sábado, 15 de enero de 2022

¿Qué significa el color gris en psicología?

El significado del color gris va más allá de la tristeza y la melancolía. Descubre aquí todos los matices que puede tener este color tan ignorado y singular.

El significado del color gris es muy particular: mientras que el blanco y el negro evocan ideas absolutas y radicales, su punto medio se asocia normalmente con la tristeza y la monotonía, aquello que reside entre la luz y la oscuridad, pero sin matices que le den brillo, lo hagan especial.

Por otro lado, el gris suele asociarse al equilibrio, ya que se trata de un color neutro a nivel psicológico. Por ello, no se lo puede definir simplemente como el color de los tristes, pues también tendría otras connotaciones.

Si quieres conocer más acerca del gris y su efecto sobre la mente humana, en los siguientes párrafos tienes datos realmente interesantes. Te aseguramos que es más complejo de lo que parece.

Características del color gris

El gris es cualquier tonalidad de luminosidad entre el blanco y el negro puros. Aunque el gris clásico sería el equidistante entre ambos, también se considera como tal toda la gama intermedia.

La percepción de este color se produce gracias a la captación de un determinado nivel de luminosidad. Así, los encargados de percibir el gris son los bastones -las células especializadas en captar la luz del ambiente- y no los conos, que se encargan del color. Puesto que es el punto medio entre ambos extremos de luminosidad, el gris es su propio color complementario.

Por tanto, no se puede considerar al gris como un color per se. Es cierto que en la naturaleza son los propios colores los que adquieren una tonalidad grisácea, pero a nivel físico es tan solo un nivel de luminosidad.

Significado del color gris

Aunque no sea el color favorito de la mayoría, el gris tiene su propio significado en la cultura, así como un efecto concreto sobre el estado de ánimo y la mente. Su conexión más general es con el envejecimiento y la ceniza, es decir, con el deterioro que provoca el paso del tiempo. También es un color asociado a la piedra: fría, inmutable y estable.

No obstante, cuando se trata de la personalidad, se suele utilizar para indicar indecisión y debilidad, así como la falta de ambición y la apatía.

El gris se asocia a la idea de cierta pérdida progresiva que se observa con el envejecimiento o, por ejemplo, en los días lluviosos y nublados, donde la luminosidad disminuye. Cuando se menciona que una ciudad es gris, a menudo se está aludiendo a un ambiente contaminado y cargado y a la falta de vegetación, que a su vez llama a la melancolía y la tristeza.

Connotaciones positivas

Como viene siendo habitual, el significado del color gris también tiene puntos positivos. Al igual que el paso del tiempo sobre el cuerpo puede verse como el deterioro que lleva a la muerte, la sabiduría y la experiencia también forman parte del mismo proceso.

El gris transmite sensación de saber estar y sobriedad o, dicho de otro modo, de estabilidad emocional. Esto genera tranquilidad y sentimientos de protección, pues alude a la parte positiva de aquellos cuyo comportamiento es predecible.

Desde una perspectiva moral, la neutralidad de este color representa la capacidad para valorar los diferentes puntos de vista, aumentando la probabilidad de imparcialidad. Se vincula a la modestia, el autocontrol y la inteligencia, pues conocer y aprender a operar con todos los pasos intermedios entre dos ideas.

Usos prácticos del color gris

Todas estas proyecciones del color gris tienen un uso concreto en la vida cotidiana. Puesto que evoca aquello por lo que ha pasado el tiempo, se aprovecha esta sensación de inmutabilidad para representar la tradición y lo sofisticado. Algunos de los ámbitos donde observarás este color más a menudo son los siguientes:
  • Marketing: se usa para tratar de transmitir seguridad y confiabilidad. Lo encontrarás en marcas que profesan valores clásicos y quieren dar un aire elegante y exitoso a sus productos, como joyas y coches de alta gama. También es frecuente encontrarlo en productos tecnológicos.
  • Moda: se utiliza el gris para evitar llamar la atención, intentando generar sensaciones de sobriedad y elegancia. Se suele emplear para hacer contraste con otros colores o como forma de camuflaje.
  • Arte: al igual que en el punto anterior, su combinación con colores ayuda a generar un contraste entre contención y expresividad. Cuando los interioristas lo utilizan, suelen buscar un punto intermedio entre la actividad y la disciplina.
El gris es un color que, aunque parezca monótono, incluye una enorme gama de tonalidades. Seguro que después de leer este artículo, te llama más la atención -por norma, aquello que puede ser significativo para nosotros termina siendo también más atractivo para nuestros sentidos-.

viernes, 14 de enero de 2022

5 señales de que estás lidiando con una persona pasivo-agresiva

¿Qué hace una persona que suele comportarse de forma pasivo-agresiva? ¿Por qué pueden llegar a ser realmente dañinas? Estas señales te ayudarán identificarlas -y, por extensión, a tomar medidas-.

