domingo, 31 de mayo de 2020

La deficiencia de calcio y magnesio puede producir insomnio

La deficiencia de calcio y magnesio puede producir insomnio, un problema de gran relevancia que además, podría estar detrás de muchos accidentes de tráfico debido al cansancio y el bajo nivel de atención.

Tal y como nos revelan varios estudios clínicos, una deficiencia de calcio y magnesio puede producir insomnio. Nuestra dieta, cada vez más deficitaria por la falta de calidad de los alimentos o por nuestros hábitos de vida, afecta de forma directa a nuestro descanso nocturno. Tenerlo en cuenta, y cubrir en el día a día el aporte en estos dos minerales, nos hará ganar en bienestar.

Lejos de ser un problema puntual o de reducirse únicamente a un trastorno del sueño, hay un aspecto que considerar. Estudios, como el llevado a cabo en el Departamento de Neurociencia de la Universidad de Génova, por ejemplo, nos señalan que una buena parte de los accidentes de tráfico estarían detrás de este mismo problema: el insomnio, la falta de atención.

El índice de siniestralidad se situaría entre el 10 y el 20%. Ahora bien, además de este problema de gravedad evidente, también hay otros factores. En caso de que nuestro insomnio sea crónico, podemos experimentar también alteraciones del estado de ánimo. Seremos más vulnerables a diferentes trastornos, como la depresión.

La falta de una buena calidad del sueño, como vemos, puede ser peligrosa. Tener en cuenta los factores que están detrás de este problema puede sernos de ayuda. Por tanto, cuidemos de nuestra alimentación, ahí donde no olvidar dos minerales clave: el calcio y el magnesio. Dormir menos de seis horas cada día puede ocasionarnos serios déficits cognitivos.

La deficiencia de calcio y magnesio puede producir insomnio

Hay una serie de nutrientes que por sus efectos y procesos en los que median favorecen el sueño nocturno. Ahora bien, tal y como nos señalan los nutricionistas, muchos de nosotros damos por sentado que nos estamos alimentando de forma correcta. Pensamos que tenemos todos los nutrientes cubiertos. Cuando en realidad, no es así.

Un ejemplo, nuestros suelos, las tierras donde se cultivan frutas y vegetales, son cada vez menos ricos en magnesio. Asimismo, hay otro aspecto esencial que tener en cuenta: el modo en que cocinamos los alimentos puede hacer que se pierdan muchos minerales esenciales que estos tienen de modo natural.

Sería bueno, por tanto, aumentar el consumo de verduras, semillas y frutas de manera entera y sin procesar. Sin embargo, la mayoría no estamos acostumbrados a ello, se nos hace pesado u optamos, sencillamente, por otras propuestas. Estas decisiones del día a día terminan por provocar que nuestro organismo empiece a disponer de menos nutrientes.

Y los efectos, poco a poco se notan.

La falta de magnesio

El doctor James F. Balch médico cirujano, experto en alimentación y divulgador de libros sobre salud, explica en varios de sus trabajos que la deficiencia de calcio y magnesio puede producir insomnio. Nos advierte de esto en sus publicaciones por una sencilla razón. En ocasiones tendemos a recurrir a los fármacos sin saber que nuestra calidad de vida mejoraría si cuidáramos de nuestra alimentación.

  • Así, la falta de magnesio se alza en la actualidad como un problema muy recurrente.
  • Este mineral es un relajante muscular y un potente inductor del sueño profundo.
  • El magnesio aumenta el GABA, un aminoácido que potencia la relajación y el sueño.
  • Es más, las personas con un déficit en magnesio, además de insomnio, también suelen padecer el síndrome de piernas inquietas.
  • Por otro lado, se ha podido ver que quienes están sometidos a mayores niveles de estrés, suelen presentar un mayor déficit de magnesio.
El déficit en calcio

Estudios como el publicado en el Centro de sueño y neurobiología circadiana, de la Universidad de Pennsylvania, nos señalan lo siguiente:

  • El calcio se relaciona con nuestros ciclos de sueño. Necesitamos de este mineral para poder alcanzar el sueño REM, esa fase del sueño donde se induce un descanso más profundo y reparador. Ahí donde además, el cerebro lleva acabo importantes tareas para garantizar nuestro bienestar físico y psicológico.
  • Asimismo, el calcio, es clave para la producción del triptófano. Este aminoácido nos permite fabricar melatonina, la cual, como sabemos, es clave para inducir el sueño.
Una buena dieta es nuestra mejor terapia


Sabemos que la deficiencia de calcio y magnesio puede producir insomnio ¿cómo podemos entonces suplir estas carencias? Lo primero que se nos viene a la cabeza es acudir a una farmacia y adquirir los clásicos complementos alimenticios. Ahora bien, esta no es siempre la mejor respuesta.

Veamos por tanto qué pasos deberíamos seguir.

Claves para combatir el insomnio a través de la dieta

Lo primero que debemos hacer es acudir a nuestro médico de cabecera. A través de unas adecuadas pruebas clínicas, sabremos sí, efectivamente, tenemos o no una carencia en estos nutrientes.

Asimismo, tampoco podemos dejar de lado que el insomnio también está mediado por otros factores: dolor crónico, diabetes, estrés, menopausia, mala higiene del sueño…

Otro factor importante es atender nuestros niveles de vitamina D. Este nutriente, también puede estar detrás de la deficiencia de calcio y magnesio.

Consumir alimentos ricos en magnesio:
  • Vegetales de hojas verdes
  • Plátanos.
  • Nueces
  • Almendras
  • Semillas de chia, semillas de lino, semillas de calabaza…
  • Cítricos.
  • Tomates maduros,
  • Cacao y chocolate negro.
  • Centeno y cebada.
  • Quinoa.
Alimentos ricos en calcio:
  • Lácteos
  • Sardinas
  • Bebidas de almendra, soja y arroz.
  • Semillas de girasol
  • Legumbres
  • Brócoli.
  • Col.
  • Higos.
  • Algas.
Para concluir, en vista de que sabemos que la deficiencia de calcio y magnesio puede producir insomnio, lo mejor es consultar con un médico antes de empezar a consumir ningún complemento; de hecho, aunque solo sea para mejorar nuestra dieta, sin necesidad de «extras», lo mejor será que nos pongamos en manos de un especialista. Ser certeros a la hora de completar nuestra dieta hará que ahorremos una buena cantidad de recursos, como pueden ser el tiempo y el dinero.

sábado, 30 de mayo de 2020

¿Cómo afecta el insomnio al cerebro?

Las consecuencias del insomnio son múltiples e importantes. Hoy queremos conocerlas mejor porque nos pueden ayudar a hacer una estimación más exacta de las repercusiones de este problema.

Dormir mal hace que durante el día nos sintamos cansados. Por otro lado, entre las consecuencias del insomnio encontramos que provoca irritabilidad y hace de altavoz o potenciador para emociones que no nos ayudan mucho, como la frustración.

Así, diferentes estudios han encontrado que las afectaciones en el sueño pueden tener consecuencias a nivel físico y psicológico. Derivaciones que, si no se tratan adecuadamente, comprometen nuestro rendimiento.

¿Qué es el insomnio?

Es uno de los trastornos más frecuentes en la actualidad. Se caracteriza por dificultades subjetivas, causadas por diferentes factores como una mala calidad del sueño o despertares frecuentes durante la noche.

Se ha encontrado que las personas que tienen estas condiciones presentan un hyperarousal, es decir una hiperactivación cerebral. Esto se puede ver reflejado en un procesamiento sensorial mejorado durante el inicio o transcurso del sueño.

Como consecuencia, la persona se vuelve vulnerable a las perturbaciones ambientales. Por lo tanto, es más propenso a despertarse e interrumpir el ciclo de sueño.

Las consecuencias del insomnio en nuestras funciones cognitivas

Una de las consecuencias más comunes que encontramos en las personas con insomnio es la presencia de fatiga. Una fatiga física, pero también mental.

Atención

Una de las funciones afectadas es la atención. En este caso muestra dificultades en tres aspectos específicos:

  • Atención focalizada. La persona tiene dificultades para centrarse en los aspectos importantes, ya que los accesorios pasan a ser distractores más potentes.
  • Vigilancia/atención sostenida. La persona presenta problemas para concentrarse.
  • Velocidad de procesamiento. Las funciones cognitivas de la persona se vuelven más lentas e imprecisas.

Memoria

En el caso de la memoria, los estudios se han enfocado en dos tipos de memoria. La primera es la memoria episódica. Este es un tipo de memoria declarativa que se expresa de manera consciente y se relaciona con hechos ubicados en un espacio y un tiempo.

Con ella, podemos rememorar detalles de un cumpleaños pasado o la primera cita con nuestra pareja. En el caso de las personas con insomnio, hay dificultades para fijar recuerdos de estas características.

El segundo tipo de memoria estudiada es la procedimental. Se define como una memoria no declarativa, no voluntaria, que se manifiesta por un cambio o desarrollo de una conducta. Este tipo de memoria es la encarga de recordar actividades, como conducir o montar bicicleta. En este caso, por los problemas en la consolidación del sueño en fase REM aparecen dificultades para fijar/automatizar información procedimental.

Funciones ejecutivas

Como sabemos, las funciones ejecutivas son las encargadas de las tareas más complejas de nuestro cerebro. Se pueden comparar al director de orquesta, que se encarga de coordinar a todos los músicos.

En el caso de las personas con insomnio, se han encontrado disminuidas algunas de estas funciones. En primer lugar, hablaremos de la dificultad para alternar la atención entre dos actividades. Se presenta como consecuencia de la hiperactivación que tienen las personas con insomnio por la falta de sueño.

La hiperactivación anteriormente nombrada también tiene efectos sobre la toma de decisiones. Por lo tanto, hay problemas en la resolución de algunos problemas que se presentan. Aun así, el cerebro desarrolla diferentes tipos de compensación para mitigar estas dificultades. Estos mecanismos se ven reflejados especialmente en la fluidez verbal que muestran las personas que sufren de insomnio.

