sábado, 30 de noviembre de 2019

Antes de quererte, me quiero

Déjame decirte que antes de entregarme a ti necesito entregarme a mí misma, conocer todos mis recovecos y adentrarme por las zonas más silenciosas y oscuras de mi alma. Quiero conocer todos y cada uno de mis secretos, saber qué me hace bien y qué mal e indagar en sus porqués. Soy de las que piensa que antes de un te quiero hay que saber decir me quiero para ser justos con el otro.

Necesito saber cuáles son mis heridas y cuál es el punto exacto que las hace sangrar de nuevo. Conocer mis fortalezas y saber qué es aquello que más me define, cuál es mi huella, mi punto fuerte… para luego cuando la ocasión lo requiera regalártelo con una sonrisa. Prefiero primero quererme para así poder quererte bien y sanamente. Y si aún dudas, no te preocupes, cuando termines de leer esta carta comprenderás todo lo que te digo.

Cuando no sabía quererme

Comencé a darme cuenta de la importancia de quererme cuando me había olvidado de hacerlo. Justo cuando peor estaba y me dedicaba a mendigar amor a otros para sentirme bien.

Mi falso bienestar dependía de la aprobación de los demás y de su estado ánimo. Si decidían valorarme y regalarme algún halago creía ser feliz, en cambio cuando me criticaban y menospreciaban me consideraba una fracasada. Sin saberlo entregaba las llaves de mi bienestar a cualquiera, olvidándome de mí.

A tanto llegué que terminé siendo aquella que otras personas querían y para mí era una completa desconocida. Ni siquiera sabía qué me gustaba, a dónde quería ir o cuáles eran mis sueños porque todo me lo decían. Me negaba a mí misma la oportunidad de conocerme, aunque la verdad es que ni siquiera sabía que esto era posible.

Un buen día exploté, a solas, pero lo hice. Al principio no sabía que me pasaba, solo sentía malestar y lloraba, pero con el paso del tiempo me di cuenta que fue una llamada de socorro a mí misma. A partir de ahí, comencé a ser consciente de que no podía seguir siendo alguien a medias y a expensas de lo que los demás pensaran. Me cansé de ser quien no era para que el resto estuviera bien y comencé a descubrirme poco a poco. Comencé a quererme.

Me quiero así, imperfecta pero auténtica

De repente fui consciente de que podía ser más independiente de lo que imaginaba, que mi opinión también era válida y que mis ojos eran bonitos. Me encantaba darme cuenta de que sabía actuar sin que otros me dieran su visto bueno (aunque créeme, me costó lo suyo…).

Me apreciaba, me preguntaba cómo estaba y si el día había aparecido nublado incluso me proponía hacer planes para hacer que saliera el sol. Ya no me hacía falta que otros me dijeran lo que valía porque yo, de manera autónoma, era capaz de reconocerlo; si me regalaban alguna crítica o no sabía hacer algo, no era de mí de quien dudaba.

Aprendí a amar mis defectos e intentar mejorarlos y a valorar mis logros y habilidades, y con ello abandoné el obsesivo pensamiento de ser perfecta para gustar a todos. Ahora, amo mis imperfecciones porque de otra manera sería como amputar una parte de mí… Me quiero para poder mostrarme auténtica ante ti y no fingir ser quien no soy.

Me quiero para evitar que me rescates

Seguro que te preguntarás qué tiene que ver todo esto con quererme para poder quererte, pero es necesario que lo sepas porque así comprenderás como podía haber sido mi relación contigo cuando ni yo daba un duro por mí misma.

Si no me quiero colocaría en ti la obligación de recordarme quién soy y de estar constantemente saciando mis dudas sobre tu amor y mi desconfianza. Serías tu el responsable de cómo me siento o al menos es cómo yo lo percibiría y actuaría en consecuencia. Tendrías que rescatarme cada vez mis inseguridades aparecieran en escena para cuestionar mi valor.

No sería un amor sano, sino más bien nuestra relación sería el intento de curar mis heridas. Con esto no digo que cuando me encuentre mal no me aportes tu calor o me ofrezcas tus brazos como refugio, sino que tú no eres el responsable de recordarme cada día quién soy y cuánto valgo para que yo pueda sentirme bien. Esta es mi tarea.

Me niego a que seas el que paga por los fantasmas de mi pasado. Por eso necesito tiempo para quererme, para ubicar mis miedos y mis vulnerabilidades y no arrastrarlos para que nos perjudiquen. Porque no tienes que rescatarme ni salvarme de mis vacíos, no eres mi salvador.

Me quiero para darte lo mejor de mi y no responsabilizarte de mi malestar. Me quiero porque mi propósito es crecer contigo.

Lo que quiero es compartir mi camino contigo desde la confianza y el entendimiento para construir un amor lejos de la necesidad y seguir creciendo. Por eso antes de quererte, me quiero. Porque no quiero perderme en la relación sino perderme contigo.

viernes, 29 de noviembre de 2019

¿Cómo afecta la inseguridad laboral a la salud?

Durante los últimos años, muchos países han sufrido una recesión económica, fruto de los altibajos del sistema económico. Uno de los resultados más frecuentes es la inseguridad laboral. La disminución de trabajos fijos y el aumento de los contratos a media jornada, o por horas, afecta a la población activa que se encuentra en rangos de edad bajos y altos. Unos se ven afectados por falta de experiencia, mientras que otros son discriminados por su edad.

Esta situación produce inestabilidad en las vidas de muchas personas, impidiendo en muchos casos el desarrollo profesional que desean, o bien retrasando la llegada de hijos, la compra de una casa o un viaje soñado… En la mayoría de los casos, la frustración que produce la inseguridad laboral afecta a la salud, tanto física como psicológica.

¿Qué provoca inseguridad laboral?

La inseguridad laboral puede estar provocada por diferentes factores. Los salarios bajos, por ejemplo, impiden en muchos casos satisfacer las necesidades básicas, dando lugar a situaciones de estrés cada vez que hay que afrontar un gasto de dinero. La relación entre el trabajo y los intereses del trabajador también es un factor importante, ya que aquellos que no trabajen para lo que han estudiado o para lo que son aptos consideran su trabajo como poco satisfactorio. Los contratos de baja calidad (poca duración, media jornada partida, o incluso horas aleatorias) también afectan enormemente a la ansiedad del individuo.

La ansiedad es el resultado de una sobreexposición al estrés o bien de un excesivo número de expectativas negativas sobre el futuro. Esta se manifiesta cuando los niveles de cortisol en sangre aumentan significativamente de forma mantenida en el tiempo. Esta situación puede desembocar en el desarrollo de enfermedades, en una baja calidad del sueño o en otro tipo de trastornos.

Por otro lado, el estrés puede ser consecuencia de unas malas condiciones de seguridad en el entorno laboral. Los trabajos relacionados con la construcción tiene todavía una alta tasa de mortalidad, lo que ocasiona estrés entre sus trabajadores. Estos, en muchos casos, se sienten expuestos a peligros que oscilan entre la carga de maquinaria u objetos pesados y la exposición a agentes químicos o muy calientes. También podemos encontrar peligros en la estructura de las construcciones, donde no hay arneses de seguridad. O también en las minas, donde los trabajadores se exponen a gases tóxicos y a la falta de oxígeno.

La solución a la inseguridad laboral

Es evidente que la correcta financiación de los proyectos que intrincan más peligros es muy necesaria. Esta inyección económica se traduce en mejor maquinaria, vestuario apropiado a las condiciones de trabajo o sindicatos mejor financiados para beneficio de los trabajadores.

En la mayoría de los casos, sobre todo cuando se trabaja por cuenta ajena, el trabajador apenas puede influir en estas decisiones económicas, lo que puede generarle un sentimiento de insatisfacción aún mayor. Por ello, las afiliaciones a grupos sindicales relacionados con el trabajo que se desempeña pueden ser beneficiosas.

¿Qué podemos aportar a la situación?

Como individuos, no podemos ejercer demasiada influencia en cuestiones económicas, por lo que nuestro ámbito de actuación se reduce al individual y colectivo. Así como a nivel colectivo lo más eficiente es conformar un grupo que comparta las ideas en cuanto a necesidades y mejoras del espacio laboral; a nivel individual, podemos enfrentarnos de forma saludable al estrés o la ansiedad experimentados.

  • Identificar la causa de la inseguridad: como hemos visto, no todas las causas de inseguridad laboral son iguales. Pueden deberse a maquinaria ineficiente, pero también a relaciones tóxicas o incluso acoso laboral. Antes de proceder a actuar, es importante identificar la causa de nuestra ansiedad, ya que requerirá una solución u otra.
  • Establecer prioridades: los niveles de estrés de una persona sometida a la inseguridad laboral son más elevados que los de otras personas. Intentaremos entonces evitar otras situaciones de estrés innecesarias. Hay elementos en nuestra vida que no son necesarios ni fundamentales, por lo que debemos alejarnos de ellos para conservar la calma.
  • No excedernos con la autocrítica: existen resultados en nuestro trabajo que no solo dependen de nosotros. Aceptar que no siempre es alcanzable la perfección nos ayudará a relajarnos. En ocasiones somos nuestros peores críticos.
El pensamiento positivo nos ayudará a afrontar situaciones como esta. Buena parte de nuestro estrés es controlable si sabemos cómo hacerlo. No obstante, si nos encontramos ante una situación extrema, quizá sea el momento de plantearse si merece la pena seguir perdiendo calidad de vida y pedir ayuda. ¡Atrévete a cambiar para mejorar tu salud!

jueves, 28 de noviembre de 2019

Control estimular en adicciones

Describimos en detalle la técnica del control estimular y exponemos las formas más comunes de llevarla a la práctica en terapia.

El control estimular en las adicciones es una de las técnicas fundamentales de cara a conseguir el difícil -pero posible- objetivo de abandonar un hábito destructivo.

Dicen que muerto el perro, se acabó la rabia, y aunque pueda parecer algo simple, este es básicamente el objetivo que tienen las técnicas de control estimular, encaminadas a eliminar aquellos estímulos que pueden desencadenar la conducta adictiva. Aunque en este artículo nos vamos a centrar más en las adicciones, el control de estímulos se puede realizar en el contexto de cualquier hábito destructivo.

