martes, 16 de mayo de 2023

La vivienda condiciona la conducta humana

¿Cómo nos influye el entorno físico en nuestro estado de ánimo? ¿Y en nuestros pensamientos? ¿Y en cómo actuamos? ¡En este artículo te lo contamos!

Rara vez las personas buscan las causas de su malestar emocional o psicológico en la configuración física del entorno. Es más habitual comenzar a buscar en las experiencias personales y el mundo interior. Sin embargo, por mucho que lo ignoremos en nuestro análisis a la hora de hacer atribuciones, el espacio físico que nos rodea influye en cómo nos sentimos. En particular, la vivienda condiciona la conducta humana.

El área que se ocupa de estos aspectos es la psicología ambiental. Vale aclarar que, si bien la vivienda condiciona la conducta, esto no significa que la determine. Es obvio que hay otros factores tan o incluso con más peso en este sentido.

Dicho lo anterior, lo cierto es que se ha encontrado un vínculo entre la agresividad en las relaciones familiares y elementos físicos del hogar. También, entre el estado de ánimo y el espacio físico que consideramos nuestro. Veamos qué dicen los expertos.

La vivienda influye sobre lo que pensamos y hacemos

Cuando se habla de la influencia del contexto es necesario hacerlo en tres dimensiones: entono mental (creencias, valores, formación, información, etc.), entorno personal (familia, pareja, amigos, compañeros de trabajo, etc.) y entorno material (lugares donde se vive o se trabaja, vecindario, ciudad, tecnología, automóvil, dotación doméstica, etc.).

Cada una de esas dimensiones tiene una gran influencia sobre el comportamiento. Sin embargo, lo usual es que haya más conciencia sobre el entorno personal que sobre el mental y el material. Este último suele pasar desapercibido, ya que corresponde al mundo de los objetos y se asume que estos no dicen nada o no interactúan de forma dinámica con el individuo.

Aunque la forma como la vivienda condiciona la conducta es un tema poco estudiado, ya hay suficientes datos como para afirmar que se trata de un efecto apreciable. En particular, se ha señalado que aspectos como la luz, el ruido, la cantidad de espacio personal disponible, la temperatura y la privacidad son aspectos que inciden tanto en el estado de ánimo, como en la relación con las demás personas con las que se convive.

Los efectos en la convivencia familiar

Los trabajos pioneros sobre cómo la vivienda condiciona la conducta en la familia fueron adelantados por Herrenkohl & Herrenkohl, a partir de los años 80. Una de las primeras investigaciones de estos expertos ya daban cuenta de la influencia de las condiciones de la casa en la violencia en la pareja y el maltrato hacia los niños.

Un estudio llevado a cabo en América Latina, en 2011, encontró una relación directa entre la habitabilidad de la vivienda y los patrones de convivencia familiar. Las malas condiciones generaban un estrés adicional que contribuía a deteriorar los vínculos familiares: había mayor tendencia hacia las conductas violentas.

Los investigadores encontraron que cuanta más luz, menos ruido y menor hacinamiento, más armónicas eran las relaciones familiares y viceversa. De igual manera, descubrieron que cuanta más armonía había en las familias, mayor era el interés por mantener la vivienda en condiciones agradables para todos.

Lo que cuenta

Se necesita más investigación para comprender en detalle la forma en la que la vivienda condiciona la conducta individual y colectiva. Los datos que hay hasta el momento indican que el factor económico no es determinante. O sea, no se necesita tener mucho dinero para habitar en un espacio agradable.

Los expertos señalan que la luz y la cantidad de espacio disponible son elementos muy relevantes. Por lo mismo, aconsejan deshacerse en forma periódica de los objetos que no se usan. Cuanto menos objetos haya, más fácil es crear una sensación agradable para quienes habitan una casa. La luz y las vistas desde la ventana se consideran incluso más importantes que la cantidad de espacio físico disponible.

Quienes habitan una casa que les resulta agradable y en la que pueden tener espacios de privacidad muestran ser personas que logran equilibrar sus emociones con mayor facilidad. También suelen tener una visión más optimista y una relación más amable con los demás. Sobre los vecindarios y las calles hablaremos en otra oportunidad.

lunes, 15 de mayo de 2023

Qué es la cronoconciencia y por qué es importante

La cronoconciencia es como un reloj que marca las horas de la humanidad. Cada uno de nosotros es parte de ese tiempo universal, pero muchos han decidido no darse cuenta de ello. Se cree que es más importante el instante, que la línea histórica.

