sábado, 15 de octubre de 2022

La forma en que te tocas la cara se relaciona con tus emociones

Cuando estamos tristes nos tapamos la cara, cuando sentimos ansiedad o preocupación nos rascamos la frente, las cejas, el mentón... El rostro es ese espacio que buscan nuestras manos cuando nos asaltan las emociones.

Puede que no seas consciente de ello, pero la forma en que te tocas la cara se relaciona con tus emociones. Te llevas la mano a la frente cuando te sorprendes o te preocupas. Te tapas el rostro cuando te invaden la angustia, la tristeza y hasta la desesperación. Quien más y quien menos tiene un tic cuando le asaltan los nervios; unos se rascan la nariz, otros las cejas o el mentón…

Somos seres emocionales y esta parte de nuestro cuerpo parece ser el territorio preferido donde descargar tensiones. No solo la cara es el espejo del alma y el reflejo de aquello que sentimos, también es esa parte que buscan nuestras manos de manera constante. Necesitamos tocar y también tocarnos.

De algún modo, el cerebro establece una conexión con la frente, las mejillas, los ojos, el mentón y la boca para calmarnos. Lo hacen los niños pequeños que necesitan llevarse el pulgar a la boca cuando están cansados, estresados o aburridos. Lo hacemos incluso los adultos cuando nos llevamos ese boli o ese lápiz para mordisquearlo cuando los nervios nos asaltan…

El vínculo entre el tacto y las emociones

Quizás te resulte llamativo, pero ninguna parte de nuestro cuerpo recibe tantos tipos de contacto como nuestro rostro. Apoyamos la cara en la mano cuando pensamos. Hay quien no puede evitar tocar sus granitos o rascar sus cejas casi de manera inconsciente mientras reflexiona, lee o estudia. Algunos se tapan los ojos cuando sienten miedo, y otros hacen lo mismo cuando sienten vergüenza.

David J. Linden, profesor de neurociencia en la Facultad de Medicina de la Johns Hopkins University, escribió un libro interesante sobre el tema. En Touch: the science of hand, heart, and mind explica cómo el tacto tiene un vínculo directo con las emociones. Necesitamos tocar a los demás para establecer vínculos, favorecer el desarrollo de los niños y validar sentimientos.

Sin embargo, no podemos excluir un aspecto. El ser humano también necesita tocarse para canalizar y expresar sus sentimientos. Y el rostro, la forma en que nos tocamos la cara, tiene una relación directa con lo que sentimos en cada momento.

El tacto también habla

Joe Navarro es un conocido exagente y supervisor del FBI que se ha vuelto muy popular con sus libros sobre comunicación no verbal. Títulos como El cuerpo habla (2012) son toda una referencia en este campo. Algo que nos señala en sus trabajos es que el cerebro tiene todo un arsenal de vías de escape cuando experimenta una emoción.

Los analistas del comportamiento humano saben que la manera en que nos tocamos la cara revela un sentimiento, una emoción, una inquietud. Tanto es así que muchos agentes de policía o vigilantes en los aeropuertos saben a quién cachear partiendo de este tipo de gestualidad.

Un ejemplo, cuando alguien está inquieto o preocupado, tiende a tocarse el rostro con el índice o el pulgar. El cerebro prefiere el tacto de esos dedos que tienen las yemas más anchas cuando estamos pensativos. Tanto es así que cuando nos asalta una preocupación intensa o nos sentimos frustrados, entonces tendemos a rascarnos, bien la mejilla o la frente.

Las situaciones de estrés demandan movimientos más dinámicos, y la cara es también esa superficie en la que las manos buscan canalizar la tensión.

Los nervios Merkel de nuestros dedos

La forma en que te tocas la cara se relaciona con tus emociones y el mecanismo que media en este proceso son los nervios Merkel. Una investigación de la Universidad de Cincinnati indica que los dedos y la cara disponen de una familia de nervios esenciales para discriminar texturas, formas, presiones, etc.

Ahora bien, estos sistemas sensoriales son también una manera de expresión emocional para el cerebro. Los nervios Merkel del rostro y las yemas de los dedos se tocan con frecuencia como medio para canalizar emociones.

Pongamos un ejemplo. Tenemos una cita importante y al entrar al vagón del metro, este de pronto se detiene porque hay una avería. Nos ponemos nerviosos y empezamos a rascarnos el mentón, la frente… El cerebro necesita esas sensaciones para canalizar el estrés y disponer de un recurso básico de relajación.

Leer a los demás a través de cómo se tocan la cara

La comunicación no verbal es un tema fascinante, no hay duda. Ahora bien, es cierto que hasta el momento nos fijábamos en aspectos como el movimiento de las manos o los brazos, el tono de voz, la gestualidad, los hombros, etc. Vale la pena tener en cuenta también el modo en que los demás se tocan la cara.

La persona que se toca el cabello de manera continuada, que se rasca el lóbulo de la oreja o el cuello, puede revelar inseguridad. Ya sabemos también que rascarse o cogerse el tabique nasal con el dedo índice y el pulgar, expresa preocupación profunda. Llevarse la mano a la frente o taparse los ojos con la mano es signo de miedo, alerta o incluso vergüenza.

Las personas somos con frecuencia libros abiertos que revelan estados emocionales de relativa intensidad. Comprendernos entre nosotros es también una competencia que desarrollar para actuar en consecuencia.

viernes, 14 de octubre de 2022

5 tipos de sinestesia y sus características

Las personas con sinestesia pueden “ver la música”, “saborear los colores” o “sentir el color”. Ahora bien, dependiendo del tipo de sinestesia destacan unos aspectos sensoriales más que otros.

