sábado, 31 de octubre de 2020

Hormonas del estrés

Hormonas como el cortisol son esenciales para ayudarnos a responder a situaciones desafiantes. Ahora bien, el problema llega cuando esa situación de estrés es constante en el tiempo. El impacto de esas hormonas sobre el organismo es inmenso: lo analizamos.

Las hormonas del estrés son decisivas en todo ser vivo. Huir de los peligros, reaccionar ante las demandas del entorno, activarnos para poder solucionar un problema o simplemente “despertar” todos nuestros recursos mentales para hacer un examen son procesos esenciales en los que median estas pequeñas, pero poderosos moléculas.

Ahora bien, sabemos que basta con escuchar el término estrés para asociarlo a experiencias claramente negativas. Todos conocemos sus efectos. De hecho, la mayoría hemos pasado por una época en la que las preocupaciones y la presión externa han derivado en dolor muscular, alteraciones digestivas, cefaleas, insomnio…. Los cambios fisiológicos que orquestan esta serie de hormonas pueden ser muy intensos y desgastantes.

Sin embargo, debemos tener claro un aspecto. Sin estas reacciones químicas el ser humano no hubiera sobrevivido. La respuesta de estrés nos ha permitido reaccionar ante las adversidades cotidianas para poder adaptarnos a un entorno cada vez más complejo. Así, y aunque a día de hoy no tengamos que defendernos de los mismos peligros que nuestros antepasados prehistóricos, las demandas externas siguen siendo desafiantes.

Comprender la mecánica de ese entramado hormonal asociado a esta respuesta emocional siempre es interesante y útil.

¿Cuáles son las hormonas del estrés?

Cada uno de nosotros estamos programados para reaccionar a toda amenaza, ya sea externa a raíz de un peligro concreto o bien desencadenado por una preocupación interna. A día de hoy, situaciones como las ocasionadas en un entorno laboral, por problemas económicos o afectivos, actúan como desencadenantes para el estrés.

Las amenazas, los peligros y los desafíos ahora son invisibles, no se pueden tocar o atisbar como ocurría antes cuando nuestros antepasados se enfrentaban, por ejemplo, a un depredador. Esa respuesta natural al estrés nos permite activar un sinfín de recursos físicos y psicológicos para afrontar cualquier peligro y todo ello entra dentro de lo normal, de lo esperable.

Sin embargo, el auténtico problema llega cuando ese estado de estrés es constante. En caso de que no abordemos los problemas de manera adecuada, de que no hagamos uso de adecuadas medidas de afrontamiento, las hormonas del estrés seguirán actuando. Es entonces cuando llegan las molestias físicas y los riesgos para la salud. Descubramos por tanto cómo actúa y trabaja esta red de hormonas.

El cortisol, la hormona que nos activa

El cortisol es una hormona esteroidea que regula una amplia gama de procesos en el cuerpo. A pesar de que tenga una función decisiva para ayudarnos a responder en situaciones de estrés, es clave en tareas metabólicas y también en las relacionadas con la respuesta inmunitaria.

  • La secreción del cortisol está regulada por el hipotálamo, la glándula pituitaria y las glándulas suprarrenales.
  • Casi todas las células contienen receptores para el cortisol, lo que nos da una pista de la gran cantidad de procesos en los que participa.
  • Es clave, por ejemplo, en el control de los niveles de azúcar en sangre del cuerpo, en favorecer el equilibrio de la sal y el agua y también en la presión arterial.
  • Los niveles de cortisol son más elevados durante el día para permitirnos estar más activados en las horas diurnas.

Por otro lado, cuando pasamos por largas épocas de estrés y ansiedad, la excesiva liberación de cortisol puede tener serios efectos. Entre ellos está la hipertensión, los cambios de humor, el dolor muscular, la osteoporosis e incluso los cambios en el peso corporal.

Adrenalina, te permite actuar ante los peligros

Cuando pasas por una situación estresante, te sudan las manos, el corazón se acelera, se te seca la boca…  Esta respuesta está mediada por una de las hormonas del estrés más importantes: la adrenalina o epinefrina.

Así, cabe señalar que actúa también como neurotransmisor y que se produce en las glándulas suprarrenales o adrenales y se libera principalmente en momentos de estrés, peligro y excitación.

Entre los cambios que orquesta la adrenalina en el cuerpo cuando empieza a liberarse en el torrente sanguíneo están los siguientes. Recordemos que todos estos cambios tienen un objetivo: preparar al cuerpo para la pelea o la huida.

  • Aumenta el ritmo cardíaco.
  • Aumenta la capacidad del sistema respiratorio para que podamos aspirar más aire.
  • Descompone el glucógeno (polisacárido de reserva energética que se encuentra en los músculos y el hígado).
  • Expande los vasos sanguíneos para optimizar el flujo sanguíneo.
  • Facilita la conexión entre las células nerviosas para que la información vaya más rápido.
La vasopresina, modulador de la respuesta del estrés

A la vasopresina se la conoce como la hormona antidiurética, es decir, favorece la retención de líquidos. Ahora bien, en los últimos años hemos descubierto que es un componente hormonal importante de la respuesta al estrés.

Estudios como los realizados en la Universidad de Edimburgo en el 2017, nos ofrecen datos para comprender un poco mejor su trascendencia.
  • La vasopresina tiene un efecto modulador en la respuesta del organismo ante situaciones estresantes o ansiógenas.
  • Entre las hormonas del estrés, la vasopresina tendría una función clave para favorecer la liberación de la corticotropina. Este elemento biológico lo que hace es  facilitar la secreción de corticoesteroides como el cortisol.
  • Asimismo, hay otro aspecto interesante. Esta hormona se produce en una serie de neuronas hipotalámicas que controlan la respuesta a desafíos ambientales estresantes. Es decir, cuando el cerebro interpreta que tenemos un desafío ante nosotros, libera este elemento para que inicie toda una serie de cambios bioquímicos esenciales para que podamos actuar ante él.
Para concluir, tal y como podemos ver, cada secuencia que activa el cerebro para responder a los riesgos cotidianos no tiene otro propósito que permitirnos actuar. Ese es, al fin y al cabo, el propósito del estrés: actuar ante los peligros y hacerlos desaparecer. Dejar que esas situaciones de preocupación y angustia se alarguen en el tiempo es lo que nos pasa factura. Tengámoslo en cuenta.

viernes, 30 de octubre de 2020

La mente es nuestra mejor aliada en situaciones difíciles

 Es la herramienta más poderosa con la que contamos y se encuentra encima de nuestros hombros, dispersa dentro de nuestro cerebro. Hablamos por supuesto de nuestra mente. Su funcionamiento es tan poderoso y a la vez tan peculiar que es la principal pluma con la que en realidad escribimos nuestro destino.

Hace unos años se hizo famosa la idea de que solamente utilizamos el 10% de su potencial. Después hemos visto que todo es más complejo que este sencillo titular ya que, si bien contamos con procesos limitados, como puede ser la capacidad para mantener la atención o la memoria a corto plazo, también contamos con otro procesos que parecen no conocer fronteras, como la capacidad para imaginar o aprender.

Nuestra mente busca ahorrar recursos

Así, tenemos claro que lo que podemos hacer con nuestra mente es asintoticamente infinito. Sin embargo, si observamos la mayoría de nuestros comportamientos nos daremos cuenta de que lo que más interviene en ellos son las rutinas o las programaciones mentales. Unas rutinas en las que se produce una desconexión entre la acción y la parte consciente. Hablamos de tender la ropa, de cocinar y de conducir por una carretera conocida. Es tan conocida la acción que liberamos a nuestra mente para que se marche a trabajar con ideas desconectadas de ese presente.

Además, sucede otra cosa y es que nuestra mente suele ser inteligente en su autorregulación y por defecto intenta trabajar siempre minimizando el consumo de energía. Pensemos en nuestros antepasados y en la dificultad para acceder a cierto tipo de nutrientes esenciales.

Puedes pensar que para qué demonios necesitaban una economía energética mental que fuese tan selectiva para nuestra especie si se pasaban el día cazando y corriendo detrás de las presas. Pues bien, se ha comprobado, por ejemplo, que los mejores atletas de fondo comparten una característica en común y es que su oxigenación cerebral durante esfuerzos largos e intensos es mayor.

Una vez que tenemos claro que a nuestra mente no le gustan los derroches de energía porque teme quedarse sin ella y que muchas de las actividades que hacemos son en modo automático entenderemos que quizás no usamos el 10% de nuestra capacidad, pero sí es cierto que hay una buena parte que no utilizamos. Acotarla en porcentaje es lo de menos, lo verdaderamente importante es conocer qué repercusiones tiene esto.

La parte que no utilizamos de nuestra mente -por norma, siempre hay excepciones- tiene que ver sobre todo con la creatividad y la búsqueda de soluciones novedosas. Gran parte de la resistencia al cambio tiene esta razón biológica y es que va contra la tendencia economizadora del cerebro.  Quizás nuestra forma de hacer las cosas no sea la mejor, pero cambiar la que ya tenemos adaptada por una nueva que adaptar supone, a parte de incertidumbre, un gasto de energía extra al principio seguro.

¿Por qué el ingenio es importante?

Hagamos un viaje a la Edad Media y asistamos al juicio de un procesado. En este juicio el juez quería condenar al acusado a toda costa, pero tampoco quería que su actitud quedará manifiesta, de manera que le propuso al acusado echarlo a suertes. Supuestamente introduciría en una caja dos sobre iguales, uno contendría un papel con la palabra “inocente” y otro con la de “culpable”.

Por supuesto, el juez escribió en los dos culpable. Por supuesto, el acusado lo supuso ya que las rencillas con el juez venían de lejos. ¿Qué pensáis que hizo el acusado? Podía haberlo denunciado, pero si se comprobaba que su hipótesis era incierta seria condenado. Por otro lado, si era cierta probablemente quitaran al juez pero nada le aseguraba que el siguiente seria mejor.

Pues lo que hizo fue comerse una de las dos papeletas. Después dijo que podrían saber cual es la que había elegido porque sería la contraria a la que quedó en la caja. Por supuesto, en la que había en la caja ponía culpable y fue liberado para cabreo del juez, que se tuvo que tragar su propia treta.

Volviendo al presente, no podemos olvidar que todos contamos con una herramienta parecida a la del listo acusado y que la podemos utilizar para salvar o mejorar nuestras vidas: hablamos de nuestra mente. Es cierto que no lo podemos controlar todo, pero también es cierto que a menudo ese control va más allá de lo que estimamos. Así, en esta diferencia entre la estimación y la realidad, entre el ingenio y la repetición, es donde se encuentra nuestro verdadero potencial.


jueves, 29 de octubre de 2020

Pensamiento episódico futuro: ¿cómo nos prepara el cerebro?

¿Sabes que procesos intervienen en la elaboración de planes y en la toma de decisiones? Aquí te hablamos de uno de ellos: el pensamiento episódico futuro.

“Vive el presente, vive el aquí y ahora”. Seguro que has leído u oído esta frase, ¿verdad? Incluso puede que intentes o hayas intentado aplicártela. Sin embargo, es inevitable recordar tiempos pasados e imaginarnos a nosotros mismos en un futuro. Esto es lo que se conoce como pensamiento episódico futuro.

¿Qué es, concretamente, el pensamiento episódico futuro? ¿Para qué sirve? ¿Cómo se desarrolla durante la infancia? ¿Está relacionado de alguna forma con determinadas psicopatologías? Si quieres hallar respuestas, sigue leyendo.