La cronoconciencia es un neologismo que han comenzado a emplear algunos filósofos para referirse a la conciencia del tiempo en los seres humanos. En particular, hace referencia a lo que se conoce como “conciencia histórica” o la capacidad para verse a uno mismo como un resultado y a la vez un constructor de sucesos colectivos, encadenados en el tiempo.

Es probable que al mencionar la cronoconciencia muchos sientan que se está hablando de un tema académico o poco asociado con su vida personal. Sin embargo, no es así y por eso mismo el tema ha cobrado relevancia. El hombre moderno ha perdido esa noción de continuidad en el tiempo. Parecería que solo cuentan el aquí y el ahora.

Así como es fundamental contar con una conciencia acerca de uno mismo para poderse orientar y otorgarle un sentido a la existencia, también resulta esencial contar con una conciencia histórica  para establecer el nexo que hay entre la acción individual y la acción colectiva. Ahí radica la importancia de la cronoconciencia, de la cual hablaremos a continuación.

El tiempo y el cerebro

El concepto de tiempo es muy complejo y más lo es su percepción en el ser humano. Un cerebro normal está dotado de una cronoconciencia básica, es decir, de una noción de lo que es pasado, presente y futuro. Esto permite situar los acontecimientos y también percibir la velocidad.

Esa percepción del tiempo también tiene un fuerte componente subjetivo. Los minutos parecen transcurrir más lentamente cuando estamos en peligro, aburridos o en una situación de incertidumbre. A la vez, corre a toda velocidad cuando estamos felices o realizamos una actividad agradable que cautiva todo nuestro interés.

Ninguna zona del cerebro  está dedicada específicamente a la percepción del tiempo. Biológicamente, solo distinguimos entre el día y la noche, por efecto de la luz. Necesitamos de los relojes precisamente porque nuestra idea del tiempo es muy débil y engañosa.

Todo indica que en el cerebro funcionan al tiempo varios relojes biológicos y que no siempre están sincronizados entre sí. Se trata entonces de mecanismos muy complejos que están asociados a otro fenómeno aún más complejo: la conciencia.

La cronoconciencia

La conciencia es esa facultad que permite tener conocimiento de que existimos, de nuestros propios actos y de los estados en los cuales nos encontramos. La cronoconciencia vendría a ser esto mismo, pero en función del tiempo. En principio, la que nos permite comprender la existencia propia en función de un pasado, un presente y un futuro.

Sin embargo, la cronoconciencia va más allá e involucra también lo que se conoce como “conciencia histórica”. Esta es el conocimiento de los procesos sociales y políticos que tienen lugar en un contexto determinado y el vínculo que tenemos con ellos. Permite actuar en función de ese contexto y comprender o definir el papel que tenemos en este.

Lo cierto es que en el mundo actual existe un alto desprecio por la conciencia histórica. Estamos en una realidad en la que lo instantáneo reemplaza a lo histórico. Vemos los hechos de forma aislada o como una sucesión de realidades que no provienen de una lógica previa y tampoco construyen una lógica hacia adelante.

Sentimos que nuestro vínculo con el contexto corresponde a lo inmediato y resulta intrascendente. Se aprecia mejor con algunos ejemplos. Como la persona que tira la basura en el mar y ni se pregunta de dónde proviene ese desecho y tampoco a dónde va. O el que no participa en actividades políticas y le parece que esa renuncia a la acción no es resultado de procesos previos, ni tiene consecuencias.

Somos resultado de la historia y productores de historia

El mundo no es como es porque sí. La realidad a la que asistimos es el resultado de la acción o de la omisión. Ese contexto tiene un impacto real sobre cada individuo, sea consciente de ello o no. Así mismo, lo que hace cada persona tiene un impacto sobre la realidad de los demás y no solo sobre la propia.

La cronoconciencia se inhibe ante afirmaciones que minimizan las acciones individuales en el colectivo. El consabido: “lo que haga alguien como yo es insignificante”. Esa forma de ver las cosas también tiene su propia historia y hace historia. Renunciar a la acción es una forma de perpetuar una realidad. No es necesario ser el factor definitivo para que las acciones personales tengan relevancia.

