martes, 30 de junio de 2020

Las personas compasivas: líderes en tiempos de crisis

En tiempos de crisis, las personas que sufren no necesitan nuestra lástima, necesitan esa compasión activa que se compromete a generar cambios, a ser esa ayuda real y práctica que no se queda solo con el sentimiento. Aprendamos a activar dicha competencia social.

Preocupación por quien lo pasa mal, comprensión del que sufre, deseo por servir de ayuda… La investigación clínica nos dice que las personas compasivas son el reflejo evidente del instinto más decisivo del ser humano, ese que, al fin y al cabo, nos ha permitido sobrevivir como especie al preocuparnos los unos de los otros. La compasión sería, por tanto, algo «natural» en cada uno de nosotros.

Es posible que a muchos les cueste creerlo. La conducta compasiva no es algo que se vea en exceso, es cierto. A menudo, cuando la esperamos de los demás no la encontramos y cuando es el momento más idóneo para que esta aflore, emergen más que nunca las discrepancias, los ataques, las diferencias… ¿Qué ha pasado entonces para que ese instinto que se supone nos viene de fábrica no esté actuando como debe?

Las causas son múltiples. Disponemos de estudios muy concluyentes como el llevado a cabo en la Universidad de Israel que nos demuestran que los bebés de seis meses ya evidencian empatía y compasión por las personas que sufren. A esta edad, el ser humano empieza a ser sensible al dolor y sufrimiento ajeno, demostrando incluso un mayor interés de conexión hacia esas figuras.

¿Qué es lo que sucede por tanto para que se pierda o se debilite en muchos casos la conducta compasiva? A menudo, se apunta a la educación recibida. Sin embargo, no podemos dejar de lado los factores culturales y sociales.

Las personas estamos sometidas a múltiples fuentes de estrés, de preocupaciones constantes, de cambios e incertidumbres... Cuesta mucho ser capaz de ver al otro cuando estamos tan centrados en nosotros mismos. Sin embargo, es precisamente en esos momentos cuando más se necesita la compasión.

Las personas compasivas en tiempos de crisis

A menudo, solemos vincular a Charles Darwin con la clásica frase de «solo el más apto o el más fuerte sobrevive». Sin embargo, es importante aclarar que esta referencia no es cierta porque, en realidad, dicha argumentación pertenece al naturalista y psicólogo Herbert Spencer. Darwin, en cambio, defendió siempre una visión algo distinta y esa es la que podemos encontrar en su ya clásico libro El descenso del hombre.

En este interesante trabajo nos explicó que solo las sociedades más compasivas tenían mayor probabilidad de sobrevivir en el tiempo al hacer frente a las dificultades de manera más efectiva al concebirse «como grupo» y no como «individuos aislados». El padre de la teoría de la evolución biológica enfatizó siempre la importancia de la compasión, así como de esos valores sociales que mantenían unido a un grupo o comunidad determinada.

Ahora bien, a pesar de que Darwin enfatizara en su día la importancia de esta dimensión, con el tiempo la ciencia perdió interés en este tema. Durante muchos años nos hemos centrado en aspectos como la empatía o el altruismo pensando que la compasión quedaba integrada en estos términos, cuando no es así.

Las personas compasivas activan algo más que esos procesos psicológicos; en realidad, hacen uso de múltiples competencias que parecen ser claves en épocas de crisis y dificultades sociales.

El instinto de compasión se suma al compromiso de actuación

La compasión se inicia con el propio sentimiento de empatía y de reconocimiento del que sufre. Sin embargo, va mucho más allá de esa mera conexión emocional. Las personas compasivas experimentan una sensación de calidez y afecto por quien lo está pasando mal y sienten, además, el deseo expreso y altruista de ayudar sin esperar nada a cambio.

Es decir, mientras buena parte de la población puede empatizar con aquel que sufre y quedarse solo con el mero sentimiento, el compasivo actúa y se compromete. Mientras unos se limitan a vivenciar el sentimiento de lástima, otros se involucran en una conducta orientada a generar un cambio, uno que aporte bienestar.

Las personas compasivas: autoconciencia e intención en tiempos de crisis

En tiempos de crisis suelen verse dos fenómenos muy diferentes. Por un lado, se manifiestan los antagonismos, la confrontación y, a menudo, hasta el mero instinto de supervivencia. No importa que el mundo se esté viniendo abajo mientras a mí no me afecte, mientras mi realidad se mantenga con el equilibrio de siempre.
  • En el otro lado están los que, como decía Darwin, favorecen la subsistencia de una sociedad al ser capaces de ayudar al débil, de ser una respuesta para quien lo necesita. Son esas figuras que saben aunar esfuerzos para concebir avances en los que todos ganan y donde no solo uno obtiene beneficio.
  • Las personas compasivas tienen también un elevado sentido de autoconciencia. Entienden que como seres sociales albergan una responsabilidad que va más allá de sí mismos. «El otro también es importante y forma parte de mí y, por ello, debo ser capaz de dar lo mejor de mi persona, porque así lo siento, porque así lo necesito y es de este modo como puede sostenerse una sociedad».
  • Por otro lado, hay algo evidente. Para que la compasión tenga sentido y genere cambios auténticos requiere de esa intención que parte de la valentía personal. Más allá de lo que podamos pensar, no siempre es fácil desplegar una ayuda real que genere cambios, beneficios y bienestar. Las personas compasivas suelen encontrar trabas y múltiples dificultades y de ahí que a veces se necesite de cierto ingenio, de cierta audacia para llegar donde se necesita.

Para concluir, a menudo suele decirse aquello de que un gesto amable puede tapar una herida, pero solo la compasión es capaz de sanarla por completo. Tengámoslo claro, en momentos de crisis no basta con ser amables o con sentir lo que otro siente. Necesitamos actos de coraje que partan del compromiso. En momentos de dificultad, se necesitan acciones, no solo sentimientos.

lunes, 29 de junio de 2020

La respiración holotrópica, una alternativa de bienestar

Quienes practican la respiración holotrópica aseguran que mediante esta técnica es posible realizar una especie de autohipnosis y acceder a zonas profundas del inconsciente. ¿Quieres saber en qué consiste y qué efectos respalda la ciencia?

La respiración holotrópica es una técnica de psicoterapia experiencial. Esta última es un enfoque en el que la intervención se hace sobre personas básicamente sanas mentalmente y supone exponerlas a una experiencia en la que puedan entender mejor quiénes son y qué posición adoptan frente a situaciones reales.

Hay que anotar que la psicoterapia experiencial tiene sus raíces en la llamada psicología transpersonal, que, a su vez, es una corriente de la psicología humanista, nacida en los años 60. En cuanto a la respiración holotrópica, específicamente, se trata de una técnica creada por el psiquiatra checo Stanislav Grof.

El objetivo central de la respiración holotrópica es alcanzar un estado expandido de conciencia. Esta es una experiencia similar a la que puede darse mediante el consumo de algunos psicotrópicos, como los que usan los chamanes o ciertos guías espirituales. La diferencia está en que en este caso todo se logra a través de la respiración y tiene propósitos terapéuticos.

¿Qué es la respiración holotrópica?

La respiración holotrópica es una técnica que consiste en provocar una hiperventilación controlada, con el fin de generar un estado de conciencia diferente y, en teoría, ampliado. La finalidad es incrementar el autoconocimiento y propiciar efectos psicoterapéuticos. La palabra holotrópica viene de la raíz griega holos, que significa ‘totalidad’ y de trepein, que significa ‘ir hacia’. Así que etimológicamente significa ‘ir hacia la totalidad’.

La hiperventilación es una respiración más rápida y profunda de lo normal. En una respiración común, se inhala oxígeno y se exhala dióxido de carbono o CO2. La respiración acelerada e intensa que se da en la hiperventilación hace que aumente el volumen de oxígeno y disminuya el de dióxido de carbono. En condiciones normales esto provoca molestias como ansiedad, entumecimiento, desmayos, etc.

En la respiración holotrópica la hiperventilación es inducida y regulada. En general, esta técnica solo puede ser llevada a cabo en condiciones controladas y, usualmente, en grupo. De lo contrario, podría causar efectos indeseables como ataques de pánico. El método no es recomendable para quienes padezcan problemas de hipertensión, enfermedades respiratorias, neurológicas o problemas de salud mental.

La técnica

Lo habitual es que inicialmente se haga una capacitación básica para explicar la técnica, describir lo que puede esperarse de ella e indicar las precauciones que deben tenerse en cuenta para la práctica. Las sesiones de respiración holotrópica suelen ser prolongadas, generalmente de no menos de cuatro horas.

La práctica debe llevarse a cabo en un lugar cómodo y silencioso. Comienza cuando el “respirador” ingresa a ese espacio, casi siempre sin calzado, y se acuesta en una colchoneta. Luego se pone música relajante, usualmente tibetana, china o hindú. La música no puede ser interrumpida nunca durante la sesión. Una vez que todo participante está cómodo, se comienza con una respiración suave.

Con los ojos cerrados, o cubiertos con antifaces, se inicia la práctica de hiperventilación. Se debe respirar rápidamente y no dejar de hacerlo durante las horas que siguen. Hay una persona que dirige la práctica y a veces se turnan los participantes para ejercer como “respiradores” o “cuidadores”, consecutivamente.

Una vez se concluye la sesión de respiración propiamente dicha, cada uno debe pintar un mandala, o, en todo caso, elaborar un dibujo simbólico que refleje lo que siente en ese momento. Al final se hace una reunión de todo el grupo y se comparten las experiencias individuales.