La sinestesia es una condición en la que la estimulación de una modalidad sensorial provoca experiencias inusuales en una segunda modalidad no estimulada (Hubbard y Ramachandran, 2005). Esta condición se presenta aproximadamente entre el 2 % y el 4 % de la población (Simner et al., 2006).

La asociación entre una modalidad y otra puede hacer que un sinestésico perciba sabores al ver ciertas formas o colores al ver letras. Así, existen diferentes tipos de sinestesia que se presentan de muchas maneras, cubriendo una amplia gama de interacciones sensoriales, tanto de forma cruzada como dentro de una sola modalidad (Novich et al., 2011).

Base neuronal de la sinestesia

El fundamento neurológico de la sinestesia se ha estudiado en profundidad en la sinestesia de grafema-color (en la que los números y las letras evocan colores) utilizando pruebas psicofísicas e imágenes funcionales. Varios grupos de investigación han encontrado que los grafemas acromáticos simples activan tanto las regiones del grafema como el área del color V4 en el cerebro de los sinestésicos (Brang y Ramachandran, 2011).

Así pues, la explicación neuronal que subyace a esta condición es la de una “activación cruzada” (Ramachandran, 2011) entre diferentes zonas del cerebro. Ramachandran y Hubbard (2001a) sostienen que la sinestesia es producto de un exceso de conexiones neuronales entre modalidades asociadas, posiblemente como consecuencia de una disminución de la poda neuronal entre regiones (típicamente adyacentes) que están interconectadas.

La causa de esta conectividad podría estar en una mutación genética que provoca una poda defectuosa de las conexiones entre los mapas cerebrales. Esta mutación puede expresarse selectivamente en las circunvoluciones fusiforme o angular, lo que puede explicar la existencia de diferentes tipos de sinestesia.

Si se expresa de manera muy difusa, puede haber un extenso cableado cruzado entre regiones del cerebro que representan conceptos abstractos, lo que explicaría el vínculo entre creatividad, metáfora y sinestesia (Ramachandran y Hubbard, 2001b).

Tipos de sinestesia

De acuerdo con Day (2005) existen dos grandes categorías generales de sinestesia:

  • Sinestesia cognitiva: inducida por estímulos asociados a significados simbólicos aprendidos a través de la cultura (grafemas, fonemas, nombres propios, días de la semana, etc.).
  • Sinestesia propiamente dicha: los estímulos de una modalidad sensorial son percibidos simultánea e involuntariamente a través de otro canal sensorial.
Dentro de estas categorías, se pueden encontrar más de 70 tipos de sinestesia, de las cuales unas son más prevalentes que otras (Day, 2012). En este artículo solo nos centraremos en las más comunes:

1. Sinestesia grafema-color

Se estima que alrededor 61,26 % de los sinestésicos poseen este tipo de sinestesia, que consiste en relacionar las palabras, las letras y los números con un color específico, por ejemplo: un individuo con grafema-color, al ver la palabra tipografía, percibiría un color determinado como el blanco, el azul, el amarillo, etc.

2. Sinestesia tiempo-color

Dentro de los diferentes tipos de sinestesia, encontramos una que está relaciona con las unidades de tiempo y la visión de colores. Se calcula que, dentro del grupo de los sinestésicos, un 22,96 % poseen esta conexión.

Una persona con este tipo de sinestesia vería, por ejemplo, las 10:00 a.m. de un color amarillo y las 4:00 p.m. de un azul cielo.

3. Sinestesia música-color

Este tipo de sinestesia se vincula a los sentidos de la audición, específicamente en presencia de música, y la visión de colores. El 18,05 % de los sinestésicos ven colores al escuchar música.

4. Sinestesia sonido-color

Entre los distintos tipos de sinestesia, esta solo se presenta en el 16,21 % de los sinestésicos. Esta forma de percibir es muy parecida a la de música-color, pero ocurre solamente con los sonidos generales.

Estos individuos observan colores al oír sonidos (no solo los musicales). Por ejemplo, una persona al escuchar el ladrido de un perro podría ver el color rojo.

5. Sinestesia nota-color

Está presente en un 7,8 % de la población sinestésica y, al igual que los dos anteriores, se relaciona con la audición y la visión, pero esta vez únicamente con las notas musicales. Cada tono de una nota posee un color específico al ser escuchada. Una persona con este tipo podría ver el color azul al escuchar un Mi y un verde al oír un Fa.

La variedad de tipos de sinestesia es inmensa debido a las diferentes modalidades sensoriales. Podemos encontrar activación cruzada entre el tacto y la visión (sinestesia de sensación de color). En esta experiencia la persona percibe un color como consecuencia de una sensación emocional o del tacto.

También podemos hallar sinestesia de secuencia espacial en la que una persona puede percibir una ubicación espacial relativa para cada día de la semana (Novich et al., 2011).

Para concluir, aunque existen muchos tipos de sinestesia que relacionan los otros sentidos, todas, en general, tienen una base neuroanatómica parecida. Esta condición es un camino para comprender un poco más cómo funciona el cerebro humano y cómo crea la realidad en la que se desenvuelve a diario.

jueves, 13 de octubre de 2022

Me siento mal emocionalmente: ¿qué hacer?

El dolor emocional pesa, ahoga y en muchas ocasiones impide avanzar. Sin embargo, es posible gestionarlo para desahogarse y renacer.

“Me siento mal emocionalmente, pero no sé por qué, solo siento que algo anda mal”. Todos conocemos el malestar emocional. Esa sensación en la que se entremezclan los sentimientos de tristeza, la ira, la desesperanza o la incapacidad y que nos abruma tanto que estamos deseando soltar o que desaparezca.