Consecuencias del insomnio en nuestro estado físico y emocional

Dentro de los estudios, se ha encontrado que el insomnio crónico puede tener algunas consecuencias físicas directas e indirectas. Dentro de las consecuencias del insomnio están:
  • Tensión muscular.
  • Dolores de cabeza.
  • Trastornos gastrointestinales.
  • Somnolencia diurna.

Por otro lado, las consecuencias indirectas del insomnio se relacionan con el aumento del riesgo cardiovascular en los pacientes. Especialmente, aumenta el riesgo de sufrir un infarto o, en el caso que ya lo haya sufrido de que se le repita. Asimismo, se ha encontrado que estas personas pueden sufrir con más facilidad de hipertensión arterial, lo que sumado al insomnio puede aumentar el riesgo de muerte.

En cuanto a los cambios emocionales en los pacientes, se ha encontrado que las personas con insomnio desarrollan un modo no adaptativo de enfrentar las emociones. Esto las hace más propensas a desarrollar dificultades emocionales. Entre las más conocidas están:
  • Irritabilidad.
  • Deterioro del humor.
  • Disminución de la motivación.
Cuando el problema se presenta en la niñez, se ha encontrado una asociación del insomnio con problemas del aprendizaje, como sería una dislexia o discalculia. De igual manera, se ha creado una asociación con trastornos en el neurodesarrollo, como el déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

Ansiedad, depresión e insomnio

Múltiples investigaciones han estudia como la ansiedad y la depresión pueden ser consecuencia del insomnio. Dentro de los resultados encontraron que la personalidad de las personas con insomnio incluye una insatisfacción general con su propia vida, preocupaciones obsesivas, tendencia a la ansiedad e hipocondría.

Asimismo, se ha encontrado la presencia de hiperactivación en la depresión, la ansiedad y el insomnio. Junto con esto, en los tres trastornos hay presencia de rumiación mental, creencias erróneas sobre aspectos como el sueño. Esto alimenta, tanto la relación entre las tres como el mantenimiento de las dificultades.

Por lo tanto, el trabajo sobre estas tres dificultades repercute sobre la sintomatología asociada a otras enfermedades. Mostrando así la estrecha relación que existe entre estas tres patologías y como es necesario un trabajo conjunto y multidisciplinar para el manejo de las mismas.

viernes, 29 de mayo de 2020

Altibajos emocionales durante el confinamiento: algo normal

Los altibajos emocionales durante el confinamiento son una realidad psicológica completamente normal. Debemos entender que en las presentes circunstancias, es imposible estar bien las 24 horas del día, los 7 días por semana.

Los altibajos emocionales durante el confinamiento son algo común y recurrente. Muchas personas experimentan variaciones en su estado de ánimo a lo largo del día, pasando de la motivación al abatimiento, de la calma a esa angustia que se arremolina en el estómago y alborota los pensamientos. Ahora bien, que ocurra esto, es algo perfectamente normal.

No debemos añadir más gasolina a la mente preguntándonos si estaremos sufriendo un trastorno bipolar. Esta condición psicológica, de hecho, va mucho más allá de esos cambios emocionales.

Lo que nos está sucediendo, a grandes rasgos, es que estamos expuestos a una situación desconocida, a un escenario no previsto en el cual, cerebro, cuerpo y emociones están reaccionando. Todo ello entra dentro de lo esperable.

Ahora bien, más allá de lo que podamos pensar, este contexto no es nuevo para ciertas personas. Los astronautas conocen bien lo que es el confinamiento. También los reclusos que pasan meses y años en una institución penitenciaria.

Hay niños con enfermedades inmunitarias que viven buena parte de su tiempo encerrados en casa y tampoco podemos olvidarnos de esos investigadores que pasan meses en estaciones cerradas en la Antártida.

Lawrence Palinkas, de la Universidad del Sur de California, es uno de los expertos que investiga estos temas. Sus estudios sobre la adaptación psicosocial en ambientes extremos nos ofrecen datos relevantes para entender lo que estamos viviendo ahora.

El confinamiento tiene un elevado impacto psicológico y lo tiene sobre todo a partir de los 15 o 20 días. Es en ese instante donde más sufrimos los altibajos emocionales.  Analicémoslo a continuación.

Altibajos emocionales durante el confinamiento ¿por qué me pasan?

Uno puede levantarse desanimado. Nada más abrir los ojos a nuevo día experimentamos desorientación temporal, durante unos segundos no sabemos en qué día estamos y al poco la mente recuerda nuestra realidad: la pandemia, el encierro, el aislamiento físico y social y la incertidumbre sobre cuándo recuperaremos nuestra vida.

Durante el desayuno solemos tener el primer intercambio de mensajes con familiares y amigos. Pensamos en qué vamos a hacer hoy y eso nos inyecta cierta energía y motivación.

Ahora bien, al cabo de las horas y sin saber por qué, aparece esa nieblina que todo lo opaca y desdibuja. Los ánimos se diluyen y la tristeza lo emborrona todo. ¿Por qué nos ocurre esto? ¿Estamos desarrollando quizá algún problema mental?

Analicemos algunos aspectos para comprender el por qué de estos altibajos emocionales durante el confinamiento.

Aunque lo quieras, no vas a estar bien durante todo el tiempo

No importa que tengas unas rutinas estimulantes. Tampoco que seas una de esas personas optimistas, de las que siempre tienen palabras de aliento para uno mismo y los demás.

Todos en estas circunstancias vamos a vivir instantes de pesadumbre. Y que esta sensación la experimentemos en algún momento de día también es normal.

Es ilusorio intentar estar bien las 24 horas y los 7 días por semana. Por tanto, aunque suene algo desalentador, vamos a tener que convivir con nuestras emociones negativas durante un tiempo. Van a ser como unas incómodas compañeras de piso que nos visitarán de vez en cuando y a las que habrá que aceptar y entender.

No intentes forzar la aparición de otras emociones, todas tienen su propósito

Cuando sientas desconsuelo o frustración, no las eludas, no te obsesiones con querer desplazarlas e intentar estar alegre. El mundo emocional no funciona de este modo. Los altibajos emocionales durante el confinamiento son también una válvula de escape del cerebro. Este órgano social necesita la cotidianidad de antes.

Al percibir un cambio tan drástico, asoma ese sistema de alerta que se traduce en estrés y miedo; emociones reguladas por nuestra amígdala cerebral. Por tanto, cuando surgen esos estados de ánimo es imposible cambiarlos por otros.

Hay que aceptarlos y, sobre todo, darles un sentido «sentirme así es normal, es una situación nueva e inesperada. Lo único que debo intentar es que esa emoción negativa no tome el control. La acepto, la entiendo y la dejo ir».

Busca «canales» para la calma mental

Todas las personas están sufriendo altibajos emocionales durante el confinamiento. Niños, adultos y ancianos. No obstante eso sí, hay perfiles mucho más vulnerables a estos procesos.

Quien haya pasado por una depresión o sufra otro tipo de trastorno psicológico o problema de salud mental, tendrá mayores problemas para regular esos estados.

Es importante, por tanto, que en estos casos, se cuente con apoyo psicológico, médico y social, que exista una red de apoyo tanto cercana como remota para facilitar ayuda a estas personas. Ahora bien, dejando a un lado estas situaciones particulares, en gran parte de los casos, como venimos señalando, los altibajos emocionales son completamente normales y los podemos manejar.

Una forma idónea es la siguiente.

  • Debemos entender que más allá de las «emociones negativas y positivas» o «estar bien o estar mal», la clave está en saber qué hacer con esas emociones. Está claro que no podemos estar bien y ser productivos al 100 %, pero podemos estar en calma.
  • Un modo de lograrlo es hallando esos canales que nos generen una adecuada conexión con nosotros mismos. Se trata, metafóricamente hablando, de tener los pies en el suelo, la mente centrada y el corazón en equilibrio.
  • Así, actividades como hablar con familiares o amigos que nos ayuden a desahogar emociones, siempre es una ayuda. También, dedicar tiempo a esas tareas creativas que nos relajan, como cocinar, pintar, modelar, escribir, etc. 

No es tiempo para ser productivos, es momento de cuidarnos, de estar en modo supervivencia. Lograrlo, requiere entender ese amplio abanico de emociones que nos pueden visitar a lo largo del día. Hacerlo, nos permitirá salir con éxito de esta vivencia.

jueves, 28 de mayo de 2020

Fortalezas psicológicas para prepararnos ante el desconfinamiento

La vida que nos espera en los próximos días no va a ser la misma. Prepararnos ante el desconfinamiento con adecuadas fortalezas psicológicas nos permitirá lidiar mejor ante las posibles dificultades con mayor flexibilidad mental, apertura y resiliencia.

Buena parte del mundo se está concienciando para una nueva fase en este arduo contexto de pandemia. Es momento de prepararnos ante el desconfinamiento, un instante esperado pero que nos llena a partes iguales tanto de esperanza, como de una inevitable incertidumbre. De algún modo, todos tenemos claro que nuestra realidad no va a ser la misma.

Dijo Ernesto Sábato en uno de sus libros que lo que fue una vez ya no puede volver a ser; que las cosas y  también las personas no podrán ser lo que fueron ayer. Tal vez sea cierto.

No hay mayor evidencia en el momento actual que nuestro futuro va a sufrir variaciones. Sin embargo, ello no quiere decir que lo que está por venir sea obligatoriamente peor, estamos simplemente ante un cambio que exige de nosotros estar preparados con nuevas habilidades y enfoques.

Si el confinamiento puso a prueba (y sigue poniendo) nuestra resistencia psicológica, las etapas graduales de este ingreso en la nueva realidad social que nos aguardan también pueden ponernos en jaque en algún momento. Estar prevenidos y tener a mano algún recurso nos puede servir de ayuda. Analicémoslo a continuación.

Estrategias para prepararnos ante el desconfinamiento

Algo que nos ha ayudado durante este tiempo es pensar que no estamos solos en este desafío, en este día a día en el que el miedo, la angustia y la frustración nos visitan más de la cuenta.

