lunes, 30 de septiembre de 2019

La representación de la obesidad en la televisión

La obesidad en la televisión no ha sido muy representada. En general, los personajes mostrados en la pequeña pantalla suelen acoplarse al cánon de belleza impuesto. En este sentido, los estudios nos advierten de que a largo plazo esta invisibilización de los cuerpos puede traducirse en acoso hacia personas que sufren sobrepeso.

En los últimos años, las productoras de series televisivas han comenzado a incluir personajes más diversos racial y étnicamente. Sin embargo, pocas veces esta diversidad ha incluido la representación de personas cuyo peso sea mayor al convencional.

¿Qué es la obesidad?

Tanto el sobrepeso como la obesidad se caracterizan por la acumulación masiva de tejido graso en el cuerpo. Este aumento de grasa necesariamente implica el aumento del peso corporal. En algunos casos es posible que el aumento de peso se deba a un desequilibrio hormonal, como problemas en la glándula tiroidea. Sin embargo, la causa del sobrepeso es, en general, un desequilibrio alimenticio.

Cuando se consumen más calorías de las que gasta, el organismo humano almacena las calorías sobrantes en forma de grasas. Por esta razón, los atletas pueden mantener dietas con un alto nivel de carbohidratos y grasas. Por otra parte, las personas que llevan un estilo de vida sedentario deben mantener dietas equilibradas con su consumo energético.

¡Cuidado! Los estudios nos advierten que el sobrepeso aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. La obesidad también aumenta el riesgo de desarrollar diabetes, hipertensión, algunos tipos de cáncer o de sufrir embolias o infartos.

El aumento de peso se localiza en los países más industrializados. En estos países el ritmo de vida exige que las personas gasten poco tiempo cocinando o comiendo. Las personas que padecen de sobrepeso por causas alimenticias suelen preferir la comida rápida con un alto contenido de azúcares.

La belleza y la moda: sin lugar para el sobrepeso

A lo largo del tiempo, la noción de belleza ideal ha cambiado. A principios del s.XX las mujeres consideradas bellas tenían una figura de reloj de arena. Esta figura era conseguida a partir del uso de corsets muy estrechos. Después de las guerras mundiales, la belleza comenzó a pertenecer a mujeres delgadas y pálidas. Con la aparición del cine comercial, el estilo de las grandes estrellas se populariza. El cabello negro y corto al estilo Bob, y los pantalones comienzan a estar de moda. Las cejas oscuras en pieles pálidas y labios muy rojos trasforman el canon de belleza.

Durante todo el siglo XX, los cuerpos considerados bellos fueron cuerpos delgados. Tanto las mujeres como los hombres para los que se diseñaba la moda eran de peso bajo o medio. Es posible que esto haya sido así porque no había muchas posibilidades de aumentar de peso. Las naciones que participaron en las distintas guerras tuvieron periodos de fuerte escasez de alimentos y poco poder económico. Sin embargo, incluso cuando las personas comenzaron a aumentar de peso, el ideal de belleza se mantuvo igual. Las mujeres de cinturas pequeñas y muslos delgados representaron los cuerpos hermosos para la sociedad.

Así comenzó en la industria de la moda una negación de los cuerpos verdaderos. Las formas de los cuerpos normales fueron rechazadas por la industria. Los grandes diseñadores de moda, incluso en la actualidad, siguen creando ropa para personas que sólo existen en las pasarelas de las fashion weeks.

La belleza en la televisión

Como un reflejo de la industria de la moda, y acompañándola en todo momento, la televisión y el cine mantuvieron los mismos cánones de belleza. Incluso siendo industrias que apenas surgían, tanto el cine como la televisión influyeron de manera notable en la construcción de las sociedades. El material audiovisual ofrece ejemplos y roles a seguir para sus espectadores.

El cine ha evitó mostrar personajes cuyo peso variara de lo convencional. En este sentido, la obesidad fue invisibilizada justo como los grupos diversos racialmente. La obesidad ha sido una condición poco mostrada en el cine, y mucho menos representada en la televisión.

Las pocas veces en que aparecían personajes obesos en la televisión solían ser caricaturas, obsesionados por cambiar u objetos de burlas. Los obesos muchas veces también eran acosados y ridiculizados por su sobrepeso. Sin embargo, el siglo XXI ha visto cambios sutiles pero definitivos en la industria de la televisión.

La obesidad en la televisión ha sido poco mostrada en el cine, incluso durante épocas ha estado invisibilizada.

Personajes obesos, personajes reales

En la actualidad, la televisión poco a poco se va abriendo a la diversidad. Personajes racialmente diversos han aparecido en muchos programas. De esta manera, las series televisivas más populares cuentan con personajes más reales y que responden a estereotipos. Sin embargo, a pesar de este paso adelante, la obesidad en la televisión sigue siendo muy poco representada.

Aunque cada vez más las producciones se esfuerzan por presentar cuerpos reales, muchos grupos están en contra de mostrar la obesidad en la televisión. Desde medios de comunicación y difusión, como magazines virtuales, hasta grupos médicos. Las opiniones en contra de la obesidad y su representación se basan en argumentos de salud. Se dice que no es correcto mostrar personajes obesos bajo un luz positiva. En caso de ser así, esto daría una falsa sensación a los espectadores, haciéndoles creer que la obesidad es una condición ausente de peligros, normalizada e incluso deseable.

A pesar de esto, muchos productores opinan que mostrar la obesidad en la televisión es una oportunidad de mostrar inclusión. Mostrar personajes obesos es mostrar personajes reales, personas verdaderas. En este sentido, somos de una opinión: es importante mostrar la diversidad que las sociedades poseen, sólo así la igualdad podrá ser lograda.

domingo, 29 de septiembre de 2019

Los efectos de la televisión sobre nuestro cerebro

Tan fácil decir “no mires mucha televisión”, sin tener en cuenta que es el entretenimiento más barato y accesible que cualquier hogar promedio tiene a la mano. Al fin y al cabo los niños se quedan quietos cuando enciendes el aparato. Y tú, después de una jornada laboral que te deja exhausto, ¿Cómo vas a tener energía para algo más que plantarte frente a la tele y distraerte un rato?

Todo esto es evidente, no se niega. Tampoco queda bien satanizar una forma de diversión tan arraigada en la cultura. Pero no es mala idea revisar lo que la ciencia y los expertos dicen al respecto. ¿De qué van todas esas alertas que escuchamos diariamente sobre los riesgos de ver mucha televisión? ¿Son uno de tantos clichés de moda o en verdad tienen fundamento?

Tu cerebro y la televisión

Después de estudiar la actividad cerebral en el momento de mirar televisión, los científicos pudieron detectar que en apenas un minuto pasa de “ondas beta” a “ondas alfa”. Las ondas beta se producen cuando el cerebro tiene activas todas sus funciones, mientras que las ondas alfa corresponden a un estado de ensoñación, parecido a la hipnosis, en donde las operaciones lógicas, la comprensión, la creatividad y la asociación quedan detenidas.

Se trata de un estado parecido al que se produciría si una persona es obligada a mirar fijamente a una pared mientras hace una fila. Esto quiere decir que al momento de mirar la tele, nuestro cerebro apenas si funciona.

En ese estado, la conciencia es mucho más manipulable. Eso lo saben muy bien los anunciantes, que ven en la televisión su principal vitrina de ventas. Bajo un estado de cuasi hipnosis, la gente es mucho más influenciable: la capacidad crítica se encuentra adormecida. Por eso terminamos deseando comprar más, aunque no necesitemos hacerlo.

A largo plazo, la principal consecuencia de esto es que la capacidad de atención se deteriora. El cerebro se acostumbra a esa especie de aletargamiento y por eso se hace difícil enfocar la mente intensivamente en algo.

Otros efectos en la salud

Eso no es todo. Varios estudios indican que ver televisión incrementa los estados de estrés e irritación, lo cual aumenta de manera alarmante la producción de colesterol en el organismo. Esto se debe a la cantidad de fotogramas que llegan al cerebro en poco tiempo. En un televisor antiguo se transmitían 4 fotogramas por segundo, mientras que en los televisores LED se envían 100 en el mismo lapso.

Esto significa que el cerebro está literalmente bombardeado por una multitud de estímulos. El estrés derivado de esta actividad puede pasar desapercibido para la conciencia, pero no para el resto del organismo. Si a esto se suman contenidos violentos o altamente tensionantes, el cuerpo responde produciendo cantidades importantes de adrenalina.

De este modo, un rato de televisión puede ser perfectamente equivalente a una fuerte pelea.  Se estima que, especialmente en los niños, puede haber un incremento de la producción de colesterol que alcanza hasta un 300% después de ver un programa altamente violento.

Adicionalmente, esa velocidad en la recepción de estímulos puede estar en la base de la impaciencia que es tan frecuente hoy en día. El cuerpo, de un modo u otro, termina sincronizado con esa rapidez que no da lugar para las pausas y por eso cada vez estamos más marcados por la idea de “¡lo quiero ya!”

Tampoco se trata de que no vuelvas a mirar televisión. La clave está en ser precavido y moderado frente a lo que puede ser una pequeña Caja de Pandora.

