lunes, 24 de julio de 2023

Los beneficios del ballet en mujeres de más de 50

Cada vez son más las mujeres que, sin haber hecho nunca ballet, se inician en esta práctica. No solo disfrutan, sino que revolucionan su vida en muchos aspectos: su salud física mejora y obtienen grandes beneficios a nivel psicológico. Lo analizamos.

Decía el bailarín Jacques d’Amboise que «la danza es tu pulso, tu latido, tu respiración. Es el ritmo de tu vida. Es la expresión en tiempo y movimiento, en alegría y en tristeza». Es cierto, el ballet es esa forma de arte en la que el cuerpo humano se convierte en el canal de la emoción, en la partitura de una pieza musical y uno de los mecanismos más bellos de expresión.

Rudolf Nureyev, Anna Pávlova, Maya Plisétskaya… Hay nombres que brillaron con luz propia en el firmamento de la danza y que son la inspiración para las nuevas generaciones. Asimismo, y como bien sabemos, pocas disciplinas exigen de un entrenamiento tan duro, y de una dedicación tan absoluta como esta. Ahí tenemos películas como El cisne negro, mostrándonos los entresijos de este mundo.

Ahora bien, es evidente que cuando uno sitúa la mirada en dicha práctica puede pensar que está restringida para un solo tipo de personas. También, que únicamente es apta para quien la ejecuta desde la infancia. Nada más lejos de la realidad. Cualquier persona puede iniciarse en el ballet sin importar su edad; es más, ahora mismo es una de las aficiones favoritas entre las mujeres de mediana edad.

Ballet en mujeres de más de 50, salud y disfrute

Y tú… ¿Qué estás haciendo ahora mismo para envejecer de manera saludable? No importa que tengas 20, 30 o 40 años. Lograr que el paso del tiempo sea benévolo con nosotros y nos permita conservar durante más tiempo nuestras capacidades físicas y mentales, parte de lo que hagamos hoy. Invertir en calidad de vida en el momento presente revierte en el otoño de nuestra existencia.

El ballet en mujeres de más de 50 años se está convirtiendo en una moda en todo el mundo. Meterse en unas mallas y en unas punteras por primera vez en la mediana edad, puede parecer todo un desafío.

Sin embargo, se ha alzado como una práctica energizante que las protagonistas describen como algo muy placentero. Asimismo, desde un punto de vista psicológico y médico, la danza es uno de los mejores recursos para el bienestar en todas sus áreas…

1. Mejora de la autopercepción

Es evidente que quien se apunta a ballet cuando está en la mediana edad, no espera entrar en la compañía de la ópera de París. Lo que desea es ejercitar el cuerpo, pasarlo bien y aprender. Los profesores no se limitan tampoco en guiar a las alumnas en ejercicios fáciles. Buscan, sobre todo, que aprendan técnicas y mejoren habilidades como la coordinación y el equilibrio.

Una investigación de la Universidad de California destaca algo interesante. En la actualidad se realizan clases de ballet para mujeres de entre 23 y 87 años. La participación regular en estas sesiones mejora el autoconcepto y la autoexpresión femenina, en especial de las edades más avanzadas.

Evidencian un mayor aprecio por el propio cuerpo, una aceptación por el paso del tiempo y una mejor autoimagen. No se ven como mujeres mayores haciendo danza. Se autoperciben como bailarinas.

2. Un placentero desafío cognitivo

El ballet en mujeres de más de 50 no busca distraerlas durante unas horas a la semana. Son clases rigurosas que guían en el aprendizaje de unas técnicas de danza que pueden ser complejas. Es evidente que cada alumna tendrá su propio potencial y sus limitaciones. Sin embargo, algo que logra esta práctica es mejorar multitud de competencias cognitivas.

Atención, memoria, planificación y hasta la persistencia… Empezar clases de danza y disfrutar de ellas logra que se encienda la motivación y ese empeño por aprender, por asentar nuevas técnicas, por ver cómo mejora el rendimiento sensoriomotor.

La propiocepción, o la capacidad que tiene nuestro cerebro de saber la posición exacta de cada área del cuerpo, es una competencia que mejora con la danza. La memoria kinésica o el lenguaje corporal se ejercita y florece al máximo con el ballet.

3. Expresión física y emocional

Bailar es lograr una sintonía armoniosa entre el cuerpo y la música, entre la mente y los movimientos. Las emociones fluyen y encuentran un canal nuevo desde donde ser expresadas de formas nuevas. El ballet en las mujeres de más de 50 les permite reencontrarse y, descubrir a su vez, un medio innovador para desahogar sentimientos.

Asimismo, la danza es un medio extraordinario para manejar el estrés cotidiano, regular la ansiedad y oxigenar el cuerpo con esos neurotransmisores tan gratificantes como la serotonina o las endorfinas.

4. Conexión social y alianzas con otras mujeres

Uno de nuestros mayores problemas como sociedad es la soledad. Se trata de una dimensión que se intensifica con el paso de los años. Acudir a clases de danza de manera regular tiene innumerables beneficios sociales: forja amistades, permite vencer la timidez y facilita una enriquecedora conexión emocional.

Las mujeres crean una alianza con otras bailarinas de esa misma edad. Esto les permite compartir sentimientos, miedos y realidades comunes propias de esta época de la vida. Bailar forja nuevos vínculos, es un ejercicio individual y colectivo a la vez, íntimo, pero expresivo que mejora la comunicación a todos los niveles.