Este momento de gran dureza es compartido, es global, y saber que no estamos solos debe servirnos de alivio. Por tanto, en esta nueva etapa se va a dar de nuevo una experiencia compartida.

Todos debemos prepararnos ante el desconfinamiento. Gran parte de los países europeos ya han iniciado la «desescalada». Son cambios tímidos y prudentes con los que dar un respiro a la población e iniciar la actividad económica con las medidas de seguridad adecuadas.

En otras zonas como Estados Unidos o en diversos países de América Latina, como es el caso de México, atraviesan todavía sus momentos más duros.

En cualquier caso, todos debemos empezar a trabajar en esas fortalezas psicológicas que nos permitirán afrontar mejor el proceso del desconfinamiento. Conozcamos esas claves.

La responsabilidad como herramienta para manejar el miedo

La OMS nos advierte de una evidencia: la pandemia aún no ha terminado. Esto significa que vamos a tener que convivir durante varios meses con el propio virus hasta que exista una vacuna. Algo así puede generar dos situaciones.
  • La primera es que esa vuelta (relativa) a la normalidad nos haga olvidar el riesgo. Son muchos los que anhelan volver a hacer vida social, a recuperar los hábitos de antes. Esas ansias pueden solapar y diluir la conciencia del peligro existente. Esto es algo de lo que debemos concienciarnos: prepararnos para el desconfinamiento exige tener presente que el riesgo de infección sigue activo.
  • La segunda situación que puede darse es el miedo. Temor constante a contagiarnos y contagiar.
En cualquiera de ambos casos, la estrategia que debemos activar es la responsabilidad personal. El único modo de contener el virus y de seguir avanzando en la desescalada es cuidar de cada acto individual y tomar medidas de higiene y protección.


Flexibilidad mental y aceptación del cambio

Filósofos, sociólogos, filósofos y psicólogos intentan aventurar cómo será ese mundo que nos espera tras la pandemia. De momento solo podemos especular. No obstante, antes de que llegue nos queda una época intermedia que sin lugar a dudas va a ser la más compleja.

Hablamos de esa comprendida entre las primeras fases del desconfinamiento hasta la llegada de la vacuna. Así, además de la responsabilidad personal antes citada, debemos potenciar más que nunca nuestra flexibilidad mental y la apertura al cambio. ¿De qué manera? Tomando conciencia de los siguientes procesos:
  • Aceptación. Nuestra realidad de antes ya no va a volver de la manera que nos gustaría.
  • Capacidad para aceptar y manejar las emociones negativas. Para prepararnos ante el desconfinamiento es esencial saber gestionar emociones como la frustración, la rabia, la tristeza… Es normal sentirnos así, pero esas realidades internas no deben controlarnos. Ningún cambio mental será posible si seguimos encallados en nuestras frustraciones.
  • Adaptación. Una vez tomamos conciencia de la nueva realidad, es momento de dejar de luchar ante ella; hay que adaptarse.
  • Flexibilidad. Dentro de esas nuevas situaciones que tenemos por delante, deberemos ser capaces de seguir proyectándonos, estableciendo metas… Estos proceso demandan flexibilidad mental, creatividad, capacidad de innovar.
Prepararnos ante el desconfinamiento: esperanza, resiliencia y conciencia crítica

Explicaba Eudald Carbonell, uno de los arqueólogos más prestigiosos de la humanidad, que la actual pandemia exige de nosotros una elevada conciencia crítica.

El proceso de desconfinamiento y el progresivo avance hacia la nueva realidad que nos aguarda demandan que reformulemos muchas cosas. Tanto a nivel social como a nivel global.

Durante este tiempo, muchos de nosotros hemos reflexionado sobre múltiples aspectos de nuestra vida. Es un momento «espejo», es decir, atravesamos un instante de autoconocimiento y de puesta a prueba. Todo ello debe servirnos para generar cambios, cambios mejores que reviertan a nivel global para crear una sociedad mejor.

Por otro lado, para que esos cambios sean reales, deben partir de un adecuado equilibrio interno. Es lícito tener miedo y sentir inseguridad ante el futuro. Pero podemos y debemos actuar a pesar del miedo; lo haremos a través de la esperanza y de una clara mentalidad resiliente. Tenemos una gran oportunidad por delante y debemos aprovecharla. Tengámoslo presente.

miércoles, 27 de mayo de 2020

La importancia de las actividades agradables en la depresión

Las actividades agradables juegan un papel esencial en las terapias para la depresión.

La depresión puede ser explicada en términos emocionales, cognitivos y conductuales. Por ello, cambios, como introducir actividades agradables en una rutina, pueden tener un impacto mayor que, por ejemplo, un tratamiento exclusivamente farmacológico.

Justamente en esto nos centraremos en este artículo, en la necesidad de realizar actividades agradables en la depresión, en cuál es su importancia y cómo esta puede ser una de las claves para acometer una mejoría.

En este contexto, es importante entender la depresión como una respuesta disfuncional de una persona funcional. Las personas con depresión no son personas débiles, tampoco vagas ni están trastornadas.

¿Por qué aparece la tendencia a la inactividad en la depresión?

La depresión puede caracterizar a las personas que no disfrutan haciendo las cosas. Puede existir una anhedonia, o dejar de disfrutar aquellas cosas que antes sí producían goce.

Seguramente sea muy complicado encontrar un punto de inicio para la depresión de una persona, pero lo cierto es que los pensamientos, las dudas, las inseguridades, los estados de ánimo y las expectativas pueden hacer que el comportamiento de una persona cambie. Lo emocional, lo cognitivo y lo conductual están muy relacionados.

¿Por qué Natalia no sale de casa?

Pongamos el ejemplo de Natalia, una chica de treinta años que comienza a no sentirse bien. Desde hace un tiempo tiene pensamientos recurrentes e intrusivos acerca de su valía. Todo empezó cuando la despidieron de su puesto de trabajo hace unos meses.

Natalia no sale con sus amigos ni ve a su familia; pasa la mayor parte del tiempo en casa. ¿Es por ello Natalia una persona aburrida, vaga, que no se esfuerza? Por supuesto que no. Natalia tiene depresión y ha entrado en el círculo de la evitación para tratar de solventar sus problemas, o más bien, evitarlos.

Cuando Natalia, hace un mes, pensó en invitar a los amigos de su antiguo instituto a cenar a casa, acuciantes pensamientos como “pensarán en lo bajo que he caído”, “soy una perdedora y se van a dar cuenta”, “me preguntará por el trabajo” hicieron que al final la intención se quedara solo en proyecto.

Así, Natalia comenzó a evitar situaciones en las que anticipaba que podía proyectar una imagen negativa o que intuía que no lo iba a pasar bien. Por muy bueno que fuese el plan, siempre encontraba un pequeño «pero» o riesgo que hacía que no se decidiera. Así, se convirtió en una experta, sin quererlo, en tirar tierra sobre sus propias ilusiones.

El ciclo que nunca termina

Las actividades agradables en la depresión son tan relevantes porque son una protección frente al círculo vicioso, en caída libre, descrito. Por otro lado, son las actividades agradables y que nos ilusionan las que mejoran nuestro estado de ánimo, por eso es tan importante que no las perdamos.

Por otro lado, cuando las personas que tienen depresión dicen «no tener ganas de hacer nada», están totalmente en lo cierto. Es normal no tener ninguna gana de hacer nada, y quizás mucho menos algo que va en disonancia con su estado de ánimo actual…, pero es que ahí se encuentra precisamente la clave para romper con su estado de ánimo actual, tan negativo.

En este sentido, el no tener ganas tiene que ver con la forma de pensar, actuar y sentir que están experimentando ahora, que no es del todo funcional.

Las ganas han de crearse; no vienen solas. Además, el hecho de no tener ganas de hacer algo no implica que ese algo no se deba hacer o que las ganas no aparezcan una vez que nos ponemos en marcha.

La activación conductual

En la activación conductual se trata de recuperar actividades agradables pasadas y fomentar actividades sociales y ejercicio físico (Vázquez, Nieto, Hernán y Hervás, 2005). 

Las actividades agradables en la depresión suelen plantearse de forma muy gradual, poco a poco, con actividades pequeñas, para luego conseguir objetivos más planificados.

La activación conductual se practica en el contexto terapéutico, animando a las personas con depresión a recuperar poco a poco los reforzadores que han ido perdiendo por inactividad.

No se trata de que la persona que tiene depresión vaya de la noche a la mañana al parque de atracciones con treinta amigos. La activación conductual se plantea por etapas. Los pequeños logros, cosas que nosotros ya damos por hecho (por ejemplo, ducharse, ponerse ropa de vestir, comprar el pan…) tienen un valor inimaginable como punto de partida.

Conocer los objetivos antes de llegar a ellos

Para la realización de una correcta activación conductual y que las actividades agradables en la depresión surtan efecto, es importante elaborar un gradiente de actividades en función de la dificultad que presenta su realización. 

Algunas de estas actividades pueden ser las siguientes:
  • Levantarse a las 9, ducharse y vestirse con ropa para salir.
  • Realizar al menos una tarea en casa que resultara placentera antaño (leer, coser, dibujar).
  • Bajar a desayunar al bar de enfrente.
  • Ir al supermercado a comprar el pan.

Aunque puedan parecer cuatro objetivos «fáciles», para la persona con depresión pueden suponer una cuesta arriba con mucha pendiente. Quizás le cueste salir de la cama a esa hora y no ponerse el pijama. Quizás bajar a comprar el pan sea lo último que quiere o puede hacer.

Por ello, es mejor empezar con tareas pequeñas e ir incrementando su dificultad a medida que observamos que los objetivos se consiguen y que, sobre todo, el estado de ánimo mejora.

La mejoría con las actividades agradables

La realización de actividades agradables implica una serie de aspectos que pueden cambiar el pronóstico de la persona que lo experimenta.

Realizar actividades significa dejar de huir de aquello que tanto terror y malestar provocaba en la persona y de realizar pruebas de realidad que le indiquen que todos aquellos pensamientos intrusivos que tiene no están sustentados por ninguna base empírica.