Telebasura  y cerebro

Hace ya unos años que se ha implantado en nuestras televisiones los programas telebasura. Según el filósofo español Gustavo Bueno Martínez, estos programas se caracterizan por «su mala calidad de forma y contenido, en los que prima la chabacanería, la vulgaridad, el morbo y, a veces, incluso la obscenidad y el carácter pornográfico».

Según una investigación llevada a cabo por Arboccó y O’Brien (2012) este tipo de programas tendrían un impacto muy negativa sobre nuestros cerebros. Entre ellos:

  • Afectan al modo de ser de la gente.
  • Ver contenido agresivo estimula los sentimientos de agresividad.
  • Exposición directa a contenido de violencia, discriminación, sexismo, pensamiento supersticioso y culpa.
  • Producen estrechez mental, embrutecimiento y superficialidad vital.
  • A consecuencia del uso inadecuado de los estereotipos sexuales no se fomenta la igualdad ni la cooperación entre los jóvenes.
Así pues, desconectar unos minutos viendo la televisión puede estar bien. Sin embargo, deberemos tener mucho cuidado con el contenido que vemos y el tiempo de exposición.

sábado, 28 de septiembre de 2019

Las 5 claves para superar tus miedos desde AHORA mismo

Nos decía Nelson Mandela: “No es valiente quien no tiene miedo sino quien sabe conquistarlo”. Todos, sin excepción, sentimos miedo. Es una emoción con la que nacemos y que en ciertas situaciones nos ayuda a protegernos del peligro y a ser prudentes. Sin embargo, en la mayoría de ocasiones los miedos son irracionales, tóxicos y nos limitan enormemente nuestro potencial.

A mí personalmente me gusta ver el miedo como un gran maestro, en el sentido que me indica dónde cree mi mente que están mis límites (fíjate que digo “mi mente” y no “yo”). El miedo tiene como objetivo desafiarme a romper mis cadenas y poder así ser libre para seguir mi propio camino. Al enfrentarme al miedo, me conquisto a mí misma. Twittea esta frase. Por eso siempre les digo a mis clientes: “Si esto te da miedo ¡adelante! Significa que vamos por buen camino”.

Pregúntate: ¿Qué me impide conseguir lo que deseo? ¿Es un miedo real o irracional? ¿Cómo cambiaría mi vida si lo afrontara?¿Me estoy boicoteando por miedo al éxito?

Da siempre la bienvenida al miedo. Haz lo que te da miedo, viéndolo como una oportunidad de crecimiento para salir de tu zona de confort y expandir tus oportunidades. Toma la decisión de cambiar y confía en ti.

A continuación, encontrarás las 5 claves para superar tus miedos desde AHORA MISMO, sean los que sean.
  1. Deja de huir. Cuando tienes miedo a algo, es natural que pongas excusas para evitar afrontarlo. Sin embargo, esta reacción provoca aún más miedo ya que este te persigue con más fuerza. Con esta actitud de huida acabas teniendo miedo al miedo, lo cual es mucho peor.
  2. Deja de negarlos. A muchas personas les cuesta aceptar que tienen miedo. Se autoengañan contándose una historia falsa para demostrar una valentía que no tienen. El primer paso para superar un miedo es aceptarlo.
  3. Deja de luchar. No veas el miedo como a un enemigo al que hay que derrotar porque siempre te ganará. Cuanto más luchas, más grande y poderoso se convierte. Date cuenta que en el fondo es una lucha contigo mismo.
  4. Hazte amigo de tus miedos. Permítete sentir el miedo en tu cuerpo. Obsérvalo e identifica cómo se manifiesta, en qué partes de tu cuerpo, cómo reaccionas, ¿te sudan las manos?, ¿se te acelera el corazón?, ¿te tiembla la voz?, ¿te sonrojas?, ¿qué es lo que te sucede a ti cuando sientes miedo? Cuando lo tengas bien identificado date cuenta que es solo una sensación corporal, no te vas a morir por ello y empezarás a ser capaz de afrontarlo. Se trata de normalizarlo como una simple emoción incómoda y pasajera.
  5. Afróntalos como una oportunidad para crecer. Cambia tu perspectiva y mira los miedos como grandes maestros que te desafían a ir más allá de ti mismo. Haz lo que te da miedo. Es la única manera que tienes de liberarte definitivamente de él.
En definitiva, se trata de trascender los miedos. Tú eres mucho más grande que todos esos miedos construidos por tu mente. Recuerda lo siguiente:

– El miedo siempre te acompañará mientras sigas creciendo.
– La única manera de liberarte del miedo es afrontándolo.
– No eres el único que tiene miedo. Todos sentimos miedo.
– La única manera de ser feliz es vivir sin miedos.
– Vencer el miedo asusta menos que sentirse impotente de por vida.
– El miedo no es más que una emoción. No le des tanto protagonismo.
– El miedo es lo contrario del amor. Elige amar y confiar.

¿Te imaginas cómo te sentirás cuando te hayas conquistado a ti mismo y seas capaz de hacer todo lo que te da miedo?

Se trata de una cuestión de práctica, como todo. Practica el afrontar tus miedos para alcanzar la verdadera libertad. No pierdas la oportunidad de ir más allá de ti mismo. ¡Ánimos!

viernes, 27 de septiembre de 2019

El TOC con rituales encubiertos

A la hora de llevar a cabo una terapia, es muy importante diferenciar entre aquel TOC con rituales encubiertos y aquel con rituales explícitos. Los rituales encubiertos, que suelen ser de comprobación, pueden alimentar obsesiones donde la exposición con prevención de respuesta (EPR) no basta.

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) -TOC con rituales encubiertos y sin rituales encubiertos- constituye un trastorno recogido en el amplio espectro de los trastornos de ansiedad que se caracteriza por la presencia de pensamientos persistentes e intrusivos —denominados obsesiones— y actos repetitivos, rituales o compulsiones cuyo objetivo es la evitación o disminución de la ansiedad que esos pensamientos conllevan (Welch, Lu, Rodriguiz, Trotta et al, 2007).

Aunque se explicaran a continuación, usualmente esos actos repetitivos o rituales suelen ser conductas que la persona lleva a cabo. No obstante, existe un tipo de compulsión más difícil de percibir para la persona que mira, pues hay ciertos rituales que no son llevados conductualmente, sino cognitivamente. Hablaríamos de un TOC con rituales encubiertos, cuya intervención se torna algo más difícil.

¿Qué tipo de obsesiones existen en el TOC?

Hay una gran heterogeneidad en cuanto a los tipos de obsesiones y las compulsiones que se llevan a cabo. Es también uno de los trastornos psíquicos más solapados; existe, por ejemplo, una categoría diagnóstica referida a trastornos del espectro obsesivo compulsivo en el que están recogidos la tricotilomanía, el síndrome de Tourette y trastorno dismórfico corporal (Nardone y Portelli, 2015).

Se podrían agrupar las obsesiones más frecuentes en cinco grandes grupos, a saber:

  • Obsesiones por ideas de contaminación: pensar en que uno puedo contraer una enfermedad si no se limpia lo suficiente o si está en un lugar donde puede haber virus, bacterias… Se ponen en práctica compulsiones de evitación y de limpieza.
  • Obsesiones por una necesidad de orden o simetría: las compulsiones que se ponen en práctica están relacionadas con ordenar, contar, repetir…
  • Obsesiones sexuales: las obsesiones sexuales suelen conllevar compulsiones de comprobación —muchas de ellas encubiertas, como veremos más adelante—.
  • Obsesiones de daños: la persona puede pensar, por ejemplo, que en el trayecto en coche ha atropellado a alguien. Esto le lleva a rehacer el camino para comprobarlo (ritual). Las compulsiones también serían de comprobación.
  • Obsesiones religiosas: las compulsiones de las obsesiones religiosas también se relacionan con comprobar.
De las mismas, se pueden extraer los rituales o compulsiones más frecuentes. Estos se relacionan de forma directa con las obsesiones anteriormente descritas: rituales de limpieza, de orden, de repetición, de acumulación, de comprobación y compulsiones mentales. Autores como Nardone y Portelli (2015) se refieren a tres clases de ritualidades compulsivas: preventiva, propiciatoria y reparadora, donde se podrían clasificar las anteriormente descritas.

¿Por qué el TOC con rituales encubiertos es diferente?

Las obsesiones, algunas de ellas descritas anteriormente, dan lugar a una serie de rituales. El objetivo con estos hábitos es precisamente eliminar las obsesiones, terminar con la ansiedad que estas producen.

En esa misma línea, los rituales o compulsiones que se llevan a cabo pueden ser conductuales. Esto significa que las acciones son explícitas; si miráramos desde una ventana indiscreta, podríamos observar a nuestro vecino contando al revés, comprobando que la puerta de la entrada está cerrada quince veces antes de dormir o dando paseos de cinco horas por tener que desandar lo andado.

El ritual como conducta de seguridad

Se puede entender el ritual llevado a cabo por una persona con TOC como una conducta de seguridad. En el momento en el que empieza a sentir ese miedo, esa angustia o esa ansiedad pone en marcha sus rituales, consiguiendo de manera efectiva reducir el nivel de ansiedad.

Por ello, y porque funciona a través del mecanismo de ansiedad-evitación-ansiedad, el tratamiento utilizado está relacionado con romper esa cadena de rituales y que la persona se exponga a sus pensamientos —o al contenido de este— sin esa conducta de seguridad. Esto es, dejarle sentir esa angustia sin permitirle llevar a cabo su conducta de seguridad; el objetivo es que la ansiedad llegue a alcanzar su pico más alto, para descender después de manera natural.