Esta técnica se enmarca dentro de las técnicas de tipo conductual y en concreto de autocontrol. Suponen una acción concreta encaminada a eliminar, sustituir o modificar estímulos que pueden llevarnos a la respuesta que deseamos eliminar.

Como hemos expresado más arriba, la técnica, en sí, es bastante simple: solamente hay que hacer cambios en los antecedentes para evitar caer en la conducta.

Sin embargo, el hecho de que sea simple no implica que sea sencillo conseguir resultados con ella. Eso sí, si tanto terapeuta como paciente son capaces de llevarla a cabo de manera adecuada, con empatía por una parte y compromiso por otra, los resultados de éxito están prácticamente garantizados.

Por un lado, el terapeuta debe ser empático con la persona que tiene en frente; eso sí, sin perder el contacto con la realidad. No todos los estímulos deseables de suprimir o modificar son susceptibles de hacerlo, por lo que habrá que encontrar alternativas.

Por otro lado, el paciente tiene que estar muy motivado y convencido de que quiere cambiar. Si la persona está, según el Modelo de Prochaska y Di Clemente, en el estadio precontemplativo o contemplativo, será difícil que lleve a cabo el control estimular. El paciente tiene que haber tomado una decisión y comprometerse a llevar a cabo las pautas expuestas por su terapeuta.

Formas de llevar a cabo el control estimular

Existen multitud de formas de llevar a cabo el control estimular, desde eliminar directamente el estímulo que precipita la respuesta hasta hacer cambios fisiológicos dentro de nuestro organismo. Sea como sea, el terapeuta tendrá que asegurarse de que el paciente es capaz de realizarlo y que el acto es factible de llevar a la práctica.

Este último punto, por lo tanto, dependerá mucho del caso, de los recursos con los que cuente la persona, apoyo social, autocontrol, motivación, etc.

En este sentido, sabemos que es mucho más exitoso trabajar sobre los primeros eslabones de la cadena conductual. Es decir, si sufro dependencia emocional hacia una persona y el hecho de llamarla depende sobre todo de que consuma alcohol, es mejor trabajar antes sobre la conducta de beber que sobre la conducta de evitar la llamada.

Algunas formas en las que se puede llevar a cabo un control estimular son:

  • Eliminar estímulos antecedentes. Esta opción se lleva a cabo, sobre todo, cuando la conducta adictiva es bastante grave y la persona carece de habilidades de autocontrol. Por ejemplo, en una situación en la que el paciente está intentando dejar de fumar y siempre que toma café, necesita acompañarlo de un cigarro. En este caso, deberíamos aconsejar eliminar el café totalmente, ya que aquí sí que habría mucho más autocontrol por su parte y además evitaríamos el cigarro asociado a esa situación.
  • Disminuir estímulos antecedentes. Esta forma de control estimular la llevaríamos a la práctica cuando el paciente tiene cierto autocontrol y además no podemos eliminar de manera radical los estímulos antecedentes. Por ejemplo, en un caso en el que el paciente siente que cada vez que sale a la calle, aparece un impulso muy fuerte de comprar o adquirir objetos. En este caso, es más realista pedirle al paciente que deje en casa las tarjetas de crédito y que salga con menos dinero en efectivo. No sería realista decirle que cancele su tarjeta o que salga sin dinero en absoluto.
  • Retrasar la conducta. Otra forma bastante eficaz de hacerle frente a la conducta adictiva es comprometiéndose en retrasarla. Muchas veces sentimos un fuerte impulso de ir a la nevera y coger ese chocolate que parece llamarnos. En este caso, debemos tomar la decisión de no ir, al menos en los próximos 20 minutos. A la vez, es importante, hacer una conducta alternativa para distraernos. Si este compromiso lo cumplimos, hay muchas posibilidades de que, pasado ese tiempo, el impulso haya descendido en intensidad.
  • Hacer cambios a nivel fisiológico. Por último, una buena opción para no caer en la trampa adictiva es realizar cambios en nuestro propio organismo. Existe un caso de control estimular para casos graves de alcoholismo. Se trata del fármaco Disulfiram o Antabuse. El paciente alcohólico toma el fármaco y la acción que realiza este en su organismo es la de suprimir la enzima que se encarga de metabolizar el alcohol (aldehido-deshidrogenasa).

Por lo tanto, lo que va a ocurrir es que el paciente va a tener una reacción a la sustancia sumamente desagradable, con vómitos, taquicardias, sudoración, etc.

Al margen de este caso extremo de control estimular, otro ejemplo de utilizar los cambios que se dan a nivel fisiológico podría ser hacer la compra tras haber almorzado, sin hambre, para evitar comprar productos hipercalóricos.

Conclusiones sobre el control estimular en adicciones

El control estimular en adicciones es una técnica muy efectiva si se lleva a cabo de manera apropiada. No obstante, es difícil que solo con ella se llegue al abandono total de la sustancia. Por lo tanto, el control estimular debe combinarse con otras técnicas para maximizar el tamaño del efecto.

En adicciones, algunas de las técnicas con las que puede compatibilizarse son las técnicas cognitivas, destinadas a cambiar las creencias erróneas que puede tener el paciente sobre su problema. Por otro lado, también puede trabajarse junto a otras técnicas, como la relajación, para sobrellevar mejor el síndrome de abstinencia o el mindfulness.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Más allá del pánico: los trastornos de ansiedad

Los trastornos de ansiedad son un grupo de afecciones variadas que no se limitan a los ataques de ansiedad o de pánico. Existe, por ejemplo, la fobia social o el trastorno de ansiedad por separación cuyo mecanismo es muy parecido, aunque los elementos ansiógenos son diferentes. En el siguiente artículo explicamos cuáles son y cómo diferenciarlos.

La ansiedad es un elemento común en la vida de muchas personas. En algunas, esta es controlada, en otras desgraciadamente termina produciendo una alteración que podríamos englobar dentro de los llamados trastornos de ansiedad.

Así, puede constituir la energía del motor que lleva a las personas a llevar a cabo conductas y tareas orientadas a la acción y a la consecución de objetivos; en otras, la ansiedad se ha disparado a través de pensamientos irracionales, estilos atributivos y conductas poco funcionales que implican una reducción del bienestar y de la calidad de vida.

A raíz de la prevalencia de la ansiedad en la población general, son muchos los que conocen cómo funciona o cómo se expresa. De hecho, la mayoría de las personas podrían reconocer un ataque de ansiedad o un trastorno de ansiedad generalizada. Esto, aunque muy positivo para el abandono de los estereotipos, puede inducir al error: no existe un único tipo de trastorno por ansiedad, y de hecho, esta se encuentra presente en muchas otras afecciones.

En el presente artículo se explican cuáles son los diferentes trastornos englobados dentro del grupo de «trastornos de ansiedad», recogidos en el DSM-5.

Trastorno de ansiedad por separación: no solo afecta a los niños

El trastorno de ansiedad por separación es una afección recogida dentro de los trastornos de ansiedad que muchos solo atribuyen a los niños. No solo ellos pueden sentir ansiedad ante la separación, y existen criterios diagnósticos diferentes, dependiendo de si se es adulto o niño.

En el caso de los adultos, este miedo, ansiedad o evitación tiene que haber estado presente durante 6 meses para poder diagnosticar este trastorno; en el caso de los niños y adolescentes, tan solo 4 semanas.

El trastorno de ansiedad por separación se refiere a un miedo muy intenso y persistente a separarse de una persona con la que se tiene un vínculo muy estrecho. Esta ansiedad ante la separación suele manifestarse clínicamente en estados de ánimo, conductas o cogniciones irracionales que suelen producir mucho malestar en la persona que los sufre.

Esta puede evitar ir a lugares solo, sin la persona con el vínculo; tener pensamientos obsesivos y recurrentes acerca de la propia separación y síntomas físicos ante la posible separación (o, algo muy característico, la anticipación de la separación).

En el caso de los niños y adolescentes, el funcionamiento es el mismo, aunque los niños pueden somatizar su ansiedad a través de pesadillas, miedos nocturnos o síntomas somáticos. Es muy común que, ante una posible separación, el niño sienta náuseas, tenga dolor de tripa…

Fobia específica: la ansiedad más focalizada

Todos conocemos a una persona con fobia a las arañas o a los aviones. En algunos casos, las personas usan la expresión «tener fobia a» como sinónimo de miedo o asco, aunque esto no es del todo así. Una fobia, entendido como un trastorno de ansiedad, conlleva una ansiedad intensa y persistente ante el elemento fóbico.

La ansiedad es inmediata e invariable, siempre aparece. Los elementos fóbicos a veces son soportados con gran malestar y angustia, pero otras veces se evitan. Las fobias, por tanto, funcionan a partir de un claro mecanismo de ansiedad-evitación-ansiedad.

Cuando las fobias son hacia una araña o un perro, la persona es capaz de manejar su cotidianeidad de forma normal. No es un gran impedimento tener fobia a las arañas. No obstante, hay personas que pueden desarrollar una fobia ante elementos como aviones, coches, el metro, a la propia acción de tragar algo, a quedarse dormido… Estos elementos fóbicos sí son más problemáticos puesto que dificultan el día a día de las personas.

Trastorno de ansiedad social: la fobia social

El trastorno de ansiedad social recoge una fobia que implica elementos cognitivos muy marcados: la fobia social. En ella, la persona siente una angustia y un terror intensos ante —o la anticipación de— una situación social. En esa situación social, la persona con fobia social teme someterse al examen de los demás, y que sean valorados negativamente y o no aceptados.

Al temer ser rechazados, las personas con fobia social suelen evitar esas situaciones. Esto provoca que no se expongan a esa ansiedad, pero también puede hacer que se resienta la densidad o calidad del círculo de apoyo (aislamiento). Este trastorno no debe ser confundido con la fobia a hablar en público, puesto que esta es concreta en esa situación y no en el resto de situaciones sociales.

Agorafobia: cuando vivir es angustiante

La agorafobia es una afección muy característica dentro de los trastornos de ansiedad. Las personas con agorafobia sienten un miedo muy intenso ante situaciones que no se encuentran dentro de zona segura.

Pueden aparecer en autobuses, en una calle poco o muy transitada, de camino a casa, en lugares cerrados… Hay personas con agorafobia que no temen, por ejemplo, a un autobús concreto, puesto que ese es el que suelen utilizar y se encuentra incluido en su zona de confort.