Recuperando el ejemplo de Natalia, al quedar con sus amigos, se dará cuenta de que ninguno piensa que no es válida, ninguno piensa que es menos que nadie y que tampoco la van a juzgar (al menos, la gran mayoría). Se incumplen entonces los temores de Natalia, obteniendo esta argumentos para cuestionar sus pensamientos la próxima vez que traten de frenarla.

Los problemas de la activación conductual en la depresión

Dadas las características de un trastorno como es la depresión, podrían plantearse problemáticas como la indecisión, el abandono, la anhedonia, la falta de motivación, la indefensión, la sensación de descontrol ante las tareas que hay que hacer, la sensación de que no tiene sentido hacer las cosas solo, la postergación, dejarlo todo para después…

Por ello, en relación a las actividades agradables en la depresión es importante realizar una buena evaluación y, en caso de optar por la activación conductual, hacer un buen gradiente de objetivos -adaptado a la persona y a las circunstancias-.

El tratamiento para la depresión incluye trabajo cognitivo, emocional y conductual, y es muy recomendable su utilización en un contexto terapéutico en la medida de lo posible. Desde luego que las problemáticas depresivas son complicadas, y por ello no se recomienda realizar una intervención sin el seguimiento de un terapeuta.

martes, 26 de mayo de 2020

Síndrome de la cabaña: me da miedo salir tras el confinamiento

Son muchas las personas que están experimentando miedo y angustia ante el desconfinamiento. Tanto es así, que hay quien preferirá no salir a la calle. Este fenómeno psicológico no es nuevo y lo explicamos a continuación dando las claves para afrontarlo.

Temor ante la idea de volver a salir a la calle. Angustia por retomar nuestras obligaciones más allá del hogar. Sensación de que en casa tenemos todo lo que necesitamos, de que no pasaría nada si se alargara este confinamiento unas semanas más… Este tipo de realidades psicológicas definen lo que en psicología conocemos como «síndrome de la cabaña», algo que curiosamente, está afectando a un buen número de personas.

Puede que a más de uno le sorprenda… ¿Quién no va a desear tomar contacto nuevamente con el mundo externo, con la calle, con la luz del sol y el amable relieve de nuestros pueblos y ciudades?

La evidencia dice que son cientos los hombres y mujeres que a día de hoy experimentan angustia ante ese momento en que deban cruzar el umbral de su casa.

Ahora bien, algo que debemos aclarar en primer lugar es que esta, es una sensación normal. No estamos ni mucho menos ante ningún trastorno psicológico. El simple hecho de haber pasado tantas semanas confinados habitúa a nuestro cerebro a esa seguridad que encontramos entre las cuatro paredes del hogar.

A ello, debemos añadirle otro factor: el coronavirus no ha desaparecido, el riesgo de infección sigue presente y es comprensible que el temor al contagio eleve aún más la inseguridad y la angustia por salir al exterior.

El síndrome de la cabaña o el cabin fever es un tipo de experiencia que se viene conociendo desde principios del siglo XX. Profundicemos en ella.

Síndrome de la cabaña ¿en qué consiste?
El síndrome de la cabaña empezó a describirse clínicamente en 1900. Eran muchos los cazadores o buscadores de oro del norte de Estados Unidos que solían pasar meses enteros en sus cabañas aprovechando determinadas épocas.

El aislamiento solía hacer mella en ellos de muy diversas maneras. Negativa a volver a la civilización, desconfianza ante el contacto de otras personas, aumento del estrés y la ansiedad…

Este tipo de sintomatología también era bastante común entre el personal que solía hacerse cargo de los faros antes de que se automatizaran. En la actualidad, y dada la situación de confinamiento por la que estamos pasando, los psicólogos han recuperado el síndrome de la cabaña o el fenómeno del cabin fever para poder entender mejor esa realidad que ahora mismo, están viviendo muchas personas. Analicemos en qué consiste.

¿Cuáles son los síntomas del síndrome de la cabaña?

Una de las características más comunes de este síndrome es la letargia. El hecho de sentirse cansado, el entumecimiento de las piernas y los brazos, el hacer siestas largas e incluso la dificultad para levantarnos por las mañanas, suele ser algo habitual.
  • Por otro lado, también se pueden experimentar síntomas cognitivos: problemas para concentrarnos, fallos de la memoria…
  • La falta de motivación también es recurrente.
  • Antojo por determinados alimentos para aliviar la ansiedad.
  • El síndrome de la cabaña también se manifiesta junto a un cuadro emocional muy concreto: tristeza, temor, angustia, frustración…
  • Por otro lado, la característica más evidente es el miedo a salir al exterior. No obstante, a menudo, las personas pueden declarar simplemente que no les apetece salir todavía, que están bien en casa de momento y que tienen todo lo que necesitan.

Tengo miedo a salir tras el desconfinamiento ¿qué puedo hacer?

El síndrome de la cabaña se está manifestando con más frecuencia de la que pensamos en estos momentos. Tanto es así, que ya disponemos incluso de una escala desarrollada en la Universidad de Pekín, con el fin de evaluar la incidencia de este factor entre la población.

Sea como sea, hay algo evidente: experimentar esta sensación no resulta agradable; sobre todo, porque quien lo sufre solo se encuentra con las voces de quien ansía recuperar su vida, la normalidad y salir a la calle. Es importante, por tanto, que entendamos y respetemos a quien, de momento, no ve con ilusión poner el pie en el exterior.

Estas son algunas dimensiones que deberíamos tener en cuenta.

Date tiempo, lo que sientes es comprensible

Lo señalábamos al inicio. El síndrome de la cabina no es un trastorno psicológico. Describe solo una situación emocional completamente normal ante un confinamiento de varias semanas.

No alimentes por tanto más miedos y angustias imaginando que estás perdiendo el control de la situación. Lo que estás experimentando es comprensible dada la situación.

La clave está en darte tiempo. No es obligatorio salir hoy si no lo deseas, puedes ir haciendo pequeños intentos. Basta con que hoy salgas solo hasta la puerta y la abras sin llegar a salir. Mañana puedes dar unos pasos y volver. Pasado, ya puedes intentar dar un paseo.

Rutinas y objetivos

El cerebro necesita rutinas para gestionar el tiempo, para sentirse seguro y evitar dar espacio al pensamiento excesivo. En este caso, y para reducir el efecto del síndrome de la cabina, debemos reducir el tiempo de descanso, evitando ante todo pasar mucho tiempo en la cama o haciendo siestas.

Diseña una rutina y cúmplela. Una donde distribuir obligaciones laborales o del cuidado del hogar, tiempo para alimentarnos de manera saludable, tiempo para hacer ejercicio y lo que es más importante, debes establecer también esos momentos en que saldrás al exterior.

Busca apoyo si lo necesitas

En caso de que sientas que cada vez te aterra más la idea de salir al exterior es importante solicitar ayuda. Si ves que te es imposible cruzar la puerta de casa o que el simple hecho de visualizarte a ti mismo en la calle te genera ansiedad, quizás sea el momento de buscar ayuda profesional.

Estamos ante una situación nueva para todos y en estos meses, surgirán múltiples desafíos psicológicos. Debemos estar preparados, siendo sensibles entre nosotros, siendo más humanos y cercanos con los demás para que entre todos, podamos sobrellevar con mayor entereza esta situación. Solicitar ayuda profesional cuando lo necesitemos siempre es un recurso valioso a nuestro alcance.

lunes, 25 de mayo de 2020

Hazlo en casa: la nueva alternativa en tiempos de pandemia

Hacer pan, tejer, coser, cultivar un pequeño huerto casero... El confinamiento está haciendo que recuperemos el placer de realizar tareas a mano, algo que resulta altamente beneficioso para nuestro cerebro al reducir la ansiedad y el estrés.

El confinamiento no solo ha cambiado nuestros hábitos de vida. De algún modo, también nos ha obligado a potenciar nuestro ingenio y a descubrir habilidades que teníamos dormidas. El movimiento «hazlo en casa» caracterizará también esta época de pandemia en que cocinar, manufacturar, construir y hasta ser de pronto nuestros propios peluqueros se ha convertido en algo habitual.

¿Quiere decir esto que cuando volvamos a la normalidad dejaremos de ir a la panadería cada día y prescindiremos para siempre de nuestros peluqueros? La respuesta es no. Cuando recuperemos nuestras obligaciones y ritmo de vida nos enfrentaremos a múltiples cambios, no hay duda, pero no dejaremos de recurrir a esos servicios tan básicos que nos ofrecen nuestros profesionales de cada sector.

No obstante, en tiempos de dificultad siempre emergen los grandes remedios ante inesperadas faltas. Lo hemos visto, por ejemplo, en ese maravilloso movimiento vecinal en el que hombres y mujeres se han lanzado de manera solidaria a coser mascarillas. Ahora, quien más y quien menos, también las confecciona en casa para tener una customizada, una que se adapte a los gustos y estilo de los más pequeños de la casa.

Muchos han aprendido a coser, a cocinar e incluso a cultivar un pequeño jardín. Es más, la mayoría de las veces no lo hacemos por necesidad, porque haya carencia de ciertos productos. Se trata solo de llenar el tiempo, para liberar la imaginación y hacer más llevadero esta sucesión de días en los que el confinamiento ha alzado muros físicos y en ocasiones, también mentales.

Hazlo en casa: más que una necesidad, un placer

Durante estas semanas las redes sociales se han llenado de fotos de personas subiendo el resultado de sus ratos en la cocina. Hemos visto todo tipo de panes. Nos han sorprendido con recetas increíbles de los más sugerentes postres; unos más acertados y otros un poco menos. Hace poco la tendencia fueron los ñoquis o gnocchis y si nos quedan aún algunos días de confinamiento, seguramente, será tendencia otro tipo de comida o postre.

En este tipo de movimiento de hazlo en casa no falta el efecto contagio. Lo que vemos en Instagram acaba despertando nuestra curiosidad y ganas por imitar esa conducta. Esto ha hecho, por ejemplo, que durante unas semanas los productos más comprados en los supermercados fueran la levadura y la harina.