Los beneficios de la respiración holotrópica

Lo que se espera de las sesiones de respiración holotrópica es que, tras mantener la hiperventilación por un tiempo, comience a surgir un nuevo estado de conciencia. El planteamiento básico señala que este tipo de técnica permite penetrar en las capas más profundas de la psique y que cuando esto ocurre comienzan a emerger contenidos inconscientes de gran valor para cada persona.

Lo usual es que salgan a flote episodios olvidados o reprimidos. Vuelven a la mente personas, situaciones, emociones o percepciones. Todos estos son considerados como contenidos muy importantes para cada persona; precisamente emergen porque se trata de aspectos que han sido bloqueados y solo resurgen con una técnica de expansión de conciencia.

La ciencia ha señalado que la respiración holotrópica es una técnica que ofrece beneficios, principalmente en términos de relajación y equilibrio emocional. Sin embargo, no hay evidencia de que produzca algún estado alterado de conciencia o que permita explorar a fondo el inconsciente. Quienes la practican, en cambio, aseguran que sí es posible.

domingo, 28 de junio de 2020

El riesgo de que la pornografía sustituya a la educación sexual

La educación sexual integral es un medio para que cada persona logre expresar y disfrutar de su sexualidad en diversas dimensiones, que van más allá de la experiencia puramente genital e individual. Con educación adecuada, la práctica sexual se potencia.

Es cierto que estamos en pleno siglo XXI y que, aparentemente, han caído la mayoría de los tabúes frente al sexo. En teoría, deberíamos vivir en sociedades sin represión y, por lo mismo, con una sexualidad saludable. Sin embargo, no es así. Son muchas las noticias de violaciones, pederastia y toda suerte de abusos. Quizás eso se debe a que no ha echado raíces una verdadera educación sexual.

Quien abusa, fuerza o sobrepasa los límites en estos aspecto, no es más que un analfabeto sexual. No importa si es hombre, mujer o de cualquier género: sostener la idea de que en el sexo se puede pasar por encima de la libertad del otro es un acto de profunda ignorancia, una confesión de que se carece de educación sexual.

Cuando se habla de educación sexual viene a la mente la figura de un niño entrando en la pubertad. Además, se suele creer que la misma consiste en dictar una clase de biología, para que el pequeño entienda que el espermatozoide fecunda al óvulo y que si no se quiere que eso suceda, hay que emplear métodos anticonceptivos. Sin embargo, el tema cobija a todas las edades y va mucho más allá de la anatomía.

La educación sexual y la clandestinidad

Pese a los avances en este terreno, hay aspectos de la sexualidad que se mantienen bajo el manto de la represión. En un extremo están los que se mantienen bajo consignas como «no hablar», «no mirar» y «no tocar», porque en cada caso hay algo trasgresor que molesta. En el otro extremo están los que quieren hablar, mirar y tocar por encima de lo que sea, incluso de la voluntad ajena.

Para muchas personas no está claro el límite entre una conducta aceptable y una que no lo es en el terreno de la sexualidad. Para algunos, ciertos comportamientos son «pecaminosos» o «pervertidos»; para otros, los límites solo son prueba de mojigatería o represión. Esto no pasaría de ser anecdótico, si no fuera porque se termina causando daños intra e interpersonales.

Lo sexual frecuentemente aparece marcado por un halo de clandestinidad. Hay quienes piensan que lo esencial no es comprender lo que sienten o hacen, sino evitar que se rompa el secreto en torno a ello. Esto, finalmente, solo facilita el abuso o las conductas autodestructivas o destructivas. Precisamente, parte de una buena educación sexual estriba en ser capaz de verbalizar el tema.

La pornografía

En el mundo actual, a la ignorancia sobre la sexualidad se ha sumado una fuente de tergiversación: la pornografía. Básicamente está al alcance de todos, de una u otra manera. No es raro que se acuda a ella por curiosidad, como un medio para resolver interrogantes que no se absuelven en la familia, la escuela o con la pareja.

No siempre se tiene el criterio suficiente para comprender la brecha que separa la realidad y la ficción en esos contenidos. Por obvias razones, se trata de ficciones cuya función es la de vender una versión hiperbólica de la sexualidad, en la que se trasgreden los límites usuales, venciendo así el tabú, al menos en apariencia.

La pornografía trabaja con estereotipos de ambos géneros y frecuentemente involucra prácticas sexuales violentas o no consentidas. Para alguien reprimido o hipersexualizado, esos contenidos se convierten muchas veces en la patente de corso para desplegar una sexualidad abusiva o, por lo menos, egoísta. Lo que falta allí es educación sexual; es decir, orientación integral frente al tema.

La orientación integral en la educación sexual

Cuando se habla de orientación integral a lo que se hace referencia es a la construcción de un saber que no solamente esté adscrito al cuerpo y a sus sensaciones, sino también a los aspectos psicológicos, culturales y sociales involucrados en la sexualidad.

El sexo implica una relación con el otro y por eso se crea una elaboración mental de lo que significa ese «ser otro».

Los límites en la sexualidad están dados precisamente por esa otredad. Si se le mira en términos muy básicos, supone el respeto por la integridad de la persona con la que se comparte la experiencia. Si se le ve desde un punto de vista más amplio, implica reconocer la existencia del erotismo, una dimensión exclusivamente humana, que implica formas de acercamiento y de placer que trascienden la genitalidad.

Así como se puede aprovechar mejor un alimento cuando se sabe preparar adecuadamente y acompañar con aquello que destaca sus propiedades, también la sexualidad se enriquece mucho cuando está acompañada por un saber que la potencializa. Una sexualidad sana implica espontaneidad, creatividad y enriquecimiento mutuo.

sábado, 27 de junio de 2020

El síndrome del retardo crónico

Hay personas que siempre llegan tarde, es imposible que sean puntuales. Ahora bien, ¿qué hay detrás de este comportamiento?

Ser impuntual de forma crónica es una actitud mal vista a nivel social. En general los impuntuales están catalogados de irrespetuosos y se suele escuchar eso de «es muy buena persona, ¡lástima que es impuntual!».

En ese sentido, son vistos como poco confiables a la hora de adoptar responsabilidades y cuando repiten sus tardanzas, una y otra vez, son rotulados y atrapados por el cartel de impuntuales. Su retardo crónico se convierte en un vía crucis para su círculo cercano, puesto que hagan lo que hagan es extraño que lleguen a la hora acordada. 

Elogio de la puntualidad

La puntualidad ha pasado a ser un valor, sobre todo en estos tiempo modernos en los que vivimos en un caos continuo y necesitamos poner cotos de orden para mantenernos de alguna manera organizados. 

Ser puntual es una característica que implica estar a tiempo en el lugar adecuado para cumplir nuestras obligaciones, desde una reunión con altos gerentes de la empresa, hasta llevar a los hijos al colegio o ir a cenar con amigos. 

Toda la vida se rige por tiempos: entramos al trabajo a una hora determinada y salimos a otra; hay horas para el dasayuno, el almuerzo, la merienda y la cena; hay horas para meterse en la cama, ducharse o escuchar música, para el tiempo libre, para las salidas, para… Todos son horarios para todo.

Los puntuales no solo llegan a tiempo a todas partes, sino que suelen llegar unos minutos antes y si por alguna arbitrariedad llegan pasada la hora prefijada de reunión -1, 2, 3, 4, minutos- pueden desencadenar un conflicto como si hubiesen cometido el peor de los errores. Es cierto que la puntualidad es respeto hacia los demás y nos hace previsibles en los encuentros porque se transmite confianza.

Las personas puntuales se muestran responsables, serios, respetuosas y eficientes.

Cuando imaginamos a los puntuales, pensamos en personas correctas, organizadas en su vida, hasta con un toque de rigidez. Prolijos y estructurados. Aunque no necesariamente los puntuales son así. Tampoco lo contrario de la imagen de los impuntuales: vagos, irresponsables, irrespetuosos del tenor de «me importan un cuerno los demás», «yo llego a la hora que me da la gana»… 

Maldita impuntualidad

Los impuntuales se llevan todos los premios a la hora de ser caratulados y descriptos por su entorno. Pueden ser caracterizados como excelentes profesionales, madres abnegadas, eficientes trabajadores, pero… ¡son impuntuales!

La mayoría de las críticas hacia la impuntualidad señalan que quienes la practican desaniman a sus compañeros de trabajo porque parece que no se comprometen con la tarea o tienen faltas de interés y seriedad. Por ello, pueden original tensiones en las relaciones. 

Es común que los impuntuales lleguen a una reunión -tarde por supuesto- y que encuentren un ejército de asesinos seriales que los miran con pasión destructiva y aniquilante. Sin embargo, ellos ya están habituados y pueden llegar agitados como si hubiesen tenido que pasar un ejercito de francotiradores en plena guerra, dando miles de excusas o arribando con una sonrisa como si hubiesen llegado con la máxima corrección de horario.

Son numerosas las recomendaciones que reciben los impuntuales. Todas soluciones intentadas fracasadas, puesto que el retardo crónico es un síndrome difícil de erradicar si se ha sistematizado en la vida del protagonista y del entorno.

Algunas de las sugerencias que aparecen no solo de manera verbal sino escritas en artículos de autoayuda describen comportamiento como: analiza introspectivamente el motivo por el que llegas tarde; adelanta el reloj; comienza a prepararte una hora antes de la que normalmente estipulas; establece de manera correcta tus prioridades; levántate más temprano de lo habitual; elabora por escrito un cronograma…

Diane DeLonzor, experta en el tema de la impuntualidad, escribió una especie de tratado sobre el tema Never be late again (No vuelvas a llegar tarde). En él expone numerosos detalles y explicaciones sobre la impuntualidad desde las perspectivas psicológicas y fisiológicas. 