¿Qué es el pensamiento episódico futuro?

El término fue acuñado por Cristina M. Atance y Daniela K. O’Neill, partiendo del concepto de memoria episódica de E. Tulving. Este tipo de memoria está relacionada con la capacidad de recordar y reexperimentar eventos pasados con referencia autobiográfica.

Los seres humanos tenemos la capacidad de imaginarnos a nosotros mismos en el futuro. Esto resulta esencial para la planificación, la toma de decisiones, la emisión de juicios y la consecución de objetivos. Este pensamiento episódico futuro nos permite realizar una “pre-exposición” a un evento o situación futura.

Esta recreación de imágenes mentales tiene lugar durante la fase de planificación de las intenciones verdaderas y es parte esencial de dicha planificación. Las personas con intenciones verdaderas planifican de manera más seria y más detallada, y recurren en mayor medida al pensamiento episódico futuro.  

Conceptos relacionados

Por un lado, la memoria prospectiva está muy relacionada con el pensamiento episódico futuro. Esta memoria es la que nos permite recordar lo que tenemos que realizar en el futuro (por ejemplo, asistir a una cita médica).

En la memoria prospectiva están implicados tres procesos: elaborar un plan, recordar dicho plan y acordarnos, en el futuro, que debemos ejecutar el plan. Como hemos visto, para elaborar un plan de acción, podemos valernos del pensamiento episódico futuro.

Por otro lado, Atance y O’Neill explican que hay una importante relación entre la habilidad de re-experimentar mentalmente episodios pasados (memoria episódica) y la habilidad de imaginar episodios que uno podría experimentar en el futuro (pensamiento episódico futuro).

En último lugar, cabe mencionar que el pensamiento episódico futuro también está muy relacionado con el concepto de conciencia autonoética de Tulving. Esto se refiere a la capacidad del ser humano de darse cuenta de su propia existencia a través del tiempo subjetivo y de representarse.

La conciencia autonoética, junto con la memoria episódica, es decir, la capacidad de tener conciencia de nosotros mismos y poder recordar eventos pasados autobiográficos, son lo que nos permite usar esas representaciones pasadas para proyectarlas al futuro. En otras palabras, ambas capacidades son necesarias para poner en marcha el pensamiento episódico futuro y elaborar planes de acción.

Estas habilidades surgen al mismo tiempo y están conectadas por una base anátomo-funcional común. El lóbulo frontal y el lóbulo temporal medial están relacionados con la memoria episódica y la planificación.

¿Cómo se desarrolla el pensamiento episódico futuro?

Las habilidades que se desarrollan a partir de la teoría de la mente son imprescindibles para asignar estados mentales propios y ajenos. Esto nos permite, a su vez, autoproyectarnos mentalmente en el futuro.

Los niños “neurotípicos” o que siguen un desarrollo típico empiezan a adquirir la comprensión de los estados mentales propios y ajenos (la teoría de la mente) en torno a los 2 años y se sigue desarrollando durante la edad preescolar. Mientras, sabemos que las habilidades sobre la memoria episódica y el pensamiento episódico futuro surgen alrededor de los 4 años de edad.

Por otro lado, parece ser que los niños empiezan a entender la noción de futuro en torno a los 3 años. No obstante, no es hasta los 12 años cuando terminan de entender realmente el concepto. Entre los 2 y los 3 años, los niños ya empiezan a incluir en su vocabulario palabras relacionadas con eventos futuros.

Entre los 3 y los 5 años se desarrolla la capacidad de planificar el futuro, aunque sólo sea en términos de lenguaje y refiriéndose más a deseos que a verdaderas metas. A partir de los 5 años, los niños ya empiezan a ser capaces de elaborar planes y tomar decisiones para conseguir objetivos determinados.

Relación con la psicopatología

Como hemos mencionado, las habilidades relacionadas con la Teoría de la Mente parecen imprescindibles para el pensamiento episódico futuro. Por este motivo, cabe esperar que los niños con trastorno de espectro autista, por carecer de teoría de la mente, presenten dificultades para planificar y pensar a futuro.

Esto podría estar relacionado con las conductas estereotipadas y repetitivas que presentan estos niños, y con la falta de flexibilidad. Suddendorf & Corballis plantearon que estos comportamiento inflexibles y estereotipados pueden reflejar la incapacidad de los niños TEA para verse a sí mismos en el futuro.

En los estudios en los que se pedía a los niños autistas que describieran eventos (pasados o futuros) se demostró una disminución de la capacidad de memoria y previsión episódica de los niños autistas en comparación con niños “neurotípicos”.

Por otra parte, el pensamiento episódico futuro se ha relacionado con otros trastornos, como la ansiedad y la depresión, en los que el pensamiento episódico futuro puede estar muy relacionado con la rumiación y la ansiedad anticipatoria.

Los pacientes con trastorno de ansiedad generalizada, en concreto, se caracterizan por tener un pensamiento futuro inespecífico y negativo. Esto provoca que cualquier visualización de un escenario futuro sea poco realista, abstracta y negativa. Esto genera gran preocupación por el evento negativo que prevén que ocurrirá.

miércoles, 28 de octubre de 2020

Consecuencias más comunes de crecer con padres con un trastorno psicológico

Por norma, los padres son los principales referentes para un niño. Por ello, si uno de los progenitores padece un trastorno mental, es probable que el desarrollo emocional del niño se vea afectado de manera significativa.

En el mundo más de mil millones de personas padecen algún trastorno mental. Además, se estima que esta cifra puede ser mucho mayor ya que numerosos casos permanecen sin diagnosticar. Por lo mismo, son muchos los niños que sufren las consecuencias de crecer con padres con un trastorno psicológico, algo que en muchos casos marca su carácter, su personalidad y su funcionamiento interno.

Evidentemente, las afecciones mentales son realmente diversas. Por lo mismo, no es posible generalizar. Sin embargo, formarse en un hogar tocado por algún tipo de desorden psicológico tienen un enorme impacto. Veamos de qué maneras puede afectar esta situación al desarrollo de un menor.

¿Cuáles son las consecuencias de crecer con padres con un trastorno psicológico?

El vínculo de apego

El vínculo de apego es el lazo de afecto primario que se establece entre el niño y sus principales figuras de referencia. Este se consolida en función del grado en que los adultos atienden las demandas del niño y satisfacen sus necesidades. Si le proporcionan afecto y seguridad adecuadamente, se establece un vínculo seguro; lo cual ayuda a que la personalidad del niño sea saludable.

No obstante, cuando uno de los padres padece algún trastorno psicológico puede no estar en condiciones de atender al bebé de forma apropiada. Tal vez no sepa reconocer sus necesidades o no pueda responder a ellas adecuadamente. Si desatiende física, emocional o psicológicamente al pequeño (o si lo atiende de forma inconsistente) se establecerá un apego inseguro. Así, el niño crecerá sintiéndose desamparado y en peligro.

El estilo de crianza

A medida que el niño crece, el estilo de crianza juega un papel relevante en la formación de su personalidad. Se ha establecido que la crianza democrática es la más adecuada para un correcto desarrollo. No obstante, para el padre que presenta algún trastorno mental puede ser casi imposible implementarla.

Con frecuencia, los adultos que padecen trastornos de ansiedad sobreprotegen a sus hijos, limitando así el desarrollo de su autonomía y actuando de lastre para la confianza en sus posibilidades. También es posible que caigan en conductas autoritarias, manteniendo un nivel de exigencia demasiado elevado.

Por otro lado, quienes sufren depresión u otras condiciones a niveles severos pueden no estar disponibles emocionalmente para ejercer la paternidad de forma activa. Esto puede conducir a que los menores, durante su crecimiento, no reciban la presencia, el afecto y los límites que necesitan.

Criar es una tarea compleja que requiere conciencia y dedicación; y cuando se debe lidiar con las propias dificultades es complicado actuar de una forma óptima.

Aprendizaje social

Por otro lado, durante la etapa de formación, el aprendizaje vicario es uno de los fenómenos más relevantes. Es decir, los menores adquieren actitudes, estrategias y herramientas observando cómo se desenvuelven sus padres. Esto resulta peligroso en la medida en que, posiblemente, muchos de los patrones de pensamiento disfuncionales de los progenitores se transmitan a los hijos.

Puede adquirirse una visión pesimista, un sentimiento de víctima, un cúmulo de miedos e inseguridades y unas estrategias inadecuadas para lidiar con los obstáculos. Crecer observando ansiedad, pasividad, ira descontrolada o cualquier otro elemento disfuncional hace más probable que estos se integren en la personalidad propia.

Otras consecuencias de crecer con padres con un trastorno psicológico

Sin embargo, crecer con padres con un trastorno psicológico no es determinante. Es posible que en algunos casos el progenitor, consciente de su problema, actúe de forma activa para contrarrestar las tendencias que podrían ser negativas para sus hijos. Es decir, que se esfuerce por no transmitirles sus patrones de pensamiento disfuncionales. Tengamos en cuenta que quizás nadie mejor que ellos para comprender por qué sus hijos no deberían repetirlos.

Por otro lado, crecer con padres con un trastorno psicológico puede aumentar la empatía y la tolerancia de los niños. Han crecido observando una realidad dolorosa y no tan común, por lo que la experiencia puede aumentar su sensibilidad de manera notable.

Pero, ante todo, si el progenitor que presenta el trastorno se decide a buscar el tratamiento adecuado estará proporcionando un saludable ejemplo. Es necesario normalizar el cuidado de la salud mental y resaltar su importancia. Haciéndose cargo de su dificultad y tomando las riendas con ayuda profesional será para sus hijos ejemplo de superación y valentía. En cualquier caso, toda experiencia nos proporciona aprendizajes valiosos.

martes, 27 de octubre de 2020

Tipos de estrés

Hay quien lo sufre de manera ocasional y hay quien padece los efectos del estrés toda una vida. Conocer las diferentes tipologías de esta dimensión psicológica nos permitirá crear estrategias terapéuticas más acertadas. Lo analizamos.

Dolor muscular, insomnio, migrañas, problemas de concentración… Existen diferentes tipos de estrés y conocer cada uno de ellos nos puede permitir manejarlos de manera más acertada. Así, y aunque es cierto que en ocasiones experimentamos todas estas sensaciones físicas y psicológicas a la vez como una especie de cajón desastre, cada una de estas variedades tiene un desencadenante concreto.

No nos equivocamos si señalamos que esta condición psicológica está en aumento. Aunque la mayoría hemos experimentado este estado psicológico de manera puntual, el problema llega cuando no lo manejamos con eficacia. Cuando el estrés llega para quedarse y lo arrastramos durante semanas, meses (e incluso años) el impacto sobre la salud es inmenso.

Disponemos de abundante literatura científica que nos avisa del riesgo de estrés crónico sobre la salud cardiovascular. Un ejemplo, investigaciones como la realizada en la Universidad de la Joya (California) por parte del doctor Joel Dismale indican que en medicina abundan las consultas relacionadas con los efectos del estrés. Son muchas las personas que acuden para aliviar ese dolor de cabeza, esa presión en el pecho, esos problemas para dormir…

Ahora bien, en caso de que esas situaciones se vuelvan crónicas y no se apliquen adecuadas estrategias para manejar el estrés, la salud cardiovascular puede verse afectada. Esto nos da una pista evidente de la necesidad de ser mucho más sensibles ante este tipo de realidades.

