jueves, 16 de marzo de 2023

¿Por qué algunas personas empiezan a caernos bien cuando se equivocan? (el efecto Pratfall)

Curiosa la manera en la que funciona nuestra mente. El efecto Pratfall es una buena muestra de ello, o de cómo alguien puede empezar a caernos mejor cuando se equivoca...

Hay un singular encanto en esa persona inteligente y competente que, sin embargo, es despistada. La figura del genio torpe, tan icónico en el mundo del cine, encierra una explicación psicológica tan curiosa como llamativa. Hablamos del efecto Pratfall, o de cómo las personas brillantes se ganan nuestra simpatía al cometer algunos errores.

Pensemos en ello. No es un hecho aislado ni el típico dato singular que de vez en cuando trae la ciencia y que muchos ponen en duda. Porque lo cierto es que no es raro que hayamos sido testigos directos de ello.

En una película, cuando el genio se deja la luz dada, empieza a caernos más simpático. Lo mismo sucede en la vida real. Cuando el típico sabelotodo de clase o la típica compañera de deslumbrantes conocimientos tropiezan o derraman el café, nos parecen mucho más amables, cercanos y entrañables. El error les hace más humanos, y también más cercanos.

Nunca cometer un fallo o tropezarse ha sido tan provechoso. Y cuidado, porque este fenómeno psicológico es bien conocido y más de uno lo explota de manera intencional…

¿Qué es el efecto Pratfall?

El efecto Patfrall lo acuñó el psicólogo social Elliot Aronson en 1966. Lo hizo a raíz de un curioso experimento en la Universidad de Minnesota. Los alumnos vieron grabaciones en las que otros alumnos hablaban sobre sus logros académicos.

Podíamos dividir estas grabaciones en dos grupos: alumnos que destacaban a nivel académico frente a otros alumnos que no lo hacían. En un momento dado, a un miembro del grupo de alumnos sobresalientes se le cayó el café. Este detalle mejoró la imagen que se estaban formando de él los alumnos que estaban viendo el vídeo. Lo calificaron como alguien atractivo, simpático y cercano.

Sin embargo, si esto le sucedía a alguien del grupo de los “mediocres”, la percepción no era tan positiva. El efecto Pratfall se definió como la atracción que genera una persona inteligente cuando muestra una situación de desventaja. Esto le llevó a especular a Aronson que aquellos que sean conscientes de su alta competencia pueden obtener mayor influencia mostrándose falibles.

Los famosos nos caen mejor si cometen algún error en público

Si hay alguna celebridad a la que hemos visto resbalarse en público más de una vez es a Jennifer Lawrence. Y no solo eso. Esta actriz tiene la virtud de la sinceridad y la espontaneidad. Más allá de sus competencias artísticas y de sus óscares, gusta también porque estamos habituados a alguna de sus meteduras de pata. Eso es una gran ventaja para ella.

Sin embargo, cualquier otro actor o personaje conocido del mundo de las artes y las ciencias que no deje espacio para la improvisación, que cuide al detalle sus gestos, no generará tanta cercanía. Aunque esto no resta que los admiremos por su trabajo. Así, una persona competente tendrá una percepción más positiva si se permite ser falible públicamente en alguna ocasión.

Ahora bien, hay un dato importante. Los errores deben ser puntuales y esporádicos; en caso de que sean una constante, el efecto Pratfall no se cumple. Esa figura pierde su atractivo.

El efecto Pratfall y la teoría de la comparación social

Admitámoslo, cuando conocemos a alguien brillante, resuelto y competente, siempre nos impresiona y hasta nos impone respeto. Es como si quedáramos en desventaja. Sin embargo, al verlos tropezar, equivocarse o tener un traspié, la cosa cambia. Ver a alguien excepcional cometer un error de lo más tonto, como los que cometemos nosotros, nos genera proximidad y confianza.

El efecto Pratfall se sustenta en la teoría de la comparación social. Es decir, tal y como nos explicó Leon Festinger en 1954, nos evaluamos a nosotros mismos comparándonos con los demás. Ver a alguien más resuelto y competente que nosotros produce cierta incomodidad, en ocasiones.