Somos parte de una familia, de un vecindario, de varias comunidades, de una ciudad, un país y un mundo. Actuar como si nada de eso existiera o no contara no significa que no exista o que no cuente. Somos el fruto de una larga evolución y un eslabón en la historia futura. Hacer conciencia de ello y actuar en consecuencia es un factor que puede mejorar la realidad.

domingo, 14 de mayo de 2023

Pensamiento convergente: qué es, cómo funciona y ventajas

El pensamiento convergente utiliza la lógica, la razón y la experiencia para proporcionar la solución adecuada de forma rápida. Descubre cómo funciona, cuándo puedes utilizarlo y cuáles son sus principales ventajas.

Seguro que has oído a hablar del pensamiento divergente o creativo, pero… ¿Y del pensamiento convergente? ¿Sabes en qué consiste o cuándo lo aplicamos? La realidad es que existen múltiples maneras de pensar, reflexionar y llegar a conclusiones más o menos fiables. Escoger la mejor de ellas es en sí una habilidad que mejora con la experiencia y el aprendizaje.

Hoy nos centraremos en el pensamiento convergente, un tipo de pensamiento basado en la lógica que nos ayudará a resolver problemas de solución única. ¿Quieres saber más? ¡Sigue leyendo!

Pensamiento convergente: ¿qué es?

En 1967, el psicólogo estadounidense Joy Paul Guilford propuso dos tipos de pensamiento novedosos: el pensamiento divergente y el pensamiento convergente. Definió el pensamiento convergente como la habilidad de dar la respuesta correcta a una pregunta ordenando de manera lógica la información disponible .

En otras palabras, sería la capacidad para solucionar problemas o contestar preguntas sin que se requiera una gran habilidad creativa . Un ejemplo de pensamiento convergente sería aquel que solemos utilizar para hacer operaciones comunes, como una suma.

Por contra, Guilford definió el pensamiento divergente como un proceso de planteamiento o resolución de problemas mediante la búsqueda de estrategias y soluciones novedosas. Este tipo de pensamiento también ha sido denominado pensamiento creativo o pensamiento lateral.

Según Guilford, los procesos de innovación alternan ambos tipos de pensamiento. Por otro lado, uno de los objetivos de este tipo de pensamiento es el de encontrar soluciones más eficaces.

¿Cómo funciona el pensamiento convergente?

Como hemos visto, podríamos decir que el pensamiento convergente sería el antagónico del divergente (creativo). Este tipo de pensamiento no se centra en todas las posibilidades (e incluso las que requieren mayor imaginación) del problema, sino que busca encontrar la solución más adecuada de manera rápida y precisa.

Para ello, utilizamos la información que creemos que nos ayudará a resolver el problema, pero no imaginamos escenarios alternativos o atípicos, como haríamos con el pensamiento divergente. En este sentido, se trata de un proceso de pensamiento bastante acotado.

¿Cuándo es más útil?

El pensamiento convergente, aunque pueda parecer más limitante porque no se alimenta de la imaginación ni de la creatividad, puede llegar a resultar muy útil en ciertas situaciones. Por ejemplo, en aquellas situaciones en las que es posible encontrar una única respuesta correcta , a la que llegaríamos a través de un proceso de toma de decisiones (o aplicando la lógica).

¿Qué lo caracteriza?

Se trata de un tipo de pensamiento que suele reportarnos respuestas con poca incertidumbre. Además, se basa en la razón y en la lógica, y con él recurrimos a la información disponible para encontrar una respuesta precisa de forma rápida (con el menor coste de tiempo posible).

Por otro lado, el pensamiento convergente se relaciona con el conocimiento del que ya disponemos. Esto es así porque, cuando lo aplicamos, usamos datos de forma estandarizada.

Finalmente, como características a destacar encontramos que a través de él utilizamos también otro tipo de pensamiento, el pensamiento crítico . Este último se basa en la información, el conocimiento previo, la lógica, la estadística y las probabilidades.

Ventajas del pensamiento convergente

¿Qué ventajas tiene utilizar este tipo de pensamiento y no otro? Vamos a conocer dos de las más importantes:

Perfecto para aquellos problemas para los que no necesitamos una solución mejor

El pensamiento convergente también nos puede ayudar a tomar decisiones. Según el psicólogo Oscar Castillero, la toma de decisiones engloba todos aquellos procesos a través de los cuales un sujeto toma la determinación de seleccionar una de las múltiples opciones posibles de entre las que se presentan. Para ello, la persona se basa en una gran cantidad de factores que rodean dicha situación.