En estos casos, hay diferentes estrategias que podrían ayudarte a lidiar con esas emociones para seguir adelante. Sin embargo, si el malestar que experimentas es muy intenso, lo más recomendable es buscar orientación profesional.

A veces, esta sensación podría ser signo de un problema mayor, como un trastorno depresivo o ansiedad. Por lo tanto, es esencial que acudas a un especialista que pueda evaluar tu situación y hacer un diagnóstico preciso.

¿Por qué me siento mal emocionalmente?

Para empezar, es importante recordar que las emociones, positivas o negativas, surgen a causa de algún suceso externo o interno. Por ejemplo, cuando alguien nos sorprende con un buen regalo es probable que sintamos alegría. Entonces, sentir malestar emocional también responde a una causa subyacente y es esencial identificarla.

De esta manera, podemos planificar una intervención sobre ese malestar. Cabe destacar que decir “me siento mal emocionalmente”, puede abarcar toda una serie de factores distintos. A continuación, conoceremos las causas más frecuentes de esta situación.

Estrés

El estrés es una respuesta natural del organismo en una gran variedad de situaciones, y hasta cierto punto es adaptativo. No obstante, cuando el estrés se prolonga en el tiempo, empieza a causar estragos en la salud. Por lo tanto, experimentar malestar a nivel emocional puede ser un signo de que el estrés está pasando factura.

Un estudio de Naseem (2018) evaluó la influencia del estrés laboral en la felicidad de trabajadores de telecomunicación. En los resultados se encontró que este afectaba la capacidad de sentir alegría de forma significativa. Entonces, te recomendamos evaluar cómo está tu nivel de estrés y si existe la posibilidad de que influya en el problema.

Pérdida

Sentirse emocionalmente puede relacionarse con alguna pérdida. La muerte de un ser querido, una ruptura amorosa o incluso perder un trabajo son eventos que inician un proceso de duelo. En este sentido, el duelo puede causar sentimientos de tristeza profunda, desesperanza y dolor emocional.

Si estás atravesando una experiencia así y sientes que no estás bien, es algo natural. Lo normal es que, al cabo de un tiempo, esas emociones se apaciguan y puedas procesar la pérdida. En cambio, si se vuelven más intensos y te impiden ser funcional, es necesario buscar atención profesional.

Problemas familiares o de pareja

Por lo general, convivimos con nuestra familia o nuestra pareja. Si hay algún tipo de conflicto que cree un ambiente tenso, podría aparecer el malestar; incluso si no nos encontramos en el mismo lugar.

Quizá al principio no lo notamos, pero a medida que pasan los días y la situación se intensifica, también lo hacen los sentimientos. De este modo, podrían ser la causa de esa sensación incómoda que llevamos y no sabemos explicar bien.

Depresión

Sentirse mal emocionalmente no siempre es sinónimo de depresión; lo que puede suceder es que bajo unas determinadas condiciones, puede encajar con este diagnóstico: digamos que está alineado con él.

Si esta sensación se prolonga durante mucho tiempo, sientes desesperanza o tienes ideación suicida podrías estar pasando por una depresión. Otros síntomas comunes son la falta de apetito, dormir mucho o muy poco y la apatía.

En caso de que sospeches que estás pasando por un episodio depresivo, no dudes en buscar atención profesional.

Ansiedad

La ansiedad puede volverse clínicamente significativa por muchas razones. Además, puede vincularse a varias situaciones de la vida cotidiana, como socializar.

Se trata de un estado que puede producir síntomas fisiológicos, como taquicardia, sudoración, temblores, dolor en el pecho, pesadillas, etc. Sumado a esto, a nivel psicológico, causa preocupación constante y pensamientos rumiantes e intrusivos.

¿Qué puedes hacer si te sientes mal emocionalmente?

Lo más recomendable para abordar el malestar emocional es identificar la causa del mismo y atenderla. Por ejemplo, si crees que los problemas en el hogar pueden estar causando ese sentimiento, podrías intentar hablar con tu familia y hallar soluciones. Sin embargo, hay una serie de recomendaciones generales que son útiles:

Realiza actividades que te produzcan placer

Enfocarte de forma exclusiva en lo mal que te sientes contribuye a que esa emoción se intensifique. En la medida de lo posible, intenta realizar actividades que sean saludables, que te permitan desahogarte o bien disfrutar de lo que estás haciendo.

Por ejemplo, pasar tiempo con tus seres queridos, leer un libro, ver una película, etc. Si bien no harán que el malestar desaparezca por completo, le restan protagonismo durante un tiempo.

Habla con personas cercanas a ti

Conversar acerca de lo que sientes con personas que te apoyan puede aliviar una parte del malestar. Estos pueden ser amigos de confianza, familiares o tu pareja.

Cuando sientes que alguien te escucha y te sientes comprendido, es más fácil deshacerse de ese pensamiento que te dice que estás solo con tu dolor. Además, el apoyo de los otros es esencial para regular el malestar emocional.

Haz ejercicio físico

Chekroud et al. (2018) publicaron un estudio longitudional sobre la relación entre el ejercicio físico y la salud mental. Los autores concluyen que quienes practicaban ejercicio con frecuencia sufrían menos problemas de salud mental. Recordemos que el ejercicio físico produce la segregación de hormonas en el organismo que generan sensación de bienestar.

Además, hacer ejercicio brinda energía y mejora la salud en general, lo que nos hace menos propensos a la depresión y ansiedad. Con esto no queremos decir que debes hacer una rutina de ejercicio extenuante. Actividades como salir a caminar o ir en bicicleta al menos por media hora al día son suficientes para producir beneficios.

