miércoles, 7 de junio de 2023

Violencia vicaria: la cara más cruel de la violencia de género

La violencia vicaria la sufren los niños, pero el objetivo último del agresor es causar sufrimiento psicológico a la madre. Exploramos en qué consiste y cuáles son sus efectos.

Cuando en los telediarios vemos noticias de padres que terminan con la vida de sus hijos, evidentemente nos escandalizamos. No podemos concebir que un progenitor sea capaz de hacer algo semejante, pero la realidad es que este tipo de acciones son la expresión máxima de una violencia de género que se viene gestando e incubando desde mucho antes. Es lo que se conoce como violencia vicaria, y hoy queremos hablarte un poco más al respecto.

Es importante señalar que el objetivo último de estos actos no es atentar contra los hijos, sino dañar a la madre de forma dramática e irreversible. Ella es la destinataria de esa violencia que pretende controlar, manipular y causar un enorme dolor; sin embargo, el objeto se desplaza hacia los hijos e hijas, que se utilizan como un medio para tal fin. Este matiz es crucial para no confundir la violencia vicaria con otras realidades, como el parricidio.

¿Qué es la violencia vicaria?

El término violencia vicaria fue acuñado en el año 2012 por Sonia Vaccaro, psicóloga clínica y perita judicial experta en violencia de género. Puede definirse como aquella violencia que busca dañar a la mujer a través de sus seres queridos. Puede darse con mascotas o personas cercanas a la víctima, pero principalmente se centra en los hijos. Así, estos niños y niñas son utilizados con el objetivo de causar sufrimiento psicológico a la madre.

Se trata de un tipo de violencia instrumental, cuyo fin es intimidar, mostrar dominio y control en una relación de poder sumamente desequilibrada y desigual.

La expresión máxima de este tipo de violencia es el asesinato de los hijos e hijas, un acto tremendamente cruel que busca destrozar psicológicamente a la madre. No obstante, hay otros modos en que se produce la violencia vicaria; por ejemplo, cuando el padre manipula a los hijos para ponerlos en contra de la madre, a base de mentiras y calumnias. Así, los niños pueden llegar a agredirla, tener una mala imagen de ella o no desear estar en su compañía.

Amenazar a los menores, maltratarlos o descuidarlos deliberadamente también puede considerarse dentro de esta categoría. Y es que todas las acciones van dirigidas a chantajear a la mujer y a llevarla a ceder y someterse al control de la pareja o expareja para evitar el sufrimiento de los niños. Por esto, es muy común que la violencia vicaria se produzca en situaciones de separación o divorcio o cuando la otra parte trata de rehacer su vida.

Algunos datos importantes sobre la violencia vicaria

Tristemente, este fenómeno está muy presente en nuestra sociedad y afecta a multitud de núcleos familiares. De hecho, desde que comenzaron a contabilizarse este tipo de crímenes en 2013, más de 40 niños y niñas han sido asesinados a causa de la violencia vicaria en España.

Por otra parte, hay ciertos factores a considerar para entender mejor en qué consiste este tipo de violencia. Un reciente estudio llevado a cabo recientemente nos muestra algunos datos relevantes al respecto:

  • En la mayoría de las ocasiones (82 %) el agresor es el padre biológico de los niños. Aunque esta violencia también puede ser ejercida por parte de la pareja o expareja de la madre.
  • En más de la mitad de las ocasiones, cuando se produce la violencia, la pareja ya está separada o divorciada.
  • En el 74 % de los casos analizados se detecta violencia de género previa.
  • Respecto a los antecedentes penales de los agresores, solo existieron en un 26 % de los casos, siendo en su mayoría por la propia violencia de género.
  • La mayoría de los asesinatos se cometen cuando los padres están al cargo de los niños, disfrutando del régimen de visitas o de la custodia compartida.
  • Existían amenazas previas en un 60 % de los casos estudiados. Sin embargo, pese a haberse alertado a la policía, en ninguno de ellos se tomaron medidas de protección específicas hacia los menores.
La cara más cruel de la violencia de género

Cuando una víctima de violencia de género decide separarse de su maltratador, y se ampara en las leyes para garantizar su seguridad en la medida de lo posible, la violencia vicaria es el instrumento que el agresor utiliza para seguir generando sufrimiento. Es por esto que muchos hombres, que nunca ejercieron activamente su paternidad ni se preocuparon de sus hijos, solicitan custodias compartidas o completas con el objetivo de seguir ejerciendo control sobre la mujer.

Para prevenir que este tipo de situaciones desoladoras se sigan produciendo, debe provocarse un cambio a nivel social. Y es que no podemos olvidar que la violencia de género se sustenta en una cultura aún desigual, que cuestiona el sufrimiento de las mujeres y minimiza las amenazas y agresiones ejercidas.

Es fundamental la educación en los ámbitos académicos, la sensibilización respecto a esta realidad y, sobre todo, la adopción de medidas que busquen garantizar la seguridad de los menores. Un maltratador, que amenaza a la mujer con utilizar a los niños para seguir ejerciendo control, no puede ser un buen padre y no se debería exponer a los menores a dicho riesgo.