¿Cuáles son los diferentes tipos de estrés?

A menudo, en el día a día decimos con frecuencia aquello de “¡estoy estresado!”. Así, y aunque esa experiencia la vivamos de manera desagradable al estar bajo presión y sentir sus efectos sobre el cuerpo, hay algo que debemos considerar. El estrés es una respuesta normal ante situaciones «anormales».

Es decir, el ser humano, como el resto de animales, necesitamos de esa activación psicofisiológica para poder responder a las amenazas, peligros y cambios del entorno. Las hormonas del estrés, como la adrenalina y el cortisol, facilitan la activación de ese tipo de cambios que nos permiten, entre otras cosas, resolver problemas en el trabajo o superar cualquier dificultad vital.

Ahora bien, hay momentos en que el estrés deja de ser positivo y útil para transformarse en “distrés”. Se trata de ese estrés negativo que nos desequilibra, que nos sume en estados de indefensión y que puede adherirse a nosotros durante largas temporadas. Conocer los diferentes tipos de estrés nos permitirá conocer mejor este tipo de situaciones.

El estrés agudo, cuando la vida nos presiona

El estrés agudo suele ser breve y también el más común. Tener problemas en el trabajo, haber tenido una discusión fuerte con alguien, estar preocupado por una cita médica, haber sufrido un robo o presenciado un accidente, etc, son un ejemplo de esta tipología. Este tipo de estrés es el más común y se define básicamente por ese enfoque mental que se centra en el evento negativo o desafiante.

Por otro lado, para su diagnóstico podemos seguir los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5).

  • Síntomas de intrusión: la persona no puede dejar de quitarse de la cabeza esa preocupación durante un tiempo determinado. Aunque, poco a poco, va perdiendo intensidad.
  • Los síntomas asociados al estado de ánimo: angustia, miedo, inquietud…
  • Síntomas de excitación: dolores de cabeza, problemas parad dormir y para concentrarse, dificultad para tomar decisiones…
Como hemos señalado, entre los diferentes tipos de estrés, el agudo es el más común. En estos casos, la terapia cognitivo-conductual, como las estrategias de reestructuración cognitiva, las técnicas de relajación o la exposición imaginaria facilitan el progreso en gran parte de estos pacientes.

Estrés agudo episódico o la personalidad tendente a las crisis

El estrés agudo episódico está vinculado a un perfil muy concreto de personalidad. Nos referimos a la personalidad tipo A que los cardiólogos estadounidenses Meyer Friedman y Raymond Rosenman definieron en los años 50. Estas personas se definen, sobre todo, por un tipo de conducta muy competitiva.

Asimismo, este tipo de estrés conforma un estado psicológico de elevado desgaste que viene y va. Es decir, parece en ciertas épocas para desparecer unos meses y al poco volver a evidenciar esta sintomatología. Veamos los rasgos más comunes:

  • Angustia emocional: tienden a la ira o irritabilidad, a la impaciencia, el mal genio, la tensión constante. En su mente habita la sensación de urgencia, de tener que hacer algo de manera inminente para lo que deben estar preparados.
  • Angustia cognitiva: la personalidad tipo A es muy exigente. Ello les orienta a tener que estar pendientes de mil estímulos a la vez. Sin embargo, vivir durante meses con este nivel de activación deriva en problemas de memoria y fatiga mental.
  • Las relaciones interpersonales siempre son problemáticas.
  • Sufren malestar muscular, dolor de cabeza, de espalda, dolor de mandíbula…
  • Alteraciones estomacales e intestinales.
  • El estrés episódico recurrente se vincula a la aparición de problemas cardiovasculares.
Tipos de estrés: el estrés crónico o el sufrimiento que no varía con el tiempo

Haber pasado muchos años en un entorno laboral dañino en el que sufríamos acoso. Sufrir una infancia traumática. Perder a un ser querido y no poder recuperarnos de esa pérdida y de lo que ha conllevado. Tener una hipoteca y sufrir lo indecible para cubrir los pagos. Formar parte de un entorno familiar definido por los conflictos, las demandas, las críticas…

Estas y muchas otras situaciones esculpen el estrés crónico, una de las condiciones psicológicas más problemáticas y desgastantes a todos los niveles. Son estados en que el sufrimiento es una constante, un malestar que se va integrando en nuestro estilo de vida hasta alterarlo por completo y quedar supeditados a él.

  • Este es uno de los tipos de estrés que puede aparecer junto a otros problemas psicológicos, como por ejemplo, una depresión.
  • Las personas que lo sufren evidencia inseguridad e indefensión aprendida (sensación de que por mucho que hagan, su realidad no va a cambiar).
  • Padecen insomnio, fatiga, problemas digestivos, malestar muscular, taquicardias, problemas de concentración, etc.
El abordaje terapéutico para estos pacientes pasa siempre por una atención individualizada en la que atender cada particularidad y necesidad. No obstante, por término medio son muy adecuadas las siguientes técnicas:
  • Favorecer que la persona entienda qué es el estrés.
  • Estrategias de gestión emocional.
  • Técnicas de desactivación fisiológica (respiración diafragmática, relajación muscular progresiva e imaginación temática, por ejemplo).
  • Reestructuración cognitiva.
  • Técnicas de asertividad.
  • Técnicas para resolver problemas y superar los momentos difíciles y los momentos de estrés.
Para concluir, cada una de estas variantes del estrés tiene tratamiento. Lo más decisivo en todos los casos es solicitar ayuda profesional de manera temprana para evitar que ese sufrimiento sea una constante en el tiempo.

lunes, 26 de octubre de 2020

¿Qué es la anomia?

El tema de la anomia hace referencia a la tensión que se produce entre los colectivos y los individuos en el cumplimiento de las normas. Estas son importantes para mantener la cohesión social, pero, a la vez, si no están alineadas con las aspiraciones individuales, entonces aparece el conflicto y, en muchos casos, estas dejan de ser útiles.

La anomia es un concepto muy antiguo del que ya se hablaba en la Edad Media para describir a las personas “sin Dios ni ley”. Sin embargo, fue el sociólogo Emilio Durkheim quien comenzó a trabajar esta idea de manera sistemática y desde entonces el término apareció de forma recurrente en la sociología.

La palabra anomia hace referencia a la ausencia de reglas y a la tendencia a trasgredir las normas. Puede tener lugar en el plano colectivo o individual y equivale también a la carencia de pautas o valores morales para orientar la conducta.

Aunque el concepto de anomia nació en la sociología, también ha sido trabajado por las ciencias políticas, la antropología y la psicología. En todos esos campos se le ha asociado con la conducta delictiva o “desviada”, como el resultado de unas circunstancias históricas o bien como parte de un proceso de la evolución moral.

La anomia y la inconformidad

Cuando se habla de anomia, se habla también de una tensión entre lo colectivo y lo individual. No hay adherencia a las normas y esto, en principio, obedece o bien a que las normas no consultan con la posibilidad real de una persona para cumplirlas o bien a que el individuo no logra plegarse a las mismas, aunque estas sean razonables.

Para Durkheim, la anomia era resultado de una ruptura o deterioro en los lazos sociales; una separación que, a su vez, conducía a un debilitamiento de la solidaridad. Así pues, si en una familia, un grupo determinado o en el conjunto de la sociedad no hay unos vínculos fuertes, los individuos no sienten que deban cumplir con las normas que le dan cohesión a ese colectivo.

Durkheim señalaba que la misma división del trabajo y la división de clases eran una forma de deterioro en los lazos sociales. Introducen formas de injusticia y de exclusión, que luego se expresan en las normas; estas terminan siendo preceptos legitimadores de situaciones que van en contra de los individuos. A raíz de ello, se origina una gran tensión, al tiempo que una resistencia a cumplir con las reglas.

Anomia y frustración

El concepto de anomia fue asimilado por el enfoque estructural-funcionalista, de origen estadounidense. En este caso, se varió la idea trabajada inicialmente por Durkheim y el énfasis empezó a ponerse solo en el individuo. Se partió de la idea de que lo colectivo, por ser colectivo, funcionaba bien y que si una persona no lograba adaptarse a esto, el problema estaba en ella y no en lo social.

Frente a esto, muchos autores señalan que, si un contexto propone normas y modelos de realización, pero a su vez restringe los medios o las vías para alcanzarlos, se genera una profunda frustración. Por ejemplo, cuando se apuesta por tener éxito y dinero, pero a la vez se dificulta o impide a través de las normas que las personas alcancen estos objetivos.

En esas condiciones no solo hay un debilitamiento de los lazos sociales, sino que también se incuba una fuerte resistencia, pasiva o activa. Esto termina reflejándose en diversas conductas que incluyen la depresión, la violencia urbana, el crimen e incluso el suicidio, entre otros.

¿Qué o quién debe cambiar?

El tema de la anomia y la adhesión a las normas es complejo. En realidad, se puede afirmar que en ninguna sociedad las reglas se cumplen siempre y en su totalidad. Si hablamos de lo ideal, lo que debería existir es un colectivo en el que el margen de cumplimiento fuera muy amplio, al tiempo que se promoviera la autonomía basada en la responsabilidad ética individual.

Una sociedad así no es fácil de construir, principalmente por la desigualdad económica y social, que también implica desigualdad en las oportunidades. Llegados a este punto, cabe la pregunta de si en condiciones reales lo que se debe promover es un cambio en las normas o un cambio en los individuos, para reducir las tensiones que llevan a la transgresión o a la frustración.

No es fácil darle una respuesta a ese interrogante. Una perspectiva realista tendría que ver con la conciencia de que es importante adaptarse a la realidad, por arbitraria que sea. Al mismo tiempo, dicha adaptación no tiene por qué ser pasiva, sino todo lo contrario: crítica y activa. Habría que lidiar con esa paradoja, ampliar el rango de tolerancia a la frustración y también la fortaleza y la voluntad de cambio.


domingo, 25 de octubre de 2020

Esquizofrenia residual: definición, síntomas y tratamiento

¿En qué consiste la esquizofrenia residual? ¿Cómo la diferenciamos de la esquizofrenia? ¿Cuáles son sus síntomas? ¡Descúbrelo aquí!

La esquizofrenia residual es una etiqueta clínica que se emite en la fase residual del trastorno. Según los estudios existentes, aparece en el 90 % de los casos de esquizofrenia. Está recogida en el DSM-IV-TR y en la CIE-10.

Recordemos que la fase residual de la esquizofrenia es aquella que aparece después del brote psicótico o crisis, cuando el tratamiento es efectivo. En esta etapa, se observa con frecuencia un deterioro, más o menos acusado, del nivel de funcionamiento premórbido y es cuando puede aparecer la llamada esquizofrenia residual.

En este artículo responderemos a las siguientes cuestiones: ¿en qué consiste este trastorno? ¿Cuáles son sus síntomas? ¿Cómo se trata?

Esquizofrenia residual: ¿qué es?

La esquizofrenia residual es una etiqueta diagnóstica que se emplea cuando ha existido en la vida del paciente al menos un episodio psicótico, pero en la actualidad los síntomas psicóticos están atenuados (y destacan los síntomas negativos del trastorno, como la anhedonia o el embotamiento afectivo).