Existen comportamientos agresivos prototípicos, pero también otros que no suelen ser identificados como tal. Los comportamientos pasivo-agresivos se caracterizan por ser ambiguos o sutiles, incomodándonos o confundiéndonos, y frente a los que muchas veces no reaccionamos. Los dejamos pasar, en muchos casos, porque pensamos que no merece la pena que sean el inicio de un conflicto.

En este artículo conocerás cinco señales de que estás lidiando con una persona pasivo-agresiva -que tiende a utilizar este tipo de comportamientos-. También hablaremos de algunas estrategias que pueden ayudarte a enfrentar la situación.

1. Se muestra ambivalente

Una primera señal de que estás frente a una persona pasivo-agresiva es la forma en la que se relaciona contigo. Por ejemplo, si has notado que algunos días se comporta de manera más amable o deferente y otros días muestra hostilidad y rechazo, sin razón aparente, es posible que se trate de un comportamiento pasivo-agresivo.

Por otro lado, también es posible que esta persona tenga hacia ti expresiones indirectas de hostilidad, es decir, insultos sutiles y velados, formas de denigrarte señalando tus puntos débiles, como si pretendiese hacer una crítica positiva -de esta manera, pueden llegar a ser muy invalidantes-. Esta tendencia también se manifiesta cuando ignora de manera sistemática tus opiniones, como si por el hecho de venir de ti ya no fueran valiosas.

Esta forma de comportamiento pasivo-agresivo puede generarnos inseguridad frente a nuestras habilidades sociales, pues puede hacer que nos preguntemos de manera constante si hemos hecho algo malo o si realmente el otro tiene motivos para estar enfadado con nosotros.

2. Tiene problemas de comunicación

En esta misma línea, la persona pasivo-agresiva tiende a tener problemas de comunicación en los distintos ambientes en los que se desenvuelve.

Puede emitir mensajes contradictorios, realizar afirmaciones y después negarlas, anunciar que se va a comportar de una forma y luego hacerlo de otra, acusar sistemáticamente a los demás de mentir. En cualquier caso, la comunicación con estas personas termina consumiendo toda nuestra energía.

Esta dificultad comunicativa hace que en muchas ocasiones se deje de contar con las personas que se comportan de esta manera; ellas pueden obtener la ganancia secundaria de que se les asignan menos responsabilidades que a las demás. Esto, a su vez, hace que emerjan otros rasgos asociados a la pasivo-agresividad.

3. Manifiesta sentirse menospreciado e infravalorado

Por ejemplo, existe una tendencia a que las personas pasivo-agresivas emitan constantes quejas sobre sentirse despreciadas o utilizadas por los demás. Así mismo, afirman sentirse menospreciadas, poco valoradas y poco reconocidas por sus talentos y capacidades.

Estos comportamientos autovictimizantes se convierten en una forma de manipulación emocional para obtener ventajas o beneficios en una relación. En consecuencia, las personas expuestas a estas recriminaciones tienden a sentirse culpables y a querer compensar esos sentimientos de incomprensión y rechazo que, en apariencia, han generado.

4. Evade sus responsabilidades

Por otro lado, otra señal característica es el hábito de no asumir sus responsabilidades y compromisos. Este rasgo tiene matices. Por ejemplo, puede hacerse visible con ineficiencia y descuidos, consiguiendo de esta manera que se le manden menos tareas en el futuro. También puede aparecer en el hecho de culpar a los demás o a eventos externos ante un incumplimiento.

Sumado a esto, como apuntábamos antes, estas personas suelen tener un discurso y un actuar de una forma muy distinta. De cualquier forma, una persona pasivo-agresiva tenderá a excusarse repetidamente, a procrastinar o a argumentar sentimientos de sobrecarga e injusticia.

5. Tendencia a estar de mal humor

Finalmente, el mal humor es otro rasgo que nos ayuda a identificar a las personas pasivo-agresivas. Así, podrían mostrar, de manera generalizada, en los que predominen la tristeza y la ira sin razón aparente. En ambos casos, su comportamiento puede generar respuestas negativas en el entorno, siendo complicado trabajar con ellas en equipo.