La evitación también forma parte de las estrategias que aplican las personas con agorafobia para no sentir esa ansiedad y ese miedo: dejan de ir en autobús, dejan de ir al centro de la ciudad… Las personas evitan esos lugares por el terror a no poder huir si se es necesario, por el miedo a no recibir ayuda en el caso de que aparezcan síntomas (como un ataque de ansiedad o pánico), a sufrir o a que les pase algo o les hagan daño.

Trastorno de ansiedad generalizada: cuando pensar es angustiante

El trastorno de ansiedad generalizada es, de entre los trastornos de ansiedad, el más conocido. En este caso, las personas con TA generalizada sienten una ansiedad y preocupación excesiva por diversos acontecimientos que provocan una sobreactivación fisiológica.

La ansiedad generalizada es una ansiedad clínicamente significativa que impide a la persona llevar a cabo su cotidianeidad de forma normal. La ansiedad les paraliza, la evitación les ahoga y los pensamientos irracionales no paran de acumularse, dificultando cada vez más el funcionamiento «normal» en áreas sociales, familiares y laborales.

Los trastornos de ansiedad expuestos anteriormente no son los únicos que existen. En el DSM-5 aparecen otros como mutismo selectivo, trastorno de angustia —anterior trastorno de pánico— o trastornos de ansiedad inducidos por sustancias, medicación o una enfermedad médica. Es útil conocer los diferentes tipos de afecciones ansiógenas que existen porque no toda reacción ansiógena es un ataque de pánico, y la ansiedad en líneas generales puede ser concretizada cuando el malestar clínico lo requiere.

El tratamiento o abordaje de una persona con, por ejemplo, fobia social será muy distinto del de una persona con trastorno por separación. La etiqueta global de «ansiedad» puede dificultar el diagnóstico diferencial y conducir a error, de manera que el desglose de los trastornos de ansiedad se torna útil; no solo para la práctica clínica, sino también en la aproximación de esta última al resto de personas que no tienen por qué tener nociones de psicología.

martes, 26 de noviembre de 2019

Aprende a validar tus opiniones y sentimientos

¿Qué puede ocurrir cuándo una persona pierde completamente el control de qué contar y no en su vida? ¿Qué consecuencias puede traer «la promiscuidad emocional»? ¿La elección de cercanos para guiarnos puede mermar nuestra autoestima?

En la vida, cuando tienes una opinión, es enriquecedor escuchar la de otros, ya sea por añadir aspectos que desconocías a tu opinión propia, que pase a ser una opinión menos fuerte ante ciertas evidencias o reafirmarla si encuentras muchos argumentos a su favor.

Una opinión es eso, es algo personal pero también de carácter social

El problema aparece cuando necesitamos también validar lo que sentimos y pensamos ante los demás.

Porque es nuestra parte más íntima y solo nosotros sabemos su causa y desarrollo. De esta manera, tendremos que trabajar con nosotros mismos para que no nos impida seguir adelante, con nuestras metas.

Solo nosotros conocemos todo de nosotros mismos, así que es mejor tener un diálogo con nuestro yo interior para validar ese sentimiento y darle el lugar en tu historia que crees que debe tener.

Eso te ayudará a construirte y no a ser un mero molde que los demás pueden transformar a su antojo porque tú dejas que sean ellos los que hagan ese trabajo, como si no tuvieras la suficiente confianza en ti como para hacerlo.

Te expones a un juicio público innecesario, que puede dañar aun más tu sensibilidad y realizar conductas límite que te hagan daño, ya que eso es lo que crees que mereces.

 ¿Cuál es la consecuencia clínica más clara que refleja la ausencia de validación personal?

Lo podemos observar en un trastorno que cada vez se diagnostica más: el trastorno límite de la personalidad.

Las personas que sufren de este trastorno no sienten que sus acciones sean entendidas, buscan a toda costa reconocimiento social, tienen una sensación crónica de vacío y uno de los aspectos más disfuncionales que llevan a la aparición de este trastorno es querer validar a toda costa lo que piensan y sienten, como si ellas mismas no fuesen capaces de hacerlo.

En la película «La herida» podemos ver ese proceso lento y angustiante de como una persona está atrapada por sus relaciones sentimentales porque no es capaz de poner límites, de cerrar etapas, de experimentar dolor en silencio.

La validación no es igual al narcisismo, es algo que fomenta nuestra individualidad ante el mundo y solo así podremos desenvolvernos en él.

En cambio, nuestras ideas y opiniones acerca de la sociedad y su validación o debate ante los demás, nos enriquece, nos activa, y pueden explorarse minuciosamente sin salir dañados.

Entiende que tu dolor y sentimientos son así, es muy difícil a veces cambiarlos y entenderlos; debes caer en la cuenta que miles de personas los experimentan a diario como seres humanos en un mundo poco agradable a veces.

Así que, en la medida de lo posible,  no necesitas que nadie los escuche si no tiene sentido para ti.

Como decía Greta Garbo:

«Hay muchas cosas en su corazón que nunca se pueden decir a otra persona. Son ustedes, sus alegrías y tristezas privados, y no se pueden contar. Usted se abarata a sí mismo, cuando las dice»

lunes, 25 de noviembre de 2019

Aquello que tú me haces sentir

En ocasiones nos podemos sentir mal con nosotros mismos. Forma parte de la vida. En ese intento de dar explicación a ese malestar, a veces podemos identificar a otra persona como aquella que provoca lo mal que nos sentimos.

Pero, ¿Te has detenido a analizar objetivamente el porqué esa persona hace que nos sintamos mal? Está claro que hay acciones (u omisiones) de los demás que nos molestan y nos hacen daño. En ese caso, comunicar la problemática con la persona implicada es la mejor forma de evitar problemas en el futuro.

En última instancia, expresar tu molestia o desagrado es lo que puede hacer que la persona involucrada pueda empatizar contigo. Ambos podéis llegar a acuerdos constructivos, tener la oportunidad para defender derechos e inquietudes personales y, lo más importante, que pueda evitar problemas futuros.

Hablando se entiende la gente

Un error muy habitual a la hora de expresar nuestra molestia a otra persona es la elección del momento. Error cuando esas palabras se expresan en un instante en el que tenemos una alta activación.

Estando bajo el control de la rabia y la indignación no estamos en la mejor posición ni en el mejor momento para analizar lo que ha pasado de una manera objetiva. Y mucho menos para señalar culpables directos de lo mal que nos sentimos y de tener en cuenta todas las causas que te han llevado a sentirte y pensar así.

Recuerda que siempre tienes la opción de comunicar a la persona con la que te sientes molesto tu petición de aplazar la conversación para más tarde pero, también recuerda, que no se quede en el tintero.

Cuando se trata de comunicar, las cosas no dichas son un problema en sí mismas: enquistan el problema, nos hacen sentir cada vez más irritados y negamos la posibilidad a la otra persona de advertir y reparar aquellos comportamientos que te hacen sentir de esa manera.


Una buena receta para superar malos tragos y establecer acuerdos es una conversación en un momento agradable, un entorno tranquilo y un abrazo de complicidad.

Cómo afrontar la conversación

¿Quiere decir esto que debemos andar quejándonos a cada instante? No hasta este punto. De hecho a la hora de hacer una crítica o pedir un cambio de comportamiento debemos recordar que hay determinadas cuestiones que pertenecen al ámbito privado de la otra persona.

Si esa persona no quiere modificar esas cuestiones y, objetivamente, no atenta contra tus derechos ni a los de otros es solo responsabilidad del que las lleva a cabo decidir cambiarlas o no.

Pero ¡ojo! , no nos podemos escudar ni aceptar al recibir una queja o petición de otra persona en el “yo soy así”. Si el cambio es viable, no atenta contra tus valores y realmente crees que puede hacer que mejore la relación y puedas crecer o aprender siempre es una buena opción para ponerte a prueba.

Como siempre, el secreto está en el punto medio y en no utilizar a los demás como espejo. Una cosa son nuestros problemas y otra distinta la influencia que los demás tienen en ellos.

Los espejos son interpretaciones que hacemos acerca de pensamientos, conductas, emociones y situaciones. Pero los reflejos pueden ser engañosos y estar empañados por nuestra historia previa, nuestro malestar propio y la visión del mundo que nos forjamos.

¿Es entonces aquello que tú me haces sentir o mi interpretación de aquello que siento?

La cuestión es hablarlo para conocer la intencionalidad real (si la hubo) de la otra persona, pues podríamos estar pasando por nuestro propio filtro lo que los demás dicen o hacen (o no dicen ni hacen).

Es importante analizar con detenimiento y de forma honesta: ¿Qué pruebas objetivas hay a favor de aquello que pienso y me hace sentir de esta forma? ¿Qué pruebas en contra? ¿Qué otros problemas están empañando los reflejos?.

Recordad: no leemos mentes, por tanto, no podemos ser conscientes de todo lo que ocurre en la cabeza de los demás. Hay mucho detrás de cada historia, por ello, no nos quedemos en la superficie del cuento e intentemos no juzgar por una sola frase al escritor, narrador y personajes. Seamos lectores sin prejuicios.

domingo, 24 de noviembre de 2019

La intervención social en las etapas del duelo

Oímos hablar de la terapía en muchos ámbitos de la vida pero, ¿qué hay de la intervención en el proceso del duelo?

Todos hemos vivido alguna vez la pérdida de alguien cercano y querido. Aunque el concepto y las actitudes sobre la muerte han ido cambiando con el paso de tiempo, enfrentarse a la marcha de un ser querido siempre es difícil, sobre todo cuando esta es inesperada o traumática.

En ocasiones, es necesario recibir apoyo para superar este trance. Ya que, aunque todos, en mayor o menor medida, estamos preparados para afrontar estas situaciones, a veces podemos estancarnos en el proceso. Por eso, la formación de profesionales para la intervención social en las etapas del duelo es primordial.

Así, podríamos decir que el duelo es un proceso que experimentan las personas a raíz de la pérdida de alguien o algo querido (Moreno, 2002). Por lo que este proceso es una manifestación normal ante estas situaciones. Las reacciones sentidas son de tipo físico, emocional y social que pueden oscilar desde un sentimiento transitorio de tristeza hasta una desolación completa, que, en los casos más graves, puede durar años e incluso toda la vida. (Raphael, citado en Echeburúa y Corral, 2001).