Sin embargo, descubrir a alguien que se equivoca, que derrama el café o que se traba al hablar, despierta nuestra empatía porque nos identificamos con él o ella. Esto, además, refuerza nuestra autoestima, nos hace sentir bien. Si alguien con tantas virtudes tiene alguna similitud con nosotros, significa que también nosotros somos especiales.

Errar nos hace humanos

Es cierto, equivocarnos nos hace humanos. No hay nada que nos acerque tanto los unos a los otros como descubrir que todos erramos de vez en cuando. Por muy brillantes que seamos, nadie es inmune al error más tonto, a la caída fortuita, a la metida de pata en público… Y este fenómeno es bien conocido por la ciencia, por los medios y por las mentes más ingeniosas.

Tal y como señalábamos al inicio, el mundo del cine siempre perfila al científico o la científica de turno como a esa genialidad algo despistada. Alguien que quema su desayuno con la misma facilidad que salva al mundo. El efecto Pratall logra que estos personajes nos cautiven. Pero cuidado, las personas inteligentes son conocedoras de este fenómeno y se pueden servir de él para ser más influentes.

Sin embargo, un estudio nos indica que hay excepciones. Las personas con una autoestima muy alta y las personas con una autoestima baja, por ejemplo, no ven con buenos ojos al individuo brillante que comete errores. Los prefieren infalibles…

miércoles, 15 de marzo de 2023

¿Cómo afectará el telescopio James Webb a la psicología humana?

El telescopio James Webb nos mostró hace poco una pequeña porción del universo. Esa imagen, de calidad extraordinaria, nos abre la cerradura a otros mundos, nos invita a soñar y nos permite escapar de una realidad inmediata, algo caótica y compleja.

En un mundo que nos despierta cada día con noticias de lo más desesperanzadoras, las imágenes del telescopio James Webb son una ventana a la esperanza. Esta maravilla de la ingeniería espacial nos permitirá acercarnos un poco más a los confines del universo. Podremos proseguir en esa eterna búsqueda de otras formas de vida más allá de nuestro sistema solar…

Todos los ámbitos de la vida y del saber se han asomado a este conjunto de fotografías con una emoción casi infantil, curiosa y también vertiginosa. Cuando la NASA publicó las imágenes de la espectacular nebulosa Carina, el Vaticano no tardó en reaccionar: “es el poder extraordinario de Dios y su amor por la belleza”, indicó.

Nadie es ajeno a todo lo que nos llega desde ese escenario vasto, infinito y desconocido. Ni siquiera los que hace siglos perseguían todo avance científico. Porque lo cierto es que es muy difícil dejar la mirada en esos acantilados cósmicos de las nebulosas y no experimentar algo profundo. Es casi una invitación directa a la reflexión, a la introspección.

Uno piensa, por ejemplo, en lo extraordinariamente pequeños que somos vistos desde esa perspectiva estelar. Pero como decía Carl Sagan, también somos raros y preciosos a la vez, porque no hay nadie igual a nosotros en cien mil millones de galaxias…

El telescopio James Webb y su impacto en la humanidad

El telescopio James Webb es hasta 100 veces más potente que el Hubble, el antiguo telescopio espacial. Lleva el nombre en honor del segundo administrador de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio, y tiene un objetivo muy concreto. Su propósito es captar la luz del espacio (en especial la infrarroja) para dirigirla hacia una serie de instrumentos científicos encargados de su análisis.

Gracias a ello, podremos ser testigos del nacimiento de las estrellas y los planetas. Ahora bien, más allá de sus propósitos científicos, está el impacto social que ha suscitado. Porque los misterios del universo no solo son material para la ciencia, también lo son para la imaginación y la reflexión.

El placer visual que suscitan invita a perderse entre las increíbles formas amorfas de las nebulosas, en las estrellas de ocho puntas, en los negros profundos y esos colores de gran saturación. Prácticamente, todo el mundo, sin importar la clase social, el género, la orientación política o la religión, ha reaccionado ante ese conjunto de fotografías.

Esto es una invitación directa para el análisis sobre lo que el telescopio James Webb puede aportar a la psicología humana. Lo analizamos.