Del mismo modo, la exhibición de estos estados de ánimo puede retroalimentar sus sentimientos de incomprensión y su tendencia a culpabilizar a los demás. Es decir, las expresiones de tristeza pueden aparecer ante las injusticias de las que creen ser víctimas, mientras la ira la asumen como una respuesta apenas esperable ante los malos tratos que, según ellos, reciben.

Si en este momento estás teniendo que lidiar con una persona pasivo-agresiva, recuerda que muchas veces intentar desenmascararles de manera directa no funciona. Teniendo en cuenta que la finalidad de las respuestas pasivo-agresivas suele ser afectarnos, tal vez lo más efectivo sea ignorar estos comportamientos.

jueves, 13 de enero de 2022

Los tres niveles de agresión en la pareja

Es importante estar atentos a los cambios en los niveles de agresión en la pareja. En muchos casos, todo comienza de forma muy leve, ganado en intensidad y frecuencia, hasta el punto de que las agresiones pueden llegar a poner en riesgo la integridad de la víctima.

Los niveles de agresión en la pareja son un indicador importante de la salud de la relación. Es necesario aclarar que la relación está bien cuando tales niveles apenas superan la cifra del cero. En cambio, si surgen señales de escalamiento, es hora de pensar muy bien el rumbo que están tomando las cosas.

En estos temas no se puede ser purista. En toda pareja existen conflictos y no resulta alarmante que estos deriven en frases o actitudes destempladas o toscas. Que haya un grito de vez en cuando, o que se presente ofuscación en situaciones puntuales, es perfectamente normal.

Otra cosa es entrar en un ciclo de diferentes niveles de agresión en la pareja. Lo usual es que, si esto ocurre, en un primer momento pase desapercibido. Es lamentable que suceda, ya que es precisamente en un comienzo cuando se pueden trabajar y detener esos ciclos para que no lleguen a situaciones más complejas. Por eso es importante identificar los niveles de agresión en la pareja. Son los siguientes.

1. Agresión simbólica, el primero de los niveles de agresión

El primero de los niveles de agresión en la pareja es el que corresponde al terreno de lo simbólico. Aquí priman las expresiones verbales, los gestos y las actitudes, muchas veces encubiertas con bromas o aparentes críticas constructivas. Algunas de las conductas que develan esta agresión simbólica son las siguientes:
  • Hay mentiras recurrentes.
  • Se han presentado engaños, afectivos o de otra índole.
  • Se ignora al otro en aspectos relevantes.
  • Se realizan bromas hirientes.
  • Se ridiculizan las conductas, pensamientos o palabras de la pareja.
  • Es el otro el que siempre tiene la culpa.
  • Ha habido humillaciones delante de otras personas.
  • Se han presentado escenas de celos.
  • Hay descalificaciones.
  • Se expresan frases ofensivas.
  • Se ha producido algún tipo de amenaza.
Las conductas descritas indican que la pareja ha entrado en un ciclo de agresión. De cualquier modo, es importante tener en cuenta la frecuencia y la intensidad con la que esto ocurre. Si se trata de algo excepcional, quizás sea suficiente con dialogar y marcar límites. Si es frecuente, habrá que tomar medidas más radicales.

2. Agresión coactiva

El segundo de los niveles de agresión en la pareja surge cuando además de las conductas descritas, aparecen otras que coartan al otro. En este caso ya no hay solo ofensas recurrentes, sino que también se han llegado a incidir de forma directa en la conducta de la pareja, haciendo uso de actitudes violentas. A la agresión coactiva corresponden conductas como las siguientes:

  • La “prohibición” de hacer algo o dejar de hacerlo.
  • Intimidaciones directas.
  • Control sobre las acciones del otro.
  • Persecución o espionaje.
  • Restricciones en el uso del dinero.
  • Destrucción de documentos u objetos personales del otro.
  • Caricias sin consentimiento o con trazos de agresividad.
  • Golpes “accidentales” al jugar.
  • Arañazos o pellizcos en momentos de ofuscación.
  • Se ha empujado al otro.
  • Se ha presentado una bofetada, incluso “suave”.
  • Uno de los miembros de la pareja siente miedo frente a las reacciones de ira del otro.
El segundo nivel de violencia en la pareja debe encender todas las alarmas. Se ha entrado en una espiral de violencia que es necesario parar. En este punto, sí o sí, hay que tomar medidas.