5. Envejecimiento saludable

No es fácil llegar a edades avanzadas con un cuerpo ágil y una mente despierta, curiosa y con ganas de seguir aprendiendo. Lo que hagamos hoy tendrá su eco en ese mañana cuando en nuestra sonrisa asomen las arrugas. El ballet en las mujeres de más de 50 facilita que el paso de los años reduzca muchas de las sintomatologías asociadas a la edad.

Un ejemplo, en una investigación de la Universidad de Alberta, en Canadá, se destaca cómo el ballet fortalece las articulaciones femeninas. Las fortalece y conserva su flexibilidad. Por no hablar de los músculos, de la coordinación, la agilidad… En consecuencia, pocas prácticas resultan más estimulantes a cualquier edad como bailar, como aprender técnicas de danza y disfrutar de este arte.

Dejemos caer los prejuicios sobre la edad y los cuerpos y demos el paso, el ballet es un medio para un fin. Es una oportunidad para redescubrirnos y potenciar nuestra salud y bienestar a todos los niveles. Dancemos.

domingo, 23 de julio de 2023

¿Qué hacer con la disociación?

A lo largo de nuestra vida podemos experimentar episodios de disociación, pero, ¿qué podemos hacer con ellos? ¡En este artículo te lo contamos!

¿Alguna vez has sentido que mantenías una conversación con alguien estando distraído o que por más que leyeras un texto no podías enterarte de su contenido? Incluso, ¿has vuelto a tu casa sin ser consciente de haber recorrido el camino de vuelta? Esto se conoce como disociación.

Pero, ¿qué es la disociación? Se trata de un mecanismo que nos permite “escapar” de nuestra realidad, la cual se ha podido ver influenciada por un periodo de alteración emocional, aunque este se remonte a la infancia. Disociar se puede entender a través de la típica expresión: «de cuerpo presente, pero de mente ausente».

¿Disociar siempre es disfuncional? La respuesta es que no, aunque con frecuencia se asocia a una respuesta de ansiedad.

¿Qué podemos hacer con la disociación?

Hay que destacar que la disociación se puede producir a lo largo de un largo espectro, desde no recordar momentos de nuestro día hasta soñar despiertos. Ahora bien, ¿qué podemos hacer con ella?

Utilizar nuestros sentidos

La primera propuesta es ayudarnos de uno o varios de nuestros sentidos en el momento presente, ¿cómo? Por ejemplo, podemos tocar algo que tengamos (ej. una chaqueta, una pared), oler un bote de colonia o incluso presionar el suelo con los pies.

Por ello, involucrar nuestros sentidos nos ayuda a “sentirnos conectados” y a estar presentes. Lo importante es ser conscientes de lo que estamos haciendo en el momento. Progresivamente, nuestros sentidos nos pueden ayudar a trabajar la disociación y conseguir poner nuestro foco de atención a nivel mental en aquella actividad, lugar o persona que queramos.

Otra idea interesante podría ser practicar la conocida aromaterapia. ¿Cómo puede influir en nosotros? Pues a través de los bulbos olfatorios de la nariz, los cuales envían la información de los aromas al sistema límbico, que es la parte del cerebro que procesa nuestras emociones.

Ejercicios de respiración

La respiración, una herramienta importante con la que contamos, nos puede servir como ayuda para gestionar diferentes estados emocionales que nos generan malestar. Además, realizar ejercicios de respiración nos puede ayudar a estar conectados con nuestra realidad.

Se trata de una práctica que podemos poner en marcha de manera progresiva. No es necesario dedicarle una gran cantidad de tiempo, y para ello nos podemos ayudar de determinadas indicaciones o videos.

Progresivamente, desarrollaremos una mayor facilidad para tener como herramientas propias estas pautas de respiración que iremos aprendiendo y a las que podremos poner en funcionamiento de manera inmediata.

Realizar actividades que nos hagan sentirnos “presentes”

Algunas actividades pueden ayudarnos a permanecer en el presente:
  • Describir nuestro entorno: puedes comenzar indicando el lugar donde te encuentras, y progresivamente ir describiendo detalles más específicos. Así, poco a poco, recuperarás la conexión con los que te está pasando ahora.
  • Practicar un deporte: encontrar un deporte que nos haga focalizar nuestra atención en este durante la duración del mismo.
  • Realizar una alimentación consciente: dedicar nuestra atención al momento en el que estamos comiendo, escuchando nuestras sensaciones tanto físicas como mentales.
  • Practicar meditación o mindfulness. El mindfulness tiene como objetivo practicar la consciencia en el momento presente. Ser capaces de dejar de prestar atención a pensamientos del pasado o futuro. Jon Kabat-Zinn, referente mundial de mindfulness, lo define como:
La terapia y la disociación

Hay técnicas para gestionar los síntomas característicos de la disociación. Podemos buscar un profesional especializado que nos brinde herramientas más específicas para nuestra disociación.

En terapia también solemos llegar a conocer el motivo de nuestras experiencias de disociación, es decir, la causa. Una información muy valiosa para diseñar un plan de intervención que realmente nos ayude.

En este sentido, no podemos olvidar que cada persona es diferente, por lo que la disociación de cada uno también. Cada disociación lleva implícita detrás una historia, con experiencias, emociones, factores y pensamientos diferentes.