Aprende de tus emociones

Cuando analizas lo que sientes, puedes entender mejor qué te ocurre. Un ejemplo clásico es la tristeza, que puede aparecer tras una pérdida y enseña lo mucho que valorábamos a esa persona, relación u objeto.

De este modo, ya vimos que el malestar emocional puede abarcar grupos de emociones distintas. Si nos enfocamos en ellas y tomamos consciencia de su existencia, es más sencillo entender la causa del malestar. Además, esto nos ayuda a darle un nuevo significado a la experiencia.

Evita tomar decisiones de forma impulsiva

En medio del dolor, la ira o la tristeza es posible que te sientas tentado a tomar decisiones impulsivas. Sin embargo, ten en cuenta que una elección sin razonamiento puede tener consecuencias negativas. Como resultado, el malestar emocional que experimentas podría agravarse. En esa situación, lo mejor es regular tus sentimientos antes de llevar a cabo una elección.

Para finalizar, es importante enfatizar que el objetivo principal no es enfrentarse a las emociones o ignorarlas; al hacerlo, probablemente solo conseguiríamos que el malestar aumente. Más bien se trata de comprenderlo, saber qué nos dice y ver qué podemos hacer. No obstante, si sientes que tu estado anímico te impide seguir con tu vida, la mejor opción es buscar ayuda.

miércoles, 12 de octubre de 2022

Sesgo de autoservicio o cómo proteger el ego a toda costa

Si pasa algo bueno la responsabilidad es mía, pero si sucede algo malo, la culpa es de los demás. El sesgo de autoservicio o pensamiento quimera busca proteger la autoestima al evadir la asunción de todo error o fracaso.

Si hay un recurso cognitivo que muchos usan con frecuencia casi sin darse cuenta es el sesgo de autoservicio. Define la clásica tendencia de echar la culpa a factores externos cuando suceden cosas negativas de las que uno es responsable. Lo de “echar balones fuera” traza un comportamiento a menudo exasperante que les sirve a muchas personas para proteger el ego.

La clásica frase de “el profesor me ha suspendido porque le caigo mal” es un reflejo de lo que denominamos como “pensamiento quimera”. A menudo el ser humano elucubra y refuerza una serie de creencias imaginarias para validarse a sí mismo. Es decir, siempre se hará un esfuerzo mental que facilite la autoprotección de la propia valía y competencia.

Bien es cierto que todos necesitamos proteger ese frágil músculo que es la autoestima. Sin embargo, una cosa es preservar la visión positiva de uno mismo y otra es caer en el autoengaño e incluso en conductas poco éticas. Porque lo creamos o no, este tipo de sesgo se ha investigado con frecuencia en el campo de la psicología social al asociarse con actitudes problemáticas y dañinas.

Lo analizamos.

Sesgo de autoservicio: ¿en qué consiste?

El sesgo de autoservicio no es más que una estrategia mental que busca mantener la positividad del autoconcepto. Para ello, las personas aplicamos una atribución interna cuando los eventos son positivos y una atribución externa cuando las circunstancias son negativas.

Por ejemplo, si a mí me dan un ascenso es porque, obviamente, tengo unas cualidades excepcionales y por ello ese logro es meritorio. Ahora bien, si me deniegan un puesto de mayor categoría es porque no saben valorarme como merezco. También, porque puede haber intereses ocultos para que yo no escale posiciones.

Como podemos ver, con estas artificiosas creencias lo que hacemos es envolver el ego con una dorada armadura para que no se vea herido en ningún momento.

Este curioso, pero recurrente sesgo atribucional, fue definido por primera vez por los psicólogos Dale Miller y Michael Ross en un estudio de 1975. Un ejemplo de este mecanismo psicológico lo vieron en el hecho de que, por término medio, las personas creen que son mejores conductores que el resto. Y si se tiene cualquier percance, la responsabilidad siempre es de los otros. Nunca propia…

Cuando nos manipulamos a nosotros mismos para proteger la autoestima

Es cierto que el sesgo de autoservicio puede parecernos un recurso mental negativo (no por ello se le conoce también como sesgo egoísta). Sin embargo, esa estrategia mental también cumple un fin necesario en muchos casos: es un mecanismo de defensa de la autoestima.

Todo ese conjunto de percepciones, evaluaciones, pensamientos y sentimientos dirigidos hacia uno mismo deben ser positivos para salvaguardar nuestro bienestar. Al fin y al cabo, la autoestima es la columna vertebral de nuestro equilibrio psicológico. Por ello, este sesgo no pretende otra cosa que protegernos, que salvaguardar esa visión positiva que tenemos de nosotros mismos.

Un ejemplo de este enfoque lo tendríamos en el trabajador que no logra un empleo y lo atribuye únicamente a la crisis social y económica. De ese modo, sigue manteniendo un enfoque positivo hacia sus capacidades y valías. También esa persona que es abandonada por su pareja y asume que siempre será mejor tener lejos a quien no les quiere como ellos merecen.

Ahora bien, la cuestión es que a veces esa protección deja de ser saludable para volverse problemática. Lo hace a costa de ponernos una venda en los ojos. Atribuirnos los méritos y culpar a otros de nuestros fracasos nos impide responsabilizarnos de realidades que podríamos mejorar si aceptáramos nuestros fallos.

El sesgo de autoservicio y la depresión

Este dato es interesante y vale la pena tenerlo en cuenta. El sesgo de autoservicio o el pensamiento quimera también está presente en las personas que padecen un trastorno depresivo. Solo que en este caso actúa a la inversa. No protege la autoestima, en su lugar la aniquila y la boicotea de manera constante.