Nota editorial: el término violencia vicaria responde a una ideología (una forma de pensar), en concreto a una ideología de género. La realidad es que, con independencia del sexo, hay personas, de cualquier género, que desgraciadamente optan por hacer daño a su pareja haciendo o utilizando a un tercero, normalmente un hijo.

martes, 6 de junio de 2023

La odisea de mudarme

Mudarse es el punto de partida real hacia un nuevo hogar, pero también una potencial fuente de estrés. En este artículo te cuento cómo he vivido en primera persona nada más y nada menos que 5 mudanzas.

¡La mudanza es una puerta a una nueva vida! Es una oportunidad de romper con el contexto anterior y reiniciarlo. El acto de mudarse es un botón de reset que lleva implícito una palabra al pulsarlo: futuro. Sin embargo, ¿quién dijo que mudarse era algo fácil y divertido? El embalaje, el transporte y la recolocación de los enseres personales es un proceso que se dice fácil, pero se hace más complicado en la práctica.

Paradójicamente, al mudarte pones patas arriba tu casa, tu vida y tu paciencia. En mi vida recuerdo un total de 5 mudanzas, episodio arriba, episodio abajo. Sí, puedo decir que tengo una cierta experiencia en mudanzas. Y, a pesar de que siempre que comienzo una nueva me embarga la ilusión, lo vivido hace que modere mis expectativas.

Botón de reseteo: de camino al futuro

Mudarse mola. O, mejor dicho, mola la idea que te construyes en la mente sobre lo que significa mudarse. Reconozcámoslo: romantizamos las mudanzas. Y lo hacemos porque somos conocedores de que el cambio es bueno. Ya lo dijo mi compañera Alicia en este artículo: es importante aprender a cerrar etapas.

Mudarse implica regenerar todo un universo de relaciones. Algunas de ellas son las siguientes:

Cajas, muchas cajas

Es increíble la cantidad de trastos, enseres y objetos que podemos almacenar. Cada vez que me mudo, acudo al Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) y buceo entre los criterios diagnósticos del trastorno por acumulación. Y, a veces, ¡cumplo criterios!

Si crees que vives con pocas cosas y que distas de ser la típica persona que tiene los estantes llenos de figuritas, probablemente cambies de opinión al mudarte. Cada vez que he trasladado mi domicilio hay dos hechos que son inamovibles: cajas (muchas cajas) y cantidades sorprendentemente ingentes de cinta adhesiva. La verdad es que, aunque tengamos pocas cosas, al sumarlas y verlas juntas, parecen reproducirse. Y hay que embalarlas.

Bolsas de basura

Al guardar tus objetos personales, es probable que te encuentres también con algunos que ya no quieras. Este también es un hecho que actúa como lo hace la Ley de la gravedad de Newton.

Al sacar los objetos para guardarlos, es normal que aparezcan algunos inútiles. Por ejemplo: resguardos de compras de hace meses o cajas de zapatos que ya ni siquiera utilizas. ¿Qué me dices de aquella camiseta roída por el tiempo que te resististe a tirar? Es como si todas esas cosas que antes permanecían escondidas e invisibles, ahora se revelasen como un secreto.

La parte positiva de la mudanza es que das paso a otras muchas cosas y recuerdos. Recordemos que la vida es cambio y es movimiento. Sin embargo, el proceso de separar lo que vas a tirar de lo que vas a conservar, meterlo en una bolsa y reciclarlo, requiere tiempo.

Transporte

¡Marchando furgoneta! Pero, espera: ¿tienes una? En caso negativo, ¿la tiene alguien de tu entorno y te la puede prestar? Oh, no, solo tienes un coche y tiene un maletero pequeño. Es en estos momentos de la mudanza cuando se dispara una alarma en tu cabeza: ¿cómo voy a llevar todo lo que he embalado a mi nuevo hogar?

Básicamente, hay 3 métodos:

  • Llamas a un familiar y le propones un plan, por ejemplo: déjame tu furgoneta y te invito a una comida. ¡A veces funciona!
  • Alquilas una furgoneta. Hay alquileres de automóviles por días o por horas y pueden constituir una buena alternativa en caso de necesidad.
  • ¡Mil viajes! Si ninguna de las anteriores opciones es para ti, siempre tienes la opción de hacer más de un viaje con tu método de transporte habitual.
A lo largo de todas las mudanzas que he realizado, he hecho uso de los tres métodos que he mencionado con anterioridad. Todos tienen sus ventajas y sus desventajas y varían en función de la disponibilidad que haya, del tiempo o del presupuesto.

¿Y después de la mudanza? La recolocación

Desembalar y recolocar es lo que más me gusta de todo el proceso de mudanza. Aquí la clave tiene un nombre: la creatividad. Los espacios nuevos con recuerdos del ayer son espacios hermosos. El tiempo que se invierte en esta tarea también es grande, pero en mi opinión, es más reconfortante porque transcurre construyendo un nuevo hogar que, aunque temporal, es casa.

¡Hola, vecinos!

Este es uno de los puntos más importantes de la mudanza. El vecindario es un elemento a tener muy en cuenta a la hora de mudarse. ¿Te llevas bien con los tuyos? En mi caso, cuando me mudo procuro tener preparado un saludo y una sonrisa para todas las personas que residan en mi vecindario. Tener un buen vecino es tener un gran tesoro. En un momento dado, podemos necesitar que nos echen una mano, ¡y viceversa! Se trata de una sinergia potencialmente simétrica que puede aportarnos mucho.