Además, DeLonzor realizó una prueba muy interesante. Solicitó a  un grupo de personas puntuales e impuntuales que leyeran una parte de un libro y se frenaran cuando creyeran que llevaban un minuto haciéndolo. El resultado fue que los puntuales paraban antes (con una media de 58 segundos) y los impuntuales un poco más tarde (77 segundos).

Características del síndrome del retardo crónico

Hay algunas características generales en los que poseen este síndrome que va más allá de ser una actitud voluntaria. En principio, el retardo crónico tiene características de adicción a la adrenalina, ya que a los impuntuales les produce placer estar al filo del tiempo.

Su amígdala cerebral, una especie de alarma emocional de nuestro cerebro, se activa al detectar el riesgo que implica llegar tarde y se pone en marcha el eje hipotalámico-hipofisiario que activa la glándula suprarrenal y segrega al torrente sanguíneo cortisol y adrenalina. Tal y como ocurre en las personas con ludopatía o los deportistas de riesgo. Se tensan, se activan a nivel cerebral y experimentan una aceleración del pensamiento, como si hubiesen consumido cocaína. 

Por ello, son sumamente creativos a la hora de inventar nuevas excusas por el retardo. Tienen la habilidad de encontrar nuevos pretextos a su tardanza y la culpa se la echan a todos los factores por los que se enojaron en el trayecto.

La gente que los conoce ya tácitamente sabe que pondrán una excusa a su tarde llegada y se inmunizan: «tómalo o déjalo», tras infructuosas fórmulas por tratar de mejorar la puntualidad del impuntual. En este sentido, son inimputables, porque la gente termina ajústandose a sus horarios. Todo es laxo y flexible con ellos.

Eso sí, los impuntuales crónicos no se sienten irrespetuosos, no piensan que están jugando o usando el tiempo de los otros, no tienen consciencia, es mas fuerte la adicción y su déficit en el manejo del tiempo. Por eso, se perpetúan en su rol.

Esta distorsión del tiempo consiste en errar sobre la duración de una actividad. Casi siempre piensan que una tarea dura la mitad del tiempo real de lo que es posible realizarla. «Tardo 10  minutos en llegar» y en realidad son 20; «¿cuánto me puede llevar hacer esto? 15 minutos«, cuando lleva 30.

La mayoría de las personas con el síndrome del retardo crónico quieren hacer más de lo que el tiempo les permite. El problema es que sus acciones impactan en los demás, aunque esta medida del tiempo es para consigo mismo. 

Algo muy curioso es que para un impuntual no hay peor cosa que otro impuntual. Los impuntuales si por alguna casualidad de la vida llegan a tiempo y el otro se retrasa, no lo toleran: no aceptan su propia medicina. Cuando esperan desesperan.

Algunos tipos de impuntuales

Están los impuntuales narcisistas-pedantes que piensan que tienen derecho a llegar siempre tarde porque son importantes y su tiempo vale más que el tiempo del resto de la gente.

Hay impuntuales que poseen un déficit atencional, es decir, llegan tarde por olvidos, problemas de falta de atención, porque no lo registraron en la agenda, porque cuando debían anotarlo estaban pensando en otra cosa.

Incluso también están aquellos que tienen la hiperexigencia de querer hacer todo. No quieren dejar nada para otro día, odian postergar, aunque terminan no cumpliendo o cumpliendo a medias porque el tiempo no les alcanza. Entonces, tratan de exprimir el tiempo hasta las ultimas gotas, agotan las reservas y juegan hasta el límite.

Algunos otros son obsesivamente perfeccionistas, por lo que pasan mucho tiempo acabando y revisando lo que han hecho, tardando finalmente el doble de lo esperable. 

Algunos tardones son personas que han sido desvalorizadas. Estos patitos feos necesitan ser el centro de atención llegando tarde. Otros, no saben decir no, entonces tienen cantidad de ofertas que les exceden en tiempo y por temor a no ser aceptados o queridos abarcan más de lo que el tiempo real se lo permite. Por lo tanto, en lugar de decir «no», dicen «sí» sin medir si es posible o no. 

También hay impuntuales crónicos que vienen de matrices familiares impuntuales donde la tardanza es moneda corriente. Padres tardones y que por identificación los hijos han aprendido a llegar tarde. Aunque algunos han optado por su contrario: se han vuelto obsesivamente puntuales.

Sea como sea, el síndrome del retardo crónico no se soluciona de manera sencilla con tareas conductuales. Aunque sí colaboran para mejorar si se está sobre el tema y se toma real consciencia de lo que implica la impuntualidad con todos los contratiempos y conflictos que produce. 


viernes, 26 de junio de 2020

El lado más oscuro de Caravaggio

Provocador, pendenciero, violento y uno de los genios más destacados de la pintura. Caravaggio vivió con un pincel en una mano y con una espada en la otra; su carácter oscuro y su genialidad como artista no dejan indiferente a nadie.

Michelangelo Merisi da Caravaggio es uno de esos artistas malditos que sigue fascinando y aterrando por igual. Su vida, como su propio estilo, se movía entre esos trazos claroscuros llenando cada rincón de su existencia, de su carácter y sus obras. Su personalidad era tan poco convencional y provocativa como esos cuadros que aún hoy nos siguen sobrecogiendo por su expresividad, por esa fuerza que trasciende al lienzo.

Dicen de él que asentó las bases mismas del Barroco y que cambió el rumbo de la pintura. Cuando el Renacimiento ya bordeaba el ocaso, este artista italiano empezó a introducir en su arte las pinceladas de ese tenebrismo que más tarde asentaría escuela y tendencia. Sin embargo, ese estilo pictórico en el que jugar con los contrastes de las luces y las sombras, era en realidad, el reflejo mismo de la mente que le dio forma.

Caravaggio era el prototipo perfecto de las películas de Martin Scorsese. Habitaba en los bajos fondos de la Roma del siglo XVI. Lo suyo eran las peleas, los excesos, el comportamiento pendenciero… Sin embargo, había en él algo más que un carácter tendente a las trifulcas callejeras.

Por más que se le describa a menudo como «el chico malo del Barroco» en su persona, en su mente, se contenía algo más oscuro. Hay estudios que hablan de esquizofrenia, algo que justificaría quizá sus tendencias violentas.

Caravaggio y el realismo que fue considerado como «blasfemo»

Caravaggio era muy joven cuando llegó a Roma lleno de ilusiones y proyectos. La ciudad vivía en aquella época bajo el contexto de la contrarreforma, de manera que su estilo casi revolucionario fue bien recibido frente a la clásica sobriedad del velo protestante. Su forma de pintar alzaba expectación y repulsa por igual. En su estilo, caía el idealismo para dar paso a un realismo crudo, altamente expresivo y a menudo dramático.

Caravaggio elegía personas de la calle para sus obras. De pronto, las vírgenes, los apóstoles y los santos tenían el rostro de esos borrachos, de esos ladronzuelos, ancianos  o esas prostitutas que poblaban los barrios romanos. En esos rostros había un potencial expresivo que solo él podía ver y transmitir. En sus obras se entremezclaba lo religioso, con la sombra de la miseria, el reflejo de lo sagrado con el abismo de la violencia contenida o la locura.

Sus trabajos despertaron la admiración y también la ira de muchos puristas que llegaron a calificarlo como blasfemo. Los personajes bíblicos eran de pronto representados a través de rostros marginales en los que ya no había rastro de idealización alguna.

El artista con un pincel en una mano y la espada en la otra

El escritor flamenco Karel van Mander escribió la que se considera una de las biografías de Caravaggio más acertadas. En este trabajo explica que la vida del maestro del Barroco se dividía de dos modos muy concretos.

Pasaba unos 15 días trabajando con intensidad para después desaparecer durante meses. El propio cardenal Francesco María del Monte, quien le pidió decorar una de las capillas de la iglesia de san Luis de los Franceses, fue testigo de esto mismo.

Dejaba los pinceles para coger la espada y perderse por las calles romanas. ¿La razón? Era un hombre con una clara predilección hacia la violencia, promovido en muchos casos por la bebida. Atacaba a personas llevado por ataques de ira, se batía en peleas por mero placer y en muchos casos, esos enfrentamientos terminaban mal.

Karel van Mander señala que su llegada  Roma desde Milán pudo estar motivada por una huída, por un asesinato cometido en su ciudad natal. Aunque este, no sería el único crimen que cometería.

Bisexualidad, esquizofrenia y conductas violentas

Algo por lo que era conocido Caravaggio entre sus compañeros de profesión era por sus «limpiapinceles». Solía rodearse de jóvenes (a menudo niños) a los que iniciaba en el mundo del arte y también en el de las relaciones sexuales. De ahí también, que se hable a menudo de sus tendencias pederastas. Solía usar a muchos de ellos como modelos de sus obras, como por ejemplo, en la obra Niño con una canasta de frutas. 

Por su parte, el biógrafo Graham-Dixon explica en su libro Caravaggio: Una vida sagrada y profana que en realidad que es mejor verlo como omnisexual. Iba con hombres, niños, prostitutas… Nunca amó nadie, porque en su personalidad no había espacio para algo llamado amor o ternura.