En el momento en que este sesgo se revierte y da un giro de 180º, uno piensa que las cosas buenas son resultado de la suerte o de factores externos. En cambio, las cosas malas que suceden alrededor son culpa de uno mismo. Como podemos deducir, este esquema mental es claramente nocivo.

Las culturas individualistas y el egoísmo

Señala el filósofo coreano Byung Chul Han que la sociedad del siglo XXI ya no es una sociedad disciplinaria, sino una sociedad de logros. Las personas necesitamos conseguir cosas, conquistar objetivos a toda costa. Y en este intento por alcanzar metas y más metas, aplicamos con frecuencia el sesgo de autoservicio.

Cuando tengo éxito me lo atribuyo a mí, cuando fracaso culpabilizo al entorno, a las circunstancias o a quien me pone la zancadilla. En realidad, asumir esta idea, nos dificulta ese deseo de logro constante. Porque nos impide meditar y profundizar en el error, en el fallo cometido.

Asimismo, resulta curioso saber que este sesgo es muy común en occidente y en lo que muchos denominan como culturas individualistas. Países como Japón, por ejemplo, o incluso Corea, tienen una visión alternativa: si uno fracasa la responsabilidad es suya y debe reparar ese error.

Como vemos, nunca está de más en reflexionar un poco en las atribuciones que hacemos en nuestro día a día. Tal vez, no todo lo que nos sucede es por causas ajenas…

martes, 11 de octubre de 2022

La llamada: un rayo de esperanza en tiempos sombríos

La llamada es un musical capaz de conjugar lo viejo y lo nuevo, comedia y emociones... Sin caer en los tópicos, nos hace reír, emocionarnos, aprender a aceptar las diferencias y a querernos un poco más a nosotros mismos. ¿Qué camino elegir? ¿Cómo saber cuál es nuestra función en el mundo?

En los últimos años, especialmente tras el éxito de Ocho apellidos vascos (Martínez-Lázaro, 2014), el cine español parece haber vuelto a la comedia de enredos, en la que la sonrisa del espectador se busca a golpe de tópico, resultando tan gaseosa que, apartando raros chispazos, queda en nada. La llamada (2017) fue un oasis en esta falta de agua, un soplo de aire fresco que venía a despejar un poco el panorama de la comedia española, demostrando que se puede hacer comedia sin la necesidad de caer en los clichés.

La comedia de costumbres o cuadro de costumbres ha gozado de un lugar privilegiado en el panorama español. Este tipo de comedia, popularizada por autores como Lope de Vega o Tirso de Molina, presenta ciertas similitudes con la realidad, pero sin llegar a profundizar. Normalmente, los personajes están sacados de la clase media o burguesa y se ridiculizan atendiendo a los convencionalismos. Es decir, se trata de comedias con un componente social, pero sin preocuparse de reflejar la realidad con detalle.

Este género inspiró a autores como Shakespeare y Molière y su éxito es indudable. Sin embargo, su herencia es tan fuerte que ha dominado el cine español durante mucho tiempo. El problema no es la comedia de costumbres en sí, sino la falta de variedad, de creatividad y de novedad.

Cuando vemos una comedia española contemporánea, casi siempre, recurre a tópicos, a tramas amorosas que, por cuestiones sociales, suelen presentar problemas que desembocan en lo risible. Los choques culturales, generacionales o de clases son temas tan recurrentes que terminan cansando.

Resulta difícil encontrar comedias que vayan más allá, que sean más espontáneas y que no produzcan esa sensación de: “vista una, vistas todas”. Por ello, La llamada resulta totalmente novedosa en el panorama nacional, aunque su forma no sea ningún invento nuevo. Ahora bien, La llamada presenta un problema: el tema principal de la película.

¿Se puede hablar de religiosidad en una comedia sin ofender? ¿Se puede partir de un discurso religioso siendo totalmente imparcial? La respuesta a estas preguntas es un rotundo sí. La llamada no solo logra no ofender a nadie, sino apelar al respeto, al amor y a la ilusión. Ilusionarse, experimentar, crecer, equivocarse y conocerse a uno mismo, todo ello está muy presente en La llamada.

La llamada: el poder de las nuevas generaciones

La juventud es, sin duda, una de las claves de La llamada. Javier Calvo y Javier Ambrossi, popularmente conocidos como “los Javis”, son los creadores de este musical. Ambos son jóvenes y se han dado a conocer en el panorama de forma reciente, al menos, como directores.

En poco tiempo, han logrado cosechar éxitos y cautivar a buena parte del público y la crítica, especialmente, con su inmejorable Paquita Salas. La llamada es su primer largometraje y está inspirada en la obra teatral homónima que estrenaron en Madrid en 2013. Una creación nueva de dos autores inexpertos que combina, a su vez, rostros conocidos y maduros como el de Gracia Olayo con la frescura de actrices como Macarena García o Anna Castillo.

En el plano musical, lo nuevo y lo viejo vuelven a encontrarse, se combinan clásicos de una diva como Whitney Houston y temas nuevos que conforman una banda sonora original. El electro latino es un género muy reciente que, pese al rechazo que produce en gran parte de la población, ha calado muy hondo en las generaciones más jóvenes. Y eso es algo que se aprecia en la cinta: mientras las adolescentes Susana y María sueñan con ser estrellas del género, nos encontramos ante el total desconocimiento de Sor Bernarda, una de las monjas del campamento y, a su vez, el de Sor Milagros que, aunque es más joven, pertenece a otra generación.