No obstante, el problema acaece cuando nos encontramos un TOC con rituales encubiertos, es decir, con compulsiones meramente cognitivas. ¿Cómo podemos frenar que se lleve a cabo un ritual cuando no vemos ese ritual?

Ejemplo de ritual encubierto: la compulsión de comprobación

Aunque evidentemente las personas con TOC, tanto en el TOC con rituales encubiertos o explicitados, intentan resistirse a realizar esas comprobaciones, lo cierto es que suelen terminar haciéndolas -de otro modo, y aunque resulte paradójico, es probable que las obsesiones dejaran de reproducirse-.

Las compulsiones que suelen encontrarse más encubiertas son las compulsiones de comprobación, como veremos en el siguiente ejemplo:

Ayaka y el TOC sexual

Este es el caso de una mujer, Ayaka, que tiene un TOC sexual cuyos rituales son de comprobación. Ayaka proviene de una familia con unos valores religiosos y morales muy pronunciados, y por ello le aterra la idea de ser lesbiana.

Ayaka sufre un TOC sexual por homosexualidad. Esto no significa que Ayaka no haya descubierto su sexualidad todavía o que se sienta atraída por las mujeres y no sepa qué hacer. Aunque eso podría pasar, no es requisito obligatorio. Las personas que sufren TOC por homosexualidad pueden ser homosexuales o no serlo.

En los TOC sexuales, y de manera concreta en este caso, los rituales suelen ser encubiertos y de comprobación. Esto quiere decir que, si bien es verdad que no deja de pisar las líneas del suelo en pos de alejar la ansiedad que le supone ser homosexual, sí lleva a cabo compulsiones cognitivas tratando de acabar con esa ansiedad.

Esa compulsión cognitiva puede ser repasar cognitivamente durante tres o cuatro horas todas las mujeres con las que ha tenido contacto para ver si en alguno de ellos hubo un arousal sexual; pensar en imágenes eróticas de mujeres para comprobar si se excita…

¿Cuál es el peligro de los rituales encubiertos?

El gran problema que conllevan los rituales encubiertos es que pueden llevarse a cabo en cualquier momento, sin que haya ningún impedimento físico, y que se alejan de aquel ámbito que el terapeuta puede observar.

Una persona puede pensar siempre que quiera, y una persona con TOC con rituales encubiertos también. Si una persona tiene un TOC de cualquier tipo, y sus rituales son de comprobación y encubiertos, puede pasarse la mayor parte de sus horas comprobando mentalmente; puede comprobar que no es homosexual o que no quiere matar a su hijo… todo ello a través de un discurso mental e imágenes encubiertas.

Pensar, y por tanto comprobar, es «gratis». Aunque quizás existieran problemas para salir de casa a las dos de la mañana a deshacer lo caminado durante el día para comprobar algo, hacerlo cognitivamente es más fácil. Por ello, los rituales encubiertos pueden conducir a la persona a comprobaciones largas, que consuman la mayor parte de su tiempo.

Esto, por el mecanismo de la evitación, probablemente provoque que la persona necesite invertir más tiempo en sus comprobaciones —al principio una hora al día, luego dos hasta llegar a siete— para paliar esa ansiedad; se traduce en un funcionamiento cotidiano mucho más deteriorado, que puede afectar al ámbito laboral, emocional y social.

Por otro lado, las personas del entorno pueden no llegar a saber qué ocurre. La persona con este tipo de rituales encubiertos puede ocultarlos por vergüenza o miedo a una sanción. Así, el resto solo aprecian a una persona muy distraída o cansada mentalmente.

Conclusiones: la terapia del TOC con rituales encubiertos

El terapeuta tampoco lo tiene fácil. Tratar de exponer a una persona con TOC a sus obsesiones sin la conducta de seguridad o ritual es de por sí muy difícil; más aún si los rituales son encubiertos. En ese caso, el terapeuta no puede estar al cien por cien seguro de que la persona con TOC no está llevando a cabo su ritual.

No obstante, la terapia no es imposible. Nardone y Portelli (2002) proponen otro tipo de terapia, diferenciada de la terapia cognitivo conductual y la exposición: la terapia breve estratégica. Estudios llevados a cabo manifiestan como la terapia breve estratégica obtiene resultados positivos en un 86%, dónde el 79% de los casos se resuelven y el 7% mejoran significativamente en el tratamiento de TOC.

jueves, 26 de septiembre de 2019

Somos lo que pensamos y las personas de las que nos rodeamos

Somos el producto de una ecuación compleja en la que entran diferentes variables. Así, una de las que tiene más peso en nuestro estado y definición es la que engloba a todas las personas que nos rodean.

Las personas no somos solo aquello que pensamos, también nos define las personas de las que nos rodeamos. Ningún entorno es neutro, y pocas situaciones son ajenas a la influencia que los demás pueden tener sobre nosotros en base a lo que nos digan, lo que hagan o dejen de hacer. Así, y aunque nos encantaría que toda esa influencia fuera positiva e inspiradora, la verdad es que en ocasiones experimentamos lo contrario.

En la literatura del crecimiento personal y en el mundo de las frases positivas que inundan nuestras redes sociales no falta el clásico mensaje de que ‘procuremos rodearnos siempre de personas enriquecedoras’, de esas que sacan siempre lo mejor de nosotros mismos. Sin embargo, admitámoslo, esto no es posible en todos los casos por razones muy concretas.

Cada uno de nosotros somos, en parte, el resultado de quienes nos han criado y educado, somos el producto de nuestras interacciones con esas figuras que hemos conocido en el colegio, instituto, universidad, trabajo y otros escenarios sociales. No siempre nos es posible cribar a las personas; en gran parte de los casos nos vienen dadas y por tanto, a veces estamos obligados a convivir con quien no nos agrada en absoluto.

Así, y aunque al final la experiencia nos haya revelado cómo tratar a quien nos incomoda o nos trae angustia en lugar de felicidad, el resultado de esas interacciones y vivencias también nos determina. Por tanto, lo que somos ahora el complejo, pero bello, lienzo de todas y cada una de las personas que formaron, y forman parte, de nuestro recorrido existencial.

Las personas de las que nos rodeamos también nos definen

Jim Rohn, empresario y reconocido autor de libros sobre motivación, felicidad y liderazgo, señala que cada uno de nosotros somos el resultado de las 5 personas con las que pasamos más tiempo. Aquí por tanto hay un pequeño pero evidente matiz, y es que esas figuras con las que compartimos más horas al cabo del día no siempre son nuestras parejas, familia y amigos.

En ocasiones, y debido a nuestras jornadas laborales, pasamos más tiempo fuera de casa. Ello hace, por ejemplo, que la influencia de los compañeros de trabajo, jefes u otras figuras de la organización, definan en buena parte nuestro estado de ánimo. Aún más, existe otro detalle que a veces pasamos por alto y que también tiene un gran impacto en nuestro bienestar.

Dividir nuestro tiempo en múltiples escenarios sociales no siempre revierte en nuestro bienestar. En ocasiones, nuestros días son una compleja sucesión de movimientos, donde pasar del hogar, al trabajo, después al gimnasio, cursos, compras, visitas familiares, tiempos compartidos con personas con las que congeniamos y con las que no… Todo ello a menudo nos aboca a acumular un elevado estrés del que no siempre somos conscientes.

Así, estudios como el llevado a cabo en la Escuela de políticas sociales y en la Universidad de Singapore, nos señalan que aunque el bienestar sea subjetivo, se percibe mayor felicidad cuando compartimos tiempo con menos personas, siempre que estas sean, obviamente, figuras significativas y enriquecedoras.

Las personas de las que nos rodeamos nos condicionan

Es una evidencia. Las personas de las que nos rodeamos nos determinan en muchos casos porque de algún modo forman parte del entorno al que tenemos que adaptarnos. Esto se da con frecuencia a nivel familiar. Cada uno de nosotros acabamos encajando como singulares piezas en la maquinaria que construyen nuestros progenitores.

Nos definen los mandatos, los consejos dados o no dados, las palabras, los silencios, lo que vemos y también las expectativas que sitúan sobre nosotros. Por otro lado, esto también puede darse a nivel de pareja, ahí donde al cabo del tiempo terminamos interiorizando, casi sin darnos cuenta muchas características de la otra persona y a la inversa.

Tú tienes el control, elige bien a quién quieres en el viaje de tu vida

Decía Séneca que la vida es una obra teatral y que por ello, no importa cuánto haya durado, sino lo bien que haya sido representada. A este sabio mensaje se le añade otro más, y es que en esa representación no siempre estamos solos, hay más actores en el escenario de la vida y de nosotros depende que en esa función actuemos como protagonistas o como meros personajes de reparto.

Las personas de las que nos rodeamos nos determinan, lo sabemos. Uno no siempre puede elegir a su familia, pero puede decidir llegado el momento, con quien mantener el contacto y con quien no. Tampoco podemos desactivar, como si de un videojuego se tratase, a esos incómodos compañeros de trabajo, de clase, vecinos o conocidos que a menudo no nos son nada gratos.