Pero, ¿hay que realizar las recomendaciones anteriores? La clave no está en realizar cada una de las actividades anteriormente mencionadas. Lo importante es realizar una actividad que nos motive y nos hago poner nuestro foco de atención en ella y en nuestro momento presente, con el fin de contribuir a mejorar esos episodios de disociación.

¿No hay una única alternativa? No, se trata de buscar la alternativa que más nos ayude y se adapte a nosotros.

Entonces, ¿qué es lo que realmente nos ayuda a sentirnos conectados con el momento actual? Nuestra consciencia plena, lo que se entiende por vivir y sentir el momento actual. Aunque no se nos puede olvidar que es una habilidad más, la cual lleva tiempo adquirir, y no por ello debemos tirar la toalla.

A algunas personas les puede venir bien correr; en cambio, a otras dibujar. Cierto es, que podemos poner en prácticas varias de ellas, no solo aquellas que no nos cuesten esfuerzo. Tal vez, podemos combinar otras, las cuales nos pueden ayudar, pero sería interesante establecerlas como un hábito de manera progresiva. Hemos mencionado antes que la disociación se mueve a lo largo de un espectro, pues las posibles herramientas para gestionarla también.

sábado, 22 de julio de 2023

¿Cómo te afectan las series que ves en televisión?

Las series que consumes pueden influir en tu estado de ánimo, tu satisfacción vital y tu salud. Descubre más y podrás elegir de manera consciente las mejores opciones para ti.

Los medios audiovisuales se han convertido en nuestra principal fuente de ocio. Pasamos horas frente a la pantalla disfrutando de nuestros programas favoritos, entrando en un estado de semiadormecimiento en el que los capítulos se reproducen uno detrás de otro. Pero, ¿te has planteado cómo te afectan las series que ves? ¿Eres consciente del contenido que escoges consumir y cuáles son sus efectos?

Lo cierto es que si echamos un vistazo a las series del momento, comprobaremos que la mayoría de ellas tienen una temática gris, triste, dura o escabrosa. Se sabe que el thriller y el suspense tienen unos componentes característicos que los convierten en un género llamativo y adictivo. Pero, ¿puede afectarnos negativamente contemplar ese tipo de escenas y narrativas? Y, por el contrario, ¿son capaces las comedias de mejorar nuestro humor?

Las series de comedia mejoran el estado de ánimo

Esta es una realidad que probablemente habrás comprobado miles de veces. Y es que, por ejemplo, una serie de comedia es capaz de animarnos, aliviar el estrés y conectarnos con emociones positivas y agradables. Mientras vemos sus capítulos, nuestros problemas parecen diluirse, nos sentimos más animados a relativizar y más calmados y optimistas.

De hecho, muchas personas cuentan con sus propias «series de confort»: ficciones que hemos visto una y otra vez porque nos reconcilian con nosotros mismos o nos hacen sentir como en casa. Nos atrae de ellas su calidez y la familiaridad que nos generan; al verlas creamos una especie de burbuja a nuestro alrededor en la que podemos evadirnos.

Además, los efectos beneficiosos de estas series alegres y entrañables no se limitan al plano psicológico, sino que pueden también influir en el físico. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo en 2003 encontró que ver un programa de comedia puede alterar los niveles de glucosa en sangre, suprimiendo su aumento tras una comida. Y es que las emociones positivas son capaces de modular los factores neuroendocrinos y la función inmunitaria.

Así afectan las series que ves a las emociones negativas

Ahora bien, ¿qué ocurre con las series de géneros como el drama, el suspense o el terror? Estas provocan emociones como el miedo, la tensión o la tristeza, sensaciones que normalmente queremos evitar.

Sin embargo, al visionar series de este tipo se disparan los niveles de adrenalina en el organismo, así como los de dopamina, con lo que pueden experimentarse intensas sensaciones de bienestar y placer. Esto es especialmente cierto en aquellas personas con el rasgo de personalidad conocido como búsqueda de novedad.

Además, se experimentan estas emociones en un entorno seguro y controlado; pues, sabemos que nada malo nos va a pasar y tenemos el control respecto a cuándo detener o quitar la serie y eliminar así la estimulación y las emociones.

Por otro lado, este tipo de contenido audiovisual puede ayudarnos a superar traumas o situaciones adversas del pasado al ver cómo otros abordan y se sobreponen a la adversidad. Incluso, puede suponer una especie de entrenamiento mental respecto a la toma de decisiones y el modo adecuado de responder en situaciones de amenaza.

Escoge con precaución

Sin embargo, no todo son buenas noticias, y es que la forma en que te afectan las series no siempre es positiva. Por ejemplo, las películas de terror son proclives a causar insomnio, pesadillas y otros trastornos del sueño en los niños, por lo que son una población especialmente vulnerable. Sin embargo, en los adultos con tendencia a estas dificultades de descanso, también pueden suponer un agravante.

Por otro lado, las series con contenido triste o dramático pueden empeorar los estados depresivos. Y esto ocurre por varios motivos. Por un lado, estas personas se sienten más atraídas hacia este tipo de contenidos y les resulta difícil conectar con temáticas más animadas (que son las que realmente podrían mejorar su ánimo). Por otro lado, visionar series tristes hace que se recreen más en el sufrimiento, en las cogniciones y emociones negativas, perpetuando el malestar.

