta estrategia está en fase experimental y aunque se aprecian mejorías, no se ha logrado frenar ni revertir la enfermedad.

No obstante, aún no se han iniciado las pruebas con la proteína Fgf17, es decir, la molécula que rejuvenece cerebros envejecidos. En este caso, el objetivo sería sustituir el plasma enriquecido por líquido cefalorraquídeo manipulado. Tal y como explica Tal Iram, investigadora de este trabajo junto al doctor Wyss-Coray, lo que se hará es mejorar sus proteínas para rejuvenecer los cerebros enfermos.

Una esperanza para erradicar las demencias

A día de hoy, y por llamativo que parezca, se ha logrado un sinfín de veces revertir y curar el alzhéimer en ratones. Pero entre ellos y nosotros hay millones de años de evolución, y ciertos tratamientos que a estos animales les funciona, en nosotros no tienen efecto. ¿Quiere decir esto que el hallazgo de la molécula que rejuvenece cerebros envejecidos podría no funcionar? Podría suceder, pero hay esperanza.

La hay porque llevamos años trabajando con el plasma, las células madre y con la manipulación de proteínas. Se intuye que este y no otro es el camino para curar las demencias y las enfermedades neurodegenerativas. La proteína Fgf17 podría ser la esperanza terapéutica para millones de personas que el día de mañana puedan padecer alzhéimer. Tal vez, puedan recuperar sus recuerdos y, en consecuencia, su vida.