3. Violencia directa

Cuando no se toman medidas a tiempo, se puede alcanzar el tercero de los niveles de agresión en la pareja, que es la violencia directa. Esta es una situación peligrosa, que por ningún motivo se debe tolerar. Aquí está en riesgo la integridad y la vida de una persona; por lo tanto, ninguna concesión es válida.

Algunas de las conductas características de este nivel son las siguientes:
  • Uno de los miembros de la pareja ha pateado al otro.
  • Uno de los dos ha sido víctima de encerramiento.
  • Hay amenazas con armas u otros objetos.
  • Existen relaciones sexuales no consentidas.
  • Uno de los dos ha incurrido en agresiones físicas que dejan huella en el cuerpo.
  • Se producen amenazas muy serias y la intimidación es constante.
  • Se suele alcanzar el tercero de los niveles de agresión después de una evolución. La violencia ha ido escalando hasta llegar a su punto más dañino, destructivo y limitante.
Al llegar a este punto, ya no es discutible la necesidad de buscar ayuda profesional y legal. Una relación así, sostenida en el tiempo, produce daños que difícilmente se van a poder reparar.

miércoles, 12 de enero de 2022

Personas que disfrutan de estar solas: características psicológicas

¿Te consideras una persona que disfruta de estar a solas? ¿Conoces a alguien con un círculo social muy pequeño? Existen algunas características interesantes que suelen primar en este tipo de personas.

Si bien los seres humanos somos animales sociales, es muy habitual encontrar personas que disfrutan de su soledad y les encanta pasar tiempo consigo mismas.

No obstante, sentirse a gusto en soledad no es sinónimo de misantropía ni de egoísmo. Incluso, es común que quienes encuentran placer en el estar solas valoren mucho la buena compañía y sean seres humanos amables y respetuosos.

En este artículo conocerás las principales características psicológicas de las personas que disfrutan de estar solas y tal vez te identifiques con algunas o te ayuden a valorar más a aquel amigo o amiga que no te parece tan sociable.

Características de las personas que disfrutan de estar solas

Aunque algunas personas pueden sentirse inhibidas a la hora de hacer actividades solas porque piensan que son juzgadas o que dan una apariencia de vulnerabilidad o tristeza, las personas que disfrutan su soledad no temen ante estos estereotipos y les encanta dedicar tiempo a sí mismas, a sus intereses y pasiones. Algunas características de este tipo de personas son las siguientes.

Mejor solas que mal acompañadas…

Para empezar, para estas personas ellas son su mejor o una de sus mejores compañías. Suelen ser más selectivas con sus relaciones y mostrarse más reservadas en la interacción social. También esto hace que sean amigos y compañeros leales, pues quienes se han ganado su confianza son considerados personas con las que disfrutan tanto como estando solas.

Puede que en ocasiones les cueste mostrarse espontáneos, sobre todo cuando conocen a personas nuevas. No obstante, a medida que empiezan a sentirse cómodos en un espacio pueden ser buenos conversadores. Esto suele ocurrir porque las personas que disfrutan estando a solas suelen dedicar buena parte de su tiempo a cultivar diferentes intereses y aficiones.

De manera adicional, en la mayoría de los casos a las personas que disfrutan estar en soledad no les asusta la soltería. Por supuesto, pueden disfrutar de estar en una relación de pareja, pero para ellas es importante que cada uno tenga un espacio propio.

Así mismo, como no suelen hacer cosas para complacer a los demás, en las relaciones de pareja con este tipo de personas tiene mucha importancia el respeto, la independencia y la sinceridad.

Entienden que estar solo es diferente a sentirse solo

De manera general, estas personas no suelen experimentar sentimientos de soledad y entienden la diferencia entre estar a solas y sentirse solos. Es decir, saben que tener muchos amigos o estar rodeados de muchas personas no garantiza tener a alguien que te escuche y apoye cuando realmente lo necesites.

Por otro lado, las personas que disfrutan de pasar tiempo consigo mismas no son significativamente sensibles al rechazo y sus sentimientos no suelen herirse con facilidad. Comprenden la complejidad que entraña la convivencia con otros seres humanos y a partir de ahí reconocen que las otras personas pueden tener malos momentos o que no siempre tienen que agradarle a todo el mundo.