Emplear este tipo de pensamiento es muy útil para resolver la mayoría de los problemas cotidianos. ¿Vamos a mirar todos los días el plano para ir de casa al trabajo? ¿Vamos a seguir buscando una receta que mejore ese guiso que ya nos sale estupendo?

De este modo, hay momentos en los que no necesitamos resultados mejores; con las soluciones y las estrategias que ya conocemos es suficiente. Este es el terreno en el que el pensamiento convergente nos da confianza y se presenta como la mejor de las elecciones.

Gasta pocos recursos cognitivos

Utilizar las estrategias que ya conocemos ahorra energía mental. Son caminos o senderos conocidos, rutas que ya hemos explorado y, por lo tanto, predecibles.

Si tenemos frío, sabemos que encendiendo la calefacción esta sensación se marchará. Si nos molesta la espalda, sabemos que estirarla nos aliviará. Este tipo de acciones las llevamos a cabo casi de manera automática. Así, este pensamiento es muy liviano en su aplicación. Con él tomamos un montón de decisiones al día de las que ni siquiera somos conscientes.

El pensamiento convergente en la gestión de proyectos

En el ámbito empresarial, específicamente en la gestión de proyectos, el pensamiento convergente y divergente suelen ser de gran utilidad. Pues, ayudan al equipo a encontrar las acciones o soluciones necesarias para alcanzar los objetivos esperados.

En estos casos, el pensamiento convergente se enfocará en la estructura del proyecto y en las soluciones más claras e inmediatas. Por tanto, será más conveniente cuando se requieran respuestas rápidas, sin ambigüedades y con mayor organización.

Además, el pensamiento convergente resulta sumamente útil para alinear equipos, crear flujos de trabajos y planificar proyectos. Sin embargo, en estos escenarios no debemos evitar el pensamiento divergente por completo, pues impedirá desarrollar soluciones innovadoras para los problemas. De allí, la importancia de combinar ambos pensamientos en la gestión de proyectos.

¿Cómo aplicar el pensamiento convergente y divergente en la resolución de problemas?

Como ya lo decíamos, podemos combinar ambos tipos de pensamiento para gestionar proyectos y resolver problemas. De no ser así, el proceso puede resultar más complicado.

Ahora bien, en determinadas etapas del proceso conviene usar más un tipo de pensamiento que otro. Veamos entonces en cuáles fases es ideal pensar de manera convergente y en cuáles no.

1. Fase de descubrimiento: pensamiento divergente

La primera fase de la resolución creativa de problemas es el descubrimiento: identificar las causas del problema considerando todas las posibilidades. Es por ello que conviene más aplicar el pensamiento divergente.

Por ejemplo, supongamos que somos una empresa que vende determinados productos y en las últimas semanas las ventas han caído, lo que genera la siguiente inquietud: ¿por qué está sucediendo? En este caso, si usáramos el pensamiento convergente para responder a esta pregunta, podríamos llegar a una sola conclusión. Pero, si usamos el divergente, podríamos considerar todas las posibles causas del problema.

Algunas podrían ser: un inadecuado plan de marketing, el fortalecimiento de la competencia, una deficiencia en la calidad de nuestros productos, el establecimiento de precios elevados, etc. Una vez que se hayan definido todas las posibles causas del problema, podemos pasar a la siguiente etapa: definir cuál de ellas es la correcta.

2. Fase de definición: pensamiento convergente

En este caso, aplicaremos el pensamiento convergente para filtrar las posibles causas del problema. Si bien es posible que más de una causa haya provocado la caída de las ventas, el pensamiento convergente requiere un enfoque centrado en el problema, por lo que nos conviene elegir la que creamos que es más plausible.

Por ejemplo, la mejora de la competencia pudo haber contribuido a la caída ventas; si la calidad de nuestros productos no es tan buena como la que ellos ofrecen, entonces deberíamos atender esta última causa con mayor urgencia.