Etapas del duelo

Si bien es cierto, se podría decir que es diferente y único en cada persona, así como dinámico por las diferentes etapas que se conocen. Las etapas que nos presentó la psiquiatra Kubler-Ross (1969) son las siguientes:

  • Negación.
  • Ira.
  • Negociación.
  • Depresión.
  • Aceptación.
Es importante señalar que, aunque es habitual vivir esas etapas, hay ocasiones en las que la sintomatología y características que van adoptando el proceso nos permite hablar de «duelo patológico«. Este se caracteriza, principalmente, por la intensidad y la duración de la reacción emocional. Como características en contraposición con un duelo normal, según Echeburúa y Corral (2001), nos encontramos:


  • Mayor intensidad de los síntomas.
  • Duración de la reacción más allá del año de la pérdida.
  • Aparición de síntomas impropios de un duelo normal: alucinaciones, ideas delirantes, aislamiento social, alteraciones del sueño y del apetito, etc.
Intervención social en las etapas del duelo

Respecto a la intervención social en las etapas del duelo, primeramente debemos recordar la importancia de un conocimiento previo de los tipos de duelo, sus causas y sus consecuencias. Aunque las experiencias vitales puedan ayudarnos a comprender la situación que viven al enfrentarse a la pérdida de un ser querido, esta nunca debería ser garantía para una buena práctica.

Así, cabe destacar dos vertientes a la hora de intervenir: asesoramiento o consejería del duelo y terapia del duelo.

Asesoramiento como intervención social en las etapas del duelo

Los objetivos alcanzables con este nivel de intervención serían los siguientes (Worden, citado en González, 2011)
  • Facilitar la información adecuada entorno al proceso de duelo.
  • Ayudar a completar asuntos inacabados con el fallecido.
  • Incrementar la realidad de la pérdida, tratando de evitar o superar la negación.
  • Ayudar a manejarse con las emociones expresadas y con las latentes. Facilitar la expresión emocional.
  • Contribuir a superar los obstáculos que dificulten el reajuste tras la pérdida.
  • Colaborar en dar una despedida adecuada y en la reanudación de una vida normal.
Además, este tipo de intervención también debe centrarse en ayudar al familiar a hacer real la pérdida, a identificar y expresar sentimientos, a ayudar a vivir sin el fallecido y a integrar la pérdida en la historia personal. También para dar tiempo para asumir la pérdida, dotando de estrategias de afrontamiento al allegado sin olvidar el apoyo y seguimiento continuo que permita identificar posibles conductas patológicas.

Terapia de duelo

Este modelo, más especializado, requiere de un mayor conocimiento. Desde este tipo de intervención se busca favorecer la elaboración del duelo para así evitar posibles complicaciones en el proceso. Siguiendo al mismo autor citado anteriormente, debemos basarla en identificar y resolver los conflictos de la separación que imposibilitan la realización de las tareas correspondientes en personas cuyo duelo no aparece, se retrasa, es excesivo o prolongado. Por todo esto, la intervención social en las etapas del duelo desde esta perspectiva sería adecuada en estos casos:
  • Duelo complicado con manifestación de duelo prolongado.
  • El duelo se manifiesta a través de un síntoma somático o enmascaramiento.
  • El duelo se manifiesta con una reacción exagerada.
Aunque la muerte es algo inevitable, afrontar el dolor y el sufrimiento que ocasiona a veces es muy complicado. Es difícil ver el lado bueno de las cosas cuando sucede algo así, pero todo lo que nos ocurre en la vida nos enseña lecciones muy importantes.

Como dice Bermejo (2005), el duelo quizá reclame nuestra verdad más grande y hermosa: el valor del amor. Y nuestra verdad más trágica: la soledad radical que nos caracteriza. La muerte de un ser querido nos confronta irremediablemente ante el misterio de la vida y nos recuerda nuestra propia finitud física. Nos impone silencio; y el silencio vacío; y el vacío, reflexión inevitable.

En definitiva, la superación del duelo es equilibrio, es saber adaptarse a las circunstancias de la vida. Es resiliencia y es reflexión. No es cuestión de olvidar, se trata de aprender a vivir con la ausencia.

sábado, 23 de noviembre de 2019

3 tipos de estrategias de aprendizaje

El aprendizaje significativo depende tanto del proceso de enseñanza como del modo en que los alumnos procesen dicha información. Así, si hay algo por lo que se han preocupado siempre los psicólogos educativos  es por optimizar al máximo ambas dimensiones, por hacer de esas dinámicas en las aulas escenarios más ricos, productivos y válidos para todos.

El objetivo principal de las estrategias de aprendizaje es por tanto lograr que los alumnos se conviertan en aprendices más eficaces. La exploración y la investigación en este campo nos ha dotado siempre de diferentes maneras para conseguirlo. Las tres estrategias de aprendizaje más famosas son las mnemotécnicas, las estructurales y las generativas. Son enfoques que sin duda nos serán conocidos a todos nosotros porque las hemos usado en más de una ocasión.

Asimismo hay algo que no podemos olvidar. Pocos desafíos son tan relevantes como diseñar un plan de estudio en un centro educativo con las estrategias de aprendizaje que se aplicarán en ellas. Definirlas y hacer uso de las más adecuadas para los alumnos es algo de gran trascendencia y que vale la pena conocer.

Estrategias mnemotécnicas

Las estrategias mnemotécnicas son sin duda las más clásicas. Este tipo de enfoque ayuda a los estudiantes a memorizar contenidos como hechos o términos específicos. Por ejemplo, son útiles a la hora de recordar capitales, fechas importantes, vocabulario de un idioma, etc. Así, algo que todos sabemos es que cuando es necesario memorizar datos sin significado, no hay mejor opción que las estrategias mnemotécnicas. ¿La razón? Nos ofrecen un medio para establecer algún grado de significación.

La validez de estas técnicas ha sido ampliamente validada, razón por la que llevan utilizándose durante muchísimo tiempo. El psicólogo Paivio explicó que estas técnicas funcionan debido a tres razones:

  • Codificación dual: muchas de estas estrategias suponen el empleo de códigos no verbales (imágenes) junto a códigos verbales (palabras). Lo que supone que el mismo contenido esta codificado de dos maneras distintas. Según los principios conexionistas esto facilitaría el acceso a la información.
  • Organización: otra forma de funcionamiento de estas estrategias es crear un contexto coherente donde encajar la información. Esto permite tener la información relacionada entre ella, en lugar de estar fragmentada. Por ejemplo nos es más fácil recordar una lista de palabras si formamos una frase con ellas.
  • Asociación: la formación de relaciones intensas entre elementos también es una opción para el aprendizaje significativo. Las asociaciones intensas ayudan, debido a que cuando se ve un elemento de los dos, el otro se recuerda fácilmente.

Un ejemplo de estrategia mnemotécnica es el método de la palabra clave. Este método tiene una fuerte utilidad a la hora de aprender vocabulario conflictivo en un idioma extranjero. Consiste en una vinculación fonética e icónica, para una explicación detallada.

Por otro lado, cabe decir que es muy común que este tipo de enfoque basado en la memorización tenga alguna que otra crítica. Sin embargo, estudios como el publicado en el Journal of Experimental Child Psychology y llevado a cabo en la University of Michigan, nos indican que es un pilar básico en los procesos educativos. Es un modo de potenciar la memoria y de asentar conocimientos. Si bien, es necesario eso sí, que se combine con otras estrategias educativas.

Estrategias estructurales

El segundo tipo de estrategias educativas son las estructurales. Su función es estimular el aprendizaje activo al alentar a los alumnos a seleccionar mentalmente elementos relevantes de la información y relacionarlos entre sí en una estructura. Aquí nos encontramos con las técnicas de confección de mapas conceptuales, diagramas de flujo o esquemas, etc.

Obviamente, no es suficiente con que el profesor diga al alumno que debe hacer esquemas y resúmenes. Estos solo serán útiles si el estudiante sabe cómo realizarlos. Por ello es interesante y productivo que los profesores instruyan a sus alumnos acerca de su realización. El aspecto más difícil de esta formación es enseñar a detectar los aspectos más relevantes o significativos de un texto o exposición.

El efecto que tienen estas técnicas en el aprendizaje se deduce rápidamente. Cuando organizamos el material en pequeñas ideas muy relacionadas entre sí, es más fácil acceder a él. También al crear asociaciones intensas entre esas ideas, será más fácil acceder al resto de información en nuestra memoria.

Los datos y las investigaciones, como la llevada a cabo en la Universidad de Melburne nos muestra que aquellos alumnos que utilizan estas técnicas aumentan considerablemente su rendimiento. Además, ayudan a formalizar una comprensión auténtica de los contenidos, en lugar de un aprendizaje memorístico y superficial. Por esto, es interesante incorporar en las aulas estas estrategias de aprendizaje.

Estrategias generativas

Con las anteriores estrategias, hemos analizado formas de ayudar a los alumnos a recordar hechos específicos y a organizarlos en estructuras; es decir, son técnicas para enfrentarse a informaciones nuevas que deben ser aprendidas. Ahora bien, otro aspecto importante del aprendizaje es la integración de los contenidos nuevos con los conocimientos previos. Y aquí es donde entran las estrategias generativas.

E. Z. Rothkopf, un reconocido psicólogo educativo, denominó a aquellas actividades en las que el alumno produce conocimiento con el término «actividades matemagénicas». Ejemplos de ellas son tomar notas, subrayar, generar y responder a preguntas o repetir en voz en alta. Este tipo de actividades ayudan a la comprensión profunda gracias a que fuerzan a los alumnos a integrar su conocimiento.

Muchos psicólogos entienden el aprendizaje activo como la generación por parte del alumno de las relaciones entre las ideas. Por esta razón las estrategias generativas son una gran herramienta para lograr despertar en los alumnos ese tipo de aprendizaje. Instruir a los alumnos en cómo tomar notas o en cómo realizarse preguntas a sí mismos facilita en gran medida la comprensión profunda y la integración de los conocimientos adquiridos.

Como vemos, a lo largo del artículo hemos visto y explorado distintas estrategia de aprendizaje con gran potencial y utilidad en las aulas. La investigación científica de la instrucción y de la educación nos ayuda a lograr ese aprendizaje activo y profundo que buscamos en los alumnos. Sería un gran error no seguir las directrices y evidencias que nos aporta la psicología educativa.