Así, podemos diagnosticar una esquizofrenia residual cuando en la historia clínica del paciente encontramos al menos un episodio de esquizofrenia (delirios, alucinaciones…), pero en el cuadro clínico actual los síntomas psicóticos típicos de la esquizofrenia están atenuados o directamente no aparecen. Cuando hablamos de síntomas psicóticos típicos, hacemos referencia a alucinaciones, delirios, comportamiento y lenguaje desorganizado, etc. (es decir, síntomas positivos del trastorno).

Por otro lado, la esquizofrenia residual se caracteriza por la presencia destacada de los síntomas negativos del trastorno, tales como embotamiento afectivo, pobreza del lenguaje, apatía y anhedonia, entre otros. Más adelante hablaremos de ellos.

¿En qué manuales la encontramos?

La esquizofrenia residual es una categoría clínica recogida en la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades) como un tipo de esquizofrenia; concretamente, se localiza en el apartado “Esquizofrenia, trastorno esquizotípico y trastorno de ideas delirantes”.

También la encontramos en el DSM-IV-TR (Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales), como “Tipo residual de esquizofrenia” dentro del capítulo “Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos”.

Síntomas

En resumen, los síntomas de la esquizofrenia residual son de dos tipos: síntomas negativos (predominantes) y síntomas positivos (atenuados). Vamos a verlos con más detalle:

Síntomas negativos

Como decíamos, en la esquizofrenia residual los síntomas negativos típicos de la esquizofrenia aparecen con gran intensidad. Estos síntomas incluyen:

  • Falta de iniciativa.
  • Pasividad.
  • Embotamiento afectivo.
  • Inhibición psicomotriz.
  • Falta de actividad.
  • Empobrecimiento de la calidad o contenido del lenguaje.
  • Comunicación no verbal empobrecida.
  • Deterioro del aseo personal y del comportamiento social.

Síntomas positivos

Los síntomas positivos aparecen de forma muy atenuada en la actualidad del cuadro clínico; sin embargo, es necesario que en el pasado haya habido como mínimo un episodio psicótico. Es decir, un requisito es que se haya emitido con anterioridad el diagnóstico de esquizofrenia.

Otros síntomas

Además de lo mencionado, en la esquizofrenia residual es necesario que se den otra serie de condiciones. Así, se requiere que:

  • La sintomatología positiva atenuada haya durado como mínimo 1 año: es decir, implica que la intensidad y la frecuencia de la misma, siempre haya sido atenuada (todo ese año).
  • No existan otros cuadros: como demencia, trastorno cerebral orgánico, depresión crónica, etc., que puedan explicar el deterioro y los síntomas de la esquizofrenia residual.

Tratamiento

Idealmente, el tratamiento de este tipo de esquizofrenia deberá ser un tratamiento multidisciplinar, que incluya el abordaje farmacológico y psicológico o psicoterapéutico. De hecho, su tratamiento será similar al de la esquizofrenia, aunque con sus pertinentes adaptaciones.

A nivel farmacológico se utilizan los antipsicóticos típicos y atípicos. En cuanto a la psicoterapia, se utilizan técnicas muy variadas, tales como:

  • Terapia individual (sobre todo desde una orientación cognitivo-conductual): su objetivo es mejorar el funcionamiento del paciente, así como su estado de ánimo.
  • Terapia familiar: incluye pautas psicoeducativas, y pretende mejorar las dinámicas que se producen en el seno familiar.

Como hemos visto, la esquizofrenia residual forma parte de la esquizofrenia, y se da en la etapa donde los síntomas floridos están más apagados. Desde la psicología clínica, será conveniente realizar una buena entrevista clínica y conocer en profundidad las características y necesidades del paciente, para poder diseñar un tratamiento adecuado y personalizado a cada caso.

sábado, 24 de octubre de 2020

¿Cómo afecta la baja autoestima a la relación de pareja?

 La baja autoestima conforma una parte importante de la relación de pareja. Es un triángulo peligroso en el que solo habita la inseguridad, la desconfianza y hasta los celos... Profundicemos más en este tema.

Si nos preguntamos cómo afecta la baja autoestima a la relación de pareja, la respuesta es sencilla: tiene un efecto devastador. Para entenderlo, imaginemos por un momento a una persona envuelta en alambres de espino. No solo experimentará dolor cada vez que alguien se acerque a ella para abrazarla; la otra persona también sufrirá.

A pesar de ello, uno puede estar envuelto durante décadas e incluso una vida entera con ese alambre psicológico a su alrededor sufriendo lo indecible. Miedo, inseguridad, necesidad de ser protegido, fluctuaciones en la confianza, hipersensibilidad… Las dimensiones psicológicas que se adhieren en la persona con una autoestima débil y fragmentada pueden ser muy variadas, pudiéndose resumir a su vez en una sola: infelicidad.

Por otro lado, hay otro aspecto a considerar. Los problemas de autoestima orbitan alrededor de gran parte de los trastornos del estado de ánimo. Esto hace que tengamos en muchos casos personas con ansiedad, depresión, etc., que no solo pueden dar forma a cuadros clínicos de gran indefensión. En ocasiones, la baja autoestima también puede derivar en agresividad.

Formas en cómo afecta la baja autoestima a la relación de pareja

A veces, una relación de pareja puede estar conformada por tres figuras. Las dos primeras son las personas que integran ese vínculo afectivo y el tercero, la baja autoestima. Es un elemento disruptivo que puede unir o separar a la pareja. Es un aguijón que llena de inseguridades y suspicacias a quien la sufre y de frustración sobre quien se proyecta. Porque ser la pareja de quien no se quiere a sí mismo provoca que tenga que hacer más esfuerzos para apagar cada miedo y llenar cada vacío.

Por otro lado, cabe destacar que los estudios sobre cómo afecta la baja autoestima a la relación de pareja son siempre reveladores. Sabemos que la satisfacción, la estabilidad y la calidad del compromiso entre dos personas depende de la buena salud de esta dimensión psicológica. De hecho, así nos lo demuestran estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Basilea por la doctora Ruth Yasemin.

Sin embargo, es muy común llegar a una relación con la autoestima deshilachada. Bien por un rodaje de vida lleno de carencias en el que uno ha descuidado esta dimensión o tal vez por la negligencia de unos progenitores durante la infancia que no atendieron esta dimensión. Sea como sea, es tarea de cada uno trabajar esta área tan cambiante y sensible a nuestras experiencias. Veamos ahora cómo afecta la baja autoestima a la relación de pareja.

No sientes que seas lo bastante bueno para la otra persona

Cuando uno no tiene una buena percepción de sí mismo, se siente en desventaja. En la mente de la persona con baja autoestima abundan ideas nocivas del tipo “no soy lo bastante inteligente para mi pareja”, “no soy divertido y le aburro», «seguro que sus anteriores parejas eran más atractivas que yo”.

Cuando uno no se percibe como valioso para sí mismo, tampoco cree que sea suficiente para nadie. Así, los actos de generosidad pueden llegar a interpretarlos como actos de compasión.

Tienes dificultades para ser tú mismo

La baja autoestima diluye el sentido del yo. Al no sentirnos bien con lo que somos, nos escondemos tras otras máscaras para aparentar virtudes que concebimos como más atractivas. Un ejemplo de ello es querer ser como nuestra pareja desea. Si la otra persona quiere que seamos más dóciles, serviciales y dependientes, lo acabaremos siendo para gratificarla.

Celos e inseguridad

La persona con una autoestima débil es insegura y desconfiada. Su mente se llena de preocupaciones y enrevesadas suspicacias. La sombra de los celos los persigue casi a cada instante. Temen que de un momento a otro se produzca el abandono. Nada es tan destructivo como sentirse falible e inferior para quedar supeditado al miedo constante a ser traicionado.

Miedo a expresar cuáles son tus necesidades

Si nos preguntamos cómo afecta la baja autoestima a la relación de pareja, hay un hecho recurrente. La persona rara vez se atreve a expresar sus necesidades.

Priorizará antes las de los demás que las propias para no sobrecargar, para no preocupar ni molestar. Al fin y al cabo, en el interior de esos universos mentales, los demás son más importantes que uno mismo…

Alta sensibilidad, todo duele en exceso y todo preocupa

En lo referente a la anatomía de la baja autoestima, hay un factor que en ocasiones descuidamos. Las personas con esta característica son hipersensibles. Todo comentario por parte de la pareja puede tener para ellos mil lecturas y, por supuesto, los interpretarán de manera negativa. A veces, hasta un tono determinado de voz puede ser objeto de desesperada preocupación.

Expresiones, reacciones y determinadas conductas pueden sentirse como rechazos y sufrir lo indecible con ellos.

¿Cómo afecta la baja autoestima a la relación de pareja? El problema de la sexualidad

Autoestima y sexualidad tienen una relación directa. Tanto es así que este vínculo suele ser origen de muchos problemas en la relación. La inseguridad en uno mismo, el miedo a no satisfacer al otro como desea o simplemente no sentirse deseable tienen un efecto muy lesivo.

Una baja autoestima hará que elijas las parejas afectivas menos adecuadas

En ocasiones, nos podemos preguntar aquello de cómo afecta la baja autoestima a una relación de pareja. Sin embargo, hay un aspecto previo más decisivo… En gran parte de los casos, una autoestima fragmentada nos abocará a caer en brazos de las personas menos adecuadas. 

¿La razón? Quien no se aprecia ni se valora a sí mismo anhela que otros lo hagan (sin importar quién sea). Caminar por la vida con esta necesidad hará que seamos poco exigentes, que nos conformemos con lo mínimo y que todo lo perdonemos a cambio de un mal sucedáneo de amor. Así, es fácil que se deriven en relaciones dependientes, en lazos en los que surge el maltrato y la dominación.

Para concluir, nada es tan importante para la salud mental como enamorarnos cada día de esa persona que se refleja en nuestro espejo. Valorar, apreciar y aceptar a ese ser que a menudo descuidamos, garantizará que dejemos de necesitar del otros lo que nosotros mismos deberíamos ofrecernos.

viernes, 23 de octubre de 2020

Saltarse la dieta puede ser el principio del fin

¿Alguna vez has abandonado una dieta tras habértela saltado porque has sentido que has echado todo a perder? En este artículo te explicamos por qué ocurre eso

En una era en la que se nos han hecho creer que un cuerpo bonito es el pasaporte a la felicidad, las dietas bajas en calorías gozan de propaganda y reputación. El problema de comer de manera restrictiva no viene solo derivado de los posibles déficits nutricionales: saltarse la dieta puede ser el principio del fin.

Del fin de nuestra salud física y mental, de considerarnos personas con fuerza de voluntad, de nuestro sentimiento de valía personal y de autoeficacia. Incluso del fin de una relación sana con la comida. Así de crudo. Saltarse la dieta puede ser el origen de problemas de ansiedad e incluso de trastorno de la conducta alimentaria.

Aunque saltarse la dieta una vez a la semana (hacer una cheatmeal) parece que ayuda a adelgazar, hacerlo de manera involuntaria y con cierta sensación de pérdida de control puede tener consecuencias desagradables. ¿Cómo se llega de comer un trozo de tarta a un trastorno grave? Vamos a explicártelo.

El efecto de violación de la abstinencia (EVA) y su papel al saltarse la dieta

Vamos a hacer un paralelismo con lo que ocurre cuando una persona abandona el consumo de drogas para entender qué es lo que ocurre cuando caemos y recaemos en una “mala alimentación” o en los fatal llamados “alimentos prohibidos”.