Sin embargo, a pesar de que estos comportamientos no dejan de ser curiosos desde un punto de vista psicológico, cabe matizar un aspecto.

Es cierto que no podemos ir a la compra diariamente y en ocasiones, podemos echar en falta el pan recién hecho o ese pastel del día. Sin embargo, si muchas personas se han volcado en la cocina no es por necesidad: es por placer y por llenar el tiempo.

Trabajar con las manos es terapéutico para reducir la depresión

Cada cual afronta el tiempo de confinamiento como puede y quiere. Es igual de válido quien elige una vida más reposada y hacer lo mínimo que quien, sencillamente, no deja de hacer una actividad tras otra.

Sea como sea, el movimiento de hazlo en casa tiene una ventaja que es importante destacar. Trabajar con las manos, realizar tareas manuales y creativas revierte en nuestra salud cerebral y reduce la depresión.

Tenemos, por ejemplo, un trabajo muy interesante que nos habla de ello. La doctora Kelly Labert, neurocientífica de la Universidad de Richmond, en Estados Unidos, publicó un libro titulado Lifting Depression: A Neuroscientist’s Hands-On Approach to Activating Your Brain’s Healing Power hablándonos de esto mismo.

Cocinar, coser, tejer a mano, modelar, pintar, dibujar, cultivar, etc. focalizan nuestra atención en el momento presente, regula las emociones, reduce el estrés y aumenta incluso nuestra plasticidad cerebral. Podríamos decir que estas tareas son idóneas en el momento actual.

Hazlo en casa, descubrir que también podemos autoabastecernos

Hay quien ha iniciado en su balcón, galería o pequeño jardín su proyecto de cultivo. Plantar semillas, verlas crecer y descubrir cómo germina un vegetal nos permite descubrir que podríamos alimentarnos de aquello que cultivamos.

Hacer pan, cortarnos el pelo, coser o incluso iniciar un curso a distancia nos permite ver que, en ocasiones, se logran pequeñas cosas sin salir de casa.

Podemos autoabastecernos (humildemente) en cuanto a determinados productos y servicios de manera limitada, es cierto, pero es un inicio. Tal vez este tiempo de confinamiento nos permita dos cosas.
  • La primera, valorar mucho más a todo ese personal que garantiza nuestra subsistencia cada día (personal de supermercado, agricultores, etc).

  • La segunda, descubrir gracias a esa tendencia de hazlo en casa, que cada uno de nosotros somos capaces de muchas más cosas de las que pensábamos. Y que esas cosas, nos gustan.

El trabajo hecho a mano es muy gratificante y eso nos permitirá apreciarlo mucho más. Tanto, que quizá recurramos a él en el futuro para hacer un pequeño huerto ecológico o para comer de manera más saludable al recurrir a esas recetas caseras y evitar la sección de congelados o comida preparada. Pensemos en ello.

domingo, 24 de mayo de 2020

Manejo emocional del nerviosismo durante el confinamiento

A medida que pasan los días aumenta el nerviosismo. No podemos elegir cómo sentirnos, pero con una adecuada gestión emocional encontraremos un poco más de calma mental para afrontar la situación presente.

El manejo emocional del nerviosismo durante el confinamiento se alza ya como una estrategia indispensable en el momento actual.

Insomnio, problemas de concentración, aumento de la ansiedad, miedo al contagio, pensamientos obsesivos y catastrofistas… La salud mental se está resintiendo con el paso de los días; es como una grieta que se va ensanchando cada vez más haciéndonos perder el equilibrio.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya lo avisó hace unas semanas. Al igual que atendemos a nuestro bienestar físico protegiéndonos de la infección del coronavirus, es esencial que llevemos a cabo algunas estrategias para salvaguardar el bienestar psicológico. De ahí que publicara un documento detallando una serie de consejos, los cuales, fueron bien recibidos por la población y los profesionales de la salud mental.

Más allá de las recomendaciones que podamos recibir, hay algo que debemos tener presente. Sentir dolor, angustia, miedo e incluso desesperanza es completamente normal.

No podemos menospreciar la situación actual ni aplicar paños calientes para atenuar o disimular las evidencias. Estamos ante una pandemia, una situación nueva y todos, absolutamente todos, transitamos por esta realidad con las mismas angustias.

Unos lo harán mejor y otros peor. Cada persona dispone de unos recursos propios, esos que le ha otorgado su propia experiencia. Sin embargo, todos y sin excepción, estamos obligados a desplegar nuevos recursos, nuevos enfoques y habilidades. Profundicemos en ello.

Claves del manejo emocional del nerviosismo durante el confinamiento

«Estoy cada día más nervioso, ya no sé qué hacer», «me siento tan nervioso que ya no puedo ni dormir». Estos son de los comentarios que más podemos escuchar estos días. Amigos, familiares, vecinos, compañeros de trabajo…

Mientras algunos piensan ya en los mecanismos del desconfinamiento, muchas de las personas más cercanas afrontan un escalamiento de la angustia y la preocupación. 

Podríamos decirles aquello de que mantengan la esperanza, de que todo va a salir bien y queda menos para recuperar nuestra vida. Sin embargo, en un rincón de nuestra mente sabemos que estas frases no ayudan, que recurrir a las expresiones edulcoradas no generan cambios y más, cuando lo que hay en la mente es miedo y el peso insoportable de la incertidumbre.

Cuando los ánimos no ayudan hay que aplicar cambios y adecuadas estrategias psicológicas. Aprender algunas claves del manejo emocional del nerviosismo durante el confinamiento puede servir de ayuda.

El contrato emocional: acepto lo que siento, pero no me dejo llevar por ello

Por mucho que lo deseemos o alguien nos lo sugiera, no vamos a poder sustituir el miedo por la alegría, la angustia por la felicidad.

Si lo que siento en el momento actual es nerviosismo por no saber qué va a ser de mi trabajo, de nada sirve que intente pensar en cosas alegres. En el universo mental no es un juego de naipes donde sustituir unas cosas por otras.

Lo que debemos hacer es un contrato emocional con nosotros mismos. Para ello, hay que seguir las siguientes pautas:

  • Acepto todas mis emociones. Doy espacio y aceptación al nerviosismo que me genera miedo, angustia y frustración. Le doy un rincón a la tristeza, para que se exprese, para que me hable.
  • Escucho y valido cada sensación, sentimiento y emoción. Pero eso sí, elijo no dar poder a esos estados emocionales más adversos. No quiero que medien en mi conducta, que me inmovilicen, que estén presentes las 24 horas del día impidiéndome ser yo.
Aprendo a calibrar mi enfoque mental


El nerviosismo es un cajón desastre, todo lo enreda, todo lo tensa y lo complica. En nuestra mente se acumulan las preocupaciones, nos angustia lo que pueda pasar mañana y que el futuro se convierte en un panorama abstracto y lleno de claroscuros. Al poco, la ansiedad asoma una vez más y nos quita la respiración, las ganas, la capacidad de control.

Como nos recuerda Daniel Goleman en su libro Focus: hay que entrenar la atención para ganar en bienestar. Esto significa básicamente entrenar nuestro enfoque mental y calibrarlo.

Importa solo el aquí y ahora, el presente. No anticipes, no imagines cosas que aún no han sucedido. Pregúntate qué necesitas aquí y ahora para estar bien, para tener calma.

Manejo emocional del nerviosismo durante el confinamiento: el poder sanador de la conexión

Una de las claves del manejo emocional del nerviosismo durante el confinamiento es la conexión. Con esa estrategia se abren diversos caminos, pero todos tienen como finalidad: conectar tu mente y corazón a algo que te genere paz, equilibrio un bienestar momentáneo que alivie el nudo de los pensamientos.
  • Conecta con esas personas que saben escucharte y que iluminan tu día con una simple conversación.
  • Conecta con esta tarea o afición que te permite liberar la mente, ser creativo y libre a pesar de estar en un espacio cerrado. Busca tu canal de expresión y conexión contigo mismo.
Activo mis valores, mis significados y propósitos: trabajo en la persona que deseo ser

Cuando el cerebro funciona en modo preocupación se difuminan las prioridades. Quien manda en este tipo de estado mental es nuestra amígdala, esa región que regula la emoción del  miedo y que en algunos momentos, secuestra por completo nuestra visión del mundo y comportamiento.

En estas situaciones, y para atenuar el termómetro del nerviosismo cotidiano, debemos darnos un instante de quietud y reflexión. Tomaremos un café con nosotros mismos para hacer algo decisivo: preguntarnos qué tipo de persona queremos ser, preguntarnos qué es lo que queremos recordar de nosotros mismos el día de mañana sobre cómo afrontamos la presente situación.

No es necesario ser héroes, ni mucho menos. Solo alguien que tuvo claro lo que debía hacer y lo que quería. Alguien que fue responsable, que supo cuidarse, cuidar a los suyos y que no perdió la esperanza. Una persona que creyó en la bondad, en la humanidad, la empatía y en la posibilidad de seguir cumpliendo sus sueños en cuanto fuera posible.

Para concluir, tal y como señalaba el psicoterapeuta Aaron Beck, si nuestro pensamiento es sencillo y claro, alcanzaremos nuestras metas y trabajaremos en nuestro bienestar psicológico.

Solo hay que focalizar, centrarnos en el momento presente y aceptar cada emoción sentida, darles espacio pero eligiendo siempre, no dejarnos llevar por el negativismo más extremo o por el pánico.

sábado, 23 de mayo de 2020

Esto es lo que puedes hacer para ayudar durante la pandemia

Si te cuidas tú, ya estás haciendo mucho por el bien común en la actual pandemia. No se te exige más. No obstante, existen muchas más acciones que puedes llevar a cabo para ser de ayuda, para crear puentes. Las analizamos a continuación.

Médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadores, investigadores, farmacéuticos, personal de supermercado, transportistas, agricultores, policías… En nuestra sociedad hay un gran número de personas que cumplen un papel activo en la actual crisis por coronavirus. Ahora bien, más allá de lo que puedas creer, también tú puedes ayudar durante la pandemia de un modo igual de relevante, igual de esencial.