Además, la mayoría de las causas que solemos barajar para un problema suelen estar interrelacionadas. Por tanto, si mejoramos la calidad de nuestros productos, es probable que sea más fácil también definir un buen plan de marketing (siempre es más fácil teniendo el mejor producto).

3. Fase de deducción: pensamiento divergente

En esta etapa, que consiste en encontrar una solución a nuestro problema, volveremos a utilizar el pensamiento divergente. Por tanto, si la causa de la caída de nuestras ventas es una baja calidad en nuestros productos, podemos plantearnos las siguientes soluciones:

  • Buscar nuevos proveedores que ofrezcan una materia prima de mayor calidad.
  • Analizar los productos de la competencia e identificar cómo podemos mejorar los nuestros.
  • Consultar a nuestros clientes y ex clientes qué aspectos mejorarían de nuestros productos.
  • Investigar exhaustivamente nuestro nicho, etc.
En suma, se trata de considerar todas las posibles soluciones a nuestro problema antes de elegir la mejor de ellas.

4. Fase de determinación: pensamiento convergente

Es la última etapa de la resolución de problemas y conviene utilizar el pensamiento convergente para determinar qué solución eliminará el problema de manera más efectiva. Si bien todas las soluciones propuestas pueden ayudar a solventar la problemática hasta cierto punto, debemos empezar a ejecutar una acción concreta.

Aunque, en algunos casos, podemos centrarnos en más de una acción, pero solo si estas acciones están relacionadas.

Aprendizaje y pensamiento

El pensamiento convergente puede resultar útil en muchos casos, y conocer sus características nos puede ayudar a ser más eficaces. Existen muchos tipos de pensamiento, y la utilidad de cada uno de ellos, y en última instancia la elección, dependerá de variables circunstanciales, de nuestro propósito y de la naturaleza del propio problema.

Lo importante será analizar bien el contexto, conocer las posibilidades de respuesta (y si no existen, crearlas, darle el poder a nuestra imaginación), elaborar un plan de acción y ejecutarlo para llegar a la respuesta deseada. Nos equivocaremos mil veces, pero por suerte los errores son los que crean un camino hacia el aprendizaje.

sábado, 13 de mayo de 2023

¿Cuánto aguantas haciendo cola?

¿Qué supone para ti hacer cola? ¿Cómo manejas tú este tipo de situaciones de espera obligada y tiempo perdido? Por lo general, el cerebro procesa de diferentes maneras estas situaciones y es muy interesante conocerlo.

Si contáramos todas las horas perdidas que hemos invertido haciendo colas, seguramente nos asustaríamos. Nos daría para tener, quizá, otra vida. Sin embargo, una parte significativa de nuestras tareas diarias requieren estar en una fila, respetar un turno y contener nuestra frustración en esas antesalas donde el tiempo queda en pause y la mente se desespera.

Esperamos en las colas de los comercios para pagar, esperamos en los consultorios médicos y hasta en los restaurantes. Las emociones que se experimentan en estos contextos pueden ser de lo más variadas e intensas. Hay quien siente angustia, desesperación, enfado o mero aburrimiento, están los que se indignan y, por supuesto, los que se resignan.

Aunque nos parezca llamativo, la psicología lleva décadas estudiando cómo procesa la mente humana este tipo de situaciones tan cotidianas. De hecho, podemos conocer bastante a una persona sabiendo cómo reacciona al tener que esperar durante un tiempo determinado. Asimismo, los contextos de espera son situaciones que las grandes empresas intentan resolver mejor.

Por ejemplo, aunque sea casi imposible evitar los tiempos de espera en los comercios, hay maneras para lograr que dicha experiencia sea más cómoda. Las chocolatinas, los chicles o las revistas de los lineales en los espacios de cola para pagar son, además de reclamos, un modo de distracción.

Haciendo cola: la psicología detrás de la espera

Si hay algo que los niños deben aprender desde bien pequeños es hacer filas y esperar. En Infantil y Primaria se intenta que se habitúen a este tipo de dinámicas tan básicas para organizar desde la entrada a clase, como al patio o al comedor escolar. La psicología de la espera requiere que el ser humano aprenda dos tareas básicas: controlar las emociones y los impulsos.

Decimos esto por un fenómeno común que acontece en esos contextos de espera forzada. Estudios, como los realizados en la Universidad de Bath, por ejemplo, nos hablan de “la rabia de la cola”. Es ese fenómeno en el que pueden producirse desde insultos, empujones y conductas poco ajustadas. Todos lo hemos visto alguna vez.