Lo viejo siempre parece mejor que lo nuevo, pero olvidamos que lo que hoy es viejo y clásico, alguna vez, fue novedoso y provocó rechazo. La llamada conjuga este contraste generacional que se da a través de la música: tenemos a Dios cantando canciones de Whitney Houston, a una monja anclada en canciones religiosas, otra hermana más joven que escucha Presuntos Implicados y unas adolescentes que prefieren el electro latino. Y, sin embargo, todo parece encajar a la perfección.

La llamada puede rozar el absurdo para algunos e incluso generar cierto rechazo entre determinados sectores. Pero lo cierto es que logra cautivarnos, especialmente, al público más joven. La cinta es un rayo de luz que nos atraviesa, que nos da esperanza y nos transmite juventud y ganas de vivir, de celebrar la vida.

En un momento en el que parece que todos los musicales vienen de Broadway, La llamada nos recuerda que no hay fronteras ni limitaciones para el arte, que debemos apoyar a los jóvenes talentos y confiar un poquito más en las producciones que nacen dentro de nuestras fronteras.

¿Qué camino elegir?

La llamada nos traslada a un campamento de verano llamado La Brújula y regentado por unas monjas. El nombre resulta de lo más acertado, pues en ese campamento, el reparto coral que configura la cinta encontrará su destino tratando de no perder el norte, encontrando en este empeño el rumbo de sus vidas.

Las jóvenes que acuden al campamento no tienen demasiado interés en lo religioso ni en las actividades, han venido a divertirse, a escabullirse y salir de fiesta como cualquier otra joven de su edad. María y Susana son dos amigas con una gran afición por la música o, mejor dicho, por el electro latino; pues su desconocimiento musical se hace patente al identificar las canciones de Whitney Houston como las de “la negra esa que canta”.

Como cualquier adolescente, poseen infinidad de sueños que, por irracionales que parezcan, hacen su vida un poco más llevadera. Desean triunfar, quieren abrirse paso en el mundo de la música, son inocentes y se ilusionan con facilidad. Ambas viven el día a día, el presente y piensan únicamente en disfrutar, sin darle demasiadas vueltas a las cosas; algo que repiten una y otra vez a lo largo de la película: “lo hacemos y ya vemos”. Ese lema representa claramente la actitud de las chicas hacia la vida, nada es demasiado importante y lo fundamental es vivir el presente, las preocupaciones ya vendrán, es mejor no anticiparlas.

Esta actitud contrasta profundamente con la rectitud de las monjas Sor Milagros y Sor Bernarda. Milagros es joven y bastante más benévola con las chicas, aunque esto conlleva que no sea tomada muy en serio y las chicas se aprovechen de su bondad. Bernarda, sin embargo, es una mujer devota que confía plenamente en su religión y el poder de la misma para “enderezar” a las más jóvenes, aunque sus métodos resulten poco atractivos y anticuados.

Con el devenir de la cinta, cada uno de los personajes se irá encontrando, irá descubriendo cosas que no conocía de sí mismo e irá trazando su camino. El tema religioso, como el propio nombre de la película ya anticipa, está vinculado al personaje de María y su encuentro con Dios; esa “llamada” celestial que le hará replantearse su vida, su futuro y su porqué en el mundo. La llamada se manifestará de diversas formas en cada uno de los personajes, no solo en forma de Dios, sino en forma de amor y descubrimiento personal.

Finalmente, La llamada desembocará en la aceptación de las diferentes realidades y singularidades de los personajes, llevándonos a un final en el que se conjuga todo aquello de lo que hemos hablado con anterioridad. Lo viejo y lo nuevo, valores antiguos y valores modernos… pero, al final, lo que realmente prima son los sentimientos, el amor, la aceptación y el respeto. En definitiva, un musical entrentenido, ameno, necesario y capaz de transmitir lo que realmente significa esa “llamada”, ese descubrimiento personal… Aportando un rayo de luz y juventud en tiempos algo más complejos.

lunes, 10 de octubre de 2022

El síndrome de Munchausen por poderes

El síndrome de Munchausen por poderes es un término introducido por Roy Meadow en 1977. Describió este síndrome, referido a adultos, como “pacientes que presentan unas historias clínicas espectaculares, llenas de mentiras e invenciones, en un presumible intento de conseguir seguridad hospitalaria y atención médica”.

No toma del nombre de su descubridor, sino de Karl Friedrich Hieronymus: el barón Munchausen (1720-1797). El barón Munchausen, alemán del siglo XVI, relataba historias sobre sus proezas como soldado y deportista. Meadow introdujo “por poderes” al tratarse del caso en que una persona inventa la sintomatología de otra.

En el mismo año, Burman y Stevens dan a conocer un Munchausen familiar en el que la madre, padecedora del síndrome, lo provoca en sus dos hijos, denominándolo síndrome de Polle. El síndrome de Polle y el síndrome de Munchausen por poderes hacen referencia a lo mismo.

Síndrome de Munchausen por poderes, una forma de maltrato infantil

El síndrome de Munchausen por poderes constituye una forma peculiar de maltrato en el que uno de los padres (generalmente la madre) simula la existencia o provoca síntomas o signos en el niño con el objetivo de buscar asistencia médica y maniobras diagnósticas o terapéuticas costosas o de riesgo.

Así, el síndrome de Munchausen por poderes constituye una forma de maltrato infantil de alto riesgo. El diagnóstico es complicado y a menudo sobrevive durante mucho tiempo en la persona sin que nadie sea capaz de identificarlo. Además, como hemos señalado, de él se pueden derivar graves complicaciones e incluso la muerte.