Decía Erich Fromm que el ser humano siempre muere antes de haber nacido por completo. De algún modo, y si lo pensamos, bien, la actual situación nos ofrece una oportunidad excepcional para dar forma a un nuevo nacimiento más pleno, inteligente y responsable. Es ahora cuando se exige que demos lo mejor de nosotros mismos y algo así supone un cambio que hay que aprovechar.

No importa que no seamos parte de ese colectivo que ahora mismo está en primera línea atendiendo a los enfermos. Tampoco importa que no pertenezcamos a esas categorías profesionales que se encargan de suministrar bienes básicos a la sociedad. Todos somos piezas esenciales en este puente en el que se sostiene la supervivencia y también la opción de superar este momento.

¿Qué es lo que puedes hacer para ayudar durante la pandemia?

A la mayoría de nosotros nos gusta sentirnos útiles. Prestar ayuda en la medida de nuestras posibilidades es casi una necesidad y más en las circunstancias actuales. Pasar el día entre cuatro paredes viendo el devenir de los días a través de un cristal se hace extraño y a instantes desespera.

Tal y como nos explica un estudio llevado a cabo en la Universidad de Stanford por parte de la doctora Jennifer Aaker, las personas necesitamos sentirnos útiles.

El acto de dar, de ayudar de ser útil a los demás nos ayuda a fortalecer nuestra identidad. Dicho de otro modo, si nos volcamos en quien lo necesita en un momento dado, no es por obtener un beneficio a cambio. El acto de ayudar forma parte de lo que somos, es la raíz de nuestros valores.

El hecho de no poder hacer nada en medio de esta crisis mundial puede ser para muchas personas algo problemático. Evidentemente, habrá quien se limite a estar en modo supervivencia preocupándose solo de su su bienestar. Otros no llegan a ver la trascendencia de esta realidad y siguen dudando de las medidas tomadas.


El ser humano es complejo y diverso, pero aún así, la gran mayoría experimenta la necesidad de poder hacer algo más en estos momentos. Descubramos por tanto qué puedes hacer para ayudar durante la pandemia.

Cuidándote tú, ya estás haciendo mucho por los demás

Tan simple como eso. Cuidándote, atendiendo tu bienestar físico, mental y emocional ya estás haciendo mucho. Tomar medidas de prevención para no contraer ni propagar el virus ayuda a contener esta pandemia lo antes posible.


Por ello, y aunque te gustaría hacer muchas más cosas, como bien señala el filósofo Slavoj Zizek, es momento para ser prácticos y ser pacientes. Por una vez en la vida, «no hacer nada» está bien. Mantenernos en modo supervivencia es lo que más importante. Y es de ese modo como más ayudamos.

Preocúpate por los que tienes cerca

Hay algo esencial que puedes hacer para ayudar durante la pandemia: preocuparte por los que tienes cerca. Es momento de crear una red de conexión desde la distancia para estar pendiente del bienestar físico y emocional de los demás.

  • Establece contacto mediante llamadas o videollamadas con tus familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc. No debemos limitarnos a contarles qué hemos hecho durante el día. Es esencial empezar esas conversaciones con un «¿cómo estás hoy?».
  • Por otro lado, es importante tener en cuenta a los vecinos, sobre todo si son personas mayores. Preocupémonos por cómo están y qué necesitan.

Cuida de la información que compartes con los demás

Ahora más que nunca, importa lo que decimos y lo que transmitimos a los demás. Es momento de sumar y no restar, de servir de ayuda y no de intensificar el miedo o crear mayor incertidumbre.

Por ello, cuando leamos una noticia o cuando veamos algo en redes sociales que nos llame la atención, seamos cautos y apliquemos filtros para detectar bulos y falsedades.

Evitamos compartir con los nuestros datos que pueden empeorar su estado de ánimo o más aún, ponerlos en peligro de algún modo.

Para ayudar durante la pandemia a los demás, usa tu talento

Todos tenemos un talento, una competencia que nos define. De este modo, si deseas ayudar durante la pandemia a los demás, enciende tu imaginación y abre las ventanas de tu hogar para dejar que emerja, que llegue a los demás. ¿De qué manera?
  • Si eres músico, sal a tu balcón y regala a tu vecindario una pieza musical.
  • Si sabes coser, haz mascarillas.
  • En caso de que seas ingeniero, idea nuevos equipos de protección individual para sanitarios.
  • Si eres un entendido en arte, en astronomía, filosofía, cine o literatura, abre un canal en youtube u ofrece directos en alguna red social haciendo llegar tus conocimientos.
  • En caso de que seas fisioterapeuta, podólogo, oftalmólogo, botánico, decorador, etc, ofrece tus consejos en cualquier red, para aquellos que tengan dudas relacionadas con tu especialidad.
Hay mil formas de ayudar en estos momentos. Cada uno de nosotros, desde el pequeño planeta de nuestro hogar, podemos conectar con ese otro universo exterior para acercarnos, ser útiles a quienes lo necesitan y hacer más humano el momento actual.

viernes, 22 de mayo de 2020

Claves para evitar la postergación

La procrastinación, es el hábito de postergar actividades que necesitan realizarse reeplazándolas en lo inmediato, por otras más agradables o sin demasiada importancia. Esta postergación, se convierte en una gran barrera para alcanzar metas, ya que no ponemos en práctica medidas acordes.

Es en el fondo, una agresión hacia nuestros sueños, hacia nosotros mismos. Así, entran en escena la angustia y la culpa, mientras perdemos la autoconfianza creyendo cada vez menos en nuestras posibilidades. La propuesta de hoy, es compartir algunas claves para evitar postergar.

Lo curioso es que de acuerdo a numerosos casos observados, las actividades más frecuentemente postergadas son aquellas que se desean realizar. Mientras que por el contrario, las tareas relacionadas con órdenes ajenas, son las menos afectadas por la postergación.

¿Qué lleva a postergar sin fin?

La excesiva autocrítica, es la que más piedras pone en el camino. Esta desacreditación propia, al decirnos que no somos lo suficientemente capaces para realizar determinadas tareas, nos lleva a sentirnos inferiores. En algunos casos, dependiendo de su gravedad, puede incluso conducir a la depresión. Al dirigirnos mensajes de este tipo, centramos la atención en lo que tememos que piensen los demás. De ahí que un cambio profundo, implique focalizar la energía en nuestra participación activa en la situación, de modo también de ir aprendiendo con la experiencia.

El idealizar objetivos, es otro elemento frustrante que suele acompañar a la autocrítica excesiva. Cuando imaginamos que eso que deseamos es simplemente perfecto, por lo general más temprano que tarde, la realidad nos demuestra que si bien sí pueden existir ganancias, las cosas no son perfectas.

Postergar por miedo a los errores, sólo incrementa ese temor. Es así que con la intención de no equivocarnos, quizá nos digamos que luego contaremos con mejores condiciones para desempeñarnos correctamente. Y en realidad, el tiempo para trabajar de la mejor forma posible se va acortando.

Dentro del amplio abanico de motivos para postergar, también destaca la dificultad para concentrarse, muchas veces relacionada con características del ambiente donde se lleva a cabo una tarea.

Claves para dejar de postergar

Comprender que es posible continuar y aprender, más allá de los inconvenientes.

Diferenciar lo urgente de lo importante. ¿Qué es importante para nosotros? Verlo escrito es más útil de lo que parece. Es cierto que las situaciones urgentes, en muchas ocasiones efectivamente necesitan atención en el momento, pero en varias otras, catalogamos como «urgentes» cosas que en realidad no lo son.

Dividir tareas. Ponerlas en práctica por partes es un paso acertado a la hora de ser más activos sin sobrecargarnos, en especial si de un proyecto relativamente grande se trata, ya sea a mediano o largo plazo. Comencemos hoy con una parte. Además de avanzar, demuestra que podemos dirigirnos hacia lo que queremos.

Premiarse haciendo algo disfrutable apenas se termina una actividad. Escuchar música, salir a caminar, etc., es una forma de asociar la nueva conducta con algo placentero, aumentando las posibilidades de que se repita.

Modificar el entorno. ¿Qué cambios en el ambiente favorecerían la tarea? Por ejemplo, trabajar sobre un escritorio ordenado tiende a mantener una sensación de control y hacernos sentir más tranquilos.

Focalizarse en los beneficios de estar haciendo lo que se solía postergar. 

Estas claves para evitar postergar, son una guía esquemática para reflexionar y actuar sobre la rutina. Sin embargo, nosotros somos los protagonistas de nuestras vidas, quienes podemos decidir ponerle un límite a la postergación.


La bondad cuida nuestro cerebro

No es fácil definir qué es la bondad. Esta palabra tiene que ver con empatía y con solidaridad, pero no se limita a ello. No es tan solo una característica, sino también un valor humano. Esto quiere decir que va más allá de una habilidad, pues está enriquecida por una decisión ética.

La bondad es definida por el diccionario como una inclinación a hacer el bien. El problema es que  “el bien” es un concepto relativo. Una acepción más precisa sería decir que la bondad es la capacidad para sentir compasión. En otras palabras, sentir como propio el padecimiento de los demás y esforzarse en remediarlo.

Esta bella virtud no solo se aplica a los demás seres humanos. La bondad también se expresa frente a todos los seres vivos. Incluso sería aplicable a lo no viviente, en la medida en que implica un afán por preservar lo que es, del modo en que es. Hay bondad, entonces, frente a una pintura, o a una piedra que reposa en el camino.

La bondad es una virtud superior porque implica muchas otras virtudes. Dentro de ellas está el amor, el respeto, la fraternidad, la generosidad y muchas otras. Supone, así mismo, una notable evolución espiritual y mental. Gracias a diversos estudios también se ha podido comprobar que se trata de una habilidad localizable en el cerebro y que constituye la base para una significativa calidad de vida.

El área cerebral de la bondad

Un grupo de científicos de la Universidad de Oxford y de la University College de Londres identificaron un área del cerebro que parece estar relacionada con la bondad. El equipo, liderado por la doctora Patricia Lockwood, trabajó con un grupo de voluntarios. Se les pidió que averiguaran qué símbolos eran provechosos para sí mismos y cuáles lo eran para otras personas.

