Hay quien lo sufre de manera ocasional y hay quien padece los efectos del estrés toda una vida. Conocer las diferentes tipologías de esta dimensión psicológica nos permitirá crear estrategias terapéuticas más acertadas. Lo analizamos.
Dolor muscular, insomnio, migrañas, problemas de concentración… Existen diferentes tipos de estrés y conocer cada uno de ellos nos puede permitir manejarlos de manera más acertada. Así, y aunque es cierto que en ocasiones experimentamos todas estas sensaciones físicas y psicológicas a la vez como una especie de cajón desastre, cada una de estas variedades tiene un desencadenante concreto.
No nos equivocamos si señalamos que esta condición psicológica está en aumento. Aunque la mayoría hemos experimentado este estado psicológico de manera puntual, el problema llega cuando no lo manejamos con eficacia. Cuando el estrés llega para quedarse y lo arrastramos durante semanas, meses (e incluso años) el impacto sobre la salud es inmenso.
Disponemos de abundante literatura científica que nos avisa del riesgo de estrés crónico sobre la salud cardiovascular. Un ejemplo, investigaciones como la realizada en la Universidad de la Joya (California) por parte del doctor Joel Dismale indican que en medicina abundan las consultas relacionadas con los efectos del estrés. Son muchas las personas que acuden para aliviar ese dolor de cabeza, esa presión en el pecho, esos problemas para dormir…
Ahora bien, en caso de que esas situaciones se vuelvan crónicas y no se apliquen adecuadas estrategias para manejar el estrés, la salud cardiovascular puede verse afectada. Esto nos da una pista evidente de la necesidad de ser mucho más sensibles ante este tipo de realidades.
¿Cuáles son los diferentes tipos de estrés?
A menudo, en el día a día decimos con frecuencia aquello de “¡estoy estresado!”. Así, y aunque esa experiencia la vivamos de manera desagradable al estar bajo presión y sentir sus efectos sobre el cuerpo, hay algo que debemos considerar. El estrés es una respuesta normal ante situaciones «anormales».
Es decir, el ser humano, como el resto de animales, necesitamos de esa activación psicofisiológica para poder responder a las amenazas, peligros y cambios del entorno. Las hormonas del estrés, como la adrenalina y el cortisol, facilitan la activación de ese tipo de cambios que nos permiten, entre otras cosas, resolver problemas en el trabajo o superar cualquier dificultad vital.
Ahora bien, hay momentos en que el estrés deja de ser positivo y útil para transformarse en “distrés”. Se trata de ese estrés negativo que nos desequilibra, que nos sume en estados de indefensión y que puede adherirse a nosotros durante largas temporadas. Conocer los diferentes tipos de estrés nos permitirá conocer mejor este tipo de situaciones.
El estrés agudo, cuando la vida nos presiona
El estrés agudo suele ser breve y también el más común. Tener problemas en el trabajo, haber tenido una discusión fuerte con alguien, estar preocupado por una cita médica, haber sufrido un robo o presenciado un accidente, etc, son un ejemplo de esta tipología. Este tipo de estrés es el más común y se define básicamente por ese enfoque mental que se centra en el evento negativo o desafiante.
Por otro lado, para su diagnóstico podemos seguir los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5).
- Síntomas de intrusión: la persona no puede dejar de quitarse de la cabeza esa preocupación durante un tiempo determinado. Aunque, poco a poco, va perdiendo intensidad.
- Los síntomas asociados al estado de ánimo: angustia, miedo, inquietud…
- Síntomas de excitación: dolores de cabeza, problemas parad dormir y para concentrarse, dificultad para tomar decisiones…
- Angustia emocional: tienden a la ira o irritabilidad, a la impaciencia, el mal genio, la tensión constante. En su mente habita la sensación de urgencia, de tener que hacer algo de manera inminente para lo que deben estar preparados.
- Angustia cognitiva: la personalidad tipo A es muy exigente. Ello les orienta a tener que estar pendientes de mil estímulos a la vez. Sin embargo, vivir durante meses con este nivel de activación deriva en problemas de memoria y fatiga mental.
- Las relaciones interpersonales siempre son problemáticas.
- Sufren malestar muscular, dolor de cabeza, de espalda, dolor de mandíbula…
- Alteraciones estomacales e intestinales.
- El estrés episódico recurrente se vincula a la aparición de problemas cardiovasculares.
- Este es uno de los tipos de estrés que puede aparecer junto a otros problemas psicológicos, como por ejemplo, una depresión.
- Las personas que lo sufren evidencia inseguridad e indefensión aprendida (sensación de que por mucho que hagan, su realidad no va a cambiar).
- Padecen insomnio, fatiga, problemas digestivos, malestar muscular, taquicardias, problemas de concentración, etc.
- Favorecer que la persona entienda qué es el estrés.
- Estrategias de gestión emocional.
- Técnicas de desactivación fisiológica (respiración diafragmática, relajación muscular progresiva e imaginación temática, por ejemplo).
- Reestructuración cognitiva.
- Técnicas de asertividad.
- Técnicas para resolver problemas y superar los momentos difíciles y los momentos de estrés.
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