Cuando un niño se porta mal, es común decir aquello de que lo único que quiere es llamar la atención. Sin embargo, lo que puede estar reclamando es que le ayudemos a gestionar sus emociones.
Es un clásico donde los haya: dar por sentado que los niños se portan mal para llamar la atención. Muchos han integrado en su repertorio mental esta idea como una verdad absoluta e indisoluble. Sin embargo, asumir que toda conducta infantil disruptiva o negativa parte de un deseo expreso por atraer la mirada del adulto no siempre es correcto.
Es posible que en algún momento sea esa la intención del niño. No hay duda. Sin embargo, hay veces en que detrás del mal comportamiento hay una emoción mal gestionada. En otros casos, tenemos a pequeños que carecen de límites y que ya no saben qué es lo que está bien y lo que está mal, limitándose entonces a actuar por mero impulso.
Por tanto, aunque para el buen desarrollo de toda criatura sea necesaria la atención y la validación de sus progenitores, hay veces en que a esas necesidades básicas, se le añaden otras. Detrás del comportamiento desafiante o agresivo hay realidades que debemos comprender para saber responder con afecto e inteligencia emocional.
¿Es verdad que los niños se portan mal para llamar la atención?
Hay algo que resulta cuanto menos curioso. Abundan los papás, las mamás y maestros que dan por sentado que los niños se portan mal para llamar la atención. Por ello, la mejor estrategia —según algunos— es ignorarlos. Al fin y al cabo, como dicen muchos, «no se puede estar todo el tiempo haciéndoles caso cada vez que gritan, que lloran o que tienen una rabieta».
Ideas como estas son un auténtico cajón desastre que acaba perjudicando seriamente al desarrollo psicoemocional del niño. Ignorarles es invisibilizar sus necesidades. No preocuparnos por saber qué hay detrás de esa rabieta o de ese comportamiento negativo es descuidar aquello que nos están pidiendo realmente y que no queremos ver.
Por tanto, nunca está de más reflexionar en una serie de cuestiones sobre este tema.
Las emociones que no saben entender ni gestionar
Los niños de entre 3 y 7 años no saben distinguir aún sus necesidades de sus deseos. Asimismo, si hablamos de emociones, no es hasta los 7-8 años cuando empiezan a ser más conscientes de esos estados internos y de cómo en ocasiones pueden controlarlos y llevarlos hasta situaciones complicadas.
Estudios como los realizados en la Universidad de Viena en colaboración con el departamento de medicina general y psicosomática del Hospital Universitario de Heidelberg señalan algo interesante al respecto. Los niños están plenamente capacitados para comprender sus emociones y las de los demás, pero ese aprendizaje y esa regulación dependerá de su entorno social.
A menudo, el mal comportamiento viene de la frustración por no tener lo que desean. También, por los celos, la rabia, las tristezas… Si no les ayudamos a comprender y regular sus estados emocionales haremos de ellos niños enfadados eternamente consigo mismos y con el mundo porque las cosas no son como ellos desean.
El mal comportamiento como respuesta a una educación sin límites ni normas
No todos los niños se portan mal para llamar la atención. Algunos simplemente quieren hacer lo que desean en cada momento, sin filtros, sin límites… Romper los juguetes de los hermanos, coger el móvil a los padres para jugar, no ordenar su habitación… El comportamiento negativo acontece a menudo por una falta de normas y límites claros.
Asimismo, recordemos. Poner límites y establecer claramente qué se espera de él en cada momento revierte en su bienestar psicológico. Es así como aprenden a relacionarse mucho mejor con el mundo, teniendo claro qué es lo que está bien y qué es lo que está mal.
Educar con amor, empatía y disciplina positiva no es sinónimo de permisividad. Es un ejercicio de coherencia y equilibrio.
Los niños se portan mal para llamar la atención, la frase que justifica cualquier comportamiento infantil
Si llora es porque está llamando la atención. Si grita en el supermercado e inicia una rabieta es porque quiere llamar la atención. Los niños que están en un rincón y que no responden cuando se les llama, también quieren llamar la atención. Si nos damos cuenta, esta idea parece estar justificando cualquier comportamiento infantil inusual.
Bien es cierto que en ocasiones sí es lo que buscan. Cualquier pequeño anhela tener la atención de sus progenitores las 24 horas del día. Nada puede ser tan gratificante para ellos. Sin embargo, las necesidades de los niños son múltiples y no podemos responder ante ellos siempre de la misma manera.
El cerebro infantil, además de atención, demanda afecto, comprensión, orientación, apoyo, validación y ayuda. Es necesario por tanto comprender qué hay detrás de cada conducta y dar siempre la respuesta más adecuada.
En caso de no hacerlo, si el papá o la mamá no atienden ese llanto o esa rabieta porque consideran que solo está llamando la atención, lo más probable es que ese niño se sienta indefenso e incomprendido y repita de nuevo esa conducta. Tengámoslo presente.
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