Un caso real

Con el objeto de entender mejor a qué nos referimos con síndrome de Munchausen por poderes vamos a ilustrar este síndrome con un caso real. A continuación os dejamos con una noticia aparecida en el Daily Mail:

Una madre, Kaylene Bowen, de 34 años, ha sido detenida por causar lesiones graves a su hijo. La madre admitió que había convencido durante ocho años a varios doctores de que el niño estaba gravemente enfermo. Esta madre llegó a alegar que su hijo necesitaba un trasplante de pulmón, entre otras, lo que conllevó a que fuera sometido a cirugías no necesarias. La madre acudió al hospital con su pequeño un total de 323 veces desde que nació.

El niño ha entrado en quirófano hasta en trece ocasiones por las presuntas dolencias, según el Daily Mail. La madre llegó a crear sitios webs en los que pedía dinero para pagar los costosos tratamientos a los que supuestamente debía someterse su hijo.

Según esta noticia real, esta madre podría padecer un síndrome de Munchausen por poderes. Como vemos, es una forma de maltrato infantil en la que uno de los padres induce en el niño síntomas reales o aparentes de una enfermedad, como dijimos anteriormente.

¿En qué consiste realmente el síndrome de Munchausen por poderes?

Este síndrome está considerado como un trastorno facticio. Un trastorno facticio se caracteriza por la aparición de síntomas producidos deliberadamente por el mismo paciente con la intención de recibir atención médica y asumir un rol de enfermo.

Un paciente que padece este trastorno crea deliberadamente los síntomas de una enfermedad orgánica o exagera sus síntomas. De esta manera, impide la cura porque lo que en el fondo ansía una atención permanente del personal médico. Puede llegar a someterse a operaciones y estudios innecesarios con tal de mantener su rol de enfermo.

El riesgo es que termine enfermando realmente.​ Por ejemplo, pensemos en un paciente que toma intencionadamente un fármaco que le produce determinada sintomatología, pero lo niega al momento de la consulta. Los médicos desconocen así el verdadero origen de su patología. Entonces, lo más lógico, es que sometan al supuesto enfermo a una gran cantidad de pruebas, algunas de ellas con ciertos riesgos que sí estarían justificados si el “caso fuera real”, pero que no lo están al tratarse de este caso en particular.

La obsesión por ser asistidos por personal médico

Así, el síndrome de Munchausen por poderes se caracteriza por una obsesión o deseo irrefrenable de ser atendido por los médicos. Esta obsesión provoca en los enfermos la necesidad de visitar hospital tras hospital, muchas veces con nombres falsos o inventados para evitar sospechas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) denomina a estas personas “pacientes peregrinos”. Estas personas deambulan entre hospitales con la necesidad imperiosa de ser atendidos de sus falsas dolencias. Existe un caso muy famoso de este síndrome que es el de un inglés llamado William Mcllroy (1906-1983). Esta persona llegó a ser operada 400 veces. De hecho, solamente pasó seis meses de su vida sin internarse en una clínica.

¿Cuáles son los síntomas del síndrome de Munchausen por poderes?

Cuando una persona padece el síndrome de Munchausen por poderes se dan una serie de síntomas. A veces son difícilmente identificables. Veamos algunos de ellos:
  • Los síntomas del niño no se identifican o no encajan con un cuadro clásico de enfermedad. Es decir, el diagnóstico se hace harto complicado.
  • El niño mejora en el centro hospitalario, pero los síntomas reaparecen una y otra vez en el hogar. En ocasiones, la madre provoca los síntomas incluso dentro del hospital.
  • El progenitor o la progenitora se muestra “demasiado servicial” o “exageradamente atenta”.
  • La madre o el padre están involucrados con frecuencia en un campo de atención médica, como puede ser la enfermería.
¿Qué causa el síndrome de Munchausen por poderes?

Este síndrome es debido a problemas psicológicos del adulto. Casi siempre involucra a una madre que abusa de su hijo intentando que esté de manera constante bajo supervisión médica, exponiéndole para justificar esta supervisión a una situación de riesgo para su salud. Podemos afirmar que se trata de un síndrome raro cuya causa es, aún, desconocida.

Como hemos visto, el síndrome de Munchausen por poderes es un trastorno “raro”, aunque no infrecuente. El problema es que resulta difícil de detectar. Se cree que existen más casos de los que a priori se pueden llegar a conocer.

domingo, 9 de octubre de 2022

¿Cómo saber si le gustas a alguien por WhatsApp? 11 señales

¿Tienes dudas sobre si le gustas a esa persona por WhatsApp? Te facilitamos algunas pistas que pueden ayudarte a resolverlas.

Hoy en día es muy fácil conocer personas y depositar buena parte de la interacción con ellas en aplicaciones de mensajería instantánea, como WhatsApp. Pero este tipo de comunicación puede llegar a ser confusa debido a la falta de contacto visual y lenguaje corporal. Por ello, hay quienes se preguntan cómo saber si le gusta a alguien por WhatsApp.

Y es que no falta quien envía señales contradictorias, cambia de repente su forma de contestar o es tan directo que a veces nos cuesta creer que sea verdad lo que nos está diciendo. Sin embargo, existen unas series de señales que revelan el interés de la otra persona hacia ti. Si aprendes a identificarlas, serás capaz de interpretar mucho mejor sus mensajes y vuestra relación.

No obstante, hay evidencia que sugiere que usar WhatsApp no es tan diferente a la comunicación cara a cara. En un estudio se realizó una comparación entre los patrones relacionales de parejas en línea y fuera de esta. Los resultados señalan que la comunicación mediante WhatsApp está muy asociada a la que se produce cara a cara.