Además, se ha encontrado una asociación entre la depresión, el aislamiento y el binge-watching. Esta tendencia, cada vez más común, se refiere al hecho de darse un atracón de series; algo que tendemos a hacer cuando nuestro estado de ánimo es bajo. La paradoja es que, en ocasiones, nuestra iniciativa termina haciendo que este estado de ánimo sea más intenso al final del visionado.

No obstante, consumir series alegres o de comedia tampoco es siempre positivo, ya que estas también son susceptibles de causar adicción. El bienestar que nos reportan y el vínculo emocional que generamos con sus tramas y personajes pueden hacer perder interés a nuestras relaciones y experiencias reales. De tal modo, terminamos prefiriendo observar esas vidas virtuales que vivir la nuestra propia.

Sé consciente de cómo te afectan las series que ves

Como ves, no se trata de una cuestión sencilla, ya que todos los géneros tienen sus pros y sus contras. Para beneficiarnos del entretenimiento y el bienestar que nos proporcionan las series y evitar sus desventajas, hemos de tener en cuenta dos cuestiones.

Por un lado, el consumo ha de ser controlado; de lo contrario, podemos caer en el error de pasar gran parte del día frente a las pantallas. Además, es importante que consideremos cuál es nuestro humor actual y qué necesitamos en cada momento. Por ejemplo, es preferible evitar el género del drama cuando nos sentimos especialmente decaídos.

En cualquier caso, escoge con conciencia y ten presente que las pantallas pueden suponer un riesgo en ciertos momentos y si se utilizan sin medida.


viernes, 21 de julio de 2023

9 preguntas que solemos hacernos sobre la esquizofrenia

¿Es verdad que las personas con esquizofrenia pueden ser violentas? ¿Cómo son las relaciones afectivas cuando se tiene esta enfermedad? ¿Qué tratamientos farmacológicos y psicológicos son más idóneos? Resolvemos estas dudas y otras cuestiones.

Los amantes del cine recordarán a uno de los grandes mitos femeninos de los años 40: Veronica Lake. Adquirió fama y se convirtió en un auténtico icono gracias a ese mechón de pelo que cubría uno de sus ojos. Fue la clásica actriz pin-up con la que todos los productores deseaban trabajar, y que el público ansiaba ver en la pantalla grande.

Sin embargo, su carrera apenas duró una década. Veronica Lake sufría esquizofrenia paranoide y pronto buscó refugio en el alcohol para sofocar sus delirios y depresiones. Cuentan que cuando cumplió los 40 parecía tener 70 años. Decía ser espiada de manera constante por el FBI, su comportamiento era muy errático y terminó recluida en un sanatorio. Falleció a los 50.

La esquizofrenia ha sido una de las enfermedades más devastadoras; esas que casi siempre conducían de forma irremediable a la autodestrucción. En la actualidad, conocemos mejor los hilos que la orquestan, y por el camino también hemos descubierto algunas intervenciones que son capaces de mejorar de manera significativa la vida de los pacientes.

Ahora bien, el mayor problema alrededor de esta condición cerebral es la estigmatización. Como sociedad, seguimos alimentando sesgos e ideas del todo erróneas sobre las personas con esquizofrenia, y que es necesario clarificar, corregir, sanear…

Preguntas sobre la esquizofrenia

Por chocante que nos parezca, a día de hoy siguen existiendo personas que siguen la misma estela que la actriz Veronica Lake. Personas que lidian con una enfermedad mental grave en soledad y que derivan, en algún momento, en conductas adictivas. Ese paso les conduce hacia un declive que termina en la exclusión social.

A menudo, la población y hasta los propios pacientes albergan una imagen parcial y del todo equivocada sobre lo que es la esquizofrenia. Esto no ayuda, esto mina y puede hacer que las personas que la sufren no busquen ayuda y se aíslen todavía más. Debemos comprender, ser sensibles y educarnos un poco más en lo que se refiere a las condiciones mentales y neurológicas.

De algún modo, las preguntas que solemos hacernos sobre la esquizofrenia casi siempre suelen ser las mismas. A menudo, el mundo del cine y la televisión, así como los falsos mitos, han creado una imagen de claroscuros sobre esta condición, sobre la que debemos poner luz. Aclaremos algunos conceptos.

1. ¿Las personas con esquizofrenia son violentas?

Este es uno de los mitos más dañinos. La idea de que las personas con esquizofrenia presentan una tendencia mayor a la conducta violenta es una creencia muy arraigada en la sociedad. Sin embargo, la realidad es otra. Tener esquizofrenia eleva el riesgo de comportamientos destructivos hacia uno mismo, y no tanto hacia los demás. 

Una investigación de la Universidad de Sichuan, en China, destaca que la violencia interpersonal en la esquizofrenia tiene más que ver con aspectos sociales, demográficos, familiares y laborales, que con la propia condición psiquiátrica. Por otro lado, en caso de aparecer comportamientos violentos, estos están mediados por las adicciones.

2. ¿Qué causa la esquizofrenia?

La esquizofrenia es una enfermedad neurológica multifactorial con componentes genéticos que afecta a menos del 1 % de la población. Una investigación de la Universidad Maryland destaca una hipótesis muy conocida: la fisiopatología asociada a la alteración de la dopamina.

Asimismo, se destaca la conocida hipótesis del «doble golpe»: cuando se suma la predisposición genética y un trauma de infancia se eleva el riesgo de desarrollar esta condición.

3. ¿Pueden las personas con esquizofrenia llevar una vida normal?