El misterio del cosmos unifica a las personas

Todos ansiamos saber más cosas sobre todo aquello que se extiende más allá de nuestro planeta. El 12 de julio, cuando la NASA publicó esa pequeña porción del universo, el mundo se paralizó. Las redes sociales compartían una misma imagen. No fue necesario que fuéramos apasionados de la astrofísica para experimentar interés y fascinación.

Por unas horas, esas fotografías diluyeron nuestras individualidades para unificarnos, para convertirnos en niños expectantes, deleitándose de algo nuevo.

El asombro promueve conductas más prosociales

La universidad de California publicó un artículo en el 2015 profundizando en la emoción del asombro. Experiencias como las vividas hace unos días con el telescopio James Webb pueden promover nuevas conductas en el ser humano. Cuando quedamos asombrados por un evento inusual, positivo e impactante, llevamos a cabo procesos de reflexión e introspección.

El hecho de ser conscientes de nuestra pequeñez en medio de un universo tan vasto, tan bello y lleno de enigmas, puede hacer que nos enfoquemos un poco más en los demás y no tanto en nosotros mismos. Mirar al cosmos puede despertar nuestra humildad y nuestra conducta prosocial. Somos una mota de polvo en medio de dicha inmensidad. ¿No sería mejor bajar los decibelios de nuestro egoísmo?

Juntos podemos crear avances espectaculares en beneficio de todos

Para la construcción del telescopio James Webb han colaborado más de 20 países. En él han trabajado más de 1000 científicos dando forma a esta ingeniería del futuro. Además, la hazaña de colocar un satélite de más de 6 toneladas de peso en el espacio ha sido uno de los eventos más costosos y complejos conocidos hasta la fecha. Y se ha logrado con rotundo éxito.

Este acontecimiento es un claro ejemplo de lo que la humanidad podría lograr si actuara siempre de manera interconectada, codo con codo, compartiendo energías y capital intelectual. En un mundo cada vez más polarizado, estos logros demuestran cuánto podríamos lograr si unificáramos nuestros esfuerzos por avances esperanzadores.

El telescopio James Webb, la luz en el interior de una linterna

Nos ha costado muchos siglos llegar hasta donde nos encontramos. Son muchas las personas que fueron silenciadas, quemadas y denigradas por revelar los misterios del universo. Sin embargo, en pleno siglo XXI, aún hay quien desprecia la ciencia, quien cree que la Tierra es plana y sigue dando validez a las supersticiones.

El telescopio James Webb debe servir como una linterna abriéndose paso en el interior de la caverna de Platón. Debe convertir las sombras del misterio en hechos revelados, en datos que estudiar, en verdades que comprender. Tal proceso llevará tiempo. Sin embargo, como humanidad, debemos estar preparados para descubrir nuevas informaciones que, posiblemente, impulsen nuestra especie.

Esperemos que, para ese momento, no sigamos librando batallas entre nosotros, sino avanzando en conocimiento, madurez, humildad y cohesión.

martes, 14 de marzo de 2023

¿Cometes alguno de estos errores al gestionar tus tareas en el trabajo?

¿Cómo gestionas tus tareas en el trabajo? ¿Te sientes cómodo con tu sistema de organización? En este artículo hablaremos de los errores más comunes que cometemos.

La gestión de las tareas laborales es todo un desafío. No todas las personas se sienten igual de cómodas con un determinado tipo de sistema organizativo. Sin embargo, por muy incómodo o poco productivo que nos resulte, no solemos dedicar tiempo a definir protocolos que mejoren nuestra productividad.

Al diseñar y poner en marcha un método para la gestión de las tareas laborales se consiguen grandes beneficios. El más importante de ellos es el ahorro del tiempo. Además de esto, se evita dejar para última hora ciertas actividades, ganando en eficiencia.

En este punto, sabemos que existen determinados errores que cometemos muchos y, además, con frecuencia, sufriendo las consecuentes penalizaciones derivadas. Son pequeños fallos que, precisamente por no ser tan notorios, suelen pasar desapercibidos. En lo que sí se hacen notar es en el gasto de tiempo y muchas veces en la acumulación de trabajo. Veamos cuáles son cinco de esos errores comunes.