A pesar de no poder evitar esas presencias, podemos eso sí, aprender a manejarlas estableciendo límites, abriendo paraguas emocionales y evitando que sus comportamientos tengan poder sobre nosotros. Por otro lado, y aquí llega lo más importante, cada uno de nosotros tenemos un margen de libertad para decidir quién entra y quién sale de nuestras vidas.

Rodearse de buenas personas no es un arte, es una necesidad. Tener a nuestro lado a figuras que nos inspiren, que nos permitan sacar lo mejor de nosotros, no es un regalo, es un privilegio. Tengámoslo en cuenta cada día.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

6 Frases bonitas para tu día a día

A veces pensamos que solo las fechas especiales son dignas de vivirse intensamente. Es un gran error. Cada día, por común que sea, puede volverse extraordinario si sabemos aliñarlo con esta actitud. Pues bien, la sal de esta forma de encarar la vida, el sabor, pueden ser frases bonitas que nos ayuden a lograrlo.

Muchas de las mujeres y de los hombres que han hecho historia por su claridad de pensamiento han logrado sintetizar aspectos clave de sus ideas en pequeñas sentencias. Son frases bonitas y sabias que muchas veces actúan como un destello en la oscuridad. Alumbran el camino hacia una nueva perspectiva.

Una buena selección de frases bonitas sirve mucho, en el momento menos pensado. Por eso, hemos elegido algunas que se destacan por su profundidad y sabiduría. Vale la pena que las tengas cerca, para dejarte alcanzar por su luz, especialmente cuando sientas que todo se oscurece.

1. Cuidado con las certezas

Bertrand Rusell fue un filósofo inglés, Premio Nobel de Literatura. Una de las mentes más brillantes del siglo XX. Un gran pensador que, sin embargo, afirmó: “Nunca moriría por mis creencias porque podría estar equivocado”.

Aunque Rusell nunca fue un pacifista radical, esta frase suya es un auténtico llamado a la humildad y la tolerancia. Nos recuerda que cualquiera puede caer en convicciones erróneas y que, por lo mismo, jamás se debe tener certeza absoluta sobre lo que se piensa.

2. Las dificultades y sus aportes

Las dificultades son el pan de cada día en la vida. Muchos pensadores han dedicado frases bonitas y profundas a escudriñar el tema. C.S. Lewis, por ejemplo, dice lo siguiente: “Las dificultades preparan a menudo a uno persona normal para un destino extraordinario”.

Lo que nos recuerda este maravilloso escritor irlandés es que la grandeza es hija de la dificultad. Son los problemas los que nos llevan a elevarnos por encima de nosotros mismos, de lo que hemos sido. La vida apacible, en cambio, nos conduce al conformismo.

3. Eso somos, una de las frases más bonitas

En esta selección no podía faltar Aristóteles, el gran filósofo griego. Con su lógica implacable y su interés en la ética, legó a la humanidad varios de los aforismos más universales. Uno de ellos dice: “Somos lo que hacemos de forma repetida. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito”.

Una gran reflexión. En nuestra mente puede haber toda suerte de maravillas, pero son nuestros actos los que definen quiénes somos. Los actos repetidos despliegan una inercia. Y esa inercia marca la naturaleza y la calidad de nuestras vidas. Piensa que vivir de manera ordinaria o elevada es, ante todo, una costumbre cultivada.

4. El verano interior

Albert Camus siempre ha sido asociado con el existencialismo y el nihilismo. Sin embargo, la dimensión de este pensador y escritor es inclasificable. Prueba de ello una de las frases más bonitas que nos legó: “En la profundidad del invierno, finalmente aprendí que dentro de mí yace un verano invencible”.

Una hermosa manera de simbolizar la fortaleza interior. Alude a esos momentos límite, en donde es posible reconocer que, pese a todo, hay una fuerza vital que se resiste a desaparecer. Cuando parece no haber razón por la que seguir, emerge ese impulso misterioso que nos invita a seguir con el paso, a seguir eligiendo.

5. El olvido, virtud de fuertes

Mahatma Gandhi es el autor de frases bonitas e inteligentes que han penetrado todas las culturas. Su mensaje es profundamente coherente y todo el tiempo se dirige a invitar hacia la evolución interior. Una de sus sentencias señala: “El débil no puede olvidar nunca. El olvido es el atributo del fuerte”.

Gandhi fue el más destacado exponente del pacifismo en la historia. Su resistencia pacífica no era solo una postura política, sino un modelo de vida. Por eso, todo su mensaje está atravesado por la idea del perdón y del entendimiento. También le mostró al mundo otra cara de la fortaleza, que queda bien retratada en esa frase.

6. La clave de todo

Epícteto fue un filósofo griego que tuvo que pasar parte de su vida como esclavo en Roma. Pese a esto, se dice que llegó a tener más respeto entre sus contemporáneos del que había tenido Platón. Aunque no dejó textos escritos, muchas de sus enseñanzas fueron recogidas por otros. Entre ellas está la siguiente: “La clave es mantener la compañía de gente que te aporta, cuya presencia saca lo mejor de ti”.

Es una sentencia sencilla que recuerda la importancia de rodearse adecuadamente. Mucho de lo que somos, de lo que sentimos y pensamos, está influenciado por quienes nos rodean. De ahí la importancia de escoger bien.

Todas estas frases bonitas tienen aplicación en el día a día de cualquier persona. Nos hablan de grandes valores humanos y nos invitan a vivir de una forma más evolucionada. Son sabiduría pura, comprimida en pequeñas sentencias.

martes, 24 de septiembre de 2019

La gestión del delirio en terapia

La terapia de algunos trastornos del espectro de la esquizofrenia se complica cuando los delirios están presentes. Así, en este artículo se presentan algunas recomendaciones para que el delirio sea un obstáculo salvable por la intervención, para finalmente poder abordarlo.

¿Es posible convencer a una persona con un delirio de que lo que piensa no es real? Para llevar a cabo una terapia, ¿hay que fingir creer el delirio del cliente? ¿Es posible evitar que el terapeuta entre en el delirio de su cliente? Intentaremos responder y de paso clarificar cómo se gestiona el delirio en terapia, independientemente de a qué trastorno nos enfrentemos dentro del espectro de la esquizofrenia.

Los delirios pueden afectar a algunos trastornos psicóticos o del espectro de la esquizofrenia. Es el caso del trastorno delirante —que se caracteriza por solo tener como síntomas psicóticos el delirio—, el trastorno psicótico breve o la esquizofrenia.

Los delirios son creencias erróneas y malas interpretaciones de las percepciones o experiencias. Además, es poco o nada sensible a cambios aunque se encuentren evidencias de lo contrario y no sea compartida por otro individuos de la sociedad.

Un ejemplo de delirio puede ser el de una mujer que piensa que su marido es infiel. Aunque no haya pruebas de ello y todo lo que le devuelva la realidad no esté relacionado con una infidelidad, lo cree. No obstante, y debido a sus malas interpretaciones de la realidad —esto es, debido a su delirio— la mujer no es capaz de salir de esa idea y continúa pensando eso.

La confusión entre delirio y alucinación

Es importante, de cara a la terapia, no confundir lo que es un delirio y una alucinación. La alucinación se refiere a una experimentación de sucesos sensoriales sin una señal ambiental a la vista. Son totalmente involuntarios y muy desagradables, disruptivos y causan mucho estrés a aquellas personas que lo sufren. Las alucinaciones implican a los sentidos sin que haya un estímulo real y externo que justifique esa activación.

A veces las alucinaciones se encuentran insertas en un delirio. Por ejemplo, una persona con creencias persecutorias puede escuchar voces y pensar que son sus perseguidores los que han puesto altavoces en su casa para volverle loco. En este caso, la persona estaría sufriendo un delirio y una alucinación. No obstante, también pueden existir solo alucinaciones —voces que no paran de insultar al sujeto exento de un delirio, donde se puede saber que son alucinaciones— o solo un delirio —sin alteraciones visuales, olfativas, táctiles o auditivas—. 

El delirio en terapia

Los objetivos de una terapia para una esquizofrenia o un trastorno delirante son quizás diferentes a los de otras intervenciones. En este caso, es de suma importancia enseñar al cliente a manejar el estrés y disminuir la vulnerabilidad de tener una alucinación, un delirio o una crisis psicótica.

Para ello, se busca disminuir la activación; además de rehabilitar funciones básicas que se han visto alteradas con la llegada de la psicosis: atención, percepción, cognición, razonamiento, aprendizaje…

A su vez, también se busca entrenar habilidades sociales, solución de problemas, estrategias de afrontamiento y restaurar el funcionamiento cotidiano. No obstante, esto no es tan fácil como parece. ¿Cómo trabajar todo lo anteriormente nombrado si no se trata el delirio en primera instancia?

Tratamiento del delirio

Desde la terapia cognitivo-conductual se plantea la disputa verbal como primer arma para luchar contra el delirio. En esa disputa verbal, parecida en forma a la reestructuración cognitiva, se busca discutir las evidencias que la persona tiene de que el delirio es verdad, ofrecer explicaciones alternativas y que el sujeto sea capaz de encontrar esas explicaciones. Además, también se llevan a cabo pruebas de realidad si esto fuera posible.