Por otro lado y para terminar, si nos preguntamos ahora qué tipo de estrategia educativa es la más válida, cabe recordar algo esencial. No hay un enfoque más efectivo que otros: todos son útiles, necesarios y fiables. Educar es al fin y al cabo entender las necesidades de cada alumno y poner a su alcance las mejores respuestas. Así, cada perspectiva aquí mostrada forma parte del quehacer diario de los alumnos y profesores. Saber potenciarlos es clave para optimizar el aprendizaje.

viernes, 22 de noviembre de 2019

¿Podría una máquina de enseñar facilitar el aprendizaje?

¿Qué sucedería si una fusión de la informática y la psicología pudiera ayudarnos a entender más sobre cómo aprendemos? ¿Sería posible crear una máquina capaz de planificar lecciones ideales para cada alumno? Parece que esta meta comienza a hacerse realidad gracias al diseño de una máquina de enseñar.

La mayoría de nosotros hemos tenido experiencias en las que hemos luchado para aprender algo nuevo, pero también hemos vivido momentos en los que hemos aprendido algo casi sin esfuerzo. El aprendizaje humano es un proceso complejo.

Si una máquina pudiera ayudarnos a aprender sin esfuerzo, y además adaptando este proceso a nuestras características, quizás seríamos mucho más eficaces y productivos. Gracias a un equipo de investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison, este sueño está cada vez más cerca.

Diferentes profesores de los departamentos de ciencias de la computación y psicología educativa colaboran con el informático Xiaojin Zhu en su proyecto «la máquina de enseñar». El objetivo es abrir nuevos caminos en el campo del aprendizaje.

Aprendizaje automático

El aprendizaje automático es un subcampo bien establecido de la informática en el que los expertos desarrollan herramientas matemáticas para ayudar a los equipos a aprender de los datos y a detectar patrones. El alumno de la máquina (el equipo) es como un estudiante.

El objetivo de la máquina de enseñar es el desarrollo de modelos que serán de utilidad en el futuro cuando se pretenda tratar grandes conjuntos de datos, a menudo difíciles de manejar.

La máquina de enseñar utiliza matemáticas sofisticadas para permitir a los investigadores modelar estudiantes humanos reales e idear las mejores lecciones posibles para enseñarles. Por ejemplo, la máquina podría identificar el menor número de ejercicios necesarios para un estudiante en particular para que comprenda un concepto.

Si bien este trabajo se encuentra todavía en sus primeras etapas, tiene un inmenso potencial para impactar en la educación. Las aplicaciones de esta máquina podrían ir desde la individualización de los procesos de enseñanza o de evaluación, hasta la ayuda de alumnos con problemas y dificultades de aprendizaje. 

La máquina de enseñar: unión de la informática y la psicología

Timothy T. Rogers, profesor de psicología cognitiva en la Universidad de Wisconsin-Madison y uno de los colaboradores de Zhu, explica cómo la informática y la psicología se unen en el proyecto de la máquina de enseñar.

Roger afirma que para que el enfoque de la enseñanza de esta máquina sea viable, se necesita un buen modelo de comportamiento del alumno; es decir, es necesario comprender cómo este cambia debido a la influencia de los diferentes tipos de aprendizaje o experiencias prácticas. Además, el modelo tiene que ser computacional y debe ser capaz de hacer predicciones cuantitativas sobre la conducta del alumno. 

«En última instancia, esperamos que el trabajo puede ser utilizado para ayudar a los maestros a desarrollar planes y programas de estudio que promuevan el aprendizaje en una amplia variedad de campos» explica Rogers, citando las matemáticas, la ciencia y la lectura como ejemplos de ámbitos de aplicación. 

Por otro lado, también insiste en la importancia del esfuerzo para utilizar los modelos cognitivos de aprendizaje que puedan estar influyendo en los problemas del mundo real. Y que además están obligando a los investigadores a realizar nuevos e importantes avances en la comprensión de los procesos de aprendizaje en general. 

Sin embargo, dice Zhu que, a pesar de que esta idea es conceptualmente sencilla, resulta muy difícil de aplicar en el mundo real, tratándose de un tema de gran envergadura.

La relación entre informática y psicología

Tanto la psicología como la informática son disciplinas científicas que se enfocan en identificar las características particulares del tratamiento de la información, una en el ser humano y otra en la construcción de una herramienta capaz de emular el funcionamiento del cerebro: el ordenador.

Por otro lado, la psicología se distingue por tener varias áreas o enfoques de estudio, siendo la psicología cognitiva el más cercano a la informática. Se trata del enfoque que se centra conocer cuáles son los procesos a partir de los cuales obtenemos el conocimiento sobre el mundo, tomamos conciencia del entorno y de los resultados que obtenemos.

Además, desde la psicología cognitiva el interés se centra en comprender el funcionamiento y la naturaleza de los sistemas inteligentes, ya sean humanos o artificiales. Por esta razón se propone la analogía entre la mente y el ordenador. No obstante, la similitud entre ambos es bastante obvia. De ahí que los investigadores sobre el tema y sobre todo aquellos centrados en la Inteligencia artificial traten de trasladar las ideas, creencias e hipótesis sobre cómo funciona la mente al ordenador. Al igual, que los psicólogos de esta rama utilizan el modelo del ordenador para realizar sus hipótesis e interpretaciones teóricas.

Como vemos, informática y psicología están íntimamente relacionados con el objetivo de conocer más profundamente los entresijos del funcionamiento de la mente humana. Una relación que sin duda dará que hablar y que puede aportarnos mucho tanto para el avance tecnológico como personal y social.


jueves, 21 de noviembre de 2019

Técnica del pie en la puerta

La técnica del pie en la puerta es una de las técnicas de manipulación social más conocidas. En muchas ocasiones hemos sido víctimas de ella sin percatarnos. Así pues, ¿en qué consiste esta técnica?

Llaman a la puerta de casa para pedirnos un donativo destinado a una asociación benéfica que lucha contra una enfermedad rara. Quizás digamos que en ese momento no tenemos dinero. Ahora imaginemos que llama de nuevo la misma asociación para regalarnos un pin. Nos piden que llevemos ese pin durante una semana para concienciar a la sociedad de la importancia de conseguir fondos para luchar contra la enfermedad. A las dos semanas vuelven y nos piden un donativo. Existe una gran probabilidad de que lo demos. Nos acaban de aplicar la técnica del pie en la puerta.

Existen muchas técnicas psicosociales para manipularnos sin que seamos conscientes de ello. De hecho, el trabajo de algunas personas es el de diseñar tácticas para obtener un beneficio concreto sin que nos demos cuenta. La técnica del pie en la puerta es una de las más conocidas y más estudiadas en psicología social.

La técnica del pie en la puerta

El equipo de Beaman (1983) define el pie en la puerta como una técnica que consiste en pedir un pequeño favor a la persona de quien pretendemos obtener algo. Según Beaman, «comienza con una conducta poco costosa y en un contexto de libre elección (asegurándonos de esta manera su respuesta afirmativa) y posteriormente solicitarle un favor relacionado, de mayor magnitud, que es el que realmente nos interesa conseguir».

Los factores subyacentes que provocan la conducta posterior de mayor magnitud son el compromiso y la coherencia. Las personas que han accedido a llevar a cabo una conducta de forma voluntaria, aceptan con mayor facilidad una petición posterior que vaya en la misma dirección aunque sea más costosa (siempre que hayan aceptado la anterior).

Por ejemplo, si nos hemos posicionado a favor de algún tipo de pensamiento, será más fácil que nos comprometamos con conductas afines a dicho pensamiento. De esta forma, mantenemos una coherencia interna y externa, es decir, de cara a los demás. Además, la eficacia de esta técnica es mayor cuando: el compromiso es público, la persona lo ha elegido públicamente o el primer compromiso asumido ha sido costoso.

Experimento de Feedman y Fraser

Feedman y Fraser (1966) pidieron a cierto número de personas que colocaran en su jardín un cartel bastante feo y grande en el que se podía leer: «Conduzca con cuidado». Solo accedió a ponerlo el 17%. A otro grupo de personas les pidieron que firmasen primero un documento a favor de la seguridad vial. Al tratarse de una petición que implicaba poco compromiso, la mayoría firmó. Al poco tiempo, les pidieron a estas personas que colocasen el cartel grande y feo en su jardín. ¿Qué ocurrió? Que accedió el 55%.

La técnica del pie en la puerta y las sectas

¿Qué relación puede existir entre esta técnica y las sectas? No olvidemos que se trata de una técnica de persuasión. El primer contacto con las sextas suele ser la asistencia a pequeñas reuniones. Posteriormente se pide alguna pequeña donación. Una vez dados los primeros pasos, somos más propensos a comprometernos con conductas posteriores.

Conductas que pueden incluir: dedicar horas semanales a la secta, donaciones cada vez mayores de dinero u otros bienes. En casos más extremos, también se han documentado adeptos que han sido obligados a realizar servicios sexuales e incluso a participar en suicidios colectivos bajo un aparente espejismo de voluntariedad.

Reflexión final

A pesar de pasar desapercibidas, estas técnicas son utilizadas para conseguir algo de todos nosotros. Cuando nos llaman por teléfono y nos preguntan si tenemos internet, nuestra respuesta suele ser afirmativa. De esta forma nos predisponen a seguir escuchando. La siguiente pregunta suele ser si nos gustaría pagar menos. Nuestra respuesta vuelve a ser afirmativa. ¡Ya nos tienen pillados!

Otro aspecto importante en algunos casos, es la falta de tiempo para pensar. Si nos fijamos, las ofertas que nos ofrecen son de tiempo limitado: «mañana ya no estará disponible este precio». De esta forma la presión que ejercen sobre nosotros es tal que respondemos muchas veces que sí sin haber procesado la información.

Sin duda, aprender a decir que no y detectar todas estas técnicas de manipulación es importante para evitar que obtengan de nosotros algo que no estábamos dispuestos a ofrecer. Un pequeño «sí», puede convertirse en un mal trago cuando tengamos que rechazar una petición posterior. Así pues, la próxima vez que digamos un «sí», seguro que nos lo pensaremos mejor.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Cuando el móvil no es el culpable de todo

Usar el móvil no supone un problema, siempre y cuando no le demos más poder del que debe tener en nuestro día a día. Hay que recordar que es una herramienta más, no nuestro centro neurálgico.