Él solo entendía el mundo a través del claroscuro, de esa pasión que roza la violencia, de ese mundo descarnado en el que asomaba por igual la belleza y las más oscuras tinieblas. Sus biógrafos coinciden en todos esos actos que lo llevaron a juicio en 11 ocasiones a lo largo de su vida. Fue alguien que conoció la cárcel durante varios periodos.

En 1603, por ejemplo, fue denunciado por difundir poemas difamatorios contra Giovanni Baglioni. En mayo de 1605, el pintor fue arrestado por portar un arma ilegal (la espada) y por herir con ella a un notario, Mariano Pasqualone.

Más tarde, en 1606, la vida de Caravaggio cambiaría para siempre: debe huir de Roma tras matar en un duelo a Ranuccio Tomassoni, un mafioso romano con el que solía tener constantes reyertas. Tras ese hecho se va a Nápoles, entrando en un nuevo ciclo de agresiones e intentos de asesinato hacia su persona, de depresiones y alcohol. A los A los 36 años intenta volver a su querida Roma, buscando el perdón Papal.

No lo logró, nunca llegó a ver ni a pisar esta ciudad. Fallecería dos años después víctima de las fiebres en Porto Ércole, cerca de la Toscana.

Caravaggio y la esquizofrenia

El carácter tempestuoso y violento de Caravaggio ha hecho sospechar a los expertos durante décadas en la posibilidad de que sufriera o bien un trastorno límite de la personalidad o una esquizofrenia paranoide. La sospecha de esta última condición es la que más consenso obtiene a día de hoy.

No solo su comportamiento homicida reflejaría muchas de esas características definitorias. Llama la atención, sobre todo, sus obras, el reflejo del sufrimiento en muchos de los rostros que pintó así como en esa fascinación por las decapitaciones.

Su obsesión por reflejar a menudo lo más abyecto del ser humano podría atisbar (junto a sus actos cometidos) la sombra de alguna enfermedad mental.

No obstante, somos conscientes de que todo ello no son más que meras conjeturas. Caravaggio fue un hombre violento que vivió en una época violenta; es cierto. Y de ahí, la dualidad que nos sigue generando, su obra, su dramatismo y furor pictórico nos sigue admirando y fascinando. La persona detrás de la obra, continúa inquietándonos 400 años después.

jueves, 25 de junio de 2020

Optimismo nutritivo, un camino saludable

Cuando elegimos el optimismo nutritivo estamos sumando peldaños a nuestra calidad de vida. ¿Quieres saber cómo?

¿Alguna vez te has sentido agotado de que se te inculque ver todo como favorable? ¿Has pensado que la ocasión no acompaña para verlo todo de colores? ¿Has intentado ser siempre positivo y has fracasado? No todos nos encaminamos hacia un optimismo nutritivo.

El optimismo, según la Real Academia de la Lengua española, es ‘la propensión a ver y a juzgar las cosas en su aspecto más favorable’. ¿Cómo incluirlo en nuestra vida sin hacernos daño? ¿Cómo no inclinarnos hacia la mayor perfección posible?

En este post exploraremos estas preguntas. Para ello, te contaremos de qué se trata el optimismo nutritivo y cómo se relaciona con nuestra salud. Además, te daremos algunos consejos para cultivarlo y que se convierta en una herramienta que sume a tu bienestar.

Optimismo nutritivo, ¿de qué trata?

Cuando hablamos de optimismo nutritivo, hacemos referencia a ver el lado positivo de lo que acontece, pero sin exagerar. Es decir, sin llegar a pretender que todo es perfecto. Entonces, significa que seamos capaces de asumir los retos y las situaciones, de forma favorable, pero asertiva.

Ahora bien, el optimismo nutritivo, debe ir sintonía con nuestros pensamientos, acciones y sentimientos. Por lo tanto, la idea es que nos favorezca, no que nos destruya. Para ello, debemos recordar que el exceso de amabilidad y de ver siempre el lado positivo de las cosas puede resultar tóxico.

Así, no hay que dejar pasar por alto emociones que nos pueden resultar incómodas, pensamientos que nos cuestionan y acciones que no van en sintonía con nosotros. Todo ello es necesario y si hacemos como si no existiese, luego retornará con fuerza, causándonos gran sufrimiento.

De este modo, optimismo nutritivo no significa ser siempre positivos. Significa ver el lado bueno del asunto en el momento indicado. Podemos permitirnos fallar, estar tristes por un tiempo, ir en contra de nosotros mismos, etc.

No somos perfectos y para que el optimismo sea sano, no debemos aplicarlo en todo momento. En otras palabras, ser positivo alejándonos de la realidad no es favorecedor. Midamos nuestra dosis para que el optimismo no se torne excesivo en nuestras vidas.

Optimismo nutritivo, ¿cómo se relaciona con nuestra salud?

La salud es integral. De ella hace parte nuestro desarrollo físico, social y mental. Para cultivarla es importante ir en sintonía con todos estos aspectos. Dándole cabida al optimismo nutritivo, estaríamos potenciando nuestro bienestar, solo si somos positivos sin excedernos.

Este tipo de optimismo tiene que ver con nuestra salud porque la potencia. Ser asertivos en la positividad ayuda a una gestión emocional adecuada, a que nuestras interacciones sociales sean auténticas y a que nuestro organismo no se estrese.

Los fracasos son necesarios. Las personas que cuentan con un optimismo nutritivo lo saben, por ello se permiten fallar y después aprender de ello. De hecho, ser siempre positivos implica una inclinación a que todo esté bien, lo que potencia el perfeccionismo, un asunto que resulta poco saludable.

Brehar, Gramegna y Arancibia (2014) nos lo muestran en su artículo publicado en la Revista Chilena de Neuropsiquiatría, en el que relatan la relación con la insatisfacción corporal que puede llevar a los trastornos de conducta alimentaria.

¿Cómo cultivar el optimismo nutritivo?

Para comenzar debemos autoconocernos. Así sabremos cómo somos, qué queremos y para dónde vamos. Ello nos ayudará, además, a encontrar nuestro yo auténtico. Veamos más formas de cultivar el optimismo nutritivo:

  • No enmascarando nuestros sentimientos. Expresar lo que sentimos nos ayuda a fluir, solo debemos buscar la asertividad.
  • No finjamos que todo está bien. Si está mal, permitámoslo. Luego emprendamos un camino para resignificar lo sucedido y verlo como un gran aprendizaje.
  • Algunas de las veces todo estará bien y otras no. Consiste en expandir nuestra consciencia tanto para lo que nos resulta como para lo que no.
  • Validar las experiencias. De los demás, y las nuestras. Se trata de comprender, aprender y expresar la aceptación de lo que le acontece a los demás.
  • Atendiéndonos a través de prácticas de autocuidado para todos los ámbitos de nuestro bienestar.

El optimismo nutritivo nos enseña a ver lo positivo a través de dosis que resulten beneficiosas. En cada uno será diferente, hay quienes necesitaremos construir más espacios positivos y quienes deberemos estar más cerca de la realidad.

También se trata de no agredirnos, de cultivar nuestra consciencia y de aprovechar el instante presente. Para ello, no debemos estancarnos en el pasado ni el futuro. Tampoco dejar ser protagonistas durante largos periodos de tiempo a emociones, interacciones y pensamientos que nos dañen.

Samara Quintero y Jamie Long, del grupo de psicólogos de Fort Lauderdale, aconsejan cambiar frases que reflejan positividad tóxica por unas más saludables. Por ejemplo: «no pienses en eso, sé positivo», por «describe lo que estás sintiendo, te estoy escuchando», «no levantarse no es una opción», por «caer, es parte del proceso de desarrollo».

En resumen, el optimismo nutritivo consiste en hacer de la asertividad nuestra mejor aliada. Para ver el lado positivo de lo que acontece, pero sin exagerar. Esto nos permite seguir anclados a la realidad y saber que nada puede ser perfecto.

Significa apertura de consciencia para trabajar en todos los niveles de nuestro desarrollo, propiciando nuestro lado genuino, en pro de nuestra salud integral. El optimismo nutritivo te permite ver el lado bueno yendo en sintonía contigo, sin cortarte las alas y potenciando el aprendizaje, sin dejar de lado tu «yo auténtico».


miércoles, 24 de junio de 2020

¿Te has preguntado «cómo estás realmente»?

¿Te has preguntado hoy cómo te encuentras emocionalmente? ¿Te sientes ilusionado, triste, enfadado, tal vez? Sondearnos, saber cómo están nuestras emociones y conectar con las propias necesidades también es un valioso ejercicio de salud mental.

¿Cuánto tiempo hace que no te preguntas: «cómo estás realmente»? A menudo, las personas somos hábiles expertas en dejar pasar el tiempo mientras seguimos respirando a través de esa gruesa armadura que nos protege del mundo. Aparentamos ser criaturas invencibles, esforzándonos por no atender ni escuchar demasiado a ese ser interno que pide ayuda y que sufre.

Somos esa sociedad que se saluda con un «cómo estás» sin esperar respuesta del otro. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo atrevernos? Esa frase sirve como mera introducción a una conversación, así que hay que ser lo más asépticos posible y evitar a toda costa hablar de lo que duele, describir esas emociones y sentimientos que se arremolinan en nuestro interior.

Desarrollar esa valiosa capacidad de mirar hacia adentro y expresarlo después no es tarea fácil. Ayuda sin duda haber sido criado y educado con afecto, a través de esas miradas y esos rostros que sabían conectar con nosotros para saber qué nos ocurría y validar cada experiencia interna. Sentirnos libres para comunicar emociones desde niños y compartirlas genera un gran beneficio.