Sin embargo, los factores cognitivos implicados en las creencias persecutorias muchas veces dificultan que la persona sea capaz de entender las evidencias y de encontrarlas. Por ello, muchas veces las disputas verbales no son del todo útiles al principio si no se han tratado esos sesgos atencionales; ese tipo de razonamiento probabilístico y esos sesgos de covariación y referencia.

Aunque han de ser trabajados en terapia, no será corto el tiempo en el que el terapeuta tendrá que convivir con ese delirio antes de poder zambullirse en su contenido y en las pruebas de realidad.

Fingir creer o no creer

Una de las posturas que podrían adoptarse en terapia es la de fingir creer el delirio de la persona para fortalecer la alianza terapéutica y que el cliente confíe plenamente en nosotros. Esto no es nada recomendable, porque no se busca reforzar la creencia del delirio con una prueba de que alguien ajeno al cliente cree en el delirio. Por ello, ni siquiera al principio de la terapia puede el terapeuta explicitar que cree las cosas que el cliente cuenta.

No obstante, interesa fomentar la alianza terapéutica. Es probable que todo el círculo social y familiar del cliente con delirios haya intentado ya refutarlo con evidencias.

Así, el cliente no debería encontrarse con esa misma pared en terapia; el terapeuta no conseguirá una buena alianza terapéutica transitando por caminos que ya han avanzado otros. Por ello, al principio es recomendable no entrar en el contenido del delirio. Creer, además de no creer.

No explicitar ningún juicio de valor acerca del delirio será «una tentación» en la que no caeremos hasta que el cliente esté preparado para enfrentarse a la disputa verbal. Además, cualquier intervención será mejor si existe una alianza terapéutica entre el cliente y el terapeuta. No la conseguiremos diciendo que lo que piensa no es real.

El psicólogo como otro actor en el delirio

El delirio en terapia se plantea como algo problemático cuando, a raíz de nuestras negativas a creer, el cliente con delirio piensa que el psicólogo también está dentro de su delirio. Aunque no ocurriría con un delirio somático —cuando una persona cree que su cuerpo ha cambiado, su cara es cuadrada, su brazo más largo que el otro— o un delirio de culpa —la persona piensa que ha cometido un pecado terrible imperdonable—, sí podría darse en un delirio de control de pensamiento, de grandeza o de persecución.

En el caso del primero -delirio de control de pensamiento-, el sujeto puede creer que alguien está introduciendo en su mente pensamientos que no son suyos —esto se conoce como del tipo inserción—. Cuando el cliente entiende que el psicólogo es otra persona que no le cree y que trata de hacerle pruebas de realidad poco acertadas es posible que esa persona introduzca al terapeuta dentro de su delirio. Así, el terapeuta pasará formar parte de esa organización que maquina contra sus intereses y no le podrá ayudar.

Es muy importante evitar esto. Es difícil que una persona con delirio vaya de por sí a terapia, mucho más que esta dé sus frutos si el cliente piensa que el psicólogo está en contra de él también. Por ello, antes de entrar a tratar de demostrarle que lo que dice es imposible, se recomienda tener paciencia y no ir demasiado deprisa. Es mejor, por tanto, centrarse en la parte cognitiva sin prestar atención al delirio.

Jugar dentro del delirio

Que el delirio y las creencias erróneas sean persistentes no significa que la terapia sea inútil. Como entre los principales objetivos de la terapia está mejorar el funcionamiento y bienestar de la persona, el terapeuta puede introducirse en el delirio y trabajar desde allí.

Si la persona tiene un delirio de referencia, donde piensa que algunos detalles, frases o acontecimientos son mensajes dirigidos a ella, se puede hablar del impacto emocional de esas frases; de por qué le afectan y qué significa para ella que le digan ciertos tipos de cosa; o qué le produce que una persona le diga ese tipo de mensajes que escucha.

En ningún momento se cree en el delirio, y tampoco se explicita, se trata de hacer una reestructuración en un contexto diferente a la “realidad”. Se realiza en la suya.

Así, no tanto centrándonos en desmentir o no el delirio, sino en aparcarlo y prestar atención al impacto emocional y cognitivo de los mensajes dentro de ese delirio, se puede conseguir una mejora. Así, no siempre las mejores intervenciones son las que atacan directamente el problema.

lunes, 23 de septiembre de 2019

7 maneras de entender la psicología

Existen tantas maneras de entender la psicología como formas hay de concebir la conducta humana. Aquí te ofrecemos 7 claves para ayudarte a alcanzar esta comprensión.

Hay muchas formas de concebir el comportamiento humano, muchos planos desde el que analizarlo; por lo tanto, hay prácticamente las mismas maneras diferentes de entender la psicología, que es la disciplina que persigue la explicación de los procesos de la mente y de su expresión conductual. ¿Cómo es posible, ante tanta variedad de enfoques, lograr cierta unanimidad a la hora de dar sentido a la conducta?

Los psicólogos utilizan varias perspectivas o enfoques al estudiar cómo piensan, sienten y se comportan las personas. Sea cual sea el enfoque, el objeto de estudio es invariable y las conclusiones no suelen estar muy alejadas las unas de las otras. Aquí te presentamos algunas pistas para ayudarte en la búsqueda de esa comprensión.

Algunos investigadores se centran en una escuela de pensamiento específica. Otros, por el contrario, adoptan un enfoque más ecléctico que incorpora múltiples puntos de vista. En este sentido, no hay una perspectiva única que sea mejor que otra por definición; simplemente, cada una enfatiza diferentes aspectos del comportamiento humano.

En lo que a la psicología se refiere, un enfoque es una perspectiva que implica ciertos supuestos sobre el comportamiento humano por contraposición a otros supuestos diferentes, atendidos por otras escuelas. Puede haber varias teorías diferentes dentro de una misma corriente, pero todas comparten ciertas raíces cuando se engloban bajo la misma escuela.

Algunos de los enfoques actuales más importantes de los que dispone la psicología para entender la conducta humana son:

  • Conductista.
  • Cognitiva.
  • Biológica.
  • Psicodinámica.
  • Humanista.
  • Evolucionista.
  • Sociocultural.

A continuación, vamos a revisar en qué consiste cada una de ellas:

Enfoque conductista

El conductismo es diferente de la mayoría de los otros enfoques porque ve a las personas -y también a los animales- como seres «controlados» por su entorno. De manera específica, para el conductismo somos el resultado de lo que hemos aprendido en función de estímulos, reforzadores y asociaciones; así, el conductismo estudia cómo los factores ambientales (estímulos) afectan la conducta observable (respuesta).

El enfoque conductista propone dos procesos principales mediante los cuales las personas aprenden de su entorno: el condicionamiento clásico y el condicionamiento operante. El condicionamiento clásico lo vemos reflejado en el experimento de Pavlov, el operante en los de Skinner.

Según el enfoque conductista, solo se debe estudiar el comportamiento observable porque es el único susceptible de medición. De hecho, el conductismo rechaza la idea de que las personas tengan libre albedrío, ya que defiende que el entorno determina todo el comportamiento.

Enfoque cognitivo

El enfoque cognitivo gira en torno a la idea de que si queremos saber qué es lo que hace funcionar a las personas, hay que descubrir qué opera en su mente. Por eso, esta forma de entender la psicología se centra en analizar los procesos mentales; en otras palabras, desde la perspectiva cognitiva, los psicólogos estudian la cognición -es decir, el acto o proceso mental mediante el cual se adquiere el conocimiento-.

Así, el enfoque cognitivo se ocupa de las funciones mentales, como la memoria, la percepción, la atención… En cierto sentido, siendo una metáfora superada pero válida para hacernos una idea, el cognitivismo considera que las personas son similares a los ordenadores en la forma de procesar la información.

Enfoque biológico

El enfoque biológico explica el comportamiento atendiendo a la genómica subyacente; emplea el estudio de cómo los genes afectan a la conducta de las personas. Desde esta forma de entender la psicología, se cree que la mayoría del comportamiento se hereda y tiene una función adaptativa.

El enfoque biológico se basa en las relaciones entre la conducta y los mecanismos cerebrales que la sustentan. Así, busca las causas del comportamiento en la actividad de los genes, el cerebro y los sistemas nervioso y endocrino; es decir, en la interacción de todos esos componentes.

Así, los psicobiólogos se fijan en los efectos del cuerpo sobre la conducta, los sentimientos y los pensamientos. De este modo, tratan de entender cómo la mente y el cuerpo trabajan juntos para crear emociones, recuerdos y experiencias sensoriales.

Enfoque psicodinámico

Hablar de enfoque psicodimámico es hablar Sigmund Freud, quien elaboró los principios psicodinámicos al observar que la psique de algunos de sus pacientes estaba gobernada por su subconsciente. Y es que  los psicólogos psicodinámicos o psicoanalistas enfatizan el papel de la fuerzas y conflictos internos de la conducta.

El enfoque psicodinámico plantea que los eventos en nuestra infancia pueden tener un impacto significativo en nuestro comportamiento como adultos. De este modo, nuestro comportamiento está determinado por la mente inconsciente y las experiencias de la infancia, puesto que las personas, según este enfoque, tenemos poca voluntad para tomar decisiones.

Un aspecto importante del psicoanálisis como escuela es la teoría de Freud del desarrollo psicosexual. Esta teoría muestra cómo las experiencias tempranas afectan a la personalidad adulta, y propone que la estimulación de las diferentes áreas del cuerpo es importante a medida que el niño progresa a través de las etapas de desarrollo.