Mudarse es una aventura. Es un proceso desafiante, que dista de ser relajante. En este sentido, la experiencia me dice que el hecho de reajustar las expectativas es una estrategia sumamente rentable, pues permite disfrutar de la mudanza más y el estrés que se siente es menor.

lunes, 5 de junio de 2023

Hipersensibilidad a la injusticia: me duele este mundo

¿Tienes la sensación de que el mundo es cada vez más injusto? ¿Te paralizas cuando lees o ves tantas noticias negativas? Pandemias, crisis sociales, guerras... Si todas estas realidades parecen afectarte más que al resto, te explicamos la razón.

Decía el conocido psiquiatra y neurólogo Viktor Frankl que las injusticias sociales duelen más que el sufrimiento físico. Cuando estaba en los campos de concentración de Auschwitz y veía a los guardias golpeando o castigando a sus compañeros, ese dolor era insoportable. Porque la injusticia se vive como un atentado hacia nuestros valores, principios y esencias como seres humanos.

Ese sentimiento, el de que los cimientos de lo que es ético y justo se socava, se procesa en el cerebro de manera adversa. Es común experimentar una sutil combinación entre ira y desesperanza. Ser testigos de cómo nuestro mundo va, en ciertas ocasiones, hacia una deriva marcada por lo abusivo y hasta el sinsentido, despierta en nosotros una amalgama de complejos sentimientos.

Asimismo, se da otro hecho. Hay personas más sensibles que otras ante las injusticias, hasta el punto de ver su estilo de vida limitado por esta percepción. Llega un punto en que uno puede pensar que nada vale la pena, que todo esfuerzo queda en balde ante una sociedad que no ofrece un trato lícito a quien se esfuerza y se conduce por el camino correcto.

¿Qué es la hipersensibilidad a la injusticia?

A todos nos frustra que los sistemas que se construyeron para garantizar dimensiones como la igualdad, el respeto y la convivencia fallen. Asomarnos a las noticias cada día pone en jaque nuestra confianza en el mundo. Realidades como la discriminación, el abuso, la falsedad, las desigualdades sociales, la falta de oportunidades y los conflictos a pequeña y gran escala, nos indignan.

Nuestra mente y parte de su estabilidad se sustenta al pensar que el mundo en el que vivimos se guía por la justicia, el respeto, la decencia, la bondad y la ética. Así, y aunque sabemos que a veces esos pilares tiemblan, toleramos algunas inconsistencias puntuales porque asumimos que la mayoría del tiempo sí funcionan, y sí sostienen todo lo que nos rodea.

Ahora bien, hay personas que sufren lo que denominamos como hipersensibilidad a la injusticia. Es decir, cuando leen o son testigos de esas irregularidades en el equilibrio de lo que es justo, se abruman. Existen muchos hombres y mujeres que procesan con elevado sufrimiento cualquier situación en la que él mismo o los demás se vean en desventaja social.

¿Cómo se manifiesta?

Un estudio realizado en la Universidad de Bonn, en Alemania, nos indica que, por término medio, las mujeres evidencian en mayor grado la hipersensibilidad a la injusticia. Su respuesta neurológica era más intensa. No obstante, eso no quita que también los hombres experimenten en piel propia las siguientes realidades psicológicas:
  • Indignación y frustración al comprobar que lo que es ético y justo no se cumple.
  • Sentimientos de desesperanza.
  • Imposibilidad de centrarse en otro aspecto durante horas o días cuando se ve o experimenta algo que no es respetable o lícito.
  • Rumiación constante en la inequidad, darle vueltas a esos hechos que se consideran poco respetables.
  • Percepción de que el mundo es un lugar cada vez más hostil.
  • Temor a que en el futuro uno mismo sea víctima de esas injusticias que sufren otros.
  • La sensibilidad a la injusticia puede hacer que la persona deje de confiar en las instituciones.
¿Cuál es la causa que hay detrás de ese dolor por las injusticias?

Hay quien es traicionado por una amistad y supera esa decepción en cuestión de semanas. Otros no lo olvidan nunca. Están los que sientes ganas de mover cielo y tierra ante quienes sufren a diario cualquier discriminación. Sin embargo, algunos asumen que el mundo es inherentemente injusto y que, ante esas taras, hay poco que hacer más que asumirlas.

La hipersensibilidad a la injusticia resulta tan impactante que a muchos les impide poder llevar una vida normal. Se encallan en el malestar y la desafección. Miran al mundo y a quienes habitan en él con cierto temor y desconfianza. ¿Podré fiarme de las instituciones? ¿Si tengo un problema podrá la justicia defenderme como merezco? ¿Es el ser humano egoísta por naturaleza?

En psicología procuramos transmitir a las personas que la vida, en ocasiones, no es justa. El ser humano es falible y, a veces, muchas de las cosas que damos por sentadas, se derrumban. Todo ello genera sufrimiento, pero estamos obligados a aceptarlo para poder avanzar. Sin embargo, hay personas con ciertas dificultades para dar ese paso. Comprendamos las razones.

Origen neurológico

Los hombres y las mujeres que se ven muy afectados al presenciar la injusticia evidencian una particularidad neuroanatómica. Tienen un mayor volumen en la materia gris de la corteza insular media bilateral. Es un matiz singular y llamativo que ha podido apreciarse en estudios como los realizados en la Universidad de Berna, en Suiza.