Basta que alguien perciba una injusticia (una persona que se salta el turno) para que aparezca el conflicto. Las empresas y comercios conocen este tipo de riesgos y, por ello, se han empezado a tomar medidas, como las colas rápidas para quien lleve pocos productos.

David H. Maister, ex profesor del Harvard Business School y experto en prácticas de gestión empresarial, estudió hace tiempo el campo de la psicología de la espera. Las aportaciones que nos ofreció a esta área son tan interesantes como reveladoras. Las analizamos.

1. Si logras mantenerte ocupado, te desesperas menos

¿Cuánto aguantas haciendo cola? Es posible que estés habituado a estas situaciones y ya cuentes con algún recurso. Porque, efectivamente, si logramos que el cerebro se distraiga, el tiempo de espera parecerá más corto.

A día de hoy, los móviles son ese medio excelente para entretenernos para ahorrar en paciencia.

2. La incertidumbre y la ansiedad empeoran la experiencia de la espera

Si hay un contexto en el que la espera puede ser angustiante es en los centros médicos. Hay escenarios en los qu hacer cola puede ser extenuante y, por ello, también necesitamos saber manejar estas situaciones. Caminar, leer o practicar la respiración profunda puede ayudarnos.

No obstante, no podemos dejar de lado un hecho. A veces, las esperas en los hospitales o las salas de urgencia son tan dilatadas, que algunas personas pueden derivar en reacciones violentas.

3. Las esperas injustas y las esperas equitativas

Si estamos llevamos dos horas haciendo cola y aparece alguien que se salta el turno y es atendido al instante, surge la indignación y el enfado. Porque si hay algo que deseamos es que toda espera sea justa. Si esto no se cumple y el trato es discriminatorio, se intensificarán nuestras emociones de valencia negativa.

4. Las colas y la anticipación positiva

¿Quién no ha hecho cola de madrugada durante horas y horas para acudir a un evento? ¿Quién no ha esperado en una fila kilométrica esperando la apertura de un establecimiento para comprar ese artículo soñado? En efecto, el tiempo es relativo y cuando anticipamos un refuerzo positivo, la espera no pesa, sino que es parte de ese proceso emocionante.

5. Si el servicio es valioso, seguiremos haciendo cola

¿Quién no está dispuesto a esperar varias horas si el médico que nos va a atender es el que nos han recomendado por su profesionalidad? En efecto, si el servicio es de calidad, seguiremos haciendo cola sin dejarnos llevar por la frustración. El cerebro entiende que es el coste ineludible por lograr un beneficio, entonces lo racionaliza y el malestar se atenúa.

Para concluir, quien piense que este tema es algo vacuo, se equivoca. Saber gestionar la experiencia de la espera, de los turnos y de las colas es una competencia esencial para vivir en sociedad. Esta práctica forzada dice mucho de nuestra gestión emocional, de la contención de los impulsos y del respeto a los demás.

Aunque ello no evita, sin duda, que dicha vivencia no nos resulte siempre de lo más fastidiosa.

viernes, 12 de mayo de 2023

El sonrojo, ¿por qué?

El sonrojo es la manifestación de una cierta incomodidad, pero en la mayoría de los casos no tiene mayores efectos. De hecho, se ha comprobado que algunas personas lo consideran atractivo. Sin embargo, en algunos casos podría ser la parte visible de un problema más serio.

El sonrojo es un fenómeno exclusivamente humano. Ningún otro animal presenta ese estado y por eso el propio Darwin lo definió como ‘la más humana de las expresiones’. Se trata de una reacción involuntaria, fisiológica, pero con implicaciones psicológicas y sociales.

En algunas ocasiones el sonrojo representa un episodio pasajero y sin mayores consecuencias. Otras veces, constituye una respuesta frecuente que llega a condicionar la vida de las personas. En los casos más severos, es tal el condicionamiento que se llega a desarrollar una fobia a ese rubor que se experimenta con frecuencia. Se sabe de personas que se han aislado por completo debido a este temor extremo llamado eritofobia.

Aunque todos, o casi todos, hemos experimentado el sonrojo, no es un tema muy tratado ni en la medicina ni en la psicología. En general, se considera una expresión sin mayor importancia y, de hecho, atractiva para muchas personas. Sin embargo, en algunos casos ameritaría un examen más profundo.