El primer paso es distinguir “caer” de “recaer”. Porque no, no es lo mismo. Caer implica un consumo aislado durante un tratamiento de abandono de drogas, por ejemplo. O en el caso que nos ocupa, comer un trozo de tarta un día aislado en una ocasión especial.

La recaída implica volver a instaurar un patrón de consumo disfuncional. Por ejemplo, volver a cenar comida basura cada día cuando habíamos conseguido llevar una alimentación saludable.

De la caída a la recaída

Pasar de la caída a la recaída no es tan complicado. En este proceso intervienen tres factores que interactúan. Son los siguientes:

  • La autoeficacia percibida, que está relacionada con las expectativas de realizar con éxito una determinada conducta.
  • Las expectativas de resultados de la conducta de consumir; es decir, de lo que esperamos que ocurra si realizamos la conducta prohibida (saltarse la dieta, en este caso).
  • Las atribuciones de causalidad, que son una forma de evaluar cómo la gente percibe su propio comportamiento y el de los demás, a qué atribuyen las causas de su conducta.
La intensidad del EVA dependerá de varios factores:
  • Grado de compromiso que el paciente tenga en mantener la abstinencia -dieta, en este caso-. Es decir, cómo de implicado esté en la dieta (a mayor implicación, mayor intensidad del EVA).
  • Duración de la abstinencia (dieta). Cuanto más tiempo se lleve cumpliendo, mayor será el EVA al saltarse la dieta.
  • Valor subjetivo que se le dé a la conducta, es decir, lo mucho o poco que nos fustiguemos al saltárnosla.

Si realizamos una atribución externa, inestable y controlable, disminuye el EVA. Si atribuimos la conducta a una causa externa, concreta y controlable, como por ejemplo, una celebración. Por el contrario, si realizamos una atribución personal, interna, global y estable (por ejemplo, atribuirla a nuestra falta de compromiso y fuerza de voluntad) aumentará el EVA.

Es decir, si tras una caída, atribuimos nuestra conducta a factores personales como ineficacia, falta de fuerza de voluntad, poco compromiso, etc. es probable que aparezcan pensamientos del tipo “no valgo para nada“, “no voy a conseguirlo nunca“, “no sé ni para que lo intento” que casi seguro terminarán por provocar un abandono completo de la dieta, reforzando todas esas cogniciones negativas. Cogniciones, hay que decirlo, que pueden derivar en trastornos depresivos.

Saltarse la dieta: posible origen de trastornos de la conducta alimentaria

Uno de los modelos explicativos más aceptados acerca de los trastornos de la conducta alimentaria, en general, es la teoría de la restricción de Herman y Mack. La restricción consiste en la intención de restringir voluntariamente la ingesta con el fin de conseguir el peso ideal.

Esta teoría predice que el restrictivo que rompa o crea romper su restricción, su dieta hará una contrarregulación; es decir, empezará a comer de forma desmesurada y con bajo control sobre la conducta.

Se sabe que uno de los síntomas principales tanto de la bulimia nerviosa como del trastorno por atracón es la presencia de atracones. Una de las características básicas de estos atracones es la sensación de pérdida de control.

Esta contrarregulación, si se convierte en algo habitual, puede convertirse en un trastorno por atracón. Este trastorno consiste, como hemos mencionado, en la presencia de episodios recurrentes de atracones. Estos episodios van acompañados de grandes sentimientos de culpa. Sin embargo, los atracones no van seguidos de métodos extremos de control de peso, simplemente, entre atracones, se suelen realizar dietas.

Un problema aún más grave ocurre si estos “atracones contrarreguladores” van seguidos de conductas disfuncionales para el control del peso, como pueden ser los vómitos autoprovocados, el uso incorrecto de laxantes, diuréticos u otros medicamentos, el ayuno o el ejercicio excesivo, tal y como ocurre en la bulimia nerviosa.

En el subtipo de anorexia nerviosa con atracones o purgas también puede haber periodos de pérdida de control sobre la ingesta, que se intentan solucionar mediante conductas purgativas, al igual que en la bulimia nerviosa. La diferencia principal entre ambos cuadros, es que las personas con anorexia nerviosa tienen infrapeso, mientras que las personas con bulimia nerviosa se encuentran en normopeso o ligero sobrepeso.

¿Qué otros factores pueden estar implicados en el abandono de la dieta?

Una de los primeros alimentos que se prohíben en las dietas para perder peso, dietas hipocalóricas, en el real fooding y otras muchas son los alimentos ultraprocesados y los azúcares.

Abandonar el azúcar es realmente lo más parecido a dejar una droga: el azúcar es altamente adictivo. Seguro que alguna vez lo has intentado y has notado una necesidad imperiosa de tomar algo de azúcar. Puede que hasta te hayas sentido débil, o has sentido que el cuerpo “te lo pide”, como un exfumador que se muere por un pitillo. Esto se conoce como craving, el deseo intenso de consumir. El azúcar, además actúa sobre la insulina y los picos de azúcar pueden provocar cambios de humor, ansiedad y síntomas depresivos.

Otro de los factores que considero problemáticos de las dietas restrictivas es justamente eso, la restricción. Existe un fenómeno psicológico cuyo objetivo es restaurar la libertad perdida, la reactancia psicológica. Consideremos que prohibir el consumo de ciertos alimentos supone una limitación a nuestra libertad: la consecuencia natural será la aparición de esa reactancia psicológica.

Cuando percibimos una amenaza a nuestra libertad podemos responder de diferentes maneras. Podemos realizar la conducta prohibida, realizar conductas equivalentes o podemos responder con hostilidad, ansiedad y malestar. Lo que muy probablemente se traducirá en saltarse la dieta de alguna manera.

No podemos olvidarnos de las respuestas subjetivas que se van a derivar de esta prohibición: lo prohibido siempre se valora como más valioso tras la limitación. Basta que te prohíban un alimento rico, aunque no lo comieras muy a menudo, para que empieces a desearlo con todas tus fuerzas… “No valoras lo rico que esta un bombón hasta que te prohíben comerlo”.

Una relación sana con la comida evita saltarse la dieta

Salvo que por recomendación médica requieras una dieta que restrinja la cantidad de calorías ingeridas, lo mejor es llevar una alimentación saludable y variada, que no sea restrictiva. Conocer que alimentos son saludables y saber cómo combinarlos nos va a permitir llevar una alimentación cómoda, variada y, sobre todo, libre de culpa.

En caso de tener que realizar una dieta restrictiva (o en caso de que así lo decidas), permítete darte un capricho un día a la semana. Eso no va a cambiar el resultado de la dieta, pero probablemente sí mejorará tu motivación para cumplirla (y para incumplirla sin culpa). Además, disminuirá la probabilidad de que te castigues sin merecerlo, y de que tengas otros problemas más graves.

Así, muchos de los factores implicados en el seguimiento de un plan nutricional no están bajo nuestro control consciente. Así que, una cosa tiene que quedar clara: saltarte la dieta de vez en cuando no te hace peor. Puede incluso protegerte si lo entiendes como algo natural.

jueves, 22 de octubre de 2020

Tristeza por la mañana: ¿por qué ocurre?

El sentimiento de tristeza por la mañana puede ser el resultado de hábitos inadecuados o de un descanso inapropiado. Sin embargo, también puede ser la manifestación de un trastorno del estado de ánimo. ¿Cómo diferenciar una circunstancia de la otra?

Son muchas las personas que dicen experimentar tristeza por la mañana, más que a cualquier otra hora del día. A veces, la sensación llega a ser realmente severa, incluso coincidente con un trastorno de depresión mayor. El punto está en que a medida que avanza el día, la sensación se disipa. Por la noche, puede que incluso no quede nada de esa emoción.

A esa tristeza por la mañana se le ha llegado a llamar “depresión de la mañana” o “depresión matutina”. Es específica y, por lo tanto, se diferencia de otro tipo de depresiones. Su signo característico es que solo se presenta en las primeras horas del día.

En algunos casos, la tristeza por la mañana no está directamente relacionada con la depresión, sino que es la consecuencia de otras causas. Asimismo, a veces no se trata solo de una tristeza matutina transitoria, sino que forma parte de un cuadro más severo.

Tristeza por la mañana, ¿por qué?

Según lo que ha podido establecerse, la tristeza por la mañana obedece principalmente a tres factores. El primero es un cuadro depresivo, como tal; el segundo, un descanso inadecuado; y el tercero, el consumo de bebidas alcohólicas.

Se habla de depresión matutina o de depresión de la mañana cuando los síntomas de la depresión se exacerban al comienzo del día, justo después de despertarse. Hay desgana, apatía y una sensación de vacío emocional que no se desvanece. Sin embargo, con el paso del día, los síntomas se vuelven más leves, aunque no desaparecen del todo.

Otra razón por la que puedes sentir tristeza por la mañana es una mala noche de sueño. Has dormido, pero el sueño no ha sido reparador. Es posible que las condiciones de la habitación no sean las más adecuadas o que tengas algún problema de salud que te impide dormir bien. Lo más probable, en todo caso, es que en la mañana te sientas fatal.

Finalmente, esa sensación de tristeza aparece cuando la noche anterior se ingirió alcohol antes de dormir. Por un lado, este compuesto seda, pero también altera los ciclos del sueño, interrumpiéndolo durante la noche. Por otro lado, el alcohol es un depresor del sistema nervioso y su efecto puede sentirse a la mañana siguiente.

La depresión matutina

De todas las razones por las que puede experimentarse tristeza por la mañana, la más compleja es la depresión matutina. Esta es una condición que requiere atención porque puede ser una señal de un trastorno o del comienzo del mismo. Los principales síntomas de la depresión matutina son los siguientes:

  • Dificultad para despertar o levantarte de la cama. Los párpados pesan y el cuerpo parece incapaz de realizar movimientos.
  • Problemas para conciliar el sueño o varios despertares en la noche. Puede ser señal de que hay más cortisol en la noche, lo que equivale a decir más ansiedad nocturna y mayor dificultad para descansar.
  • Hipersomnia. Algunas personas sienten la necesidad de dormir más de lo habitual, sin una razón para ello. Este puede ser un síntoma de depresión, aunque no siempre lo es.
  • Patrones inadecuados de alimentación. Comer mucho o muy poco, especialmente en la noche, puede ser una señal de que el estado de ánimo no está equilibrado.
  • Falta de concentración. Te resulta difícil enfocarte en tus tareas diarias y haces muchas cosas a la vez o tienes dificultad para terminar lo que iniciaste, así no sea algo complejo.
  • Irritabilidad o sentimiento de frustración. Estos son más intensos en la mañana, pero suelen permanecer vigentes, en menor medida, durante todo el día.
  • Pérdida de interés y sentimiento de vacío.
¿Qué hacer en esta situación?

Si la sensación de tristeza por la mañana es muy intensa y frecuente, valdría la pena comenzar con una visita al médico. Una de cada cinco personas que padecen depresión también presentan apnea del sueño. Así mismo, puede haber otra condición de salud que esté afectando al buen descanso.

El trabajo nocturno, en especial si involucra mucho estrés, puede tener como resultado una depresión matutina. En estas condiciones, se sobreexige al cuerpo y a la mente y el resultado es un desequilibrio que puede manifestarse como tristeza por la mañana.