Estilos de personalidad

Las personas con mayor empatía cognitiva también puntúan más alto en la característica de la hipersensibilidad a la injusticia. Esto se explica por una cualidad muy concreta. Hay quien tiene una competencia más desarrollada que otros a la hora de comprender las perspectivas de los demás.

Van más allá de la simple empatía afectiva (conexión emocional) y conectan con las necesidades y realidades singulares de otros seres humanos. Por otro lado, hay otro rasgo de personalidad que también correlaciona con este factor y es la alta sensibilidad. Los hombres y mujeres PAS sufren con las injusticias y también presentan una alta empatía cognitiva.

La posibilidad de contribuir a un mundo más justo…

Llegados a este punto, más de uno puede pensar que padecer de manera más intensa por las injusticias es un problema. Lo es sin duda si esa percepción y esa sensación nos bloquean hasta el punto de no poder reaccionar y de desconfiar de toda institución. No es lo adecuado. Ahora bien, pensemos lo que sería si todos experimentáramos esta percepción, este dolor social.

Es probable que si en esta sociedad cada uno de nosotros padeciéramos por las injusticias ajenas, trabajáramos más por salvaguardar lo que es ético. Lejos de quedar encallados por ese malestar, es recomendable buscar mecanismos para promover escenarios más justos en la medida que nos sea posible. Nos hará sentir mejor y contribuiremos a un mundo más justo.

domingo, 4 de junio de 2023

Aprendiendo a vivir en mi cuerpo

¿Qué pasa cuando no tenemos un cuerpo que encaja con los ideales normativos? ¿Cuáles son las consecuencias? ¡En este artículo te lo contamos!

Según un estudio publicado por la UNESCO en 2021, el aspecto físico es la razón más común por la que los niños y niñas sufren bullying en el colegio, siendo el acoso psicológico el más común en Europa. Son las niñas las más propensas a sufrir este tipo de acoso, el cual se lleva a cabo a través de violencia verbal, maltrato emocional y exclusión social.

En la sociedad lo valorado es la delgadez. El sobrepeso pasa, inevitablemente, a convertirse en su antónimo: menospreciado. Si no es a través del bullying en el colegio, es a través de comentarios de familiares, amigos o incluso desconocidos. También a través de los medios de comunicación y de la publicidad. O incluso de profesionales. Aunque normalmente todos estos agentes participan a la vez y se retroalimentan los unos a los otros, haciendo que la rueda no deje nunca de girar.

Las consecuencias psicológicas de esta violencia estética son entonces inevitables. Falta de autoestima, aislamiento social, sentimiento de culpabilidad, falta de autoaceptación, trastornos alimenticios, dismorfia corporal y un largo etcétera. Las secuelas son tantas y afectan a tantos niveles de tu vida y de tu mente que llegas incluso a creerte ser merecedora de todo el desprecio que recae sobre ti.

Todas esas consecuencias yo las conozco demasiado bien, y llevo luchando contra ellas durante 31 años.

Este es mi cuerpo, esta es mi vida

Cuando mi hermana Andrea me propuso escribir mi testimonio, me hice una pregunta. “¿Cuándo fue la primera vez que fuiste consciente de que tu cuerpo suponía un problema?”. Tras mucho pensarlo, llegué a la conclusión de que me lo hicieron saber desde tan temprana edad que no tengo recuerdos en los que mi cuerpo tan solo fuera un cuerpo.

Tengo sobrepeso desde que tengo uso de razón. Y desde que tengo uso de razón, ese sobrepeso ha marcado mi vida más de lo que ninguna mujer merecemos que lo marque. Tengo claro que la primera discriminación no se hizo en mi casa, en eso tuve suerte. Pero no puedo señalar un único culpable, ya que son muchas las personas que con sus comentarios, algunos “sin maldad” y otros con demasiada, fueron desgastando mi autoestima.

Tengo recuerdos muy vívidos y concretos, eso sí. Como aquella vez en la que, en una comida familiar, con unos 7 años, pedí uno de mis platos favoritos: pescado al horno. Varios familiares se encargaron de hacerme saber que había hecho bien en ponerme a dieta. También recuerdo cuando, en clase de gimnasia, alguien gritó que iba a romper la báscula cuando el profesor nos estaba pesando.

O más tarde en el vestuario, cuando al cambiarme de camiseta varias compañeras se divirtieron lanzándome balones a la tripa. O ese día en el que, de adolescente, estrené unos pantalones cortos y una amiga miró mis piernas con cara de asco. También aquella noche volviendo de fiesta en el autobús, cuando un grupo entero me llamaba gorda asquerosa a gritos ante la impasividad del resto de pasajeros.

Mi cerebro almacena estos recuerdos, y otros tantos similares, como exponente de cuánta crueldad puede sufrir una persona por su aspecto físico. Con la perspectiva que me ha dado el tiempo, puedo hablar de ellos tomando distancia, pero sabiendo que son parte de mi vida y que, inevitablemente, la han marcado y condicionado de una manera transversal.

La lucha contra mí misma

Más allá de esas anécdotas explícitas, los comentarios implícitos también van calando poco a poco en tu subconsciente. Cuando tienes sobrepeso, el único discurso que te llega, desde todas las vías, es que no mereces existir. Si quieres ser parte de la sociedad, debes adelgazar. Si no, no podrás ser querida ni deseada, no podrás acceder a muchos trabajos, tu opinión no contará y no mereces que nada bueno te pase. Y yo, me creí ese discurso. Y entonces, la lucha contra mí misma tomó su máximo apogeo.