Mientras los voluntarios realizaban esa labor, sus cerebros eran monitoreados a través de resonancias magnéticas. El experimento inducía a que los sujetos estudiados sopesaran y valoraran la forma como los símbolos podían ayudar a otras personas. Siempre debían determinar si cada símbolo solo les servía a ellos o era también útil para otros.

Cuando cada voluntario descubría la forma en que el símbolo ayudaba a los demás se activaba solamente un área del cerebro. Esta zona se llama “córtex del cíngulo anterior”. Por supuesto, la bondad no es solo un asunto de funcionamiento cerebral. Recordemos que ese maravilloso órgano tiene una plasticidad enorme y son las experiencias y los comportamientos los que van configurando su funcionamiento.

La bondad sana el cerebro

El neuropsicólogo Richard Davidson realizó una investigación en la Universidad de Wisconsin. Lo hizo después de realizar un viaje a la India. En 1992 conoció al Dalai Lama, quien le hizo una pregunta que marcó a este investigador: “Admiro vuestro trabajo, pero considero que estáis muy centrados en el estrés, la ansiedad y la depresión; ¿no te has planteado enfocar tus estudios neurocientíficos en la amabilidad, la ternura y la compasión?”.

Richard Davidson ha realizado diversos estudios alrededor de esa pregunta. Evidenció, por ejemplo, que algunas estructuras del cerebro pueden cambiar en tan solo dos horas. Una mente en calma produce un bienestar global. Y para llegar a una mente en calma se necesitan apenas un par de horas de meditación. Esto fue medido científicamente en su laboratorio.

Así mismo, encontró que los circuitos neuronales de la empatía no son los mismos que los de la compasión. Para llegar hasta la compasión, otra forma de bondad, se debe pasar por el camino de la sensibilidad, la simpatía y la empatía. En el nivel superior estaría la compasión. Es un ir más allá en la capacidad de percibir, sentir y comprender el sufrimiento del otro. Supone un llamado a la acción frente al sufrimiento de los demás.

Davidson descubrió, así mismo, que la amabilidad y la ternura incrementan el bienestar en diferentes áreas de la vida. En un estudio realizado con niños y adolescentes, se evidenciaron varios cambios cerebrales cuando se les enseñó a ser más compasivos y tiernos. Todos mostraron mejores resultados académicos y mejoraron su salud. La capacidad para ser compasivos se puede entrenar. La bondad es el resultado de un profundo trabajo interior.

jueves, 21 de mayo de 2020

Lecciones de resiliencia en tiempos de coronavirus

En estos días de crisis y ansiedad, es más importante que nunca trabajar en nuestra resiliencia. Es un ejercicio de transformación donde partir de la vulnerabilidad para que florezcan las fortalezas y así, encarar mejor el presente y el futuro.

Es la palabra de moda, lo sabemos, pero aún así, es necesaria e inspiradora. Aplicar la resiliencia en tiempos de coronavirus no es solo una sugerencia o un mensaje que transmitir en nuestras redes sociales. Estamos ante un ejercicio de salud psicológica que es necesario comprender como quien desvela las claves de un tesoro para hacerlo suyo cada día de su vida.

En primer lugar, la resiliencia no es un rasgo. No se trata en absoluto de un mecanismo que el ser humano activa a modo de piloto automático cuando las cosas se complican. Se trata más bien de un proceso, de un músculo que ejercitar teniendo claro que habrá días en que nos falle, en que se sienta más débil y apenas pueda sostener el peso del mundo.

Para que se cumpla la famosa frase de Nietzsche «lo que no me destruye me hace más fuerte», necesitamos que la adversidad no nos tire al suelo ni nos deje sin recursos de manera indefinida. Y esto, es algo que a todos nos puede pasar en un momento dado.

Podemos caer e incluso darnos por vencidos durante un tiempo. Sin embargo, es obligación emerger de nuestras ruinas y alzarnos de las propias cenizas encendidos en esperanzas y coraje.

Insistimos, es un proceso complejo que requiere compromiso. Florecer de entre las piedras es la artesanía más complicada, pero la más bella del ser humano.

Lecciones de resiliencia en tiempos de coronavirus

La buena vida es un proceso, no un estado de ser, decía Carl Rogers, psicoterapeuta y exponente del enfoque humanista en psicología.

Con el sufrimiento, el miedo y las crisis ocurre lo mismo. Sufrir no es un estado del ser humano, no estamos aquí para padecer ni es obligatorio tener que pasarlo mal para saber qué es la vida. El dolor debe ser siempre algo temporal y alzarse como un proceso más de la vida.

Pero para que ese proceso sea breve y nos permita adaptarnos mucho mejor a la complejidad del entorno, hay que aprender a ser resilientes. Sin embargo, ¿qué significa realmente?

En realidad, aunque estemos habituados a escuchar este término se trata de una idea que parte de la física y que empezó a aplicarse al campo de la psicología en los años 40.

Podemos definirla, de manera simple, como la capacidad del ser humano de recuperarnos de las adversidades sin salir debilitados. Ahora bien, mientras en física e ingeniería se destaca la idea de que esos «materiales resilientes» pueden volver a su estado original tras haber recibido un impacto, en psicología esto último no se cumple.

En realidad, tras haber pasado por un instante vital complejo, nadie vuelve a ser el mismo. No volvemos al estado original: mejoramos, aprendemos nuevas habilidades de afrontamiento para navegar mejor por la vida. Profundicemos un poco más.

No, no eres 100 % resiliente: es un proceso en el que debes trabajar

Sabemos que es recomendable hacer uso de la resiliencia en tiempos de coronavirus. Sin embargo, algo que sabemos desde la psicología es que muy pocas personas disponen al 100 % de estas características.

Para sondearnos, basta con tener en cuenta La Escala de Resiliencia Connor-Davidson (CD-RISC-25). Los ítems son los siguientes.
  • Puedo adaptarme a los cambios con facilidad.
  • Suelo afrontar con efectividad cualquier complicación o imprevisto.
  • Intento ver el lado positivo de las cosas cuando me enfrento a los problemas.
  • Sé lidiar con el estrés. 
  • Suelo recuperarme bastante bien después de una enfermedad, lesión u otra dificultad.
  •  Soy hábil a la hora de alcanzar mis objetivos.
  • Cuando estoy bajo presión, pienso y actúo con claridad y determinación.
  • El fracaso no me desanima.
  • Me considero una persona fuerte cuando enfrento los desafíos y dificultades de la vida.
  • Manejo con habilidad emociones como la tristeza, el miedo y la ira.
Está en tu naturaleza y debes desarrollarla: de tu vulnerabilidad puede emerger tu fuerza

La Universidad de Columbia llevó a cabo un detallado estudio para conocer cuál fue el impacto psicológico del 11S en los supervivientes.

Algo que pudo comprobarse es que el índice de estrés postraumático no era tan elevado como se creía en un principio. Una buena parte de las víctimas evidenciaron una notable resiliencia.

El 65 % de esa muestra demostró un notable proceso de recuperación en el que ir aplicando diversas estrategias. La primera, asumir su vulnerabilidad. Entender que todos podemos sufrir en la propia piel el impacto de la adversidad y que tenemos pleno derecho a sufrir, a sentirnos vulnerables, heridos…

Entendieron también, que en cada uno de nosotros hay un impulso, una fuerza interna que nos invita hacia un proceso de recuperación donde aprender de lo vivido y mirar el presente de un modo más fuerte, seguro e incluso esperanzado.

Resiliencia en tiempos de coronavirus: aceptar y prepararnos para el cambio

Nassim Taleb, ensayista y autor de libros tan interesantes como El Cisne Negro, escribía no hace mucho que hay una idea de la resiliencia en tiempos de coronavirus que debemos entender. A pesar de que se haya puesto en boga la palabra «resistir», él prefiere eliminarla de esta ecuación.

Resistir implica hacer acopio de fuerzas para soportar algo que nos embiste y nos oprime. Según él, no es momento de perder energía haciendo esfuerzos; es momento de aceptación y de algo más. Debemos prepararnos para el cambio y esto significa hacer uso de otro tipo de energía. 

La resiliencia en tiempos de coronavirus implica la necesidad de cambios y transformaciones. Quien se empeña en resistir permanece en el mismo sitio y hay que avanzar; primero sobreviviendo, atendiendo la vida, garantizando el bienestar. Pero el futuro trae cambios y solo el corazón y la mente resiliente logrará adaptarse y sacar partido de ese nuevo capítulo existencial. Reflexionemos en ello.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Dime cómo actúas y te diré qué has vivido

Tanto tú como yo como el resto del mundo somos distintos. Tú llevas tu pequeña gran historia dentro, los otros llevan la suya y yo la mía e, independientemente de conocerla o no, sentimos que la propia es mucho más real que las demás. Lo que quizás no sabes es que la manera en la que actúas habla mucho sobre lo que has experimentado.

Justamente, de forma inconsciente, magnificamos lo que hemos vivido y empequeñecemos lo que no: he comprendido conforme he ido creciendo que somos lo que hemos vivido y que, por eso, actuamos coherentemente con ello. Cuando sabemos lo que significan las cosas y los hechos es cuando realmente le damos el valor que tienen.

Me conoces cuando entiendes lo que llevo detrás

Por la misma razón por la que hablamos sin saber de muchos de los temas sobre los que nos dan oportunidad, nos atrevemos a opinar sobre las demás personas sin conocerlas. Es decir, hablamos, opinamos e incluso juzgamos porque no lo hemos vivido, porque la situación no nos ha tocado la piel a nosotros mismos.

Por todo esto, solo puedo saber quién es alguien realmente si se desnuda conmigo y actúa con toda su esencia: por encima de cualquier cosa su forma de comportarse, de hablar, de saber situarte en determinadas situaciones, de cómo actúas, es la mejor manera que tiene de enseñarme qué le forma como persona.