Sin embargo, esta habilidad no abunda en nuestros contextos sociales. Si hay algo que aprendemos de manera temprana es que «siempre hay que estar bien». Porque cuando uno regala sonrisas, ánimos y alegría, gusta más y la comunicación y las relaciones parecen más fáciles. Así que al final nos acostumbramos a sonreír a la fuerza, a aparentar normalidad olvidándonos del autocuidado emocional.

«¿Cómo estás realmente?», la pregunta que deberías hacerte de manera regular

Lo problemático de hacer preguntas es que, a menudo, hallamos respuestas inesperadas. Aun así, pocos ejercicios son tan básicos y necesarios para el ser humano como preguntar y preguntarse, como cuestionar y cuestionarse. En materia de bienestar psicológico es imprescindible sondearnos de manera frecuente para identificar nuestro auténtico estado.

Al fin y al cabo, si nos preocupamos por el estado de nuestra piel o salud bucal, ¿por qué no hacer lo mismo en el área emocional? Preguntarte «¿cómo estás realmente?» no te hace perder tiempo, te hace ganar en fortaleza, en salud, en higiene mental. Aunque formular esa cuestión no deja de ser fácil, lo verdaderamente complejo viene después. Porque saber contestar implica dominar varias dimensiones. Las analizamos.

La valentía de dejar caer las defensas psicológicas

Cuando llevamos mucho tiempo descuidándonos, aparentando ser fuertes por los demás y solventes para poder llegar a todos nuestros objetivos cotidianos, cuesta bastante tomar contacto con nuestro auténtico ser. Por término medio, alzamos a su alrededor infinitas barreras y defensas psicológicas.

Por ejemplo, hacemos uso de la negación, ese truco mental casi infalible en el cual nos decimos cosas como «a mí no me causó ningún dolor terminar con esa amistad de toda la vida». Aplicamos también la racionalización: por ejemplo, «si me siento un poco más desanimado estos días es porque no me alimento muy bien y porque en el trabajo tenemos más presión».

Usamos también la protección, que no es otra cosa que el autoengaño, que el arte de quitar hierro o reprimir eso que nos duele, preocupa o molesta. Si de verdad deseamos tomar conciencia de cómo nos sentimos, hay que dejar caer todas esas barreras, esos mecanismos que nos impiden ver qué hay detrás.

Saber nombrar las emociones, el lenguaje de la vida

Las emociones son el auténtico idioma de la vida. Saber poner nombre a cada sensación, a cada realidad interna que experimenta el cuerpo y que invade nuestra mente, es clave de bienestar. Matthew Lieberman, profesor de psicología en la Universidad de California, nos indica que la forma en que etiquetemos esos estados de ánimo nos va a afectar. Por tanto, hay que hacerlo bien, ser competentes.

Por ejemplo, cuando te preguntes «cómo estás realmente» puede que te respondas «estoy triste». Sin embargo, a menudo detrás de la tristeza lo que hay es todo un crisol de emociones que desgranar: enfado, ira, frustración, decepción, miedo…

Tal y como nos explica el propio doctor Lieberman en un estudio, limitarnos a una sola o hacerlo de manera errónea, nos hará tomar decisiones poco útiles. Saber desgranar una a una todo ese cúmulo de realidades internas y etiquetarlas, nos permitirá tomar contacto con nuestras auténticas necesidades y actuar en consecuencia.

Deja que alguien adecuado te pregunte «cómo estás realmente»

A muchos no nos resulta fácil la tarea del autocuidado emocional. Por eso, a veces, es adecuado contar con alguien que nos entienda, que sea capaz de escuchar sin juzgar, de facilitar el diálogo que enhebra con las emociones, que las permite fluir sin miedos… Dejar que alguien adecuado te pregunte «cómo estás realmente» también está bien.

De hecho, es hasta recomendable cuando sentimos ese embotamiento mental en el que todo pesa y todo preocupa en exceso. Son esos instantes en que uno es consciente de que algo no va bien pero no sabe realmente qué es. En estas situaciones siempre es acertado contactar con un buen profesional. 

Sondearnos, establecer conversaciones con nosotros mismos, hallar mecanismos para liberar pensamientos y sentimientos es un ejercicio de salud mental en el que deberíamos emplear tiempos y esfuerzos. Saber cómo estamos es el único modo de darnos de lo que necesitamos, de convencernos para realizar esos cambios que revertirán en el propio bienestar. Tengámoslo en cuenta.



martes, 23 de junio de 2020

Tipos de insomnio: causas y tratamientos

A menudo, cuando tenemos problemas para dormir solemos decir que tenemos insomnio, pero ¿sabías que existen diferentes tipos de insomnio? Así es. No hay un solo tipo, sino varios y cada uno de ellos requiere un tratamiento diferente. En este artículo nos centraremos en explicar los diferentes tipos de insomnio y el tratamiento que se recomienda en cada caso. Profundicemos.

El insomnio es uno de los motivos de consulta más frecuentes en atención primaria y además, uno de los síntomas que comparten prácticamente todos los trastornos psicológicos.

Al igual que ocurre con otros problemas que son muy frecuentes en nuestra sociedad (como la  ansiedad o la depresión), muchas personas utilizan el término insomnio de forma incorrecta. Por ejemplo, tener problemas para dormir un día o dos no es tener insomnio, o estar muy estresado y no poder dormir correctamente tampoco se identificaría con este trastorno del sueño. En este último caso más bien estaríamos bajo un proceso de estrés que tiene como síntoma el insomnio.

Como vemos, existen ciertas especificaciones que son imprescindibles para comprender este problema, evaluarlo y diseñar el tratamiento. Veamos a continuación cada uno de estos aspectos.

¿Qué es el insomnio?

El insomnio es formalmente denominado como insomnio primario, un trastorno del sueño en el que se aprecian las siguientes características:
  • Durante al menos cuatro semanas la persona experimenta una dificultad persistente para dormir.
  • La dificultad se puede experimentar durante el inicio del sueño, el mantenimiento, la finalización o la sensación de sueño no reparador (dormir pero no descansar).
  • No existe ninguna causa orgánica (traumatismo craneoencefálico, demencia, ictus) ni médica/fisiológica que pueda explicar el insomnio (consumo de drogas, medicación, enfermedad médica que curse con insomnio).
  • Tampoco existe ningún trastorno psicológico como por ejemplo ansiedad o depresión. Porque en estos casos estaríamos frente a un diagnóstico de trastorno de ansiedad u otro trastorno (con síntomas de insomnio relacionado con otro trastorno mental según el DSM-5).
De este modo, existen tres tipos de insomnio en función del momento en el que la persona experimenta dificultad para dormir:

  • Insomnio de conciliación o de inicio.
  • Insomnio de mantenimiento o sueño fragmentado.
  • Insomnio tardío o despertar precoz.
Por tanto, para poder decir que tenemos insomnio (estrictamente hablando), es necesario que cumplamos con los criterios diagnósticos descritos anteriormente. Si tenemos otro trastorno o problema que cursa con insomnio, el mero tratamiento del trastorno del sueño no acabará con el problema. Se ha de diagnosticar y abordar el trastorno principal para poder acabar con los problemas del sueño. A continuación profundizaremos en los tres tipos de insomnio existentes.

Insomnio de conciliación o inicio

Este es el más común y conocido de los tres tipos de insomnio. Se trata de la incapacidad de dormir cuando nos vamos a la cama, es decir, se experimenta un problema a la hora de iniciar el sueño. El insomnio de conciliación suele deberse a la máxima de «dormimos como vivimos». Es decir, si pasamos el día estresados o preocupados es muy difícil para la mente desconectar y entrar en sleep mode.

En la gran mayoría de los casos, el insomnio de conciliación responde a un estado de malestar psicológico, el cual es el responsable de la dificultad para quedarnos dormidos. Sin embargo, también se pueden experimentar problemas para iniciar el sueño cuando se producen cambios en el horario habitual de nuestra rutina o en las horas de exposición a la luz solar.

Tratamiento del insomnio de conciliación o inicio

El tratamiento recomendado para el insomnio de conciliación tiene varias fases. En primer lugar, se realiza lo que se conoce como higiene del sueño. Se utiliza este enfoque porque en la mayoría de los casos, con el desarrollo del insomnio la persona adquiere hábitos que no son saludables y que empeoran aún más su situación. De este modo, como primera medida se trabajan unas pautas para tener hábitos correctos y romper la asociación: ir a la cama →no dormir→ansiedad anticipatoria por no dormir.

En segundo lugar, si las pautas de higiene del sueño no son suficientes, se prescriben diferentes técnicas o tareas que buscan romper la asociación entre la hora de dormir y el no poder dormir, junto con el malestar que ello conlleva. Para cada caso y persona el psicólogo diseña una tarea específica, y además plantea una serie de objetivos terapéuticos que buscan generar cambios en su día a día.

Nos obstante, es necesario recordar que todos los abordajes terapéuticos que hemos mencionado están dirigidos al insomnio de conciliación como trastorno primario. Es decir, son tratamientos y enfoques que se diseñan en el caso de que se descarten otros tipos de insomnio o trastornos psicológico como la ansiedad, la depresión, el trastorno obsesivo compulsivo o el trastorno bipolar.

Por otro lado, si la persona no consigue dormir utilizando técnicas psicológicas, puede ser necesario recurrir a un fármaco. Las mejores opciones para el insomnio de conciliación son los inductores del sueño no bezodiacepínicos. Son fármacos que actúan rápidamente y durante muy poco tiempo, sin efecto ansiolítico ni residual el día después. Por ejemplo, zolpidem, zaleplon o zopiclona.