Mi personalidad tímida e introvertida de por sí, se fue extremando. Muchas situaciones sociales se convirtieron en muros infranqueables. Conocer a personas nuevas, ir a la playa o a la piscina, comer delante de otras personas y otras muchas se convirtieron en focos de ansiedad que me paralizaban.

Por supuesto, la ropa cuanto más grande, mejor y que ocultara bien mi cuerpo e hiciera pasar desapercibida mi gordura. La ansiedad, la vergüenza y el miedo eran parte de mi día a día en situaciones tan cotidianas que llegó a rozar lo ridículo.

Y con ella, con la ansiedad, llegó también mi relación de amor-odio con la comida. Para mí, comer siempre ha sido un placer. Disfruto de la comida y de los sabores. Algo que resulta totalmente normal para muchas personas y no se les juzga por ello. Pero, cuando tu cuerpo no encaja, lo que comes pasa a ser foco de debate social y también de tus miedos.

En mi caso, la comida pasó a ser refugio y tormento. Cuando estudiaba en la universidad comencé a darme atracones a escondidas. Comer de manera compulsiva y descontrolada me ayudaba a calmar la ansiedad. Mientras comía no existía nada más, y si no existía nada más, nada podría hacerme daño.

Pero los remordimientos y la culpa que sentía por esos atracones y las calorías ingeridas, junto con el miedo a engordar aún mas, hacían que, al terminar la ansiedad, volviera a mí de forma totalmente devastadora. Caí de lleno en el centro de un círculo vicioso que cada vez giraba más rápido y me arrastraba dentro de él.

Aprendiendo a reconciliarme con mi cuerpo

Hubo un día en el que mi cerebro hizo clic. Después de uno de mis atracones, formado por varias bolsas de snacks, dos hamburguesas, una pizza y varios helados, vomité. No fue un acto de compensación, yo no solía hacerlos en esa época. El atracón había sido tan grande que mi cuerpo no fue capaz de acumular tanta comida y la expulsó.

En ese momento, mi menté pensó: “Oihane, esto tiene que acabar”. Inconscientemente, yo ya sabía que esos alivios momentáneos que me proporcionaban los atracones no eran alivios reales, pero como digo, el círculo vicioso me había arrastrado de lleno. Mi primer paso fue contarlo. Hasta entonces nadie conocía mi realidad. Para mi sorpresa, supuso más alivio del que me había imaginado.

Comencé a trabajar en mí misma. Decidí rodearme de aquellos que suponían para mí un espacio seguro, esas personas con las que no me sentía juzgada por mi físico. Por el camino corté relación con otras personas que me habían herido mucho y sabía que no iba a ser capaz de perdonar.

Comencé a buscar mis propios referentes. Ya que la televisión y la publicidad nunca me los dio, acudí a internet y a las redes sociales en busca de mujeres fuertes con las que sentirme identificada. Empecé a buscar un discurso totalmente opuesto al que había recibido toda mi vida. Un discurso que me aceptara tal y como soy y en el que todos los cuerpos sean igual de válidos.

Pude, poco a poco, mirarme en el espejo sin sentir asco de mí misma. Conseguí disfrutar yendo a la playa y meciéndome bajo las olas. Superé mi miedo a revivir el bullying que sufrí cuando era pequeña y comencé a ir al gimnasio.

Decidí que me importaba más no pasar calor en verano que enseñar mis piernas, y que si a alguien no le gustaba, el problema no estaba en mí, sino en su mirada. Fui consciente de que mi voz merece ser escuchada como la de cualquier otra persona, y comencé a hacerme fuerte en mis opiniones.

Respecto a la comida, bueno, no puedo decir que aquel fuera mi último atracón. Hubo más, tanto aislados como recaídas más duraderas. Pero comencé a aprender a distraer mi ansiedad. Busqué formas de liberarla, y fui poco a poco afrontando miedos.

Conforme lo iba haciendo, los atracones fueron disminuyendo. Ya no recuerdo cuándo fue el último. Me sigue gustando comer, sigue siendo uno de mis placeres, pero ahora concibo la comida como tal, un placer del que disfrutar y no una vía de escape mental en la que encerrarme para escapar de mis problemas.

No puedo decir que sea un proceso fácil ni rápido. Cuando durante toda tu vida has odiado tu cuerpo hasta el punto de torturarlo, ponerte como objetivo ya no amarlo, sino aceptarlo, es un proceso doloroso y con muchos altibajos. Hoy en día sigo teniendo que aguantar comentarios y opiniones sobre mi cuerpo y siguen doliendo, pero ahora tengo la fuerza suficiente para no creérmelos.

Tampoco puedo decir que todas las cicatrices sanen del todo. A veces vuelven miedos que creía superados, pero he aprendido que forman parte de mí, son parte de mi ser y los llevo con orgullo. Y, aunque a veces sigan doliendo, ya no me paralizan.

sábado, 3 de junio de 2023

Estrés postraumático relacionado con el cáncer

El cáncer puede desencadenar estrés postraumático. Piensa que la mayoría de las personas que reciben este diagnóstico lo consideran una potencial amenaza contra su vida, con todo lo que esto supone. Así, en este artículo hablaremos de la importancia de la intervención en el plano psicológico para la recuperación.