Enfoque humanista

El enfoque humanista enfatiza el estudio de la persona como una entidad completa e integrada. Los psicólogos humanistas observan el comportamiento humano no solo a través de los ojos del observador, sino a través de los ojos del propio individuo, teniendo en cuenta la confluencia de todas y cada una de sus esferas vitales.

Desde esta manera de entender la psicología, se cree que el comportamiento de un individuo está conectado a sus sentimientos internos y a la imagen de sí mismo. La perspectiva humanista se centra en la idea de que cada persona es única e individual, y tiene la libertad de cambiar en cualquier momento de su vida.

Esta visión sugiere que todos somos responsables de nuestra propia felicidad. Por tanto, contamos con la capacidad innata para la autorrealización, que alude a nuestro deseo por desarrollar nuestro potencial.

Enfoque evolucionista

Desde el enfoque evolucionista, el cerebro -y, por lo tanto, la mente- evolucionó para resolver los problemas encontrados por nuestros antepasados ​​cazadores-recolectores durante la época paleolítica, hace más de 10 000 años. En este sentido, esta corriente explica el comportamiento en términos de las presiones selectivas que dan forma al comportamiento a lo largo del proceso de evolución natural. 

Según la perspectiva evolucionista, el comportamiento observable se ha desarrollado porque es adaptativo y, en este sentido, se parece al enfoque biológico. Nuestro comportamiento ha sido seleccionado de forma natural, según esta teoría; es decir, los individuos mejor adaptados son los que sobreviven y se reproducen.

Los comportamientos pueden incluso ser seleccionados sexualmente. En esta línea, las personas que tienen más éxito en obtener acceso a recursos sexuales dejarían mayor descendencia. Debido a ello, sus rasgos se harán más abundantes con el tiempo y, por lo tanto, la mente estaría equipada con instintos que permitieron a nuestros antepasados ​​sobrevivir y reproducirse.

Así, el enfoque evolucionista se centra en determinar la importancia relativa de los factores genéticos y la experiencia en relación con aspectos específicos de la conducta.

Enfoque sociocultural

Por último, el enfoque sociocultural estudia cómo la sociedad y las cultura afectan al comportamiento y al pensamiento. Es decir: se fundamenta en las influencias culturales y sociales que rodean a las personas, y en la manera en que influyen o impactan en su manera de actuar y pensar.

Desde esta perspectiva, la cultura es un factor determinante en la conducta humana. Por eso estudia las diferencias que existen entre las distintas sociedades, y para ello examina la causas y las consecuencias de los comportamientos de los habitantes de diferentes países. Realiza sus interpretaciones considerando el entorno cultural del individuo.

El enfoque sociocultural defiende que la cultura y la mente son inseparables, ya que se construyen mutuamente; por eso se centra en las interacciones que se dan entre personas y ambiente.

domingo, 22 de septiembre de 2019

¿Quién soy?

¿Quién soy? Lo cierto es que todos nosotros trabajamos con una definición propia, que aunque no haya sido explicitada, suele condicionar, y mucho, nuestra forma de sentir, actuar y pensar.

¿Quién soy? es el título de unos de los episodios de la serie de las hermanas Whatshosky «Sense 8». Es una pregunta difícil de responder que nos solemos hacer a menudo, sin ser capaces de encontrar una respuesta clara.

Con la siguiente reflexión, el personaje de Lito Rodríguez, uno de los ocho protagonistas de «Sense 8 «, nos deja claro que «nadie es más que nadie», que todos somos iguales y únicos al mismo tiempo. Nos hace viajar por el pasado, presente y futuro de la vida de cualquier ser humano, mientras nos habla de la importancia de los roles y del peligro de las etiquetas.

Roles y etiquetas

¿Quién soy? Ante esta pregunta, aparentemente sencilla, a veces respondemos dando nuestro nombre, profesión, edad, ciudad de residencia, número de hijos, estado civil…. buscando responder con aquello que creemos que nos caracteriza o representa y que pueda ser útil como presentación.

En realidad, con frecuencia nuestra respuesta se basa en aquello que será socialmente aceptado y, por lo tanto, en lo que otras personas quieren oír y esperan de nosotros. Solemos creer que esos roles nos hacen ser quienes somos; pero, ¿realmente es así?

Es probable que durante años las personas que nos rodean y, en ocasiones, nuestros seres más queridos, nos hayan tratado o repetido mil veces que somos de una determinada manera, lo han repetido con tanto fuerza que al final lo acabamos creyendo. Llegando a adaptar ese rol, comportándonos en función de lo que se esperan de nosotros.

Por ejemplo, podemos llegar a creer que somos débiles o personas frías, aunque no sea así, porque en cierta manera es lo que sentimos que se espera y quiere de nosotros. Es el espacio que los demás abren para nosotros, de alguna manera «la forma en la que encajamos».

Sin embargo, las etiquetas son dañinas y peligrosas, provocando que acabemos juzgando a una persona sin conocerla. Que juzguemos a alguien por su color de piel, raza, religión, orientación sexual…Sin molestarnos en conocer a la persona en la complejidad de su conjunto.

¿Quién soy?

La reflexión de Lito nos deja claro que responder a la pregunta de «¿quiénes somos?» una tarea sencilla y compleja a la vez. Compleja, porque buscamos una respuesta única que parece no existir, ya que somos el resultado de nuestras vivencias pasadas, presentes y futuras; sencilla, porque todos somos seres únicos e irrepetibles, construyendo nuestra historia día a día, con cada decisión, con cada interacción con las personas que se cruzan en nuestro camino.

Somos mucho más que aquellos roles que nos vienen predeterminados y que no hemos podido elegir. Somos mucho más de todo aquello que si hemos elegido ser. Somos un conjunto perfecto y único de lo elegido y no elegido, de roles y etiquetas.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Recaída y vuelta a empezar: cuando caemos de nuevo en la depresión

Las recaídas en la depresión constituyen una realidad clínica común. Más allá de tener que volver a empezar de alguna manera, el principal problema se deriva de las sensaciones de frustración y culpa que pueden derivar de esta recaída, así como la pérdida de confianza.

Cuando caemos de nuevo en la depresión aparece un sentimiento frustrante y aterrador, lastrado a menudo con el peso de la culpa. Ahora bien, los datos estadísticos nos dicen que esto es algo bastante común; cerca del 80% de los pacientes que han padecido un trastorno depresivo volverán a derivar en este abismo en algún momento dentro de los 10 años siguientes.

Una de las condiciones donde más incide este tipo de realidad es en el trastorno depresivo persistente (distimia). Los síntomas de este trastorno, por lo general, van y vienen durante años, variando su intensidad y teniendo una duración mínima de dos meses. Como podemos imaginar, la calidad de vida de quien está sujeto a esta situación es tan desgastante como compleja.

Todo ello nos obliga a tomar conciencia de algo muy concreto: nos siguen faltando herramientas a la hora de abordar los trastornos del estado del ánimo. Una de las carencias que más percibimos es la social, que se escenifica, por ejemplo, en la falta de información real y concreta que corre por la sociedad en relación a este tipo de realidades clínicas.

Se sigue asumiendo, por ejemplo, que la depresión es sinónimo de debilidad y falta de temperamento. Seguimos, de algún modo, arrastrando con el estigma negativo alrededor de los trastornos mentales. Por otro lado, hay otro elemento clave que se debería tener más en cuenta desde las instituciones médicas: la prevención en las recaídas.

Cuando caemos de nuevo en la depresión ¿qué está fallando?

La depresión es un trastorno que requiere de un abordaje a medio y largo plazo. El hecho de que nos den el alta tras un tratamiento farmacológico o al terminar nuestras sesiones de terapia no implica, ni mucho menos, que hayamos puesto un candado y un cerrojo de por vida a esta condición. Seguirá golpeando a nuestra puerta; la depresión no suele desaparecer sin una intervención dirigida, la voluntad de mejora de la persona o el apoyo inteligente del entorno social. En este sentido, los medicamentos ayudan pero no curan.


A menudo, y a pesar de la mejoría clínica, muchos pacientes siguen arrastrando lo que se conoce como síntomas residuales. ¿En qué consisten por tanto este tipo de evidencias camufladas que podrían quizá conducirnos a una remisión? En un estudio llevado a cabo por la Universidad de Dublín en el 2011 sobre la prevalencia y curso de la depresión nos indican lo siguiente:


  • Están en primer lugar, los síntomas residuales cognitivos. Se trata de pensamientos, actitudes y esquemas negativos que mantienen los pacientes y que dificultan la completa remisión del trastorno psicológico. Son comunes la falta de atención, la dificultad para encontrar las palabras, la complicación para tomar decisiones y el enlentecimiento mental.
  • Por otro lado, se encuentran los síntomas residuales físicos, como por ejemplo la falta de energía y las alteraciones del sueño.

Analicemos en profundidad estos aspectos.

Nuestro enfoque mental alimenta el riesgo de recaídas

Cuando caemos de nuevo en la depresión sabemos muy bien lo que tenemos por delante: iniciar de nuevo determinados tratamientos, consultar con profesionales especializados, etc… Sin embargo, debemos tenerlo claro, más que ‘empezar de nuevo’ se trataría más bien de ‘retomar aquello que dejamos pendiente’.