En cualquier caso, el tratamiento farmacológico del insomnio siempre tiene que ser pautado y supervisado por un médico, siendo este el que decida qué fármaco es el más oportuno y durante cuánto tiempo se ha de tomar.

Insomnio de mantenimiento o sueño fragmentado

En el insomnio de mantenimiento se observa una dificultad para mantenerse dormido a lo largo de la noche. Dicho de otro modo, la persona es capaz de dormirse pero experimenta frecuentes y prolongados despertares nocturnos que suelen darse especialmente en la mitad de la noche. Cuando esto ocurre, las consecuencias negativas son muy notables, ya que se tiene la sensación de tener un sueño no reparador.

Si se realiza el diagnóstico de insomnio de mantenimiento, es imprescindible descartar causas orgánicas o fisiológicas que sean las responsables del problema. Por ejemplo, problemas hormonales que hagan que la persona se despierte. Los despertares durante la mitad de la noche son muy comunes cuando hay un funcionamiento incorrecto de la glándula tiroides o, en el caso de las mujeres, cuando experimentan irregularidades en su ciclo hormonal.

Tratamiento del insomnio de mantenimiento o sueño fragmentado

Si se encuentran causas médicas que expliquen el insomnio de mantenimiento o sueño fragmentado se tienen que tratar estas primero. Una vez que dichas causas se han controlado o descartado, el tratamiento para este tipo de insomnio implicará todas las técnicas que se utilizan en el insomnio de conciliación, pero además se tiene que incluir un tratamiento farmacológico.

En este caso, el fármaco recomendado sería una benzodiacepina que actúe durante toda la noche, ya que se necesita un medicamento que mantenga a la persona dormida durante todo ese tiempo.

Por otro lado, no existe un tratamiento psicológico eficaz hasta la fecha que permita reducir inmediatamente la cantidad de despertares nocturnos. Sin embargo, la labor de un psicólogo en estos casos también es fundamental.

La mayoría de las personas que tienen sueño fragmentado o insomnio de mantenimiento también tienen problemas psicológicos como trastornos de ansiedad o trastorno depresivo mayor. Con lo cual, lo primero que se busca a corto plazo es que la persona logre dormir correctamente, para luego poder trabajar, a través de psicoterapia, todos los aspectos psicológicos que son la causa de este tipo de insomnio.

Insomnio tardío o despertar precoz

En el último de los tipos de insomnio lo que ocurre es que la persona es capaz de dormirse y no se despierta durante la noche, pero no consigue dormir todas las horas que necesita. Por ejemplo, ponemos el despertador a las 7:00 am y nos despertamos a las 5:00 sin poder volver a dormirnos. Esto provoca que el resto del día estemos más cansados e incluso, sensación de ansiedad o angustia.

Este tipo de insomnio está muy asociado a problemas como la depresión o el estrés laboral. En primer lugar, la depresión conlleva una serie de cambios en los ciclos de sueño que suelen dar como resultado que la persona se despierte muy temprano y no se pueda volver a dormir. Y en segundo lugar, cuando existe una alta carga de trabajo es muy frecuente que la persona se despierte antes y tampoco sea capaz de volver a dormir.

Tratamiento del insomnio tardío o despertar precoz

El tratamiento del insomnio tardío consiste en una combinación de tratamiento farmacológico para prevenir que la persona se despierte antes de la hora y tratamiento psicológico para gestionar las emociones causantes del despertar precoz.

El abordaje psicológico es similar al que se utiliza en los otros dos tipos de insomnio, pero en este caso es imprescindible hacer una intervención dirigida al manejo del estrés y las emociones relacionadas con el despertar.

También es muy importante, aunque parezca raro, que si nos despertamos antes de hora y no nos dormimos, nos levantemos de la cama. Esto es importante porque incrementar el cansancio es uno de los mejores remedios contra el insomnio, y además, de esta manera rompemos la asociación entre estar en la cama y la sensación de angustia provocada por no poder dormir.

Así, mientras que en el caso del insomnio de conciliación el tratamiento de primera elección es psicológico, en el caso de los otros dos tipos de insomnio (mantenimiento o tardío) se ha de combinar un fármaco junto al tratamiento psicológico.

      lunes, 22 de junio de 2020

      Insomnio familiar letal: no dormir puede matar

      Quizá muchos no conozcan la importancia del sueño, pero ¿qué pasaría si dejásemos de dormir? El insomnio familiar letal nos demuestra que, sin dormir, no podemos sobrevivir. En este artículo conoceremos más sobre esta rara enfermedad.

      El sueño es una necesidad fisiológica básica. Es imprescindible para preservar la vida, junto a la satisfacción de otras necesidades básicas, como comer o beber. Todos hemos pasado alguna noche en vela y hemos sentido esa especie de resaca que no nos deja funcionar con normalidad y de la que nos recuperamos tras un periodo de sueño. Pero, ¿qué pasa cuando dejamos de dormir por completo?

      Existe una rara enfermedad hereditaria que produce privación de sueño no REM y conduce a la muerte. Se conoce como insomnio familiar letal.

      En este contexto, vamos a conocer más acerca del sueño de ondas lentas. Haremos un repaso de las causas, síntomas y tratamientos paliativos de esta enfermedad y conoceremos algunas curiosidades con respecto a la concentración de casos en ciertas regiones de Europa.

      ¿Qué es el insomnio familiar letal?

      El insomnio familiar letal o fatal es una enfermedad hereditaria rara que se produce por una mutación en el gen PRNP.

      Se transmite por herencia autosómica dominante, es decir, los hijos de personas afectadas tienen un 50 % de posibilidades de heredarla. Además, se trata de una enfermedad de «alta penetrancia», lo que significa que una persona que la hereda tiene muchas posibilidades de desarrollarla.

      Pertenece al grupo de las encefalopatías espongiformes transmisibles. Se denominan así por el aspecto que presentan los cerebros infectados, que al microscopio se ven como esponjas, repletos de agujeros y poros. A este grupo de enfermedades pertenece también la famosa enfermedad de las «vacas locas» (encefalopatía espongiforme bovina), entre otras.

      Los priones  son proteínas mal formadas, responsables de este tipo de encefalopatías. En esta enfermedad, los priones afectan principalmente al tálamo y se van extendiendo hacia el resto de la corteza. El núcleo dorsomedial del tálamo es imprescindible para la instauración del sueño no REM, sueño de ondas lentas o sueño profundo.

      Afecta a una persona entre un millón y la prevalencia es igual en mujeres y hombres. Los primeros síntomas suelen empezar entre los 30 y los 60 años. La edad media de aparición es 51 años y los síntomas se agravan progresivamente. Los síntomas más frecuentes del insomnio familiar letal son los siguientes:
      • Insomnio que empeora con el tiempo (aunque no tiene por qué ser el síntoma principal).
      • Demencia progresiva.
      • Pérdida de peso.
      • Hipotermia o hipertermia.
      • Alteraciones de la función respiratoria y del ritmo cardíaco.
      • Miosis (contracción de la pupila del ojo).
      • Trastornos neuromusculares: ataxia (falta de control de los movimientos voluntarios), mioclonías (movimientos musculares involuntarios), atetosis (movimientos involuntarios de torsión)…
      • Alucinaciones.
      • Estados confusionales y delirium.
      • Alteraciones endocrinas, que alteran la secreción normal de varias hormonas.
      • Alteraciones visuales, que pueden llegar a ceguera completa.
      El sueño de ondas lentas (o sueño profundo) y su importancia

      El sueño de ondas lentas, sueño profundo o sueño no REM constituye las fases III y IV del ciclo de sueño. Se denomina de ondas lentas porque predominan las ondas delta, que son ondas de baja frecuencia (0-4 Hz).  Es el sueño reparador y regenerador.

      La fase IV, en concreto, es la más importante para el descanso cerebral, ya que es la que permite que el cerebro se recupere de las actividades de la vida diaria. La actividad cerebral produce radicales libres, que son muy oxidativos, y durante el sueño no REM se produce la eliminación de dichos radicales.

      En relación a esto, se ha podido observar que, a mayor nivel de activación de una región cerebral en vigilia, mayor cantidad de ondas delta durante el sueño. Así, las zonas cerebrales que en vigilia consumen mayor cantidad de glucosa (a mayor activación, mayor consumo de glucosa) presentan mayor cantidad de ondas delta.

      Existen teorías que atribuyen al sueño lento, también, función homeostática, relacionada con la disminución de la temperatura cerebral.

      En el insomnio familiar letal, lo que se reduce hasta el punto de desaparecer es, precisamente, este tipo de sueño. Por lo tanto, el cerebro de quienes lo sufren no tiene capacidad para recuperarse de la activación en vigilia, ni puede reequilibrar la temperatura de su cerebro, lo que, en la gran mayoría de los casos, termina con la muerte del paciente.

      Diagnóstico y tratamiento del insomnio familiar letal

      La única prueba que permite confirmar el diagnóstico es una biopsia cerebral. La biopsia consiste en extraer parte del tejido cerebral que se sospecha dañado para poder analizarlo al microscopio.