Se conocen mucho a sí mismos

Por último, quienes disfrutan estando a solas suelen conocerse a sí mismos de manera honesta y profunda. Este rasgo hace que sean muy reflexivos y tengan una clara consciencia de sus acciones y de las consecuencias que de ellas pueden desprenderse. También, al tener menos dependencias, suelen ser más asertivas.

Sumado a esto, tienden a ser productivas y autoexigentes. Pueden gestionar favorablemente su autoconfianza para enfrentarse a retos y encuentran una gran fuente de motivación en el hecho de emprender nuevos aprendizajes o proyectos. Esto también les permite tener estrategias de afrontamiento efectivas ante las dificultades, pues conocen sus emociones, y sus inseguridades y reconocen y ponderan objetivamente sus habilidades.

Tienden también a ser personas ordenadas y que gestionan bien su tiempo. Suelen ser disciplinados, organizados y rigurosos con sus actividades. Del mismo modo, suelen ser conscientes el tiempo de los demás y procuran ser puntuales, así como no cambiar demasiado la agenda.

Por último, las personas que están a gusto en soledad suelen ser más empáticas, tienen una gran capacidad para escuchar con atención, evitan emitir juicios de valor y logran conectarse con facilidad con las emociones de las demás personas. Estos rasgos hacen que tiendan a ser personas de mente abierta, respetuosas de la diferencia de puntos de vista, capaces de conciliar y de reconocer propios deseos y gustos.



martes, 11 de enero de 2022

5 cosas que aprendes de un padre narcisista

Algo que aprendes con un padre narcisista es que lo que tú puedas necesitar, sentir o pensar, no importa. Cualquier aspecto gira alrededor de esa figura de poder que todo lo absorbe como un agujero negro.

Entre las cosas que aprendes de un padre narcisista hay una muy concreta: no toda persona es idónea para formar una familia. Quien debió darlo todo por nosotros, quien debió querernos, respetarnos, validarnos y darnos seguridad se priorizó a sí mismo en todo momento. Algo así deja una muesca profunda en el tejido emocional de todo niño.

Más aún, lo que trae es la herida de un trauma que es necesario sanar en la edad adulta. Porque si hay algo común es ver a muchas personas con trastornos como depresión, problemas de alimentación y de autoimagen a raíz de esta realidad. Crecer con un narcisista como progenitor es pensar que no merecemos lo que necesitamos y que lo sentimos no importa.

La negligencia emocional que se sufre en este tipo de dinámicas familiares es altamente lesiva. Se padece lo indecible, evidentemente, pero también se toma conciencia de una serie de aspectos. Son dimensiones que deben clarificarse como mecanismo para superar, poco a poco, la herida de esas complejas vivencias. Lo analizamos.

Esto es lo que aprendes de un padre narcisista

Desde la Escuela de Medicina Mount Sinai en Nueva York se realizó un estudio en el 2003 en el que quedó algo en evidencia. Toda forma de abuso y negligencia emocional en la infancia tiene un impacto clínico en la edad adulta. Son muchas las personas que llegan a terapia psicológica explicando historias impactantes.

Suelen contar cómo alguno de sus progenitores los criticó, los humilló y los ridiculizó de manera constante. En la mayoría de los casos, la persona no sabe que ese cuidador evidenciaba un trastorno de la personalidad narcisista. Por lo general, lo que se evidencia es el trauma por una crianza en la que fueron tratados como un mero accesorio de la familia y no como alguien con necesidades y derechos.

De este modo, a la hora de ayudar a las víctimas del abuso narcisista en la infancia suelen usarse varios enfoques. Por lo general, este tipo de maltrato se correlaciona con varias psicopatologías. Estas pueden ir desde ansiedad, problemas de adicción, trastorno de la conducta alimentaria, comportamientos autodestructivos, etc.

Ahora bien, la terapia funciona y cuando esto ocurre, se toma conciencia de muchas cosas. Veamos, por tanto, lo que aprendes de un padre narcisista.

1. El amor no es dominación: el narcisista te anula e infravalora para controlarte

El padre narcisista actúa como el líder de una secta: busca anular a los demás para controlarlos. Esto implica llevar a cabo una persuasiva tarea de infravaloración continuada hacia los demás, incluidos los hijos. Nada de lo que estos sientan, necesiten o piensen tiene importancia: solo importa lo que el padre quiera.