En un estudio llevado a cabo en la Universidad de Toronto por parte del doctor Norman A. Farbher se sugiere que las recaídas se deben básicamente a nuestro estilo de pensamiento. Si seguimos haciendo uso de la indefensión, del diálogo interno crítico y de la negatividad, el riesgo de derivar en una nueva depresión es elevado.

Es significativo recordar que este tipo de enfoque mental es casi como adentrarnos en el mar en una balsa agujereada. El pensamiento negativo y debilitante nos hunde, nos deja fatigados, abrumados y con la incapacidad de aplicar ideas originales, útiles y valiosas para navegar por la vida. Ese tipo de diálogo interno hasta puede llegar a convencernos de que no sabemos nadar.

Asimismo, es común que estos síntomas cognitivos acaben teniendo replicas a nivel somático: nos sentimos sin energías, agotados, con dolores musculares, con problemas del sueño…

La terapia cognitiva basada en la atención plena

Cuando caemos de nuevo en la depresión es necesario buscar ayuda experta. No vale hacer ver que no pasa nada, que a pesar de estas rotos y desafinados por dentro, nos es posible seguir con el trabajo, sonreír cuando todos sonríen e ir a la cama deseando sentirnos mejor al día siguiente. Esto puede ayudar, pero no es suficiente.

Son muchas las personas que viven en piel propia esta realidad sin que se decidan a buscar ayuda. Otras, a pesar de iniciar terapia psicológica, terminan abandonándola entre el primer y el sexto mes. No es lo adecuado. Si deseamos afrontar este trastorno y, lo que es más importante, evitar las recaídas, la terapia cognitiva para la depresión basada en la atención plena es una de las más eficaces.

Estudios, como el llevado a cabo por el doctor John D. Teasdale, investigador líder de la Universidad de Oxford y más tarde de la Unidad de Cognición y Ciencias del Cerebro en Cambridge, nos señalan los beneficios de este enfoque terapéutico.

Pacientes que han recaído -como mínimo tres veces- evidencian no solo una mejoría, sino que además, adquieren valiosas estrategias para reducir el diálogo interno negativo, controlar los pensamientos y mantener hábitos de vida positivos con los que prevenir una nueva recaída. Afrontar estos desafíos mentales y emocionales está en nuestra mano si tomamos la decisión de mejorar con responsabilidad y determinación; vale la pena intentarlo.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Personas que no se dan por vencidas: ¿qué las hace diferentes?

La persistencia es una cualidad que va más allá de la intención. Así, cuando uno decide no a darse por vencido, aúna fortalezas psicológicas, la motivación y la autoconfianza que le dota un cerebro preparado para afrontar la adversidad.

Hay personas que no se dan por vencidas. No importa la circunstancia, el problema o el reto que tengan por delante. En cierto modo, esta competencia psicológica es la que traduce el talento en éxito, la que nos dota de perseverancia para alcanzar logros y la que además logra que nuestros cerebros sean más resistentes para prevenir la ansiedad o la depresión.

Decía Mark Twain que una persona con ideas nuevas suena a broma hasta que su persistencia nos convence de lo contrario. De algún modo, ese enfoque mental y motivacional actúa como la chispa que prende los sueños y que dota de combustible a cualquier proyecto. Así, en un mundo tan lleno de obstáculos donde siempre resulta complicado mantener a flote nuestras metas personales, no darnos por vencidos debería ser nuestro leivmotiv cotidiano.

Ahora bien, más allá del factor motivacional y de nuestra capacidad de logro, hay otro elemento interesante. Los neurocientíficos llevan años intentando comprender qué diferencia a las personas persistentes de las que no lo son. Podríamos dar explicaciones educacionales, sociales o cómo no, hablar de distintos tipos de personalidad. Sin embargo, y aquí llega el elemento más interesante, estudios muy recientes nos revelan que hay una explicación biológica.

Personas que no se dan por vencidas, ¿qué las hace tan especiales?

Muchas de esas personas que admiramos a día de hoy (ya sean figuras famosas o esas que tenemos más cerca) son un evocador ejemplo de paciencia y perseverancia. Hay quien ha lidiado con la adversidad en cada una de sus formas con gran entereza, humildad e incluso con radiante positivismo, siendo capaz incluso de inspirar a otros.

Asimismo, hay quienes han sido capaces de llevar a la cumbre proyectos en los que nadie confió en un principio. Esa fuerza interior para confiar en uno, para no venirse abajo cuando alrededor solo hay alambradas, puertas cerradas y palmadas en la espalda seguidas de amables negativas es sin duda motivo de admiración.

Esa persistencia tan peculiar que habita en las personas que no se dan por vencidas, ha interesado desde hace décadas al campo de la psicología. Disponemos interesantes estudios datados en los años 30 que intentan asentar una primera definición sobre los rasgos definen a este tipo de personalidad. Asimismo, tampoco han faltado los enfoques que la entienden más bien como una sutil combinación de inteligencia, motivación y creatividad.

Sin embargo, en un estudio publicado en julio de este mismo año en la revista Cell nos hablan de algo más concreto. Después de analizar a diversos inventores, astronautas, escritores de éxito, Premios Nobel y personas anónimas que han superado grandes dificultades, se llegó a una interesante conclusión. Es la siguiente.

Aspectos biológicos: el sistema neuromodulador de las personas que no se dan por vencidas

Este estudio llevado a cabo por la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington y liderado por el doctor Michael Bruchas señala que las personas resistentes disponen de un sistema neuromodulador desconocido hasta el momento. Dicho sistema funciona a base de un neuropéptido muy concreto: la nociceptina y sus respectivos receptores.

  • Este neuropéptido está ampliamente distribuido en todo el cerebro, así como en esas regiones asociadas a nuestro comportamiento. No obstante, no se sabe bien qué lo activa y cómo actúa.
  • Por otro lado, algo que han descubierto a raíz de este estudio de más de cuatro años de duración es que dichos moduladores actúan también sobre el sistema de dopamina y serotonina. Su efecto implica, entre otros fenómenos, que se reduzca la sensación de sufrimiento o incluso el dolor, tanto el físico como el emocional.
Este descubrimiento abre sin duda un gran número de posibilidades. La más importante, según los autores de esta investigación, sería crear nuevos tratamientos para realidades como la depresión. 

Aspectos psicológicos: una personalidad que se hereda e inspira


La facultad de Medicina de la Universidad de Washington realizó un estudio muy interesante. Según este trabajo, la persistencia, ese elemento tan destacable de las personas que no se dan por vencidas, es una dimensión que suele heredarse de padres a hijos.

En cierto modo, esto vendría explicado por las bases biológicas antes citadas; sin embargo, hay elementos más importantes. En ocasiones, ser educados o vivir cerca de esas personas acostumbradas a luchar por lo que quieren, nos inspira, nos guía y nos enseña a actuar casi del mismo modo.

A todos nos ha ocurrido alguna vez. Basta con pasar un tiempo determinado con ese hombre o mujer tan especial, motivador, positivo y resiliente para impregnarnos de su misma luz. En cierto modo, esa resistencia anímica y voluntad excepcional también puede aprenderse; también podemos entrenar ese enfoque mental y actitudinal para invertir en nuestro bienestar y felicidad.

Como decía Benjamin Franklin, hay dos elementos que nos acercan a lograr aquello nos propongamos: la energía y la persistencia.


jueves, 19 de septiembre de 2019

Ser «buena persona»: una trampa dialéctica

La expresión "ser buena persona" es muy frecuente pero muy incierta, ya que reduce a dos palabras la idea que nos podemos hacer de una persona. Estamos acostumbrados a reducir la realidad para comprenderla mejor, pero estas y otras simplificaciones pueden causar mucha confusión en nuestras vidas.

Te invitan a un cumpleaños, no conoces a nadie, pero la chica del cumpleaños te insiste en que vayas. Llegado cierto momento de la conversación, esta te dice «no pasa nada porque no conozcas a nadie, yo te presento a Jorge, un buen amigo, que es muy buena persona, ya verás como conectáis y os lleváis bien».

Realmente, esta situación no tiene nada de extraño, ni de ficticio. A menudo, cuando vamos a conocer a otras personas, nos llegan referencias de otros sobre cómo son. Esta información nos ayuda a contextualizar el momento de conocer a esa o esas personas y a reducir la incertidumbre.

Sin embargo, es muy curioso que la falta de tiempo o nuestra innata tendencia a simplificar la realidad nos empuje a facilitar este tipo de información de una forma muy polarizada y superficial. Tanto es así, que todo el mundo comprende cuando se etiqueta a alguien de «buena persona» o de «mala persona». Profundicemos.

¿Qué significa ser buena persona?

Tal vez esta sea una pregunta más difícil de responder de lo que pueda parecer. Ser «buena persona» engloba todo un conjunto de conductas, cogniciones, actitudes y motivaciones tan extenso que es imposible delimitarlo.

Además, no solo es difícil delimitar este concepto en sí mismo, sino que además es extremadamente complicado realizar una definición que trascienda toda cultura, sociedad y colectivo. Es decir, es probable que a lo que llamamos «ser buena persona» en una cultura determinada, poco tenga que ver con la noción de este concepto en otra diferente.