      Además, existen otro tipo de pruebas que permiten orientar el diagnóstico y descartar otras patologías:
      • Análisis del líquido cefalorraquídeo.
      • Electroencefalograma y polisomnograma, para estudiar el patrón de ondas cerebrales, tanto en vigilia como durante el sueño.
      • Pruebas de neuroimagen, que permiten observar la degeneración del tálamo.
      Esta enfermedad no tiene cura, pero se puede ayudar a que estos pacientes tengan una mejor calidad de vida. Un ensayo clínico prueba la capacidad de un antibiótico para ralentizar la tasa de acumulación de priones, pero de momento lo único que se puede hacer por estos pacientes es tratamiento sintomático y paliativo. Por desgracia, todavía no hay opciones para terminar por completo con la pesadilla de quienes la sufren.

      Se puede intentar ralentizar (que no revertir) la demencia, mediante estimulación y rehabilitación cognitiva. También se pueden usar fármacos para reducir los síntomas psiquiátricos. Sin embargo, hay que tener especial cuidado con los sedantes, ya que los pacientes suelen responder bastante mal a estos fármacos.

      Algunos datos…

      El insomnio familiar letal fue descrito por primera vez en 1986 por el neurólogo italiano Elio Lugaresi. Hay aproximadamente 100 casos en el mundo, 40 de ellos en España, y la mayor concentración está en el País Vasco.

      Ana Belén Rodríguez, bióloga, explica en su tesis doctoral que esto puede deberse al «efecto fundador». Este efecto se produce cuando se crea una nueva población a partir de un número reducido de individuos -como efectivamente ocurrió en el País Vasco- y se trasmite la mutación a los descendientes. Lo que explica, además, que la mayoría de esos casos pertenezcan a la misma familia.

      T.D. Max, periodista estadounidense, escribió La familia que no podía dormir, una crónica basada en hechos reales. En ella habla de una familia de Venecia que lleva dos siglos arrastrando la enfermedad y cómo se fueron enfrentando a ella.

      domingo, 21 de junio de 2020

      Estrés digital: cuando la tecnología nos desborda

      ¿Sientes la necesidad de desconectar de las redes? ¿Te abruma tanta información y notificaciones en tu teléfono? Seguramente estés padeciendo estrés digital. Aquí te contamos qué es y cómo evitarlo.

      El estrés es un estado psicológico y fisiológico que nos sitúa en un estado de alerta y que, de forma crónica, puede ser muy perjudicial para la salud. Nos estresan los eventos vitales inesperados, las preocupaciones, la rutina y las actividades que realizamos en el día a día sin darnos cuenta. Es el caso del estrés digital, que consiste en el estrés relacionado los medios de comunicación, dispositivos tecnológicos y, sobre todo, las redes sociales.

      Al igual que otros tipos de estrés, el digital tiene consecuencias perjudiciales para la salud. Además de las comunes a cualquier tipo de estrés, este puede tener consecuencias específicas concretamente en el cerebro, debido al desarrollo de tareas múltiples. Es decir, el uso de tecnología digital permite, y a veces nos fuerza a, realizar varias tareas a la vez y estar pendiente de distintos tipos de información, lo que puede pasar factura a la larga.

      ¿Qué es el estrés digital?

      Se ha llamado estrés digital a la ansiedad que genera el querer compaginar la vida en línea con el resto de actividades cotidianas. Se produce por diferentes factores relacionados con los medios de comunicación: redes sociales, información recibida en los medios, el correo electrónico, recibir multitud de notificaciones procedentes del trabajo, etc.

      Entre los principales síntomas que presenta alguien con estrés digital se encuentran los siguientes:
      • La nomofobia. Así es como se ha denominado al miedo irracional a estar sin teléfono o a no poder utilizarlo. Aunque se sienta la necesidad de desconectar, estar desconectados acaba generando miedo e inseguridad por no poder estar disponible o bien por no poder mantenerse al tanto en las redes.
      • Conductas de comprobación. Es decir, la necesidad de consultar si hay algún asunto pendiente. Por ejemplo, comprobar si hemos recibido algún correo electrónico, algún mensaje o consultar el feed de nuestra red social favorita.
      • A la misma vez que está la necesidad por estar conectados, se siente la necesidad de desconectar. Esas conductas de búsqueda y de alerta por si recibimos algo, puede llevar a síntomas físicos como dolores de cabeza, problemas de sueño o falta de concentración.
      La invasión tecnológica

      Según los datos, en 1995 solo un 10 % de la población adulta usaba internet, mientras que en 2011 ya indicaban cerca de un 80 %. En el año 2020, las cifras han subido al 91 % en España, 96 % en Reino Unido y el 99 % en Emiratos Árabes, el lugar del mundo con mayor cifra. De estos porcentajes, los adultos gastan de media unas 6 horas conectados a los teléfonos móviles, prevaleciendo el uso de aplicaciones de mensajería y redes sociales.


      Aunque las cifras puedan resultar alarmantes, la realidad es que hoy en día es prácticamente imposible escapar de la tecnología. Es un avance que llegó para quedarse y para aumentar. Así pues, actualmente, la mayoría estamos rodeados y bombardeados continuamente por información y dispositivos digitales.

      El problema que entonces se presenta es que nos olvidamos de conectar con la vida off-line. Además, su ritmo vertiginoso nos ha llevado a generalizarlo también en nuestra rutina, Es decir, la tecnología es rápida, cambiante y está disponible a todas horas. Por ello, resulta tan estimulante como desbordante y pasamos los días queriendo atenderlo todo y cuanto antes.

      Estar en todo y en nada

      El estrés digital no solo tiene en cuenta el uso del teléfono móvil. Habría que sumarle el tiempo de navegación por páginas web, el tiempo dedicado a chequear el correo electrónico, a escuchar música en streaming, a reuniones virtuales o simplemente el uso del ordenador para trabajar. Así, el estar rodeados de tecnologías nos lleva a cambiar de dispositivo y de actividad o tarea constantemente.

      Según expertos, quienes tienen que trabajar con el correo electrónico, suelen cambiar de ventanas, y por tanto de foco de atención, unas 36 veces por hora. Es decir, de media, cada dos minutos cambiamos lo que estamos haciendo. Mientras que quien no usa el e-mail, lo hace unas 18 veces. Este capacidad de multitarea, que hasta hace un tiempo se consideraba como una cualidad beneficiosa, en realidad tiene una serie de consecuencias sobre nuestro rendimiento.

      Se estima que el cerebro es capaz de afrontar la realización de dos tareas simultáneas, pero cuando se introducen más, este se descoordina. Comienza a estar pendiente de recibir más información por otra vía para estar preparado de una posible oportunidad o amenaza. Es entonces cuando somos menos capaces de filtrar y retener información, de cambiar de una tarea a otra y de concentrarnos. En definitiva, al abordar varios frentes, somos menos productivos.

      Desintoxicación digital

      Como se ha indicado, el estrés está relacionado con una peor salud física y psicológica, que puede tener incluso consecuencias a muy largo plazo. Por ello, es importante saber identificar y gestionar las situaciones que nos lo provocan. En este caso, también hay que saber liberarse del estrés digital y, para ello, los especialistas recomiendan realizar una desintoxicación.

      Para hacer una buena desintoxicación digital lo principal es abstenerse un tiempo de usar las tecnologías y aprovechar para conectar con el entorno real.

      Sin embargo, como reflexionábamos antes, a día de hoy es muy difícil desconectar por un largo período. Así que se pueden seguir los siguientes consejos para minimizar los efectos negativos de la saturación tecnológica:
      • Evitar redes sociales o aplicaciones de ocio durante el tiempo de estudio o trabajo. Irónicamente, existen muchas aplicaciones para controlar el tiempo que se dedica e incluso bloquear el acceso a las apps que uno quiera. También lo puedes hacer desde la configuración de tus dispositivos. Es importante marcar un horario y un tiempo límite para socializar en línea.
      • Si es necesario trabajar con el ordenador, hay que mantener el orden y limpieza en el entorno del mismo. Cuanto más agradable sea, mejor será la concentración.
      • Elegir un momento concreto para leer el correo electrónico ajustado a las necesidades reales. Así se evitará estar constantemente comprobándolo y, por lo tanto, desconectando de otras tareas.
      • Si por casualidad se encuentra un contenido interesante, hay que guardarlo para leerlo más tarde.
      • En cuanto al multitasking, si es inevitable, es recomendable agrupar las tareas por similitud, lo que evitará sobrecargar la mente al cambiar de foco.
      En definitiva, las tecnologías son muy útiles, pero es importante saber mantener la distancia para no saturarnos y que nos afecten de forma negativa en lugar de ayudarnos. Dedica más tiempo a conectar con las personas que tienes alrededor, contigo y con la naturaleza. Además de ser más satisfactorio, hará que te recuperes antes de la vida digital.

      sábado, 20 de junio de 2020

      7 hábitos de las personas emocionalmente inteligentes

      Las personas emocionalmente inteligentes son optimistas, saben decidir con efectividad y utilizan sus emociones a su favor y en bienestar de los demás.

      Las personas emocionalmente inteligentes son hábiles en reconocer, gestionar y comprender las propias emociones y las de los demás. Son además, muy efectivas a la hora de crear impacto en el resto, y representan sin duda, ese grupo poblacional con mayor probabilidad de ganar en calidad de vida y en éxito social.

      Como bien sabemos este campo tan interesante de la psicología y el crecimiento personal, tuvo su auge con el libro de Daniel Goleman «Inteligencia Emocional». Ahora bien, por llamativo que nos parezca a día de hoy los expertos todavía no se ponen de acuerdo a la hora de definir con total exactitud en qué consiste esta dimensión.