1. Anotar las tareas pendientes en diferentes lugares

Es importante que el sistema de gestión de las tareas laborales sea fiable. Uno de los factores que más incide en esa fiabilidad es llevar un registro único de las actividades pendientes, ya que esta es la herramienta que debe consultarse cuando uno está trabajando.

Es relativamente frecuente que las personas anoten las tareas planificadas en un mismo lugar. Sin embargo, a lo largo del día, de la semana o del mes surgen otras actividades que no estaban previstas y muchos terminan anotándolas en la libreta o en el archivo que tengan más a mano. Esto es un error, ya que dispersa la información y no deja hacer un seguimiento correcto a los pendientes. Siempre se debe anotar todo en un solo lugar.

2. Abusar de los pendientes

Cada actividad que tenemos que afrontar tiene una prioridad, o al menos debería tenerla. Sin embargo, es habitual que todo aquello que no sea ultraimportante termine dejándose en la lista de “para después” o de “algún día”. Es así como en un momento dado esa lista termina siendo gigante.

De este modo, lo que se ahorra en tiempo priorizando, se pierde luego por la acumulación excesiva de pendientes. Lo más adecuado es destinar un par de horas a la semana para realizar esas tareas que no revisten gran importancia, o que no tienen una fecha límite. Esto ayuda a hacer más eficiente la gestión de las tareas laborales.

3. Tratar de abordar las tareas de una manera global

Otra clave para la gestión de las tareas laborales es abordar las grandes actividades de la forma correcta. Cuando estas son muy amplias o complejas, es muy fácil que terminemos empantanándonos o con la cabeza hecha un lío. Lo más indicado es dividir esas actividades en partes, de una forma lógica y coherente.

Esa subdivisión otorga orden mental y también permite organizar mejor el tiempo. Así mismo, incide de una manera positiva en la motivación, ya que terminar cada una de las etapas otorga la sensación de avance y esto produce satisfacción. Lo más importante es que el trabajo se hace mejor.

4. Actuar al margen de la lista de tareas

La lista de tareas es una de esas herramientas que siempre debe estar a mano. Es una de las aliadas más importantes en la gestión de las tareas laborales. No solamente ayuda a recordar las actividades que deben realizarse, sino que al visualizarla es posible detectar fallos y hacer reestructuraciones del tiempo.

Esta lista es particularmente importante en aquellas épocas en las que abunda el trabajo y escasea el tiempo. Si bien muchas personas se precian de su buena memoria o de su capacidad instintiva para organizarse, lo cierto es que en tiempos de estrés es más fácil que asuntos relevantes terminen pasándose por alto.

5. Invertir mucho tiempo en organizar y reorganizar lo intrascendente

Lo ideal es tener un buen método para organizar la gestión de las tareas laborales, pero no resulta conveniente tratar de perfeccionarlo o llevarlo a su máxima expresión. A veces, y con la intención de ser más eficientes, se nos ocurre ordenar por colores, poner etiquetas llamativas y detalles por el estilo.

El resultado puede ser que al final se ha gastado más tiempo en adornar o detallar los planes, que en llevar a cabo las tareas que se deben realizar. Un buen método es práctico y eficiente. No debe exigir mucho tiempo para ser actualizado o ejecutado. Si no es así, quizás sea hora de cambiarlo.

lunes, 13 de marzo de 2023

Cómo descansar sin culpa

¿Cómo descansamos? ¿Qué nos permitimos hacer en nuestro tiempo libre? ¿Qué pasa con esa sensación de culpa que emerge cuando tenemos la sensación de haber estado perdiendo el tiempo? En este artículo, vamos a responder a estas y otras interesantes preguntas.

Puede parecer extraño sentir culpa por descansar, pero es más común de lo que parece. Tal vez conozcas la sensación.

Acaba el fin de semana y pasaste todo el tiempo en casa, viendo tu serie favorita con tu familia o tus amigos. Al planear la semana laboral piensas en que no adelantaste nada de trabajo o que no hiciste las labores del mantenimiento del hogar que tenías pensadas, y te inunda una sensación de culpa. Entonces, te prometes que no volverá a pasar… ¿Te ha pasado alguna vez?