Entre las preguntas que solemos hacernos sobre la esquizofrenia hay una muy recurrente. ¿Pueden desempeñar una vida «normal» como el resto de la población?

Lo primero que debemos saber es que esta es una enfermedad tratable. Gracias a los medicamentos de segunda generación o atípicos (neuroprotectores), la persona puede mantenerse estable.

Lo que hacen estos tratamientos es tratar los síntomas «positivos» de la esquizofrenia, es decir, las alucinaciones, los delirios y la paranoia. Ahora bien, el paciente podrá tener una adecuada calidad de vida siempre y cuando se cumplan cinco factores:
  • Tener un seguimiento psicológico y médico.
  • Seguir el tratamiento farmacológico.
  • Ser consciente de su enfermedad y conocerla (algo que no todos los pacientes llevan a cabo, puesto que un porcentaje de ellos sufren anosognosia, es decir, no toman conciencia de su condición).
  • No tomar drogas.
  • Disponer de un buen apoyo social del entorno.
4. ¿Es verdad que tienen personalidades múltiples?

Esta es otra idea recurrente entre la población que debemos matizar y aclarar. Las personas con esquizofrenia no evidencian personalidades múltiples porque esa característica está presente en el trastorno de identidad disociativo. No es lo mismo.

5. ¿La esquizofrenia altera la inteligencia?

¿Es verdad que los pacientes con esta enfermedad son menos inteligentes? Este es otro mito que conviene desterrar del árbol de nuestras creencias. El cociente de inteligencia no tiene nada que ver con la esquizofrenia. Hay personas brillantes con esta característica y personas menos talentosas que también la evidencian.

Ahora bien, esta condición afecta de manera directa a la capacidad para prestar atención y concentrarse, lo cual puede limitar en ocasiones su rendimiento.

6. ¿Cómo son las relaciones de pareja?

Lo cierto es que suele ser difícil para las personas con esquizofrenia mantener una relación de pareja, pero esto no quiere decir que sea imposible. Hay muchas personas que cuentan con un vínculo estable, cuyos miembros entienden y saben manejar la enfermedad.

Las personas con esquizofrenia deben hacer frente no solo al rechazo y al estigma social. La enfermedad crea obstáculos para poder afianzar un lazo afectivo. Hay alteraciones en la sexualidad, un mal manejo de las emociones, una baja confianza en sí mismo (autoestigma) y también en los demás, etc.

7. ¿Cómo puedo ayudar a un ser querido con esquizofrenia?

Lo primero es conocer con claridad qué es esta condición. Porque no todas las actuaciones son las correctas. Veamos algunas pautas básicas:
  • Ante las alucinaciones, delirios o comportamiento desorganizados, no confrontemos con ellos.
  • Facilitemos que tengan una vida estructurada y con rutinas fijas.
  • Ofrezcamos comprensión, compasión y respeto absoluto.
  • Acepta la enfermedad de ese familiar o amigo. Nadie elige tener un trastorno mental.
  • Anímalo a seguir el tratamiento médico.
  • Entiende que con acompañamiento y tratamiento puede tener una vida plena.
8. ¿Cuáles son las terapias psicológicas más adecuadas para la esquizofrenia?

Además del tratamiento farmacológico, la persona con esquizofrenia se beneficia de varias terapias psicológicas. Son las siguientes:
  • Tratamiento asertivo comunitario: tiene como finalidad mantener unida a la persona a su entorno social.
  • Entrenamiento en habilidades sociales.
  • Terapia cognitivo-conductual: busca disminuir o modificar las conductas desadaptativas, las creencias irracionales, las distorsiones mentales…
  • Tratamientos grupales de orientación conductual: buscan mejorar las competencias cognitivas y el ajuste social.
9. ¿La esquizofrenia tiene cura?

Otra de las preguntas que solemos hacernos sobre la esquizofrenia es si tiene cura. De momento, estamos ante una enfermedad crónica que cuenta cada vez con mayor investigación para la mejora de sus tratamientos. No tiene cura, aparece entre los 21 y los 30 años, pero con medicación y apoyo la persona puede tener una buena calidad de vida.

En la actualidad, hay varios estudios innovadores de medicamentos que buscan dar forma a nuevos mecanismos para reducir los síntomas y sus efectos secundarios. El propósito es que no dejen secuelas como la clásica apatía, los déficits cognitivos o la disfunción sexual a causa de los fármacos.

Para concluir, una de nuestras mayores cuentas pendientes como sociedad es educarnos en materia de salud mental. Derribar estigmas y facilitar unos conceptos básicos sobre los principales trastornos psicológicos nos permitiría avanzar, ser más éticos y sensibles en esta materia. El bienestar de todos está en juego.

jueves, 20 de julio de 2023

Curiosidades de los grandes filósofos

Son varios los grandes filósofos que se han visto envueltos en situaciones curiosas. Conocida es la historia de Crisipo, que le dio vino a un burro. Después de hacerlo, le pareció gracioso y no pudo parar de reír hasta que terminó muriendo. Tal cual. Veamos otras curiosidades.

Algunos de los grandes filósofos tuvieron vidas o protagonizaron acontecimientos curiosos. No es para menos, si tenemos en cuenta que esos pensadores lograron ver el mundo desde perspectivas novedosas, más profundas y, por lo general, disruptivas.

Uno de los grandes filósofos sobre el que hay gran cantidad de anécdotas es el famoso Diógenes de Sinope, que decidió vivir dentro de un barril. Se cuenta que le encantaba defecar en público, incluso en teatros llenos de gente. Y si alguien no le simpatizaba, orinaba sobre él.