      La razón de que esto sea así se debe a una sencilla razón. Más allá de la conciencia emocional y saber identificar las realidades personales y ajenas en este componente, lo más importante es otro aspecto. La auténtica facultad que caracteriza a las personas emocionalmente inteligentes es ser proactivo.

      Es decir, aspectos como saber resolver problemas, animar o ayudar a otros generando calma y bienestar, y a su vez, crear entornos sociales más respetuosos y productivos, sería en realidad la auténtica valía de estos perfiles. Veamos más datos a continuación

      1. Las personas emocionalmente inteligentes prestan atención a lo que están sintiendo

      Daniel Goleman identifica la autoconciencia como uno de los componentes clave de la inteligencia emocional. La autoconciencia consiste en la capacidad de reconocer los estados de ánimo, emociones y sentimientos.

      Parte de la esta dimensión también implica ser consciente de cómo las emociones y estados de ánimo influyen en otras personas. Esta capacidad de controlar los propios estados emocionales es un requisito básico para la inteligencia emocional.

      Así, expertos en el tema como la doctora Tasha Eurich señalan que pocas realidades psicológicas son tan relevantes. La autoconciencia es el arte de comprenderse a sí mismo, reconocer los estímulos a los que se enfrenta y luego prepararse para manejarlos de manera proactiva y reactiva.

      2. Las personas emocionalmente inteligentes cómo se sienten otras personas

      La empatía es otro de los elementos principales que Goleman relaciona con la inteligencia emocional. La empatía implica la capacidad de comprender las emociones de otras personas.

      Con el fin de interactuar con otras personas en múltiples ámbitos de la vida, como en el trabajo o en la escuela, las personas emocionalmente inteligentes son capaces de saber lo que otros están sintiendo. Si un compañero de trabajo está molesto o frustrado, sabiendo lo que siente, se le puede dar una mejor idea de cómo responder.

      Por otro lado, estudios como los llevados cabo en la Universidad de Harvard por el doctor Simon Baron-Cohen, nos indica que esta dimensión va más allá incluso de nuestra educación o experiencia. La empatía también está en nuestros genes.

      3. Las personas emocionalmente inteligentes son capaces de regular sus emociones

      La autorregulación es absolutamente fundamental para la inteligencia emocional. La comprensión de sus emociones es grande por parte de las personas emocionalmente inteligentes, pero no es particularmente útil si no se puede hacer uso de este conocimiento.

      Por eso, las personas emocionalmente inteligentes piensan, antes de actuar, sobre sus sentimientos. Estas personas están en sintonía con lo que sienten, pero no permiten que sus emociones gobiernen sus vidas.

      4. Las motivación, la clave del éxito

      Las personas emocionalmente inteligentes se sienten motivadas para lograr sus metas y son capaces de manejar sus comportamientos y sentimientos con el fin de lograr el éxito a largo plazo.

      Podrían estar nerviosos a la hora de hacer un cambio en sus vidas, pero ellos saben que la gestión de este miedo es importante. Al dar un salto y realizar el cambio, saben que pueden hacer su vida mejor y eso les hace estar un paso más cerca de la consecución de sus objetivos.

      5. Las habilidades sociales

      Otro factor que caracteriza a este perfil son las habilidades sociales. Probablemente, esto sea debido, al menos en parte, a que saben estar en sintonía con sus propios sentimientos, así como con los de los demás.

      Ellas saben cómo tratar con la gente de manera efectiva, mantener de relaciones sociales saludables y ayudar a los que les rodean a tener éxito. Saben comunicar, actuar con asertividad, llegar a acuerdos, tomar decisiones…

      6. Son capaces de hablar de sus sentimientos con los demás

      Compartir miedos, inquietudes y necesidades, es un aspecto clave dentro de la Inteligencia Emocional. Porque a veces aunque seamos empáticos y estemos en  sintonía con las emociones, es esencial también saber compartir sentimientos con los demás.

      Sin embargo, las personas emocionalmente inteligentes no solo entienden los sentimientos, sino que saben cómo expresarlos adecuadamente y, además, lo hacen.

      7. Saben identificar correctamente el origen de sus emociones

      Las personas emocionalmente inteligentes son capaces de ver la situación e identificar correctamente la verdadera fuente de sus sentimientos. Al principio esto puede parecer una tarea fácil, pero en la realidad no lo es, porque la vida emocional suele ser complicada. Localizar la fuente exacta de los sentimientos puede ser particularmente difícil en casos relacionados con emociones fuertes, como el amor o la ira.

      Para concluir, algo que debemos saber es que todos podemos entrenar y potenciar esta dimensión. Hacerlo, invertir tiempo y esfuerzo en ello puede cambiar nuestra vida.

      viernes, 19 de junio de 2020

      7 rasgos de las personas emocionalmente fuertes

      Los rasgos de las personas emocionalmente fuertes no tienen nada que ver con la dureza del carácter, la inflexibilidad o la tendencia a imponerse a los demás. Todo lo contrario. La fortaleza emocional no se expresa a través de gestos de fuerza, sino, principalmente, de resistencia y autocontrol.

      Por eso, todos los rasgos de las personas emocionalmente fuertes están relacionados con el concepto de moderación y equilibrio. Venimos al mundo sin lo uno y sin lo otro, aunque con la potencialidad para desarrollar ambos. De cada quien depende lograrlo.

      Ahora bien, el autocontrol es la palabra clave. Este no tiene nada que ver con la represión, sino con la habilidad para tramitar lo que sentimos, de modo que no se desborde y nos lleve a actuar de manera que nos hagamos daño a nosotros mismos o a los demás. Los rasgos de las personas emocionalmente fuertes nos hablan de autocontrol. Estos son siete de ellos.

      1. No buscan llamar la atención

      Uno de los rasgos de las personas emocionalmente fuertes es que se validan a sí mismas. Esto quiere decir que no dependen de la opinión de los demás para pensar o sentir que lo suyo es válido o adecuado. Se guían por su propio criterio.

      Por el contrario, una de las características de fragilidad emocional es esa excesiva dependencia de lo que piensen los demás. Esto significa que no se le otorga valor a lo propio, por sí mismo, y que son los demás quienes tienen el control sobre la vida de uno.

      2. La reafirmación, uno de los rasgos de las personas emocionalmente fuertes

      Este rasgo se encuentra estrechamente relacionado con el anterior. Uno de los rasgos de la fortaleza emocional es la capacidad para afrontar el rechazo y tramitarlo sin que haga daño, deje huellas o condicione las actuaciones.

      Por supuesto, a todo el mundo le duele el rechazo de otros. Sin embargo, cuando esto origina un miedo excesivo, terminamos diciendo “sí” cuando queríamos decir “no”, por temor a que nos excluyan o nos cuestionen. Hay fortaleza emocional cuando enfrentamos ese miedo y lo gestionamos adecuadamente.

      3. Hacen lo que desean

      Hacer lo que uno desea no significa actuar arbitraria y caprichosamente, como un niño. El querer infantil es diferente al deseo adulto. En el primer caso es el resultado de un impulso, en el segundo, un fruto del autoconocimiento y el autocontrol.

      Una persona emocionalmente fuerte es capaz de decidir qué desea, después de un proceso de reflexión. También tiene la voluntad suficiente como para ir tras ello y no cejar en su empeño por lograrlo.

      4. No buscan perjudicar a los demás

      El deseo de dañar a otros solo nace cuando dentro de nosotros hay algo que está desestructurado o mal resuelto. Los seres humanos, en todas las circunstancias, necesitamos de los demás. Somos seres interdependientes.

      Una persona saludable emocionalmente sabe esto y por eso ve a los otros como iguales. Los respeta y los valora, tanto como desea ser valorado y respetado. Sabe que la cooperación y la comprensión son vías para llegar a una vida más plena.

      5. Eligen a sus amistades

      Uno de los rasgos de las personas emocionalmente fuertes es que son selectivas con las personas que dejan entrar a sus vidas. Saben que no se le pueden abrir las puertas del corazón, de par en par, a todo el mundo.

      También comprenden que una parte del bienestar depende de la calidad de relaciones que establezcan con los demás. Por eso rechazan  los vínculos abusivos, conflictivos o desgastantes. Buscan, básicamente, relaciones humanas sanas.

      6. No temen al cambio

      No tenerle miedo al cambio es una señal inequívoca de fortaleza emocional. Si somos, o nos sentimos, frágiles, lo normal es que busquemos rutinas rígidas como una manera de protegernos. Sentimos que esto nos da seguridad, aunque nos prive de una vida más plena.

      Cuando nos percibimos como personas emocionalmente fuertes, se aviva el deseo de explorar, de cambiar. Por eso buscamos nuevas experiencias. Lo nuevo siempre genera algo de temor, pero también es la única forma de avanzar en muchos momentos de la vida.

      7. No son influenciables

      Alguien que es fuerte emocionalmente cuestiona la información que recibe. Antes de aceptarla, la digiere y la evalúa. Le tiene sin cuidado seguir tendencias o aferrarse a las modas, físicas o mentales, del momento.

      Esto, por supuesto, exige suficiente confianza en uno mismo. Pero, sobre todo, exige comprender que cada uno de nosotros, y solo cada uno de nosotros, sabe lo que es bueno para sí mismo. Por eso lo masivo o mayoritario es tema de examen.

      Estos son solo algunos rasgos de las personas emocionalmente fuertes. Una manera didáctica de ilustrar una realidad que es mucho más compleja. Lo importante no es si cumples o no con estas características, sino que tomes esta información como punto de referencia para cuestionarte positivamente.