Aunque puede parecer que esos sentimientos de culpa son parte de una actitud de perseverancia y motivación por ser mejor, lo cierto es que hacen más mal que bien. Generan un malestar que irónicamente disminuye nuestra productividad.

Descansar sin culpa no solo es bueno para la salud, sino que es un derecho que todos tenemos. En esta ocasión vamos a desmontar algunas ideas falsas que nos impiden ejercer ese derecho.

¿De dónde viene la culpa?

La culpa es una emoción que se construye socialmente, por lo cual su funcionamiento depende de la cultura y de los valores interiorizados. Eso quiere decir que aquello que nos hace sentir culpables es, en gran parte, lo que nuestro medio social nos indica que debe hacernos sentir culpables.

Podemos decir que la culpa surge cuando alguna conducta contradice una norma que hemos interiorizado. No basta con que la norma exista o con que estemos al tanto de ella; tiene que ser una regla que se ha incorporado a nuestro sistema de creencias.

Las normas que rompemos y que generan culpa pueden ser determinadas por la religión, la ley, la tradición, entre otras. La culpa por descansar también puede estar influenciada por el modelo económico en el que vivimos.

El problema de la productividad

En nuestra cultura se resaltan conceptos como la competencia, la productividad, el éxito, y se definen bajo una mirada económica. Así, solemos entender como actividades productivas aquellas que pueden traducirse en ganancias, ya sean directas o indirectas, y el éxito se mide en función de los ingresos. Es un enfoque bastante limitado, lo sabemos, y la propia cultura denuncia ese hecho, pero sigue sucediendo.

En contraste, otros conceptos, como el tiempo libre, el ocio o el descanso, son valorados de manera negativa. Puedes tener tiempo libre, por supuesto, pero parece que necesariamente hay que llenarlo con algo productivo. Y claro que puedes trasgredir esta construcción, pero al hacerlo puedes tener la sensación de estar dejando de ser competitivo, de estar dejando escapar oportunidades que otros aprovecharán.

¿Puedes identificar alguna de esas ideas? A veces están tan interiorizadas que no nos damos cuenta de que las tenemos, pero están presentes en la publicidad, en las conversaciones cotidianas, en las personas que admiramos y vemos como ejemplo, y en la cultura en general.

Si no es hacer ganancias, es crecimiento personal

Tal vez no nos presionemos por ser productivos desde el punto de vista financiero, pero sí desde la idea del crecimiento personal. Está bien, no tenemos que estar generando dinero todo el tiempo, pero sí tenemos que invertir nuestra energía en actividades que produzcan un supuesto desarrollo propio. Eso suena muy bien, pero veamos cómo agrega presiones inadecuadas.

Vemos como aceptable dedicar el tiempo libre a pasatiempos que de alguna manera producen un valor, aunque sea intangible. Hacer ejercicio, por ejemplo, es visto como algo bueno, pero solo si produce resultados visibles. Si la actividad física no se traduce en un cuerpo más atlético y se practica solo por diversión, entonces no sirve. “¿Para qué sigues yendo al gimnasio si no está funcionando?”. Hacerlo solo por gusto no es válido.

Con la lectura pasa algo similar. Cuando una persona lee habitualmente se considera como algo positivo, pero luego entra en juego el tipo de lectura. Las novelas de ficción o la poesía no siempre son vistas como temáticas productivas, porque no generan un valor que sea fácil de medir. En lugar de eso, muchas veces se prefieren libros con temática de autoayuda, porque se tiene la idea de que transmiten un mensaje que es “útil” para el crecimiento personal.

Leer algo solo porque es divertido, relajante o emocionante a veces se interpreta como una pérdida de tiempo, irónicamente ignorando los beneficios que la literatura de ficción puede traer a nivel social y emocional.

Queremos medirlo todo, y mostrarlo todo

¿Ves cuál es el problema? Nuestra cultura asfixia por su obsesión por mostrar resultados, por demostrar que lo que hacemos con nuestra vida tiene un efecto medible, incluso presumible.