Si hay algo que te preocupa o experimentas continuamente una sensación de desinterés y desesperanza, es posible que requieras ayuda psicológica. Cuanto más pronto la busques, más eficaz va a ser. Por lo demás, aplica las medidas para una buena higiene del sueño, de modo que logres descansar de forma adecuada.

miércoles, 21 de octubre de 2020

¿Qué es el pensamiento sintético?

¿Qué es el pensamiento sintético? ¿Para qué se utiliza? En este artículo lo averiguaremos; además, también propondremos algunos ejemplos del mismo y hablaremos de sus diferencias con el pensamiento analítico. 

¿Qué es el pensamiento sintético? Antes de entrar en materia, vamos a recordar que los pensamientos son productos de la mente que aparecen por diferentes procesos, ya sean racionales y lógicos como procesos más abstractos (imaginación). El pedagogo y filósofo norteamericano John Dewey (1859-1952), por su parte, definió el pensamiento como el resultado entre lo que ya sabemos, nuestra memoria, y aquello que percibimos.

Según Dewey, a través de estos tres elementos, otorgamos significado a los eventos, creamos, inferimos ideas… y, de todo ello, surge el pensamiento. Pero por suerte, no existe un único tipo de pensamiento, sino muchos de ellos. Hay procesos de pensamiento que nos llevan a reflexionar, otros a debatir, analizar, sintetizar, resumir, explorar…

Hoy conoceremos un tipo de pensamiento muy concreto: el pensamiento sintético. ¿Qué lo caracteriza? ¿Para qué sirve? ¿Qué ejemplos del mismo encontramos? Averígualo a través de este artículo.

El pensamiento sintético: ¿Qué es?

Etimológicamente, el concepto de síntesis tiene su origen en el latín; concretamente, proviene de synthesis. Sin embargo, sus raíces más remotas las encontramos en un vocablo griego. Este término hace referencia a la presentación de un todo gracias al destaque de sus partes más interesantes o sobresalientes. Por su parte, la RAE define síntesis como ‘la composición de un todo por la reunión de sus partes’ y ‘la suma y compendio de una materia u otra cosa’.

Bien, ya sabemos qué es la síntesis, pero ¿y el pensamiento sintético? Sería aquel que opera cuando una persona requiere reducir el tamaño de los objetos y los procesos que está conociendo para condensarlos o unificarlos en una unidad más pequeña. Dicha unidad incorporará los elementos más destacados de cada segmento. 

A través del pensamiento sintético, somos capaces de explicar un fenómeno o suceso por el rol (o función) que desempeña dentro de un sistema mayor.

Ejemplos

Por ejemplo, el pensamiento sintético es el que permite estudiar los diferentes órganos del cuerpo humano; en este caso, los órganos se encuentran dentro de un sistema mayor (sistema endocrino, digestivo, cardiovascular, nervioso…) y, a su vez, estos sistemas se encuentran dentro de un sistema aún más grande, el que configura el cuerpo humano.

Otro ejemplo de este tipo de pensamiento es el que utilizamos para llegar a una conclusión final en una conversación, foro, discusión… También es aquel que utilizamos para resumir un texto, una experiencia o vivencia, un libro, una película, etc.

Relación con el pensamiento analítico

El pensamiento analítico sería el “opuesto” al sistema sintético. Así, mientras que el pensamiento analítico se ocupa de descomponer el todo en partes más simples e independientes, el sintético agrupa información. Por otro lado, el pensamiento analítico busca solucionar o explicar cada una de las partes, así como integrar estas explicaciones para explicar el todo; en el pensamiento sintético ocurre lo contrario, que las partes se unifican para crear un contenido global y con significado.

Para hacerlo más visual y entender mejor estos conceptos, imaginemos por ejemplo el equipo de trabajo de un hospital; si utilizamos un pensamiento analítico, analizaremos cada uno de los miembros del equipo de forma individual (sus aportaciones, intereses, funciones…). En cambio, a través de un pensamiento sintético, tomaremos cada uno de los miembros del equipo y los reunificaremos en un todo como equipo de trabajo. Es decir, reflexionaremos sobre qué aporta el trabajo en equipo, sus ventajas, cómo opera el equipo en su conjunto, etc.

La creación del pensamiento sistémico

¿Por qué hemos hablado también del pensamiento analítico? Porque este tipo de pensamiento, sumado al pensamiento sintético, crea el llamado pensamiento sistémico. Por su parte, el pensamiento sistémico es aquel que permite interpretar los fenómenos como un todo conformado por partes del sistema, con el fin de tomar decisiones.

Encontramos otras definiciones para este tipo de pensamiento, como la propuesta por Francisco Sáez. Así, Sáez afirma que el pensamiento sistémico trata de entender las pautas que determinan cómo se comportan sistemas diferentes, cómo interactúan y cómo influyen unos en otros. Es decir, sería un tipo de pensamiento bastante global que interrelacionaría diferentes elementos.

Hemos visto varios tipos de pensamiento, pero la idea que nos debe quedar es que cada uno de ellos será útil para una tarea u otra; lo que más importa a fin de cuentas es nuestra flexibilidad cognitiva a la hora de adaptar este pensamiento a la tarea en cuestión. En el pensamiento sintético se prioriza sintetizar, agrupar, reunir información concluyente… Por ello, es un tipo de pensamiento que nos puede resultar muy útil en tareas académicas, por ejemplo, o cuando debemos resumir o encontrar ideas clave a partir de una gran cantidad de información.

martes, 20 de octubre de 2020

La fatiga de decisión, una telaraña que te atrapa

La fatiga de decisión es uno de esos factores que restan, de manera disimulada, calidad de vida. Pero, ¿en qué consiste y cómo lo hace? Pues eso es precisamente lo que vamos a analizar en este artículo.

La fatiga de decisión puede estar afectándote sin que te des cuenta. Aunque resulte inverosímil, la ciencia ha establecido que en un día común y corriente una persona promedio toma alrededor de 35 000 decisiones. Algunos pueden llegar a las 40 000. Suficiente motivo para estar agotados.

Ese caudal de decisiones pasa desapercibido porque la mayoría de esas determinaciones tienen que ver con asuntos triviales. ¿Me levanto ya, o duermo otros cinco minutos? ¿Qué ropa debo ponerme hoy? ¿Tomo el desayuno, o ya no hay tiempo? Como ves, con tantas resoluciones, no es raro que haya fatiga de decisión.

El psicólogo social Roy F. Baum fue quien acuñó el concepto de fatiga de decisión. Él mismo fue claro en advertir que: “no importa lo sensato que seas, no puedes tomar una decisión tras otra sin pagar por ello un precio biológico”. Tal precio es precisamente la fatiga y, a veces, muchos errores.

La fatiga de decisión

La fatiga de decisión, como todo tipo de fatiga, reduce tus capacidades y tus potencialidades. También te lleva a que a media tarde solo tengas ganas de irte a dormir y no entiendas por qué, si finalmente no ha sido un día extraordinario. Así mismo, se acumula y con el tiempo incide en un mayor grado de estrés y menos eficacia en tu vida.

Si terminas atrapado en esta telaraña, lo más probable es que comiences a desarrollar una actitud apática. Todo te da lo mismo y lo único que quieres es terminar rápidamente tus tareas para ya no tener que hacer nada. Sientes que no tienes ideas, que el cerebro está seco y que estás harto de la rutina.

Lo cierto es que los seres humanos tenemos una cantidad limitada de energía mental. Nuestro cerebro no es una máquina que podamos poner a funcionar ilimitadamente, sin consecuencias. Si sobreviene la fatiga, lo que sigue son los errores, las malas decisiones, la procrastinación y el malestar emocional. ¿Qué hacer, entonces?

Lo primero: automatiza

El cerebro humano trabaja mucho mejor cuando dispone de patrones que pueda aplicar sistemáticamente, con pocas variaciones. Así, lo mejor que puedes hacer para evitar la fatiga de decisión es automatizar todo lo que sea automatizable y trazarte una rutina. Cuanto más estructurada, mejor.

Pero, un momento… ¿eso no nos lleva a convertirnos en robots? Sí y no. Y ahí está el secreto: al adquirir automatismos y rutinas fijas, logras cumplir con lo que debes hacer y también consigues ser más eficiente. Además, y esto es lo mejor, liberas al cerebro de una gran cantidad de tareas insulsas. De este modo, dejas espacio para que aflore la creatividad y el pensamiento superior.

¿Qué se puede automatizar? Barak Obama decidió de antemano qué vestido llevaría a todos los eventos de gala, por siete años. Angela Merkel tiene un listado de atuendos completos resueltos y no gasta tiempo peleando con el clóset. También se puede decidir qué se va a comer cada día, etc. La idea es reducir el número de decisiones diarias.

Ahora bien, ¿es aburrido tener una rutina fija? Si piensas esto, estás equivocado. Los estudios indican que quienes tienen una rutina elegida por ellos mismos y la siguen de manera juiciosa, son más felices. Además, no sufren de fatiga de decisión.

Otras claves para evitar la fatiga de decisión

Quienes han estudiado el tema recomiendan tomar las decisiones más importantes al comenzar la jornada. Es el momento en el que tu cerebro dispone de mayor energía y está más despierto y fresco. Por contrapartida, evita tomar decisiones relevantes al final del día. Lo mismo ocurre con las tareas: lleva a cabo primero las más difíciles.

En pocas palabras, reserva la segunda parte de tu jornada para todo aquello que no sea muy exigente. Esto no solo te ayuda a ser más eficiente, sino que también incide en tu estado de ánimo: te ayuda a sentirte más eficaz, menos agotado y con mayor proyección.

Otra clave para evitar la fatiga de decisión es la de bloquear todo aquello que pueda distraerte. Léase: móvil, notificaciones de email, etc. Reserva un par de horas al día para atender a todo eso que no te exige mucho, pero que, en cambio, sí puede incrementar los estímulos a los que te expones y te obliga a tomar muchas pequeñas decisiones.


lunes, 19 de octubre de 2020

Cómo convertirme en la persona que quiero ser

¿Eres lo que quieres ser o eres lo que los demás esperan que seas? Siempre llega un momento en que debemos decidir y ese paso requiere de algo más que valentía o seguridad en uno mismo. Necesitamos un plan y una serie de estrategias: las analizamos.

Líder de mi propia empresa. Astrónoma. Alguien independiente y seguro de sí mismo. Profesor de instituto. Influencer. Entrenadora deportiva. Una persona más feliz y autorrealizada. Cada cual traza el lienzo de sus sueños con colores propios, con figuras que solo uno mismo entiende… Sin embargo ¿cómo convertirme en la persona que quiero ser? ¿Por dónde debería empezar?

Las metas vitales, como los deseos existenciales, no aparecen ante nosotros con un chasquido de dedos o pronunciando unas palabras mágicas. Sabemos que todo parte de un proceso de crecimiento y superación personal para el que no todos están preparados. Porque para lograr unos objetivos, en realidad, no basta con la clásica formula de “confía en ti mismo y el camino aparecerá”.

Convertirnos en ese ideal que tenemos en mente, calzar por fin esa vida soñada y mostrar esos rasgos de personalidad que tanto anhelamos, requiere de una transformación interna que parte de un proceso. Es un tránsito en el que ir cambiando pieles poco a poco para permitir que emerja la mejor versión de nosotros mismos. Esa capacidad de conquistar lo que se quiere, esa que lejos de rendirse o claudicar continúa trabajando por sus deseos cada día.

Nacemos siendo individuos y debemos evolucionar hasta convertirnos en la personas que deseamos. Es momento por tanto de conseguirlo.