Generalmente, asociamos el trastorno de estrés postraumático (TEPT) a determinadas experiencias, como atentados, accidentes o abusos. Así, recibir un diagnóstico de una enfermedad puede desencadenar el mismo proceso. De hecho, el estrés postraumático relacionado con el cáncer es una realidad bien documentada de la que cada vez tenemos más información.

No en todos los casos la experiencia de enfermedad desemboca en un TEPT. Existen factores de riesgo individuales y contextuales. Aun así, se estima que entre el 5 % y el 35 % de los pacientes con cáncer terminan desarrollando TEPT. Esto implica la necesidad de realizar un apropiado acompañamiento psicológico y de intervenir para atenuar los síntomas del trastorno.

La relación entre el estrés postraumático y el cáncer

El TEPT es un desorden que se desencadena cuando la persona percibe una amenaza muy seria que compromete su supervivencia. Cuando el evento es repentino e inesperado, genera un fuerte impacto emocional imposible de manejar y se vive con terror y desesperanza, hablamos de trauma. En relación al cáncer, hay varios elementos que contribuyen a que la vivencia tome esta forma.

El momento del diagnóstico, las diferentes pruebas y los tratamientos a los que se somete la persona, recibir resultados desfavorables, atravesar estancias hospitalarias… Todos estos momentos son potenciales generadores de estrés.

Además, se han determinado ciertos factores que incrementan el riesgo de que se desencadene el trastorno. Entre ellos se encuentran la gravedad del cáncer, la presencia de dolor y los efectos secundarios de los tratamientos, haber sufrido traumas previos o contar con escaso apoyo asocial.

En todos los casos es natural que una persona con la enfermedad (o que ha sobrevivido a ella) sufra ansiedad, miedo y un agobio muy grande por la incertidumbre a la que se enfrenta, especialmente si el diagnóstico es reciente. No obstante, cuando este malestar es muy intenso, interfiere de forma significativa con el funcionamiento diario y no remite con el tiempo, puede haber un diagnóstico mental concurrente que es necesario atender.

Síntomas y manifestaciones

Los síntomas del estrés postraumático relacionado con el cáncer son similares a los que se presentan tras otro tipo de experiencias traumáticas. Principalmente encontramos los siguientes:
  • Preocupación constante.
  • Miedo a una recurrencia de la enfermedad.
  • Pesadillas y flashbacks sobre la enfermedad o los tratamientos experimentados.
  • Miedo al futuro y pensamientos intrusivos aterradores.
  • Irritabilidad, agitación, insomnio y fatiga.
  • Comportamientos evitativos relacionados con aquellos eventos, lugares o personas que recuerdan a la enfermedad. También pueden evitarse emociones y pensamientos relacionados.
  • Sentimientos de culpa, desesperanza, vergüenza e ira.
  • Embotamiento emocional o dificultad para sentir emociones.
Todos estos síntomas no solo generan gran malestar emocional en los pacientes, sino que además interfieren en su funcionamiento diario. Especialmente peligroso resulta cuando la tendencia a la evitación hace que no acudan a citas médicas, realicen las pruebas pertinentes o sigan los tratamientos prescritos. Por lo mismo, es fundamental prestar atención a la posible aparición del trastorno e intervenir apropiadamente.

Correlatos neurobiológicos

El estrés postraumático relacionado con el cáncer no solo se ha identificado por los testimonios y manifestaciones de los enfermos, también se ha descubierto a nivel de cambios anatómicos y funcionales en el cerebro. Y es que algunos estudios han comprobado que la alteración en los sistemas neurobiológicos implicados en el TEPT se produce también en los casos de cáncer.

Concretamente, tienen lugar los siguientes procesos:

  • Se intensifica la actividad de la amígdala, lo que genera una respuesta exacerbada al miedo y a los estímulos que se perciben como amenazantes.
  • Disminuye la receptividad de la corteza prefrontal, lo que impide la inhibición funcional de la amígdala.
  • Se observa una alteración en el volumen y la función del hipocampo, lo que genera deficiencias en la memoria explícita.
  • Hay una hiperactividad de la ínsula, que lleva a la persona a revivir el trauma, a tener pensamientos intrusivos y a las conductas de evitación.
  • Se desactiva el área de Brocca, lo que genera dificultades en estos pacientes para estructurar cognitivamente, describir y verbalizar su experiencia traumática.
Se ha observado que son los síntomas intrusivos los que más se presentan en pacientes oncológicos con TEPT, y constituyen el núcleo del trastorno en estos casos. Además, debido a las dificultades de verbalización, parece preferible optar por intervenciones multimodales y no únicamente conversacionales para abordar el trauma.

Detectar y tratar el estrés postraumático relacionado con el cáncer

Todo lo anterior nos indica que el estrés postraumático relacionado con el cáncer es relativamente frecuente, por lo que es importante prestar atención para detectarlo e intervenir lo antes posible. Y es que, de no tratarlo, puede llevar a la persona a no aceptar plenamente la enfermedad, no recibir los cuidados oportunos o sufrir, además, trastornos depresivos o de ansiedad.

Hemos de considerar que el TEPT puede aparecer en cualquier momento durante la enfermedad o incluso tras la recuperación, y que puede afectar también a cuidadores y allegados (especialmente en el caso de cáncer infantil). Por esto, es necesario realizar un seguimiento.