Si hay algo que el ser humano sabe hacer es echar la culpa a otro cuando se exigen responsabilidades. Y qué mejor víctima para acusar que aquel que no puede defenderse. Con total seguridad el teléfono móvil es uno de los inventos más importantes que ha revolucionado la comunicación humana para siempre. 

De alguna forma, el móvil se ha convertido en una herramienta muy valiosa en el día a día; ya nadie sale de casa sin comprobar si lleva su móvil.

El uso que le podemos dar a este aparato desde que nos levantamos es abrumador. Lo utilizamos como despertador, reloj, calendario, agenda, calculadora, cámara, álbum de fotos y como una consola portátil para jugar, así como también para:
  • Revisar el correo electrónico
  • Saber en qué minuto pasa nuestro autobús
  • Leer las noticias de actualidad mientras desayunamos
  • Ver y hablar con un amigo que vive en otro continente
  • Ver un informe de la calidad de nuestro sueño o de los kilómetros caminados esa semana
  • También lo usamos para saber si hay huelga de metro, pedir un taxi… la lista se hace interminable.

Pero pese a ese despliegue de virtuosidad, cada día se convierte en el blanco de acusaciones que le sitúan como principal responsable en casos de absentismo escolar, cyberbullying, rupturas maritales y accidentes de circulación.

Lo cierto es que, antes de la existencia de los teléfonos móviles, los adolescentes ya hacían novillos, acosaban a otros compañeros, existían los divorcios y, desde luego, la gente moría en la carretera. Sin embargo, es cierto que el uso inadecuado del móvil puede tener consecuencias muy negativas.

¿Qué consideramos un mal uso del móvil?

Debemos detenernos a reflexionar sobre qué servicios queremos usar de nuestro teléfono móvil y, por ende, cuáles no. Como norma general, podríamos establecer que la presencia del móvil está infundada cuando no necesitamos ninguno de estos servicios.

Puede parecer sencillo, pero cuando alguien se separa del móvil y ello le genera una sensación de intranquilidad, inquietud o nerviosismo, podríamos sospechar que existe una situación de dependencia, entendido como el uso compulsivo del móvil a pesar de las consecuencias negativas. 

También es posible que nos venga a la mente alguna palabra como “adicción” y, realmente, no estaríamos muy lejos de definir lo que un consumo excesivo e inadecuado del móvil y, en general, de las TICS (Tecnologías de Información y Comunicación) puede provocar en una persona.

¿Podríamos determinar que el mal uso del móvil es una conducta adictiva?

No necesariamente. Si bien es cierto que muchas veces podríamos evitar su uso, las características de las conductas adictivas se podrían agrupar en las siguientes:

  • Obsesión. El uso del móvil se convierte en la parte central de la vida de la persona. En el caso de los estudiantes aparecen estados de ansiedad e impaciencia hasta poder disponer del teléfono y, a su vez, responden con irritabilidad cuando se les priva de éste.
  • Falta de control. Una persona pierde el control cuando desarrolla una actividad determinada (chatear, jugar, compartir en RR.SS.) y continúa con ella, sin regulación temporal, a pesar de las consecuencias negativas.
  • Consecuencias negativas. Generalmente aparece, de forma progresiva, una falta de interés en las obligaciones laborales, académicas, sociales o de pareja.
  • Negación. La persona dependiente tiende a negar o a minimizar esa adicción.
Necesitamos un examen introspectivo sobre nuestros hábitos con el móvil. Debemos evaluar hasta qué punto queremos que sea nuestro centro neurálgico. Y habrá quien razone y defienda su uso constante y no por ello se le debe catalogar de «adicto».

Algunas reflexiones que nos podemos plantear
  • Si no lo usamos como despertador, ¿por qué duerme a nuestro lado?
  • Si no vamos a iniciar una conversación mientras comemos o cenamos, ¿por qué lo tenemos sobre la mesa?
  • ¿Necesitamos leer los mensajes mientras conducimos o estar pendiente de las notificaciones nuestras redes sociales?
  • ¿Es realmente necesario estar disponible las 24 horas del día?
  • ¿Podríamos dejarlo apagado todo un día, por ejemplo, un domingo, sin pensar en las llamadas o mensajes que no estamos atendiendo? 
Mucha gente leerá estas preguntas y, tras un suspiro, dirá “ya, es verdad”.  Nos cuesta asimilar la necesidad de un cambio. Nos quejamos de aquellas cosas que podemos cambiar, pero no las cambiamos, porque todo cambio cuesta y cada día que pasa cuesta más. “Dichoso móvil, estoy harto/a” es otra de las grandes frases que no es difícil oír.

No es la herramienta en sí la causante de los problemas sino cómo la utilizamos. Al igual que una cuerda se puede usar para jugar, también se puede usar para maniatar, o al igual que un cuchillo se puede usar para cocinar, también se puede usar para amenazar. Y el móvil no es una excepción, ya que al igual que se puede usar para hacer una videollamada a nuestra madre, también se puede usar para divulgar fotos privadas de nuestra expareja.

Una vez pregunté a una persona en una entrevista si tenía armas en su casa. Me miró con asombro y me dijo: “Mi casa está llena de armas”. Se produjo entonces un interesante silencio que aproveché para intentar descifrar su respuesta y luego preguntó: “¿O te refieres a armas de fuego?”

Aquello me recordó que el uso que le damos a las cosas es lo que las convierte en un elixir o en un veneno.

martes, 19 de noviembre de 2019

Motivar no es dar ánimos, motivar es dar motivos

La motivación es algo más que el deseo de alcanzar algo. Motivación es voluntad, es persistencia, es crear nuevos hábitos y recordarnos cada día los motivos que orientan nuestro esfuerzo, las razones por las que invertimos nuestro tiempo.

Motivar no es decirle a alguien «tú puedes», «esfuérzate que vas a llegar» o «anímate que si te empeñas conquistarás el mundo». Si asumimos este enfoque y lo aplicamos para despertar las fortalezas en otros, erraremos en nuestro propósito. Porque motivar es dar motivos, es recordarle a alguien la razón de por qué se esfuerza, es clarificarle los propósitos y las metas para que los alcance.

En los últimos años estamos viendo un ligero cambio en materia de motivación. Si bien es cierto que no dejan de crecer esos coach que prometen habilitarnos en el éxito, conducirnos hacia el bienestar y capacitarnos en cualquier área de la vida, desde el campo de la psicología más rigurosa vemos esta área desde otra perspectiva un poco más cauta, quizás más real.

Pongamos un ejemplo. Es posible que alguien se sienta muy motivado para perder peso, para hacer ejercicio. Podríamos dar por sentado que esa energía interna y esa voluntad es suficiente para que la persona logre su meta. Sin embargo, es común que a las pocas semanas esa motivación decaiga, se apaguen las ganas y se vuelva una vez más a un comportamiento nada saludable.

Por tanto, debemos tener claro un aspecto: motivación no es solo deseo. Una persona puede albergar un deseo muy intenso, pero no estar haciendo nada para materializarlo. Porque el deseo es una emoción y la emoción no siempre impulsa un comportamiento. Falta algo más, y ese «componente mágico» es dar motivos a la persona y enseñarle hábitos.

Motivar es dar motivos (no me digas que puedo, recuérdame por qué lo hago)

Sentirse motivado no es algo particularmente fácil. Es más, muchas veces, hacemos uso de las palabras sin trascender en ellas, nos aferramos a una serie de etiquetas más por moda que por utilidad real. Así, es muy común escuchar a amigos a familiares decir aquello de «estoy motivado para dejar de fumar», «tengo la motivación al 100% para sacarme una plaza en esta oposición».

Sin embargo, al poco, los vemos desvinculados de sus motivos y experimentando a su vez cierta frustración con ellos mismos. Ahora bien, es cierto que en algunas personas sí funciona ese tipo de motivación centrada de manera exclusiva en la emoción. Decirle a alguien que es capaz de lograr lo que quiera, que está capacitado y que si se esfuerza puede tocar las estrellas, es útil solo en ciertos tipos de personalidad.

Sin embargo, el área de la motivación requiere de unas tesituras altamente complejas, ahí donde entran factores biológicos, neuronales, emocionales, cognitivos y comportamentales.

El deseo no siempre impulsa un comportamiento

Quiero dominar bien el inglés. Quiero sacarme el carnet de conducir. Me gustaría terminar de una vez mi carrera universitaria. Todas estas expresiones en realidad son meros deseos y no denotan ni mucho menos a una persona 100% motivada. Tal y como señalábamos al inicio, un deseo no siempre se traduce en un comportamiento acertado para alcanzar un logro.

Entonces… ¿qué nos falta? Nos falta en realidad la mitad del camino. Es importante tener en cuenta los componentes de la motivación:

  • Activación (deseo e implicación).
  • Persistencia (el esfuerzo persistente por alcanzar esas metas).
  • Intensidad (grado de concentración invertida, tiempo, esfuerzos, etc).

Como vemos, no basta solo con desear, hay que hacer. Por otro lado, estudios recientes en materia de motivación como el llevado a cabo por el neurobiólogo Roy A. Wise, de la Universidad de Baltimore, nos señala algo importante. La conducta motivada requiere tener claro lo que queremos (de este modo, se libera dopamina, el neurotransmisor relacionado con la activación, la motivación, la felicidad).

Asimismo, se necesita de otro elemento: capacidad de aprendizaje. ¿La razón? Para lograr algo estamos obligados a innovar, a aprender, y lo que es más importante, cambiar de hábitos.

Motivar es dar motivos y crear nuevos hábitos

La conducta motivada efectiva, la que se mantiene en el tiempo y logra frutos, no parte como vemos solo del mero deseo. No es lanzar un pensamiento al aire y pedirle a una estrella que haga realidad nuestros objetivos. Al fin y al cabo, toda meta requiere esfuerzos; de ahí que sea necesario interiorizar algunas ideas prácticas para nuestro día a día:

  • Motivar es dar motivos y recordarle a la persona por qué debe esforzarse, qué ocurrirá cuando logre lo que desea y cómo mejorará su vida cuando eso suceda. No basta con un «tú puedes, tú mereces», es un «tú haces esto para lograr aquello».
  • Por otro lado, es imprescindible darle pautas a la persona sobre cómo puede hacerlo. Por ejemplo, si estamos ante una persona que necesita adelgazar, no servirá de mucho hacer que se repita a sí misma lo de «tengo que perder peso, tengo que perder peso». Lo ideal es enseñarle a cambiar hábitos (elegir bien qué pone en el carro de la compra, cuidar las cantidades en el plato, cumplir las rutinas de ejercicio, etc).