2. Tu propósito de vida ya no es el de satisfacer a un narcisista

Una de las cosas que aprendes de un padre narcisista cuando por fin estás libre de su dominio es que eres libre. Tu vida es tuya. Puedes tomar tus propias decisiones y llevar el tipo de existencia que desees en cada momento. Entender esto es algo vital para toda víctima de abuso narcisista, en especial, para todos aquellos que se han criado con una persona con dicho perfil.

Crecer en un entorno dominado por un narcisista significa que el único propósito que uno tiene en la vida es satisfacerlo. Esto implica renunciar a todo sueño, deseo o anhelo. La manipulación del “yo” en estos casos es absoluta, hasta el punto de que muchas personas no saben siquiera qué esperan de la vida o qué metas tienen.

3. Eres libre para relacionarte con quien desees fuera de la esfera familiar

Los padres narcisistas son muy posesivos con sus hijos. No solo los anulan psicológicamente, sino que además tienden a asilarlos. Tanto es así que es común que controlen sus actividades, el tiempo que pasan fuera de casa y que prefieran que no tengan amigos o parejas.

De este modo, entre las cosas que aprendes de un padre narcisista es que tienes pleno derecho a construir los vínculos que tú quieras. Eres libre para salir de la órbita disfuncional que esa figura construyó para ti, eres una persona completa preparada para romper ese cordón umbilical y construir tu propio mundo.

4. No eres responsable de su felicidad o infelicidad

No estás en este mundo para cumplir sus deseos. Tu función no es la de lograr lo que él no consiguió, ser su reflejo ni aún menos procurar su felicidad. De este modo, si dice sentirse decepcionado por tu conducta o expresa su dolor por el hecho de que tomes tus propias decisiones, no lo escuches. No es tu responsabilidad.

Tienes pleno derecho a dar forma a tus propios proyectos con independencia de lo que él quiera o sienta. No alimentes su apetito narcisista ni pongas atención a sus dramas.

5. Tienes derecho a poner distancia de quien te hace daño

Tenemos pleno derecho a decidir cuánto tiempo queremos invertir en nuestro padre narcisista. Habrá quien sienta que una visita mensual sea suficiente. Otros en cambio puede que prefieran romper el vínculo por completo. Cada cual tiene pleno derecho a decidir qué tipo de relación quiere o no quiere mantener con esa figura.

Porque si hay algo que se aprende de estas experiencias es que, lo más importante, es buscar y crear conexiones saludables, vínculos que nos enriquezcan emocionalmente y no que nos dejen lesiones psíquicas. Las verdaderas familias se forjan a través del amor y ahí, no importa la genética.


lunes, 10 de enero de 2022

La sociedad deshumanizada, según Erich Fromm

Erich Fromm pronosticó que en el año 2000 la sociedad sería cada vez más individualizada, deshumanizada y supeditada a la tecnología. Esto nos haría no solo menos libres, sino también más infelices.

La sociedad deshumanizada según Erich Fromm traza una reflexión que nos es particularmente familiar. Según el célebre psicoanalista, filósofo y psicólogo social, el mundo se irá dirigiendo de manera progresiva hacia un escenario con menos interacción social y mayor aislamiento. En la “megamáquina”, como él definió a la sociedad industrializada, el hombre será esclavo de la tecnología.

Es cierto, esta definición nos parece más bien una predicción, una visión casi exacta de la realidad actual. Y nos lo parece porque lo fue. En su libro publicado en 1968 La revolución de la esperanza, quiso reflexionar sobre la sociedad y el tipo de ser humano que encontraríamos en el año 2000. Si las guerras nucleares no nos destruían antes, especuló, tendríamos un mundo alineado, frío y menos empático.

La llegada al nuevo milenio, concretó no será la culminación de la felicidad, y aún menos de la libertad. Por ello, y para traer de nuevo la esperanza a un mundo desesperanzado, era necesario tomar conciencia de una serie de dimensiones. Así, las propuestas que nos dejó Fromm en su día no dejan de tener trascendencia en el momento actual.

Claves para comprender la sociedad deshumanizada

Hay quien señala que Erich Fromm es una de esas figuras que no ha recibido la suficiente atención o la relevancia que merece. Colegas de la Escuela de Frankfurt, como Theodor Adorno o Max Horkheimer, por ejemplo, son nombres quizá con más tradición dentro de la filosofía o la sociología. Ahora bien, es inevitable reconocer el gran impacto intelectual que tuvo en el mundo intelectual estadounidense y de manera más profunda en la psicología.