Cómo convertirme en la persona que quiero ser: claves que te ayudarán

Carl Rogers fue uno de los psicólogos más influyentes d el siglo XX. Su enfoque humanista otorgó el campo del desarrollo personal nuevas perspectivas y herramientas que siguen siendo valiosas a día de hoy. Así, algo que nos planteó a modo de reflexión, es que cada uno de nosotros se coloca máscaras a lo largo del tiempo casi sin darse cuenta.

Esas máscaras son anclajes para obtener validación social. Con ellos, esperamos ser aceptados, integrados y hasta apreciados. Sin embargo, llega un momento en que cargamos con tantas máscaras y tantas “pieles” superpuestas que apenas nos reconocemos a nosotros mismos. Porque hemos vividos orientados hacia los demás, pero no integrados con nosotros mismos, con nuestros valores, ideales, sueños y deseos.

Por ello, es común que más de uno se haga tarde o temprano la pregunta “¿cómo convertirme en la persona que quiero ser?”. Hemos pasado tanto tiempo separándonos de nuestra voz interna que necesitamos iniciar un retorno hacia nosotros mismos. Solo entonces podemos iniciar ese proceso de transformación. Un camino que no busca dar forma a un nuevo yo, sino permitir que emerja el auténtico ser, ese que hemos silenciado largamente. Estas serían las claves.

Clarifica quién quieres ser (y deja a un lado quién “deberías” ser)

Las personas nos pasamos media vida trabajando una versión de nosotros mismos que no siempre se adecúa a los propios valores. Por decirlo de otro modo, a veces nos focalizamos más en la persona que “deberíamos ser” y no tanto en quién “deseamos ser” de verdad.

¿Qué deberíamos hacer en estos casos? ¿Cómo convertirme en la persona que quiero ser?

  • Para ello, clarifica de manera concreta cómo quieres verte dentro de cinco años. Especifica cómo te ves, a qué dedicas tú vida y qué o quién te rodea.
  • Seguidamente, indaga en por qué deseas ser ese tipo de persona. ¿Es un deseo propio o te está condicionando algo? ¿Se adecúa esa versión futura y anhelada de ti mismo a tus valores?
Reconoce tu potencial, identifica tus límites y carencias

Si te preguntas “¿cómo convertirme en la persona que quiero ser?”, indaga primero en tu potencial y tus carencias. ¿Dispones de habilidades y competencias para dar forma a esa versión futura de ti mismo? Si es así reconócelas y empieza a desarrollarlas mucho más, trabaja en ellas.

Por otro lado, también es importante identificar tus límites y carencias. Hay que liberarse de todas las máscaras tras las que nos hemos escondido. Al hacerlo, tal vez percibas en ti un exceso de miedos e inseguridades. Alguien que ha pasado demasiado tiempo esperando el reconocimiento y la validación de otros, necesita de un tiempo para sanarse, para fortalecer valías internas.

Despierta tus fortalezas psicológicas

Tus emociones, tus pensamientos y tus acciones deben estar en sintonía para alcanzar tus propósitos. Todo tu ser debe estar orientado hacia esas metas vitales que para ti custodian tu felicidad. Un modo de lograrlo, de percibirse más válido y lograr que el estado de ánimo sea el óptimo es activando lo que los psicólogos Christopher Peterson y Martin Seligman definieron en 2004 como fortalezas psicológicas.

Estas serían las más idóneas para nuestros propósitos:

  • Entusiasmo: es el motor de la ilusión, es la energía que moviliza los pensamientos hacia un mismo propósito, conjugando creatividad, confianza en uno mismo y también ciertas dosis de optimismo.
  • Compromiso: desarrollar un firme compromiso con nosotros mismos y con nuestros objetivos es el puente hacia el éxito.
  • Significado: cada cosa que hacemos, que pensamos y sentimos debe tener un significado, un fin. Nada de lo que hagamos debe ser por azar.
  • Trascendencia. Aplicar la trascendencia significa tener un propósito y querer aspirar a la excelencia. Este concepto se relaciona con esa cumbre de la que nos hablaba Abraham Maslow en su teoría de las necesidades humanas, esa en la que uno aspira a la autorrealización.
Acepta tus miedos, forman parte del proceso de transformación

Otro aspecto decisivo en nuestro camino para convertirnos en quien deseamos ser es reconocer y aceptar nuestros miedos. De nada nos vale esconderlos o negar su presencia. Nadie inicia la aventura más decisiva de su vida sin los temores pesando en su mochila; ellos forman, al fin y al cabo, parte indiscutible de nuestra esencia, de lo que es el ser humano.

La clave está en seguir avanzando a pesar de su presencia, en arriesgarnos a pesar de sus zancadillas, en saltar los muros que nos colocan para demostrarnos que es posible superarnos cada día.

Para convertirme en la persona que quiero ser debo elegir cada día el mejor camino para mí

Si deseo convertirme en la persona que quiero ser de verdad, hay un aspecto que debo tener presente. Avanzar, superarme, transformarme en una mejor versión de mí requiere saber elegir cada día cuál es el mejor camino. Así, en caso de que un día me atrape el desánimo y la frustración, debo elegir qué estado mental es mejor para mí ¿el derrotismo o la superación?

Si otro día tengo ante mi dos opciones, elegir el camino fácil y adecuarme a lo que otros esperan de mí o bien seguir trabajando en soledad en aquello que deseo, debo atreverme a decidir, a pensar cuál es la mejor decisión. No podemos dejar de lado que el bienestar y la felicidad requieren tomar decisiones a cada instante. Hacerlo con valentía y conectados a nuestros deseos, valores y expectativas será siempre la mejor opción. Tengámoslo presente.

domingo, 18 de octubre de 2020

Hormonas del sueño: mediadoras de tu descanso

 Dormir bien es vivir bien. Para que ese equilibrio sea posible, necesitamos de la ayuda de una serie de hormonas que con su acción median en infinitos procesos para favorecer un descanso profundo y reparador. Las analizamos.

Las hormonas del sueño median en nuestro descanso e incluso en nuestra supervivencia. A veces, descuidamos la trascendencia que tiene el descanso nocturno y la gran cantidad de procesos metabólicos que se llevan a cabo durante esos periodos. Somos poco más que un cúmulo de conexiones que funcionan de forma perfecta y que necesitan de la armonía de los ritmos circadianos.

La luz y la oscuridad no solo rigen nuestra conducta y nuestros horarios. Cada uno de nosotros disponemos de un reloj interno que sincroniza un gran número de procesos, actividades bioquímicas y fisiológicas que median en el bienestar. Las hormonas, por su parte, son esos pequeños agentes mediadores que activan mecanismos imprescindibles en la homeostasis del organismo.

Así, esas pequeñas moléculas producidas por el sistema endocrino que envían mensajes a varias partes del cuerpo y que nos ayudan a regular imprescindibles procesos son también esenciales en el descanso nocturno. Sin embargo, también son muy sensibles a nuestro estilo de vida. Una mala alimentación o incluso una exposición excesiva a móviles y ordenadores puede alterar por completo su actividad.

Tengámoslo en cuenta, una mala calidad del descanso nocturno no se traduce solo en sentirnos más agotados por la mañana. El sueño, por ejemplo, potencia la respuesta inmunitaria y ayuda al organismo a combatir múltiples patógenos…

Hormonas del sueño: ¿cuáles son?

Este dato es interesante. El cuerpo secreta y hace circular unos 50 tipos de hormonas diferentes. Cada una de ellas tiene una función y es secretada por una glándula particular. Por lo que respecta a las hormonas del sueño, cabe señalar que muchas de ellas cumplen diferentes tareas además de preparar al organismo para un adecuado descanso nocturno.

Es decir, su tarea no es solo generar un descanso profundo, algunas de ellas facilitan, por ejemplo, que se reduzca el apetito para que no nos despertemos de pronto con hambre.

Ahora bien, como ya hemos señalado, estas moléculas tan decisivas en el equilibrio, la salud y el bienestar son muy sensibles al estilo de vida. El estrés es sin duda uno de sus peores enemigos. Asimismo, factores como la menstruación o la menopausia en la mujer también puede afectar de manera directa al buen descanso. Conozcamos cuáles son las hormonas del sueño más decisivas.

La melatonina regula los ciclos de descanso

Si tuviéramos que nombrar un elemento biológico crucial para favorecer el sueño, la mayoría pensaríamos al instante en la melatonina. Efectivamente, esta hormona que se sintetiza a partir del triptófano y se produce en la glándula pineal es clave en este proceso.

  • La principal función de la melatonina es regular los ciclos del sueño. 
  • La exposición a la luz y a la oscuridad estimula un área del cerebro llamada núcleo supraquiasmático (SCN). Así, cuando empieza a hacerse de noche, esta región empieza a mandar órdenes para que se libere melatonina y así favorecer el sueño.
  • Ahora bien, cuando se hace de día, lo que ocurre es que se elevan los niveles de cortisol y se reduce la melatonina para favorecer así nuestra activación.
  • No obstante, actividades como mirar series en el ordenador o permanecer muchas horas con el móvil también elevan el nivel de cortisol lo que impide que podamos conciliar el sueño.
La triyodotironina: equilibra el metabolismo para poder dormir

La triyodotironina es una hormona tiroidea que tiene una importancia decisiva en el control corporal del metabolismo. Entre sus muchas funciones está, por ejemplo, regular la temperatura del cuerpo y el ritmo cardíaco. Así, cuando llega la noche, necesitamos que la temperatura se reduzca, así como los latidos del corazón. De ese modo, entramos en un adecuado estado de calma y relajación. Por otro lado, sabemos que las personas con alteraciones en las tiroides sufren trastornos de sueño.

La renina, enzima que regula la presión arterial

La renina es una enzima que secretan unas células de los riñones. Estas tienen como función favorecer el equilibrio hídrico de las sales de nuestro cuerpo. Ahora bien, su relevancia durante el descanso nocturno también es determinante porque gracias a ella se regula la presión arterial.

Así, estudios como el realizado en el Hospital Clínico de Barcelona (España) demuestran que una alteración en esta enzima puede producir hipertensión nocturna y, en consecuencia, insomnio.

Hormonas del sueño: las orexinas

Las orexinas son dos tipos de hormonas neuropeptídicas diferentes que provienen de una proteína precursora común: la prepo-orexina. Cabe señalar que cumplen diversas funciones como la regulación del apetito o la secreción de hormonas sexuales. No obstante, sabemos que son decisivas en los ciclos de sueño-vigilia.

Gracias a ellas podemos pasar de un estado a otro con normalidad. Es decir, cuando llega el momento de despertarnos nos activan a través de la dopamina y cuando es momento de descansar, trabajan junto al resto de procesos bioquímicos para favorecer el descanso. Asimismo, se ha visto que una alteración en las oxinas media en la narcolepsia (sueño repentino e incontrolable en instantes inesperados).

Las hormonas sexuales también facilitan nuestro descanso nocturno

Cuando hablamos de las hormonas del sueño no es común hacer referencia a la progesterona, al estrógeno o la testosterona. Sin embargo, estas moléculas median en el correcto descanso y cualquier alteración en ellas deriva en trastornos del sueño.