Para concluir, más que pensar en sentirnos motivados, lo más acertado es empezar a pensar objetivos: hacer planes concretos, con submetas, es el primer paso para que el deseo deje de ser asintótico a la realidad.

Más tarde, esos objetivos deben convertirse en objetivos prácticos y realistas, en nuevos hábitos e ideas creativas que nos permitan ir progresando cada día. Tengamos en cuanta que la emoción sin acción se queda en nada; en un mero deseo que desaparece como una estrella fugaz en el firmamento.

lunes, 18 de noviembre de 2019

El papel del trabajo social en la salud mental

La figura del trabajador social se tiende a relacionar con un trabajo enfocado a entornos pobres, vulnerables o en desigualdad. Sin embargo, el trabajo social va mucho más allá.

El papel del trabajo social en la salud mental es una de las partes de esta disciplina más desconocidas. Muchas veces se tiende a relacionar la figura del trabajador/a social con una persona que trabaja en entornos pobres, vulnerables o en desigualdad. Sin embargo, el trabajo social va mucho más allá. Hoy os dejamos descubrir un poco mejor en qué consiste su trabajo en esta área.

El trabajo social en la salud mental

El trabajo social en la salud mental está enfocado a atender de un modo personalizado e individualizado las diversas necesidades que pueden surgir en las personas con una enfermedad mental.

En muchos estudios sobre la figura de esta disciplina en el mundo de la salud solamente se hace hincapié en enfermedades mentales graves. No obstante, eso no siempre es así pues, aunque sea, uno de sus perfiles más requeridos, está demostrado que cualquier tipo de enfermedad mental puede tener mejorías con la intervención del trabajo social.

El principal objetivo que tiene el profesional en esta área es el de contribuir, intervenir y tratar de avanzar en el proceso de mejora y rehabilitación del paciente. La meta es conseguir mejorar la calidad de vida de esta persona, al mismo tiempo que también se integra más en la sociedad.

La interdisciplinariedad

El campo de la salud mental se caracteriza por la cantidad de profesionales que intervienen en ella: psicólogos, psiquiatras, enfermeras/os, auxiliares, monitores… y también trabajadores/as sociales.

Uno de los puntos claves para el éxito en la recuperación de un paciente diagnosticado con una enfermedad mental es la comunicación y el trabajo de los diferentes profesionales.

Funciones del trabajo social en salud mental

Ha costado mucho tiempo hasta que los trabajadores sociales han conseguido su propio hueco en este ámbito. Hasta hace unos años, nadie sabía qué funciones podían desempeñar estos profesionales en este sector.

Las funciones van variando en base al centro donde se prestan sus servicios y la finalidad de su servicio. Por un lado, si prestan atención directa, estarán trabajando con individuos, familias y grupos que presentaran problemas sociales que pueden afectar a su salud.

Desde esta profesión, se trabajará en el análisis de la situación de riesgo y de necesidades individuales o familiares. También se realizará una valoración socio familiar, se elaborará el diagnóstico social y se planteará un plan de intervención que podrá estar integrado por funciones como acompañamientos, entrevistas, seguimiento o derivación a determinados recursos.

Por otro lado, si la función del profesional está enfocada a una labor preventiva o de inserción social, tratará de conseguir que el individuo se integre en el medio social y familiar de una manera normalizada. Esto tratará de hacerlo a través de diversos recursos e incluso con la creación de grupos de autoayuda, asociaciones…

No es lo mismo terapia desde la psicología que desde el trabajo Social

En ocasiones, cuando vemos en acción la labor que se desempeña en este sector desde el trabajo social, se tiende a creer que realiza la misma función que un profesional de la Psicología. Esto es una creencia totalmente errónea.

Aunque puedan tener puntos en común, como buscar el bienestar del paciente en cuestión, lo cierto es que existen una serie de diferencias. Las más importantes serían:

domingo, 17 de noviembre de 2019

13 Pasos para liberarte de una obsesión

Cuando nuestra mente está presa de una obsesión es como tener una venda negra en nuestros ojos: esa obsesión lo abarca todo impidiéndonos no solo disfrutar sino también mirar, contemplar y ser conscientes de cosas que no giran alrededor de ella.

Algunas cosas maravillosas que están ocurriendo en tu vida pasan desapercibidas porque la obsesión ocupa todo tu foco de atención. Todo lo que vives, ves y escuchas lo relacionas con ella. Vives la obsesión como algo desagradable, reconoces que es irracional y desmedida pero poco sirve eso para empezar a librarte de ella.

¿Cuáles son los elementos que conforman una obsesión?

Algunos trastornos psicopatológicos relacionados con obsesiones son bastante más complejos que una obsesión normal. Por ejemplo en el TOC (Trastorno obsesivo compulsivo) la detención de pensamiento ante una obsesión no se recomienda porque es un trastorno algo más complejo y con muchos aspectos a tratar.

Pero si en tu caso es una obsesión claramente identificable, y que usualmente se manifiesta por no «salir de tu cabeza», los pasos que vamos a describir en este artículo te van a ayudar. Antes debes de tener en cuenta las partes o dimensiones respecto a la obsesión que son importantes tener en cuenta y que vamos a trabajar:

  • Parte cognitiva de la obsesión: son los pensamientos y creencias. Para trabajar esta parte hay que dejar de alimentar la obsesión en nuestra cabeza.
  • Parte conductual: esta parte se refiere a los comportamientos relacionados con los pensamientos. Llevar a cabo conductas que nos distraigan de nuestras obsesiones nos beneficiará.
  • Parte artística o intelectual: el arte nos sirve para expresar lo que sentimos. Podemos aprovecharlo para expresar lo que sentimos cuando tenemos pensamientos obsesivos y así liberarnos.
  • Parte social: quizás esta obsesión te ponga en conexión con otros tema que están relacionados y por los que otras personas están interesadas. Hablar con los demás de lo que nos sucede puede ayudarnos.

Los 6 primeros pasos para liberarnos de una obsesión

Como hemos dicho, para liberarnos de la obsesión deberemos atender a distintas facetas de la misma, así que lo primero que vamos a atajar es el contenido de la obsesión, es decir la parte cognitiva. Estos serían los 6 primeros pasos para ello:

1er Paso: liberar tu Mente: Tienes que establecer distancia física del contenido de tu obsesión, pues cuánto más accesible sea ésta más difícil será ignorarla. Por lo que libera tu mente de esos pensamientos obsesivos por ejemplo utilizado algún método de relajación.


2º Paso: no realizar búsquedas de información acerca de la obsesión que ocupa tu mente. Evita los juegos mentales del tipo «ésta es la última vez que lo hago», porque si lo haces siempre habrá una próxima vez, no te autoengañes.

3er Paso: Deja estar a la obsesión en tu cabeza pero «sin seguirle el juego». Los pensamientos son automáticos, así que si la obsesión vuelve de repente a tu cabeza no pienses que has fracasado.

4ºPaso: No seas duro contigo mismo si la obsesión sigue ahí. Quizás te llevará tiempo conseguir que deje de ser incómoda y que condicione tu visión del mundo, pero no dejes de esforzarte e intentarlo. Poco a poco irás consiguiéndolo.

5ºPaso: Habla con tus amigos y familiares sobre tus pensamientos y sentimientos. Quizás tus amigos y familiares han caído en la cuenta de que tienes un problema con esta obsesión. Sorpréndeles y háblales de otras preocupaciones o sentimientos que rondan en tu cabeza.

6ºPaso: Practica vivir en momento presente: Empieza a meditar las veces que lo necesites, intenta la concentración en tu trabajo, dedicar tu atención a las personas y conversaciones que están teniendo lugar. Si aún así te sientes ansiosa, establece un momento del día con un tiempo determinado en el que puedas pensar en la obsesión (llegará un momento en el que no lo necesites).

Los 4 siguientes pasos para liberarte de una obsesión: Realiza actividades

7ºPaso: Forma nuevos hábitos No hace falta que cambies tu rutina por completo, pero realizando pequeños cambios tu cuerpo y tu mente entrarán en el terreno de la novedad e irán adaptándose.

8ºPaso: Sé consciente de que necesitas cambiar cosas. Utiliza toda la energía que utilizabas en tu obsesión en tiempo para conocer a personas nuevas, aprender una nueva habilidad o practicar deporte. Puedes comenzar a hacer todas esas cosas que tenías pendiente y nunca te arriesgaste a hacer.

9ºpaso: Cambiar la estética de las cosas cambia su visión y por tanto su procesamiento mental.Si cambias muebles, te cambias el peinado, cambias algo de tu vestuario, cambias algo de tu alimentación, será procesado como novedad, y al cerebro le gustará las nuevas señales que le estás dando.

10º Paso: Realiza actividades totalmente contrarias al objeto de la obsesión. Si estabas obsesionada por ser madre pero no has podido, seguir leyendo revistas para embarazadas no será muy conveniente. Elige novelas de corte fantástico, de ficción o de intriga, son ideales para despejar la mente y alejar el objeto de tu obsesión.

Los 3 últimos pasos: Saca provecho de la obsesión de forma artística y social

11º Paso: Logra expresar de manera artística o emocional lo que has vivido respecto a tu obsesión: Puedes pintar, componer alguna poesía, o simplemente plasmar en un papel todo lo que has sentido, porque crees que te has obsesionado de esa forma. Lograrás conocerte a ti misma mejor casi mejor que yendo a un psicoanalista.

12º Paso: Buscar que te apasiona. Si tu obsesión se ha relacionado por ejemplo con algo de tu salud, puedes empezar a estudiar cosas relacionadas simplemente para tener un conocimiento veraz y que te llenará de conocimiento. Quién sabe, quizás en nuestras obsesiones se pueden encontrar pistas acerca de qué nos apasiona en la vida, y podemos desarrollar esa pasión.