A Diógenes el cínico también se le recuerda por sus salidas ingeniosas. La más famosa de ellas tuvo lugar cuando Alejandro Magno fue a visitarlo y le dijo que podía pedir lo que quisiera. Diógenes le contestó que solo le pedía retirarse, para no tapar los rayos del sol. Veamos otras curiosidades de los grandes filósofos.

Curiosidades de los grandes filósofos de la antigüedad

Dentro de los grandes filósofos de la antigüedad sobre los que se cuentan anécdotas está el famoso Sócrates. Se dice que tenía un apodo: «el tábano de Atenas». Esto es porque, al parecer, era tan agudo y punzante con sus reflexiones, que consiguió incomodar a casi todas las personas con poder de Atenas.

Sobre Sócrates también se cuenta que en una ocasión recibió una oferta de un rico ateniense. Quería que se encargara de la educación de su hijo, a lo que el filósofo contestó que esto le costaría 500 dracmas, lo cual era una cifra considerable en aquel entonces. El hombre pensó que era muy costoso y le dijo: «es demasiado dinero. Con eso puedo comprarme un asno». Sócrates respondió: «tiene razón. Le aconsejo que lo compre y así tendrá dos».

Otro de los grandes filósofos de la antigüedad fue Tales de Mileto. Fue uno de los primeros en abordar el tema de la mortalidad del alma y en describir el significado de un eclipse. Sobre él se cuenta que una vez invitó a una mujer a mirar las estrellas. Probablemente, quería seducirla mientras le hablaba de ellas, pero con tan mala suerte que cayó en un hoyo. La mujer le dijo: «cómo pretendes hablarme de lo que hay en el cielo, si ni siquiera eres capaz de darte cuenta de lo que hay bajo tus pies».

Otras anécdotas de grandes filósofos

Descartes fue otro de los grandes filósofos de la era moderna. Se cuenta que detestaba levantarse temprano y que, de hecho, dormía hasta 12 horas. Pensaba que el sueño era el mejor alimento para el cerebro, y por eso nunca se levantaba antes del mediodía. Solía trabajar desde la cama.

Jeremy Bentham  es uno de los filósofos más excéntricos de la historia. Fue el fundador del utilitarismo y un auténtico genio, pero tenía una costumbre extraña: hablarle a su bastón. Incluso le puso un nombre. Era solitario, de mal humor y rara vez se divertía.

En su testamento dejó una instrucción insólita: uno de sus amigos debía diseccionar su cadáver en público. Su última voluntad se cumplió. Sus restos fueron momificados y puestos en una vitrina. Hoy en día se les ve aún en el University College London.

Y para que se vea que ni los grandes filósofos escapan a las miserias humanas, no hay mejor ejemplo que Emmanuel Kant. Toda su vida padeció problemas intestinales graves. Pasaba por momentos verdaderamente tortuosos cuando no podía eructar, ya que solo esto lo aliviaba de su pesadez y llenura. Durante los últimos años de su vida, después de comer, se podía preciar una protuberancia en su abdomen, probablemente un tumor.

Otras curiosidades

Para finalizar, hablemos de Bodhidharma, uno de los grandes filósofos orientales y fundador del zen. Al parecer, llegó a China desde el centro o el sur de Asia, y de inmediato destacó por su sabiduría, pero también por sus excentricidades.

Fue invitado a dar una especie de conferencia acerca del budismo. Aceptó la invitación, y al llegar se sentó, en posición de flor de loto, y procedió a meditar durante varias horas. No pronunció ni una sola palabra. Al cabo de un tiempo, se levantó de su lugar y se fue.

Este filósofo quería unirse al Monasterio Shaolin, pero por una razón no muy clara, le negaron el ingreso. Tras esto, se trasladó a una cueva cercana, y nuevamente se puso a meditar. Pasó nueve años haciéndolo, hasta que los monjes lo admitieron. Una vez en el monasterio, criticó a los aprendices por su mal estado físico. Para remediarlo, introdujo las artes marciales en el plan de enseñanza. Así nació el Shaolin Kung Fu. Así fueron algunos de los grandes filósofos: brillantes y sorprendentes.


miércoles, 19 de julio de 2023

La brecha del agrado o por qué piensas que no eres simpático

¿Alguna vez has repasado mentalmente una conversación con alguien y te has arrepentido de haber dicho ciertas cosas? ¿Te inquieta haber dado una mala impresión y no haber sido más ocurrente y chispeante? Esta sensación tiene un origen. ¡Te lo explicamos!

A la mayoría nos agrada conocer gente nueva. Sin embargo, durante estas experiencias suele surgir en nuestra mente una sombra, un pinchazo existencial muy recurrente. ¿Qué impresión habremos dado a esa persona durante el primer contacto? ¿Le habremos gustado? Tras esas dudas surge un fenómeno que puede ser agotador en ocasiones.

De pronto nos vemos repasando mentalmente la conversación mantenida. La analizamos palabra por palabra como agentes de la KGB en busca de brechas, de esos fallos que pueden haber dado una impresión defectuosa de nosotros mismos. Hay quien le dedica a esta tarea mental unos pocos minutos; otros caen en un bucle infinito que puede durar horas.