Una vez que se detecta la presencia de TEPT asociado al cáncer, es posible intervenir de diferentes formas. La medicación puede ser necesaria en casos graves y los grupos de apoyo constituyen una ayuda fundamental por ofrecer un espacio seguro para expresar y compartir las vivencias y emociones asociadas.

No obstante, principalmente conviene aplicar un proceso de psicoterapia basado en EMDR o terapia cognitivo-conductual; estos procedimientos pueden ayudar a la persona a procesar adecuadamente el trauma, reducir los síntomas del TEPT y enseñarla cómo afrontar el estrés y los desencadenantes para poder continuar el tratamiento y hacer frente a la enfermedad de forma adecuada.

viernes, 2 de junio de 2023

Personas que se sienten dianas de abusos

¡Tiro al dardo! ¡Zas! Así se sienten las personas que perciben constantes abusos por parte del entorno: bombardeadas por mensajes que duelen y hacen sangrar ¿Qué hacer a este respecto? Te contamos algunas claves.

¿Esperas que te hagan daño las personas que te rodean ? En este artículo hablaremos de cómo anticipar que nos van a hacer daño, humillarnos, burlarse de nosotros, aprovecharse o manipularnos de manera consciente e intencionada puede herirnos. En este sentido, algunas personas creen que son dianas de abusos constantes por parte de los demás; una creencia que tiene un coste emocional muy alto.

A este respecto, Jefrey Young desarrolla en los primeros años del 2000 la terapia de esquemas (TE). Hablamos de una intervención especialmente indicada para consultantes que tienen problemas a la hora de definir qué sienten y qué les ocurre, porque se encuentran bloqueados. Para Young, una característica de estas personas son los patrones de afrontamiento de sus problemas basados en la evitación.

¿Qué es un esquema?

Para este formato de intervención, un esquema es un patrón aprendido, interiorizado e inconsciente de formas de procesar la información del entorno. En concreto, son paquetes de secuencias de emociones, pensamientos, recuerdos, modos de relacionarse con el universo participativo, afrontamiento, etc.

Los esquemas pueden producir dolor y sufrimiento, o simplemente ruido. El objetivo de la terapia es que se alcance la curación del esquema, o al menos, conseguir que el esquema produzca únicamente ruido, en vez de malestar.

Los esquemas que producen dolor se denominan esquemas desadaptativos tempranos (EDT). ¿Alguna vez has sentido que te has autosaboteado? Así funcionan los EDT.

El rol del esquema de desconfianza en las personas que se sienten dianas de abusos

Para Young, existen hasta 18 tipos diferentes de EDT. Hoy queremos centrarnos en uno: el esquema de desconfianza y abuso. Este esquema implica la desconexión y el rechazo con los demás.

Las personas tenemos unas necesidades básicas y universales que debemos satisfacer y cuando esto no ocurre, emergen esquemas como el que hoy tratamos. Entre las necesidades que a nivel psicológico es importante que demos cumplimiento se encuentran:

  • La necesidad de saber que pertenecemos a un grupo, de vincularnos de manera íntima, segura y estable. Además, de saber que las relaciones se basan en vínculos mutuos de afecto, amor y cariño. Implica la certeza de sabernos aceptados por quienes amamos.
  • La habilidad para poder expresar lo que estamos pensando y las emociones que sentimos de manera espontánea, y la destreza para hacerlo con libertad y sin miedo.
  • La certeza de que somos seres impedientes y autónomos. Es decir, que a pesar de tener y disfrutar de los vínculos con otras personas, nuestra identidad es eso: nuestra. Implica el conocimiento de que nosotros somos seres individuales y de sentirnos, en este aspecto, competentes.
¿Tus vínculos íntimos son vínculos seguros? ¿Sientes la protección y la calidez de las relaciones íntimas y que eres libre de decir y pedir lo que quieras y sin miedo? ¿Eres independiente o codependiente? Estas son algunas de las preguntas que podemos hacernos respecto al esquema de abuso.

¿Cómo se trabaja con el esquema de abuso?

La práctica psicoterapéutica desde la terapia de esquemas es compleja. En este sentido vamos a dar algunas pinceladas sobre el proceso y las técnicas de cambio que pueden emplearse en este esquema en concreto:

Cambio a nivel cognitivo

La cognición se entiende en psicología como la forma en que las personas procesamos la información que proviene de nuestro contexto. Se refiere a la forma en la que razonamos sobre los hechos que nos ocurren, sobre los recuerdos que poseemos a este respecto y sobre cómo somos capaces de solventar los problemas.

Las personas que han sido víctimas de abusos desarrollan una sensibilidad especial. Son más hábiles a la hora de detectar amenazas del entorno por pequeñas que sean: están hipersensibilizadas.

El objetivo aquí radica en el hecho de ayudarles a disminuir el exceso de monitoreo del entorno.

Cambio a nivel emocional

Los recuerdos que tienen estas personas de las situaciones pasadas de abuso son angustiantes. A veces son tan dolorosos que, al recordarlos, sienten una ira muy intensa. Especialmente cuando recuerdan a los abusadores.

El objetivo aquí es promover la expresión de esa ira soterrada para permitir que aflore. A tal fin suelen emplearse estrategias narrativas, como la escritura de cartas.

Cambio a nivel conductual

Ser graduales es la clave. El proceso de confiar nuevamente en las personas dista de ser algo fácil. Es necesario que se haga poco a poco, de manera gradual y, sobre todo, con seguridad.