Lo cierto es que hasta cuando no hacemos nada nos ocurre algo. Es algo así como que la vida no nos da la oportunidad de no vivirla: ella ocurre y si tú no le sigues, te arrastra. No podemos dejar de vivir cosas y no podemos decidir que no nos ocurra nada. Lo que podemos hacer es representar con nuestros actos nuestro aprendizaje: actúas y dejas que te conozcan por ello.

La manera de actuar nos hace diferentes porque vivimos y sentimos diferente

Para suerte o para desgracia de nuestra vida recordamos momentos y situaciones que nos marcan para siempre y, acertadamente, son estos los que cuando salimos de ellos o nos vemos obligados a salir, nos transforman. Esas pequeñas grandes cosas que nos señalan un punto en nuestra historia son las que nos enseñan y las que se han convertido en caminos de aprendizaje individuales.

En muchas ocasiones estos caminos de aprendizaje dependen de la voluntad y la garra que le consigamos poner a la vida, también a las consecuencias de nuestros actos, a un poco de suerte y valentía, a algo de ayuda externa, etc. Sin embargo es eso lo que somos y en función de lo que somos, nos comportamos. 

Este rasgo inherente se refleja muy bien en aquello de que eres lo que haces y lo que piensas y si no son compatibles no eres creíble. Es evidente que no, porque no podemos desprendernos de todo eso que llevamos dentro, que nos hace diferentes y que solo podemos sentir de una determinada manera nosotros. Nuestras emociones nos hacen únicos y la raíz de la que surgen también.

La prudencia es una gran amiga

Las emociones de las que hablábamos son algunos de los matices más delicados que tenemos por lo que, siempre que queramos acercarnos a alguien y comprenderlo, la mejor herramienta es la prudencia. La prudencia para con los demás es tan necesaria por aquello de que actúas poniéndote en el lugar del otro, cambiando de perspectivas.

Nunca sabemos lo que podremos encontrar detrás de los demás porque la mayoría de las veces nos quedamos en lo superficial de su comportamiento, sin querer darnos cuenta de que hay más cosas que no vemos y en lo que deberíamos fijarnos. Cómo actúas habla de ti, pero no lo es todo.

Si llegamos más allá, si viéramos desde otras perspectivas podríamos encontrar grandes personas que no creeríamos encontrar en un primer momento. Esto es lo bonito de encontrarnos sin buscarnos: conocernos, dejarnos ver y entendernos. Saber todo lo que hemos vivido por separado, nos une.

martes, 19 de mayo de 2020

Empatía: ¿qué caracteriza a las personas que la poseen?

La empatía es un arte, una capacidad excepcional programada genéticamente en nuestro cerebro con la que sintonizar con los sentimientos e intenciones de los demás. Sin embargo, y aquí llega el problema, no todos logran «encender» esta linterna que ilumina el proceso de construcción de las relaciones más sólidas y enriquecedoras.

Algo que escuchamos con frecuencia es aquello de que «tal persona no tiene empatía», «que aquella otra es una egoísta y que carece por completo de ella». Bien, algo que es importante aclarar desde un principio es que nuestro cerebro dispone de una arquitectura muy afinada mediante la que favorecer esa «conexión». La empatía, al fin y al cabo, es una estrategia más con la que mediar en la supervivencia de nuestra especie: nos permite entender a la persona que tenemos delante y nos facilita la posibilidad de establecer una relación profunda con ella.

Esa estructura cerebral donde la neurociencia ha situado nuestra empatía está en el  giro supramarginal derecho, un punto situado justo entre el lóbulo parietal, el temporal y el frontal. Gracias a la actividad de estas neuronas logramos separar nuestro mundo emocional y nuestras cogniciones para ser más receptivos en un momento dado, hacia las de los demás. 

Ahora bien, aclarado este dato, la siguiente pregunta sería, entonces… ¿si todos disponemos de esta estructura cerebral, por qué hay personas más o menos empáticas e incluso quienes presentan una ausencia total y absoluta de ella? Sabemos, por ejemplo, que el trastorno antisocial de la personalidad tiene como principal característica esa falta de conexión emocional con los demás. Sin embargo, dejando a un lado el aspecto clínico o psicopatológico son muchas las personas que simplemente, no llegan a desarrollar esta habilidad.

Las experiencias tempranas, los modelos educativos o incluso el contexto social, hace que esta maravillosa facultad se debilite a favor de un egocentrismo social muy marcado. Tanto es así, que tal y como nos revela un estudio llevado a cabo en la Universidad de Michigan, los universitarios de hoy en día son hasta un 40% menos empáticos que los estudiantes de los años 80 y 90.

La vida actual tiene ya tantos estímulos y tantos distractores para muchos jóvenes y no tan jóvenes, que dejamos de ser plenamente conscientes del momento presente e incluso de la persona que tenemos ante nosotros. Los hay que están más sintonizados a sus dispositivos electrónicos que a los sentimientos de los demás, y eso, es un problema sobre el cual deberíamos reflexionar.

Para profundizar un poco más en el tema, te proponemos a continuación conocer qué rasgos definen a las personas que sí disponen de una autoestima auténtica, útil y esencial con la que establecer relaciones saludables y un adecuado desarrollo social.

La empatía útil Vs la empatía proyectada

Una aspecto básico que conviene aclarar desde un principio es qué entendemos por empatía útil, porque aunque nos sorprenda, no basta  simplemente «con tener empatía» para construir relaciones sólidas o para mostrar eficacia emocional en nuestras interacciones cotidianas.

Para entenderlo te pondremos un sencillo ejemplo. María acaba de llegar a casa cansada, agotada de mente y molesta. Acaba de tener una discusión con sus padres. Cuando Roberto, su pareja, la ve, lee de inmediato en su expresión y en su tono de voz que algo no va bien, interpreta su malestar emocional y en lugar de generar una respuesta o una conducta adecuada, opta por aplicar la empatía proyectada, es decir, amplifica aún más esa negatividad con frases como «ya vienes otra vez enfadada, es que te coges las cosas a la tremenda, siempre te pasa lo mismo, mira qué cara llevas…».

No hay duda de que muchas personas son hábiles a la hora de empatizar emocional y cognitivamente con los demás (sienten y entienden qué ocurre), sin embargo en lugar de mediar en la canalización y en la adecuada gestión de ese malestar, lo intensifican.

La persona hábil en empatía, por tanto, es aquella capaz de ponerse en los zapatos ajenos sabiendo en todo momento cómo acompañar en ese proceso sin dañar y sin actuar como un espejo donde se amplifique el dolor. Porque a veces no es suficiente con comprender, hay que saber ACTUAR.

La auténtica empatía deja a un lado los juicios

Nuestros juicios diluyen nuestra capacidad de acercamiento real hacia los demás. Nos sitúan en un bando, en un lado del cristal, en una perspectiva muy reducida: la nuestra. Cabe decir, además, que no resulta precisamente fácil escuchar a alguien sin emitir juicios internos, sin poner una etiqueta, sin valorar a esa persona como hábil, torpe, fuerte, despistada, madura o inmadura.

Todos lo hacemos en mayor o menor grado, sin embargo, si fuéramos capaces de despojarnos de ese traje, veríamos a las personas de una forma más auténtica, empatizaríamos mucho mejor y captaríamos con más precisión la emoción del otro.

Es algo que deberíamos practicar a diario. Una habilidad que según varios estudios suele llegar a medida que nos hacemos mayores, puesto que la empatía, así como la capacidad de escuchar sin juzgar, es más común a media que acumulamos experiencias.

Las personas con empatía disponen de una buena conciencia emocional

La empatía forma parte indispensable de la Inteligencia Emocional. Sabemos que este enfoque, esta ciencia o área tan exitosa de la psicología y el crecimiento personal está de moda, pero… ¿Hemos aprendido de verdad a ser buenos gestores de nuestro mundo emocional?
  • La verdad es que no mucho. En la actualidad, seguimos viendo muchas personas que manejan a la ligera y con supuesta eficacia términos como la autorregulación, la resilencia, la proactividad, la asertividad… Sin embargo, carecen de un auténtico inventario emocional y siguen dejándose llevar por la ira, la rabia o la frustración como lo haría un niño de 4 años.
  • Otros en cambio, piensan que ser «empático» es sinónimo de sufrimiento, como un contagio emocional donde sentir lo que otro sienten para experimentar el mismo dolor ajeno como una suerte de mimetismo del malestar.
No es lo adecuado. Debemos entender que la empatía sana, útil y constructiva parte de esa persona que es capaz de gestionar sus propias emociones, que dispone de una autoestima fuerte, que sabe poner límites y que a su vez, es hábil a la hora de acompañar emocional y cognitivamente a los demás.


La empatía y el compromiso social

La neurociencia y la psicología moderna definen la empatía como el pegamento social que mantiene unidas a las personas y que a su vez, genera un compromiso real y fuerte entre nosotros.

Por curioso que parezca, en el reino animal el concepto de empatía está muy presente por una razón muy concreta que hemos señalado al inicio: la supervivencia de la especie. Algo así genera que muchos animales y diversas especies muestren comportamientos de cooperación donde atrás queda la clásica idea de la «supervivencia del más fuerte». Un ejemplo de ello lo podemos ver en ciertas ballenas, capaces de atacar a las orcas para defender a las focas.

Sin embargo, entre nosotros predomina en muchos casos el efecto inverso, a saber, la necesidad de imponernos los unos sobre otros, de buscarnos enemigos, de alzar fronteras, de crear muros, de invisibilizar personas o incluso de atacar al más débil solo por ser débil o ser diferente (pensemos en los casos de bullying).

Por su parte, las personas que se caracterizan por una auténtica empatía creen en el compromiso social. Porque la supervivencia no es un negocio ni debe entender de políticas, de intereses o de egoísmos. Sobrevivir no es solo permitir que nuestro corazón bombee, es disponer de dignidad, de respeto, es sentirnos valorados, libres y parte de un todo donde todos somos valiosos.

Esa es pues la auténtica empatía: ponernos en el lugar del otro para facilitar a su vez una convivencia llena de armonía. Trabajemos en ello cada día.