La mayoría desearíamos ser más simpáticos, gozar de ese carisma magnético capaz de cautivar a cualquiera desde el minuto uno. Las personas necesitamos gustar a los demás porque en el juego del ajedrez social las conexiones humanas son importantes. Dar una imagen de confianza y cercanía es un principio básico en nuestro tejido socioemocional.

Este principio básico de sociabilidad conlleva, a menudo, sufrir más de una distorsión cognitiva no exenta de cierta angustia…

La brecha del agrado, una experiencia colectiva

William James fue uno de los primeros psicólogos en estudiar nuestra necesidad de conexión social. Pionero como fue en el estudio científico de los fenómenos psicológicos, puso su atención en las miradas. Nos habló sobre cómo los bebés, además de necesitar alimento y protección, anhelan también contar con el contacto de esas miradas llenas de afecto de sus progenitores.

Es a través de los ojos como solemos valorar también si caemos bien a alguien o si les generamos cierta desconfianza. Cuando conocemos a alguien nuevo, analizamos de mil formas si les agradamos o nos desaprueban. Sin embargo, y aquí llega el dato más interesante, por término medio, las personas solemos infravalorar la impronta que dejamos en los demás.

Dicho de otro modo, nos acompaña un sesgo cognitivo que nos dice frases como «has metido la pata al decir esto, tendrías que haber dicho aquello otro, ese comentario ha sido una tontería, seguro que piensa que eres un aburrido…». La gran mayoría hemos caído alguna vez en este tipo de trampas mentales. El problema llega cuando esta percepción se vuelve casi obsesiva y se deriva en la ansiedad social.

La importancia del juicio que hacen los demás sobre nosotros

Lo que opinen los demás sobre nosotros nos importa. Más aún si somos jóvenes. La teoría de la brecha del agrado nos dice que la ansiedad por gustar y la tendencia a subestimarnos, puede arruinar nuestras relaciones. Bien es cierto que no siempre llegamos a estos extremos, pero las dudas, la costumbre por revaluar nuestras conversaciones, configuran una nube gris mental algo incómoda.

Nos encantaría poder preguntarle a esa persona que acabamos de conocer qué impresión le hemos gustado. Sin embargo, en materia de relaciones sociales, caminamos a tientas, en pruebas de ensayo-error y navegando como podemos en ese océano que, a menudo, nos genera cierta ansiedad. Y esto es así porque estamos programados para conectar, para crear lazos y formar parte de grupos sociales.

Gustar es sinónimo de integración en el grupo, algo que sin duda perseguimos cuando somos adolescentes y no tanto en edades adultas. En edades más maduras nos basta con conservar unas pocas alianzas de calidad.

Tus conjeturas no siempre son ciertas: gustas más de lo que crees

En un estudio llevado de manera conjunta por las universidades de Yale, Cornell, Harvard y Essex, analizaron el fenómeno de la brecha del agrado. Algo que quedó en evidencia es el hecho de que la mayoría tenemos un diálogo interno muy crítico. Es él quien nos alimenta con unas suposiciones negativas sobre el impacto que generamos en las personas que acabamos de conocer.

Esa incertidumbre está marcada por no saber aún qué valores y qué tipo de personalidad tienen esas figuras con quienes hemos hablado. Esas a quien deseamos caerle bien a toda costa. Sin embargo, la investigación demostró que, por término medio, solemos gustar más de lo que pensamos y esas ideas sesgadas están del todo infundadas.

Ahora bien, ¿por qué tenemos un juez interno tan maquiavélico? ¿Por qué nos tortura haciendo que analicemos todo lo expresado y torturándonos por lo dicho o no dicho? Lo cierto es que dudar de nuestro impacto positivo en los demás favorece que procuremos mejorar nuestras habilidades sociales.

Eso sí, lo ideal es no caer en el extremo de ponernos en tela de juicio de manera constante y obsesiva…

Cómo dejar de dudar de ti mismo cuando conoces a alguien nuevo

La brecha del agrado se convierte en un esquema mental muy importante durante la adolescencia. A medida que pasan los años y llegamos a la madurez, nos preocupa menos la impresión que generamos en quien acabamos de conocer. Nos sentimos más seguros de nosotros mismos y la autoconfianza vertebra buena parte de nuestra interacción cotidiana.

Sin embargo, ¿qué podemos hacer si esa vocecilla insegura persiste en nuestro universo mental? ¿Qué estrategias aplicar cuando seguimos dando vueltas a nuestras conversaciones, y tememos dar siempre una mala impresión a las personas nuevas que llegan a nuestra vida? Lo analizamos.

Las dudas son un fenómeno común, la otra persona piensa lo mismo

«¿Le habré parecido antipático? ¿Pensará que hablo demasiado o demasiado poco? ¿Creerá que soy una persona aburrida y poco interesante?». A veces, podemos pasar horas dándole vueltas a estas ideas. Ahora bien, debemos entender algo muy básico. Todo el mundo tiene dudas de sí mismo cuando acaba de conocer a alguien.

La gran mayoría de nosotros necesitamos gustar a los demás. Así que es muy probable que, mientras nosotros estemos dándole vueltas a esa primera conversación, la otra persona esté haciendo exactamente lo mismo.

Gústate y gustarás a las personas adecuadas

La brecha del agrado puede ser una auténtica tortura si le damos demasiado poder. Puede hacer que derivemos en el abismo de la ansiedad social, en suponer que siempre haremos el ridículo y que los demás nos juzgan a cada instante. Pocas realidades son más liberadoras que ser nosotros mismos y dejar que las personas adecuadas lleguen a nuestras vidas.