  • De este modo, es importante destacar que, durante el síndrome premenstrual, uno de los cambios hormonales más comunes es la reducción repentina de los niveles de progesterona.
  • Algo así se traduce en una alteración de la temperatura corporal y menos cantidad de sueño REM. Todo ello afecta de manera evidente al correcto descanso.
  • Por otro lado, en la etapa de la menopausia, la caída en la producción de progesterona también cursa con problemas de insomnio.
  • En el caso de los hombres, se ha podido observar que los niveles bajos de testosterona reducen la calidad del descanso nocturno y alteran las etapas del sueño.
Para concluir, como vemos, resulta fascinante como toda esta sucesión de enzimas y complejas moléculas del organismo orquestan, sin que lo sepamos, ese necesario equilibrio fisiológico que rige nuestro bienestar. Las hormonas del sueño son algo más que esos elementos que favorecen un buen descanso. También son artífices de nuestra salud.

sábado, 17 de octubre de 2020

Estrés agudo episódico: la angustia recurrente

 Dolores de cabeza, hipertensión, problemas cardiovasculares... El estrés agudo episódico afecta por término medio a un tipo muy concreto de personalidad. Y puede ser peligroso... Lo analizamos.

El estrés agudo episódico suele tener serios efectos sobre la salud. Define un estado psicológico de elevado desgaste que viene y va, que llega con intensidad una temporada, para después desaparecer durante un breve tiempo. Asimismo, también es importante destacar que suele asociarse con un perfil de personalidad muy concreto.

Hablamos de ese perfil que los cardiólogos estadounidenses Meyer Friedman y Raymond Rosenman definieron en los años 50 como “personalidad tipo A“. Se trata de personas competitivas, muy exigentes consigo mismas y que viven con una sensación de urgencia permanente.

Son patrones de comportamiento y de procesamiento emocional algo problemáticos. Les define la impaciencia, la impulsividad, la mala gestión de sus emociones y, en ocasiones, hasta la hostilidad. No obstante, lo más peligroso es que este perfil de personalidad sufre un índice mayor de problemas cardiovasculares. Lo analizamos a continuación.

Estrés agudo episódico: tipología, síntomas, desencadenantes y tratamiento

El estrés agudo episódico conforma una de las tres tipologías más comunes de esta condición psicológica. Así, algo esencial desde un punto de vista terapéutico, es conocer el desencadenante que está mediando en el desgaste físico y mental de la persona. Por ello, siempre es importante recordar estas tres distinciones:

Asimismo, hay otro elemento que debemos considerar. Muchas de las personas que sufren este tipo de estrés no solicitan ayuda profesional. Se da por sentado que el estar siempre estresadas forma parte de su personalidad. Sin embargo, es necesario ofrecer adecuadas medidas psicológicas para mediar hacia un cambio más saludable en el que su salud física y psicológica no esté en riesgo.

¿Cuáles son los síntomas del estrés agudo episódico?

Como ya hemos señalado, hay un aspecto problemático en el trastorno de estrés agudo episódico: quien lo padece no percibe que necesite ayuda. No ve que su forma de reaccionar sea desproporcionada o que sea un mal gestor de sus emociones. Entienden que la vida es compleja de por sí y que, por tanto, hay que adaptarse a ella como sea.

Los síntomas mas característicos de esta condición son los siguientes:

Asimismo, es importante destacar que junto al estrés agudo episódico es común que aparezcan también los ataques de pánico.

¿Qué origina el estrés agudo episódico?

El estrés agudo episódico es el claro resultado de un estilo de personalidad hipersensible, exigente, que vive orientada en la inmediatez, en la sensación de alarma constante, de no estar cumpliendo sus objetivos…

La llamada personalidad tipo A, definida por los cardiólogos estadounidenses Meyer Friedman y Raymond Rosenman, es por encima de todo un mal gestor de su frustración, de sus enfados y de su ira. Tiende a la competividad, a la necesidad de demostrarse a sí mismo que puede lograr aquello que se proponga, pero cuando esto no sucede asoma la desolación y el pánico.

Así, estudios como los realizados por el doctor Mark P. Petticrew señalan que el patrón comportamental asociado a la personalidad A es poco más que “la joya de la corona” para las enfermedades coronarias.

Tratamientos para el estrés

Existen muchos tratamientos eficaces contra el estrés. No obstante, no todas las técnicas son válidas para cada persona y por ello necesitamos, sobre todo, individualizar y conocer las necesidades de cada uno.

Así, y por lo general, las personas con estrés agudo episódico pueden beneficiarse de las siguientes estrategias terapéuticas.

Técnicas de control emocional

Las personas con dificultades para controlar las emociones y los impulsos se benefician de manera notable de las técnicas de control emocional. Entre las más adecuadas en estos casos tenemos las siguientes:

Terapia cognitiva-conductual

La terapia cognitiva-conductual puede ayudar a la persona a entender cómo piensa y a comprender cómo esos procesos mentales afectan a sus estados emocionales y comportamiento. De ese modo, los objetivos de esta terapia son los siguientes:

Para concluir, señalar solo un aspecto importante. En ocasiones, quedamos atrapados en comportamientos que atribuimos como normales o como rasgos de nuestra personalidad cuando, en realidad, son claros estados patológicos. Hacer del estrés nuestro estilo de vida diluye el bienestar y tiene un serio impacto sobre la salud. Tengámoslo en cuenta.


viernes, 16 de octubre de 2020

Despedida a Quino, el inolvidable padre de Mafalda

 La despedida a Quino ha dejado el mundo un poco más triste. Sin embargo, el legado de esa niña argentina, contestataria y de espeso flequillo es un despertar a la conciencia. Ella será recordada siempre por darnos valiosas lecciones sobre la vida y la libertad.

Cuando Quino creó a Mafalda, allá por 1964, los demás dibujantes le recomendaron que no se centrara solo en un solo personaje. Podría ser un trabajo esclavo y limitaría su potencial artístico. Sin embargo, aquella niña irreverente conquistó el mundo y su padre tardó unos años más en desprenderse de ella.

Como suele ocurrir en esos casos en que un personaje adquiere una trascendencia tan poderosa a nivel cultural, es casi imposible separar al creador de su criatura. Lo mismo le ocurrió, por ejemplo, a Arthur Conan Doyle, padre de Sherlock Holmes. Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido bajo el pseudónimo Quino, jamás pudo librarse tampoco de Mafalda.

Así, a pesar de dejarla para siempre en 1973 tras haber dibujado cerca de 1928 tiras contando sus peripecias y desahogando sus ideas sobre los poderosos y los avasallados, la sombra de su pequeña criatura lo persiguió para siempre. Porque, casi sin saberlo, este argentino de excepcional mirada crítica había dado al mundo una de las figuras culturales más trascendentes…

Adiós a Quino, un dibujante y humorista gráfico inolvidable

Joaquín Salvador Lavado, conocido como Quino, nos sorprendió este 30 de septiembre con su pérdida a los 88 años. El mundo del humor gráfico, de la cultura y de la crítica social se ha quedado más huérfano tras su fallecimiento.

A pesar de ello, como siempre sucede con quien logra adentrarse en la memoria colectiva de varias generaciones, nunca se muere del todo. Al fin y al cabo, la auténtica muerte llega con el olvido y tanto el propio Quino como su contestataria hija seguirán habitando entre nosotros de infinitas maneras.

Mafalda será como Peter Pan, una criatura que jamás crecerá, que seguirá siendo una niña para darnos lecciones de sabiduría, de libertad y de reflexión para siempre. Porque, a pesar de que su última tira cómica apareciera a principios de los 70, su humor sigue estando de rabiosa actualidad.

¿Quién era Joaquín Salvador Lavado Tejón (Quino)?

Joaquín Salvador Lavado nació en Guaymallén, Argentina, en 1932. Sus padres eran españoles y decidieron llamarlo Quino desde bien pequeño para distinguirlo de su tío, el ilustrador Joaquín. De hecho, fue este quien le hizo desear esa misma carrera profesional.

Estudió en la escuela de Bellas Artes de Mendoza. Con poco más de 17 años, ya había perdido a sus dos progenitores y fue entonces cuando decidió abandonar sus estudios y probar suerte en aquello que más amaba: las historietas cómicas.

A partir de 1954, empezó a colaborar en varias revistas, también en diversos medios publicitarios como dibujante. Ahora bien, fue a partir de 1963 cuando su vida dio un giro. Fue tras ser contratado por Agens Publicidad con el fin de promocionar la marca electrodomésticos Mansfield. Se le pidió que creara una tira cómica semejante a la de Peanuts, con algún chico como protagonista, uno cuyo nombre empezara por “M”.

Ahora bien, la propuesta que les presentó Quino no les gustó, pero sí a Joaquín Delgado, director de la revista Primera Plana. Quino, que simpatizaba con el movimiento feminista, decidió que la protagonista de aquellas tiras debía ser una niña.

Pero aquella niña que creó en su mente era un tanto peculiar. Era una pequeña temeraria y contestona que vivía con sus padres en un apartamento de Buenos Aires. No era ni rica ni pobre, le fascinaban los libros, tenía una radio para escuchar a The Beatles y las noticias y, además, tenía un globo terráqueo…

¿Qué lecciones nos dejó Quino a través de Mafalda?

Quino se valió de la figura de una niña argentina como cualquiera en aquella época, para darle la voz y el pensamiento de un adulto. De algún modo, siguió la misma línea que las tiras de los Peanuts con Charly Brown y Snoopy. Posiblemente, ni él mismo auguró nunca el éxito que le traería aquella original criatura nacida en 1964.

Mafalda se convirtió en la niña más popular de Latinoamérica y, al poco, no tardó en cosechar los mismos éxitos en Europa. La razón de ello se explica en que la voz crítica de ese personaje, aparentemente tan arraigado a la cultura argentina, hablaba de hechos que, en realidad, eran universales y también atemporales.

No importa de dónde seamos o en qué momento nos encontremos, las palabras de Mafalda siempre resuenan, siempre arrancan una sonrisa y nos hacen pensar. Estos son solo algunos ejemplos.

«Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno»

Con esta idea Quino nos hace reflexionar sobre algo que nunca deja de sucederse. No importa la época, no importa el momento. Uno siempre sueña con emprender, con crear algo nuevo, con transformar la sociedad y dejar atrás los viejos modelos. Sin embargo, al final, llega un momento en el que nos dejamos llevar por la corriente y acabamos derivando en los mismos modelos caducos, casi sin darnos cuenta…

«Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante»

Frase inolvidable de Mafalda. No importa que el personaje de Quino cuente ya con más de 50 años… Sus razonamientos son aplicables ahora más que nunca. Somos esa sociedad enferma de prisas, alineada por la inmediatez que ya no deja espacio ni dispone de tiempo para lo verdaderamente importante…

«Comienza tu día con una sonrisa y verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo»

Malfalda era contestataria, ingeniosa, rebelde, defensora de la libertad y, por encima de todo, extraordinaria. Esta fue sin duda uno de sus mensajes más míticos… En un mundo de rostros serios, en un escenario social marcado por las preocupaciones y las cavilaciones perpetúas ¿qué tal si lo desafiamos marcándonos una gran sonrisa?

Para concluir, Quino nos dejó quizá en sus tiras un arquetipo social del inconformismo que todos deberíamos integrar en nuestro interior. Adquirir una visión crítica sobre las cosas es una forma excepcional de revalorar nuestra realidad, de transformarla y hacerla mejor… Estos días le decimos adiós a uno de los dibujantes más entrañables de nuestra cultura pero la verdad es que su obra, su niña talentosa, siempre estará con nosotros.