En este sentido se trabaja desde las conductas que implican intimidad. Por ejemplo, compartir recuerdos y secretos con personas con las que nos sintamos cómodos. También es fundamental enseñar a poner límites en los aspectos que nos hieren.

¿Te defiendes? Saber defenderse es importante cuando nos sentimos dianas de abuso. Para ello podemos hacer uso de la comunicación asertiva. El hecho de poner límites implica también asumir que habrá veces en las que, cuando los límites se traspasan reiterada y deliberadamente, deberemos reflexionar acerca del hecho de si nos compensa seguir sosteniendo ese vínculo determinado con esa persona en concreto.

Si te sientes diana de abusos constantes y distas de saber cómo solucionarlo, es probable que tu profesional de la psicología o de la psiquiatría de confianza pueda ayudarte.

jueves, 1 de junio de 2023

La técnica de “cómete esa rana” para optimizar tu trabajo

La técnica de “cómete esa rana” está destinada a aumentar nuestra productividad. Entre sus virtudes están la de evitar la procrastinación y la de generar una inercia positiva que se contagie a todo nuestro trabajo. ¿Quieres conocerla?

La técnica de “cómete esa rana” es una metodología creada por Brian Tracy, empresario y escritor canadiense que ha dedicado a estudiar las variables que influyen en el rendimiento laboral. El objetivo de la técnica es ayudarnos a establecer prioridades, consiguiendo así aumentar la productividad de una forma sencilla.

Tracy se inspiró en una frase de Mark Twain para dar forma a la técnica de “cómete esa rana”. La frase dice: “cómete esa rana viva a primera hora de la mañana y nada peor te ocurrirá a lo largo del día”. Es un llamado a afrontar primero las tareas complejas e indeseadas, aunque estas no sean urgentes. De este modo, el trabajo será más fluido.

A veces no es tan fácil identificar las tareas que resultan más desafiantes; cometemos errores a la hora de planificar las demandas totales y la dificultad de las mismas, asociadas a una tarea. En algunas ocasiones, hay que explorar un poco para detectar cuáles son esas actividades que sí o sí se deben evacuar, antes de seguir con lo demás. Para eso sirve la técnica de “cómete esa rana”, sobre la cual hablaremos enseguida.

La técnica de “cómete esa rana”

La técnica de “cómete esa rana” es una metodología de priorización  y productividad. Se basa en la premisa de que las tareas más complejas deben llevarse a cabo a primera hora del día, al comienzo de la semana o al iniciar el mes. O sea, deben ser una prioridad. Al realizarlas, ganaremos una buena cantidad de inercia positiva que hará que todo fluya más rápido.

Los principales aportes de la técnica de “cómete esa rana” son los siguientes:

  • Aumenta la motivación intrínseca. El hecho de realizar una tarea difícil y completarla aumenta la buena disposición a realizar actividades más sencillas.
  • Aprovechar los momentos más productivos. El comienzo del día y de la semana son los momentos de máximo rendimiento, ya que el cerebro ha descansado.
  • Promoción del trabajo profundo. Con esta técnica se busca dedicar los cinco sentidos a la actividad más compleja. Con ello se consigue más eficiencia y mejores resultados, ya que se puede hacer uso de la concentración a profundidad.
Identificar las tareas complejas

La técnica de “cómete esa rana” se basa en la identificación de las tareas más complejas. ¿Cómo detectarlas? Esta metodología indica que se debe atender a las siguientes señales:

  • Las tareas complejas tienen impacto directo sobre los demás miembros del equipo.
  • La gestión de las tareas complejas tarda entre una y cuatro horas. Si exigen más tiempo, lo indicado es subdividirlas en bloques que no excedan este lapso.
  • Provocan resistencia. Lo habitual es que generen un deseo de postergarlas, casi siempre porque suponen una exigencia importante.
  • Tienen efectos a largo plazo. Se trata de actividades que, por lo general, no comienzan y acaban, sino que generan efectos a varias semanas o meses.
¿Cómo poner en práctica la técnica de “cómete esa rana”?

El primer paso es listar las tareas pendientes -si estas son muy grandes, lo ideal es dividirlas en subtareas- y después identificar cuáles son las tareas más complejas. La técnica de “cómete esa rana” recomienda no realizar más de una tarea con un alto nivel de complejidad durante una jornada de trabajo.

Lo más importante es realizar esa tarea a primera hora de la jornada. En realidad, lo recomendable es reservar unos minutos para prepararnos, algo así como hacen los cocineros cuando preparan su mise en place. Unos 15 o 20 minutos están bien. Durante ese lapso no es conveniente realizar actividades que puedan jugar el papel de distracciones.

Los expertos en la técnica de “cómete esa rana” aconsejan no planificar esas tareas complejas con demasiada anticipación. Lo más recomendable es programarlo al finalizar la jornada; de este modo, al día siguiente está fresca la idea de llevar a cabo esa actividad. Así mismo, impedimos que la tarea, si es importante, no resulte demasiado invasiva o contaminante para nuestros procesos cognitivos.

Esta técnica se vuelve más afectiva a medida que la ponemos en marcha cada día, hasta convertirla en un hábito. Un punto importante es que los resultados, en cuanto a productividad, no suelen tardar en verse; entre otras razones, porque es complicado que, empleándola, procrastinemos. Se trata de una técnica muy sencilla. Así, te animamos a que la apliques y nos cuentes tu experiencia.