Esto quiere decir que a pesar de sus diferencias, la comunicación virtual imita varios aspectos de las dinámicas relacionales offline. Hecha esta salvedad, pasemos a ver las señales que sugieren un interés romántico por parte de la otra persona.

1. Conversaciones frecuentes

Uno de las principales señales de que esa persona podría tener interés en ti es la frecuencia con la que habláis (o inicia conversación).

Si mantiene comunicación a diario o la mayoría de los días, es una posible señal de que le interesas. En cambio, si los chats solo suceden de vez en cuando y no duran mucho tiempo, quizás no esté muy comprometido en conocerte.

2. Temas de conversaciones variados

No solo importa la frecuencia con la que habláis, sino también el contenido de las conversaciones. Si no pasáis del típico “Hola, ¿cómo estás?”, puede ser que el interés sea mínimo o no existe. Ahora bien, si tenéis conversaciones fluidas en las que ambos proponéis diferentes temas, debatís y os vais conociendo, es buena señal.

Eso sí, ten en cuenta que hay personas que se sienten más cómodas cuando hablan en persona o bien que sea tímida y tenga algunas dificultades para tener temas de conversación.

3. Inicia el contacto

Otro modo de saber si le gustas a alguien por WhatsApp es prestar atención a su iniciativa.

Si esa persona toma la iniciativa en escribirte, puedes tomarlo como un signo de interés. Por supuesto, esto no implica que tenga que ser siempre la que inicie el chat. Lo ideal es que sea algo que ocurra de forma recíproca.

4. Comparte información sobre su actividad

Todos tenemos diferentes actividades durante el día que no son compatibles con el intercambio instantáneo de mensajes. Por lo tanto, es comprensible que esa persona no pueda responderte siempre, igual que no lo puedes hacer tú.

Sin embargo, si te informa de que no podrá contestarte durante un tiempo, es una buena señal. Todo parece indicar que no quiere que te sientas ignorado.

5. Se interesa por tu vida personal

Hacerte preguntas personales del tipo “¿cuáles son tus aficiones?” o “¿qué comidas te gustan?” puede implicar interés. Al fin y al cabo, es una señal de que al otro le importa saber más sobre quién eres, lo que te gusta y lo que no. Quizás te pregunte porque quiere saber qué cosas tenéis en común o qué puede hacer para sorprenderte.

6. Se preocupa cuando pasas tiempo sin escribir

“¿Está todo bien? Estos días hablamos poco” ese tipo de mensajes también contienen cierto interés por parte de la otra persona, ya que pueden ser una señal de que te echa de menos. Quizás te volviste parte de su rutina y cuando no estás allí por cualquier razón, tu ausencia la nota.

7. Quiere hacer planes contigo

Querer llevar el contacto más allá de lo virtual puede interpretarse como un deseo de conocerte más. Tal vez quiera saber cómo eres en persona, cómo te relacionas o qué tal el feeling cara a cara para ver si existe realmente esa conexión.

Esto no quiere decir que no sea válido que seas tú quien proponga las citas. Lo único a lo que debes prestar atención es tanto a su reacción como disposición.

Si ves que rechaza la idea cada vez que haces una propuesta, quizá sea mejor no insistir. En cambio, si observas una actitud más receptiva, podrías considerarlo una señal de reciprocidad.

8. El uso de los emoticonos

Como ya sabemos, identificar el tono de un mensaje puede no ser sencillo, especialmente si no conocemos demasiado al emisor. Por suerte, los emojis o emoticonos lo hacen más fácil. Por lo general, cuando hay sentimientos románticos, las personas utilizan emojis que los expresan. Entre estos tenemos el típico corazón o los besitos.

Entonces, una buena manera de saber si le gustas a alguien por WhatsApp es fijarte en los emoticonos que emplea. Por supuesto, existen personas que por norma no los utilizan, y tampoco lo hacen cuando tienen un interés romántico por alguien.

9. Comparte imágenes contigo

El intercambio de fotos puede ser un indicio que te permite saber si hay algún tipo de química. A veces, las personas envían selfies en los que consideran que salen favorecidos.

Si te envía imágenes de sí mismo, tal vez le importe saber si le consideras una persona atractiva. Por otro lado, si te pide que le envíes fotos tuyas, podría significar que le agrada tu físico.

10. Sexting

Las insinuaciones sexuales a través de chat puede ser otra señal de que le gustas. Sin embargo, en este caso, es esencial tener en cuenta tus propios deseos y conocer las consecuencias de aquello que te plantean.

En estos casos es muy recomendable que reflexiones sobre los límites que te gustaría que existieran en este tipo de interacción y hasta dónde estás dispuesto a llegar.

11. Las conversaciones son fluidas

La comodidad que sintáis el uno con el otro es un factor a considerar. Saltar de un tema a otro, reír o expresar sentimientos -y no solo hechos u opiniones- son signos de comodidad. En esa situación, existe la posibilidad de que le gustes.

¿Qué hago si pienso que le gusto?

Si tienes la intuición de que no le gustas -al menos, en un sentido romántico-, puedes abrir ese tema de conversación y preguntar por ello de manera directa. Es probable que sientas algo de miedo o ansiedad por el posible rechazo, una sensación bastante común.

No obstante, dejarlo pasar, sin ponerle palabras, podría hacer que permanecieras en un error (o no). Al fin y al cabo, si tienes dudas, lo mejor es una buena conversación.

Por último, ahora que tienes algunas ideas para saber si le gustas a alguien por WhatsApp, ten en cuenta que solo hemos hablado de pistas o indicadores. Estos pueden ayudarte, pero si quieres iniciar una relación, tendrás que ponerle palabras a lo que sientes y hablar con la otra persona.