El sonrojo desde el punto de vista físico

En principio, el sonrojo se explica como una manifestación fisiológica. El cerebro y la piel están estrechamente interconectados. Muchos de los fenómenos que tienen lugar en la mente terminan manifestándose a través de la piel. Esto se debe, en gran medida, a que la piel tiene infinidad de terminaciones nerviosas.

Hay situaciones sociales y emociones que llevan a que se eleve el flujo de sangre en la piel. Ocurre cuando sentimos vergüenza, arrepentimiento, culpa, nerviosismo, pero también ira u ofuscación. Esto lleva a que cambie el color del cutis. El fenómeno, por supuesto, es más perceptible en las personas que tienen un tono de piel más claro.

El sonrojo suele ir acompañado por una sensación de calor. Es una reacción completamente involuntaria y se le considera parte del lenguaje corporal no verbal. El enrojecimiento del rostro también está presente durante la excitación sexual y al realizar alguna actividad corporal exigente. La razón física es la misma: un aumento del flujo sanguíneo.

El sonrojo y la situación social

El sonrojo es mucho más frecuente en situaciones sociales, aunque también se puede dar cuando una persona está sola. Muchas veces aparece en quienes tienen cierto grado de timidez y de pronto se sienten muy expuestas. Como cuando alguien recibe un elogio público es mirado por un gran número de personas y esto le genera nerviosismo e incomodidad al sentirse el centro de atención.

Otras veces el sonrojo aparece porque una persona se siente apenada o avergonzada, debido a que se ha hecho evidente ante otros algún error o falencia que tiene, o piensa que tiene. Para algunos expertos, ese rubor es un estado fisiológico que experimenta una persona cuando se descubre una información privada, o hay una amenaza de que esto ocurra.

Una de las personas que más ha estudiado este fenómeno es Peter J. de Jong, quien expuso sus conclusiones en el libro The Psychological Significance of the Blush. Allí señala que, con base en varios experimentos, se puede concluir que las personas que se sonrojan resultan más confiables para los demás y les parecen más atractivas.

¿Cuándo hay problemas?

El sonrojo en sí mismo no es ningún problema. Se transforma en uno cuando produce sufrimiento psicológico a la persona que lo presenta. En este caso, ya no hablamos de una vergüenza o un nerviosismo pasajeros, sino de un estado de ansiedad que se incrementa cuando aparece el rubor. En casos extremos, esto conduce a la eritofobia, o miedo intenso o irracional a sonrojarse.

En esa condición, la calidad de vida se ve seriamente afectada. Así, se considera una manifestación de ansiedad social severa. Desde ese punto de vista, el sonrojo ya no es una expresión de un estado de ánimo temporal, sino el síntoma de un problema psicológico más profundo. Se trata de una conducta evitativa que le impide a una persona sentirse cómoda en compañía de otros.

De no tratarse, este tipo de problema puede llevar al aislamiento o a la privación de experiencias sociales por miedo a la reacción de los demás cuando se presenta el sonrojo. Es una situación que bien podría solucionarse a través de una psicoterapia que permita explorar el significado de ese temor a los demás.

jueves, 11 de mayo de 2023

Cómo evitar recaer en los malos hábitos

Volver a caer en un mal hábito pasado es sumamente sencillo. Sin embargo, atendiendo a ciertas señales externas e internas podemos mantener nuestro estilo de vida saludable. Mira por qué.

Si alguna vez has intentado mejorar tu estilo de vida, quizás te hayas dado cuenta de que suele costar más mantener un hábito que comenzar a adoptarlo. Con esfuerzo y motivación nos encaminamos hacia determinados objetivos, pero en el momento menos esperado nos vemos de nuevo trasnochando, con una vida sedentaria o con una alimentación deficiente. Si quieres evitar que esto ocurra de nuevo, compartimos contigo algunos consejos para evitar recaer en los malos hábitos.

Un hábito no solo está relacionado con la salud física. De hecho, es toda secuencia de acciones que ha quedado automatizada y realizamos sin deliberación ni control consciente. Por ejemplo, nuestras actitudes, y las formas en que normalmente pensamos o nos sentimos también pueden considerarse como tal.