Si tenemos tiempo libre debemos invertirlo en algo, no importa mucho en qué con tal de que podamos mostrárselo a otros. Puede ser generar dinero, eso es fácil de presumir. Pero también puede ser en parecer más cultos, o en vernos atléticos, o en tener una familia que se vea feliz, o en tener una casa muy limpia…

La lista es muy diversa. Y todas esas cosas están bien; si las quieres, ve a por ellas sin dudarlo. El problema es pensar que la alternativa está mal, y en buscar ser productivo solo por cumplir una expectativa social.

Si haces actividad física, lo mejor es que sea una que te guste; si lees, sea lo que sea que leas, es bueno que lo disfrutes; si inicias un negocio, te irá mejor si además de en el dinero piensas en poner tu corazón en ello.

Y si no quieres hacer nada de eso, también está bien. El descanso es muy productivo en realidad: te trae bienestar, ayuda a tu cuerpo a funcionar correctamente y mejora tu humor. Claro, a esas cosas no le puedes tomar fotos para las redes sociales, ni puedes pavonearte delante de tus compañeros de trabajo. Pero esas cosas son tuyas, son para ti, y eso las hace perfectamente válidas.

Eliminar la culpa

Recuerda que la culpa viene cuando sentimos que hemos transgredido una norma o violado un principio. Para poder descansar sin culpa necesitamos entender que está bien no ser productivo todo el tiempo.

Reconocer que invertir tiempo en nosotros mismos es bueno y necesario, y que no tenemos que cumplir con expectativas ajenas; si tenemos algún deber, es buscar nuestro bienestar y el de nuestros semejantes.

domingo, 12 de marzo de 2023

Perseguir a los que nos hacen daño, una forma de condenarnos al malestar

Cuando dejamos nuestra autoestima a la deriva, en manos de los demás o de quienes disfrutan controlándonos y ejerciendo poder sobre nosotros, solemos sumergirnos en una infinita persecución para creer recuperarla. Como si esto nos diera valor… Aunque en realidad lo único que hacemos es despreciarnos a base de rechazos y de aceptaciones a medias y con condiciones. Perseguir a los que nos hacen daño, es por tanto, una de las tantas maneras que existen de no querernos.

El verdadero amor, tanto hacia los demás como a nosotros mismos, no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar y ayudarnos para mostrar nuestra autenticidad. Perseguir a los que nos hacen daño es una forma de no encontrarnos, sino de encontrar a toda costa al otro, olvidándonos en cierta medida de nosotros mismos.

Cuando estamos en una relación y nos damos cuenta de que pudiendo evitarnos algo de sufrimiento, el otro no lo hace, es un claro indicativo de que no le importamos como deberíamos… Lo que sucede es que, a veces, nos encontramos tan cegados que no vemos como el resto de personas pueden llegar a manipularnos y a aprovecharse de nosotros en su beneficio.

Eres la única persona que puede detenerlo

Cuando realmente existe amor, cuidar a nuestra pareja es un contrato inherente del corazón. Ahora bien, no por eso hay que dar cegados sin ver si la otra persona nos corresponde. Si notamos que nuestra pareja nos hiere como una forma de mantener la relación es un buen momento para detenerlo, ya que solo nosotros podremos hacerlo.

Cuando la persona con la que compartimos nuestra vida nos hace sentir mal más a menudo que nos hace sentir bien, tenemos que preguntarnos si esa persona nos aporta o nos quita. De esa repuesta obtendremos si al final queremos compartir el resto de nuestra vida de esa manera.

Cerrar una etapa de nuestra vida, decir adiós a quien amamos, aunque nos hiera, es una de las experiencias más tormentosa y circulares que pueden ocurrirnos en el mundo de las emociones. Ya se sabe que lo más difícil no es el primer beso, sino el último. Pero a veces, ese ultimo beso nos puede estar salvando de muchos más agridulces.

Cuando nuestra pareja nos hiere de forma continuada, puede que la falta de autovaloración termine calando tan dentro de nosotros que ya no sepamos discernir lo que somos de lo mal que nos hacen sentir. Ahora bien, solo uno mismo puede parar el dolor emocional, porque una vez que comienzan a herirnos no hay más camino que el amor propio.

¿Obsesión, miedo a estar solos, esperanza o devoción?

