Lo tienes todo, pero aún así no te sientes satisfecho y aún menos feliz. ¿A qué se debe? En realidad, todo aquello que tienes no garantizará tu satisfacción. La auténtica felicidad requiere estar bien con uno mismo. Lo analizamos.
Lo tengo todo, pero no soy feliz. Dispongo de todas esas cosas que deberían hacerme sentir bien, satisfecho conmigo mismo: buen trabajo, familia, una pareja que quiero… Mi vida, en apariencia, está completa, pero aún así me embarga la sensación de vacío, de insatisfacción e incluso de malestar. ¿Cuál es la causa? ¿Por qué me siento de este modo?
Erich Fromm señaló una vez con gran acierto que “si no somos felices con todo lo que tenemos, tampoco lograremos serlo con aquello que nos falta”. Sin embargo…. ¿qué es realmente eso en concreto que está ausente en nosotros? ¿Es la autoestima, es quizá la autorrealización, esa área que Abraham Maslow situó en la cumbre de su pirámide de necesidades humanas?
En realidad, esta es una cuestión que se plantean muchas personas con frecuencia. La sensación de que lo tenemos todo y aún así nos falta un algo tan profundo como determinante que no sabemos definir, es una experiencia recurrente. Ante este tipo de circunstancias, solo cabe una opción: detenernos, tomar contacto con nosotros mismos y dar respuesta a una serie de preguntas. Las analizamos.
Lo tengo todo, pero no soy feliz: causas que debemos considerar
Nos hemos habituado a escuchar eso de que la felicidad no está en el exterior, se halla en nuestro interior. Sin embargo… ¿qué queremos decir realmente con esta expresión? La verdad es que resulta muy complicado buscar algo dentro de nosotros mismos cuando en las profundidades del propio ser, solo habita la insatisfacción, la frustración y la sensación de vacío.
Antoine de Saint-Exupéry nos recordaba aquello de “lo esencial es invisible a los ojos”. Nuestra sociedad nos repite también con frecuencia aquello de que menos es más, que debemos aprender a ser felices con lo mínimo. Ahora bien, muchos de estos enfoques nos llevan a menudo al equívoco, por que pasan por alto un hecho determinante: la felicidad solo es posible si hay salud mental.
Se necesita por tanto mucho, muchísimo para ser feliz: necesitamos una autoestima saludable, habilidades para manejar los problemas, competencias para comprender las propias emociones y las ajenas… Necesitamos también una identidad definida, ser asertivos, disponer de buenas habilidades sociales y herramientas para afrontar el estrés, los fracasos, la incertidumbre, las decepciones…
De este modo, cuando nos digamos aquello de lo tengo todo, pero no soy feliz, tal vez debamos hacer un acto de profunda reflexión. Conozcamos por tanto qué áreas pueden mediar en este tipo de percepciones.
La insatisfacción crónica
Hay quien rara vez experimenta satisfacción, quien nunca llega a sentir el cosquilleo de la felicidad que abraza, que nutre y libera. Esto puede deberse a lo que conocemos como síndrome de insatisfacción crónica o bovarismo (por Madame Bovary, el personaje de Gustave Flauvert). En este caso, lo que define a dichas personas es lo siguiente:
- Presentan unas expectativas irreales. Tienen una concepción sobre cómo deberían ser las cosas claramente imposibles e irreales.
- Se plantean unas metas imposibles.
- Tienen una visión distorsionada de la realidad. Solo ven lo que se ajusta a sus perspectivas. A veces, aunque las cosas salgan bien, se focalizarán en los factores más negativos.
- Falta de autoconocimiento. No tienen clara su identidad, lo que quieren realmente, lo que esperan de sí mismos, no saben cuáles son sus virtudes, sus defectos…
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