Cambiar de hábitos es complejo y, en ocasiones, la voluntad y la motivación que nos proporciona haber obtenido resultados no es suficiente para mantenernos por el buen camino. A este respecto, conocer cómo funciona nuestra mente puede ser la clave que falta.

Los hábitos y la actividad neuronal

Muchos de los hábitos que adoptamos terminan produciendo modificaciones en nuestro cerebro. Así, esa secuencia de acciones que constituyen el hábito se refleja en un patrón de activación concreto que queda “guardado” como un conjunto.

Se ha visto que, mientras adquirimos el hábito, hay actividad neuronal durante todo el proceso. Sin embargo, una vez automatizado, el cerebro solo se activa al inicio de la secuencia y al final. De algún modo, basta con “presionar la tecla de inicio” (es decir, que aparezca el desencadenante) para que todo el patrón se ponga en marcha hasta el final.

Aunque hagamos un esfuerzo deliberado por cambiar de hábitos, ese aprendizaje queda latente y puede volver a reactivarse con facilidad. Con esto en mente, hay ciertas medidas que podemos tomar para evitar recaer en los malos hábitos.

¿Cómo evitar recaer en los malos hábitos?

Si has logrado importantes avances respecto a tu actitud o tu estilo de vida y deseas mantenerlos, estas son algunas pautas que te serán de utilidad:

1. Identifica los momentos críticos

Como hemos dicho, un hábito bien instaurado se pone en marcha a partir de un estímulo desencadenante, una señal que detona la activación de dicho hábito. Aún cuando llevamos tiempo sin realizarlo, esa señal puede reactivarlo fácilmente; por esto, hemos de prestar atención a los momentos críticos que pueden ser desencadenantes.

Por ejemplo, para una persona que ha logrado hacer ejercicio por las mañanas, el momento de levantarse o posponer el despertador es decisivo (pues le conduce a uno u otro hábito). Para quien se da atracones nocturnos de comida, ir a la cocina a cierta hora puede ser un desencadenante. Y para quien fumaba socialmente, tener una copa en la mano puede inducirle automáticamente a encender un cigarrillo.

Comprendiendo esto, podemos identificar los momentos críticos, las señales y estar atentos para no recaer. Es en esos momentos cuando debemos hacer el esfuerzo extra por no volver en las viejas costumbres y dar ese primer paso que desencadenará el buen hábito que hemos adquirido.

2. Presta atención a tus emociones

Respecto a las recaídas de cualquier índole, las emociones tienen una gran importancia. Y esto se debe a que, generalmente, nos movemos en base al coste y la recompensa.

Cuando estamos estables y nos sentimos bien, somos mucho más capaces de enfocarnos en los beneficios a largo plazo y asumir el coste presente. Sin embargo, si estamos tristes, irritados o desmotivados, es más probable que tendamos a la gratificación inmediata.

Tus emociones pueden llevarte a recurrir a ese mal hábito que abandonaste en un intento de sentirte mejor temporalmente. Por ello, aprende a conectar con cómo te sientes y adquiere herramientas que te permitan gestionar esos sentimientos a tiempo y de una forma más adecuada.

3. Lleva una vida ordenada

Por último, para evitar recaer en los malos hábitos es importante comprender que todo forma parte de un conjunto. Aunque estés enfocado en un aspecto en concreto, el resto de tu rutina diaria te llevará en una dirección o en otra.

Por ejemplo, trasnochar puede favorecer que abandones el ejercicio y retomes tu vida sedentaria. Y vivir en un entorno descuidado y desorganizado puede hacerte recaer en hábitos emocionales negativos. Así, no importa qué hábito estés tratando de mantener, busca llevar una vida ordenada y saludable en todos los aspectos.

Evitar recaer en los malos hábitos es una carrera de fondo

En definitiva, procura tener presente lo sencillo que es retomar un mal hábito y no bajes la guardia. Desafortunadamente, el propio funcionamiento de nuestra mente puede jugarnos en contra a la hora de tratar de mantener un buen estilo de vida. Sin embargo, al conocer lo que ocurre, podemos prestar atención a ciertas señales y actuar a tiempo.

Y, ante todo, si sufres una recaída, sé compasivo contigo mismo y permítete volverlo a intentar. Con perseverancia, los buenos hábitos quedarán cada vez más arraigados y será más sencillo mantenerlos.