Fromm fue un gran defensor de la libertad, alertando de los mecanismos frente a los que podríamos volvernos sumisos. Esa actitud era la que podía dar paso a nuevos gobiernos autoritarios, como había sucedido en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial. Lo que logró, sobre todo, fue enseñarnos a entender el nazismo desde un punto de vista socieconómico y psicológico.

Ahora bien, entre todas sus obras, hubo una con un carácter profético. En La revolución de la esperanza, (1968) quiso alertarnos sobre cómo sería el ser humano del 2000: un mero consumidor, un ser pasivo sometido a una realidad mecanizada que nos separará a los unos de los otros.

La sociedad deshumanizada según Erich Fromm es, en muchos rasgos, un retrato de nuestro mundo actual.

El ser humano será una parte más de las máquinas

Erich Fromm observaba con cierta inquietud el avance de las sociedades industrializadas, como Estados Unidos. Bien es cierto que el progreso trae comodidad, no hay duda, pero ese aparente bienestar tiene un coste, un reverso oscuro.

La élite empresarial, y hasta los propios empresarios, son meros apéndices de las máquinas que mueven el mundo. Somos esclavos de la tecnología. La megamáquina es para Fromm un sistema social totalmente organizado y homogeneizado en el que las máquinas y las personas son la misma cosa. Con la única diferencia de que el ser humano pierde la libertad, la salud y la felicidad para que esos engranajes funcionen.

Damos por sentado que nuestros ordenadores y demás tecnologías están a nuestro servicio, cuando en realidad, es a la inversa. Por otro lado, hay otro aspecto interesante que señalaba en su libro La revolución de la esperanza. Los hombres y las mujeres perderán la fe y la confianza en los valores humanos y, en su lugar, solo se dará validez a los valores técnicos y materiales.

La sociedad deshumanizada según Erich Fromm será una sociedad infeliz.

Ante un panorama desolador, tenemos dos opciones

Erich Fromm nos quiso prevenir y, para ello, señaló que la humanidad tenía dos opciones. La primera es dejarse llevar por una sociedad mecanizada en la que el individuo será un simple engranaje. El segundo camino es la esperanza. Si queremos progresar como sociedad, pongamos cuidado en hacer que la tecnología esté al servicio del bienestar humano y no a la inversa.

Ahora bien, en el modelo frommiano del ser humano hay algo que siempre se percibe. Es como si el filósofo alemán de origen judío supiera que nos cuesta mucho invertir en el propio crecimiento y avance. Caemos con frecuencia en la apatía y la inercia. No nos comprometemos en los cambios, sino que, en muchos casos, somos meros esclavos de la propia pasividad y complacencia.

¿Estamos a tiempo?

“Si la gente no se da cuenta de la dirección en la que marcha, despertará cuando sea ya demasiado tarde y su destino haya sido sellado irrevocablemente”, señalaba en La revolución de la esperanza. Lo cierto es que la teoría de la sociedad deshumanizada según Erich Fromm tenía una connotación profética muy similar a la idea que nos dejó George Orwell.

Ahora bien, la siguiente pregunta sería: ¿estamos a tiempo de evitar o prevenir esa falta de humanidad al quedar supeditados al universo tecnológico? Algo que señala el propio Fromm es que el consumismo no es el camino de la felicidad y que el auténtico progreso y la libertad llega con los agitadores e impulsores. Tal vez ya hayamos llegado tarde para esa revolución, pero vale la pena tenerlo en cuenta.

domingo, 9 de enero de 2022

¿Qué es la autoobservación y cómo afecta a las relaciones sociales?

Hay quienes se adaptan al contexto para encajar en él y quienes simplemente se rigen por sus estados internos. Tu nivel de autoobservación es determinante a la hora de identificar a qué grupo perteneces.

Basta con sentarse con un grupo de personas durante un rato, y verlas interactuar, para identificar diferencias. Algunos tenderán a captar la atención, mientras otros preferirán mantenerse en un segundo plano. Habrá quienes desplieguen todo su carisma, modulen la voz y reaccionen de forma expresiva, y quienes se limiten a ser más naturales y despreocupados. Esta división de actitudes puede explicarse con base en un interesante concepto: la autoobservación.

Este término puede definirse como el grado en que una persona adapta su conducta al contexto social. Es decir, el nivel en el que se monitoriza a sí misma para responder de una forma socialmente deseable y apropiada.

El uso que hagamos de esta habilidad puede determinar el éxito de nuestras interacciones, pero también dice mucho acerca de nuestra propia personalidad. ¿Quieres saber más al respecto? Entonces, continúa leyendo.