La autoconfianza, percibirnos como seres preciosos con virtudes y valías de lo más interesantes, nos permitirá caminar por la vida con mayor aplomo. No es necesario -ni saludable- gustar a todo el mundo. Basta con conectar con esas figuras que están en armonía con nuestros valores y personalidad. Nada más.

Es cierto que el tejido de las relaciones sociales puede ser tortuoso en ocasiones. Sin embargo, ese es un viaje de aprendizaje constante en el cual, nunca debe faltarnos esa brújula bien calibrada como es el amor propio y la autoestima. Solo así trazaremos las mejores conexiones.

martes, 18 de julio de 2023

5 causas de las relaciones «yoyó»: entre el compromiso y el escape

Las relaciones «yoyó» son vínculos marcados por la incertidumbre. De una u otra forma, hay un compromiso, pero en varios momentos se impone el impulso de escapar de dicho compromiso. ¿Por qué ocurre esto? Hoy describimos las cinco razones principales.

Las relaciones «yoyó» son esos vínculos marcados por la inestabilidad. Hoy parece que pueden funcionar, pero mañana se ven como un desastre. Y pasado mañana aparece la esperanza de que se consoliden, pero a las dos semanas surge la convicción de que no hay caso. Los altibajos y el escape repetido son la única constante.

Las parejas con una relación «yoyó» tienen peleas de forma sistemática. Deciden terminar y aseguran que esta vez es para siempre. Sin embargo, al poco tiempo retoman la relación y juran que ahora sí van a ponerse serios. Nunca sucede. Lo que hay es un debate continuo entre el compromiso y el escape.

Lo que se forma en estos casos es un vínculo moldeado por la inseguridad que puede llegar a hacer mucho daño a ambos miembros de la pareja, en especial porque permanecen con los sentimientos crispados y las expectativas atrapadas en la incertidumbre. ¿Por qué ocurre esto? En general, se impone una lógica del escape. Esto se manifiesta de maneras que describiremos enseguida.

1. Usar la relación como refugio

Este es un caso en el que se utiliza la relación como el escape para la inseguridad. La otra persona se ha convertido en una suerte de padre o madre que siempre comprende y perdona. Por lo tanto, brinda una burbuja protectora que resulta reconfortante.

En realidad, no se siente un amor adulto por la pareja. Lo que hay es la satisfacción de una necesidad egoísta. Como la relación no brinda satisfacciones auténticas, se presentan esos intentos de escape, pero después la inseguridad termina siendo más fuerte y la persona vuelve a su refugio seguro.

2. Miedo a la intimidad

El miedo a la intimidad se manifiesta como un malestar en el que la persona quiere tener a su pareja no muy cerca, pero tampoco muy lejos. En el desarrollo de la relación se tiende a profundizar, y entonces viene el escape. Después, se teme perder a la otra persona, y entonces se busca la proximidad.

Esto configura una perfecta relación «yoyó» en la que la nota predominante es el titubeo. Lo más probable es que actuar con tanta ambigüedad termine por precipitar una ruptura. Es desgastante para la otra persona quedar sujeta a los resquemores de su pareja.

3. Miedo al fracaso y el escape como solución

Este es un caso similar al anterior, con la diferencia de que el origen suele ser algún trauma o duelo amoroso  que no se ha resuelto. Es probable que la persona inestable tenga miedo de volver a sufrir porque ha tenido experiencias negativas, y anticipa que el dolor sobrepasa sus recursos psicológicos para sortearlo.

Una persona en estas condiciones es como la mariposa que busca la llama, pero sabe que no puede acercarse demasiado porque se quema. Entonces, va y viene, sin terminar de llegar y quedarse en un punto firme. El escape se convierte en la manera de gestionar la angustia que siente.

4. Búsqueda eterna de una pareja mejor

Es posible que la relación «yoyó» se deba a cierta desilusión que suele impregnar a las parejas inmaduras. Después de haber vivido un enamoramiento intenso, se pasa a la siguiente fase y se siente que, como es obvio, la relación ya no tiene la magia de antes. Los defectos de la pareja ahora son más notables, y es posible que haya cierto aburrimiento.

Entonces comienza a tomar forma la fantasía de que ahí afuera puede haber algo mejor. Algo chispeante que ayude a romper con la rutina. Comienza a buscarse esa experiencia, y con ello se introduce la inestabilidad en la relación. A que me voy, a que no. A que encuentro algo nuevo, a que mejor lo que ya tengo, pero no tanto…

5. Miedo al rechazo

El miedo al rechazo es otro de los factores que desatan el escape y, en consecuencia, las relaciones «yoyó». A veces la persona se siente inhibida por su pareja. Le parece que el otro «es mucho» para él o ella, y teme que en cualquier momento le abandonen. Por eso huye hacia adelante, con el objetivo de mantener cierto control sobre la situación.

También es posible que una persona no sea consciente de su valía y tenga la creencia de que su pareja se decepcionará, en cuanto descubra algunos defectos o falencias que pueda tener. El temor al rechazo activa la inestabilidad.

Las relaciones «yoyó» no le hacen bien a ninguno de los miembros de la pareja. Tendrán que emplear muchos recursos emocionales para sortear esa incertidumbre llevada al extremo y no vale la pena dilapidar la energía psicológica en una especie de juego que quizás no tenga salida.