Una relación de pareja puede salir mal, hay que tenerlo presente. Y para superarlo, la única manera es aceptar que se acabó. De lo contrario, será muy complicado gestionar la situación y el daño acabará convirtiéndose en obsesión, miedo, esperanza e incluso, devoción.

Algunos psicólogos han afirmado que el desamor puede llegar a ser más doloroso que la muerte de alguien. Según esta teoría la muerte tiene un proceso de duelo que acaba finalmente con la aceptación. Pero, cuando la pareja se rompe y no existe esa aceptación, el sufrimiento puede alargarse durante un largo periodo de tiempo e incluso, puede llegar a no cicatrizar nunca.

sábado, 11 de marzo de 2023

No te merece quien solo te busca cuando te necesita

Cuando no nos valoran como se debe, tenemos que replantearnos nuestras relaciones y convertirnos en nuestra prioridad.

Quien te busca solo cuando te necesita, no merece encontrarte. No merece ser llamado amigo, así como tampoco tu atención, quien por más tiempo que pase y más circunstancias que varíen, no cambia su actitud egoísta e interesada.

No quiere decir que sea una mala persona, sino que simplemente vuestra relación no es sana, no encaja. Esto no debe hacernos sentir mal, sino que debemos darnos cuenta de que es parte de la vida, pues unas veces se gana y otras, se aprende.

Los vínculos se forjan y fortalecen a partir de la reciprocidad, de la interacción y el intercambio. Porque en realidad quien está a nuestro lado (emocionalmente) en algún momento, es quien nos busca con gran interés cuando lo necesitamos y cuando nos necesita.

La indiferencia es la mejor muestra de “no amor”

La indiferencia es la mejor muestra de “no amor”. Por eso no debemos tratar como prioridad a aquellas personas que nos tratan como una opción. Más que nada porque la prioridad en nuestra vida debemos mantenerla hacia nosotros mismos si queremos equilibrar la balanza.

Porque la no atención, la indiferencia y el egoísmo acaba mostrándose en el daño que nos hace estar frente al espejo, en que no comprendemos que merecemos amor y en cómo matamos el cariño que nos tenemos y el que tenemos hacia los demás.

“No te merece quien, con su indiferencia, te hace sentir invisible y ausente. Te merece quien, con su atención, te hace sentir importante y presente.

No te merece quien te ilusiona con lo que dice para luego desilusionarte con lo que hace. Sí que te merece aquel que dice menos, pero hace más.

No te merece quien solo te busca cuando te necesitas, sino quien siempre está a tu lado cuando sabe que lo necesitas. No te merece quien te hace estar triste y llora, sino quien te alegra y te hace sonreír”.

Cuando la esperanza es lo último que se pierde

A veces nos hace daño el hecho de que la esperanza sea lo último que se pierde, pues aguardamos con gran templanza que ocurra el “milagro inmediato” de que el egoísmo se torne en agradecimiento y en el interés por compartir apoyo y momentos.

Sin embargo, con frecuencia lo único que hacemos es hipotecar nuestro bienestar y nuestras emociones a las voluntades ajenas. (¿Quién no se ha parado a pensar que en alguna ocasión se ha tapado los ojos ante las evidencias y no ha querido escuchar sus necesidades afectivas?).

Muchas veces arruinamos nuestro presente esperando cambios en nuestras relaciones, cambios que nunca llegarán si no hacemos nada por mejorar la situación, o sino intentamos que en nuestros vínculos se equilibre la balanza.

Muchas veces la solución pasa por hablar tranquilamente con esas personas para que se percaten de la desigualdad en la que se convierten las relaciones. Sin embargo, otras más descaradas simplemente esconden un interés que ni siquiera intenta ocultarse.

viernes, 10 de marzo de 2023

Dos rutas para la persuasión: el modelo de probabilidad de elaboración

La probabilidad de elaboración va a determinar que un mensaje sea más persuasivo o menos a través de dos rutas: la central y la periférica.

La persuasión se entiende como cualquier cambio que ocurre en las actitudes de las personas como consecuencia de su exposición a una comunicación. A esto habría que añadirle que dicha comunicación es diseñada y ejecutada intencionalmente con el fin de persuadir. Así pues, la persuasión se entendería como un cambio de actitud.