¿Qué es la autoobservación?

La autoobservación es un concepto propuesto por el psicólogo social Mark Snyder para dar cuenta de cómo se manejan las personas socialmente; en específico, de cuánta atención le ponen en su comportamiento y a que este se ajuste a las expectativas sociales.

En ocasiones, también se utiliza el término automonitorización y otros relacionados como autocontrol y autopresentación. En definitiva, lo que estamos analizando es la importancia que tiene para esa persona la imagen que está proyectando ante otros y en qué grado se supervisa a sí misma para que esa proyección sea positiva.

Junto a la teoría de la autoobservación, Snyder diseñó una escala valiosa a la hora de evaluar este rasgo. En otras palabras, determina en qué punto del continuo se encuentran. En ella se le pide al sujeto que valore su grado de acuerdo o desacuerdo con afirmaciones como las siguientes:
  • No siempre soy la persona que parezco ser.
  • Me río más cuando estoy viendo una comedia con otras personas que si estoy solo.
  • Raramente soy el centro de atención en los grupos.
  • Tiendo a mostrar diferentes partes de mí mismo a diferentes personas.
  • Intento prestar atención a las reacciones de otros a mi comportamiento para evitar estar fuera de lugar.
Alta o baja autoobservación: ¿en qué punto te ubicas?

En función de las respuestas dadas al cuestionario, la persona obtiene una puntuación que la sitúa en la zona alta, baja o intermedia del continuo de autoobservación. Generalmente, existen unas características comunes para los sujetos que comparten puntuaciones similares:

Personas con alta automonitorización
  • Son extrovertidas y orientadas hacia otras personas.
  • Actúan en función del contexto y se rigen por las situaciones específicas.
  • Tienden a supervisar y monitorizar su comportamiento para adaptarlo a las demandas sociales.
  • Son más sensibles a la expresión y la autopresentación de los otros. Son buenos extrayendo claves y leyendo a quienes tienen enfrente.
  • Suelen tener diferentes amigos para diferentes actividades, tienden a segregar a la audiencia.
Personas con baja autoobservación
  • Son introvertidos y orientados hacia sí mismos.
  • Se rigen por sus principios, creencias y disposiciones personales, independientemente del contexto en el que se encuentren. Por tanto, no cambian en función de la situación.
  • No suelen observarse para adaptarse al contexto; son, si se quiere, más espontáneos y despreocupados.
  • Tienen “amigos para todo”, no los diferencian en función de la actividad.
Cabe mencionar que estas características representan a las puntuaciones más elevadas y más bajas, pero gran parte de la población se sitúa en posiciones intermedias. Por ello, es probable que no te sientas identificado al 100 % con ninguna de las anteriores descripciones.

¿Qué repercusiones tiene este rasgo a nivel social y personal?

El grado de autoobservación tiene una gran influencia a nivel social. Quienes presentan una alta automonitorización suelen ser más carismáticos y exitosos en sus interacciones con los otros, son el centro de atención y se adaptan mejor a las demandas de los diferentes contextos.

Por su lado, quienes muestran un bajo nivel de autoobservación pueden experimentar con mayor frecuencia el rechazo social o vivir interacciones poco satisfactorias. En cierto grado son poco sensibles a la norma y esto puede ocasionarles problemas.

Finalmente, la vida es un gran teatro y estas personas se preocupan menos por cuidar el guion. Además, se ha observado que pueden presentar un mayor riesgo de padecer depresión, ya que al mantener una imagen de sí mismos tan cohesionada, cualquier situación que amenace uno de sus roles tendrían una repercusión global mayor.

No obstante, no se trata de un rasgo patológico ni negativo en sí mismo. Se ha comprobado que la baja autoobservación se relaciona con una mayor autoestima implícita; es decir, que en estas personas hay menos diferencia entre su yo real y su yo ideal. Además, a la hora de relacionarse con otros a nivel afectivo o sexual son más propensos a primar la personalidad por sobre la apariencia física.

En definitiva, el objetivo siempre será matizar nuestras tendencias a fin de buscar un equilibrio que nos sea funcional en el día a día. Adaptarnos socialmente puede traernos grandes ventajas, pero estar excesivamente preocupados por cómo nos proyectamos y cómo nos ven los demás puede desencadenar problemas de ansiedad. Así, en el punto medio encontraremos la virtud.