La comunicación basada en el estigma tiene efectos notables en la salud mental ¿Cuáles son? ¿Qué podemos hacer? En este texto lo abordaremos.
Muchas de las expresiones y frases que utilizamos al hablar de salud mental pueden producir malestar. De hecho, cuando pronunciamos palabras que gravitan en torno al estigma, se produce un efecto nefasto. Y es que, sin saberlo, podemos alentar a que la persona no pida ayuda cuando más la necesita.
El lenguaje basado en el estigma (por ejemplo, «está loco» o «es depresivo») tiene un impacto claro en la disminución de la calidad de vida de los pacientes. Puede definirse como ‘la actitud, creencia y juicio negativo hacia estas personas, con características distintivas de salud’. Como vemos, las palabras tienen un poder prácticamente ilimitado, tanto para hacer el bien como para imprimir los pesares más dolorosos.
¿Cuál es el impacto de emplear un lenguaje con estigma sobre la salud mental?
Una investigación publicada en la revista Neuropsychopharmacology ha querido analizar este hecho (Volkow et al., 2021). En el contexto sanitario, los profesionales podemos, con nuestro lenguaje, contribuir a reducir el estigma. Parece en contra de toda lógica, pero el uso de tecnicismos y la imposición de etiquetas clínicas complejas (por ejemplo, «pseudociesis») propiciarían y acrecentarían, aún más, el estigma.
Como nos comunicamos en un contexto sanitario puede constituir un auténtico vehículo a la cronificación del estigma en salud mental. Es importante que recalquemos que el poder de la palabra es inmenso y sabemos que está relacionado tanto con la aparición de los pensamientos como de las creencias y certezas de los pacientes (Volkow et al., 2021).
En los últimos años, nos hemos esforzado para reducir el estigma en múltiples niveles de la salud mental. Tanto a nivel particular o individual, como institucional. Sin embargo, el peso es persistente y sigue intoxicando el lenguaje cotidiano y científico.
De acuerdo con un trabajo de la revista especializada Substance Abuse and Rehabilitation, el lenguaje con altas dosis de estigma es uno de los factores que hacen que las personas que necesitan ayuda eviten entrar en contacto con los servicios de salud mental. En el caso concreto del alcohol, la probabilidad de que alguien decida ponerse en manos de un profesional es un 50 % inferior, en comparación con otros pacientes (Hammarlund et al., 2018). Debemos cambiar esto.
Pautas de lenguaje para reducir el estigma en salud mental y comunicarnos mejor
Si empleamos expresiones y hacemos uso de palabras que sean precisas desde un punto de vista científico, podemos acotar y validar la experiencia tanto emocional como fenomenológica de los pacientes con problemas de salud mental. Utilizar bien el lenguaje tendría un impacto positivo en el trato y en la relación profesional-paciente; impacto que trasladable a la sociedad en conjunto (Volkow et al., 2021). A continuación, veamos algunas pautas al respecto.
1. Si eres un profesional, cuida el lenguaje que empleas
A pesar del arduo esfuerzo por soslayar y evitar mensajes estigmatizantes, los profesionales sanitarios, como seres humanos que somos, a veces caemos en la trampa del lenguaje sesgado. Cuando esto ocurre, las personas que piensan en ponerse en nuestras manos pueden cancelar las citas con los especialistas.
Una forma de ayudar en este contexto la encontramos en una investigación publicada en el International Journal of Environmental Research and Public Health, liderada por Cori L. Tergesen. El experimento consistió en que, durante la carrera de medicina, los estudiantes visionaran videos de personas con problemas de salud mental en tratamiento. Los resultados condujeron a una reducción del lenguaje estigmatizante entre dichos estudiantes (Tergesen et al., 2021).
2. Lucha contra el «autoestigma»
El lenguaje puede ser tan significativo e importante que acabamos considerándolo una certeza. Cuando una persona con problemas de salud mental recibe mensajes negativos y estigmatizantes, día tras día y mes tras mes, al final cree su contenido. A esto se le denomina autoestigma.
Es importante que, si detectamos que nos estamos trasladando mensajes que gravitan en torno al estigma, mediante términos como «soy un enfermo» o «soy un problema», lo atajemos y lo contemos a personas confiables, para obtener otros puntos de vista que permitan el cambio de estas creencias. A su vez, el autoestigma también reduce la probabilidad de que la persona acuda a un especialista de salud mental (Jennis et al., 2015).
3. Evita centrarte en la persona
Es habitual que encontremos expresiones en las que se fusiona a una persona con una entidad clínica que padece. Por ejemplo, «eres anoréxico», «eres drogadicto» o «eres esquizofrénico». Esa combinación del verbo ‘ser’ y del sustantivo ‘trastorno’ actúa como un coctel molotov. Las personas «no somos» un «resfriado», ni «un ictus». ¿Por qué, en lo que a salud mental respecta, parece que sí? Tenemos una dignidad que debería ser respetada.
Es esencial emplear expresiones que incluyan verbos como «tener» o «padecer» una entidad; en lugar de las frases anteriores podríamos decir «tienes un trastorno de la conducta alimentaria», «tienes un trastorno relacionado con sustancias» o «tienes un trastorno de la esfera psicótica». El problema de salud mental dista de ser la única característica de la persona y mucho menos es la característica que más le define.
Cuando empleamos bien el lenguaje, este adquiere el poder de dar esperanza o pesar entre los pacientes. En nuestras manos esta cuidar las palabras que escogemos con delicadeza, pues la persona que se encuentra delante nuestra está en un momento igualmente delicado.
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