Por otra parte, en la persuasión entran en juego los siguientes elementos: el emisor, el mensaje, el receptor o audiencia, el contexto donde se da la persuasión, el canal por el que se transmite el mensaje y la intención de que el receptor o audiencia asuman las propuestas defendidas en el mensaje. Dados estos elementos, el mejor modelo para entender la persuasión es el modelo de elaboración de probabilidad.

El cambio en las actitudes

La persuasión busca cambiar las actitudes. Las actitudes pueden entenderse como una evaluación general que las personas hacen de objetos, cuestiones y otras personas, los cuales, técnicamente reciben la denominación de objetos de actitud. Asimismo, las actitudes cuentan con tres componentes: el afectivo, el cognitivo y el conductual.

El componente afectivo se basa en las emociones, el componente cognitivo se centra en las creencias y el componente conductual en las conductas o experiencias pasadas. Estos tres componentes constituyen la estructura psicológica de las actitudes de la que brota la evaluación global y se materializa en las conductas. De este modo, la persuasión busca cambiar lo que sentimos, lo que pensamos y, en último término, lo que hacemos.

Por otra parte, los cambios en las actitudes pueden adoptar dos modalidades: la polarización y la despolarización. La polarización se refiere a que la actitud cambia en la dirección que la actitud presentaba inicialmente, mientras que en la despolarización el cambio actitudinal es el contrario a la tendencia inicial. En otras palabras, la polarización nos reafirma en nuestras actitudes y la despolarización nos lleva a adoptar una actitud contraria a la que teníamos.

El modelo de probabilidad de elaboración

La mejor interpretación de la persuasión es la que propone el modelo de probabilidad de elaboración. Este modelo propone que existen dos caminos a través de los cuales se produce la persuasión: una ruta central y otra periférica. Así pues, la motivación para procesar el mensaje va a determinar el camino que se tome. Una baja motivación lleva a la ruta periférica mientras que una alta motivación lleva a la ruta central.

Por un lado, la ruta central implica una mayor probabilidad de elaboración; esto es, prestar mucha atención al mensaje y contrastar la información con conocimientos previos. Por otro lado, la ruta periférica exige que no se dedique mucho esfuerzo; esto es, que no se elabore mucho la información.

Así pues, la ruta periférica lleva a apoyarse en indicadores situacionales, como que el emisor parezca creíble. De esta forma, la motivación que determina si el mensaje se elabora por la ruta central o por la periférica va a depender de diferentes factores.

Motivación y capacidad de elaboración

En primera instancia, la motivación por entender el mensaje y realizar un esfuerzo mental para ello, y la capacidad con la que se cuente para procesar el mensaje van a determinar la probabilidad de elaboración, es decir, la ruta.

Por un lado, la motivación se basa en la importancia del mensaje para el receptor, la inconsistencia entre la propuesta del mensaje y la posición del receptor, la ambivalencia del tema, el número de fuentes del mensaje y la necesidad de cognición (disfrutar pensado) del receptor. Por otro lado, la capacidad va a depender de la recepción del mensaje, de los elementos de distracción presentes, del tiempo disponible, de la complejidad del mensaje y de los conocimientos que el receptor tenga sobre el tema.

Resumiendo, cuando recibimos una comunicación persuasiva, esta va a tomar una ruta central si estamos motivados para procesar la información. En caso contrario, la ruta será la periférica.

Así, el cambio actitudinal se producirá dependiendo de si el mensaje es atractivo, aporta argumentos o nombra fuentes en las que confiemos. En cambio, si realmente estamos motivados, también nuestras capacidades para procesar la información van a influir. Si no contamos con las capacidades necesarias, es probable que vayamos por la ruta periférica, pero si contamos con ellas, es probable que la información vaya por la vía central.

Si el mensaje se elabora por una ruta central, podemos generar pensamientos favorables o desfavorables. Así, si son favorables se producirá una polarización y la actitud será más favorable a los argumentos en sinfonía con el mensaje. En caso contrario, se producirá una despolarización y nuestra actitud será más negativa hacia esos argumentos. La tercera posibilidad es que los pensamientos sean neutros, caso en el que se volverá a una ruta periférica.