Incluso dentro de la misma cultura, el contexto determina el significado de este concepto. ¿Crees que el concepto de «buena persona» sería igual en una dictadura que en una democracia? ¿sería igual en un contexto de escasez y necesidad que en un contexto de abundancia? Probablemente no.

«Buena persona» es un constructo formado por dos palabras. Ser persona es una cuestión de orden metafísico que quizá en este contexto y en el tema que nos ocupa no merece la pena entrar.

Sin embargo, el elemento clave aquí es la bondad. Sin duda, una cualidad total y absolutamente subjetiva, susceptible de evaluación por parte de cualquiera. Esa evaluación, la de si alguien es bueno o malo, está influenciada por muchísimas variables, como la historia de vida de quien evalúa, su personalidad, su contexto social y familiar, largo etcétera.

Por ejemplo, no es raro que las personas que llevan cometiendo delitos desde la infancia puedan llegar a empatizar con los antagonistas de películas, series o novelas, justificando sus conductas delictivas y atribuyéndoles unas intenciones nobles.


Una autoexigencia mal fundamentada

Nuestros padres y profesores suelen expresar que su deseo, cuando somos pequeños, es que nos convirtamos en buenas personas. De hecho, este deseo, que se manifiesta de muchas formas a través de un estilo educativo concreto, está presente desde los primeros años de nuestra infancia.

Como si de una semilla se tratara, va creciendo y se va integrando en nuestra concepción de la ética. Pero, tal como se ha mencionado anteriormente, la noción de ser «buena persona» está muy presente en nuestra forma de vivir y al mismo tiempo está poco definida.

¿Qué hace falta para ser buena persona? La tendencia de tratar de ser buenas personas se traduce en realizar acciones que no generen daño o que supongan un beneficio directo o indirecto para alguien. El problema viene cuando esta tendencia se convierte en algo cercano a una obsesión.

Y es que si concebimos que para ser buena persona no podemos dañar a nadie y hemos de tener el control total de nuestra conducta todo el tiempo, el panorama no parece muy alentador. En la vida, a veces dañamos a gente, con o sin intención, y perdemos el control, hacemos o decimos cosas de las que nos podemos arrepentir… En definitiva, nuestra condición nos predispone a cometer errores que pueden afectar a otros y dañarles.

Entonces, ¿no hay buenas y malas personas?

No es que haya o deje de haber buenas o malas personas. Más bien, la forma que tenemos de obtener y facilitar información de una persona es disfuncional la mayoría de veces. ¿Cómo crearnos una idea fidedigna de la bondad de una persona? Tal vez sea más interesante una evaluación sobre la conducta de la persona que sobre la propia persona.

No, no existen personas buenas o malas. Existen conductas que pueden ser consideradas y reducidas a «buenas» o «malas», pero aún así, es necesario contextualizarlas, ya que a veces una conducta determinada puede ser socialmente considerada como dañina, pero al situarla en un contexto, la imagen de esta conducta puede cambiar e incluso llegar a ser considerada como positiva.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Triangulación, una forma incorrecta de solucionar problemas laborales

Gran parte de los conflictos en el trabajo se resolverían siendo más asertivos. Sin embargo, son muchos los que evitan esa comunicación directa y optan por desahogar sus frustraciones con terceras personas, creando así un clima laboral negativo.

Una de las carencias más notables a nivel de organización es la gran dificultad que seguimos teniendo a la hora de solucionar problemas laborales. Así, una estrategia tan común como ineficaz es la triangulación. Esta consiste en lo siguiente: cuando A tiene un problema con B, se desahoga con C. Buscamos siempre a un compañero de trabajo para dejar ir nuestro enfado y frustraciones.

Como suele decirse, los triángulos en las relaciones nunca son buenos. Sucede a nivel de pareja y se da sin duda en el ámbito laboral. Si bien es cierto que compartir con alguien nuestro estado emocional, preocupaciones y experiencias resulta catártico, a nivel organizacional no siempre es la mejor estrategia. A la larga, el clima se enrarece, surgen rencillas, bandos y mayor negatividad.

A día de hoy, y como bien sabemos, en nuestros escenarios laborales lo tecnológico marca vanguardia y nos aguarda, sin duda, un futuro donde la automatización y la inteligencia artificial tendrá un gran peso. Ahora bien, por llamativo que nos parezca, seguimos evidenciando fallos en materias plenamente ‘humanas’. Dimensiones como la comunicación, la resolución de conflictos y la Inteligencia Emocional siguen siendo nuestras asignaturas pendientes.

Cuando tenemos un problema, desahogarnos con un compañero no es la solución. Debemos ser capaces de aplicar la asertividad y la negociación.

Cuando nuestra única forma de solucionar problemas laborales es la triangulación

Cuando nuestra única forma de solucionar problemas laborales es la triangulación
Hay diversas estrategias eficaces para solucionar problemas laborales. Ya en los años 70, los psicólogos Kenneth Thomas y Ralph Kilmann definieron cinco estilos principales de resolución de conflictos, siendo el más recomendable el estilo colaborador. En esta estrategia, se priorizaban aspectos como la asertividad y la cooperación.

Ahora bien, si hay algo común a nivel de empresa es dejar que algunos problemas maduren hasta oler mal; es solo en ese momento cuando se llevan a cabo ciertas medidas para dar solución a algo muy infectado. El hecho de que esto ocurra se debe sobre todo al efecto de la triangulación. Veamos en qué consiste.

La triangulación en el trabajo, una mala idea eternamente utilizada

El término ‘triangulación’ aplicado al ámbito laboral fue acuñado por el doctor Mike D. Boyette, experto en liderazgo y comunicación. Tal y como explica, este concepto es muy útil en ámbitos como la navegación. Para saber dónde nos encontramos en medio del mar, basta con trazar un triángulo uniéndonos con dos puntos conocidos.

Ahora bien, a nivel de empresa no sucede lo mismo. Pensemos en ello. Cuando nos sucede algo con un compañero, jefe u otra figura dentro de la organización, lo primero que podemos hacer es comentar esa experiencia con una tercera persona. Sin saberlo, lo que hacemos con ello es llevarle también el problema a este último compañero de trabajo. Por tanto, lo que conseguiremos es lo siguiente:

  • Desviar el problema.
  • Perder el tiempo. Si A tiene un conflicto con B o es consciente de que está haciendo algo mal, no soluciona nada hablándolo con C. El problema sigue estando ahí.
  • El problema se amplifica. Poco a poco, el problema de A con B acaba conociéndose en toda la organización. El trabajador C lo contará a D, E y F y cada cual, tendrá su visión sobre esa situación. Se crearán bandos y el clima laboral empeora.
  • Aparece la insatisfacción y la baja productividad. Los pequeños problemas se vuelven en problemas XL cuando se descuidan y no se afrontan.
¿Cómo se solucionan los problemas en el trabajo?

El arte de solucionar problemas laborales requiere de un compromiso firme por parte de la empresa y sus trabajadores. Deberían existir protocolos, así como una formación adecuada y solvente por parte de Recursos Humanos para ‘educar’ a cada miembro de la organización, para darle estrategias y canales cercanos donde solucionar cualquier incidente, por pequeño que sea.

Sin embargo, esto no siempre llega a formalizarse. Bien por falta de tiempo, recursos y de interés. No obstante, y más allá de lo que podamos pensar, que surjan problemas es algo positivo. Si los solucionamos de manera adecuada generamos cambios, se higienizan ambientes, ganamos en aprendizajes y en bienestar.

Así, personalidades tan carismáticas como Jack Ma, fundador del gigante Alibaba, se enorgullece de decir que en su multinacional nunca hay problemas, sus trabajadores son felices, y están altamente comprometidos en la productividad. Podríamos decir que la mentalidad china es diferente de la occidental, pero la realidad es otra. Con estrategias como la 12/6 (trabajar 12 horas al día 6 días a la semana) los trabajadores apenas tienen tiempo de nada más. La suya, es una política de deshumanización.

6 claves para solucionar problemas laborales

Incidimos en ello, que se den problemas en el trabajo es algo normal y esperable. Permitir que se enquisten y que pequeñas fricciones den paso a grandes diferencias y adversidades, no. La dejadez es el peor enemigo en toda organización, debemos aplicar tanto la prevención como la proactividad. Así, en caso de que aparezca algún problema con un compañero, lo ideal es llevar a cabo lo siguiente:

  • Ser asertivos: hablar con el propio compañero sobre el problema antes de acudir a terceras personas.
  • Hay que saber escuchar y aplicar a su vez, una clara voluntad de diálogo y de resolución del problema.
  • Acordar estrategias de mejora y tiempos (a partir de mañana dejaras de llegar tarde porque yo no voy realizar tus tareas).
  • En caso de que no poder resolver el problema de manera rápida y sencilla, pondremos el caso en constancia de dirección. Recurriremos a un estamento superior para que establezcan otros mecanismos con los cuales, solucionar la situación. Evitaremos crear mal ambiente, expandiendo críticas, malestares, rumores, etc.
Para concluir, como decía Einstein, si de verdad queremos resultados diferentes, evitemos llevar a cabo las mismas estrategias. Procuremos, por tanto, evitar la triangulación a la hora de resolver nuestros problemas en el trabajo y seamos mucho más asertivos. De ese modo, ganaremos en bienestar.