13º: No vivas sola todo tu mundo mental, quizás haya personas que se interesan por lo mismo que tú o han pasado por lo mismo. Puedes optar por una terapia de grupo o por conocer gente que también comparta inquietudes parecidas. Cuando conversamos con los demás nuestro mundo interior se vuelve menos neurótico y conseguimos sanarnos a nosotros mismos.

Como ves hay muchos métodos o estrategias que pueden ayudarte a liberar tus pensamientos y creencias obsesivas. Tan solo tienes que ponerte en marcha y ser persistente, poco a poco conseguirás tu objetivo. Quizás a la primera no salga, ni a la segunda ni a la tercera, pero si tienes paciencia las obsesiones se irán de tu vida.



sábado, 16 de noviembre de 2019

Estrés y trastornos psicofisiológicos

La génesis de los trastornos psicosomáticos puede encontrarse en situaciones de estrés mantenidas. En este sentido, la tensión sostenida puede llegar a afectar a varios de nuestros sistemas corporales funcionales, si nos vemos sobrepasados por ella.

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Todos alguna vez hemos sentido, o estamos sintiendo en estos momentos, un estado de sobreactivación llamado estrés. El estrés, aunque siempre asociado a una sensación desagradable, existe porque es útil. No obstante, sí existe una relación entre estrés y trastornos psicofisiológicos.

Cuando ese estrés es elevado en intensidad o en continuidad, puede tener consecuencias contraproducentes. De hecho, ha sido muy estudiada la relación entre estrés y trastornos mentales, encontrando la génesis de muchos de estos en el primero.

¿Qué es el estrés?

J. Carrobles (1991), catedrático emérito por la Universidad Autónoma de Madrid, define el estrés como:

«El estrés es un estado de sobreactivación sostenido experimentado por una persona ante distintas situaciones consideradas como excesivas y que ocurren bajo condiciones de escasos recursos de control y de apoyo social por parte del sujeto».

No obstante, es preciso desentrañar el término estrés, dado que hay dos acepciones. El estrés puede desglosarse en distres y eutres.

El distres —dis= ‘alterado, inadecuado’— se utiliza cuando el estrés es patológico, y da lugar a respuestas alteradas a raíz de esas situaciones consideradas excesivas.
El eutres —eus= ‘adecuado, bueno’—, por el contrario, se refiere al estrés adecuado y necesario. El eutres puede ser insuficiente, óptimo o excesivo, que podría dar lugar a un distres.

¿Cuál es la diferencia entre estrés y ansiedad?

Para entender la relación entre estrés y trastornos psicofisiológicos es preciso diferenciarlo de la ansiedad, cuya respuesta corporal puede ser parecida.

Cuando hablamos de ansiedad, siempre hablamos de peligro, sea real o interpretado así por la persona. Esto es algo que no ocurre en el estrés, pues la situación no tiene por qué ser ni desagradable ni peligrosa. En tanto que la situación no es vista como peligrosa, las personas con estrés no suelen huir, siendo más fácil el afrontamiento de este.

Ante la ansiedad, la respuesta típica es de huida, que suele mantenerse a través del mecanismo de ansiedad-evitación-ansiedad. Si en la ansiedad se percibe algo como peligroso o dañino, tiene lógica que la respuesta típica ante ella sea huir. Si es peligrosa se necesitan herramientas para combatir esa peligrosidad, y las personas no suelen tener esos sentimientos de autoeficacia; lo perciben dañino porque se encuentran incapacitados para luchar contra ello.

Además, para que el estrés produzca efectos perjudiciales, este tiene que ser continuado en el tiempo. En el caso de la ansiedad, aunque sea solo durante un período corto de tiempo, ya es perjudicial, pues puede afectar de lleno en poco tiempo al funcionamiento social, familiar y afectivo de la persona.

¿Cuál es la relación entre estrés y homeostasis?

La homeostasis —homo= ‘volver a’, estasis= ‘equilibrio’— se refiere a la vuelta al equilibrio corporal. Todos los humanos tenemos el medio interno y las constantes vitales, que siempre tienden al equilibrio. Es decir, el organismo pone en marcha acciones para solventar los desequilibrios que desarrolla la persona, de forma automática.

Cuando no se llega a la homeostasis es cuando la persona está presentando estrés. Si el sujeto tiene que poner en marcha estrategias conscientes, al no estar funcionando de forma automática, lo normal es que no llegue a ese estado de equilibrio, pero a la homeoquinesis, un estado de desequilibrio.

Las respuestas fisiológicas del estrés

Aunque todos sabemos que el estrés puede conducir a la irritabilidad, la apatía, la ansiedad, la angustia o el enfado; el estrés también conduce a respuestas fisiológicas o corporales que muchas veces no notamos. Son muy relevantes en la relación entre estrés y trastornos psicofisiológicos, pues mantenidos en el tiempo debido a la situación estresante, pueden llevar a padecer unos trastornos psicosomáticos u otros.

Las respuestas fisiológicas ante situaciones de estrés vienen definidas por varios sistemas del cuerpo, como el sistema nervioso autónomo o el sistema nervioso central.

Sistema nervioso somático

En la respuesta fisiológica ante el estrés, el sistema somático se encarga de la respuesta electromiográfica —actividad eléctrica producida por los músculos esqueléticos—, los movimientos oculares y la respiración.

Por ello, durante el estrés puede haber un aumento de la afluencia de sangre a los grandes grupos musculares: espalda, brazos, piernas; además de una tensión muscular generalizada.

Sistema nervioso autónomo

Las respuestas ante el estrés de las que este sistema se hace cargo están relacionadas con el sistema cardiovascular: tasa cardíaca, presión sanguínea, flujo sanguíneo… También regula la temperatura corporal, la excitación sexual, las respuestas electrodérmicas —nivel de potencia de la piel, respuesta de conductancia—, además de la salivación y las respuestas gastrointestinales.

Por ello, ante el estrés puede haber un incremento de la tasa cardíaca, un aumento de la actividad renal, una vasocronstrucción periférica en manos y pies —fríos—, y un aumento del factor coagulador de la sangre.

Sistema nervioso central

En cuanto a las respuestas del sistema nervioso central, encontramos las respuestas electroencefalográficas y las respuestas evocadas.

Por último, también existen respuestas ante el estrés que provienen del sistema endocrino y bioquímico, que pueden dar lugar a cambios hormonales diversos —como el cortisol— o a un aumento de la actividad inmunológica al principio —esta después desciende.

Sistemas corporales desactivados ante el estrés

Como ocurre con la ansiedad, ante la respuesta de estrés hay ciertos sistemas corporales que se desactivan porque no son útiles. Ante la respuesta concreta de un ataque de ansiedad estos sistemas se desactivan y vuelven a activarse, pero en una situación mantenida de estrés esto puede afectar a la salud del sujeto.

La afluencia de sangre en el tracto digestivo se reduce, conduciendo a posibles problemas como úlceras, colitis, colon irritable… Esto también ocurre con el sistema genito-sexual, donde el estrés puede llevar a disfunciones sexuales en la excitación, la erección, la lubricación, la tumescencia…

La génesis de un trastorno psicosomático

Los trastornos psicosomáticos vienen definidos por una afección fisiológica, pero de origen psicológico. Esto significa que, a raíz del estrés, que es algo que en principio no debiera afectar a la parte física de la persona, puede llegar a provocar enfermedades y síntomas muy desagradables.

Son la prueba evidente de la influencia de la “mente” sobre el bienestar del cuerpo, y aunque muchas veces los separemos, tienen que ir siempre de la mano.

Como se ha dicho anteriormente, el estrés en sí mismo no tiene por qué ser malo. No obstante, si el estrés es distres, y la situación presenta los siguientes factores, existen probabilidades que el estrés haga mella en nuestro bienestar psicofisiológico.

Factores relacionados con el surgimiento de un trastorno

Así, los factores que relacionan estrés y trastornos psicofisiológicos son:
  • Exposición frecuente o prolongada a estímulos o situaciones estresantes: Cuando las personas no salen de esa situación de estrés puede incluso tender a empeorar. No resolver las cosas rápidamente o mantenerse en un entorno estresante sin poder evitarlo es el primer paso para desarrollar un trastorno psicosomático.
  • Activación prolongada del patrón específico de activación fisiológica del sujeto ante el estrés: cada persona tenemos un perfil de estrés diferente, y nuestra activación fisiológica es distinta a la del resto, como se ha explicado anteriormente. Dependiendo de la respuesta, los síntomas psicosomáticos serán diferentes.
  • Sensibilización o activación exagerada del sistema orgánico ante el estrés: una vez nos encontramos de lleno en una situación de estrés es normal que nuestro cuerpo se sensibilice ante este, y nos sea mucho más fácil sentir estrés.
  • Alteración de mecanismo regulador homeostático: una vez se han alcanzado estos niveles de estrés, es más fácil que se produzcan las alteraciones, pues hay una menor tolerancia a los estímulos que provocan las problemáticas.
  • Alteración crónica del funcionamiento del sistema orgánico y aparición de la lesión o del trastorno psicofisiológico o psicosómaticos estresantes.
Recursos auxiliares y paliativos

Muchas veces no podemos salir de esas situaciones estresantes y estas han de mantenerse sí o sí en el tiempo. No obstante, existen una serie de recursos que pueden ayudarnos a menguar ese estrés para evitar así el resultado de la relación entre estrés y trastornos psicofisiológicos: la génesis de uno de ellos.

Los recursos ante el estrés mantenido que podemos utilizar son:

  • Red social y apoyo social (familia, amigos, compañeros): hay que prestar atención a la escasez de recursos sociales, los déficits en las relaciones sociales y las condiciones sociales especiales —los solteros, la separación y el divorcio, la viudez—. Una red social y familiar potente puede ser un factor de protección ante las consecuencias del estrés.
  • Actividad o ejercicio físico.
  • Aficiones.
  • Actividades culturales.
  • Dieta: las frutas y verduras son ricas en triptófano, que actúa bien como antidepresivo.
Así, parece clara la relación entre estrés y trastornos psicofisiológicos. Por ello, y para evitar la pérdida de bienestar ante situaciones estresantes que pueden ser evitadas —como el trabajo, una pareja tóxica, una mala organización de la vida doméstica…—, cada uno de nosotros tiene que hacerse cargo y permitir a nuestro cuerpo obtener de nuevo la homeostasis fuera de un período de estrés.